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Embolismo Pulmonar
Embolismo Pulmonar
El presente artículo es una actualización al mes de enero del 2006 del Capítulo del Dr. Carlos
Lovesio, del Libro Medicina Intensiva, Dr. Carlos Lovesio, Editorial El Ateneo, Buenos Aires (2001)
CONCEPTO GENERAL
Aunque el síndrome de embolismo graso ha sido reconocido desde hace más de cien años,
ya que la primera descripción clínica corresponde a E. von Bergmann en 1873, su manejo presenta,
aún en la actualidad, serios problemas para el clínico y el cirujano. El síndrome se asocia
frecuentemente con traumatismos de los huesos largos, pero ha sido descripto también en otros
procesos.
DEFINICIÓN
Sevitt, por su parte, insiste en la necesidad de una definición morfológica del embolismo
graso. Se trata del bloqueo de los vasos sanguíneos por glóbulos de grasa suficientemente grandes
como para no pasar a través de los capilares. Se enfatiza la idea del bloqueo vascular, para separar el
embolismo de la lipemia, en la cual la grasa plasmática se encuentra en una fina emulsión que
puede atravesar los capilares. El émbolo graso es fluido y deformable, pudiendo penetrar en los
capilares, de modo que la oclusión con frecuencia es temporaria y o incompleta. Este aspecto es de
gran importancia en el reconocimiento de los efectos del embolismo graso en los tejidos.
FRECUENCIA
Para establecer la frecuencia real del embolismo graso parece fundamental recordar la
distinción establecida por Scriba en 1880, entre formas anatómicas puras, muy frecuentes, y formas
anatomoclínicas, raras.
Las formas anatómicas puras sin signos clínicos, en las cuales todo el episodio se limita a
la presencia de gotas de grasa en los capilares pulmonares y sistémicos, sin que existan alteraciones
perivasculares, se hallan con frecuencia en la autopsia de accidentados que fallecen por causas
diversas, con la sola condición de utilizar una técnica histológica que no emplee solventes de las
grasas. Así, Robb-Smith cita sobre 115 fallecidos por accidentes, 80% de embolias grasas en el
pulmón; Scully, sobre 89 decesos, 93% de embolias pulmonares y 17% de embolias sistémicas.
La frecuencia de las formas de expresión clínica es muy diversamente apreciada según los
autores. Admitiendo que para el diagnóstico se requieren al menos dos de los tres síntomas
principales (insuficiencia respiratoria, confusión mental, rash petequial), H. ten Duis afirma que el
0,5 al 3% de los pacientes con una fractura aislada de huesos largos presentan embolismo graso
clínico, mientras que en los pacientes politraumatizados, el porcentaje puede alcanzar hasta al 30%.
La incidencia aumenta con el número de fracturas. Las formas severas afectan al 10 al 20% de todos
los pacientes en los cuales se establece el diagnóstico, y estas formas graves presentan una
mortalidad que puede alcanzar hasta el 20%.
Se presume que en los últimos años se ha producido una disminución en la incidencia del
síndrome, lo cual se ha atribuido a una mejor reanimación de los pacientes con reducción del tiempo
de shock; y a la fijación precoz de las fracturas con la concomitante disminución de las
movilizaciones.
CIRCUNSTANCIAS DE APARICIÓN
La edad de aparición del embolismo graso oscila entre los 16 y los 40 años, sin distinción
de sexo. Si bien también puede afectar a los ancianos, es muy raro en los niños, lo cual se ha
atribuido a la escasa cantidad de grasa en la médula ósea en estos últimos, y a la distinta
composición química de la misma. Recientemente se han descrito casos aislados en niños, con
sintomatología predominantemente pulmonar.
Si bien el embolismo graso ha sido descrito asociado al traumatismo, otros múltiples
procesos también pueden verse complicados con esta afección, a saber: colocación de clavos
intramedulares en cirugía ortopédica, lesión de tejidos blandos, quemaduras, pancreatitis, infección
por Clostridium, diabetes, estados convulsivos, hiperlipemia, hígado graso, alcoholismo, eclampsia,
intoxicaciones, resucitación cardiopulmonar, transplante de órganos, circulación extracorpórea,
anemia de células falciformes, liposucción, etcétera.
FISIOPATOLOGÍA
El origen de los émbolos grasos sistémicos es aún objeto de discusión. Una posibilidad
reside en el aumento de la presión pulmonar con la consiguiente apertura de shunts intrapulmonares
que facilitarían el pasaje a la circulación sistémica de los glóbulos de grasa. La persistencia de un
foramen oval permeable podría facilitar este pasaje.
b.- Embolismo anatómico y embolismo clínico. De acuerdo con los conceptos precedentes,
es significativa la diferencia existente entre la frecuencia del embolismo graso anatómico y el
embolismo graso clínico. El hecho que distingue anatómicamente estos dos grupos es la presencia,
en las formas con expresión clínica, de alteraciones parenquimatosas perivasculares desarrolladas a
nivel de los capilares obstruidos por los depósitos lipídicos.
El análisis de la grasa del hueso y la evaluación de los productos tóxicos producidos por
la hidrólisis por la lipasa (ácidos grasos) permite la división del embolismo graso en dos fases: 1)
una etapa mecánica en la cual es fundamental el efecto obstructivo mecánico de los émbolos, y 2)
una etapa química que aparece luego de algunas horas o días, en la cual la toxicidad de los ácidos
grasos es lo más importante. Ello también explica el periodo de latencia entre el embolismo
mecánico en el pulmón y la aparición de las manifestaciones clínicas. Estos ácidos causan daño
endotelial y son directamente tóxicos para los neumonocitos. La pérdida de fluido transcapilar, la
hemorragia perivascular, la adhesión plaquetaria y la formación de trombos se consideran como
factores responsables del daño tisular y de la disfunción orgánica. Esto conduce a un cuadro
compatible con la Injuria Pulmonar Aguda.
c. Existencia de un intervalo libre. Su duración es variable, de algunas horas a algunos
días, en promedio 24 a 48 horas. Si los émbolos por sí causaran los síntomas respiratorios, no
debería existir intervalo libre. El concepto de una activación bioquímica de los lípidos circulantes,
referida anteriormente, podría ser una explicación razonable de esta disociación temporal.
CUADRO CLÍNICO
En 1962, Sevitt propuso una clasificación clínica del Síndrome de embolismo graso en
tres formas:
a.- Forma subclínica, caracterizada por disminución de la PaO2, fiebre y cambios
hematológicos menores alrededor de tres días después del traumatismo.
b.- Forma aguda completa, que se produce en cualquier momento hasta dos semanas
después del trauma, caracterizada por una combinación variable de fiebre, SDRA, signos
neuropsíquicos, petequias y taquicardia. No existe una prueba de laboratorio definitiva que
certifique el diagnóstico, el cual continúa siendo de naturaleza clínica.
c.- Forma fulminante, que ocurre en forma brusca y rápida luego del traumatismo, y
progresa también muy rápidamente, resultando en general en la muerte dentro de pocas horas del
trauma inicial. Los hallazgos clínicos principales son insuficiencia respiratoria aguda, cor
pulmonale agudo y cambios embólicos en el SNC. Los pacientes con múltiples fracturas están
particularmente expuestos al desarrollo de este síndrome, el cual se asocia con una elevada
mortalidad.
La forma aguda neurorrespiratoria sobreviene luego de un intervalo libre, y asocia cuatro
grupos de manifestaciones: signos generales (fiebre, taquicardia), signos respiratorios, signos
neurológicos y una erupción petequial (Fig. 1).
Los signos clínicos precedentes se acompañan de una hipoxemia arterial importante, con
una PaO2 menor de 60 mm Hg, asociada habitualmente a hipocapnia y alcalosis respiratoria.
Clínicamente, el embolismo graso cerebral difiere de las lesiones isquémicas por el hecho
que la enfermedad es autolimitada. Los síntomas silentes de la enfermedad hacen que el diagnóstico
precoz sea dificultoso. Las manifestaciones neurológicas del período de estado son proteiformes,
incluyendo grados variables de deterioro de conciencia, signos focales, convulsiones, movimientos
anormales y crisis de rigidez generalizadas. Se puede constatar un movimiento pendular de los ojos,
desigualdad pupilar, alternancia de miosis y midriasis y nistagmus. El signo de Babinski es
frecuente.
La tomografía computada de cráneo en ocasiones muestra áreas de baja densidad en la
sustancia blanca compatibles con infarto. Menos frecuentemente se identifican áreas de densidad
aumentada simulando hemorragias. Con gran frecuencia, no obstante, la tomografía es normal.
Informes recientes sugieren que la resonancia magnética tiene una mayor sensibilidad para
identificar lesiones en la sustancia blanca, teniendo además cierto valor pronóstico en función del
número y de la extensión de las lesiones visualizadas. Las lesiones agudas se demuestran por la
hiperintenidad en T2WI e hipointensidad en T1WI tanto en la sustancia blanca como gris del
cerebro, cerebelo y tronco. La reversibilidad de las lesiones depende del tipo de las mismas, en
particular del grado de compromiso neuronal y vascular existente.
Existe una erupción petequial característica en alrededor del 50% de los pacientes con
embolismo graso clínico. La misma debe ser buscada con atención, ya que con frecuencia las
petequias son tan fugaces que desaparecen en algunas horas. Su topografía es muy característica,
localizándose en la región subconjuntival, en el fondo del saco oculopalpebral inferior, y en la piel
del cuello, hombros, cara anterior del tronco y axilas. Se admite que esta localización especial
depende de la acción combinada de la fragilidad capilar y de una hiperpresión venosa en la vena
cava superior. Las petequias representan glóbulos de grasa impactados en los capilares de la dermis,
con extravasación de eritrocitos, produciéndose aun en ausencia de trombocitopenia.
El examen de fondo de ojo puede brindar datos de interés. Las modificaciones del mismo
aparecen en alrededor del 70% de los casos, son discretas, de aparición retardada, pero muy
persistentes en el tiempo. Los hallazgos más comunes incluyen la existencia de exudados
blanquecinos, brillantes, de contornos no nítidos, en contacto con los vasos, frecuentemente a nivel
de una división arterial.
LABORATORIO
DIAGNÓSTICO
PRONÓSTICO
Los casos hiperagudos o fulminantes tienen mal pronóstico, alcanzando a una mortalidad
del 80%. El pronóstico en estos casos depende del grado y duración de la hipoxemia y de la
magnitud del embolismo en el sistema nervioso central.
TRATAMIENTO
La silicona líquida es un material inerte que produce mínima reacción en su contacto con
los tejidos, presenta un alto grado de estabilidad térmica, una baja tensión superficial, una carencia
de inmunogenicidad, y que se modifica poco con el tiempo. Por estas razones, la inyección de
silicona líquida se utiliza con frecuencia con propósitos médicos, para el aumento del tamaño de
senos o zonas glúteas, y en otros procedimientos cosméticos.
Los hallazgos clínicos luego del embolismo por silicona son muy similares a los
publicados en el embolismo graso, incluyendo hipoxemia, disnea, fiebre, hemorragia alveolar,
síntomas neurológicos, petequias y dolor toráxico. La similitud entre ambas patologías sugiere una
patogénesis común. La presencia, en el embolismo por silicona, de complicaciones embólicas, ha
llevado a proponer una importante activación del sistema de coagulación en el desarrollo del
síndrome.
EMBOLISMO GASEOSO
ETIOPATOGENIA
La entrada de aire en el sistema venoso se produce cuando existe una comunicación del
mismo con la atmósfera y se genera un gradiente de presión negativa que permite dicho ingreso al
torrente circulatorio. El embolismo gaseoso se ha reconocido en múltiples situaciones clínicas
(Tabla 2).
Una de las causas mejor estudiadas de embolismo gaseoso son los procedimientos
quirúrgicos, en particular las operaciones neuroquirúrgicas realizadas con el paciente sentado. La
realización de ecocardiograma continuo en estas circunstancias demuestra una incidencia de
embolismo gaseoso del 21 al 40% durante la craneotomía en posición de Fowler. El empleo
creciente de métodos endoscópicos asistidos por insuflación, tanto en cirugía ginecoobstétrica como
abdominal, ha producido un número creciente de episodios de embolismo gaseoso asociados con el
pasaje de gas al sistema venoso en tales circunstancias.
FISIOPATOLOGÍA
CUADRO CLÍNICO
PROFILAXIS
TRATAMIENTO
El tratamiento del embolismo gaseoso tiene dos objetivos: 1) restaurar el flujo sanguíneo
dentro de la circulación cardiopulmonar, y 2) promover la reabsorción del aire intravascular.
Las medidas destinadas a restaurar el flujo incluyen el adecuado posicionamiento del
paciente, la remoción del aire de la circulación venosa, y la realización de masaje cardíaco. Ante la
sospecha de embolismo gaseoso, el paciente debe ser colocado en decúbito lateral izquierdo en
posición de Trendelemburg. Esta maniobra mejora la hemodinamia, probablemente por impulsar el
aire presente en el tracto de salida del ventrículo derecho hacia el ápex ventricular, resolviendo la
obstrucción al flujo. En pacientes que presentan un embolismo gaseoso durante la realización de
una operación cesárea, se debe cubrir inmediatamente el campo operatorio con solución salina, para
evitar la entrada persistente de aire a través de los senos abiertos.
El masaje cardíaco ha sido empleado en el tratamiento del embolismo gaseoso con éxito.
El mecanismo de su eficacia reside en que el aire puede ser forzado mecánicamente fuera del
ventrículo derecho y del tracto de salida pulmonar, reduciendo concomitantemente el tamaño de las
burbujas y aliviando la obstrucción al flujo.
DEFINICIÓN
ETIOLOGÍA
Pueden ser creadas burbujas de novo en un paciente sin conexión con un sistema
extracorpóreo. Un ejemplo es la enfermedad por descompresión de los buzos, y otro es la
generación de microburbujas en válvulas cardiacas protésicas mecánicas.
FISIOPATOLOGÍA
Los neutrófilos desempeñan un rol central en mediar la injuria pulmonar inducida por el
embolismo gaseoso. Los mismos se agregan alrededor de la burbuja produciendo un trombo. Se
produce un proceso destructivo local, probablemente por la producción de superóxido y radicales
hidroxilos, y se liberan enzimas proteolíticas. Estas moléculas aumentan la permeabilidad de la
membrana a los fluidos y a las proteínas y facilitan el edema pulmonar intersticial. Aunque la
evidencia de una respuesta inflamatoria a la presencia de microburbujas es sólida, el conocimiento
del proceso fisiopatológico es incompleto y requiere mayor investigación.
CLINICA
Las manifestaciones clínicas del embolismo gaseoso dependen del tamaño de las
burbujas, de la localización de las mismas, del estado general, de la comorbilidad del paciente y de
otros factores no conocidos. Las grandes burbujas gaseosas producen cuadros dramáticos, tanto si
localizan en la circulación venosa como arterial. El curso natural de un émbolo venoso es la
migración hacia el lecho pulmonar y la obstrucción del tracto de salida ventricular derecho,
aumento agudo de la resistencia en dicho ventrículo y colapso cardiovascular. El embolismo
gaseoso en vasos arteriales produce síntomas de obstrucción con isquemia y necrosis tisular.
Aunque el embolismo arterial puede afectar a cualquier órgano, la oclusión de la circulación
cerebral y cardiaca es particularmente grave debido a que estos sistemas son altamente vulnerables a
la hipoxia. El resultado es una isquemia cerebral masiva o un accidente cerebrovascular, o un
infarto de miocardio.
PREVENCIÓN
Conociendo las consecuencias clínicas posibles de la exposición a microburbujas, se
admite que la prevención es la mejor política, eliminando el aire desde los fluidos antes que
ingresen al organismo. Se han utilizado diversos filtros para la eliminación de microburbujas. Los
más comunes son los que se instalan en las líneas de circulación extracorpórea, funcionando como
una red que limita la entrada de las mismas a la circulación. El filtro atrapa las burbujas que son
mayores que sus poros. Estos filtros presentan, sin embargo, varias desventajas. La presencia de los
mismos aumenta la resistencia al flujo, y a medida que el filtro es cubierto con restos de fibrina la
resistencia aumenta más aún. En casos extremos, puede bloquear completamente el flujo a través de
la línea. En adición, los componentes químicos dentro del filtro activan la cascada de coagulación,
el complemento y la respuesta inmune. Una tercera desventaja es el riesgo de que la composición
química del filtro produzca efectos tóxicos en el huésped. Por último, estos filtros no eliminan todas
las microburbujas del sistema, como se demuestra en la cirugía cardiaca. La conclusión es que el
filtro óptimo para la eliminación de burbujas deberá en el futuro, responder a otra tecnología que la
simple obstrucción mecánica al pasaje.
TRATAMIENTO
El manejo de los grandes émbolos aéreos está bien establecido y ya fue descrito
precedentemente. Es poco lo que se conoce sobre el tratamiento del síndrome de microburbujas.
Algunas de las terapéuticas empleadas para el embolismo aéreo masivo pueden ser aplicadas en el
caso de microburbujas. En ambos casos, la prevención es la mejor conducta. Cuando se ha
producido el evento, la detección precoz es indispensable para poder facilitar una acción inmediata
que interrumpa la causa.
CONCEPTO
FACTORES PREDISPONENTES
Si bien los hallazgos precedentes se han destacado en series pequeñas, Clark y col., en un
análisis de un registro nacional en EE.UU. que evaluó 46 casos de embolia de líquido amniótico, no
pudieron detectar factores predisponentes maternos. En efecto, la edad, raza, paridad, historia
obstétrica, ganancia de peso y presión arterial fueron similares a las esperadas en la población
obstétrica general.
FISIOPATOLOGÍA
El shock durante la fase tardía del síndrome también puede responder a otras causas.
Aunque pueden persistir evidencias de shock cardiogénico y obstructivo, en esta etapa es mas
evidente un shock con índices cardiacos elevados, sugiriendo un proceso símil shock séptico,
probablemente atribuible a una respuesta inflamatoria sistémica. La hipovolemia y la hemorragia
pueden desarrollarse en pacientes con coagulopatía de consumo.
En el 83% de las pacientes con embolismo de líquido amniótico se evidencian signos de
coagulación intravascular diseminada (CID). Las manifestaciones incluyen hemorragia severa o
sangrados difusos. El comienzo de la CID es variable, y puede observarse en la fase inicial o tardía
del síndrome. La coagulopatía puede presentarse en forma conjunta con los síntomas
cardiopulmonares, luego de ellos o sin ellos, constituyendo la principal manifestación clínica.
ANATOMIA PATOLÓGICA
CUADRO CLÍNICO
Observaciones recientes han indicado que existe una forma menos severa de presentación
del embolismo de líquido amniótico con una incidencia variable de síntomas mayores y un curso
clínico más favorable que en el caso en que existe el síndrome completo. Estas observaciones
pueden expandir el criterio clínico del síndrome y en el futuro pueden resultar en una menor
incidencia global de mortalidad.
El diagnóstico de embolismo de líquido amniótico habitualmente se basa en el cuadro
clínico típico. Se ha utilizado el examen citológico de especímenes de sangre obtenidos a partir de
un catéter de arteria pulmonar para el diagnóstico. Las células escamosas fetales en el aspirado
apoyan el diagnóstico, pero no constituyen un hallazgo específico. Una serie de técnicas
diagnósticas menos invasivas y muy novedosas, como el uso de anticuerpos monoclonales a la
mucina fetal o la medida de la zinc-coproporfirina sérica en la madre, podrían ser más específicas.
La sugerencia que el embolismo de líquido amniótico está relacionado con un proceso
anafilactoideo ha llevado a determinar los niveles de triptasa sérica, ya que se ha comprobado que
esta enzima se encuentra aumentada en cualquier reacción anafilactoidea.
RESPUESTA HEMODINÁMICA
EVOLUCIÓN
Estudios poblacionales más recientes sugieren una mortalidad de menos del 30%, y datos
de un registro del Reino Unido para los casos reportados en los años 1997-2000 indican una
mortalidad del 16%. El cambio en la mortalidad probablemente sea el resultado de un mejor
cuidado en terapia intensiva y del reconocimiento del hecho que pueden existir casos leves.
TRATAMIENTO
En años recientes se han descrito nuevas estrategias para el tratamiento del embolismo de
líquido amniótico, todas ellas referidas en general a casos individuales, incluyendo el empleo de
balón de contrapulsación aórtica, la oxigenación extracorpórea, el empleo de bypass
cardiopulmonar, la plasmaferesis, el empleo de óxido nítrico y prostaciclinas inhaladas y la
embolización de las arterias uterinas. Si la paciente sobrevive, pueden ser afectados múltiples
órganos, y el médico debe estar preparado para manejar las complicaciones de modo de reducir la
significativa morbilidad asociada con el síndrome.
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