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Trimmer Eric - Rejuvenecimiento - La Historia de Una Idea PDF
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CAPÍTULO PRIMERO
UNA CUESTIÓN EXPERIMENTAL
CAPÍTULO SEGUNDO
REMEDIOS VEGETALES
CAPÍTULO TERCERO
LOS PRODUCTOS ANIMALES Y EL
REJUVENECIMIENTO
CAPÍTULO CUARTO
HIDROTERAPIA
CAPÍTULO QUINTO
MÉTODOS REJUVENECEDORES INUSITADOS
CAPÍTULO SEXTO
METCHNIKOW Y LA INTOXICACIÓN INTESTINAL
CAPÍTULO SÉPTIMO
TERAPÉUTICA CELULAR
CAPÍTULO OCTAVO
REJUVENECIMIENTO POR MEDIO DE LA
NOVOCAlNA
CAPÍTULO NOVENO
LAS GLÁNDULAS SEXUALES Y EL
REJUVENECIMIENTO
CAPÍTULO DÉCIMO
TONTERÍAS DE ABEJAS Y OTRAS CURIOSIDADES
CAPÍTULO UNDÉCIMO
REJUVENECIMIENTO PREVENTIVO
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
«droga» no tiene, como es sabido, un significado preciso. Puede querer decir cualquier
cosa, desde aspirina hasta arrurruz (1), o desde el zumo del azafrán otoñal hasta la
cortisona. Las drogas se producen de modo natural partiendo simplemente de la magia
pura, y aunque todavía la magia se asocia a menudo a las drogas, la Humanidad, a
fuerza de experimentaciones, ha llegado, finalmente, a darse cuenta, de que a veces
son también productos perfectamente previsibles por lo que se refiere a sus efectos
terapéuticos, que se repiten una vez tras otra y no tienen nada que ver con el arte
mágico.
Parte de la literatura más antigua en torno al rejuvenecimiento se refiere a las drogas.
El papiro de Edwin Smith nos habla de un método sencillo, basado en el uso de
drogas, capaz de transformar a un viejo en un muchacho de veinte años. La receta
consiste en fruta de hemoyet y jar, secadas al sol y hervidas luego con agua para
elaborar así un ungüento o cataplasma (1), que se untaba al cuerpo y resultaba eficaz
en multitud de casos. No solo acababa con todos los defectos y alteraciones cutáneas,
sino que, además, eliminaba todos los signos de vejez y todas las debilidades a que
esta sometida la carnes. Este remedio no parece, en realidad, muy distinto de algunos
de los usados hoy en los salones de belleza.
Quizá sea más corriente, en toda; las técnicas rejuvenecedoras de los tiempos
antiguos, el uso de complicados rituales en los que la magia y la medicina se
entretejen intrincadamente. El ejemplo clásico de esto en la Antigüe dad llega hasta
nosotros en la historia del rejuvenecimiento de Esón. Recordará el lector que cuando el
Argos regreso de su triunfal viaje, traía consigo un premio inesperado: Jasón no solo
había conseguido el vellocino de oro, sino también una esposa, Medea, que le había
ayuda do mucho en su viaje de aventuras. Pero, como es natural, los Argonautas
habían pasado mucho tiempo lejos de Ioicos, y Jasón encontró a su padre, Esón, senil
e incapaz de salir de casa ni de participar en las fiestas que se habían organizado para
celebrar el glorioso regreso. Se cuenta que Jasón, afectado profundamente por el
estado en que se hallaba su padre, apeló a Medea, lleno de angustia, para que usase
sus artes mágicas y, quitándole a él algunos de los años que le quedaban de vida, se
los añadiese a la de su padre. Es comprensible que la joven esposa no quisiera
acceder a tal petición y se la reprochase a su marido:
-Tus palabras son impías; ni siquiera Hécate podría hacer una cosa así.
Sin embargo, pensándolo mejor, accedió a tratar de rejuvenecer al viejo con ayuda de
la diosa de los Tres Rostros y sus dones.
Medea invocó, ante todo, la ayuda de la Madre Tierra, HCcate y la Noche Negra para
que la ayudasen a encontrar jugos con cuyas virtudes el viejo pudiera ser renovado, y
recobrar el vigor de los años mozos. Llamando, con ayuda de conjuros, a sus
dragones halados, Medea voló sobre Tempe, Ossa, Pelión, Othrys, Pindo, Olimpo,
Apidano, Enipeo, Spercheios, Peneo y Boebe en busca de raíces y hierbas con
propiedades rejuvenecedoras.
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1. Del inglés arrowroot, punta de flecha, porque los indios atribuyen al jugo de la raíz de que se
extrae la propiedad de curar las heridas de flechas emponzoñadas. Arrurruz es la fécula que se
extrae de la raíz de una planta originaria de la India. - (N. del T.).
2. En castellano en el original. - (N. del T.).
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Aunque tardó cinco días y cinco noches, acabó encontrándolas. Tenían tal poder las
hierbas que había recogido, que sólo con el olor que despedían hicieron que los
dragones de Medea se desprendieran de sus viejas pieles y se vieran jóvenes de
nuevo.
Sin embargo, cuando Medea volvió, por fin, con sus drogas, no confió exclusivamente
en ellas para realizar el tan deseado rejuvenecimiento. Ante todo, levantó dos altares
de césped, uno a Hécate y el otro a la Juventud. En los fosos cercanos se celebró una
complicada ceremonia mágico-religiosa. Primero, los céspedes se empaparon en la
sangre de un carnero negro, luego en vino y, finalmente, en leche. Después de decir
las oraciones apropiadas, d viejo Esón fue sacado de casa y tumbado sobre un lecho
de hierbas. Como la ceremonia era secreta, Jasón y su sequito tuvieron que observarla
desde lejos. Los altares fueron iluminados con antorchas, y Medea purificó al viejo con
fuego, agua y azufre.
Mientras se desarrollaba esta ceremonia, se habla puesto a hervir una selección de las
hierbas que Medea había recogido, junto con «guijarros del más lejano Oriente,
escarcha recogida en noche de luna, alas y carne del mal vado búho cornudo,
entrañas de licántropo, la piel de la cinifia, culebra de agua, hígado de ciervo longevo,
la cabeza de un cuervo de novecientos años de edad y otras mil cosas más». Medea
revolvió el mejunje con una vieja y seca rama de olivo y esperó, observando,
indudablemente con satisfacción, cómo de ella empezaban a germinar hojas, flores y
hasta fruto. Mientras el caldero hervía y se derramaba, la tierra donde cala el líquido se
volvía mas verde y de ella brotaban flores.
Diciéndose que habla llegado el momento critico, Medea hizo un corte en el cuello a
Esón y le dejó sangrar copiosamente. Luego obligó al viejo a beber el potente caldo y
se lo derramó también herida adentro. Los efectos no se hicieron esperar. Su barba y
su cabello cambiaron de gris a negro. Perdió su aspecto escuálido y mustio, y sus
miembros se rellenaron, adquiriendo formas. juveniles. En fin, Esón volvió al estado
físico que tenía cuarenta años antes. Las diversas fases de este rejuvenecimiento
clásico y la Materia medica que interviene en la historia narrada por Ovidio guardan
mucha relación con el conjunto de historias de rejuvenecimiento de diversas épocas y
lugares. Jasón quería sólo volver a su padre a la juventud, para salvarle de los
achaques de la vejez. No pidió a Medea el rejuvenecimiento sexual de Esón, por lo
cual no había satirión (1) en la receta. No cabe duda de que Medea era una mujer
sumamente enérgica y de grandes recursos.
Estos rasgos de su personalidad se encuentran también en la de los profesionales
actuales del Arte (2).
Las ideas más recientes sobre el rejuvenecimiento han tenido que esperar el desarrollo
de ensayos experimentales humanos de cierta altura, reforzados con nombres nuevos,
como Bioquímica, Patología, Farmacología y Endocrinología.
Lo más probable es que al experimentador aun le quede mucho que hacer en este
terreno, y mucho que conquistar, en los próximos años. Y también que salgan de estos
experimentos muchas más personalidades llenas de energía y recursos.
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(1) El satirión es una planta herbácea vivaz de la familia de las orquídeas, con tallo de 3 a 4 dm de
altura. Es medicinal, y de sus tubérculos se extrae salep. Es común en España, y recibe tal
nombre por sus supuestas virtudes afrodisíacas. - (N. del 7.)
(2) El autor usa la expresión «Arte», en mayúscula, para referirse al arte de rejuvenecer. - (N. del T.)
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REMEDIOS VEGETALES
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mirados con recelo. Pero en otras partes del mundo, el ejercicio de las artes médicas
fue gradualmente adquiriendo ímpetu. En las épocas primitivas, por lo que se refiere a
la historia del arte de rejuvenecer, un trasfondo de magia bastante notable fue
desfasando a los profesionales de la Medicina. Y es posible que la superstición más
honda y persistentemente falaz de todas sea la que se ha tejido siempre en torno a la
planta llamada mandrágora (Mandragora officinarum), de la misma familia que las
patatas (Solanáceas), que crece en España, Sicilia, Creta, Siria y norte de Africa. Es
una planta inofensiva, de tallo cato y hojas ovaladas, que, al florecer, da una sola
corola purpúrea. Su fruto es una baya carnosa, de color naranja. La raíz de la
mandrágora suele estar bifurcada y es carnosa, como la de una zanahoria que hubiese
crecido defectuosamente, y si se examina esta planta en su conjunto con ojos
crédulos, su forma pudiera semejarse a la del hombre o la mujer.
Desde remotísimos tiempos, la mandrágora fue usada a modo de emético, o a dosis
menores, como narcótico. En el siglo I se recomendaba dar de beber vino de
mandrágora a los que estaban a punto de ser cortados o cauterizados. Douglas
Guthrie indica que probablemente éste fue el primer intento de anestesia con fines
quirúrgicos. Shakespeare tendría noticias de esta creencia, ya que hace pedir a
Cleopatra un sorbo de mandrágora para poder dormir mientras Marco Antonio está
ausente. También en OteIo se menciona el jarabe adormecedor de la mandrágora,
unido, terapéuticamente, al jarabe del opio o la adormidera.
Como es sabido, dosis inferiores a las empleadas para dormir o causar efectos
anestésicos pueden provocar un estado de ligera embriaguez o confusión mental.
Quizás este efecto sea el responsable del papel que se ha atribuido siempre a esta
planta en la historia del arte de rejuvenecer.
En muchos casos, el rejuvenecimiento de tipo sexual es más aparente que real. Con
bastante frecuencia, lo que a primera vista parece rejuvenecimiento no es en realidad
sino una efímera liberación de restricciones opresivas. Havelock Ellis indica esto en
sus primeras obras sobre la sexualidad y lo relaciona con el alcohol, aunque tienda a
opinar que las mujeres que tomaban esta droga experimentaban un efecto afrodisíaco
directo. Esto lo sugiere también Chaucer:
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
cohabitara con su esclava Bala, y los hijos producto de esta unión fueron educados por
Raquel como propios. Como es natural, esto fue causa de que la atención de Jacob se
distrajera de su hermana Lía, hasta que ésta puso también a disposición de su marido
a su esclava Zelfa, de la misma manera.
Las dos esclavas le dieron a Jacob más hijos y así es como el efecto rejuvenecedor de
la mandrágora entra en la Historia: Uno de los hijos de Lía estaba ayudando en la
cosecha y vio en el campo varias mandrágoras en pleno crecimiento. Es de suponer
que ya entonces fueran conocidas, de manera general, las valiosas virtudes de esta
planta, porque el muchacho, entusiasmado, llevo a casa las que había encontrado.
Raquel rogó a Lía que le diese algunas, lo que ésta hilo. Lía, entonces, saludó a
Jacob, diciéndole:
-Tienes que venir a mí, porque te he comprometido a ello con las mandrágoras de tu
hijo. Que ella probara o no las raíces, o que se las diera todas a Jacob, es cosa que no
aclara el Génesis, pero, al parecer, el rejuvenecimiento se produjo, porque Lía concibió
otro hijo y después varios más. Más adelante, como es natural, con ayuda de las
mandrágoras de Lía, también Raquel logró concebir. Según parece, la mandrágora se
usa todavía por sus propiedades rejuvenecedoras y narcóticas en África y en Oriente.
Pero en Occidente se fueron hilvanando muchas y muy curiosas leyendas sobre la
mandrágora. Según una, se ha de tener gran cuidado al arrancar la raíz, porque se
afirmaba que la planta daba un terrible grito, capaz de hacer enloquecer, o, peor aún,
de matar a los que tiraban de ella. Los escritores antiguos decían que para arrancar la
planta de la tierra lo mejor era atarla al rabo de un perro, taparse bien los oídos y luego
dar una patada al desgraciado animal, el cual, de esta forma, sin darse cuenta,
cosechaba la planta. Así se evitaban los peligrosos chillidos. Una antigua creencia
popular inglesa asegura que las mandrágoras crecen particularmente bien a la sombra
de una horca, «alimentadas por las exhalaciones de los delincuentes ejecutados», lo
cual haría su cultivo extremadamente difícil y, de hecho, puede haber sido causa de
que, en inglés, la mandrágora recibiera popularmente el nombre de «rareza». Como la
mandrágora era una planta rara, hubo que recurrir a diversas imitaciones, hechas
generalmente con brionia (1). Esto era bien sabido por Dioscórides, el cirujano militar
griego del ejército romano durante el reinado de Nerón (años 54-68 de nuestra Era);
Dioscórides, aprovechando las oportunidades de viajar que le daba su profesión, se
dedicó a estudiar las plantas y sus propiedades. Así fue como llegó a ser el primer
botánico médico, y sus conocimientos fueron usados sin apenas cambio durante
dieciséis siglos. Aunque Dioscórides recomienda beber vino de mandrágora contra el
insomnio o los dolores, se opone a muchas de las «ridículas», y «estúpidas historias»
que se contaban sobre esta planta y sus supuestos efectos letales o psicológicos al
arrancarla de la tierra.
No es del todo válida la opinión de un historiador médico respecto a que las
mandrágoras eran terapéuticamente innocuas, debido al hecho de que André Paré,
cirujano humanista del siglo XVI, rechazara esa planta como droga pre-operatoria. La
mandrágora que crece en el sur de Europa y en el Levante puede muy bien ser, desde
el punto de vista farmacológico, una planta distinta de la que se da en climas más fríos.
Es bien sabido que, en lo tocante a su contenido alcaloide, las diversas variedades de
la misma especie de planta pueden diferir notablemente. Detalles de cultivo, horas
diarias de sol durante las cuales crecen y muchos otros factores pueden también
introducir importantes diferencias en el contenido de principio activo, incluso dentro de
la misma especie de planta.
(1) También, nueza. Planta cucurbitácea, de raíz muy gruesa y carnosa, que se emplea en terapéutica. - (N. del T.)
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(1) En efecto , la voz latina orchis significa testículo y el sufijo dea, «en forma de». - (N. del T.).
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«Lávense en agua las raíces frescas y sepárese la piel oscura, externa, o métase
en agua caliente y sepárese la piel frotándola con un trapo. Pónganse las raíces
blanqueadas en una bandeja metálica y cuézanse al horno por espacio de seis a
diez minutos, durante los cuales perderán su color lechoso y adquirirán la
transparencia de huesos. Sáquense del horno y déjense al aire durante varios
días, para que se endurezcan. También pueden endurecerse dejándolas en el
horno mismo durante unas horas. Luego se muele hasta obtener la cantidad de
polvo deseada».
Sin embargo, el salep era difícil de moler, y a menudo había que hacerlo con rueda de
molino. Casi todos los países del Oriente Medio y Cercano producían grandes
cantidades de salep, y hacia mediados del siglo XIX, solo de Esmirna se exportaron
bastante más de trescientas toneladas.
De ordinario, el salep se tomaba disuelto en agua o mezclado con una bebida
alcohólica. Este segundo método era mas ventajoso porque el polvo se disolvía mejor,
y es de suponer, además, que la solución mucilaginosa resultaba más agradable al
paladar. En el siglo XIX se solía servir, en muchos establecimientos elegantes, en vez
de café, y en Fleet Street (Londres), había incluso una a «Salep House» (o
establecimiento en que se servia salep). Es difícil saber si el salep era algo más que
una moda o si, en efecto, tenía virtudes rejuvenecedoras. La creencia es antiquísima y
se encuentra incluso en términos mitológicos. Ciertas especies de Orchidacae reciben
el nombre de satirión, lo que parece indicar que eran consideradas capaces de
provocar la conducta propia de los Sirios en quienes las tomaban. La abundante
producción mundial de salep seria también significativa si no fuera por las pruebas
que tenemos de la existencia de otras sustancias que durante mucho tiempo gozaron
de una reputación totalmente infundada.
Desde el punto de vista científico, el salep constituye más bien una decepción. En
farmacopea figura sólo como un emoliente mucilaginoso y, como tal, se digiere sólo en
parte y se expulsa, inmodificado, con las heces. Sin embargo, en su estado primitivo,
las raíces de orquídea contienen un aceite volátil de incierta composición, junto con
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calienten mucho, pero sin llegar en modo alguno a hervir. Se dejan al fuego una hora o
más, cambiándolas de sitio en la sartén con una espátula de madera. Una vez hecho
esto, téngase listo un papel grueso, sobre el que se habrá espolvoreado azúcar, y
échense encima las raíces, tras haberlas sacado de la sartén. El papel se pondrá luego
en un invernadero, para que allí se endurezcan las raíces. Pero si no se dispone de tal
lugar, lo mejor es ponerlo ante un buen fuego, porque de esa manera la confitura queda
tan bien, que nadie podrá ofrecer otra mejor. Y así se podrá confitar cualquier raíz, la cual
resultará no sólo delicada en extremo, sino también muy sana y muy eficaz contra las
diversas enfermedades a que hemos hecho alusión anteriormente» .
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Murió, según nos cuenta Graham Greene, «trás una vida abierta, tolerante y llena de
aplomo. Muchos han dicho de su vida que fue “mal vivida”, pero esos jueces son
precisamente aquellos cuyo juicio condenatorio constituye la más alta alabanza.
En cierto modo, fue el quien creó Capri: ha habido suicidios, fraudes, violaciones,
robos, funerales y procesiones que, de no haber existido Douglas, nunca se habrían
producido de la forma que se produjeron».
Greene piensa que es natural que Norman Douglas pasara sus últimos días
compilando una colección de recetas de cocina rejuvenecedoras, porque «había
disfrutado de diversas formas de amor, dejando acá y allá hasta una docena poco más
o menos de recuerdos vivos... Se recuerda todavía a la vieja familia gitana del norte de
Italia que viajó hasta la misma Capri sólo por pasar una tarde con Douglas y mostrarle
su último nieto». Ésta es, sin duda, una notable y quizás única alabanza dirigida a un
hombre que empezó su carrera literaria como tercer secretario de la Embajada de Su
Majestad Británica en San Petersburgo y escribió un informe sobre la industria de la
piedra pómez en las Islas Lípari. El plato cuya receta figura en Venus ín the Kitchens
se compone de veinte hojas de jaramago, media lechuga y un diente de ajo picado,
aliñado todo ello con salsa francesa para ensaladas.
Es interesante recordar aquí otro jaramago de un tipo distinto: el jaramago marítimo, o
Eruca marítima. Es posible que éste sea el ajaramago silvestre, que tanto
entusiasmaba a Nicholas Culpepper, según se desprende de un herbario clásico,
escrito en el siglo XVII y titulado The Physician’s Guide to Plants. Dice de el «que
aumenta la cantidad de esperma», cura las mordeduras de serpientes, elimina «el mal
olor de los sobacos» y, como si todo esto fuera poco, cura cicatrices feas, granos y las
marcas que deja la viruela.
Según parece, Nicholas Culpepper fue algo extraordinario, y se dice de el que tenia «la
cabeza tan a pájaros como una nube de gorriones». Creía firmemente en la Botánica
astrológica, es decir, en la influencia de los astros sobre el mundo vegetal, y, aunque
era solo boticario, se atribuyó gratuitamente un falso doctorado en Medicina, y llegó a
tener consultorio en la Casa del Leon Rojo, en Spitalfields.
Esto fue causa de fricciones con el Colegio de Médicos, al cual solía llamar «grupo de
doctores arrogantes, dominantes, cuyo ingenio había nacido unos quinientos años
antes que ellos».
Pero no debemos juzgar su opinión del jaramago silvestre con demasiada severidad
basándonos en su aparente credulidad, porque en la historia del arte de rejuvenecer
encontramos, acá y allá, pequeños tesoros de información científica que parecen exigir
una profunda revisión de cuanto se refiere al rejuvenecimiento humano con ayuda
vegetal. Un buen ejemplo de esto lo tenemos en la hierba llamada fenogreco o alholva.
Esta hierba crece normalmente en las orillas orientales del Mediterráneo, pero también
se cultiva mucho en la India, África, Egipto y Marruecos. También puede darse en las
Islas Británicas. Su nombre deriva de Foenum graecum, que quiere decir heno griego.
Fue usada durante muchos años como aditamento para el heno y gozó de gran fama
entre los profesionales de la Medicina y la seudo medicina como agente
rejuvenecedor, afrodisíaco y estimulante desde los tiempos del antiguo Egipto y la Era
grecorromana.
(1) Viento del sur. El libro a que aquí alude es una compilación de recetas culinarias afrodisíacas
titulada «Venus in the Kitchen», o sea, «Venus en la cocina», con prólogo del novelista inglés católico
Graham Greene. – (N. Del T.)
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brillo, al sol naciente, así como también pelo negro y brillante. La piel adquiría el tono
de la flor de Ioto, y la musculatura mostraba un desarrollo nuevo y lleno de vigor.
El proceso de rejuvenecimiento tardaba en total siete semanas, durante las cuales le
estaba prohibido al paciente mirarse al espejo y tenía que concentrarse en aprender a
renunciar a todas las pasiones y a la iras.
El rejuvenecimiento por obra del soma parece bastante alarmante, pero los hindúes
creían, sin duda, que valía la pena, porque permitía, a quien recurriese a el, vivir
durante diez mil veranos en la tierra, disfrutando de todos los placeres de la juventud y
conservando tal vigor y fuerza, que no era en modo alguno inferior a la fuerza junta de
mil elefantes en celos. Aun teniendo en cuenta la exageración optimista de Sushruta,
el fenómeno es, desde luego, impresionante. Uno de los cuatro libros sagrados de la
India, el Rig-Veda, el libro de los mil himnos, se muestra menos optimista y dice
sencillamente que, tras beber el soma, nos sentimos
inmortales:
hemos entrado en Ia luz
y conocido a todos los dioses.
La fecha del libro de Sushruta no ha podido ser deducida con toda precisión. Muchas
de las hierbas medicinales que prescribe se usan todavía en la India como materia
médica, pero no queda resto alguno de la planta soma en toda la exuberante flora del
subcontinente indio. Ilza Veith cree que el soma, al igual de muchos otros antiguos
extractos vegetales que han encontrado un lugar en la terapéutica moderna, como, por
ejemplo, la Rauwolfia serpentina, la efedrina y la quinina, se redescubrirá tarde o
temprano. Entonces la poción «divina de la juventud y la serenidad eternas» podría
ser disfrutada de nuevo por la Humanidad.
No es nada fácil resumir el papel desempeñado por las plantas en la historia del
arte de rejuvenecer. Es evidente que en el pasado gozaron de gran consideración y
que aquí no hemos podido hacer otra cosa sino mencionar algunos de los ejemplos
más notables. Es algo imposible da saber hasta qué punto resultaron eficaces para
quienes las usaron. Con frecuencia, lo único que se les pedía era rejuvenecimiento
sexual, que, al parecer, dieron a menudo.
Pero es posible que el dato más importante que se extraiga de este superficialísimo
análisis del rejuvenecimiento con ayuda vegetal, sea la pobreza de nuestros
conocimientos sobre muchos de los principios activos que se obtienen de las plantas.
Con frecuencia, los aceites esenciales no tienen ni siquiera nombre, y los que lo tienen
no han sido aún analizados científicamente. Lo mismo cabe decir de muchos de los
alcaloides que se encuentran en las plantas, y no podemos por menos de admitir que
tal estado de cosas resulta sorprendente en el tan cacareado mundo científico de
nuestro siglo.
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Aparte las actividades desarrolladas durante los siglos XIX y XX por profesionales
como Metchnikow, Steinach y Niehans (véanse los capítulos 5, 6 y 7), hemos de
convenir en que en la historia del rejuvenecimiento se ha hecho mucho menos uso de
materia prima zoológica que de derivados vegetales. Desde luego, hay precedentes
antiguos en esta cuestión, y el arte-ciencia de la farmacia se halla fuerte e
indisolublemente unido a los atavismos de la Medicina primitiva, Por lo que se refiere a
la Medicina europea, la situación durante la segunda mitad del siglo XVII, puede ser
estudiada en las farmacopeas de la época. Nicholas Culpepper dedica menos de tres
páginas a «Partes de seres vivos y excrementos, junto con los a que habitan en el
mar», en un libro de 305 páginas titulado London Dispensatory. Otras obras
semejantes de la bibliografía médica dan más o menos la misma importancia a los
derivados zoológicos en la Medicina de la época. Muy pocos de los productos
animales citados por Culpepper pasaban por tener propiedades rejuvenecedoras. El
cerebro de la liebre, asado, era considerado bueno contra los «temblores», y también
ayudaba a los niños a «echar los dientes con facilidad». Las cataratas, esa «piel» que
crece sobre los ojos, se curaba con la «cabeza de un gato negro como el carbón, que
se reducía a cenizas en un puchero nuevo y de las que se ponía un poco en el ojo».
Contra la gota se recomendaba «la cabeza de un milano joven», tratada de la misma
manera. Los ojos de cangrejo -que, dicho sea de paso, no tienen nada que ver con el
animal así llamado, ya que se trata de ciertos cuajos que se encuentran en el
estómago de los langostinos, los cuales, por aquellos días, abundaban bastante en
ríos y arroyos- curaban el «mal de piedra», y la vejiga del macho cabrío o de la oveja,
reducida a cenizas, ayudaba a curar «la diabetes y la estanguria».
Los que creen ver pruebas de la existencia de la magia simpkica en la farmacopea del
siglo XVII al leer que «los pulmones de zorro, bien desecados y no quemados» servían
a modo de «reforzantes del pulmón», no sabrán probablemente explicarse el motivo de
que la «yarda [pene] del ciervo» sea recomendada para drenar los mordiscos de las
grandes bestias».
La lectura de las curaciones con materias animales practicadas hace trescientos
años, nos revela que nuestros antepasados padecían las mismas enfermedades y los
mismos achaques que han heredado nuestros cuerpos. Además de las dolencias
orgánicas, tratadas con tanta seguridad -por ejemplo, «ese pequeño hueso triangular
que se halla en el cráneo del hombre y que se llama Os triquerum, cura tan por
completo la epilepsia que nunca más vuelve-, abundaban también las enfermedades
psicosomáticas. El alcoholismo se curaba poniendo una anguila viva en la bebida
favorita del dipsómano y dejándola ahogarse en ella. El paciente apuraba el líquido, «y
nunca más volvía a apetecerle el alcohol». El suero se usaba para curar enfermedades
depresivas. La grasa de ganso se empleaba en ginecología para la «rigidez uterina», y
a aquellos cuyos abusos amorosos habían degenerado en la llamada «caída de los
riñones», se les aconsejaba comer pichones jóvenes.
En el London Dispensatory encontramos una breve alusión al rejuvenecimiento sexual:
«Los sesos de gorrión provocan, en el que los come, una lujuria exaltada». Pero si lo
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que se deseaba eran curas de carácter más general, resultaba preferible una fórmula
farmacológica más compleja y de tipo francamente botánico. Un ejemplo era el
llamado polvo Laetificans: «Tómense flores de clavo, albahaca o sus semillas, azafrán,
cedoaria, madera de áloe, favos, limón, galanga, macis, nuez moscada, estoraque, a razón de
dos dracmas y media cada una; tagua, anís, tomillo, epftimo, a razón de una dracma cada una;
hojas de oro y plata, a razón de medio escrúpulo cada una; hueso de corazón de ciervo,
perlas, alcanfor, a razón de media dracma cada uno; redúzcase todo esto a polvo, de acuerdo
con las reglas del arte». Este polvo se mezclaba, a la dosis de media dracma, con cualquier
electuario, y causaba «alegría del corazón», facilitaba la digestión y «retrasaba la vejez».
Por lo que se refiere al rejuvenecimiento en general, fue casi corriente, hasta bien
entrado el siglo XVIII, el principio de administrar «tónicos nerviosos simples»,
aromáticos y dulces. El doctor John Quincey, famoso como lo xicógrafo médico y muy
conocido en su tiempo, recomendaba mezclas de este tipo con tónicos nerviosos,
porque «entran en los nervios y los empapan..., con lo que sus vibraciones resultan
vigorizantes..., calman el corazón, refuerzan el cerebro... y a medida que nuestro
cuerpo se va debilitando con la edad..., resultan cada vez más convenientes».
Pero cuando de lo que se trataba era de rejuvenecer sexualmente y no en
general, entonces el mundo animal resultaba más apropiado, y algunas de las recetas
al respecto tienen gran antigüedad. Al parecer, los griegos tenían en mucha estima,
como estimulantes sexuales, los cangrejos, las almejas, los caracoles y los huevos. Es
interesante mencionar que los autores de «Venus in the Kitchens» -tal vez los únicos
que han meditado amplia y seriamente sobre las propiedades rejuvenecedoras de
diversos alimentos- citen varias recetas en las que se usan estos mismos ingredientes.
Una curiosa receta es la enigmática Caracoles a la C.C.C.. Nº 111. Se hierven
caracoles en agua salada, luego se fríen en aceite de oliva junto con cebolla, ajo,
perejil y champiñones -todos estos ingredientes son elementos rejuvenecedores de
vieja tradición popular- y, por fin, se añaden caldo y vino tinto fuerte. Los autores,
entusiasmados, dicen que «un viejo amigo probó este plato en Bolgidinga, una vez que
estuvo allí, y declaró que se sentía por lo menos diez años más joven».
En la Antigüedad gozaron de cierta fama muchos métodos de rejuvenecimiento,
fantásticos unos y prácticos otros. Quizás el más extraño sea el del hipómanes.
La primera mención conocida del hipómanes se encuentra en la Eneida. Virgilio, como
es sabido, nació en una granja cerca de la ciudad de Mantua, y lo más probable es que
el gran poeta nacional romano estuviese versado en tradiciones y sabiduría natural. Es
extraño que mencionase el hipómanes en relación con un veneno que la desdichada
heroína de la Eneida prepara antes de suicidarse.
Algo más tarde, el poeta satirice Juvenal menciona el hipómanes en su sexta sátira,
dirigida contra el bello sexo y que ha sido resumida con el epíteto: « ¿Para qué casarse
cuando hay soga con que ahorcarse?». Cesarea prepara una poción amorosa, que
contiene hipómanes, para dársela a Cais:
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Unos dos siglos después, el famoso viajero y geógrafo Pausanias confirma las
propiedades rejuvenecedoras del hipómanes al escribir sobre la estatua de un caballo
que había en Olimpia, hecho por un mago, en cuya cabeza habían puesto hipómanes.
Aunque la estatua no estaba de masiado bien hecha, pues no tenía ni siquiera cola,
Pausanias nos dice que
«los caballos desean estar cerca de esta estatua no sólo en primavera, sino en
todos y cada uno de los días del año, y rompen las bridas o huyen de sus
conductores y corren a Altis para atacar a este caballo con mucha más furia que
si fuera la más bella de las yeguas... Sus cascos resbalan contra el costado de la
estatua, pero a pesar de todo no cejan en su empeño y relinchan y saltan
furiosamente contra la estatua, hasta que son echados de allí a latigazos o por
otros medios violentos, porque hasta que no se usan tales medios, es imposible
conseguir aparten del bronce»
Sería cosa fácil desechar esta extraña historia calificándola de folklore imaginario, pero
Pausanias tiene reputación de observador exacto. Frazer dice de el que era «un
hombre de carne y hueso» y su exactitud en las descripciones es indudable, «porque,
sin él, las ruinas de Grecia serían, en su mayor parte, un laberinto sin clave, un acertijo
sin solución».
Es curioso que el mundo científico haya mostrado tal indiferencia ante este
problema del hipómanes. Tampoco los expertos en folclore parecen haberse
interesado mucho -no se menciona el hipómanes en la admirable Bibliografía del saber
popular, del doctor Wilfrid Bonser-, aunque la palabra se usa popularmente en inglés:
el Shorter Oxford Dictionary nos dice que esta en uso desde el año 1601 y que solía
tener gran fama como afrodisíaco.
Poco a poco, esta voz fue adquiriendo una acepción secundaria, que acabó por
sustituir a la otra, y el hipómanes pasó a significar popularmente acierto humor que
segrega la yegua cuando está en celo. De vez en cuando se encuentra en la historia
de la Medicina alguna opinión razonablemente concreta sobre productos animales de
reconocidas propiedades rejuvenecedoras.
Cuando son formuladas por una persona de notoria sensatez y no dada a digresiones
imaginarias, vale la pena tenerlas en cuenta. Una persona de este tipo fue el eminente
naturalista del siglo XIII Alberto Magno, cuyo verdadero nombre era Albert von
Bollstädt. Fue monje dominico, enseñó en París y en Colonia y llegó a obispo de
Ratisbona. Una característica de su estilo es la de sacar deducciones basadas
estrictamente en la observación directa. En su libro X declara que «todo lo que escribo
aquí es el resultado de nuestra propia experiencia o ha sido tomado de autores de
quienes sabemos que han escrito lo que les confirmó su experiencia personal, porque
en estas cuestiones sólo la experiencia puede darnos certeza».
Alberto Magno se muestra partidario, como agente rejuvenecedor, del cerebro
de perdiz calcinado y convertido en polvo, que toma con vino tinto. Esto tiene interés,
porque la carne de la perdiz ha gozado durante muchos siglos de fama como
estimulante. Platina, el historiador de los Papas políticos del siglo XV, recomienda
«carne de perdiz, que es buena y de fácil digestión», porque no sólo «refuerza el
cerebro y facilita la concepción», sino que, además, «reanima el deseo medio apagado
de los placeres venéreos».
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Estos escritos subrayan una y otra vez la inevitable mezcla de rejuvenecimiento sexual
y general que parece haber preocupado a las personas desde los tiempos más
antiguos. El escritor chino Chin P’ing Mei, al tratar de cierta sustancia rejuvenecedora
secreta, subraya claramente este aspecto del problema al referirse a sus
rejuvenecedores favoritos:
El primer ataque te dejará lleno de vigor;
el segundo te dejará más fuerte aún que antes;
aunque doce exquisitas bellezas, todas ellas atavia-
[das de escarlata, esperen tu embestida,
las gozarás una a una según te agrade,
y toda la noche, tu arma seguía enhiesta,
En cien días, pelo y barba serán de nuevo negros;
de mil maneras, tu cuerpo conoced su poder;
tus dientes serán fuertes; tus ojos, más relucientes que nunca.
Como es sabido, los chinos han sentido, con cierta frecuencia, preocupación por el
rejuvenecimiento, y un remedio que goza aún de mucha fama en aquel país es la sopa
de nidos de ave, la cual es muy cara. Estos nidos tienen elaciones animales y
vegetales, pues están hechos por la golondrina con algas y huevas de pez, junto con
ciertas secreciones digestivas de la propia ave. El autor- de un erudito libro que trata
principalmente del rejuvenecimiento sexual, y que parece haber probado la famosa
sopa, opina que sus propiedades se deben a que es muy rica en fósforo, y advierte a
sus lectores que tomarla a dosis excesivas puede dar por resultado cierto grado de
reacción tóxica. Los que dan consejos dietéticos a quienes desean aumentar su
potencia sexual, caen con frecuencia en la trampa de recomendarles que coman
pescado, porque se cree que es rico en fósforo.
Esta creencia, naturalmente, es muy antigua, y John Davenport, en su obra
Aphrodisiacs and Antiaphrodisiacs, cuenta dos divertidas anécdotas sobre la supuesta
eficacia del fósforo en este sentido.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
La ostra es lujuriosa,
la langosta es rijosa,
pero los camarones ...
es menos interesante de lo que parece a primera vista si se considera que las sardinas
contienen casi cuatro veces más fósforo que los camarones. Diríase es razonable
suponer que si mucha materia animal se usa con éxito en experimentos de
rejuvenecimiento general, ello se debe sólo a su gran contenido en proteínas; el
fósforo, o cualquier otro producto animal que se aduzca, carece por completo de
relación con el asunto.
Las enfermedades debidas a deficiencia de ciertas materias básicas para la vida
humana predominaron principalmente en los siglos anteriores, cuando se carecía de
facilidades.
Collen, general que combatió contra los turcos, lo bebía siempre antes de
comenzar sus batallas, para aumentar su magnanimidad y valor, lo que consiguió
admirablemente. Este espíritu estimula también maravillosamente a los que son
lentos y reacios al amor.
El ácido fórmico y sus sales se encuentran en las hormigas en gran cantidad y fueron
muy explotados como sustancias rejuvenecedoras hasta bien entrado nuestro siglo.
Quizá la Humanidad esperase, al beber estos remedios hechos con productos
fórmicos, absorber parte del evidente vigor y energía de este insecto. Si tales eran sus
esperanzas, lo cierto es que, a medida que estos productos fueron siendo estudiados
farmacológicamente, se vio que carecían de base. Administrado oralmente, el ácido
fórmico causa, más o menos, los mismos efectos que el vinagre (ácido acético), al que,
por supuesto, se parece también muchísimo químicamente. El formiato, aunque su
metabolismo es menos rápido que el del acetato, constituye una sustancia bastante
inofensiva, que carece casi por completo de efectos farmacológicos perceptibles. En el
cuerpo humano se producen normalmente grandes cantidades de formiato, y el
hombre elimina cada día con la orina casi 120 mg. Sus efectos rejuvenecedores, si es
que los tiene, deben de ser puramente psicológicos. Pero si las hormigas, al
examinarlas mejor, parecen haber resultado ineficaces por completo, el mundo de los
insectos puede dormirse tranquilamente en sus laureles si tenemos en cuenta a la
cantárida. Para ser exactos, diremos que no hay una sola cantárida, sino varias. Por lo
que se refiere a la Farmacopea europea, la mas corriente es la Cantharis vesicatoria,
brillante, iridiscente, de un verde dorado o azulado, indígena del sur de Europa. Sin
embargo, en América se han descubierto más de doscientas especies, todas las
cuales ejercen una acción irritante, debido al ácido cantarídico que contienen.
Esta sustancia, que se halla en las partes blandas del insecto, sobre todo en su
sangre, la aisló por primera vez, en 1810, Roviquet, y durante muchos años se usó
tanto para rejuvenecer como con fines vejigatorios. Aclaremos que la vejigación, hasta
tiempos relativamente modernos, gozó de gran predicamento en terapéutica médica.
Actuaba de la misma manera que el linimento y demás sustancias antiírritantes. Como
tal, tenía distintas aplicaciones en Medicina, al menos potencialmente, por ejemplo, en
pleuresía, lumbago, neuralgia y reumatismo. En la Medicina de los siglos XVII y XVIII
abundan las técnicas vejigatorias. Algunas eran muy toxicas, como, por ejemplo, la
«vejigación volante», serie de pequeñas vejigas que se levantaban sucesivamente a lo
largo de un nervio. Se usaba, entre otras aplicaciones, en la ciática. Con frecuencia,
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Senescal, en Marsella, describe con exactitud los síntomas del envenamiento por
cantárida.
«En el caso de Marguerite Caste, los efectos del veneno empezaron a notarse
violentamente un cuarto de hora después de la ingestión, en forma de agudos dolores
gástricos, con vómitos copiosos de materia oscura...». En el caso de Marianne, el
ataque de vómitos apareció unas horas mas tarde. En ambos casos se observaron
posteriormente signos de color lumbar y cistouretritis; las dos muchachas tardaron
varios días en restablecerse gradualmente. Parece probable que en la Francia del siglo
XVIII no se conocieran bien los efectos de fuertes dosis de cantárida, porque ninguna
de las chicas, ni el magistrado que dirigió la investigación del caso, sospecharon
dosificación excesiva de cantárida, y lo único que preocupaba al tribunal era que el
«forastero» hubiese envenenado a las chicas con arsénico o sublimado corrosivo.
Los preparados de cantárida se usan hoy muy poco como vejigatorios o como
afrodisíacos, aunque hay preparados oficiales, como emplasto vejigatorio, líquido
vejigatorio y cierta tintura, que, eventualmente, podrían ser recetados por cualquier
médico.
Antes de abandonar esta curiosa historia de material zoológico rejuvenecedor,
conviene echar un breve vistazo al semen. Havelock Ellis da un informe sumario sobre
este tema, y, al parecer, es muy antigua la reputación del semen como rejuvenecedor
general sexual. Los aborígenes de Australia suelen administrar una poción de semen a
los miembros de su sociedad débiles o moribundos. Hay también indicios de esta
creencia en el folklore de las regiones agrícolas, donde es corriente la costumbre de
comer testículos de corderos recién castrados. En el siglo XVII, el semen se usaba
para filtros amorosos y como profiláctico en la brujería. John Hunter, cuya afición a la
Biología experimental parece ser que lo indujo a probar semen, dice que es «cálido y
picante», y quizás esto contribuyera a su reputación como rejuvenecedor.
En el siglo XIX, un médico, en una erudita publicación científica, menciona un caso en
que el deseo de semen como estimulante que experimentaba uno de sus pacientes
era muy parecido al que sienten los dipsómanos por el alcohol. Aunque parezca
extraño, el propio Ellis, nada crédulo, sugiere que el semen podría ser un afrodisíaco
fisiológico. Recuerda también que la Ciencia ha demostrado que muchas sustancias
son fácilmente absorbidas por el epitelio vaginal. De esta forma, el semen se relaciona
con el desarrollo del apetito sexual y la madurez sexual femenina.
Antes de desechar por completo las ideas de Havelock Ellis, apoyadas, en cierta
medida, en la obra de Brown-Séquard (véase capítulo 8), deberíamos recordar que la
sustancia llamada espermina, poco conocida, y estudiada por varios investigadores del
siglo XIX -según los cuales aparece ser un catalizador o acelerador positivo de los
procesos metabólicos, que ejerce una evidente influencia sobre el tono del corazón y
otros músculos y mejora el metabolismo de los tejidos cuando se han agotado las
influencias de la sugestión mental -, se parece mucho a las sustancias anabólicas
esteroides, tan usadas en las técnicas modernas de rejuvenecimiento (véase capítulo
11).
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HIDROTERAPIA
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Los médicos védicos de los dioses, los nasatyas, conocían bien, al parecer, las
propiedades rejuvenecedoras del agua, porque ellos mismos fueron elevados a la
categoría de dioses gracias al rejuvenecimiento de un viejo que era esposo de
Sukanya, una bella mujer. Al verla bañarse un día, le dijeron:
-iOh, mujer de deliciosos miembros!, ¿por qué te dio tu padre a un hombre tan viejo,
que está al borde mismo de la tumba? Tú eres tan radiante como el relámpago en el
verano, no hemos visto a nadie como tú ni siquiera en el cielo. Aun sin adornos, eres
un ornato para todo el bosque. iCuánto más bella serías con ricas vestiduras y
espléndidos joyeles! iAbandona a tu anciano marido y escoge a uno de nosotros,
porque la vejez no dura !
Ella replicó que no podía hacer aquello porque se lo vedaba la lealtad conyugal.
Entonces, los médicos, sospechando tal vez que la joven esposa estuviese atada a un
hombre viejo más por razones de responsabilidad que de amor, propusieron
rejuvenecerle. Marido y mujer accedieron, y aquel fue bañado en el lago junto con los
nasatyas, y «los tres emergieron del agua jóvenes y radiantes», hasta el punto de que
Sukanya encontró dificultad en distinguir a su marido, tan parecidos eran los tres, por
su aspecto juvenil; pero acabó acertando, y el marido, encantado de su juventud y de
la fidelidad de su esposa, persuadió al dios Indra de que incluyera entre los dioses a
los nasatyas gemelos.
Otras leyendas hindúes subrayan la importancia del agua en el rejuvenecimiento. El
Águila que cayó en una fuente y salió de ella rejuvenecida reaparece en la mitología
mesopotámica, y puede que sea la misma ave a que se alude en el salmo 103: «Quien
satisface mi boca con cosas buenas, de forma que tu juventud se renueva, como la del
águila».
Otras civilizaciones antiguas muestran preferencia por el agua como agente
rejuvenecedor. Por ejemplo, los japoneses creían en las leyendas de la fuente de Klku-
Jido (el Muchacho de los Crisantemos) y en que los pétalos de sus flores, mojados en
saki, atraían sobre uno bendiciones de larga vida y salud. En la Edad Media se
percibe, con razonable certeza, por ciertos aspectos de la historia eclesiástica, la
expansión por Europa de la idea de que el agua era una sustancia rejuvenecedora.
Aunque su fundador, el teólogo cristiano Nestorio, había muerto condenado como
hereje hacia la mitad del siglo V, para comienzos del VI se desarrollaba ya una Iglesia
nestoriana bajo la protección de los monarcas persas. Al principio se compuso de
cristianos del este de Siria y de Persia, y sobrevivió a las subsiguientes conquistas
Lirabes, debido a la tolerancia de los conquistadores. Durante unos ochocientos años,
la Iglesia nestoriana siguió floreciendo. Abrazó en su seno y atrajo a eruditos filósofos,
teólogos y médicos, y su expansión misionera la indujo a entrelazarse con las culturas
de India y la China. Además de introducir en esos dos países su versión del
cristianismo, los nestorianos fueron probablemente influidos, a su vez, por el folklore y
la mitología del Oriente. Por esa razón, probablemente inyectaron en la vida occidental
parte del folklore y los mitos orientales, por ejemplo, ciertas ideas sobre el
rejuvenecimiento con ayuda del agua.
Un ejemplo de lo que estamos diciendo lo muestra la historia del Preste Juan, el rey-
fantasma de Oriente. Se corrió el rumor de que un verdadero rey y conquistador
cristiano, de extraordinario poder e importancia, vivía escondido en algún lugar de
Asia; este rumor tuvo vigencia entre fines del siglo XII y mediados del XIV. La primera
alusión a tal personaje la encontramos en la crónica de Otón, obispo de Freising, en
Baviera. En el año 1145, cuando el obispo estaba en la corte papal, oí decir al obispo
de Gabala lo que entonces se sabia sobre Juan, rey y sacerdote, «que vivía en el
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Extremo Oriente, más allá de Persia y Armenia, y que tanto él como su pueblo eran
cristianos, aunque nestorianos». Había luchado contra las hordas persas y avanzaba
hacia Jerusalén para acudir en ayuda de la Iglesia, pero su avance quedó frenado en
el Tigris, que no había podido cruzar. En apoyo de la crónica de Otón hay una carta,
de cuyas copias fue inundada Europa unos veinte años más tarde. Se han conservado
unas cien manuscritas, ocho de las cuales se guardan en el Museo Británico. El texto
ofrece un panorama fantástico de la mentalidad medieval.
El Presbítero Preste Juan era, sin la menor duda, un personaje estrafalario. Se
describía a si mismo como «el monarca más grande que hay bajo la capa del cielos»,
decía tener bajo su dominio a setenta y dos reyes, cuyas tierras se extendían por «las
tres Indias, incluyendo la India más lejana, donde yace el cuerpo de Santo Tomás»,
«las ruinas de Babilonia y la Torre de Babel».
Al explicar su modesto título -porque Presbítero significa realmente «anciano», dice
que era simplemente una prueba de su humildad. Sea como fuere, ¿qué título podría
describir bien a un gobernante tan exaltado, servido a la mesa «por un primado y por
un rey, cuyo mayordomo era arzobispo y rey; su chambelán, obispo y rey, y su
caballerizo mayor, abad y rey»?
En el reino de tal potentado había, por supuesto, cosas fuera de lo corriente:
guijarros que daban la vista, o bien hacían invisible a su poseedor; un arroyo
subterráneo cuyas arenas eran gemas; un animal llamado salamandra que, envuelto
en una sustancia incombustible, vivía del fuego, y hormigas que excavaban oro. Se
comprende que en sus dominios no hubiese pobres, ni tampoco delincuentes,
sicofantes o disidentes, en parte quizá gracias a un maravilloso espejo erigido sobre
una espléndida plataforma de varios niveles en el que el Preste podía ver todo cuanto
ocurría en sus dommios y, en consecuencia, localizar a cualquier posible enemigo de
la sociedad, antes aún de que tuviera tiempo de pasar a la acción. Pero uno de los
máximos atractivos del reino del Preste Juan era la Fuente de la Juventud.
Bastaba «beber aquella agua tres veces al día con el estómago vacío, durante tres
años, tres meses y tres horas, para vivir y conservarse joven durante trescientos años,
tres meses, tres semanas, tres días y tres horas».
Por lo que se refiere a la situación exacta de esa fuente, el Presbítero se mostraba
muy reticente y se limitaba a decir que estaba «a menos de tres días de viaje,
partiendo del Río del Paraíso» (el Ganges). Otros la suponían en el subcontinente indio
o en el Parque de Adán, en según, lugar del que se cree que Buda subió al cielo.
Los historiadores han propuesto varias teorías para explicar la leyenda del Preste Juan
y la existencia de aquella curiosa carta, que fue tomada tan en serio como para
merecer respuesta oficial del Papa Alejandro III en 1177, respuesta que se conserva
en la Biblioteca Nacional de París, y que iba a serle entregada al Preste Juan por el
hijo del Papa, Felipe el Médico. Se ha sugerido la posibilidad de que el Preste Juan
fuese el Gur Jan de la Catay negra, o quizás el príncipe georgiano Juan Orbelián,
famoso caudillo bajo el cetro de varios reyes de Georgia. Otra teoría que se ha
discutido es la de que se trataría del rey cristiano de Abisinia, y que sería a &te a quien
Alejandro III dirigió su memorable carta. A partir del siglo XIV se supuso que el Preste
Juan tenía su mítico reino en Abisinia.
Mas para entonces la leyenda de la Fuente de la Juventud estaba ya firmemente
establecida en Europa, y se alude a ella de muchas maneras en la literatura y el arte
de la época. El poema del siglo XII Roman d’Alexandre nos ofrece un relato falsamente
romántico de los abominables crímenes contra la humanidad que cometió Alejandro
Magno, pero también leemos en él que este guerrero infatigable, cuya sed de sangre
sólo era superada por la que le inspiraba el vino, descubrió una fuente rodeada de
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
A comienzos del siglo XVI se creía en España que en el Nuevo Mundo había
una fuente milagrosa, en una isla llamada originariamente Bimimi. Según la leyenda,
un ángel iba a beber todos los días a aquella fuente, y una de las veces se le cayeron
las alas, lo cual dio a la fuente la virtud de rejuvenecer y embellecer. Juan Ponce de
León, descendiente de una antigua familia española, consiguió del rey Fernando
licencia para descubrir y explorar la deseada isla.
A Fernando V, que tenla más de 60 años cuando autorizó a Ponce de León a
emprender la aventura, le interesaba poco el rejuvenecimiento. Más aún, todo indica
que le molestaban los exploradores, porque en cierta ocasión dijo ásperamente que a
«todo lo que puede ser descubierto ahora, es bien fácil de descubrir». Sin embargo, el
rey estaba siempre pensando en encontrar tesoros, y la licencia concedida a Ponce de
León le permitía guardar para si solo una décima parte de cuantas riquezas le
reportase su exploración durante doce años, sin mencionar para nada ninguna fuente
de la juventud.
Ponce de León y sus exploradores salieron, por fin, de España, y el 27 de mano de
1513, guiados por el piloto de Cristóbal Colón, Antón de Alaminos, vieron en
lontananza lo que creyeron era la bella isla que buscaban. Como aquel día era
Domingo de Ramos, la llamaron Florida, por Pascua Florida. Aunque, al parecer,
Ponce de León tuvo que desechar la idea de dar con la fuente de la juventud, es más
que probable que descubriera algunas de las famosas fuentes de Florida, sobre todo la
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Desde el principio, los Padres de la Iglesia se opusieron a los baños públicos, fueran
terapéuticos o no. «Las mujeres apenas se atreven a desnudarse ante sus maridos,
fingiendo plausiblemente modestia, pero cualesquiera otros pueden verlas cuando lo
deseen en sus casas, encerradas en sus baños, porque no se avergüenzan de
desnudarse ante los espectadores, como si ofreciesen sus personas a la venta. Los
baños se abren promiscuamente a las mujeres, y allí se desnudan con licenciosa
indiferencia -por que, de mirar, los hombres pasan a amar-, como si su pudor se lo
hubiese llevado el agua », dice Clemente de Alejandría.
Del sentimiento aquí expresado se hacen eco los eclesiásticos durante toda la
Edad Media y hasta bien entrada nuestra época. Sin embargo, el Papa Adriano I mitigó
estas estrictas censuras al recomendar a su clero parroquial que visitase los baños en
solemne procesión todos los jueves.
Naturalmente, desde un punto de vista social, la popularidad del baño público tuvo sus
altibajos, y hay un punto de contacto en esto entre el desarrollo de los diversos
balnearios y la existencia, en todo el mundo civilizado, de fuentes y pozos sagrados.
Aquí, los hombres rezaban primero y eran curados después. Cómo eran curados es un
misterio, pero la cura -se pensaba- era obra del santo, no del agua. Después de la
Reforma, cuando ya los santos no podían permitirse tener misterios, los pozos santos
se convirtieron en pozos de deseos, dice William Addison en su libro sobre los
balnearios ingleses.
Sin embargo, se produjo otro cambio a causa de esta actitud, porque parte de la fe que
la Humanidad había tenido antes, en las curas santas o religiosas, fue incorporándose
en forma gradual a las puramente medicas. Y de esta manera «las aguas»,
embotelladas o en estado natural, dieron, en cierto modo, una magia nueva a la
Humanidad. No le quita atractivo el hecho de que esta magia tuviera raíces científicas
más bien que religiosas.
Es imposible, como ya hemos dicho, separar de manera clara y bien delimitada las
propiedades sociales, detergentes y terapéuticas del agua. A pesar de todo, el gran
auge alcanzado por la hidroterapia coincidió con el fin del primer cuarto del siglo XIX,
es decir, con la época en que, por primera vez, empezó a ser posible analizar
científicamente el agua, lo que planteó seriamente a los médicos el problema de si
tenía en realidad algún valor como agente rejuvenecedor.
Siempre ha habido médicos entusiastas de esto. El doctor Lodwick Rowzee, que
ejerció la Medicina en Ashford (condado de Kent), recomendaba con toda seriedad el
agua de Tunbridge para revitalizar «las partes más nobles del cuerpo y el espíritu», ya
que da aun temperamento suave balsámico, espirituoso y sanguíneo, que incita de
manera natural, a hombres y mujeres, a las emociones amorosas, poniéndolos de esta
forma en estado apto para la procreación».
El doctor Rowzee creía en el aforismo de que es imposible saciarse de las
cosas buenas y aconsejaba a sus pacientes que bebieran 850 g de agua por la
mañana. Por fortuna para ellos, les recomendaba también hacer ejercicio, «usar las
piernas» y «moverlas para arriba y para abajo». Después de beber más de 9 litros de
agua de Tunbridge, apenas habrían podido hacer otra cosa. Como era de esperar,
otros médicos aconsejaban lo opuesto. Por ejemplo, no recomiendan el agua para
estos menesteres el doctor Diederick Wessel Linden, cuyo Tratado sobre el Origin,
Nature and Virtues of Chalybeat waters, and Natural Hot Baths, fue publicado en 1748
y que insertó como prefacio de su obra varios poemas sicofánticos, compuestos por
amigos suyos que vivían en barrios elegantes de Londres. Las razones que aduce son
interesantes, porque arrojan luz sobre la Medicina del siglo XVIII. Las aguas minerales
eran perjudiciales para las personas de más de sesenta años porque, «a causa de su
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Más pruebas de que los pacientes de Graefenberg eran gente del todo sana, que iban
en busca de estímulos físicos más que de tratamiento médico normal, nos las da el
rigor de la vida a que los sometía Priessnitz. El agua de la fuente corría a una
temperatura que oscilaba entre los 6 y los 11 ºC y los pacientes teman que ducharse
con ella. Constitucionalmente tendrían que ser personas muy sanas; de lo contrario, no
habrían podido resistir este «tratamiento».
Los establecimientos hidroterapéuticos tipo Graefenberg fueron muy populares
en toda Inglaterra en el siglo XIX. Un veterano médico hidroterapeuta de la época,
cuyos métodos eran típicos de entonces, fue Edward Johnson, de Malvern, que
escribió un libro sobre el tema con la colaboración de sus dos hijos, médicos también:
Walter y Haward Johnson. El primero de estos fue, durante una época, profesor del
hospital de Guy. Wilson empleo todas las técnicas popularizadas por Priessnitz, en la
(1) Al cambio actual, unos 8,5 millones de pesetas, aunque su verdadero equivalente pasa de los 100 millones. - (N.
del T.).
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«No se ocupa de meros síntomas, sino que va derecho a la raíz del problema y trata
de principios y causas. No pierde el tiempo remendando el cuerpo humano, sino
que considera de manera general y en su conjunto la enfermedad y sus causas...
Se comporta de manera sensata, racional y de acuerdo con las leyes conocidas
que regulan y rigen la vida, la salud y la enfermedad. . . He demostrado que los
poros de la piel, si se juntasen unos con otros, formarían un tubo de veintiocho
millas de longitud; por tanto, no puede haber la menor dificultad en creer que si este
tubo fuese obstruido y la materia que, procedente de la sangre, sale por él, hubiera
de seguir en ella, al tiempo que la materia que la sangre necesita se mantuviese
fuera de ella, es indudable -repito- que se crearía una situación muy malsana y
dañina para la sangre, de manera irremediable. Y también ha de resultar evidente
que cualquier tratamiento que tenga poder para restablecer o incrementar la función
de este increíble tubo secretor, ha de ejercer asimismo una benéfica influencia
sobre la salud y curar, sólo por este medio, muchas enfermedades.
iQue sensato y sencillo parece esto, qué racional, que inteligible!»
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barato no puede realmente ser bueno. Ahora ya sólo se pide agua, por ejemplo, de
Vichy, para acompañar cócteles y no como medio curativo.
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(1) El mitrídato es un electuario compuesto por gran número de ingredientes, que se usó como
remedio contra peste, las fiebres malignas y las mordeduras de los animales venenosos. Debe
su nombre a que Mitrídato, rey del Ponto, se dedicó desde joven al estudio de loe venenos. La
triaca es un compuesto farmacéutico muy antiguo en el que intervenían muchos ingredientes,
el principal de Ior cuales era el opio y se usó mucho para las mordeduras de animales
venenosos. - (N. del T.)
(2) Sir KenheIm Digby (1603-1665). Escritor, almirante (en 1628 derrotó a lar flotas francesa y
veneciana) y, diplomático poco prudente. Se interesó por Ia Medicina y Ia Física y publicó un
libro titulado Sobre el cuerpo. - (N. del T.).
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Con su restaurador, según él, a las personas de sesenta u setenta años, se sentían
tan jóvenes como las que no pasan de veinte o treinta.
Un método que aún no ha sido mejorado por nadie para aumentar las ventas de un
rejuvenecedor fue explotado con gran éxito por otro conocido sacamuelas del siglo
XVII, Moses Stringer. Escribió lo siguiente en lo que, según el, eran cartas privadas al
doctor Woodrofe, profesor del Colegio Universitario de Worcester, en Oxford:
Resulta difícil hallar mucha relación entre lo que dice Stringer y los escritos de
Paracelso, que, por otra parte, eran de lo mas vago. En todo caso, no es probable que
los lectores de esta publicidad consultaran las fuentes médicas en las que habla
bebido Stringer, y la técnica de venta que éste empleaba sirvió, sin duda, para vender
litros y más litros del Elixir renovans, que el preparaba en una casa situada en el barrio
londinense de Black friars, cerca de la sede de la «Worshipful Society of Apothecaries»
de Londres.
Otras técnicas de los rejuvenecimientos del siglo XVII, aprovechando la ventaja
que les daba el aislamiento o incluso el desahucio médico en que se hallaba en la
mayoría de los casos el desventurado paciente, se reflejan en las actividades de
charlatanes posteriores. La rutina del «desahucio médico», explotada con tanto tino en
los tiempos modernos en los Estados Unidos, encuentra una temprana imitación en un
anuncio de Stringer en el que cuenta el caso de un desdichado paciente que había
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Como habrá notado el lector, hay cierta repetición de efectos terapéuticos en esta lista
de medicinas, pero se diría que el bálsamo nervioso etéreo y la quintaesencia etérea
de ambrosia eran presuntos medicamentos rejuvenecedores. El segundo era, sin
duda, el favorito del doctor Graham -se había atribuido un título médico inexistente,
como tantos otros charlatanes-. El descubrimiento, preparación acertada y
perfeccionamiento de esta nobilísima e indudable medicina divinas era la máxima
preocupación de Graham, como el mismo escribió en uno de sus anuncios:
«Durante más de diez años..., y con el principal objeto de llevar a termino, con la
máxima excelencia de perfección y utilidad, este proyecto favorito mío, no vacilé en
gastar más de doce mil libras esterlinas de mi bolsillo para construir y embellecer
un aparato AdeptiAlqufrico Médicoeléctrico y Filosófico, infinitamente superior a
cualquier cosa que se haya visto ahora o en ninguna otra época en el mundo».
De un folleto posterior se deduce, sin la menor duda, que Graham había decidido, por
el momento, concentrar todas sus energías en el arte del rejuvenecimiento, porque
ahora describe sólo tres medicamentos «preparados y distribuidos en el «Templo de la
Salud»: éter eléctrico, bálsamo nervioso etéreo y píldoras imperiales, todos ellos,
medicamentos rejuvenecedores.
El primero se preparaba :
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(1 ) La guinea es una unidad monetaria ficticia , es decir, de la que no existe moneda acuñada, y que
consiste en una libra esterlina y un chelín. Se dice en Inglaterra que el ideal de todo inglés es cobrar en
guineas y pagar en libras. - (N. Del T.)
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de la música y la fuerza revitalizante del fuego eléctrico, está cubierto, por el otro lado,
con brillantes espejos.
En la parte superior del dosel hay dos exquisitas figuras; una, de Cupido, y la otEa, de
Psique, así como otra, detrás, de Himen, que lleva en una mano la antorcha encendida
con fuego eléctrico, y en la otra, una corona celestial, que reluce sobre un par de
tórlolas que descansan en un lecho de el otro elegante grupo de figuras que adornan la
parte superior del dosel llevan instrumentos musicales que, con ayuda del más caro
mecanismo, emiten los sonidos correspondientes a cada uno de los instrumentos allí
representados: flautas, guitarras, violines, clarinetes, trompetas, cuernos, oboes,
timbales, etc.
Los postes o pilares que sostienen el gran dosel son grupos de instrumentos
musicales, gaitas dora das, etc., que, en suave concierto, emiten sonidos suavísimos e
inducen visiones de goces celestiales. En la cabecera de la cama, realzado por la luz
eléctrica, aparece el primer gran mandamiento: Sed fecundados, multiplicaos y llenad
la Tierra. Debajo vemos un elegante órgano de suave sonido, delante del cual hay un
bello paisaje de figuras móviles, el sacerdote y la procesión de la desposada, que entra
en el templo del Himen.
En la cama celestial no se usan plumas, sino, a veces, colchones llenos de suave y
fresca paja de trigo o de avena, mezclados con bálsamo, pétalos de rosa, flores de
lavándula y especias orientales. Las sábanas son de la más rica y suave seda,
matizadas de varios colores, que hacen juego con el cutis: verde pálido, rosa, azul
cielo, blanco y púrpura, y todos estos colores, suavemente perfumados a la manera
oriental, con esencia de rosa o los más ricos bálsamos y aromas.
El principio básico de mi cama celestial consiste en piedra-imán artificial, con
unos quince quintales de imanes compuestos, que se ínter influyen sin cesarr y forman
un círculo en flujo permanente.
La cama tiene un marco doble, que se mueve sobre un eje y puede ser ladeado o
inclinado. A veces, los colchones están rellenos del cabello mas fuerte Y suave,
obtenido, con grandes dispendios, de las colas de sementales ingleses, cuyo pelo
tiene la máxima elasticidad.»
La cama celestial se apoyaba en seis pilares macizos de bronce y estaba cubierta de
«telas de satén, azul sajón y púrpura, perfumadas con especias árabes al estilo de las
que se usan en el serrallo del gran turco». Había música para quienes deseasen
participar en «éxtasis supremos, como es normal en quienes usan la cama celestial».
Graham cobraba cincuenta libras esterlinas por pasar una noche en la cama celestial.
Más adelante, hacia fines de 1781, Graham se mudó a un nuevo «Templo de la
Salud», en Shomberg House (Pall Mall), en el centro mismo de Londres, donde ejerció
el arte del rejuvenecimiento con asiduidad durante dos años más. Es posible que fuera
un truco publicitario suyo el dirigir sus anuncios y pasquines, por aquella època, «a Sus
Excelencias los embajadores extranjeros, la nobleza, los caballeros y la gente de
cultura y buen gusto y mencionar que durante las recientes veladas hubo un exceso de
público de, por lo menos, novecientas damas y caballeros»; pero hay pruebas
suficientes, por la publicidad espontánea que le dieron a Graham los Periódicos y
revistas de la época, de que era muy popular como experto en rejuvenecimiento.
Como muchos otros hombres famosos, Graham acabó por ser victima de la volubilidad
del público y caer en desgracia. Llegó el día en que no le quedó más remedio que
cerrar el «Templo de la Salud», y vender lo que contenía. Por increíble que parezca, no
disponemos de ningún dato sobre lo que fue de las máquinas eléctricas y de la cama
celestial. Durante algún tiempo, Graham se ganó la vida con un nuevo método
rejuvenecedor, inventado por él y bautizado con el nombre de «baño de tierra». Alquiló
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una casita en Panton Street -que entonces era una zona popular-, con talleres y baños
públicos de dudosa reputación, donde Graham se hundía en un baño de tierra y daba
conferencias sobre las ventajas de su descubrimiento. Según una hoja periódica de
cotilleo llamada The Ramblers’ Magazine, consiguió también persuadir a chicas
jóvenes a que tomaran baños de tierra completamente desnudas, para edificación de
los transeúntes.
Sin embargo, no tardó en ser notorio que James Graham, el más grande de los
seudorrejuvenecedores del siglo XVIII, estaba volviéndose loco. Aunque siguió
ejerciendo en muchas partes de las Islas Británicas hasta casi fines del siglo, su
clientela fue disminuyendo, al mismo tiempo que su ingenio y sus ideas únicas sobre el
arte de rejuvenecer. Desde el punto de vista de la ética, las ideas sobre el
rejuvenecimiento vigentes a comienzos del siglo XIX ofrecían poco que valga la pena
exponer aquí. A pesar de todo, los progresos de la Química y la Medicina influyeron en
cierta medida en la mentalidad de los sacamuelas.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX había ya una base ambiental de muchas
posibilidades para rejuvenecedores sin escrúpulos.
En términos generales, el rejuvenecimiento se ofrecía ahora de dos maneras. En
primer lugar había el sistema de la «juventud nueva», y el restablecimiento de las fun-
ciones físicas, conseguidos normalmente con tónicos nerviosos y diversos elixires de
larga vida. La popularidad de estos potingues era debida, tal vez, a que la gente no
acababa de entender bien la naturaleza de los descubrimientos farmacológicos y
científicos de la época. Y, en segundo lugar, el sistema del rejuvenecimiento sexual.
Dos ejemplos de sustancias a las que se atribuían propiedades generales de
rejuvenecimiento eran la «Fosferina» y el «Sanatogen». La primera fue analizada por
los científicos de la «British Medical Association», ya en 1912, cuando sus fabricantes
la anunciaron como «potente remedio vigorizador». Sus ingredientes resultaron ser:
una solución, al 8 %, de alcohol en agua con un poco de quinina y ácido sulfúrico, a lo
que se había añadido una ligera solución de ácido fosfórico. Todo esto se calculó que
costaba menos del 2 % de su precio de venta al público. El «Sanatogen» fue
anunciado al principio, en el London Graphic, como el alimento de la vida y tónico
nervioso, que rejuvenece y revitaliza», y fue alabado públicamente por diputados,
obispos y otros respetables caballeros, así como buen numero de aristócratas
titulados. Cuando se analizó el «Sanatogen», se comprobó que era sólo caseína en
polvo. Sus fabricantes afirmaban, entre otras cosas, que el «Sanatogen» contenía más
del 700 % de alimento para los tejidos y sustento vital que la harina de trigo, lo cual
indujo a los especialistas en dietética a analizar numerosos alimentos y compararlos
con el «Sanatogen». Sus conclusiones fueron expresadas de manera cruda, pero
gráfica, en un documento que, entre otras cosas, decía: «Un dólar de harina de trigo
contiene tanta energía como ciento noventa y siete dólares de Sanatogen.» Como es
natural, la demostración de que los fabricantes de dichos tónicos ganaban fortunas con
ellos, no significa nada en sí. Porque si hubiera resultado que el «Sanatogen» o la
«Fosferina» eran capaces de rejuvenecer, no habría importado nada el margen de
beneficio que les quedara a sus inventores. Pero no se ha publicado nunca la menor
prueba de que esos productos rejuvenezcan en el sentido estrictamente médico del
término, aun cuando la gente se sintiera mejor después de tomarlos. Los fabricantes
actuales de estos y otros pro duetos han quedado absueltos, por supuesto, de la
acusación de charlatanería, y los anuncian de la manera más honorable. Tampoco
podemos criticar los productos que se venden actualmente y cuyos fabricantes afirman
que dan sensación de bienestar.
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Otro producto de comienzos del siglo XX, que se vendía con el impresionante nombre
de «Vitae Ore», constituye un nuevo ejemplo de que nuestras ideas sobre el
rejuvenecimiento ahondan sus raíces en la Antigüedad. Este polvo -del que se decía
que fue descubierto por un nebuloso profesor llamado Theo Noel, «geólogo muy co-
nocido»- era anunciado como «un sedimento de cierta maravillosa fuente medicinal».
Los anuncios afirmaban también que el «Vitae Ore» convertía a los que estaban
agotados en personas rebosantes de vigor, hombres de personalidad dinámica y
mujeres cuya sangre ardiente y gracia femenina cautiva todos los corazones»; pero,
después de analizarlo, se comprobó que contenla dos compuestos inorgánicos de lo
más corriente: oxisulfato férrico y sales minerales de Epson. Tampoco eran mucho
más interesantes, farmacologicamente, otros productos, como el «Cocafos» (que «da
nueva vida, vigoriza, cría sangre, fuerza nerviosa y energía»), el «Neurovril» («¿se ha
descubierto, por fin, el elixir de larga vida...? Los viejos se vuelven jóvenes, las mejillas
amarillentas recobran el color sonrosado de la juventud,) o el «Osoge» (que «contiene
la increíble combinación elemental llamada Serufos»).
Probablemente, el alimento rejuvenecedor más divertido de todos éstos fue el
«Antineurastín», invento de un medico alemán, el doctor Hartmann, introducido en
Inglaterra justamente antes de la Primera Guerra Mundial. El «Antineurastín» se
fabricaba y vendía como remedio contra la enfermedad del siglo XX», definida como
complicado síndrome que comenzaba con excesiva sensibilidad y podía terminar en
suicidio. El descubrimiento del doctor Hartmann prevenía y curaba esa enfermedad y
proporcionaba el equilibrio perfecto de energía física y mental, que es la única base
verdadera de la salud y la felicidad. Sus fabricantes creían que era «de gran interés
para los intelectuales de todos los niveles sociales». Cuando la «British Medical
Association» decidió analizar aquella joya terapéutica de la Europa continental, se
comprobó que no era más que huevo seco pulverizado, comprimido en forma de
tableta, con un poco de agua de patata deshidratada y lactosa. Desde el punto de vista
alimenticio, cada tableta equivalía a una cucharadita de huevo fresco. Pero si vender
huevo seco con enormes beneficios fue una idea alemana de la máxima audacia,
mucho más audaz fue la técnica de G. H. Brinkler, el «experto en alimentos» -como se
llamaba a sí mismo- de Washington. En pocas palabras, la tesis de Brinkler era la de
que casi todos los procesos de decadencia física, desde las enfermedades hasta la
vejez misma, se deben a regímenes alimentarios incorrectos. Él, y sólo él entendía los
secretos de la Naturaleza. Pero como era generoso, estaba dispuesto a comunicar sus
conocimientos únicos, aunque por supuesto, cobrando (sus honorarios eran setenta y
cinco dólares).
Pero, ¿qué importaba esto si el rejuvenecimiento estaba ahora al alcance de todos?
Brinkler contrató los servicios de un ingles, un tal William H. Morse, médico, para que
le preparara impresionantes certificados y advirtiera a posibles pacientes «que
recordaran su dirección cuando se vieran al borde de la muerte, porque, con toda
probabilidad, podría sacarles del trance incluso tan tardíamente. Como es de suponer,
Brinkler era un charlatán inculto de la peor ralea». -una de sus debilidades era la
creencia (que expresa a menudo) de que la mantequilla debilita-, pese a lo cual, vale la
pena recordarlo como precursor de la escuela del seudorrejuvenecimiento, cuyo lema
es: «La comida rejuvenece».
Brinkler hizo así una pequeña fortuna; pero un buen día el Departamento de
Correos de Estados Unidos formuló contra él una acusación de fraude. Los
propietarios de otra sustancia rejuvenecedora norteamericana, el «Sargol»,
esquilmaron al público norteamericano cosa de tres millones de dólares, hasta que
también a ellos les llegó el turno, fueron procesados y tuvieron que pagar 30000
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tiempo, la decadencia física es inevitable, y la mente acaba por seguir el mismo triste
destino que el cuerpo. El libro de Brodum, sobre todo el tomo II, incluye una repulsiva
descripción de los productos residuales de la virilidad y la feminidad perdida, hasta el
punto de que, aun en estos días de licencia literaria, raro seria el censor que
permitiese su publicación.
Pero en todos los casos terribles que menciona Brodum queda, naturalmente,
un resto de esperanza. Una vez que el enfermo empieza a tomar el acordial nervioso,
o la “esencia botarka” -casi da igual uno que otro-, es inevitable el rejuvenecimiento,
tanto mental como físico y sexual. Teniendo en cuenta la época en que vivía, se ha de
convenir en que la charlatanería de Brodum le dio buenos resultados. Los frascos
grandes de su medicamento costaban 5 libras esterlinas y, en el auge de su fama,
había en Londres ocho tiendas que lo vendían, y otras sesenta en el resto de
Inglaterra.
La idea iniciada por Brodum, o sea, el tratamiento de la virilidad perdida, fue
explotada, al fin, a fondo en los Estados Unidos. El centro de esta actividad era
principal mente una serie de establecimientos, llamados «institutos médicos». En
Londres había unos cuantos a fines del siglo XIX, pero su influencia no era tan grande
como la de sus equivalentes norteamericanos. En términos generales, puede decirse
que tales institutos eran guaridas de sacamuelas, médicos sin escrúpulos o sin título,
etc. En los Estados Unidos, durante las dos primeras décadas de nuestro siglo, la
mayor parte de las grandes ciudades tenían su instituto medico. A veces, estos
establecimientos tenían, a manera de pantalla, un seudo museo médico, en el que
modelos de cera mostraban a los visitantes los horrores de la virilidad perdida, y la
enfermedad venérea. En otros casos, el instituto actuaba desde algún despacho de
aspecto respetable, con médicos de categoría inferior, entrenados en el arte de
diagnosticar y curar esas enfermedades vergonzosas, aunque los pacientes tuvieran
una cosa distinta por completo.
Los miembros mas dinámicos de los institutos médicos fueron, sin duda alguna,
el doctor Edward N. Flint y los doctores Reinhart, de Chicago. Estos últimos dirigían
una gran red de institutos, donde trabajaban médicos cuyos títulos eran a menudo tan
dudosos como los de sus mismos jefes. Por fortuna, hay artículos de periódicos de la
época en los que se conservan informes de primera mano relativos a exgerentes de
estos institutos y que revelan las técnicas que utilizaban. Uno de estos exgerentes
declaró a un periodista:
«Un día sonó el timbre abajo y esperamos bastante tiempo a que subiera el
paciente. En vista de que no aparecía, mire por el vano de la escalera y vi a
Compton, que subía casi en brazos a un viejo por las escaleras. Lo llevamos al
teatro de operaciones. No tenia un pelo en la cabeza ni un diente en la boca, estaba
sordo y casi sin vista. Compton le había convencido de que la única razón de que ya
no fuese joven era que había perdido la virilidad y que nosotros érarnos los únicos
capaces de devolvérsela. Firmó un contrato con nosotros para someterse al
tratamiento que, creía él, iba a rejuvenecerle. Naturalmente, nosotros le cobramos el
elevado anticipo de costumbre, lo cual garantizaba que volvería de nuevo. Tuvimos
que llevarle casi en brazos escaleras abajo, pero volvió a casa convencido de que, a
pesar de sus ochenta y cuatro años, seria de nuevo un muchacho al cabo de una
semana.»
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coloreada (Aqua Michiganus, solía rezar la prescripción facultativa), y. para los que
necesitaban algo más fuerte, elixir simple. La preparación de este último era
sumamente sencilla: cuatro libras de azúcar se disolvían en dos quintos de pinta de
alcohol puro, a lo que se añadía agua suficiente para llenar un envase de dos galones.
Con azúcar quemada y esencia de naranja se coloreaba el «medicamento», el cual se
vendía entre dos y cinco dólares la botella de cuatro onzas. «Es casi whisky, y
cualquiera puede emborracharse si lo bebe con regularidad», comentó con curiosa
franqueza uno de los empleados al periódico Chicago Tribune.
Para los que no eran aficionados a tomar medicinas o no reaccionaban con ninguna de
los dos administradas normalmente por el Instituto, había «Píldoras de Hinckles», un
purgante suave («Las teníamos de tres colores, de modo que los pacientes podían
seguir tomándolas durante tres semanas»).
Uno de los socios de la organización Flint-Reinhart, en Chicago, era un tal
doctor B. M. Ross, quien -dicho sea de paso- afirmaba ser «médico con todas las de la
ley», con veinticinco años de ejercicio ininterrumpido en Chicago. Solía anunciarse en
los periódicos con regularidad en tres idiomas extranjeros, para que los ciudadanos
que no supieran leer inglés pudiesen ser atendidos debidamente. Otros charlatanes,
especialistas en curar a los «que se han destruido la salud», usaban grotescas
máquinas eléctricas como parte de sus tratamientos. Una de las buenas ideas
comerciales con que los inocentes eran embaucados por los institutos médicos fue
usada también como parte de la seudo arte del rejuvenecimiento en época más
reciente: la «consulta gratis» que se ofrecía a los pacientes a modo de gancho. «iNo
cobro por la consulta, no vacile en consultarme! -les decía el director del Instituto
Medico de Winsconsin a los viejos-, la juventud ha pasado ya», y, «al recordar el
pasado, ahora se dan cuenta ustedes de los errores cometidos..., pero la naturaleza no
se volverá atrás... El castigo serán los achaques, la muerte, la decadencia», advertía
una hoja publicitaria a posibles pacientes. Pero no todo se había perdido, porque así
vienen al Instituto Médico de Winconsin y piden ayuda -se decía a los viejos-, nuestro
maravilloso tratamiento electromédico, que ha salvado a miles, los salvará también a
ustedes».
Poco a poco, gracias a la prensa inteligente, a la «American Medical Association» y a
un aumento general de los conocimientos médicos del público, los institutos médicos
fueron cayendo en desgracia, y el número de sus pacientes empezó a disminuir, y de
esta forma acabo un periodo interesantísimo, aunque negro, de la historia del
seudorrejuvenecimiento.
Una de las premisas más importantes de la historia del charlatanismo de éxito
consistía en ir al compás de los tiempos, por lo menos en el terreno de la Ciencia. En
los dos treinta de nuestro siglo había cundido entre la gente la errónea teoría del
rejuvenecimiento con ayuda de extractos e injertos de glándulas sexuales. Era
evidente que los sacamuelas tratarían de aprovechar esta cantera magnífica, y el
nombre que quedó más vinculado a este tipo de actividad fue el del «doctor» John R.
Brinkley.
Brinkley realizó grandes esfuerzos por hacerse pasar por medico, aunque sin
tomarse la molestia, naturalmente, de cursar estudios normales de Medicina. Recibió
su educación premédica -decía él- en la Academia Milton, en Baltimore, en donde se
había doctorado en Humanidades. Por desgracia, la Academia Milton era conocida por
la facilidad con que repartía diplomas y títulos, y su director había tenido el dudoso
honor de pasar seis meses en la cárcel por desfalco. Luego Brinkley adquirió un
doctorado en Leyes en otro centro docente de la misma categoría: la Universidad de
Oskaloos, en el Estado de Iowa. Pensando quizás en que había una laguna en su
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menos favorecidos por el éxito, han explotado también las teorías del rejuvenecimiento
glandular, por ejemplo, el «Medica Aid Bureaur», que vendía un producto llamado
«Golden Glans», o glándula dorada, del que se preparaban dos tipos: uno, para el
hombre «al que le pasa por alto que no concede ya a su mujer la atención que solía
prestarle», y otro, para mujeres. Este último «moldeaba suaves curvas, daba labios
maduros, rojos, mejillas sonrosadas y los fascinantes atractivos propios del sexto
femenino».
De la misma forma, la «New Life Corporation» vendía cápsulas para curar de manera
definitiva la impotencia y el vigor sexual decreciente. Al analizarlas se comprobó que
contenían cierto extracto glandular, pero también cantaridas. Asimismo, la «Peptoro
Medical Company» anunciaba un método para curar noventa y cinco de cada cien
casos de virilidad perdida con ayuda de extracto glandular mezclado con «una sal de
oro puro y yohimbina». De hecho, los preparados glandulares que producía esta
compañía -creada no por un falso médico, sino por un leñador retirado- contenían
cantáridas, Nux vomica y citrato de hierro y amonio. Las glándulas y sus extractos,
como el oro y la yohimbina, sólo existían en el membrete.
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Es posible que la primera teoría de rejuvenecimiento que llamó la atención del mundo
de la Ciencia sea una que ha quedado vinculada al nombre del biólogo y premio Novel
ruso, Ilya Metchnikow. El auge y la decadencia de los principios básicos de las teorías
de Metchnikow, así como la manera en que éstas influyeron en otros eminentes
hombres de la época que siguieron su impetuosa estela, se han de examinar teniendo
en cuenta la personalidad de Metchnikow y el clima científico de fines de siglo. Sólo así
podremos comprender la génesis de la teoría de la intoxicación de la vejez y el método
de rejuvenecimiento a que esta, con la más grande lógica, dio origen.
Metchnikow nació el 16 de mayo de 1845, y creció en la región esteparia de Jarkov,
llamada Pequeña Rusia, en un ambiente muy cercano al que podríamos llamar fondo
de la escala aristocrática. Su padre era oficial del ejército, y su juventud transcurrió de
la manera convencional de un joven oficial, casado, del ejercito imperial. No tardó en
acabar con la fortuna de su joven esposa en los garitos de San Petersburgo, dejando a
la familia en situación tan apurada, que se ofreció como la única solución posible la
vida rural, con lo que se creó el estado de cosas que haría de Ilya un futuro hombre de
ciencia y rejuvenecedor.
Ilya, el más joven de la familia, creció y llegó a ser un muchacho rubio y delgado, de
tez clara, sonrosada y blanca..., pequeños ojos grises, llenos de afabilidad y vida.
Era muy nervioso, impresionable e irritable. Siempre quería verlo todo, saberlo todo y
encontrar la salida de todos los laberintos, dice Olga Metchnikow, en su Vida de Ilya
Metchnikow. Al referirse a su juventud, sus biógrafos dan significativos datos, dignos
de examen si queremos comprender su vida adulta. Era un niño muy mimado y, sin
duda alguna, el favorito de su madre. De muchacho tenía blefaritis crónica, y esto fue
interpretado como «debilidad» por el medico de la familia, el cual -quizás algo
dogmáticamente decía que era preciso, a costa de lo que fuese, no permitir que el
joven Ilya llorase o tuviera berrinches, porque siempre acababan dándole «dolor de
ojos». Es interesante esta situación especial en que vivía el muchacho en el seno de
su familia, como consecuencia de su debilidad. Su hermana pensaba que era mal
intencionado, y es fácil imaginarse que a sus hermanos mayores no les podía hacer
mucha gracia la compañía de Ilya en la casa de campo. Sea como fuere, lo cierto es
que Ilya se convirtió en el favorito de las criadas, además de serlo de su madre, a
quienes el muchacho se sentía psicológicamente atraído de la manera más anormal y
malsana. Lo más probable es que estos factores ambientales, doméstico y médico,
contribuyeran a producir en el carácter de Metchnikow defectos que determinaron una
carrera científica más bien desgraciada. Se observaban en él tendencias obsesivas
que, a veces, adquirían proporciones casi paranoicas, junto con una falta de madurez
asociada a la depresión.
A los ocho años, el destino brindó al neurótico muchacho, ya completamente atado a
las faldas de su madre, la oportunidad de ocupar su joven cerebro en una actividad útil.
Su segundo hermano, Leo, había vuelto del colegio, en San Petersburgo, a causa de
una enfermedad de la cadera, por lo que fue necesario contratar a un profesor
particular, para que pudiera seguir estudiando en casa. Aunque Leo era un discípulo
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muy inteligente, al profesor le impresionó mas el joven Ilya, que, pese a su juventud,
mostraba una rara disposición por las Ciencias Naturales. Más adelante, cuando entró
en el Instituto de Jarkov, Ilya empezó a consolidar sus primeras aspiraciones
científicas. Abandonó la religión de su familia y se hizo ateo cuando aún era
estudiante. Logró hacerse amigo del catedrático de Filosofía de la Universidad y
terminó sus estudios con medalla de oro. La primera fase de la vida científica de
Metchnikow consistió, al parecer, en una serie de episodios muy brillantes, aunque
alternados con periodos de conducta extraña, neurótica e inexplicable. Por ejemplo, no
tardó en definir un nuevo orden de animales de agua dulce, los Gastrotricos,
evolutivamente a mitad de camino entre los Rotíferos y los gusanos Nematodos.
También hizo valiosas aportaciones a la Embriología comparada. Pero un día, llevado
de un súbito impulso, decidió abandonar sus estudios en Jarkov para ir a Alemania, a
la universidad de Wurtzburgo. Por desgracia llegó allí en pleno período de vacaciones
y se comportó de manera curiosamente inmadura. Volvió a Jarkov desanimado y
alarmado por tan desdichada experiencia. Otro curioso episodio de su juventud es el
relativo a su trabajo como ayudante de un eminente profesor en Gotinga, con el que
deseaba estudiar Anatomía vertebral; pero no había pasado ni siquiera veinticuatro
horas en el laboratorio, cuando sorprendió a todos al tirar violentamente al suelo una
valiosa disección en un momento de cólera. Había dado ya sobradas pruebas de estos
extraños períodos de insociabilidad, que parecían formar parte integrante de la vida y
carácter del futuro rejuvenecedor. Con frecuencia lo incapacitaban para el trabajo
violentos ataques de mareo. Sentíase deprimido con facilidad. Su antigua «debilidad
óptica» seguía molestándole de vez en cuando. Las cartas que escribió a su madre en
este período muestran la persistencia de un vinculo emocional entre ambos que no era
natural. El examen psiquíátrico superficial del comportamiento de Metchnikow frente al
sexo opuesto revela que era incapaz de relaciones sexuales normales. Su interés
oscilaba entre las mujeres que se parecían a su madre y las chicas mucho más
jóvenes que el. Se casó en primeras nupcias con una mujer madura, y en segundas,
con una verdadera niña. Por suerte, su innata bondad despertó en esta jovencita el
deseo de amarle de manera satisfactoria, y acabó por ayudarle en sus trabajos
científicos y escribir su biografía. Ninguna de sus mujeres le dio jamás hijos. Se diría
que la pobre vida sexual de Metchnikow formase parte de su personalidad neurótica. A
medida que iba desarrollándose su importante carrera científica como naturalista y
biólogo, cuando se planteaba una situación difícil o se producía una crisis emotiva,
nuestro hombre reaccionaba retirándose a su torre de neurosis. En más de una
ocasión intentó suicidarse. A veces se encerraba en un cuarto oscuro para «descansar
la vista». Después de uno de estos períodos de depresión se prescribió a sí mismo un
régimen especial, y así se le ocurrió la idea de que la enfermedad que sufría era el
resultado de una intoxicación intestinal crónica causada por microbios. En este
momento concibió una idea sobre el rejuvenecimiento que, además de ser
notabilísima, tenía una base científica. Mas para comprender las extrañas ideas del
eminente biólogo, hemos de examinar más detenidamente la carrera de Metchnikow.
Sus primeros trabajos no merecen una especial consideración, si bien hemos de citar
el hecho de que durante sus viajes de juventud había empezado a sentir gran intert%
por la Biología marina. El año 1881 fue importante para él, para su esposa y para la
historia del rejuvenecimiento. Poco antes había intentado suicidarse de una forma
curiosa: inoculándose fiebre crónica. No mucho después de recuperar el equilibrio
físico y mental, murió su suegro, que les dejó una pequeña finca. La vida que llevaban
entonces en Pequeña Rusia no era muy tranquila, a causa de las fricciones entre el
Gobierno, los terratenientes y los campesinos. Por eso, la joven pareja - tenía sólo
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treinta y seis años y parecía a «una imagen de Cristo»- fue a vivir a orillas del
Mediterráneo, donde Metchnikow no tardó en absorberse en sus estudios de Biología
marítima. Con frecuencia resulta difícil seguir el hilo de los pensamientos de un
hombre de ciencia que está absorto en una determinada teoría. Pero la idea inicial de
Metchnikow, que sirvió para resolver uno de los misterios patológicos de nuestra
época, ha sido conservada tal y como el la expuso. Observaba las células móviles
mesodérmicas de la estrella de mar, cuando ...
«Un día..., a solas con mi microscopio, estaba yo observando la vida de las células
móviles de una larva transparente de estrella de mar, cuando un pensamiento
nuevo cruzó de pronto por mi mente. Se me ocurrió que tal vez células semejantes
sirvan para defender el organismo contra intrusos... Me dije a mi mismo que si mi
suposición era cierta, una astilla hincada en el cuerpo de la larva de la estrella de
mar, que carece de vasos sanguíneos y de sistema nervioso, quedaría rodeada en
seguida de células móviles...».
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había comprobado en numero variable en todos los tejidos. Los observó ingiriendo
corpúsculos rojos, células somáticas y espermatozoos deteriorados de casi todos los
tipos. A veces, las células que estudiaba hablan sido debilitadas a causa de procesos
evolutivos, por ejemplo, la absorción de la cola de los renacuajos en el transcurso de
su desarrollo, y a veces también a causa de toxinas, enfermedades e incluso vejez. De
acuerdo con las ideas que había elaborado, Metchnikow creía que el envejecimiento
era debido a debilidad. o anormalidad celular, y esto le parecía que encajaba bien con
la nueva y ya universalmente aceptada teoría de la fagocitosis. En resumen, la
presencia de ciertos organismos en los intestinos permitía a las toxinas pasar al
torrente circulatorio, con lo cual resultaban deterioradas las células somáticas, células
deterioradas que eran ingeridas por los macrófagos. El resultado de este proceso era
la depreciación celular de los tejidos. La senilidad sellaba la conclusión de esta serie
de sucesos.
Metchnikow pasó luego a someter su teoría a la prueba de la Anatomía
comparada. Como resultado, llegó a conclusiones que apoyaban su hipótesis. Muchos
seres marinos primitivos, en especial los que carecen de sistema digestivo
independiente -observa Metchnikow-, viven casi indefinidamente. Por ejemplo, se ha
comprobado que la especie llamada Actina mesembryanthemum vive sesenta y seis
años, sin perder nunca su capacidad reproductora. Muchos otros pólipos, que se
comportan de manera semejante, parecían confirmar el principio de que un conducto
digestivo poco diferenciado o inexistente es un factor que favorece la longevidad. A
Metchnikow le intrigó también el hecho de que ciertos moluscos, sobre todo los
gastrópodos, vivan indefinidamente y se distingan por la sencillez de sus aparatos
digestivos.
La diferencia entre la longevidad de las aves de presa y los animales voladores
parecía asimismo encajar bien en la idea de que la complejidad intestinal, con su
inevitable corolario de posible estancamiento e intoxicación por organismos, influye de
manera relativa en la duración de la vida. Metchnikow arguyó, convincentemente, que
los animales que son a la vez cazadores y presas, tienen una ventaja evolutiva si
pueden almacenar productos residuales en intestinos complicados y relativamente
estancados, hasta que les resulte mas fácil evacuarlos.
«He ideado la teoría de que los mamíferos han sido dotados de intestinos grandes,
para que puedan recorrer largas distancias sin tener que pararse a defecar... Los
mamíferos tienen que moverse con agilidad para capturar sus presas o huir de sus
enemigos.. . De acuerdo con tal supuesto, el gran desarrollo del intestino remediaría
una necesidad evidente en la lucha por la supervivencia.,. Aunque la capacidad del
intestino grueso preserve las energías de los mamíferos, implica ciertos
inconvenientes, que pueden acortar la vida del animal».
Sin embargo, las aves y los mamíferos voladores han evolucionado de tal manera, que
la falta de peso es fundamental para su economía biológica. Por esta razón tienen
intestinos muy simples, capaces de retener el alimento sólo durante poco tiempo.
Incluso los pájaros más pequeños, como el canario y la alondra, viven hasta veinte
años en cautividad, longevidad bien sorprendente si se considera su tamaño, y pájaros
mucho más grandes, como el cisne y el ganso, llegan hasta los setenta u ochenta.
Estos datos animaron a Metchnikow a elaborar un sistema de desintoxicación intestinal
como método para aumentar la longevidad y estimular el rejuvenecimiento. Aunque
Metchnikow dominaba el complejo mundo de la Anatomía comparada, no se sentía tan
a gusto en el laberinto, menos científico, de la Patología médica. Tratando de
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su intestino con el mayor numero posible de las bacterias del ácido láctico. Lo único
que lamentaba era el haber tenido éxito sólo a medias, de lo cual s e quejaba así: «A
pesar de todo, me van envenenando las bacterias de la fermentación butirica.» El gran
biólogo murió valiente y lentamente en 1916, pero no a consecuencia de ninguna
intoxicación, sino de insuficiencia cardiaca congestiva. No se sabe que la teoría del
rejuvenecimiento por desintoxicación intestinal perdiera mucho terreno después de su
muerte, porque había muchos e importantes defensores de la misma, dispuestos a
hablar, actuar y escribir en su apoyo.
Antes incluso de su muerte, se discutía ya mucho, en círculos médicos bien
respetables, sobre las ventajas e inconvenientes de la intoxicación intestinal. Ya en
1913, la «Royal Society of Medicine», celebró un simposio de seis sesiones sobre esta
cuestión, en el que hablaron hasta cincuenta personas. A juzgar por las cartas
publicadas en revistas médicas de la época, los médicos ingleses estaban divididos
sobre la verdadera importancia de la teoría. Es extraño que las enseñanzas de
Metclmikow interesasen más a los cirujanos que a los médicos y que aquellos
comprobaran que podían mejorar notablemente la salud y vitalidad de sus enfermos
poniendo en práctica las teorías de Metchnikow. El resultado de esto fue que varios
miles de enfermos perdieron, literalmente, centenares de metros de intestino grueso
por consejo y obra de sus propios cirujanos.
Mas no vaya a creerse que tales hazañas quirúrgicas fueran realizadas por personas
profesionalmente inferiores.
El más notable seguidor de estas teorías fue nada menos que Arbuthnot Lane, P. R. C.
S. (1), cirujano del «Hospital Guy» y decano de los cirujanos del «Hospital de Great
Ormond Street». Según Lane, la estasis intestinal era una forma crónica de
intoxicación, y describía sus signos y síntomas, que, en muchos casos, eran idénticos
a los de la vejez prematura. Entre ellos se observaba «una pérdida progresiva de grasa
y crecientes manchas cutáneas que hacían la piel rígida, anormalmente oscura y de
aspecto como sucio». Esto -pensaba Lane- se notaba, particularmente en las mujeres,
«en el cuello, los párpados y las mejillas. Sus pechos experimentaban también
cambios degenerativos¡. Se creía que la enfermedad de Lane -como se llamó más
tarde este síndrome-, predisponía también al cáncer, tuberculosis, artritis reumática,
gota y úlceras, así como al desmayo, mareo, neuralgias, dolor de cabeza y, en
general, a la falta de joie de vivre.
A veces, conocidos médicos aceptaban la teoría de la autointoxicación como causa de
enfermedades y vejez prematura. Uno de los más importantes fue el cardiólogo Sir
James Mackenzie, el cual creía que la llamada por el «enfermedad X» del corazón -
ahora tiene el nombre de neurosis cardíaca era causada por la autointoxicación
intestinal.
Hubo también especialistas de otras ramas de la Medicina según los cuales el
envenenamiento intestinal minaba prematuramente la salud de los enfermos. Ernest
Clark, por ejemplo -eminente oftalmólogo de comienzos de siglo-, estaba convencido
de que la toxemia intestinal era causa del endurecimiento del cristalino, que dificultaba
la visión de la misma manera que la vejez. Durante algún tiempo gozó de gran auge el
tipo de rejuvenecimiento quirúrgico propugnado por Lane. Pero los años treinta vieron
el fin de las operaciones de corto circuito, como cura de los terrores de la estasis y la
autointoxicación intestinal.
(1) Fellow of the Royal College of Surgeons (miembro del Real Colegio de Cirujanos). - (N. del T.).
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Para entonces, la verdadera razón de tales operaciones se había alejado de las ideas
del rejuvenecimiento propiamente dicho. Quedaban, desde luego, núcleos de
resistencia acá y allá, influidos quizás aún, subconscientemente, por las teorías de
Metchnikow.
Sir Henry M. W. Gray, de Montreal, se mostraba, todavía en 1936, muy satisfecho por
los resultados de su operación Lane modificada, que él llamaba «limpieza primaveral
del abdomen» (1). Sin embargo, el gran Sir Arbuthnot había abandonado ya el campo
de la Cirugía activa para fundar la New Health Society (Sociedad de la Salud Nueva),
que predicaba el evangelio de la salud positiva a base de remedios como el aire
fresco, la comida adecuada y, lo que es significativo, la regularización de la actividad
intestinal con ayuls de enormes cantidades de parafina líquida. Actualmente, los
cirujanos británicos han abandonado las operaciones de estasis intestinal, siguiendo la
opinión de Sir Adolphe Abrahams -publicada en la Enciclopedia de que tal condición no
existió nunca en la realidad. Los libros sobre los efectos saludables y rejuvenecedres
de las bacterias del ácido láctico -ya se tome este en forma de queso, leche cortada o
yogur- no los lee ya nadie, y concretamente el yogur se ha convertido en un postre
muy agradable, que se vende en las lecherías y es preferido especialmente por los
niños.
Metchnikow habría encontrado un gran estímulo en la moderna revolución
farmacológica. Es probable que las drogas psicotrópicas que se usan ahora, con tan
excelentes resultados en buen número de enfermedades de origen psíquico hubieran
ayudado a su personalidad psicopática a adaptarse mejor a su ambiente. Hoy se
emplean antibióticos, sobre todo por vía oral, capaces de esterilizar en pocas horas el
contenido de todo el intestino. Nadie se sentirá más joven después de este
tratamiento, que a menudo resulta contraproducente, pues hoy sabemos que la flora
intestinal normal es necesaria para la salud. Es significativo que tomando yogur junto
con antibióticos de amplio espectro o inmediatamente después de estos, se eliminen
muchos de los síntomas de diarrea y de los trastornos intestinales que suelen ser
consecuencia de un tratamiento masivo con antibióticos. Con toda probabilidad, esto
se debe al gran número de bacterias de ácido láctico que contiene el yogur.
(1) Alusión a la spring cleaning, limpieza primaveral que se ueva cabo en las casas inglesas todos los
años. - (N. del T)-J.of Surgical Practice-
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TERAPÉUTICA CELULAR
Incluso en manos del cirujano más competente toda operación tiene sus propios e
inherentes riesgos y complicaciones. Cuando es necesario, por ejemplo, extraerla
glándula tiroides -y a sea por causa del bocio simple o tóxico-, siempre cabe la
posibilidad de extirpar accidentalmente tejido paratiroideo junto con la glándula
enferma. Esto puede ser debido a varias causas. A veces las cuatro diminutas
glándulas paratiroideas, que yacen generalmente en la cara profunda del tiroides, se
hallan anormalmente colocadas. Pueden ser adherentes o estar encajadas en tejido
tiroides o de forma que ni siquiera la disección quirúrgica más cuidadosa consiga
revelar su posición durante la operación.
Esto es lo que debió de ocurrir en la clínica de Berna, en 1931, cuando un cirujano
desconocido practicó con excesivo entusiasmo una tiroidectomía, y durante el período
postoperatorio el paciente empezó a mostrar, primero, irritación y temor y, luego, las
sensaciones anormales y los calambres musculares que suelen ser los primeros
síntomas de la tetania paratiroidea. Hoy día este estado de cosas habría sido
dominado en seguida mediante un tratamiento a base de calcio intravenoso y
hormonas paratiroideas; pero a comienzos de los años treinta, tal complicación era, a
menudo, el primer paso hacia una muerte particularmente dolorosa.
Al enfrentarse con tan seria crisis clínica, el cirujano recurrió a su director,
profesor De Quervain, el cual confirmó el diagnostico y ordenó proceder a un
tratamiento de urgencia, sin que con ello se observara una mejoría perceptible en el
paciente, cuyos calambres tetánicos eran cada vez más intensos. Se temía un funesto
desenlace.
Pero en tan angustiosa situación, De Quervain recordó la obra de un joven cirujano
que vivía cerca de allí, en Montreux, y que había publicado recientemente trabajos
sobre un tema muy de vanguardia: el injerto de glándulas animales en tejidos
humanos. Pensando, quizá, que las situaciones desesperadas requieren remedios
desesperados, el director se puso en contacto con el cirujano en cuestión, Paul
Niehans, que accedió a tratar de remediar el caso.
Tras examinar al paciente, Niehans se mostró escéptico. «Como el enfermo llegó a mi
moribundo, no me era posible pensar siquiera en la posibilidad de un trasplante
quirúrgico, de modo que se me ocurrió cortar en pedazos diminutos la paratiroides de
un buey, hacer una suspensión con una solución salina fisiológica e inyectarla en los
músculos pectorales del paciente». Según parece, al profesor De Quervain le causó
horror tal método, ya que, como todos los médicos aceptaron posteriormente, la
inyección de grandes cantidades de proteína «ajena» al cuerpo tendrá que ir seguida,
irremediablemente, por una violenta reacción en forma de schok anafiláctico. Pero no
se produjo tal reacción. Niehans había dado por supuesto que tendría que poner más
inyecciones de la suspensión o, si el estado del paciente mejoraba, practicar una
operación clásica de implantación. Pero la mejoría del enfermo fue tan espectacular,
que no tardó en hacerse patente la superación de la crisis. Niehans contó más tarde
que se había sentido repentinamente iluminado tan pronto como el paciente mostró los
primeros síntomas de mejoría. Dedujo, quizás erróneamente, que las células
paratiroideas vivas inyectadas por él habían proliferado en el cuerpo y compensado la
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deficiencia en secreciones internas. Sea como fuere, el año 1931 pasara a la Historia
como la fecha en que nació la Terapéutica celular de Niehans o, como se llamó más
adelante, la «implantación de órganos mediante inyección».
Al mismo tiempo se desencadenó una controversia, que aún no se ha resuelto
satisfactoriamente.
Niehans tal vez sea hoy el más famoso de los rejuvenecedores profesionales.
Dijo Goethe: «Vivimos el tiempo que Dios nos ha destinado, pero hay una gran
diferencia entre vivir desdichadamente, como pobres perros, y sentirnos bien y
vigorosos.» Niehans hizo cuanto estuvo en su mano por poner en práctica las ideas del
poeta. El resultado directo de esto es que se ha rodeado de un circulo único de
pacientes. Aunque no hay realmente pruebas que permitan creer este rumor, y
Niehans, por su parte, no lo ha confirmado, se cree que fue llamado a consulta, junto
con otros eminentes médicos y cirujanos, cuando se descubrió que el difunto rey Jorge
VI de Inglaterra sufría enteritis.
Sin embargo, no cabe duda de que Niehans ha tratado a personas muy
importantes, entre otras, al más poderoso príncipe de la India, el rajá de Darbhanga.
Su enfermedad fue diagnosticada por Niehans como distonía neurovegetativa. A juzgar
por los síntomas, parece que se trata de una simple depresión, de tipo endógeno,
asociada a insomnio e impotencia, más bien que de un mero «coctel de ennui», que
fue el nombre que dio al síndrome el biógrafo de Niehans: Gilbert Lambert. Niehans
inyectó células placentarias y testiculares y consiguió una reacción favorable en tres
semanas.
En épocas ulteriores de su carrera de éxitos, Niehans rejuveneció a notables
personalidades, como Winston Churchill, el doctor Adenauer, Bernard Baruch -el
conocido financiero-, Gloria Swanson y el famoso director de orquesta Furtwängler.
Somerset Maugham dio permiso al News of the World (1) para describir sus visitas a
Niehans en 1964, cuando el conocido escritor tema ya noventa años. Maugham no
sólo pareció beneficiarse de aquel tratamiento, sino que su secretario, Alan Searle, que
también se hizo tratar por Niehans, se sentía después tan joven, que desafiaba a quien
quisiera, a encaramarse a cualquier árbol».
Evidentemente, Niehans dijo que había llegado su gran momento cuando fue
requerido para visitar a Pío XII, cosa que ocurrió en un momento particularmente difícil
para el, como veremos más adelante. Para examinar el éxito que han tenido eminentes
médicos con sus enfermos, es importante investigar también el tipo de personalidad de
que se trata, además del método terapéutico, porque lo más probable es que la una se
deje influir profundamente por el otro. Un rápido examen de la vida de Niehans nos
permite ver que había nacido en circunstancias muy adecuadas, tanto social como
temperalmente, para ser médico y confidente de personas importantes. Su padre,
joven cirujano de veintiocho años y ya bien afincado en Berna. sintiose atraído por el
encanto de una chica de diecisiete años llamada Arma Kaufmann, que vivía cerca, y
que era protegida de una familia alemana de la ciudad. iCuál no sería su asombro
cuando, al dirigirse a los tutores de la señorita Kaufmann, descubrió que por sus venas
corría la sangre azul de los Hohenzollern!
Porque Anna era -ni más ni menos uno de los numerosos vástagos ilegítimos del
difunto rey Federico III de Prusia, cuyo hijo, Guillermo II (conocido más tarde por el
nombre antonamásico de «El Kaiser»), ocupaba ya el trono imperial de Alemania.
(1) Semanario sensacionalista inglés que tiene probablemente la tirada más alta del mundo: diez
millones de ejemplares. - (N. del T-)
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Conviene hacer constar que, aunque esta historia es aceptada por todos los biógrafos
de Niehans y confirmada por el propio Niehans, no la hallarnos en los libros de
consulta actualmente en uso, ni en los documentos históricos que hemos consultado.
A pesar de todo, la conducta ulterior de Paul Niehans parece confirmar su veracidad.
El Kaiser Guillermo fue, al parecer, generoso con su hermanastra, ya que
ordenó a su embajador que lo xw presentara en la boda, la cual se celebró en la
catedral de Berna, y aprobó la unión con una pingüe renta vitalicia. (Dicho sea de
paso, parece ser que Anna Niehans correspondió a la generosidad y bondad de su
hermanastro haciendo varios viajes en secreto para visitarle, al amparo de su
nacionalidad suiza, durante el desastre de 1917 a 1918.)
La joven pareja tuvo solo un hijo: Paul. Todos los datos de que disponemos
indican que fue un muchacho brillante. Se conserva una carta escrita por uno de sus
profesores de Matemáticas, que dice: «No es corriente encontrar talentos de este tipo.
Me tomo la libertad de llamarle a usted la atención sobre la necesidad de animar a su
hijo todo lo posible al estudio de las Matemáticas.» Es significativo que la elogiosa
carta terminara así: «La fuerza de su imaginación puede llevarle rápidamente al
extremo mismo del conocimiento humano.»
El joven Niehans no fue solo un brillante estudiante, sino, además, un gran tirador,
tanto con escopeta como con arco. Era también excelente jinete. A los diecisiete años,
su deseo era el de asistir a la escuela militar de Potsdam y entrar en un regimiento del
Kaiser Guillermo II. Pero los prudentes consejos de sus padres le disuadieron y acabó
por entrar en un seminario, en el que se doctoró en Teología a los veintiún años.
Niehans era por aquel tiempo un joven muy alto y rubio, de ojos azules como el acero
y muy popular en Berna por su encanto social, inteligencia y fervor.
Sin embargo, el joven pastor comprobó que no le satisfacía su vida como doctor en
Teología. Influido quizá por su padre, decidió renunciar a la Iglesia y dedicarse a la
Medicina. Niehans, durante sus años de estudiante en la Facultad, sintió, al parecer,
una verdadera obsesión por la vida social, pues asistía a todas las fiestas elegantes y
bebía en tabernas hasta el amanecer, muy al gusto de comienzos del siglo XX.
Sus primeros pasos como médico tienen poco interés para nosotros, al menos
por lo que se refiere a su obra ulterior en el campo del rejuvenecimiento, y su carrera
militar estuvo punteada de episodios que dan prueba de su gran aplomo y su
intolerancia para aquellos a quienes consideraba sus inferiores intelectuales o
sociales. En cierta ocasión, siendo segundo teniente, se presentó, sin haber sido
llamado, ante el Kaiser -quien, según parece, se mostró sorprendido y encantado de la
audacia del joven oficial, tanto, que insistió en que Niehans se incorporase a su séquito
como aide durante un breve periodo de tiempo. Finalmente, tras varios años de
práctica de la cirugía militar que, por cierto, le perjudicó más que otra cosa en los años
siguientes, cuando varias autoridades extranjeras descubrieron su parentesco con el
emperador alemán-, Niehans puso fin a su carrera militar para dedicarse al ejercicio
privado de la Medicina. No tardó en verse muy solicitado por un sector muy
especializado de la Cirugía: la implantación glandular. Gradualmente fue extendiendo
el campo de sus actividades y, en 1931, con la importante inyección glandular de que
ya hemos hablado, llegó el momento clave de la extraordinaria carrera de Niehans.
En la decisión de Niehans de dedicarse al arte del rejuvenecimiento, arriesgado
y difícil, además de poco corriente, intervinieron muchos factores secundarios. Su
dinamismo innato y su arrogancia, naturales en un Hohenzollern, contribuyeron a ella.
Otro de los factores fue la herencia de una pingüe renta al morir su madre. Es posible
que la variadísima experiencia de su juventud fuese indicio de una repulsión casi
obsesiva por la rutina. Pero, en todo caso, fue un objetivo más emocionante que
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(1) O sea, 8250 pesetas, ya que, al cambio, el franco suizo equivale a 16,50 pesetas. - (N. del T.)
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Pese a todo, Niehans tenía la suficiente confianza en su técnica, ya que había puesto
3.000 inyecciones de este tipo sin accidente alguno, de modo que siguió adelante y
terminó la operación. Los minutos transcurrieron lentos después de la operación, pero
no se observó ninguna reacción desfavorable. Finalmente, el profesor Schmidt se
despidió de Niehans, admitiendo, a regañadientes, a propósito de sus investigaciones
sobre el shock anafiláctico:
-Niehans, con un solo experimento ha echado usted a rodar veinte años de trabajo
mío.
Más adelante, el profesor Schlnidt prologó la obra de Niehans sobre terapéutica
celular.
Probablemente, la objeción más violenta opuesta a las técnicas rejuvene-
cedoras de Niehans fue la relativa a la viabilidad de las células que éste ínyecta.
Aunque, como ya sabemos, Niehans ha dicho que la integridad biológica de las células
inyectadas no es absolutamente vital para el rejuvenecimiento, éste sigue siendo el
principal obstáculo opuesto a la aceptación general de las ideas de Niehans. Sin
embargo, es curioso que una de las campañas que más daño han hecho a Niehans
fuese iniciada, no partiendo de estas premisas, sino de la de que !as células
inyectadas podrían multiplicarse dentro del organismo y causar una enfermedad
maligna, por ejemplo, cáncer. Niehans trató de replicar a estas criticas cultivando
vivas, juntas, células malignas y células frescas, recién extraídas de órganos de
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(1) En la calle céntrica de Harley tienen su consultorio muchos de los médicos más famosos de
Inglaterra. - (N. Del T.)
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relación con ciertas investigaciones efectuadas unos cuarenta años antes por el
endocrinólogo británico W. C. Rowan.
En efecto, Rowan había demostrado que el período anual de crecimiento
testicular en cierta variedad del pinzón podía estimularse aumentando el período de
tiempo diario durante el cual el pájaro era puesto en contacto con la luz. Es decir, que
la duración de los estímulos luminosos en el ojo de un animal podía inducir cambios,
por medios endocrinos, en los órganos sexuales. En estos últimos años se han ido
descubriendo nuevos misterios de la glándula pineal. Grupos de ratas fueron
encerradas en la mayor oscuridad durante seis días, mientras que otras permanecían
en contacto con luz durante el mismo número de horas. Luego fueron examinadas sus
glándulas pineales. Las de los animales sometidos a la luz eran más pequeñas y
tenían menores cantidades de la enzima que interviene en la producción de la
melatonina, que las de los que hablan pasado el tiempo en la oscuridad. De esta forma
se demostró que la luz influye en la glándula pineal a través del sistema nervioso
simpático, Con ayuda del microscopio electrónico y de técnicas del marcado radiactivo
se estableció también un ritmo concreto de la actividad pineal.
El doctor Seymour S. Kety, Jefe del «Clínical Science Laboratory», perteneciente al
«National Institute of Mental Health», afirmó
«... que hay relación, por medio del sistema nervioso simpático, con un posible
reloj interior. En la glándula pineal, esta relación puede ser considerada como una
«estación de relevo». Aunque la serotonina desempeña en la glándula un papel
semejante al de un reloj, se ha demostrado que, en las ratas, se de tiene todo el
ritmo cuando se seccionan los nervios simpáticos que conducen a la glándula... Es
muy interesante considerar que tenemos un reloj interior con una esfera de
veinticuatro horas aproximadamente. Aun cuando no sabemos con seguridad si la
glándula pineal es nuestro reloj biológico, nos interesa mucho averiguar su relación
con un mecanismo regulador ya conocido.»
Es evidente que los experimentos del profesor Parhon con la glándula pineal merecen
ser citados con referencia a las ideas vigentes sobre el rejuvenecimiento a la luz de los
descubrimientos de la investigación moderna, porque si llegase a ser posible cambiar
el ritmo de un mecanismo relojero biológico interior, se produciría, con toda seguridad,
un rejuvenecimiento, al menos por lo que se refiere a la edad cronológica.
Sin embargo, las investigaciones realizadas en Bucarest, acabaron por
apartarse de la glándula pineal; pese a ello, 1947 fue un año memorable para los
rumanos. El rey Miguel se vio forzado a abdicar y se proclamo la República Popular
Rumana. En seguida se empezó a preparar un programa científico estatal, en el que
se incluía un plan de investigación sobre el envejecimiento, que fue asignado al
«Centro Geriátrico» de Bucarest, llamado hoy «Instituto Geriátrico C. I. Parhons».
En 1951 se estudiaron más ampliamente ciertos problemas de Gerontología, Geriatría
e Ilikibiología. Ciento ochenta y nueve pacientes del Instituto fueron cuidadosamente
examinados desde los puntos de vista clínico y bioquímico y sometidos luego a
tratamiento con extractos de tejido (bazo, placenta, cápsulas suprarrenales, glándula
pineal y tiroides), vitamina E y balaneoterapia.
Para entonces ya había surgido un nombre nuevo en las memorias científicas
publicadas por el Instituto Parhon. Era el de la profesora Aslan, la cual añadió un
nuevo método terapéutico al arsenal de los utilizados por el Instituto. Se empleó en
algunos de los pacientes más graves, sobre todo los afectos de hipertensión,
enfermedades degenerativas de las articulaciones, reumatismo, cirrosis y otras varias
lesiones degenerativas del sistema nervioso. La edad de estos pacientes oscilaba
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entre los sesenta y noventa y dos años. Ante la sorpresa de todo el mundo, se lograron
grandes rejuvenecimientos entre los tullidos geriátricos, y la doctora Anna Aslan se
convirtió, casi de la noche a la mañana, en una nova del firmamento del arte del
rejuvenecimiento.
La doctora Aslan se había ocupado anteriormente en programas de
investigación -junto con el profesor D. Danielopolu, así como en su propia clínica, en
Timisoara- relativos al tratamiento con novocaína, del asma, la artritis y el embolismo
de los miembros. Más adelante incluyó también el tratamiento de la acrocianosis y las
úlceras tróficas. Una de las mayores dificultades para aquilatar estos trabajos es la
imposibilidad de llegar a conclusiones científicas concretas, debido a la ausencia de
algo que se parezca, ni siquiera remotamente, a una prueba clínica controlada en
cualquiera de las fases de los mismos y de la que fuera posible deducir pruebas
estadísticas suficientes. Sin embargo, en el caso de la artritis, la obra publicada por la
investigadora nos da ciertos indicios que, por lo menos, se acercan a los principios
aceptados de la Medicina experimental.
Ciertos animales fueron infectados experimentalmente de artritis por medio de
inyecciones de formaldehído, y posteriormente se les pusieron inyecciones
intraarteriales de soluciones de novocaína. Aunque parezca sorprendente, se produjo
una curación aceptable. Pero, además, los animales curados con novocaína mostraron
más resistencia a los renovados intentos de provocación de artritis. Durante estos
experimentos, la doctora Aslan observó «efectos especiales en el estado general de
nutrición de los animales afectados, que engordaron y adquirieron un pelaje más
tupido y reluciente... Ello nos indujo a suponer que esta sustancia ejercía efectos
tróficos de tipo general...»
Influida quizás por tan interesantes resultados, la doctora Aslan -al iniciarse la
década de los cincuenta- empezó a administrar a 45 pacientes del hospital del Instituto
y a 2.500 no residentes en él, inyecciones intramusculares de 5 c.c. en una solución al
2 % de novocaína (con un pH de 4,2 a 5), tres veces a la semana, durante un período
indefinido y variable. Aunque no disponemos de estadísticas sobre el número de
pacientes a quienes benefició este tratamiento, conocemos casos individuales
realmente notables.
V. V. era una mujer anciana, débil e inactiva en 1949, cosa, por otra parte,
natural en una persona de noventa y un años de edad. Llevaba algunos años en
observación y tenía muchos síntomas de senilidad, como incontinencia urinaria,
hipotonía muscular, prurito, graves deficiencias auditivas y visuales e hipertensión. A
juzgar por la descripción de su estado clínico, sufría también osteoporosis, demencia
senil precoz y artritis. Después del primer tratamiento con novocaína, desaparecieron
los dolores artríticos y osteoporóticos y, en general, mejoro su condición. Dos años
después, un nuevo tratamiento alivió el prurito, recupero parte de la agudeza auditiva y
mejoro el estado de la piel. En el mismo año, sus músculos se vigorizaron, empezó a
andar bien e incluso pudo tocar el suelo con los dedos doblando la cintura.
Durante el año siguiente, su pelo, blanco hasta entonces, empezó a crecer más oscuro
en las sienes. También podía concentrarse mejor. En 1956, a la edad de noventa y
siete años, el pelo había recobrado ya, en un 80 %, su anterior color oscuro, se
mostraba más viva, subía sin ayuda las escaleras del Instituto, salía sola y era capaz
de hablar de manera coherente sobre sus experiencias nuevas y anteriores. Llegó a
pesar cuatro kilos y medio más que antes de iniciarse el tratamiento.
He aquí ahora otro caso, esta vez de una enferma de setenta años, residente en
la clínica, que sufría, al principio, glaucoma, cataratas, arteriosclerosis, artritis y
depresión. Tenía la piel atrofiada y queratótica y el cabello blanco. En 1952 sufrió un
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terapéutico en la vejez y otras dolencias tróficas», la cual tuvo muy poco éxito. La
patrocino el Daily Mail, que, por desgracia, creyó necesario anunciar, inoportunamente,
que la conferencia de la doctora Aslan sería considerada confidencial y no comunicada
en modo alguno a la «National Press» (rival). El corresponsal del British Medical
Journal, que informó sobre ella, sacó una impresión muy pobre del acto. Es posible
que no tuviera intención de herir al público cuando dijo, en su reseña, que este se
componía, principalmente, de «doctores en Medicina general». Además, en el último
momento, el presidente no pudo asistir y hubo que nombrar a toda prisa un sustituto.
Por desgracia también, la doctora Aslan hubo de luchar, en su conferencia, con
dificultades lingüísticas, aunque se las arregló para empezar con un prólogo en ingles
elogiando los éxitos geriátricos británicos, para pasar luego a informar sobre sus
investigaciones en un excelente francés. Después entregó su manuscrito a un
traductor, quien lo leyó en inglés. Pero cuando los asistentes lo hubieron oído entero,
no encontraron ningún dato nuevo en él. Fueron invitados a hacer preguntas sobre el
rciuvenecimiento con procaína, mas, por desgracia, en lo referente a este tema, la
reseña del corresponsal de la revista médica fue decepcionante, ya que «ninguna de
las preguntas, ni las respuestas de la doctora Aslam, añadieron gran cosa a lo que ya
había dicho».
La reseña del British Medical Journal criticaba los informes clínicos del Grupo Parhon,
refiriéndose, sin duda, con estas palabras, a los ya publicados por el Instituto Parhon
de Geriatría, porque resultaban «tristes de leer para el clínico habituado a los métodos
científicos modernos, por verse en ellos una falta casi total de controles y no
procederse a comprobar rigurosamente los datos obtenidos». Sin embargo, una
detenida lectura de estas publicaciones demuestra que no es cierto que no se llevaran
controles, aunque no se daban a conocer las valoraciones y juicios clínicos
sistemáticos.
Tales valoraciones, las cuales conducen a que ninguno de los participantes
sepa que pacientes están siendo sometidos al método cuya eficacia se va a investigar
(ni los propios pacientes, ni la enfermera, ni el médico, ni los demás ayudantes), no
pueden aplicar, naturalmente, a todas las formas de investigación médica. Si, por
ejemplo, se produce una curación, razonablemente comprobada, de un cáncer
inoperable o incurable, gracias a la administración de un determinado fármaco o a un
tratamiento nuevo, lo cual salva la vida de numerosos pacientes, es dudoso que
ningún clínico, por muy habituado que esté al «método científico moderno», encuentre
justificación para negar ese fármaco o tratamientos a sus propios pacientes. La
profesora Aslan pudo muy bien haber hecho lo mismo con sus pacientes geriátricos, si
estaba convencida de que negarles el tratamiento equivalía a condenar a muchos de
ellos a una muerte prematura.
Otro aserto que perjudicó la reputación de la profesora Aslan emanó también de
Ia misma reseña del British Medical Journal. Aunque luego decía que «la profesora
Aslan ha causado una impresión personal sumamente favorable, pues es mujer dotada
de sentido del humor, encanto y entusiasmo, además de -y aquí es donde está el
venenun infinito optimismo terapéutico..., carecemos de verdaderas pruebas de que
esa sustancia (la procaína) valga para nada, y toda la publicidad que le ha dado la
Prensa ejercerá el efecto negativo de despertar en muchos la esperanza de que, por
fin, se ha descubierto el elixir de larga vida. La búsqueda de ese elixir, de la piedra
filosofal, de la panacea, es un interesantísimo capítulo de la historia de la Medicina y el
constante sueño de los químicos.
Lo más probable es que la hostilidad que sintió el mundo de la Medicina hacia el
rejuvenecimiento con procaína tuviera tres motivos principales: Primero, los artículos
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sensacionalistas que dedica la Prensa al más ligero rumor que circule sobre el tema
del rejuvenecimiento. Segundo, el hecho de que las investigaciones sobre el
rejuvenecimiento a base de procaína llegaran a nosotros procedentes del otro lado del
telón de acero, y es bien sabido el recelo que siente la opinión médica británica y
norteamericana ante noticias sobre Medicina procedentes de ciertos países europeos.
Aceptar noticias llegadas de Rumania en aquel momento histórico, había podido ser
interpretado casi como nihilismo terapéutico. Hubo, sin duda, quienes creyeron que la
doctora Aslan era una charlatana, hábil expositora de sus experimentos,
cuidadosamente seleccionados para ganar cierta reputación mundial en el terreno del
rejuvenecimiento. Para otros era, simplemente, un ejemplo encantador del autoengaño
científico.
Pero la principal razón de que se rechazara el método del rejuvenecimiento con
novocaína, no tiene nada que ver con estos curiosos recelos psicológicos. Lo que más
perpleja dejaba a la gente era que no hubiese ninguna explicación lógica de la forma
en que actuaba la procaína en este sentido. El principal obstáculo era que la procaína
se transforma con mucha rapidez en la sangre en dos sustancias relativamente
inactivas desde el punto de vista químico. ¿Cómo podía, pues, estar dotada de
propiedades rejuvenecedoras?
Al publicarse el trabajo de la profesora Aslan, se comprobó que no era
demasiado explícita en lo tocante a la bioquímica de la novocaína. La autora se
mantiene fiel a su opinión explícita de que la vejez es una distrofia y de que la
degeneración progresiva de los ancianos puede ser frenada por medio de la
novocaína. Los experimentos que se han llevado a cabo en el laboratorio y los ritmos
de crecimiento de ciertas colonias de bacterias e infusorios no han hecho sino reforzar
su creencia de que la novocama y sus ingredientes tienen propiedades vitamínicas o
biocataliticas. El misterioso producto «H3», que se ha infiltrado en la nomenclatura del
rejuvenecimiento, no es más que una expresión taquigráfica inventada por Aslan para
establecer la diferencia entre la novocaína y sus ingredientes. En general, la doctora
cree que el fundamental efecto de la novocaína puede desarrollarse en los niveles de
oxirreducción celular.
La doctora Aslan no ha negado nunca el hecho de que la novocaína se
transforma rápidamente, en el organismo, en sustancias que tienen poca o ninguna
acción rejuvenecedora. Pero negar que la terapéutica a base de novocaína a lo Aslan
ejerza efecto físico alguno, es negar muchos datos publicados o incluirlos en el
aterrador cajón de sastre de los fraudes científicos, perpetrado, en este caso concreto,
con el probable objeto de sembrar la confusión en el mundo occidental.
Por ejemplo, experimentos realizados en la granja de Berkovitza (Bulgaria) muestran
que corderos tratados con novocaína durante un periodo de treinta días aumentaban
de peso casi en un 15 % respecto al grupo testigo.
Comprobaciones oscilométricas llevadas a cabo en hombres de edad avanzada, junto
con estudios realizados paralelamente sobre las presiones locales y generales del
medio ambiente, revelan que existe una relación entre los datos oscilográficos y el
tono, elasticidad y reactividad arteriales. Los resultados de estas investigaciones
mostraron la existencia de una gradual degeneración de la función arterial a lo largo de
los años en los pacientes no tratados, mientras que la novocaína frenó esta tendencia
en los sometidos a tratamiento. En otros experimentos se tomó el ritmo circulatorio
como índice más o menos exacto de la adaptabilidad vascular, ritmo que, en
circunstancias normales, aumenta con la edad, pero que también baja los valores
cronológicamente anteriores después del tratamiento con novocaína.
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Otro, y poco conocido, dato bioquímico, es que los cambios que se verifican en
las proporciones de albúmina respecto a la globulina de la sangre, pueden ser
profundamente modificados por la novocaína.
También se han publicado otros efectos psicológicos inexplicables. Según un
informe científico, en el que se estudiaban los efectos de una sola inyección
intravenosa de novocaína, se comprobó que había aumentado significativamente en la
sangre el número de leucocitos dos horas después de la inyección.
Una de las pruebas definitivas que exige la mentalidad científica cuando se ve
ante un posible progreso científico, es la de que puedan ser confirmados por otros
científicos de la misma especialidad los resultados que se proclaman. Por lo que se
refiere a la novocaína, cabe decir que apenas se tienen datos de que otros hayan
repetido los notables experimentos de la doctora Aslam.
Desde luego, se ha publicado algo muy parecido en Albánia! donde dos médicos
administraron una serie de inyecciones de novocaína a los internados en un asilo de
ancianos de la ciudad de Halle. Tras una o dos series de inyecciones, los resultados
fueron alentadores por lo que se refiere a los achaques arterioescleróticos y artríticos.
En experimentos ulteriores se incluyeron inyecciones simultaneas de preparados
polivitamínicos y novocaína, por lo cual no puede sostenerse que los resultados sean
realmente comparables. Sin embargo, los autores se mostraron reticentes respecto a
si estaba justificada la aplicación de la palabra rejuvenecimiento a este caso concreto.
Tal vez se dieron cuenta de que aquello sería dinamita verbal, y ello los indujo a ser
prudentes.
En Inglaterra nadie parece hallarse suficientemente interesado en demostrar o refutar
la obra de la doctora Aslan. El doctor Abraham Marcus, redactor-médico del Obsever,
menciona un pequeño experimento clínico realizado por un geriatra de Yorkshire con
objeto de poner a prueba el método para ver si podía ser aceptado por la opinión
médica inglesa. Los resultados, por lo que se refiere al rejuvenecimiento, fueron
completamente negativos. Sin embargo, es significativo, en la historia de las ideas
sobre esta cuestión, el hecho, aceptado, de que mejorasen la condición del pelo y la
piel de los pacientes. En los Estados Unidos, en general, tampoco hay apenas interés,
aparte un experimento clínico importante llevado a cabo en el «Patton State Hospital»
de California.
El experimento, aunque no de gran amplitud, fue bien organizado. Fueron
seleccionados cuarenta y cinco pacientes con este objeto, ninguno de menos de
setenta años. Todos ellos tenían un historial de arteriosclerosis y artritis degenerativa.
También sufrían deterioro mental orgánico bastante desarrollado, con síntomas que
incluían perdida de memoria y obnubilación general del sensorio. Solo seis de estos
pacientes sabían la hora que era; sólo catorce sabían dónde estaban, y no más de
trece se percataban de su propia identidad. Veintiocho recordaban el lugar de su
nacimiento, y sólo diez sabían el nombre del presidente de los Estados Unidos. Todos
ellos habían estado en el manicomio por lo menos noventa días, pero ninguno más de
cinco años.
Los cuarenta y cinco pacientes fueron divididos en tres grupos de quince. Cada
grupo fue sometido a una serie de inyecciones tres veces por semana, hasta un total
de diez dosis. Luego, tras un período de descanso de una semana, se procedió a una
segunda tanda de diez inyecciones. Todas las inyecciones parecían iguales a primera
vista, y alguno de los participantes sabía «quién», recibía «qué», inyección, pues la
verdad era que una inyección contenla procaína; otra, una mezcla de ácido nicotínico y
vitamina B, y la tercera, una solución salina normal.
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Las glándulas sexuales tal vez sean el más complicado pasaje de la historia de la
Medicina, por su mezcla de datos auténticos y falsos; más decepcionante, por las
grandes esperanzas que terminaron en completo desencanto, y más angustioso por el
número de reputaciones que se derrumbaron acosadas por la más implacable crítica.
Es también notable por la influencia que ha ejercido en la historia de las ideas sobre el
problema del rejuvenecimiento.
El comienzo de esta historia parte, lógicamente, de Charles Edouard Brown-
Séquard, que nació en 1817 en la entonces inglesa isla Mauricio. Hijo de un capitán de
Marina norteamericano de origen irlandés y de una francesa de la cercana isla de
Reunión, se licenció en Medicina en París a los veintitrés años de edad para volver a
su tierra natal con intención de dedicarse en ella al ejercicio de la Medicina. Sin
embargo, una faceta del carácter de Brown-Séquard era su ineluctable tendencia al
errabundeo profesional, y el interés que sentía por la Medicina experimental no tardó
en guiar sus pasos hacia Harvard.
Unos años después abandonó Estados Unidos y aceptó la cátedra de Medicina
comparada en París, pero en 1859 se trasladó a Londres, donde ejerció como médico
en el «National Hospital for the Paralysed and Epileptic», como se llamaba entonces,
sito en la Queen’s Square. Cinco años más tarde, nuestro medico está de nuevo en
Harvard, como profesor de Fisiología y enfermedades nerviosas. Al parecer incapaz de
pasar más de unos cuantos años en un lugar cualquiera, poco después volvía a París
como profesor de la «École de Medicine». De nuevo volvió a Nueva York y de nuevo
regresó a París, donde sucedió al gran neurólogo Claude Bernard, como profesor de
Medicina experimental del «College de France» en 1878, cargo que ocupó hasta su
muerte, acaecida el 2 de abril de 1894.
Aunque la vida de Brown-Séquard parece muy poco tranquila académicamente,
lo cierto es que consiguió un gran éxito, sobre todo en el campo de la investigación
médica. Confirmó la obra de Claude Bernard sobre el sistema nervioso simpático;
aportó valiosos datos sobre los efectos de la disposición de las fibras nerviosas en la
medula espinal; dirigió importantes trabajos experimentales sobre el tema de la
epilepsia; realizó estudios sobre el sistema nervioso en general y tuvo, además, el
mérito de fundar y dirigir dos publicaciones periódicas médicas:
el Journal de la physiologie de l’homme et des animaux, que se publicó desde 1858 a
1863, y los Archives de physiologie normale et pathologigue, publicación fundada en
1868 y que se mantuvo hasta la muerte de Brown-Séquard.
Teniendo en cuenta las circunstancias de la vida de Brown-Séquard, se ha de
reconocer que, si bien algo irregular en varios aspectos, desplegó una intensa
actividad profesional. Se dice que publicó unos quinientos trabajos científicos y
ensayos. Como es natural, parte de su obra experimental perdió vigencia
posteriormente, sobre todo la que se refiere a la distribución de la anestesia en casos
de hemiplejia. Brown-Séquard fue también criticado por varios experimentos, con los
que afirmó haber demostrado que animales a los que había provocado artificialmente
la epilepsia, la transmitían a su vez a sus descendientes. Otro evidente fallo de sus
métodos experimentales parece haber sido demostrado por lo que sólo puede ser
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descrito como una observación que, en otros casos, confirma la falacia de las
impresiones maternales.
Siempre en el camino de la investigación sobre la epilepsia experimental,
Brown-Séquard seccionó el nervio ciático de algunos cobayas. Probablemente como
consecuencia de la anestesia que produjo esta operación en las patas de estos
animales, algunos de ellos intentaron morderse, e incluso arrancarse con los dientes,
partes de sus patas y dedos entumecidos e insensibles. Aunque Brown-Séquard
llevaba treinta años criando cobayas en sus laboratorios, nunca observó un solo caso
de un cobaya sin dedos, pese a lo cual, la progenie de los animales cuyo nervio ciático
habla sido seccionado, carecía de dedos en trece casos. Estos extraordinarios
resultados experimentales no han sido nunca confirmados por otros investigadores, y
lo mas probable es que haya otras explicaciones para tan curiosos efectos
teratógenos. A pesar de todo, no restan mérito alguno al conjunto de la obra científico-
experimental del fisiólogo, que se mantuvo vigente por completo hasta 1889, cuando
se produjo un hecho que acabó con la reputación profesional de Brown-Séquard.
Anteriormente, durante varios años, había tenido la costumbre de realizar
pruebas de dinamómetro en su propia persona, sin duda con objeto de ir comprobando
los efectos del envejecimiento gradual. Al acercarse a los setenta años empezó a
observar síntomas de decadencia muscular. Durante los dos o tres años siguientes,
Brown-Séquard empezó también a sentir fibrositis, extrema fatiga e insomnio. En la
primavera de 1889 estuvo haciendo experimentos con extractos obtenidos de varias
glándulas endocrinas, y lo más probable es que se tratara de una derivación de
trabajos anteriores, publicados entre 1856 y 1858, en los que demostraba la existencia
de un «síndrome semejante a la enfermedad de Addison» en animales suprarrenal
ectomizados.
Esto acabó por inclinar a Brown-Séquard a hacer experimentos en su propia
persona, y se inyectó extractos de testículos de cobayas. Al parecer, los resultados
fueron sorprendentes, porque comprobó que se sentía muy rejuvenecido, no sólo
sexualmente, sino también en lo tocante a energía muscular, confirmada por el
dinamómetro. El 1 de junio de 1889 -recordado por algunos como el día en que
nacieron la teoría de la secreción interna y la Endocrinología- el profesor Brown-
Séquard hizo unas trascendentales declaraciones durante una sesión celebrada por la
«Societé de Biologie». Mostrando a los presentes un frasquito lleno de liquido, reveló
que había obtenido un extracto de glándulas sexuales animales y que, aunque sólo se
había puesto hasta entonces tres inyecciones del mismo, ya había rejuvenecido de
una manera notable. Brown-Séquard se había casado por tercera vez hacia poco, y
cometió la indiscreción de jactarse ante sus oyentes de haber sido capaz de rendre
visite a la joven Madame Brown-Séquard después de las inyecciones. Esto añadió
pimienta y sensacionalismo a la reunión de unos señores que, es de suponer, se
habían congregado allí con objeto de oír un informe científico serio.
Brown-Séquard aparentaba, sin duda, la juventud que del sentir, o sea, treinta
años menos de los que tenla, porque los periódicos populares franceses se lanzaron
sobre la noticia con verdadera fruición. Le Matin inició en seguida una suscripción para
erigir un Instituto de Rejuvenecimiento en el que la méthode séquardienne se pondría
al alcance de los franceses ancianos. Brown-Séquard y su ayudante, D’Arsonval,
idearon una «máquina famatica», del tipo de la de Rube Goldberg, con una polea que
se ajustaba a la cintura, tubos, alambiques, sistema de ventilación y cuadrantes de
mando. Se ponían en ella testículos de toro, que eran molidos, filtrados a través de
arena, esterilizados con ácido bórico y convertidos en un licor..., que se introducía en
el glúteo mayor de miles de boulevardiers viejos, pero aún libidinosos.
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Steinach había dedicado toda su obra anterior a la fisiología de los músculos y los
nervios, pero en 1892 leyó un informe del neurólogo I. R. Tarchanoff sobre la
«fisiología del aparato sexual de la rana», en el que el instinto sexual -sobre todo el
mecanismo que rige la atracción que la rana macho siente por la hembra- era
examinado científicamente por primera vez. Tarchanoff sugería también que las
vesículas seminales -órganos que, durante la época del celo, aumentan de volumen,
desde el de una pepita de manzana hasta el de una fresa silvestre- eran los principios
activadores del sistema nervioso central que desencadena la conducta sexual normal
de la rana macho. Los primeros experimentos realizados por Steinach con ranas lo
indujeron a pensar que Tarchanoff estaba equivocado, por lo que decidió reproducirlos
utilizando una especie animal superior: la rata (Mus Decumanus).
Los primeros trabajos de Steinach con ratas constituyeron un buen ejemplo de
investigación basada en la observación directa y de experimento animal. Llevó a cabo
pruebas de fuerza y reacciones de valor y acabó por deducir que la conducta sexual de
la rata macho está muy influida por factores ambientales. Esto indujo a Steinach a
postular que en sus animales de laboratorio existían factores sexuales psíquicos. La
extracción de las vesículas seminales de varias ratas le permitió demostrar, en 1894,
que eran sólo simples órganos en que se almacenaba el semen y no ejercían
influencia alguna sobre la función productora o conservadora de la actividad sexual.
Aunque John Hunter en 1762 y Von Berthold en 1849 habían llegado ya a la
conclusión -por medio de experimentos de trasplante- de que las glándulas sexuales
influían en la sangre, mantenían las características sexuales y reaccionaban en el
sistema nervioso central a través del torrente hemático, sus trabajos no fueron
aceptados de una manera general, y la siguiente serie de experimentos de Steinach
tuvo por objeto tratar de descubrir de una vez para siempre la verdad o falsedad de
esta teoría. Y es que muchos científicos creían que en estos primeros experimentos,
efectuados con aves, no se hablan extirpado radicalmente los testículos durante la
operación y, además, habían quedado muñones de nervios que establecían contacto
entre los testículos y el sistema nervioso central, lo cual restaba eficacia a los
experimentos.
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Entre 1900 y 1910, Steinach realizó una magnífica serie de experimentos, con
los que demostró, de manera concluyente, que la castración impedía que el impulso
sexual evolucionara hacia la madurez, y que el trasplante de testículos de otros
animales podía inducir la madurez sexual en jóvenes animales castrados. Comprobó
también que la castración de la rata sexualmente madura no la privaba de todo resto
de masculinidad y que siempre quedaba más o menos impulso sexual.
Steinach postuló la existencia de una fuerza sexual psiquica, que entra entonces
en función para aumentar los factores glandulares, y planeó una serie de experimentos
con objeto de investigar este cociente de sexualidad. Aisló las ratas jóvenes macho
tras destetarlas, para criarlas por separado o en grupos de cuatro, lejos de toda
influencia femenina. Luego, una vez habían alcanzado la madurez sexual, las puso
junto a ratas hembra en celo, a intervalos cada vez más largos, en el transcurso de sus
vidas. Cuando el intervalo era sólo de un mes de duración, la conducta sexual de los
animales era normal; pero cuando tal intervalo era de seis meses, comprobaba que el
impulso sexual «estaba más o menos apagado». Después de diez o dieciocho meses
de aislamiento de todo contacto femenino, los machos se volvían del todo apáticos e
impotentes, y sus caracteres sexuales secundarios mostraban síntomas de hipertrofia
progresiva. Al hacerles la autopsia se comprobaba que los animales habían
experimentado profundos cambios atróficos en las glándulas sexuales.
Un nuevo experimento demostró que era reversible esta inhibición psíquica. En
un compartimento grande de una jaula puso a varias ratas macho que se hablan vuelto
impotentes a causa del largo aislamiento, y en otro más pequeño, a una hembra en
celo. Gradualmente, al cabo de unos cuantos días, los machos, antes apáticos,
empezaron a dar muestras de creciente actividad. Al fin se produjeron los primeros
síntomas de conducta agresiva masculina normal, y dos semanas después, si se
levantaba la barrera que separaba a los machos antes aislados de la hembra en celo,
se producía inmediatamente la actividad sexual. En la autopsia se comprobaba que las
glándulas genitales internas de estos animales habían recobrado su tamaño y forma
normales.
Steinach consiguió también demostrar que, en el caso de las ratas, este
rejuvenecimiento psíquico tal vez se llevaba a cabo por intermedio del olfato, ya que
los experimentos realizados con machos aislados, ciegos, dieron los mismos
resultados, por lo que se refiere al rejuvenecimiento, que con los animales videntes.
Estos experimentos, tan cuidadosamente preparados, indujeron a Steinach a
creer, hacia fines de 1910, que el control causal primario de la vida sexual radica en
las glándulas sexuales, pero que, en determinadas circunstancias, entra en juego un
control nervioso central. Nuevos experimentos, en los cuales demostró que la
inyección de extractos de glándulas genitales puede provocar cambios en los
caracteres sexuales secundarios de las ranas, le permitieron negar la posibilidad de
que el contacto nervioso entre las glándulas sexuales y el cerebro sea responsable de
las características de la conducta sexual, como se creía en general hasta entonces. De
esta forma se demostró que tal relación era establecida por sustancias hormonales o
químicas.
En estos últimos experimentos, Steinach extendió a animales inferiores algunas
de las conclusiones a que había llegado Brown-Séquard veinte años antes. Por lo que
se refiere a la madurez y caracteres sexuales, es posible que creyera también haber
dado una vigencia total a las afirmaciones de Brown-Séquard.
Para entonces, naturalmente, los resultados de experimentos con glándulas
endocrinas -o sea, las glándulas de secreción interna- eran ya conocidos en el mundo
científico de toda Europa. Los misterios del páncreas empezaban a descifrarse. Había
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Todo el que estudie la obra de Steinach, por muy superficialmente que lo haga,
no podrá por menos de quedar impresionado por sus cuidadosos métodos, la
humanidad con que llevo a cabo sus numerosas operaciones experimentales de
laboratorio y el respeto que sentía por el bienestar de los animalitos con que trabajaba.
Era un lector insaciable y estaba siempre al tanto del progreso científico. Como era de
esperar, en vez de dejarse desanimar por los contratiempos de los años veinte, no
tardó en disponerse a realizar nuevos trabajos experimentales, esta vez apoyado por
la industria farmacéutica de Alemania, pues la casa «Schering Aktein-Gesellschaft» -
empresa bien conocida, entre otras cosas, por sus trabajos sobre los aspectos
farmacológicos de la Endocrinología- empezó a producir comercialmente hormonas
sexuales y encargó a Steinach la tarea de analizar biológicamente sus productos. De
esta forma pudo disponer de nuevos fondos para la fase siguiente de su programa de
investigación.
Es imposible dar la fecha en que Steinach apuntó de manera más definida hacia
las posibilidades que ofrecían los efectos rejuvenecedores de las hormonas. La idea se
le había ocurrido ya, sin duda, en la segunda década del siglo xx, cuando observó
cambios físicos y temperamentales en ratas castradas prematuramente envejecidas,
en las que Steinach había provocado la pubertad por medio de trasplantes de
gónadas. Sin embargo, la primera prueba auténtica de una nueva dirección en la labor
de Steinach fue una memoria, publicada en 1920, en la cual demostraba que ratas
macho seniles habían sido rejuvenecidas por el sencillo método de la ligadura de
vasos.
Steinach daba abundantes detalles de la técnica de esta operación. Los animales eran
anestesiados metiéndolos en una campana de cristal con un poco de algodón en rama
impregnado de éter. Cuando estaban sumidos en un «profundo estupor», se sacaban
de la campana y se les desinfectaban cuidadosamente el vientre, las ingles y el
escroto. Si los animales daban señales de volver en sí, se les administraba mas éter a
través de una diminuta máscara y luego se les abría el escroto con una pequeña
incisión. Entonces se les seccionaba el deferente -que va desde el testículo
propiamente dicho hasta la vesícula seminal- con mucho cuidado, para no lesionar
ninguno de los diminutos vasos sanguíneos que la acompañan e irrigan los testículos.
Luego se ligaba el vaso deferente con suturas de seda y, por fin, se dividía.
Al principio ligaba donde el vaso parte del testículo. Sin embargo, en
operaciones posteriores ligó ya en el punto en que los diminutos conductos que llevan
la esperma, parten del testículo para reunirse en el epidídimo. Esta segunda
operación, perfeccionada, fue conocida subsiguientemente con el nombre de
«Steinach II ». Después de la operación, suturaba la piel y rociaba la herida con una
sustancia antiséptica. La rata era envuelta entonces en algodón en rama para que se
restableciese de la operación. En esto solía tardar una hora, después de la cual, la rata
senil volvía a su jaula, donde se movía a su talante y empezaba a comer. Al cabo de
unos días se le quitaban las suturas y el animal parecía completamente restablecido
de la prueba.
A las tres o cuatro semanas se producta un sorprendente cambio en la conducta del
animal. Ratas que antes habían mostrado síntomas de senilidad, se volvían
rápidamente jóvenes en apariencia. El pelaje mejoraba, y gradualmente se las veía
más activas. Mejoraba también su reacción a una prueba de fuerza de tipo
normalizado y aumentaba el apetito. Los animales se hacían más pesados, por la
presencia de tejido muscular y grasa subcutánea.
Para emplear las palabras del propio Steinach, «su aspecto es juvenil y audaz, sus
orejas se mantienen tiesas, y sus ojos, muy abiertos, claros y llenos de vida, como en
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otros tiempos, expresando curiosidad por todo cuanto ocurre en torno a ellos». Más
significativo, desde nuestro punto de vista, es que así se pone al animal en contacto
con hembras, dará pruebas convincentes de su nueva virilidad.
Al practicarles la autopsia, se comprobaba que en las vesículas seminales había
una sensible proliferación de tejido. Steinach demostró que esta proliferación y el
consiguiente rejuvenecimiento se producían de la misma manera si en la operación se
dividía un solo vaso deferente. En este caso, las ratas rejuvenecidas no eran estériles,
y su conducta sexual se ajustaba a la normalidad, lo mismo que su progenie. Aunque
el número de animales usados en estos experimentos no era grande para un moderno
experimento, Steinach logró rejuvenecer a una serie de más de cincuenta animales
seniles.
Steinach sostenía que su operación consistía simplemente en el estímulo
artificial de un proceso biológico normal. Creía en lo que él llamaba la «lucha de las
partes». Ligando el conducto normal de la secreción externa de los testículos,
degeneraban las células que producían los espermatozoides, mientras que proliferaba
el tejido intersticial de los testículos. Esto iba seguido de un aumento en la secreción
de la hormona sexual que produce este tejido.
Poco a poco, Steinach fue sistematizando sus investigaciones. Comprobó que
podía llegarse a una fase en que las ratas eran demasiado viejas para poder ser
rejuvenecidas. Comprobó asimismo que, tras la operación de Steinach II, parecía
aumentar la irrigación cerebral. Nuevos estudios, realizados junto con el doctor E. Lost,
de Viena, demostraron la posibilidad de rejuvenecimiento transitorio por medio de
experimentos diatérmicos. Para estas pruebas se emplearon cobayas, e incluso los
animales castrados respondieron en cierta medida. Según Steinach, esto se debía a
un incremento del transporte de oxigeno y hormona debido a la hiperemia de los
tejidos.
Más estudios con ratas viejas, rejuvenecidas por medio de la ligadura de los
vasos, mostraron que podía conseguirse por lo menos un rejuvenecimiento histológico
parcial de los tejidos envejecidos, tanto en los músculos corporales como en la
musculatura cardíaca, y también que podían ser aclarados el cristalino y las
opacidades corneales. Ciertos experimentos con perros afectos de catarata senil
madura y, al parecer, casi ciegos, permitieron a los animales volver a orientarse, ver
objetos y evitar obstáculos a las pocas semanas de haber sido sometidos a la
operación de Steinach II.
En 1921, Steinach se relacionó mucho con los medios veterinarios de Europa,
Rusia y America, tanto del Norte, como del Sur. En términos generales, la vasectomía
ejercía, al parecer, en los perros seniles, un efecto semejante al que se había
demostrado en las ratas, y para entonces, los hombres de Ciencia empezaban ya a
considerar a Steinach, y muy en serio, como el padre de una nueva especialidad
quirúrgica: el Rejuvenecimiento.
Como es natural, Steinach no tenía experiencia en cirugía humana. Sin
embargo, un joven cirujano urólogo vienés, Robert Lichtenstern, que trabajaba en su
laboratorio desde 1918, mostró por la obra de Steinach con animales experimentales el
suficiente entusiasmo como para realizar en un hombre la primera operación de
Steinach I, con vistas al rejuvenecimiento del paciente. Como es sabido, la operación
de vasectomía (división del vaso deferente) había sido ya realizada y era popular en
Suecia, desde 1890, como tratamiento de la dilatación prostática. Pero el 1 de
noviembre de 1918, el primer paciente de Lichtenstem fue sometido a la citada
operación por razones completamente distintas.
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Por desgracia, las notas clínicas de Steinach sobre este paciente -Anton W.,
cochero de profesión, de cuarenta y tres años- no aclaran bien si sufría algo más que
depresión endógena. Se quejaba de sentirse completamente exhausto y deprimido,
respiraba con dificultad, tenía poco apetito y habla perdido peso. Al examinarle
físicamente, se comprobó que su musculatura se mostraba inactiva; que tenia la piel
seca y mate; que se le caía el cabello; que carecía casi de barba y tenía bronquitis,
aunque el sistema cardiovascular era normal.
Después de la operación, y durante dos o tres meses, no se produjo en él
cambio perceptible alguno, pero desde entonces se notó una rápida mejoría. Aunque
la vida era difícil en Viena por entonces a causa de la Primera Guerra Mundial y
resultaba casi imposible encontrar carne, el paciente recobró fuerzas y apetito, mejoró
su piel y se le robusteció el pelo. Un año después, pesaba unos 16 kilos más que
antes de la operación. Seis meses más tarde, su rostro estaba «terso y sin arrugas, se
hallaba de buen humor y daba la impresión de un joven lleno de vitalidad».
No cabe duda de que la publicación de este y otros casos posteriores -todos
esencialmente parecidos- despertó gran interés entre los cirujanos aficionados a los
experimentos. Durante los años veinte, centenares de hombres fueron sometidos, con
buenos resultados, a este tipo de operación, sobre todo por Lichtenstern y Peter
Schmidt en Alemania, H. Benjamin en Norteamérica y Norman Haire y Kenneth Walker
en Londres. El rejuvenecimiento quirúrgico floreció espléndidamente, y los casos se
fueron publicando en la Prensa médica, paramédica y popular.
Teniendo en cuenta la altura a que se hallaba la cirugía por aquel tiempo,
muchos de los informes publicados sobre este tema son impresionantes incluso para el
lector de hoy. El doctor Peter Schmidt, de Berlín, fue un hábil cirujano para su época y
de gran sentido científico. En sus escritos más importantes sobre este tema, aconseja
que los pacientes sean fotografiados antes de la operación, que se compruebe con
cuidado su temperatura, que se pesen y que se examine el color de las orejas y las
extremidades. Debe comprobarse asimismo la fuerza muscular por dinamómetro,
tomarse la presión arterial y verificar el ritmo del pulso. Conviene también practicar un
análisis de orina y realizar un examen físico general. Finalmente, aconseja un recuento
hemático y la reacción de Wassermann, así como averiguar si el paciente ha tenido
gonorrea. La cuestión de la potencia sexual es también importante en este examen
clínico preoperatorio.
Después de la operación, Schmidt recomienda examinar el posible aumento de
la elasticidad y colorido de la piel, cambio en el crecimiento del pelo, aumento de peso
y fuerza física, disminución de la tensión arterial, mejoría de la función vasomotora y
de la vista, del apetito y de los síntomas arterioscleróticos, aumento o reaparición de la
libido e indicios de rejuvenecimiento, así como los posibles cambios psíquicos, o sea
una mayor facilidad mental, más energía y joie de vivre.
Schmidt aseguraba que, en la mitad de los casos, sus operaciones
determinaron un rejuvenecimiento total en el término de cuatro a seis meses, y que los
efectos duraban varios años. En otros casos, el éxito fue sólo parcial. Otros autores
dieron a conocer resultados parecidos. Norman Haire y Kenneth M. Walker obtuvieron
resultados más o menos iguales. Haire resumió con estas palabras sus primeras cien
«operaciones de Steinachs: «En algunos pacientes no se observa ninguna mejoría
física, mental ni sexual, aunque tampoco he visto ninguno que resultara afectado de
una manera adversa por la operación. La gran mayoría mejora mental y físicamente, y
se comprueba en casi todos una mejoría sexual.» Haire escribió asimismo sobre varias
técnicas rejuvenecedoras, y sus opiniones fueron resumidas en un libro titulado
Rejuvenation, publicado en Londres en 1924.
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resultado decepcionantes e inferiores a los conseguidos antes por Steinach con sus
experimentos animales. Sin embargo, él pensaba que, a este respecto, no resultaría
fácil aquilatar los resultados con seres humanos, porque, si bien muchos pacientes se
sentían beneficiados por la operación, las pruebas objetivas disponibles no eran
siempre tan convincentes. Examinando su propio historial, Walker opinaba que un
tercio de sus pacientes «habían quedado satisfechos con lo que consideraban haber
ganado... Otro tercio decía haber experimentado ligera mejoría. En los demás, los
resultados habían sido completamente negativos».
Otro motivo más razonable del decreciente interés que se sintió en general
durante los años veinte por la obra de Steinach, fue la aparición de una nueva estrella
en el firmamento del arte de rejuvenecer: Serge Voronoff. Elegante y dinámico, casado
con una muchacha joven y sumamente atractiva en 1931, cuando él tenía ya sesenta y
cinco años, era el tipo clásico del rejuvenecedor. Al parecer de origen ruso, su juventud
esta sumida en la mayor oscuridad. Lo más probable es que emigrara a Francia en
1892, para ejercer allí la Cirugía y la Patología. Por lo que sabemos, sus actividades
quirúrgicas en Francia fueron decepcionantes, porque la primera vez que oímos
mencionar su nombre antes de 1914, actuaba como médico cirujano de Abbas II,
Jedive de Egipto.
Cuando trabajaba en Egipto, Voronoff tuvo la oportunidad de observar
personalmente las características de los eunucos de los harenes, y se dice que tales
observaciones -cosa curiosa- despertaron en el interés por la fisiología sexual, interés
que no dejaría ya de sentir nunca más. Durante los años de la Primera Guerra
Mundial, la vida del joven cirujano se orientó hacia facetas más prácticas, y Voronoff
ganó bastante prestigio en los hospitales militares. Finalmente, fue nombrado director
del Laboratorio de Cirugía Experimental del «College de France».
Al comienzo de su trabajo aquí, Voronoff empezó a pensar en la posibilidad de
trasplante testicular en casos en que, debido a edad o a «fatiga o deficiencia testicular
debida a causas congénitas», se hubiera producido «algún cambio localizado, como
orquitis o esclerosis». Por desgracia, no le fue fácil conseguir el tejido humano que
necesitaba para su investigación, porque la ley francesa prohibe el uso de material de
cadáver obtenido como resultado de accidente, y aunque Voronofff intentó obtener
esos tejidos de cadáveres de delincuentes ajusticiados, tuvo, al fin, que abandonar la
idea. Estos obstáculos básicos le indujeron, según parece, a tantear otro camino: usar
monos antropoides como cantera de tejido testicular. El 13 de junio de 1920, Voronoff
realizó el primer trasplante testicular de un mono a un ser humano, y durante los dos
años siguientes llevó a cabo 162 operaciones más de este tipo. Las intervenciones de
Voronoff no podían pasar inadvertidas en Paris por aquella época, y los periódicos
reaccionaron como era de esperar, comentando, con exagerado entusiasmo, su
aparente éxito. Tanto fue así, que los colegas del nuevo profesor Voronoff no le
consideraron digno de leer una memoria en la «Academia Francesa de Medicina» con
motivo del XXXI Congreso de cirujanos franceses.
Unos tres meses después de publicarse el informe de su primera operación
afortunada, Voronoff, que no se distinguía por su timidez y estaba irritado por no haber
sido citado en el reciente Congreso, contra atacó con una conferencia de Prensa, en la
que presentó tres pruebas de su éxito: un anciano, un macho cabrío y un carnero,
todos aparentemente rejuvenecidos con trasplantes testiculares de monos. Como es
natural, esto causó sensación, «se publicaron miles de artículos sobre él, recibió
ataques, aunque por razones distintas, de sectas religiosas y antiviviseccionistas, los
caricaturistas dibujaron bisabuelos colgando retozones de las lámparas del techo, y la
fiebre de las glándulas de mono acabó por romper el termómetro.
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atrás, sino también las consecuencias tangibles de éstos. La oveja fue montada
por el animal en septiembre, y en febrero tuvo un retoño vigoroso y sano.»
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aportación arterial a los testículos era extraída y untada con una solución de fenol al
7%. Este procedimiento se realizaba con objeto de paralizar los nervios simpáticos que
discurren en torno a la pared arterial y hacer que la arteria se dilatase, mejorando
tebricamente de esta forma la aportación sanguínea a los testículos.
El método Doppler parecía dar buenos resultados, a juzgar por los datos que se
publicaron. Al parecer, no solo rejuvenecía, sino que también era muy perceptible la
mejoría psicológica. La sordera senil desaparecía, y el pelo empezaba a hacerse más
tupido o de color más oscuro. Los pacientes se volvían más dinámicos y juveniles.
Como es natural, la técnica de Doppler tuvo su propia cohorte de seguidores y
practicantes en el mundo entero durante varios años, y hasta 1939 se publicaron
informes científicos sobre ella en revistas médicas.
Como es natural, algunos métodos que parecían particularmente eficaces en los
años veinte, no tardaron en perder popularidad cuando el conocimiento científico
intrínseco, cada vez mayor, fue examinándolos y considerándolos potencialmente
peligrosos e incluso letales. El propio Steinach había realizado experimentos en los
que las glándulas sexuales eran sometidas a rayos X. Utilizando cobayas hembra no
desarrollados aún sexualmente, y tras proteger cuidadosamente con plomo la parte
superior del cuerpo del animal y la zona infrapdlvica, sometía el abdomen a la acción
de los rayos X. Utilizando como testigos otros cobayas no sometidos a tratamiento,
Steinach demostró, de una manera concluyente, que los caracteres sexuales
secundarios de las hembras se desarrollaban con más rapidez en los animales
tratados. Examinando los ovarios irradiados, se comprobaba que había una
sorprendente carencia de folículos de De Graaf y, en cambio, una mayor proliferación
del tejido intersticial productor de hormonas.
Otros experimentos demostraron que se consiguen efectos parecidos en los
machos y que la esterilización resultaba fácil con el prudente empleo de los rayos X.
Los caracteres sexuales secundarios adquirían más frescor y se desarrollaban con
cierta precocidad. Eventualmente, Krisen y Lenk, de Viena, sometieron a un
tratamiento semejante a hombres de edad avanzada que eran prácticamente
impotentes desde hacia años. Como cabía esperar, estos enfermos mostraban una
creciente deficiencia seminal a medida que avanzaba el tratamiento. Mas, por otra
parte, se producía un «efecto Steinach». El doctor H. Benjamin, de los Estados Unidos,
fue, durante algún tiempo, un acérrimo defensor del método de rejuvenecimiento
femenino mediante radioterapia, y publicó sin miedo tanto sus éxitos como sus
fracasos. Los casos publicados por Norman Haire muestran que las mujeres
reaccionaban muy bien al tratamiento, cuyos resultados las hacían parecerse y
sentirse mucho más jóvenes que antes.
Como es bien sabido, hoy, la aplicación de la radioterapia gonadal queda
limitada estrictamente a ciertos aspectos de enfermedades malignas. El riesgo de
provocar lesiones cancerosas con el empleo indiscriminado de los rayos X se
considera demasiado grande como para justificar su empleo en casos no esenciales.
El fértil cerebro de Steinach ide también otro sistema, que se puso de moda a
fines de los años veinte: el rejuvenecimiento por medio de la diatermia. Como ya
hemos dicho, Steinach comprobó que las personas castradas cuando ya habían
alcanzado la madurez sexual, podían conservar virtualmente la normalidad sexual,
siempre que fueran sometidas a tratamiento diatérmico abdominal diario. El doctor
Peter Schmidt aplicó este principio a las mujeres, a las que sometió a tratamiento
diatérmico ovárico cinco veces por semana durante un período que oscilaba entre las
cuatro y las seis semanas. Los resultados de esta prolongada terapéutica parecen
haber sido más bien decepcionantes.
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(1) Respectivamente, «Saludable», o «Salud prudente», y «Sorbo», con una «p» de más; Nu-veg-
Sal parece más bien un nombre comercial, aunque las dos primeras sílabas pueden significar
«vegetal» o «verdura nueva». - (N. del T.)
(2) Día de salud. – (N. del T.).
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general, ha estado siempre muy vinculada al municipio o a las autoridades locales del
Estado. De aquí que, con frecuencia, adquiera ciertos aspectos, que varían con los
lugares y los países. Originariamente, a mediados del siglo XIX, los acM&tradores de
un sistema embrionario de higiene pública y sus agentes se preocupaban, sobre todo,
de que los muertos fuesen debidamente enterrados y hubiese agua limpia,
alcantarillado y un sistema eficaz de recogida de basuras.
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musculatura cervical, brazos y piernas, también se examina con todo cuidado la del
cuero cabelludo, frente, cara, hombros, brazos, pecho, abdomen, perineo, muslos,
piernas y pies, y se registra todo indicio de sequedad, aspereza, tendencia a las
arrugas y falta de elasticidad o de cabello, así como la calidad petequial o la
pigmentación. Se examinan también detenidamente los huesos, articulaciones
cervicales, hombros, muñecas, dedos de las manos, espina dorsal, cadera, rodillas,
tobillos y dedos del pie, y se registran los puntos dolorosos, nódulos reumáticos, tofos,
hinchazones, deformidades, limitaciones de movimiento y eventuales síntomas
clásicos reumatoides u osteo artríticos. Se inspeccionan las piernas para comprobar si
hay varicosis, y los pies, en busca de juanetes, callos, durezas, pies planos y
deformidades inguinales. Se examinan también debidamente los reflejos de los
miembros.
El corazón y los pulmones se exploran con todo detenimiento a la manera
clásica, así como el abdomen, en busca de posibles tumores y hernias. El examen del
recto, en especial de las glándulas prostáticas, se efectúa sólo en los hombres. Las
mujeres se someten a examen vaginal, y una cuidadosa inspección de los pechos
completa la exploración. Como es natural, en todo esto se tarda varias horas, por lo
que se han de intercalar pausas y tomar algo caliente.
Este examen exhaustivo, tan necesario como paso previo a cualquier operación
rejuvenecedora propiamente dicha, se realiza en la clínica de Teddington, en un
edificio adaptado a este tipo de actividades, aunque no perfecto ni mucho menos. El
sistema constituye un triunfo de esa habilidad que tienen los ingleses para
arreglárselas, en Medicina, con los medios de que se dispone. El doctor Maddison ha
expresado ya su opinión sobre el ambiente ideal para este tipo de trabajo. Aunque éste
sería muy superior al actualmente disponible, no es nada extraordinario por su
complejidad ni por su lujo si se compara con los niveles clínicos norteamericanos o del
continente europeo, de que trataremos detenidamente más adelante.
A pesar de todo, los resultados conseguidos en Teddington nos han
proporcionado una copiosa información. En primer lugar ofrecen una valiosa base
respecto a la salud y edad biológica de cada paciente, y, así, todo tratamiento posterior
a que pueda ser sometido, se compara y relaciona con dicha base. En segundo lugar,
los resultados dan una idea del número de achaques de cada paciente, que, en
general -como partes integrantes del cuadro clínico de su edad biológica, son
considerados en cada individuo por separado. Es decir, que la edad aparente y el
conjunto de achaques se interrelacionan sustancialmente.
Es dudoso que alguien que no haya estudiado el problema de antemano sea
capaz de adivinar, ni siquiera con aproximación, la multiplicidad de achaques que se
descubren como resultado de un examen exhaustivo en cualquier grupo de ancianos
formado al azar. En los primeros 360 pacientes examinados en la clínica de Maddison
(128 hombres y 232 mujeres), 158 de los cuales tenían menos de sesenta años, no se
encontró achaque alguno. Sólo 8 tenían un achaque; 139 padecían de dos a diez; 119,
de once a catorce, y 61 de quince a diecisiete enfermedades o achaques
diagnosticables. Cinco tenían más de veinte achaques distintos.
Tal vez objeten los críticos que muchos de estos achaques son cosas sin
importancia. De acuerdo en que 288 de los 360 pacientes tenían defectos de la vista o
usaban gafas inadecuadas, y 250, defectos auditivos, debido, en su mayoría, a exceso
de cerumen. Sin embargo, estos defectos son fáciles de remediar y, si son
debidamente tratados, pueden contribuir de un modo sensible al bienestar del
paciente. Por otra parte, muchos de los achaques descubiertos son incurables, de
acuerdo con el estado actual de la Medicina. En este grupo se descubrieron 105 casos
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En general hay dolor en la espalda y en los miembros, sobre todo en las espinillas.
Son corrientes los cambios artríticos en las articulaciones cercanas a los huesos
deformados, y en casos graves se producen fracturas espontáneas de los mismos. La
osteoporosis, llamada a veces osteopenia, es una entidad nosológica que se suele
diagnosticar clínicamente, ya que las modificaciones óseas en el transcurso de la
misma no pueden detectarse, por lo general, con los rayos X, hasta que se ha
producido una reducción de un 30 a un 50 % de la masa ósea. Con la biopsia ósea se
puede establecer el diagnostico mucho antes, pero es un procedimiento traumático
que los ancianos no aceptan de buen grado. Los expertos no están de acuerdo sobre
la etiología exacta de la osteoporosis, si bien la opinión mas generalizada es la de que
se debe a un desequilibrio del ambiente esteroide interno del paciente. Maddison opina
que forma parte de un síndrome deficitario múltiple propio de la vejez y que puede
tratarse eficazmente con una combinación de calcio, magnesio, fluorina, vitamina D,
citrato y esteroide anabólico, siempre que el consumo proteínico siga normal. En
ocasiones ha comprobado que para la eficacia del tratamiento hay que incorporar
también al mismo tiroxina. Lo importante es que la mejoría, al cabo de unos meses de
tratamiento, es en verdad sorprendentes. Sin embargo, no todos los médicos se
muestran tan optimistas sobre los efectos del tratamiento de la osteoporosis. En el
Simposio Internacional sobre el metabolismo pro.Rejuvenecimiento in técnico
celebrado en Leyden en 1%2, la opinión general fue, al parecer, la de que sólo podía
conseguirse una mejoría subjetiva, en casos bastante avanzados de la enfermedad,
por medio de la terapéutica anabólica esteroidea, pero que no se habían podido
comprobar modificaciones en el ritmo de enriquecimiento cálcico, lo cual permite dudar
de la eficacia de los esteroides anabólicos en el tratamiento de la osteopenia. Sin
embargo, conviene subrayar que Maddison se muestra partidario de la estabilización
proteínica precoz y de un tratamiento enérgico a base de minerales y vitaminas como
el descrito anteriormente, lo cual, junto con el tratamiento hormonal, puede prevenir en
gran medida el establecimiento de un estado osteoporótico grave. Parte del
tratamiento preventivo de la osteoporosis consiste en corregir toda eventual tendencia
de tipo anémico. Por si sola, la anemia es ya muy corriente entre los ancianos, y casi
una tercera parte de los pacientes tratados en la Clínica de Teddington eran anémicos
cuando ingresaron en la misma. Lo más probable es que la anemia sea parte
intrínseca del síndrome de mala nutrición senil. En algunos casos, la deficiente
absorción del hierro puede ser causa de este estado de cosas. El mismo efecto puede
tener también la pérdida crónica de sangre debida a hemorragia intestinal. La mayor
parte de los casos de anemia diagnosticados fueron del tipo simple de carencia de
hierro, aunque hay también anemias macrocíticas. Maddison cree que también en sus
pacientes se produce deficiencia de vitamina B12 y ácido fólico mucho antes de que
aparezcan los síntomas clásicos de la anemia macrocítica o perniciosa, y ha
observado que la senile lentigo -manchas pigmentarias de 1 a 5 milímetros de
diámetro, que se observan en las manos, antebrazo, sienes y frente de los ancianos
desaparece unos tres o cuatro meses después de iniciar el tratamiento a base de ácido
fólico.
Otros déficit vitamínicos se corrigen también cuando sus síntomas pueden ser
considerados tributarios de una terapéutica preventiva. Se administran vitaminas a
dosis más elevadas de las prescritas a personas más jóvenes, teniendo en cuenta la
posibilidad de que la naturaleza de los ancianos las asimilan sólo ligeramente.
Un intento sistemático de diagnóstico y tratamiento de los déficit hormonales en
los ancianos completa lo que podríamos llamar aspecto físico del rejuvenecimiento
preventivo. En este sentido el déficit más corriente en los ancianos es el de la hormona
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tiroidea. Incluso en su forma florida, en el cuadro clínico general del paciente afecto de
déficit tiroideo o mixedema hay ciertos aspectos rememorativos de cambios corporales
que normalmente calificamos de seniles. El enfermo mixedematoso es
intelectualmente lento, y apático. Tiende a rehuir todo esfuerzo mental o físico.
Muestra una actitud indiferente hacia todo, y no le importa para nada cómo puedan
transcurrir las horas del día, punteadas siempre por períodos de amodorramiento. Los
mixedematosos son muy friolentos, se arropan en exceso, y su piel seca, mate y
entumecida, es fría al tacto. La lentitud con que trabaja el sistema nervioso de estos
pacientes se refleja en sus movimientos característicos, pesados, tímidos y torpes.
Además de estas características locomotrices, su expresión facial denota la más
lamentable estupidez. El rostro suele estar abotagado, el cabello es ralo y mate, y con
frecuencia se observa en ambos sexos calvicie temporal y pérdida de pelo en las
cejas. En otras partes del cuerpo, el pelo es también ralo o se pierde por completo. Los
pacientes mixedematosos tienen a menudo sordera, hablan de vez en cuando con voz
sorda y baja y tienen poco apetito, lo cual contrasta con su habitual obesidad. Son
sexualmente apáticos y, por lo general, impotentes. El examen físico del paciente
mixedematoso revela cambios característicos, y el diagnóstico puede confirmarse con
ayuda de una serie de pruebas bioquímicas y hematológicas. El electrocardiograma
muestra también cambios específicos.
Muchos ancianos contraen mixedematosis de manera tan gradual y poco
perceptible, que ni ellos mismos ni sus parientes o amigos notan los cambios, que son
considerados como achaques naturales de la vejez. Maddison cree que muchos de
estos pacientes están afectos de déficit tiroideo mucho tiempo antes de que se
desarrollen los síntomas clásicos del mixedema, y se diría que no hay realmente
motivos para dudar de esta creencia, porque más de una tercera parte de su primera
serie de pacientes mostró déficit tiroideo. Muchos de los síntomas y signos del
mixedema establecido pueden hacerse reversibles tratándolos con hormona tiroidea,
con lo que se evitan las complicaciones observadas en los casos no tratados, como
ataques cardíacos e imbecilidad virtual.
El último déficit importante que aparece enmascarado como simple mala salud -
piensa Maddison- se debe al fallo de otro grupo de secreciones internas, conocidas
con el nombre de esteroides anabólicos. En cierta medida, este aspecto del
rejuvenecimiento es una simple extensión de investigaciones anteriores realizadas por
la escuela de Steinach (véase capítulo 9). Los esteroides son un complejo grupo de
sustancias químicas orgánicas, relacionadas mas o menos íntimamente entre sí, que
se encuentran en los tejidos de animales y plantas. Ciñéndonos a lo que nos interesa
aquí, los esteroides anabólicos son sustancias químicas que produce naturalmente el
organismo o se obtienen sintéticamente en el laboratorio y que ejercen un efecto
anabólico o de revigorización del cuerpo. Ejemplos de esteroides anabólicos
producidos por el organismo son la testosterona en el macho y el estrógeno en la
hembra. En ambos sexos se producen, en la capa externa de las glándulas
suprarrenales, sustancias que ejercen también profundos efectos anabólicos.
Como ya hemos subrayado en el capitulo 9, los esteroides de la hormona sexual
influyen de una manera importante en el aspecto, la edad biológica y la conducta, tanto
del hombre como del animal de experimentación. Asimismo, junto con los esteroides
suprarrenales, actúan incrementando el anabolismo proteínico, el crecimiento
muscular, la relación músculo-grasa y su distribución por todo el cuerpo. Si es
adecuado el nivel de esteroides anabólicos en todo el cuerpo, mejoran la fuerza
muscular y el estado psíquico. Se cree que mantienen la libido y dan sensación de
bienestar. Como ya hemos dicho, existe cierta relación entre su presencia, en
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la mañana, en forma de una bebida Iáctea o con aceite de maíz. De esta manera, la
mayoría de ellos toman sus medicinas debidamente y no hay que cambiar el
tratamiento por causa de repentinos y, a menudo, inexplicables ascos a ciertas
píldoras o tabletas, lo cual es muy frecuente en Medicina clínica. Evidentemente, el
doctor Maddison está convencido de que dan resultado sus métodos para «mantener
jóvenes a los viejos». Y no cabe duda de que los que viven en la parte residencial de
su clínica también lo están. La organización inicial, pequeña, relativamente
desconocida y sólo con unos cuantos pacientes, se ha convertido, en unos años, en
algo muy importante, y el personal, tanto medico como auxiliar, que trabaja en ella, ha
aumentado también notablemente. Se ha de pedir turno con bastante antelación y se
rechazan solicitudes de pacientes de localidades distantes, fuera de la jurisdicción
médica de la clínica. Y aunque, en general, los facultativos hayan prestado poca ayuda
al doctor Maddison, todo medico que se tome la molestia de visitar la clínica, no podrá
por menos de quedar impresionado. Un geriatra resumió su veredicto sobre el
rejuvenecimiento preventivo con las siguientes palabras:
«Lo que usted [Maddison] está haciendo es seleccionar, tratar, reducir al mínimo y
aliviar esos defectos y procesos degenerativos susceptibles de tratamiento, como
las anemias, el hipotiroidismo, el déficit esteroideo anabólico, los defectos de la
vista y los pies. Observa usted otros defectos y los localiza; pero, dado el estado
actual de la Medicina, no es posible curarlos ni frenarlos. Aun así, recmre usted a
diversos experimentos, pruebas y medidas terapéuticas, y prosigue sus
investigaciones, sin perder la esperanza de encontrar mejores métodos. Todo esto
no puede hacer mas que bien. Veo que esta clínica empieza justamente donde
termina el médico normal, que aguarda al paciente para diagnosticar su dolencia
con ayuda de su libro de texto. Y también va más allá del servicio hospitalario
normal, con su tremendo peso de casos incurables y gente acabada por la que no
se puede hacer nada al final de sus días.»
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Siempre hay personas que miran con recelo todo paso hacia delante, y que ven
desastres a la vuelta de la esquina cada vez que progresa la Ciencia. Por lo que se
refiere al rejuvenecimiento, parece ser que estamos a punto de conseguir un avance
tal, que cambiara todas nuestras vidas y dará un sesgo nuevo a nuestra sociedad. Un
famoso gerontólogo dice que lo único necesario para ello es invertir dinero. Con dinero
-dice- se podría reunir un equipo investigador dirigido por tres biólogos premios Novel,
los cuales, si se deciden a estudiar con la debida diligencia los problemas relacionados
con el envejecimiento, no tardaran en conseguir que la vida del ser humano medio se
prolongue, con vigor y salud, cinco o diez arlos mas allá de la longevidad bíblica de los
setenta. En los principios generales en que se basaría este avance estaría incluida la
geriatría, que mejoraría, con un tratamiento adecuado, los achaques de la vejez,
aliviando la pérdida de salud debida a la edad avanzada y acercándose mucho al
campo de la terapéutica preventiva. Más emocionante quizá sea la posibilidad de un
ataque concentrado a la biomecánica del «reloj» que regula la decadencia y el vigor del
ser humano. Una vez que sea comprendida esa mecánica de manera adecuada y se
puedan efectuar los reajustes necesarios, la Biología, ciencia esencial de la vida,
estará en condiciones de dar un paso de gigante en sus conocimientos básicos,
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comparable a los que hemos visto en nuestro siglo en el campo de la Física nuclear.
«El tercer gran sueño de los alquimistas, el “elixir de la vida”, parece ya casi a punto de
ser embotellados, dijo el Medical News , en su numero del 8 de abril de 1966.
Esperemos que cuando se consiga esto estemos a tiempo de aprovechar aún su
sabor.
FIN
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