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Doctrina Monroe
Doctrina Monroe
La Doctrina Monroe, sintetizada en la frase «América para los americanos», fue elaborada
por John Quincy Adams y atribuida al presidente James Monroe en 1823. Establecía que
cualquier intervención de los europeos en América sería vista como un acto de agresión que
requeriría la intervención de los Estados Unidos de América.1 La doctrina fue presentada por
el presidente Monroe durante su sexto discurso al Congreso sobre el Estado de la Unión. Fue
tomado con dudas, al principio, y luego con entusiasmo. Fue un momento decisivo en la
política exterior de los Estados Unidos. La doctrina fue concebida por sus autores, en especial
John Quincy Adams, como una proclamación de los Estados Unidos de su oposición al
colonialismo en respuesta a la amenaza que suponía la restauración monárquica en Europa y
la Santa Alianza tras las guerras napoleónicas.
Corolario Roosevelt[editar]
Caricatura titulada "Vete, pequeñín, y no me molestes" aparecida en el New York World, en 1903,
haciendo alusión a las negociaciones entre Estados Unidos y Colombia por los derechos del istmo de
Panamá, donde Roosevelt es mostrado apuntando un cañón.
A raíz del bloqueo naval de Venezuela por potencias europeas a comienzos del siglo XX,
Estados Unidos afirmó su doctrina Monroe y el presidente Theodore Roosevelt emitió el
Corolario de 1904 (Corolario Roosevelt) estableciendo que, si un país europeo amenazaba o
ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el
gobierno estadounidense estaba obligado a intervenir en los asuntos de ese país para
"reordenarlo", restableciendo los derechos y el patrimonio de su ciudadanía y sus empresas.
Este corolario supuso, en realidad, una carta blanca para la intervención de Estados Unidos
en América Latina y el Caribe.3 El corolario provocó una gran indignación en los dirigentes
europeos y en particular del kaiser Guillermo II.
Esta nueva era trajo un impulso colonialista por parte de los Estados Unidos, quienes
reafirmaron la doctrina Monroe, con el Corolario Roosevelt de 1904 para la interpretación de la
doctrina Monroe. Es decir, la política del Gran Garrote o Big Stick. La expresión es del
presidente de Estados Unidos, tomada de un proverbio africano: "habla suavemente y lleva un
gran garrote, así llegarás lejos" (speak softly and carry a big stick, you will go far).
En el corolario se afirma que si un país latinoamericano y del Caribe situado bajo la influencia
de EE.UU. amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o
empresas estadounidenses, el Gobierno de EE. UU. estaba obligado a intervenir en los
asuntos internos del país "desquiciado" para reordenarlo, restableciendo los derechos y el
patrimonio de su ciudadanía y sus empresas. Bajo la política del Gran Garrote se legitimó el
uso de la fuerza como medio para defender los intereses en el sentido más amplio de los
EE.UU., lo que ha resultado en numerosas intervenciones políticas y militares en todo el
continente.
El Gran Garrote también se refiere a las intervenciones estadounidenses ocasionadas por la
“discapacidad” de los Gobiernos locales de resolver asuntos internos desde el punto de vista
del Gobierno de Estados Unidos, y protegiendo los intereses de ciudadanos y entidades
estadounidenses. En tal sentido, Roosevelt postulaba que los desórdenes internos de las
repúblicas latinoamericanas constituían un problema para el funcionamiento de las compañías
comerciales estadounidenses establecidas en dichos países, y que en consecuencia los
Estados Unidos debían atribuirse la potestad de “restablecer el orden”, primero presionando a
los caudillos locales con las ventajas que representaba gozar del apoyo político y económico
de Washington (“hablar de manera suave”), y finalmente recurriendo a la intervención armada
(el Gran Garrote), en caso de no obtener resultados favorables a sus intereses militares.
Aplicación de la doctrina[editar]
Interpretar el principio de la no intervención de los Estados europeos en los asuntos americanos de una
manera absoluta conduciría a que un Estado americano pudiera conculcar los principios de la justicia en
sus relaciones con los individuos extranjeros, violar la ley moral, negarse a tomar en consideración las
justas reclamaciones de los extranjeros perjudicados, crear de este modo un estado de cosas anormal e
ilícito según los principios de Derecho común y de la Moral internacional, y rechazar después cualquier
forma de injerencia para hacer cesar tales manifiestas violaciones de los principios de la justicia,
atrincherándose en el principio de su independencia y en la doctrina de Monroe escribe Fiore. 7
Cuando el presidente de Estados Unidos James Monroe, formuló esa primera doctrina global
de su país, «América para los americanos», Diego Portales, un ciudadano chileno que
comerciaba en los puertos del Pacífico y años después sería ministro de estado en su país,
escribió a un amigo:
"Lima, marzo de 1822. Señor José M. Cea.
Mi querido Cea: Los periódicos traen agradables noticias para la marcha de la revolución en toda
América. Parece algo confirmado que los Estados Unidos reconocen la independencia americana.
Aunque no he hablado con nadie sobre este particular, voy a darle mi opinión. El presidente de la
Federación de N. A., Mr. Monroe, ha dicho: se reconoce que la América es para éstos. ¡Cuidado con
salir de una dominación para caer en otra! Hay que desconfiar de estos señores que muy bien aprueban
la obra de nuestros campeones de liberación, sin habernos ayudado en nada: he aquí la causa de mi
temor. ¿Por qué ese afán de Estados Unidos en acreditar ministros, delegados y en reconocer la
independencia de América, sin molestarse ellos en nada? ¡Vaya un sistema curioso mi amigo! Yo creo
que todo esto obedece a un plan combinado de antemano; y ese sería así: hacer la conquista de
América, no por las armas, sino por la influencia en toda esfera. Eso sucederá, tal vez hoy no; pero
mañana sí. No conviene dejarse halagar por estos dulces que los niños suelen comer con gusto, sin
cuidarse de un envenenamiento".
Diego Portales8
Nótese que la carta está hecha en Lima, cuando Portales era un simple comerciante, de 29
años, y muy poco después de formulada la doctrina Monroe. La clarividencia de este pasaje
es evidente.
En el siglo XIX el enemigo principal era la Marina Real Británica y los intereses
estadounidenses eran sólo secundarios. Por otro lado, la Doctrina Monroe no recibió mucha
atención en Europa al momento de formularse, pues la Santa Alianza estaba informada que la
potencia naval estadounidense era bastante inferior a la británica y que los proyectos de
restablecer el absolutismo en la América española eran inviables debido a la oposición
de Gran Bretaña a secundarlos, y no por el desafío de Estados Unidos, que difícilmente podía
sostenerlo en esos años.
Ambigüedad de la Doctrina[editar]
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Esta doctrina no ha sido seguida imparcialmente; en realidad sólo se aplica en beneficio de los
intereses de los Estados Unidos como lo ejemplifica el papel que tomaron en múltiples
intervenciones europeas posteriores en suelo americano. Por ejemplo la toma en 1833 de
las islas Malvinas por los británicos, la ocupación española de la República
Dominicana entre 1861 y 1865, el bloqueo de barcos franceses a los puertos argentinos entre
1838 y 1850, el establecimiento de los británicos en la costa de la Mosquitia (Nicaragua), la
invasión de México por las tropas francesas y la imposición de Maximiliano de Austria como
emperador, la ocupación de la Guayana Esequiba por los británicos y el bloqueo naval de
Venezuela por Alemania, Reino Unido e Italia entre 1902 y 1903, además de las diversas
colonias en el Caribe que aún conservan los gobiernos europeos tales como las Islas Vírgenes
Británicas, las Islas Turcas y Caicos, las islas de Aruba, Bonaire, Curazao, San
Martín, Saba y San Eustaquio bajo la corona neerlandesa, la Guayana
Francesa y Guadalupe que son departamentos franceses de ultramar que incluyen otras islas
menores e islotes de posesión francesa como lo son Martinica y San Pedro y Miquelón.
Igualmente hay que mencionar el caso de Groenlandia, tercer país más grande de América del
Norte, que aún permanece como colonia de Dinamarca.
La Guerra de las Malvinas en 1982 y el apoyo que el gobierno de los Estados Unidos
brindaron en inteligencia al gobierno de Margaret Thatcher dejaron de manifiesto que la
doctrina no aplicaba más que para aquellas potencias europeas no aliadas a los Estados
Unidos.
Cabe destacar en este mismo orden de ideas que aún existen países de
la Commonwealth que es un remanente colonial del Imperio británico como lo son Canadá y
las diversas islas caribeñas que son conocidas como las Indias Occidentales
Británicas (British West Indies en inglés) que incluyen además a otras regiones continentales
como Belice y Guyana.
Por eso la ambigüedad de la doctrina. En Latinoamérica se entiende que cuando los Estados
Unidos usan el postulado "América para los americanos" entienden por "América" todo el
continente, pero por "americanos" sólo a los estadounidenses.
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Doctrina Monroe
Personajes destacados:
La Doctrina Monroe (América para los americanos), fue elaborada por John Quincy
Adams (sexto Presidente de la nación) y atribuida a James Monroe (quinto Presidente
de la nación) en el año 1823 y anunciada el 2 de diciembre del mismo año. Dirigida
principalmente a las potencias europeas con la intención de que los Estados
Unidos no tolerarían ninguna interferencia o intromisión de las potencias europeas
en América.
Sumario
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1 La doctrina Monroe
2 Objetivos de la doctrina Monroe
3 Consecuencias de la doctrina Monroe
4 Extracto del mensaje al congreso del presidente James Monroe
5 Referencias
6 Fuentes
La doctrina Monroe
John Quincy Adams, Presidente de los Estados Unidos que promulgó esta doctrina.
En 1822 Estados Unidos fue el primer estado que reconoció las nuevas naciones que
en Hispanoamérica acababan de separarse de España. Aquel mismo año inquietaron
a los Estados Unidos dos iniciativas procedentes de Europa y dirigidas hacia el Nuevo
Mundo:
El zar Alejandro I proclamó los derechos de Rusia sobre la costa del Pacífico y las
aguas vecinas desde Alaska, que pertenecían entonces a Rusia hasta el paralelo 51,
es decir hasta la parte norte de la isla de Vancouver. Siguiendo las instrucciones de
Monroe, John Quincy Adams informó al ministro de Rusia que los Estados Unidos
"debían discutir el derecho de Rusia a cualquier establecimiento territorial en este
continente y debían afirmar claramente que el continente americano no se hallaba ya
subordinado a cualquier nuevo establecimiento colonial europeo".
La primera parte de esta declaración aludía a las pretensiones de Rusia sobre la costa
del Pacífico, y la segunda parte concernía más específicamente a las intenciones que
las potencias europeas pudiesen tener sobre América Latina. Monroe pedía con
firmeza a las potencias europeas que no interviniesen en América. Asimismo,
confirmando la política de neutralidad inaugurada por George Washington, adquiría el
compromiso de no intervenir en los asuntos europeos. Por lo tanto la llamada doctrina
Monroe comprende dos elementos indispensables:
La Doctrina fue recibida con entusiasmo en los Estados Unidos, pero en Europa pasó
inadvertida o provocó cierta exasperación, porque, como han demostrado diversos
historiadores, las potencias europeas en realidad no tenían intención alguna de
intervenir en la América española.
Fue letra muerta, por lo menos durante 20 años. La doctrina, con relación
a Latinoamérica, se tradujo en una política de no-alianza sistemática (negativa a
intervenir en el Congreso de Panamá de 1826).
Las aplicaciones de la doctrina en la primera mitad del Siglo XIX fueron raras (intento
anglo-francés cuando la cuestión de Texas, en 1845, o la amenaza inglesa y española
sobre Yucatán en 1848). La verdadera historia de la doctrina comienza a fines del
siglo XIX cuando se transformó en ofensiva y sirvió para justificar las anexiones
usamericanas.
Párrafo 48.
“... En la guerra de potencias europeas por asuntos que les concernían nunca hemos tomado
parte, ni sería propio de nuestra política el hacerlo. Sólo cuando nuestros derechos son
pisoteados o amenazados seriamente tenemos en cuenta las injurias o nos preparamos para
nuestra defensa. Con los movimientos de este hemisferio estamos por necesidad relacionados
en forma más inmediata, y por causas que deberían ser obvias para todos los observadores
esclarecidos e imparciales. El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente
distinto, en este sentido, del de Norteamérica. Esta diferencia se deriva de la que existe entre
sus respectivos Gobiernos; y a la defensa de nuestro propio sistema, que ha sido llevada a
cabo mediante la pérdida de tanta sangre y riquezas y madurado por la sabiduría de nuestros
ciudadanos más ilustres y bajo el cual hemos disfrutado una felicidad sin par, está consagrada
toda la nación. Por consiguiente, para mantener la pureza y las amistosas relaciones
existentes entre Estados Unidos y aquellas potencias debemos declarar que estamos
obligados considerar todo intento de su parte para extender su sistema a cualquier nación de
este hemisferio, como peligroso para nuestra paz y seguridad. Pero no interferimos ni
interferiremos en las colonias o las dependencias existentes de cualquier potencia europea.
Pero en lo que concierne a los Gobiernos que han declarado su independencia y la han
mantenido, independencia que después de gran consideración y sobre justos principios,
hemos reconocido, no podríamos contemplar ninguna intervención con el propósito de
oprimirlas o controlar de alguna manera su destino por parte de cualquier potencia europea,
sino como la manifestación de una disposición hostil hacia Estados Unidos...”
Párrafo 49.
“Nuestra política respecto de Europa que fue adoptada en la primera época de las guerras que
durante tanto tiempo agitaron a ese sector del globo... sigue siendo la misma; es decir, no
interferir en los intereses internos de ninguna de sus potencias; considerar al Gobierno de
tacto como el Gobierno legitimo para nosotros; cultivar relaciones amistosas con él y
mantenerlas mediante una política franca, firme y humana, respondiendo en todos los casos a
las justas solicitudes de todas las potencias y no aceptando injurias de ninguna. Pero con
referencia a esos continentes las circunstancias son clara y eminentemente distintas. Es
imposible que las potencias aliadas extiendan su sistema político a cualquier parte de uno y
otro continente sin amenazar nuestra paz y seguridad; nadie puede creer que nuestros
hermanos sureños, si son abandonados a si mismos, puedan adoptar ese sistema por propia
voluntad. Es igualmente imposible, por consiguiente, que nosotros admitamos con indiferencia
una intervención de cualquier clase. Si comparamos la fuerza y los recursos de España y los
nuevos Gobiernos, y la distancia que los separa, resulta obvio que ella nunca podrá
someterlos. Estados Unidos aún considera como su verdadera política dejar actuar por sí
mismas a las partes, con la esperanza de que las demás potencias adoptarán la misma
actitud...”
«…At the proposal of the Russian Imperial Government, made through the minister of
the Emperor residing here, a full power and instructions have been transmitted to the
minister of the United States at St. Petersburg to arrange by amicable negotiation the
respective rights and interests of the two nations on the northwest coast of this continent.
A similar proposal has been made by His Imperial Majesty to the Government of Great
Britain, which has likewise been acceded to. The Government of the United States has
been desirous by this friendly proceeding of manifesting the great value which they have
invariably attached to the friendship of the Emperor and their solicitude to cultivate the
best understanding with his Government. In the discussions to which this interest has
given rise and in the arrangements by which they may terminate the occasion has been
judged proper for asserting, as a principle in which the rights and interests of the United
States are involved, that the American continents, by the free and independent condition
which they have assumed and maintain, are henceforth not to be considered as subjects
for future colonization by any European powers…
«…A propuesta del Gobierno Imperial Ruso, hecha a través del ministro del
Emperador residente aquí, se han trasmitido plenos poderes e instrucciones al ministo de
los Estados Unidos en San Petersburgo para negociar amistosamente los derechos e
intereses respectivos de las dos naciones en la costa noroeste de este continente. Una
propuesta similar se ha hecho por Su Majestad Imperial al Gobierno de la Gran Bretaña,
a la cual se ha accedido de manera similar. El Gobierno de los Estados Unidos ha estado
deseoso por medio de este amistoso procedimiento de manifestar el gran valor que
invariablemente otorga a la amistad del Emperador y la solicitud en cultivar el mejor
entendimiento con su Gobierno. En las discusiones a que ha dado lugar este intéres y en
los acuerdos con que pueden terminar, se ha juzgado la ocasión propicia para afirmar,
como un principio que afecta a los derechos e intereses de los Estados Unidos, que los
continentes americanos, por la condición de libres e indepencientes que han adquirido y
mantienen, no deben en lo adelante ser considerados como objetos de una colonización
futura por ninguna potencia europea…
It was stated at the commencement of the last session that a great effort was then
making in Spain and Portugal to improve the condition of the people of those countries,
and that it appeared to be conducted with extraordinary moderation. It need scarcely be
remarked that the results have been so far very different from what was then anticipated.
Of events in that quarter of the globe, with which we have so much intercourse and from
which we derive our origin, we have always been anxious and interested spectators. The
citizens of the United States cherish sentiments the most friendly in favor of the liberty
and happiness of their fellow-men on that side of the Atlantic. In the wars of the
European powers in matters relating to themselves we have never taken any part, nor
does it comport with our policy to do so. It is only when our rights are invaded or
seriously menaced that we resent injuries or make preparation for our defense. With the
movements in this hemisphere we are of necessity more immediately connected, and by
causes which must be obvious to all enlightened and impartial observers. The political
system of the allied powers is essentially different in this respect from that of America.
This difference proceeds from that which exists in their respective Governments; and to
the defense of our own, which has been achieved by the loss of so much blood and
treasure, and matured by the wisdom of their most enlightened citizens, and under which
we have enjoyed unexampled felicity, this whole nation is devoted. We owe it, therefore,
to candor and to the amicable relations existing between the United States and those
powers to declare that we should consider any attempt on their part to extend their
system to any portion of this hemisphere as dangerous to our peace and safety. With the
existing colonies or dependencies of any European power we have not interfered and
shall not interfere. But with the Governments who have declared their independence and
maintain it, and whose independence we have, on great consideration and on just
principles, acknowledged, we could not view any interposition for the purpose of
oppressing them, or controlling in any other manner their destiny, by any European
power in any other light than as the manifestation of an unfriendly disposition toward the
United States. In the war between those new Governments and Spain we declared our
neutrality at the time of their recognition, and to this we have adhered, and shall continue
to adhere, provided no change shall occur which, in the judgement of the competent
authorities of this Government, shall make a corresponding change on the part of the
United States indispensable to their security.
Se afirmó al comienzo de la última sesión que se hacía entonces un gran esfuerzo en
España y Portugal para mejorar la condición de los pueblos de esos países y que parecía
que éste se conducía con extraordinaria moderación. Apenas necesita mencionarse que
los resultados han sido muy diferentes de lo que se había anticipado entonces. De lo
sucedido en esa parte del mundo, con la cual tenemos tanto intercambio y de la cual
derivamos nuestro origen, hemos sido siempre ansiosos e interesados observadores. Los
ciudadanos de los Estados Unidos abrigamos los más amistosos sentimientos en favor de
la libertad y felicidad de los pueblos en ese lado del Atlántico. En las guerras de las
potencias europeas por asuntos de su incumbencia nunca hemos tomado parte, ni
comporta a nuestra política el hacerlo. Solo cuando se invaden nuestros derechos o sean
amenazados seriamente responderemos a las injurias o prepararemos nuestra defensa.
Con las cuestiones en este hemisferio estamos necesariamente más inmediatamente
conectados, y por causas que deben ser obvias para todo observador informado e
imparcial. El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente diferente en este
respecto al de América. Esta diferencia procede de la que existe entre sus respectivos
Gobiernos; y a la defensa del nuestro, al que se ha llegado con la pérdida de tanta sangre
y riqueza, que ha madurado por la sabiduría de sus más ilustrados ciudadanos, y bajo el
cual hemos disfrutado de una felicidad no igualada, está consagrada la nación entera.
Debemos por consiguiente al candor y a las amistosas relaciones existentes entre los
Estados Unidos y esas potencias declarar que consideraremos cualquier intento por su
parte de extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligroso para
nuestra paz y seguridad. Con las colonias o dependencias existentes de potencias
europeas no hemos interferido y no interferiremos. Pero con los Gobiernos que han
declarado su independencia y la mantienen, y cuya independencia hemos reconocido,
con gran consideración y sobre justos principios, no podríamos ver cualquier
interposición para el propósito de oprimirlos o de controlar en cualquier otra manera sus
destinos, por cualquier potencia europea, en ninguna otra luz que como una
manifestación de una disposición no amistosa hacia los Estados Unidos. En la guerra
entre esos nuevos Gobiernos y España declaramos nuestra neutralidad en el momento de
reconocerlos, y a esto nos hemos adherido y continuaremos adhiriéndonos, siempre que
no ocurra un cambio que en el juicio de las autoridades competentes de este Gobierno,
haga indispensable a su seguridad un cambio correspondiente por parte de los Estados
Unidos.
The late events in Spain and Portugal shew that Europe is still unsettled. Of this
important fact no stronger proof can be adduced than that the allied powers should have
thought it proper, on any principle satisfactory to themselves, to have interposed by force
in the internal concerns of Spain. To what extent such interposition may be carried, on
the same principle, is a question in which all independent powers whose governments
differ from theirs are interested, even those most remote, and surely none of them more
so than the United States. Our policy in regard to Europe, which was adopted at an early
stage of the wars which have so long agitated that quarter of the globe, nevertheless
remains the same, which is, not to interfere in the internal concerns of any of its powers;
to consider the government de facto as the legitimate government for us; to cultivate
friendly relations with it, and to preserve those relations by a frank, firm, and manly
policy, meeting in all instances the just claims of every power, submitting to injuries
from none.
Los últimos acontecimientos en España y Portugal demuestran que Europa no se ha
tranquilizado. De este hecho importante no hay prueba más concluyente que aducir que
las potencias aliadas hayan juzgado apropiado, por algún principio satisfactorio para ellas
mismas, el interponerse por la fuerza en los asuntos internos de España. Hasta que punto
pueden extenderse, por el mismo principio, estas interposiciones es una cuestión en la
que están interesados todas los países independientes, aun los más remotos, cuyas formas
de gobierno difieren de las de estas potencias, y seguramente ninguno de ellos más que
los Esados Unidos. Nuestra actitud con respecto a Europa, que se adoptó en una etapa
temprana de las guerras que por tanto tiempo han agitado esa parte del globo, se
mantiene sin embargo la misma, cual es la de no interferir en los asuntos internos de
ninguna de esas potencias; considerar el gobierno de facto como el gobierno legítimo
para nosotros; cultivar con él relaciones amistosas, y preservar esas relaciones con una
política franca, firme y varonil, satisfaciendo siempre las justas demandas de cualquier
potencia, pero no sometiéndose a injurias de ninguna.
Tomás Jefferson, el que fuera tercer presidente de los Estados Unidos (de 1801 a 1809), amigo
desde hacía décadas del entonces presidente, Santiago Monroe, le dirigió con fecha 24 de octubre
de 1823 una carta que traducida dice:
Juan Quincy Adams, hijo del segundo presidente norteamericano (Juan Adams, 1797-1801),
Secretario de Estado durante la presidencia de Monroe, a quien sucedería como sexto presidente,
ha dejado el siguiente relato de la reunión del Gabinete el 7 de noviembre de 1823:
«No es cierto que los Estados Unidos desee territorios o contemple proyectos con respecto
a otras naciones del hemisferio occidental excepto los que sean para su bienestar. Todo lo
que este país desea es ver a las naciones vecinas estables, en orden y prósperas. Toda
nación cuyo pueblo se conduzca bien puede contar con nuestra cordial amistad. Si una
nación muestra que sabe como actuar con eficiencia y decencia razonables en asuntos
sociales y políticos, si mantiene el orden y paga sus obligaciones, no necesita temer la
interferencia de los Estados Unidos. Un mal crónico, o una impotencia que resulta en el
deterioro general de los lazos de una sociedad civilizada, puede en América, como en otras
partes, requerir finalmente la intervención de alguna nación civilizada, y en el hemisferio
occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe puede forzar a los
Estados Unidos, aun sea renuentemente, al ejercicio del poder de policía internacional en
casos flagrantes de tal mal crónico o impotencia.»
«…At the proposal of the Russian Imperial Government, made through the minister of
the Emperor residing here, a full power and instructions have been transmitted to the
minister of the United States at St. Petersburg to arrange by amicable negotiation the
respective rights and interests of the two nations on the northwest coast of this continent.
A similar proposal has been made by His Imperial Majesty to the Government of Great
Britain, which has likewise been acceded to. The Government of the United States has
been desirous by this friendly proceeding of manifesting the great value which they have
invariably attached to the friendship of the Emperor and their solicitude to cultivate the
best understanding with his Government. In the discussions to which this interest has
given rise and in the arrangements by which they may terminate the occasion has been
judged proper for asserting, as a principle in which the rights and interests of the United
States are involved, that the American continents, by the free and independent condition
which they have assumed and maintain, are henceforth not to be considered as subjects
for future colonization by any European powers…
«…A propuesta del Gobierno Imperial Ruso, hecha a través del ministro del
Emperador residente aquí, se han trasmitido plenos poderes e instrucciones al ministo de
los Estados Unidos en San Petersburgo para negociar amistosamente los derechos e
intereses respectivos de las dos naciones en la costa noroeste de este continente. Una
propuesta similar se ha hecho por Su Majestad Imperial al Gobierno de la Gran Bretaña,
a la cual se ha accedido de manera similar. El Gobierno de los Estados Unidos ha estado
deseoso por medio de este amistoso procedimiento de manifestar el gran valor que
invariablemente otorga a la amistad del Emperador y la solicitud en cultivar el mejor
entendimiento con su Gobierno. En las discusiones a que ha dado lugar este intéres y en
los acuerdos con que pueden terminar, se ha juzgado la ocasión propicia para afirmar,
como un principio que afecta a los derechos e intereses de los Estados Unidos, que los
continentes americanos, por la condición de libres e indepencientes que han adquirido y
mantienen, no deben en lo adelante ser considerados como objetos de una colonización
futura por ninguna potencia europea…
It was stated at the commencement of the last session that a great effort was then
making in Spain and Portugal to improve the condition of the people of those countries,
and that it appeared to be conducted with extraordinary moderation. It need scarcely be
remarked that the results have been so far very different from what was then anticipated.
Of events in that quarter of the globe, with which we have so much intercourse and from
which we derive our origin, we have always been anxious and interested spectators. The
citizens of the United States cherish sentiments the most friendly in favor of the liberty
and happiness of their fellow-men on that side of the Atlantic. In the wars of the
European powers in matters relating to themselves we have never taken any part, nor
does it comport with our policy to do so. It is only when our rights are invaded or
seriously menaced that we resent injuries or make preparation for our defense. With the
movements in this hemisphere we are of necessity more immediately connected, and by
causes which must be obvious to all enlightened and impartial observers. The political
system of the allied powers is essentially different in this respect from that of America.
This difference proceeds from that which exists in their respective Governments; and to
the defense of our own, which has been achieved by the loss of so much blood and
treasure, and matured by the wisdom of their most enlightened citizens, and under which
we have enjoyed unexampled felicity, this whole nation is devoted. We owe it, therefore,
to candor and to the amicable relations existing between the United States and those
powers to declare that we should consider any attempt on their part to extend their
system to any portion of this hemisphere as dangerous to our peace and safety. With the
existing colonies or dependencies of any European power we have not interfered and
shall not interfere. But with the Governments who have declared their independence and
maintain it, and whose independence we have, on great consideration and on just
principles, acknowledged, we could not view any interposition for the purpose of
oppressing them, or controlling in any other manner their destiny, by any European
power in any other light than as the manifestation of an unfriendly disposition toward the
United States. In the war between those new Governments and Spain we declared our
neutrality at the time of their recognition, and to this we have adhered, and shall continue
to adhere, provided no change shall occur which, in the judgement of the competent
authorities of this Government, shall make a corresponding change on the part of the
United States indispensable to their security.
Se afirmó al comienzo de la última sesión que se hacía entonces un gran esfuerzo en
España y Portugal para mejorar la condición de los pueblos de esos países y que parecía
que éste se conducía con extraordinaria moderación. Apenas necesita mencionarse que
los resultados han sido muy diferentes de lo que se había anticipado entonces. De lo
sucedido en esa parte del mundo, con la cual tenemos tanto intercambio y de la cual
derivamos nuestro origen, hemos sido siempre ansiosos e interesados observadores. Los
ciudadanos de los Estados Unidos abrigamos los más amistosos sentimientos en favor de
la libertad y felicidad de los pueblos en ese lado del Atlántico. En las guerras de las
potencias europeas por asuntos de su incumbencia nunca hemos tomado parte, ni
comporta a nuestra política el hacerlo. Solo cuando se invaden nuestros derechos o sean
amenazados seriamente responderemos a las injurias o prepararemos nuestra defensa.
Con las cuestiones en este hemisferio estamos necesariamente más inmediatamente
conectados, y por causas que deben ser obvias para todo observador informado e
imparcial. El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente diferente en este
respecto al de América. Esta diferencia procede de la que existe entre sus respectivos
Gobiernos; y a la defensa del nuestro, al que se ha llegado con la pérdida de tanta sangre
y riqueza, que ha madurado por la sabiduría de sus más ilustrados ciudadanos, y bajo el
cual hemos disfrutado de una felicidad no igualada, está consagrada la nación entera.
Debemos por consiguiente al candor y a las amistosas relaciones existentes entre los
Estados Unidos y esas potencias declarar que consideraremos cualquier intento por su
parte de extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligroso para
nuestra paz y seguridad. Con las colonias o dependencias existentes de potencias
europeas no hemos interferido y no interferiremos. Pero con los Gobiernos que han
declarado su independencia y la mantienen, y cuya independencia hemos reconocido,
con gran consideración y sobre justos principios, no podríamos ver cualquier
interposición para el propósito de oprimirlos o de controlar en cualquier otra manera sus
destinos, por cualquier potencia europea, en ninguna otra luz que como una
manifestación de una disposición no amistosa hacia los Estados Unidos. En la guerra
entre esos nuevos Gobiernos y España declaramos nuestra neutralidad en el momento de
reconocerlos, y a esto nos hemos adherido y continuaremos adhiriéndonos, siempre que
no ocurra un cambio que en el juicio de las autoridades competentes de este Gobierno,
haga indispensable a su seguridad un cambio correspondiente por parte de los Estados
Unidos.
The late events in Spain and Portugal shew that Europe is still unsettled. Of this
important fact no stronger proof can be adduced than that the allied powers should have
thought it proper, on any principle satisfactory to themselves, to have interposed by force
in the internal concerns of Spain. To what extent such interposition may be carried, on
the same principle, is a question in which all independent powers whose governments
differ from theirs are interested, even those most remote, and surely none of them more
so than the United States. Our policy in regard to Europe, which was adopted at an early
stage of the wars which have so long agitated that quarter of the globe, nevertheless
remains the same, which is, not to interfere in the internal concerns of any of its powers;
to consider the government de facto as the legitimate government for us; to cultivate
friendly relations with it, and to preserve those relations by a frank, firm, and manly
policy, meeting in all instances the just claims of every power, submitting to injuries
from none.
Los últimos acontecimientos en España y Portugal demuestran que Europa no se ha
tranquilizado. De este hecho importante no hay prueba más concluyente que aducir que
las potencias aliadas hayan juzgado apropiado, por algún principio satisfactorio para ellas
mismas, el interponerse por la fuerza en los asuntos internos de España. Hasta que punto
pueden extenderse, por el mismo principio, estas interposiciones es una cuestión en la
que están interesados todas los países independientes, aun los más remotos, cuyas formas
de gobierno difieren de las de estas potencias, y seguramente ninguno de ellos más que
los Esados Unidos. Nuestra actitud con respecto a Europa, que se adoptó en una etapa
temprana de las guerras que por tanto tiempo han agitado esa parte del globo, se
mantiene sin embargo la misma, cual es la de no interferir en los asuntos internos de
ninguna de esas potencias; considerar el gobierno de facto como el gobierno legítimo
para nosotros; cultivar con él relaciones amistosas, y preservar esas relaciones con una
política franca, firme y varonil, satisfaciendo siempre las justas demandas de cualquier
potencia, pero no sometiéndose a injurias de ninguna.
Tomás Jefferson, el que fuera tercer presidente de los Estados Unidos (de 1801 a 1809), amigo
desde hacía décadas del entonces presidente, Santiago Monroe, le dirigió con fecha 24 de octubre
de 1823 una carta que traducida dice:
Juan Quincy Adams, hijo del segundo presidente norteamericano (Juan Adams, 1797-1801),
Secretario de Estado durante la presidencia de Monroe, a quien sucedería como sexto presidente,
ha dejado el siguiente relato de la reunión del Gabinete el 7 de noviembre de 1823:
«No es cierto que los Estados Unidos desee territorios o contemple proyectos con respecto
a otras naciones del hemisferio occidental excepto los que sean para su bienestar. Todo lo
que este país desea es ver a las naciones vecinas estables, en orden y prósperas. Toda
nación cuyo pueblo se conduzca bien puede contar con nuestra cordial amistad. Si una
nación muestra que sabe como actuar con eficiencia y decencia razonables en asuntos
sociales y políticos, si mantiene el orden y paga sus obligaciones, no necesita temer la
interferencia de los Estados Unidos. Un mal crónico, o una impotencia que resulta en el
deterioro general de los lazos de una sociedad civilizada, puede en América, como en otras
partes, requerir finalmente la intervención de alguna nación civilizada, y en el hemisferio
occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe puede forzar a los
Estados Unidos, aun sea renuentemente, al ejercicio del poder de policía internacional en
casos flagrantes de tal mal crónico o impotencia.»
Doctrina Monroe
La doctrina Monroe fue una política asumida en 1823 por los Estados Unidos,
gobernados por el presidente James Monroe (de allí su nombre), respecto al
resto del continente americano y cuyo espíritu se resume en la frase “América
para los americanos”.
1. Origen
La doctrina fue ideada por John Quincy Adams, quien sería presidente de los
Estados Unidos luego de Monroe, pero presentada por éste último al
Congreso de la nación en su sexto Discurso sobre el Estado de la Unión.
La doctrina fue tomada inicialmente con escepticismo pero más adelante con
sumo entusiasmo, a medida que el área de influencia estadounidense en el
resto de América crecía. No se le llamó “Doctrina Monroe” sino hasta mucho
después.
3. Causas (motivos)
Este pronunciamiento político se debió, fundamentalmente, al interés de los
Estados Unidos por protegerse de la presencia europea en sus cercanías, ya
que su república independiente había sido por fin conquistada militarmente en
1783 y se hallaba militarmente muy débil para resistir nuevas campañas
coloniales.
En ese sentido, era urgente combatir las alianzas imperiales europeas junto
con el resto de las naciones latinoamericanas que también luchaban por
romper con la dependencia colonial.
4. Consecuencias
Las consecuencias inmediatas del pronunciamiento de Monroe fueron
escasas. En Europa no tuvo demasiada repercusión, como lo demuestran las
invasiones europeas que contaron con apoyo o con la neutralidad
norteamericana en las Islas Malvinas (Gran Bretaña las ocupa en 1833), el
bloqueo de las costas argentinas entre 1839 y 1840.
5. Puntos fundamentales
La aplicación de la doctrina Monroe contemplaba tres puntos centrales, que
eran, textualmente:
“El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto (…) del de
América (…) Cualquier tentativa de ellas para extender su sistema a cualquier
porción de nuestro hemisferio sería considerada por nosotros como peligrosa para
nuestra paz y seguridad”
“En las guerras entre potencias europeas por cuestiones propias de ellas no hemos
tomado nunca parte alguna, ni interesa a nuestra política que la tomemos”
7. Corolario Roosevelt
Otro corolario de la doctrina fue emitido en 1904 por el entonces presidente
estadounidense Theodore Roosevelt, a raíz del bloqueo naval que sufrió
Venezuela entre 1902 y 1903 por parte de los Imperios británico, alemán y el
Reino de Italia, exigiendo el pago inmediato de deudas contraídas por el
gobierno del entonces presidente de la nación suramericana Cipriano Castro.
Con este controvertido corolario se daban permiso los propios EE.UU para
disponer de los otros países violentando su soberanía y su autogestión. Esto
significó una nueva etapa de imperialismo norteamericano llamada “El gran
garrote” (The Big Stick) en el que el uso de la fuerza fue carta común en las
relaciones estadounidenses con el resto del continente.
8. La doctrina Díaz
La doctrina Díaz fue pronunciada por el entonces presidente mexicano,
Porfirio Díaz, como respuesta al último corolario de la doctrina Monroe. En ella
se enunciaba que todos los pueblos debían ser libres de autodeterminar su
futuro y autogobernarse, sin que otra nación tuviera derecho a intervenir en
ello, ni reconocer o desconocer dicho gobierno.
9. Críticas a la doctrina
La doctrina Monroe ha sido ampliamente criticada como un documento que
simplemente confiere a los EE.UU la potestad de hacer del continente
americano su administración política, cosa que quedó demostrada con la nula
intervención norteamericana en las invasiones europeas que siguieron a su
proclama.
El criterio final tenía más que ver con las potencias europeas enemigas de los
EE.UU que realmente con algún tipo de alianza americana por la
independencia. “América para los americanos”, según sus detractores, debería
ser interpretada como “América para los estadounidenses”.
Doctrina Monroe
Teoría atribuida la James Monroe, quinto presidente de los Estados
Unidos de Norteamérica (1823) que plasmaba la política
exterior de su país respecto al continente americano. Con ella
trataba prevenir las injerencias de los estados europeos en dicho
espacio en un momento en que el imperialismo comenzaba a
desarrollarse. Advertía sobre las consecuencias que podría conllevar
la agresión española a los territorios recién emancipados. La
frase “América para los americanos” viene a resumir dicha
política, desarrollada de manera sistemática a partir de la década
de los 40 del siglo XIX.
Andrea Imaginario
Especialista en Artes, Literatura Comparada e Historia
"América para los americanos" es una frase que expresa lo que hoy se conoce
como Doctrina Monroe, la cual define la política exterior de los Estados Unidos en el
hemisferio americano.
Originalmente, esta frase forma parte de un discurso leído por James Monroe,
presidente de los Estados Unidos entre 1817 y 1825, ante el Congreso del Estado de la
Unión, el 2 de diciembre de 1823.
El discurso, redactado por John Quincy Adams, no proponía una doctrina sino que
pretendía fijar posición ante el posible interés por revivir el colonialismo europeo en
América, en un tiempo en que la independencia de Estados Unidos aún era muy joven.
Con el paso del tiempo, la expresión "América para los americanos" pasó de ser una
consigna a una doctrina que justificaba la intervención estadounidense en los países
del hemisferio, tal como lo expresa la intervención en el canal de Panamá y la guerra
de Cuba, o su posición ante las intervenciones europeas durante la historia
contemporánea latinoamericana. ¿Cómo ocurrió esa transformación?
América para los americanos: origen y justificación
de la frase
Una vez más, los norteamericanos se sentían amenazados, esta vez por la frontera sur.
Fue allí cuando tuvo lugar el discurso que James Monroe pronunció ante el Congreso
del Estado de la Unión, como parte de su informe anual de gestión y exposición de
nuevas políticas.
Cuando James Monroe lanzó su sentencia ante el Congreso, esta no pasaba de ser una
consigna, pues Estados Unidos aún no tenía ni recursos económicos ni militares para
un real enfrentamiento. Europa estaba consciente de ello, así que no le dio mayor
importancia a la declaración y mantuvo su presencia en América, bien en sus colonias
activas o bien a través de acuerdos comerciales.
La recepción latinoamericana
Una frase como "América para los americanos" debía tener, como es lógico, un
importante simbolismo en el contexto latinoamericano. Como retórica, la frase fue
recibida con aceptación, pero no sin sospecha, ya que América Latina no contaba con
el apoyo concreto de su vecino del norte en la lucha independentista.
Era claro que Estados Unidos aspiraba a convertirse en una potencia. De ese modo, fue
extendiendo sus intereses económicos hacia Centroamérica, donde también Gran
Bretaña invertía sus esfuerzos económicos. Conscientes de que los británicos tenían
mejores armas para una confrontación, Estados Unidos optó por negociar sus zonas
de influencia.
El inicio del siglo XX estuvo marcado por la política del nuevo presidente
norteamericano, Theodore Roosevelt. Inspirado en el refrán sudafricano que reza:
"habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos", Roosevelt implementó la
doctrina Monroe en América Latina de un modo muy particular.
Roosevelt comprendió que podía mantener a América Latina alineada a su favor por
medio de una política diplomática pero amenazante a la vez: si alguna nación en
Latinoamérica no respetase los "ideales" estadounidenses de independencia, libertad
y democracia, sería objeto de una intervención militar. A eso se le llamó corolario
Roosevelt, doctrina Roosevelt o política del Gran Garrote. La pregunta sería: ¿quién fija
los criterios de conceptos tan maleables?
Las ideas comunistas eran, sin duda, muy contagiantes y habían despertado toda
suerte de liderazgos carismáticos en América, muy especialmente en América Latina.
El fantasma del comunismo hizo que Estados Unidos volcara toda su energía a
resguardar el modelo capitalista. La lucha contra el comunismo pasó a ser un punto
pivotal en la agenda política nacional e internacional de esa nación, ampliando el
alcance del destino manifiesto.
A lo largo del siglo XX han sido muchas las intervenciones de EE.UU., algunas más
polémicas que otras y sujetas todas a grandes debates. Entre ellas, podemos
mencionar:
Guatemala, en 1954;
Cuba, en 1961;
Brasil, en 1964;
República Dominicana, 1965;
Chile, en 1973;
Nicaragua, entre 1981 y 1984;
Granada, en 1983;
Panamá, 1989.
Resumiendo
En el mundo de las ideas, los conceptos y los valores son como el agua: inquieta,
huidiza, informe, adaptada circunstancialmente a los moldes que la retienen, hasta
que rompen los cántaros, siguen su curso y abren zanjas en rocas que creíamos
irrompibles.
Lo que comenzó como una frase retórica, que invocaba un principio abrazado por toda
la generación de los independentistas en América, se ha transfigurado en un concepto
complejo y turbio.
Habrá que preguntarse, a profundidad, en qué pensaba John Quincy Admas cuando
escribió aquella frase, o en qué creía Monroe cuando la puso en sus labios. Después de
todo, ¿los estadounidenses no se llaman a sí mismos americans (americanos en
español)?
Habrá que preguntarse si, desde su origen, la frase no adolecía ya de la rigidez propia
de los discursos nacionalistas del siglo XIX, que pretendían categorizar el entramado
complejísimo de relaciones sociales, de intercambios, de transferencias, de
negociaciones.
Todos los países de la Troika de la Tiranía han conocido llamados para aplicar la
doctrina Monroe en el pasado.
Esta apelación por parte de figuras políticas estadounidenses que
tienen una clara influencia sobre el presidente (12)da lugar a que
nos preguntemos ¿estamos ante el comienzo de una nueva etapa
de intervencionismo directo por parte de los Estados Unidos en
América Latina?
Quién es su autor
Es obra del presidente James Monroe, por eso lleva su nombre. Se anunció
en 1823 durante su discurso sobre el Estado de la Nación. Sin embargo, no
recibió oficialmente esta designación hasta 30 años más tarde.
Cuál es su origen
Uno de los objetivos de la Santa Alianza era hacer valer los derechos de la
monarquía de los borbones españoles en los países que recientemente
habían declarado su independencia de España.
Efectos inmediatos
Hay que destacar que la doctrina Monroe fue bien recibida en Inglaterra, que
en plena expansión industrial buscaba acceso libre a los mercados de las
nuevas repúblicas latinoamericanas, y también por éstas, que veían en la
Declaración una garantía frente a los europeos expansionistas.
Curiosidad