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VARANASI

Siento mi tórax irracionalmente palpitante, irracionalmente oceánico, como un violín. Un


invierno de fuego en mi espíritu, bailo en calzoncillos, música de ritual. Soy espectacularmente
ocioso en la ciudad sagrada. Mi mirada se ha vuelto convexa, entre líneas. Bendecido soy
saludado por los primeros pájaros madrugadores. Río y mi risa es la de un gato que salta de un
techo a otro bajo la lluvia, un placer que brota de una tristeza, una luz que se derrama como una
hemorragia, un largo canto gregoriano sonando en medio del fin del mundo.
Yo no escribo, yo no escribo esto, escribe la fuerza de gravedad que hay en mí. Escribe la materia
que lucha consigo misma, escribe lo indecible que circula por las arterias desconocidas de mis
venas, de mis huesos, de lo indiscutible del cielo, de lo falaz de los suicidios sexuales de los
monjes tibetanos, de las moscas absurdas que sólo viven un día, de lo idiota, de lo eterno, de lo
insólitamente insólito.
Vago entre los templos nihilistas, arrastrándome como el dios de alguna antigua religión
olvidada. Canto la vieja canción y tres veces me acuerdo de la textura de tu piel de galaxia. Estoy
en el fondo de la noche, aullando como un perro, imaginando como un perro, con preguntas de
un perro. El cielo es un ombligo inmenso. Mira cómo comienza el último atardecer de la tierra.
En la calle me compro una sopaipilla con la forma de la vieja Mesopotamia, es decir, con forma
de vagina. El que me vende es el diablo, a quien nadie reconoce pero que a mí me guiña el ojo.
Serpiente sin rostro, Belcebú, lloras eternamente por tu vida de exilio. El valle de las tinieblas es
el mapa de la tierra, el mapa de todas las mentiras habidas y por haber. Por eso el naufragio es
una necesidad del espíritu.
Es tonto temerle a lo inevitable, es precisamente tonto. El orgasmo es cercano a la muerte, la
muerte es cercana al orgasmo. De ahí que presiento, presiento todo lo metálico que hay en mi
sangre, todo lo misterioso que existe en una palabra. Presiento la risa secreta que hay en los
cementerios y la victoria de lo necesariamente inútil. Presiento que nunca habrá un silencio total
sobre el universo pero que todo va a cambiar para siempre. Presiento que alguien, ahora mismo,
en alguna parte, está cayendo por una escalera.
Actrices porno arman barricadas en medio de la calle. En el horizonte, el fuego nuevamente. El
fuego, como la luz, como la vigilia, que es nada más que un sueño compartido, el sueño del
sueño.
Cada vez que ves fuego hay alguien soñando.

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