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Íconos femeninos

Mario Conde Ensayo 2 09/24/17

Madre María de San José o la conquista espiritual

Si en el siglo XVI se lleva a cabo la conquista territorial del Nuevo Mundo, en el XVII

en cambio se emprende su conquista espiritual. Para esto, se fundaron en el virreinato de

Nueva España (México) y en el de Lima varias congregaciones y conventos a fin de

evangelizar a la gente del Nuevo Mundo. Quizá menos conocida y sin la resonancia épica

de la primera, la conquista espiritual fue posible gracias a la labor de sacerdotes,

misioneros y monjas —especialmente estas últimas— que trabajaron por décadas en

silencio pero sin denuedo a fin de traer a las nuevas tierras la palabra de Dios. Nombres

como los de Santa Rosa de Lima, Santa Mariana de Jesús o la madre María de San José

constituyen íconos y paradigmas de la época. A diferencia de las dos primeras, la madre

María de San José (1656-1719) es de quien más registros biográficos y autobiográficos

se tiene; sin embargo, paradójicamente, es la menos conocida como consecuencia de la

Contrarreforma de la Iglesia Católica —Concilio de Trento, 1545-1563— que le impidió

alcanzar el limbo de la canonización. Analizar a grandes rasgos la imagen mística que la

madre María de San José retrata en su Biografía Espiritual es el objetivo de este trabajo.

En primer lugar, los biógrafos y estudiosos de la religiosa mexicana (Tlaxcala, Puebla,

1656-1719) exaltan su vocación: si alguna vez había una mujer que anhelaba ser un

santo, esa era la madre María (Myers: 2003, p. 17). En efecto, refiere la Madre María

que desde temprana edad sintió el llamado para servir a Dios; hecho por demás

consecuente en un contexto histórico donde las mujeres podían optar solo por dos

caminos: el de esposa o el de monja. La Madre María eligió la segunda opción, pero no

la de la una monja ordinaria sino la de una religiosa mística, una santa escogida que se
elevara a la altura de sus modelos ideales: Teresa de Ávila, Mariana de San José o Rosa

de Lima. Obligada, pues, por su contexto, refiere la religiosa mexicana que debió batallar

primero en su seno familiar para ingresar al convento; luego, ya como monja, dedicarse

a escribir su vida como una ardua tarea impuesta por su confesor. Nacieron así los doce

cuadernos que constituyen su Biografía Espiritual, como un ejercicio de obediencia y

misticismo de una penitente hacia su confesor.

En este punto, conviene precisar el término místico y misticismo, pues es la imagen

que la Madre María proyecta de sí misma en sus escritos; es decir, la imagen de alguien

que ha experimentado el contacto de su alma con la divinidad. ¿Cómo se manifiesta dicho

misticismo en la Biografía Espiritual? Básicamente, la Madre María se ciñe a una

narrativa y retórica estándar que le exigía la época a una mujer. A saber: declaraciones de

humildad, obediencia e ignorancia, las que retóricamente se traducen en términos de

mitigación, comparación, énfasis y reforzamiento. Analicemos estas estrategias retóricas

presentes en la estructura discursiva de la Madre María de San José.

Las declaraciones de humildad son frecuentes en muchos pasajes de la Biografía

Espiritual: “…sabía que agradaba a Nuestro Señor manifestar los grandes hechos que Su

mano poderosa había trabajado en esta criatura humilde y miserable que he sido…”

(Myers: 2003, p. 81). Desde una perspectiva retórica, las declaraciones de humildad se

articulan con estrategias como la mitigación o atenuación, que consisten en minimizar el

rol e importancia del hablante a fin exaltar al oyente o lector, en este caso el confesor

espiritual quien cumplía las funciones de un editor. Tal procedimiento responde al

contexto histórico en que escribe la Madre María; por un lado, es miembro de una

comunidad religiosa en la que se observa la humildad y la jerarquía; por otro, siguiendo

este mismo precepto jerárquico, Dios es el autor divino, el confesor o sacerdote es el


receptor del mensaje divino y la autora de la confesión, la religiosa mística, constituye

tan solo el instrumento mediante el cual Dios da su mensaje al receptor.

En cuanto a la segunda característica de la Biografía Espiritual, las declaraciones de

obediencia, estas no son menos frecuentes que las de humildad. La Madre María de San

José deja constancia de esta estrategia retórica en muchos pasajes: “El Obispo me dijo

que debía obedecer de inmediato, sin la menor vacilación, por comenzar a escribir; que

aunque yo no podía escribir, ni había sido capaz para aprender cómo…” (Myers: 2003,

p. 81). Este pasaje resulta significativo pues, por una parte, muestra la completa

obediencia que debía observar una monja hacia un superior, que siempre era su sacerdote

o confesor; por otra parte, la Madre María saca provecho de un suceso netamente

anecdótico y lo recubre de un halo místico: ella no estaba capacitada para escribir, pero

dada su obediencia, Dios le confirió el don de hacerlo. Analizado el suceso desde una

perspectiva retórica, este responde a estrategias como el énfasis y el reforzamiento pues

la escena de aprender a leer y escribir milagrosamente se cuenta en muchas ocasiones; a

más de ello, la Madre María tiene especial cuidado en recalcar constantemente su

condición de escritora por obediencia, que sus palabras son ordenas por sus superiores:

Dios y sus confesores. He aquí la clave del misticismo de su escritos.

Por último, la tercera característica de la Biografía Espiritual, la ignorancia, se

manifiesta en un procedimiento de lectura, emulación y transcripción literal de varios

textos canónicos. Pasajes completos de El libro de la Vida de Santa Teresa de Ávila, por

ejemplo, aparecen en la Biografía Espiritual. Tal procedimiento —reprobable en la

actualidad— era parte de la estructura narrativa religiosa de los siglos XIV-XVII, y se

fundamente en la estrategia retórica de la comparación pues, de hecho, el objetivo en la

vida de un religioso consistía en poder imitar y comparar su vida a la de la divinidad.


En suma, las tres características analizadas en la Biografía Espiritual: humildad,

obediencia e ignorancia, develan a su vez la iconografía de una mujer religiosa

latinoamericana del siglo XVII. Pese a sus esfuerzos humanos por llegar a la santidad,

alcanzó solo un heroísmo místico que consolidó la conquista espiritual de México. Cortés

blandió la espada a nombre de Santiago; la madre María de San José blandió la pluma a

nombre de San Antonio. Hernán Cortés consiguió la fama; Juana de Gutiérrez —la Madre

María—, es una de las tantas desdeñadas de la fama. Quizá por el contexto imperante de

la época. Quizá por su condición de mujer.

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