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INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA EMPRESA

Unidad Didáctica Nº 1
INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA EMPRESA Unidad Didáctica Nº 1

I Introducción
A) Conceptos Básicos

B) ¿Qué es la Inteligencia Emocional?

Reconocimiento de las propias emociones

Saber manejar las emociones

Utilización del potencial personal

Empatía

C) Historia

D) Visión Moral

E) Inteligencia Emocional Vs Coeficiente de Inteligencia

F) Test de Inteligencia Emocional

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INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA EMPRESA Unidad Didáctica Nº 1

I Introducción
A) Conceptos Básicos

Desde los últimos tres siglos, solo se ha dado importancia a la “inteligencia académica”,
creyendo que el éxito futuro de una persona radicaba fundamentalmente en su historial
académico. Este planteamiento erróneo, ha provocado que las emociones o sentimientos sean
considerados como estorbos para la mayoría de las personas. Sentir o emocionarse más de la
cuenta es tomado, a veces, como signo de debilidad. Es común que al encontrarnos con un
antiguo compañero de colegio, de universidad, o incluso con un amigo, nuestra conversación
gire exclusivamente sobre nuestros logros laborales. Jamás se habla de sentimientos, de
alegrías, decepciones, de reflexiones a las que se han llegado pasados estos años, etc.

Estamos tan bloqueados a nivel emocional, que a veces es difícil saber o poner nombre
a lo que se siente realmente. Prestamos tan poca atención a nuestro ser interno, que se nos
olvida sentir. Poco a poco nos convertimos en autómatas con grandes capacidades
académicas que no podemos comunicar porque ya no sabemos transmitir o dialogar con
naturalidad. ¿Cuántas veces nos ha pasado, que estamos ante una persona experta en un
tema que es incapaz de hacérnoslo llegar? En el caso del profesorado es muy obvia la falta de
capacidad emotiva. Debido a ello, muchos de los alumnos con problemas académicos no
encuentran en su maestro una persona que quiera entender dónde está la brecha por la cuál
no logra superar la asignatura. Nuestra estructura educativa se centra exclusivamente en los
aspectos más académicos, dejando de lado la importancia de una educación emocional. Por si
fuera poco, esos test de inteligencia que se les hacen a los niños para medirlos, como si fueran
materia evaluable solo por unos aspectos muy limitados, fallan continuamente. Todavía hoy en
día nos sorprende enterarnos de que Einstein fue considerado en su niñez un niño con un
retraso intelectual.

¿Por qué tenemos esa sensación de vivir en una sociedad enferma? Estamos
rodeados de una juventud que cada vez más, recurre a las drogas como única forma de
diversión. De niños armados que matan a sus compañeros en clase. De adultos infelices en
sus trabajos. De ancianos olvidados y de padres insatisfechos con sus relaciones familiares.

En este mundo tan complejo en el que vivimos no nos podemos conformar con creer
que la inteligencia es solo la capacidad de cálculo, la lógica formal o los conocimientos
generales. La vida nos enseña que para lograr el éxito son incluso más importantes las
cualidades humanas o sociales.

Cuando leemos las biografías de los grandes personajes de la historia de la


humanidad, nos damos cuenta que poseían “algo más” que inteligencia. Algunos tenían un
poder de liderazgo inusual, otros una fuerza creativa desbordante, los hay con capacidad de
sacrificio o simplemente con una bondad que supera cualquier egoísmo. Muchos de estas
personalidades no sabían leer o escribir. No sabían el cálculo de las integrales, ni en qué
consiste la filosofía. Con esto no quiero decir que los conocimientos de estas materias no sean
importantes, lo que trato de decir que son igualmente importantes los conocimientos en
materias como la empatía o las relaciones sociales. Hace años la estructura familiar y social,
ayudaba a trabajar sobre la humanidad del individuo. En la actualidad a penas hay tiempo libre
que dedicar a los hijos y esto nos hace crecer sin desarrollarnos emocionalmente. Nos
educamos en una individualidad llena de competitividad que nos impide, en la madurez,
trabajar en un equipo. Cuando nos incorporamos a la vida laboral nos encontramos con un
mundo para el que no estamos preparados y llega la frustración. Como jefe no eres capaz de

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incentivar a tu equipo, como compañero tratas de quedar como número uno poniendo la
zancadilla, como subordinados no soportamos que nos digan dónde nos hemos equivocado.
No nos sentimos valorados y eso nos llena de ansiedad, creando a nuestro alrededor un clima
irascible y depresivo.

¿Si nuestro fin último en la vida es la felicidad porqué nos cuesta tanto lograrlo?
¿Cuáles son nuestras travas emocionales?

En este curso trataremos de dar respuesta o explicaciones a los comportamientos


humanos y enseñaremos diferentes formas de autorregulación de las emociones.

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B) ¿Qué es la Inteligencia Emocional?


El término “Inteligencia Emocional” aparece por primera vez en 1985 en los trabajos el
psicólogo Reuven Baron. Pero no es hasta 1995, cuando el término comienza a ser conocido,
de la mano del psicólogo Daniel Goleman con su libro titulado “Inteligencia Emocional”. En
pocos meses había vendido medio millón de ejemplares en EEUU y el concepto de Inteligencia
Emocional dejó de ser conocido solo en ámbitos de estudios psicológicos.
Definir el concepto de Inteligencia Emocional, es poner límites a un concepto global,
que abarca demasiado, pero para quién lo necesite diré que es: “la capacidad de los seres
humanos de adaptación, crecimiento y mejora personal”
Se considera a una persona inteligente emocionalmente cuando su mente racional y su
mente emocional están en total armonía.
Vamos a intentar descomponer la inteligencia emocional en los 4 factores
fundamentales que la forman:

Reconocimiento de las propias emociones. Cuando somos niños no sabemos poner


nombre a lo que sentimos. A veces lloramos por rabia, otras por tristeza o simplemente por
cansancio. Reaccionamos de la misma manera a emociones completamente distintas. Cuando
somos un poco mayores se nos dice que algunas de esas emociones no son buenas y
entonces nos obligamos nosotros mismos a negarlas y bloquearlas. Cuando somos adultos se
nos presupone que tenemos que controlar nuestras emociones. Lo malo es que tan solo hemos
aprendido eso, a controlarlas sin saber de qué se trata. Reconocer nuestras propias emociones
es el punto de partida para poder manejarlas y ordenarlas.
Susana es una madre que todas las noches lee cuentos a sus hijos. Uno de estos
cuentos trataba sobre las emociones y cuando preguntaba a su hija de 6 años sobre ellas, la
niña tenía la capacidad de definirlas y poner ejemplos de todas ellas excepto cuando llegaron
al capítulo de los celos. Susana tiene dos hijos, la niña de la que hablamos de 6 años y un hijo
de 4 años. Desde que nació su hermano, la hija mayor ha sentido unos celos incontrolables
que le llevan muchas veces a comportamientos fuera de los cauces normales. Es curioso que
sufriendo de celos como sufre, no sea capaz de reconocer este sentimiento a la hora de la
lectura. Si a esa niña de 6 años, no le enseñan a poner nombre a lo que siente probablemente
jamás sepa que le pasará cuando, ya de adulta, se encuentre ante el mismo problema.
Imaginaos que a esta chica 20 años después, sufriendo de unos celos enfermizos. En primer
lugar jamás admitirá que el problema está en ella, puesto que siempre echará la culpa a que él
es el que sonríe demasiado a las demás mujeres, que su comportamiento está dejando claro
que no la quiere, etc. Como ella no reconoce sus emociones, no puede reconocer su problema
y por tanto no le podrá poner freno. Sabemos por los medios de comunicación que este mismo
caso ha provocado y provoca en España muchos asesinatos, algunos llamados de género. La
desinformación sobre sus propias emociones dejará a cualquier ser humano sin capacidad de
reconocer el problema y por tanto, sin capacidad de solucionarlo sin ayuda terapéutica.

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Saber manejar las emociones. Supongamos que por fin sabemos qué sentimos en
cada momento. Tenemos la capacidad de poner nombre a esas emociones y no nos
engañamos sobre ellas. ¿Qué hacemos? Un error muy común es negar las emociones que
creemos negativas, como son por ejemplo: los celos, la envidia, la tristeza, etc. En la filosofía
oriental, donde no se divide y subdivide el cuerpo y la mente, su concepto de yan y yin nos
habla de emociones yan y emociones yin. Esto quiere decir que son complementarias y
necesarias tanto unas como otras. No se las califica como buenas o malas, ni se emite un juicio
sobre ellas. Todas las emociones son necesarias y si las sabemos manejar, todas nos ayudan.
Es importante utilizar la palabra manejar y no controlar. El concepto es completamente distinto
ya que la Inteligencia Emocional se basa en el manejo = aprovechamiento = utilización de las
emociones.
Las emociones están en nosotros y son muy necesarias. Estudios realizados en la
Universidad de Berkeley demuestran que cualquier lesión que provoque problemas en el área
de los sentimientos, produce que esa persona esté avocada al fracaso en su vida. Es muy
interesante el “caso Elliot” tratado por el neurólogo Antonio Damasio, donde se demuestra el
funcionamiento combinado de razón y emociones. Elliot era un paciente de Damasio, al que le
encontraron un tumor benigno en el cerebro. El tumor fue extirpado, afectando a los lóbulos
frontales del neocórtex. Antes de la operación, Elliot era el prototipo de hombre con éxito. Tenía
una pareja estable y un trabajo de alto ejecutivo. Tras la operación, y debido a las heridas que
quedaron en el neocórtex, el comportamiento de Elliot cambió. Aparentemente seguía siendo el
mismo, exacto coeficiente de inteligencia, misma forma de hablar y no había perdido ni un
ápice de memoria. Sin embargo, comenzó a no saber distribuir su tiempo, dando importancia a
detalles intrascendentes. Perdió su trabajo y también los posteriores. Su matrimonio se
deterioró y años más tarde contaba ya con dos divorcios, varios trabajos perdidos y deudas.
Damasio no encontraba la relación entre la intervención y este cambio de comportamiento,
hasta que se dio cuenta de que la indiferencia que sentía Elliot ante su propia tragedia era el
punto esencial del problema.

Damasio se dio cuenta de que la intervención había afectado a las conexiones


neurológicas entre el cerebro pensante y el cerebro emocional. Esto hacía que Elliot no pudiera
mantener una armonía entre razonamiento y emociones: sabía pero no sentía.

Así que, por lo que hemos visto hasta ahora, es igual de importante saber qué se siente
como saber manejarlo. Las emociones pueden tener tanta fuerza que nublen la razón (nuestra
inteligencia racional). Es fundamental para el éxito social y laboral tener la capacidad de
reconocerlas y manejarlas, sin dejar que interfieran en nuestros objetivos.

No podemos elegir nuestras emociones, pero si podemos decidir qué hacer con ellas.
Muchas veces nos conducimos por comportamientos aprendidos de nuestros padres,
hermanos o entorno social y nos es muy difícil romper y salirnos de esos patrones de conducta.
Si no trabajamos en ello es imposible cambiarlo.

En otras ocasiones nos volvemos esclavos de las emociones y no tenemos ningún


control sobre ellas. Esto hace que cualquier acontecimiento nos afecte y estemos en manos de
factores que nada tienen que ver con nosotros. El estrés hace que nuestro umbral de
irritabilidad baje y que a la mínima provocación, respondamos con una reacción
desproporcionada y fuera de nuestro control. Por eso es fundamental aprender a manejar y
encauzar nuestras emociones y no quedar presos del puro razonamiento ni de la pura
emoción.

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Utilización del potencial personal. En la sociedad actual nos guiamos por unos
patrones de conducta que nos dicen qué es lo que está bien, qué es “lo inteligente”, qué
debemos pensar, cómo nos tenemos que comportar, etc. Hay gente o culturas, que por sus
condiciones naturales y educacionales se aproximan a esos parámetros, pero hay otras
muchas personas que son muy diferentes y que tienen que aprender a moldearse para
integrarse en la sociedad.

Si yo fuera a vivir a un pueblo africano me tomarían por una persona completamente


estúpida, puesto que no se cocinar, ni cazar, ni conseguir comida para alimentar a mis hijos. Lo
mismo nos ocurre aquí con las personas que tienen dificultades para leer, resolver un ejercicio
de matemáticas o son despistadas.

Si nos limitamos solo a considerar que una persona es inteligente porque tiene mucha
memoria, pero no valoramos la capacidad que tiene de escuchar, de ponerse en el lugar del
otro o su intuición, estamos infravalorándola. Todos tenemos multitud de capacidades que no
desarrollamos fundamentalmente por dos factores: educacionales y por pereza.

Igual que en todos los campos, en la Inteligencia Emocional, es necesario trabajar en


nosotros mismos. Primero tenemos que tomar conciencia de cuáles son nuestras
potencialidades y después desarrollarlas a base de trabajo.

¿Qué pasaría si los directivos de las empresas fueran capaces de ver en cada uno de
sus empleados cuáles son sus capacidades más destacadas (potenciales) y las utilizaran,
desarrollándolas? Es sencillo responder a esta pregunta, los trabajadores se sentirían
valorados y darían el 100%. Los directivos por su parte cumplirían todas las metas
empresariales que se propusieran y además se sentirían cómodos en sus equipos de trabajo.

Los buenos resultados casi siempre son el compendio entre nuestras capacidades
racionales o intelectuales y nuestras capacidades emocionales. Todos conocemos a personas
a nuestro alrededor con una gran capacidad intelectual, pero con carencia de fuerza de
voluntad, con poca confianza en si mismos o con falta de compromiso. Estas últimas
cualidades nada tienen que ver con el CI (Coeficiencia de Inteligencia) sino con capacidades
emocionales las cuales marcan la diferencia entre el éxito o el fracaso. Gracias a ellas,
sabemos qué estudiar, con qué persona debemos casarnos o qué empresa acometer en la
vida. Si no tuviéramos control sobre nuestras emociones estas nublarían nuestro razonamiento
continuamente y cometeríamos muchos errores y por otro lado, sin emociones también
estaríamos abocados al fracaso. Es gracias a la armonía de las dos inteligencias, al control de
las emociones, a cambiar las negativas en positivas y los fracasos en oportunidades de
aprendizaje, que el ser humano alcanza la felicidad. A diferencia del CI que es inamovible, la
Inteligencia Emocional es y debe ser trabajada. En capítulos posteriores enseñaremos técnicas
para poder desarrollar nuestro potencial emocional, que es algo que nos pertenece y que
necesitamos.

Todos los profesores son conscientes de que los alumnos con problemas emocionales
(divorcios de sus padres, abandonos, violencia doméstica, etc) tienen afectada su capacidad
intelectual. Estos alumnos tienen problemas para asimilar porque no perciben bien la
información que se les da y en consecuencia no pueden procesarla correctamente. Si con
estos niños no se trabaja de forma especial, reforzando sus capacidades emocionales,
trabajando sobre sus potencialidades ¿para qué van a la escuela? Deberíamos exigir una
educación global, que nos enseñara a entusiasmarnos, interesarnos, la perseverancia y que
sacara partido a todo nuestro potencial.

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Empatía. La definición que aparece en el diccionario es: “Identificación mental y


afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”. La empatía es algo fundamental en
nuestras relaciones personales. Con frecuencia nos encontramos en situaciones en las que las
personas que nos acompañan nos hablan de sus emociones a través de gestos, movimientos
corporales, tonos de voz, en definitiva, lenguajes no verbales. La clave para saber sobre las
emociones de los demás está en la capacidad para captar esos lenguajes no verbales de los
que hablamos.
En el libro “Inteligencia Emocional”, Daniel Goleman afirma que: “Una regla general
utilizada en las investigaciones sobre la comunicación, afirma que más del 90% de los
mensajes emocionales es de naturaleza no verbal (la inflexión de la voz, la brusquedad de un
gesto, etc) y que este tipo de mensaje suele captarse de manera inconsciente, sin que el
interlocutor repare, por cierto, en la naturaleza de lo que está comunicando y se limite tan solo
a registrarlo y responder implícitamente”.
¿Cuándo y cómo desarrollamos la empatía? Los últimos estudios evolutivos nos dicen
que desde que nacemos, sin ser todavía conscientes de ello, ya tenemos un comportamiento
empático. Cuando un bebe escucha a otro bebe llorando, él mismo lo hace. Es común
escuchar a las abuelas aconsejando a las madres primerizas que nos se pongan nerviosas
porque lo transmiten a los hijos y estos lloran más fuerte o se enervan. ¿Qué es eso sino
empatía? Es desde el nacimiento cuando empezamos a desarrollar la empatía a través de la
relación con los padres. Es muy importante para este desarrollo que los padres respondan y
sintonicen con su hijo desde su nacimiento. Cuando un bebe grita de alegría y no obtiene
respuesta de sus padres dejará de expresar esta emoción. El siguiente paso será dejar de
mostrar sus emociones, más tarde dejará de sentir emociones y le será imposible reconocerlas
en los demás. Y ya sabemos que si no somos capaces de reconocer las emociones ajenas,
mucho menos podremos empatizar con ellas.
La gente con un alto grado de empatía son personas que suelen dedicarse a
profesiones altruistas y también suelen ser líderes. Son esos amigos con los que siempre
deseamos estar porque solo con mirarnos saben que nos pasa y a penas tenemos que hablar
para que ellos nos entiendan. Las emociones no corresponden al cerebro racional y por tanto
no pueden ser entendidas de esa forma. Las emociones son y nacen en el cerebro emocional y
desde allí debemos interpretarlas. Cuando vemos a alguien llorar, sin hacer ningún
razonamiento, sabemos que se siente mal, lo mismo ocurre con la risa o con las
demostraciones emocionales más obvias. Eso nos demuestra que no necesitamos pensar para
sentir sino que primero sentimos y más tarde pensamos ¿por qué llora? o ¿por qué ríe?, etc.
Respecto al mundo laboral, la empatía es tan necesaria como lo es poder
comunicarse. Por ejemplo, existe una anécdota que trata sobre una secretaria que nada más
ver a su jefa entrar por la puerta cada mañana, ya sabía si estaba de buen humor o no. Solo
por la forma de vestir (colores oscuros si era un mal día, colores vivos los buenos) y por su
maquillaje (sin maquillar los malos y maquillada los buenos) sabía si debía empezar el día
dándole las buenas noticias antes y las malas después o viceversa. Esto le hacía la vida
mucho más fácil a ella y a su jefa también.
Anna Parker, directiva norteamericana cuenta que el secreto de su éxito es el manejo
de su equipo de trabajo. Cuando alguien de su equipo llega a la oficina con los ojos hinchados
o con mala cara por la mañana, lo primero que hace es encontrar una excusa para poder
charlar tranquilamente con la persona. El empleado, ante su interés, le abren su corazón y
pasada media hora ya está completamente capacitada-o para entregarse al trabajo sin
obstáculos personales. Al poder expresar y exteriorizar sus emociones, las personas se sienten
comprendidas y pueden focalizarse en el trabajo.

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C) Historia de la Inteligencia Emocional (CE)


Los estudios sobre las emociones existen en la filosofía y los estudios médicos
orientales, pasando por Egipto, Grecia y el mismísimo Darwin con su libro “La Expresión de las
Emociones en el hombre y en los Animales”.

En Oriente (China), desde hace siglos, saben que las emociones actúan sobre nuestra
química interna, variándola. En deportes como el Tai Chi se trabaja con posturas y con
emociones para fortalecer órganos. Como el punto de partida en Oriente no es la división
cabeza-cuerpo, no se identifican las emociones como algo mental, sino también como algo
corporal. Las emociones pueden ser provocadas por alteraciones químicas y a su vez cuando
se manifiestan, hay consecuencias corporales.

En Egipto, donde gracias al embalsamamiento, los médicos tenían muchas


posibilidades de explorar los cuerpos, hay escritos en los que especifican cómo había muerto
una persona (su estado de ánimo) por las sustancias que se encontraban. Por ejemplo, si
había muerto en un arrebato de ira, lo sabían porque su flujo sanguíneo estaba más activo, sus
músculos en tensión y su actividad hormonal disparada.

Los griegos (Empédocles 450 a C.) hablaban sobre los 4 tipos de temperamentos en
los hombres: colérico, melancólico, sanguíneo y flemático. Como sabéis los griegos opinaban
que todas las formas terrestres estaban compuestas por los cuatro elementos (tierra, agua,
fuego y aire) Unieron a estos cuatro elementos los humores humanos y llegaron a la conclusión
de que cada humor tenía su significado psicológico. De esa forma, Empédocles dio un carácter
psicológico a la bilis roja, representativa del fuego que segrega un ser humano colérico, a la
bilis negra parecida a la tierra del carácter melancólico, la sangre caliente y húmeda unida al
aire que dan como resultado el carácter sanguíneo y por último las mucosidades frías y
húmedas del agua en el carácter flemático.

Algo muy relevante en la psicología de las emociones fue el estudio realizado por
Darwin descrito en su libro “La Expresión de las Emociones en el hombre y en los Animales”.
En él se habla de la determinación genética que tienen los seres humanos para las emociones
más importantes y estableció un paralelismo entre experiencias emocionales y componentes
biológicos. Por ejemplo, se dio cuenta de que ante la tristeza, la temperatura corporal
desciende en todos los seres humanos.

Con la llegada de la psicología en el sigo XIX por el contrario, se aisló todo tipo de
procesos anímicos con procesos biológicos. Ellos no prestan ningún interés a la neurobiología
de las emociones y por tanto no tratan el problema desde el interior sino siempre desde el
exterior.

En la actualidad hay descubrimientos de los que hablaré en diferentes capítulos que


nos hacen replantearnos y romper con muchas ideas falsas que se tienen de las emociones.
Los estudios neurológicos nos hablan de la evolución del cerebro hasta la actualidad, de sus
transmisiones nerviosas, de sus capacidades y nos hacen replantearnos en definitiva quiénes
somos y por qué somos como somos de una manera científica, no especulativa.

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D) Visión Moral de las Emociones


A lo largo de la historia y dependiendo de las diferentes culturas, las emociones han
sido valoradas o por el contrario, muy infravaloradas. Siempre hay una censura de ellas y en
algunos casos unas son consideradas como buenas e incluso saludables mientras que otras
son malas e insalubres para el ser humano.

Es curioso ver que en las culturas donde más se cultiva la inteligencia racional, menos
atención se presta a la inteligencia emocional y terminan siendo culturas muy poco
evolucionadas emocionalmente.

Me causó profunda emoción una charla que mantuve con un misionero que trabajaba
en Malí (uno de los países más pobres del planeta y con unos índices de sida catastróficos).
Me explicaba que no deseaba regresar a España para su jubilación ya que consideraba Malí
como su hogar. Comenzó a hablarme de cada uno de sus vecinos, conocidos de la aldea en la
que trabajaba. Cada niño, mujer, hombre e incluso animal que habitaba en aquel paraje tenía
un lugar en su corazón y en su mente. Cuando le pedí que me definiera en pocas palabras la
diferencia que encontraba entre su aldea y el pueblo español en el que había nacido, soltó una
sonora carcajada y me dijo: en mi hogar la gente cuida de los otros, viven en comunidades y
adoptan a los niños cuyos padres han muerto. Si das comida a un niño de 6 años, primero la
ofrecerá a sus hermanos más pequeños y si queda algo comerá él. Y sobre todo, la gente
sonríe, sonríe con el corazón.

En las sociedades más avanzadas económicamente, nos creemos que somos también
más avanzados racionalmente, emocionalmente e incluso moralmente. ¡Qué grave error! Las
emociones son consideradas como instintos básicos, vergonzosos, que deben ser controlados
hasta que solo rija en nuestra vida la inteligencia racional. Pero de ahí vienen muchos
desequilibrios, ya que como veréis en los capítulos posteriores, el propio organismo está
diseñado para que las emociones nos ayuden a vivir.

Por más que intentemos erradicar las emociones de nuestra vida, jamás lo
conseguiremos porque no podríamos vivir sin ellas. La raza humana se hubiera extinguido sin
ellas. En la actualidad solo en el mundo artístico están permitidas e incluso valoradas. Y todos
los seres humanos recurrimos a ellas a través de la literatura, la música y las artes en general.
Es muy común encontrar a personas que solo son capaces de llorar ante una película pero no
se emocionan si ven llorar en vivo a un familiar suyo. Nos buscamos nuestros escapes
emocionales (completamente necesarios para mantener un equilibrio) en programas televisivos
y ficciones que no nos comprometen en la vida real y que no nos hacen parecer ridículos por
sentir.

Por otra parte, no debemos dejarnos llevar por las emociones ya que sabemos que los
resultados pueden ser muy peligrosos. Desde siempre, todas las instituciones de control
(poderes cívicos, institucionales, religiones) han tratado de encauzar a las personas y alejarlas
de las pasiones, ya que estas en estado salvaje, son incontrolables. Es necesario un equilibrio
entre la represión de las emociones y los arrebatos desproporcionados. Si nos fijamos bien,
una cosa nos lleva a la otra. Cuanta más represión hay, más arrebatos se dan. En EEUU no es
difícil encontrar a niños que disparan en sus institutos por una rabia mal encauzada. Una rabia
a la que no saben poner nombre, de la que no pueden hablar y que termina por dominarlos.

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E) Inteligencia Emocional contra Coeficiente de Inteligencia

El término Coeficiente de Inteligencia (CI) nace de la mano del psicólogo Lewis Terman
en la universidad de Stanford durante la I Guerra Mundial. Su objetivo era clasificar la
inteligencia de las personas a partir de un examen escrito. En dicho examen se califica los
conocimientos matemáticos, lingüísticos y de razonamiento. Lo más sorprendente es que
desde entonces vivimos divididos entre las personas que sí son inteligentes y las que no lo son.
Se habla de un único tipo de inteligencia casi innata, que no se puede modificar; o la tienes o
no la tienes.

Es común encontrar personas con capacidades muy limitadas que comentan con gran
orgullo su número de Coeficiente de Inteligencia para hacer ver a priori que estás hablando con
personas sumamente inteligentes, “por encima de la media”. Años después, esas mismas
personas y sus coeficientes han fracasado tanto en sus negocios como en sus vidas sociales.
Ese dato es como si nos dijeran que la persona que más corra de una determinada forma por
un camino es la más inteligente. Todos pensaríamos: “qué tontería, no es el más inteligente
sino el más preparado para este tipo de forma de correr y para este tipo de camino. Si lo
llevamos a otro ambiente, con más horas de carrera y con otra forma de correr seguramente
ganarían otros”. Lo mismo ocurre con los test de CI. Sacan mayor nota los más preparados
para ese tipo de test. Por si la vida no nos demostrara a cada paso que damos que el número
de CI no significa nada, hay estudios realizados por la Universidad de Illinois donde han
seguido la trayectoria de los estudiantes con mejores calificaciones. Al cabo de 10 años de
haber terminado la Universidad, estos alumnos brillantes no tenían más éxito laboral ni social
que sus compañeros que habían quedado por detrás de ellos en las listas de exámenes. Por el
contrario, en un 90%, sus éxitos laborales y personales estaban por debajo de la media
comparados con el resto de alumnos de sus clases.

Howard Gardner, psicólogo de la Facultad de pedagogía de Harward escribió un libro


que trataremos de resumir, donde refuta claramente el concepto de CI y habla con absoluta
claridad de nuevos tipos de inteligencias. Gardner divide en siete las variedades de
inteligencia. Número que irá variando conforme el ser humano siga evolucionando y que él
mismo a subdividido y multiplicado varias veces hasta llegar a veinte. Dentro de las siete
primeras que hemos mencionado encontramos:

A todos nos pasa que sentimos internamente que somos “buenos” para algo y que no
lo hemos desarrollado.

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María es una mujer de 70 años cuya pasión desde pequeña ha sido el baile. Jamás ha
tomado clases de baile, sin embargo ella siente que si desde pequeña hubiera trabajado esta
capacidad hubiera podido ser bailarina, o por lo menos, hubiera desarrollado una parte que
está frustrada en su interior. Al marido de María nunca le gustó bailar, así que tampoco pudo
compartir esta pasión con él. Cuando hace unos meses murió su marido se apuntó a clases de
baile, no quería dejar pasar más tiempo sin dedicase a desarrollar un potencial que ella sentía
que poseía desde siempre. Su clase de baile se ha convertido en el momento del día en que se
siente bien.

Si en nuestra educación no se tuviera en cuenta el CI sino que se trabajaran todas


nuestras capacidades conseguiríamos, en primer lugar, niños mucho más felices y futuras
personas más plenas. Se erradicaría el fracaso escolar y podríamos tener más conocimiento
sobre las capacidades en las que necesitamos trabajar más. En resumen, nos enseñarían a
mejorarnos a nosotros mismos.
Este artículo publicado por la Organización de Inteligencia Emocional en España,
explica de forma clara y contundente el tema del que estamos hablando:

“Está científicamente probado -por diversos estudios y estadísticas- que las cualidades
personales son dos veces más importantes que los conocimientos técnicos, en lo que respecta
al progreso económico. Otros estudios serios y cabales han puesto de manifiesto, también, y
de manera indudable, que, a igual preparación técnica, las características de la personalidad
son de una importancia capital para alcanzar y mantener posiciones que impliquen continua
superación.

Hoy en día, cualquier responsable de recursos humanos o ejecutivo, concede suma


importancia al carácter personal del individuo cuando selecciona a un empleado o colaborador.
Han aprendido, por propia iniciativa o a la fuerza, cuánto perjudica o favorece para el buen
funcionamiento de un equipo de trabajo una persona emocionalmente sana.

La Secretaría de Orientación Vocacional de la Universidad de Harvard estudió las razones de


la pérdida de empleo por parte de cuatro mil trescientos hombres y mujeres de diversas
empresas, y descubrió que, por cada dos casos en que esa pérdida se debía a defectos de la
personalidad, sólo uno correspondía a ignorancia de cuestiones técnicas o ausencia de la
debida pericia. La mayor parte de las bajas se habían originado por la falta de espíritu de
cooperación, por no inspirar confianza, carecer de iniciativa, etc.

El Instituto Carnegie de Tecnología, en otro estudio, y analizando el caso de diez mil personas,
informaba que el 15 por ciento del éxito se debe a la experiencia técnica, y el 85 por ciento a
las cualidades personales: conducta, integridad, observación, imaginación creadora, decisión,
adaptabilidad, dirección, habilidad organizativa, expresión, conocimiento. Tales cualidades no
sólo son deseables en una oficina, en un comercio o en una fábrica; siempre son necesarias
para el buen éxito de hombres y mujeres en cualquier actividad o área de la vida.

Aun en la ingeniería, una materia que a priori parece fundamentalmente técnica, es más
necesario para triunfar el componente emocional que el académico. Os vamos a mostrar un
estudio donde las clasificaciones de los caracteres e inteligencia de graduados de la escuela
de ingeniería de la Universidad de Purdue han sido cuidadosamente estudiados. Durante cinco
años y medio, los ingenieros más capaces de Purdue desempeñaron sus respectivos trabajos y
ganaron un sueldo anual promedio de $31.536. Durante el mismo período de tiempo, los
técnicos clasificados como de menor capacidad intelectual en el grupo, aquellos que apenas
lograron graduarse, obtuvieron un sueldo promedio de $29.736. Esto revela una ventaja de
$1.800 anuales en favor de los mejores cerebros. Pero el poder del carácter personal también
fue objeto de estudio, y después de cinco años y medio de trabajo, los técnicos mejor
clasificados por su personalidad, obtenían un promedio de $ 36.000 al año, frente al de
$24.696 que lograban los que no eran tan estimados bajo este concepto. Lo cual indica una
ventaja de $11.304 anuales, que debía atribuirse a las virtudes del carácter. Los mejores
intelectos, comparados con los más modestos, rendían un beneficio no superior a $1.800 por
año. El mejor carácter, respecto al menos estimado, aportaba una ventaja personal de $11.304
por año.

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La bonificación obtenida por la mejor personalidad era seis veces superior a la


que lograba la mejor formación técnica.

Los elementos específicos aportados por este informe de Purdue difieren en algo de los que
ponen de manifiesto otros estudios, pero en lo básico, las cualidades requeridas son similares:
entusiasmo, tacto, confianza en sí mismo, memoria, energía, corrección, espíritu cooperativo,
lealtad, sinceridad, originalidad, simpatía, interés social y... buen humor.

Ciertamente, las ganancias no constituyen una medida completa del éxito de una persona.
Ellas, sin embargo, son una definida manifestación de mérito e indudablemente, un resultado
apetecible; y cuando se considera que aquellas cualidades de la personalidad que traen el
buen éxito en los negocios y profesiones, son las mismas que también enriquecen y valorizan
la vida considerada en todas sus actividades, entonces ese criterio adquiere más significativa
importancia”.

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INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA EMPRESA Unidad Didáctica Nº 1

F) Test de Inteligencia Emocional


Vamos a ver cómo podría ser un test de CE (Inteligencia Emocional). Está formulado
por Daniel Goleman y Doris Märtin y Karin Boeck lo han resumido para que podamos hacernos
una idea aproximada de cómo está nuestra CE.

Marque en cada caso la respuesta que se aproxime más a su comportamiento.

1. Está sentado en un avión que se sacudido por fuerte turbulencias ¿Cómo se


comporta?
a) Sigue leyendo tan tranquilamente su libro sin dar gran importancia a las
turbulencias.
b) Intenta calcular la gravedad de la situación observando el comportamiento
de las azafatas y, en previsión de lo que pueda pasar, comprueba que tiene su
salvavidas.
c) Algo de ambas cosas.
d) Ni idea, ni siquiera me he dado cuenta.

2. Ha ido al parque con su hija y unos cuantos niños del vecindario. De pronto,
uno de los niños se echa a llorar porque los otros no quieren jugar con él. ¿Cómo
reacciona?
a) Se mantiene al margen, los niños deben arreglar solos sus diferencias.
b) Junto con el niño busca el modo de convencer a los otros para que le
permitan jugar.
c) Le pide con amabilidad que no llore.
d) Intenta distraer al niño que llora con un juguete.

3. Ha suspendido un examen parcial en el que había previsto obtener una buena


nota. ¿Cómo reacciona?
a) Establece un plan de trabajo para mejorar la nota en el siguiente examen y
se propone seguir al pie de la letra el plan.
b) Se propone esforzarse más en el futuro.
c) Se dice que la nota en esa asignatura no es tan importante y se concentra
en las asignaturas que ha sacado mejor nota.
d) Habla con el profesor y le pide una revisión del examen.

4. Usted trabaja en ventas por teléfono. Quince clientes con los que ha
contactado han rechazado su llamada. Poco a poco se va desanimando. ¿Cómo se
comporta?
a) Lo deja por hoy y espera tener más suerte mañana.
b) Se detiene a pensar cuál podría ser la causa de que hoy no tenga éxito.
c) En la siguiente llamada lo intenta empleando una nueva táctica y se dice que
no hay que rendirse con facilidad.
d) Se pregunta si ese es el trabajo adecuado para usted.

5. Intenta tranquilizar a una amiga que está muy alterada después que el
conductor de otro coche haya invadido peligrosamente su carril, sin respetar las
distancias, después de haberla adelantado. ¿Cómo se comporta?
a) Le dice: olvídalo, al fin y al cabo no ha pasado nada.
b) Pone la cinta preferida de su amiga para distraerla.
c) Se une a sus expresiones de indignación para mostrarle su solidaridad.
d) Le cuenta que hace poco, en una situación semejante, reaccionó igual pero
que luego vio que el otro coche era una ambulancia.

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6. Una pelea entre usted y su pareja ha ido subiendo de tono. Ambos están muy
alterados y se atacan el uno al otro con reproches que no vienen al caso. ¿Qué es lo
mejor que puede hacer?
a) Ponerse de acuerdo para establecer una pausa de veinte minutos y seguir
discutiendo luego.
b) Dejar de discutir y no decir ni una sola palabra más.
c) Decir que lo lamente y pedir a su par3eja que también se disculpe.
d) Recuperar el control, reflexionar un momento exponer entonces tu visión de
las cosas mejor que pueda.

7. Su hijo de 3 años es extremadamente tímido y desde que nació reacciona con


miedo ante las personas y los lugares desconocidos. ¿Cómo se comporta usted?
a) Acepta que su hijo es tímido por naturaleza y piensa en cómo poder
protegerlo de situaciones que lo alteran.
b) Consulta con un psicólogo infantil.
c) Confronta de forma consciente al niño con el mayor número posible de
personas e impresiones desconocidas para que supere su miedo.
d) Le facilita a su hijo experiencias que lo animen a ir saliendo de su
retraimiento.

8. De niño aprendió a tocar el piano, pero durante años no ha vuelto a tocar.


Ahora quiere por fin volver a empezar. ¿Cuál e la forma más rápida de obtener buenos
resultados?
a) Practicar cada día a una hora determinada.
b) Elegir piezas que suponen un desafío pero que puede llegar a aprender.
c) Practica sólo cuando de verdad tiene ganas de hacerlo.
d) Elegir piezas muy difíciles que sólo podrá aprender con el correspondiente
esfuerzo.

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Las Respuestas:

Pregunta 1: a-20 puntos, b-20, c-20, d-0


D como respuesta pone de manifiesto que no es consciente de sus propias reacciones
ante el estrés.
Pregunta 2: a-0, b-20, c-0, d-0
B es la mejor repuesta. Los padres que disponen de una inteligencia emocional utilizan
los sentimientos negativos de sus hijos como ocasión para un entrenamiento emocional.
Ayudan a sus hijos a comprender el motivo de su alteración, a percibir sus emociones y a
buscar posibilidades de actuación alternativas.
Pregunta 3: a-20, b-0, c-0, d-0
La mejor respuesta es a. La capacidad de motivarse a sí mismo se manifiesta, entre
otras cosas, en la capacidad de desarrollar un plan de acción y llevarlo a cabo.
Preguntas 4: a-0, b-0, c-20, d-0
La mejor respuesta es c. El optimismo es señal de inteligencia emocional. Los
optimistas ven las derrotas como desafíos de los que pueden aprender. En lugar de
autoinculparse y desesperarse, se manifiestan firmes e intentan algo nuevo.
Pregunta 5: a-0, b-5, c-5, d-20
La mejor respuesta es D. Una persona furiosa se tranquiliza con mayor rapidez cuando
se le ofrece una explicación para su indignación. También se sirve de ayuda que se intente
distraer el motivo de su enfado y se le muestre que puede dar tienda suelta a su indignación.
Pregunta 6: a-20, b-0, c-0, d-0
La mejor respuesta es a. Es recomendable establecer una pausa de 20 minutos – o
más prolongada – en la discusión, porque ese es el tiempo que se necesita para que el cuerpo
se tranquilice. Mientras el pulso de uno o de ambos oponentes se encuentre a 180 pulsaciones,
la capacidad de percepción para los sentimientos y argumentos del otro están bloqueados.
Pregunta 7: a-0, b-5, c-0, d-20
D es la mejor respuesta. Los niños que por naturaleza con tímidos pierden sus
inhibiciones con mayor facilidad si son confrontados paso a paso con las situaciones que
desencadenan su miedo.
Pregunta 8: a-0, b-20, c-0, d-0
En el caso de desafíos factibles es cuando pueden desarrollarse mejor el potencial de
rendimientos existente.

La Valoración

Hasta 60 puntos: Necesita trabajar sobre su CE. A diferencias de lo que sucede con el
C, el coeficiente emocional puede mejorarse con relativa facilidad.

80 puntos: Su competencia emocional se encuentra dentro de los márgenes normales.

120 puntos y más: Dispone de un elevado grado de inteligencia emocional. Se las


arregla muy bien consigo mismo, controla sus emociones y trata a los demás de forma
consciente y sensible.

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