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El embarazo universitario no es solo tema de mujeres

Las voces de dos estudiantes, Luis Carlos Parrado y Andrés Ballestas, comparten su experiencia siendo padres
universitarios y la psicóloga Elvia Vargas explica cómo un embarazo no deseado impacta la vida de estos
hombres.

“Aunque nosotros teníamos sospechas no éramos capaces de verificar. Ella me llamó y me dijo que
estaba en el bienestar familiar. Salí de la universidad corriendo para allá y antes de llegar me dio la
noticia, fue durísimo, sentí que no vendrían grandes metas en mi vida” cuenta Luis Carlos Parrado,
estudiante universitario, quien a sus 19 años se convirtió en padre. Apenas estaba empezando su
carrera, lleno de ilusiones y metas futuras, cuando un embarazo imprevisto cambió todos sus planes.
El embarazo adolescente es un problema de salud pública en Colombia, no solo por los riesgos de
gestación sino porque ponen en una situación de vulnerabilidad a los jóvenes. Según la Sociedad
Colombiana de Pediatría y el ICBF, la tasa de embarazo adolescente es del 19,5%, es decir que de
cada 5 mujeres menores de 20 años, una de ellas está embarazada o ya es madre. Sumando a esto,
de acuerdo con los datos recolectados en la última Encuesta Nacional de Demografía y Salud
(2015), las mujeres reportan que el 50% de los nacimientos son el resultado de embarazos no
planeados.
En estas cifras, la presencia masculina es inexistente por lo que surge la duda sobre el rol del
hombre al momento de presentarse un embarazo imprevisto. La psicológica Elvia Vargas Trujillo,
especialista en temas de sexualidad, adolescencia y educación, afirma que en la sociedad se han
establecido fuertes normas sociales que invisibilizan el rol del padre y asumen que un embarazo
sólo afecta a la mujer. Se le suele atribuir todo el cuido del niño a la mujer debido a que es ella
quien sufre los cambios biológicos, el problema es que “el hombre no se tiene en cuenta en este
proceso y de hecho sí los impacta, sobre todo a los hombres que se involucran, pues va más allá del
rol tradicional que se les ha asignado de ser exclusivamente los proveedores económicos”, explica
la psicóloga.
En la adolescencia, sobre todo siendo universitario, se empiezan a forjar los proyectos de vida, por
lo que un embarazo no planeado desvía esos planes y lleva a tomar decisiones radicales. Andrés
Ballestas, estudiante de pregrado, afirma que cuando se enteró de que iba a ser padre, su carrera era
lo primero a lo que él estaba dispuesto a renunciar. No obstante, la aspiración por tener un mejor
futuro lo llevó a buscar ayuda de sus padres y a trabajar en sus tiempos libres para poder responder
económicamente. “Siempre intenté tomarlo con calma, pero me da ansiedad. Más que todo ahora
me da miedo no graduarme y quedarle debiendo dinero al Icetex. Sin estudio y sin poder ofrecerle
un futuro estable. No es fácil no tener dinero” dice Ballestas pensando en la responsabilidad de
mantener a su hijo.
Lo anterior, es un comportamiento al que la psicóloga Elvia Vargas asocia con la expresión de la
masculinidad, que concuerda con el estigma social de que un buen padre se define solo como aquel
que es un buen proveedor. Vargas advierte que “la masculinidad se mide por la capacidad de
mantener a su familia en buen nivel. No es solamente el tarro de leche, es la casa, el carro y la beca.
Lo que es una fuente de estrés importante”. Por consiguiente, tener que exigirse académicamente y
preocuparse a diario por la manutención de su hijo, no es solo una perturbación física y psicológica,
sino que este constante estado de agitación también le impide desarrollar un vínculo afectivo con
ese niño. Por lo tanto, a pesar de sus deseos de estar más presente, la psicóloga señala que se
percibe al padre como una figura distante y se mantiene el estereotipo social de que la única
participación del hombre es su aporte financiero.
“Siento que aún no lo soluciono, es algo que continua, siempre pienso en dejar de estudiar para
ganar más dinero en el presente y restarle importancia al futuro, pero vuelvo a que entre mejor sea
mi futuro, mejor será el de él. Vivo frustrado, no sé en qué punto eso es una mentira egoísta que me
funciona o si realmente sacrifico mi tiempo libre por alguien más”, dice Luis Carlos Parrido, años
después de esa llamada que descarriló la trayectoria de su vida.
Con respecto al balance que los hombres buscan establecer entre ser estudiante, adolescente y
responsable de un niño, Elvia Vargas resalta lo siguiente: “como adolescente no puedo comenzar a
ser un adulto simplemente porque ya me embaracé, sigo siendo un joven, pero con un hijo. Sigo
teniendo sueños, dudas sobre quién soy, sigo teniendo interrogantes sobre qué quiero hacer en mi
vida y sigo replanteando mis ideales”. Con esto en mente, la juventud es un periodo de exploración
y el hecho que haya un embarazo imprevisto no elimina esta dimensión. Por lo que es normal que
tanto Parrido como Ballestas sigan vacilando sobre cómo afrontar día a día su responsabilidad.
Andrés Ballestas en su entrevista manifiesta que le afectó mucho el hecho de que su pareja tuvo que
detener sus estudios. Él explica que se sentía culpable porque había sido un acto de los dos que de
cierta manera ella estaba pagando. Por esta razón es que nuevamente Elvia Vargas reconoce que el
embarazo es un trabajo de responsabilidad conjunta. “Son dos personas que tienen capacidad de
gestionar su vida. Así que tienen que preguntarse ¿Cómo nos apoyaremos para que cada uno pueda
cumplir sus metas? ¿Cómo distribuimos las actividades de cuidado y el tiempo? ¿Cómo nos
organizamos económicamente?”
En una sociedad moderna en la que los avances en la equidad de género han permitido que tanto
hombres como mujeres tengan la posibilidad de plantearse metas ambiciosas, de acceder al mundo
laboral, de participar de una buena educación y de tener voz en la política, Vargas propone que el
embarazo, y sobre todo el cuidado del niño, debe en la misma medida ser equitativo y debe
compartiste. De lo contrario un embarazo será una excusa para no desarrollar las metas ya
propuestas.
Paralelamente, Luis Carlos Parrado reconoce que, sin una coordinación activa con la madre de su
hijo, ninguno hubiera podido seguir estudiando. “No es que nosotros seamos invencibles, nuestro
hijo demanda mucho tiempo, pero con ayuda y luchándola cada día logramos dividirnos.” Es un
reto que no termina, pero Parrado tiene claro que la única alternativa para que su expareja, su hijo y
él mismo no tengan un futuro escaso es seguir estudiando. Fue trabajando en las noches haciendo
domicilios, y los fines de semana en una finca, tuvo que cancelar materias y ponerse al día con
intersemestrales, pero con la ayuda conjunta de la madre, cinco años más tarde tiene una empresa de
ganadería y es asistente graduado docente.
La realidad de estos jóvenes que asumieron la responsabilidad de ser padres no puede ser
generalizada, sin embargo, son casos que demuestran que hay muchos más matices en ser padre que
la figura del que pasa la plata cada mes. El embrazo universitario no deseado, como cualquier otra
eventualidad abrupta, implica ajustes que seguramente generan conflicto, pero la psicóloga Vagas
rectifica que “el ser humano tiene la inmensa capacidad de adaptarse y flexibilizar esas trayectorias
de vida.”

Alexandra,
Desde que me mandaste la primera versión de tu artícuo hasta hoy siento que mejoró demasiado.
Todo es mucho más claro y la estructura es más coherente. Te recomiendo reelerlo y revisar qué
información puede que estes repitiendo para asegurarte de no caer en la redundancia. Por último,
las partes subrayadas en amarillo son pequeños cambios que hice sobre el texto (tíldes,
puntuación y/o cambios de palabras).

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