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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO

FACULTAD DE CIENCIAS AGROPECUARIAS


ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE AGRONOMÍA
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TEMA:

CONTROL BIOLOGICO, TERMICO Y PREVENTIVO

DE MALEZAS

ALUMNOS:

ACEVEDO DELGADO, YANELA

BRICEÑO CHACON, EDWIN

CONTRERAS VENEGAS, MELANIE

LAZARO FOLDY, EITON

RODRIGUEZ ROMARIO

RAMIREZ BERNABE, JHON

ROMERO AGUILAR, RUDY

VALDERA LLAUCE, JOSE

DOCENTE:

Dr. MENDEZ GARCIA. EDUARDO FELIPE

TRUJILLO, PERU 2019


CONTROL PREVENTIVO
Método de Control Preventivo, también llamado de Control Cultural, es uno de los métodos más económicos. Propone realizar las
labores propias del manejo agrícola de manera efectiva y oportuna, para dificultar la aparición y supervivencia de plagas y enfermedades.
De esa manera, el control preventivo supone realizar a tiempo y adecuadamente el riego de machaco, la preparación del suelo, los
riegos posteriores, los deshierbos, los cambios de surco o aporques, la cosecha y los tratamientos propios de la post-cosecha.

El control de malezas, plagas y enfermedades debe ser preventivo con el objeto de tener un cultivo sano; del cual se obtengan altos
rendimientos, haciendo el cultivo rentable. 2

MÉTODOS PREVENTIVOS

Rotación de cultivos

La diferenciación en el tiempo de los cultivos sembrados en un mismo predio es un medio fundamental y bien conocido para el control
preventivo de las malezas. Obviamente, los diferentes cultivos requieren distintas prácticas culturales las cuales son un factor de
disrupción del ciclo de crecimiento de las malezas y, como tales, previenen la selección de la flora hacia una mayor abundancia de las
especies problemáticas (Karlen, 1994). En contraste, el cultivo continuado selecciona la flora de las malezas favoreciendo aquellas
especies que son más similares al cultivo y tolerantes a los distintos métodos usados para el control de malezas (p. ej., herbicidas) por
medio de la aplicación reiterada de las mismas prácticas culturales año tras año.

Además, los cultivos repetidos pueden interactuar negativamente con los sistemas de labranza y modificar la flora de las malezas hacia
una composición más dificultosa de combatir. Por ejemplo, en las zonas templadas en los cultivos continuos de cereales la labranza
mínima puede causar después de unos pocos años la dominancia de las gramíneas con semillas de poca latencia tales como Alopecurus
myosuroides y Bromus spp. (Froud-Williams, 1983). En estos casos, el consecuente mayor uso de graminicidas actúa como un factor
adicional de selección de biotipos resistentes a las malezas. Para recuperar situaciones florísticas altamente degradadas como la citada,
es imperativo rotar cereales con diferentes períodos de crecimiento y arar el suelo a ciertos intervalos para perjudicar a las gramíneas
con semillas de poca latencia que normalmente no pueden emerger desde grandes profundidades. Si hubiera un largo período de
barbecho entre el cultivo del cereal y el cultivo siguiente, este período podría ser explotado para cultivar el suelo y estimular la emergencia
de las malezas problemáticas las cuales son destruídas por un cultivo adicional y por medio de herbicidas.

La rotación entre los cultivos que tienen el mismo período de crecimiento, si bien es preferible al cultivo continuado, no es tan exitosa
como la rotación de cultivos con especies de diferentes ciclos para reducir el número de malezas que emergen en el campo. Comparado
con la reducción de la densidad de las malezas, el efecto de la rotación de cultivos sobre la biomasa de las malezas es menos sistemático
porque depende de factores tales como los siguientes:

 la capacidad competitiva de los cultivos incluidos en la rotación;


 la efectividad de los métodos de control directo de las malezas (p. ej., herbicidas);
 la frecuencia de la labranza y los tratamientos culturales.

Cultivos de cobertura (usados como abono verde o cobertura muerta)

La inclusión de cultivos de cobertura en la rotación entre dos cultivos comerciales es un buen método preventivo que puede ser usado
en una estrategia de manejo de malezas. Los cultivos de cobertura no producen un producto comercializable pero extendiendo el período
en el cual el suelo permanece cubierto por la vegetación ejercitan una serie de efectos benéficos en el agrosistema tales como
optimización del uso de los recursos naturales (radiación solar, agua, nutrientes del suelo), reducción de la escorrentía, de la lixiviación
de nutrientes y de la erosión del suelo y, sobre todo, supresión de las malezas (Lal et al., 1991).

Los efectos de los cultivos de cobertura dependen en gran parte de las especies del cultivo de cobertura y su manejo después del cultivo
comercial y de la composición de la comunidad de malezas (Bàrberi y Mazzoncini, 2001). La supresión de las malezas se efectúa en
parte por la competencia por los recursos -luz, nutrientes y agua- durante el ciclo de crecimiento del cultivo de cobertura y en parte por
los efectos físicos y químicos que ocurren cuando los residuos de los cultivos de cobertura se dejan sobre la superficie del suelo como
cobertura muerta o son enterrados y usados como abono verde (Mohler y Teasdale, 1993; Teasdale y Mohler, 1993). La interferencia
con las malezas, incluyendo la competencia, efectos físicos y alelopáticos, es por lo general mayor cuando se usan como cultivos de
cobertura gramíneas y crucíferas que cuando se usan leguminosas (Blum et al., 1997). La interferencia de los cultivos de cobertura y
sus residuos está relacionada con la ocupación de nichos ecológicos que de otra manera estarían disponibles para las malezas. Esto
es consecuencia, básicamente, del resultado del secuestro de los nutrientes del suelo, especialmente nitrógeno, de la liberación de
compuestos aleloquímicos (p. ej., glucosinatos de las crucíferas y sorgoleone de Sorghum spp.) y de modificaciones del microambiente
del suelo (Galland et al., 1999). Algunos ejemplos de cultivos fuertemente supresores de malezas son el centeno (Lámina 1), sorgo,
coles, roqueta, y mostaza. En sentido contrario, si bien la supresión de las malezas por parte de las leguminosas puede ser importante,
su efecto residual es por lo general bajo en razón de la gran cantidad de nitrógeno liberado a partir de sus residuos después de la
destrucción del cultivo de cobertura que estimula la emergencia de las malezas, especialmente cuando las leguminosas son utilizadas
como abono verde (Blum et al., 1997)
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Cuando los cultivos de cobertura son utilizados como cobertura muerta (o sea, se dejan descomponer sobre la superficie del suelo), la
supresión de las malezas parece ser más bien el resultado de los efectos físicos de la cobertura que aquellos causados por nutrientes
o compuestos alelopáticos (Teasdale y Mohler, 2000). La supresión de las malezas parece estar particularmente relacionada con el
índice de área de cobertura (área de cobertura dividida entre el área del suelo) la cual tiene influencia sobre la extinción de la luz por la
cobertura y, consecuentemente, con la germinación de las semillas de las malezas. Las especies de malezas de semillas pequeñas
parecen ser más sensibles que las de semillas grandes a los efectos físicos de la cobertura así como también a los compuestos
alelopáticos (Liebman y Davis, 2000). La siembra oportuna de los cultivos de cobertura es sumamente importante para fortalecer la
producción de biomasa y, por lo tanto, para incrementar su potencial de supresión de malezas.

Los cultivos de cobertura también pueden interactuar con otras biotas; por ejemplo, promueven el establecimiento de micorrizas
vesiculares-arbusculares las cuales a su vez pueden cambiar la composición de la flora de las malezas favoreciendo especies de plantas
relacionadas con las micorrizas en detrimento de especies no relacionadas con las mismas (Jordan et al., 2000).

Figura 1. Alta supresión de malezas a causa de un cultivo de cobertura de centeno (P. Bàrberi)

SISTEMAS DE LABRANZA

El principal efecto de la labranza sobre las malezas está relacionado principalmente con el tipo de implemento usado y con la profundidad
de la labranza. Estos factores tienen considerable influencia sobre la distribución de las semillas y propágulos de las malezas en todo
el perfil del suelo y, por lo tanto, afectan directamente al número de malezas que pueden emerger en un campo.

El arado de rejas es sumamente efectivo para reducir la densidad de las malezas y, por lo tanto, es un importante método preventivo
cuando los agricultores están obligados a usar (o desean usar) métodos directos de control de malezas parcialmente supresivos (p. ej.,
control mecánico); además, reduce el trabajo necesario para la posterior remoción manual de las malezas. Al contrario, cuando la
labranza no provoca la inversión del suelo (especialmente la labranza cero) las semillas de malezas son enterradas solo en forma parcial
y, por lo tanto, están generalmente distribuídas en la capa superior del suelo desde donde pueden fácilmente germinar y dar origen a
plantas vigorosas.

Teóricamente, si el control directo de las malezas ha sido suficientemente efectivo como para reducir las caída de las semillas de las
malezas (S), los sistemas sin inversión del suelo, con el correr del tiempo, deberían reducir la densidad de las malezas en mayor medida
que los sistemas basados en las aradas. Esto debería ocurrir en los suelos no invertidos a causa del mayor agotamiento del banco de
semillas (D) debido a altas tasas de emergencia y condiciones ambientales (relacionadas con menos semillas enterradas) que conducen
a una latencia secundaria y a una mayor depredación de semillas por parte de la fauna del suelo. En términos de la dinámica de la
población de las malezas, ocurre una reducción en el tamaño de la población si D>S, una situación que raramente se encuentra con la
labranza sin inversión ya que el control de las malezas en el campo difícilmente es completo y, por lo tanto, las malezas tienen buenas
oportunidades de formar semillas y reabastecer el banco de semillas del suelo. Por esta razón, las densidades de las malezas en los
sistemas de labranza mínima o labranza cero son invariablemente más altos que en los sistemas basados en la labranza (Froud-
Williams, 1988; Cardina et al., 1991; Spandl et al., 1999).

Los datos de bancos de semillas de malezas tomados en un experimento a largo plazo en cuatro sistemas de labranza fueron usados
por 12 años consecutivos en una rotación continua de trigo de invierno o una rotación de guandul y trigo de invierno; mostraron que la
densidad total de las malezas fue mayor en el tratamiento sin labranza, labranza mínima (p.ej., rastra rotatoria a 15 cm de profundidad)
y arado cincel (a 45 cm profundidad) en las capas de suelo 0-15, 15-30 y 30-45 cm, respectivamente (Bàrberi y Lo Cascio, 2001). La
densidad en el total del suelo (0-45 cm) no difirió significativamente entre los sistemas de labranza, pero en el caso sin labranza más
del 60 por ciento del total de las plántulas emergieron de la capa superior comparadas con un promedio de 43 por ciento en los otros
sistemas de labranza (Figura 1). La rotación de cultivos no tuvo influencia sobre el tamaño del banco de semillas o sobre la distribución 4
de las plántulas en las capas de suelo y tuvo una influencia limitada sobre la abundancia de las principales especies. El banco de
semillas fue dominado (>66 % de la densidad total) por Conyza canadensis y Amaranthus retroflexus que prosperaron con arado de
cincel y sin labranza, respectivamente. Entre las otras especies importantes, Bilderdykia convolvulus y Chenopodium album estuvieron
asociadas principalmente con la arada con rejas, Papaver rhoeas y Portulaca oleracea con la labranza mínima y Lolium multiflorum y
Veronica spp. con la labranza cero. Los resultados sugieren que si bien la sustitución de la arada con rejas por la labranza sin inversión
(especialmente en el caso de labranza mínima) puede no resultar, a largo plazo, en mayores problemas de malezas, es probable que
el uso de la labranza cero incremente las infestaciones de malezas a causa de la mayor concentración de semillas de la capa superior
causando, consecuentemente, un mayor requerimiento de aplicación de herbicidas. El uso de labranza cero puede ser deseable en los
trópicos a causa de las condiciones que podrían exacerbar los problemas de control de malezas.

PREPARACIÓN DE LA CAMA DE SEMILLAS

La labranza para la preparación de la cama de semillas tiene dos efectos contrastantes: (i) elimina la vegetación emergida después de
la primera labranza y, (ii) estimula la germinación de las semillas de malezas y la consecuente emergencia de las plántulas gracias a la
mezcla del suelo y la reubicación de las semillas en capas menos profundas. Estos dos efectos pueden ser explotados en forma conjunta
por medio de la aplicación de la técnica de la falsa cama de semillas, un método preventivo que tiene el objetivo específico de reducir
la emergencia de las malezas en el ciclo de cultivo siguiente.

La técnica de la falsa cama de semillas consiste en el laboreo anticipado para la preparación de la cama de semillas de modo de
estimular tanto como sea posible la emergencia de las malezas antes de la siembra. Las malezas emergidas son entonces destruídas
por una pasada sucesiva de cultivador o por la aplicación de un herbicida total (p. ej., glifosato), siendo este último particularmente útil
cuando hay malezas perennes. En el momento de la siembra, el banco de semillas de aquellas especies que son capaces de emerger
junto con el cultivo se ha parcialmente agotado y su emergencia con el cultivo será reducida. El laboreo puede ser hecho con cualquier
herramienta pero las rastras de dientes elásticos (Figura 3) son preferibles en razón de su alta capacidad de trabajo y su costo
relativamente bajo. La aplicación de la técnica de la falsa cama de semillas puede reducir la emergencia de las malezas en más del 80
por ciento comparado con la preparación común (van der Weide et al., 2002). Obviamente, la aplicación de esta técnica implica que
haya suficiente tiempo -por lo menos 2-3 meses en los climas templados- entre la cosecha del cultivo anterior y la siembra del cultivo
siguiente para permitir la emergencia de las malezas. Para que este método sea efectivo el suelo debe tener un buen contenido de
humedad y favorecer la germinación de las semillas de malezas o, dicho de otra manera, este método puede ser inútil cuando la
disponibilidad de agua del suelo es limitada. En los casos en que los agricultores esperan fuertes lluvias entre la primera labranza y la
siembra del cultivo, deben evaluar si la preparación anticipada de la cama de semillas puede aumentar el riesgo de dañar la estructura
del suelo o de demorar la siembra ya que no puede ser trabajado en forma adecuada: ambos efectos pueden contrastar los beneficios
de la técnica de la falsa preparación de la cama de semillas y, por lo tanto, requieren una cuidadosa evaluación.
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Figura 3. Rastra de dientes elásticos con cuatro marcos modulares de 1,5 m de ancho cada uno de ajuste independiente (P. Bàrberi).

SOLARIZACIÓN DEL SUELO

La solarización del suelo es un método preventivo que explota el calentamiento solar para eliminar las malezas y reducir así su
emergencia. Este método es citado brevemente ya que es motivo de otro capítulo de esta publicación.

La alta temperatura del suelo, si dura lo suficiente, puede matar las estructuras reproductivas de las plagas, las enfermedades y las
malezas. La solarización puede ser definida como una desinfección del suelo que explota la energía solar disponible durante el período
más cálido del año. Para incrementar el efecto de la solarización la superficie del suelo debe ser uniforme y contener suficiente agua
para favorecer la transferencia de calor hacia las capas más profundas del perfil y hacer que las estructuras reproductivas de las plagas,
las enfermedades y las malezas sean más sensitivas al daño del calor. Por esta razón, antes de la solarización, el suelo generalmente
es regado y posteriormente cubierto con una película de plástico para incrementar su calentamiento y evitar la disipación del calor hacia
la atmósfera.

El éxito de la solarización del suelo como método de control de malezas no depende de la temperatura máxima alcanzada en el suelo
sino de la duración de la temperatura por encima de cierto umbral (45 °C), todos los días (Horowitz et al., 1983). Obviamente, la
solarización del suelo puede ser usada solamente en climas cálidos o bajo condiciones de invernadero en regiones templado cálidas y
del Mar Mediterráneo. Por ejemplo, una importante reducción de la emergencia de las malezas se observó en los 12 meses siguientes
a la solarización en un invernadero túnel usado para la producción de hortalizas en la zona central de Italia (Temperini et al., 1998). Para
retener el máximo del efecto de la solarización del suelo este no debe ser subsecuentemente cultivado porque de lo contrario las malezas
presentes en las capas profundas, menos afectadas por el calentamiento, son traídas hacia la superficie del suelo y pueden germinar.

MANEJO DE LOS SISTEMAS DE RIEGO Y DRENAJE

Una elección correcta de los sistemas de riego y drenaje y su mantenimiento son importantes medidas preventivas para reducir la
infestación de malezas. Una limpieza periódica de las malezas establecidas a lo largo de los canales evita su invasión al campo. En los
casos en que es económicamente posible, la sustitución de canales por tuberías subterráneas de drenaje elimina una fuente potencial
de infestación con malezas. El uso de sistemas de riego localizados, como el riego por goteo, favorecen el desarrollo de los cultivos en
detrimento de las malezas (Berkowitz, 1988). Al contrario, los sistemas de riego por aspersión favorecen las malezas ya que muchas de
ellas tienen una mayor eficiencia en el uso del agua (producción de biomasa por unidad de agua usada para la evapotraspiración) que
los cultivos.

MANEJO DE LOS RESIDUOS DE LOS CULTIVOS

La labranza de los residuos de los cultivos estimula la germinación de las semillas de las malezas y su emergencia, por lo tanto, es un
hecho favorable ya que agota el banco de semillas. Sin embargo, se debe evitar que las malezas que surgen lleguen a formar semillas
volviendo de esa manera a restablecer las reservas de semillas en el suelo. La labranza de los residuos puede ser considerada
negativamente en algunos ambientes caracterizados por la alta tasa de mineralización de la materia orgánica del suelo. En estos casos
es preferible no disturbar el suelo sino cortar los residuos y distribuirlos tan uniformemente como sea posible sobre su superficie para
ahogar a las malezas que germinan debajo de los mismos. Este es realmente el mismo efecto que puede ser esperado de los cultivos
de cobertura cuando son usados como una cobertura muerta.

Si bien las semillas de muchas especies de malezas pueden ser «devitalizadas» quemando los residuos, esta técnica es siempre
desalentada ya que produce un efecto negativo sobre el contenido de materia orgánica del suelo.

MÉTODOS CULTURALES

Época de siembra y ordenación espacial


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En algunos casos la modificación de la fecha de siembra, de la densidad del cultivo y de la forma de su establecimiento pueden reducir
la emergencia de las malezas y/o incrementar la capacidad competitiva del cultivo (Mohler, 1996), si bien este efecto es dependiente en
alto grado de las especies cultivadas y del ambiente. Spandl et al. (1998) observaron que comparando la siembra de trigo en otoño con
aquella de primavera, en esta última estación la maleza Setaria viridis emergió en un solo flujo, lo cual la hizo más vulnerable a los
métodos de control de malezas (herbicidas o culturales). En casos como estos, la fecha de siembra del cultivo puede ser usada por el
agricultor como un método de manejo cultural. En otros cultivos como los guisantes de enrame o las papas, un aumento de la densidad
de siembra puede conducir a una mayor habilidad competitiva del cultivo frente a las malezas pero con un cierto detrimento sobre los
rendimientos en razón de la mayor competencia intraespecífica entre las plantas de guisantes (Lawson y Topham, 1985) o a una menor
calidad de los tubérculos de papa o a una mayor susceptibidad de este cultivo a las enfermedades (Litterick et al., 1999).

Por el contrario, en los cultivos que muestran una mayor plasticidad fenotípica la modificación de la densidad de siembra y/o de la forma
de siembra puede ofrecer mejores oportunidades de ser explotada en las estrategias de manejo de las malezas. Este es el caso de la
Vicia faba var. minor, una leguminosa adaptada a los ambientes del Mediterráneo que es a la vez una fuente de proteínas para los
animales y una especie que mejora la fertilidad del suelo; este cultivo puede ser sembrado en surcos poco distanciados (15 cm) o más
espaciados (40-70 cm). En el primer caso el número de vainas y el rendimiento de grano por planta disminuyen y la altura de inserción
de la vaina en el tallo aumenta (lo que reduce las pérdidas en la cosecha mecánica) pero el rendimiento de grano por unidad de superficie
y el contenido de proteína cruda son aún aceptables (Bonari y Macchia, 1975). Gracias a esta plasticidad fenotípica es probable que la
ordenación espacial de esta especie pueda ser aún optimizada, por ejemplo, sembrando en pares de surcos y usando una distancia
entre surcos (40-50 cm) que permite los trabajos culturales entre los surcos, obteniendo así, probablemente, un mayor control de las
malezas.

El uso de trasplantes en vez de semillas, como ocurre en el caso de muchas hortalizas, también aumenta la capacidad competitiva del
cultivo al incrementar la diferencia de desarrollo entre los cultivos y las malezas con ventaja para los primeros. Más aún, el uso de
trasplantes puede aumentar la selectividad (o sea, la relación entre el daño a las malezas y al cultivo) de las desmalezadoras de torsión
(Figura 4) que son herramientas simples y poco costosas para el control de malezas entre los surcos (Melander, 2000). Por ejemplo, en
la remolacha azucarera el control mecánico de las malezas puede ser hecho cinco días después del trasplante pero puede tener el
efecto negativo de causar raíces bifurcadas que pueden disminuir su calidad. El uso de trasplantes, comparado con la siembra directa,
a menudo aumenta los costos de producción de los cultivos y las necesidades de mano de obra.

Figura 4. Desmalezadora de torsión: dientes elásticos que pueden ser acoplados con herramientas para carpir y permitir el control de
las malezas entre los surcos (P. Bàrberi).

Elección del genotipo del cultivo


Diferentes genotipos del mismo cultivo poseen características que pueden resultar en una mayor o menor capacidad competitiva frente
a las malezas. Estas características son, típicamente, aquellas relacionadas con una mayor velocidad de emergencia de las plántulas,
un rápido establecimiento del dosel foliar (Rasmussen y Rasmussen, 2000) y mayores tasas de crecimiento en las primeras etapas del
cultivo. El uso de estos genotipos puede, por lo tanto, reducir la necesidad de aplicar medidas de control directo de las malezas como
herbicidas o métodos culturales.

El potencial para seleccionar genotipos de cultivos con características competitivas ha sido demostrado en varias muestras de trigos
australianos si bien la expresión de la ventaja de la competitividad en el campo está fuertemente influenciada por las condiciones
ambientales (Lemerle et al., 2001).
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No todas las características que dan a los cultivos la ventaja de la competitividad sobre las malezas pueden ser explotadas; por ejemplo,
la altura de la planta que está generalmente correlacionada con la supresión de las malezas (Benvenuti y Macchia, 2000), presenta a
menudo una correlación negativa con el rendimiento del cultivo y una correlación positiva con la posibilidad de vuelco.

La mayor habilidad competitiva de un genotipo también puede estar relacionada con la producción y liberación de compuestos
aleloquímicos que inhiben la emergencia de las malezas y su crecimiento. Olofsdotter (2001) demostró que algunas variedades de arroz
pueden ejercer un considerable efecto alelopático contra las malezas; por lo tanto, existe un cierto potencial para usar la selección del
genotipo como un método cultural para el manejo de las malezas en el cultivo.

Cultivos de cobertura usados como cobertura viva

Los cultivos de cobertura también pueden ser utilizados como coberturas vivas, o sea que pueden crecer juntamente con un cultivo
comercial, por lo general en surcos alternados. En este caso los beneficios del cultivo de cobertura están relacionados principalmente
con la mayor supresión de las malezas y con la conservación de la humedad del suelo. Sin embargo, es muy importante evitar la
competencia entre el cultivo comercial y la cobertura viva. Para ello, el crecimiento de la cobertura viva debe estar constantemente bajo
control por medio de cortes o con dosis sub-letales de herbicidas a fin de evitar que domine al cultivo comercial (Figura 5). En este caso,
el manejo de la cobertura viva no es simple y la conveniencia de este método es dudosa en aquellos ambientes en que la competencia
por la luz y el agua pueden ser fundamentales.

Figura 5. Cultivo de cobertura vivo entre remolacha azucarera y trébol subterráneo (Trifolium subterraneum). Arriba: buen desarrollo del
cultivo de cobertura; debajo: excesivo desarrollo del cultivo de cobertura (P. Bárberi)

Cultivos intercalados

Otro método cultural adecuado para aumentar la capacidad competitiva de los cultivos frente a las malezas es la siembra de cultivos
intercalados. Como cultivos de cobertura, los cultivos intercalados aumentan la diversidad ecológica en un campo. Más aún, incrementan
el uso de los recursos naturales por el dosel foliar y, comparados con los cultivos puros, a menudo compiten mejor con las malezas por
la luz, el agua y los nutrientes (Liebman y Dyck, 1993). Por ejemplo, comparado con un cultivo puro, un cultivo intercalado de puerro y
apio sembrado en un diseño en surcos redujo la cobertura relativa del suelo por parte de las malezas en 41 por ciento, redujo la densidad
y la biomasa de Senecio vulgaris en 58 y 98 por ciento, respectivamente, y aumentó el rendimiento total del cultivo en 10 por ciento
(Baumann et al., 2000).

Una mayor supresión de las malezas y un incremento del rendimiento de los cultivos ha sido demostrado en muchos ambientes para
los cultivos intercalados de cereales y leguminosas (Ofori y Stern, 1987). Como en el caso de la cobertura viva, el éxito de los cultivos
intercalados radica en la mejor combinación entre los requerimientos de las especies componentes por la luz, el agua y los nutrientes,
lo cual aumenta la complementariedad del uso de los recursos y reduce la competencia entre los cultivos intercalados. En la práctica,
esto significa optimizar la ordenación espacial de los cultivos intercalados, las densidades relativas de las plantas y su crecimiento
relativo en el tiempo en cualquier ambiente dado (Ofori y Stern, 1987).

Fertilización

La fertilización nitrogenada de presiembra puede aumentar la capacidad competitiva del cultivo frente a las malezas en aquellos cultivos
que en las primeras etapas tienen altas tasas de crecimiento; sin embargo, este efecto es modulado por el tipo de malezas que
prevalecen en el campo. Por ejemplo, en girasol cultivado en las condiciones del Mediterráneo, una aplicación de fertilizante nitrogenado
sintético incrementó la supresión de las malezas de emergencia tardía como Chenopodium album, Solanum nigrum y Xanthium
strumarium, en comparación con una aplicación fraccionada de 50 por ciento en presiembra y 50 por ciento en cobertura (Paolini et al., 8

1998). Al contrario, la misma técnica.

BIBLIOGRAFÍA

Bàrberi, P., Bonari, E. y Mazzoncini, M. 2001. Weed density and composition in winter wheat as influenced by tillage
systems. En: Proc. Ist World Congress on Conservation Agriculture, Madrid (España), 1-5 October, 451-455.

Bàrberi, P. y Lo Cascio, B. 2001. Long-term tillage and crop rotation effects on weed seedbank size and
composition. Weed Res. 41: 325-340.

Bàrberi, P. y Mazzoncini, M. 2001. Changes in weed community composition as influenced by cover crop and
management system in continuous corn. Weed Sci. 49: 491-499.

Baumann, D.T., Kropff, M.J. y Bastiaans, L. 2000. Intercropping leeks to suppress weeds. Weed Res. 40: 359-374.

Benvenuti, S. y Macchia, M. 2000. Role of durum wheat (Triticum durum Desf.) canopy height on Sinapis arvensis L.
growth and seed production. En: Proc. XIème Colloque Intl. sur la Biologie des Mauvaises Herbes, Dijon, Francia. pp.305-
312.

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