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La apatía del universo hacia nuestra existencia

Fernando Mullo

Número de palabras: 3299

2018
Índice
La apatía del universo hacia nuestra existencia ....................................................................... 1
La indiferencia del universo ........................................................................................................ 2
La libertad filosófica ...................................................................................................................... 4
Una moral construida ................................................................................................................... 6
Crítica social de la obra ................................................................................................................ 7
Bibliografía............................................................................................................................................ 10
La apatía del universo hacia nuestra existencia

“Pero todo el mundo sabe que la vida


no vale la pena de ser vivida”
(Camus,1942)

El desinterés por encontrar un sentido a la existencia, es la realidad que se vive


actualmente debido a una creciente alienación humana. Se puede sugerir incluso,
que son muy pocas las personas que escucharemos preguntarse a sí mismas sobre
el sentido de su vida, dado que la mayoría, se encuentra completamente inmersa en
un mundo al cual le es indiferente nuestra existencia.

Es decir, las preocupaciones no van más allá de preguntarse por el futuro, por
su aceptación social, o por algo tan burdo como la subsistencia económica. Aun así,
no podemos juzgar por completo este comportamiento, dado que es una forma de
sobrellevar nuestra insignificancia. Lo inaceptable, radica en lo poco reflexivos que
nos mostramos ante este hecho y, como consecuencia, lo alejados que estamos de
alcanzar una verdadera libertad, en conjunto con una moral propiamente construida.

Estos dos últimos temas, son parte de los objetivos a los que nos lleva la
filosofía del absurdo, movimiento que aparece por mediados de la Segunda Guerra
Mundial, con autores como Camus y Beckett. Esta filosofía, tiene como finalidad
advertir la irracionalidad de la existencia humana y, a partir de aquí, proponer formas
de sobrellevarla con un comportamiento más consciente, crítico y reflexivo.

En el presente ensayo, se pretende analizar la trascendencia que tiene, en la


actualidad, la novela El Extranjero, de Albert Camus, y su filosofía del absurdo,
expuesta de forma implícita en la obra. Además, también se realiza un breve estudio
sobre la vigencia que tienen las críticas, no sólo filosóficas, sino también de orden
social, acerca del comportamiento humano, al enfrentarse cara a cara con su
existencia.

1
La indiferencia del universo
La indiferencia del universo, es el tema base que impulsa a la filosofía del
absurdo. Si enfocamos nuestra perspectiva a una escala universal, podemos decir
que el ser humano es una existencia insignificante ante la inconmensurable realidad
del universo. Es decir, desde un punto de vista cósmico, no somos más que pequeñas
partículas triviales en el espacio-tiempo, mismo del cual formamos parte. Esta idea se
complementa con el Dasein1 de Heidegger, quien nos plantea, en su obra Ser y
Tiempo, que los humanos somo seres arrojados al espacio, intrascendentes ante
nuestro entorno y con una lucha constante por ser parte importante del mundo que
nos rodea (M. V. Roche, 2014).

Por otro lado, si reducimos nuestra perspectiva a un nivel más cercano,


podemos afirmar que nuestro accionar no llega a tener mayor valoración, ni efecto
notorio en la sociedad, quizá podamos causar cierto impacto en un principio, pero con
el tiempo nuestras acciones serán erradicadas con el olvido.

Desde esta apreciación, entrando a un ámbito más filosófico, podemos


apreciar cómo nuestras acciones, actitudes, decisiones e incluso nuestra propia
muerte, llegan a ser eventos banales ante los ojos del mundo. No somos más que
seres condenados a muerte y al olvido, que sin importar lo que logremos ser, o lo que
lleguemos a desear, no conseguiremos ni una mínima alteración al orden con el que
se rige el universo. Esto nos conlleva a la aceptación de la muerte como el fin de todo
para nosotros, y de nada para el mundo.

Si bien es cierto, esta es una actitud pesimista, sin embargo, en la filosofía


existencialista, no se mantiene como tal, dado que es el punto de partida para
considerar las actitudes que podemos tomar, ante el hecho inevitable de nuestra
muerte. En Camus se observa con claridad la aceptación a su condena, y la
indiferencia hacia la misma, del personaje Monsieur Meursault, quien enfatiza lo
absurdo de desesperarse ante su inminente muerte, en realidad, plantea este hecho
como su única certeza, lo único real que tenía y la justificación a todo su accionar.

Pero estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi
vida y de esta muerte que iba a llegar. Sí, no tenía más que esto. Pero, por

1
Término que significa como tal ser-en-el-mundo, utilizado por Heidegger, en su obra el Ser y Tiempo (1927).

2
lo menos, poseía esta verdad, tanto como ella me poseía a mí. (Camus,
1966)

Meursault, durante el desarrollo de toda la obra nos presenta una actitud de


total apatía ante el mundo. La muerte de su madre, el amor de María, el asesinato a
un hombre y su propia muerte, son eventos que para nuestro protagonista no
presentan mayor relevancia. En un principio, incluso se puede confundir su actitud
como un acto de completo desinterés por el mundo, sin embargo, al final esto se
entiende como la aceptación del hombre hacia su destino, viviendo cada día y
tomando cada decisión según su moral la dicte, una moral que no se encontraba bajo
influencia social, sino una moral más consciente y apacible.

Actualmente, se puede observar como la mayoría de personas también se


muestran indiferentes hacia el mundo, pero estas no lo hacen por ser conscientes de
su destino, por el contrario, lo hacen debido al desconocimiento de su situación real,
existencialmente hablando. Además, ignoran este hecho dado que se encuentran
totalmente perdidas en el mundo material, un mundo que constantemente se
encuentra en la necesidad de desviar la atención de este tema, debido al beneficio
que tiene crear individuos alienados en el consumismo, publicitando una vida llena de
lujos y socialmente aceptable, como el objetivo de nuestra existencia.

Esta novela también logra mostrar una pequeña crítica enfocada al absurdo
del ser humano. Publicada a mediados de la Segunda Guerra Mundial, Camus logra
que su personaje empatice con las personas que han vivido las atrocidades de la
guerra. Estos individuos, logran identificarse con el sentimiento de desengaño y
confusión, que infunde la obra, ante la desvalorización de la vida humana, dado que
se encontraban enfrentando una guerra absurda y sin sentido (Hernández, 2012). En
la actualidad, no se puede apreciar tal impacto con la misma magnitud por la
diferencia de contexto, sin embargo, tampoco se puede despreciar el hecho de que
así sean pequeñas o grandes las decisiones que tomemos, estas cargan con el
mismo absurdo que caracteriza a los eventos anteriormente mencionados.

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La libertad filosófica
En la novela, Camus también nos plantea una idea de libertad filosófica, que
se adquiere únicamente cuando el individuo es capaz de aceptar su muerte y, en sí,
su destino. Para comprender esto vamos a partir del tema de la muerte como un
incentivo para nuestro accionar.

Sabemos, que por lo general los animales son quienes actúan en función del
miedo, ya sea al de ser lastimados o al de su propia muerte, y es esta sensación la
que los impulsa a tomar decisiones a lo largo de su vida. No es muy diferente para el
ser humano. Si nos ponemos a analizar, la mayoría de nuestras acciones más
significativas se dan también en función del miedo. Puede ser el miedo de perder a
alguien, de sufrir daño físico o emocional, quedarse sin dinero, o simplemente el de
morir. En específico este último, es el que guía nuestros actos más desesperados de
supervivencia.

Esto sucede, debido a nuestra incapacidad de sobrellevar desde un principio,


el hecho de que nuestra existencia es irrelevante para el mundo y, mucho menos,
aceptamos que nuestra muerte también lo será. Esta ideología es muy evidente al
final de la novela, cuando el capellán se encontraba cuestionando a Meursault, acerca
de la actitud que estaba tomando ante su propia condena. Mientras este, intentaba
explicarle constantemente la poca importancia que debería tener su muerte, como si
fuese un evento más en el orden del día. “Desde que uno debe morir, es evidente que
no importa cómo ni cuándo” (Camus, 1966).

Como hemos visto hasta ahora, el ser humano toma, en ciertas ocasiones, las
decisiones más importantes de su vida, en función de un miedo irracional hacia la
muerte. Es de esta forma, que llega a convertirse en un esclavo de la misma, como
si se encontrara dando infinitas vueltas en una carrera de pista cerrada, tratando
desesperadamente de evadirla, a pesar de saber perfectamente que es inevitable
encontrarse en algún momento con ella. El escape de esta esclavitud es la respuesta
para conseguir la libertad que se menciona en un principio.

Una vez aclarado el tema, surge la siguiente interrogante. ¿Cómo logramos


escapar de esta esclavitud? La respuesta es sencilla, por un lado, debemos aceptar
lo insignificancia de la evidente muerte que nos aguarda, revocando por completo el
miedo a la misma, y, por otro lado, sobrellevando este hecho a manera de no ignorar

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nuestra condición de mortales, para así conseguir una vida más consciente, que no
se encuentre basada en decisiones incitadas por el miedo.

De esta forma, no sólo lograremos independizarnos de nuestra muerte, sino


también apropiarnos de nuestra vida, como si ya no obedeciéramos el orden natural
de las cosas. Además, seríamos capaces de tomar nuestras propias decisiones,
basadas ahora, en una racionalidad más consciente y más propia de la característica
humana.

Es a partir de aquí, que comenzamos a darle un sentido a nuestra existencia,


quizá no a nivel universal, pero sí a uno más personal, logrando ser dueños de nuestro
destino y restarle la característica de fútil a este universo. Esta condición, también es
planteada como una dicha que logra producir una alegría silenciosa, en el hombre
que es dueño de su destino (Camus, 1985). Mención que también aparece en el
escrito de Albert Camus titulado El mito de Sísifo.

Nuevamente, si nos ubicamos en la actualidad, vemos que las personas no


gozan de esta libertad, y no sólo no la intentan conseguir, mucho peor, la ignoran por
completo y sus actos, además de ser por completo absurdos, son llenos de egoísmo
y vanidad. Nos encontramos en un mundo, tan poco perceptivo y reflexivo que se
vuelve cada vez más esclavo de su ignorancia. Se inculca sí, una libertad de
expresión, de pensamiento y obra, sin embargo, es una libertad superflua,
insustancial, que únicamente nos da la idea de ser libres, mientras somos brutalmente
asesinados intelectualmente por los sistemas de poder que buscan incansablemente
nuestro sometimiento a los aparatos ideológicos del estado2.

En conclusión, a esta parte, podemos decir que el hombre actual no es libre y


no lo será, hasta el momento en que se enfrente de cara a su existencia y, por ende,
a su muerte. Asumiendo una actitud más consciente sobre su accionar e intentando
darle un sentido a su existencia, evidentemente a un nivel personal, dado que nos es
imposible darnos una valoración en comparación al exorbitante universo.

2
Althusser, L. (1989). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. En L. Althusser, La filosofía como arma de la
revolución (págs. 112-151). México: Siglo XXI editores S.A

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Una moral construida
“El hombre está condenado a ser libre” (Sartre, 1973). Esta frase célebre del
filósofo francés, nos ayuda a ratificar nuestro planteamiento anterior, acerca de la
libertad, y nos ayuda a encaminarnos al tema de una construcción propia de la moral,
además de aludir a la crítica social-religiosa presente en la obra de Camus, que
analizaremos más adelante.

Hasta este punto hemos visto como la indiferencia del universo nos lleva a
cuestionar el valor de nuestra existencia, y, por consiguiente, a plantearnos una
libertad filosófica que nos de una pauta de cómo debe ser nuestra actitud ante el
mundo. Si bien es cierto, se mencionó que podemos adquirir una libertad de acción,
sin embargo, esto no significa que podemos actuar a nuestro libre albedrío. La
libertad, nos lleva también a una responsabilidad y, volviendo a citar a Sartre (1973),
al ser seres condenados a la libertad, tenemos la responsabilidad de considerarnos
nuestros propios jueces.

Es aquí donde empieza la construcción de nuestra moral. Tomando como


referencia a Harold Soberanis (2010), podemos afirmar que tanto nuestras acciones
como nuestra libertad y moral deben ser edificadas tomando como base nuestra
pasión. Nuestra vida debe ser vivida de tal forma que a nosotros mejor nos motive,
una vida que sea capaz de evitar hasta cierto punto el arrepentimiento. “Me
interrumpió y quiso saber cómo veía yo esa otra vida. Entonces, le grité: «¡Una vida
en la que pudiera recordar ésta!»” (Camus, 1966).

La búsqueda del sentido de nuestra existencia, tiene una respuesta parcial e


inconclusa, en que debemos vivir como mejor nos parezca, como nuestra pasión nos
guie. Llevar una vida plena sin tantos arrepentimientos, debe ser, por mucho, nuestro
objetivo principal. Pero aun si esta es la mejor forma de vivir, no se debe olvidar los
valores que dictan nuestra conducta. Si llegamos a situarnos como hombres libres,
estamos aceptando también que no tenemos excusas para nuestro accionar, somos
totalmente responsables de lo que hacemos. Por lo tanto, “el hombre debe
comportarse como si existiesen principios y valores universales, aunque al fin de
cuentas sus acciones o elecciones sean indiferentes para una realidad de suyo
absurda” (Soberanis, 2010)

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En la actualidad, podemos observar que la moralidad de la mayoría de
personas se encuentra basada más en el temor a un “juicio divino” o a un “juicio
social”. Es cierto, que una forma de encontrarle sentido a la vida es la de involucrarse
plenamente en la religión, misma que hasta cierto punto puede sostener tu existencia.
Sin embargo, como se ha visto al transcurrir del tiempo, este medio ha sido
únicamente una escapatoria a la realidad. Como mencionamos anteriormente, es
inaceptable el ignorar nuestra condición de mortales y fundamentar nuestra vida en
una construcción humana, como es la religión y los juicios sociales.

Si dejamos que nuestra moral se construya con estas bases, estamos


provocando un asesinato intelectual y a la vez moral, dado que comenzamos a evadir
nuestra responsabilidad de seres en el espacio. Es decir, estamos creando excusas
para justificar nuestras acciones, cuando en realidad deberíamos librarnos de todas
ellas y asumir el papel de directores de nuestra propia vida.

Crítica social de la obra


En la obra de Camus, se pueden observar dos críticas sociales y, hasta cierto
punto, también políticas. Por un lado, hablaremos de la crítica a la religión junto con
sus creencias y, por otro lado, el juicio que imparte una figura social frente al crimen
de un hombre.

En la parte clímax de la obra, cuando el personaje expresa su pensamiento


sobre el mundo, el capellán aparece como una figura representativa de la iglesia. Este
intenta presentarse como un salvador, sin embargo, nuestro personaje se niega
fervientemente a escucharle, dado que explica la irrelevancia de ser salvado por una
figura divina, nuestro personaje no necesita a un Dios. Meursault se muestra
indiferente ante esta idea dado que no tenía la intención de desperdiciar los últimos
instantes de su vida, aferrándose a una inconsistencia, a algo irreal. El único objetivo
del personaje era creer en la única certeza que tenía, la de su muerte.

La crítica que se denota en esta escena, viene íntimamente ligada con la


concepción del absurdo. Como se mencionó desde el principio, si nuestra existencia
es absurda y nuestra única certeza es la de la muerte, tanto la religión como la
creencia de una vida supraterrenal, es equivalente a renunciar a esta certeza y darnos
esperanza de que existe una mejor vida, cuando en realidad esta idea nos incentiva

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únicamente al arrepentimiento, nos incentiva a cometer actos que no sean producto
de nuestra pasión, sino de reglas impuestas por alguien más. Estamos restando
responsabilidad a nuestras acciones, pensando que podemos ser perdonados con el
simple arrepentimiento. Si así fuese, todo estaría permitido si al final tomas al
arrepentimiento como última salida.

La iglesia, no es más que una institución, que tiene como objetivo el control
ideológico de la sociedad, supuestamente esta es una cuestión moral, porque nos
ayuda a definir el bien y el mal. Sin embargo, como se ha visto a lo largo de la historia,
esta institución se construyó en base a la conveniencia de ciertos grupos
privilegiados. Incluso se llegó a crear el grupo de la Santa Inquisición, que no tenía
otro objetivo que eliminar a los enemigos de la iglesia o impedir la toma de consciencia
del ser humano ante su realidad existencial, para de esta forma construir cuerpos
dóciles, fáciles de controlar y manipular.

Podemos decir con exactitud que la religión, no es más que una escapatoria al
absurdo de nuestra existencia y a nuestra condición de mortales. Si antes habíamos
mencionado que nuestras acciones de por sí ya eran absurdas, asumiendo que se
daban por nuestra propia consciencia, es aún más preciso afirmar, lo absurdo de
basar nuestra existencia en algo insustancial, específicamente, en una construcción
humana que, desde un principio, no nos pertenecía, ni tampoco era escogida, una
construcción humana que fue impuesta con el fin de controlar ideológicamente a la
sociedad antigua, y así también a la actual.

Aferrarnos a esta ideología, nos aleja por completo de la libertad, construye


una moral que no es propia e ignora por completo la indiferencia del universo hacia
nosotros. Meursault, no sólo sabía que la religión representaba una evasiva a la
muerte, sino que, además, estaban tratando de arrebatarle su vida, porque hasta
entonces él no había vivido más que guiado por su pasión y el ceder al
arrepentimiento significaba desvalorizar todos los años y todas las decisiones que
había tomado a lo largo de su vida. Y, a pesar de que estas no tenían la mayor
relevancia para el mundo, para el significaba el único sentido que encontró a su
existencia, el de aceptar y rendirse ante la indiferencia del mundo.

Finalmente, se puede también hablar de los sistemas judiciales, que a pesar


de no ser tan fuerte la crítica que presenta, es válido mencionar por la siguiente, y

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más que suficiente, razón: la desapropiación de establecer un juicio propio de nuestro
accionar.

En este punto de la obra, cuando se lleva a cabo el juicio de Meursault, este


se muestra completamente indiferente ante los comentarios de su defensor, como los
del Procurador y del Abogado General. Varias el personaje muestra cierto grado de
atención cuando hablan de su alma, es aquí que comienza la desapropiación. Como
idea general, durante todo el juicio a Meursault no se le permite emitir comentario
alguno, aun cuando se lo define como un ser sin alma, como un criminal.

Si bien es cierto, esta es una clara evidencia de la desapropiación sobre la


opinión personal de uno mismo, aun así, a Meursault le es indiferente. Este personaje,
le era indiferente que las demás personas den un juicio de valor sobre sus actos, dado
que este no sentía arrepentimiento alguno, pensaba que el asesinato del árabe, no
era más que la muerte inevitable de un hombre, que, si no sucedía en ese momento,
hubiera sucedido tiempo después, pero tomando en cuenta la irrelevancia del
momento de su muerte, a la final ese hombre estaba destinado a morir, no importaba
si era más tarde que temprano, este hecho le era indiferente.

En conclusión, a este ensayo, hemos logrado apreciar la filosofía del absurdo


que expone Albert Camus en su obra El Extranjero. Esta filosofía que tiene como
fundamento la aceptación de la indiferencia del universo, la libertad a la que conlleva
esta aceptación y la actitud moral que se debe asumir en respuesta a ello.

Además, también logramos dimensionar la importancia que tiene esta


ideología en la sociedad actual, que si bien es cierto es cada vez menos consciente
de su realidad y más allegada al mundo material, debería tomar más responsabilidad
de su existencia, no porque sea una obligación, aunque debería, sino más bien por
llevar una vida más plena, libre y responsable. Aceptando también, que nos
enfrentamos ante un destino absurdo, del cual no podemos escapar, pero si aceptar
y apropiarnos de la vida que tenemos, como la actitud heroica de Sísifo.

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Bibliografía

Althusser, L. (1989). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. En L. Althusser, La filosofía como
arma de la revolución (págs. 112-151). México: Siglo XXI editores S.A.

Camus, A. (1966). El Extranjero. París, Francia: Éditions Gallimard.

Camus, A. (1985). El mito de Sísifo. Madrid: Alianza Editorial, S. A.

Hernández, R. K. (2012). Albert Camus y El extranjero. Revista de Lenguas Modernas, 17, 123-129.
Obtenido de https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/rlm/article/viewFile/12659/11915

M. V. Roche, E. D. (2014). Dasein, o entendimento de Heidegger sobre o modo de ser humano.


Avances en Psicología Latinoamericana, 32(1), 105-113. Obtenido de
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Sartre, J. P. (1973). El existencialismo es un humanismo. Las cuestiones metafísica, antropológica y


ética en el existencialismo de J.-P. Sartre y M. Heidegger (págs. 1-14). Buenos Aires: Facultad
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Soberanis, H. (2010). La filosofía del absurdo de Albert CAmus. A Parte Rei: revista de filosofía(68), 1-
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