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Nietzsche decía que en la ambición sistemática hay una falta de honradez…

Sobre eso de la honradez voy a decirle algo. Cuando uno emprende un ensayo de
cuarenta páginas sobre lo que sea, comienza por ciertas afirmaciones previas y queda
prisionero de ellas. Cierta idea de la honradez le obliga a continuar respetándolas hasta
el final, a no contradecirse. Sin embargo, según va avanzando el texto, le van ofreciendo
otras tentaciones, que hay que rechazar porque apartan del camino trazado. Uno está
encerrado en un círculo trazado por uno mismo. De esto modo uno se hace honorable y
cae en la falsedad y en la falta de veracidad. Si esto pasa en un ensayo de cuarenta
páginas, ¡qué no ocurrirá en un sistema! Este es el drama de todo pensamiento
estructurado, el no permitir la contradicción. Así se cae en lo falso, se miente para
resguardar la coherencia. En cambio, si uno hace fragmentos, en el curso de un mismo
día puede uno decir una cosa y la contraria. ¿Por qué? Porque surge cada fragmento de
una experiencia diferente y esas experiencias sí que son verdaderas: son lo más
importante. Se dirá que esto es irresponsable, pero si lo es, lo será en el mismo sentido
en que la vida es irresponsable. Un pensamiento fragmentario refleja todos los aspectos
de vuestra experiencia: un pensamiento sistemático refleja sólo un aspecto, el aspecto
controlado, luego empobrecido. En Nietzsche, en Dostoievski, hablan todos los tipos de
humanidad posibles, todas las experiencias. En el sistema sólo habla el controlador, el
jefe. El sistema es siempre la voz del jefe: por eso todo sistema es totalitario, mientras
que el pensamiento fragmentario permanece libre.

Emil Cioran
Conversación con Fernando Savater
El País, 23 de octubre de 1977

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