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La Filosofía de Aristóteles PDF
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LA FILOSOFÍA DE ARISTÓTELES
La filosofía de Aristóteles supone un nuevo desarrollo del modo
de vida filosófico propuesto por Sócrates. El hombre debe,
ciertamente, buscar el bien, pero este bien no el bien ideal propuesto
por Platón, sino el bien que corresponde a su naturaleza. Según
Aristóteles el bien que proporciona al hombre la felicidad no es un bien
absoluto y trascendente, como pensaba Platón, sino un bien relativo
e inmanente. Aristóteles, que era ante todo un naturalista, un biólogo,
se dedicó a la observación y al estudio de la naturaleza y trató de
explicarla sin recurrir a realidades supranaturales. En el cuadro titulado La Escuela de Atenas, del
que hablamos en la introducción a Platón, Aristóteles aparece apuntando con su dedo índice
hacia abajo, indicando que es en este mundo donde hay que buscar el bien y la perfección del
hombre.
VIDA DE ARISTÓTELES
Aristóteles nació en Estagira el año 384 a. de Cristo, era por tanto macedonio, no ateniense.
Su padre era el médico del rey de Macedonia. A los 17 años marchó a Atenas a estudiar en la
Academia de Platón, donde permaneció 20 años. Al morir Platón abandonó la Academia y se
fue a vivir a Asia Menor. Cinco años después fue llamado por Filipo II, rey de Macedonia, para
que se encargara de la educación de su hijo Alejandro. Terminada esta misión educativa regresa
a Atenas y funda su propia escuela: el Liceo, así llamada por estar al lado de un templo
dedicado a Apolo Likaios. En él impartía sus enseñanzas mientras paseaba con sus discípulos
por los jardines, por lo que a los miembros de su escuela se les conocía como los peripatéticos,
los paseantes (del griego peripatos, paseo). Por ser de origen macedonio y haber estado a
servicio de los reyes de Macedonia tuvo problemas con los atenienses a la muerte de
Alejandro Magno. Abandonó Atenas y se retiró a Calcis, en Eubea, donde tenía posesiones
heredadas de su madre. Allí murió poco después, en el año 322 a. de C.
LOS ESCRITOS DE ARISTÓTELES
Se atribuye a Aristóteles la redacción de un gran número de obras que abarcan todo el
saber de su tiempo. De todas formas es difícil saber en estos escritos lo que pertenece
directamente a Aristóteles y lo que es posterior elaboración de sus discípulos. Los escritos
aristotélicos se dividen en dos grandes grupos: los exotéricos, destinados al público en general,
y los esotéricos, destinados a los discípulos. Del primer grupo se han perdido prácticamente
todos, aunque han llegado hasta nosotros casi todos los del segundo. Los escritos filosóficos,
conocidos como el Corpus Aristotelicum, comprenden tratados de lógica (Categorías, De la
interpretación, Analíticos primeros, Analíticos segundos, etc.), de filosofía natural (Física, Del
cielo, De la generación y de la corrupción, etc.), de psicología (Del alma), de filosofía primera
(catorce libros llamados después libros de Metafísica), de ética (Ética Nicomáquea, Ética
Eudemia y Ética Magna), de política, de retórica, etc.
FUENTES DE SU PEN SAMI ENTO
Aristóteles fue hijo de un médico y tuvo más parientes dedicados a la medicina. Los
médicos eran en aquel tiempo los representantes entre los griegos de los saberes científicos. Así
pues, Aristóteles creció en un ambiente familiar favorable a los saberes experimentales.
Su formación filosófica la recibió en la Academia de Platón. El pensamiento platónico,
por lo tanto, es fundamental en la formación del pensamiento aristotélico, pero hay que tener
en cuenta que la doctrina más característica del platonismo: la teoría de las Formas, era muy
discutida en la misma Academia durante el tiempo que Aristóteles permaneció en ella.
"Pues los prudentes buscan lo que es bueno para ellos y creen que es esto
lo que debe hacerse. De esta opinión procede la creencia de que sólo éstos
son prudentes, aunque, quizá, no es posible el bien de uno mismo sin
administración doméstica ni sin régimen político" (ARISTÓTELES, Ética
Nicomáquea, VI, 8, 1142a).
Sin embargo, mientras Platón pensaba que los filósofos debían encargarse
directamente de ello, participando personalmente en la vida política, Aristóteles creía que
los filósofos debían limitarse a aconsejar a los políticos, tal y como hizo él mismo con
Alejandro Magno.
Por eso Aristóteles, en una de sus obras fundamentales, la Ética Nicomáquea, se
pregunta cuál es la ciencia que se ocupa del bien supremo de la vida humana y
responde diciendo que es la política. A los políticos, por lo tanto, se dirige Aristóteles para
enseñarles en qué consiste realmente el bien y la felicidad del hombre, indicarles cómo
pueden conseguirse llevando una vida virtuosa y pedirles que organicen la ciudad de tal
manera que promuevan la práctica de la virtud y la consecución del bien y la felicidad que
corresponden a la naturaleza humana. Así pues, también para Aristóteles la investigación
ética forma parte de la política:
TEXTO COMENTADO DEL CAPÍTULO VII DEL LIBRO PRIMERO DE LA ÉTICA NICOMAQUEA
1. "Pero volvamos de nuevo al bien objeto de nuestra investigación e indaguemos qué es.
Porque parece ser distinto en cada actividad y en cada arte: uno es, en efecto, en la
medicina, otro en la estrategia, y así sucesivamente. ¿Cuál es, por tanto, el bien de cada
una? ¿No es aquello a causa de lo cual se hacen las demás cosas? Esto es, en la
medicina, la salud; en la estrategia, la victoria; en la arquitectura, la casa; en otros
casos, otras cosas, y en toda acción y decisión es el fin, pues es con vistas al fin como
todos hacen las demás cosas. De suerte que, si hay algún fin de todos los actos, éste
será el bien realizable, y si hay varios, serán éstos. Nuestro razonamiento, a pesar de
las digresiones, vuelve al mismo punto; pero debemos intentar aclarar más esto".
El bien objeto de la investigación es el bien supremo, el fin último de la vida del hombre. El
problema es que cada actividad humana, cada arte, tienen un bien distinto que es el bien que
busca cada una. Ahora bien, tiene que haber un bien o fin que lo sea de todos los actos del hombre,
un bien o fin que sea, por lo tanto, el bien supremo o fin último de nuestra actuación en cuanto
seres humanos.
2. "Puesto que parece que los fines son varios y algunos de éstos los elegimos por otros,
como la riqueza, las flautas y, en general todos los instrumentos, es evidente que no son
todos perfectos, pero lo mejor parece ser algo perfecto. Por consiguiente, si hay sólo
un bien perfecto, ése será el que buscamos, y si hay varios, el más perfecto de ellos.
Ahora bien, al que se busca por sí mismo le llamamos más perfecto que al que se
busca por otra cosa, y al quenunca se elige por causa de otra cosa, lo consideramos más
perfecto que a los que se eligen, ya por sí mismos, ya por otra cosa. Sencillamente, llamamos
perfecto lo que siempre se elige por sí mismo y nunca por otra cosa".
Los bienes o fines que no son perfectos, no pueden ser el bien o fin que buscamos, puesto que en realidad
son medios para alcanzar otros bienes o fines, como ocurre con los instrumentos, que los utilizamos
como medios para alcanzar otra cosa. Aristóteles pone como ejemplos de bienes o fines instrumentales
las riquezas y las flautas, en cuanto son medios para alcanzar otra cosa: vivir desahogadamente y
hacer música. Estos no son, por lo tanto, bienes perfectos. Si hubiera varios bienes perfectos, o fines
perfectos, el bien y el fin que buscamos tendría que ser el más perfecto, aquél al que se
ordenaran todos los demás. Aristóteles, no lo olvidemos, tiene una visión jerárquica de los seres,
lo que significa que entre los distintos seres tiene que existir el ser más perfecto. Y lo mismo ocurre
entre los bienes y entre los fines, tiene que haber un bien y un fin que sea más perfecto que los
demás bienes y fines.
3. "Tal parece ser, sobre todo, la felicidad, pues la elegimos por ella misma y nunca por
otra cosa, mientras que los honores, el placer, la inteligencia y toda virtud, los deseamos en
verdad, por sí mismos (puesto que desearíamos todas esas cosas, aunque ninguna
ventaja resultara de ellas), pero los deseamos a causa de la felicidad, pues pensamos que
gracias a ellos seremos felices. En cambio nadie busca la felicidad por estas cosas, ni en
general por ninguna otra".
Finalmente, Aristóteles nos dice en qué consiste el bien supremo y el fin último del hombre: la
felicidad. En efecto, la felicidad es un bien que no se busca para conseguir otro bien sino que se busca por
sí mismo, ni es un fin que se busque como medio para conseguir otro fin. La prueba es que la felicidad la
elegimos por ella misma, mientras que hay otros bienes, como l as riquezas, los honores o los
placeres, que los buscamos porque nos proporcionan felicidad.
4. "Parece que también ocurre lo mismo con la autarquía, pues el bien perfecto parece
ser suficiente. Decimos suficientemente no en relación con uno mismo, con el ser que
vive una vida solitaria, sino también en relación con los padres, los hijos y mujer, y, en
general, con los otros amigos y conciudadanos, puesto que el hombre es por
naturaleza un ser social. No obstante, hay que establecer un límite en estas
relaciones, pues extendiéndolos a los padres, descendientes y amigos de los amigos, se
iría hasta el infinito. Pero esta cuestión la examinaremos luego. Consideramos suficiente
lo que por sí solo hace deseable la vida y no necesita nada, y creemos que tal es la
felicidad. Es lo más deseable de todo, sin necesidad de añadirle nada; pero es evidente
que resulta más deseable, si se le añade el más pequeño de los bienes, pues la adición
origina una superabundancia de bienes, y, entre los bienes, el mayor es siempre más
deseable. Es manifiesto, pues, que la felicidad es algo perfecto y suficiente, ya que es el
fin de los actos".
5. "Decir que la felicidad es lo mejor parece ser algo unánimemente reconocido, pero,
con esto, es deseable exponer aún con más claridad lo que es. Acaso se conseguiría
esto, si se lograra captar la función del hombre. En efecto, como en el caso de un
flautista, de un escultor y de todo artesano, y en general de los que realizan alguna
función o actividad parece que lo bueno y el bien están en la función, así también
ocurre, sin duda, en el caso del hombre, si hay alguna función que le es propia. ¿Acaso
existen funciones y actividades propias del carpintero, del zapatero, pero ninguna del
hombre, sino que éste es por naturaleza inactivo? ¿O no es mejor admitir que así como
parece que hay alguna función propia del ojo y de la mano y del pie, y en general de cada uno
de los miembros, así también pertenecería al hombre alguna función aparte de éstas? ¿Y cuál,
precisamente, sería esta función? El vivir, en efecto, parece también común a las plantas, y
aquí buscamos lo propio. Debemos, pues, dejar de lado la vida de nutrición y crecimiento.
Seguirá después la sensitiva, pero parece que también ésta es común al caballo, al buey y a
todos los animales. Resta, pues, cierta actividad propia del ente que tiene razón, y por otra,
la posee y piensa".
Aunque sabemos que el bien supremo del hombre, y por lo tanto su fin último, es la consecución de la
felicidad, es preciso seguir investigando para determinar en qué consiste la felicidad. Aristóteles
aduce una serie de ejemplos para indicar que, así como los bienes de cada actividad humana
(flautista, escultor, artesano), están en relación con la función que desempeñan, también la actividad
que corresponde al hombre en cuanto tal, en cuanto es hombre (no en cuanto es flautista,
escultor o artesano), tiene que estar en relación con la función humana. ¿Cuál es, pues, la
función o actividad propiamente humana?. No las que tienen relación con la vida, como la nutrición
o el crecimiento, pues esas son actividades comunes al hombre y a las plantas; tampoco las que
tienen relación con la sensación, pues ésas son actividades comunes al hombre y a los animales. Sólo
queda, por lo tanto, la función o actividad racional, que sí es propia del hombre. La felicidad del
hombre, concluye Aristóteles, debe tener relación con su función o actividad racional.
6. "Y como esta vida racional tiene dos significados, hay que tomarla en sentido activo, pues
parece que primordialmente se dice en esta acepción. Si, entonces, la función propia
del hombre es una actividad del alma según la razón, o que implica la razón, y si, por
otra parte, decimos que esta función es específicamente propia del hombre y del hombre
bueno, como el tocar la cítara es propio de un citarista y de un buen citarista, y así en todo
añadiéndose a la obra la excelencia queda la virtud (pues propio de un citarista tocar la cítara y
del buen citarista tocarla bien), siendo esto así, decimos que la función del hombre es una cierta
vida, y ésta es una actividad del alma y unas acciones razonables, y la del hombre bueno estas
mismas cosas bien y hermosamente, y cada uno se realiza bien según su propia virtud; y si
esto es así, resulta que el bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud,
y si las virtudes son varias, de acuerdo con la mejor y más perfecta, y además en una vida
entera. Porque una golondrina no hace el verano, ni un solo día, y así tampoco ni un solo día
ni un instante (bastan) para hacer venturoso y feliz".
7. "Sirva lo que precede para describir el bien, ya que, tal vez, se debe hacer su bosquejo
antes de describirlo con detalle. Parece que todos podrían continuar y completar lo
que está bien bosquejado, pues el tiempo es buen descubridor y coadyuvante en tales
materias. De ahí han surgido los progresos de las artes, pues cada uno puede añadir lo
que falta. Pero debemos también recordar lo que llevamos dicho y no buscar del mismo
modo el rigor en todas las cuestiones, sino, en cada una según la materia que subyazga
a ellas y en un grado apropiado a la particular investigación. Así, el carpintero y el
geómetra buscan de distinta manera el ángulo recto: uno, en cuanto es útil para la
obra; el otro busca qué es o qué propiedades tiene, pues aspira a contemplar la verdad. Lo
mismo se ha de hacer en las demás cosas y no permitir que lo accesorio domine lo
principal. Tampoco se ha de exigir la causa por igual en todas las cuestiones; pues en algunos
casos es suficiente indicar bien el hecho, como cuando se trata de los principios, ya que el
hecho es primero y principio. Y de los principios, unos se contemplan por inducción,
otros por percepción, otros mediante cierto hábito, y otros de diversa manera. Por tanto,
debemos intentar presentar cada uno según su propia naturaleza y se ha de poner la mayor
diligencia en definirlos bien, pues, que el principio es más de la mitad del todo, y que por
él se hacen evidentes muchas de las cuestiones que se buscan".
Aristóteles termina diciendo que no ha pretendido sino hacer una primera descripción del bien en que
consiste la felicidad del hombre, y que se debe continuar y completar su investigación. Advierte, sin
embargo, que en no todas las cuestiones se puede alcanzar el mismo grado de conocimiento, pues
esto depende de la materia que se pretende conocer y de los sujetos que buscan ese
conocimiento.
Como dijimos anteriormente, los escritos de Aristóteles tienen, como los de Platón,
sobre todo intención formativa. Sin embargo, como consecuencia del modo de vida
filosófico propuesto por Aristóteles, hay en ellos un gran desarrollo doctrinal que, sin estar
exento de diferencias, no cae en las vacilaciones e incoherencias que se encuentran en
los diálogos de Platón. Los escritos aristotélicos, por lo tanto, aunque hay que verlos
también como una justificación filosófica del modo de vida propuesto por Aristóteles,
pretenden, igualmente, dar una explicación racional de la rea lidad que está mucho
más elaborada que la de Platón, debido, sobre todo, a la base experimental del pensamiento
aristotélico antes indicada.
DOCTRINA SOBRE EL SE R EN GENERAL
A Aristóteles no le convence la solución dada por Platón a los problemas planteados por la
teoría de Parménides. Parménides afirmó que el ser tenía que ser único e inmóvil. Platón pudo
explicar la multiplicidad de los seres inteligibles, pero no la movilidad del ser, por lo que tuvo
que admitir que sólo los seres del Mundo de las Formas son verdaderos seres, mientras que los
seres de este mundo son sólo apariencia de ser. Aristóteles afirma, por el contrario, que el ser
posee múltiples significados y no uno solo, lo que le permitió calificar de auténticos seres a los
seres de este mundo. Hay, pues, muchos seres y algunos de esos seres son móviles. El ser es
múltiple y diverso, lo que quiere decir que hay varios modos de ser.
Aristóteles distingue, entre los modos de ser, el ser esencial y el ser accidental; el ser
verdadero y el ser falso; el ser substancia y el ser accidente; y el ser acto y el ser potencia.
La parte de la filosofía que estudia el ser en general es la Filosofía Primera, que será
denominada más adelante Metafísica.
Aristóteles parte de la observación de los seres, que son, como hemos dicho, múltiples y
diversos, para construir su teoría del ser. La observación nos permite comprobar que en los
seres se da tanto la permanencia como el cambio. El agua, por ejemplo, se calienta y se
enfría, pero sigue siendo agua. A lo que permanece en los cambios de las cosas lo llama
Aristóteles substancia y a lo que cambia en las cosas lo llama accidente. Hay, pues, dos modos
de ser: el ser substancial y el ser accidental. El agua, por ejemplo, es un ser substancial; el que
esté caliente o esté fría son seres accidentales del agua.
Ahora bien, si seguimos observando los seres de la naturaleza nos damos también cuenta
no sólo de que cambian, sino también de que no pueden cambiar de cualquier manera. El agua,
por ejemplo, se calienta y se enfría, pero no puede arder, cosa que si hace la madera, ni
cortarse con unas tijeras, como si puede hacerse con un papel. Los seres pueden cambiar, pero
dentro de unos límites, de unas posibilidades. A estas posibilidades de cambio de un ser la
llama Aristóteles potencia y a lo que el ser ya es lo llama acto. Tenemos, por lo tanto, otros
dos modos de ser: el ser acto (agua que está fría, por ejemplo) y el ser potencia (el agua fría
que tiene la posibilidad de calentarse).
Los seres pueden cambiar, en efecto, pero sólo si tienen potencia para ello. Y el
cambio se produce cuando una posibilidad de cambio se realiza, es decir, si se pasa de la
potencia al acto, de estar el agua en potencia de calentarse a estar en acto caliente.
Aristóteles analiza los cambios que se dan en la naturaleza y dice que hay dos
posibilidades: cambios substanciales (cuando aparece o desaparece un ser substancial) y
cambios accidentales (cuando aparece o desaparece un ser accidental). Los cambios
substanciales si se trata de seres vivos dan lugar al nacimiento o la muerte del ser, si se trata
de seres no vivos a la generación o corrupción del ser. Los cambios accidentales pueden ser de
tres tipos: cuantitativos, cualitativos o locales, según que la substancia cambie de
cantidad, de cualidad o de lugar.
Para Aristóteles existen tres géneros de substancias: la substancia supraceleste, que es
eterna, inmóvil y separada de toda materia; las substancias celestes (las esferas celestes y los
astros), que son eternas, móviles y compuestas de materia y formas perfectísimas; y las subs-
tancias terrestres, que se generan y se corrompen, y son móviles y compuestas de materia y
forma. Las substancias terrestres pueden ser vivientes y no vivientes.
mismo modo que la forma accidental no puede existir sin una substancia material, tampoco la
forma substancial puede existir sin la materia primera. Materia primera y forma substancial
existen inseparablemente formando las substancias materiales, del mismo modo que la
materia segunda y la forma accidental existen también inseparablemente.
y el cuerpo están unidos substancialmente, pues el alma es la forma substancial que le da vida.
Ninguno de los componentes de las substancias vivas puede existir por separado, del mismo
modo que ninguna materia existe sin su forma y ninguna forma substancial puede existir sin su
materia.
DOCTRINA SOBRE EL CO NOCIMIENTO HUMANO
No puede existir, para Aristóteles, ningún conocimiento en el alma previo a su existencia en
el cuerpo, pues ésta no existía previamente. El conocimiento, por lo tanto, no puede explicarse
por anámnesis o recuerdo como lo hacía Platón, sino que tiene que ser adquirido durante la
vida del hombre a partir de los datos que nos proporcionan los sentidos.
El conocimiento empieza por la observación de lo particular, y se eleva hasta lo general a
través de la abstracción de lo particular. La abstracción es un proceso complejo que consiste en
prescindir de los elementos singulares de las cosas, que dependen de sus aspectos materiales,
quedándonos solo con los elementos universales, que dependen de sus aspectos formales. Así,
por ejemplo, el conocimiento de lo que es una "mesa" en general, parte de la observación de
las mesas singulares, de esos conocimientos sensibles prescindimos de lo que tienen de
singular (que la mesa sea alta o baja, redonda o cuadrada, negra o marrón, de tres o de cuatro
patas, de madera o de hierro, etc.), es decir, de sus aspectos materiales; y nos quedamos
únicamente con aquello en lo que coinciden todas las mesas, es decir, con sus aspectos formales.
Así se forma el concepto universal de mesa, que puedo aplicar a todas las mesas particulares.
Hay, pues, para Aristóteles, distintos niveles de conocimiento, según el nivel de
abstracción alcanzado. En primer lugar está la sensación, que es común a hombres y animales,
que conoce lo particular; después viene la memoria, también común a hombres y
animales superiores, que nace del recuerdo de las sensaciones particulares; a
continuación tenemos la experiencia, que es propia de los seres humanos, porque
depende de la coordinación racional de las sensaciones, aunque sigue siendo
conocimiento de cosas concretas; y, por último, el entendimiento, propio del hombre, que
conoce lo universal. El conocimiento intelectual da lugar a la ciencia, conocimiento
demostrativo de las cosas por sus causas; y a la sabiduría, conocimiento intuitivo de los
primeros principios.
Las ciencias pueden ser teoréticas (Filosofía Primera, Física, Matemáticas y Teología),
prácticas (Política, Economía y Ética) y productivas (Gramática, Dialéctica, Retórica,
Poética, Música, Medicina, etc.).
DOCTRINA SOBRE LA AC CIÓN HUMANA
Al estudio de la conducta humana dedicó Aristóteles, como diji mos, sus tratados de
ética: Ética Nicomáquea, Ética Eudemia y Ética Magna.
La ética es la parte de la filosofía que se ocupa del bien del individuo humano y
nos enseña a distinguir lo que nos conviene de lo que nos perjudica, lo bueno de lo malo.
Todos, dice Aristóteles, buscamos lo que es bueno para nosotros, y procuramos huir de lo
que es malo. Conseguir el bien es el fin que buscamos con nuestras acciones. Así pues, la
ética de Aristóteles es finalista, porque, de acuerdo con su teoría general de que todos los
seres obran buscando un fin, enseña que también el hombre persigue un fin al actuar que no
puede ser otro que el bien, dado que el bien es "aquello a lo que tienden todas las cosas".
Ahora bien, así como hay muchos seres, también hay muchos fines y muchos bienes
para el hombre. La cuestión es saber cual es el fin último o el bien supremo a cuya
consecución debe orientarse toda la vida humana; un fin último y bien supremo que debe
proporcionar al hombre su perfección como ser. La respuesta de Aristóteles es que el fin
último y el bien supremo de la vida humana es la felicidad.
La felicidad, en efecto, es el único bien o fin que se busca por sí mismo, mientras que los
otros fines o bienes se buscan para conseguir la felicidad. Como en griego felicidad se dice
eudaimonía, la ética de Aristóteles recibe el nombre de eudemonista.
Una vez que ha decidido que la felicidad es el fin último y el bien supremo que busca
alcanzar el hombre con su actuación, Aristóteles se pregunta en qué consiste en concreto la
felicidad. Rechaza que la felicidad consista en la acumulación de riquezas, porque se trata de
bienes que no se buscan por si mismos, sino como medios para lograr otros bienes; y también
que la felicidad consista en el disfrute de los placeres o de los honores, porque no son bienes
apropiados a la naturaleza humana.
En efecto, Aristóteles, de acuerdo con su teoría general sobre el ser, dice que los seres
obran buscando un fin, pero ese fin no es igual para todos, sino que depende de la naturaleza de
cada uno. Es distinto el fin de los seres no vivos que el de los seres vivos, es distinto el fin de las
plantas del fin de los animales. ¿Cuál es, pues, el fin último de los seres humanos?. El que está
de acuerdo con su naturaleza. Como el hombre se distingue de los demás seres por su
racionalidad, el fin del hombre, y por lo tanto su felicidad, la logrará el hombre usando la
facultad que le es propia: la razón. Es decir, cada ser es feliz realizando la actividad que le es
propia y natural, en el caso del hombre esta es la actividad intelectual.
La actividad intelectual es, pues, la que proporciona al hombre la felicidad. Ahora bien,
entre las actividades intelectuales las más perfectas para Aristóteles son las teoréticas,
porque buscan el conocimiento por si mismo y no en orden a otra cosa, por lo tanto el
conocimiento teorético es el más perfecto y el que proporciona la máxima felicidad.
El hombre, según Aristóteles, alcanza la máxima felicidad con el conocimiento
teorético, con la pura contemplación de la verdad. Se trata de una felicidad que tiene algo de
divina, porque, como reconoce el propio Aristóteles, los dioses también son felices realizando la
actividad intelectual que consiste en la contemplación de la verdad.
Como se trata de algo difícil de conseguir, Aristóteles parece conformarse con una
felicidad más limitada, la que se consigue viviendo una vida virtuosa que es la que nos
permite acercarnos a la perfección deseada de la contemplación de la verdad. El hombre debe
desarrollar hábitos o costumbres buenas que son los que perfeccionan su naturaleza, es decir,
las virtudes, y huir de los hábitos malos, es decir, de los vicios. Entre las virtudes unas
perfeccionan nuestro carácter, son las virtudes morales; otras perfeccionan nuestra inteli-
gencia, son las virtudes intelectuales. Las virtudes intelectuales perfeccionan el entendimiento
teorético (como la sabiduría y la ciencia) y el entendimiento práctico (como el arte y la
prudencia). La actividad intelectual teorética, de acuerdo con la virtud de la sabiduría, es por lo
tanto la que proporciona al hombre la máxima felicidad.
Ahora bien, el hombre para ser feliz, nos dice Aristóteles, no sólo debe llevar una vida
virtuosa, sino que necesita igualmente disfrutar de algunos bienes corporales, como la salud, y de
algunos bienes exteriores, como los medios económicos.
En resumen, la ética aristotélica nos propone como fin y perfección de la vida humana la
felicidad, que se consigue procurando conocer la verdad teorética y, como medio de
conseguirlo, vivir virtuosamente, lo que se consigue desarrollando hábitos buenos intelectuales
y morales. Ahora bien, esa felicidad, sólo puede alcanzarse viviendo con otros hombres, en la
ciudad, en la polis. Para Aristóteles, por lo tanto, la ética depende de la política.
NATURALEZA
En sus dos acepciones básicas, naturaleza es el conjunto de las cosas que constituyen
el universo o la esencia de una cosa que, a modo de principio activo, hace que ésta
manifieste un determinado conjunto de propiedades características. Etimológic amente,
tanto en griego (phýsis) como en latín (natura), el término se refiere al «nacimiento» o a la
«producción» de las cosas, y así lo entendieron los presocráticos, autores de las primeras
teorías sobre el «principio», o arkhé, en que se supone consiste la naturaleza. Aristóteles
presenta la primera definición formal de naturaleza, como la «sustancia que posee en sí
misma el principio del movimiento». Es el principio interno de movimiento y de reposo
de los seres naturales. Según su esencia, los seres tienen por naturaleza unas
potencialidades que le son propias, lo que por naturaleza es distinto de lo artificial.
Este criterio le permite nombrar un conjunto de cosas que son «por naturaleza»: los
animales, las plantas y los cuerpos simples de donde todo procede; distinguiéndolas, por lo
demás, cuidadosamente de lo que es producido por el arte (la tékhne), también principio
productivo. El hombre es un animal social y político por naturaleza, es el modo de ser
propio de la realidad humana, que lo define.
SER SOCIAL
Los seres que viven solos, o son dioses o son animales. El hombre es por naturaleza un
animal social y un ser político, que vive en las pólis. El ser humano necesita de lo social
para satisfacer sus necesidades y para realizar sus funciones propias: las racionales. La
vida preferible es la de la comunidad.
FELICIDAD
Vivencia subjetiva de un estado de alegría y dicha permanente o estable. La alegría es la
exteriorización de la satisfacción del vivir, mientras que la dicha es la vivencia interior de la
alegría, de la que proviene. Las definiciones clásicas de Boecio, «el sumo bien, que abarca
dentro de sí todos los bienes», o «la cifra y la causa de todo lo que se desea», son de claro
origen aristotélico; el eudemonismo [la concepción de la felicidad] de Aristóteles traza las
líneas básicas que delimitan la conducta humana.
Todo lo que hace el hombre lo hace por algún fin, y el fin es el bien que se desea
conseguir; el bien último, aquel que se quiere por sí mismo y en vista del cual se hace todo, es
también el fin último que todos los hombres desean: «Tal parece ser eminentemente la
felicidad». Y ésta es una «actividad del alma». La felicidad, no obstante, es algo que se desea,
pero no algo sobre lo que pueda decidirse directamente, porque los fines se desean, pero
sólo se eligen los medios. De aquí la ordenación problemática del hombre a la felicidad: no
puede sino tender a ella, y se dice que cada cual debe forjársela, pero puede no conseguirla,
porque no es objeto de decisión. La felicidad más bien acompaña a la acción humana, como
consecuencia de ella, y ésta tiende a fines directamente asequibles.
Por esto difícilmente puede decirse sobre ella más de lo que indicó Aristóteles: todos los
hombres tienden a la felicidad, pero no todos están de acuerdo en cuanto a poder decir qué
es. Sólo se la experimenta de forma pasiva, «a resultas» de las acciones que los deseos, la
imaginación, el conocimiento o las creencias nos permiten pensar que están ordenadas a la
felicidad.
De ahí que se la defina como la contemplación, la actividad más alta del intelecto
humano, por ello sólo los sabios son felices de verdad, pues el vulgo considera la felicidad, el
negocio, las riquezas y los honores. Los seres humanos también tienen facultades comunes con
los animales (comer, beber, etc.), pero poseen otras facultades (pensar, querer, etc.) que son
propias de ellos. La auténtica felicidad consiste en el ejercicio de estas últimas facultades. El
hombre necesita averiguar qué es el Bien, realizar un esfuerzo intelectual para alcanzar la
felicidad cumpliendo el deber.
SUSTANCI A
En el uso ordinario del lenguaje, la naturaleza química de un cuerpo concebida muy
vagamente o la naturaleza de un asunto, en oposición a lo que se considera secundario o
accidental, y constituye uno de los términos fundamentales en la historia de la filosofía
tradicional occidental, opuesto al también definido y preciso de accidente. Fue Aristóteles, el
introductor del término, que debemos definir como “lo real existente [que existe] como
individuo [que tiene forma]”, aunque la noción varía a lo largo de su obra filosófica.
En un prinipio, se refire a los individuos, los organismos vivos, lo que llama «un esto», como
hombres, animales, plantas, a los que llama también «sustancias primeras» («aquello que no
se dice de un sujeto»), en oposición a los accidentes, que son sólo «maneras de ser esto». Pero
con la introducción de las expresiones de materia y forma, o de potencia y acto como
elementos fundamentales en la explicación del cambio, y en general con la introducción de los
diversos sentidos de ser, la noción de sustancia se vuelve más compleja. Por consiguiente,
sustancia es, en Aristóteles, tanto el sujeto que no necesita de otra cosa para existir (como es el
caso de los accidentes) y el sustrato de los cambios accidentales, o la esencia de una cosa, o la
forma, o acto, que hace que una cosa sea lo que es (ver cita).
CAUSA
Primera formulación histórica de una teoría de las causas, con la que Aristóteles
intenta explicar el cambio que ocurre en las cosas recurriendo no a un principio material, como
había sido tradición entre los presocráticos, sino a un conjunto sistemático de causas
materiales y no materiales.
Partiendo de una consideración antropomórfica sobre la manera como el hombre
produce algo, se plantea las preguntas principales que pueden hacerse al respecto: quién hace
algo y para qué lo hace, y qué es esto y de qué está hecho o en qué consiste.
Estas cuatro expresiones son las cuatro distintas maneras con las que podemos
preguntarnos el porqué de una cosa, en el bien entendido que este “porqué” [la causa] no está
simplemente en la mente de quien pregunta, sino que forma parte de la constitución real del
objeto. Los porqué pertenecen propiamente al mundo, no al hombre; las causas los explicitan.
La causa, según Aristóteles, puede considerarse bajo cuatro aspectos:
[causa material]como aquello a partir de lo cual algo se produce, la materia (en griego
hyle) de que se hace algo y que la cosa continúa siendo: el sustrato (el «de qué»);
[causa formal]como la forma, o el logos , la sustancia o esencia que se manifiesta por
la definición, el modelo, la idea o el paradigma (eidos) de la cosa, esto es, el principio
organizador y estructurador de la materia que en íntima composición con ella
permanece en la cosa (el «qué»);
[causa eficiente]como el agente o el iniciador del cambio, el hacedor, el responsable,
el origen (el «quién», el «por qué»);
[causa final] como el fin (en griego télos), la finalidad, el objetivo hacia el cual se
orienta la producción, con miras a lo cual se hace algo, el bien de la cosa (el «para
qué»).
Aristóteles aplica este modelo de explicación causal tanto al mundo natural como al
mundo artificial, o del arte. En este último caso, por ejemplo, el constructor que construye una
casa es el agente o iniciador del cambio de los materiales o del sustrato con que inicia la
construcción; en este caso, los ladrillos, la piedra o la madera. Estos elementos materiales se
hallan en una pura pasividad receptiva, o potencialidad, respecto de la forma, idea
arquitectónica o el modelo de construcción, que el arquitecto irá actualizando, llevando a
cabo, aplicándola a los materiales y hasta al espacio o al volumen de que dispone, con el fin de
lograr una vivienda. Cuando este modelo se aplica al conjunto de cosas naturales, la causa
material pierde importancia (por el mero hecho de que una cosa natural sufre muy diversos
cambios, se hace difícilmente comprensible cuál es su causa material; lo que vemos no es la
materia, sino las sucesivas organizaciones o estructuraciones de esta materia), mientras que la
causa eficiente, la formal y la final convergen en una sola (la especie a que pertenece el ser
biológico).
POTENCIA-ACTO
Doctrina metafísica de Aristóteles, según la cual todas las cosas materiales se componen
de dos maneras del ser, que son el acto (enérgeia) y la potencia (dýnamis). El acto, o
entelequia (entelékheia), es la actualidad de una cosa o de un ente (on) y significa realización y
perfección, mientras que la potencia es pura posibilidad de ser algo. En las cosas materiales, la
materia (hýle) es la potencia y la forma (eidos), el acto o entelequia, y el compuesto de materia
y forma es también un compuesto de potencia y acto. Con la concepción de la sustancia
material como un compuesto de materia y forma, o de potencia y acto, explica Aristóteles no
sólo la composición interna de las cosas materiales, sino también el problema del devenir o del
cambio (metabolê o kýnesis).
Lo que cambia pasa de la potencia de ser algo al acto de serlo, de tal manera que la
potencia no debe entenderse como si fuera la nada o el no-ser, sino una sustancia precedente
que, respecto de la posterior es su potencia. La materia crisoelefantina con la que el escultor
Fidias construye la Atenea del Partenón es la potencia, oro y marfil, que se actualiza en Atenea
estatua, la cual a su vez es la perfección que lleva al acto, a existir de otra manera, a la materia
primitiva que, por ser capaz de ser esculpida, se hallaba sólo en potencia de ser estatua o
alguna otra cosa. La estatua no surge de la nada, sino de un sustrato anterior, que respecto de
aquélla es su materia, pero que, independiente de ella, es la sustancia material del oro y el
marfil. El cambio, que es la actualización de una potencia, siempre ocurre sobre un sustrato
preexistente, el sujeto del cambio, que es «aquello de donde y aquello de lo cual» proviene
una cosa.
IDEAS PARA LA EXPOSI CIÓN RAZONADA DEL AL UMNO (CUARTA CUESTIÓ N DE LA PAU).
Aristóteles nos dice que cada hombre concibe la felicidad según el estilo de vida que lleva.
La mayoría de los seres humanos, la gente corriente, piensa que la felicidad consiste en los
placeres. Los hombres que destacan, los hombres de acción, los que se dedican a la política,
piensan que la felicidad consiste en los honores que reciben de los demás. Los intelectuales,
los hombres que se dedican al estudio y a la investigación, piensan que la felicidad consiste en
el conocimiento o contemplación de la verdad.
Aristóteles habla también de otro género de vida, el de los negociantes, los cuales piensan
que la felicidad consiste en acumular riquezas. Esta concepción le parece a Aristóteles la
más equivocada de todas, puesto que las riquezas son sólo el medio de conseguir otras cosas.
Nadie, en efecto, busca las riquezas por sí mismas, sino en cuanto su posesión le permite
alcanzar otros bienes.
También en nuestros días existen diversas concepciones de la felicidad, aunque el
desarrollo del sistema económico capitalista ha cambiado por completo la concepción de la
felicidad de los seres humanos. Si en tiempos de Aristóteles eran los negociantes los únicos que
pensaban que la felicidad dependía de la posesión de bienes materiales, en la actualidad
posiblemente la mayoría de la gente estaría de acuerdo con la afirmación de que el dinero
permite conseguir la felicidad, porque proporciona una vida placentera y el prestigio social. Es
decir, las riquezas se han convertido hoy día en el mejor medio para conseguir la felicidad
que proporciona el placer y la felicidad que proporciona el honor. En cambio, muy pocos
seres humanos estarían hoy dispuestos a afirmar que la felicidad se consigue con el
conocimiento o contemplación de la verdad. El conocimiento, el estudio, la investigación, se
ha convertido, como mucho, en un medio para conseguir dinero. Acumular riquezas es, cada
vez más, el fin que pretenden alcanzar la mayoría de los seres humanos.
LA FELICIDAD SÓLO LA CONSIGUEN ALGUNOS SE RES HUMANOS
Para Aristóteles la auténtica felicidad humana consiste en una actividad del alma dirigida
por la virtud mejor y más perfecta, es decir el conocimiento contemplativo dirigido por la virtud
de la sabiduría. Se trata de una concepción de la felicidad tan excelente que el propio
Aristóteles considera que se trata de una felicidad que es propia de los dioses. En
consecuencia sólo algunos seres humanos, y no siempre, pueden ser auténticamente felices. Es
más, Aristóteles admite que no puede ser alcanzada ni por los esclavos o trabajadores ni por las
mujeres.
La razón de su exclusión es la inferioridad natural de unos y otras que Aristóteles admite de
acuerdo con la mentalidad de su tiempo. El que un espíritu tan agudo como el del filósofo griego
aceptara sin ponerla en cuestión una afirmación tan grave, demuestra lo difícil que es a la mente
humana escapar de los prejuicios culturales.
Tampoco los jóvenes, según Aristóteles, pueden lograr la felicidad, porque por su corta edad,
no han tenido tiempo de desarrollar sus virtudes intelectuales. Por lo tanto, para Aristóteles,
sólo un pequeño número de seres humanos, los adultos varones que no necesitan trabajar para
vivir y se dedican al estudio y a la investigación, pueden alcanzar la felicidad propia de los seres
humanos.
Hoy día nos resulta totalmente inaceptable una concepción de la felicidad y de la
perfección humana que estuviera al alcance sólo de una parte de la humanidad. Pero, como
dijimos anteriormente, ni siquiera pensador tan genial como Aristóteles fue capaz de sustraerse a
los prejuicios culturales de la sociedad griega en la que vivía; una sociedad que sólo
consideraba como auténticos seres humanos a los adultos varones libres, es decir, a los griegos
que podían vivir sin trabajar.
LA FELICIDAD SÓLO SE PUEDE CONSEGUIR EN U NA SOCIEDAD JUSTA
Aristóteles enseña, igualmente, que sólo se puede alcanzar la felicidad si se vive en un
orden social justo, en una organización política que fomente y proteja el ejercicio de la virtud.
La ciudad, nos dice Aristóteles, debe ayudar a los hombres a alcanzar la felicidad ordenando lo
que se debe hacer y prohibiendo lo que se debe evitar mediante la promulgación de leyes
justas.
Además, como la felicidad humana incluye no sólo la ausencia de dolor, sino también un
cierto grado de placer; si al hombre le falta la salud o no tiene los bienes materiales
mínimos para vivir sin estrecheces económicas (comida, vivienda, etc.), no podrá ser
feliz.
Estos mínimos vitales los debe proporcionar, también, la organización política en la que
se vive. Hoy día, de acuerdo con los planteamientos aristotélicos, la organización política
debería proporcionar a los ciudadanos un mínimo, difícil de determinar, de seguridad
económica y social. El hombre, dice Aristóteles, se asocia con otros hombres no sólo para
vivir, sino para vivir bien, es decir, virtuosamente. Y como nadie puede vivir virtuosamente si
le falta el mínimo vital necesario, continúa el propio Aristóteles, eso quiere decir que la
organización política pierde su razón de ser si no proporciona a los ciudadanos esos mínimos
económicos y sociales sin los cuales no pueden vivir virtuosamente.
Ahora bien, Aristóteles considera que aunque la organización política debe poner los
medios que permitan al hombre alcanzar la felicidad, ésta no se consigue sin el esfuerzo
personal de cada uno de los ciudadanos, puesto que son ellos los que deben desarrollar las
virtudes intelectuales y morales que permiten alcanzar la felicidad. El desarrollo de esos
hábitos buenos es necesario porque la realización de un acto bueno no es garantía de haber
alcanzado la virtud, es preciso realizar habitualmente actos buenos para llegar a ser un
hombre bueno. Esto quiere decir, que por mucho que la sociedad fomente la virtud, nada
se consigue si los ciudadanos no se esfuerzan en vivir virtuosamente.