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Un resumen.
El Islam es una civilización con origen en Arabia, en el sur del Próximo
Oriente. La conquista de un gran imperio en los siglos VII y VIII cambió y
extendió su civilización hasta España por el Oeste y la India por el Este.
Los rasgos principales de la civilización islámica son:
- La influencia de la religión, determinante en todos los aspectos de la
sociedad.
- Una organización política y religiosa centrada en el Califa.
- Un sistema administrativo común en todos los países conquistados.
- Una economía de agricultura intensiva, artesanía y comercio.
- El auge urbanístico.
- Una brillante cultura, heredada de la cultura clásica y del Oriente, y
transmitida a Occidente.
Hay tres periodos de apogeo, en los que hubo una gran unidad: Ortodoxo
(632-661), Omeya (661-750) y Abasida (750-900, aunque la dinastía pervivió
hasta 1258). Les siguen una serie de periodos definidos por los Estados
regionales.
En Al-Andalus destacan el periodo omeya del emirato y el califato de
Córdoba (750-1031); el periodo de los Taifas (1010-1080); el periodo
almorávide-almohade (1080-1230) y el periodo nazarí en Granada (1230-1498).
En el resto del Islam podemos destacar los idrisíes y aglabíes del norte de
África (789-909); los fatimíes de Egipto (969-1171); los turcos selyúcidas de Irán
e Irak (siglos XI-XII); los mongoles de Irán y Asia Central (1206-1353); los
timúridas de Asia Central (1370-1500); los turcos otomanos, que devolverán un
gran periodo de esplendor del Islam, reunificando su parte central (siglos XVI-
XVII); los mongoles de la India (1526-1707 más su continuación decadente hasta
el siglo XIX) y los safavíes de Irán (1502-1736).
1. LOS ORIGENES.
LOS ANTECEDENTES.
Arabia es una región desértica, escasamente poblada, pobre en agricultura,
con una economía nómada y pocas ciudades, que son centros comerciales y
religiosos.
Hacia el siglo VII la organización social era tribal, con grupos de beduinos
unidos por fuertes vínculos de sangre y un militarismo agresivo contra sus
vecinos, y con una estructura bastante democrática de poder, basado en un jefe
elegido y un consejo de notables.
Había una gran heterogeneidad religiosa. La religión principal era la
beduina, muy primitiva y politeísta pero ya con un dios superior, Allah (‘dios’ en
árabe, una lengua semita). La ciudad de La Meca consiguió unificar en su
santuario los principales ídolos, junto al de la piedra divinizada de la Kaaba (se
cree que es un meteorito negro, de unos 12 metros en su lado más largo),
custodiada por la familia de los quraysíes, monopolizando así la riqueza de las
peregrinaciones y del comercio en la parte occidental de Arabia. También había
un incipiente monoteísmo, gracias a la difusión del cristianismo y del judaísmo.
MAHOMA.
En este ambiente de efervescencia religiosa, apareció Mahoma (571-632)
como un hombre del pueblo, perteneciente al poderoso clan de los quraysíes de
La Meca, con amplios conocimientos religiosos gracias al comercio con las
zonas de las religiones cristiana y judía, que hacia el 613 proclamó su convicción
de tener un papel trascendental: ser el mensajero de Allah de que los fieles
debían seguir una religión de un dios único y omnipotente, enemigo de ídolos y
de idólatras, con unas normas estrictas sobre la vida religiosa y cotidiana. Su
propuesta le ganó la enemistad de los comerciantes de La Meca, sobre todo
porque creían que ponía en peligro sus intereses económicos.
En el año 622 Mahoma y sus partidarios emprendieron la Hégira (la
“huida” o mejor “la migración” en árabe) a la vecina Yatrib (actual Medina, la
“ciudad” en árabe). Ese año se considera el principio de la Era Islámica.
Siguieron años de consolidación de su movimiento religioso, de luchas
con judíos y paganos, de redacción de un cuerpo doctrinal homogéneo
(el Corán), culminados en la primera peregrinación a La Meca en 629 y la
inmediata conquista pacífica de esta ciudad.
Al morir Mahoma en 632 el Islam apenas dominaba el Hiyaz, en el oeste
de Arabia, pero iniciaba una rápida expansión, que continuarán con inmenso
éxito sus sucesores.
LA DOCTRINA.
El Corán.
El Islam tiene una doctrina contenida en el Corán (el ‘libro’ en árabe),
codificado por el califa Otmán en 651-652), compuesto de 114 suras o azoras
(‘capítulos’ en árabe), con un número variable de versículos. Según Mahoma y
los musulmanes, los creyentes, fueron escritos por dictado de Dios a través del
dictado del ángel Gabriel. Para muchos investigadores laicos es una genial
recopilación de mandatos cristianos, judíos y paganos, fundidos por un hombre
genial, Mahoma, que habría vivido un especial momento místico.
La importancia del Corán en la civilización islámica es enorme, pues
todos los fieles comienzan su educación con su estudio, que les introduce en la
lengua, la teología, la ciencia y la jurisprudencia, aunque sea de un modo parcial.
Las creencias.
Se distinguen las creencias (iman) y los deberes (ibadat).
Los deberes se expresan en el dogma, que no está estructurado, pero son
claros los mandatos de creer en único Dios, Allah, un dios omnipotente, creador
del mundo y del hombre. También se cree en los ángeles y demonios, en los
profetas y libros revelados, en el Juicio Final.
Allah es el mismo Dios del Antiguo y Nuevo Testamento, por lo que los
musulmanes rezan el Padre Nuestro y explica que Abraham, Moisés, Jesucristo y
Mahoma son profetas de una misma religión.
Se cree en la venida de Al-Mahdi, el profeta que restablecerá el bien en el
mundo, y se espera un Juicio Final con resurrección de los muertos, y que se irá
entonces a un paraíso o a un infierno, según se haya llevado una vida justa y fiel
o una vida pecaminosa.
Los deberes.
Los deberes se expresan en el culto islámico, que es individual, con pocos
actos colectivos (la oración en la mezquita principal y la peregrinación son
también actos individuales aunque en masa), lo que le separa del cristianismo y
del judaísmo. Hay cinco obligaciones principales (ibadat):
- La profesión de fe: “No hay más Dios que Allah y Mahoma es su
profeta”, repetida en momentos solemnes.
- La oración, con un ritual de cinco veces al día, en la mezquita, en casa o
al aire libre, mirando a La Meca.
- El ayuno, durante el día en el mes de Ramadán.
- La limosna, convertida en un impuesto. La tradición lo estableció en
cerca del 21% de la renta.
- La peregrinación a La Meca es un deber, pero sólo se exige si se tienen
medios económicos para pagar. Puede compensarse esta obligación con ayuno,
limosna o sacrificio.
La guerra santa (yihad) es sólo una obligación ocasional, para la defensa
de la comunidad y según algunas teorías más agresivas para la conversión de los
infieles, que si la rehúsan deben pagar impuestos para financiarla.
Las sectas.
En parte por esta falta de estructura han proliferado las sectas
musulmanas, entre las que destacan la mayoritaria de los sunníes ortodoxos, y las
sectas heterodoxas de los severos jarichíes (disidentes) y los shiíes (o chiitas,
partidarios de Alí), subdivididas a su vez en sectas menores a veces muy
extremistas.
Omar (634-644).
Omar (634-644), hombre de confianza y de Abu Bakr y también suegro de
Mahoma, fue el protagonista, junto a su general Walid, de la gran expansión
islámica, con la conquista de Siria, Palestina, Persia y Egipto, junto a una masiva
emigración de las tribus árabes que alimentaba las crecientes ansias de conquista.
Ejércitos de jinetes fanáticos muy bien armados, entrenados y mandados,
vencieron a los ejércitos más numerosos de los vecinos Estados, de los
decadentes sasánidas y bizantinos, sumidos en guerras civiles y revueltas sociales
y religiosas.
Fueron los jalones en la creación de un imperio islámico las victorias
sobre los bizantinos en la batalla de Yarmuk (636) y la conquista de las ciudades
de Damasco (636), Jerusalén (636) y Alejandría (641), mientras que se venció a
los persas sasánidas en las batallas de Qadisiya (637), Nihawand (642) y Yalul y
se tomaba su capital Ctesifonte (636).
Alí (656-661).
El asesinato de Otmán permitió la entronización de Alí (656-661),
apoyado por los viejos partidarios de Mahoma, pero el nuevo califa fue acusado
del crimen y el omeya Mwawiya (gobernador de Siria) enseguida se rebeló con el
apoyo de quraysíes y medinenses. El acuerdo entre los dos bandos no fue
aceptado por gran parte de los seguidores de Alí, que formaron la secta de los
jarichíes, y tras varias alternativas, Alí fue asesinado por un jarichí en 661 y le
sucedió Mwawiya (661-680), verdadero iniciador de la dinastía Omeya (661-
750), mientras que los partidarios (shiíes) de Alí formaron una secta que ha
sobrevivido mayoritariamente en Irán e Irak, aunque se extiende por muchos más
países.
La administración.
La administración se arabizó en sus componentes, pues la cúspide del
poder era la aristocracia árabe, muy lentamente debido a la inmensa extensión de
los territorios ocupados y a la falta de personal preparado. La mayoría de las
instituciones fueron adaptaciones de la administración bizantina y sasánida,
aunque guardando respeto por la práctica árabe de los consejos de notables.
Muchos funcionarios eran dimmi, fieles de las religiones protegidas.
La sociedad.
La estratificación social ponía a los árabes en la cúspide del poder, una
aristocracia al servicio del califa.
Las conversiones de los que querían evitar el impuesto especial aumentó
mucho la población musulmana, pero sin violencias, con la formación del amplio
grupo de los mawlas (muladíes o conversos), que pronto quisieron ser asimilados
social y políticamente a los árabes.
Los protegidos (dimmi) no musulmanes eran respetados en su religión,
pero pagaban impuestos cada vez más gravosos, por lo que muchos optaron por
convertirse al Islam. Por ejemplo, en Egipto predominó la religión copta hasta
mediados del siglo XI.
Los esclavos eran la capa inferior, pero la manumisión era muy frecuente
cuando se convertían y se transformaban en mawlas, como los libertos clientes de
Roma.
La condición de la mujer era de estrecha sumisión al hombre. La mayoría
de las mujeres realizaban tareas agrícolas y domésticas o estaban recluidas en el
gineceo. Estaba permitida la poligamia, pero era poco frecuente en las clases
populares.
4. LA DINASTIA ABASIDA.
LOS ABASÍES.
Los abasíes procedían de Abbas, tío de Mahoma. Su primer califa fue
Abu-l-Abbas (749-754), que se rebeló en Persia en 747. Respaldados por su
parentesco con el profeta, explotaron el descontento de la población respecto a
los omeyas para tomar el poder en 750, con el apoyo de los shiíes y de los demás
revoltosos, en especial los de Persia. No fue una revuelta étnica sino social contra
la aristocracia árabe, basada en el descontento económico y social de las
poblaciones no privilegiadas (mercaderes, artesanos), en medio de una situación
de crisis al ser interrumpida la expansión y pasar a ser superflua la clase guerrera
árabe que representaba la dinastía omeya.
La dinastía apartó, desde el principio, a sus aliados shiíes y persas más
radicales, cuyo líder Abu Muslim fue ejecutado, pero integró a los persas más
moderados y así orientalizó la administración con elementos persas.
El segundo califa, Al-Mansur (754-775), hermano del anterior, es el más
importante de la dinastía. Trasladó la capital, situada provisionalmente en Anbar,
a Bagdad, cerca de la antigua Ctesifonte, y así el centro del imperio pasó de Siria
a Irak, y centralizó la administración con la institución de los visires y una
burocracia asalariada, reclutada sobre todo entre los nuevos musulmanes,
los mawlas. Se adaptaron algunas costumbres organizativas de los sasánidas y el
imperio dejó de regirse según las normas de las tribus del desierto y el consenso
entre los jefes de las tribus.
El Estado se teocratizó, siendo la religión el factor aglutinante sobre las
etnias, mientras el califa se convertía en un delegado divino, apoyado en su
ejército y en los jefes religiosos y jurisconsultos. Al dar un carácter religioso al
régimen los califas pretendían asegurar la unidad entre los diferentes elementos
étnicos y sociales.
El poderío abasida llegó a su cima bajo el dominio de Harun-al-Rasid
(786-809) y Al-Mamun (813-833), alcanzando la corte un refinamiento
legendario. Bagdad era la más importante capital política y económica del
mundo, así como del arte, la cultura y el pensamiento.
La administración.
La administración se orientalizó con funcionarios persas, aumentando
progresivamente el poder de los visires, que crearon verdaderas dinastías, como
los barmakíes, derribados en 803.
La administración se centralizó en Bagdad. En el centro del imperio el
poder se fortaleció con la doctrina del mutasilismo, que considera que el Corán
debe ser interpretado por la razón, encarnada en el Estado, que es el ordenador
del bien.
Las provincias se gobernaban con los emires (gobernadores)
y amiles (intendentes de finanzas), cada uno con una fuerza armada.
Los jueces eran los qadis, nombrados por el califa. Eran asistidos por
un adil (notario). Los qadis aumentaron sus prerrogativas, hasta convertirse en
los principales funcionarios de los municipios.
El ejército se abrió a los mawlas y la milicia árabe fue sustituida
progresivamente por mercenarios. La guardia califal primero la integraron persas
del Jurasán y desde el siglo IX esclavos (la mayoría eslavos, de ahí el nombre) o
mamelucos en su mayoría turcos.
La sociedad.
Las clases sociales fluctuaron bajo los abasíes.
La condición social de árabe se extendió desde su raíz étnica a todos los
que hablaban la lengua árabe, esfumándose la diferenciación étnica con la
arabización.
Una nueva clase, formada por ricos y eruditos, sustituyó a la clase de la
aristocracia guerrera en la dirección del imperio, integrada ahora por ricos
terratenientes y comerciantes y funcionarios enriquecidos en sus cargos.
A largo plazo, sin embargo, la población agrícola y ganadera perdió
bienestar al adquirir los comerciantes muchas propiedades que explotaban con
esclavos y arrendatarios, sin invertir en la mejora de las propiedades. El proceso
de concentración de la propiedad provocó continuas sublevaciones campesinas,
el abandono del campo hacia la ciudad, la proletarización y la aparición del
bandolerismo en el siglo IX.
LA DECADENCIA ABASIDA.
7. LA CULTURA ÁRABE.
La cultura árabe se divulgó pronto entre países de lenguas y culturas muy
distintas, que en parte han sobrevivido hasta hoy. El vehículo de esa expansión
cultural fue la lengua árabe, en la que estaba redactada el libro sagrado, el Corán,
y que era además la lengua de la administración y las clases privilegiadas, por lo
que se difundió entre toda la sociedad de tierras conquistadas, incluso entre los
que no eran musulmanes. La cultura islámica fue extraordinaria en muchos
aspectos, desde la música a la técnica, pero destacaremos en especial a cuatro:
arte, literatura, ciencia y filosofía.
EL ARTE.
El arte islámico aparece muy de repente, en un breve tiempo, los siglos
VII-VIII, sin un proceso de maduración interna, y se extiende sobre el inmenso
territorio del mundo islámico. En estos dos rasgos se parece al arte romano.
El factor básico que da coherencia al arte islámico es el religioso, y, por
extensión, el político e intelectual. El mantenimiento de unas necesidades
religiosas fijas provocó la consecuente permanencia de unos esquemas artísticos
que, aunque podían cambiar estilísticamente, adoptan unas soluciones básicas
que jamás son modificadas sustancialmente.
En la arquitectura se basa en unos pocos tipos, especialmente la mezquita,
seguida de la madrasa, el palacio y los edificios públicos, sobre todo los baños
públicos o los mercados.
Las artes plásticas, tanto la escultura como la pintura, están subordinadas a
la arquitectura, con una función básicamente decorativa, por lo que la decoración
adquiere rango de arte en sí misma. La pintura, sin embargo, tiene en la miniatura
una cierta trascendencia. Un papel muy importante tienen las artes menores:
cerámica, tejidos, alfombras, tapices.
El arte islámico presenta una serie de periodos independientes por razones
políticas, geográficas o artísticas. Destacan sobremanera los dos primeros, en los
que quedaron fijados sus características fundamentales: el periodo omeya (661-
750), de formación, muy influenciado por el arte bizantino y reducido a la zona
de Siria con la mezquita de Damasco y el templo de la cúpula de la Roca en
Jerusalén; y el periodo abasida (750-900), con la confirmación de los rasgos
fundamentales en la mezquita de Samarra.
LA LITERATURA.
Destaca el carácter lírico, con predominio de la poesía sobre la prosa,
hasta tiempos recientes, en los que ha aparecido una novelística de gran calidad
con el egipcio Naguib Mahfuz.
La poesía antigua está inspirada por la vida nómada, la religión y la
propaganda islámica, siendo el Corán el canon de la belleza poética, así como el
amor por el desierto y la naturaleza, y el canto sensual al amor y la belleza.
En la prosa destacan los cuentos populares de Calila e Dimna y la
recopilación de las narraciones de las Mil y una noches, de variado origen y que
reúne una colectividad de autores a lo largo de siglos, y que es una preciosa
fuente sobre la vida islámica medieval.
LA CIENCIA.
En la época abasida se tradujeron muchas obras antiguas al árabe, lo que
aseguró la continuidad de la cultura y ciencia de la Antigüedad clásica y se
formaron grandes bibliotecas en Bagdad, El Cairo, Córdoba (tuvo 80)... El papel
llevado a Europa por los árabes desde China y los pergaminos fueron los mejores
medios materiales para difundir estas traducciones.
Los mercaderes, filósofos y médicos islámicos eran transmisores de la
cultura hacia Occidente en los grandes campos científicos de las Matemáticas
pues el algebra es una invención árabe, así como la escritura numérica que
usamos, la Astronomía, la Física en especial la óptica, en la que destaca el mayor
óptico medieval, Al-Haytam, la Química confundida entonces con la Alquimia, y
la Medicina con numerosos médicos que cultivaron los conocimientos griegos y
la experimentación, como Avicena, autor de grandes obras, consideradas
canónicas durante la Edad Media. Entre las aportaciones técnicas destacan la
brújula y el astrolabio, así como inventos para facilitar el regadío.
LA FILOSOFÍA.
Avicena y Averroes fueron los grandes filósofos (a la par de médicos)
islámicos, y fueron famosos por estudiar la filosofía de Aristóteles y a su través
difundirla en Occidente. Su filosofía es un compendio de la filosofía griega y de
la teología islámica, y se basan en la separación de los principios de racionalidad
y experimentación para el mundo natural y de fe para el mundo espiritual.