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Lo personal es político: la educación para la ciudadanía

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1.- El feminismo socialista y el nuevo totalitarismo.


Si buscáramos un telón de fondo constante en todas las ponencias que se han desarrollado
a lo largo este Congreso, como se busca un leitmotiv en una ópera de Wagner, nos
encontraríamos probablemente con la preocupación permanente de establecer los límites
de la política, pues vivimos en nuestro país algo que ya creíamos haber superado con la
transición democrática: la tentación totalitaria del poder. Esta tentación comienza
manifestándose expulsando a Dios de la vida pública, pero sobre todo continúa colocando a
la política, a la ideología, en su lugar, para ocupar todo el espacio; no sólo el público, sino
también el privado.Cuando parecía que después del 9 de noviembre de 1989, con la caída
del muro de Berlín, habíamos llegado al final de los totalitarismos, y al desprestigio total de
las ideologías políticas concebidas como welt-anchaung; es decir, como una cosmovisión o
visión total de la vida, he aquí que asistimos de nuevo al renacimiento de la ideología.

Giovani Gentile el teórico del fascismo italiano, definía a éste como una concepción total de
la vida como política . A partir de allí, la ciencia política llamó totalitarismo a la invasión por
parte de la política de todos los espacios sociales y privados en los que se desarrolla el ser
humano. Se trata de un reduccionismo, pues es definir el todo por una parte, reducir la
totalidad a lo político. ¿Pero cuál es en la actualidad la nueva ideología con pretensiones
totalitarias? en mi opinión, al igual que en la opinión del más importante teórico de la
izquierda en Europa Alaín Touraine, y el más importante teórico de la izquierda en los
Estados Unidos Richard Rorty, la respuesta es: el feminismo socialista.

Este es también el leitmotiv de los dos libros que he escrito recientemente , en ellos
desarrollo ampliamente esta idea; mas, en la presente ponencia, quiero referirme a una
cuestión más coyuntural, que no obstante, considero de decisiva Importancia para el

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momento actual de nuestro país. Me refiero a la convicción de que la asignatura de la
educación para la ciudadanía impuesta por la Ley Orgánica de Educación, es producto de
esta ideología, se genera como consecuencia de la misma, se teoriza en su ámbito, y se
impone a causa de la influencia de esta ideología en el PSOE, dada la conquista del partido
realizada por las feministas radicales en al menos 40% de los cargos electos del mismo, a
causa del principio de paridad impuesto en su XXXIV Congreso.

En 1981 en su obra El postsocialismo, después de diagnosticar el final del socialismo, Alaín


Touraine se preguntaba ¿cuál es la figura colectiva que puede ocupar en la sociedad actual
el puesto central que fue el del movimiento obrero en la sociedad industrial? y su respuesta
se encaminaba a los “nuevos movimientos sociales”, que serían los que prolongarían el
socialismo en el llamado postsocialismo ; y en particular el movimiento de las mujeres, que
lo definía como un movimiento radical frente al feminismo tradicional, pues a diferencia de
este último, no le basta con la lucha por la igualdad y la libertad, sino que quiere llevar a
cabo una revolución para acabar con la situación de dominación a la que la mujer había
sido sometida por el hombre. Así pues, el feminismo no sólo fue robado por la izquierda,
sino que además se convirtió en una de las señas de identidad de la nueva izquierda. La
única que, a juicio de Richard Rorty, reúne las características necesarias para ser
considerada una ideología en las democracias actuales .

La palabra feminismo es una de esas palabras de vocabulario político orladas de prestigio


por sí mismas, que hábilmente se la ha apropiado la izquierda, cuando lo cierto es que el
feminismo socialista se autodenomina ‘feminismo’ de manera impropia; pues de lo que
denostó y repudió este movimiento, desde Simone De Beauvoir hasta las últimas
manifestaciones de la teoría feminista española, es precisamente de la feminidad, que para
todas ellas constituye “algo que debe ser abatido” , el objetivo que debe ser deconstruido.
La razón de ello la explica en su última obra sobre El mundo de las mujeres Alaín Touraine :
según la teoría feminista la mujer como categoría es un invento de los hombres, “el poder
masculino inventó a la mujer como la cara oculta turbia y él mismo tiempo atractiva de la
humanidad. Esta es la construcción que cabe deconstruir siguiendo los caminos señalados
por Foucault y por Derrida”. Por eso el feminismo de la izquierda española es un feminismo
antifemenino, que repudia de la idea natural de mujer.

El feminismo socialista que conocemos en la actualidad, nació del seno de la nueva


izquierda surgida después de mayo de 1968, como uno de los nuevos movimientos sociales
marginales que integrarían el llamado Gauchisme en Francia, New left en los Estados
Unidos, o en definitiva la nueva extrema izquierda, que fue la protagonista estelar de
aquella revolución. Desde entonces el feminismo político se asocia a la izquierda política:
por esta razón es necesario aclarar que no debe identificarse con el feminismo tradicional,
entendido como el movimiento de lucha por la emancipación e igualdad de la mujer en el
ámbito social, laboral y jurídico, que como realidad sociológica e histórica en la sociedad
actual, no es patrimonio de la izquierda, a pesar de su apropiación, ni tampoco de la
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derecha si alguna vez lo pretendiera.En la obra La tercera mujer, Gilles Lipovestki afirma
que en el mundo actual la mujer no tiene que demostrar nada: «ya ha dejado constancia de
su capacidad intelectual, profesional, artística y personal». En el mundo de hoy la mujer ha
llegado a las más altas cotas sociales, particularmente en el mundo de la política, en donde
en los últimos años está de moda, y se han producido éxitos políticos de mujeres en los
niveles más altos del poder en los gobiernos de sus países. En casi todos ellos se trata de
mujeres que no forman parte de ninguna corriente del feminismo político, sino que más
bien reniegan del feminismo socialista, y del sistema de cuotas; casi todas ellas son
conservadoras. Tal es el caso de Margaret Thatcher en Inglaterra o de Angela Merkel en
Alemania; también en países en desarrollo como es el caso de Corazón Aquino o Violeta
Chamorro. Podrían ponerse muchos otros ejemplos en todas las partes del mundo. Nunca
una feminista socialista ha llegado al poder en un país relevante.

En puridad, debería hablarse de distintos feminismos políticos de acuerdo con el punto de


vista histórico; pero de entre las corrientes feministas surgidas de mayo de 1968, pueden
distinguirse dos discursos feministas básicos: el de la igualdad y el de la diferencia. El
primero es más directamente político y se inspira en el igualitarismo marxista y el
existencialismo de Simone de Beauvoir; su fundamento es que la categoría «mujer», ligada
al concepto histórico cultural de la feminidad, debe desaparecer; éste es el que se identifica
con el llamado feminismo radical y posterior feminismo socialista. El segundo está más
conectado a la cultura y, al contrario de lo anterior, piensa ‘el discurso de la feminidad’
como un ‘discurso salvador’ de la situación discriminatoria en la que se encuentra la mujer.
Pues bien, a partir de los años 60, se puede hablar de distintas corrientes feministas:
feminismo liberal, feminismo radical, feminismo de la diferencia, post feminismo, etcétera.
En este aspecto histórico, el feminismo radical corresponde propiamente a la corriente que
surge a partir del 68, y se consolida durante la década de los setenta.

A partir de los ochenta su heredero es el feminismo socialista, por ser el que continúa el
feminismo de la igualdad y la tradición ideológica de la izquierda posmarxista (el
freudomarxismo surgido del sesentayocho). Este es el feminismo triunfante en la izquierda
española. Se trata de una opción política que con el tiempo ha evolucionado hasta
convertirse en una ideología política cerrada y con aspiraciones totalitarias; que como tal
ideología se conoce como ideología de género. Esta ideología puede ser, en opinión de
muchos, algo pasado de moda o superado en los países que la vieron nacer
(fundamentalmente Estados Unidos, Francia e Inglaterra). Pero lo cierto es que en España
actualmente constituye la corriente que se ha convertido en un movimiento político en
plena cresta de la ola. En nuestro país existe una tradición de feminismo político radical
procedente de la extrema izquierda, que ha fraguado con la llegada al poder del Partido
Socialista Obrero Español después de las elecciones del pasado 14 de marzo de 2004.

Esa tradición ha elaborado un pensamiento propio, que se autodenomina teoría feminista ,


en el que concurren, mujeres políticas en activo y en el poder, con mujeres dedicadas al
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pensamiento y la filosofía feminista tales como Amelia Valcárcel, finalista del premio
nacional de ensayo en el año 1989, o Celia Amorós vencedora de este premio- el más
importante relativo al pensamiento que se otorga en España- en el año 2006 , que ha sido
sin duda el año de las feministas. Junto con ellas podrían mencionarse muchos otros
nombres de mujeres, quienes desde de la Universidad o desde la militancia puramente
feminista, o socialista, constituyen un grupo de poder, cuya presencia e influencia
ideológica es la más importante en la política española actual, a pesar de que, realmente, no
pasa de ser una minoría en el ámbito femenino de la sociedad española; y su existencia, ni
es explícita, ni ellas parecen tener más interés en dejar verla, de lo que sea estrictamente
necesario para conseguir sus fines. Ellas son la causa de la educación para la ciudadanía;
por que ellas crearon el principio de que lo personal es político.

2.- Lo personal es político.


El Totalitarismo conlleva la invasión por la política de todos los ámbitos de la vida, de todos
los espacios tanto el público como del privado. La consideración de que todo es política, y de
que la política comienza en el ámbito más íntimo del ser humano, cual es la relación sexual,
el matrimonio y la familia; es decir: el ámbito privado, fue hecha y teorizada por el
feminismo radical. Fuero ellas quienes convirtieron en dogma ideológico el eslogan: lo
personal es político.El feminismo radical propiamente dicho, se desarrolló entre los años
1967 a 1975, es la corriente de pensamiento feminista en la que cristaliza el feminismo de la
igualdad, como contrario el feminismo de la diferencia, que informa e inspira a la teoría
feminista española en boga. El feminismo radical se apropió ilegítimamente del movimiento
feminista, que hasta aquel momento había conseguido obtener las cotas más altas en la
lucha por la igualdad de derechos y oportunidades para la mujer. Como sus partidarias
dicen, durante estos años “se puso patas arriba”, tanto el feminismo teórico como la
práctica feminista, y sobre todo la sociedad, que era lo que iban buscando.

A partir de ellas el feminismo se unió al radicalismo en la teoría y en la práctica, en los


pensamientos y en las acciones. Las primeras manifestaciones de grupos radicales
aparecieron vinculadas a la Nueva Izquierda naciente en los Estados Unidos a finales de los
años sesenta, que se agrupó en torno a lo que se conoció como el movimiento. Desde 1967
surgieron pequeños grupos autónomos de mujeres feministas radicales; tal es el caso del
New York Radical Women fundado en 1967 por Pam Allen y Sulamith Firestone. Esta y otras
organizaciones fueron las primeras manifestaciones de lo que más tarde se denominarían
nuevos movimientos sociales. Se trata de los nuevos movimientos políticos radicales
surgidos a partir de mayo de 1968, que integrarán lo que Alain Touraine llamó el
postsocialismo.

A pesar de su heterogeneidad, todos ellos seguían guiados por la ideología marxista. Alice
Echols apunta cómo el primer cambio teórico que dieron respecto del marxismo tradicional,
fue el desplazamiento conceptual desde el término de igualdad como objetivo, hasta el de
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liberación. Eso no quiere decir que no se siguiesen reivindicando la igualdad de derechos,
sino que se llevó a cabo una ampliación de las estrategias de lucha, que fundamentalmente
iban referidas al objetivo de la liberación. A partir de entonces el término con el que se
conoció a los movimientos radicales feministas fue el de women`s lib. El concepto de
liberación, era una nueva versión de la tradición emancipatoria de la izquierda, que a juicio
de muchos, es lo que realmente identifica a la izquierda como tal . Pero es una liberación
específica del feminismo, que surge de una toma de conciencia de la ‘opresión masculina’.

Para entenderlo mejor nos puede servir la narración llevada a cabo por la feminista más
famosa de Italia llamada Luisa Muraro. Ella cuenta su encuentro con el feminismo en el 68,
como un autentico camino de Damasco que cambió completamente su vida. Hizo un viaje a
Trento y de camino fue invitada a una reunión de feministas en Roma; allí escuchó a una
mujer relatar la parte “menos nombrada y más liada de mi vida, también llamada vida
privada, pero que, en su modo de hablar, ya no era privada sino pública. Más bien, era
política. Pero lo fascinante era otra cosa: que esa vida privada mía recién elevada a la
dignidad de vida política, con todo su cargamento de problemas no resueltos, no recaían en
absoluto en mi, sino que, por el contrario, yo era una víctima inocente y hasta entonces
desconocedora de un poder que me había inicuamente oprimido junto con todas mis
semejantes: El poder masculino, el hombre, los hombres. De golpe, salieron las cuentas ¡y
me sentí tan bien, tan realizada! Había sido puesta en el centro el mundo, no por lo que
sabía o hacia, que nunca había sido suficiente, sino por lo que era: una mujer y una
víctima”.

Las primeras organizaciones feministas radicales fueron los llamados grupos de


autoconciencia . Se trataba de una nueva forma de actuación política, basados en la idea de
la democracia participativa como contrapuesta al modelo de democracia liberal de grandes
partidos. El objetivo común era en gran medida alcanzar una mayor participación individual,
y sobre todo ampliar los espacios públicos bajo el principio: lo personal es político. Se
constituían mediante reuniones en pequeños grupos, coexistentes y compatibles con las
grandes organizaciones de masas. Lo importante es que para las mujeres cumplían la
función de “encontrar su habitación propia un espacio entre mujeres y para mujeres en el
que pudiesen expresar libremente sus experiencias, hablar de lo callado hasta entonces”
con la finalidad de tomar autoconciencia de su opresión. En palabras de Juliet Michell
consistía en: «un proceso de transformación de lo oculto, los miedos individuales en una
conciencia compartida de su significado como un proceso social, la liberación de la angustia,
la ansiedad, la lucha de proclamar lo doloroso y transformarlo en político”.

Otra cuestión clave era la idea de la política de la experiencia, se trataba de hacer un análisis
social desde la perspectiva de la experiencia personal. Ser conscientes y relatar la
experiencia personal de cada una, para con ello conseguir, como decía Catherine
Mackinnon: la creación de la conciencia. Esto es, la construcción critica y colectiva del
significado de opresión, como la experiencia social de la mujer” tal y como la viven las
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mujeres”. Practicaban la democracia deliberativa, tenían reuniones en donde el objetivo
principal no era tomar decisiones después de la discusión y la deliberación. Lo importante
era el debate, y el hecho de compartir las experiencias. En fin, se trataba de tomar
conciencia de grupo, a modo de conciencia de clase que facilitara la transición del ámbito
personal al ámbito político. Para muchos teóricos de la izquierda americana, estos grupos
de autoconciencia supusieron el origen de nuevos planteamientos de profundización
democrática, que luego adoptarían nuevas corrientes de la izquierda, como el nuevo
republicanismo; ideas tales como: la democracia deliberativa o la democracia fuerte de
Benjamín Bárber, que, curiosamente, son tan queridas por nuestro nuevo socialismo
gobernante. Pero ellas llegaron primero, aunque no se sepa o no figure oficialmente, como
tantas veces ha sucedido: las mujeres actúan calladamente, bajo la superficie, y los hombres
haciendo lo mismo, se pavonean después.Los temas que se debatían eran las experiencias
personales respecto a la sexualidad, la familia, la maternidad, o los sentimientos. “Temas
considerados personales y privados, por tanto, sin trascendencia política, que ahora eran
analizados como causas de opresión de las mujeres y ponían de relieve que las relaciones
personales son políticas, con ello ponían en práctica el lema de la época lo personal es
político».

La política ya no se reduce al ámbito estatal, sino que un grupo de mujeres reunidas en una
cocina estaban creando un ámbito público y político: estaban transformando la política. El
primer objetivo político debía ser crear un sujeto revolucionario, para ello era necesaria una
toma de conciencia, a modo de conciencia de clase, que se llamaría conciencia de género,
que les diera sentido de su posición dialéctica de opresión para desde ella luchar
revolucionariamente y transformar la realidad. Así como Lukacs concebía al proletariado
como la única clase privilegiada, capaz de tomar conciencia de la realidad y de la situación,
para poder llevar a cabo su transformación , las feministas radicales creyeron constituir el
único sexo capaz de comprender la situación para poder llevar a cabo la revolución. Para
llegar a esa conclusión, no había que discurrir demasiado, al fin y al cabo tan sólo hay otro
sexo. Por lo tanto en relación con él, o se siente amor, o se siente odio; o se hace el amor, o
se pelea.

Esto último prevaleció, y se elucubró que toda la historia de la relación con el otro sexo,
había sido una historia en clave de opresión, de dominación del hombre sobre la mujer. La
historia era una lucha de sexos, en donde siempre la mujer había llevado la peor parte. Era
necesario y urgente liberarse de todo ello. El ámbito en el que la liberación se iba a llevar a
cabo, era la novedad: el más íntimo, primero en la alcoba, después en el ámbito doméstico
y familiar; más tarde sería el social, y finalmente el Estado.Así pues, para ser radicales no se
trata sólo de ganar el espacio público –igualdad del trabajo, la educación o los derechos
civiles y políticos– sino que también es necesario transformar el espacio privado . Es esta
radicalidad política la que convierte al feminismo radical en una ideología totalitaria, pues
su ambición expansiva en todos los ámbitos de la vida, empezando por lo más privado, la
convierte en un nuevo reducccionismo político. Mary Evans en su análisis sobre el
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pensamiento feminista contemporáneo, afirma que “una de las ideas más radicales del
feminismo contemporáneo es su pretensión de que el espacio privado del hogar y la familia
debe estar sujeto al escrutinio público” .

De esta forma es como esta ideología con su afán de intervención en todos los órdenes,
constituye un nuevo totalitarismo. Es lo que habilita ideológicamente a nuestro socialismo
feminista para intervenir en la vida privada, y en el ámbito de las creencias. Al cabo, para
esto sirve la teoría feminista como ideología orgánica. Si hay una ideología política opuesta
al liberalismo del “laissez faire”, de la libertad entendida como la no interferencia del estado,
esta es, sin duda, el feminismo radical. Sin embargo, muchos llamados “liberales”
consideran que algunas de las propuestas del feminismo radical constituyen puras
opciones morales o cuestiones de conciencia –tales como la discriminación positiva en la
violencia de género, o el matrimonio entre personas del mismo género–, cuando en realidad
se trata de cuestiones políticas, porque suponen la mayor injerencia en la vida privada que
haya hecho el poder político en los últimos tiempos. Son los nuevos compañeros de viaje de
una ideología, cuyos principios y fundamentos son diametralmente opuestos a los
principios liberales.

3.- La construcción de la ideología


La construcción de esta ideología feminista radical, se debe principalmente a la obra de tres
mujeres, seguidoras y discípulas de Simone De Beauvoir, la autora del Segundo sexo, que
hizo época con su concepción de que la mujer no nace, se hace. La primera es Germaine
Greer, ella fue la que aportó la estrategia revolucionaria, a través de la revolución sexual. Le
sigue Kate Millet, quien elaboró una de esas” verdades supuestamente universales, últimas
o absolutas, empleadas para legitimar proyectos políticos o científicos” : el patriarcado. Se
trata de la última gran narración de la modernidad, en los términos en los que hablaba
François Lyotard; al igual que sucedía con verdades parecidas, como la emancipación de la
humanidad a través de los obreros (Marx), la creación de la riqueza (Adam Smith), o la
dominación del inconsciente (Freud). Y finalmente Shulamith Firestone, que convierte el
conjunto de estas ideas en una doctrina filosófica sistemática, coherente, cerrada; y, por
supuesto, científica, con su dialéctica del sexo, a modo de ideología postmarxista.

Greer asume las tesis del freudo-marxismo en boga en el 68, en particular las teorías de
Herbert Marcuse y Wilhem Reich en torno a la revolución sexual. Para ellos el capitalismo
había encerrado al hombre en una sociedad reprimida sexualmente, cuya liberación sólo
podría producirse a través de la revolución sexual, mediante la supresión de cualesquiera
trabas a la inhibición de la libido, y la práctica del amor libre. En el mismo sentido nuestra
autora realizó una reivindicación del deseo y del goce sexual femenino de forma
revolucionaria. Ella sostiene, siguiendo a Reich, que “la sexualidad es práctica revolucionaria
y provee de energía para descubrir y crear”. Según Greer, la mujer había sido sometida
hasta entonces a un “engaño sexual” “realizado por los psicólogos, los dirigentes religiosos,
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las revistas femeninas y los hombres». Para ella la ancestral represión sexual que sufre la
mujer es correlativa a las demás formas de represión que le son impuestas. Ante tales
represiones, junto con la liberación sexual, lleva a cabo propuestas –tan equilibradas y
juiciosas– como las siguientes: la “castración de la mujer” se ha llevado a cabo en un marco
en el que el hombre se apropia de la energía sexual femenina, distorsionándola con dos
tipos de mitos: el amor romántico y el matrimonio. Ambos construyen «la fantasía mutua
sobre el amor heterosexual más comúnmente aceptada en nuestra sociedad: la familia»,
por lo tanto, la revolución debe consistir en romper las «relaciones socialmente legitimadas
como el matrimonio; la mujer debe ser autosuficiente y evitar de manera deliberada
establecer dependencias exclusivas y otros tipos de simbiosis neuróticas”.

En cuanto al mensaje de la obra de Kate Millet, conlleva la idea de que la mujer está
universalmente oprimida y explotada por el hombre, y lo ha estado siempre desde los
comienzos de la historia. Esta relación de opresión y explotación constituye un sistema de
dominación, que es el sistema de dominación básico, sobre el que se asientan todos los
demás sistemas; es decir: el patriarcado. A partir de ella no puede haber una auténtica
revolución feminista, si no se destruye el sistema patriarcal. El patriarcado es definido como
«política sexual», entendiendo por política «el conjunto de estratagemas destinadas a
mantener un sistema o el conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo
con el poder, en virtud de los cuales, un grupo de personas queda bajo el control de otro»;
es decir, las mujeres bajo el control y el dominio de los hombres desde que el mundo es
historia. La relación entre los sexos es política: es una relación de poder; en esto consiste
básicamente la política sexual . Con esta luminosa idea, que más tarde se adjudicaría a
Michel Foucault, el sexo se convierte en un instrumento de poder, en un medio para que el
poder político pueda “controlar y mandar”, y someter a las mujeres a sus intereses. La
consecuencia lógica es que para conquistar el poder, la mujer debe hacerlo a través del
sexo, de ahí surge la necesidad de la revolución sexual para el feminismo.

Finalmente en cuanto a Sula Firestone, sin las consideraciones filosóficas de Simone de


Beauvoir, pero de una forma mucho más simple y clara, consideraba que lo que hace a la
mujer un sexo oprimido es la maternidad, definida como “la servidumbre reproductiva
determinada por la biología”. Establecida esta “verdad apriorística, incontestable, absoluta y
cerrada”, Sula construye todo un meta-relato, que constituirá una nueva ideología,
completa, sistemática, y científica. De esta forma el feminismo se convierte en la alternativa
al marxismo como solución global. Su sistema filosófico se inspira también en el freudo-
marxismo de la parte más heterodoxa de la escuela de Frankfurt. En lugar de desarrollar
una interpretación materialista y económica de la historia, ella realizará una interpretación
sexual de aquella: la dialéctica del sexo. Y siguiendo el método marxista, llevará a cabo la
construcción de un “nuevo materialismo histórico”, que ella define como » aquella
concepción del curso histórico que busca la causa última y la gran fuerza motriz de todos
los acontecimientos en la dialéctica del sexo: en la división de la sociedad en dos clases
biológicas diferenciadas con fines reproductivos, y en los conflictos de dichas clases entre sí;
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en las variaciones habidas en los sistemas de matrimonio, reproducción y educación de los
hijos creadas por dichos conflictos; en desarrollo combinado de otras clases físicamente
diferenciadas (castas); en la prístina división del trabajo basada en el sexo, que evolucionó
hacia un sistema (económico, cultural) de clases” .

Firestone considera que hasta entonces no había habido un feminismo científico,


“anteriormente tan solamente había habido un feminismo utópico” –con exclusión de
Simone de Beauvoir a quien sigue en sus planteamientos–. Al igual que los marxistas se
atribuían el monopolio de la ciencia en la filosofía política, Firestone también se auto
postula la única poseedora de la ciencia. Pero su metodología es, como decíamos,
fundamentalmente marxista, y por lo tanto, parte de la doctrina de la teoría y la praxis, que
conlleva, entre otras cosas, que aquello que no puede ser puesto en práctica no es posible
teorizarlo. Es decir, solamente es posible plantear determinados problemas cuando existen
las condiciones técnicas que permiten su solución. Esos problemas teorizados deben ser
revolucionariamente suprimidos. Recordemos aquello de que el mundo no debe ser
pensado sino que a partir de ahora debe ser transformado. Tal sucede, por tanto, con la
reproducción biológica: si éste es el problema, suprimamos el problema, y establezcamos
como sistema general de reproducción la reproducción artificial, ya que hoy es
científicamente posible. Junto a la teoría, su sistema contiene todo un programa
revolucionario, cuyo principal objetivo es la familia. Así lo expresa Celia Amorós: «Toda su
crítica se centra en la supresión de la familia como el objetivo fundamental a conseguir».

La revolución de las mujeres para controlar los medios de reproducción es paralela a la


revolución del proletariado para controlar los medios de producción. Y la forma de controlar
los medios de reproducción es mediante la abolición de la familia biológica. Para Firestone,
siguiendo a Marcuse, la familia es la causa de la existencia del tabú del incesto, el auténtico
origen de la represión sexual percibida por el niño desde la infancia. Esta idea, junto con la
identificación del padre como el símbolo del poder por parte del niño, y la envidia del pene
por parte de la niña como equivalente a la envidia del símbolo del poder del varón
constituyen las razones determinantes de la estructura de poder patriarcal o andrógeno del
sistema socio-sexual, que domina nuestras sociedades. Bastará por tanto con eliminar la
familia biológica para eliminar el tabú del incesto, y en consecuencia inhibir los instintos
reprimidos, o las pulsiones básicas de placer, que oprimen a los individuos y a la sociedad.
La represión sexual precoz es el mecanismo básico en la construcción de las estructuras de
poder, que sostienen la servidumbre política, ideológica y económica que sufren las
mujeres. El fin del tabú del incesto y la abolición de la familia tendrá como efectos la
liberación sexual, y la liberación consecuente de la cultura. Llegaríamos así a la sociedad del
Eros, presidida por el principio de placer. Especial consideración tiene para Firestone el
tema de los niños. Según ella existe un paralelismo entre el mito de la infancia y el mito de
la feminidad. La infancia también es una construcción cultural, y de la misma manera que
debe producirse una emancipación de la mujer, debe también producirse una

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emancipación sexual de la infancia. Ella repudia de la cultura de protección y cuidado de los
niños, y entiende que el programa del feminismo radical debe asumir la solidaridad
histórica con los niños y conseguir la emancipación de la infancia.

Estas obras constituyen el referente teórico del feminismo socialista como ideología. Sus
propuestas e ideas han quedado superadas en los Estados Unidos, donde nacieron; pero su
influencia es determinante en el feminismo socialista, en el feminismo de la igualdad que
representan las feministas españolas actualmente en el poder. Por esta razón, para ellas
constituye una teoría en la que se asientan las premisas fundamentales de la ideología, que
Alicia Miyares define como feminismo a secas, apropiándose ilegítimamente de un nombre
cuyo significado es mucho más amplio. Por otro lado, es necesario resaltar, que de estas
obras nace la política sexual. Como se puede observar, el acento en la sexualidad es lo que
diferencia al feminismo radical del anterior movimiento feminista reivindicativo.

El feminismo ideológico considera, que la convicción más profundamente arraigada en


nuestra cultura es la del dominio sexual, porque en él se cristaliza el concepto más
elemental de poder: el poder del patriarcado. En las civilizaciones históricas, por tanto, el
sexo es una categoría social determinante del poder. La libertad sexual, de esta forma, se
convierte en el foco de la lucha revolucionaria; por esta razón la revolución sexual va unida
desde entonces a los planteamientos feministas. Identificándose el feminismo a partir de
aquí, con objetivos tales como: el amor libre, la contracepción, la despenalización del
aborto, el divorcio libre o la reproducción artificial, convirtiendo la política, en política
sexual.

4.- La agenda política y la ciudadanía


Aterrizando en la coyuntura histórica española actual, la filósofa feminista socialista,
militante del PSOE, Amelia Valcárcel, una de las más caracterizadas representantes de la
teoría feminista española, opina que el feminismo contemporáneo tiene ante sí el reto de
dos tipos de agenda «la agenda contra la honestidad y la agenda del poder… en España la
primera ya se ha realizado, y se está realizando; y ha supuesto el cambio de la moral
femenina… ahora es necesario realizar la agenda del poder”. Para lograr realizar ambas
agendas lo más importante es conquistar la ciudadanía, porque «el feminismo es una
tradición de pensamiento político, con tres siglos a la espalda que surge en el mismo
momento en el que la idea de igualdad y su relación con la ciudadanía se plantean por
primera vez en el pensamiento europeo»

El tema de la filosofía política, del poder y la conquista del poder, ha estado siempre
presente en la teoría feminista española desde su origen, particularmente en la obra de
Amelia Valcárcel. La lucha por la inclusión de la ciudadanía feminista en la agenda política es
lo que ha marcado las movilizaciones feministas desde que el feminismo se integró y

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encauzó a través del socialismo, en el Partido Socialista Obrero Español. Así lo cuenta
nuestra autora: «El papel de la filosofía feminista fue fundamental, bajo la dirección de Celia
Amorós se reunió en el CSIC el primer grupo de investigación sobre mujer y poder.

Esto sucedía en 1987. Paralelamente las mujeres comenzaron a moverse en el seno del
partido socialista y se abría la debatida agenda de las cuotas. La teoría comenzó a acuñar
terminología y argumentación para prestarlas al debate, y la política práctica a conducirlo.
En 1992 y organizado por el Instituto de la Mujer que estaba bajo la dirección de
Purificación Gutiérrez en el ámbito de la UIMP se desarrolló un curso que presentó
directamente el tema del acceso las mujeres al poder público político; comenzaba a
aparecer lo que pocos años después constituiría la agenda de la paridad». Este testimonio
procedente de una intelectual militante del PSOE, es revelador de cómo la teoría feminista
ha aportado la ideología, el soporte ideológico para la acción, “la terminología y
argumentación”, a las mujeres dedicadas a la práctica política en el Partido Socialista.

En su obra sexo filosofía sobre mujer y poder, Amelia Valcárcel aboga, como Kate Millet, por
hacer del feminismo una teoría política, que bien pudiera identificarse con lo que venimos
llamando política sexual; al tiempo que otras tendencias feministas argumentaban en
contra de la lucha por el poder, en base a prejuicios tales como la identificación del poder
con la masculinidad y el patriarcado. A contrario de los liberales doctrinarios, su tesis es:
«que no tener poder corrompe y en ocasiones más deprisa». Su concepción del poder
inspirado en la contracultura y particularmente en las obras de Marcuse y Foucault, no se
refiere al poder político institucionalizado, sino a la visión más amplia de ‘poder’ en todo tipo
de relaciones, comenzando por la relación sexual. Con posterioridad, en su obra Política de
las mujeres, califica al feminismo como un movimiento de ‘izquierda universalista’ y, por
tanto, ‘internacionalista’ cuyo desafío ha de hacerse con el referente ilustrado de
universalización de los derechos, lo que implica la lucha por la democratización en todo el
planeta, por la separación de lo político y lo religioso, y por la extensión de los bienes
conseguidos en el mundo norte a toda la sociedad; pero comienza con la universalización
de lo humano sin distinción de sexos.

De todo ello lo más importante para las mujeres es la obtención de los conceptos de
ciudadanía e igualdad. Su idea de la ciudadanía fundamentalmente se refiere al
reconocimiento como individuo, entendido como lo genéricamente humano. Para lograr la
idea de esa ciudadanía hemos de partir del reconocimiento, y para conseguirlo ha de
transformarse, deconstruir, la educación en los términos que veremos posteriormente en el
desarrollo de su alumna Alicia Miyares. Pero la conquista de la ciudadanía por el feminismo
tropieza con el techo de cristal, con esta expresión se refiere a todo el conjunto de prácticas
y maniobras que impiden el acceso igualitario de la mujer al poder respecto a los hombres,
debido a los sistemas de cooptación. Por esta razón ella aboga por el sistema de
discriminación positiva, de cuotas y de paridad: «el fin del sistema de cuotas es asegurar la
relativa igualdad en el punto de salida y a fin de promover la igualdad al final del proceso».
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La paridad no se concibe como un logro, sino como un derecho, que debe tener rango
constitucional. Su discípula Alicia Miyares escribe: “el feminismo entiende la paridad como
un derecho que asegura la representatividad proporcional de los sexos. La paridad no es
una concesión a la representatividad de las mujeres que dependa del voluntarismo de los
partidos políticos, es un derecho que no puede ser alterado dependiendo de las
circunstancias políticas exactamente igual que el derecho al voto y por ello debe ser
registrado como derecho constitucional de las mujeres” .

5.- El feminismo ilustrado y la ciudadanía feminista.


La corriente o escuela de pensamiento feminista radical, que hemos denominado
feminismo socialista, en su versión española se presenta en su aspecto doctrinal como la
teoría feminista, y en su manifestación comunicativa política se autodefine como feminismo
ilustrado, como vamos a analizar a continuación.

En su introducción a la historia de la teoría feminista , Celia Amorós y Ana de Miguel nos


aclaran que su feminismo se inserta en la tradición de las teorías críticas de la sociedad, que
tienen su origen en la escuela marxista de Frankfurt.

Los teóricos de esta escuela argumentaban que, las ideas, la objetividad, la ley científica, la
lógica misma, no son ni neutrales, ni universales, ni objetivas, sino que expresan una visión
del mundo propia de la estructura del poder: los ideales políticos de la ‘clase dominante’.
Para ellos la teoría crítica lo primero que tenía que hacer sería un juicio valorativo, a saber:
criticar las ideas presentes en la sociedad, considerando que se han formado en
condiciones de opresión dando lugar a falsedades, y reemplazarlas por las que emitirían
personas libres, que darían lugar a verdades.

La teoría feminista sigue este mismo esquema, solo que el mundo objeto de su tarea crítica
es el sistema sexo-género, puesto que es ‘el modo esencial y no contingente en el que la
vida social se organiza’, y en el que se reflejan los ideales de la clase dominante: el
patriarcado, que es la clase dominante de los hombres que oprime a las mujeres. Así pues,
la teoría feminista, obedece a la tradición del marxismo, pues como Amelia Valcárcel
sostiene: “el feminismo es un igualitarismo y pertenece a la tradición política de la izquierda”
. De acuerdo con los razonamientos de la teoría feminista, el feminismo comparte con el
socialismo la ambición por la igualdad, que es la base de de la aplicación de la justicia
distributiva, pero el feminismo no se conforma con esto, va más allá, su objetivo es la
justicia sexual , que según Iris Young exige que él concepto de distribución propio de la
justicia socialista, sea sustituido por los conceptos de dominación y opresión, para poder
construir un sentido de la ‘justicia sexual’ acorde con las exigencias feministas . En cualquier
caso, lo que al final hace real la conjunción entre el feminismo y el socialismo, es la
persecución de tres paradigmas revolucionarios: el paradigma de la emancipación, común a

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toda la izquierda radical: el paradigma del ‘reconocimiento’, propio del feminismo; y el
paradigma de la igualdad propio del feminismo y el socialismo. La realización de estos
objetivos, es lo que haría posible el triunfo del feminismo socialista.

Comencemos pues con el paradigma emancipatoro. Una de las características de la


radicalidad que adorna a nuestras feministas socialistas, es la actitud para partir siempre de
la raíz, siempre que sean ellas quienes decidan donde está ubicado el árbol; lo cierto es que
así como para ellas el sexo se inventó en el 68, el pensamiento, y parece que la propia
historia, nacieron con la Ilustración en el siglo XVIII. Para la teoría feminista, el feminismo es
hijo de la Ilustración: “es heredero directo de los conceptos ilustrados, y es ilustrado el
mismo” . María Teresa Fernández de la Vega cuando se ha definido políticamente, se
autodenomina ‘feminista ilustrada’ , es decir perteneciente al llamado feminismo ilustrado.
Esta es una idea que surge de la obra de la más caracterizada filósofa de la teoría feminista
española, Celia Amorós . Para ella la tarea del feminismo consiste en establecer un diálogo -
en sentido estricto de dia- logos; es decir, camino a través de la razón- con los filósofos, a lo
largo de la historia del pensamiento moderno, comenzando por la Ilustración.

A partir de su primera obra reivindica el nacimiento del feminismo en la Ilustración, porque


entiende que para las mujeres es posible hacer extensiva la reclamación ilustrada de
emancipación y sus logros de libertad, igualdad y fraternidad en las que se resumen la
reivindicaciones revolucionarias del siglo XVIII; aunque para lograr esta herencia, es
necesario “hacerlo desde la crítica a las insuficiencias de los pensadores protagonistas del
pensamiento emancipatorio de las luces, por qué ellos no tuvieron en cuenta a la mitad de
la humanidad; es decir: a las mujeres”. Ciertamente que si lo hicieran de otra manera, mas
bien parecería un ejercicio de masoquismo, ya que si uno estudia a los pensadores y
filósofos que ellas han estudiado, descubre que es precisamente en esta época, cuando
surgen todas las teorías que naturalizan al sexo femenino como algo esencialmente inferior
del masculino; En este sentido Amelia Valcárcel dice: «para excluir a las mujeres de la esfera
de la igualdad, la esfera política por excelencia, fue preciso naturalizarlas. Y ese camino,
comenzando por Rousseau y seguido con matices por Hegel, fue rematado por
Sopenhauer” .

A pesar de tenerlo tan claro siguieron en su terquedad ilustrada, en el Seminario


Permanente Feminismo e Ilustración que durante los años 1988 a 1992 sirvió de semillero
de la teoría feminista española, en la que se encuadran las más destacadas representantes
del mundo académico feminista . En fin, el carácter feminista de la Ilustración no se sostiene
desde el menor análisis de rigor, histórico, filosófico o jurídico. Pero de lo que se trata es de
la emancipación, que es para lo que les vale la Ilustración a nuestras teóricas feministas. El
pensamiento ilustrado a partir del sapere aude de Kant, (atrévete a saber) manifiesta un
afán común por liberar al ser humano de “las cadenas de la superstición y la religión, para
hacerle libre para pensar y emanciparse de la tutela de criterios externos, de dioses y de
normas exteriores (heteronormatividad) a su propia autonomía moral”, a su propia
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capacidad racional. Sin embargo tal enunciación dejaba afuera la mitad de la especie
humana por que se dirigía solo a la parte masculina, y relegaba a la femenina al mundo de
la vida privada y doméstica. “A pesar de las sombras de estas luces de la razón ilustrada, las
feminista, deben construir una crítica, al tiempo que también un proyecto para conseguir
los ideales de emancipación establecidos por la Ilustración” .

Esta emancipación lo es en un triple aspecto: el filosófico entendido como la consagración


de la autonomía de la razón como único criterio de conocimiento valido; el político, que se
concreta en la obtención de la ciudadanía; y el sexual que se logra con la emancipación del
cuerpo y el fin del sexo.

Ahora bien, este concepto de ciudadanía no es el concepto del derecho político surgido de la
Revolución Francesa, que atribuye un estatus político a los individuos nacionales de un
estado, en virtud del cual se le otorgan determinados derechos, obligaciones y libertades
públicas. La ciudadanía así entendida es la propia del liberalismo y del socialismo, pero es
algo que no se les otorgó a las mujeres sino sólo a los hombres. El intento de extender la
declaración de derechos y libertades del hombre y de los ciudadanos de 1789 a las mujeres,
le costó la cabeza a Olimpia de Gouges y sus compañeras, que fueron condenadas a la
guillotina por pretender una declaración de igualdad de derechos para las mujeres.

La ciudadanía que reivindica el feminismo ilustrado es un concepto diferente, matizado por


el feminismo, cuyo significado vamos a tratar de descifrar en las páginas siguientes; pues en
estas ideas esta el origen de los contenidos de la asignatura ‘educación para la ciudadanía’,
que ha impuesto la nueva ley general de educación.

Según nuestras teóricas feministas, “la modernidad ilustrada valora a los individuos por sus
méritos concediéndoles la ciudadanía, a diferencia del antiguo régimen y del feudalismo
estamental, que concedía los derechos a los hombres en virtud de su cuna. A pesar de la
coherencia inicial los ilustrados niegan la condición de ciudadana a las mujeres, y se les
vuelve a relegar a la condición de su nacimiento, cuál es el sexo”. La exclusión fundamental
de la mujer es la privación del ámbito de la ciudadanía, reduciéndola al ámbito doméstico
como lugar natural de su sexo, según la concepción de J.J. Rousseau, que “en lo relativo al
sexo fue extraordinariamente concluyente: político es aquello que surge del pacto social, la
desigualdad entre los sexos no tiene ese origen; es, por lo contrario, natural” ; no obstante
el feminismo ilustrado parte de la idea jacobina de que no hay más derechos ni sujetos de
los mismos que los que surgen del pacto social, al cabo del estado.

Para ellas, a igual que para Rousseau, el estado de naturaleza previo, es un estado inocente
y bondadoso en el que además existe una inocencia sexual manifestada en la indiferencia
absoluta, de forma que es la sociedad quien crea la diferencia sexual. Por lo tanto, es la
ciudadanía producto del pacto social quien restablece los derechos, y por ello su
manifestación más específicamente relativa a las mujeres: la igualdad. Esto de lo que se
excluyo a las mujeres, es lo que debe volver a recuperar la mujer: “porque sólo una
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sociedad que lleve a efecto la reclamación ilustrada de la igualdad dejaría de reproducir «la
marca de género» esto es, la adscripción de las mujeres a un grupo social determinado en
razón de su nacimiento como mujeres” .Para averiguar cuál es la explicación racional en
virtud de la cual los pensadores ilustrados excluyeron a la mujer de la igualdad ciudadana,

Celia Amorós en su obra Hacia una crítica de la razón patriarcal hace un análisis genealógico
de la historia del pensamiento moderno, para buscar el origen de la dominación en la que
se encuentra la mujer, que fundamenta el sistema patriarcal. Sistema “que se define de
manera no explícita, pero sí implícita, en los núcleos internos del discurso, como un sistema
de dominación masculina sobre las mujeres”, y que en expresión radical de Amelia
Valcárcel “afecta a todas las mujeres. Absolutamente todas, genéricamente están en
posición simbólica de sumisión frente al poder simbólico masculino” . En sus estudios
genealógicos, Amorós, analiza el pensamiento desde el origen de la Ilustración en adelante,
pasando por el Romanticismo y llegando hasta las últimas manifestaciones de la filosofía
postmoderna, y en todos los sitios haya lo mismo: misoginia. Si misógino era la Ilustración,
más misógino aún fue el Romanticismo decimonónico; como en relación a la obra de Hegel
pone de manifiesto su compañera Amelia Valcárcel, que no obstante a pesar de la misoginia
del filósofo prusiano, se considera postthegeliana; de la misma manera que se olvida que
Nietzsche aconsejaba llevar el látigo cuando se va con mujeres, para apuntarse a la moral
derivada de la filosofía Nietzscheana.

Para Amorós, lo que une la genealogía patriarcal en los pensadores de la modernidad


ilustrada, y en el romanticismo posterior, es: la subjetividad, el concepto de sujeto,
entendido como aquel que es capaz de ser o no ser titular de pacto, titular de los derechos
fundamentales y por tanto de trato igualitario, en definitiva titular de la ciudadanía. La mujer
fue excluida como sujeto y considerada como el “otro”, la naturaleza; hasta que Simón de
Beauvoir puso de manifiesto esta situación y propuso liberar a las mujeres de las ataduras
de su naturaleza y su corporeidad maternal. Amorós y el resto de la teoría feminista son
fieles seguidoras de Beauvoir, y las teóricas del feminismo radical. Para ellas, recuperar la
condición de sujeto y la ciudadanía en una sociedad igualitaria, exige suprimir la división de
géneros y de sexos; éste es el mensaje de fondo del feminismo ilustrado que propone Celia
Amorós, y que persigue la ideología de nuestro feminismo socialista. Por eso el feminismo
es también un ‘proyecto ético’, en el sentido de que exige una acción para llevar a cabo sus
concepciones normativas. No basta con realizar una pura teoría descriptiva sino que es
además necesario llevar a cabo una aplicación de la ‘ética de lo necesario’, para poner en
vigor la igualdad; por eso se trate un proyecto perfectivo (ateniente al deber ser) de la «la
mujer nueva» y de “la transformación revolucionaria de las relaciones entre los sexos” ; esta
es la razón por la cual siempre consideraron que el primer paso a dar en el camino
revolucionario era hacerse con la educación, para construir desde la infancia a la nueva
mujer.

En esto consiste la ciudadanía, para cuya obtención es necesario realizar el paradigma del
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reconocimiento, que es el que hace posible la justicia sexual propia del feminismo, más allá
del liberalismo y del socialismo ¿En qué consiste el reconocimiento como propio de la
justicia sexual? El reconocimiento consiste en reconocerte como sujeto; es decir como
portador de aquella condición de la que ha sido excluida la mujer y que es necesaria para la
atribución o titularidad de derechos y libertades. En una concepción cristiana esta condición
seria la dignidad de persona, pero para ellas se llama condición de sujeto, pues como afirma
Amelia Valcárcel lo primero de lo que hay que emanciparse es de la religión. Ahora bien,
¿reconocimiento por parte de quien? ¿Por parte de otro? Si fuera así el otro sería el hombre,
y ello supondría que por parte del hombre se reconoce a la mujer otorgándole algo que
ésta no tenía, sería una concesión; y esto no es admisible puesto que lo que se reconoce, lo
que se quiere, es precisamente evitar el otorgamiento, la concesión por parte del otro. Lo
que se quiere es reconocer lo que ya se tenía como propio. El reconocimiento por tanto es
hecho por parte del mismo que reconoce al hombre, puesto que no hay diferencia entre el
hombre y la mujer ¿y quién está por encima de ambos? No puede ser otro más que Dios.
Pero como “Dios ha muerto”, y ellas no creen en Dios, el que hace el reconocimiento es el
nuevo Dios: el producto de la voluntad general, el Estado, la ley; que es quien ha ocupado el
lugar de Dios.

¿Cuál es la consecuencia de todo esto? Siguiendo la clara exposición de Alicia Miyares en su


obra la democracia feminista, podemos concluir que la culminación de la justicia sexual
consiste en neutralizar la distinción natural y social entre sexos o entre géneros.

En su análisis expone que son tres las estructuras que definen socialmente a los sexos.

Primero las ideologías sexuales, que dan una explicación de la diferencia entre los varones y
las mujeres basadas fundamentalmente en ‘creencias religiosas’ o en diferentes ‘ideologías
biológicas’, que asumen la existencia de diferencias naturales entre los sexos.

Segundo, las normas sexualesque se refieren a la conducta que se espera de las personas
de acuerdo a su especificidad sexual; así de las mujeres, ‘el vulgo’ espera la maternidad, el
cuidado de los hijos y la dedicación a la familia.

Y tercero, los estereotipos sexuales que son las percepciones que fundamentan las
diferencias entre los sexos negando la individualidad de la mujer, conceptuándolas en
términos genéricos como: ‘mujeres’.

Pues bien, la idea del reconocimiento tiene por objeto erradicar estas tres estructuras que
diferencian entre los sexos. El reconocimiento según la definición de Amelia Valcárcel
consiste en una relación concedida o pactada “sobre el fundamento de que los demás son
como uno mismo y que nada que uno se conceda asimismo tiene derecho moral a no
concedérselo a otro, si no que al contrario, tiene el deber de pensar en el otro como un si
mismo». En fin como dice Miyares la propuesta del reconocimiento por parte del feminismo

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político no reposa en la diferencia sexual; descansa en una toma de conciencia que ha de
ser igual en mujeres y varones, para abatir la designación sexual, llegar a lo que Celia
Amorós llama genérico emancipador .

Para lograr todo esto es necesario erradicar las ideologías de sexo, las normas sexuales y los
estereotipos de sexo. Ello se logra en primer lugar mediante la educación cívica en el nuevo
concepto feminista de ciudadanía, de igualdad y de reconocimiento. Comenzando con la
ideología de sexo, la primera cuestión a superar es la separación entre lo público y privado,
por que esta distinción solo sirve para excluir a las mujeres del ámbito público, relegándolas
al ámbito privado de la familia y el matrimonio. Según Alicia Miyares, la intimidad de las
creencias forman parte del estado emocional de los sujetos y por tanto de la esfera privada,
ahora bien, “nuestra individualidad se construye a través de nuestra socialización y no hay
posibilidades de socializarse en clave privada”.

Por otro lado, el lenguaje emocional, lo que llevamos al mundo de la privacidad-capacidad


emocional y efectiva, “depende de la autoestima lograda en la esfera pública”, en definitiva
“la satisfacción o insatisfacción que reporte la esfera pública termina por influir en mi esfera
privada y afecta a mi intimidad, en consecuencia es falsa la separación entre lo público y lo
privado”, en esto comprobamos la verdad de la formula del feminismo radical ‘lo personal
también es político’ . El primer ámbito que por lo tanto hay que purificar, ‘considerado
tradicionalmente como el castillo de la privacidad’, es la familia, que como ‘institución
socializadora’, la más importante en la medida en que determina el carácter de las personas
y su función en la vida, debe desaparecer; más aún, cuando se trata de una institución a la
que históricamente se le ha dejado de manera autónoma el ámbito de la educación.

Por el contrario la educación debe ser cívica; escribe Alicia Miyares: “cuando la educación se
entiende en términos de realización privada de los sujetos, esto es, que sólo a los padres
corresponda definir que sea el bienestar de los hijos, se está abdicando, por regla general,
de la educación en responsabilidades cívicas en favor de una educación orientada hacia el
éxito. Una educación orientada hacia el éxito, la eficacia y la competitividad fomenta el
individualismo, e impide la emergencia del civismo. Pero la democracia precisa ciudadanos:
personas que quieran colaborar en la construcción y la mejora de la vida colectiva. La
finalidad de la educación no puede estar determinada por criterios pragmáticos sino que ha
de formar ciudadanos”. Para ellas, el estado debe asumir la responsabilidad de formar a los
ciudadanos en el civismo, definido como lo define Salvador Giner, como aquella ética
mínima que debería suscribir cualquier ciudadano .

De acuerdo con este principio, no corresponde a los padres, sino al estado, decidir la
educación de sus hijos, porque la ciudadanía prevalece frente al derecho de los padres. Así
mismo, en la medida en que la educación para la ciudadanía cumple con las exigencias de
la justicia sexual, la educación debe ser forzosamente coeducación pues «el miedo a la
coeducación será en definitiva el miedo a la emancipación de las mujeres”. La educación
debe desterrar las ideologías sexuales como la religión, imponer criterios como exponen el
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Papa Pío XI en su encíclica casti connubi, o el Papa Juan Pablo II en la Dignitatis mulierem
sobre la ‘jerarquía del amor’ y el destino de la mujer a ser esposa y compañera del varón,
formando con él una familia, educando y cuidando a sus hijos es una manifestación de la
educación sexista . Y la ‘educación sexista’ se debe a que no hay una política educativa
comprometida con la idea de igualdad como reconocimiento .

La Iglesia Católica sigue manteniendo una ‘ideología maternal’ expresada en frases relativas
a la Virgen María como «la madre del amor hermoso». La ideología del maternalismo
legítima la desigualdad de varones y mujeres a partir de la diferencia sexual, por ello es
también necesario erradicar las normas y estereotipos de sexo, que debe completarse con
una educación sexual para que la sexualidad no se convierta en un elemento diferenciador.
A este respecto las tesis de Alicia Miyares son muy claras: «la educación sexual tendría como
objetivo que chicas y chicos vivieran más a gusto con sus cuerpos, sin intentar responder a
símbolos sexuales más propios de la fantasía que de la realidad…para evitar tanto
desencuentro y falta de reconocimiento entre chicos y chicas se debería impartir una
asignatura centrada en la educación sexual”; ahora bien los intentos de establecer una
educación sexual son normalmente reprobados por ‘gobiernos conservadores’ y por la
Iglesia Católica.

«La realidad es que ninguna creencia religiosa debe interferir los fines morales y sexuales
educativos del estado». «En definitiva, la propuesta de una educación sexual, por ejemplo
en nuestro país, debería ocupar el espacio horario que hoy ocupa espúreamente la
enseñanza de la religión. Una disposición tal no vulneraría el derecho a la libertad religiosa
ya que nada impediría que la instrucción religiosa siga su curso en las familias religiosas, en
las iglesias o en las catequesis.» En conclusión la educación para la ciudadanía es el eje
básico para la recuperación de la ciudadanía por parte de la mujer, una ciudadanía que se
entiende básicamente desde el punto de vista feminista, como la supresión de las
diferencias entre los sexos, y en base a ello la igualación absoluta, la identidad como sujetos
del hombre y de la mujer sin diferencia tampoco cultural de géneros. Esa educación debería
de impartirse mediante una asignatura oficial a la que el estado no puede renunciar
dejándola en manos de los padres, que en última instancia viene a ser una nueva educación
sexual, para construir un nuevo modelo de ser humano indiferente sexualmente . Todo esto
se teoriza y escribe antes del 2004, después de la llegada al poder del feminismo socialista
se esta haciendo realidad.

6.-La educación para la ciudadanía del Gobierno Zapatero.


Poco después de la llegada al poder de los socialistas, Gregorio Peces Barba comentaba, en
referencia a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que: “necesitamos una
asignatura sobre la educación en valores que no puede ser improvisada, ni coyuntural, ni
oportunista, sino sistemática, completa y adecuada a la edad de los alumnos y que exige
una estabilidad y una permanencia para que pueda producir frutos” . El rector de la
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Universidad Carlos III era bien consciente de que la implantación de esa asignatura
generaría un cambio de mentalidad en las nuevas generaciones, por eso afirmaba “Sólo con
ser capaz de poner en marcha esta iniciativa el Gobierno habría justificado la legislatura”

¿Pero en qué consiste la educación para la ciudadanía, propuesta por el Gobierno


Zapatero? Se nos quiere decir que es la respuesta del llamado socialismo cívico, inspirada
en el neorepublicanismo americano. Si tal respuesta fuera lo que la tradición y la moderna
versión del republicanismo cívico considera, es decir una mayor profundización en la
democracia, a través de la educación desde la infancia de las virtudes cívicas, entendiendo
por tales las normas que rigen el derecho constitucional del país, la convivencia
democrática y la organización de la administración y organización territorial del estado,
sería perfectamente admisible e incluso loable, si el resultado fuera la mayor participación
en la vida democrática de todos los ciudadanos. Pero no es esto, pues como decía la frase
de Peces, se trata de educación en valores. De lo que no cabe duda, es que es algo tan
importante, que ello sólo, justificaría toda la legislatura.

El presidente Rodríguez Zapatero viene en nuestro auxilio para dar respuesta a la


controversia, cuando en su intervención celebrando el año transcurrido desde su éxito en
las elecciones generales aclaraba lo que significa la ciudadanía: “se dice habitualmente que
cada época, cada tiempo político viene definido en unas pocas palabras, se recuerda así, se
conoce así. Hagamos una reflexión y recordemos cuáles han sido, cuáles son las palabras
que definen el espíritu, el carácter, la identidad de la tarea que estamos haciendo. Son tres
palabras que identifican claramente este tiempo político: ‘paz’, ‘ciudadanía’ y ‘talante’ “ . Y
más adelante, al referirse al desarrollo del significado de las tres palabras, la explicación
más extensa de las tres es la relativa a la ciudadanía, pues es la única que tiene un
contenido expreso, ya que la paz no deja de pasar de las buenas intenciones y el talante
afecta simplemente a la apariencia.

Rodríguez Zapatero define la ciudadanía como “la extensión de derechos”, y hace una
relación de cuáles son esos derechos. El primero de los derechos es “el derecho a la
protección integral de la mujeres frente al machismo criminal y a la dominación que aún
sufren tantas compatriotas en nuestro país”. Y añade, “por eso hemos aprobado una ley
integral contra la violencia de genero”. El segundo es el derecho a la igualdad de las mujeres
con los hombres, y aclara al respecto: “por eso hicimos un gobierno paritario. El tercero es el
derecho a la igualdad de las mujeres en el trabajo, “con las reformas relativas al salario, y
las que se refieren a las necesidades de medidas urgentes que afectan a las
administraciones para incentivar el empleo a favor de la mujeres”. Y explica, “así como
vamos a incentivar a las grandes empresas de este país a que tengan presencia de mujeres
en los consejos de administración, en los órganos de dirección” también bajo el principio de
paridad. Y sin solución de continuidad, Zapatero pasa a referirse a los derecho de los gays y
lesbianas y la ley de matrimonios homosexuales: “No puede haber ningún ciudadano que
tenga limitados sus derechos personales por determinados códigos morales, porque la
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moral pertenece a cada uno y es muy respetable, pero las leyes son para todos en su
inmensa diversidad, por eso en muy poco tiempo en este país las personas del mismo sexo
van a poder contraer matrimonio”.Y concluye su intervención diciendo que “la historia del
progreso es la historia de los derechos. La historia del avance democrático es la historia de
los derechos y los derechos se garantizan con las leyes, con las leyes que vamos a aprobar
para el matrimonio homosexual”.

De su discurso se deduce, que la ciudadanía se identifica con la ‘extensión de los derechos’


reivindicados por el feminismo socialista, e implementados a través de las llamadas políticas
de igualdad.

La educación para la ciudadanía está por tanto vinculada al feminismo socialista, en él tiene
su origen y no en el republicanismo cívico, pues este no es más que un resto arqueológico
como nos advierte Alicia Miyares . Por si alguien tuviera duda de que la educación para la
ciudadanía tiene su origen en el feminismo socialista, con los contenidos a los que me he
referido anteriormente, le aconsejo que lea el libro recientemente editado por el Instituto
de la Mujer con el título Educación para la ciudadanía. El libro recoge las propuestas fruto
de “los conocimientos acumulados por el Instituto de la Mujer durante más de veinte años”
como dice en su presentación la directora actual del Instituto Rosa peris Cervera, que 14
Asociaciones de Mujeres de ámbito estatal presentaron a la Ministra de Educación y Ciencia
en el año 2006. El origen de esta historia se encuentra en la concepción del feminismo
ilustrado debido a nuestras teóricas feministas, en particular Celia Amorós y Amelia
Valcárcel. Pues como hemos explicado, y así lo expone en el libro citado Alicia Poza al
revelar La educación para la ciudadania como propuesta feminista .Para ellas de lo que se
excluyó a la mujer por parte de la Ilustración, fue de la ciudadanía; por lo tanto el feminismo
ilustrado lo que debe recuperar es precisamente esto: la ciudadanía. Aunque ya expusimos
el contenido del concepto de ciudadanía feminista, creo necesario exponer la génesis y
desarrollo del mismo, tal y como lo explican nuestras teóricas feministas, para comprender
mejor su utilización estratégica por el feminismo socialista; a tal efecto seguiré la exposición
que al respecto realiza Judith Astelarra.

La consecuencia para la mujer de la Ilustración y del nacimiento de la modernidad, fue la


escisión de la política en dos planos, el público reservado a los hombres, y el espacio
privado reservado a la mujer. “El ámbito público adquirió valor económico, social y de
prestigio mientras que al ámbito privado sólo se le asignó un valor simbólico» . La
ciudadanía es ‘el centro del ejercicio democrático’, que les fue siempre negado a las
mujeres, y la reivindicación de los derechos que comporta, fue el inicio de una larga
movilización que perdura hasta nuestros días. Ahora bien, la conquista de la ciudadanía no
consiste en la sola reivindicación de un ‘estatus político’, sino de una situación que va más
allá por que es una exigencia de la ‘justicia sexual’ inherente al feminismo, que comienza
con el reconocimiento; entendiendo por este la identidad con el hombre; no la igualdad con
el otro, sino la universalidad común. Aquí está la clave de la cuestión, a saber: el
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reconocimiento que, como explica Alicia Miyares, no es una concesión de la ciudadanía,
porque ello supondría darte algo que previamente no tienes, el reconocimiento implica
reconocer algo que ya tienes, aunque no se te hubiere otorgado anteriormente.

Para hacer ese reconocimiento es necesario volver al principio, antes de la distinción sexual
entre hombre y mujer, entre masculino y femenino. Volver al perverso polimorfo, del cual
surgirá autónoma y voluntariamente una concreta identidad sexual, según la ‘orientación
sexual’ de cada cual. Estamos de nuevo ante la ideología de género, esta es la razón por la
que el concepto de ciudadanía está matizado por la ideología que hemos venido
exponiendo a lo largo de este libro, por eso debería llamarse ciudadanía de género.
Astelarra continúa exponiendo las derivadas políticas de esta ciudadanía de género: “las
diferencias de género estructuran las relaciones personales entre hombres y mujeres, la
división del trabajo y la distribución de recursos y el poder.

Todo ello también forma parte de modo oculto de la estructura de la ciudadanía” ; el


enfoque de género permite mostrar esta velada estructura, y nos hace ver cómo no existe
una universalidad en la noción de la ciudadanía, pues siguen habiendo particularismos
derivados de la diversidad de los ciudadanos concretos, que no son contemplados por esta
condición; dicho de otra forma «para ser universal, la ciudadanía hace referencia a un
individuo al que se le ha privado de cualquier connotación particular, sea ésta ideológica, de
clase, de raza y, también, de familia, edad o ciclo de vida. Al buen ciudadano se le pide que
ignore sus lealtades particulares, sus lazos y sus responsabilidades, base sobre la que se ha
desarrollado su individualidad como ser humano” .

Esta contradicción expresa la oposición entre lo público y lo privado: lo público es lo político,


el área de los derechos y rasgos universales; y lo privado, en especial la familia, es el área de
las diversidades y las particularidades. Esta contradicción fue parte constitutiva de la
ciudadanía y es precisamente su ubicación en el mundo privado por lo que las mujeres no
fueron consideradas. Por lo tanto, el sistema de género estuvo en la base de la
diferenciación entre público y privado, pero el género ha servido también para denunciar la
falsa escisión entre lo público y lo privado, y ha servido también para “definir la política
como el espacio total en el que se han de fijar las metas colectivas que provengan de ambos
espacios”. «El feminismo, como expresión de estas demandas, ha sido el canal a través del
cual se han expresado las mujeres y ha permitido con el paso del tiempo introducir muchas
de las transformaciones en el concepto y la práctica de la ciudadanía” .

En fin, se trata del razonamiento más sofistico que se ha hecho desde Protágoras.Cuando
José Antonio Marina comenzaba un artículo sobre la educación para la ciudadanía diciendo
que “en estos momentos hay planteado en España un debate ético de gran importancia” ,
hay que negar la mayor, porque como puede comprobarse, esta no es una cuestión ética,
es una cuestión política. Lo que no comprendo es como un intelectual de su categoría no se
da cuenta de ello. A través de la educación para la ciudadanía se pretende romper la
separación entre lo público y lo privado, invadir por la política el ámbito privado,
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convirtiendo todo en política y en público.

Éste es el empeño más importante del feminismo socialista planteado desde el origen con la
frase lo personal es político, que hemos venido explicando a largo de esta ponencia. Se
trata de nuevo del totalitarismo, de un nuevo fascismo similar al que definía Giovanni
Gentile. El feminismo socialista es también una concepción total de la vida, que se plantean
desde el aspecto más íntimo de la vida de las personas: el sexo, la relación sexual
considerada como política; por eso es una política sexual. Desde lo más íntimo a lo social,
de lo que se trata es de convertir todo en política, de suprimir el espacio privado: la familia,
el matrimonio, el sexo; las instituciones socializadoras como dice Alicia Miyares. Dejarlas
vacías para llenarlas de una nueva ética mediante la educación en 1a nueva moralidad
feminista, para establecer una nueva eticidad en los términos que hemos explicado utiliza
Amelia Valcárcel.

7.- La LO 3/2006 de Educación.


La ley Orgánica 2/2006 de 3 de mayo, de Educación, en la que, como vamos a ver se recoge
esta concepción de la ciudadanía expuesta, trasciende la finalidad del derecho, al promover
una concepción de la persona y de la ética basada en la abolición del sexo y la imposición de
la ideología de género. La moral ya no es la de una religión o una filosofía alternativa, sino la
del Estado, la de la ideología estatal y totalitaria: el feminismo socialista.

Quienes ingenuamente pensaban que se trataba de una nueva oportunidad de educar a los
más jóvenes en el comportamiento cívico, se enfrentan a la que es quizá la novedad más
importante de la política sexual del actual gobierno. La educación para la Ciudadanía y los
Derechos Humanos, que se impartirá desde el curso 2007-2008, en algunos cursos de la
educación primaria, secundaria obligatoria y bachillerato. Pero su filosofía se empezará a
impartir desde la educación infantil; como exige la ideología de género: desde el inicio,
desde la raíz. La obsesión por la sexualidad de los niños es una constante del feminismo
radical desde su origen, recordemos los antecedentes de Firestone que exigía la liberación
sexual de los niños previa a la de los adultos; de Kate Millet que postulaba las relaciones
sexuales abiertas entre adultos y niños, o de Wilhem Reich y Alfred Kinsey o Margaret Mead
que teorizaban la necesaria emancipación sexual de la infancia. La educación sexual infantil
es una pieza clave para construir la nueva ciudadanía de género.

Como decíamos anteriormente es necesario volver al inicio, empezar desde la cuna, en


donde existe la indiferencia sexual; para desde ahí educar a los niños en lo que la ley en su
preámbulo llama «capacidades afectivas», despertando en los niños las primeras
inclinaciones sexuales, para encauzarlos en lo que la ley llama «diversidad afectivo- sexual»;
y puedan más tarde ser capaces de manera “autónoma” de hacer «una valoración crítica de
las desigualdades que permitan superar “los comportamientos sexistas»; en el sentido,
como dice el preámbulo, de la ley LO 1/2004 contra la violencia de género, es decir sexismo
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entendido como machismo criminal. De esta manera el niño dirigirá su orientación «sexo-
afectiva» libre de una fijación machista que divide a la sociedad entre hombres y mujeres, y
podrá hallar «por sí mismo», su propia identidad de género. Este planteamiento de fondo ya
estuvo presente en los preparativos de Pekín. La Presidenta de Islandia, Vigdis
Finnbogadottir, señalaba en una conferencia preparatoria organizada por el Consejo
Europeo en febrero de 1995 que las niñas deben ser orientadas hacia áreas no tradicionales
y no se las debe exponer a la imagen de la mujer como esposa o madre, ni se les debe
involucrar en actividades femeninas tradicionales: “La educación es una estrategia
importante para cambiar los prejuicios sobre los roles del hombre y la mujer en la sociedad.
La perspectiva del ‘género’ debe integrarse en los programas. Deben eliminarse los
estereotipos en los textos escolares y concienciar en este sentido a los maestros, para
asegurar así que niñas y niños hagan una selección profesional informada, y no en base a
tradiciones predeterminadas sobre el género».

La infiltración silenciosa de las feministas socialistas a través del caballo de Troya del género
pronto empezó a tener eficacia. Utilizando la excusa de la ‘violencia doméstica’, que era y es
un problema real y grave en nuestro país, la obsesión por la educación sexual de la infancia
se hizo presente durante la anterior legislatura del gobierno del Partido Popular. Durante la
misma se aprobaron dos planes integrales contra la violencia doméstica, el II plan integral
se aprobó por Decreto del Consejo de ministros del 11 de mayo de 2001. En él se establecía,
entre las «medidas preventivas y de sensibilización», la elaboración de «materiales
educativos dirigidos a la prevención de la violencia contra las mujeres que contengan una
clara perspectiva de género», así como «la adaptación de materiales didácticos afectivos-
sexuales para su utilización on-line por las diferentes administraciones educativas». La
ejecución de los trabajos se encargaba al Ministerio de Educación Cultura y Deporte en
colaboración con el Instituto de la Mujer . Fruto de este encargo fueron los manuales: «la
educación sexual de la primera infancia guía para madres, padres y profesorado de
educación infantil» y «la educación sexual de niñas y niños de 6 a 12 años», ambos editados
por el Ministerio de Educación y el Instituto de la Mujer, el primero en el año 2003, y el
segundo en el año 2006, continuidad del anterior, pues aunque había cambiado el
gobierno, las autoras e ideólogas eran las mismas.

El manual para la primera infancia fue elaborado por 11 mujeres que figuran en la
presentación, ningún hombre, y todas ellas feministas. En él se comienza exponiendo una
declaración de principios feminista: «a partir del sexo, las sociedades patriarcales han
construido la teoría de los géneros, que consiste en una serie de características que definen
lo masculino y lo femenino”. En un capítulo relativo a «mitos e ideas falsas sobre el sexo y la
sexualidad», se comienza diciendo que «una parte de nuestra tradición cultural ha
entendido que la sexualidad tiene como único fin la reproducción de la especie y que ésta
solo tiene sentido dentro del matrimonio.

Esta concepción de la sexualidad hace entrever que la sexualidad está centrada en las
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prácticas cóitales y que y, por tanto, la sexualidad infantil no existe» todo ello es falso y se
basa en un mito. De igual forma «fruto de esta perspectiva androcéntrica el cuerpo y la
sexualidad femeninos han sido tratados no como una entidad propia sino en función de la
reproducción de la especie y del placer masculino… frente a esto las mujeres han buscado el
modo ser más libres, los cambios que han llevado a cabo en sus vidas han transformado las
relaciones de y entre los sexos, y han hecho posible mostrar formas de subjetividad
femenina en las que la sexualidad está al servicio de sus deseos». El resto del manual
contiene consejos de cómo despertar la sexualidad infantil, el conocimiento del propio sexo,
el reconocimiento por el otro sexo, las primeras sensaciones sexuales: caricias, toqueteos,
etc. En el segundo manual, se avanza sobre las técnicas de obtención de placer sexual, tanto
entre niños y niñas, como el ‘autoplacer’.

En cuanto a lo primero se dice por ejemplo: «es importante insistir en que pueden disfrutar
en una relación sexual con otra persona sin coito, que no lo tienen que practicar si no lo
quieren o no se sienten preparadas o preparados y que, sobre todo cuando ya tienen 11 o
12 años, sepan cómo se usa un preservativo para que, más adelante, no se lleven sustos
innecesarios»; respecto del segundo, otro ejemplo como éste: «en general, con pocos años
ya no hace falta insistir demasiado en que la masturbación es una práctica íntima, en parte
porque ya lo han aprendido. Lo que sí es necesario explicarles es que no se trata de algo
dañino o negativo. Por eso, con 5 o 6 años, si un niño o una niña siguen tocándose los
genitales en público, es probable que tengan algún conflicto psicológico y/o emocional».

Finalmente A la pregunta de quién tiene competencia para la educación sexual, la respuesta


del manual de la primera infancia es francamente reveladora. En primer lugar, respecto a la
familia, se acude al concepto de ‘modelos de familia’, así se dice textualmente:
«tradicionalmente se ha creído que la familia es el único lugar realmente autorizado para
hacer educación sexual… sin embargo, hoy en día, el concepto de familia ha variado mucho,
confluyendo en él muchos tipos de convivencia: familia sólo con padre o sólo con madre,
familias que tienen a sus abuelos y abuelas compartiendo la casa, familias constituidas por
parejas homosexuales, y otras por parejas heterosexuales, etc.

Asimismo la información y educación sexual han pasado de ser una tarea considerada
propia del ámbito privado de la familia y del entorno más íntimo, a formar parte de la vida
social, cultural, política y educativa. De tal modo que, hoy en día, se acepta y se considera
necesario que la escuela también juegue un papel importante en esta tarea» .Con la
elaboración de la ley contra la violencia de género, volvieron a la carga modificando la ley
orgánica 10/2002 de calidad de la educación, para que en todos los ciclos educativos desde
la infancia, se introdujera la necesidad de establecer la finalidad de “desarrollar las
capacidades afectivas» de las niñas y de los niños, y modificar la asignatura de ética, que
pasa a llamarse «ética e igualdad entre hombres y mujeres», que «incluirá contenidos
específicos sobre la igualdad entre hombres y mujeres».Cuando se dice que un manual
como el de educación para la ciudadanía, y los derechos humanos, llamado Praxis
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elaborado para los alumnos de la e.s.o. y publicado por la editorial Octaedro, es “una opción
más de las posibles comprensiones de esta asignatura”, se está mintiendo, porque este es el
que verdaderamente obedece a la ideología que inspira la Ley Orgánica de Educación.

Cuando el libro se plantea el tema de la ética se refiere solo a la sexualidad, y se explica que
ésta puede ser muy plural, de forma que la heterosexualidad es un puro accidente. En el
manual se comienza con las relaciones sexuales y la afectividad, se continúa con la
homosexualidad, los sistemas anticonceptivos, los distintos tipos de familia, la conquista de
los derechos de la mujer, y después se entra al final en la democracia o el problema Norte-
Sur. En fin lo más útil del mismo es que si se quiere tener un manual divulgativo de la
ideología del feminismo socialista, este libro sirve perfectamente .Volviendo a la ley
Orgánica de Educación, distingue dos conceptos, por un lado el ejercicio de la ciudadanía, y
por otro la educación para la ciudadanía. La distinción tiene la lógica de la diferencia entre el
proceso educativo y el ejercicio social de la educación aprendida.

Cuando la ley se refiere al segundo aspecto educación para ciudadanía, siempre la relaciona
con la ‘igualdad entre hombres y mujeres’. Así por ejemplo el artículo 18 para la educación
primaria, y el 24 para la secundaria, dicen: “los alumnos cursarán la materia de educación
para ciudadanía y los derechos humanos, en la que se prestará especial atención a la
igualdad entre hombres y mujeres”. El origen feminista socialista de esta asignatura es, por
lo tanto, insoslayable. De acuerdo con la nueva visión antropológica de género que esto
conlleva, la ley describe la educación como un recorrido desde lo individual hacia lo social,
desde lo íntimo y personal- las emociones, los afectos- a lo público.

Comenzando con la educación infantil la ley establece en su artículo 13 como objetivos:


a)”conocer su propio cuerpo y los otros, sus posibilidades de acción y aprender a respetar
las diferencias» c) “adquirir progresivamente autonomía”, d) «desarrollar sus capacidades
afectivas» etc. En la educación primaria la ley en su artículo 16 y el 17 insiste en la finalidad
de “la afectividad, la necesidad de conocer y comprender la igualdad entre hombres y
mujeres, aceptar el propio cuerpo y el de los otros” y en definitiva «desarrollar sus
capacidades afectivas en todos los ámbitos de la personalidad de sus relaciones con los
demás, así como una actitud contraria a la violencia, a los prejuicios de cualquier tipo de los
estereotipos sexistas». Recordemos que se trata en palabras de Alicia miyares de erradicar
las ‘ideologías’, ‘conductas’ y ‘estereotipos sexistas’.

El Real Decreto del 8 de diciembre de 2006, para la educación primaria cuando establece los
criterios para llevar a cabo las evaluaciones se incluye expresamente la teoría de género, al
decir que “se valora reconocer y rechazar situaciones de discriminación, marginación e
injusticia, e identificar los factores sociales, económicos, de origen de género o de cualquier
otro tipo que las provocan”. Cuando establece los contenidos de ética personal y social dice
que habrán de incluir «entre otros contenidos, los relativos a las relaciones humanas y
educación afectivo emocional… con el fin de que se posibilite a los alumnos y alumnas que
«construyan un pensamiento y proyecto de vida propios, tratando de ayudarles a
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construirse una conciencia moral y cívica, acorde con las sociedades democráticas, plurales,
complejas y cambiantes en las que vivimos».

En relación con la educación secundaria, la ley establece en su artículo 23 como objetivos:


«valorar y respetar la diferencia de sexos y la igualdad de derechos y oportunidades entre
ellos, rechazar los estereotipos que suponen discriminación entre hombres y mujeres» y
«fortalecer sus capacidades afectivas en todos los ámbitos de la personalidad y en sus
relaciones con los demás, así como rechazar la violencia, los prejuicios de cualquier tipo y
los comportamientos sexistas».

El decreto de desarrollo la educación secundaria de 5 de enero de 2007, establece


específicamente como finalidad de esta educación «reconocer la condición humana en su
dimensión individual y social, aceptando la propia identidad, reconocer los derechos de la
mujeres, valorar la diferencia de sexo identificar la pluralidad de las sociedades actuales
rechazando… las discriminaciones por razón de orientación afectivo- sexual”. En los
contenidos relativos a los temas del bloque 2 de la educación para ciudadanía, se habla de
“educación en afectos y emociones y la valoración crítica de la división social y sexual del
trabajo y de los prejuicios sociales racistas, xenófobos, antisemitas, sexistas y homófobos”
En toda esta regulación subyace la concepción que analizamos al exponer la teoría
feminista española: “la finalidad de la educación no puede estar determinada por criterios
pragmáticos sino que ha de formar ciudadanos. Por esta razón, el estado debe asumir la
responsabilidad de formar a los ciudadanos en la ciudadanía”.

De acuerdo con este principio, no corresponde a los padres, sino al estado, decidir la
educación de sus hijos, porque la ciudadanía prevalece frente al derecho de los padres. Lo
cual está en flagrante contradicción con el artículo 27.3 de la Constitución Española, que
dice: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos
reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
También en contra de La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que en
su artículo 14.3 describe “el derecho de los padres a garantizar la educación y enseñanza de
sus hijos conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas”. Tampoco tiene
en cuenta el artículo 26.3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que afirma
que “los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de
darse a sus hijos”.

Pero lo más grave de todo esto, quizás no sea ni el contenido de la educación para la
ciudadanía, ni la inconstitucionalidad de la Ley Orgánica de Educación, lo más grave es
traspasar los límites democráticos de la política, haciendo real lo personal es político, hasta
lo más íntimo de las personas: el sexo. Por eso tenia razón el Cardenal Rouco, cuando
afirmaba que “Lo más grave de la asignatura de educación para ciudadanía es su propia
existencia”. En este sentido lo aclaraba el también Cardenal Antonio Cañizares: “las
enseñanzas antropológicas orientadas a la formación de la conciencia humana, tanto en el

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orden personal como en lo social, no son competencias del Estado. La autoridad pública no
puede imponer ninguna moral a todos, ni supuestamente mayoritaria, ni católica ni ninguna
otra. Son los padres y la escuela, como colaboradora de aquellos, quienes tienen el derecho
y el deber de la educación de las conciencias. Los padres harán muy bien en defender con
todos los medios legítimos a su alcance el derecho que le asiste. Entre ellos está el de
presentar la objeción de conciencia tanto en los centros estatales de enseñanza, como en
los de iniciativa social” . En conclusión, los contenidos de estas normas se encuentran en los
trabajos elaborados durante veinte años por el feminismo socialista, que se recogen
resumidos el libro Educación para la ciudadanía del instituido de la Mujer.

Las propuestas se resumen en el trabajo elaborado por Rosa María Péris Cervera, Directora
General del Instituto, entre las sugerencias en torno a la necesidad de la asignatura de
educación para la ciudadanía se encuentran las siguientes: En primer lugar el objetivo
fundamental debe ser «educar en la igualdad de oportunidades y derechos entre los sexos.
Ello no constituye una abstracción, se ha de educar para la vida. Esto pide replantear nuevas
formas de relación entre niñas y niños, chicos y chicas y también con y entre el profesorado,
con los nuevos tipos de familias». “Dado que como hemos visto la ciudadanía no es neutra
es necesario nombrar en masculino y el femenino». Hay que favorecer que la vida escolar
haya tiempos y espacios para aprender nuevos conocimientos que trasciendan las
asignaturas técnicas «saberes imprescindibles para las relaciones humanas como por
ejemplo, la educación afectiva y sexual, los referentes femeninos en la historia, el arte, la
ciencia y la literatura y las formas de organización no androcéntrica que favorece la
convivencia entre los sexos».

El último y no menos importante de los fines es «educar para las ciudadanía desde la
afectividad, educar en afectividad es la base que permite la adquisición de valores… la
educación afectiva comprende la educación sexual. Es muy importante dejar de lado el
esquema más difundido de genitalidad-reproducción-heterosexualidad en las relaciones
afectivas y sexuales”.En la ponencia de la inevitable Amelia Valcárcel, se concluye que «la
masa teórica del feminismo, por décadas pendiente de asegurarse su puesto en la teoría
política, debe ahora extender sus reales hacia la moral cívica… me parece que buena parte
de la educación para la ciudadanía debe ser educación para la apertura moral y el respeto a
las libertades, sobre todo a las de las mujeres, así como el reconocimiento de sus nuevas
posiciones de poder».

Para todas las autoras la educación para la ciudadanía exige que «desaparezca la religión de
los centros de enseñanza públicos y financiados con fondos públicos». Porque como escribe
Alicia Poza: «la Religión Católica está en contra del derecho de las mujeres a decidir sobre su
propio cuerpo, les niega la libertad para decir si quieren procrear o no, considera que la
reproducción es consecuencia de un mandato divino en el que las personas no pueden
intervenir, predica la homofobia etc.». Y finalmente por si quedara alguna duda, la última
ponencia del libro, con el título Educación para la ciudadanía como propuesta feminista,
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desarrolla la génesis, el origen y la vocación totalitaria de la cuestión, en los términos antes
explicado, denunciando el fracaso histórico de la ciudadanía, por haber supuesto desde su
origen una escisión entre lo público y lo privado con la intención de relegar a la mujer a este
último ámbito. Por eso alienta a combatir las exclusiones históricas al concepto de
ciudadanía y manifiesta que «si la escuela es este lugar para combatir esas exclusiones,
ahora con esta nueva asignatura de educación para la ciudadanía, no les quedará más
remedio a las feministas y a los feministas que impartir esta asignatura… sólo así se
conseguirá luchar porque la escuela combata las exclusiones desde su raíz, y que no haya
una discontinuidad entre el espacio público y privado»

Ponencia presentada por Jesús Trillo-Figueroa y Martínez-Conde En el IX Congreso Católicos


y vida pública. Sesión sobre: La educación para la ciudadanía, Sábado 17-11-07

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