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  Comienzan a sonar las primeras notas de Faithfully, me armo

de valor, salgo al escenario, todo el mundo me ve, sudo frío pero


no hay marcha atrás. Es hora de cantar.

ro Rojo
  Su cara de sorpresa es indescriptible, tapa su boca usando sus
manos, unas lágrimas comienzan a brotar de sus ojos, me da un
fuerte abrazo y un beso, se detiene la música, tomo sus manos y
apoyo una rodilla contra el piso.
—Había preparado lo que diría cuando este momento llegara y
estuviera frente a ti ­—digo con la voz algo quebrada—. Pero me
quedé sin palabras.
—Yo te enseño —dice mientras hace que me ponga de pie.
  Se hinca y saca una pequeña caja negra de su bolsillo; estoy muy
confundido.
Traje, impecable. Micrófono, listo. Música, lista. Anillo, reluciente. —Gustavo, eres el amor de mi vida y sé que quiero pasar el resto
de mis días a tu lado —abre lentamente la pequeña caja—. ¿Te
El telón de terciopelo rojo esta frente a mi, espero el momento quieres casar conmigo?
preciso para salir y cantar como nunca, hoy todo debe ser perfecto.   Comienzo a llorar de felicidad, sólo puedo asentir torpemente
  Se dice que los hombres tememos al compromiso, pero eso es con la cabeza, me abraza fuertemente y desliza el anillo en mi
algo que jamás aplicó en mí, desde pequeño esperé el momento en dedo. Se pone de pie.
el que vería al amor de mi vida a los ojos, me hincaría ,le pediría —Ahora es tu turno —susurra en mi oído.
que pasáramos el resto de nuestra vida juntos, tomaría su mano   Me hinco nuevamente, tomo su mano y lo veo con mis ojos
y lentamente deslizaría un brillante y hermoso anillo en su dedo. llorosos.
Ese día finalmente había llegado y sería perfecto porque me había —Eric, eres lo mejor que me pudo haber pasado en la vida y quie-
preparado para él toda mi vida. ro estar contigo hasta que la muerte nos separe —saco el anillo de
  Cuidé cada detalle. Lo cité en nuestro restaurante favorito con mi bolsillo—. ¿Te casas conmigo?
el pretexto de que celebraríamos un ascenso que él acababa de —¡Sí! ¡Sí! —me dice levantándome y dándome un beso.
recibir. Preparé todo en el restaurante, inclusive contraté a una   Comienzan a escucharse aplausos por todo el restaurante, fue
persona para que grabara cada detalle; cenaríamos tranquilamen- todo tan especial que había olvidado que estábamos en medio del
te y justo cuando estuviéramos esperando el postre yo me iría al restaurante, no puedo creer toda la felicidad que siento en este
tocador, o al menos eso es lo que él debía creer. momento.
  El corazón se me va a salir del pecho, creo que nunca me ha-   Nos abrazamos fuertemente y regresamos a nuestra mesa to-
bía sentido tan nervioso, llevo el anillo en el bolsillo del saco, es mados de las manos, ambos aún con lágrimas en los ojos.
precioso, una argolla de oro blanco con un diamante cuadrado in-   Salimos del restaurante caminamos en dirección a un pequeño
crustado justo arriba, fue un anillo muy difícil de encontrar, debía parque que estaba cerca para pasar un momento a solas y platicar
ser perfecto, gasté todos mis ahorros pero él lo vale. tranquilamente.
—Un anillo de oro blanco con un diamante incrustado —dice
riendo—. Creo que no somos muy originales
—Ya sé —respondo
—¿Sabes? —me toma de la mano—. Yo te lo iba a proponer ma-
ñana, pero tu siempre de acelerado —ríe.
  Llegamos al parque, continuamos caminando, conversando,
riendo. Dos golpes secos en la espalda.
  Sólo escucho dos explosiones, un grito y un automóvil aleján-
dose rápidamente:
—¡Maricas!
  Me desplomo al piso, en la cara de Eric se dibuja una mueca de
terror que jamás le había visto; presiona fuertemente mi espalda,
siento como poco a poco se torna cálida.
—Vas a estar bien amor, todo va a estar bien —repetía tratando de
tranquilizarnos a ambos.
  Llama por teléfono a emergencias sin dejar de presionar mi
espalda.
—Tranquilo mi Gus hermoso, no te preocupes —dice llorando.
  Sé que miente, poco a poco pierdo mis fuerzas. Se me va la
vida, ambos lo sabemos.
—Toma mi mano —le digo suavemente.
  Lo hace.
—Esa no, la mano en la que tienes el anillo.
—No puedo, con esa te estoy sujetando.
—Por favor, hazlo.
  Suelta mi espalda y tomo su mano, esta cubierta de sangre, la
acerco a su pecho. No deja de llorar.
—Hasta que la muerte nos separe.
—Hasta que la muerte nos separe —responde entre sollozos.
  Veo los anillos, ambos resplandecen con las luces del parque,
están cubiertos de sangre, de mi sangre, dos hermosas argollas de
oro rojo. Me abraza con todas sus fuerzas, acerca su cabeza y me
besa.

—Te amo —le digo al oído.


  Sentir el agua cayendo sobre su piel era una de las cosas más
relajantes para Lucía, cada día después de una larga y cansada
jornada de trabajo, esperaba ese momento en el que entraba en su

Lucía
ducha y sentía el agua caliente en su cuerpo.

9:00 p.m.
  La ducha del día de hoy fue un poco más larga de lo habitual,
al terminar tomó su tiempo para vestir la pijama, se dirigió a la
cocina y sirvió una taza de te rojo con canela, amaba el aroma de
la canela. Caminó a su habitación, puso la taza sobre la mesita de
noche, tomó un libro y entró en la cama, acomodándose para leer.
  Le encantaba leer a Poe, podía leer mil veces sus relatos "El es-
carabajo de oro" era su favorito, leía atentamente mientras bebía
8:00 p.m. poco a poco su taza de té. Terminó de leer, dio el último sorbo a
  Caminaba rápidamente por la avenida, estaba oscuro y siempre la taza, dejó el libro a un lado y se dispuso a dormir. 11:00 p.m.
se ponía muy nerviosa al estar fuera de casa por la noche, por algu-
na extraña razón estar en la calle cuando ya era tarde le producía 2:00 a.m.
la sensación de que alguien la seguía, paranoia que tenía desde   Hacía más de dos horas que intentaba dormir pero los ladridos
pequeña. de ese maldito perro no la dejaban, no paraba de hacer su escán-
  Entró rápidamente a la vecindad, cerró la puerta y una gran dalo y al perecer a ninguno de los vecinos le importaba hacer algo
tranquilidad la invadió, de repente unos fuertes ladridos la sor- al respecto, necesitaba dormir, tenía que levantarse muy temprano
prendieron. para trabajar. Cada noche era lo mismo y no pensaba seguir so-
—¡Cállate, maldito perro! ­— gritó. portándolo. Se levantó de la cama, se calzó los zapatos, tomó una
—¡Maldita lo serás tu!­—exclamó una mujer alterada. soga y salió rápidamente de su departamento.
  Lucía nunca tuvo una buena relación con su vecina, la dueña   Llamó al animal, acarició un poco su cabeza, rodeo su cuello
del perro, una mujer ya mayor con un carácter muy difícil de tratar, con la soga e hizo un gran nudo, asegurándose que fuera resisten-
y no sólo era su opinión, la mujer tenía una mala relación con casi te, lo llevó al centro del patio y pasó el otro extremo de la cuerda
todos los vecinos, a esto se sumaba ese perro, su mascota, un labra- por una de las vigas del techo.
dor que siempre estaba suelto por el patio del edificio, el animal   Tiró fuertemente, el perro expulsó un pequeño quejido pero
iba por todos lados haciendo desastres y dejando su suciedad en la tensión de la cuerda sobre su cuello los ahogó de inmediato, la
las puertas de los vecinos. ató en la ventana de uno de los vecinos y se mantuvo ahí, de pie,
  Tuvo un día agotador y lo último que quería era tener una dis- observando como el animal se retorcía hasta su muerte.
cusión con su vecina, le lanzó una mirada de fastidio y caminó   Regresó a su cama y durmió. 3:00 a.m.
directo a su departamento, estaba fatigada y lo único que deseaba
era tomar una buena ducha.
6:00 a.m. 
  La vecindad comenzaba a despertar, se escuchaba ya ruido en
varios departamentos, de pronto un grito aterrador invadió el lu-
gar, todo el mundo salió a ver que ocurría.

Lucía estaba frente al espejo, peinaba cuidadosamente su cabello,


escuchaba atentamente todo lo que ocurría en el patio de la ve-
cindad, terminó de alistarse y se vio por última vez en el espejo,
impecable, sonrió a su reflejo. Le apetecía desayunar un poco de
fruta con miel.
—Tu igual, te amo.
—También te amo.
  Dejó su celular a un lado y continuó trabajando, al terminar

Hermanit
ordenó y guardó todos sus papeles, apagó las luces, el computador
y se dirigió a dormir.

La puerta del departamento se abrió lentamente, Laura se qui-


tó los zapatos y entró a hurtadillas, no quería hacer el mínimo
ruido. Caminó lentamente hacia la habitación.
  Conforme se acercaba a la habitación, una serie de ruidos "pe-
culiares" la hicieron detenerse en seco, rió para sí, su hermanito
ya no era un niño y evidentemente no estaba solo, mejor espera-
ría a que terminara para no interrumpirlo.
Diego se encontraba sentado en la sala revisando contratos y no-   Se abre la puerta de la habitación, Laura corre a esconderse a
tas, afinando los últimos detalles para concluir todos sus pendien- la cocina.
tes. Estaba ya muy cansado pero sabía que si no terminaba de una —¡Hermanito! —gritó, saliendo de la cocina.
vez, en la mañana no tendría tiempo. —¿Laura?, ¿Qué haces aquí? —responde Eric consternado.
  Completamente absorto en sus pensamientos y en su traba- —¿Cómo que qué hago aquí? —exclama Laura mientras corre a
jo continuaba, sin importar el cansancio. una melodía lo trae de abrazarlo—. Vine a visitar a mi hermanito.
vuelta a la realidad; responde su teléfono: —¿Cómo entraste?
—Lau, mi amor, ¿cómo estas? —Siempre he sabido donde escondes la llave, tontito.
—Bien amor, tu, ¿cómo va todo?   Lo suelta y se sienta en el sofá.
—Excelente amor, los negocios marchando sobre ruedas —res- —¿Y... —dice lanzando una pequeña mirada a la habitación—me
ponde alegre. vas a presentar al galán?
—¿Regresaras este fin de semana? —Nene ¿me puedes servir un poco de jugo?
—No amor, estaré aquí unos días más, debo hacer unas presenta- —¡¿Diego?! —dijo Laura muy confundida —. ¡¿Qué haces aquí?!
ciones a nuevos inversionistas. —La...Laura —balbuceó.
—Que mal, te extraño.   Ambos hombres se vieron, claramente muy preocupados.
—Y yo a ti, pero en cuanto termine regreso a casa.   Laura no podía creer lo que estaba ocurriendo, simplemen-
—Esta bien amor —responde resignada —. Te dejo para que des- te no daba crédito, era como una escena sacada de sus peores
canses. pesadillas. Sabía perfectamente lo que su marido y su hermano
—Seguiré trabajando un poco más. habían estado haciendo. Se levantó del sofá, dio unos pasos hacia
—Pues, en cuanto termines descansa, no me gusta que duermas atrás, sentía un gran vacío en el estomago, comenzó a sudar, sus
tarde. manos temblaban, simplemente no podía creerlo, era como reci-
—Eso haré amor, cuídate mucho. bir un balde de agua helada.
—Laura, tranquila por favor, yo te puedo explicar todo —excla-   Diego se estaciona fuera de la estación; ninguno sale del auto.
ma Eric. Eric voltea a verlo.
—¡¿Explicar qué?! —grita con rabia—. ¡¿Que te estabas revolcan- —La matamos —dijo regresando la mirada a la ventanilla.
do con mi marido?!
—¡Tu, maldito infeliz! —dijo dirigiéndose a Diego.
  Corrió hacia su marido y comenzó a abofetearlo con todas sus
fuerzas, Eric trató de detenerla.
—¡Laura, tranquilízate por favor! —repetía.
—¡Suéltame, infeliz! —gritaba Laura.
  Se soltó de su hermano y retrocedió.
—¡¿Cómo pudieron hacerme esto?! —gritó —. ¡Tu eres mi her-
mano y tu mi marido!
  Laura caminó hacia la puerta con la cabeza entre sus manos,
dando algunos tropiezos.
—¡Malditos maricones! —grita con lágrimas en los ojos.
  Sale azotando la puerta.

  Luces rojas inundaban la calle, los curiosos se acercaban para


saber lo que había ocurrido.
—¿Me puede decir cómo ocurrió todo señor?
—Mi hermana bajó corriendo las escaleras, tropezó con uno de
los escalones y cayó hasta la planta baja. Cuando mi cuñado y yo
llegamos estaba... —se detuvo y comenzó a llorar.
—Tratamos de ayudarla, mucha sangre salía de su cabeza, no
respondía y llamamos a emergencias —concluyó Diego.
—Bien —respondió el oficial tomando notas—. Lamento mucho
su pérdida; deben acudir a la estación a rendir su declaración.
—Por supuesto oficial — respondió Diego.
  Los paramédicos subieron a Laura a la ambulancia, poco a
poco se retiraron todos, la ambulancia, los oficiales, las patrullas,
la calle volvía a la normalidad.
  Subieron al automóvil, Diego conducía, durante el trayecto no
se dirigieron la palabra, Eric sólo veía por la ventanilla, no podía
sacar de su cabeza el rostro de su hermana, sus ojos llenos de
lágrimas, ese enorme charco de sangre brotando de su cabeza.

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