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Informe brundtland

Partiendo de la premisa de que “el desarrollo toma lugar en cualquier lugar donde el hombre es
activo”, el término aparece como un vocablo superlativo y conceptualmente político a nivel
global. El mismo, se apoya en la voluntad por crear el cambio, con necesidades ambientales,
sociales y económicas que deben ser concebidas y ejecutadas en un proceso integral de
desarrollo. En clara oposición a las metodologías imperantes el concepto de “desarrollo
sostenible” implica además el progreso humano como avance social, base logística de una nueva
era industrial. Además, como una premisa léxica aparece en su esencia el concepto de
“solidaridad” en el espacio (unirse regionalmente para combatir problemas comunes) y en el
tiempo (no comprometer los recursos de las generaciones futuras).

Por el lado ejecutivo, en contrapartida de los numerosos problemas geopolíticos, la Comisión


Brundtland apelaba al compromiso de la población (actor siempre secundario) en todos los
niveles, argumentando que la educación en término amplio es fundamental para cambiar las
actitudes en cada punto del planeta. Para ello era necesario difundir la información y por tanto,
contar el apoyo de los medios de comunicación de masas pero también de padres y profesores y
de todas las personas informada.

Ya en 1987 el Informe subrayaba la importancia de los años a venir, cruciales para romper con el
pasado y acabar con los mismos métodos de desarrollo que solo han ayudado a incrementar la
inestabilidad. Como un deseo más que una previsión, el documento preveía “una transición
exitosa hacia el desarrollo sostenible en el año 2000 y más allá” lo que “requería de un cambio
masivo en los objetivos sociales”. Para lograrlo el Informe Brundtland preconizaba:

1- Revivir el crecimiento (la pobreza es la mayor fuente de degradación ambiental).


2- Cambiar la calidad del crecimiento (equidad, justicia social y seguridad deben ser reconocidas
como metas sociales de máxima prioridad).
3- Conservación del medio ambiente (agua, aire, suelo, bosques)
4- Asegurar un crecimiento demográfico sostenible.
5- Reorientar la tecnología y el manejo de riesgos.
6- Integrar el medio ambiente y la economía en los ámbitos de decisión.
7- Reformar las relaciones económicas internacionales.
8- Reforzar la cooperación internacional.

El Informe en 2012.

Como una paradoja, 25 años después, el Informe Brundtland sigue vigente y muchas de sus
consideraciones siguen aún sin resolverse, tanto, que el mismo podría haber sido concebido
perfectamente en 2012 y pocos notarían la diferencia.
Compartir la convicción de la Comisión “Brundtland” de que es necesario construir un futuro
que sea más próspero, más justo y más seguro para todos; sosteniendo y expandiendo las bases
ecológicas para el desarrollo es naturalmente posible. Solo hay que convencer y convencerse de
que es imperioso trabajar para el medio ambiente y no con el medio ambiente.

En 1987 el Informe subrayaba que “lo que hoy podría parecer difícil o imposible puede ser
posible en el futuro”. Estamos a tiempo no solo de aprender o pensar, sino a actuar en
consecuencia, 25 años después.

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