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Construcciones de alteridad. Infancias indígenas y migrantes en los discursos
escolares
Sofía Irene Thisted
UBA/UNLP
La definición de que había una infancia “normal”, tuvo como contracara que hubiera
muchos que no condijeran con ese patrón. Tanto los niños y niñas inmigrantes o hijos de
inmigrantes como los niños y niñas indígenas se alejaron de aquellos que la escuela consideró
como los destinatarios naturales de sus propuestas. Inspectores, periodistas, maestros y
maestras identificaron a la infancia indígena con la “barbarie”, con lo atrasado, lo salvaje o
semi-salvaje, y aunque sostuvieron posiciones diferentes que se analizan a continuación,
existió consenso en torno a que parte de la tarea era asimilarlos a los repertorios culturales
que la escuela proponía.
Entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, las infancias
indígenas fueron objeto de un tratamiento singular, debido a que su presencia fue entendida
como encarnando a “otros” que fueron identificados como deficitarios, minoritarios, rémoras
de aquello que representaba la barbarie. Cuando se coloca el foco en los debates
pedagógicos de la época, se constata un arco de posiciones heterogéneo, por un lado, sobre
las posibilidades o no de educar a los indígenas; por otro, sobre quiénes deberían hacerlo y
finalmente, entre quienes acuerdan con la posibilidad de su educación, cuáles serían los
modos y contenidos.
Al igual que con “los hijos de los pobres”1 las perspectivas fueron diversas. Los
inspectores, docentes y otros funcionarios escribieron sobre estos temas a partir de
experiencias directas, principalmente, en los Territorios Nacionales y suscribieron
postulados generalizados sobre los pueblos indígenas pero también ponderaron algunas de
sus habilidades, los identificaron en los relevamientos que realizaban algunos inspectores,
pero no se los consideraba parte de la Nación e incluso en algunos casos no aparecieron
contabilizados entre los destinatarios de la escuela. Y si en parte de los discursos la
inmigración fue entendida como forma de acercar la civilización a los diversos puntos del
territorio nacional, las perspectivas sobre las posibilidades y los obstáculos para las
escuelas con la población migrante o con su descendencia también fue diversa.
1
Retomamos esta denominación del trabajo de Hugh Cunningham citado anteriormente.
Situada la infancia como sujeto del futuro, maleable y principal apuesta en la
construcción de la sociedad moderna, se depositaron en ella expectativas y proyectos; pero
también fue vista como heredera de pautas culturales distantes de las deseadas, difícil de
acercar a la propuesta escolar. La preocupación por incidir en la formación de la infancia
indígena y migrante fue intensa, y se expresó en debates y posiciones sobre cuáles serían
las intervenciones para interrumpir los procesos de apropiación de los repertorios culturales
entre generaciones, y también en múltiples intentos de producir adhesión al sentimiento
patriótico al tiempo que se intentó propiciar su asimilación a la incipiente “cultura
nacional”. Los debates a lo largo de este tiempo fueron modificándose y si, en las primeras
décadas del período analizado, la discusión fue sobre cuál era la institución pertinente para
educar a la infancia indígena -el trabajo doméstico, el ejército o la escuela- luego fue
derivando a los alcances de la escolarización deseable y posible para estos niños y niñas.
[…]
[…]
A partir del Paso de Indios el clima es más frío por ser campos mucho
más altos. Para llegar a estas planicies […] hay que subir por una alta
cuesta, llamada de la Cortadera. . […] Las sierras son de pendientes
suaves, se notan más arroyitos y manantiales, la población crece a
medida que nos acercamos a los Andes.
[…]
“Los indios no tienen más que sus toldos de cueros de guanaco, llenos de
grasa y humo y poblados de ciertos parásitos que crecen al abrigo de la
poca limpieza” me respondían.
Todos los niños que se han inscripto son indios y hablan muy poco el
castellano. Viven en la mayor rusticidad que certifican su abandono o el
poco cuidado que los padres se toman por enseñarles algunos modales.
Inútil sería pensarlo, conociendo el estado salvaje en que han vivido y en
el que hoy viven, sobre todo, respecto al manejo del hogar, que es el
mismo que tenían hace cien años.
Este informe más adelante relataba que los únicos que asistían a las escuelas
eran los niños y niñas indígenas. Las miradas sobre ellos no fueron homogéneas
aunque todos compartían que los esfuerzos debían orientarse a su asimilación a la
vida “civilizada”. Se esperaba que la civilización derramara, cuestión que no había
acontecido. La llegada de la escuela fue colocada como un antes y un después, como
el paso de la vida inútil a la vida útil y, principalmente, como ocasión para sumarse a
la “Patria”.
En un informe, el Inspector Arancibia2 dejaba a su vez constancia de una
carta que él deja al Cacique Morales:
Una de las preocupaciones que tenían algunos de estos pedagogos era que las
escuelas no sólo transmitieran concepciones de vida, sino que quienes transitaran por ellas
las hicieran propias, las tomaran como parte de los principios organizadores de sus vidas y
2
Mariano Arancibia egresó de la Escuela Normal de Profesores N°2 de Capital Federal, se desempeñó como
preceptor en la Ciudad de Buenos Aires entre 1898 y 1905, año en el que es ascendido a Inspector General
de los Territorios y luego, entre 1920 y 1926, se desempeña como Inspector General Técnico de la Capital
Federal.
no quedaran en el plano de la retórica. En este sentido, Benjamín Zorrilla, Ministro de
Instrucción Pública señalaba:
Hay una enseñanza sumamente difícil o que los niños pueden adquirir en
teoría, sin ponerla jamás en práctica. Esa es la enseñanza de la moral y
de la urbanidad.
Las tribus indígenas que poblaron el valle del Río Negro, se han ido
extinguiendo poco a poco, y algunas familias reducidas que aún viven, no
tardarán en transformarse con relación al nuevo ambiente ó desaparecer
como los Jannakens (Díaz, 1911:133).
Sin embargo, hasta el final del período analizado, aparece como polémico el idear
recorridos diferentes para la educación común, y esto en la perspectiva de Víctor Mercante
debía a que el ideal de igualdad entre los hombres tiene un peso significativo. En el
pensamiento de pedagogos que sostuvieron posturas con claro énfasis determinista y
racista, se sugirió la identificación anticipada de estas situaciones.
Pese a las diferencias de matiz, los pedagogos de la época comparten la idea de que
el avance de la vida urbana, la llegada del ferrocarril, la desarticulación de las prácticas de
vida comunitaria indígena, y centralmente, la acción de la escuela, tienden a instalarse
definitivamente, llevando a los indígenas –más o menos voluntariamente- a dejar de lado
sus prácticas culturales y a los migrantes a integrarse al sentimiento nacional. A diferencia
de las voces que se escuchaban en otros ámbitos, aquí la confianza en la infancia y en
escuela fue más elocuente y también las dudas puestas en las familias, consideradas en la
tensión entre las necesidades de la mano de obra infantil, la poca claridad de los sentidos
en torno a la escolarización y las dificultades de sostenimiento de la asistencia a la escuela,
por la extrema pobreza en la que habitan.
Esta comarca surgida pocos años del estado de barbarie que motivó las
“Campañas del desierto”, va experimentando ya las transformaciones de
la civilización en su marcha acelerada hacia el progreso tanto moral
como económico.
Considerados los niños analfabetos como arcilla que jamás fue trabajada, como tierras sobre
las que jamás se ha labrado, la escuela tiene una tarea central:
¡En buena hora han sido creadas estas escuelas! Su obra altamente
civilizadora transformará en poco tiempo el presente de embotamiento
mental en un futuro de luz y de verdad. Toda esa amalgama de conceptos
y de costumbres tendrá que sufrir la acción neutralizadora de l a luz.
(Villanueva, F., 1909: 187)
Para algunos, como Sarmiento era necesario, una vez que las tribus fueran
sometidas, separar de sus familias a los niños indígenas mayores de diez años.
Pocas han de ser las madres que traigan consigo pequeñuelos, que deben
acompañarlas siempre; pero dejarles los niños de diez años para arriba,
por temor de que sufran con la separación, es perpetuar la barbarie,
ignorancia e ineptitud del niño, condenándolo a recibir las lecciones
morales y religiosas de la mujer salvaje. Hay caridad en alejarlos cuanto
antes de esa infección. (Sarmiento citado por Feldman, 289).
Ante ese panorama, lo que aparecieron fueron distintas estrategias. Para algunos
ante la ineficacia de la disuasión, lo que correspondía era la intervención de la fuerza, para
otros esto sería contraproducente. La centralidad del buen trato del docente con los vecinos
y la idea de la ejemplaridad aparecen como claves en varios de los documentos analizados.
Bien sé que, de este modo, nos imponemos una doble tarea, y bien pesada
por cierto; pero es forzoso aceptarla con valor y desempeñarla con
decisión, pues ello es necesario para el bien de la humanidad.
Los relatos de los desencuentros con las familias permiten advertir algunos puntos
en común y, también diferencias de criterios:
Dos son los asuntos capitales que merecen especial atención para hacer
compenetrar las nociones de educación en esta clase de niños: la
asistencia y el aislamiento del hogar, por el mayor tiempo que fuera
posible, mientras concurran a la escuela.
[…]
A cada paso, se encuentra con una dificultad para que el niño concurra a
la escuela; siendo muy común la de estar con el padre, hermano o tío en
estado de ebriedad, y en este caso el infante reemplaza al embriagado en
sus tareas pastoriles y otras veces, el mismo jovenzuelo es el que
acompaña a su padre a vaciar botellas de caña!! (sic)
Hay otras mil dificultades para la asistencia que están por sobre el
alcance de los padres para poderlos remediar; en estos parajes donde se
vive luchando brazo a brazo con los obstáculos que impone la naturaleza
(abandono, aislamiento, soledad, falta de medios, etc.) Es a veces el mal
tiempo, la falta de caballos, las ocupaciones de los padres, que necesitan
la ayuda de sus hijos desde que pueden montar a caballo.
Tendrá siempre que ser así, viviendo y necesitando para todo de los
animales, sin más compañero y medio de transporte, que los del noble
bruto, que acorta las distancias y contribuye a proporcionar el pan para
cada día.
Hasta el fin del año habían 14 niños inscriptos y dos niñas, total 16, de
cerca de 50 que existen en edad escolar en el radio que compone el
vecindario de la escuela.
Nueve niños han asistido con más puntualidad, han adelantado algo en
los ramos antedichos, y para el año próximo formarán la primera sección
de grado.(Ponce y Funes, 1906: 646-647)
El relato del maestro exponía, por un lado, las vicisitudes de la vida en estos parajes
rurales y de la colaboración en las tareas de sostenimiento familiar lo que dificulta la
asistencia a la escuela. Por otro, la percepción de que los padres y sus costumbres, “vicios”,
así como la educación brindada complejizan el trabajo del maestro.
La perspectiva sobre la educación que brindaban las familias así como las pautas de
trato entre sus integrantes suele colocarlos en el lugar de lo primitivo, lo salvaje. En el
relato de Funes, docente en el Boquete de Nahuelpan, aparecen minuciosamente descriptas
las relaciones entre padres, madres, hijos:
Hay también referencias a las formas diferenciales de educar a las mujeres y a los
varones así como a las relaciones entre padres e hijos, donde se enfatizaba el carácter
salvaje, violento, de las relaciones que entre ellos sostienen:
En el toldo, el indiecito desde que nace tiene todos los cuidados de los
padres, hermanos y demás parientes (que lo son todos siendo indios);
todos están prontos a sus gritos, mientras que la pequeñuela vive olvidada
y poco cuidan de ella. El hermano tiene derecho, desde los primeros años
de vida, a quitar los juguetes a su hermana, a regañarla, a castigarla y
¡cuidado con detener siquiera al agresor…. Viene entonces la china, y
como la leona manotea a la infeliz, que desde esa edad, no tienen otro
apoyo ni consuelo que sus lágrimas. De este modo, la mujer tiene un
concepto muy bajo de lo que es ella misma. Más tarde le está prohibido
comer del mismo asado y a un tiempo con su marido, levantar la misma
voz.
La “maleabilidad” del niño se veía reducida a medida que el niño crecía -cuestión a
que hacen referencia otros relatos también- y esto obedecía a que el niño iba adquiriendo
autoridad sobre los adultos, en la versión de Funes. Los límites de la escuela para la
educación con estas poblaciones, entonces, se encontraba en parte en la drástica distancia
entre lo que proponía como contenido de la educación y lo que la familia sostenía.
Por esta causa, mientras más años tenga el niño, es más difícil quitarle
esos malos hábitos, cambiarle por vez tercera su naturaleza; mucho más
teniendo presente la influencia del hogar!
En las horas de clase podrá el maestro tener sus niños en orden, vigilar
todos sus actos para impedir la práctica de sus malas inclinaciones y
darles el buen ejemplo.
En este relato aparece un dato que no es menor: la sospecha de los padres sobre los
contenidos de la educación escolar. ´
[…]
La sospecha de este docente era que quienes lo antecedieron como docentes habían
dado una versión de los hechos que no se correspondía con la realidad. Consideraba que la
supuesta adhesión de las familias con el proyecto escolar era exagerada. Esto habría
trastocado la imagen que se tenía de los avances en materia educativa, cuando este era
fuertemente resistido por los pobladores.
Tal es el origen del error que, poco a poco, fe elevándose hasta llegar a
las altas autoridades escolares.
Los primeros que eran objeto de la desconfianza eran los propios docentes, que eran
sospechados de realizar relatos que en el mejor de los casos presentaban versiones
alentadoras sobre la educación y el interés de las familias.
¡Y tanto que se debe a los padres de familia! … Pero… ¿por qué no dijo
que en el distrito a que pertenece la escuela hay más de 70 niños en edad
escolar y que, por la apatía de los padres, no consiguió inscribir más de
30?
Las escenas cómicas que voy a relatar son rigurosamente ciertas; no hay
en ellas ni un solo detalle producto de mi imaginación. Ellas son
reveladoras de la apatía, del horror que el indígena de la Puna siente
hacia la escuela y, por ende, hacia la educación.(Fernández, 1917:19)
-No quiero dudar de que la niña sea zonza y atajá, pero la escuela puede
corregir ambas cosas.
Llegó la noche y, con ella, los grandes apuros de la aquella familia que,
con insistencia impropia del carácter hospitalario de esta gente, me
aconsejaban que fuera a buscar otro alojamiento más digno que el que
ellos podían ofrecerme.
Así, pues, dando a mi voz un tono de enojo que yo no poseía, grité ¡no
quiero, no quiero salir de aquí hasta no saber qué es lo que Uds. han
hecho de la niña! Si esta noche no aparece, mañana intervendrá la
policía.
Estas niñas que, gracias al amor que sus padres sienten por la escuela,
veían en mí al coco, están ahora en la escuela gozando de una alegría
que jamás soñaron, pues que desconocían en absoluto la dicha de que era
capaz su alma infantil. (Fernández, 1917:19-20)
La otra situación que se elige para el relato remite también a un engaño familiar
para evitar la asistencia a la escuela, en este caso, falseando la edad del niño en cuestión. Es
interesante que la descripción también refiere a la distancia con las costumbres, en este caso
con respecto a las vestimentas para los niños pequeños.
Pero, más que yo, había madrugado otro amateur de la educación y había
prevenido a los dueños de casa.
¡Vaya, por Dios, dije para mis adentros, ya tenemos aquí otra
estratagema ridícula!
Y, en efecto, por medio de las sayas pretendieron hacer pasar por 3 años
al niños Anacleto Carpanchay que, según consta en el Registro Civil,
tiene 7 años.
Solo algunos relatos reparan en dónde puede cifrarse la desconfianza de los padres y
comunidades hacia la escuela. Pero la mirada del maestro Funes es en 1906:
Los indios no se toman ningún interés por la escuela; para ellos es una
institución desconocida, sin utilidad, nunca han sentido sus beneficios;
los pobres infelices hasta le temen en su desconfianza y la odian como
medio que tiende, según sus creencias, a llevar a sus hijos al estado de
una raza que aborrecen y que en su salvaje ignorancia la creen inferior.
Las perspectivas sostenidas por distintos funcionarios escolares y docentes sobre las
infancias migrantes, tanto de ultramar como de países vecinos, estuvo articulada a lo que se
construyó como el problema del “nacionalismo” con al debate sobre si lo cultural era
hereditario o podía ser moldeado por la escuela.
3
Los niños y niñas no formaron parte del mayor caudal migratorio, por lo que algunos autores (Tedesco,
1982, Carli 2002) señalaron que la migración tuvo que pensar la socialización de los adultos, que
constituyeron el público mayoritario. Cabe señalar que la composición de la inmigración fue mayormente
masculina, integrada tanto por jóvenes como por adultos: el 20% tenía entre 13 y 20 años; el 35 % entre 21 y
30; el 17% entre 31 y 40 años, siendo los niños y niñas de entre 1 y 12 años el 15% de los que arribaron y los
mayores de 50 años el 50%. Y salvo en el período que coincide con la Primera Guerra, del total de
inmigrantes sólo un tercio fueron mujeres, por lo que muchos de los matrimonios se produjeron con
mujeres de diverso origen nacional (Cibotti, E. 2010).
inmutable. La preocupación porque los niños y niñas sintieran el amor a la patria aparecía
como una preocupación que se exacerba cuando se hace referencia a los hijos de los
inmigrantes. Nacidos en Argentina son objeto de una preocupación singular, por un lado
porque a diferencia de otros países -como Estados Unidos- poseen la nacionalidad y por
otro porque, ronda la pregunta en torno a cuánto de lo cultural es hereditario.
4
Zeballos nació en Rosario en 1854 y murió en Liverpool en 1923. Egresado del Colegio Nacional de Buenos
Aires y luego abogado, se dedicó al periodismo y la política. Fue del Gral. Roca y, en perspectiva de Sánchez,
“el principal ideólogo de la Campaña del Desierto, que legitimó a través de sus libros y artículos” (Sánchez,
2009). Varias veces electo diputado, también fue Ministro de Relaciones Exteriores. En la perspectiva de
David Viñas, Estanislao Zeballos, representante de la generación del 80 y partidario del proyecto liberal
incluso durante el auge la república conservadora, fue prototipo del “joven provinciano en la gran urbe” y
del “gentleman-escritor” (Viñas, D.:2003,227)
de una manera extraordinaria, acusando con claridad el aumento de la
inmigración indigente que carece de recursos, de relaciones, de rumbos
fijos y acaso de salud y de voluntad para el trabajo” (Zeballos, 1883:
194)
Unos años más tarde, haciendo referencia a los hijos de los extranjeros y su
nacionalidad el mismo Zeballos señalaba:
5
La participación de los hijos de los inmigrantes en diversos conflictos políticos aumenta la preocupación.
Señala Santiago Sánchez que “en ocasión de la segunda revolución radical de ese año [1893], cientos de
milicianos “suizos”, hijos de europeos nacidos en el país, ocupasen militarmente la capital provincial [de
Santa Fe] e hiciesen ondear sus banderas helvéticas, ante la indignada mirada de los criollos,
particularmente de aquellos que estaban en el gobierno” (2009: 248)
presencia o pasará a los cuarteles generales este padrón de ignominia:
¡el joven don Fulano de Tal nacido en la República Argentina, desertor de
su bandera! (Zeballos, E. 1912:296-297)
Otro de los que se pronunció sobre la situación de los hijos de los migrantes fue
José María Ramos Mejía7 partió de la perspectiva de que las enfermedades se originaban en
lesiones que se expresan en sintomatologías clínicas. Esta perspectiva le permitió
identificar como “enfermos sociales” a aquellos que realizaran demandas o no asumieran
como propias las formas de organización que el Estado proponía. También las conductas
disruptivas del orden podían deberse a déficits raciales. En su perspectiva el inmigrante, a
quienes había estudiado a través de “experiencias de psicología” en el “Asilo de
Inmigrantes”, provenía de zonas rurales y esto le confería rasgos propios. Dice José María
Ramos Mejía, en su obra Las Multitudes Argentinas:
Luego hace referencia a su descendencia, en una clave, que permite advertir los
trazos del evolucionismo, y que pone sobre la mesa cómo se articularon la preocupación
por la infancia descendiente de padres y/o madres migrantes con la cuestión del
nacionalismo. Carli (2002) señala que las transformaciones demográficas construyeron las
condiciones de posibilidad para que se produjeran discursos que articularon a la niñez con
la “operación de nacionalización”.
Entendía que los niños de los inmigrantes, que habían vivido mucho en la calle,
recibían gran cantidad de estímulos y esto da como resultado “un cerebro más fustigado”
que recibe “lo que puede” y esto los “aleja (de) los peligros del un poco exagerado
surmenage escolar” y hace “más precoz su desarrollo que el de los niños de un hogar
acomodado […] Esto explica probablemente su superioridad en todos los ejercicios de la
escuela y la facilidad con que el observador ve desenvolverse lentamente el sentimiento de
la patria que en la futura generación será más completo (Ramos Mejía, 1899:163-164).
En el registro escolar los hijos de los inmigrantes asumieron matices propios. Los
hijos de los inmigrantes fueron mirados desde distintas perspectivas según fuera su
disposición a sumarse a la convocatoria de adherir al sentimiento nacional. La infancia en
este proceso es considerada estratégica y la escuela es la institución por excelencia para el
despliegue de los sentimientos nacionales. Son vistos como tales en tanto y en cuanto no
asuman el sentimiento nacional. Allí sí serán marcados como “migrantes de segunda
generación”. La asunción plena de los derechos al trato igualitario en el espacio escolar
estuvo subsumida a la identificación nacional y a la veneración de los símbolos y
festividades locales o al menos a la voluntad de hacerlo. Los registros acotados a
situaciones conflictivas, parecen alentar la perspectiva de que la división entre “nacionales”
y “migrantes” no se activó más que cuando fueron vividos como amenaza.
Bibliografía citada
ROCKWELL, Elsie (2015) Prólogo. Conversaciones en torno a la educación pueblos
indígenas/migrantes. NOVARO, Gabriela, PADAWER, Ana Y HECHT, Ana (coords)
(2015): Educación, pueblos indígenas y migrantes. Reflexiones desde México, Brasil, Bolivia,
Argentina y España, Ed. Biblos, Buenos Aires.