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Unidad Didáctica Nº 1
INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA EMPRESA Unidad Didáctica Nº 1
I Introducción
A) Conceptos Básicos
Empatía
C) Historia
D) Visión Moral
I Introducción
A) Conceptos Básicos
Desde los últimos tres siglos, solo se ha dado importancia a la “inteligencia académica”,
creyendo que el éxito futuro de una persona radicaba fundamentalmente en su historial
académico. Este planteamiento erróneo, ha provocado que las emociones o sentimientos sean
considerados como estorbos para la mayoría de las personas. Sentir o emocionarse más de la
cuenta es tomado, a veces, como signo de debilidad. Es común que al encontrarnos con un
antiguo compañero de colegio, de universidad, o incluso con un amigo, nuestra conversación
gire exclusivamente sobre nuestros logros laborales. Jamás se habla de sentimientos, de
alegrías, decepciones, de reflexiones a las que se han llegado pasados estos años, etc.
Estamos tan bloqueados a nivel emocional, que a veces es difícil saber o poner nombre
a lo que se siente realmente. Prestamos tan poca atención a nuestro ser interno, que se nos
olvida sentir. Poco a poco nos convertimos en autómatas con grandes capacidades
académicas que no podemos comunicar porque ya no sabemos transmitir o dialogar con
naturalidad. ¿Cuántas veces nos ha pasado, que estamos ante una persona experta en un
tema que es incapaz de hacérnoslo llegar? En el caso del profesorado es muy obvia la falta de
capacidad emotiva. Debido a ello, muchos de los alumnos con problemas académicos no
encuentran en su maestro una persona que quiera entender dónde está la brecha por la cuál
no logra superar la asignatura. Nuestra estructura educativa se centra exclusivamente en los
aspectos más académicos, dejando de lado la importancia de una educación emocional. Por si
fuera poco, esos test de inteligencia que se les hacen a los niños para medirlos, como si fueran
materia evaluable solo por unos aspectos muy limitados, fallan continuamente. Todavía hoy en
día nos sorprende enterarnos de que Einstein fue considerado en su niñez un niño con un
retraso intelectual.
¿Por qué tenemos esa sensación de vivir en una sociedad enferma? Estamos
rodeados de una juventud que cada vez más, recurre a las drogas como única forma de
diversión. De niños armados que matan a sus compañeros en clase. De adultos infelices en
sus trabajos. De ancianos olvidados y de padres insatisfechos con sus relaciones familiares.
En este mundo tan complejo en el que vivimos no nos podemos conformar con creer
que la inteligencia es solo la capacidad de cálculo, la lógica formal o los conocimientos
generales. La vida nos enseña que para lograr el éxito son incluso más importantes las
cualidades humanas o sociales.
incentivar a tu equipo, como compañero tratas de quedar como número uno poniendo la
zancadilla, como subordinados no soportamos que nos digan dónde nos hemos equivocado.
No nos sentimos valorados y eso nos llena de ansiedad, creando a nuestro alrededor un clima
irascible y depresivo.
¿Si nuestro fin último en la vida es la felicidad porqué nos cuesta tanto lograrlo?
¿Cuáles son nuestras travas emocionales?
Saber manejar las emociones. Supongamos que por fin sabemos qué sentimos en
cada momento. Tenemos la capacidad de poner nombre a esas emociones y no nos
engañamos sobre ellas. ¿Qué hacemos? Un error muy común es negar las emociones que
creemos negativas, como son por ejemplo: los celos, la envidia, la tristeza, etc. En la filosofía
oriental, donde no se divide y subdivide el cuerpo y la mente, su concepto de yan y yin nos
habla de emociones yan y emociones yin. Esto quiere decir que son complementarias y
necesarias tanto unas como otras. No se las califica como buenas o malas, ni se emite un juicio
sobre ellas. Todas las emociones son necesarias y si las sabemos manejar, todas nos ayudan.
Es importante utilizar la palabra manejar y no controlar. El concepto es completamente distinto
ya que la Inteligencia Emocional se basa en el manejo = aprovechamiento = utilización de las
emociones.
Las emociones están en nosotros y son muy necesarias. Estudios realizados en la
Universidad de Berkeley demuestran que cualquier lesión que provoque problemas en el área
de los sentimientos, produce que esa persona esté avocada al fracaso en su vida. Es muy
interesante el “caso Elliot” tratado por el neurólogo Antonio Damasio, donde se demuestra el
funcionamiento combinado de razón y emociones. Elliot era un paciente de Damasio, al que le
encontraron un tumor benigno en el cerebro. El tumor fue extirpado, afectando a los lóbulos
frontales del neocórtex. Antes de la operación, Elliot era el prototipo de hombre con éxito. Tenía
una pareja estable y un trabajo de alto ejecutivo. Tras la operación, y debido a las heridas que
quedaron en el neocórtex, el comportamiento de Elliot cambió. Aparentemente seguía siendo el
mismo, exacto coeficiente de inteligencia, misma forma de hablar y no había perdido ni un
ápice de memoria. Sin embargo, comenzó a no saber distribuir su tiempo, dando importancia a
detalles intrascendentes. Perdió su trabajo y también los posteriores. Su matrimonio se
deterioró y años más tarde contaba ya con dos divorcios, varios trabajos perdidos y deudas.
Damasio no encontraba la relación entre la intervención y este cambio de comportamiento,
hasta que se dio cuenta de que la indiferencia que sentía Elliot ante su propia tragedia era el
punto esencial del problema.
Así que, por lo que hemos visto hasta ahora, es igual de importante saber qué se siente
como saber manejarlo. Las emociones pueden tener tanta fuerza que nublen la razón (nuestra
inteligencia racional). Es fundamental para el éxito social y laboral tener la capacidad de
reconocerlas y manejarlas, sin dejar que interfieran en nuestros objetivos.
No podemos elegir nuestras emociones, pero si podemos decidir qué hacer con ellas.
Muchas veces nos conducimos por comportamientos aprendidos de nuestros padres,
hermanos o entorno social y nos es muy difícil romper y salirnos de esos patrones de conducta.
Si no trabajamos en ello es imposible cambiarlo.
Utilización del potencial personal. En la sociedad actual nos guiamos por unos
patrones de conducta que nos dicen qué es lo que está bien, qué es “lo inteligente”, qué
debemos pensar, cómo nos tenemos que comportar, etc. Hay gente o culturas, que por sus
condiciones naturales y educacionales se aproximan a esos parámetros, pero hay otras
muchas personas que son muy diferentes y que tienen que aprender a moldearse para
integrarse en la sociedad.
Si nos limitamos solo a considerar que una persona es inteligente porque tiene mucha
memoria, pero no valoramos la capacidad que tiene de escuchar, de ponerse en el lugar del
otro o su intuición, estamos infravalorándola. Todos tenemos multitud de capacidades que no
desarrollamos fundamentalmente por dos factores: educacionales y por pereza.
¿Qué pasaría si los directivos de las empresas fueran capaces de ver en cada uno de
sus empleados cuáles son sus capacidades más destacadas (potenciales) y las utilizaran,
desarrollándolas? Es sencillo responder a esta pregunta, los trabajadores se sentirían
valorados y darían el 100%. Los directivos por su parte cumplirían todas las metas
empresariales que se propusieran y además se sentirían cómodos en sus equipos de trabajo.
Los buenos resultados casi siempre son el compendio entre nuestras capacidades
racionales o intelectuales y nuestras capacidades emocionales. Todos conocemos a personas
a nuestro alrededor con una gran capacidad intelectual, pero con carencia de fuerza de
voluntad, con poca confianza en si mismos o con falta de compromiso. Estas últimas
cualidades nada tienen que ver con el CI (Coeficiencia de Inteligencia) sino con capacidades
emocionales las cuales marcan la diferencia entre el éxito o el fracaso. Gracias a ellas,
sabemos qué estudiar, con qué persona debemos casarnos o qué empresa acometer en la
vida. Si no tuviéramos control sobre nuestras emociones estas nublarían nuestro razonamiento
continuamente y cometeríamos muchos errores y por otro lado, sin emociones también
estaríamos abocados al fracaso. Es gracias a la armonía de las dos inteligencias, al control de
las emociones, a cambiar las negativas en positivas y los fracasos en oportunidades de
aprendizaje, que el ser humano alcanza la felicidad. A diferencia del CI que es inamovible, la
Inteligencia Emocional es y debe ser trabajada. En capítulos posteriores enseñaremos técnicas
para poder desarrollar nuestro potencial emocional, que es algo que nos pertenece y que
necesitamos.
Todos los profesores son conscientes de que los alumnos con problemas emocionales
(divorcios de sus padres, abandonos, violencia doméstica, etc) tienen afectada su capacidad
intelectual. Estos alumnos tienen problemas para asimilar porque no perciben bien la
información que se les da y en consecuencia no pueden procesarla correctamente. Si con
estos niños no se trabaja de forma especial, reforzando sus capacidades emocionales,
trabajando sobre sus potencialidades ¿para qué van a la escuela? Deberíamos exigir una
educación global, que nos enseñara a entusiasmarnos, interesarnos, la perseverancia y que
sacara partido a todo nuestro potencial.
En Oriente (China), desde hace siglos, saben que las emociones actúan sobre nuestra
química interna, variándola. En deportes como el Tai Chi se trabaja con posturas y con
emociones para fortalecer órganos. Como el punto de partida en Oriente no es la división
cabeza-cuerpo, no se identifican las emociones como algo mental, sino también como algo
corporal. Las emociones pueden ser provocadas por alteraciones químicas y a su vez cuando
se manifiestan, hay consecuencias corporales.
Los griegos (Empédocles 450 a C.) hablaban sobre los 4 tipos de temperamentos en
los hombres: colérico, melancólico, sanguíneo y flemático. Como sabéis los griegos opinaban
que todas las formas terrestres estaban compuestas por los cuatro elementos (tierra, agua,
fuego y aire) Unieron a estos cuatro elementos los humores humanos y llegaron a la conclusión
de que cada humor tenía su significado psicológico. De esa forma, Empédocles dio un carácter
psicológico a la bilis roja, representativa del fuego que segrega un ser humano colérico, a la
bilis negra parecida a la tierra del carácter melancólico, la sangre caliente y húmeda unida al
aire que dan como resultado el carácter sanguíneo y por último las mucosidades frías y
húmedas del agua en el carácter flemático.
Algo muy relevante en la psicología de las emociones fue el estudio realizado por
Darwin descrito en su libro “La Expresión de las Emociones en el hombre y en los Animales”.
En él se habla de la determinación genética que tienen los seres humanos para las emociones
más importantes y estableció un paralelismo entre experiencias emocionales y componentes
biológicos. Por ejemplo, se dio cuenta de que ante la tristeza, la temperatura corporal
desciende en todos los seres humanos.
Con la llegada de la psicología en el sigo XIX por el contrario, se aisló todo tipo de
procesos anímicos con procesos biológicos. Ellos no prestan ningún interés a la neurobiología
de las emociones y por tanto no tratan el problema desde el interior sino siempre desde el
exterior.
Es curioso ver que en las culturas donde más se cultiva la inteligencia racional, menos
atención se presta a la inteligencia emocional y terminan siendo culturas muy poco
evolucionadas emocionalmente.
Me causó profunda emoción una charla que mantuve con un misionero que trabajaba
en Malí (uno de los países más pobres del planeta y con unos índices de sida catastróficos).
Me explicaba que no deseaba regresar a España para su jubilación ya que consideraba Malí
como su hogar. Comenzó a hablarme de cada uno de sus vecinos, conocidos de la aldea en la
que trabajaba. Cada niño, mujer, hombre e incluso animal que habitaba en aquel paraje tenía
un lugar en su corazón y en su mente. Cuando le pedí que me definiera en pocas palabras la
diferencia que encontraba entre su aldea y el pueblo español en el que había nacido, soltó una
sonora carcajada y me dijo: en mi hogar la gente cuida de los otros, viven en comunidades y
adoptan a los niños cuyos padres han muerto. Si das comida a un niño de 6 años, primero la
ofrecerá a sus hermanos más pequeños y si queda algo comerá él. Y sobre todo, la gente
sonríe, sonríe con el corazón.
En las sociedades más avanzadas económicamente, nos creemos que somos también
más avanzados racionalmente, emocionalmente e incluso moralmente. ¡Qué grave error! Las
emociones son consideradas como instintos básicos, vergonzosos, que deben ser controlados
hasta que solo rija en nuestra vida la inteligencia racional. Pero de ahí vienen muchos
desequilibrios, ya que como veréis en los capítulos posteriores, el propio organismo está
diseñado para que las emociones nos ayuden a vivir.
Por más que intentemos erradicar las emociones de nuestra vida, jamás lo
conseguiremos porque no podríamos vivir sin ellas. La raza humana se hubiera extinguido sin
ellas. En la actualidad solo en el mundo artístico están permitidas e incluso valoradas. Y todos
los seres humanos recurrimos a ellas a través de la literatura, la música y las artes en general.
Es muy común encontrar a personas que solo son capaces de llorar ante una película pero no
se emocionan si ven llorar en vivo a un familiar suyo. Nos buscamos nuestros escapes
emocionales (completamente necesarios para mantener un equilibrio) en programas televisivos
y ficciones que no nos comprometen en la vida real y que no nos hacen parecer ridículos por
sentir.
Por otra parte, no debemos dejarnos llevar por las emociones ya que sabemos que los
resultados pueden ser muy peligrosos. Desde siempre, todas las instituciones de control
(poderes cívicos, institucionales, religiones) han tratado de encauzar a las personas y alejarlas
de las pasiones, ya que estas en estado salvaje, son incontrolables. Es necesario un equilibrio
entre la represión de las emociones y los arrebatos desproporcionados. Si nos fijamos bien,
una cosa nos lleva a la otra. Cuanta más represión hay, más arrebatos se dan. En EEUU no es
difícil encontrar a niños que disparan en sus institutos por una rabia mal encauzada. Una rabia
a la que no saben poner nombre, de la que no pueden hablar y que termina por dominarlos.
El término Coeficiente de Inteligencia (CI) nace de la mano del psicólogo Lewis Terman
en la universidad de Stanford durante la I Guerra Mundial. Su objetivo era clasificar la
inteligencia de las personas a partir de un examen escrito. En dicho examen se califica los
conocimientos matemáticos, lingüísticos y de razonamiento. Lo más sorprendente es que
desde entonces vivimos divididos entre las personas que sí son inteligentes y las que no lo son.
Se habla de un único tipo de inteligencia casi innata, que no se puede modificar; o la tienes o
no la tienes.
Es común encontrar personas con capacidades muy limitadas que comentan con gran
orgullo su número de Coeficiente de Inteligencia para hacer ver a priori que estás hablando con
personas sumamente inteligentes, “por encima de la media”. Años después, esas mismas
personas y sus coeficientes han fracasado tanto en sus negocios como en sus vidas sociales.
Ese dato es como si nos dijeran que la persona que más corra de una determinada forma por
un camino es la más inteligente. Todos pensaríamos: “qué tontería, no es el más inteligente
sino el más preparado para este tipo de forma de correr y para este tipo de camino. Si lo
llevamos a otro ambiente, con más horas de carrera y con otra forma de correr seguramente
ganarían otros”. Lo mismo ocurre con los test de CI. Sacan mayor nota los más preparados
para ese tipo de test. Por si la vida no nos demostrara a cada paso que damos que el número
de CI no significa nada, hay estudios realizados por la Universidad de Illinois donde han
seguido la trayectoria de los estudiantes con mejores calificaciones. Al cabo de 10 años de
haber terminado la Universidad, estos alumnos brillantes no tenían más éxito laboral ni social
que sus compañeros que habían quedado por detrás de ellos en las listas de exámenes. Por el
contrario, en un 90%, sus éxitos laborales y personales estaban por debajo de la media
comparados con el resto de alumnos de sus clases.
A todos nos pasa que sentimos internamente que somos “buenos” para algo y que no
lo hemos desarrollado.
María es una mujer de 70 años cuya pasión desde pequeña ha sido el baile. Jamás ha
tomado clases de baile, sin embargo ella siente que si desde pequeña hubiera trabajado esta
capacidad hubiera podido ser bailarina, o por lo menos, hubiera desarrollado una parte que
está frustrada en su interior. Al marido de María nunca le gustó bailar, así que tampoco pudo
compartir esta pasión con él. Cuando hace unos meses murió su marido se apuntó a clases de
baile, no quería dejar pasar más tiempo sin dedicase a desarrollar un potencial que ella sentía
que poseía desde siempre. Su clase de baile se ha convertido en el momento del día en que se
siente bien.
“Está científicamente probado -por diversos estudios y estadísticas- que las cualidades
personales son dos veces más importantes que los conocimientos técnicos, en lo que respecta
al progreso económico. Otros estudios serios y cabales han puesto de manifiesto, también, y
de manera indudable, que, a igual preparación técnica, las características de la personalidad
son de una importancia capital para alcanzar y mantener posiciones que impliquen continua
superación.
El Instituto Carnegie de Tecnología, en otro estudio, y analizando el caso de diez mil personas,
informaba que el 15 por ciento del éxito se debe a la experiencia técnica, y el 85 por ciento a
las cualidades personales: conducta, integridad, observación, imaginación creadora, decisión,
adaptabilidad, dirección, habilidad organizativa, expresión, conocimiento. Tales cualidades no
sólo son deseables en una oficina, en un comercio o en una fábrica; siempre son necesarias
para el buen éxito de hombres y mujeres en cualquier actividad o área de la vida.
Aun en la ingeniería, una materia que a priori parece fundamentalmente técnica, es más
necesario para triunfar el componente emocional que el académico. Os vamos a mostrar un
estudio donde las clasificaciones de los caracteres e inteligencia de graduados de la escuela
de ingeniería de la Universidad de Purdue han sido cuidadosamente estudiados. Durante cinco
años y medio, los ingenieros más capaces de Purdue desempeñaron sus respectivos trabajos y
ganaron un sueldo anual promedio de $31.536. Durante el mismo período de tiempo, los
técnicos clasificados como de menor capacidad intelectual en el grupo, aquellos que apenas
lograron graduarse, obtuvieron un sueldo promedio de $29.736. Esto revela una ventaja de
$1.800 anuales en favor de los mejores cerebros. Pero el poder del carácter personal también
fue objeto de estudio, y después de cinco años y medio de trabajo, los técnicos mejor
clasificados por su personalidad, obtenían un promedio de $ 36.000 al año, frente al de
$24.696 que lograban los que no eran tan estimados bajo este concepto. Lo cual indica una
ventaja de $11.304 anuales, que debía atribuirse a las virtudes del carácter. Los mejores
intelectos, comparados con los más modestos, rendían un beneficio no superior a $1.800 por
año. El mejor carácter, respecto al menos estimado, aportaba una ventaja personal de $11.304
por año.
Los elementos específicos aportados por este informe de Purdue difieren en algo de los que
ponen de manifiesto otros estudios, pero en lo básico, las cualidades requeridas son similares:
entusiasmo, tacto, confianza en sí mismo, memoria, energía, corrección, espíritu cooperativo,
lealtad, sinceridad, originalidad, simpatía, interés social y... buen humor.
Ciertamente, las ganancias no constituyen una medida completa del éxito de una persona.
Ellas, sin embargo, son una definida manifestación de mérito e indudablemente, un resultado
apetecible; y cuando se considera que aquellas cualidades de la personalidad que traen el
buen éxito en los negocios y profesiones, son las mismas que también enriquecen y valorizan
la vida considerada en todas sus actividades, entonces ese criterio adquiere más significativa
importancia”.
2. Ha ido al parque con su hija y unos cuantos niños del vecindario. De pronto,
uno de los niños se echa a llorar porque los otros no quieren jugar con él. ¿Cómo
reacciona?
a) Se mantiene al margen, los niños deben arreglar solos sus diferencias.
b) Junto con el niño busca el modo de convencer a los otros para que le
permitan jugar.
c) Le pide con amabilidad que no llore.
d) Intenta distraer al niño que llora con un juguete.
4. Usted trabaja en ventas por teléfono. Quince clientes con los que ha
contactado han rechazado su llamada. Poco a poco se va desanimando. ¿Cómo se
comporta?
a) Lo deja por hoy y espera tener más suerte mañana.
b) Se detiene a pensar cuál podría ser la causa de que hoy no tenga éxito.
c) En la siguiente llamada lo intenta empleando una nueva táctica y se dice que
no hay que rendirse con facilidad.
d) Se pregunta si ese es el trabajo adecuado para usted.
5. Intenta tranquilizar a una amiga que está muy alterada después que el
conductor de otro coche haya invadido peligrosamente su carril, sin respetar las
distancias, después de haberla adelantado. ¿Cómo se comporta?
a) Le dice: olvídalo, al fin y al cabo no ha pasado nada.
b) Pone la cinta preferida de su amiga para distraerla.
c) Se une a sus expresiones de indignación para mostrarle su solidaridad.
d) Le cuenta que hace poco, en una situación semejante, reaccionó igual pero
que luego vio que el otro coche era una ambulancia.
6. Una pelea entre usted y su pareja ha ido subiendo de tono. Ambos están muy
alterados y se atacan el uno al otro con reproches que no vienen al caso. ¿Qué es lo
mejor que puede hacer?
a) Ponerse de acuerdo para establecer una pausa de veinte minutos y seguir
discutiendo luego.
b) Dejar de discutir y no decir ni una sola palabra más.
c) Decir que lo lamente y pedir a su par3eja que también se disculpe.
d) Recuperar el control, reflexionar un momento exponer entonces tu visión de
las cosas mejor que pueda.
Las Respuestas:
La Valoración
Hasta 60 puntos: Necesita trabajar sobre su CE. A diferencias de lo que sucede con el
C, el coeficiente emocional puede mejorarse con relativa facilidad.