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Algunas veces los problemas nos abruman, como sucedió con mi amigo
Joe. Antes de que saliera de su casa y se dirigiera al trabajo, recibió
cuatro llamadas de larga distancia. Todo el mundo parecía tener un problema, y
todos querían que Joe tomara un avión ese mismo día y fuera a ayudarles.
Finalmente le dijo a su esposa que olvidara el desayuno. Salió de la casa tan
pronto como pudo. Luego, en el garaje, se dio cuenta de que su carro no
encendía, por lo cual llamó a un taxi. Mientras esperaba al taxi, recibió una
nueva llamada por otro problema. Por fin llegó el taxi; Joe salió corriendo, se
sentó en el asiento de atrás y vociferó: «Muy bien, ¡vamos!». «¿A dónde quiere
que lo lleve?», preguntó el chofer. «No me importa adónde vamos», respondió
Joe, «tengo problemas por dondequiera que vaya».
Un sabio filósofo comentaba una vez que el único obstáculo que debe vencer
un águila, para volar con mayor velocidad y facilidad, es el aire. Sin embargo, si
el aire le fuera quitado y la orgullosa ave tuviera que volar en el vacío, caería
instantáneamente, completamente imposibilitada de volar. Los mismos
elementos que ofrecen resistencia al vuelo son también las condiciones
indispensables para el vuelo. El principal obstáculo que una lancha tiene que
superar para navegar, es la resistencia del agua contra el propulsor. Sin
embargo, si no fuera por la misma resistencia, la lancha no se movería en
absoluto.
La misma ley se aplica a la vida humana: los obstáculos son una condición
indispensable para el éxito. Una vida libre de obstáculos y dificultades reduciría
todas sus posibilidades y oportunidades a nada. Elimine los problemas, y la
vida perderá su tensión creativa. El problema de la ignorancia de las masas es
lo que da sentido a la educación. El problema de la enfermedad es lo que le da
sentido a la medicina. El problema del desorden social le da sentido al
gobierno.
Mi problema no es mi problema
Existe un mundo de diferencia entre una persona que tiene un gran problema, y
una persona que hace de un problema algo grande. Durante varios años
trabajé en el área de consejería, de veinte a treinta horas semanales. Pronto
descubrí que las personas que venían a verme no eran necesariamente las que
tenían los mayores problemas. Más bien eran las que consideraban que sus
problemas eran demasiado estresantes. Mi desconocimiento de este principio
me llevó a tratar de arreglar los problemas que me traían, sólo para descubrir
que al salir de ellos se enfrentarían a otros. Eran como Carlitos en un programa
especial de «Snoopy» en Navidad: no podía disfrutar del alegre espíritu de las
fiestas. Lino le dijo: «Carlitos, eres la única persona que conozco que puede
vivir en una hermosa época como lo es la Navidad, y convertirla en un
problema». Lino, tengo noticias para ti: ¡Hay muchas personas como Carlitos!
Sus «problemas» no son verdaderos problemas. La cuestión es que hay
reacciones erradas ante los «problemas» y esto los convierte en verdaderos
problemas. Lo que importa en realidad no es lo que me sucede, sino lo que
sucede en mí.
Leí sobre el coro de una iglesia que reunía fondos para asistir a un concurso de
coros, y decidieron lavar carros. Lamentablemente, luego de una ajetreada
mañana, por la tarde comenzó a llover y dejaron de llegar los clientes.
Finalmente, una de las mujeres escribió sobre un cartel: «NOSOTROS
LAVAMOS»; (y con una flecha señalando el cielo) «¡ÉL ENJUAGA!».
El periódico Los Angeles Times recientemente publicó esta frase: «Si usted
puede sonreír cuando todo va mal, usted es un mentecato o un reparador». Yo
añadiría: «o un líder que se da cuenta de que únicamente son problemas los
asuntos que alguien convierte en problemas por reaccionar equivocadamente
ante ellos». Los problemas pueden ser una distracción momentánea. Usted es
el que tiene la última palabra en el asunto.
Extracto del libro Desarrolle el líder que está en usted por John Maxwell.
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