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¿SOY UN CRISTIANO

FUNDAMENTALISTA
Y LITERALISTA BÍBLICO?
JUSTIFICACIÓN DE MI OPCIÓN HERMENÉUTICA RESPECTO DE LA BIBLIA

"Y él (Jesús) le dijo:


—¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?"

(Lucas 10:26)

Plácido Ferrándiz

1
LA AUTORIDAD DE LA BIBLIA PARA EL DISCÍPULO DE JESÚS

I. NUESTROS CRITERIOS DE JUICIO.

A la hora de valorar y discernir asuntos y situaciones, y tomar decisiones en nuestra vida, ¿cuáles son
criterios de referencia con los que funcionamos de hecho? ¿a dónde miramos para guiarnos en nuestra
vida? ¿de dónde proceden esos criterios? ¿Cuál es la fuente de nuestros criterios de valoración, de juicio,
de discernimiento y decisión?.

Sabemos que en el mundo, fuera de Cristo, funcionan varias fuentes, por ejemplo:

 la conveniencia personal,
 los gustos y preferencias personales,
 el propio raciocinio conforme a la educación recibida,
 las presiones sociales (costumbres, tradiciones, modas, 'el qué dirán'...)
 una ideología o filosofía,
 la corriente de pensamiento dominante,
 otra persona o personas influyentes,
 los medios de comunicación...

Por lo que se refiere a un discípulo de Jesús, lo propio es reconocer como criterio supremo de juicio la
Autoridad de Dios manifestada en Jesucristo:

“49 Porque yo no hablé por mí mismo; sino que el Padre que me envió, él me ha dado mandamiento
de qué he de decir y de qué he de hablar. 50 Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así que, lo que
yo hablo, lo hablo tal y como el Padre me ha hablado” (Jn 12:49-50).

Jesús afirmó venir del cielo, de Dios, en cuyo seno estaba como su unigénito Hijo, y por tanto el único
autorizado para revelar cabalmente a su Padre y la verdad del Padre acerca de todas las cosas (Juan 1:18).
Jesús mismo afirmó ser La Verdad (Jn 14:6).

Seguidor y discípulo de Jesús es aquel que recibe su testimonio porque le cree digno de confianza:

a) en primer lugar, digno de confianza como para recibir (creer) su testimonio acerca de quién es él: el
Cristo de Dios, el Hijo del Dios viviente.

b) y por eso también digno de confianza como para reconocerlo como Maestro autorizado por Dios
para enseñar la verdad. Por tanto, el discípulo de Jesús se caracteriza por creer y aprender todo lo que el
Maestro cree y enseña.

II. LOS CRISTIANOS CREEMOS EN LA BIBLIA PORQUE CREEMOS EN JESÚS.

Y una de las cosas que Jesús creía y enseñaba era que la Biblia hebrea (nuestro Antiguo Testamento) era
la Palabra de Dios a Israel por medio de Moisés y los profetas.

II.1 Jesús ratificó el canon de las Escrituras hebreas.

En primer lugar, Jesús ratifica 'el canon' de la Biblia hebrea, es decir, el conjunto de libros autorizados que
forma parte de las Escrituras Sagradas:

“44 Y les dijo: —Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario

2
que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y
en los Salmos. 45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras” (Lc
24:44-45).

“34 Por tanto, mirad; yo os envío profetas, sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y
crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad, 35 de
manera que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la
sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el
santuario y el altar” (Mt 23:34-35).

Jesús menciona las tres partes en que se dividía la Biblia hebrea, como ya vimos. 'Los salmos' encabezaba
la tercera parte: Los Escritos. Por otra parte, al citar a Abel y a Zacarías hijo de Berequías, Jesús está
citando el primer y el último libro de la Biblia hebrea, pues del asesinato de Abel se habla en el libro de
Génesis (4:1-8), y del de Zacarías en el libro 2 de Crónicas (24:20-22), que era el último en el orden
original en los tiempos de Jesús.

II.2 Jesús reconocía que las Escrituras hebreas eran Palabra de Dios.

Las expresiones “la Escritura” o “las Escrituras” eran términos técnicos en Israel para referirse a los
escritos que registraban la Palabra que Dios dirigió a Israel por medio de Moisés y los profetas. Jesús las
reconoció como “la Escritura” o “las Escrituras” dadas por Dios a Israel:

“Pero él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios” (Mt 4:4).

“Entonces Jesús les dijo: ¿No es por esto que erráis, porque no conocéis las Escrituras ni tampoco
el poder de Dios?” (Mc 12:24),

inspiradas por el Espíritu de Dios:

“35 Mientras estaba enseñando en el templo, Jesús respondiendo decía: —¿Cómo es que dicen los
escribas que el Cristo es hijo de David? 36 David mismo dijo mediante el Espíritu Santo: Dijo el
Señor a mi Señor: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies” (Mc
12:35-36),

y que no pueden ser quebrantadas, rotas, destruidas, anuladas, modificadas:

“34 Jesús les respondió: —¿No está escrito en vuestra ley, "Yo dije: Sois dioses"? 35 Si dijo
"dioses" a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser
anulada)” (Jn 10:35)

Como vimos, para referirse a todo el AT se usaba también la expresión 'La Ley y los Profetas', o
simplemente 'La Ley'. Aquí Jesús esta diciendo que la Biblia hebrea es la Palabra de Dios, la Escritura,
que no puede fallar por ser Palabra de Dios.

Esta era la fe de Jesucristo. Un discípulo de Jesús no sólo cree en Jesús, sino que hace suya la fe de
Jesús. ¿Podrá un discípulo suyo tener una fe diferente?. Al contrario: motivados por la Fe de Jesucristo,
acatamos el Texto de las Sagradas Escrituras como inspiradas divinamente, como sopladas por el aliento
de Dios a través de hombres en nada anulados ni disminuidos, pero plenamente usados para consignar
por escrito, sin error, la Palabra de Dios.

II.3 Jesús enseñaba que todas las Escrituras hebreas apuntaban proféticamente hacia Él:

3
 que las Escrituras daban testimonio de sí mismo (Juan 5:39),
 que Moisés escribió de Él (Juan 5:46),
 que todo el Antiguo Testamento hablaba de Él (Lucas 24: 25-27),
 y que todo lo que estaba escrito sobre él, sobre su obra, sobre su Reino, se cumplía (Lucas 22:37).

II.4 Jesús escogió a doce de sus discípulos como sus apóstoles (enviados) para que fueran testigos
directos de su vida desde el inicio de su ministerio hasta su ascensión a los cielos, y aprendieran sus
enseñanzas, y comprobaran el cumplimiento de las profecías acerca de Él, especialmente su muerte
redentora y su resurrección de entre los muertos.

“13 Entonces subió al monte y llamó a sí a los que él quiso, y fueron a él. 14 Constituyó a doce, a
quienes nombró apóstoles, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar...” (Mr 3:13-14)

“1 Puesto que muchos han intentado poner en orden un relato acerca de las cosas que han sido
ciertísimas entre nosotros, 2 así como nos las transmitieron los que desde el principio fueron
testigos oculares y ministros de la palabra, 3 me ha parecido bien también a mí, después de haberlo
investigado todo con diligencia desde el comienzo, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo,
4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Lucas 1:1-4).

“1 En el primer relato escribí, oh Teófilo, acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a
enseñar, 2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el
Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. 3 A éstos también se presentó vivo, después de
haber padecido, con muchas pruebas convincentes. Durante cuarenta días se hacía visible a ellos
y les hablaba acerca del reino de Dios” (Hch 1:1-3).

“44 Y les dijo: —Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario
que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y
en los Salmos. 45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras” (Lc
24:44-45).

“14 Pues como sé que dentro de poco tengo que dejar mi frágil morada, como me lo ha declarado
nuestro Señor Jesucristo, 15 también procuraré con empeño que, después de mi partida, vosotros
podáis tener memoria de estas cosas en todo momento. 16 Porque os hemos dado a conocer el
poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas artificiosas, sino porque fuimos
testigos oculares de su majestad. 17 Porque al recibir de parte de Dios Padre honra y gloria, desde
la grandiosa gloria le fue dirigida una voz: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.
18 Y nosotros oímos esta voz dirigida desde el cielo cuando estábamos con él en el monte santo”
(2Pe 1:14-18).

“1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 -la vida fue manifestada, y la
hemos visto; y os testificamos y anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y nos fue
manifestada-, 3 lo que hemos visto y oído lo anunciamos también a vosotros, para que vosotros
también tengáis comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo
Jesucristo” (1Jn 1-3).

II.5 Jesús, después de transmitir a sus apóstoles la Palabra de Dios con hechos y palabras, los envió
a proclamarla con la asistencia especial del Espíritu Santo.

“26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas
las cosas y os hará recordar todo lo que yo os he dicho” (Jn 14.26).

4
“13 Y cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; pues no hablará por sí
solo, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir. 14 El me
glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo hará saber. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío. Por
esta razón dije que recibirá de lo mío y os lo hará saber” (Jn 16:13).

“4 Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen el cumplimiento
de la promesa del Padre, "de la cual me oísteis hablar; porque Juan, a la verdad, bautizó en agua,
pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo después de no muchos días” (Hch 1:4-5)

“El que os recibe a vosotros a mí me recibe, y el que me recibe a mí recibe al que me envió” (Mt
10:40).

Un par de ejemplos de cómo el Espíritu del Jesús resucitado les hacía recordar y entender: Jn 2:13-22;
12:12-16.

II.6 El Nuevo Testamento es el registro escrito del testimonio y la enseñanza de los Apóstoles.

El Nuevo Testamento es lo que Jesús, de parte del Padre, enseñó a sus discípulos con hechos y palabras, y
por medio del Espíritu Santo. Eso es lo que ellos predicaban y enseñaban asistidos por el Espíritu Santo.

Ellos tenían conciencia de estar transmitiendo la Palabra de Dios (1Pe 1:23; Ap 1:9; 1Tes 2:13; …). El
apóstol Pedro considera Palabra de Dios las cartas de Pablo, poniéndolas al mismo nivel que 'las demás
Escrituras' (2Pe 3:15-16). El testimonio de los apóstoles llegó a ponerse por escrito bajo la inspiración del
mismo Espíritu de Dios que inspiró a los escritores del Antiguo Testamento, tal como les prometió Jesús.

Al principio daban testimonio por medio de su enseñanza oral, pero pronto también por medio de sus
cartas y escritos (evangelios). El testimonio interno de los escritos complementado con el de la iglesia
primitiva nos confirma que:

 el apóstol Mateo escribió un evangelio;


 el apóstol Juan escribió otro evangelio, tres cartas y el libro de Apocalipsis;
 Marcos recogió en su evangelio el testimonio del apóstol Pedro, de quien era ahijado (1Pe 5:13), a
lo cual Pedro se había comprometido (2Pe 1:14-18). De esto dan testimonio también algunos
indicios en el mismo evangelio y la iglesia primitiva;
 Lucas escribió un evangelio y el libro de Hechos de los Apóstoles. Es el único escritor bíblico
gentil (no judío). Él era médico, fue convertido por el ministerio del apóstol Pablo, y escribió con
orden y exquisita exactitud recogiendo el testimonio de los apóstoles (Lc 1:1-4) y del apóstol
Pablo, a quien acompañó en sus viajes;
 el apóstol Pablo escribió la mayor parte de las cartas: desde Romanos hasta Filemón (13);
 se duda quien fue el autor humano de la carta a los Hebreos, si Pablo, o tal vez Lucas o Apolo,
porque no hay ninguna referencia para resaltar la autoría del Espíritu Santo;
 el apóstol Pedro escribió también dos cartas;
 Jacobo, hermano de Jesús, escribió una carta;
 y Judas, hermano de Jesús y uno de los apóstoles, escribió otra carta.

Ese testimonio de los Apóstoles de Jesús es el Nuevo Testamento, cumplimiento y complemento de la


autorrevelación y salvación de Dios prometida y anunciada en el Antiguo.

En resumen...

¿QUÉ ES LA BIBLIA?

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 La Biblia es la Palabra inspirada de Dios.

“Toda la Escritura es inspirada por Dios...” (2Tim 3:16)

Inspirada significa dada por el aliento de Dios, alentada, soplada o exhalada por el aliento de Dios. Es la
Palabra de Dios pronunciada, soplada, por medio de su Espíritu. El Autor último de la Biblia es Dios
mismo, de lo cual proviene su inerrancia (ausencia de errores), infalibilidad (no falla ni deja de cumplirse)
y su autoridad.

La Biblia afirma clara y abundantemente ser el libro verdaderamente dado por Dios. Reivindicaciones de
origen divino por frases como “así dice el Señor”, “la Palabra de Dios”, “dijo Dios”, “vino la Palabra del
Señor”, “habló el Señor”... aparecen más de 3.000 veces en la Biblia.

 La Biblia es el hablar de Dios por medio de hombres movidos por su Espíritu.

“19 También tenemos la palabra profética que es aun más firme. Hacéis bien en estar atentos a
ella, como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que aclare el día y el lucero de la
mañana se levante en vuestros corazones. 20 Y hay que tener muy en cuenta, antes que nada, que
ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; 21 porque jamás fue traída la
profecía por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo
inspirados por el Espíritu Santo” (2Pe 1:19-21).

La Biblia no es palabra meramente humana, es Palabra de Dios en palabras humanas. Es la Palabra de


Dios dada a ciertos hombres por medio de Su Espíritu. Ninguna palabra de la Escritura procede de la
voluntad del hombre; más bien, los hombres fueron “llevados por el Espíritu de Dios” para hablar las
palabras de Dios. En el griego, el término 'ser llevados' significa ser llevado como un barco es llevado por
el viento. Los escritores de la Biblia recibieron la inspiración de Dios, y estaban bajo el poder del Espíritu
Santo, siendo llevados y conducidos por El para proclamar la palabra de Dios. Era Dios quien hablaba Su
propia palabra por medio de esos hombres a través de sus bocas:

“1 Estas son las últimas palabras de David: "Dijo David hijo de Isaí, dijo el hombre a quien Dios
levantó, el ungido del Dios de Jacob, el dulce salmista de Israel: 2 "El Espíritu del Señor ha
hablado por medio de mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2Sam 23:1-2). (Ver también Zac
7:7; Hch 3:18; 28:25; Rm 1:1-2; 1Pe 1:10-12; ).

Era Dios quien les mandaba escribir o hablar su Palabra: Ex 34:27: Jr 1:7; 30:2; Tit 1:3...

La Biblia es la palabra de Dios exhalada por su Espíritu a autores humanos a los que se les permitió
retener sus propias personalidades y rasgos de redacción al escribir. Cada pensamiento y palabra de la
Biblia, sin embargo, es de Dios como resultado de la inspiración de su Espíritu. Por ellos, los autores
humanos originales fueron inerrantes e infalibles.

 La Biblia es el hablar de Dios a Israel por los profetas y por Su propio Hijo.

“1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los
profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1-2a).

El Antiguo Testamento es el registro tanto de los hechos de Dios como de las palabras que Dios reveló a
Israel por medio de los profetas, desde Moisés hasta Malaquías.

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Y en la plenitud de los tiempos, Dios el Padre envió al mundo a su Hijo Jesucristo, el cual es el Verbo de
Dios, es decir, la Palabra viviente de Dios, el cual estaba en el seno del Padre y vino como hombre para
revelarnos al Dios que nadie ha visto jamás:

“1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios (…) 14 Y el Verbo se
hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del
Padre, lleno de gracia y de verdad (…) 18 A Dios nadie le ha visto jamás; el Dios unigénito que
está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn 1:1.18).

Por ello, no reconocemos ninguna otra autoridad fuera de Jesucristo para conocer a Dios y el punto de
vista de Dios acerca de todas las cosas.

 El Nuevo Testamento es la Palabra de Dios que Jesucristo habló a sus apóstoles, y sus hechos
en presencia de ellos.

Ya hemos expuesto antes este punto. Así que aceptamos como cierto y fidedigno el testimonio de aquellos
'testigos oculares', que acompañaron a Jesús durante sus años públicos en la tierra, y fueron instruidos por
Él después de su resurrección, el cual abrió sus mentes para comprender las Escrituras, para comprender
cómo la totalidad de las cuales dan testimonio de Él, aquellos que testificaron 'de lo que habían visto y
oído, lo que palparon su manos', y que fue recogido en los escritos del Nuevo Testamento.

 El conocimiento humano es limitado y engañoso.

Reconociendo su debido lugar al conocimiento humano y científico, que cuando son auténticos no pueden
entrar en conflicto con la Palabra de Dios, aceptamos el juicio de Dios en la Escritura acerca de que los
recursos de nuestra mente natural son limitados y ambiguos, sujetos a autoengaño, cargados de intereses
creados, afectados por el Pecado, el cual es la decisión humana de vivir independientemente de Dios y su
Palabra.

__________________________________

Por todos estos motivos, como discípulos de Jesús reconocemos en las Sagradas Escrituras del Antiguo y
el Nuevo Testamento, el registro escrito, inspirado y válido de la Revelación de Dios, la norma acerca de
los que Dios nos ha manifestado acerca de sí mismo, de sus propósitos, del mundo, del ser humano, y del
Camino de la salvación:

'...desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que
lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda escritura es inspirada por Dios y útil para
enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, equipado para toda buena obra' (Tim 3:16-17).

Creemos que el Espíritu del Dios vivo y verdadero ha guiado la experiencia del Pueblo de Dios y el
proceso de elaboración de la Escritura, y ha inspirado su fijación por escrito y la selección de sus libros
(el canon).

Creemos que es 'Palabra de Dios' viva y permanente, en el sentido real y fuerte, y por tanto, el registro
normativo para todos en todos los tiempos de la autorrevelación de Dios en Cristo.

Coherentemente con todo ello, reconocemos en la Biblia la Autoridad única y suficiente de Dios a
cuyo juicio someter humilde y obedientemente nuestro pensar, nuestro sentir, nuestro hacer,
nuestro vivir entero:

“Así que no dejamos de dar gracias a Dios, porque al oír vosotros la palabra de Dios que os

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predicamos, la aceptasteis no como palabra humana sino como lo que realmente es, Palabra de
Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1Tes 2: 13).

La fe cristiana se basa, pues, en este testimonio apostólico, cuyo último fundamento es Jesús mismo. El
Testimonio de Dios que ha dado por medio de Su Hijo Jesús nos llega por medio del testimonio de sus
apóstoles enviados: este es el cimiento del cristianismo bíblico.

Un seguidor y discípulo de Jesús, por tanto, reconoce la autoridad divina de la Biblia y se sujeta a ella. No
tiene sentido que un verdadero discípulo de Jesús:

- se ponga por encima de la Palabra de Dios juzgándola conforme a sus propios criterios,

- seleccionando lo que concuerda con sus pre-juicios y desechando el resto,

- o interpretando arbitrariamente según sus intereses sin atender a los criterios de la misma Biblia, como
si no hubiera nada objetivo en la interpretación y todo valiera. Más adelante estudiaremos ese punto: los
criterios para interpretar la Biblia.

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LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA
La hermenéutica es el conjunto de principios para interpretar correctamente el sentido de un texto: qué
quiso decir el autor, qué pensaba y qué quiso comunicar. La exégesis es la interpretación misma de un
texto realizada aplicando los principios hermenéuticos. Aplicado esto al Texto Sagrado, la hermenéutica
tiene por objeto fijar los principios y normas que han de aplicarse en la interpretación (exégesis) de los
libros de la Biblia, para guiarnos al conocimiento y la comunión con el Dios que se ha revelado en Cristo,
la Palabra encarnada. Y puesto que los escritores hablaron y escribieron inspirados por Dios, la
interpretación busca comprender lo que Dios ha querido comunicar por medio de sus instrumentos
humanos. Es necesario interpretar correctamente lo que esos autores humanos quisieron decir, para
alcanzar el significado divino el Texto sagrado.

Dios ha revelado de una manera suficientemente clara lo esencial de su mensaje como para que cualquier
persona pueda entender (principio de perspicuidad: inteligibilidad, claridad). El mismo Espíritu que
inspiró las Escrituras abre su significado a quienes se acercan a ella con sencillez de corazón. Cualquier
persona analfabeta y sin estudios puede comprender sin problemas lo que la Biblia revela acerca del plan
de Dios para la salvación del hombre, y acerca de su orientación moral. Todo el mundo puede entender el
significado de Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. Pero aún en estos casos, los
textos sólo son comprendidos en la plenitud de su significado cuando se analizan por medio de un
correcto trabajo de interpretación.

Son muchos los obstáculos que se presentan cuando se quiere interpretar atinadamente lo que fue escrito
hace miles de años en el seno de un pueblo con ideas, costumbres y lenguas muy diferentes de las
nuestras. Llegar a una comprensión correcta, profunda y cabal de la Escritura requiere hacer ese trabajo
de interpretación, la obra del Espíritu no nos exime de nuestra responsabilidad de interpretar
correctamente. La misma Biblia nos da ejemplos de esta necesidad:

- En los días cuando una parte del pueblo de Israel regresaron del destierro en Babilonia para restaurar el
templo y la ciudad de Jerusalén, Esdras, que era un escriba entendido en las Escrituras, reunió al pueblo
para leer e interpretar la Torah:

“1 Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está frente a la puerta de
las Aguas. Y dijeron al escriba Esdras que trajese el libro de la Ley de Moisés, que el Señor había
dado a Israel. 2 El primer día del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo la Ley ante la
congregación de hombres y mujeres, y de todo el que era apto para entender lo que oía. 3 Y leyó el
libro desde el alba hasta el medio día, frente a la plaza que está ante la puerta de las Aguas, en
presencia de hombres, de mujeres y de cuantos podían entender. Y los oídos de todo el pueblo
estaban atentos al libro de la Ley (…) 8 Ellos leían en el libro de la Ley de Dios, explicando y
aclarando el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (Neh 8:1-3.8).

- Jesús a menudo explicaba (interpretaba) las parábolas a sus discípulos en privado. Cuando explicaba la
parábola del sembrador, enseñaba la importancia de entender la Palabra de Dios:

“18 Vosotros, pues, oíd la parábola del sembrador. 19 Cuando alguien oye la palabra del reino y
no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue
sembrado junto al camino (…) 23 Pero el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye la
palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta, y otro a
treinta por uno” (Mt 13:18-19.23).

- Jesús también interpretaba el Antiguo Testamento para que entendiesen su significado y que se refería a
Él mismo:

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“27 Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas, les interpretaba en todas las Escrituras lo
que decían de él (…) 44 Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros:
que era necesario que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés,
en los Profetas y en los Salmos. 45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen
las Escrituras...” (Lc 24:27).

En la Escritura operan conjuntamente el elemento humano y el divino, por eso es necesario tener en
cuenta tanto los principios comunes de interpretación de la sana razón, como los principios de
interpretación que suministra Dios mismo en su Palabra. Dios mismo dice cómo debe interpretarse su
propia Palabra, y cuáles son las disposiciones correctas para poder entender bien.

I. ACTITUDES NECESARIAS PARA UNA CORRECTA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA

1) Debemos comprender el origen y naturaleza de la Biblia para recibir sus palabras como lo que
verdaderamente son: Palabra de Dios, por tanto, con fe y obediencia:

"Por esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando recibisteis la
palabra de Dios que oísteis de parte nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino
como lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en vosotros los que creéis" (1Tes 2:13).

Sólo la obediencia a la Palabra da un verdadero conocimiento de la misma (Stg 1:21-25; Jn 7:17; 1Jn 2:3-6),
no aprovecha sin una actitud de fe y obediencia (Mt 7:21-27; Mc 4:2-20; Hb 4:2). Es necesaria una actitud
de discípulo, es decir, con afán de recibir, de aprender, de ser enseñados por Dios, de acatamiento y
obediencia, aplicando la Palabra a nuestras vidas:

“Prosiguiendo ellos su camino, él entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies del Señor y escuchaba su
palabra. Pero Marta estaba preocupada con muchos quehaceres, y acercándose dijo: —Señor, ¿no
te importa que mi hermana me haya dejado servir sola? Dile, pues, que me ayude. Pero
respondiendo el Señor le dijo: —Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Pero
una sola cosa es necesaria. Pues María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lc
10:38-42).

“Por tanto, Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. Si alguien
quiere hacer su voluntad, conocerá si mi doctrina proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta”
(Jn 7:16-17).

“Respondió Jesús y le dijo: Si alguno me ama, mi palabra guardará (=atesorará para obedecer). Y mi
Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él” (Jn 14:23).

Cuando decimos “Amén” a la Palabra de Dios, todas las promesas de Dios se harán reales para nosotros (2
Cor 1:20), y el Señor nos suministra el Espíritu (Gal 2:3-5).

La Palabra de Dios se cierra ante los que dudan de ella, ante los que echan a correr tan pronto como
tropiezan con algo que no entienden sus orgullosas cabecitas, que trastorna sus esquemas, que denuncia su
comportamiento... Sólo a los que se humillan, a los que tienen la valentía de permanecer cara a cara ante
ella -aún cuando no entienden-, dejándose confrontar por ella, dispuestos a despojarse de sus propios juicios
y prejuicios y de sí mismos, dispuestos a obedecer... sólo a estos la Palabra de Dios entrega su verdad y sus
profundidades, sólo para estos es efectivamente Palabra de Vida. Ella tiene su dignidad, no se entrega a
cualquiera.

La Biblia tiene, pues, a Dios como su Autor principal, de donde proviene su inerrancia (ausencia de
errores), infalibilidad y autoridad. Las palabras de la Biblia son verdad (Jn 17:17) y son vida (Hch 5:20),

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porque hablan de la Revelación de Dios y la Salvación de Dios.

2) Por tanto, hemos de acercarnos a la Biblia no con la mente curiosa de un espectador, o la fría de un
científico, mucho menos como sus jueces, sino con el espíritu de humildad y reverencia propio de
quien toca cosas sagradas:

“Entonces se le apareció el ángel de Yhaveh en una llama de fuego en medio de una zarza. El observó y
vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés pensó: “Iré, pues, y
contemplaré esta gran visión; por qué la zarza no se consume.” Cuando Yhaveh vio que él se
acercaba para mirar, lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: —¡Moisés, Moisés! Y él
respondió: —Heme aquí. Dios le dijo: —No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies,
porque el lugar donde tú estás tierra santa es. Yo soy el Dios de tus padres: el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a
Dios.” (Ex 3:2-6).

3) Sin pre-juicios, sin intereses ni decisiones previas en el corazón:

“Algunos hombres de los ancianos de Israel vinieron a mí (el profeta Ezequiel) y se sentaron delante de
mí. Entonces vino a mí la palabra de Yhaveh, diciendo: “Oh hijo de hombre, estos hombres han
erigido sus ídolos en sus corazones y han puesto delante de sus rostros aquello que les hace caer
en la iniquidad. ¿Habré yo de ser consultado por ellos? Por tanto, háblales y diles que así ha
dicho el Señor Yhaveh: ‘A cualquier hombre de la casa de Israel que haya erigido sus ídolos en su
corazón, que haya colocado delante de su rostro aquello que le hace caer en la iniquidad, y que
luego acuda al profeta, yo Yhaveh me dignaré responderle como merece la multitud de sus ídolos, a
fin de prender a la casa de Israel en su propio corazón. Porque todos ellos se han apartado de mí
por causa de sus ídolos.’ “Por tanto, di a la casa de Israel que así ha dicho el Señor Yhaveh:
‘Arrepentíos y volved de vuestros ídolos; apartad vuestro rostro de todas vuestras abominaciones.
Porque cualquiera de los de la casa de Israel, o de los extranjeros que residen en Israel, que se
haya apartado de en pos de mí, que haya erigido sus ídolos en su corazón, que haya colocado
delante de su rostro aquello que le hace caer en la iniquidad, y que luego acuda al profeta para
consultarle acerca de mí, yo, Yhaveh, le responderé por mí mismo. Fijaré mi rostro contra aquel
hombre, lo convertiré en señal y refrán, y lo eliminaré de entre mi pueblo. Y sabréis que yo soy
Yhaveh.” (Ez 14:1-8).

4) Toda la palabra escrita de Dios es digna de ser deseada apasionadamente, amada y estudiada,
porque da testimonio de la Palabra viva de Dios, que es Cristo mismo (Jn 1:1).

“Escudriñáis las Escrituras, porque os parece que en ellas tenéis vida eterna, y ellas son las que dan
testimonio de mí. Y vosotros no queréis venir a mí para que tengáis vida”. (Jn 5:40)

“Cuando descubrí tus palabras las devoré; son mi gozo y la delicia de mi corazón, porque yo llevo
tu nombre, oh SEÑOR Dios de los Ejércitos Celestiales” (Jr 15:16).

“Abre mis ojos, para que vea las maravillas que hay en tu instrucción... Tus testimonios son mi
delicia, y también mis consejeros... He escogido el camino de la verdad; he puesto tus juicios
delante de mí... ¡Mi herencia eres tú, SEÑOR! Me he propuesto obedecer tus palabras. ¡Cuánto
amo tu Ley! Todo el día es ella mi meditación... ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! ¡Son
más dulces que la miel a mi boca!... Lámpara es a mis pies tu Palabra, y luz para mi camino... Yo
soy tu siervo; dame entendimiento, para que conozca tus testimonios... La exposición de tu palabra
alumbra; hace entender a los ingenuos... Afirma mis pasos con tu palabra; que ninguna iniquidad
se enseñoree de mí... Sumamente pura es tu palabra; tu siervo la ama..; Tu justicia es justicia
eterna, y tu Ley es la verdad... Justicia eterna son tus testimonios; dame entendimiento, para que

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viva... A TI CLAMO: ¡SÁLVAME PARA QUE PUEDA OBEDECER TUS LEYES!... La suma de tu
palabra es verdad; eternos son todos tus justos juicios... Yo me gozo en tu palabra, como el que
halla abundante botín... Mucha paz tienen los que aman tu instrucción, y no hay para ellos
tropiezo... (Salmo 119: 8.24.57.97.103.105.125.133.140.144.146.160.162.165. Todo el salmo es un himno a la
Palabra de Dios)

Por tanto buscamos en ella no meros conocimientos mentales, sino a Cristo, tener contacto con Él para
tener 'vida', tocarlo por la fe con nuestro espíritu:

“Y una mujer, que padecía de hemorragia desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado
todo su patrimonio en médicos, no pudo ser sanada por nadie), se le acercó por detrás y tocó el
borde del manto de Jesús. De inmediato se detuvo su hemorragia. Entonces dijo Jesús: —¿Quién es
el que me ha tocado? Y como todos negaban, Pedro le dijo: —Maestro, las multitudes te aprietan y
presionan. Jesús dijo: —Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí. Entonces,
cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, fue temblando; y postrándose delante de él,
declaró ante todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo había sido sanada al instante. El
le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz. (Lc 8:43-48).

5) No esperes comprenderlo todo a la primera. El conocimiento vivo de la Palabra de Dios es


progresivo, dependiente de la iluminación del Espíritu, de la perseverancia y la humildad con que el
creyente se acerque a ella, y del grado en que vaya poniendo en práctica lo que sí va comprendiendo.

6) Con un corazón recto y bien dispuesto, si deseamos que la Palabra dé fruto (Mt 13:1-23)

II. ALGUNOS PRINCIPIOS ELEMENTALES DE LA SANA INTERPRETACIÓN:

1) Interpretar cada texto en su contexto, porque “texto sin con-texto es un pre-texto”.

Cada pensamiento es una parte de un texto dado que está conectada con las demás partes y pensamientos
del texto formando un todo coherente. El contexto ilumina el significado de cada una de sus partes. Si
sacamos una frase o pensamiento de su contexto, podemos cambiar el significado que le quiso dar el
autor.

Por ejemplo, podemos sacar de contexto la frase 'no hay Dios' y decir que la Biblia dice que no hay Dios.
Pero si respetamos el contexto vemos claramente que lo que la Biblia dice es “Dijo el necio en su
corazón: No hay Dios” (Sal 53:1). Cambia totalmente el significado de la frase.

Como consecuencia de este principio, y dada la unidad de la Biblia, no se debe fundar una doctrina en
uno o unos pocos versículos sueltos, sino atendiendo a todo lo que la Biblia dice sobre el asunto, y
poniéndolo en relación con el mensaje principal de la Biblia y con el resto de verdades bíblicas, sin
enfatizar desequilibradamente una verdad o un aspecto de la verdad. A esta relación orgánica de cada
verdad con el conjunto se la llama 'analogía de la fe'. Toda verdad bíblica ha de situarse e interpretarse en
el conjunto/contexto de toda la Escritura. La verdad bíblica está en la suma de toda ella (Sal 119:160), en
el plan íntegro de Dios (Hch 20:27), es un todo orgánico, y tiene un hilo central y transversal de toda la
Biblia, que tiene que ver con:
 el Propósito o Plan eterno del Dios trino
 de hacer al Hombre (Gn 1:26)
 conforme a la imagen del Hijo (Rm 8:29),
 dispensándose/administrándose/dándose a sí mismo a este Hombre, individual y corporativamente
(la Iglesia),
 para ser contenido y expresado por él,

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 de modo que pueda gobernar en Su Nombre toda la Creación,
 después de haberlo redimido y haber tratado con su enemigo.

Ninguna verdad debe aislarse del conjunto ni del centro del mensaje de la Biblia.

Es este el significado del principio: “la Escritura se interpreta a sí misma”: la Escritura debe ser
interpretada en su contexto, desde sus propios conceptos, con los criterios de interpretación que
proporciona ella misma, comparando la Escritura con la Escritura para permitir que ella misma
compruebe y confirme la interpretación que uno hace de ella.

No siempre ocurre esto entre los cristianos y las iglesias mismas. Cristianos, teólogos y autoridades
eclesiásticas, a menudo introducen instancias ajenas a la Escritura, por medio de las cuales esta es
interpretada: presupuestos filosóficos, prácticas establecidas, 'tradiciones de los hombres' (Marcos 7:5-
13).., de esta manera se rechaza de hecho la Palabra de Dios como criterio supremo.

La Reforma evangélica del s. XVI vino a restaurar este principio de la Palabra de Dios como criterio
supremo ('Sola Scriptura'), por encima de las tradiciones eclesiásticas y teológicas (aunque no siempre
se ha aplicado después...). Así como el principio del libre examen: cada discípulo tiene el derecho y la
responsabilidad de leer, estudiar e investigar libremente la Biblia por sí mismo, sin imposiciones
eclesiásticas. Lo cual no significa que cada uno puede interpretar como le plazca o convenga, sino
sometiéndose a la interpretación que la Palabra de Dios hace de sí misma de acuerdo a sus propios
principios, y de acuerdo a los principios racionales de interpretación.

Como escribe el hermano Gino Ianfrancesco, 'la misma Iglesia no tiene autoridad sobre las Escrituras
para cambiarlas, omitir alguna de sus partes, o hacerlas decir algo diferente de lo que por sí mismas
dicen; es el Espíritu Santo el que tiene Autoridad sobre la Iglesia y le impone las Sagradas Escrituras,
enseñándole con ellas, para que ella testifique al mundo. Y cuando la Iglesia obedece al Espíritu de Cristo
que enseña con la Escritura, es guiada a toda verdad. La autoridad de la Iglesia descansa, pues, en la
medida en que ella esté bajo la autoridad del Espíritu que le enseña con las Escrituras y las establece;
asimismo, la autoridad de la 'tradición' descansa en la medida en que tal tradición sea fiel al Espíritu que
enseña con las Escrituras y las establece. La Iglesia no tiene ninguna autoridad inherente en sí misma que
sea independiente del Espíritu y de las Escrituras'. Y si la Iglesia no tiene autoridad sobre la Escritura,
¡cuánto menos el creyente individualmente!.

2) Sujetarse al sentido gramático-histórico del texto: el significado del texto sobre la base de lo que sus
palabras expresan en su sentido llano y simple a la luz del contexto histórico en que fue escrito, de
acuerdo a las reglas semánticas y gramaticales comunes, en el marco de la situación del autor y los
lectores de su tiempo. No es correcto tratar de buscar primeramente algún significado oculto o diferente
del obvio.

Por estar la Palabra de Dios 'encarnada' en palabra humanas, nos interesa mucho conocer lo más
exactamente posible qué quisieron decir los autores humanos, para lo cual es muy provechoso:
 el análisis lingüístico:
- las lenguas originales con su estructura propia de expresión;
- el análisis gramatical;
- los modismos: expresiones particulares de una cultura que expresan ideas diferentes de lo que
literalmente indican las palabras (Lc 14:26); un caso frecuente son lo antropomorfismos, en los
que Dios es presentado con características y reacciones típicamente humanas ('el dedo de Dios',
'se arrepintió de haber creado al hombre' -Gn 6:6-7-, ...)
- los géneros literarios usados: narración histórica, enseñanza doctrinal, exhortación, leyes,
poesía...
- las figuras del lenguaje usadas, en las que se expresan ideas diferentes al sentido literal, por
ejemplo:
♦ lenguaje metafórico: una comparación, ya sea explícita (Sal 42:1), ya sea implícita (Jn 6:35);

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♦ la hipérbole: una exageración evidente para aumentar el efecto de lo que se dice (Jn 21:25);
♦ la sinécdoque: la designación de un todo con el nombre de sus partes o viceversa (Hch 27:37)
♦ la ironía: por la que se da a entender lo contrario de lo que se declara (1Re 18:27)
♦ la paradoja: expresiones que envuelven una contradicción aparente (Mt 10:39)
♦ la personificación: atribuir característicass o acciones propias de personas a seres que no lo
son (Sal 114)
♦ la alegoría: una sucesión de metáforas, generalmente combinadas en forma de narración, de
cuyo significado literal se prescinde (Gal 4:21-31)
♦ la fábula: una composición literaria en la que por medio de una ficción se da una enseñanza
moral (Jue 9:1-21)
♦ el símbolo: un ser u objeto que representa un concepto abstracto, invisible, por alguna
semejanza o correspondencia. Por ejemplo, el fuego como símbolo de purificación (1Pe 1:7) o
de juicio (Is 66:24); el agua, símbolo de lavamiento espiritual Ef 5:26) o la vida abundante del
Espíritu (Jn 7:38-39); el número 7 como símbolo de perfección, simbología de los metales
y piedras preciosos, de los colores ...
♦ el tipo: es una clase específica de símbolo, propia de la Biblia, por la que determinados
hechos, personas o cosas históricas (tipos) del Antiguo Testamento representan realidades o
personas históricas del Nuevo Testamento. Entre unos y otros hay una correspondencia, una
analogía; el tipo predice o describe el antitipo. Es Dios mismo quien establece estas
correspondencias, y han de estar avaladas por el Nuevo Testamento. Los tipos del AT se
refieren principalmente a Cristo, a obra salvífica, y a la experiencia cristiana (ver una lista en
el anexo 1).
 el contexto del pasaje dentro del libro y de toda la Biblia, y posibles pasajes paralelos
 el estudio del contexto histórico y cultural de los escritos:
- datos geográficos
- época históricas
- circunstancias políticas, sociales (costumbres), culturales, religiosas
- circunstancias del autor y los destinatarios
- ocasión del escrito y propósito del autor
- información de la arqueología y la literatura e historia extrabíblicas

Atribuimos pues al texto en primer lugar el significado más simple y llano, el significado manifiesto de
las palabras, identificando también las figuras del lenguaje para interpretarlas adecuadamente. Gracias a
Dios hoy disponemos de traducciones interlineales griego-español, diccionarios de hebreo y griego
bíblico, buenas traducciones de la Biblia al castellano, buenos diccionarios bíblicos, atlas bíblicos, el
legado de grandes maestros de la Biblia... Hay muchas y buenas herramientas para el estudio personal de
la Biblia.

Si el intérprete menosprecia el sentido histórico-gramático de un texto, corre el riesgo de atribuir a un


pasaje significados acordes con una 'comprensión previa' o pre-juicios propios, pero ajenos a la intención
del autor, lo cual no es interpretar, sino violar el texto. También viola el texto tratar de establecer una
diferencia entre los que los autores bíblicos pensaban y lo que escribieron; esto tiene para el intérprete la
cómoda consecuencia de poder introducir en el texto sus propias intenciones, alegando que el texto no
quiere decir lo que aparenta decir. (J.M. Martínez).

3) Toda lectura alegórica, tipológica o simbólica debe basarse en el sentido gramático-histórico, y


siempre que la misma Escritura nos autorice a hacerlo porque dé alguna clase de indicación al
respecto.

Si la interpretación alegórica, simbólica o tipológica no está bien arraigada en el sentido llano del texto, se
le puede conferir al texto arbitrariamente cualquier significado fruto de la pura especulación, imaginación
o intereses del propio intérprete. Esto es muy propio del gnosticismo, imaginando significados en el texto
que en ningún modo están allí.

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Por ejemplo, Col 2:16-17 dice que todas las prescripciones de la Ley de Moisés sobre alimentos, días de
fiesta y el sábado eran sólo sombra de Cristo. Cristo es 'el cuerpo', la realidad, de esas sombras. Por tanto
el Espíritu Santo nos autoriza por la misma Escritura a interpretar aquellas sombras como tipos o
símbolos de Cristo y las realidades espirituales que Él ha traído (ver anexo 1).

4) Entender el propósito de la Escritura.

Por la voluntad de Dios y con su asistencia providente, la Escritura recoge y registra lo que Dios ha
revelado a la Humanidad por medio de hechos y palabras, para darse a conocer a Sí mismo y sus
propósitos y su salvación, de modo que el Hombre pueda alcanzar el propósito para el que fue creado.

Las Sagradas Escrituras nos pueden hacer sabios para la salvación por medio de la fe que es en Cristo
Jesús. Toda la Escritura es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la
instrucción en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda
buena obra (2Tim 3:15-17).

Por tanto, cuando nos acercamos a la Escritura nunca debemos perder de vista que su objetivo es
introducirnos más y más en la comunión con el Dios vivo. Es con este objetivo que la Escritura cuenta la
historia, o hace afirmaciones acerca de la creación física. La Biblia no es un libro de historia o de
ciencias al estilo moderno, aunque narra hechos reales y su cosmovisión está en armonía con los datos de
la verdadera ciencia, pues el mismo Dios que se revela en la Biblia es el que ha creado el universo y el
que ha dotado de razón a hombre.

Existe, pues, armonía y complementariedad entre la Palabra de Dios y la ciencia 'genuina', es decir, que
busca honestamente la verdad de las cosas ciñéndose rigurosamente al ámbito y método que le es propio,
sin manipular los datos que presenta la observación y experimentación de la realidad para que encajen
con creencias previas. La Biblia estimula la investigación de la realidad creada, como en tantos y tan
relevantes científicos creyentes se ha puesto de manifiesto, y la ciencia desentraña y exhibe al
entendimiento humano las maravillas del Creador, sus atributos reflejados en la armonía, complejidad,
diversidad y belleza tanto del macro-cosmos como del micro-cosmos.

El objeto de la Biblia no es sustituir los saberes humanos, pero una de sus funciones es marcar los límites
de la verdad de los saberes humanos, preservar a la razón, que es limitada y caída, de errores que afecten
a la salvación del hombre. Cuando una hipótesis científica pone en cuestión datos bíblicos que afectan a
la salvación del hombre o entran en colisión con la cosmovisión bíblica, el creyente puede empezar a
sospechar que ahí hay gato encerrado. Como ha ocurrido con la hipótesis evolucionista, sustentada por
pre-supustos ideológicos que condicionan el trabajo científico, que propone afirmaciones que van más
allá de su ámbito propio, y que conforme al método científico ha sido 'falsada' por los datos de la
investigación, por más que un poderoso aparato propagandístico haya conseguido imponerla como un
'hecho científico'.

5) Es el Espíritu mismo de Cristo, que inspiró las Escrituras, el que las interpreta.

Los que la transmitieron y escribieron el Texto Sagrado lo hicieron en base a la inspiración del Espíritu de
Dios (2Tim 3:16; 2Pe 1, 19-21; Jn 14:16-18.26; 15:26; 16:13-15) y es bajo esa misma guía del Espíritu
que debe interpretarse (1Jn 2:20.27), no caben interpretaciones privadas, personales, por cuenta propia
(2Pe 1:20-21), porque es el propio Espíritu quien define los conceptos y significados de la Escritura que
Él mismo ha inspirado. Del mismo modo que el Señor explicaba las Escrituras a los discípulos y les abría
el entendimiento para que las comprendiesen (Lc 24:25-27.32.44-45), hoy sigue haciendo lo mismo por
medio de su Espíritu que mora en nosotros, individualmente y como el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Este
es el elemento esencial de la hermenéutica cristiana.

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El Espíritu en nosotros y la Escritura fuera de nosotros operan, pues, conjunta e inseparablemente para
que podamos comprender la Palabra de Dios:

a) el Espíritu Santo habita en los creyentes genuinos, como individuos y como Iglesia. Jesucristo,
muerto, resucitado y ascendido, derramó el Espíritu Santo sobre los creyentes, el cual mora en nosotros,
nos enseña interiormente acerca de todas las cosas (la Unción (1Jn 2:20.27), y nos guía a toda verdad (Jn
14:16-17.26).

b) y las Sagradas Escrituras inspiradas por el mismo Espíritu de Dios (la Biblia).

Un cristiano adecuado debe ser equilibrado respecto a estos dos lados. Si solamente tenemos el Espíritu
Santo que habita en nosotros, pero no tenemos la Escritura objetiva fuera de nosotros, fácilmente nos
equivocaremos. El Espíritu Santo nunca va a contradecir la Escritura que Él mismo inspiró; ni va a decir
cosas nuevas o diferentes a lo que dijo Cristo (Jn 16:13-15), sino explicitar todas las riquezas que están en
Cristo. Pero si solamente tenemos la Escritura objetiva, pero no atendemos al Espíritu Santo por dentro,
nos volveremos muertos, sin vitalidad. Las Sagradas Escrituras y el Espíritu que las inspiró, van juntos, y
concuerdan siempre, pues el Espíritu que enseña internamente a los creyentes, es el mismo que inspiró las
Escrituras, y es usando las Escrituras que nos enseña.

Ejercitar nuestro entendimiento y nuestro espíritu.

Para alcanzar este equilibrio, necesitamos tener un entendimiento entrenado e iluminado para
comprender la letra de la Biblia y un espíritu ejercitado para tocar su significado espiritual y
recibir la Vida que hay en la Palabra:

 El Señor desea que usemos toda nuestra mente (inteligencia, entendimiento, imaginación,
memoria...) para buscarle y conocerle:

“35 Uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para probarle: 36 -Maestro, ¿cuál es el gran
mandamiento de la ley? 37 Jesús le dijo: —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda
tu alma y con toda tu mente. 38 Este es el grande y el primer mandamiento” (Mt 22:35-38).

Hemos de aplicar todas las potencias de nuestra mente para conocer y comprender los conceptos y
términos especiales que usa la Biblia en sus contextos, ayudarnos del trabajo de otros hermanos antes que
nosotros, y orar para que sean iluminados los ojos de nuestro entendimiento para poder comprender (Ef
1:18), porque nuestro espíritu difícilmente puede tocar el Espíritu y la Vida en la Palabra si no la
comprendemos con nuestra mente.

 Pero el conocimiento mental es insuficiente por sí solo, quedaría sin fruto, sin vida, sin poder de
transformación, pues sólo nuestro espíritu está capacitado para la comunicación con Dios, para
aprehender las realidades divinas y tener comunión con Él. El espíritu es la parte más interna de
nuestro ser; por medio de la fe en el Evangelio el pecador nace de nuevo, su espíritu, antes muerto
en delitos y pecados, ahora es regenerado y habitado por el Espíritu de Cristo. Ahora el creyente
debe aprender a prestar atención al Espíritu que mora en su espíritu, y que late en las Escrituras,
acercándose a ellas en actitud de oración, buscando al Señor. Ambas cosas: la mente y el espíritu,
son necesarias y complementarias en nuestra comunión con el Señor (1Cor 14:1-10).

El Espíritu y la letra de la Biblia.

Algunos, interpretando mal (sin atender al contexto) el pasaje de 2Cor 3:6 (“...la letra mata, pero el
Espíritu vivifica”), menosprecian la literalidad de la Escritura con el pretexto de no limitar la libertad del
Espíritu para expresarse. Pero ese pasaje no enseña eso. Si se presta atención al contexto, la 'letra' de la
que habla no se refiere a la letra de la Escritura, sino a la Ley de Dios (los 10 mandamientos -2Cor 3:3)
dada por Dios para poner en evidencia la pecaminosidad del hombre caído, y acusarlo por sus pecados y

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demostrar que merece la muerte (Rm 3:20b; Rm 7; Col 2:14). Por eso es letra 'que mata'. Esa es su
función: un 'ministerio de de muerte', un 'ministerio de condenación' (3:4-11), para que el pecador
descubra la necesidad que tiene de Cristo y su salvación (Gal 3:19-25). Una función necesaria dispuesta
por Dios mismo, que no se puede rechazar.

Pero en cuanto que han sido inspiradas por el Espíritu de Dios, son el vehículo adecuado escogido por
Dios para transmitir su Revelación. Son palabras enseñadas por el mismo Espíritu para hablar
adecuadamente de las realidades espirituales reveladas por Dios, por eso debemos apreciarlas y
guardarlas con reverencia en nuestros corazones:

“De estas cosas estamos hablando, no con las palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino
con las enseñadas por el Espíritu, interpretando lo espiritual por medios espirituales” (2Cor 2:13).

No obstante, también hemos de procurar no separar la letra de la Biblia del Espíritu que la inspiró, y la
vivifica, actualiza e interpreta, para no caer en un conocimiento de la Biblia meramente formal, vacío, sin
vida... Pues el centro de nuestra fe no es la Biblia, sino Jesús. No adoramos un libro. Nosotros adoramos
únicamente a Jesucristo, Palabra viviente de Dios. La Biblia está escrita para dirigirnos a Él:

'Examináis las Escrituras porque pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan
testimonio de mí. Y no queréis venir a mí para que podáis tener vida eterna' (Jn 5: 39-40).

6) Toda la Escritura apunta a Cristo (Jn 5:39), en toda la Escritura se habla de Él, y desde Él como
centro se interpreta.

El Antiguo Testamento promete, anuncia, prefigura y profetiza a Cristo (Lc 18:31; 24:27.44-46; Jn 1:45;
Hch 10;43; 28:23; Col 2:16-17; Hb).

La Revelación que Dios va haciendo en el Antiguo Testamento es progresiva, adecuándose


pedagógicamente a la capacidad del hombre caído, hasta alcanzar su plenitud en Cristo (Heb 1:1-3).
El Antiguo Testamento se lee desde el Nuevo, pues aquel es figura y profecía de este, y el Nuevo es
cumplimiento y plenitud de aquel (Rm 15:4; 1Cor 10:6.11; Col 2:16-17; Hb 8:3-13; 9:1-10.23; o en los
evangelios la expresión 'para que se cumpliesen las Escrituras). Ambos se iluminan mutuamente, y existe
una complementariedad entre el testimonio de ambos: el testimonio profético, y el testimonio apostólico
(2Pe 1:16-21; 2Pe 3:1-2).

Jesucristo es el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin (Ap 22:13). 'Alfa' es la
primera letra del alfabeto, y 'omega' la última. Esto significa que Cristo es el Alfabeto, y a través de ese
Alfabeto Dios se expresa; entonces descubrimos que esas letras están en todas partes, es decir, Cristo está
en toda la Escritura. Cristo es la Palabra viviente de Dios (Jn 1:1-18), la Biblia es la Palabra escrita de
Dios.

Dios reúne todas las cosas entorno a Cristo como Cabeza (Ef 1:9-10). Así es también con Su Palabra,
Cristo es el centro de las Escrituras, y la clave para su interpretación (2Cor 3:14-16).

7) La Escritura no puede contradecirse a sí misma. Los diferentes libros de la Biblia no pueden


contradecirse entre sí, pues los inspira el mismo Espíritu. La verdad puede tener aspectos o ángulos
diferentes, pero complementarios.

8) Distinguir lo permanente y lo temporal en la Escritura.

La Palabra de Dios no está sujeta a la transitoriedad, es permanente (Mt 5:17-19; 1Pe 1:23-25). Pero eso

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no quiere decir que todo lo que registra las Escrituras está vigente para nosotros en su literalidad. Aquí es
preciso comprender la relación entre el Antiguo Pacto/Testamento y el Nuevo Pacto/Testamento, su
continuidad y su contraste, los principio permanentes y las disposiciones transitorias que han sido
abolidas por Cristo. Veamos esto más despacio en el anexo 2.

9) Interpretar los pasajes oscuros desde los que están más claros, no al revés.

10) No debe alterarse la integridad de la Escritura (Dt 4,2; Mc 7, 9; Jn 10, 35; 2Cor 2, 17; 2Pe 3, 15-
18; Ap 22, 18); quien conoce a Dios sabe que de Él sólo procede el bien, por eso cuando tropezamos con
algo que hiere nuestra sensibilidad hemos de pensar que todavía no lo comprendemos bien, que los
caminos de Dios son más altos que nuestros caminos;

11) La Escritura fue dada al Pueblo de Dios, y es en el seno de la comunidad cristiana que encuentra el
contexto y clima adecuado para su interpretación; una comunidad cristiana que respete los criterios
anteriores; que se considere discípula, y no maestra de la Palabra. Es necesario 'comprender junto con
todos los santos', contando inclusivamente con el sentir de todos los santos a lo largo de todos los
tiempos:

“14 Por esta razón doblo mis rodillas ante el Padre, 15 de quien toma nombre toda familia en los
cielos y en la tierra, 16 a fin de que, conforme a las riquezas de su gloria, os conceda ser
fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; 17 para que Cristo habite en
vuestros corazones por medio de la fe; de modo que, siendo arraigados y fundamentados en amor,
18 seáis plenamente capaces de comprender, junto con todos los santos, cuál es la anchura, la
longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo
conocimiento; para que así seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef 3:14-19).

Es necesario equilibrar el principio del libre examen con este otro. Aunque todo magisterio humano
debe examinarse a la luz de la Escritura, no podemos desechar el patrimonio de la Iglesia de todos los
tiempos como si la verdadera interpretación de la Biblia comenzara con nosotros.

12) Usar bien la numeración de capítulos y versículos.

Los capítulos y los versículos no forman parte del texto de la Biblia, fueron puestos para facilitar la
localización de un pasaje en la Escritura. Y es para eso y sólo para eso que debemos prestarles atención,
porque no siempre respetan el desarrollo natural de los parágrafos, es decir, ideas o unidades de sentido.
Es necesario prestar atención a cuando comienza un tema, su desarrollo y ver donde termina, para no
cortar un idea o narración de la Escritura.

Habitualmente los editores de las biblias también colocan títulos, como los titulares de los periódicos,
para recordar de un vistazo el contenido o tema de un pasaje. Son útiles pero hay que saber que tampoco
forman parte del texto bíblico original.

Conclusión

De la fidelidad a estos criterios depende que cuando interpretamos la Biblia hagamos verdadera 'ex-
egesis', no 'eis-egesis'; es decir, que extraigamos el significado que contiene el texto, no que
introduzcamos en él nuestras propias opiniones.

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ANEXO 1: EL VALOR DEL ANTIGUO TESTAMENTO PARA LOS CRISTIANOS

1) Lo que hay de ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Los dos Testamentos son los dos pactos que Dios hizo con el hombre, los cuales establecen los dos
regímenes sobre los que el hombre puede tener una relación con Él. El Nuevo testamento es una
continuación del pacto que Dios hizo con Abraham. En Gn 12:1-3 Dios dio una promesa a Abraham, y
más tarde también le hizo un juramento (Gn. 22:16). Por tanto, la promesa vino a ser un pacto hecho por
Dios con Abraham (Gál. 3:15-17). Dos mil años más tarde, Dios envió a Su Hijo Jesucristo al mundo, y
Él derramó Su sangre en la cruz y promulgó el nuevo pacto (Lc. 22:20). En ese momento, el nuevo pacto
fue establecido; además, éste se convirtió en un testamento debido a la muerte del Señor.

El Antiguo Pacto, el cual vino 430 años después que Dios hiciera el pacto con Abraham, fue promulgado
en el monte Sinaí, donde Dios dio la ley a los hijos de Israel. Hablando con propiedad, el antiguo pacto no
abarca todo el período del Antiguo Testamento, desde Génesis hasta Malaquías; de hecho, comenzó a
partir de Éxodo 19 y continuó hasta la época de Juan el Bautista (Mt. 11:12-13). El período que
transcurrió desde el tiempo de Juan el Bautista hasta antes de la muerte y resurrección del Señor Jesús,
fue un período de transición entre los dos Testamentos. Dios se relacionó con el hombre en el Antiguo
Testamento según el Antiguo Pacto: conforme a La Ley, mientras que en el Nuevo Testamento Él se
relaciona con el hombre conforme al Nuevo Pacto: conforme a la gracia que Cristo trajo con su muerte y
resurrección: “La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por
medio de Jesucristo” (Jn 1:17).

{ PACTO DEL SINAÍ }


PROMESA/PACTO CON ABRAHAM NUEVO PACTO

Características del Antiguo Pacto:

a) un pacto que fue añadido y abolido. No figuraba en la intención original de Dios, ni tampoco era lo
que había ordenado originalmente al hombre. Fue introducido más tarde (Rm 5:20; Gal 3:17) en la
pedagogía de Dios por varias razones:
- la ley expresa la justicia y la santidad de Dios ante el hombre caído y corrupto (Lv 20:26);
- le señala y hace manifiestas sus transgresiones, sus pecados (Rm 3:20; 7:7-13)
- hace evidente su condición caída y corrupta, incapaz de obedecer a Dios y vivir en justicia y santidad
(Rm 7; 8:7-8)
- guardó al pueblo de Dios como un tutor hasta la venida de Cristo y la revelación de la justificación por
la fe (Gal 3:23-24)
- conduce al hombre a creer en Cristo y recibirle como gracia, para que por medio de Él la justa exigencia
de la ley pudiese cumplirseen nosotros.

Puesto que el antiguo pacto fue algo añadido y no era la intención original que Dios tenía para el hombre,
dicho pacto no podía permanecer permanentemente; más bien, envejeció, caducó y desapareció (Heb
8:13).

b) Fue ordenado por medio de ángeles en mano de un mediador: Moisés (Gal 3:19).

c) Dedicado con la sangre de toros y machos cabríos (Heb 9:18-29; Ex 24:6-8). No era posible
establecer el pacto sin resolver el problema de los pecados, que crean separación entre Dios y el hombre.
El pecador debe morir, porque la paga del pecado es la muerte (Rm 6:23), por tanto, para poder perdonar
los pecados sin menoscabar la justicia de Dios, es necesario el derramamiento de sangre (Heb 9:22). En el
Antiguo Pacto, era la sangre de animales sacrificado en lugar del pecador.

d) Dios trata con el hombre conforme al régimen de la Ley: para alcanzar la bendición, la justicia y la
vida, es necesario el cumplimiento de toda la ley (Gal 3:12); de no ser así, la Ley juzga, maldice y

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condena (Dt 6:1-3; Gal 3:10; Stg 2:10). Pero a causa de la condición caída del hombre, la Ley no puede
dar vida, ni dar poder al hombre para cumplirla, solo juzgarlo y condenarlo (Rm 7:7-25; Gal 3:21). Fue
dada sólo para dar conocimiento del pecado (Rm 3:20).

e) Estuvo vigente sólo en la era del Antiguo Testamento, de Moisés a Juan Bautista (Jr 31:31-34; Heb
7:18; 8:13; Lc 16:16).

Características de Nuevo Pacto:

a) Es un Pacto mejor (Heb 8:6) y eterno (Heb 13:20), constituido según el poder de una vida
indestructible (Hb 7:16);

b) Fue efectuado por el mismo Jesucristo, el Hijo amado de Dios;

c) Establecido con Su Sangre (Lc 22:20);

d) Basado en la gracia, la cual da vida y poder para vivir según Dios (Rm 6:14; 3:21-26; 8:1-4), por
medio de la fe (Rm 11:6; Jn 3:15);

e) Está vigente a partir de la muerte y resurrección de Jesucristo para siempre.

Resumamos qué elementos del viejo Pacto fueron abolidos por Cristo y su muerte en la cruz:
 el régimen de la Ley, es decir, el cumplimiento de toda las obras de la Ley en su totalidad para
poder tener bendición, para poder ser justo ante Dios, para poder tener vida. Ya no estamos bajo el
régimen de la Ley, sino bajo el de la gracia;
 El Templo de Jerusalén como el lugar para el culto y la adoración de Dios (Jn 4:21-24; Heb 9:1-
11);
 Todo el sistema cultual y sacrificial, junto con la clase sacerdotal y levítica (Heb 7 – 10:22);
 La obligación de guardar los sábados y las fiestas (Col 2:16-17; Rm 14:5-6);
 Las prescripciones dietéticas e higiénicas (Hch 10:9-16; Heb 9:10; Col 2:16-17; Mc 7:1-23);

Todo el sistema veterotestamentario entorno al Templo, con todas sus leyes y ceremonias rituales, sólo
contenía “figuras de las cosas celestiales y del verdadero Santuario” (Hb 9:23-24), ahora ha sido abolido
al llegar la realidad del Cuerpo de Cristo y su sacrificio en la cruz (Jn 2:19:21; 1Cor 9:12-14; Ef 2:20-22;
1Cor 6:19; 2Cor 6:16; Flp 2:17; Hb 3:5-6; 9:1-10.23-24). Ahora los creyentes somos “edificados como
piedras vivas en casa espiritual para ser un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales,
agradables a Dios por medio de Jesucristo” (1Pe 2:4-5). Pero aquellas figuras nos ayudan a entender
estas realidades.

2) Lo que hay de permanente en el Antiguo Testamento.

El hecho de que el cristiano ya no esté bajo el viejo régimen de la Ley, sino bajo el régimen de la
gracia, no significa que esté sin ley, sino bajo “la Ley de Cristo” (1Cor 9:21).

Cristo dijo: "No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar,
sino para cumplir. De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni una
tilde pasará de la ley hasta que todo haya sido cumplido” (Mt 5:17-18).

Por un lado, Jesucristo perfeccionó la Ley llevándola hasta las intenciones del corazón (Mt 5-7).
Conforme al principio de la Revelación progresiva, algunos mandamientos morales del Antiguo
Testamento se debían a la deplorable condición del hombre, pero no expresaban el propósito original de

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Dios, por ejemplo la ley del divorcio (Mt 19:3-9), leyes sobre la esclavitud... Por tanto, a la luz de la
plena revelación neotestamentaria, debemos distinguir qué prescripciones morales eran transitorias.

Por otro lado, Él fue el único que cumplió toda la Ley, el único que nunca cometió pecado, de modo
que“ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los
Profetas. Esta es la justicia de Dios por medio de la fe (fidelidad, obediencia) de Jesucristo para todos
los que creen...” (Rm 3:21-22); “Porque Dios hizo lo que era imposible para la ley, por cuanto ella
era débil por la carne: habiendo enviado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa
del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justa exigencia de la ley fuese cumplida en
nosotros que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rm 8:3-4). “Porque el fin
(la finalidad, el cumplimiento) de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Rm 10:4).

Ya no nos regimos por la Ley de Moisés, sino por Cristo, el Justo, que mora por el Espíritu en nosotros,
y nos capacita con su Vida para cumplir toda la justicia de Dios, para obedecer sus mandamientos, y
vivir como Él vivió (1Jn 2:3-6), dejándonos guiar por Su Espíritu (Rm 8:4). Por medio de la fe en
Cristo, y no por cumplir las obras de la Ley, es que recibimos el don de la justicia. Lo cual no significa
que ya no hay lugar para las obras de justicia; significa que no somos salvos por las obras de la Ley,
somos salvos por gracia, mediante la fe, “para buenas obras”: “Porque somos hechura de Dios,
creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas” (Ef 2:10). Las obras no son condición para la salvación, sino su resultado,
su manifestación, la evidencia de haber recibido el don de la justicia (Stg 2:14-26).

Cristo confirmó el núcleo ético del Antiguo Testamento: al amor a Dios sobre todas las cosas, y el amor
al prójimo como a uno mismo (Mt 22:35-40; 7:12).

Aquellos elementos del Antiguo Testamento que han sido abolidos, han sido abolidos porque han
alcanzado su cumplimiento en Cristo: eran promesa de Cristo, figura de Cristo, sombra de las
realidades que ha traído Cristo, tipos de Cristo y su obra salvadora. Por tanto, una vez venido Cristo,
tenemos todo eso cumplido. Si tenemos a Cristo, tenemos cumplidos también todos esos aspectos del
viejo Pacto:

 el sábado, porque Cristo es el verdadero sábado, el verdadero día de reposo (Col 2:16-17), que nos
libra del yugo de la Ley, de la necesidad de hacer obras para alcanzar la justicia (Mt 11:28-30), es
Él en nosotros quien cumple las exigencias de la Ley. De manera que los que entramos en Su
reposo, por medio del creer en Él, aparte de las obras de la Ley, entramos con Él por fe en el
reposo de Dios con el cual Él reposó el séptimo día (Hb 3:7-13);
 las diferentes fiestas (Lv 23), porque se cumplen en Cristo (Col 2:16-17; 1Cor 5:7-8);
 los antiguos sacrificios (Lv 1-5) también eran figura de los diferentes aspectos del sacrificio de
Cristo, ya cumplido (Heb 9:11 – 10:22)
 el templo, que era figura del Cuerpo de Cristo, la Iglesia.

También el Señor enseñó por medio del apóstol acerca del uso legítimo del Antiguo Testamento:

“25 y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio
para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús. 16 Toda la Escritura es inspirada por
Dios y es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en
justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda buena
obra” (2Tim 3:15-17). Porque las historias del Antiguo Testamento acontecieron como ejemplos
para enseñarnos a nosotros (1Cor 10:1-11; Rm 15:4). Siempre, por debajo de lo transitorio del AT,
subyacen principios y enseñanzas permanentes para nosotros;

Y en particular, en cuanto al uso legítimo de la Ley (los Mandamientos):

“8 Sabemos, sin embargo, que la ley es buena, si uno la usa legítimamente. 9 Y conocemos esto:

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que la ley no ha sido puesta para el justo, sino para los rebeldes e insubordinados, para los impíos
y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas,
10 para los fornicarios, para los homosexuales, para los secuestradores, para los mentirosos, para
los perjuros, y para cuanto haya contrario a la sana doctrina, 11 según el evangelio de la gloria del
Dios bendito, que me ha sido encomendado (…) 20 Porque por las obras de la ley nadie será
justificado delante de él; pues por medio de la ley viene el reconocimiento del pecado” (1Tim 1:8-
11; Rm 3:20).

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¿Soy literalista o fundamentalista bíblico?

Si a la opción hermenéutica expuesta se le quiere llamar "fundamentalista" o "literalista bíblica", entonces


sí: soy fundamentalista y literalista bíblico.

Ahora bien, es realmente significativa esa otra opción hermenéutica -tanto de parte de ateos, como de
'cristianos liberales'-, que propone prescindir del sentido llano, histórico-gramático, de un texto
(exégesis). ¿No resulta eso ideal para atribuirle arbitrariamente cualquier significado, es decir, para
proyectar en él los propios pre-juicios, ideas e intereses (eiségesis)?.

En cualquier caso, estoy dispuesto a escuchar la justificación hermenéutica de los que no comparten la
mía. Pongamos todos nuestras cartas sobre la mesa...

Resumo una vez más la mía: soy "cristiano", es decir, seguidores y discípulos de Jesús el Cristo, porque
hago mía la fe 'de' Jesús el Cristo, no sólo la fe 'en' Jesús.

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