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La expresión, “intención” o “significado” es usada a veces para todos los actos con el fin de representar la dirección

del yo hacia el contenido intencional, y por esta razón uno debe distinguir una intención temática, o el acto temático

de la intención o actuar en general. De este modo, hay un tema con potencialmente muchos temas especiales en

cada discurso, sólo que precisamente las palabras mismas del discurso no son temas. El tema reside en qué significan

las palabras. El acto de dar-sentido no es sólo un segundo acto entrelazado, sino que se entrelaza como un acto

temático, un acto de interés. El modo diferente de llevarlo a cabo, sugerido por las palabras “interés” y “tema”

—donde el primero apunta al yo y su acción, y donde el último no—obviamente pertenece a los actos

experienciales-vividos incluso fuera del discurso asertórico (?). Aquí también es evidente que hay diferentes grados

de interés y, por otra parte, modos de interés que no son simplemente diferencias de grado. De modo que, una

consideración intuitiva de los objetos y eventos del mundo-ambiente pueden ser de más o menos interés; el yo tiene

su tema en estas cuestiones, pero se absorbe más o menos intensamente en ellos. Por otro lado, mientras el yo tiene

su tema principal en estos asuntos que considera el yo, puede no sólo notar eventos adicionales, sino que puede

tomar interés en ellos. Aunque son temas secundarios, intereses de segundo orden.

Si regresamos ahora por un momento a la esfera especial de la expresión, nos sorprenderá la curiosa interconexión

entre la función del sentido como temática y la función de indicación, una interconexión cuyo carácter fundamental

se hace inteligible sólo ahora. Expresado de una manera más completa, la palabra apunta hacia afuera de sí misma

hacia el sentido en el discurso normal, es decir, la palabra indica el interés. La palabra-signo que en sí misma no es

un asunto de interés que sirve para llamar la atención sobre el sentido como algo que importa al yo.

Este análisis es obviamente adecuado para cada tipo de signo o para actos en los que ejercen su función indicativa

actual, ya sean de signos lingüísticos u otros tipos de signos como las señales de un barquero. El momento en que

nuestro interés se dirige a los signos mismos y se detiene allí (rompiendo esta función normal), como cuando se

dirige hacia los signos escritos o hacia la bandera que sirve como señal, la anormalidad aparece en la propia

experiencia vivida. Uno siente que va contra la corriente, por así decirlo, y que uno no sólo está violando un hábito,

sino un final determinantemente habitual, un imperativo práctico.


De esta manera, también hemos obtenido una visión más profunda de la estructura esencial del discurso vivo,

ante todo el pensamiento de que el dar-sentido no puede ser cualquier acto, sino sólo uno que tiene el carácter

general de un acto temáticamente intencional, ya sea en otros aspectos una intención judicativa, una presunta

intención, una intención de duda, una intención de deseo o una intención de voluntad.

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