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Maquiavelismo

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Maquiavelo.

El maquiavelismo posee dos significados. El primero consiste en la doctrina política


de Nicolás Maquiavelo, especialmente la idea de superponer la razón de estado sobre
cualquier otra consideración ética o moral para mantener el poder,1 tal como se deduce de las
obras del escritor italiano del siglo XVI: El príncipe y sus Discursos. El florentino, considerado
humanista, padre de las ciencias políticas y filósofo, es el autor de esta gran polémica al
desligar la política del dominio de la moral y la religión.
La segunda, de rango psicológico, tiene que ver con los rasgos de una personalidad hipócrita
y falsaria, calculadora, falta de empatía y que lo subordina todo al propio beneficio.

Índice

 1Elementos del maquiavelismo


 2Recepción del maquiavelismo
 3Referencias
 4Bibliografía
 5Enlaces externos

Elementos del maquiavelismo[editar]


En obras como El príncipe y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio analiza
Maquiavelo cuál es el tipo de príncipe o gobernante que se ha dado hasta su época,
fundándose en su experiencia política como secretario de príncipes, en la primera de esas
obras, y más en sus múltiples lecturas como historiador y su esperanza como político en la
segunda. Le obsesiona sobre todo cómo ha de ser el caudillo que logre la unidad e
independencia de Italia, víctima de numerosas intrusiones exteriores y divisiones internas en
múltiples repúblicas que luchan celosamente entre sí. Para ello la necesidad impera sobre la
moral. Propone, de hecho, las figuras de Francesco Sforza o de Fernando el Católico a causa
de su virtud, pero también de su suerte; ya que la virtud sin fortuna sirve de muy poco, como
ejemplifica en el caso de César Borgia:
Quiero aducir dos ejemplos que nuestra propia época nos ha proporcionado a
propósito de las dos maneras de llegar al principado, o sea, por la virtud y por la
fortuna. Se trata de Francesco Sforza y César Borgia [...] Por otra parte, César Borgia
—llamado vulgarmente duque Valentino— adquirió el Estado gracias a la fortuna de su
padre, y con el irse de ella lo perdió, a pesar de haber recurrido a todo tipo de medios
y haber hecho todas aquellas cosas que un hombre prudente y virtuoso debía hacer
[...]. Nicolás Maquiavelo, El príncipe, Madrid: Aguilar, 2010, pp. 70-71.
El príncipe debe disponer de las habilidades del león (la fuerza) y del zorro (la astucia) "el
león no se libera de las trampas; el zorro no se defiende de los lobos; por tanto debemos
ser zorros para conocer las trampas, y leones para asustar a los lobos" (El príncipe, XVIII).
La contribución del maquiavelismo y que resultó fundamental para la doctrina política
europea, fue la separación de la ciencia política de la moral y la religión. Maquiavelo
establece que la conducta práctica del político se ha de desarrollar al margen de
consideraciones teóricas fuera de la realidad; y la obsesiva persecución del poder y del
prestigio cueste lo que cueste, con independencia de consideraciones éticas que se
posponen a ese fin, ya que el fin importa más que los medios. Dicha concepción tiene
antecedentes antiguos, especialmente griegos, en las ideas de Anacarsis el escita y
de Trasímaco. El político, para gobernar a los hombres, ha de disciplinarlos. Para ello
debe conseguir prestigio y autoridad mediante el uso la fuerza, lo que exige prescindir de
consideraciones éticas y usarlas solamente como apariencia, de forma que se establece
como principio supremo la razón de estado: el objetivo del Estado es su propia
supervivencia, y ésta puede llegar a legitimar un mal menor a costa de evitar un mal
mayor. Eso viene a suponer que la mentira es la conducta política menos mala:
Cuando un príncipe dotado de prudencia ve que su fidelidad en las promesas se
convierte en perjuicio suyo y que las ocasiones que le determinaron a hacerlas no
existen ya, no puede y aún no debe guardarlas, a no ser que él consienta en perderse.
Obsérvese bien que si todos los hombres fueran buenos este precepto sería malísimo;
pero como ellos son malos y que no observarían su fe con respecto a ti si se presentara
la ocasión de ello, no estás obligado ya a guardarles la tuya, cuando ello te es forzado.

Hay dos tipos de príncipes para Maquiavelo: los que escuchan y los que no escuchan. Si
el príncipe es débil, debe recurrir a la astucia mejor que a la fuerza y no ser esclavo de su
palabra, sino de su conveniencia. Afirmó, pues, parafraseando al emperador Calígula, que
"es mucho más seguro ser temido que ser amado" (El príncipe, XVIII),2 y que "la fuerza es
justa cuando es necesaria" y "los hombres se deben mimar o extinguir, porque se vengan
por cualquier ofensa ligera y de las graves no pueden: así que la ofensa que se haga al
hombre debe ser tal que no se tema la venganza" (El príncipe, III).3
Los textos de Maquiavelo enfatizan una especie de juego con el poder, en el cual se
problematiza y soluciona los miedos de gobernantes, en relación a las decisiones
políticas. Como consecuencia, estas soluciones son vistas como justificación de acciones
inmorales. “El hecho de que Maquiavelo describa inmoralidades no lo convierte en
inmoral.” La polémica surge una vez que todo fin abstracto es justificado por los medios;
sin embargo, Maquiavelo no afirma que este fin específico justifica los medios, sino que
dice que éstos serán juzgados como honrosos por el vulgo (pueblo), al que desprecia por
no ver más allá de las apariencias.
Esto se complica aún más cuando los lectores observan que Maquiavelo describe a los
gobernantes que realizan acciones inmorales como virtuosos. La estructura y complejidad
del Príncipe genera distintos puntos de vista; pero queda claro que el objetivo al que
Maquiavelo quería llegar era “mostrar a otro cómo funcionan las relaciones reales de
poder en la modernidad, y cómo se logra la estabilidad para que éste pueda tomar el
mando y salvar a Italia.”4 La paradoja se encuentra en que en ningún lugar de El Príncipe
o los Discursos, se encuentran las palabras “el fin justifica los medios”, frase que se
atribuye a la principal enseñanza de la primera obra.

Recepción del maquiavelismo[editar]


Las doctrinas de Maquiavelo fueron universalmente reprobadas por todo tipo de
monarquías y se escribieron numerosos tratados para rebatirla, de los cuales destacan los
de padres jesuitas como Pedro de Ribadeneyra o Claudio Clemente. Pero fueron leídas y
practicadas de forma unánime, siguiendo el principio hipócrita que propugnaba el mismo
Maquiavelo, quien para componer su libro se fundó solamente en lo que había visto en
vez de preconizar vanas especulaciones moralizantes. La crueldad inteligente, para
Maquiavelo, puede ser un atributo del buen gobierno cuando el monarca necesita asentar
su autoridad, a fin de evitar con el mal menor el mal mayor del desgobierno. Goethe lo
expresó con una famosa máxima: "Prefiero la injusticia al desorden". Pero fue Immanuel
Kant quien, en su ensayo La paz perpetua. Un proyecto filosófico (1795), rechazó el
maquiavelismo subordinando la política a valores éticos superiores.
Las ideas políticas y sociales con respecto al estado de poder de Maquiavelo han sido
comparadas con las del Leviatán de Hobbes e incluso muchas veces Maquiavelo es visto
como un predecesor de Hobbes. También sus ideas sobre la naturaleza humana y la
función de autoridad de un estado son similares y, hasta cierto punto, sus obras no fueron
apreciadas sino mucho después. En contraste, Maquiavelo escribió sobre el poder solo en
el contexto político y social, mientras que el punto de vista de Hobbes respecto al poder es
mucho más complejo, al describir la relación del individuo con el estado.
«El poder de un hombre viene determinado por sus medios actuales para obtener algún
buen futuro aparente».5 (Hobbes)

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