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INTRODUCCIÓN
El mito prometeico nos narra la intervención titánica que da origen a la razón y da sentido
moral al hombre. Nos otorga una perspectiva en la que los dioses no sienten pena por le
hombre y éste no es más que materia que vaga en la tierra, temerosa y salvaje cual
bestia. Sin embargo, Prometeo decide entregar el fuego divino a los hombres y les
enseña a trabajar la tierra para que éstos puedan sobrevivir en el medio hostil que les
rodea. No sólo es un mito que nos retrata el origen de la parte racional del alma humana,
sino que también es una metáfora del deseo del hombre por la conquista de la naturaleza.
Esta idea es nacida en la Ilustración y es tomada como la premisa central de toda la
modernidad.
El mito lo podemos encontrar en el poema épico titulado Los Trabajos y los Días y
en la Teogonía, ambos del antiguo poeta griego Hesíodo, en el diálogo Protágoras de
Platón y en la tragedia Prometeo Encadenado del dramaturgo griego Esquilo. El mito,
como se podrá notar, tiene múltiples variantes y, por lo tanto, múltiples interpretaciones.
Sin embargo, la esencia del mito es la misma: Prometeo es un titán que se compadece
por los humanos. Éstos, al principio de la creación, vivían en cavernas, debajo de la tierra,
es decir, alejados de la luz. Prometeo, conmovido por la situación humana, decide robar
el fuego de Hefesto (dios griego de la herrería y del uso de las herramientas. Para
finalizar, él entrega el fuego a los humanos, sin embargo, Zeus se da cuenta de la falta
que Prometeo acaba de cometer y decide castigarlos a él y a los hombres.
Yo a cambio les daré un mal con el que todos se alegren de corazón acariciando
con cariño su propia desgracia. (Trabajos y Días: 55)
Aquí puedo construir una imagen alegórica en que ese fuego que entregó.
Prometeo a la humanidad sería la desgracia de la humanidad, algo así como la pesada
roca que levantaría Sísifo. Alegóricamente el fuego representa luz, iluminación, todo
aquello contrario a la oscuridad, que es el temor y la ignorancia. No es que esté mal
alejarnos de la oscuridad, sino que la visión extremista de la Ilustración en la que la razón
era algo de adoración casi divina. Pues también creían que ésta tenía su origen en la
figura de Dios y no sólo bastaba con eso porque tenían razón al creer que era un regalo
divino.
Empezando por los hombres, éstos son seres que vagan por el mundo temerosos. No
conocen el uso de herramientas. Apenas y sobreviven viviendo bajo las cavernas,
agazapados pues no tienen conocimiento alguno sobre la manipulación de la naturaleza.
No saben ni siquiera arar la tierra. Ellos viven en plena oscuridad, en total ignorancia de
lo que ocurre a su alrededor y más allá de sus ojos.
Este mundo, el mismo para todos los seres, no lo ha creado ninguno de los dioses
ni de los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego eternamente vivo, que se
enciende con medida y se apaga con medida. (Fr. 30)
Pero tal y como el fuego quema, la razón nos lleva a nuestra propia desdicha al
abandonar toda pulsión vital que hay dentro de nosotros. La Ilustración nos llevó a
idealizar lo apolíneo. Me permito recordar estos pasajes de la Revolución Francesa
cuando los sans-culottes convirtieron los templos cristianos en templos de la razón. La
razón ya no provenía de lo divino, sino que ahora era lo divino. La razón era el máximo
objeto de culto, había sustituido a Dios. Es así que la razón es divina. Un atributo
exclusivo de los dioses y tal como en otros mitos (como el andrógino de Platón), los
hombres fueron castigados al intentar poseer la divinidad. Resumiendo las ideas
anteriores, el fuego como la razón es divino, nos permite manipular el entorno y la
abrazamos como nuestro bien último. A pesar de que esto podría dañarnos.
Dice Nietzsche: “La hipocresía es propia de las épocas de fe fuerte en las que ni
siquiera la coacción de exhibir una fe distinta se abandonaba la fe que se tenía.” (CI, p.
18). Y es aquí dónde se nos demuestra de nuevo que el hombre es una bestia de carga
que no puede caminar por su propia cuenta, sino que necesita una guía 1. El sentido de
vida que le da el hombre a su existencia es tan vano que no lo contiene dentro de sí
mismo, sino que requiere que le sea brindado de forma externa y lejana a sí 2.
Al utilizar el mito prometeico, ilustro cómo es que el obsequio otorgado por Prometeo ha
sido una maldición para el hombre, pues trae más desgracias que placeres para el
hombre. Nos permite manipular la naturaleza a nuestro gusto, pero el culto que tenemos
hacia la razón es lo que nos tiene en este estado tan deplorable.
Somos seres irrisorios para la amplia existencia del cosmos, nada nos obliga ni
nada nos detiene y, aun así, elegimos vivir subordinados a nuestra razón. Si la razón está
ahí afuera como un ente ajeno a nosotros, no somos capaces de contener la felicidad
dentro de nosotros mismos.
Como punto final quiero plantear qué pasaría si es que la razón no controlara
nuestras vidas ¿Pero es que acaso podemos racionalizar una vida distinta a ésta?