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La historia: entre el optimismo y el desencanto.

Luís Alexander Díaz Molina


Negociando el pasado
Universidad Nacional de Colombia

Sobre el texto “La historia o la lectura del tiempo” de Roger Chartier

Roger Chartier nos plantea en su texto “La historia o la lectura del tiempo” un análisis de la
evolución de las formas de concebir esta disciplina, es decir, un análisis de la historiografía
para poder entender las problemáticas que le son propias. Se parte de la llamada “crisis de la
Historia”, que es precísamente el punto en donde surge el confrontamiento entre aceptar la
Historia como una verdad objetiva, y las dudas que casi de forma natural surgen de tal
afirmación. Esta revisión del concepto que se tiene sobre la Historia es fundamental para
acercarse de forma crítica a su construcción, pero también lleva a un desencanto peligroso, un
relativismo que no permita establecer un entendimiento del devenir de la humanidad, y ambas
perspectivas, una aceptación acrítica o un escepticismo radical nos pone en un problema difícil
de enfrentar.

Si bien esta crisis de la Historia se plantea en el texto como un hecho surgido en una época
específica, es importante resaltar que ha tenido sus ecos hasta la actualidad, especialmente en
movimientos sociales y anti hegemónicos que reclaman otras visiones no incluídas en los
relatos oficiales, de donde surge la duda ante esa Historia oficial. Con razón estos sectores
sociales denuncian una parcialidad en el dictamen de versiones que se declaran imparciales,
ya que no se ven reflejados en dichos relatos. De allí que surjan otras formas de hacer historia,
tales como las microhistorias referenciadas por Chartier, pero también importantes ejercicios de
memoria que están en constante movimiento y tejido en las bases populares. También existe
una tendencia a dejar de creer en una Historia total, generando una duda ante todo gran relato,
tras el cual siempre existe una sospecha de poder hegemónico.

Ante este panorama caótico de diversas versiones de hechos, memorias, microhistorias, y


relatos históricos siempre bajo sospecha, se podría abandonar la esperanza de entender una
historia total, tal como se plantea desde la posmodernidad, el fin de los grandes relatos. Si nos
encontramos ante este panorama, debemos entonces preguntar: ¿Para qué sirve la historia?
¿Necesitamos una historia total, universal o global? El ser humano, así como las sociedades
que forma, se construyen a partir de los relatos. Son los relatos los que le dan sentido a una
existencia en principio sin sentido. Son los relatos, la construcción del pasado, lo que genera
una identidad, y como ya mencionaba Elizabeth Jelin en “Los trabajos de la memoria”, no son
solo una mera interpretación del pasado, sino que son una apuesta a futuro. Una historia total
nos permite entonces entender, o por lo menos construir un sentido, del camino que ha tenido
la humanidad, con sus variaciones, particularidades y diferencias. Y de esta misma manera nos
permite imaginar, en la innegable aldea global cada vez más interconectada, opciones de
futuros para el conjunto humano.
Pero si tenemos esta necesidad manifiesta de la historia, ¿qué salida podemos encontrar a la
disyuntiva entre los discursos que se ocultan tras la historiografía, y el escepticismo total? Algo
que se propone desde el texto de Chartier es confiar en el rigor del que hace uso el historiador,
un rigor que parte del método científico propio del positivismo y la modernidad, y que de alguna
manera asegura por lo menos un trabajo bien hecho, que se refuerza en la era digital, donde el
lector puede más fácilmente verificar las fuentes que usa el historiador para construir su relato.

Ahora bien, aún en tiempos digitales es claro que aunque el historiador intente hacer bien su
trabajo, en general la construcción de historia está mediada no sólo por su subjetividad, sino
por un marco temporal que le define de alguna manera los temas a tratar, y la manera en que
lo hacen. Es decir, en determinados tiempos ciertos temas tienen relevancia o son permitidos, y
esto está dado por unas estructuras sociales y de poder dadas, que complejizan el quehacer
histórico, y reviven la duda sobre la historia. Esto sin contar que el método científico mismo
puede ser puesto en duda, aún en las ciencias duras, puesto que también está enmarcado en
unas posibilidades o imposibilidades de entender el mundo, y que desde propuestas como las
epistemologías del sur, ha sido cuestionado como única forma válida de acceder al
conocimiento.

¿Es imposible entonces construir una Historia que dé cuenta de nuestra humanidad, y que nos
permita construir proyectos de futuro? Quizás las claves se encuentren precisamente en los
relatos que se salen de esa Historia totalizadora, y que vienen en su auxilio. Una de las cosas
sobre las cuáles llama la atención Chartier, es la relación que existe entre las micro historias y
la macro historia. De alguna manera, la una no se puede entender sin la otra, y existe una
permanente tensión, similar aunque no igual a la tensión Historia-memoria. Es allí que radica el
punto clave para poder, si no totalizar una Historia, por lo menos no quedar en el vacío de una
no historia que nos impida proyectarnos como humanidad. La memoria, como las
microhistorias, dialogan, discuten, complementan, nutren, contradicen a la historia totalizante
con historias particulares; y esta última les da sentido, las anexa, las niega, las reordena, las
estructura en un relato que permite una visión general.

No se trata ya de entender la Historia como un producto que encierra la verdad, ni como un


total imposible, ni entender la microhistoria o la memoria como la verdad oculta o la subjetividad
conflictiva. Se trata de una lucha permanente que ha sostenido el ser humano por configurar
relatos. Es la historia de los relatos, los oficiales que dictaminan, los excluídos que cuestionan y
con el tiempo se reconocen. Es la batalla de los olvidos por ser relatados, y de los recuentos
por ordenarlos y darles sentido. Es la humanidad en una reescritura constante, una
reinterpretación constante que vela por dar un sentido al pasado y construir propuestas de
futuro. Y en este permanente diálogo, tanto los grupos sociales, como la humanidad en su
conjunto, se juega constantemente la interpretación de su pasado y los derroteros de su
porvenir.

REFERENCIAS
CHARTIER, Roger (2012). La historia o la lectura del tiempo. Gedisa, Madrid.

JELYN, Elizabeth (2001). Los trabajos de la memoria. Siglo Veintiuno Editores, Madrid.

LYOTARD, Jean-François (1979) The Postmodern condition: a report on knowledge. Les


Éditions de Minuit, París.

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