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Estaba en un lugar tan incómodo que no podía rascarse y por eso se molestaba
aún más, se retorcía y retorcía, pero no lograba alcanzarse, la picazón se
extendía y el lomo estaba hinchándose. Entonces todos decidieron alejarse para
no provocar su ira. Sin embargo el pequeño dinosaurio lucia preocupado; fue en
busca de la abuela, que era la siguiente en cantidad de años, por lo tanto la más
sabía.
Ella le habló sobre un par de plantas que podían ayudar con la herida, y el
pequeñín salió a buscarlas, le estaba constando trabajo encontrarlas en las
áreas cercanas, así que se fue alejando cada vez más, hasta que se perdió.
Aunque estaba muy asustado, en un lugar desconocido, no dejó atrás su tarea,
pero el cansancio pudo más, y cayó dormido.
Al despertar le dio mucho gusto saber que ya estaba en casa, y después de pedir
disculpas a su madre por irse sin avisar, fue donde el gruñón dinosaurio mayor y
le dio las ramitas que sujetaba fuertemente en sus manos. Ante la sorpresa de
todos, el malhumorado soltó una sonrisa y permitió al pequeño que subiera a
su lomo para aplicarle la medicina.