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Edmundo O’Gorman y la invención de América

José Ricardo Arredondo Yucupicio

Entre los grandes nombres de la historiografía mexicana del siglo XX, sin duda
encontramos a Edmundo O’Gorman. De ascendencia irlandesa, nacido en la
Ciudad de México en 1906, Edmundo O’Gorman es un paradigma en la historia de
la Historia mexicana. Influenciado por las mentes ibéricas llegadas a México durante
la guerra civil española, como Ortega y Gasset y José Gaos, O’Gorman produjo
obras tan relevantes para la historiografía de nuestro país, como su más célebre
libo: La invención de América (1958).
Edmundo O’Gorman estudio en la Escuela Libre de Derecho, graduándose
en 1928. Para Jorge Alberto Manrique, esta etapa fue clave en la vida de Edmundo,
pues “parece indudable que esa formación y esa práctica marcarían su carrera
posterior y su pensamiento histórico, donde puede percibirse el fundamento de la
argumentación jurídica”1. Publicó Breve Historia de las divisiones territoriales.
Aportación a la historia de la geografía de México en 1937. Estudió Historia de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. En
1942 publica Fundamentos de la historia de América y en 1951 sale a la luz La idea
del descubrimiento de América, donde se ve su interés por los temas americanos.
En 1979 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional y durante
su larga carrera fue premiado numerosas ocasiones. Sin embargo, el mayor
reconocimiento lo obtuvo de sus colegas historiadores, pues sus obras son
reconocidas como parte de la gran historiografía mexicana del siglo XX.
Los temas americanos se encuentran presentas en la producción
historiográfica de O’Gorman. Su gran obra, sin duda, fue La invención de América,
de 1958. La intención de Edmundo en su opus magnum era la de dar una
reinterpretación a unos de los eventos de la Historia Universal más contados: el
descubrimiento de América, en 1492, por el genovés Cristóbal Colón. Pero, a

1
Se puede encontrar una reseña biográfica de Edmundo O’Gorman, escrita por Jorge Alberto Manrique, en
http://www.acadmexhistoria.org.mx/pdfs/members_previous/res_edmundo_ogorman.pdf. Consultada el
27 de marzo de 2019.
O’Gorman, la idea de ‘descubrimiento’ le hace cosquillas, no le gusta. Mediante una
reinterpretación de las fuentes que describen el momento, el historiador mexicano
se da a la tarea de dar con la génesis de la idea de que América fue descubierta por
Cristóbal Colón.
Como el mismo O’Gorman lo cuenta en el prólogo de su libro: “percibí
vagamente que la aparición de América en el seno de la Cultura Occidental no se
explicaba de un modo satisfactorio pensando que había sido ‘descubierta’ un buen
día de octubre de 1492”2. Para satisfacer su inquietud, Edmundo se lanza a un
análisis historiográfico y filosófico, que buscar probar que la idea del descubrimiento
de América es una que fue creada, que no está en concordancia con ‘lo que en
realidad pasó’, por utilizar la máxima de Ranke.
Para sostener su tesis, O’Gorman parte de la idea de la historia como “un
proceso productor de entidades ontológicas”, y no como uno que da por supuesto
la existencia de dichas entidades. Es decir, América no puede haber existido antes
de que el pensamiento occidental le diera su lugar. Por lo tanto, Cristóbal Colón no
puede haber descubierto un ente, América, que no existía en el imaginario europeo.
El continente, que lleva el nombre de Américo Vespucio, fue inventado por quienes,
a parecer de O’Gorman, buscaron explicar su presencia, anteriormente
insospechada.
Mediante una revisión de las cartas de Cristóbal Colón, O’Gorman da las
pruebas que sostienen su hipótesis, pues, como lo prueba en distintas ocasiones,
el almirante genovés jamás cayó en cuenta de que su llegada no había sido a las
costas asiáticas, sino a un nuevo continente. Así mismo, rebate las declaraciones
de distintos personajes sobre el conocimiento previo de Colón de hacia donde se
dirigía. Haciendo uso de las fuentes, el autor desecha las tesis de personajes como
Oviedo, López de Gómara e incluso Fernando Colón, hijo de Cristóbal Colón.
Mediante argucias tales como que Colón se enteró de la existencia de un
nuevo continente a través de un navegante anónimo, o como que el almirante
genovés era una herramienta de la Providencia para llevar la religión católica a
tierras lejanas, distintos autores revisados por el historiador mexicano dan cuenta

2
Edmundo O’Gorman, La invención de América, FCE, México, 1958, p. 9.
de Colón como el descubridor del continente americano. En esta última parte, la
interpretación de O’Gorman fue rebatida por el historiador francés Marcel Bataillon.
Pues mientras que Edmundo O’Gorman le da a la leyenda del piloto anónimo el
carácter de una interpretación de la hazaña de Colón, Bataillon lo ve más como una
forma de favorecer el acto de Colón y de la Corona española. De esto da cuenta
Carmen Ramos en su estudio sobre las polémicas de O’Gorman:

La divergencia (entre Bataillon y O’Gorman) resulta, pues, sumamente clara:


para Bataillon la importancia de la leyenda radica en el uso que de ella
hicieron los cronistas españoles a favor de los intereses reales o colombinos;
O’Gorman, por su parte, reconoce que en efecto el uso que se hizo de la
leyenda fue muy diverso, y sin embargo ese uso no invalida en nada el hecho
de que la leyenda es, por las intenciones que atribuye a Colón, una
interpretación de la hazaña del almirante. Se trata entonces de dos planos
diferentes que no son sin embargo excluyentes.3

Otro punto de desacuerdo entre Bataillon y O’Gorman es el referente a las


interpretaciones de la hazaña colombina entre Fernando Colón y Bartolomé de las
Casas. Pues mientras que O’Gorman presenta las explicaciones de estos dos
personajes como contradictorias, para Bataillon no lo son tanto. O’Gorman ve en la
explicación de Fernando Colón una tesis racionalista, que explica la hazaña de su
padre como fruto del conocimiento que este tenía del mundo. Por el contrario, De
las Casas presenta la hazaña como fruto de la Providencia, la mano de Dios
meciendo la nave de Colón. Bataillon, por su parte, cree que, si bien ambas
explicaciones resaltan puntos que pudieran ser contrarios (como la ciencia y la
Providencia), ninguno de los dos autores deja de lado que tanto la ciencia como la
Providencia jugaron su papel. La diferencia estriba en el énfasis que cada uno le dio
en sus explicaciones de los viajes de Colón.4

3
Carmen Ramos, “Edmundo O’Gorman como polemista” en Conciencia y autenticidad históricas. Escritos en
homenaje a Edmundo O’Gorman, Juan Antonio Ortega y Medina (ed.), UNAM, 1968, p. 66.
4
Ibíd., pp. 66-67.
De manera paralela, O’Gorman ofrece una narración de los hechos que
abundan a su trabajo, como el de Américo Vespucio. El autor da cuenta de la
aventura del navegante florentino que lo llevaría a percatarse de que la masa
continental explorada por Colón y por él mismo, en realidad se trataba de un
continente independiente del asiático. A su vez, nos cuenta la persistencia de Colón
por encajar la realidad observada a las ideas preconcebidas de su viaje (es decir,
de su llegada a Asia). Así, O’Gorman nos da relación de cómo Colón veía en las
islas caribeñas a las islas asiáticas, como Japón. A su vez, el autor destaca como
clave la revelación de Vespucio como un parteaguas a la idea del descubrimiento.
O’Gorman revela que una vez conocida la naturaleza de las tierras a las que se
habían arribado, comenzó a concebirse la idea de Cristóbal Colón como descubridor
de un nuevo continente, llamado, eso sí, América.
En fin, el trabajo de O’Gorman con su Invención de América no sólo
contribuyó a engrandecer el conocimiento de la cuestión colombina, sino que nos
mostró una nueva manera de ahondar en los temas de la historia. Ricardo Nava
Murcia ve en este estudio de O’Gorman no sólo una obra historiográfica, sino que
nos ofrece una teoría historiográfica en sí, que era inédita en México:

Es uno de los primeros trabajos históricos (la Invención de América) que


plantean una perspectiva historiográfica como investigación del pasado para
el tema de la historia de América y, en general, que acotan los límites de la
historiografía mexicana al enfrentarla con la posibilidad de ser reflexiva y de
aceptar la implicación del historiador en lo que investiga. Sus planteamientos
bordean perspectivas y modos de tratamiento críticos de la comprensión
histórica moderna.5

El mismo O’Gorman reconocía el cambio de perspectiva en su trabajo


historiográfico: “concebir la verdad histórica, a lo siglo XIX, atraviesa por un estado
de honda crisis del cual ya no podrá salvarse”.6 Y no sólo minaba a este tipo de

5
Ricardo Nava Murcia, "Deconstruyendo la historiografía: Edmundo O'Gorman y La invención de América"
en Historia y Grafía (25), 2005, p. 166.
6
Citado en Carmen Ramos, op. cit., p. 62.
historiografía ‘cientificista’, sino también, según Ricardo Nava, se opone también a
la “narrativa de los grandes descubrimientos, construida principalmente por el siglo
XIX”7. Y lo hace atacando a uno de los supuestos más importantes de la Historia
Universal: Colón como descubridor del continente americano. Sus atrevidos
postulados lo llevarían, normalmente, a discusiones historiográficas y filosóficas que
abonaron al desarrollo de una historiografía moderna (ya se mencionó el caso del
debate con Marcel Bataillon).
Al parecer, realmente se puede encontrar a O’Gorman en su producción
historiográfica. Como lo cuenta Justino Fernández, “ya desde muy joven
caracterizaba a Edmundo una tendencia agudamente intelectual que manifestaba
en todo género de especulaciones. De inteligencia privilegiada, siempre asombró
con ideas que resultaban novedosas”8. Sus tesis provocadoras propiciaron debates
que vinieron a fortalecer la historiografía mexicana, de ahí que se le vea como uno
de sus máximos exponentes. Sus intereses en la historia colonial, en el
americanismo y el ser mexicano, hicieron de Edmundo O’Gorman un historiador
influyente, punta de lanza de una nueva Historia en México, que dio pie a obras que
siguen vigentes.
El 28 de septiembre de 1995, a los 88 años, murió Edmundo O’Gorman. Sus
restos reposan en la Rotonda de las Personas Ilustres, junto con su hermano, el
muralista y arquitecto Juan O’Gorman. Tras de sí, dejó obras que se encuentran en
las bibliotecas de los jóvenes historiadores, fascinando con su atrevimiento.

7
Ricardo Nava Murcia, op. cit., p. 167.
8
Justino Fernández, “Edmundo O’Gorman. Su varia personalidad.” en Conciencia y autenticidad históricas.
Escritos en homenaje a Edmundo O’Gorman, Juan Antonio Ortega y Medina (ed.), UNAM, 1968, p. 13.

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