Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hollywood Dirt PDF
Hollywood Dirt PDF
1
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro, por lo cual, no tiene costo alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales,
recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo una
reseña en tu blog o foro.
2
Página
SINOPSIS
Cole Masten.
Abandonado por su esposa superestrella, el Marido Perfecto de Hollywood
es ahora el Más Atractivo Soltero de Hollywood: festejando sin parar y follando aún
más. Cuidado Los Ángeles, hay un nuevo chico malo en la ciudad.
Summer Jenkins.
Esa soy yo, una chica de pueblo atrapada en Quincy, Georgia. Cocino pollo y
albóndigas, puedo embaucarle todos sus ahorros a un hombre hecho y derecho en
el póquer, y fui elegida como la Más Amistosa en mi último año de secundaria.
Éramos de mundos diferentes. Nuestras vidas no deberían haber colisionado.
Pero entonces Cole Masten leyó un libro acerca de mi pequeño pueblo. Y seis meses
más tarde, su avión aterrizó en nuestra pista polvorienta, y trajo a Hollywood con él.
Desde el principio, sabía que habría problemas. Para nuestro pueblo. Y para
mí.
A veces, los opuestos no tienen el propósito de atraerse.
3
Página
Este libro está dedicado a las mujeres fuertes del
sur por todas partes, sobre todo a la hermosa e
inteligente Tricia Crouch.
Gracias por todo.
4
Página
INDICE
Página
5
INTRODUCCIÓN
Traducido por MaEx
Las mujeres sureñas somos únicas; no hay duda de eso. Somos mujeres
nacidas del conflicto, nuestros pasados llenos de batallas y caos, instinto de
conservación y protección. Hemos superado plantaciones durante las guerras,
servido té a soldados de la Unión antes de ver cómo se queman nuestras casas,
escondido a esclavos de la persecución, y soportado siglos de mirar y aprender de
los errores de nuestros hombres. No es fácil sobrevivir a la vida en el sur. Es aún más
difícil hacerlo con una sonrisa en tu cara.
Hemos mantenido estos estados juntos, mantenido nuestra dignidad y
gracia, hemos mantenido nuestra cabeza en alto cuando estaba manchada de
sangre y hollín.
Somos fuertes. Somos del sur. Tenemos secretos y vidas que nunca
imaginarás.
Bienvenido a Quincy.
Población: 7800.
Ingreso promedio por familia: Nunca lo diremos.
Secretos: Bastantes.
La ciudad de Quincy, Georgia, fue una vez la ciudad más rica de los Estados
Unidos. Con más de 67 millonarios de Coca-Cola, cada acción original es ahora un
valor de diez millones de dólares, haciendo de este pequeño pueblo sureño de
Belles un lugar muy lucrativo. Sin embargo, no ves Bentley y mayordomos mientras
conduces. Ves una pequeña ciudad: sus lujosas mansiones de plantaciones y bien
cuidadas, manteniendo las simples tradiciones del sur que han existido durante
siglos. Sonríe. Trata a tus vecinos como a ti mismo. Eres amable. Mantienes tus
secretos cerca y a tus enemigos más cerca.
Y desde el principio, Cole Masten fue mi enemigo.
6
Página
1
Traducido por MaEx
13
Página
3
Traducido por Adaly
C
ole Masten caminó lentamente por la longitud de su auto, un Ferrari
azul hielo, sus gafas de sol desequilibradas en su rostro lo suficiente
para ocultar sus rasgos, pero dándole una vista ininterrumpida.
—Es un hermoso auto —canturreó el vendedor ante él, haciendo un gesto
con la mano innecesario que abarcó el auto en un gesto pretencioso.
Por supuesto que lo era. Por trescientos mil dólares, debía serlo. Inclinó la
cabeza al trajeado que estaba de pie a la izquierda del auto, dándole un rápido
asentimiento. Justin, su asistente, dio un paso adelante.
—Él lo llevará. Puedo encargarme del papeleo y el pago. ¿Si tan solo
podemos darle al señor Masten las llaves…?
Cole atrapó el llavero a mitad del aire y se deslizó tras el volante, el personal
del concesionario apresurándose para desbloquear las grandes puertas de vidrio
que constituía el lado derecho del edificio. A través del cristal, a lo largo de la calle,
estaba la multitud de personas. De mujeres. De culto. Apretó la mandíbula y
tamborileó un impaciente ritmo en la palanca de cambios, esperando. La multitud
ondulaba, agitando sus manos, los cuerpos saltando, una cosa viviente y respirante,
una que podía amar tan fácilmente como podía odiar. Cuando el cristal se abrió,
Cole aceleró el motor y lentamente lo hizo avanzar, sus gafas de nuevo en su lugar,
asintiendo a la multitud y sonriendo esa sonrisa patentada suya, aquella que había
perfeccionado una década antes.
Sonrió.
Se despidió con la mano.
Asintió a una chica en la parte frontal que colapsó contra los brazos de sus
amigas.
14
Página
Dejó que los flashes estallaran. La ocasión documentada, de modo que su pie
empujó suavemente el acelerador hasta que completó la vuelta en el asfalto y pudo
acelerar.
Había pasado doce años en este negocio, debería estar acostumbrado.
Debería estar agradecido por ello. Las luces, la atención… significaba que todavía
era caliente, que sus publicistas y agentes seguían haciendo su trabajo. Que la
siempre presente bestia estaba siendo alimentada y queriendo más. Que tenía un
poco más de tiempo antes de que fuera olvidado. Eso no significaba que le gustara.
La invasión. El acto.
Descargó su agresividad en el auto, tomando las curvas de Hollywood Hills
más rápido de lo necesario, el auto italiano manejando el desafío, la parte de atrás
solo derrapando un segundo antes de agarrarse al asfalto y arrancando más rápido.
Para cuando se detuvo en las puertas de su recinto, su corazón latía con fuerza, su
boca estirada en una amplia sonrisa. Esto era lo que necesitaba. El riesgo. La prisa. El
peligro. A ella también le gustaría. Estaban cortados con el mismo patrón; una de las
cosas que los hacía funcionar. Dejó el auto en neutro frente a la casa, y corrió
escaleras arriba, sus manos en sus bolsillos, un trío de amas de casas pasándolo, sus
murmullos corteses siguiéndolo por las escaleras.
Tres años. Había vivido aquí por tres años y todavía era tratado como un
objeto. Por su personal, por su equipo. En ocasiones, por su esposa. Entró a la casa y
la vio a través de la ventana trasera, en la piscina.
Una sesión de fotos. Gimió, deseando un tiempo a solas con ella, para darle el
auto, un momento sin asistentes y cámaras, un momento que no iba a suceder
ahora. Ella se levantó en una roca que él nunca había visto, una puesta en la zona de
la piscina, su espectacular cuerpo completamente expuesto bajo las luces, el traje lo
suficientemente fino que sus pezones eran visibles, sus oscuros brotes haciendo
que sus ojos se agudicen, enfocándose en todos los fotógrafos presentes. Todos
hombres, uno de ellos riendo en su oído mientras le extiende aceite a través de sus
hombros. Sus ojos se encuentran con los suyos a través de la distancia, demasiado
lejos para que él los interprete, la única indicación siendo su barbilla al alzarse
ligeramente, así que él levantó una mano, una sonrisa cruzando su delicado rostro.
Cinco semanas juntos, eso era todo lo que tenían. Y luego ella se estaría
dirigiendo a África, y él se dirigiría a Nueva York. La historia de su matrimonio.
Pedazos de tiempo robados entre vidas separadas.
Tal vez él conduciría un poco más. Consumir un poco de tensión. Porque en
este momento, por cualquiera que sea la razón, estaba enojado. Tal vez era el hecho
que, después de medio año separados, él había llegado a casa para encontrar a su
esposa en pantalla. Cuando todo lo que quería, todo lo que había estado esperando
hacer, era arrojarla contra la pared y sacar cada necesidad latente y deseo que había
tenido por los últimos seis meses. Recordándose la forma en la que ella sabía. Cómo
15
Página
gemía. Cómo él podía hacerla gemir. Sin otros a su alrededor. Abrió la puerta
delantera y volvió a bajar corriendo hacia su auto nuevo.
16
Página
4
Traducido por âmenoire
S
aqué un pollo de la nevera y lo coloqué en el fregadero, echándole
agua por encima para terminar de descongelarlo. Volviéndome a
Bennington, lo atrapé estudiando nuestra casa.
—¿Te gusta lo que ves?
—Es muy hogareño —dijo alegremente, tomando asiento en una de las sillas
del comedor.
Escondí mi sonrisa con un giro hacia el fregadero.
—Cuéntamelo todo, Bennington. ¿Qué necesitas en Quincy? —Abrí la puerta
del congelador, agarrando algunas bolsas de verduras.
Hubo un último momento de duda antes de que hablara, sus palabras
repentinamente atropelladas, la cadencia femenina enmascarada por una vivacidad
que reflejaba a una gran ciudad.
—Soy de Envision Entertainment. Soy un explorador de ubicaciones.
Necesito conseguir locaciones para…
—La película —terminé por él, dejando a un lado el pollo y llenando una olla
grande, orgullosa de mí misma por tener al menos una pieza de información.
—Sí. —Parecía sorprendido—. ¿Cómo es que…?
—Todos lo hemos sabido desde el día en que el alcalde fue llamado —dije
secamente—. Bien podrías haber puesto un cartel en la 301.
—Entonces no debería ser un problema —dijo con entusiasmo—. Si todo el
mundo sabe que se acerca una película, entonces solo voy a acercarme a las
plantaciones…
Interrumpí su respuesta entusiasta con un movimiento rápido de la cabeza.
—Nadie va a dejar que filmes en su casa.
Eso lo detuvo en seco, su rostro volviéndose un interesante matiz de gris
colisionando con sus reflejos rubios.
—¿Por qué no?
21
Página
—¿Por qué lo harían?
—¿Dinero? ¿Fama? ¿Derecho para alardear?
Me reí.
—En primer lugar, nadie en Quincy necesita dinero; excluyendo tu presente
compañía, por supuesto. E incluso si necesitaran dinero, que no es así, no lo
divulgarán al permitir que tus equipos de filmación se hagan con sus plantaciones.
—Conté el primer punto con los dedos—. En segundo lugar, esto es el viejo sur. La
fama no es una cosa buena. Tampoco lo es el derecho para alardear. Cuanto más
alardeas, más te exhibes; eso es un signo de debilidad, de inseguridad. Puedes ver
su verdadera riqueza por su confianza, su gracia. La gente aquí no muestra su
riqueza, la disimulan. La codician.
El hombre me miró como si yo hablara en griego.
—Pero todas las mansiones —farfulló—. Las grandes puertas, los
diamantes… —Sus ojos se movieron en torno a mi humilde morada, como si mi
raído espacio mantuviera alguna prueba en cuanto a su punto.
—Todo es riqueza antigua —dije, agitando una mano con desdén—. Las
compras fueron hechas cuando eran productores de algodón con dinero nuevo.
Antes, cuando la Coca-Cola era algo grande y todo el pueblo celebró su riqueza
juntos. Eso fue hace casi cien años. Dos generaciones atrás. ¿Has visto alguna
construcción nueva en la ciudad? ¿Rolls Royce con aire acondicionado y radio por
satélite? —Esperé, cerrando el grifo del agua y colocando la olla en la estufa.
—Entonces, ¿qué hago? Necesito una mansión. Preferiblemente dos. ¡Otras
quince locaciones en las que grabar! —Su voz chirriando, metió una mano
temblorosa en su bolsillo y sacó una botella de medicación, teniendo todo un
ataque de pánico sin una sola arruga en su frente. Observé fascinada y combatí la
urgencia de pincharla y ver si se movía.
—Parece que… —dije lentamente, tomando un vaso y llenándolo con
agua—, necesitas una fuente local. Alguien que Quincy conozca y en la que confíe.
Alguien que pueda fijar como objetivos a los propietarios que podrían ser
convencidos. Alguien que maneje las negociaciones con los proveedores, hoteles y
funcionarios locales de la ciudad.
—Pero ese es mi trabajo —protestó él débilmente, aceptando el vaso de
agua, su garganta estremeciéndose a medida que tragaba.
—¿Y qué te están pagando por eso? —Me incliné hacia atrás y crucé los
brazos, mirando fijamente a Ben esperando que se derrumbe. En realidad no había
esperado que se derrumbe. Había esperado que se quite ese traje afeminado y pase
por alto la pregunta. Pero estaba equivocada y luché por mantener oculta la
sorpresa de mi cara cuando respondió.
22
Página
—Unos ciento veinte —dijo remilgadamente, cruzando las piernas y
estirando la tela de sus pliegues, como si estuviera recuperando cierta apariencia de
compostura al derramar sus secretos.
—¿Mil? —Ni siquiera debería haber preguntado; era una pregunta estúpida
con una respuesta obvia. Él no estaría sentado en mi mesa arañada por el precio de
una aspiradora.
—Sí. Pero eso es por cinco meses de mi tiempo. Las negociaciones, gestión
de trámites burocráticos, el…
—Lo haré por veinticinco, en efectivo. —Di un paso adelante y tendí la mano,
mi expresión serena, con una mirada de póquer en toda su fuerza.
—Quince —respondió, poniéndose ya de pie y mirando mi palma extendida.
—Veinte. —Lo miré fijamente—. Recuerda, soy la única esperanza con la que
cuentas.
Extendió la mano con una sonrisa y la sacudió, su agarre más firme del que
esperaba.
—Trato hecho.
Apreté su mano y le mostré mi propia sonrisa. Pero, ¿entre tú y yo? Lo habría
hecho por quinientos dólares.
23
Página
7
Traducido por martinafab
B
en se estaba alojando en el Wilson Inn, un error, pero uno del que no
lo culpaba. Quincy tiene dos opciones principales: el Wilson Inn, un
motel de tres estrellas, y el Budget Inn, un lugar en el que mis
cucarachas volverían sus narices. Lo que yace por debajo del radar del Internet son
nuestros hostales, siete de ellos en un propio radio de kilómetros cuadrados en
Quincy. Le dije que haga las maletas y le reservé una habitación en la Casa de Raine,
el más bonito de nuestros hostales. Fijamos una fecha para las ocho de la mañana
siguiente en la cafetería en Myrtle Way. Le dije que lleve el dinero en efectivo y yo
llevaría los nombres.
A la mañana siguiente, sobre una mesa de linóleo agrietado, le enseñé un
poco del sur a Ben en forma de sémola y salsa. Y él me enseñó el valor de cinco mil
dólares de Hollywood en forma de billetes verdes y crujientes. Trabajamos durante
cuatro horas, finalizando el encuentro con un plan de juego claro y un horario para
la próxima semana. Él se marchó en su auto de alquiler, y yo empecé a llamar los
nombres en nuestra lista.
No era fácil de vender. Di mi nombre en Quincy y una típica cara de clase alta
se cerraría con disgusto. Luego intenta sacarles un favor y bien podrías estar
cavando entre las rocas con un tenedor de plástico. Pero yo conocía mi lugar.
Cambié de formas y jugué débilmente. Me arrastré y besé nalgas arrugadas y me
aseguré que se sintieran superiores. Y le conseguí a Ben cuatro citas de veinte
llamadas realizadas. Colgué el teléfono un par de horas más tarde con una sonrisa
cansada, feliz con el resultado. Era más de lo que había esperado de Quincy. Tal vez
tres años había sido tiempo suficiente, tal vez el barro en mi cara estaba empezando
a desaparecer.
O tal vez, entre la película y el dinero en efectivo, algunos residentes de
Quincy estaban dispuestos, durante sólo un momento rápido, a pasar por alto mis
pecados.
24
Página
8
Traducido por Jo
—S
eñor Masten, cuéntenos sobre su esposa.
—Estoy bastante seguro que la conoces. —
Él sonrió, y la mujer se sonrojó. Cruzó y luego,
volvió a cruzar sus piernas.
—¿Cuándo supiste que Nadia Smith era eso para ti?
—Nos conocimos en el estudio de Ocean Bodies. Nadia era la Chica del Bikini
Número 3 o algo así. —Él rió.
—Y tú eras Cole Masten.
—Sí. Entré en mi remolque un día y ella estaba acostada en la cama en un
bikini de tirantes. Creo que allí fue probablemente cuando lo supe. Cuando vi a esta
hermosa morena, sin un rastro de desconfianza, acostada en esa cama como si
perteneciera allí. Va a matarme por contar esta historia.
—¿Y eso fue todo?
—Tracy, has visto a mi esposa. Realmente no tenía oportunidad.
—Ahora han estado casados por casi cinco años, lo que, en Hollywood, es
toda una hazaña. ¿Cuál le dirías a tus lectores que es tu mejor consejo para un
matrimonio exitoso?
—Esa es una difícil. Pienso que muchos elementos hacen un matrimonio
exitoso. Pero si tuviera que elegir uno, creo que la honestidad es crucial. Nadia y yo
no tenemos secretos entre nosotros. Siempre hemos dicho que es mejor solo decir
las cosas y lidiar con ellas, sin importar las consecuencias.
—Creo que eso es genial. Gracias por su tiempo, señor Masten. Y buena
suerte en The Fortune Bottle.
—Gracias, Tracy. Siempre es bueno verte.
25
Página
9
Traducido por Jo
M amá y yo teníamos una rutina, nuestra vida era una máquina bien
aceitada que funcionaba. En las noches yo cocinaba la cena, ella
lavaba los platos y limpiaba. En los fines de semana, cocinábamos
juntas. La mayor parte de nuestra vida social se centraba en cocinar, cultivar o
comer. Pero así era la vida, especialmente para una mujer en el sur. Otras mujeres
podían ofenderse por eso, pero a mí me gustaba cocinar. Y amaba comer. Y nadie
hacía comida que se comparaba con lo que salía de tu propio jardín y cocina.
Entendía que vivir con mamá no era el concepto más sensual alrededor.
Sabía que algunas personas lo encontraban extraño. Pero siempre nos habíamos
llevado bien, y gracias a nuestros limitados ingresos, necesitábamos la asistencia
financiera de la otra.
Mamá se había quedado callada desde que yo había obtenido el trabajo con
Ben. No le había contado sobre el dinero todavía, pero podía sentir las alas de mi
libertad flexionándose, empujando los huesos de mis hombros.
Necesitaba contarle del dinero.
Necesitaba contarle de mi plan, no que ya hubiera formulado uno.
Necesitaba contarle que me iba.
Necesitaba saber que, pronto, estaría sola.
Podía escucharla moviéndose en su habitación, escuchar los arañazos de los
colgadores en la barra, su suelo crujiendo. Era un buen momento para decirle, tan
bueno como cualquiera. Doblé la esquina de la página que estaba leyendo y cerré el
libro, antes de dejarlo sobre la mesa.
Su puerta estaba abierta, así que me incliné contra el marco de la puerta y la
observé, su cabello húmedo y en ruleros, su camisón pegado a sus piernas, sus pies
pálidos, con unos dedos que nadie más que yo vería pintados de rojo oscuro. Ella me
miró cuando se giró hacia la cama, la ropa limpia a medio repartir, sus dedos
revisando la pila y sacando calcetines.
—La película —comencé—. Ya sabes… mi trabajo con Ben.
—¿Sí? —Emparejó dos calcetines con una rápida eficiencia y los enrolló.
26
Página
—Obtendré un montón de dinero de eso. Suficiente para…
—Dejar el pueblo. —Bajó el rollo de calcetines y me miró.
—Sí. —Dejarla a ella. Esa era realmente la raíz del problema, e intenté
encontrar las palabras para explicar…
—No te preocupes por mí. —Rodeó la cama y caminó hacia mí—. Eso es lo
que estás haciendo, ¿cierto? ¿Sintiéndote culpable?
—Podrías venir —ofrecí—. No hay nada aquí…
—Summer. —Me detuvo, poniendo una mano firme en mi brazo—. Vamos a
sentarnos en el porche.
Apagamos la luz del pórtico delantero en un intento de alejar los mosquitos,
la luna nos alumbró a través de cientos de plantas de algodón. Extrañaré nuestro
pórtico. Pensé acerca de eso mientras me sentaba en una de sus mecedoras, la
tensión dejando mis hombros con el primer empuje de mi pie contra la baranda.
Estaba tan caliente como el infierno aquí afuera, la batalla contra los zancudos una
pelea constante, pero aun así. Había algo en la soledad absoluta que amaba. Me
traía a tierra, calmaba cualquier ansiedad en mis huesos.
—Quincy fue un gran lugar para que crezcas, Summer. —Las palabras
flotaron desde su mecedora, el crujir de su silla moviéndose de ida y vuelta junto a la
mía—. Las personas aquí son buenas. Sé que a veces, con la manera en la que has
sido tratada, es difícil verlo, pero…
—Lo sé —dije quedamente, y las palabras salieron en un nudo. Aclaré mi
garganta y hablé más alto—. Lo son. —Lo decía en serio. Nunca había conocido otro
lugar, pero entendía, profundo en mis huesos, la belleza del pueblo, de la gente que
vivía allí. Aún con el odio contra mí, el desdén que podía sentir en sus miradas, este
pueblo me amaba aun así porque era una de las suyas. Una hija bastarda, sí. Una no-
nativa, claro. Pero no había una persona en nuestro condado que no se detendría a
ayudarme si mi auto se averiara en medio de la carretera. Ni un alma que no rezaría
por mí en la iglesia si me sentía enferma. Si mamá perdía su trabajo mañana, nuestro
refrigerador estaría lleno de cacerolas y nuestro correo lleno de donaciones. No
creía que hubiera muchos lugares en este país que fueran así. Pensaba que hacía
falta un pueblo de cierto tamaño, de una cierta mentalidad, para que fuera así.
—Fue un gran lugar para crecer —repitió—. Pero ahora eres una mujer. Y
necesitas encontrar tu propio lugar. Sé eso. No sería una buena madre si intentara
contenerte. Solo lamento no poder ponerte, financieramente, en este camino
antes.
—Pude haberme ido antes, mamá. Muchas veces. —Y podría haberlo hecho.
Podría haber obtenido un trabajo en Tallahassee. O tomado ventaja de la Beca
Esperanza e ir a Valdosa State o al Georgia Southern. Obtenido préstamos
estudiantiles y hecho mi propio camino. No sabía realmente por qué no lo hice. Solo
27
Página
que nunca se sintió correcto. Y mi deseo de irme de Quincy nunca fue tan fuerte
para apurar la acción. Luego Scott y yo comenzamos a salir, y cualquier
pensamiento de irme quedó desechado. Es curioso cómo el amor podía dar vuelta
tu vida en una dirección completamente nueva antes de siquiera darte cuenta de lo
que ha pasado. Y luego te das cuenta, que no te importaba porque el amor era más
grande que tú y tus deseos.
Nuestro amor había sido más grande que yo. Eso es lo que había hecho el
derrumbe tan devastador.
—¿A dónde irás? —La voz de mamá era tranquila, como si no hubiera
tomado su mundo para romperlo en dos.
—No lo sé. —Era la verdad. No tenía idea de a dónde iría—. ¿Quieres venir?
Sentí su mano encontrar la mía, su agarre fuerte y amoroso.
—No cariño. Pero siempre tendrás una casa aquí, conmigo. Dejemos que eso
te dé la confianza para tomar riesgos.
Era un sentimiento dulce. Continué sosteniendo su mano, nuestras
mecedoras se movían en sincronía e intenté descifrar cuánto, de los vente mil, podía
prescindir y cuánto le duraría esa pequeña suma a ella.
28
Página
10
Traducido por MaEx
C
ole Masten se acomodó en el asiento de su Bentley y tomó su celular.
Marcó el número de su esposa y presionó un botón, enviando la
llamada a través del bluetooth. Escuchó el timbre del teléfono a través
de los altavoces y salió del aeropuerto de Santa Mónica, en dirección hacia el norte
por la Avenida Centinela hacia su casa. El tiempo que había pasado en Nueva York
había sido un infierno. Medio promocional, medio productivo… al menos había
hecho algunos avances en The Fortune Bottle. Por primera vez desde que se inició
en este negocio, se sintió emocionado por algo. Tal vez era el arriesgar su dinero en
el bote. Tal vez era el pensamiento del control total: del casting, de la dirección, del
marketing. El control total era una rareza en Hollywood, una rareza que le había
costado financieramente. Pero todo iba a amortizarlo, con intereses, cuando llegara
a la taquilla. Esta película sería enorme, lo sabía, lo había sentido desde que había
escuchado por primera vez de la tranquila ciudad llena de millonarios.
El correo de voz de Nadia sonó, así que terminó la llamada, zigzagueando
entre los autos más lentos mientras se acercaba a casa. Si ella no estaba en casa, lo
estaría pronto. Él se las había arreglado para terminar su día antes, para darles al
menos un día más juntos antes de irse a Georgia. Solo seis semanas hasta que la
grabación comience. Encendió la radio, tamborileando los dedos sobre el volante
mientras reducía la marcha y superaba a un camión. Mandaría al personal lejos tan
pronto como llegara allí para que les dieran un poco de intimidad.
El cielo estaba oscuro para cuando llegó a la estrecha curva de su calle,
pulsando el botón y abriendo la puerta. Vio el Ferrari de su esposa estacionado en el
garaje y sonrió. Estacionó de un tirón en su plaza y saltó, sus dedos ansiando tocar
su piel, inhalar su aroma, empujarla sobre la cama. Caminó por el sendero lateral, la
piedra desnivelada bajo sus zapatos, la iluminación del paisaje iluminando las altas
palmeras de manera dramática a medida que avanzaba hacia la puerta trasera.
Cuando entró en la casa, estaba tranquilo y oscuro. Se detuvo en la cocina,
vaciando los bolsillos en el mostrador y quitándose la chaqueta. Había una nota para
Nadia en el gran mesón central de mármol, una de Betty, la ama de llaves. La miró,
luego levantó la cabeza, el sonido de la ducha encendiéndose por encima de él.
29
Página
Saltándose el ascensor, corrió por las escaleras, con una sonrisa en su rostro
a medida que llegaba a la segunda planta. Fue una voz extraña lo que detuvo su
sonrisa, la risa era claramente masculina, así que abrió la puerta lentamente, la luz
del pasillo derramándose en el dormitorio oscuro, la luz del baño iluminando de
manera clara el fin de su matrimonio.
Las manos de Nadia estaban en el mostrador. Él siempre había amado sus
manos. Sus dedos delicados, que habían tocado el piano cuando era niña. Eran muy
diestros. Esa noche, su esmalte era de un color marrón oscuro. Las uñas haciendo
juego con el granito donde estaban clavándose.
La cabeza de Nadia estaba inclinada hacia abajo, con la boca abierta
formando una O de placer, la cabeza del hombre en su cuello, diciendo algo contra
su cabello. Iba descalza y tenía las piernas extendidas, empujándose de puntillas,
una posición que elevaba su hermoso culo. Las manos del hombre agarraron ese
culo.
—Me encanta tu culo —susurró Cole, su boca mordiendo la piel.
—Por supuesto que sí —dijo ella riendo, rodando sobre su espalda,
destrozando su vista.
—Por la presente lo reclamo como mío.
Ella se apoyó en los codos.
—Uh, uh, uh. Este culo pertenece a mi futuro marido.
—Entonces déjame poseerlo.
Ella inclinó la cabeza hacia él, una pregunta en su sonrisa.
—Sé mi esposa, Nadia. Permíteme adorar tu santuario hasta que me muera.
—Bueno, señor Masten, ¿cómo puedo decir que no a eso?
El hombre empujó sus caderas hacia delante, y él escuchó el jadeo de Nadia.
Vio la flexión de sus brazos mientras empujaba contra él.
Cole entró en el dormitorio, su cabeza golpeteando salvaje, su pecho
apretado. El sonido de sus pies en la alfombra sonando atronadores, pero la pareja
no se volvió, su esposa no lo escuchó, no se dio cuenta. Tal vez porque estaba
demasiado ocupada gimiendo, su cabeza elevándose y cayendo de nuevo contra el
hombro del sujeto, una de sus hermosas manos dejando el mostrador y
agarrándose al espejo, apoyándose contra él.
—Dime que nunca me dejarás —susurró Cole las palabras contra su cuello
mientras besaba la piel allí.
—¿Nunca? —Sus ojos se abrieron con indecisión simulada—. Nunca es mucho
tiempo, señor Masten.
30
Página
—Dime que siempre serás honesta conmigo. Dime que nunca me dejarás sin
dejarme arreglar cualquier asunto primero. —Él se levantó de su cuello y se cernió
sobre su cara.
Ella empujó contra él con una sonrisa.
—Hombre tonto, nunca tendremos problemas. Soy una mujer anti-problemas.
—Todas las parejas tienen problemas, Nadia.
—Nosotros no —susurró ella, separando sus piernas debajo de él, sus suaves
piernas envolviéndose alrededor de su cintura y tirando de él con más fuerza.
—¿Nunca?
—Nunca.
No sabía cómo el elefante había llegado a su mano, su cuerpo de cerámica
pesado mientras lo miraba con una expresión pacífica. Era una pieza budista, algo
que Nadia trajo de la India, su decorador encontrando “el sitio perfecto para
exhibirlo” por él, uno que se encontraba a la derecha de la entrada del baño. Pero
reconoció, cuando cerró sus manos alrededor de la figura, que la furia se empujaba
con fuerza en sus venas. Una furia que no había sentido en mucho tiempo. No
desde que era un adolescente con las hormonas fuera de control. Ahora, como un
hombre adulto, Cole avanzó de la habitación en la penumbra al baño iluminado con
el elefante en mano, en ambas manos, porque para ser un animal pacífico, la cosa
era pesada. No demasiado pesado para distraerlo de las palabras del hombre, una
proclamación repugnante de emoción. No demasiado pesado para ahogar la
respuesta de su esposa, diciendo las tres palabras que iban a ser sagradas solo para
ellos, por siempre jamás. Sintió la delgada cadena del control rompiéndose mientras
balanceaba el elefante pesado, de izquierda a derecha, golpeando el hombro…
—Dime que no te irás nunca.
… y luego chocando contra la cabeza…
—Nunca.
… del extraño follándose a su esposa.
El hombre cayó al suelo de mármol de Cole, y el grito de Nadia fue tan fuerte
que dolió.
31
Página
11
Traducido por MaEx
34
Página
12
Traducido por AnnaTheBrave
L
a policía y el personal de emergencia fueron llamados a la casa
en Hollywood Hill West de Cole Masten y Nadia Smith el
sábado por la noche, aproximadamente a las 7 p.m. Poco
después de su llegada, una ambulancia partió dirigiéndose al Hollywood
Presbyterian Medical Center donde Jordan Frett fue admitido en la Unidad
de Cuidados Intensivos, su cabeza envuelta en algunos paños empapados
en sangre. No se realizó ningún arresto al cierre de esta edición, pero la
policía se quedó en la residencia de los Masten hasta casi la medianoche,
los fotógrafos obstruyendo la estrecha calle que lleva a la casa. “Había tantos
paparazis, que no pudimos pasar a través de ellos”, dijo Dana Meterrezi, residente
de Hollywood Hill. “Era una multitud de cámaras y personas, todos reunidos en la
puerta de los Masten, algunos intentando escalar la cerca. Vi a la policía intentando
arrestar a tres de ellos, solo en los tres minutos que me tomó pasar”. Un total de once
paparazis fueron arrestados, acusados de intrusión y allanamiento.
Los rumores han recorrido Hollywood, la representación de ambas
partes negándose a comentar. Lo único que hemos obtenido ha sido del
mismísimo Jordan Frett, quien dijo en su cama de hospital: “Nadia Smith es
una mujer increíble”. Frett es el director del actual proyecto de Smith, una
comedia romántica situada en Sudáfrica. Por qué Frett estaba en la casa de
los Masten es desconocido.
Los Masten han estado casados por cinco años.
35
Página
13
Traducido por AnnaTheBrave
38
Página
14
Traducido por AnnaTheBrave
C
uando desperdicias media década de tu vida con alguien, el final
debería ocurrir a modo personal. Cara a cara, mano a mano. Las
palabras saliendo de unos labios que ya has besado, lágrimas visibles
en las mejillas. No debería ser fácil; debería ser doloroso y honesto; debería tomar
horas en lugar de minutos; debería envolver gritos, sollozos y discusiones, pero
debería ser substancial. Un momento meditado y resulto. No el casual y simple acto
de un extraño entregándote un sobre legal.
Cole estaba en el gimnasio bajando las escaleras cuando llegó, sobre su
espalda, sus brazos esforzándose por alzarse, su tercera serie casi terminada
cuando la puerta se abrió. Se quedó mirando el techo, y trabajó en las repeticiones
restantes, su aliento jadeando con cada empuje hacia arriba, su mente pensando en
lo que iba a decir, y cómo iba a decirlo. La disculpa, eso era en lo que estaba
atorado. ¿Era necesario una disculpa cuando él había dañado a alguien a quien ella
se estaba follando? No era la follada el único problema. Follar no estaba permitido,
pero era entendible, la necesidad animal de un cuerpo de unirse a otro, millones de
años de instinto de supervivencia empujándose en sus venas ansiosas por procrear.
El problema era que no solo habían estado follando. Había sido una relación, un
engaño, su amante. Cole la había oído decir a la muy prostituta que lo amaba. Ese
era el problema. Y cientos de series no solucionarían el problema. Dejó la
mancuerna y se sentó. Miró en línea recta, con el pecho desnudo agitado, y se
sorprendió de ver a un hombre en la puerta. No era Nadia después de todo. Todas
las deliberaciones sobre qué decir, para nada.
—¿Qué? —gritó, su voz resonando en el gran espacio.
—Estoy con Benford, Casters y Sunnerberg, señor Masten. —Demasiados
nombres en una sola oración. Cole se secó la frente con cautela y vio a su asistente
de pie detrás del hombre, con el rostro tenso.
—¿Y?
—Solo vengo a dejar esto. —Levantó una impecable carpeta blanca. COLE
MASTEN estaba estampado en el frente como si hubiera sido hecho de esa forma, la
delgada carpeta era suficiente para contener cientos de dolores de cabeza. Una
demanda. Probablemente de ese jodido director. Estaba sorprendido que le hubiese
tomado tanto tiempo. Habían pasado casi cuatro días desde esa noche. Asintió
hacia Justin, y su asistente se adelantó.
—Yo la tomaré.
39
Página
—Necesitamos su firma de aprobación, señor Masten —dijo el extraño.
Cole levantó la mano y aceptó el portapapeles y la lapicera, su mano estaba
húmeda cuando se apoderó del instrumento, su firma descuidada en la parte
inferior del recibo. Lo levantó, ignorando las palabras de agradecimiento del
hombre. Recostándose en el banco una vez más, envolvió las manos alrededor del
hierro, sus palmas mordiendo la empuñadura.
—¿No vas a abrirlo? —dijo Justin desde la entrada.
Él no levantó la cabeza, no quitó la mirada del techo.
—Deja que Tony se encargue. Que lo resuelva con el idiota.
—Es de Nadia.
Eso hizo que su cabeza se alce y sus ojos encontrando los de Justin.
—¿El paquete? —La realidad no vino en un repentino estallido de
comprensión; sino que fue un amanecer lento. No es una demanda. Si no es una
demanda entonces…—. No. —Negó con la cabeza—. No.
—No lo he abierto, pero…
—Solo está enfadada. Avergonzada. Demonios, no sé cómo se sienten las
esposas que engañan. Pero ella no habría…—Se puso de pie, quitándole el sobre a
Justin de las manos. Sus dedos rasgaron el sello, sacando la gruesa pila de
documentos, grapados en la parte superior, con el sello ya presente de la corte,
torcidos al ser impresos, como si este documento transcendental no hubiera sido
digno de un sello colocado con rectitud. Jesús, los paparazis ya debían saberlo a
estas alturas, las noticias, su agente… pasó las primeras páginas—. ¿Owen ha
llamado? —Owen Phiss, su publicista. También el de Nadia. Cristo, ¿cuán
entrelazadas podían estar dos vidas?
Empujó los papeles hacia Justin y se alejó, sus manos apretadas en puños, su
mente tratando de ordenar muchas emociones a la vez, la oleada compitiendo por
el estrecho canal que era su cordura.
—Llama a Tony. Pásale esto. —Tony Fragetti, su abogado. Un abogado de
entretenimiento, no necesariamente la carta más fuerte ahora mismo. Sin embargo
Tony, como todo en la casa, en su vida, era también el abogado de Nadia—.
Detente. —Justin se detuvo, con el celular en mano, y levantó la vista—. Espera. —
Cole se acercó a la pared y puso sus manos sobre la superficie, sus dedos
empujando en el recubrimiento de las paredes acolchadas, y se preguntó, si lo
golpeaba, qué es lo que se rompería. Dejó salir un suspiro largo y controlado―. No
hagas nada. —Cuando las palabras finalmente salieron, tenían propósito y
dirección, así que se alejó de la pared y atravesó la puerta, tomando su botella de
agua del piso y terminándosela—. Voy a encontrar a Nadia.
40
Página
15
Traducido por HeythereDelilah1007
S
í, para una chica como yo, veinte mil dólares era demasiado. Más
dinero del que hubiera visto alguna vez. Suficiente para comprar un
boleto fuera de este pueblo, suficiente para tener mi propia casa lejos
de aquí, en una ciudad que no coronara a una nueva Princesa del Maní cada agosto.
Veinte mil dólares era suficiente para que me comprara un auto confiable, algo de
ropa con marquillas nuevas, una educación. Pero después de hacer cálculos
financieros cuidadosos, no era suficiente, no para poner propiamente a mamá en un
lugar nuevo, uno con pago de renta y depósito. Me detuve en la cocina y la miré
planchando, y me pregunté si realmente sería capaz de dejarla. De empacar mis
maletas y despedirme. Me pregunte qué tanto de su apoyo era una farsa y qué
tanto era real.
Necesitaba más para irme a Hollywood. Tanto como pudiera conseguir.
Agarré mis llaves del gancho y una soda de cereza del refrigerador.
—Voy a la ciudad —le dije—. Me voy a encontrar con Ben. Vuelvo después.
Ella me hizo un gesto con la mano, una sonrisa cruzando por su cara, sus ojos
aterrizando de vuelta en el cuello difícil de la camisa que tenía ante ella.
Ben y yo ya casi habíamos terminado. Todos los lugares habían sido
escogidos, los campos habían sido despejados para la construcción, el antiguo
estacionamiento Piggly Wiggly estaba rentado para los tráileres. Quincy no tenía el
alojamiento suficiente, el personal y el casting había reservado cada habitación de
hotel en las cinco ciudades circundantes: Tallahassee a solo cuarenta y cinco
minutos de distancia. Pero cuarenta y cinco minutos, según Ben, era demasiado, así
que el Piggly Wiggly era ahora una mini ciudad, llena de casas rodantes y caravanas
acomodadas tan cerca las unas de las otras que se veía como un campamento de
refugiados, si un campamento de refugiados estuviera lleno de casas rodantes de
un millón de dólares. Era hilarante. Era entretenido. Y era emocionante. Muy
emocionante.
Había sacudido las manos junto a Ben, examinado horarios de grabación y
visto presupuestos, cifras de renta y sumas de paga que hacían que mi mandíbula
cayera. Era un mundo que nunca antes había conocido, nunca había esperado
conocer, pero en el cual me encontraba repentinamente metida, plantada
tercamente junto a Ben como un tic que se negaba a irse. Y él no intentaba
41
Página
alejarme. Necesitaba mis contactos tanto como yo necesitaba la emoción. Nos
preparamos y nos preparamos para agosto, y llegué a anticiparlo con una emoción
ferviente así como también temía su llegada, porque eso significaba que nuestro
trabajo terminaría, y sería otra vez alguien observando desde afuera, mi nariz
presionada contra el vidrio, mirando el baile sin ningún boleto para entrar.
Faltaban cinco semanas. Necesitaba un boleto. Era hora de apoyarme en
Ben.
Él abrió la puerta en una bata; la banda muy apretada alrededor de su
cintura, mis ojos yendo al diseño monogramado en su pecho antes de soltar una
risita.
—Cállate —entonó él, girando sobre sus talones y moviéndose hacia la
habitación, sentándose en el escritorio, mi mano cerrando con cuidado la puerta
detrás de mí. Ethel Raine es la dueña de Raine House, una matriarca que considera
que los estornudos fuertes son ruidos dignos de desalojo.
—Solo me parece divertido que, al empacar para venir a Quincy, pensaste
que una bata elegante iba a ser necesaria. —Sonreí con satisfacción, lanzándome
sobre su cama meticulosamente tendida.
—Y yo pensé que era una norma del sur llamar antes de llegar —señaló,
levantando una ceja cuidadosamente delineada hacia mí.
—Bueno, tú solito arruinaste esa tradición —dije, levantando una de sus
almohadas y poniéndola detrás de mi cabeza―. No quería que te sintieras solo en
tu mar de pasos en falso.
—Qué amable de tu parte. —Hizo su mejor imitación de un acento sureño.
—Es la verdad, soy una señorita. —Recosté mi cabeza―. Hablando de eso,
¿cómo está yendo el casting por la zona?
Él atrapó en el aire el cambio de tema abrupto.
—¿Ya gastaste todo tu dinero?
Me encogí de hombros, rodando a mi costado.
—Solo espero conseguir un poco más.
—Una compañía a las afueras de Atlanta está encargándose de los papeles
de relleno. Escogiendo a palurdos auténticos de por allá.
Le hice una mueca.
—Debí haber sido más clara. Necesito un trabajo, no un papel en la película.
—¿Tienes alguna experiencia? ¿Con la iluminación, manejo de cámara,
vestuario? —gruñó cuando sacudí mi cabeza—. ¿Al menos trabajaste en alguna obra
escolar?
42
Página
—No. —Rodé hasta estar sentada―. Sigue pensando.
—Déjame llamar a Eileen Kahl esta tarde, una vez California esté despierta y
en movimiento. Veremos lo que tiene.
—¿Quién es ella?
—La AD. Asistente del director —añadió ante mi mirada en blanco―. Pero
probablemente estás entrando demasiado tarde al juego, Summer.
—Compraré café, lavaré la ropa, lo que sea —arrastré las palabras, sacando
mis pies de la cama.
—Voy a recordar eso cuando me llames, quejándote de mala gana por tener
que recoger la ropa interior usada de Cole Masten.
Le arrugué mi nariz.
—Está bien. Olvida lo del lavado de ropa. Aunque…—dije
pensativamente―. Apuesto a que la auténtica ropa interior usada de Cole Masten
valdría como cien dólares en eBay. Podría abrir un negocio secundario: La Tienda de
Ropa Interior Gentilmente Usada por Cole Masten. ¡El envío es gratis para todas las
órdenes! —Imité el alegre movimiento de manos de Ben, y él elevó sus cejas
remilgadamente hacia mí, como si fuera demasiado sofisticado y estuviera por
encima de mis actividades adolescentes―. Oh, por favor. —Puse mis ojos en
blanco—. Sabes que vas a extrañarme en Vancouver. —Odiaba sacarlo a la luz,
había evitado pensar en Ben marchándose, la escritura en la pared empezando a
manchar nuestro tiempo juntos. Ya casi habíamos terminado. Él no tenía por qué
quedarse cuando la filmación empezara. Recordé nuestro encuentro inicial, la
conversación en nuestra cocina. Cinco meses de su tiempo, había dicho. Cinco
meses que casi habían terminado.
Él me sorprendió al acercarse a mí y abrazarme, su agarre
sorprendentemente fuerte.
—Prométeme que te vas a bañar todos los días. Y lavar tu cara. Y usar ese
rímel Dior que te di.
Lo empujé mientras reía.
—Tengo otras cinco semanas contigo. Tiempo suficiente para que me salgas
con una mejor lista de promesas culposas a las que me obligues a aceptar.
Él sonrió y apretó el agarre de su bata.
—¿Quieres ir a la cafetería Jimmy para almorzar?
Me levanté.
—Claro. Me adelantaré y reservaré una mesa para nosotros. Voy a dejarte…
―Sacudí una mano hacia su atuendo―, vestirte.
43
Página
Él se burló de mi gesto.
—Hecho.
Boté mi soda en la basura antes de irme. Iba a extrañar a Ben. Iba a extrañar
nuestro trabajo. Iba a extrañar la energía y emoción de Algo Nuevo y Diferente. No
quería volver a una vida en la que los momentos más emocionantes eran cuando la
siguiente novela de Baldacci salía a la venta.
Troté bajando las escaleras y le sonreí a Ethel Raine, una mujer que se había
vuelto tremendamente más cálida conmigo desde que Ben y yo reservamos cada
habitación de su hostal por los siguientes cinco meses. Las habitaciones serían para
los directores, asistentes del director, productores, jefes de producción y
diseñadores, la gente clave que se merecía más que un camarote pero que no se
merecían una casa completa como Cole Masten y Minka Price, para los cuales
habían rentado las casas de los Kirkland y Wilson. Minka Price, si no tenía éxito en
salirse del proyecto, iba a traer a su familia, así que tenía la casa más “cómoda” de
las dos. Habíamos preparado/esperado/chillado porque Cole Masten trajera a Nadia
Smith, pero, por el último inconveniente de la ESTRELLA, ya no creo que pase. Ellos
habían terminado tanto como nuestro Rey de los Waffles después del Incidente de
la Vaca en el 97.
C
ole encontró a Nadia en La Península. No fue un trabajo enormemente
detectivesco, ya que era su hotel de elección. Se habían quedado allí
durante la renovación de la cocina, después de sesiones fotográficas
tardías, fiestas de Emmy y durante las mudanzas. Podía haberla encontrado hace
días, pero había tenido heridas que lamer y temía no poder ver su rostro sin gritarle.
Ahora, no tenía otra opción. No podía pasar por abogados, no cuando su relación
estaba en juego.
¿Podía superar esto? Esa era la pregunta con la que había luchado desde la
noche del sábado. Había habido rumores desde… bueno, siempre había habido
rumores. Pero era Hollywood. Maldición, los tabloides habían publicado historias
falsas de sus “aventuras” por los últimos cinco años. Así que había ignorado todo lo
que había sido dicho acerca de Nadia. Pero ahora, con la prueba de infidelidad
grabada en su mente, todo salió a la superficie. El AD en Madrid. Ese surfista en la
película de Pitt. El guardaespaldas que había renunciado el año pasado. ¿Cuántos
más había habido? ¿Y cuántos habían sido legítimos y no solo rumores?
Detuvo su auto de golpe, asintiéndole cortésmente al valet, sus pies sin
reducir la velocidad, su boca sin sonreír, todo enfocado en entrar e ir a su
habitación.
—Cole. —Cuando ella habló, el mundo se detuvo. Justo como lo había hecho
hace seis años, en el set de Ocean Bodies, cuando ella no era nadie, cuando él era el
más conocido del mundo, y aun así distraído por solo el susurro de su nombre. Cole
se detuvo en seco, girándose para verla de pie en el vestíbulo, su cabello en una
coleta, leggings ajustados con zapatillas deportivas, y una ajustada camiseta sin
mangas húmeda contra su pecho. Sus dedos ocupados cerrando una botella de
agua. Ha estado ejercitando. Recibió el pensamiento como ofensivo. Debería estar
acurrucada en una bola de tristeza en una gran cama acolchada, con sus rodillas
contra su pecho, la cara roja, y los pañuelitos acumulándose. La habitación al lado
46
Página
debería llamar para quejarse por el llanto, su asistente debería estar rondando cerca
con alcohol y chocolates, ninguno de los cuales debería ser capaz de calmar la
histeria. Sus mejillas no deberían estar brillantes, su pecho no debería estar
húmedo, ella no debería estar bien. Él la miró, ella lo miró, y el vestíbulo quedó en
silencio.
—Recibí los papeles. —Fue todo lo que pudo pensar en decir.
Ella tragó fuerte, y las delicadas líneas de su garganta se tensaron. Había
tenido una cirugía de cuello hace dos años, hizo que el doctor le estirara la piel.
Dependiendo de la posición en la que dormía, a veces él podía ver las cicatrices.
Cicatrices ínfimas, unas que ni siquiera verías si no supieras dónde buscar. Su
siguiente marido no sabría dónde buscar. No sabría que había tenido dos abortos y
que era alérgica a los mariscos. Su nuevo marido. ¿Ya estaba pensando de esa
manera? ¿Ya había perdido la pelea? Ella se enderezó.
—Vamos a algún lugar más privado.
Más allá del vestíbulo de La Península había dos salas de conferencia.
Entraron a la segunda, Cole cerró una de las pesadas puertas, la habitación quedó
oscura y vacía. Con la puerta cerrada, no llegaba luz, así que se quedaron de pie, a
unos metros alejados, y no dijeron nada. En otro tiempo, en otro lugar, estarían
arañándose, las manos de él estarían levantándola sobre una de las mesas, las de
ella tirando de su vestido, su corbata, su cinturón. Pero ahora, con todo entre ellos,
solo se pararon en la oscuridad.
—Lo siento, Cole. —Su voz flotó desde su silueta en la oscuridad, y
lentamente tomó forma, sus ojos en él, sus dientes mostrándose blancos mientras
mordía su labio inferior.
Él pestañeó, las palabras siendo inesperadas de una mujer que había hecho
una carrera al no pedir perdón por ninguna maldita cosa.
—Deberías haber llamado, no… —Movió una mano con frustración—. No
haber involucrado a los abogados.
—Se acabó. Nosotros… nosotros terminamos.
—No —susurró las palabras y dio un paso, encogiéndose de dolor cuando
ella dio un paso atrás—. Yo… —Interrumpió su siguiente oración antes de que se
escapara y muriera. Yo decido cuando hemos terminado. Debería ser el que tome las
decisiones, el que elige nuestro destino. Eso era lo que había empezado a decir.
Palabras tontas, frases tontas. Especialmente cuando trataba con una mujer como
ella.
—Ya no te amo. —Ella bajó la mirada, un pedazo plateado del broche de su
coleta balanceándose en la oscuridad—. No sé si realmente lo hice. Amarte, quiero
decir. Creo que solo amaba la idea de ti, de COLE MASTEN. Pero ahora…
47
Página
—Somos iguales —dijo oscuramente. Y los iguales no se completaban con el
juicio confuso del estrellato. Fue su nominación a la Academia, eso era lo que
probablemente lo hizo, los cambió. Había estado tan ocupada desde entonces,
apenas en casa, apenas de humor.
—Sí. —Levantó la cabeza—. Lo siento.
Él cerró sus ojos y no dijo nada. Dio un paso atrás y se alejó, necesitando
espacio, necesitando distancia, queriendo otra oportunidad en toda esta
conversación, relación, vida.
—Y no es personal. —Estaba hablando de nuevo, diciendo cosas, así que él
intentó volver a concentrarse, intentó encontrar a su mujer, sus palabras y
entenderlas—. Solo será más simple lo del papeleo si hacemos que los abogados se
encarguen de eso.
—Prenupcial —escupió la palabra. Habían atravesado esa batalla después
del compromiso, la pelea continuó hasta la semana antes de la boda. Todo había
sido declarado clara y simplemente en un documento de cien páginas.
—No apoyaré The Fortune Bottle a menos que me pertenezca la mitad. —Allí
estaba. El tono familiar en su voz con el que un hombre podía saltar.
—¿Qué?
—Jesús, Cole, ¿ni siquiera leíste el acuerdo? —En la oscuridad, sus brazos se
movieron como alas de dragón.
—Ilumíname.
—Nuestro prenupcial expresaba que cada uno se iba con lo que empezó,
además de cualquier ganancia que acumulara durante nuestro matrimonio, menos
cualquier bien conjunto.
—Estoy feliz de que sea tan familiar para ti. —¿Cuánto tiempo había estado
planeando esto?
—Estamos pidiendo que The Fortune Bottle sea un bien conjunto.
—Pero no lo es. —Esto era estúpido. The Fortune Bottle era un libro que él
había leído, una opción que él había adquirido con sus cuentas, diez millones en
costos de preproducción pagados desde esas mismas cuentas. Nadie lo consideraría
un bien conjunto. Aun así, había un nudo en su estómago.
—Yo creo que lo es. Y Tony está de acuerdo conmigo. —Tony. Así que, en
esta división, ella se había quedado con el abogado. Genial.
El acuerdo prenupcial había puesto los bienes conjuntos en una categoría
propia, una donde una sesión de mediación determinaría quién obtiene qué. El
problema era que Nadia sabía lo que un filme exitoso traía. Se habían sentado en las
sillas de actores por tanto tiempo, observando mucho dinero ir a los estudios.
48
Página
Ahora, con The Fortune Bottle, todo sería diferente. Un presupuesto de sesenta
millones, ingresos de seiscientos millones… allí era de donde venía todo el dinero. Y
ahora, con su corazón rompiéndose frente a ella, era lo que ella quería discutir. Cuán
rápido había superado su disculpa. Similar a cuán rápido había superado su
matrimonio.
Dio un paso atrás, dándose vuelta, girando la perilla, y moviéndose hacia la
luz del vestíbulo, iluminado por los chasquidos de cientos de flashes de paparazzi.
Él se abrió paso a través de la multitud, la seguridad del hotel apareciendo y
empujándolo hacia delante. A Nadia le gustaban las cámaras, que ella se encargara
de eso. Cuando llegó al frente, su auto estaba esperando, y se inclinó dentro,
cerrando la puerta de golpe detrás de él.
La palanca de cambios de cuero se sentía caliente contra su mano, la empujó
y condujo hacia la abarrotada calle, sus dedos rápidos en su teléfono. Maldito
tráfico de Los Ángeles. Necesitaba una calle abierta, algo en donde poner su auto al
máximo, preferiblemente una que terminara en un acantilado.
—Hola.
—Justin, necesito un abogado de divorcio. Uno con dientes. Encuentra a ese
tipo que le acaba de conseguir todo a la ex de Michael Jordan.
—Solo un segundo. —Podía escuchar el golpeteo de unas teclas, el sonido
de la productividad, y su estrés disminuyó un poco. Luego escuchó el sonido de una
bocina, Cole viró para esquivar a un idiota, y sintió el estrés regresar. Tal vez iría a
Georgia antes de tiempo. Alejarse de una puta vez de este pueblo, alejarse de Nadia,
lejos de todo. Hablar con personas que, por una vez, no tuvieran palos en sus
traseros.
Justin volvió a la línea.
—La buena noticia es, que lo encontré. La mala noticia es, que vive fuera del
país y su sitio dice que no está aceptando clientes. Oh… espera. —Allí estaba el
furioso sonido de teclas—. Veo un número de oficina en Florida. Déjame llamarlos y
ver qué puedo hacer.
—Obtenlo. No me importa cuánto dinero le ofrezcas, solo hazlo. Quiero
hablar con él hoy.
—Te enviaré su contacto ahora mismo, y haré que te llame al final del día.
—Déjale saber que lo traeremos hasta acá. Mañana si es posible.
—Lo intentaré. —Una respuesta extraña de un hombre que podía hacerlo
todo—. Te enviaré el contacto ahora, pero no llames a la oficina hasta que haya
hablado con ellos.
49
Página
—Gracias. —Vio una apertura en su dirección y la tomó, con el auto saltando
a la acción, el sonido de una bocina sonando mientras metía el exótico auto entre
dos vehículos―. Encontrémonos en la casa. —Cole terminó la llamada y abrió el
mensaje de Justin, viendo la tarjeta de contacto.
Brad DeLuca. Firma de Abogados DeLuca.
El abogado. Guardó el contacto y luego lanzó el teléfono al asiento del
pasajero, virando la pista más lejana y acelerando a fondo.
50
Página
17
Traducido por AnnaTheBrave
53
Página
18
Traducido por BookLover
58
Página
19
Traducido por Dee
60
Página
20
Traducido por Dee
J
ustin Hitchins recibió la llamada cuando estaba en Sunset Boulevard,
saliendo de Coffe Bean con un expreso doble, un bagel de trigo con
queso crema ligera y un contenedor de fresas en rodajas. Detuvo su
paso en la calle llena de gente, retrocediendo dos pasos, hasta que estuvo a salvo
fuera de peligro, entre dos autos estacionados en paralelo. Alcanzó su celular, casi
dejó caer todo, y luego miró a su alrededor, depositando cuidadosamente el
expreso en el capó del Mercedes negro a su derecha. Buscando en su bolsillo,
respondió el celular un momento antes de que fuera al correo de voz.
—Buenos días.
—Este tipo es un maldito lunático —siseó Cole Masten, su voz a nivel de un
susurro.
—Es lo que querías. ¿Vistes el expediente que te envié con su lista de casos?
Nunca ha perdido…
—Vamos al aeropuerto en este momento, Justin. —Escuchó un golpe sordo
a través de la línea—. Quiere que vaya a Quincy ahora mismo, que salga de LA. Y que
llame a la empresa de producción, vamos a mantener el programa original, sin
retrasos en el rodaje.
No era un mal plan por completo, viendo la trayectoria que la vida de su
empleador había tomado recientemente, pero Justin se tragó esa opinión ante las
cuestiones más urgentes.
—¿Vas al aeropuerto ahora mismo? —Tendría que llamar al vigilante, ver si la
casa de Cole estaba lista para su ocupación, ver si sus restaurantes locales tenían
una lista de comidas aprobadas, ver si… su mente saltó obstáculos, se movió a
través de multitudes, y tuvo un ataque de pánico menor, todo en los tres segundos
que le llevó a Cole Masten responder.
—Sí, ahora mismo. Te lo dije… un lunático.
—¿Por qué estás susurrando? —El Cole que conocía, para el que había
trabajado durante más de trece años, se paraba erguido y ordenaba a los demás.
Nunca había oído un susurro de este hombre, a menos que estuviera impreso en un
guion.
61
Página
—Cuando conozcas al tipo, me dirás si no vas a esconderte en el baño de un
avión y susurrar cuando te quejes de él.
Justin sonrió ante la imagen mental.
—Está bien, ¿cuándo vas a aterrizar?
No oyó la respuesta. Quedó ahogada por un ruidoso bocinazo, típico en LA,
el acompañamiento del chirrido de los neumáticos otra norma. Volvió la cabeza, vio
el Range Rover virar, vio el borrón de un brillo blanco y los faros de xenón
estrellarse contra la parte trasera del Mercedes negro y se dio cuenta, varios
momentos demasiado tarde, lo que estaba a punto de suceder.
El Range Rover se estrelló contra el Mercedes estacionado adelante, no muy
lejos, pero lo suficiente para chocar con la furgoneta estacionada al frente, Justin
Hitchins un cojín suave entre los dos vehículos.
El expreso chapoteó en el aire, su celular voló de su mano, y el mundo de
Justin Hitchins se volvió negro.
62
Página
21
Traducido por Dee
65
Página
22
Traducido por Apolineah17
P
ara el momento en que se desató el infierno, estaba en mi traje de
baño, con mi culo descansando a diez centímetros del agua fría, y mis
pies emergiendo sobre el borde de la piscina azul brillante para niños.
—Te vas a quemar —comentó Ben por debajo de tres capas de bloqueador
solar, un sombrero vaquero, y pantalón de lino.
—No, no me voy a quemar.
—Sí, sí lo harás —dijo con la seria sinceridad de un elogio—. Te vi. No te
pusiste nada de bloqueador solar.
—Nunca uso bloqueador solar. —Recogí un poco de agua y la rocié sobre
mis muslos.
—Te das cuenta que el sol está literalmente envejeciéndote justo frente a
mis ojos.
—Te das cuenta que esto es Georgia y no el Salvaje Oeste y que te ves
absolutamente ridículo con un sombrero vaquero, ¿verdad? —Moví mi mano hacia
él y salpiqué el agua, su pálido cuerpo retrocediendo, su silla plegable de metal
inclinándose hacia los lados sobre el césped. Me reí, sumergiendo ambas manos en
el agua y tomando ventaja de su lucha para ponerse de pie, consiguiendo mojarlo
tanto como era posible desde mi posición en la piscina.
—¡Detente! —gritó, sus pies desnudos finalmente apoyándose sobre la
hierba y poniéndose de pie.
Me reí un poco más.
—Bien, niño bonito. No más salpicaduras. —Levanté mis manos en señal de
paz y sonreí mientras él recogía la silla volcada y la movía a un lugar más seguro.
Estábamos en el patio delantero de mi casa, en la sombra del gran roble; sin
embargo, incluso sumergida en el agua, aún hacía calor. Los Holden tenían una
piscina, una enorme cosa gigante detrás de su casa. Con ellos en Tennessee,
podríamos haber nadado allí, pero eso simplemente no se sentía correcto. Lo había
hecho una o dos veces en los últimos seis años, pero había mirado por encima de mi
hombro todo el tiempo, preocupada de que los Holden se transportaran
66
Página
mágicamente a dos mil kilómetros y me atraparían. La piscina para niños funcionaba
bien para mí, y ésta no venía con un lado agitado.
Desde el porche de atrás, escuchamos sonar el teléfono de Ben, tan ruidoso
y estridente en la tranquila tarde. Él estiró el cuello hacia atrás y suspiró
profundamente.
—Simplemente déjalo —insté—. Es sábado. Nada de emergencias con las
cuales lidiar.
Como sabía que lo haría, se levantó de la silla y corrió hacia éste.
Gracias a Dios que lo hizo.
67
Página
23
Traducido por Apolineah17
1
Strippergram: Una visita sorpresa en una ocasión especial por parte de una stripper quien le da a
alguien un mensaje de los amigos de esa persona.
70
Página
24
Traducido por Raeleen P.
C
uando Ben contestó el teléfono, relajé mis brazos, recostándome
completamente en la piscina para niños, con la cabeza descansando
en el borde, usando una toalla doblada a modo de almohada.
El pantalón de lino de Ben vagó por mi visión, su celular contra su oreja y su
otra mano presionada contra su oído libre, como si estuviera en un concierto de
rock y no en medio de la nada. Probablemente tenía mala señal. Cerré un ojo y el
otro lo entrecerré en su dirección, mi mitad fisgona oyendo a escondidas.
—Humm… ¿Quincy? —dijo la ciudad como si fuera una pregunta―. Disculpe,
¿quién habla?
Abrí los dos ojos cuando me chasqueó los dedos frenéticamente. Me senté y
levanté las cejas, esperando que dijera más.
—Sí, señor. Pero… ¿ahora? Pensé que… está bien. Sí, señor. —Me pregunté
cuántos “sí, señor” iban en esa conversación. Me pregunté cómo se suponía que iba
a entender algo cuando todo lo que había escuchado era a Ben balbuceando.
—¿Cuál es tu dirección? —Esa pregunta era para mí, un susurro hecho con su
mano puesta en el micrófono para no ser escuchado.
Se la dije, este cambio en la conversación sin duda llevándola a lo
Interesante. Ben se la repitió a la persona en el teléfono, luego con un “sí, señor”
final, terminó la llamada.
No creí que algún hombre pudiera verse más pálido que mi dulce vampiro
pero oh… oh… uno podía. Vi que su rostro perdió todo el color a medida que metía
de nuevo su celular en el bolsillo de su pantalón con un silencio incómodo.
—¿Qué pasa? —demandé, haciendo un esfuerzo para levantarme, con mi
traje de baño chorreando hilillos de agua por mis piernas.
Él tragó con fuerza, su manzana de Adán moviéndose dramáticamente. Me
miró, a mi traje de baño negro mojado y luego a la piscina de niños, como si la
respuesta yaciera en su profundidad azul, y entonces de vuelta a la casa, a su auto
rentado, estacionado de una forma extraña debajo del cerezo silvestre, y otra vez
hacia mí.
71
Página
—Cole Masten está aquí.
—¿Dónde? —Aquí era un lugar muy peculiar. Y me constaba que no estaba
aquí aquí. Y sin embargo, con una certeza aplastante, mi dirección pasó frente a mis
ojos, y me di cuenta que aquí aquí era una posibilidad eminente, así que salí de la
piscina rápidamente, caminé por el pasto seco y me paré frente a Ben—. ¿Dónde? —
repetí con suficiente agresión para que hable.
—En Quincy. Acaba de dejar el aeropuerto. El que habló era su abogado.
Quería saber dónde estaba, va a traer a Cole hasta aquí, ahora, dijo algo así como
que su asistente estaba en el hospital. —Las palabras salieron precipitadamente,
como si pudiera hacer que sus palabras fueran mentira si hablaba muy rápido, y yo
di un paso atrás para apartarme de su camino—. ¿A cuánto está el aeropuerto?
Cerré los ojos para pensar.
—Cinco. A lo mejor diez minutos. Maldición. —Miré hacia mi traje de baño,
pensé en la casa, los trastes sucios en el fregadero, en mi caja de tampones encima
de la taza del baño, los restos de Ben y mi fiesta de manicura y pedicura aún en la
mesa de café, el correo esparcido en la mesa… esto pintaba mal. Corrí, el gay pálido
con pantalón de lino a pocos pasos detrás de mis talones mojados.
R
esultó que la ventana no subía por completo. Estaba descompuesta.
Lo que era perfecto ya que era muy caluroso estar en una camioneta
sin aire acondicionado ni aire del exterior. Brad DeLuca rió a
carcajadas; Cole bajó la ventana otra vez y tomó el teléfono que Brad le tendió.
—El chico dice que está en la casa número 4 de Darrow Lane. Haz el favor de
buscarlo en mi GPS.
Cole abrió la aplicación de mapas y encontró la dirección.
—Está a tres kilómetros. Ve en línea recta por un tramo.
El abogado asintió y avanzaron en silencio por un momento, Cole estiró los
pies en el tablero de la camioneta.
—No he manejado una camioneta en años —comentó Brad—. He extrañado
la palanca.
Cole rió.
—Sí. Yo extraño la palanca de mi Ferrari justo ahora. —Tal vez podían
remolcarlo hasta allá. La camioneta cayó en un gran bache, y sus manos se
agarraron al tablero. Quizás no. Su auto no soportaría su primer viaje a una calle de
tierra. Miró al hombre, su perfil salvaje se veía diferente en la luz del sol de la tarde,
sus manos fuertes, relajadas en el volante, su cuerpo estaba tan cómodo en la vieja
camioneta como si estuviera en un restaurante de Beverly Hills. Quizás DeLuca no
era tan idiota. Quizás era lo que Cole necesitaba: alguien que no le hiciera la barba,
alguien que le dijera las cosas como son, sin las mentiras caras que todos en
Hollywood tenían en sus postres dietéticos cada mañana.
Su optimismo quedó apagado con las palabras de DeLuca.
—Le dije al chico del aeropuerto que le daría su camioneta en una hora. Así
que solo te voy a dejar con aquel chico. Se llama Bennington; es el explorador de
locaciones de la película así que debería saber moverse por el pueblo y ayudarte a
instalarte.
El sol se ocultó detrás de una nube y el mundo exterior se tornó un poco más
oscuro.
73
Página
Cole volteó a ver al cielo.
—¿Bennington? —repitió.
—Sí. Bennington Payne. No escogí el nombre del chico.
Cole sonrió, y miró el teléfono cuando éste sonó.
—Gira aquí.
Desaceleraron en la curva y Cole volteó a ver la carretera que acababan de
dejar. No se habían encontrado otro auto desde que dejaron el aeropuerto. Se
sentía raro después de toda una vida en Los Ángeles, una ciudad en donde la hora
pico se extendía por veinte horas al día y los autos se volvían tu segundo hogar.
Había visitado lugares apartados, había filmado una película de samuráis en los
Países Bajos, había vivido dos meses en Alaska, pero esta era la primera vez que
sentía de verdad el exterior, la quietud, la soledad del lugar. Tal vez se debiera a que
el divorcio y el accidente de Justin eran recientes, las dos partes clave en su vida, su
armadura, rompiéndose de golpe, con la piel debajo de ésta en carne viva y
delicada. El teléfono vibró en su mano y él apuntó hacia la derecha a la gran
hacienda con columnas de marfil sosteniendo tres pisos, el pórtico frontal lleno con
media docena de mecedoras, y todo enmarcado por un coro de robles de cien años.
—Esa es.
75
Página
26
Traducido por BookLover;3
—¿E stás seguro que es el lugar correcto? —La tabla del pórtico
debajo del talón izquierdo de Cole estaba floja, y cambió
su peso sobre el otro pie, sus ojos admirando la cortina
bordada que cubría la ventana. En el interior, había un murmullo de voces, un
arrastre de pasos.
—Sí —dijo DeLuca en voz baja, echando un vistazo a su reloj por enésima
vez—. Esta es.
Habían pasado la casa principal y se habían detenido en una versión más
pequeña con dos vehículos estacionados enfrente, una vieja camioneta Chevy y un
sedán Ford con placas de Oklahoma. El auto era probablemente de alquiler… del
explorador. La camioneta… bueno, quién sabe qué cabeza hueca podía…
La puerta se abrió, una rubia alta se detuvo en el umbral, los ojos de Cole
cayendo más allá de su cara y aterrizando en su traje de baño, una sola pieza color
negro desvanecido bajo unos shorts abotonados precipitadamente mientras él
observaba. Su cabello era salvaje y largo, al igual que sus bronceadas piernas,
extendiéndose eternamente y terminando con un esmalte color rosa en las uñas de
sus pies. Nadia se reiría de ese esmalte, se reiría disimuladamente y murmuraría
“juvenil” o “basura blanca”. También alzaría sus cejas ante el bronceado, su mano
buscando frenéticamente en su bolso por algún bloqueador solar, recordando
aplicárselo seriamente, a la vez que mensajeaba a su asistente para reservar su
próxima cita para broncearse.
—¿Está Bennington aquí? —Brad puso una mano en el marco de la puerta, su
brazo bloqueando la vista de sus pechos, pero Cole vio los ojos de ella alejarse de
los suyos hacia los del abogado, vio el ligero descenso de su boca a medida que
observaba el rostro de DeLuca. Algo adentro de él se retorció de una manera fea. La
chica tenía a una maldita estrella de cine en su porche y había apartado la mirada. Él
dio vuelta, apoyando sus manos en la gastada madera de la barandilla del porche y
tosió una carcajada sobre el estado al que había caído su frágil ego. Vaya. ¿Qué tan
bajo había caído que una chica extraña no podía mirar a otro hombre sin que se
preocupara? DeLuca era un tipo guapo; cualquiera podía ver eso. Además, tenía la
clase de esencia de un macho alfa lleno de testosterona que hacía que las mujeres
se arrastraran a su lado. Era natural que una chica lo mirara, pero que su atención se
76
Página
desviara de Cole, especialmente cuando él le había hecho una pregunta, no era
normal. Aun así. Con tres Oscar en su almacén, su mirada podría haberse demorado
sobre él un poco más.
Se dio vuelta de nuevo hacia la puerta, inclinándose contra la barandilla y
cruzando sus brazos, esperando que esta ronda de presentaciones pasara para que
así pudieran llegar al hotel y tomar una ducha. El explorador local había aparecido,
sustituyendo a la rubia en la puerta. Terrible. Ella había sido una mejor vista. El
explorador era hiperactivo, su cabeza balanceándose rápidamente, sus manos
uniéndose de vez en cuando, la combinación de gestos y movimiento de cabeza
hacían que la cabeza de Cole doliera.
Alguien le había dicho algo. La cabeza de DeLuca se giró hacía él, ambos
pares de ojos en él, esperando algún tipo de respuesta. Cole levantó su barbilla,
enderezándose de la barandilla.
—Lo siento, ¿qué?
—Resulta que no hay muchas opciones de alojamiento en Quincy pero
Bennington…
—Es Ben —interrumpió el hombre, prácticamente inclinándose hacia
delante. Detrás de él, en el umbral, la chica reapareció, con una holgada camiseta
blanca ahora puesta sobre su traje de baño, su salvaje cabello recogido en una
coleta. Sus ojos se encontraron con los suyos, y él sonrió, la sonrisa de Cole Masten
que abría todas las puertas. Ella no le devolvió la sonrisa. Mierda. Todo se estaba
yendo al infierno, incluyendo su sonrisa. Hizo una nota mental para que Justin, o
quien sea, le hiciera una cita con el dentista. Para practicar en el espejo esta tarde y
asegurarse que todo funcionaba bien. Tal vez era ella. Tal vez era gay.
—Correcto —continuó DeLuca—. Ben dice que las comodidades de
alojamiento en la ciudad son bastante limitadas, que la ciudad más cercana con
algún hotel real es Tallahassee…
Los oídos de Cole se animaron con eso, sus brazos cayendo de su pecho. Una
ciudad universitaria. Bares. Sexys culos de estudiantes que le sonreirían como si él
fuera la palabra de Dios. Quizás eso le daría el impulso a su ego que, ahora mismo,
parecía necesitar.
—… pero le dije que no iba a funcionar. Que necesitabas estar en Quincy. —
DeLuca le sonrió satisfecho como si supiera lo que estaba pensando.
Oh, cierto. Las reglas. Cole dio una palmada a un mosquito en su cuello en
respuesta, sintiendo una gota de sudor cayendo por su espalda.
—No quiero arruinar esta encantadora fiesta —dijo y alejó a otro insecto—,
¿pero podríamos movernos y hablar adentro? ¿Bajo el aire acondicionado?
77
Página
Bennington y la chica intercambiaron una mirada rápida, después la
muchacha sonrió dulcemente.
—Desde luego. ¿Puedo conseguirles algo de beber? ¿Un poco de té helado,
quizás?
78
Página
27
Traducido por Jo
S
olo hicieron falta ocho minutos para que mi adoración heroica de Cole
Masten cayera en picado a un mar de disgusto. Su apariencia no era un
problema; más bien al contrario, el hombre apoyado contra mi
baranda era aún más guapo que en una pantalla de cine. Lo estudié cuando se giró,
cuando agarró la baranda y miró hacia la hacienda de los Holden. Y vi un poco de
dolor en la caída de sus hombros, en la dureza de su mejilla, algo de tortura en los
ojos que se habían girado de nuevo y encontrado los míos. Pensé entonces, con mi
mano apoyada en el pomo, mirando hacia el porche delantero que tenía a los dos
hombres más sensuales que había visto, que había algo allí, en él, algo entero, crudo
y hermoso.
Ahora, sé lo que vi. Sé lo que era ese algo. Era un imbécil, puro y simple. Era
un imbécil del tipo “obtengo lo que quiero porque me lo merezco, estás debajo de
mí”. He experimentado hombres como él antes. Carl Hanson creció en el mismo
basurero que yo, asistió al Quincy High como yo, bailó conmigo en el Baile de
Bienvenida, y manejó en motos conmigo en el verano. Luego se graduó. Fue a
Nueva York persiguiendo la UGA. Descubrió lo que el dinero de papi podía
comprarle, descubrió lo que era la vida fuera de nuestra línea divisora estatal, y
volvió unas navidades después. Me miró tan debajo de su nariz que pude ver los
rastros de cocaína en sus fosas nasales. Palmeó mi trasero como si le perteneciera
en la reunión social invernal de la iglesia, y yo lo golpeé directo en la nariz. Rompí el
nudillo de mi dedo índice al hacerlo, pero valió la pena. El señor Hanson pagó la
cuenta del hospital. Vino y tomó té con mamá y conmigo y nos entregó una pila de
disculpas por lo imbécil que se había convertido su hijo.
Tenía otros nueve nudillos y un décimo bien sanado. Si Cole Masten planeaba
acompañar su examinen visual hacia mi cuerpo con cualquier clase de acción, le
dejaría saber cuán duro podían golpear las chicas sureñas.
El comienzo de mi desagrado comenzó con su petición de entrar. Era grosero
de su parte, la acción removió mi interior ante mi error de no invitarlo a entrar. Una
acción grosera señalando otra acción grosera no cancelaba la otra; solo te
compraba un boleto extra al Espectáculo del Imbécil.
Debería haberlos invitado a entrar; sé eso. Hacía un calor infernal afuera, el
sol lo suficientemente bajo en el cielo para que los mosquitos salieran de paseo, el
79
Página
olor a humanos frescos atrayéndolos. Pero la casa era un desastre, y Ben me había
prometido que no entrarían. Era la única cosa que me había permitido abrir mi
puerta delantera con algo de compostura. Porque seguro, estaba en mi traje de
baño y pantalones cortos, pero al menos no sabrían que mi casa estaba
desordenada. Que el basurero de mi baño no había sido vaciado. Que la caja de
cereales de esa mañana todavía estaba abierta en la encimera de mi cocina. Todo
era salvable hasta que el chico bonito tenía que ir y pedirme entrar. Tan grosero.
El segundo strike de Cole Masten llegó tres minutos después, los hombres se
agruparon incómodamente en mi sala de estar mientras yo corría alrededor como
una loca intentando buscar bebidas.
Observé a Cole desde el rabillo de mi ojo, en profunda discusión con su
abogado, y noté la delicada piel blanca… una piel que se cocinaría en nuestro sol.
Cada verano literalmente freíamos un huevo en el pavimento. Solo un huevo, uno
local de una gallina local, el huevo cargado y presentado con gran ceremonia por
nuestro alcalde. La fritura era hecha en el día más caluroso del verano, y siempre era
un evento, un tiempo robado de las poco ajetreadas agendas de todos para que así
todos traigan lo que sea para comer y reunirse alrededor del estacionamiento del
Smith Bank & Trust para mirar uno de los tristes y pequeños huevos de mamá
Gentry. A veces se freían rápidamente; otras veces estaba moderadamente caluroso
para la época y se producían solo unas pocas burbujas de emoción. Así que sí,
huevos fritos en nuestro calor. Su piel pálida de California se arrugaría como tocino
crujiente. Contemplé, mientras abría gabinetes y buscaba algunos vasos, mi húmeda
ropa dándome comezón, ofrecerle algo de protector solar, un regalo amigable de
Bienvenida a Quincy. No lo hice. En vez de eso, abriendo el lavaplatos, hice una
apuesta aparte conmigo misma que la próxima vez que lo viera, luciría como una
langosta.
—Tengo que irme —dijo el primer hombre con tristeza, inclinando su cabeza
hacia la puerta—. Tengo que regresar una camioneta y alcanzar un vuelo. Mi esposa
me cortará la cabeza si no vuelvo a tiempo para la cena.
Dejó el grupo y caminó hacia mí, mis manos deteniendo su búsqueda dentro
del lavaplatos. Bajé el vaso en mi mano y sacudí la mano que me ofreció.
—Muchas gracias por tu hospitalidad. Me temo que no escuché tu nombre.
—Summer —dije—. Summer Jenkins. ¿Te preparo un té helado para el
camino?
Él rió.
—No, pero gracias. Aprecio la oferta.
Esposa. Eso era lo que había dicho. Su esposa se enojaría si no regresaba a
casa. No era una gran sorpresa, todos los buenos estaban tomados. Y tenía modales
también. Dejé la cocina y abrí la puerta delantera para él, despidiéndome, mi sonrisa
80
Página
cayendo cuando cerré la puerta detrás de él y noté el polvo en la ventana de la
puerta. Genial. Desastres en cada rincón. De pronto pensé en mamá, y miré el reloj.
Eran las 4 p.m. Todavía una hora y media hasta que llegue a casa del trabajo. Mucho
tiempo para sacar a Cole y Ben de aquí y limpiar, poner una cacerola en el horno. Tal
vez una de esas Stouffer. Carla en el IGA me prometió que sabrían a hechas en casa,
pero sabríamos notarlo. No podías fingir autenticidad, no en estos lugares.
Regresé a la cocina, Ben con su teléfono en su oreja, Cole Masten mirando mi
sillón con recelo, como si no estuviera seguro que fuera para sentarse. Partí el hielo
en su bandeja y saqué unos pocos cubos, dejándolos caer en su vaso. Ben podía
arreglárselas solos, con su Tervis todavía medio llena en alguna parte en este
desastre de casa.
—¿Té? —dije.
El hombre se alejó de mi sillón y me miró.
—Soda, por favor.
Eso justo allí fue el segundo strike. Sonreí, la expresión nacida más del
resentimiento que de la dulzura. Pero en el sur, nuestras sonrisas son nuestras
armas y solo un nativo sabe diferenciar un gruñido a la sinceridad.
—Me temo que no tengo soda. —No eres un hombre, pensé. Un hombre no
bebe soda; traga agua del grifo de una manguera después de cambiar su aceite.
—Sin gas está bien. —Se alejó de mí y tomó asiento cuidadosamente en el
sillón. Me giré hacia el grifo, escondiendo mis ojos en blanco. Sin gas está bien. Oh,
sería sin gas. Sin gas como la de mi grifo, en el mismo lugar que estaba esta mañana.
Giré la perilla del grifo y llené el vaso. Lo cerré y llevé el vaso, moviendo un
posavasos y apoyándolo. Levanté mis cejas hacia Ben que todavía estaba en el
teléfono, su mano haciendo algún tipo de movimiento de solo un segundo así que
me senté en la reclinadora. Mirando alrededor, vi a Cole Masten estudiar el vaso
antes de beber un sorbo.
—¿Cómo estuvo tu vuelo? —pregunté.
El hombre me miró cuando hice la pregunta, sus ojos viajando por mis
piernas mientras tragaba el primer sorbo de agua, luego uno más largo. Era una
lástima, de verdad, tener tanta belleza. Dios podía haber dividido sus gruesas
pestañas, fuertes rasgos, ojos avellana, y deliciosa boca entre tres hombres, para
darle a más mujeres una oportunidad de felicidad. En vez de eso, Cole Masten
obtuvo el premio mayor. Un premio que estaba inclinando su vaso, tomando su
tiempo para responder, su delicioso cuello expuesto, su boca acunando el vaso, un
indicio de su lengua…
Dios. Me moví en mi asiento y tiré del cuello de mi camiseta, alejando la
mirada. De pronto deseando, más que nada, que él y Ben se apuraran y se fueran.
Que me dejen tener mi casa de vuelta, me dejen tener una media hora o dos de paz
81
Página
y tranquilidad antes de que mi madre vuelva a casa. Era un deseo que no tenía
sentido en absoluto. Cada mujer americana de sangre roja me quitaría los ojos para
estar así de cerca de ÉL. Tal vez era la sensación de pueblerina en mí, la misma que
me hizo decirle “no, gracias” a las aplicaciones de universidad y a encontrar un
“trabajo real”. Tal vez era el hecho de que fui criada creyendo que los “verdaderos
hombres” tenían modales, y no eran exigentes, y no usaban lociones que atrajeran
mosquitos.
Ben colgó el teléfono, y al siguiente minuto, Cole Masten obtuvo su tercer
strike.
82
Página
28
Traducido por Selene1987
E
stas podrían ser las dos peores semanas de la vida de Cole Masten.
Perder a Nadia. The Fortune Bottle en riesgo. El accidente de
Justin. Salir con Brad DeLuca a Quincy. Una decisión terrible. ¿En
qué estaba pensando? Habría estado bien si Justin hubiera estado
aquí, haciendo que se acomode, arreglando su agenda,
manteniendo a Cole ocupado y relajado. Justin habría lidiado con esto,
manteniendo las manos de Cole limpias, evitando que se siente en el sofá de algún
desconocido y bebiendo su agua. ¿Qué había preguntado? Oh, claro. Por su vuelo.
Bebió un sorbo de agua para evitar responder a la pregunta. Una pregunta
muy inocente, una charla sin sentido. Dios, ¿cuándo había tenido pequeñas charlas
por última vez? ¿O una charla amable? O algo que no involucrada un “sí, señor
Masten” o “por supuesto, señor Masten” o “sin duda, lo que quiera, señor
Masten”. Las pequeñas charlas eran para un tipo diferente de persona, gente con
tiempo que perder y relaciones que construir. Él no había necesitado construir
relaciones, no en mucho tiempo. Había tenido a Nadia y Justin. Había tenido un
agente, un manager y un publicista. Todo lo requerido cubierto, sin necesitar nada
más.
Tragó el agua y se preguntó cuántas de esas relaciones, teniendo en cuenta
los eventos recientes, estaban en peligro. Nadia había sido la reina de las pequeñas
charlas, de construir las relaciones. Había sido la que enviaba licor en los
cumpleaños o carnes en los aniversarios. Había sido la que escribía los
agradecimientos después de las fiestas, quien recordaba cosas como los nombres
de los niños y los problemas de salud. Quizás si no hubiera tenido a Nadia, habría
tenido que esforzarse más. Pero no lo había necesitado, ella era ese brazo que les
unía, era…
Jesús. Se puso de pie rápidamente, dejando su vaso en la mesa, y se movió
hacia la ventana, el explorador de locaciones dijo algo. No escuchó, se frotó la cara.
Tenía que arreglar esta mierda. Tenía que dejar de pensar en todo lo que estaba mal
en su vida. Quizás necesitaba un entrenador para la vida. Dejó caer las manos y se
giró hacia el hombre, quien había empezado a hablar.
—Empieza de nuevo —le interrumpió—. No estaba escuchando.
83
Página
El hombre (¿Wennifer? ¿Cómo carajo se llamaba?) dejó de hablar, y empezó
de nuevo, con los ojos apuntando a la chica mientras hablaba.
—Espera. —Cole levantó la mano y se giró hacia la chica, cuyas manos
estaban estirándose hacia delante, moviendo el vaso hacia un posavasos—. ¿Quién
eres tú? Es decir, sin ofender, pero ¿por qué estás involucrada en esto?
Sus ojos relampaguearon y a él, para disgusto interno, le gustó. Le gustó el
fuego en su espíritu. Deseó que Nadia hubiera tenido más de eso. El fuego de Nadia
estaba reservado para las criadas que no aparecían a tiempo, para contratistas que
no cumplían, para YSL cuando su vestido para los Oscar no envolvió adecuadamente
su pecho. Raramente había compartido ese fuego con él. Siempre lo había pasado
por alto, o lo había visto como un beneficio. Ahora simplemente parecía como una
bandera roja que había perdido.
—Me ha estado ayudando. —La boca de la rubia se cerró cuando el
explorador de locaciones habló, su mirada disparándose hacia él mientras ella
descruzaba sus largas piernas y se ponía de pie, con la cara al mismo nivel que la
barbilla de él, inclinada a un lado para que así pudiera ver el impacto de su mirada.
Esa era otra cosa que la gente raramente hacía. Mirarle directamente a la
cara. La gente miraba a otro lado, hacia abajo, asintiendo mucho. Los fans eran la
excepción, con sus manos y sus ojos buscando incesantemente, mirando al billete
dorado que todos codiciaban.
Los ojos de esta mujer no codiciaban los suyos, quemaban agujeros en su
caparazón y encontraban el camino hacia su alma, adentrándose en cada esquina
oscura e insegura y pensando que era decepcionante. Se puso de pie cara a cara con
él, y gruñó una réplica.
—Estás de pie en mi salón, respirando mi aire acondicionado, bebiendo mi
agua. Por eso estoy aquí, señor Masten. Y no estoy involucrada en nada. Ben es
amigo mío, estaba aquí cuando tu abogado llamó e interrumpió nuestra pequeña
fiesta en la piscina.
Era una auténtica Quincy, y tenía que apreciarlo, deseó (por un momento)
que Dos Waschoniz, el director de The Fortune Bottle, estuviera ahí para capturar
este momento, este espíritu. No parecía forzada al hablar, no sonaba cursi ni algo
planeado. Sonaba dulce y digna, su fuego casi era lindo en su veneno. Él era Cole
Masten, ¡por el amor de Dios! Debería estar quitándose el bañador e inclinándose
ante él, no colocando sus manos en sus caderas y enfrentándolo. Sería una Ida
perfecta (el personaje femenino principal), una secretaria de Coca-Cola que incita a
los ricos junto con el resto de los inversores. Ni siquiera haría falta ninguna
actuación: simplemente tendría que pasar por maquillaje, ponerse en su marca, y
decir las líneas. Sonrió por primera vez en días, y ella dio un paso atrás, con el ceño
fruncido. Ooh… una mirada cruel. Eso se traducía incluso mejor. Toda esa lucha
84
Página
sureña y actitud. Si pudiera recrear ese ceño fruncido y utilizarlo en la escena de la
receta, sería como un mate.
—Fuera.
Él se rió con su acento, no como el que habían intentado las demás extras,
Dios, habían sido un asco. No lo habían sabido, habían pasado por su oído
californiano normal, pero ahora lo sabía.
—Lo digo en serio. —Apuntó hacia la puerta, con la boca en una línea seria—
. Fuera, o te juro por Dios que te dispararé.
El explorador de locaciones se movió nerviosamente entre ellos, dando
algunas palmadas en el hombro de Cole, como si una palmada pudiera hacer
cualquier cosa.
—Lo dice en serio —susurró en voz alta—. Tiene algunas pistolas en el
armario de los abrigos.
Cole dio un paso atrás, con los ojos puestos en ella.
—¿Cómo es que era tu nombre nuevamente? —preguntó.
Ella gruñó en respuesta, y él rió de nuevo, dejando que el pequeño
hombrecito gay lo empujara hacia la puerta abierta y hacia el calor del verano.
Perfecta. Ella sería perfecta.
Ahora, solo tenía que llamar a Envision. Darle a Price exactamente lo que
había estado rogando: una liberación de su contrato. Había resuelto un problema en
sus primeros quince minutos en esta ciudad. DeLuca había tenido razón al traerle
aquí. En el suelo, aquí en Quincy, podía hacer las cosas que necesitaban hacerse.
Podía enterrar sus manos y distraer su mente de todo lo referente a Nadia.
A la prensa no le gustaría la pérdida, tendrían que hacerlo de la manera
correcta, trabajar con Minka en una estrategia de salud y una campaña publicitaria.
Y podrían perder algunos puntos en el cine, pero sólo con su nombre atraerían a los
fans. Y la rubia y su autenticidad valdrían la pena. Ella era exactamente lo que
necesitaba la película.
85
Página
29
Traducido por Selene1987
87
Página
30
Traducido por âmenoire
91
Página
31
Traducido por âmenoire
“La única razón por la que estoy en Hollywood es que no tengo el valor moral
para rechazar el dinero”.
~ Marlon Brando.
94
Página
32
Traducido por MaEx
C
ole nunca había tenido una madre. La historia oficial de la industria,
impresa cien veces diferentes, de diferentes maneras, era que un
conductor ebrio mató a su madre cuando él era joven. Es increíble
que, después de dieciocho años de ser el centro de atención, la verdad nunca salió.
La verdad era que, su madre había sida la ebria. Siempre estaba borracha. No
uno de esos ebrios tropezando en todos lados con el cabello sin lavar que eran
expulsados del bar en medio de la tarde. No, ella era más decorosa, mimosas en el
desayuno, cócteles en el almuerzo, vino con queso como aperitivo, durmiéndose
antes de la cena, borracha. Tenía muy pocos recuerdos de ella. Siempre estaba en la
cama cuando él llegaba a casa de la escuela y nunca iba arriba antes de irse. Tenía
doce años cuando ocurrió. Era un domingo, cuando las criadas estaban fuera,
cuando la casa estaba en silencio. Él había estado jugando en el patio delantero, una
pelota de béisbol en el aire, lanzada por su propia mano, la otra en posición para
atraparla, cuando su auto bajó por el camino de entrada. No había atrapado la
pelota. En su lugar, había mirado, su convertible blanco pasando volando el camino,
el techo rojo levantado, el parabrisas resplandeciendo haciendo imposible ver el
interior. Cuando la puerta al final del camino se abrió, hubo un chirrido de
neumáticos, y luego su auto blanco se había ido.
No había sabido, al mirar fijamente detrás del auto, que había sido ella la que
estaba conduciendo. Solo había sabido, agachándose a recoger la pelota perdida,
que algo se sentía mal.
Su madre nunca había desacelerado al acercarse a la señal de pare. Si vio la
camioneta acercándose, no reaccionó. La conductora de la minivan, una divorciada
de cuarenta y dos años con dos niños atados en sillitas en el asiento trasero, la vio,
su pie golpeando el freno, el vehículo derrapando hasta pararse un segundo
demasiado tarde, golpeando la parte de atrás del Jaguar V12 de su madre. El golpe
envió al convertible en un giro que fue detenido por la esquina de ladrillo de un
Starbucks. Una pareja en una mesa exterior saltaron fuera del camino y
sobrevivieron con solo abrasiones. La mujer divorciada de la minivan y sus dos hijos
tuvieron latigazos cervicales y rabietas. Su madre tuvo una fractura craneal. Podría
haber sobrevivido, excepto por la chispa que golpeó la rota línea de combustible,
causando una explosión que se escuchó a tres cuadras de distancia. Una explosión.
95
Página
Por suerte para ella. Por suerte para su padre. Sin autopsia. Sin análisis de sangre. El
nombre Masten y su reputación quedaron intactos.
Si su madre hubiera vivido, no habría sido para nada similar al rayo de sol
creciente que llamaba educadamente a su ventana.
Cole saltó ante el ruido, frunciendo el ceño mientras miraba lejos de su
teléfono y arriba a través de la ventana del auto. Una mujer estaba allí de pie, a
mediado de los cincuenta años, con la boca estirada en una sonrisa, moviendo sus
dedos en un saludo. Trató de no hacer una mueca y bajó la ventanilla.
—Usted debe ser Cole Masten. —La mujer sonrió, un gesto natural, relajado
que no era para nada como la cortesía forzada de su hija. Y que era ella no había
duda de eso. La madre de Summer Jenkins. Sus similitudes yacían en las líneas de
sus rasgos, la avellana luminosa de sus ojos, el color dorado oscuro de su cabello. El
de esta mujer estaba cortado más corto y rizado. A Cole le gustaba más largo, mejor
para retorcerlo en la mano y tirar. Mejor para… se movió en su asiento y tomó la
manija. Abrió la puerta y salió, sintiéndose mejor a medida que miraba hacia abajo a
la vez que ella miraba hacia arriba.
—¿Cómo lo sabes? —Él sonrió cortésmente, fingiendo humildad. A los fans
les gustaba eso, los numeritos de: Aw, tranquila, no soy nadie.
Ella levantó un teléfono celular, uno con teclas, con botones reales en lugar
de una pantalla táctil.
—Mi hija me dejó un mensaje de voz. —Inclinó la cabeza rubia peinada como
si eso le ayudara a recordar—. Dijo: “No vengas a casa. Cole Masten está aquí”. —
Abrió su bolso y dejó caer su teléfono—. Nada hace a una madre volver a casa más
rápido que decirle que se mantenga alejada.
Hubo un momento de silencio, y él se movió a una nueva posición contra el
lateral del auto. Así que, ella vivía con su madre. Eso era algo que no veías en Los
Ángeles.
La mujer lo observó, su mirada pasando sobre su ropa, y se preguntó si
alguna prueba de anoche estaba aún a la vista.
—¿Cómo conoces a Summer? —La pregunta fue educada, expresada en
tonos bajos, pero había trampa en las palabras, un peligro en las vocales.
Él habló con cautela.
—Solo la conocí hoy. —La mujer no dijo nada, y su boca se movió buscando
llenar el silencio—. Hace unas horas. Vine para conocer a Ben.
—¿También trabaja en el cine? —Su mano se envolvió alrededor de la correa
de su bolso y lo puso más alto en su hombro.
Él la estudió. Trató de ver una broma en su pregunta.
96
Página
—Sí. Soy actor. —Un actor ganador del Academy Award. Un actor que el
Time Magazine había puesto en su portada.
Ella sonrió como si fuera un trabajito lindo.
—Eso es bueno. Soy Francis Jenkins. La madre de Summer. —Ella soltó la
correa del bolso y tendió la mano.
—Cole. —Él sacudió su mano, y su agarre fue firme y fuerte. Curioso.
Siempre había imaginado que las mujeres del sur eran mansas y suaves, que
evitarían el contacto visual y cederían a sus homólogos masculinos. Entre Summer y
su madre, esa imagen estaba siendo refundida.
—¿Por qué estás aquí, en el auto de Ben?
Se metió las manos en los bolsillos delanteros del pantalón.
—Dándoles a él y a Summer la oportunidad de hablar. Ella pudo haberme
echado de la casa. —Él sonrió tímidamente, y la mujer se echó a reír.
—Perdone a mi hija. Está intentando dejarme sin nietos. Probablemente
fuiste demasiado tentador para ese objetivo. —Le guiñó un ojo, y fue su turno de
reír. Esa mujer no era para nada como su madre. Nada que ver con la madre de
Nadia, una estirada de sangre azul que mostraba a todo el mundo sus premios de
galgos y hablaba tres idiomas con fluidez. Sintió el deslizamiento de la mano por su
brazo, y ella lo agarró con fuerza—. Sé amable y ayúdame a entrar.
—Sí, señora. —Trató de usar el apodo sureño para dar la talla, y la mujer se
echó a reír de nuevo.
—Un actor, ¿dijiste? Tenemos que trabajar en su acento sureño.
Subieron las escaleras, la puerta principal abriéndose cuando sus pies
tocaron la cima. Summer se detuvo, su rostro sorprendido.
—Mamá. Estás en casa temprano. Y veo que ignoraste mi mensaje de voz.
—Oh, ¿llamaste? —dijo la mujer con suavidad—. Debo haberme perdido eso.
Cole se mordió el interior de la mejilla para contener una sonrisa, la mujer
mayor apretando su brazo antes de soltarlo. Summer besó a su madre en la mejilla y
esperó hasta que ella entró, el saludo de Ben a Francis apenas visible desde la
puerta. Cuando Summer miró a Cole, sus ojos lo mantuvieron en su lugar, su cuerpo
apoyado en la barandilla del porche para que sus piernas no se volvieran débiles. La
puerta principal se cerró completamente y entonces solo estaban ellos dos, el sol
poniente y los grillos cantando.
—¿Ben habló contigo sobre el papel? —Él no debería haber empezado con
eso; debería haber hecho una pequeña charla sobre el tiempo, o la política.
Ella asintió.
97
Página
—Lo hizo.
—¿Y? —Dios, esto era estúpido. Cualquier otra rubia en Los Ángeles estaría
de rodillas bajando sus vaqueros para este papel.
—Y tengo curiosidad en cuanto a la compensación.
La compensación. Eso era inesperado. Tosió una carcajada. Las tablas del
suelo del porche eran débiles, la casa pequeña, el camión estacionado bajo el árbol
tenía manchas de óxido corroyéndose a través de su costado. Podía comprar toda
su vida con una botella de vino de su bodega. Se rascó el cuello y la miró a los ojos.
Los suyos brillando sobre él, así que se recompuso, dejando caer la sonrisa.
—¿Qué te gustaría como compensación?
—No sé. —Ella cruzó los brazos delante de su pecho, y él lamentó perderse
esa vista—. No sé lo que es justo. Por eso te pregunto.
—Y confías en que yo sea justo —dijo lentamente. Los Ángeles masticaría y
escupiría a esta chica antes de que encontrara su camino a la puerta de un agente.
No confíes en nadie. Esa era la primera regla de Hollywood.
Lo aprendió desde su primer agente, cuando estaba modelando, y la primera
presentación se acercaba.
―No confíes en nadie ―había gruñido Martine Swint, inclinado sobre su
escritorio y señalando con una larga punta de los dedos de color rojo en su
dirección—. La gente en Hollywood te levantará simplemente para poder robarte.
Tienes que ser un idiota para no ser tomado por un idiota. Nunca lo olvides. —Y él
nunca lo hizo.
—Te estoy pidiendo tu honesta opinión sobre lo que un papel principal en
una película de este tamaño, para alguien con mi experiencia, vale. —Ella levantó la
barbilla.
Tomó la ruta estúpida. Perder a Minka era un maná para el presupuesto de
The Fortune Bottle, y este pedazo de Southern Belle era el regalo que le seguían
dando.
—Cien mil. Tu nombre tiene un peso negativo en taquilla; vamos a tener que
gastar una fortuna solo para conseguir prepararte ante cámara, y el rodaje tomará
tres, cuatro meses de tu vida. Eso es ser un poco generoso, pero oye… —le enseñó
la sonrisa que arreglaba todo—, me gustas, Summer. Creo que serías una buena
opción.
Ella no se movió, no parpadeó, se limitó a mirarlo, sus ojos estrechándose
ligeramente. Tenía pecas, una pizca ligera de ellas a través de la nariz y mejillas. No
había visto pecas en años. Las pecas se evitaban con protector solar, ocultadas por
el maquillaje, o quitadas por un cirujano plástico, los registros de los cuales serían
finalmente filtrados a la prensa o inventados para algo más.
98
Página
Se movió y ella todavía le miraba. Tal vez podía darle ciento cincuenta.
Demonios, podía darle quinientos mil. Eso era lo que ella valía realmente; que era
realmente el mínimo para una película de este tamaño, con su presupuesto. Pero si
podía conseguir que entre por menos, entonces podía rellenar el presupuesto de la
película, tener una asignación ya lista para los excesos que siempre venían. Esto era
extraño, ella sin decir nada. Tal vez era una cosa del sur. Las chicas de California no
se callaban, sus bocas se movían como un juguete para masticar bastante utilizado.
—No hagas eso.
—¿Qué? —Él se enderezó de la barandilla del porche.
—Esa cosa con la sonrisa. Es espeluznante.
Él dejó de sonreír.
—Diez millones de estadounidenses estarían en desacuerdo contigo.
—Entonces diez millones de estadounidenses son idiotas.
No dijo nada, pero decidió, en ese momento, que no se preocuparía mucho
por esta chica. Como Ida, su actitud sería perfecta, la secretaria conocida por
defender a los ejecutivos de Coca-Cola. Pero, personalmente, tenía suficiente
mierda con la que tratar. Una diva como co-estrella no era algo que necesitaba.
—¿Te interesa o no?
—No.
Su pie se detuvo a mitad de camino de subir el escalón.
—No lo estás —repitió.
—No es suficiente dinero. Yo valgo más.
—La punta de tu zapato se mantiene unido con cinta adhesiva —señaló, y
ella sonrió. Sonrió. Una sonrisa dulce y luminosa que estaba completamente en
conflicto por sus ojos, cuchillos de oro que podrían cortar a través de las entrañas
de un hombre débil y arrastrar sus entrañas para los buitres.
—Cuánto dinero tengo no es indicativo de lo que valgo. Si lo fuera, entonces
sería el menor individuo en este porche.
—¿Estás diciendo que no eres el menor individuo? —Que soy yo. De todos los
insultos lanzados contra él, su valor nunca había sido insultado. Por otra parte, en
Hollywood, el mérito era de dólares, centavos y poder. Aquí, en esta conversación,
en este porche, parecían estar hablando de otra cosa.
—Aparte de nosotros, solo uno de los dos está siendo un idiota en este
momento.
—Así que no quieres el papel.
99
Página
—No por esa cantidad.
Dio un paso atrás, alejándose de ella y tomando los escalones fuera del
porche.
—Adiós, señor Masten —llamó ella desde el porche, y volvió la cabeza para
mirarla, su hombro apoyado contra uno de los postes del porche, con los brazos aún
cruzados sobre el pecho—. Eso es lo que decimos, en el sur, cuando una persona se
va. Se llama despedida.
—¿Cómo se llama cuando una persona comete un gran error? —gritó él,
abriendo la puerta del Taurus, del lado del conductor.
—Fácil —dijo ella, empujándose del poste y parándose en la puerta
principal—. Eso se llama vida.
100
Página
33
Traducido por Dee
104
Página
35
Traducido por Jo
106
Página
36
Traducido por Adaly
P
ara el momento en que recogieron a Don Waschoniz (diez minutos
tarde), evaluaron su estado de ánimo (irritable), le consiguieron un
café de tienda de conveniencia porque este pueblo no tenía un
Starbucks (gran error), el estrés de Cole estaba a un nivel sin precedentes, centrado
en su mayoría en el enigma que era Summer Jenkins. Había aceptado el papel, ¿pero
le gustaría a Don? ¿Y ahuyentaría su actitud al director?
Apartó la mirada de la carretera, a su celular. Había insistido en conducir, le
había informado a Ben que sería él, a partir de ese momento, el que conduciría.
Estaba harto de ser transportado por ahí como una delicada estrella. Y aquí, en el
campo, con auténtico sudor sorprendentemente húmedo contra su camisa, estaba
comenzando a recordar cómo se sentía ser un hombre real, no solo una versión de
Hollywood.
Doblaron una curva, y los faros detectaron algunos ojos de ciervos, diez o
más, todo un conjunto de ellos. Maldijo y aplicó los frenos. El auto patinó hasta
detenerse, y la mano de Ben se apoyó contra el tablero en una innecesaria forma
dramática.
Cole miró por la ventana, al tramo oscuro de la nada delante de él. Se dio
cuenta, cuando un ciervo bebé rodeaba la cuneta y seguía al otro lado del campo,
que no había pensado en Nadia en horas. Refrescante.
Miró de nuevo a la carretera. Esperando por un último demorado, y aceleró
el auto hacia el camino, solo girando adelante.
Don y Ben tomaron las mecedoras, y Cole se sentó en el escalón más alto, de
espalda a la puerta. No quería verla salir, no quería ver la casa acogedora
enmarcándola. Se sentía inestable, como si tolo lo que había conocido, todo en lo
que había tenido control, se estuviera deshilachando. Necesitaba algo que sea
constante, necesitaba algo para estar en orden.
—Parece agradable —habló Don Waschoniz detrás de él, y volteó su cabeza
lo suficiente para ver al hombre en su visión periférica. Agradable. No es la palabra
que originalmente había tenido en mente para describir a Summer Jenkins.
—Es una cocinera increíble —dijo Ben—. Su…
—No nos importa su cocina, Ben —interrumpió Cole secamente.
—No seas idiota —dijo Don fácilmente—. Estamos a punto de comer algo de
eso, y no he comido desde el aeropuerto de Houston.
Cole se puso de pie, el cambio de posición necesaria ya que aparentemente
esto iba a ser una sesión de estupidez al estilo Hollywood. Se apoyó contra la
columna del pórtico y miró hacia afuera, la vela parpadeante fundiendo el rostro de
todos en un tono naranja pálido.
—¿Qué le está tomando tanto tiempo? —gruñó. No necesitaban comida.
Necesitaban que Don la mirara a la cara, la escuchara hablar, la viera de diferentes
ángulos y alturas. Ella tenía que ser la maldita mujer que había conocido seis horas
atrás, no esta otra persona. Salió al poche, con dos platos en la mano, y él volvió su
veneno en ella—. Estamos cortos de tiempo, Summer.
Lo miró fulminante y se volvió hacia los dos hombres, pasándole a cada uno
un plato.
—Lamento tener que recibirlos a todos aquí afuera, pero mamá está
durmiendo. Tiene que levantarse temprano, y pensé que esto nos podía dar un lugar
para hablar. —Se volvió hacia Cole—. ¿Te gustaría un plato? Adentro mencionaste
que no te gustaba el pastel… —Le parpadeó ampliamente, con ojos inocentes, y él
quiso en ese momento, agarrarla de los hombros y empujarla contra la pared.
Poner su boca en la suya descarada y… Jesús. Dio un paso atrás y casi cayó por las
escaleras.
109
Página
—No —le espetó, y ella volvió a sonreír. Sus sonrisas eran como sangre en el
agua, su desprecio el más cercano tiburón al acecho. Miró hacia otro lado, y ella se
sentó en el asiento libre.
—Summer —habló Don con la boca llena de comida—. ¿Te puedes parar por
allá? ¿En dónde podamos verte? Es importante que vea tu cara.
—Por supuesto. —Se movió pasándolo y él olió un aroma distintivo a tarta.
Tal vez vainilla. Tomó una posición parecida a la de Cole, contra una columna
diferente, su nuevo lugar directamente frente a él, así que él se movió. Miró hacia
otro lado y se preguntó qué tanto tiempo tardaría esta cosa. Tal vez esto era un
error. ¿Quinientos mil en una don nadie? Era el diez por ciento por lo que Price se
había comprometido, pero aun así… era demasiado para esta chica. Don Waschoniz
se inclinó hacia adelante, colocó su plato en el suelo, y se levantó.
—El personaje que estamos buscando es de una mujer divorciad de treinta y
un años. ¿Qué edad tienes?
—Veintinueve.
—Gira la cabeza hacia la izquierda. Di algo.
—¿Como qué? —dijo riendo femeninamente, y vio un hoyuelo aparecer en su
mejilla. Jesús. ¿Qué tan cerca necesita pararse Waschoniz? Prácticamente la estaba
tocando, sus manos ahora moviéndose a un lado para mirar su cuello. Eso no
importaba, nadie estaba pidiendo una maldita Kristin Stewart para ver su cuello—.
El zorro marrón salta sobre el perro perezoso —dijo arrastrando las palabras y él rió.
—No. Háblame sobre el pastel. Dime cómo lo hiciste.
—¿El pastel? —Rió de nuevo y Don se agachó, mirándola hacia arriba—.
Bueno… habría hecho una tarta. La tarta, en esta área es mucho más popular. Pero
las tartas toman una hora más que el pastel así que… —Cada vez que dijo “tarta”,
la palabra más sureña que las otras, una punzada saltó en la polla de Cole.
—Mírame ahora. Sígueme cuando me muevo. —Don dio un paso hacia Cole,
y sus ojos fueron hacia ese camino, el tiempo deteniéndose solo un momento
cuando los ojos de ella se encontraron con los de él, antes de regresar a los de Don,
y estuviera hablando otra vez.
—…así que saqué lo que tenía en el refrigerador. El pastel es bastante
básico. —Se sonrojó, y escuchó una exhalación suave de parte de Don—. En
realidad solo son manzanas, las cuales tenía. Honeycrisp o las de Granny Smith son
las mejores, pero estas son manzanas Pippin. Así que… eh… manzana, azúcar, jugo
de limón, eh… mantequilla, por supuesto y harina, canela, un poco de nuez
moscada y extracto de vainilla. Ya había hecho esa preparación, iba a poner las
manzanas en nuestros panqueques en la mañana. —Cada palabra que salía de su
boca era como una maldita seda, y Cole habría apostado mil dólares, en ese
110
Página
momento, que incluso Ben tenía una erección. Olviden The Fortune Bottle. Esta
mujer podría tener una carrera en el porno de alimentos.
Don se subió a una silla y le hizo señas más cerca.
—Necesito ver algo de fuego en ti, Summer. ¿Puedes enojarte para mí?
¿Dame algo borde, un poco de actitud? —La boca de ella se abrió, y Cole se quedó
inmóvil, mirando, esperando por el momento en que volteara su cabeza hacia él.
Pero no lo hizo. Simplemente lo miró, y Cole se tensó cuando la escuchó hablar.
―¿Por qué necesitas saber lo que lleva mi pastel de manzana, señor
Waschoniz? ¿Es mi postre casero demasiado bueno para usted? —Tiró de su camisa,
y el director se tambaleó en la silla, sus ojos en ella, el rostro de ella fuerte y las
palabras rápidas, cada vocal una puñalada sobre Don. Incluso Cole, de pie a un
metro seguro de distancia, se sintió violado—. No venga a mi casa e insulte mi
cocina. No si quiere salir de aquí con ambos testículos y esa bonita sonrisa
Californiana intacta. Envenenaré su té y…
—Está bien, está bien —dijo Don riendo, dando un paso atrás, un poco
inestable en sus pies, su mano alcanzando atrás y agarrando la mecedora por
soporte—. Puedes ser aterradora. Lo entiendo.
Summer rió, y la tensión en el pórtico desapareció, arrebatada por un coro
de grillos y las llamadas de las ranas. Cole volvió la cabeza y escuchó. Si este fuera
un videoclip, le diría al director de sonido que apagara el audio, le diría que el sonido
de la naturaleza no era tan fuerte. Pero aquí, en la práctica, lo era. Increíble.
—Oye, Chico Citadino —gritó Summer, su mano manteniendo abierta la
puerta, los otros dos hombres ya estaban adentro—. ¿Vienes?
La miró, y ella lo miró, y hubo un momento de tregua.
111
Página
37
Traducido por Apolineah17
113
Página
38
Traducido por Apolineah17
2
Jeffrey Lionel Dahmer Flint: Apodado El Carnicero de Milwaukee, fue un asesino en serie
responsable de la muerte de 17 hombres y chicos entre 1978 y 1991.
116
Página
—¿Qué me pasa a mí? —siseó ella—. ¿Estás bromeando? Acabas de…
—Te besé. Solo te besé. Qué gran maldito problema. No te callabas.
—No me pediste que me calle.
—Las personas normalmente no le piden a alguien que se calle. Los obligan a
hacerlo. —Su broma fue acompañada de una sonrisa, las cuales llegaron a través de
un dolor persistente, su intento de enderezarse completamente doloroso.
Ella no apreció el humor.
—Me besas así de nuevo y te arrancaré los ojos de sus cuencas.
Él levantó las manos en señal de rendición con una sonrisa dura.
—No te preocupes, princesa. No tengo ningún deseo de repetir esa
experiencia. —Se inclinó ligeramente hacia adelante, disfrutando de observar su
enfurecimiento—. Y no me refiero al golpe bajo. Estoy hablando del beso. He tenido
mejores. Mucho, muchísimo mejores.
Era una mentira. Ese beso, ese breve momento antes de la violencia…
Podría valer la pena perder la vista solo por una vez más.
Mantuvo sus ojos en ella y vio el momento en que la chica de piedra se
agrietó, se derrumbó y se rompió. Vio la rápida inhalación en su respiración, la
pérdida del desafío en sus ojos, la tensión en su frente, entre sus cejas, su labio
inferior levantándose ligeramente. Fue un pequeño acto, ninguna explosión de
lágrimas, ni lamentos dramáticos. Otro hombre podría no haberse dado cuenta.
Pero Cole lo vio todo y de inmediato quiso retirar sus crueles palabras, meterlas en
su hueco caparazón y ver si borraban parte del dolor que vio allí en lugar de cortar a
esta inocente cosa más profundo.
Él apartó la mirada, recomponiéndose, y miró hacia atrás, pero ella se había
ido, la puerta de la cocina agitándose contra el marco con un fuerte crujido.
Ben se aclaró la garganta, y los ojos de cada pollo miraban, acusadoramente,
en su dirección.
117
Página
39
Traducido por MaEx
O
diaba a ese hombre; era un idiota muy diferente a todos lo que había
conocido. Por qué Dios decidía dotar a los hombres como él con
aspectos como el suyo, estaba más allá de mí. O quizás verse de esa
forma volvía a los hombres tan idiotas como él.
Me detuve en el patio trasero de los Kirkland, en el césped perfectamente
cortado, las puntas cosquilleando los bordes de mis pies, una fuente para pájaros a
mi lado goteando, un parche de girasoles moviéndose delante de mí. Belleza, en
todo alrededor. Y detrás de mí, oscureciendo ese parche de metros cuadrados
infestados por gallos: La Bestia.
No había besado a nadie en tres años. La última persona fue Scott, y mira
cómo terminó eso. Que Cole me agarre y me haga eso, delante de Ben… dejé
escapar un ardiente suspiro de ira. Y luego, su risa. Despreciativa y mezquina. Como
si no hubiera sido nada. Peor que nada. Malo.
No había besado a muchos hombres en mi vida, pero para mí, no había sido
nada. Y ciertamente no había sido malo. Probablemente besaba a una chica
diferente cada día. Lo había visto, en pantalla, besando a mujeres tan bellas que
harían a los ojos doler. Había estado casado, o técnicamente todavía lo estaba, con
Nadia Smith. ¿Por qué no me sorprendía que mi beso no se comparara? No debería
haber sentido dolor; debería haberme vuelto loca. Lo había estado. Tan loca como
para empujarlo e infligirle dolor al hacerlo. No era de Cole Masten para que me tome
así. No era, ciertamente, de Cole Masten para ridiculizarme y hacerme a un lado con
una sonrisa.
Lágrimas escocieron el borde de mis ojos, me acerqué a la valla en el borde
del césped de los Kirkland, abrí el pestillo, y di un paso hacia el primer carril
despejado de algodón. Cruzándome de brazos sobre mi pecho, mis cholas suaves en
la tierra, me dirigí a casa.
118
Página
40
Traducido por MaEx
C
ole apoyó las manos en el fregadero y se inclinó hacia delante,
mirando por la ventana de la cocina, observando el cabello de
Summer sacudiéndose, ya deshecho por el viento.
—¿A dónde va?
—A casa —dijo Ben detrás de él. Dio un paso adelante, uniéndose a Cole en
el fregadero y señalando, una uña cuidada golpeando en el cristal—. Esa casa
grande de allí es la plantación Holden. Su casa es la pequeña, a la derecha.
—¿Esa es su casa? ¿Justo ahí? —Cole miró, sorprendido—. Está tan cerca.
—Son fincas vecinas —dijo Ben con cierta importancia.
—¿Cuán molesta está? —Cole señaló con la cabeza a Summer, que se veía
más pequeña ahora, su vestido rojo apenas visible, sus pasos rápidos.
—Deberías ir tras ella —dijo Ben—. Está molesta… pero creo que también
está herida.
Herida. Había pasado mucho tiempo desde que Cole se había preocupado si
alguien estaba herido. Se apartó del fregadero y se alejó, caminando hacia la sala de
estar.
—Muéstrame el resto de este lugar, Ben —gritó, moviéndose más lejos de la
ventana, de ella, de la debilidad—. Y si veo un maldito pollo en el dormitorio lo
arrancaré yo mismo.
No podía ir tras ella. Incluso si era lo correcto de hacer. Incluso si haría su
relación más suave, la película mejor. Porque se conocía a sí mismo. Y ahora mismo,
si la perseguía por ese camino sucio y la atraía de regreso, pedir disculpas sería la
última cosa en su mente.
119
Página
41
Traducido por Selene1987
124
Página
42
Traducido por Aria
U
n pollo. Pensé que le parecería gracioso. Podríamos reírnos de ello,
en el ridículo gallinero de Cyndi Kirkland, y hacer las paces. Poner
nuestra amistad en una dirección mejor, una que no implicase
insultos, comentarios crueles y besos improvisados. Me desperté aquella mañana
determinada en superar mis inseguridades en lo que concernía a besarnos y
ponerme en el lado bueno del idiota que era Cole Masten. Necesitaba este dinero.
Necesitaba este papel, y si resultaba que era mala besando, que así sea. Un regalo
era la solución más obvia al problema. Le habría hecho algo para comer, pero había
fruncido los labios a mi pastel de manzana así que tenía que pensar con originalidad.
Y cuando pensé en un gallo, pareció perfecto. Gracioso, poco serio, un regalo de
campo para un chico de ciudad. No esperaba que el hombre se cayese de culo como
si hubiese puesto una bomba en su entrada. No esperaba que me fulminase con la
mirada como lo estaba haciendo, justo entonces, mis manos suavemente envueltas
alrededor de su nueva mascota.
—¿Estás loca? —jadeó, poniéndose de pie y limpiándose. No es que hubiera
mucho para limpiar. Los suelos de Cyndi Kirkland estaban más limpios que una
habitación del Holiday Inn en día de inspección—. Literalmente, necesito saberlo,
por el futuro de la película. ¿Estás loca?
El pollito cloqueó nerviosamente en mis palmas, y le deslicé unos cuantos
pasos, más cerca de la protección de mi pecho. Contra mis dedos, su corazón dio un
golpe rápido.
—¿Y bien? —demandó, y yo parpadeé.
—¿Esa es una pregunta seria? —le respondí—. He pensado que solo lo has
preguntado para hacerte el sabelotodo.
—No. Es una pregunta seria. ¿Qué persona normal le da a alguien una
maldita ave como regalo de bienvenida? —Gesticuló hacia el pollito, y tuve el
ridículo impulso de cubrir sus pequeñas orejas para protegerlo contra las
palabrotas. Debería haberlo hecho. Solo para ver la mirada en los ojos de Cole.
—No estoy loca —respondí—. Y no es un ave bebé. Es una cría de gallo. —
Asentí en la dirección general de la decoración de Cyndi Kirkland—. He pensado que
sería gracioso.
125
Página
—Oh, es divertidísimo. —Levantó la mano a su cabeza y se dio la vuelta—.
Toda esta cosa es jodidamente divertida. Voy a tener una crisis nerviosa por lo
jodidamente divertido que es. ¿Qué se supone que tengo que hacer con eso?
¿Comerlo?
Di un paso atrás, llevando el pequeño cuerpo a mi pecho.
—¡No! ¡Es una mascota!
—Yo… —Me señaló, luego otra vez al pollito—. No puedo tener una
mascota. No tengo ningún sitio donde guardar un maldito gallo, Summer.
—¿Podrías por favor dejar de maldecir? Es muy… innecesario.
Los ojos del hombre se abrieron mucho antes de ponerlos en blanco, y me di
la vuelta antes de dejar mi sincero regalo y cortar a este hombre en pedazos. Con
cuidado acuné el pollito contra mi pecho, su pequeño pico picoteaba mi camisa, y
abrí la despensa, luego los gabinetes de la cocina, buscando diferentes cosas, los
pasos de Cole sonaron altos mientras caminaba detrás de mí y se detuvo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
No le respondí. Encontré un gran contenedor de plástico en la parte trasera
de un gabinete, que contenía bolsas de croquetas de perro. Vacié las bolsas y con
suavidad puse al pollito allí. Luego lo dejé ahí, en el suelo de la despensa,
moviéndome a la puerta trasera y abriéndola.
—¡No dejes esa cosa aquí! —gritó Cole detrás de mí, con el pánico asomando
en el borde de sus palabras.
—Cálmate —murmuré, moviéndome al borde del césped y tirando de un
gran trozo de hierba, recogiendo una cantidad antes de volver dentro, dejando caer
la hierba con el pollito.
—Lo digo en serio —divagó Cole, siguiéndome a medida que abría los
gabinetes, encontrando un pequeño bol, luego una lámpara de la sala de estar—.
No puedo tener una mascota. Estoy demasiado ocupado. Y no sé ni una jodida cosa
sobre gallinas.
—Es un gallo —repetí—. O, bueno, lo será cuando crezca. Fred le ha mirado
el sexo por mí. Es por eso que tiene esos pequeños pinchos en su cabeza. —Usé el
fregadero, llenando el bol de agua por la mitad y dejándolo en una esquina del
contenedor de plástico. Encendiendo la lámpara, la dejé en el suelo, junto a la otra
esquina—. Necesitarás papel de periódico para forrar el fondo. La lámpara es para
el calor. Los pollitos necesitan mucho calor. Déjala encendida, incluso por la noche.
—¡Summer! —Sus manos se cerraron alrededor de mis hombros, y me dio la
vuelta, mirándome, su rostro oscuro, nuestros cuerpos cerca en el pequeño
espacio—. Te vas a llevar esa cosa contigo.
126
Página
—No —dije firmemente, alcanzando y apartando su mano—. No lo voy a
hacer. Es un regalo, y no puedes rechazar regalos. Es maleducado.
Me moví alrededor de él, tomando mi toalla del suelo, y salí por la puerta,
mirando hacia atrás mientras la abría para encontrar a Cole, con sus manos en el
borde del contenedor de plástico, mirando impotente de mí a ello, la pose
distractoramente sexual dada su falta de camiseta.
—Papel de periódico. Encuéntralo y forra el fondo. Ah, ¿y Cole? —Sonreí con
dulzura, y me miró—. De nada. Y bienvenido a Quincy.
Cerré la puerta y bajé por las escaleras traseras, moviéndome por el jardín y
saliendo por la puerta antes de que él tuviera la oportunidad de responder.
Está bien, tal vez mi objetivo había sido hacer las paces. O tal vez, solo había
querido darle al hombre un golpe. Besar puede que no fuera mi fuerte, pero
pelear… eso podía hacerlo muy bien.
127
Página
43
Traducido por Aria
C
on Dios como testigo, si Cole conociera un lugar en este pequeño
pueblo para esconder un cuerpo, Summer Jenkins estaría muerta.
Se plantó en su nueva cocina y miró a la pequeña ave que le
devolvía la mirada. Y luego arañó el borde del plástico. Y luego lo miró un poco más.
Lo dejó, a él, o lo que fuera, allí y subió por las escaleras. Agarró su teléfono
móvil de la cama y, que se joda el cambio de horario, llamó a California.
El hospital no era muy servicial, la enfermera dudó en pasar la llamada, su
tono cambió cuando dijo las dos palabras mágicas que abrían todas las puertas: Cole
Masten.
El teléfono repicó seis veces, Cole se puso la camiseta, antes de que Justin
respondiera.
—Cole.
—Justin. ¿Cómo estás?
—Viviré. Siento no poder estar dando guerra y apuntando nombres para ti
ahí abajo. —Su voz era más débil de lo normal, sus palabras más lentas, y Cole sintió
un momento de culpabilidad por su temprana llamada.
—Lo siento —dijo rápidamente—. Te dejaré que vuelvas a la cama.
—Cállate, hombre. Estoy sorprendido de que hayas sobrevivido sin mí tanto
tiempo. ¿Cuánto ha sido, tres días?
Cole rió.
—Sí. Ha sido un infierno. Literalmente. Satán estaría cómodo en este calor.
¿Cuánto tiempo más antes de que vuelvas conmigo?
—Los médicos dicen cuatro semanas. Saldré de aquí como en una semana,
pero no me será posible viajar hasta que empiece la grabación.
Cole se detuvo en la parte superior de las escaleras y miró abajo, tragándose
su lista de peticiones.
—Mejórate. Te necesito.
128
Página
—Lo sé. Y llámame si puedo hacer algo desde aquí.
Cole solo asintió, sus pies bajando por las escaleras a la cocina. De vuelta al
ave. Colgó el teléfono, miró una delgada guía de teléfonos que había bajo un
teléfono inalámbrico. Y se dirigió hacia él.
130
Página
44
Traducido por BookLover;3
132
Página
45
Traducido por BookLover;3
E
l divorcio entre Cole Masten y Nadia Smith se ha movido a
toda velocidad, con cada lado su abogado y los documentos de
la corte volando furiosamente de ida y vuelta entre la pareja.
Nadia, quien ganó recientemente su primer premio de la academia por
Heartbroken, supuestamente iba a participar en The Fortune Bottle, la última
película de Cole Masten, que comienza a rodarse en solo dos semanas.
Estuve comprometida una vez. Hace tres años. Pensé que estaba
enamorada. Pero el amor no debe doler, no debe cavar a través de tu pecho,
escarbar en tu corazón, y servirlo como una comida. O tal vez solo duele cuando es
verdadero. Quizá cuando las rupturas no duelen, era cuando sabías que el amor era
falso.
Me preguntaba si el amor de Cole y Nadia era verdadero. Me preguntaba
cuánto le estaba doliendo. Me preguntaba cuánto de su comportamiento de idiota
era por dolor, y cuánto era solo él.
No le había hablado desde que dejé al pollito. Los chismes alrededor de la
ciudad era que tenía un auto nuevo y compró un lío de comida para pollos. Así que
supongo que conservó al pollito; supongo que se estaba acomodando. Ben se
encontró con él dos veces en varios lugares, y me trajo más de un guion. Me encogí
de hombros cuando lo entregó, arrojándolo sobre la mesa, y me apresuré en
terminar el plato de ensalada de gallina que estaba preparando. Pero tan pronto
como se fue, lo devoré. Acomodándome en el sofá, pasé mis dedos
respetuosamente sobre la página superior. No estaba atado, no estaba protegido,
solo era una pila gruesa de páginas, unida con un clip gigante. Le di la vuelta a la
primera página y comencé a leer.
Tres horas más tarde me tomé un descanso, me puse de pie y estiré. Me
detuve en el fregadero y llené un vaso de agua, mirando hacia fuera de la ventana, a
133
Página
través del campo, hacia los Kirkland. Lo había estado haciendo últimamente. Mirar
fijamente la casa. Lo había sabido antes de que Brandi Cone hubiera llamado, su voz
estridente y emocionada, que Cole tenía una nueva camioneta. La había visto siendo
entregada, había visto a un Cole apenas visible correr por las escaleras de un lado y
dirigirse hacia el remolque. No habría imaginado que sería un tipo de camioneta. Él
parecía más el tipo de un llamativo convertible.
Entonces regresé al guion. Leí cada línea lentamente, a veces en voz alta. El
papel era manejable. Ida era una pensadora independiente, una secretaria con una
reserva de ahorros para invertir. A menudo se enfrentaba al personaje de Cole,
manteniéndolo con los pies en la tierra, y tenían una relación de respeto/odio que se
transformaba en amistad para el final de la película. Las peleas, y el guion estaba
lleno de ellas, serían fáciles. El respeto, la eventual amistad… sería más difícil. Pero
no imposible. No, por medio millón de dólares, encantaría hasta a una rana.
El rodaje comenzaba en solo dos semanas. Antes, había estado ocupada
ayudando a Ben a tener cualquier detalle final en su lugar. Ahora, como actriz, tenía
un diferente conjunto de cosas que manejar. Solo un pequeñísimo problema: No
sabía cuáles eran.
—Siento que debería estar haciendo algo —hablé por teléfono, el largo
cordón enredado en un nudo de proporciones épicas, mis dedos ocupados en sus
nudos, tratando de desenredarlos.
—Los otros actores se están encontrando con sus entrenadores vocales,
trabajando en sus diálogos. No tienes que hacer nada de eso —dijo Ben, su voz
áspera, el ruidoso y molesto sonido de perforaciones en el fondo. Estaba en el Pit.
Cole quiso terminarlo ayer, y el equipo todavía resolvía algunos problemas
eléctricos. Al siguiente lunes, comenzando temprano, nuestros constructores se
irían, el equipo se mudaría y nuestro pequeño y tranquilo pueblo estaría abarrotado
por los californianos. Me encontraba aterrorizada y emocionada, todo al mismo
tiempo. Sentía que cada día duraba cien horas y aun así, pasaba demasiado rápido.
—Entonces, ¿qué debería estar haciendo?
—Esperando. La próxima semana conseguirás un maestro de actuación y
tendrás algún tipo de capacitación mediática. ¿Ya firmaste el contrato?
Eché un vistazo hacia la mesa del comedor, donde el sobre de Fedex yacía, el
pesado contrato adentro.
—No.
—¿Por qué? —cuestionó.
—Es de ochenta y dos páginas de largo. No puede haber nada bueno que
decir en tantas páginas. —Me di por vencida con el nudo y estiré el lío lejos de la
línea expuesta, estirándolo más y enganchándolo sobre la mesa. Estudié el paquete
exterior, ENVISION STUDIOS impreso en la casilla de remitente en el formulario.
134
Página
—Entonces consigue un agente como una pequeña buena actriz que eres y
haz que lo inspeccione.
—¿Por el quince por ciento? —Reí—. No, gracias.
—Entonces consigue un manager. Eso es lo que todos en LA hacen cuando
no tienen agentes. Los manager solo se quedan con el diez por ciento.
—Aún es demasiado. —Saqué el primero de los tres contratos y eché un
vistazo sobre el párrafo inicial, que estaba lleno de bastantes a partir de eso y aquí
presente para hacer que mi cabeza duela.
—Summer. Deja de quejarte y firma el contrato o págale a alguien para que
le dé un vistazo. Diablos, págale a un abogado la tarifa de una hora para que lo
revise. Pero haz algo. Se te está acabando el tiempo.
No podía solo firmarlo. No sin saber lo que decía. No sin saber a lo que
estaba renunciando o acordando.
—Llamaré a mi abogado —dije finalmente, dejando caer el contrato en el
paquete.
—¿Y entonces lo firmarás?
—Dependiendo de lo que él dice, sí. —Dejé el contrato de nuevo en la mesa
y sonreí ante la celebración de Ben en el otro extremo del teléfono.
—De acuerdo, ve. Llámalo ahora mismo. —Si pudiera verlo, apostaría cientos
de dólares que estaba haciendo un pequeño movimiento de encestar en medio de la
zona de construcción.
—Lo haré —prometí, y colgué el teléfono, mirando el lío de la línea
telefónica. Mi próxima compra: un cordón nuevo. O mejor aún, un teléfono
inalámbrico. Cosas realmente de lujo.
Necesitaba revisar el contrato; lo sabía. Necesitaba tener una revisión
profesional; lo sabía. Valía la pena pagar a un abogado; era inteligente pagar a un
abogado. Y tenía uno, uno que me había conocido toda mi vida, uno que cuidaría
mis mejores intereses y lo haría gratis.
Tomé el teléfono de la base, respiré hondo, y llamé a Scott Thompson. Mi
abogado. Mi ex.
135
Página
46
Traducido por HeythereDelilah1007
C
ocky parecía sentirse solo. Cole se sentó junto al contenedor, en
shorts para hacer ejercicio y zapatillas deportivas, y lo observó. El
pequeño gallo estaba rasgando el periódico de Quincy y luego miró a
Cole. Inclinó su cabeza y abrió su pico. Hizo un sonido pequeñito como de chirrido.
Cole había transformado el contenedor en su nuevo hogar, la lámpara conectada y
puesta en el costado izquierdo, tres capas de papel periódico yacían en el fondo, el
contenedor era cuatro veces más grande que la patética creación de Summer.
Estaba más grande esta semana, sus patas más largas, con gigantes rodillas nudosas
a la mitad. Más temprano esta mañana, había inflado su pecho, había bajado el
cuerpo erizándose y se había pavoneado. Cole se había reído, con su cepillo de
dientes dentro de su boca, a medio cepillarse, y había sacado su teléfono. Intentó
hacer un vídeo del acto, pero falló.
Ahora, se agachó y se inclinó sobre el contendor. Levantó al ave y la sostuvo
contra su pecho, las patas del ave pateando contra su pecho. Saliendo del baño y a
través de la puerta trasera lo dejó cuidadosamente sobre el porche. Bajando las
escaleras, miró hacia atrás y vio al ave siguiéndolo con cuidado hasta que llegó al
final del primer escalón y se detuvo, bamboleándose, su cabeza inclinándose hacia
la bajada, y luego de vuelta hacia Cole.
—Puedes hacerlo. —Cole le dio palmaditas a su pata para darle aliento, y
luego se sintió estúpido. Se agachó y cacareó. El pollo se puso en cuclillas, luego
saltó.
Resultó que Cocky no podía hacerlo. Cuando aterrizó, sus patas de bebé
tropezaron con el escalón, su cabeza se inclinó hacia abajo, golpeando el escalón
antes de sentarse, sacudiéndose mientras sus plumas se esponjaban. Cole se
apresuró a su lado, levantándolo y susurrándole disculpas, moviéndolo a salvo hasta
el final de las escaleras, donde el pollo corrió al pasto.
Hizo cien flexiones de brazos. Las palmas de sus manos firmes en el piso, el
pasto haciéndole cosquillas en la nariz a cada pausa abajo. Todo estaba en su lugar,
a su tiempo justo, listo para la próxima semana. Este momento de cohesión estaría
arruinado al instante en que el reparto y el personal pusieran un pie en el pueblo. De
ese momento en adelante, sería un caos puro y costoso. Esa era la naturaleza de la
bestia. Una bestia que amaba, una bestia que lo alimentaba. Ésta sería la primera
136
Página
vez que sería una bestia que él mismo pagaba, y no de la manera contraria. Pero era
una situación temporal. Porque una vez llegara a la pantalla grande, su futuro
financiero estaría sentenciado. Había mucho en juego, pero ésta realmente era la
película que iba a definirlo. Éxito o fracaso. Billonario, o simplemente otro tipo rico
de Los Ángeles.
Terminó las flexiones y respiró profundamente, descansando en una mano,
luego la otra. Cambió su peso a su puño, luego hizo otras cien. Se sentía tan
extraño, estar solo. Aquí en Quincy era una cosa; era cien transacciones en una. De
vuelta en casa sería diferente. De vuelta en casa… detuvo su diecisieteava flexión. Ya
no tenía un hogar; Nadia se había ido del hotel y estaba de vuelta, en su cama, sin
ninguna duda con ese idiota junto a ella, en sus sábanas, en su ducha, en los
malditos brazos de ella. Terminó las cien flexiones con un gruñido y rodó, el pasto
caliente y suave bajo su espalda.
Tenía que dejar de pensar. Lo que era curioso es que la única cosa en la que
no estaba pensando era en Nadia. Y cuando sí pensaba en Nadia, era solo para
distraerse y no pensar en la rubia y su estúpido pollo. Sintió un peso inestable
contra su espinilla y cuando miró se encontró con Cocky, bamboleándose en sus
pasos, caminando sobre su pantorrilla. Se rió y dejó caer su cabeza sobre el pasto.
No tenía tiempo para esto. Debería estar haciendo sentadillas ahora, luego
burpees, después una corrida larga, preferiblemente subiendo y bajando algunas
colinas. Se sentó, sus manos rápidas para alcanzar la caída del ave y ponerlo con
cuidado a su lado, tomándose un momento para rascarle un punto en el costado del
cuello.
Había leído en internet que les gustaba eso. Se había sentido un poco
orgulloso cuando había descubierto el hecho por su cuenta. Se había vuelto muy
dependiente de los demás. De Justin.
Mirando a Cocky, el ave picoteando el suelo en respuesta, empezó con las
doscientas lagartijas.
137
Página
47
Traducido por HeythereDelilah1007
S
abía, mis uñas golpeando el costado de mi teléfono, que estaba
cometiendo un error. Llamar a Scott era abrir una puerta que me había
tomado grandes cantidades de dolor cerrar. Pero confiaba en él.
Incluso aunque lo odiara.
—Summer. —Su voz sonó sorprendida, y eso me hizo feliz. Por lo menos no
había sido nunca esa ex desesperada, la que se emborrachaba y lo llamaba en medio
de la noche, la que dejaba esos largos mensajes de voz que solo sirven para enterrar
una relación muerta. No, no había sido ese tipo de ex; lo había sido él. Yo había sido
la que escuchaba sus mensajes de voz, con lágrimas cayendo por mis mejillas, su
nombre una larga y vil maldición para mis labios mientras apretaba el botón para
borrar sus tonterías.
—Hola, Scott. —Jugué con el borde del sobre de FedEx. No quería ir a verlo.
Durante los últimos tres años, las únicas veces que me había arrepentido de no
casarme con él había sido cuando lo había visto. Había pasado incontables horas
desde entonces acomodando cuidadosamente mi vida para evitar encontrarme con
Scott de cualquier forma que me fuera posible. Y ahora, heme aquí. Persiguiendo al
hombre para ahorrarme unos cuantos dólares en el departamento legal.
Él tosió en el teléfono, y me lo pude imaginar, tan claro como el día, halando
del nudo de su corbata, sus ojos cayendo a su lado mientras intentaba pensar en
qué decir. Tal vez sus ojos caían en la foto enmarcada sobre su escritorio, de su
nueva esposa y su pequeño bebé. No me amargo por eso. Él era la propiedad más
codiciada de Quincy. No me sorprendió entonces, y no me sorprende ahora, que
haya sido perdonado rápidamente y atrapado. Compraron el lote de Lonner cuando
el anciano murió. También fueron una de las cuantas familias en Quincy a las que
Ben y yo no llamamos. Simplemente no pude.
—Tengo un contrato que necesito que revises. Está todo en griego para mí.
Solo quiero saber qué es lo que estoy firmando y tener tu opinión si algo se ve mal.
—Está bien. Puedo hacer eso. —Sonó ansioso, listo para complacer. Algunas
cosas no habían cambiado—. Mándaselas a Shelley, mi asistente. Ella se asegurará
de que lo revise hoy.
138
Página
—Se quién es Shelley. — Mi cuerpo se calentó bajo mi piel. Shelley había sido
una de las dama de honor, una de las fatídicas siete. Ella no había terminado en el
hospital esa noche. Chica con suerte.
—Por supuesto que lo sabes. Yo solo… es algo que estoy acostumbrado a
decir.
—Por supuesto que lo es. —No quería burlarme de él, pero las palabras
salieron así. Amargadas. Sonar amargada no había sido parte de mi plan, así que
mordí mi labio.
Él no dijo nada, y yo no dije nada. Lo siguiente sería una excusa para colgar el
teléfono. Él nunca fue bueno para tener peleas. Prefería dormir para que se le
pasara la rabia y fingir que todo estaba bien en la mañana.
Hablé antes de que tuviera la oportunidad.
—Es un contrato de talento. Quieren que esté en la nueva película. —No
había planeado decirle. Había planeado que el contrato llegara sutilmente a sus
manos, sus cejas arrugándose cada vez más altas a medida que pasaba por las líneas
del contrato, su cabeza saliendo disparada cuando viera la cifra “$500,000.00
dólares” y en la descripción: Un papel protagónico en The Fortune Bottle. Su
estómago estaría revuelto con una mezcla de orgullo por mí, y de arrepentimiento
por su perdida.
—¿De verdad? —Era una pregunta moderada, solo el interés suficiente para
validar una respuesta por mi parte.
—Sí. Cole me quiere para el protagónico. —Era algo tonto y orgulloso que
decir. Completamente innecesario para nuestra relación de negocios, sin embargo
completamente necesaria para mi ego. Quería pavonear mi éxito ante él con la
exuberancia de la banda marcial de Quincy.
—¿Cole? —A Scott no le gustó mi casual familiaridad con el nombre. No era
una sorpresa.
Balbuceé una frase, cubriendo el auricular con mi mano, y luego me alejé y le
hablé al auricular.
—Tengo que irme Scott. Voy a mandarle el contrato a Shelley. —Colgué el
auricular rápidamente, antes de esperar una respuesta, antes de que me temblara la
voz, antes de perder el terreno que acababa de ganar por primera vez en mucho
tiempo.
Descansé mi cabeza sobre mis manos y repetí la conversación. Lo hice bien.
Él se comportó. Eso lo puso todo más fácil. Sin embargo, desde que se casó, se
convirtió en la imagen del esposo perfecto. Eso no debería haberme enojado;
debería haberme hecho feliz.
No lo hacía.
139
Página
48
Traducido por Selene1987
C
ocky estaba de vuelta en el contenedor, con maíz fresco espolvoreado
en él. Con el teléfono en la encimera, una botella de Voss vacía y en la
basura, los auriculares puestos, Sublime tocando, sus pies empezaron
a andar y tocaron el césped.
Cole no había corrido sobre terreno seguro durante años. No desde Four
Songs Of India, cuando habían estado rodando en mitad de la nada, en una zona
donde, con las gafas de sol puestas, solo era otra cara blanca. Y ahora, donde podía
correr cinco kilómetros y solamente ver unas cuantas casas, se sentía seguro. Sentía
que valía la pena intentarlo.
Empezó lentamente, saliendo de Kirklands y alejándose de Summer, lejos de
la ciudad. Hacía calor afuera. Un calor húmedo. Diferente al de California. Pero por
otra parte, todo era distinto a California. Suciedad bajo los pies en lugar de
adoquines. Robles vivos altos en lugar de palmeras. Summer en lugar de Nadia. Se
detuvo, creó una nube de polvo, y se colocó las manos en las rodillas, respirando
fuertemente. Dios, esta chica era como un virus, atacando su débil sistema
inmunitario y construyendo un hogar en sus venas. Se puso de pie, moviendo las
manos a su cadera, y dio la vuelta lentamente, dándose cuenta y apreciando todo lo
que no era Summer. La brisa que pasaba por el calor. El balanceo del algodón
blanco, desparramado a su lado en una línea perfecta. Sin paparazzi, sin cámaras.
Sin nadie para verle, observarle, juzgarle. Podía tener un colapso, justo aquí en esta
carretera, y nadie lo vería.
No tuvo ningún colapso. En su lugar empezó a correr de nuevo.
Más fuerte.
Más rápido.
Más lejos de ella. Nadia, y ese mundo enfermo y mentiroso.
Más lejos de ella. Summer, y esa inocencia que distrae y juzga.
Más fuerte.
Más rápido.
Más lejos.
140
Página
La tierra volando mientras corría.
Bueno… veamos. Creo que oí hablar por primera vez de Summer estando en
esa película por Jenny, trabaja en la oficina de correos. No sé de quién lo escuchó
Jenny, pero no me lo creí. Es decir, ¿Summer? ¿Nuestra Summer? Es bonita, pero no es
Minka Price. Y ni siquiera es de Quincy.
Tenemos en nuestras notas que se mudó aquí cuando tenía cinco años.
Exactamente. No puedes interpretar a alguien de Quincy a menos que seas de
Quincy.
De otra manera no conoces la dinámica de la ciudad.
A menos que seas Minka Price.
Bueno, sí. Mi hija hubiera sido perfecta para ese papel. Mucho mejor que
Summer. Se llama Heather. Deberías anotarlo. Heather Robbins. Trabaja en la
floristería local, pero podría tomarse un tiempo libre si Summer no resulta.
141
Página
49
Traducido por Selene1987
143
Página
50
Traducido por MaEx
C
ole Masten me llamó bajo el calor del verano un martes en la tarde.
Estaba de rodillas, a medio camino de los Holden, cuando su ridícula
camioneta se detuvo.
Escuché el motor y miré hacia arriba, reconociendo al instante el vehículo, así
que me puse de pie, pasándome la mano por la frente. Estaba cubierta de sudor; lo
que había humedecido mi camiseta, una gota corriendo por el medio de mi espalda
mientras salía del camino y asentía a modo de saludo sin respiración. Su ventanilla
bajó, una bocanada de aire frío flotando al exterior, y luché contra el impulso de
gatear hasta su cara a través de la abertura. Lástima que me habría puesto en su
regazo. Un regazo perfectamente limpio, por como se veía. Su brillante cuello en V
blanco brilló desde el interior de la cabina, el cuello que conducía a su hermoso
rostro, cubierto de una ligera capa de barba sin afeitar, más allá una mueca en los
labios y hasta el brillo de sus ojos verdes. Me fijé en una botella de agua en la taza
de la consola central, y la miré. Fría como hielo. La escarcha en el exterior del vidrio
abrumándome. La mano de Cole cubrió la etiqueta y tomó la botella,
ofreciéndomela.
—¿Quieres?
Me tragué mi orgullo y acepté el regalo, mirando la botella antes de girar la
tapa. Voss. Nunca lo había escuchado. Incliné la botella y con avidez, tomé media
botella de un trago antes de parar, limpiándome la boca con el dorso de la mano y
poniendo la tapa en su lugar.
—Gracias. —Hice un gesto hacia la botella—. ¿De dónde sacaste esto?
—Esa tienda de comestibles en… —Hizo un gesto en dirección general al
pueblo—. En la ciudad.
—¿Fuiste a Publix? —Levanté las cejas, sorprendida.
—No. Le pagué a Ben para que me consiguiera una lista de cosas. —Miró la
botella de agua medio llena que le ofrecía de regreso—. ¿No tienes nada de agua?
—Él no la alcanzó, así que desenrosqué la tapa de nuevo. No tiene sentido
desperdiciarla ahora.
Me encogí de hombros.
144
Página
—¿Y arruinar tu oportunidad de ayudar a una damisela en apuros? —Incliné
otra vez la botella y la terminé—. Es un concepto de cuento de hadas. Debes estar
familiarizado con él.
—Apenas estás en peligro. —Señaló a la casa de los Holden—. ¿Hasta dónde
llega? ¿Un centenar de metros?
Me quedé mirando sus cejas bien cuidadas y me pregunté si él se las sacaba.
—¿Tenías una razón para venir aquí?
—No respondías tu teléfono. He estado tratando de llamarte durante tres
horas.
Tiré la botella en el suelo, al lado de un cinturón de herramientas descartado.
—No tengo celular. Ese es el número de teléfono de la casa. Y he estado aquí
fuera.
—No tienes celular —dijo las palabras lentamente, como si fueran a tener
más sentido de esa manera.
—Nop. —No sentí la necesidad de explicar que no tenía ninguna razón para
estar disponible o en contacto las veinticuatro horas del día. Además, me pasaba el
ochenta por ciento de mi tiempo en casa. ¿A quién le hablaría al mismo tiempo que
estaba en la cola en la tienda de comestibles? ¿A quién iba a necesitar llamar a mi
casa? También estaba el pequeño asunto del pago. Hacía quinientos dólares al mes.
Un teléfono celular podía comerse fácilmente hasta el veinte por ciento de eso. El
teléfono de nuestra casa era gratis, junto con internet, cable y los servicios públicos,
por cortesía de los Holden. Pan comido.
—Necesitas un teléfono celular. Por lo menos para los próximos cuatro
meses. Si quieres volver a tu vida de reclusión después de eso, adelante.
—Bien. Cuando tenga mi cheque, conseguiré un celular.
Miró a mi ropa, y luego asintió a su asiento del pasajero.
—Sube. Podemos ir a buscar uno ahora mismo. Yo pago.
Negué.
—Tengo un poste más que atender. No puedo dejar esta valla a medias. Los
caballos se saldrán.
Por primera vez, pareció darse cuenta de lo que me rodea, la excavadora
apoyada en el carril de la valla, el tractor de dos por cuatro, la pistola de clavos en la
hierba.
—¿Estás poniendo esta valla? ¿No hay alguien…?
145
Página
Si decía más calificado, me juré que iba a usar esa pistola de clavos en su
hermoso brazo.
―¿… más que pueda hacer eso? —Miró a su alrededor, como si hubiera un
equipo de operarios colgando detrás de nosotros.
—Los chicos están fuera hoy —dije con aspereza—. ¿Por qué no corres hasta
Gap y me dejas trabajar?
Me miró por un instante, y luego se echó a reír. Me acerqué y miré, y dejé de
fingir por un momento, que mi cambio de proximidad no tenía nada que ver con el
acceso al aire acondicionado.
—¿Gap? —Su risa murió en una risita—. Summer, dejé de ir de compras a
Gap, cuando llegué a la pubertad.
—Bueno, cualquiera que sea tu tienda de idiotas. —Agité una mano en señal
de frustración y me volví hacia la valla rota. La pasada noche tuvimos una mala
tormenta. Había acabado con la zanja a lo largo de este parche de línea en la cerca, y
me había despertado para encontrar la valla volcada de lado. Gracias a Dios, Hank
había resguardado a los caballos de la tormenta. Spots habría saltado la valla
derribada y burlado a la mitad de los caballos en el condado de Thomas antes del
mediodía. Había pasado un día persiguiéndola con Hank. Fue un dolor en el culo…
perdonen mi lenguaje.
Cole me sorprendió al abrir la puerta y salir, una zapatilla deportiva
golpeando la tierra, luego otra. Vestía jeans que, juro, si entrecerraba los ojos lo
suficiente, tenía líneas de plancha en ellos.
—Te ayudaré —ofreció.
—¿Ayudarme a terminar la valla? —Ahora yo me reía—. Por favor, niño
bonito. Vuelve a la camioneta antes de que te ensucies.
No le gustó eso. Lo pude ver en la expresión de su rostro, la forma en que
sus ojos cambiaron. Se apartó de mí, se dirigió a la parte trasera de la camioneta, y
bajó la plataforma. Cuando regresó, sus manos agarrando cada lado de mis caderas,
me eché hacia atrás. Empujé contra su pecho, preparándome para otro beso
indeseado, y grité de sorpresa cuando en lugar de eso me levantó, mis manos
repentinamente aferrándose en lugar de empujarlo lejos, mi lucha terminando
cuando me puso suavemente en la puerta trasera abierta. Se inclinó, con las manos
moviéndose de mi cintura a la camioneta, su boca cerca de la mía.
—Quédate aquí —susurró, y hubo un momento de contacto visual antes de
que se apartara, pasándose la mano en los bolsillos traseros de sus vaqueros
mientras se dirigía a la camioneta y la apagaba. Escuché la puerta de atrás abrirse y
me tomó un segundo de sorpresa cuando regresó con el pollito en sus brazos—.
Sostenlo por mí —dijo con voz ronca.
146
Página
Tomé el gallo, que realmente ya no era un pollito. Había crecido en las
últimas dos semanas; tenía las patas largas, grandes rodillas, y una cresta que se
había vuelto roja y suave. El gallo miró hacia mí, luego a Cole, y sacudió sus plumas.
—Solo ponlo sobre la puerta trasera y déjalo moverse —me ordenó Cole,
volviéndose hacia atrás y examinando mi trabajo en las nuevas secciones.
Encontré mis palabras y las usé.
—¿Has traído al pollo? ¿Contigo?
—Pensé que podrías querer verlo —gritó, empujando la parte superior de
una nueva sección, como para probar su fuerza.
—Es una cerca de ferrocarril rota —grité—. Tienes los postes de línea y
entonces…
—Sé cómo construir una cerca —interrumpió él, volviéndose hacia mí.
—¿En serio? ¿Has construido alguna vez alguna valla? —desafié.
—¿Alguna vez has visto Legends of Montana? —preguntó—. Pasé seis meses
en el rancho allí. Compré la maldita cosa cuando terminé. Puedo construir una cerca,
Summer. —Me miró, y me encogí de hombros. Era una buena respuesta.
—Entonces construye la cerca. —Puse suavemente el gallo a mi lado y metí
mis manos debajo de mis muslos, balanceando mis pies un poco para conseguir un
poco de espacio. El pájaro puso rápidamente una suave pata sobre mi muslo
desnudo y saltó. Cole sonrió al pájaro, me miró, y se agachó, agarrando las
excavadoras y caminando hasta el último poste torcido. Lanzó las excavadoras y
agarró la vara, trabajando de un lado a otro en la tierra un poco más antes de
alzarla.
—Deberías quitarte la camisa —dije en voz alta—. Se va a ensuciar. —Él miró
sobre su hombro hacia mí, con las manos aún en el poste. No sé por qué dije eso, no
sé de dónde había venido el tono insinuante, y por qué había elegido entonces, en
ese momento, venir a la vida.
—Tú deberías quitarte tu camiseta —dijo de vuelta—. No voy a ser el objeto
de tu mirada lujuriosa.
Reí.
—Por favoooor. Todos hemos visto lo que tienes. —Y así era. Tuvo toda una
escena frontal en The Evidence Locker. América se desmayó, y mi vibrador consiguió
una nueva ronda de baterías. Se volvió a su trabajo, y yo me instalé. Era agradable a
los ojos, incluso con la camisa puesta. Y, después de unos minutos de observarlo,
me relajé. Él sabía lo que estaba haciendo. Probablemente más que yo. Era sin duda
más rápido que yo. Su camisa estaba empezando a pegarse a su espalda cuando
147
Página
terminó el trabajo, agarrando la madera sobrante y arrojándola a la cama a mi lado,
el pollo saltando hasta el final de mi rodilla y mirando hacia él.
—Hola amigo —dijo, alzándolo y poniéndolo en el suelo.
—No puedo creer que lo trajiste contigo.
Se encogió de hombros.
—¿Qué más va a hacer? ¿Sentarse en casa y mirar a la nada? —Se sentó a mi
lado y la camioneta se hundió un poco bajo el peso adicional—. ¿De verdad no
tienes celular? —preguntó, volviéndose hacia mí.
—Nop. —Vi al pollo correr, rápido y veloz fuera de la camioneta—. ¿Por qué
estabas tratando de llamar?
—Don quiere tener una reunión. Viene mañana, quiere que repasemos
algunas líneas juntos. ¿Por qué no has firmado el contrato?
—Lo tiene mi abogado. Llamaré a su oficina, averiguaré dónde está. —Scott
había llamado dos veces, la primera vez dejando un mensaje, la segunda vez tuvo la
mala suerte de conseguir a mamá. No fue una experiencia agradable para él. Me
había reído en mi plato de cereal y mentalmente la animé. Supongo que, al ver que
mi trabajo no estaba asegurado todavía, probablemente le debía devolver la
llamada.
—¿Tienes un abogado? —Pareció tan sorprendido que estuve casi ofendida.
—Sí, la gente del campo también contrata ayuda legal como tú lo haces.
—No quise decir… —Miró hacia abajo—. Necesitamos que lo firmes. Si hay
algún problema, tenemos que saberlo tan pronto como sea posible.
—Está bien. Lo llamaré esta noche.
—Vaya. —Él me miró, y su brazo rozó el mío—. ¿Servicio en la tarde?
Necesito a tu abogado.
Me reí, pensando en su abogado.
—Preferiría tener el tuyo.
—Oh, eso es cierto. —Su voz se oscureció—. Olvidé la sesión aduladora en
tu porche delantero.
—¿Qué? —Me empujé fuera de la puerta trasera y lo enfrenté. Se sentía
mejor, teniendo un poco de espacio entre nosotros. De hecho, podía respirar.
—Estabas babeando sobre él. Tenías a Cole Jodido Masten en tu porche
delantero, y estabas mirando hacia él como si tus malditas bragas estuvieran a
punto de arder en llamas.
Incliné mi cabeza hacia él.
148
Página
—Oh. Dios. Mío. Estás celoso. —Lo estaba. Lo podía ver en la vena de su
frente. Celos que yo reconocía, aunque no los hubiera visto desde hace mucho
tiempo. Scott había estado celoso a cienci0 cierta—. ¿Y quién se refiere a sí mismo
con la palabra J como segundo nombre?
—¿La palabra J? —cuestionó—. ¿Acaso tu boca de chica del campo no puede
ensuciarse?
Con sus palabras, la sensación de la conversación cambió, poniéndonos en
un territorio que se sentía incómodo. Sí, mi boca de chica de campo podía
ensuciarse.
Imbécil.
Estúpido.
Cabrón.
Tenía toda una lista de palabras que podía haberle gritado. En su lugar, me di
la vuelta y me encargué de perseguir a su pollo, que corría lejos de mí y hacia él. Cole
movió con cuidado la puerta trasera y levantó al pollito.
—¿Cuándo puedes reunirte para leer el guion? —La pregunta salió rápida y a
modo profesional de su boca.
Me encogí de hombros y traté de no mirar la forma en que las mangas de su
camiseta se habían amontonado en sus brazos, revelando más de sus bíceps.
—¿Mañana? Estoy disponible cuando sea.
—Te llamaré mañana por la mañana y estableceremos la hora. Lo haremos
en mi casa. Don vivirá en ese pequeño motel. —Tiene suerte de que Ethel Raine no
estuviera al alcance del oído. No dudaría en cortarle las bolas y servírselas para el
desayuno con sémola y galletas.
—Bien. —Puse mis manos en mis bolsillos traseros y lo vi abrir la puerta
trasera de la camioneta y poner cuidadosamente el pájaro adentro. Luego, sin una
palabra de despedida, se metió en el asiento delantero, cerró la puerta tras de sí, y
arrancó, la lluvia reciente suavizando la tierra, un sonido húmedo quedando detrás
de él mientras avanzaba. Di un paso hacia un lado y lo vi golpear el final del camino,
la camioneta roja dando la vuelta en el patio y disparándose de nuevo en mi
dirección.
Me apoyé en la nueva valla, con los brazos apoyados en la barandilla, y lo vi
volar más allá de mí, dando una visión rápida a la cabeza del pollo empujándose a lo
largo de la parte inferior de la ventana del asiento trasero. Supongo que había
cambiado de opinión acerca de mí consiguiendo un celular. Me alegré. Lo último
que quería era ir a alguna parte con ese hombre. Una cosa era que me hubiera
disgustado en nuestra primera reunión. Pero ahora, a medida que pasaba el tiempo
y los pedazos de él salían a la luz, me sentía más y más fuera de balance a su
149
Página
alrededor. Había momentos en los que parecía casi simpático, otras veces todo lo
contrario.
En ese momento, sentado a mi lado, el ocasional roce de su brazo o de su
pierna… había sido demasiado. Demasiado hombre, demasiado cerca. Demasiado
magnetismo cuando sonreía, demasiado tentador cuando coqueteaba, un abismo
demasiado grande cuando estaba siendo agradable. No podía dejar que su encanto,
su tentación, me arrastrara en ese agujero y me empujara aún más hacia abajo. Para
él, el coqueteo no era nada, una chica de campo que lo encontraba atractivo era
normal. ¿Para mí? Caer por el inalcanzable Cole Masten solo podía romper todos mis
huesos en caso de choque.
No me podía romper. No por un hombre que no se lo merecía, no por un
hombre que dividiría la ciudad, incluso más rápido que yo. Los dos íbamos a irnos de
aquí, una vez terminado el rodaje. No tenía sentido buscar el bien en un hombre así.
Observé su camioneta girar al final del camino y acelerar, hacia el lugar de los
Kirkland.
150
Página
51
Traducido por Martinafab
S
i Entrenamiento Audiovisual fuera mi primer indicio a lo que significa
ser una actriz, estoy tostada. Tan carbonizada más allá del punto de
ser comestible, frágil y quebradiza en un plato destinado a ir a la
basura.
Brecken Nichols vino de Atlanta, su traje azul paseándose por la humedad
como si tuviera todo el tiempo del mundo, sin embargo, según mi reloj, ya llevaba
quince minutos de retraso. Esperé con impaciencia, junto a Ben, observándola
acercarse y recapitulando todo lo que necesitaba saber sobre la mujer.
Tenía una de esos bolsos con monograma colgando de un brazo, de aquellos
grandes del tipo flexible, lleno de elementos suficientes para mantenerme con vida
en el desierto durante semanas. Lápiz labial rojo brillante, del tipo por el que Ben
me hubiera matado de un disparo, su cabello oscuro en una de esas coletas altas
que Heidi Klum llevaba con éxito pero que yo parecía ridícula llevando. Brecken no
parecía ridícula. Parecía segura. Perfecta. Sus cejas, una levantada críticamente
mientras se acercaba, eran gruesas, sus ojos perspicaces y bien enmarcados en
maquillaje que debió haberle llevado toda la mañana aplicar. Esta no era una mujer
que golpeaba el botón del despertador y recogía lo que dejaban sus mascotas. Esta
era una mujer que almorzaba en restaurantes elegantes, filtraba pretendientes en
función de sus saldos bancarios, y que miraba a las mujeres como yo como
aperitivos. Deslicé una mano en el bolsillo trasero de mis jeans nuevos, y sentí,
incluso antes de que abriera la boca, el desprecio.
—Dios, por favor dime que Vestuario no te vistió con eso. —Las palabras
salieron de ella en un resoplido cuando se detuvo delante de mí, su cabeza
inclinándose lentamente hacia abajo a medida que sus ojos me recorrían desde la
cabeza a mis zapatos, pasando un largo momento mientras escrudiñaba mis
zapatillas. Eran unas Nike. Nuevas. Sin embargo, no parecía impresionada.
—Me vestí por mi cuenta —ofrecí el hecho evidente en un tono amable, a
medida que mis pensamientos internos imaginaban una docena adicional de
respuestas más crudas—. Soy Summer Jenkins. —Alargué la mano, y ella se le
quedó mirando.
—Nunca te presentes —espetó finalmente, moviéndose más allá de mi
mano y abriendo una de las anchas puertas doble—. Ellos deben saber quién eres,
152
Página
sabrán quién eres. ¿Entiendes? —No esperó una respuesta, sus tacones golpeando
por el pasillo delante de nosotros, así que agarré el brazo de Ben, apretándolo con
tanta fuerza que pegó un aullido.
—Sé amable —susurró él—. Y ven a buscarme cuando acabe. —Salió
disparado, mi agarre perdido en algún giro de su brazo, sus piernas flacas
deslizándose a través del estacionamiento sin mirar atrás.
Me volví justo a tiempo para ver a Brecken sumergirse en una habitación de
la derecha. Dejando escapar un suspiro, entré en el edificio y caminé penosamente
tras ella. Nunca te presentes. De todo el comportamiento ridículo pomposo… entré
a la habitación y vi a Brecken levantar una fila de interruptores, las luces
iluminándose en rápida sucesión, todas brillando sobre una silla vacía. La mía.
—Siéntate —dijo alegremente y sacó una cámara, alineándola en su lugar,
sus manos rápidas y eficientes—. Empecemos.
159
Página
53
Traducido por Raeleen P.
O
h, qué pregunta tan inocente e ingenua. Uno no debería sacrificarse
de esa manera. De mostrar sus inseguridades. Demostrar que te
importa un hombre lo suficiente para preguntar algo como eso. Se
había presentado la mañana después del beso, con toda esa energía efervescente y
amabilidad. Se había convencido, en ese momento, que ella había esquivado su
disparo. Seguro de que él era el único llevando ese momento. Viviendo en él.
Pudriéndose en él.
Pero aquí estaba ella, con los hombros encorvados, la gentil caída de sus
vocales, la herida seguía presente, el momento no estaba olvidado.
—¿Quieres la respuesta de la industria o la verdad? —preguntó para ganar
tiempo, segundos valiosos que necesitaba porque no sabía qué responder. No tenía
idea de qué decir que no lo expusiera ni le diera entrada a ella. No podía darle
entrada. Ahora necesitaba tener su corazón en un paquete, en envoltura de
burbujas y encerrado en ciento ochenta centímetros cuadrados de acero. En parte
porque era la condición de la representación de DeLuca. Y en parte porque el
razonamiento de DeLuca era correcto.
—La verdad —dijo con simpleza y él pudo ver su espalda erguida cuando
encontró su fuerza, reforzándose para lo que fuera que viniera, enderezó sus
hombros y levantó la barbilla. Ella era una completa paradoja. En algunas cosas, era
la mujer más fuerte que había conocido, su fuego, rencor y autosuficiencia era clara
y definida. En otras cosas, era la más suave y vulnerable de todas. Se exponía
demasiado, sentía demasiado, amaba con demasiada fiereza, daba con demasiada
libertad, sus acciones eran un sendero hacia la destrucción que algún día mataría
ese espíritu. Su instinto era proteger ese espíritu, reforzar sus defensas… quería
echarla a los lobos y encerrarla en un castillo, las dos cosas a la vez. Era una batalla
interna que llevaría a cualquier hombre a la locura. Era una batalla interna que, en
ese momento, no necesitaba tener que lidiar.
Dejó caer su pie del taburete y el impacto contra el piso fue ruidoso pero ella
no se asustó. Quizás porque Brecken sí le había enseñado algo. O quizás porque lo
había estado esperando. Se levantó y luchó contra la urgencia de inclinarse, de
descansar las manos en las piernas de ella y besarla, ahí, de tal forma que no dejara
dudas el efecto que tenía en él.
160
Página
En su lugar, levantó el taburete y le dio la única cosa que podía manejar. Una
palabra.
—No.
—¿No? —Regresó la palabra con rapidez, alzando la ceja, retándolo con la
palabra.
—No divagues. Se concisa —le recordó.
—¿Ser evasivo también es una regla? —Estaba de pie, yendo tras él, y
demonios, no lo iba a dejar ir.
—En realidad, sí. Cada vez que puedas ser evasiva, hazlo. —Dejó el taburete
contra la pared donde lo había encontrado y ella se le quedó viendo, entrecerró los
ojos cuando se giró.
—¿Siempre huyes cuando te acorralan, chico citadino?
—No huyo. Tengo otras cosas que hacer. Como acabas de decir. —Apagó las
luces y se estiró para alcanzar el pomo, ella lo tomó fuertemente por el antebrazo.
—Espera.
Se detuvo y se giró hacia ella a pesar de su juicio, puso una máscara sobre su
rostro, ocultando cualquier emoción con la práctica de dos décadas.
—¿Sí?
—Gracias. —Se sonrojó y puso las manos dentro de sus bolsillos—. Suena
muy tonto pero necesitaba saberlo. Es solo que… ya sabes. Ha pasado un tiempo.
—¿De la última vez que te besaron? —No, no. Ella no se refería a eso. Había
querido decirlo como un cumplido. Solo que… al momento en que sus palabras
salieron, supo que eran ciertas. Había pasado un tiempo desde la última vez que la
habían besado.
¿Cómo era posible? ¿Acaso no todos en los pueblitos solo follaban y
sembraban? ¿Cómo era posible que ella, con la forma en que se veía, con su forma
de ser, no era besada cada día, varias veces, con pretendientes haciendo cola hasta
dar la vuelta a la esquina, como dominós esperando ser derribados? ¿Y a qué se
refería con “un tiempo”?
Sus ojos le miraban directamente, y hubo un momento de petulancia en su
rostro antes de que se suavizara.
—Gracias por la ayuda —dijo, rígidamente.
—Hablaré con Casey, la jefa de Brecken. Para ver si podemos alejarte de la
prensa.
—Porque soy terrible ―dijo el insulto saliendo casi animadamente.
161
Página
—Sin suavizarlo, sí. Ahora eres demasiado brusca.
Ella asintió, dando un paso hacia atrás y él casi la sigue.
—Así que… ¿me puedo ir? ¿Ya no hay más entrenamientos?
—Por ahora. ¿Te has reunido con un maestro de actuación?
—Llega la próxima semana. Pensé que esta semana pero…
Cole desestimó la explicación con un gesto de la mano.
—Está bien. No te preocupes por la actuación. No será como en los medios.
Esos serán en vivo, así que solo tienes una oportunidad. La actuación puede hacerse
cien veces más. Y los guiones, tu papel… solo tienes que ser tú misma.
—Pero de eso se trata entrenamiento audiovisual. Ser tú mismo. —Había
una amenaza de pánico en su voz y él miró sobre su hombro, su escape
interrumpido, la última oración había sido demasiado valiosa para ignorarla.
—No en el campo. En Hollywood, detrás de cámaras, no podrás ser tú
misma. No puedes ser débil, ni honesta, y tampoco puedes ser genuina. No si
quieres sobrevivir.
—Entonces, ¿eso en qué te convierte?
Sus ojos estaban en él cuando hizo la pregunta, su tono era calmado, sin
acusaciones, las palabras colgando en el espacio entre ellos. Entonces se giró,
entrando al salón y cerrando la puerta con firmeza detrás de él.
Tenía un millón de respuestas para esa pregunta, sin embargo, no podía
separar las mentiras de la verdad.
162
Página
54
UNA SEMANA MÁS TARDE
Traducido por Selene1987
Dormir. Eso era lo que aparentemente Summer Jenkins tenía que hacer a las
nueve y media los miércoles por la mañana. Cole se detuvo, con las manos en las
caderas, y se quedó mirándola. Corrección: Dormir profundamente.
Casi había entrado en pánico cuando entró. Su camioneta estaba en la
entrada, sin cerrar, con las llaves en el motor. Lo miró, subió las escaleras, llamó a la
puerta y esperó, dejándose caer con una mano sobre la pared. No había habido
ninguna respuesta, ningún timbre al que llamar, las cortinas cerradas. Llamó
nuevamente, más fuerte. Caminó alrededor de la casa y después regresó al frente.
Después de la tercera ronda de llamadas, intentó abrir la puerta. Sin cerrar. Como la
camioneta. Era un pueblo lleno de personas esperando a ser asesinadas.
Había abierto la puerta, gritando su nombre, la casa silenciosa abierta
delante de él, con las luces apagadas, sin ninguna respuesta. Entonces, con
intranquilidad, entró. La primera puerta que había abierto había sido la de su
habitación. Y ahí, desparramada en la cama, estaba ella.
Con ropa interior roja. Entre esto y su vestido, estaba a punto de arruinarle el
color. Estaba tumbada sobre su estómago, con los brazos en su cabeza, con una
rodilla más arriba que la otra, su hermoso culo en alto, frente a él. Podía quedarse
mirando sin que le atraparan, sus ojos podrían viajar por las líneas de su cuerpo.
Podía tener un momento continúo de adoración a Summer. Y lo hizo, justo ahí en su
habitación, dándose cuenta de todo lo que podía hacer y lo enterró en su cabeza. La
peca en la parte de atrás de su brazo derecho. El bronceado de sus piernas que
estaba desapareciendo. Los hoyuelos en su espalda, que apenas se veían, con una
camiseta fina y blanca que apenas los cubría.
Quería despertarla.
Quería quedarse ahí de pie y quedarse mirándola para siempre.
Quería darse la vuelta y marcharse porque obviamente estaba a salvo y éste
era un comportamiento que lo podía meter en la cárcel.
Nunca se le dio bien tomar decisiones.
164
Página
55
Traducido por Flochi
N uestra casa siempre era calurosa por las mañanas. Fue construida en
1904, la cabaña de un aparcero para la plantación de los Holden,
siendo ubicada enfrentando el oeste, con el fin de capturar el sol de
la mañana. Eso pudo haber sido algo bueno para los recolectores de algodón que se
levantaban a las cinco, pero para mamá y para mí era un dolor en el trasero. Más
que nada para mamá. Ella salía de la cama a las siete, entraba a su auto a las siete y
media, y en el trabajo a las ocho y cuarto. A mí, me gustaba dormir. Cuando el
teléfono de nuestra casa sonó alrededor de las nueve, pateé las sábanas calientes,
rodé en la cama, y empujé la mano en dirección a mi mesita de noche y al teléfono.
Hubo un estruendo, mi mano errante un poco demasiado enérgica, y el teléfono
dejó de sonar. Volví a dormir.
Una garganta carraspeando me despertó. La garganta de un hombre. Abrí
los ojos, mis sábanas amarillas se hicieron nítidas, y lentamente rodé. Cole estaba a
los pies de mi cama. Sin camisa. Con shorts de correr negros. Mirándome fijamente.
Cerré los ojos e intenté recordar con qué ropa me había ido a la cama. Sentí que
algo golpeó mis pies y volví abrir los ojos.
Cole estaba inclinado, su mano en mi pie. Se enderezó cuando nuestros ojos
se encontraron.
—Summer —dijo en voz baja, algo estúpido que decir cuando se estaban
mirando entre sí.
—¿Por qué estás en mi habitación? —Tuve que mirar hacia abajo, solo para
ver si… oh, Dios. Estaba usando solamente ropa interior y una camiseta. Volví a
mirar a Cole, y estaba mirando con fijeza, sus ojos siguiendo el sendero que los míos
acababan de seguir, su mandíbula tensándose, un dedo crispándose contra la parte
superior de su cadera.
—No respondiste a la puerta, la puerta principal estaba sin llave, y la línea
daba ocupada. —Recortó las oraciones sin mirarme la cara, sus ojos todavía en mi
cuerpo, y me removí un poco en la cama cuando me di cuenta que el frente suelto
de sus shorts estaba formando una tienda de campaña.
Una bendita tienda de campaña.
165
Página
No había sido tocada, no había sido besada, aparte de ese desastre en la
cocina, en tres años, y este hombre, este dios sexual que había tenido a Nadia
Smith, estaba excitado por mí. Al mencionar su esposa internamente mi deseo
sexual menguó, y rodé, intentando bloquear la imagen de la excitación de su rostro,
el empuje contra sus shorts, rodando para evitar que mis piernas se abran para él. Y
mierda, había estado a punto de hacerlo. Invitar a Cole Masten, mi co-estrella, a mi
cama. Alcancé la sábana, algo con que cubrirme porque mi trasero ahora estaba
justo frente a sus ojos. Mis manos sin encontrar nada, así que dejé de moverme, dejé
de respirar porque pude escuchar su respiración dura y fuerte en la habitación, y
Dios mío, fue sexy. La cama se hundió junto a mi rodilla derecha, luego junto a mi
izquierda, y sentí el roce de tela suave contra mis pies, sus shorts, y fue tan erótico
que casi gemí.
—¿Qué estás haciendo? —dije con voz ahogada, un par de dedos
moviéndose lentamente, desde mi rodilla derecha, a lo largo de un costado de mi
muslo y vagando suavemente sobre la curva de mi trasero.
—Shh… —susurró—. Por una vez, Summer. Solo, cállate.
No respondí debido a su mano plenamente apoyada sobre mi piel,
deslizándose bajo mis bragas de algodón, palmeando mi piel desnuda, apretando la
piel con tanta fuerza que jadeé, mis hombros elevándose, su otra mano empujando,
manteniéndome abajo.
—No te muevas. No pienses. Por favor. Necesito esto.
—Nadia —dije su nombre con voz ahogada, mi única protesta, y su mano se
quedó instantáneamente inmóvil en mi trasero.
—Summer. —Se inclinó, el cambio de posición empujando su pelvis, su
erección, contra mis pies, su mano más fuerte en mi trasero, y su respiración
caliente de pronto en mi cuello mientras hablaba suavemente―. Si nunca vuelvo a
escuchar ese nombre otra vez, moriré feliz. No hay nada sobre ella que tenga que
ver con este momento.
—Pero… —Mi protesta murió cuando sus labios se apoyaron en mi nuca, sus
dientes siguiendo el beso con una raspadura en contra de mi piel.
—Por amor de Dios, Summer. Si quieres que me detenga, tienes que
decírmelo en ahora mismo.
¿Decirle que se detenga? No podía. Apretó sus caderas y mis pies se alzaron,
separados de mi cerebro, y rozaron contra un montículo largo y duro.
—Sí… —siseó, sentándose, su boca dejando mi cuello, su mano recorriendo
lentamente mi espalda. La otra se deslizó de mi muslo hacia arriba, debajo de mis
bragas, ambas palmeando mi trasero. El hombre parecía tener todo el tiempo del
mundo, así que tragué un gemido cuando apretó, rodando sus manos hacia arriba y
afuera, en pequeños círculos, el lugar entre mis piernas afectado por el movimiento,
166
Página
el algodón de mis bragas tenso por sus manos grandes, la fricción una pieza más en
el revoltijo de mi cordura en este momento.
¿Cómo me recobraría alguna vez de esto? ¿Cómo algún hombre sería capaz
de competir con esto?
Habló, sus palabras roncas y apenas controladas, y perdí toda la razón con
las siguientes palabras que salieron de su boca.
—Summer, ¿qué sucederá cuando mis manos desciendan más? ¿Cuando
deslice mis dedos entre tus piernas? —Sentí la presión cuando una de sus manos se
movió, provocando, sus dedos deslizándose sobre mi trasero y casi más abajo, casi
allí. Esperaba que su pregunta no fuera una literal porque no podía formular
palabras, pensamientos o nada en ese momento—. Estoy a punto de descubrir
exactamente cuánto has estado queriendo mi polla. —Gruñó la última palabra, y
casi morí bajo su toque, mi necesidad ardiendo, gritando, mis piernas revolviéndose
debajo de él, gateando hacia arriba en la cama, un deseo feroz muy dentro de mí
queriendo estar a cuatro patas, mi trasero en el aire, lista para él, frenética por él―.
No —dijo, manteniéndome abajo, sus rodillas apretadas contra mí mientras me
mantenía en el sitio, impidiéndome subir, un dedo duro deslizándose abajo por la
raja de mi culo y más lejos, entre mis piernas, y maldijo en el cuarto silencioso, mi
bajo gemido uniéndose a su maldición—. ¿Te pones así de húmeda por todos estos
chicos campesinos? —Sus dedos jugaron con el material empapado entre mis
piernas, mis muslos luchando por separarse, así que me dio poco espacio, mis
rodillas urgentes en su extensión, mis pies sujetándose alrededor de su erección, y
gruñó, el sonido profundo y necesitado, avivando mi necesidad y empujándola más
lejos, más intenso, mi sorpresa inicial en lo duro que estaba reemplazado con un
constante martilleo en mi cerebro por tenerlo ahora, en este momento, porque juro
que moriría sin ello.
No apartó mis bragas; no las rasgó; solo se movió, con golpes lentos y
pacientes, desde mi trasero a la zona mojada, adelante y atrás, así que empujé mis
caderas más alto en el aire, mi rostro enterrado contra mi sábana ajustada, cualquier
compostura perdida mientras le rogaba que fuera más abajo, le rogaba por más.
—Jesús, Summer, quiero tanto saborearte —susurró, su cabeza cayendo,
sus dientes mordiendo suavemente mi nalga izquierda—. Quiero darte la vuelta y
enterrar mi rostro entre tus piernas y follarte con mi boca. Quiero hacerte gritar mi
nombre y hacerte venir debajo de mi boca y saborear el momento en que te
desmoronas para mí.
—Entonces hazlo —le desafié—. Cállate y hazlo. —Pude haberle dicho que
se callara solamente, pero había codiciado cada palabra, cada oración, sus palabras
pronunciadas hacia mí, sobre mí, de él. Podía odiar al hombre, maldecirlo como el
infierno, pero no había ninguna duda al respecto que este hombre era hermoso,
que su cuerpo era el pecado, que su sexualidad era adictiva. Y ahora estaba aquí, en
167
Página
mi cama, sus manos en mi piel. Una piel que no había sido tocada en mucho tiempo.
Una piel que rogaba por más, con una necesidad cruda pulsando a través de mí.
—No puedo. —Su voz se quebró con las dos palabras, sus dedos frenéticos a
medida que tiraban de mis caderas, alzándolas, sus dedos rozando mis bragas
empapadas, y de repente estuve desnuda delante de él, inclinada, el zumbido del
ventilador cepillando el aire sobre mi lugar más sensible—. ¿Dónde están tus
condones? —dijo con voz ronca, e intenté encontrar la razón y no tuve lo suficiente.
Los condones no eran un artículo del que alguna vez me hubiera abastecido, y no
podía pensar en nada en este momento más que en tenerlo.
—Yo no… por favor. Solo, por favor…
Él no hizo preguntas; no hizo nada más que tirar de sus shorts, y empujar,
desnudo y hermoso, en mi interior. En ese momento, con esa embestida, perdí todo
el control que tenía en mí y me volví suya. Se estremeció gritando mi nombre,
presionándose plenamente en mi interior, y esperé una larga inspiración.
—¿Estás bien? —Sus palabras fueron dolorosas y tensas, dichas a través de
los dientes apretados, así que asentí, incapaz de formar las palabras, incapaz de
hacer otra cosa más que idolatrar el altar de Cole Masten desde ese momento en
adelante―. Bien —gimió—. Porque estoy a punto de desatar el infierno.
Estaba equivocado. No era el infierno. No estaba para nada cerca del
infierno. Era el hermoso y jodido paraíso, sus manos apretadas en el trasero de ella,
sus golpes rápidos, ágiles y apenas controlados, el ritmo perfecto y rápido
empujándome a un lugar en el que nunca había estado solo por sexo, una
conclusión que me tomó completamente por sorpresa y provocó que mi cuerpo se
tensara, mi respiración jadeara, mis dedos se clavaran en el colchón, y mi mundo se
rompiera, alrededor de su paraíso y mi infierno. Me vine, grité su nombre mientras
lo hacía, y sus brazos me rodearon, alzándome contra su pecho, sus finales empujes
acabaron con su boca en mi cuello y sus manos sobre mi camiseta, apretados sobre
mis pechos.
Se retiró al último momento, su mano rápida, su cuerpo rodando,
llevándome sobre mi espalda contra él, su orgasmo cálido y mojado contra mi
espalda, y gimió mi nombre como si se estuviera rompiendo. Rodé, sin ninguna
razón, sentándome a horcajadas sobre su cuerpo, y me empujé hacia abajo,
tomándolo dentro de mí, mi boca cubriendo la de él mientras me llenaba con su
polla y montaba los últimos estremecimientos de mi orgasmo, sus manos
aferrándome hacia abajo, abrazándome a su duro pecho a medida que jadeaba
contra mi boca, su beso desesperado, fuerte y necesitado, sus manos moviéndose
con maníaca necesidad, apretando, agarrando, deslizándose sobre mí mientras se
daba un festín en mi boca.
Él era el infierno. Pero su cuerpo, su polla, lo que me hacía, era el paraíso. Y
no estaba segura, en el momento que finalmente me aparté de su boca y rodé lejos
168
Página
de él, cómo podría manejar eso. Envolví la sábana a mi alrededor, miré el techo, y
sentí el empuje de miles de preguntas brotando en mi garganta. ¿Por qué estaba
aquí? ¿Por qué me había tocado? ¿Había sido algo más que algo para llenar una
necesidad básica? ¿Qué pensaba de mí ahora y cómo cambiaría esto nuestra
dinámica?
Era una chica sureña. Todos nacíamos para ir al paraíso. Incluso si ese era el
último lugar al que yo perteneciera.
169
Página
56
Traducido por Adaly
B
rad DeLuca lo mataría. De eso, estaba seguro Cole. Volaría hasta ahí,
envolvería esas manos grandes alrededor del cuello sobre
privilegiado de Cole, y lo estrangularía.
Y Cole moriría con una sonrisa. Un segundo hecho del que estaba seguro.
Porque lo que había pasado hizo su previa obsesión con Summer parecer como un
enamoramiento adolescente. Lo que acaba de pasar era un factor de cambio y uno
por el que valía la pena ir a la guillotina. Lo que acaba de pasar validaba cualquier
curiosidad que había tenido sobre Summer y aumentaba diez mil veces. Estar
dentro de ella había sido completamente diferente a Nadia… a cualquier otra.
Levantó la vista al techo y trató de ubicar lo que lo había hecho tan diferente. Trató
de averiguar cómo una mujer tan frustrante puede tener un cuerpo que se sentía
tan perfectamente en sintonía con el suyo.
Ella se salió de él y se sentó en la cama, la camiseta blanca desgastada
levantada en su espalda, así que él la alcanzó, tirándola hacia abajo con cuidado, sus
dedos acariciando la piel de su espalda, extrañando el tacto cuando se apartó y
levantó.
—Esto fue un error. —Encontró sus bragas, esas malditas bragas rojas, y se
inclinó para ponérselas, los ojos de él cayendo en su piel, su trasero, el arco de su
espalda.
—Necesitas unas nuevas. —Se agachó por sus shorts, sintiéndose
repentinamente desnudo en la cama—. Esas están un poco mojadas. —Sonrió, y
ella pareció pasar por alto la broma, poniéndose de pie y girándose hacia él, sus
brazos cruzados sobre sus hermosos pechos. De pronto se dio cuenta del
comentario que había ignorado—. No fue un error.
—Lo fue. Fue… —Alzó sus manos—. Estúpido.
Siguió su ejemplo, bajándose de la cama y caminando hacia ella, las manos de
ella elevándose como para mantenerlo a raya, así que se detuvo.
—¿Esto es algo que haces siempre? ¿Enloquecer después de follar con
alguien?
170
Página
Se estremeció como si le hubieran dado una bofetada, y deseó al instante,
haber mantenido la boca cerrada, su conexión entre el cerebro y su boca alrededor
de ella permanentemente rota. Tal vez había hecho que otros hablaran por él
durante demasiado tiempo. O tal vez era del tipo de mujer que volvía a un hombre
loco.
—No me… follo a las personas. —Estaba furiosa, su rostro ensombreciendo,
la fuerza que ama-respetaba surgiendo—. Y no soy una loca. Perdóname si no me
quiero acurrucar con mi co-protagonista después de esto.
—¿Co-protagonista? —Ignoró la punzada que sintió en su estómago. No
podía soportar el rechazo, no en este momento, no con Nadia tan cerca, tan
reciente. Tal vez DeLuca tenía razón. Tal vez sus reglas de celibato iban más allá de
la reputación de Cole. Tal vez Summer tenía razón, esto fue un error—. Tan segura
de ti misma, ¿no?
Se acercó a un armario, blanco y hundido colocado contra la pared.
—Vaya. Realmente eres un idiota. —Abrió un cajón del fondo y se inclinó,
sacando unos shorts, y él se preguntó cómo había salido todo tan mal. Tal vez sus
habilidades post-sexo necesitaban trabajo. No había necesitado esas habilidades
durante los últimos seis años con Nadia. Y las experiencias desde… bueno, esas
chicas habían estado demasiado interesadas en tomarse una selfie con él para tener
una conversación. Sobre todo, no una conversación como ésta.
—Summer…
Subió de un tirón sus shorts, y sus pezones quedaron visibles a través de la
delegada camiseta. Se quedó mirando fijamente, ella lo sorprendió mirando, y las
mejillas de él se ruborizaron, mientras sus brazos se ponían rígidos al abrir de un
tirón otro cajón y sacaba otra camiseta.
—¿Me he perdido de algo? —preguntó, tratando de encontrar la raíz del
problema—. ¿Hice algo para hacerte enojar?
—Estás casado —escupió las palabras y tiró sobre su cabeza la camiseta, los
ojos de él consiguiendo un último festín de su torso antes de quedar cubierto por
una camiseta brillante de celebrando a la Clase del 2002.
—Mi esposa estaba casada cuando se folló a medio Hollywood. —La
respuesta salió dura y amarga, haciendo que ella se gire hacia él, con los ojos en
llamas, y ahí lo supo, antes de que abriera su boca, que lo había hecho de forma
equivocada.
—¿Así es como son sus matrimonios ahí? ¿Ella te engaña así que tú la
engañas? ¿Y luego todo el mundo va feliz a casa?
De repente no era la única enojada en la habitación y se puso de pie
lentamente, tomando una respiración profunda, tratando de controlar su ira.
171
Página
—Nunca, desde el momento en que conocí a Nadia, besé a otra mujer o me
acosté con otra mujer. No hasta que me envió los papeles del divorcio. Esa pudo
haber sido la forma en la que ella operaba, pero yo no. —Se volvió hacia ella,
cambió su tono de voz—. ¿Estás preocupada por el hecho de que esté casado?
Estoy tan listo para salir de eso como cualquiera. Y confía en mí, mis actividades son
lo último en la mente de mi esposa.
—Lamento que resultaras herido. Y lamento sacar conclusiones. Pero sigues
casado. Y parece como si estuvieras terriblemente apurado por simplemente saltar
en la cama para buscar otra. —Salió de la habitación, sus pies descalzos silenciosos
cuando caminó hacia la cocina, con las manos aún en puños enojados a pesar de su
disculpa, sus movimientos rápidos mientras sacaba la máquina de café de la pared,
puso agua en una jarra, abrió y azotó más gabinetes de los que parecían necesario
por una taza de café.
La siguió, tratando de ponerse al día con el proceso de pensamiento de ella,
y encontrar el lugar en dónde obtuvo una impresión tan mala de él.
—¿Buscar otra esposa? Cariño, esto no va de…
—No soy tu cariño. —Sacó una taza verde lima y azotó la puerta del gabinete
tan fuerte que se rompió, cayendo torcida fuera de la bisagra, y lo miró,
parpadeando rápidamente, su boca tensándose—. Ni siquiera me gustas.
—Yo… —Todo lo que decía estaba saliendo mal, la emoción tensa irradiando
del cuerpo de ella, así que dio un paso atrás, poniendo sus manos sobre la cabeza.
Ni siquiera me gustas. Eso no dolía cuando se trataba de un desconocido, de los
críticos, de los fans que no recibieron artículos firmados. Cuando se trataba de ella,
era diferente, hirió. Dolió tanto que dio un paso atrás, necesitando la distancia.
—Por favor vete, Cole. —Sus palabras se quebraron y se llevó su corazón
junto con ellas, un revoltijo de pesar rodando por una colina helada con desagrado.
Ese era el problema con lo que acababan de hacer. Porque sin importar qué tan
bueno había sido, no se había hecho en un fundamento de amistad, compatibilidad
o respeto. Había sucedido entre dos personas que no se gustaban entre sí.
Siguió sus deseos, por primera vez en su desastre desde que se conocieron, y
se alejó, caminando a través de la pequeña sala de estar, por la puerta principal, y
fuera en su pórtico.
Cuando sus zapatos deportivos golpearon la tierra, comenzó a correr. Y no
pasó desapercibido para él que, mientras más lejos se movía de Summer y más
cerca estaba de su casa, esta carrera parecía ser la única cosa que tenía dominada.
Huyendo de cualquier indicio que se perdió en su matrimonio con Nadia. Corriendo
hacia Quincy, lejos de las tentaciones que LA tenía. Huyendo de la rubia detrás de él,
en su casa cálida y acogedora, de sus ojos que vieron a través de él y no le gustó lo
que ella vio.
172
Página
57
Traducido por Adaly
175
Página
59
Traducido por âmenoire
—D
despegada.
ime que soy una idiota. —Me recosté en la mecedora y
descansé mis pies sobre el barandal, con una cerveza
apretada en mi mano, la mitad de la etiqueta ya
C
uando la filmación estaba por comenzar, firmé el maldito contrato,
revisado tres veces entre Scott y Cole. Mi medio millón de dólares
terminó siendo realmente cuatrocientos mil dólares con cien mil
dólares extras cuando la película alcanzara un cierto umbral. Scott me aseguró que
alcanzaría ese umbral, no es que él supiera mierdas sobre películas, pero Ben sí lo
hacía, y confiaba en él así que firmé los papeles. No había oído una palabra de Cole y
no lo había visto en los tres viajes que Ben y yo hicimos al Pit, el lote del viejo
supermercado ahora lleno de tráileres vacíos, tiendas de campaña y señalización.
Todos llegarían a principios de la próxima semana. Entonces la locura comenzaría.
Estaba lista; estaba ansiosa de que llegara, de que la filmación comience.
Porque mientras más pronto ocurriera, más pronto terminaría todo esto. Entonces
podría tomar mi gorda cuenta bancaria y dejar este lugar. Darle a mamá un trozo en
cambio y comenzar en algún lugar nuevo. Tenía veintinueve años. Ya era hora de
dejar este viejo nido en descomposición.
Estacioné mi camioneta fuera del Pit, en un lugar marcado como ELENCO,
con un poco de emoción pasando a través de mi sistema. La monstruosidad roja de
Cole tenía su propio espacio, una etiqueta con su nombre en el estacionamiento así
cualquier persona que quisiera vengarse de él sabría dónde ir. Muy estúpido. Muy
egocéntrico. Salí, mis nuevas sandalias golpeando el asfalto duro, recién renovado,
porque Hollywood no podía estacionar en el pavimento agrietado, cerré la puerta y
empujé mi nuevo celular en el bolsillo trasero de mis shorts.
—Linda ropa, chica del campo.
Miré sobre mi hombro. Cole salió de la puerta del tráiler más cercano, el de
Don, y trotó escaleras abajo en una blanca camisa abotonada y pantalón, pulidos
zapatos de vestir negro le llevaron en mi dirección.
Tragué saliva, mirando hacia abajo en mis shorts color caqui y la blusa suelta
a las que les había quitado las etiquetas esa misma mañana.
—Ben dijo… pensé… —Una reunión, eso era a lo que iba. Para ver el
cronograma y presentarme a mi profesor de actuación. Ben me había prometido
que no importaba lo que me pusiera. Incluso había comprado ropa para la ocasión,
179
Página
mi cuenta bancaria recién acolchada haciéndome utilizar mi tarjeta de débito en JC
Penny con facilidad.
—Ignóralo —dijo Don desde la puerta abierta—. Ha estado haciendo prensa
con ese traje de pingüino. Déjalo sudar como un imbécil por ello. —Agitó un brazo
hacia mí y me dedicó una sonrisa amistosa—. Entra.
Cole rió, desabrochando los gemelos de sus mangas.
—Calma, Summer. Alguien podría darse cuenta que no perteneces aquí.
No le hice caso, mi hombro chocando el suyo mientras me movía hacia Don,
sonriendo alegremente hacia el hombre que me había salvado.
—¿El aire acondicionado está funcionando aquí? —pregunté.
—Ya sabes. —Sonrió y mantuvo la puerta abierta—. ¿Lista para la próxima
semana?
Asentí, entrando a su tráiler, el cual era totalmente diferente al mío. El suyo
tenía un lugar de trabajo, una sala de conferencias en un extremo, el escritorio de
una secretaria y una oficina separada en el otro. Ben ya me había mostrado el lugar
donde revisaban las tomas diarias y hacían el verdadero trabajo. Había llegado a
tocar un dial y ya había tenido a unas cuatro personas saltando para detenerme.
Ahora, en el espacio de Don, mantuve mis manos para mí misma, solo por si acaso.
—Ve a la sala de conferencia —le indicó—. Pam y Dennis ya están allí; van a
presentarse ellos mismo.
Pam terminó estando en relaciones públicas, me mostró el programa de
entrenamiento de medios de comunicación que sucede entre la filmación. Sonreí,
asentí y tomé todo lo que ella me pasó, material de lectura suficiente para ahogar a
un caballo. Dennis se presentó como mi entrenador de actuación; se levantó de la
mesa y me dio un cordial abrazo. Me agarré de él e inmediatamente me sentí a
gusto.
—Cuidaré de ti —me prometió.
—Ambos lo haremos. —Se unió Pam—. Piensa en nosotros como parte de tu
equipo. —Sonrió y me sentí diez veces mejor. Me informaron que mi asistente,
Mary, llegaría el lunes. Hice otra ronda de asentimientos y me pregunté qué
demonios haría con una asistente.
Estaba de espaldas a la puerta cuando Cole entró, pero podría decirte el
momento en que sus pies tocaron la alfombra. Mis uñas se clavaron en mis muslos,
y asentí a lo que sea que estaba saliendo de la boca de Pam, algo sobre Youtube y
un tráiler de la película. La presión golpeó la parte superior de mi silla y miré sobre
esta para ver sus manos agarrando la parte de atrás, con los nudillos blancos a
medida que se inclinaba sobre el plástico.
180
Página
Sus manos apretando mi trasero, y sus embestidas cada vez más rápidas y
apenas controladas, el perfecto ritmo rápido llevándome a algún lugar…
—Discúlpenme —dijo Cole—. Pero necesito tomar prestada a la señorita
Jenkins.
—Claro, señor Masten. —Pam abandonó sus planes de Youtube y se puso de
pie, sus manos yendo rápido mientras recogía su material. Dennis siguió su ejemplo,
su retirada fue más lenta, su peso en la silla más incómodo. Le sonreí débilmente,
esperando que la puerta se cerrara a sus espaldas antes de salir de mi silla y
alejarme de Cole.
—Tranquila, chica del campo. —Sonrió, aun en su lugar, su peso aun
descansando en el respaldo de mi silla.
—Deja de llamarme así. —Mantengo la voz baja, muy consciente de la barata
construcción de estos tráiler.
—¿Qué, tú puedes llamarme chico citadino pero yo no puedo llamarte chica
del campo?
No dije nada. Era ridículo intentar y tener una conversación lógica con este
hombre.
—¿Estás lista para la próxima semana?
Me encontré con sus ojos.
—Por supuesto que lo estoy. —Por supuesto que no lo estaba. Nunca estaría
lista para pararme frente a una cámara con él.
—Sabes que no filmamos en orden cronológico —dijo sin una sola dosis de
idiotez, y llevé el peso a mi otro pie, mis manos sudaban en las páginas de Pam.
—No, no sabía eso. —Pero tenía sentido. Recordé a Ben y a mi preparación,
como habíamos reservado una semana en cada plantación o localización. Claro.
Filmarían todas las escenas de esos lugares de una sola vez. Tenía sentido.
—Trabajamos en el plan de rodaje hoy. Enviaré a un mensajero a dártelo esta
noche
—Gracias. —Froté mis brazos desnudos, de repente la habitación estaba fría.
El aire acondicionado realmente estaba funcionando.
—Cocky intentó cantar esta mañana. —Su voz era tímida y con una pizca de
orgullo.
—¿Quién?
—Cocky. Ese es su nombre. Nuestro gallo.
Nuestro. Eso golpeó fuerte, en un extraño lugar de mi corazón.
181
Página
—Es tuyo —solté—. Te lo di a ti. —Cocky. Iba a preguntar quién le pone
nombre a un gallo, pero yo tenía nombre para cada uno en casa de los Holden. La
mamá de Cocky era Matilda, incluso si yo era la única que la llamaba así.
—Estaba en la cocina cuando lo oí afuera en el jardín. Pensé que estaba
lastimado o siendo atacado. Él… —Hizo un gento con sus manos y reí.
—Lo sé. —Sonreí—. Lo he visto cuando aprenden. Les toma un tiempo
descubrir cómo hacerlo.
—Fue patético —admitió Cole, metiendo las manos en los bolsillos de su
pantalón—. Estaba avergonzado por él.
—Ya lo descubrirá —dije—. Y lo hará a todas horas. Solo ocurre al amanecer
en las películas.
Los ojos de Cole me sonrieron.
—Vas a amar Hollywood, ¿verdad?
Me tragué mi sonrisa. Tuve que hacerlo. El calor empujando por mis venas en
ese momento… era algo peligroso. ¿Y este hermoso hombre ante mí, sonriéndome
como si fuera suya? Era mi caída en picada, envuelto en un costoso traje y gemelos.
Podía oler mi caída en su colonia y encanto. Y eso era lo que él estaba haciendo.
Encendiendo el encanto y usando cada herramienta que tenía para hacerlo,
incluyendo al pequeño y adorable Cocky. La pregunta era, ¿por qué? ¿Por qué
encender el encanto ahora? ¿O solo era su magnetismo normal, sin esfuerzo
requerido, que se mostraba cuando soltaba el lado idiota? Estudié su sonrisa e
intenté comprenderla.
—¿Me necesitas para algo?
Él tosió, bajando la vista.
—No. Eso era todo. Puedo dejar el plan de rodaje yo mismo, si eso lo hace
más sencillo.
—No lo hará.
Se encogió de hombros.
—Bien. Entonces te veré el lunes. Revisa el cronograma para saber dónde ir.
Estoy seguro que tu asistente te ayudará a encontrarlo.
—Conozco las locaciones, pero gracias por tu preocupación, señor Masten
—dije rígidamente y se adelantó, en mi espacio personal, su rostro sombrío
mientras bajaba la vista hacia mí, sus ojos buscando los míos.
—¿Estamos bien? —preguntó. Intenté alejarme pero choqué contra la mesa.
—Aléjate de mi camino, y estaremos bien —solté.
182
Página
Tosió una risa y sacudió la cabeza.
—No te persigo, Summer. Me aburro de eso realmente rápido.
—Esto no es un juego —hablé fuertemente, maldiciendo las puertas, y sus
ojos volvieron a los míos—. No estoy diciendo una cosa que significa otra. Mantente
alejado de mí.
Me miró por un largo momento antes de sacudir la cabeza.
—Estaba equivocado sobre ti. —Dio dos pasos hacia la puerta lentamente, y
supe, antes de que se volteara, con su mano abriendo la puerta, que tenía palabras
de despedida—. Eres una actriz terrible.
No pude pensar en una respuesta o en nada. Vi la puerta blanca cerrarse y
sentí náuseas.
Él estaba equivocado sobre una cosa: estaba diciendo la verdad; esto no era
un juego para mí. Las apuestas eran demasiados altas y no conocía lo suficiente las
reglas como para jugar. Pero él también tenía razón: era una actriz terrible. Me miró
a los ojos y vio a través de mis mentiras, exactamente cuánto lo quería.
183
Página
61
Traducido por AnnaTheBrave
184
Página
62
Traducido por Apolineah17
186
Página
63
Traducido por Apolineah17
190
Página
64
Traducido por Aria
C
ole estaba sentado en una sala de proyección, sus zapatillas apoyadas
contra el borde del panel, una serie de botones caros y controles
deslizantes se extendía ante ellos, bajo las tres pantallas de televisión.
Se reproducía un vídeo diferente en cada uno, su rostro y el de Summer
presentados en diferentes ángulos.
—¿Lo hemos conseguido o no? —Cole rodó su cuello y miró su reloj 11:15 p.m.
Buscó el asistente personal más cercano y chasqueó los dedos—. Encuentra un
camión de catering y consígueme un sándwich. Jamón y queso suizo con trigo.
—Los camiones del catering han cerrado a las diez —dijo Don quitándole
importancia, hojeando un carrete.
—Entonces encuéntrame uno en otra parte —espetó Cole—. ¿Por qué
demonios han cerrado tan pronto los camiones del catering?
—Mira alrededor. Todo el mundo se ha ido. —Don levantó la mirada al
productor asistente—. Ignóralo, estará bien.
—Que le jodan a eso. —Cole buscó en su bolsillo y sacó un fajo de billetes—.
Sándwich. Encuentra uno o haz uno, me importa una mierda. Y una Pepsi.
—Coca-Cola —corrigió Don.
—Claro. Lo que sea. ¿Alguien más necesita algo? —Cole miró a los otros
cuerpos en la cabina, una colección de mezcladores de sonido y vídeo. No habló
nadie, y Cole pasó el dinero al asistente personal, luego dejó caer su pierna,
sentándose hacia delante—. Entonces, muéstrame. ¿Lo hemos conseguido?
—Eso creo, a pesar de tus mejores intentos.
—Necesitaba que le alborotaran sus plumas. Estaba poniéndose demasiado
tensa. —Cole sonrió ante el recuerdo de su rostro, la ampliación de sus ojos, la
forma en que habían ardido hacia él al otro lado de la habitación. Probablemente no
debería haberlo hecho, pero ella lo manejó bien, sin detenerse, sin reaccionar. Había
sido una especie de prueba, pero también puro entretenimiento por su parte. Desde
que habían tenido sexo, Summer más o menos le había ignorado, su actitud cada
vez más indiferente a medida que el tiempo pasa. Él había necesitado ese fuego, esa
atención de su parte, esa chispa que parecía crecer más fuerte cuanto más enfado
191
Página
retumbaba entre ellos. Así que encendió una cerilla. Y disfrutó cada parte del
resultado.
Don murmuró algo en respuesta, presionó un botón, y el corto vídeo se
reprodujo sin problemas, la transición entre Cole y Summer empalmada desde una
docena de tomas. Menos de un minuto de grabación, todo de la improvisación de
Cole quedando borrada.
—Es bueno —dijo Cole, asintiendo, sus ojos enfocados en el rostro de
Summer, el desafío en cada parte de sus rasgos. Su belleza cambiaba cuando estaba
enfadada. Solo otra razón más para presionarle.
—Estoy de acuerdo —dije Don, y uno de los mezcladores, dos cuerpos más
allá, habló—: ¿Quieres enseñarle el otro montaje?
Don pasó una mano por la parte posterior de su cabeza y no dijo nada.
—¿Qué montaje? —preguntó Cole, mirando al director—. ¿Don? —presionó.
—Sí —dijo Don, la palabra cortante—. Ponlo. —Levantó las manos a su
rostro y se frotó la frente.
Cole miró a la pantalla, un vídeo nuevo se estaba reproduciendo. Era de
después de la broma. Cuando se levantó y se acercó a Summer. Alguien había
juntado las escenas, colocando los ángulos de la cámara para grabar el momento en
una sola concisa toma. Se movió en su asiento y observó de cerca su mano
recorriendo más lento de lo posible su camiseta. Vio en alta definición ella tragando
fuerte, el ardor de sus mejillas, la ligera curva de su espalda cuando, en el momento
antes de su bofetada, se arqueaba ante su toque. Un centenar de detalles que se
había perdido, su mente demasiado concentrada en una cosa, la ardiente necesidad
de arrancar su camisa blanca abotonada, sus manos explorando la piel debajo.
Estaba la bofetada, su violencia más pronunciada en la pantalla, el oscurecer de los
ojos de Cole, su marcha hacia delante… Cole miró sus propios ojos en la pantalla, y
vio lo que cualquiera podía ver: lujuria. Lujuria cruda y animal. El vídeo terminó, y la
habitación se quedó a oscuras por un momento antes de que se encendiera la
siguiente pantalla.
—Así que… —dijo Don en voz baja.
—¿Cuál era el propósito de esa mezcla? —preguntó Cole tenso.
—Es sexy —dijo uno de los tipos sobrepagados, girando su asiento y
enfrentándose a Cole—. Me he puesto caliente solo por verlo, señor Masten. Quiero
decir, lo otro es bueno, pero esto tiene emoción, tiene calor. Parecía que estaban a
minutos de follar en el escritorio. —Miró a Cole a través de sus gafas gruesas como
si tuviera algo que decir.
192
Página
—Tiene razón. —Don se inclinó en su silla y miró al techo—. Mierda, odio
decirlo, pero tiene razón. El otro vídeo parece mierda de gallina comparado con
este.
—¿Ese? —soltó Cole, señalando la imagen congelada de Summer, sus mejillas
sonrojadas—. No puedes usar eso. Es demasiado…
—¿Real? —preguntó Don, volviéndose hacia él.
—No —dijo Cole rápidamente—. No es eso. Simplemente no veo un
escenario en la trama donde…
—Ida y Royce se odian —dijo Don—. Eso ya está ahí. Infiernos, es un hecho.
Pero si usamos ese odio… y lo convertimos en tensión sexual… —Miró a Cole—.
Podría añadir otro elemento a la película. Y podría atraer a las espectadoras
femeninas a las que ahora no atraemos con nada, quitando tu cara bonita.
—Ella no lo aceptará —dijo Cole, sin emoción alguna.
—¿Desde cuándo importa eso? —dijo Don con una risa—. ¡Ella no tiene que
aprobar el guion!
—Lo odiará. —Miró a la pantalla—. Ponlo otra vez.
—Yo tampoco estoy loco por la idea, Cole, pero cuanto más pienso en
ellos… —Don tamborileó los dedos contra el brazo de su silla.
—Ponlo otra vez —repitió Cole, reclinándose en su silla, sus brazos cruzados
en su pecho, sus ojos en su rostro.
Presionaron un botón, y el vídeo empezó.
El mezclador tenía razón. Y Don tenía razón; un elemento romántico, o
diablos, solo un elemento sexual entre Ida y Royce atraería a la audiencia femenina.
Summer lo odiaría. Pero Don también tenía razón. Pero Summer no tendría
opción. Tendría que aceptar lo que sea que dijera Cole. Y eso, a pesar de cualquier
ramificación moral que debería haber existido, le hizo sonreír.
El vídeo terminó, y Cole se sentó hacia delante, volviéndose a Don, los ojos
del director cuidadosos.
—Hagámoslo —dijo Cole—. Llama a los escritores. Tráelos aquí ahora
mismo.
193
Página
65
Traducido por Aria
—Summer tiene suerte de haber podido reunir seis damas de honor. En serio,
Scott era la única razón de que esas chicas lo estuvieran siquiera haciéndolo. ¡Eran
santas! Para que encima, Summer les hiciera eso después. Basura blanca, eso es lo que
es. Le dije a mi Bridget. Le dije que no se asociara con esa chica, pero mi hija es
demasiado amable, siempre lo ha sido. Y mira, yo tenía razón.
—¿Bridget es tu hija?
—Oh, sí. Ahora es Bridget Anderson. Está casada con un médico. Te daré su
tarjeta en caso de que alguna vez tengas problemas en los pies.
195
Página
66
Traducido por BookLover;3
198
Página
67
Traducido por BookLover;3
C
uando la puerta del remolque de producción se abrió de golpe, trajo
consigo una onda de calor y de belleza. Cole miraba por encima de los
bocetos y entrecerró los ojos hacia Summer, quien voló a través del
cuarto como un tornado arremetiendo.
—No hay historia de amor entre Ida y Marcus —espetó Summer, lanzando el
guion, las páginas ondeando entre sí. En el pequeño remolque, las conversaciones
se detuvieron, y podía sentir la atención cambiando—. He leído el libro. ¡Tres veces!
Era bueno saber que alguien había leído el maldito libro. Cole tomó su rabieta
por una confusión y se echó hacia atrás, levantando sus cejas suavemente.
—Es una película —dijo, dándose vuelta hacia los bocetos—. Los escritores
están agregando un poco de emoción. Es normal. Lo sabrías si fueras parte de este
negocio. —La indirecta era innecesaria, pero no pudo evitarlo. Esta mujer lo
convertía en el diablo.
—Leí el primer guion. El que enviaron con mi contrato. Ida y Royce se
odiaban. ¿Por qué Royce…—levantó una página del suelo y leyó una línea—, empuja
a Ida contra el gabinete de archivos y la besa apasionadamente? —Hizo una bola con
la página y la tiró al suelo, y pudo ver, en sus ojos, el pánico. Pánico. Una reacción
inesperada.
—Utilizaremos eso aquí. —Don hizo el peligroso movimiento de intervenir,
poniendo suavemente una mano en su hombro—. No entiendes. La pasión de su
odio hará que sea más caliente.
—No —dijo Summer, su cara enfurecida, sus ojos sobre Cole—. No lo hace
más caliente. Lo hace estúpido.
—Aww… vamos, Summer —la regañó Cole, moviéndose más cerca, su
mano alcanzando su muñeca. Luchó contra él, dándole un tirón de regreso, que sus
cuerpos se juntaran no iba a pasar. Él se inclinó y susurró, justo contra su oído, el
olor de su loción con aroma a manzana lo bastante para provocar que quisiera
vaciar el remolque justo en ese momento—. Seguro.
Ella se movió de un tirón y se alejó.
199
Página
—Si él me besa mientras grabamos, voy perder el control —le dijo a Don,
señalando con un dedo acusatorio en dirección a Cole.
—Sé que lo harás. —Se rió Cole, cruzando los brazos para contenerlos—.
Caerás rendida por mi boca, nena.
Summer gritó en respuesta, con las manos alzadas en señal de frustración, y
se giró para irse, dejando su guion atrás, el ruidoso golpe de la puerta en el
remolque de producción estremeciéndolo.
—Eso ha ido bien —reflexionó Cole. Entrelazó sus manos y las apoyó en su
cabeza, enderezándose. Pánico. Ella había mostrado pánico en sus ojos. Mierda.
—¿Qué esperabas? —dijo Don—. Le arrojaste todo sin advertencia. Te dije
que debimos habernos reunido con ella esta mañana, repasar los cambios para
prepararla. Pero no, solo querías deshacerte de ella a través de las hojas de rodaje y
las Partes.
—¿Deshacerme de ella? Fui el Hombre Más Sexy de People el año pasado. Ella
no está adaptada mentalmente a un campo de guerra, por amor de Dios. ¿Es tan
difícil besarme?
—En realidad son tres besos —señaló una asistente personal de cabello
oscuro rizado—. Y un manoseo.
Él le dio una mirada dura, y ella se encogió un poco.
— Iré a hablar con ella —dijo Don—. Eileen, empieza a filmar el número
cuatro, y hablaré con Summer. Quiero intentar conseguir catorce filmes a las once,
así que vamos a poner nuestros culos en marcha y hacer esto.
—Hablaré con ella —intervino Cole—. Tú filma el cuatro, y yo hablaré con
ella.
—No —espetó Don—. Con mi suerte, ustedes dos lo arruinarían y cualquier
autenticidad a la escena desaparecería. Solo permanece alejado de ella, y debes
estar listo a las once.
Cole mordió su mejilla, luego asintió.
—Bien. —Don tenía razón. Debía permanecer lejos de ella. Porque ahora
mismo, la única cosa que podía recordar era el pánico en su rostro. ¿Y esa mirada,
esa vulnerabilidad? Le hacía querer consolarla, protegerla. Y esos impulsos eran
peligrosos, volverías las cosas entre ellos de una manera diferente. Una manera que
lo hacía más vulnerable también.
200
Página
68
Traducido por Flochi
—L
vintage Mary Jane.
o quiero azul. Algo fresco y refrescante. —Cole empujó la
copia del anuncio hacia mí, y me moví nerviosa, rascando
la parte trasera de mi media con la punta de los tacones
—A los grupos de enfoque les gustó el rojo. —Evité sus ojos cuando hablé,
pasando el dedo por el borde de una pila de tarjetas, alineándolas una contra la
otra. Se suponía que debía ser renuente en esta escena, estar incómoda. Era un
papel sencillo de interpretar. Me sentía tan perdida. En el set, en el papel de actriz,
en la relación lujuria/odio que Cole y yo parecíamos tener.
—El rojo significa alto. —La voz de Cole sonaba cansada, con una mano
frotándose los ojos, la otra tirando de su corbata. Ojalá no tuviéramos que hacer
esta escena hoy. Se lo había pedido a Don, se lo había rogado, cuando había venido
a mi remolque, le rogué que postergara esta escena, para que la hiciéramos en unas
semanas, una vez que yo supiera esto de la actuación al dedillo, mis errores
resueltos. Lo que no le dije a Don era que necesitaba más separación de mi sexo con
Cole para esta escena de beso. Doce días. Eso es lo que había pasado hasta el
momento. Doce días, que sin embargo parecían solo doce horas. ¿Cuándo olvidaría
cómo se sintieron sus dedos sobre mi piel? ¿El tono de su voz cuando había dicho mi
nombre entre jadeos? ¿Cuándo olvidaría cómo se sintió dentro de mí? ¿Cuándo
olvidaría la increíble sensación que había sacudido mi cuerpo? Una parte de mí
quería que esa respuesta fuese nunca. Otra, solo deseaba que nunca hubiera
sucedido. No puedes extrañar algo que no sabías que existía―. No usas un color
que significa alto cuando quieres que alguien te compre algo. —Su voz se
endureció—. Es sentido común, Ida. Usa el cerebro.
—No me importa si tu literatura dice que el rojo significa alto. El azul…
cuando se combina con la cola oscura, parece débil. El rojo tiene más empuje,
parece más irónico. —Alcé la tarjeta, la escritura cursiva del logotipo destacándose
contra la maqueta roja—. Se ve patriótico.
—El azul también es patriótico.
201
Página
—Los yanquis usan azul —señalé, y esto era fácil, las líneas cayendo en el
lugar y llegando con facilidad.
—No vamos a usar rojo —dijo inexpresivamente.
—Preguntémosle a los otros inversores.
Él de dejó de jugar con su corbata y alzó al vista en mi dirección.
—Mejor no. —Mi dedo, que había estado rascando una pequeña comezón
en mi brazo, se quedó inmóvil. Aquí era; ya iba a llegar. Se giró en su silla,
poniéndola de costado, luego lentamente hacia el frente, sopesándome.
Esperé a que dijera la siguiente línea, mis pulmones apretándose, el simple
acto de inhalar y exhalar de manera normal siendo una lata.
—Ven aquí —dijo suavemente, empujándose del borde de su escritorio con
la suela de un zapato de vestir, su pesada silla rodando hacia atrás. Esperó, sus
manos en cada brazo, sus rodillas abiertas, el pantalón de vestir estirado sobre su
complexión.
—¿Qué? —Exhalé la pregunta en un leve estado de pánico. Esto no estaba en
el guion. Se suponía que él me preguntara por mi marido, o la falta de uno.
—Ven aquí. —Asintió al lugar a su lado.
—Estoy bien aquí. —Bajé las tarjetas con las propagandas.
—No voy a morderte, Ida. Ven aquí.
No debería haberme movido. Ida no lo habría hecho. Ida le hubiera dicho
remilgadamente al señor Mitchell a dónde podía meterse sus palabras.
Me moví. Caminé sobre los suelos desnivelados en unos tacones inestables
hacia él y me detuve, a un metro y medio más o menos de distancia, mis manos
cruzadas delante de mí. Pude sentir el suave zumbido de la cámara a mi lado, pude
escuchar el movimiento de nuestra audiencia detrás de mí, el fuerte tecleo del radio
de alguien. Los ojos de Cole nunca abandonaron los míos, su mirada fija quemaba el
camino entre nosotros, y giró su silla levemente, hasta que estuvo frente a mí.
—Más cerca —repitió.
Me acerqué más, un paso lento a la vez, mis tacones haciendo ruido con sus
clics contra la madera, luego me encontré delante de él, y apoyó la cabeza contra el
respaldo de la silla y me miró.
—Siéntate. En el borde del escritorio.
Mis manos alcanzaron detrás de mí, encontré el borde del escritorio, y me
apoyé, agradecida por el apoyo.
202
Página
—No —corrigió—. Siéntate en él. O te pondré yo encima. —La orden en su
voz, la imagen de su amenaza… removió un lugar femenino dentro de mí que no
debería, en este momento, rodeada por espectadores, ser tocado. Me empujé
sobre la punta de los pies, y me subí al escritorio, mi falda empujada hacia arriba por
la acción. Tiré de ella, cruzando las piernas y cubriéndome lo mejor que pude.
Seguramente, Don nos pediría un corte. Seguramente, alguien detendría este
desperdicio de invaluable tiempo de película.
—¿Sabes por qué te contraté, Ida?
Levanté mis ojos de los flecos en mis zapatos.
—No.
—No, señor —corrigió.
Fruncí los labios y me quedé callada.
—¿Quieres saber por qué te contraté, Ida?
—No especialmente —dije ásperamente—. Señor.
Se apartó de los brazos de la silla, poniéndose de pie con un movimiento
fluido. Me tensé, esperando que se acercara un paso, pero no lo hizo. Se quedó en
el lugar, sus manos lentas y deliberadas mientras se enrollaba una de las mangas de
su camisa blanca hasta el codo, luego cambiaba a la otra.
—Te contraté —dijo en voz baja, dando un paso hacia delante y
deteniéndose delante de mí, sus ojos bajando a mis piernas. Me quedé sin
respiración cuando su mano se apoyó en mi rodilla, y descrucé las piernas,
manteniéndolas juntas, mi mano bajando mi falda—. Te contraté porque entraste a
mi oficina con un barato vestido, y pensé “apuesto a que esa mujer será un increíble
revolcón”. ―Su mano subió todavía más, debajo de mi falda, y me puse rígida, mi
mano cayendo en su antebrazo y empujando, resistiéndome. Se rió entre dientes, su
otra mano separando mis piernas, y, con un repentino tirón, me deslizó al borde del
escritorio, mis rodillas separadas, mi falda empujada hacia arriba para exponer las
ridículas ligas. Sus ojos se encontraron con los míos por un momento, sus dedos
suaves y lentos a medida que dibujaban líneas a lo largo de la piel desnuda de mis
muslos superiores, trazando el borde de las ligas hasta el lugar donde se cruzaban
con mis bragas, un conjuntito de encaje que hacía juego—. Te contraté porque te
imaginé aquí mismo, en mi escritorio, gimiendo mi nombre.
Mis manos se cerraron con fuerza en las de él un momento antes de que sus
dedos se volvieran a mover, el borde de mis bragas demasiado cerca, mi necesidad
demasiado grande, mi compostura a un diminuto paso lejos de rogar. Le dije que no
con mi agarre, y él escuchó, retirando las manos, regresando a mis medias, luego a
mis rodillas. Cuando me miró, sus manos ya se encontraban en su corbata,
enderezando la seda de regreso en su lugar.
203
Página
―Lo que no hice fue contratarte porque me importara tu opinión o tu
consejo. Haces una taza bastante decente de café y te ves bien en falda. Esa es la
razón por la que estás aquí. No te olvides de eso.
—Eres un idiota. —Las rudas palabras salieron ásperas a través de mi boca
pero apenas ocultaron las lágrimas formándose, y Cole sonrió al percibirlas.
—Oh, sí, querida. —Se inclinó hacia delante y tiró del borde de mi falda,
cubriéndome con un brusco movimiento—. Esa podría ser la cosa más inteligente
que hayas dicho en todo el día. —La respuesta siguió el guion, la línea familiar lo
único a lo que pude aferrarme, y lo hice, conteniendo unas cien estúpidas palabras
femeninas. Me empujé del escritorio, mis tacones temblorosos cuando golpearon el
suelo.
—Gracias por hacer su posición tan clara en este punto, señor Mitchell. Me
guardaré mis opiniones para mí de ahora en adelante.
—Qué bueno escucharlo. —Se volvió a acomodar en la silla, y me di la vuelta,
moviéndome a la puerta, mirando más allá de la cámara que se enfocaba en mi
rostro y que atrapó la lágrima bajando por mi mejilla.
Más tarde, Don me diría que estuve brillante, que la escena fue perfecta, una
de las pocas en su carrera que había sido capturada en una sola toma. Más tarde,
asentiría, reiría, y aceptaría como si no me hubiese roto, como si Ida y Royce no
hubiesen tenido relación con Cole y conmigo, como si hubiera estado actuando y no
viviendo a través de la piel de Ida Pinkerton.
204
Página
69
Traducido por Flochi
C
uando el teléfono de Cole sonó a las seis y cuarto de la mañana,
contempló ignorarlo. Bajando la mirada a su reloj, mantuvo el paso,
sus pies silenciosos en la suave tierra, el terreno estirándose delante
de él, el sol bajo detrás de los árboles, el cielo rosa pálido y pacífico. No quería
hablar con su abogado ahora mismo, no cuando estaba respirando claramente por
primera vez en días, su mente trabajando a través de cosas que había evitado por la
última semana.
Como Summer. Había un problema allí, entre ella y él. Un problema que solo
había desaparecido durante los veinte minutos en su cama. Muy poco tiempo.
Verdaderamente embarazoso. Nadia se habría reído de él y lo habría alejado. Pero
bueno, nunca se había venido tan rápido con Nadia. Había intentado detectar lo que
era diferente con Summer, lo que la distinguía. Estaba empezando a trabajar en eso
cuando la llamada de DeLuca lo interceptó. Rechazó la llamada.
Extrañaría esto cuando volviera a California. Correr afuera, la tierra cediendo
debajo de sus pies, la brisa desprovista de contaminación y peleas competitivas. Tal
vez intentaría ir al Observatorio cuando volviera a casa. Correr esas colinas, llevar a
Carlos y a Bart con él. Estando consciente, con cada paso, de los paparazzis
documentando su viaje.
Recibió una llamada de nuevo, y disminuyó a una caminata, respondiendo el
teléfono.
—Hola.
La voz del hombre salió de una muralla de estática y vocales perdidas.
—No puedo escucharte —dijo Cole con una sonrisa—. El servicio aquí
apesta.
Hubo otro staccato de palabras, imbécil y citación sonando claramente.
—Te llamaré desde un teléfono fijo cuando llegue a casa. —Cole terminó la
llamada y apagó el teléfono, apagando su música al mismo tiempo. No importaba;
pensaría mejor sin ella.
Había sido un error, cambiar el guion. Meterle sexualidad a The Fortune
Bottle podría funcionar bien para la película, pero se estaba volviendo un infierno
206
Página
para él. Había tomado cada parte de su autocontrol pararse frente a Summer, su
falda alrededor de su cintura, su ropa interior de encaje, el contraste de su piel
contra las medias oscuras, la delicada liga… sus dedos habían temblado contra la
piel de ella, su sentido común estaba en una angosta cornisa, sus líneas olvidadas, el
plató y equipo olvidados, todo desvaneciéndose menos el temblor de ella y las
imágenes de todo lo que quería hacerle. Había estado duro como una piedra cuando
tiró su falda de vuelta a su lugar y se alejó, había caminado al baño y encontró
líquido pre seminal saliendo de su pene.
—No obtuvimos el beso —se había quejado con Don. Había sido fácil fingir
enojo, fruncir el ceño, llamarla novata. Había sido fácil discutir con Don cuando
había dicho que el beso no importaba, que la escena era mucho más caliente con la
falta del beso. Los juegos previos, le recordó Don, pueden ser la cosa más caliente. Y
no era esa la maldita verdad.
Pero hoy, necesitarían el beso, necesitarían documentar esa transición en la
relación de Ida y Royce, para construir adecuadamente la escena de sexo que
llegaría eventualmente. Jesús. Ese día iba a matarlo. No había manera, sin algo de
liberación, que durara.
Una camioneta se acercó de la dirección opuesta, y corrió a la derecha, al
lado del camino, su mano imitando la del conductor y levantándose en un saludo. La
camioneta pasó suavemente. Otra cosa que nunca pasaría en Los Ángeles, un
saludo amigable a un extraño. Especialmente no de él. Un saludo haría que el auto
se detenga, luego otros, una multitud acosándolo por autógrafos y fotos, un
comienzo que no tendría un final hasta que fuera llamado un imbécil y
documentado en cada revistilla de chismes e inicio de Twitter de esa manera. Nadie
se le había acercado en Quincy. Era extraño. Casi aterrador. Había querido
preguntarle a Summer acerca de eso, lo había guardado como tema seguro para la
próxima vez que fueran cordiales. Eso había sido hace tres semanas. La cordialidad
no parecía estar en las cartas para ellos.
Antes de sus seis años con Nadia, se había acostado con bastantes
coestrellas, la mayoría de ellas. Era normal, con cuatro meses juntos, sin la
posibilidad de socializar con el equipo, que los protagonistas gravitaran a estar
juntos. Las líneas solían ser ensayadas en la noche con tragos. Y las líneas y tragos
típicamente llevaban a besos borrachos y sexo más borracho. El sexo con la
coestrella solía ser bueno pero nunca genial. Entonces había conocido a Nadia, se
había enamorado de Nadia, y nunca había mirado atrás, nunca había sido tentado,
nunca había cedido al patético intento de una coestrella en cuanto a una aventura.
Y el sexo con Nadia siempre había sido bueno, había sido la base de su
relación, ahora que se ponía a pensar y examinarlo. Pero el sexo con Summer… esa
experiencia había sido completamente de otra liga. Había perdido la consciencia en
esos momentos en su habitación. Tocándola, sintiendo el estar dentro de ella, sus
besos, sus sonidos… se había dejado ir, en su habitación, disfrutarla, quererla,
207
Página
adorarla. Había sido, en ese momento, completamente de ella. Y eso, más que su
tensión, más que Brad DeLuca y sus amenazas, era lo que le asustaba por completo.
Rodeó la curva y regresó a casa, extendiendo su paso y empujando con
fuerza el último kilómetro. Necesitaba ducharse. Masturbarse. Meterse en un
estado de mente razonable antes de devolverle la llamada a DeLuca y luego dirigirse
al pueblo.
ESCENA #22. Eso estaba en la etiqueta hoy. Reescrita para incorporar el beso
que no pasó ayer. Mantuvo sus ojos adelante, en el angosto camino de barro, y no
miró la casa de Summer. Un beso. Un juego de niños.
Entre el movimiento de su paso, se sintió endurecer con el pensamiento, y
gimió como protesta.
Estaba jodido. Absoluta e irrevocablemente jodido.
208
Página
71
Traducido por Jo
211
Página
72
Traducido por Selene1987
E
staba a mitad de comerme un plato de gofres cuando Mary asomó
la cabeza.
—¿Puedo entrar? —chilló.
Asentí a través de una boca llena de fresas y sirope,
levantando la mirada de un guion que estaba revisando. Estaba a punto de
preguntar si podía leer unas frases conmigo cuando me enseñó una nueva hoja de
horarios.
—Malas noticias —dijo, colocándola frente a mí—. El señor Masten tiene
que irse a California así que han cambiado algunas escenas.
Que Cole dejara California parecían grandes noticias para mí. Puse una
mirada apesadumbrada en mi cara y tomé la hoja de horarios.
—¿Escena 22? —Empecé a girar las páginas de mi guion, pero ella me detuvo.
—Te daré un nuevo guion. Revisaron la escena 22 después de tu, ugh… —
Miró hacia su portapapeles y miró sus anotaciones—, después de tu improvisación
de ayer. O más bien, de la improvisación del señor Masten.
Revisada. Eso no sonaba bien. Miré lo que me había dado y miré hacia arriba.
—¿Un beso? ¿Ésa es la escena?
—Sí. —Dio golpes con su bolígrafo en el portapapeles—. Te quieren
preparada para la cámara en quince minutos.
Quince minutos. Quince minutos no era suficiente para que me arreglen el
cabello y me maquillen y esté preparada para la cámara. Cinco años no eran
suficientes para prepararme para besar a Cole Masten.
218
Página
73
Traducido por HeythereDelilah1007
C
ole estaba sentado solo en la cabina del avión. Uno de sus pies
descansaba sobre la silla vacía frente a él, su propia silla ligeramente
inclinada y un trago sin tocar frente a él. Observó que el hielo se
derretía en el vaso, y se preguntó qué demonios estaría mal con él. El avión se
hundió ligeramente, y miró hacia delante, la asistente de vuelo sonriéndole
brillantemente. Devolvió la mirada al vaso.
El beso había sido diferente, tan diferente, al de la cocina. Había sido más
como el beso en la habitación de ella, y eso era probablemente lo que le estaba
molestando. Cuando habían estado en su cama, y ella había rodado hacia él,
trepando sobre su cuerpo y besándolo, él había estado medio consciente, drogado,
fuera de sí mismo por la experiencia, su cuerpo en piloto automático, el beso solo
un ingrediente más en un postre decadente. Pero en ese set, junto al auto, no había
estado drogado. Había experimentado cada sensación, cada sabor, cada
movimiento de su lengua. Lo había saboreado, demonios.
Cambiando de posición en su asiento, cerró sus ojos y se preguntó por qué
seguía dándole tantas vueltas al asunto de Summer. No lo había pensado dos veces
antes de acostarse con las gemelas en la habitación del hotel, o con la brasileña en
el yate de Dillon tres días después de encontrar a Nadia en el acto. No era que la
estuviera engañando. Nadia había sido fotografiada cientos de veces con ese
director. Probablemente tenía su pene tatuado en el cuerpo ahora. Entonces, ¿cuál
era el problema?
Tal vez era Summer. Tal vez había alguna parte arraigada de él que había
visto algo que no le gustaba y estaba intentando hacerlo mantenerse alejado. Tal
vez era DeLuca y sus amenazas. Un trasero no valía perder la mitad de The Fortune
Bottle. Y eso era todo lo que era, tentación. Eso era lo que necesitaba recordar.
De repente pensó en Cocky y alcanzó su teléfono.
Cuando ella respondió, estaba sin aliento, sus jadeos en el teléfono
completamente inocentes y completamente eróticos. Él perdió la mente por un
momento, y luego la recuperó.
—¿Estoy interrumpiendo algo?
219
Página
—¿Interrumpiendo algo? —dijo ella precipitadamente―. Te fuiste hace una
hora. Acabo de entrar por la puerta. ¿Cómo podrías estar interrumpiendo algo tan
pronto?
Él ignoró la pregunta.
—Olvidé pedirte si podías cuidar a Cocky. Mientras no estoy.
—Antes de que se me olvide, quería hablar contigo sobre el nombre.
—¿Vas a empezar a sermonearme por haberle puesto un nombre? —Cerró
los ojos por un minuto y masajeó el puente de su nariz.
—Cole, lloré como un bebé cuando mi primer pollo murió. No voy a burlarme
de ti por ponerle nombre. Solo pienso que podrías haber sido un poco más creativo
que Cocky.
Él dejó caer su mano y sonrió.
—Voy a dejarte nombrar al próximo pollo mascota que tenga. —Se
arrepintió de sus palabras tan pronto como las dijo. Era demasiado, era empujar su
estabilidad movediza demasiado lejos. Pero ella lo ignoró, pasando a un tema
nuevo.
—¿A dónde estás yendo? —La pregunta tenía curiosidad ingenua en ella, y él
disfrutó, por un breve momento, que no estuvieran peleando. Lo disfrutó y también
lo odió. Había tanta familiaridad en sus batallas, que casi se sintió incómodo con la
cordialidad.
—A casa. O, mejor dicho, a Los Ángeles. Mi casa ahora está bajo el control de
mi ex.
—Entonces, ¿dónde vas a quedarte? —Lo detuvo antes de que pudiera
responder―. No importa. Eso sonó… eso salió mal. Sí, con gusto voy a cuidar de
Cocky.
—Me voy a quedar solo en un hotel. —No sabía por qué sintió la necesidad
de decirle. Quería que ella supiera, que siguiera atenta a cada detalle con la palabra
“solo”. Me voy a quedar solo en un hotel. A ella no iba a importarle. La inseguridad
en su voz había sido imaginaria. ¿Por qué debería importarle? A ella no le importaba.
—Bastante lujoso.
—Bastante solitario. —Otra cosa estúpida por decir.
—Claro. —Resopló una risa―. Probablemente.
Detuvo la carrera en la que iba su boca llenándola de whisky, inclinando hacia
atrás el vaso y terminándoselo, la asistente de vuelo estuvo a su lado
inmediatamente, sus dedos revoloteando sobre el dorso de la mano de Cole cuando
alcanzó el vaso vacío. Ella regresaría al hotel con él. Ya lo había hecho, después del
220
Página
primer vuelo en el que había recibido los papeles de divorcio. Sus caderas eran muy
flexibles. Apartó la mirada.
—¿Dónde está la comida de Cocky?
—Cerca de la puerta de la cocina, en un contenedor transparente, hay un
cucharón adentro. Haré que Justin te mande más información. —Aclaró su
garganta, bastante consciente que la siguiente frase le haría sonar como un
marica—. Está acostumbrado a que yo esté cerca… no sé cómo le irá esta noche,
nunca lo he dejado solo en el jardín toda la noche…
—¿Quieres que lo traiga a mi casa? ¿O quieres que me quede en tu casa con
él?
La imagen de Summer en su casa, dentro de su cama… su mano tembló
ligeramente cuando tomó el vaso de vuelta de la asistente de vuelo.
—Sí. —Se ahogó—. Quédate en mi casa. Si no te molesta.
—No me molesta. —Se rió un poco, y escuchó el agua empezando a fluir en
el fondo, escuchó el sonido del metal golpeando. Ollas y sartenes, probablemente
en el fregadero. Se la podía imaginar fácilmente, sin zapatos, sus mangas arriba, el
teléfono de la casa descansando contra su hombro―. ¿La dejaste sin llave?
Mierda.
—No. Yo…
—Ben tenía una llave de repuesto de cuando firmó el alquiler. Voy a
averiguar qué hizo con ella. ¿Algo más?
Él intentó pensar en algo, una manera de extender la conversación, pero no
tenía nada.
—No. Llámame si pasa algo.
—¿Cuándo vas a regresar?
—Mañana por la noche. Temprano. ―Debería invitarla a cenar. Lo haría con
cualquier otra co-estrella. Especialmente si habían mascotas de por medio. Aunque,
cuando iba en retrospectiva con su última docena de co-estrellas, ninguna era del
tipo de hacer niñera de mascotas. Todas habían tenido gente para eso, o una niñera
de mascotas con salario.
—Me aseguraré de estar de vuelta en casa cuando aterrices. Llámame si
necesitas algo.
—Lo haré. Gracias. —La palabra sonó extraña cuando salió, e intentó
recordar la última vez que la había utilizado. Era aterrador que no lo recordara.
—Con gusto —dijo ella sobriamente, y luego rió. Él colgó antes de reírse
también, después sonrió ante la ridiculez de todo el asunto. Un pollo. Tenía un gallo
221
Página
de mascota. ¿Qué demonios haría con Cocky una vez se terminara la grabación? No
podía dejarlo atrás. Tendría que… llamó a Justin antes de distraerse y olvidarlo.
—Hola, jefe. —Justin sonaba bien, su voz clara y saludable.
—Hola. ¿Cómo vas en tu recuperación?
—Bien. Volaré de vuelta contigo mañana por la noche. Hombre, no puedo
esperar. Me estoy volviendo completamente loco aquí.
—¿DeLuca te contó sobre la mediación?
—Síp. Tengo el auto listo esperándote en el aeropuerto. ¿Ya comiste? Puedo
hacer que recojan algo para ti en el camino.
—No, estoy bien. —Cole bajó la cortina de su ventana y cerró sus ojos, medio
escuchando, el propósito de su llamada ya olvidado.
—Te quedas en el Avalon esta noche, y saqué tu Ferrari de sus garajes
privados. Tendré los detalles completos impresos y esperando por ti en el auto. Y
para la cena, tengo Dan Tana, la Casa de las Gambas y Morton todos reservados,
si…
—Justin. —Cuando dijo el nombre del hombre, su asistente se detuvo. Era
una de las cualidades favoritas de Cole, su habilidad de correr a mil kilómetros por
hora, y luego detenerse en un segundo.
—¿Sí?
—Estaré bien. Cancela las reservaciones para la cena; puedo defenderme por
mi cuenta. ¿Puedes venir a desayunar conmigo en la mañana?
—¿Desayuno?
—Sí.
—¿Desde cuándo desayunas?
Cole rió.
—¿Tienes tiempo para mí o no?
—Por supuesto que lo tengo. Es solo que estoy sorprendido.
—Amigo, te he extrañado.
El hombre rió como respuesta.
—¿Quién eres tú, y qué has hecho con Cole Masten?
—A las siete en el restaurante del lobby de Avalon. Consíguenos una de las
cabañas por la piscina, algo con un poco de maldita privacidad.
—Ahí está el hombre que conozco. Considéralo hecho. Te veré entonces.
222
Página
Cole de repente recordó la causa de su llamada.
—¿Has tenido suerte encontrándome una casa?
—Tengo cuatro o cinco que están bastante cerca de tu calle. Te llevaré las
opciones impresas mañana.
—Asegúrate de conseguir una con jardín. Y averigua cuál es el código de la
ciudad en cuanto a ser dueño de un pollo.
Hubo un largo silencio en la otra línea. El hombre había organizado fiestas de
sexo, sobornado paparazzis, y le había dado a Cole orina para un examen pedido
por un estudio de grabación, sin embargo era esto lo que le hacía quedar en silencio.
—¿Un pollo vivo? —preguntó finalmente Justin.
—Sí. Un gallo.
—Lo averiguaré —logró decir Justin.
Cole se despidió y colgó. Había perdido a su esposa y había ganado un gallo
de mascota. Sí. Sonaba tan bien.
223
Página
74
Traducido por Aria
A l final de un día muy largo, Cole entró a la suite del hotel, tirando su
billetera al mostrador, mientras revisaba su teléfono. Encontró el
teléfono de casa de los Kirklands y presionó LLAMAR, intentando
hacer los cálculos. Era… ¿medianoche ahí? ¿Las once?
—¿Hola? —Su voz sonó pesada, casi drogada.
—¿Summer? —Se quitó el reloj y lo dejó en el granito, aferrándose al borde
del mesón mientras trabajaba en su primera bota—. Soy Cole.
—Lo sé. —Ella bostezó—. Es tarde. ¿Acabas de llegar a casa?
—Sí. Pero no es tan tarde aquí.
—Aun así ha sido un largo día. —Hubo un sonido de algo y luego silencio.
Se quitó su segunda bota y fue a la primera silla de la sala de estar,
colapsando en ella. ¿Por qué la había llamado? Intentó pensar en una razón. ¿Para
ver cómo estaba Cocky? Eso era endeble.
—¿Summer? —La línea había estado callada demasiado tiempo—. ¿Summer?
—repitió, con más urgencia en su tono. La negativa de esta mujer a cerrar las
puertas era ridícula. ¿Y si había entrado alguien, metiéndose en su habitación?
—¿Hmm? —Más sonidos.
—¿Te acabas de quedar dormida?
—Ujum. —La palabra sonó amortiguada, como si tuviera una almohada
sobre el recibidor.
—¿Dónde estás? ¿En qué habitación? —Intentó pensar en qué habitación
tenía teléfonos. Intentó recordar si eran inalámbricos o no.
—En la tuya. He intentado dormir en la habitación de abajo, pero hacía
demasiado calor. —De repente sonaba un poco más despierta—. ¿Está bien?
Buen Señor. Su voz no era la única cosa que acababa de despertarse. Su polla
de repente necesitaba un ajuste, y se desabrochó el cinturón, sus manos ocupadas,
puramente por razones de comodidad, desabrochándose el pantalón solo para
darle a su pene espacio para respirar.
224
Página
—¿Qué llevas puesto? —Las palabras salieron mucho más sexuales de lo que
había pretendido.
—¿Qué? —dijo y soltó una risita contra el teléfono—. Cole Masten, no voy a
hacer esto contigo.
Una risita. Eso era nuevo. Le gustó. Pasó su dedo por su longitud, luego
envolvió su mano alrededor, apretando su pene firmemente.
—Estoy preguntando puramente por preocupación, por Cocky. Nunca antes
ha visto una mujer desnuda. Me preocupo por sus hormonas de ave.
—¿Sus hormonas de ave? —Sus palabras ya no sonaban amortiguadas.
Probablemente se había dado la vuelta. Sobre su espalda. Sus ojos mirándole a él—.
No tienes que preocuparte por Cocky. No estoy desnuda.
—Oh. —Arrastró su puño desde la base de su polla hasta la cabeza, su agarre
firme, escapándosele una exhalación de frustración por el día. Debería colgar el
teléfono. Masturbarse e ir a dormir.
—Llevo puesto ropa interior.
Su agarre se apretó, su polla ahora totalmente dura, entrando y saliendo de
su mano.
—Summer —gruñó. Pensó en ella, estirada en su cama, con las cubiertas a
un lado, cómo se veía en esas pequeñas bragas de algodón—. ¿Y una camiseta? —
preguntó.
—No —suspiró en respuesta, vacilando en sus siguientes palabras—. Estaba
haciendo calor.
Empujó en la base de su polla, preocupado por un pequeño momento que
pudiera correrse ahí mismo. ¿Esto estaba pasando realmente? ¿Esta conversación?
¿En esta dirección?
—Debería ir a la cama —susurró ella.
—No. —Cerró los ojos y se deslizó más profundo en la silla, sus pies
extendiéndose, su cabeza cayendo hacia atrás en la silla—. No deberías.
—Esto está mal.
—Summer. —Las palabras eran una dolorosa distracción del dolor en su
mano, y deslizó su pulgar por la cabeza, un chorro de líquido preseminal filtrándose,
sus ojos observándolo—. Mi polla está dura como una roca, y todo lo que puedo
pensar eres tú en mi cama ahora mismo. Por favor no me tortures colgando el
teléfono.
Su respiración entrecortándose fue el sonido más hermoso del mundo.
—¿Estás pensando en mí?
225
Página
—He estado pensando en ti todo el día. Desearía estar a tu lado. Desearía
que pudieras sentirme ahora mismo.
—Nunca he hecho esto, Cole. Ni siquiera sé qué decir.
—No tienes que decir nada. Solo… tócate. —Cerró los ojos y empujó contra
el suelo, apretando las piernas y trabajando su mano de arriba abajo—. ¿Alguna vez
te has tocado?
—He estado soltera durante tres años —dijo ásperamente—. Llevarme al
orgasmo no es algo nuevo.
Se rió a pesar de sí mismo.
—Dios, me encantaría llenar esa boca inteligente con mi polla.
—Desearía… aquella mañana… —Él contuvo la respiración mientras
esperaba a que completara la frase—. Desearía que lo hubieses hecho. Me hubieses
dado la vuelta y puesto tu boca en mí. —Hubo sonido de sábanas, y su voz sonó
clara otra vez—. He pensado mucho en eso.
Puesto tu boca en mí. He pensado mucho en eso. Cole había estado con
incontables mujeres, Nadia una de las habladoras más sucias del planeta, pero no
había nada tan erótico como cuando esta mujer abría la boca y hablaba. Cada
admisión tímida era otra bala contra el fino papel de su autocontrol, y maldijo su
nombre a medida que sus caderas se enterraban en la silla de cuero.
—Mañana por la noche —gruñó, agarrándose a la silla con una mano
mientras se masturbaba con la otra—. Quédate en mi casa. Al minuto que baje de
ese avión voy a conducir ahí, te inmovilizaré en mi cama, y adoraré tu coño. No me
detendré hasta que mi boca esté impresa en tu mente y tu sabor sea mi jodido
segundo nombre.
Hubo un pequeño sonido, un gemido que vino de su boca e hizo su camino a
su polla, y apartó su mano, agarrando el brazo de la silla e intentando parar,
intentando que no…
No paró. Su polla se retorció sola, erecta y totalmente recta, su semen
saliendo a chorros una, dos, seis jodidas veces antes de calmarse, su respiración
entrecortada, el teléfono, sostenido contra su hombro, cayendo a su regazo. Sus
manos hurgaron hasta lograr agarrarlo, llevándolo de vuelta a su oído, jadeando su
nombre mientras el temblor final de su orgasmo pasaba a través de él.
Se le rompió el corazón cuando la escuchó, su orgasmo siguiendo de cerca al
suyo, su respiración dura, su nombre suave, y pudo imaginársela, retorciéndose
contra las sábanas, la espalda arqueada, y casi estaba duro otra vez para cuando ella
se calló, un largo momento de nada en la línea entre ellos. A él no le importó. No
podía moverse, no podía pensar, no podía considerar lo que acababa de pasar y lo
que significaba para todo lo demás.
226
Página
—Buenas noches, Cole. —Su voz sonó baja, cosa que le hizo necesitar toda
una vida más de Summer para saber qué significaba; si esta era Summer post-
orgasmo dormida o extrañada, Summer incómoda o Summer molesta a punto de
llorar. No solo lo necesitaba. Lo quería. Y eso no tenía sentido.
Frunció el ceño en el teléfono y pensó en lo correcto para decir, la pregunta
correcta pero la línea se cortó y ella se había ido.
227
Página
75
Traducido por Aria
S
us sábanas olían a él. Empujé la base del teléfono, a la esquina alejada
de la mesa de lado, y consideré volver a levantar el recibidor. Dejar que
el tono muriera y sufrir a través de la locura del beep beep beep hasta
que terminase. Pero eso era un poco egoísta, pensando que volvería a llamar. Y si
descolgaba el teléfono, entonces nunca sabría si intentaba volver a llamar. Dejé la
bomba de relojería al borde de la mesita y rodé de vuelta a mi sitio, sus sábanas
cálidas contra mi piel sudorosa. Tener orgasmos me hacía eso. Subía mi
temperatura personal, la sangre rugiendo por mis venas, haciendo que tenga calor,
y no en el sentido sexual, sino en el literal de “tengo que arrancarme esta ropa
antes de que muera”.
Parpadeé hacia el techo y revisé mis sentimientos. Ya lamentaba lo que
acababa de pasar. He estado pensando en ti todo el día. Eso era lo que él había dicho.
No lo había dicho en serio; había sido una herramienta de su cinturón, una que había
usado a la perfección. Yo había tomado esa frase y dejado que deshiciera cada nudo
suelto de resistencia. Rodé sobre mi estómago con un resoplido agravado. Tan
estúpido por mi parte. No necesitaba a Cole para tener un orgasmo. Debería haber
colgado ante la primera señal de flirteo y haberme llevado hasta ahí sin enseñarle
las cartas. Porque eso era lo que había hecho, ¿no? ¿Dejarle ver lo profundamente
que, a pesar de mi odio, me afectaba? Rebobiné e intenté recordar las cosas que
había dicho en los débiles momentos de mi rendición.
“Desearía que lo hubieses hecho. Me hubieses dado la vuelta y puesto tu boca
en mí”.
Oh, claro. Esa mina terrestre. ¿Por qué había dicho eso? Y luego… su
respuesta… ¿realmente había querido decir eso? Que quería que le esperase a que
volviera a Quincy y que él… oh, Dios. Me cubrí el rostro con las manos, mis pies
retorciéndose en un inútil intento de no excitarme.
No podía hacerlo. Absolutamente no. Eso… eso había sido un error. Un
momento débil en mitad de la noche. Le diría eso cuando volviese. Pero no en su
casa. En el set, en un lugar seguro, donde no había ninguna oportunidad para la
tentación.
Sí. Un plan.
228
Página
Enterré mi rostro en su almohada y, como una acosadora loca, inhalé
profundamente. Le había mentido en el teléfono; no probé la habitación de abajo
primero. Fui ahí, desordené las sábanas un poco, luego subí por las escaleras,
ansiosa de explorar cualquier secreto que pudiera contener su habitación. Me había
decepcionado. No había secretas cartas de amor bajo su cama, ni porno en el
reproductor de DVD. Su ropa estaba ordenadamente colgada en el armario y
doblada en los cajones. Era casi aburrido. Me había desvestido y deslizado bajo las
sábanas, el set gris oscuro diferente al de los Kirkland, el material grueso y caro.
Abracé una de sus almohadas contra mi pecho y me había quedado dormida
pensando en nuestro beso. En la forma que había sabido, de sus dedos en mi
cabello.
Su olor. Podría hacer popurrí con él y convertirme en millonaria.
229
Página
76
Traducido por martinafab
“La mayoría de las personas que tienen éxito en Hollywood son unos fracasos
como seres humanos”.
~ Marlon Brandon.
—J
esús… —Cole dio un paso atrás, el hombre frunciéndoles el
ceño como si estuviera listo para hacerlos pedazos.
—¿Cómo llegaste aquí? —Justin abrió el resto de la
cortina, ajeno a su muerte inminente, y miró el restaurante—. Alquilamos la terraza
de la piscina.
—Mi esposa acaba de hacerse mejor amiga con la gerente. Y mil dólares me
dieron un billete de primera clase a su sesión de abrazos. —Justin empezó a hablar y
DeLuca se volvió hacia él, levantando una mano—. Sal de mi jodida cara y déjame
hablar con mi cliente a solas.
Justin palideció, sus ojos moviéndose hacia Cole, quien asintió.
—Quédate afuera y asegúrate de que nadie vuelve. —Esto era malo. Hizo
señales a través de su conversación con Justin, cerrando los ojos con temor. Se
escuchó el cierre de las cortinas, y luego estaban solos―. Lo que acabo de hacer
para llegar hasta aquí cualquier paparazzi podría haberlo hecho —habló Brad en voz
baja, sus ojos en Cole.
—Justin nunca me ha metido en problemas. Despejó el lugar, pensé que
estábamos…
—Siéntate y cállate por un momento. —Brad señaló una silla, y cayó en ella.
—No puedo lidiar con tus clases esta mañana —dijo Cole con cansancio,
frotándose los ojos y deseando haber pedido una copa con el desayuno en lugar de
zumo.
—¿Tú asistente está en lo correcto? —Brad se sentó, frente a él, inclinándose
hacia delante en la silla, y la estatura baja hizo que el nudo en la espalda de Cole
disminuyera un poco—. Si esto es otra cosa, entonces dímelo y podemos atacarlo
desde un lado diferente.
—¿Qué? —Cole entreabrió un ojo y miró a Brad.
—Me han dicho que me mantenga alejado de alguien antes. Eso me hizo
perseguirla como si fuera una gacela herida. Ahora, ella terminó siendo mi alma
gemela. —Brad se recostó en su silla—. Lo más probable es que esta mujer no es
234
Página
tuya. Pero no voy a alimentar cualquier tensión sexual que haya entre ustedes
diciéndote que te mantengas alejado de ella.
Cole trató de entenderlo.
—Entonces… ¿me estás diciendo que puedo salir con ella?
—Te estoy diciendo que tengo que saber lo que está pasando para poder
controlar a los medios y, más importante aún, el juez y la participación de Nadia en
ello. No puedo hacer mi trabajo si me ocultas cosas.
Cole suspiró.
—No sé lo que pasa con esta chica. —Extendió las manos—. Esa es la
verdad. No creo que siquiera le guste.
—Pero a ti sí te gusta.
Cole cerró los ojos.
—No lo sé. Sí, me gusta como persona. Ella es diferente a… bueno, cualquier
mujer de por aquí. —Y lo era. Era dura y fuerte, pero también suave. Suave de todas
las formas en las que tiraba de su corazón y su polla—. Me gusta como persona —
repitió—. Pero no nos veo juntos. Nunca funcionaría.
Ella nunca lo querría. Esa era la verdad del asunto. No era la inseguridad
hablando. Simplemente no era el tipo de hombre por el que ella iría. Se reiría en su
cara si alguna vez lo intentara. Y a decir verdad, cuando apartabas toda la mierda de
la atracción y la química, no estaba en un lugar en su vida donde él pudiera
aceptarlo. No ahora. Y definitivamente no de ella.
—¿Así que es eso? —presionó Brad—. Te gusta, pero ustedes no son
compatibles. ¿Qué tal el sexo?
—¿Qué?
—¿Qué tal el sexo? —repitió Brad la pregunta, despacio y con claridad. El
hombre no tenía vergüenza.
—¿Importa?
—Sí. Importa, definitivamente. No quiero saber la ubicación de tu polla; solo
quiero saber si fue aburrido o potencialmente demoledor.
—Fue genial. —Cole apartó la mirada—. Y decepcionante.
El gran hombre esperó, sin aparente prisa para llegar a su mediación a
tiempo. Cuando Cole no dio más detalles, presionó.
—Explícate.
—Voy a sonar como un marica. —Cole exhaló, lamentando este camino de
honestidad.
235
Página
—Estamos solo tú y yo aquí. Y me encantan los coños. Suéltalo.
Cole hizo una mueca.
—Ella estaba sobre su estómago. Me sentí desconectado.
—¿Normalmente eres del tipo de “hacer el amor”?
—No. —Cole se frotó los muslos y deseó en ese momento estar en cualquier
otro sitio—. Follo. —Y lo hacía. Ese era el nombre del Espectáculo de la Habitación
de Cole Masten: Follar. Incluso con Nadia, especialmente con Nadia. Eso era lo que
hacían. Eso era realmente todo lo que alguna vez hicieron. Solo otra comprensión
de relación media década demasiado tarde.
—Así que… —reflexionó Brad—. Tuviste sexo con ella, y fue genial, pero tú
querías tener más que una conexión con ella. Te gusta, pero bla-bla-bla ustedes dos
son demasiado diferentes para que funcione. ¿Oyes los grandes agujeros en esto?
Cole lo mira.
—¿Qué quieres de mí? ¿Intentas convencerme de que salga con la chica? —
Sacude la cabeza—. Estoy un poco confundido.
—Quiero que seas feliz. Quiero hacer mi trabajo y así puedas superar este
divorcio y tengas una posibilidad con la normalidad.
—¿Normalidad? —bufó Cole, levantando sus manos en señal de
exasperación—. Estoy una habitación delimitada con mi asistente parado como un
guardaespaldas, en una ciudad a la que ya no pertenezco, tarde para una
conversación con mi esposa, cuyos abogados eran míos hace seis malditas semanas,
para discutir las divisiones de una vida con la cual estaba muy contento. La
normalidad en Hollywood es tan retorcida como nuestros acuerdos.
—Vives aquí, trabajas en la industria. No tiene que ser ella.
—¿Aún hablamos de Summer? ¿O se trata de una puta sesión psiquiátrica de
mi vida? —Cole se paró, alzando la voz.
Cuando Brad se levantó, perfilándose contra él, la dinámica cambió. Cole dio
un paso atrás.
—Vamos a la mediación. Mantén la boca cerrada allá adentro y déjame hacer
mi trabajo. Cuando regreses a Quincy, quiero que tomes una decisión sobre
Summer. Sales con ella, eres su amigo o te alejas de ella. Pero tienes que tomar una
decisión de una forma u otra porque si no, la vas a volver loca y a ti también y, en el
proceso, arruinarás la película. —Brad se puso los lentes de sol y asintió hacia la
puerta—. Vamos.
Cole esperó como un perro obediente a que Brad pasara, entonces lo siguió.
Cuando salieron al sol, vio a Justin. Y a su lado, con la cabeza echada hacia atrás por
la risa, estaba una morena. Se tensó, entonces vio a Brad acercársele, su mano se
236
Página
envolvió alrededor de su cintura. Esa debía ser su alma gemela. Estaba tan feliz de
saber que ella estaría ahí para presenciar este choque de tren.
—Julia —dijo Brad—. Este es…
—Cole Masten —interrumpió ella sonriendo—. Lo sé. Y siento ayudarle a mi
esposo con su plan malévolo para destruir tu desayuno. —Tomó el brazo de DeLuca
con afecto, y Cole asintió lacónicamente. Era obvio que la mujer estaba loca.
Cualquier mujer que eligiera pasar el resto de su vida con aquel hombre tenía
deseos suicidas. Una visión de Summer en su pórtico apareció en su mente, la forma
en que su mirada se quedó atrapada en Brad, la sonrisa cálida que le dio, y el humor
de Cole se ensombreció más.
—¿Ya nos vamos?
Brad le disparó una mirada de advertencia y besó a su esposa, un beso que
duró más de lo debido, según Cole.
—Hay un chofer frente a un S-Class. ¿Quieres usarlo o prefieres conducir?
—Usaré al chofer. Iré de compras mientras trabajan. —Abrazó a Justin, y
Cole se preguntó, en qué loco momento, ella se las arregló para romper esa
armadura. Se giró a Cole y él se tensó, no estaba preparado para una tercer charla
motivacional—. Fue un placer conocerte —extendió una mano y él respiró con
alivio, sacudiendo su mano, sus ojos viendo los detalles. La roca en su dedo. Un
vistazo a la piel bronceada que se asomaba entre la camiseta y unos capris. Su
maquillaje apenas notable y su largo cabello natural. Ella soltó su mano y no pudo
evitar preguntarse si podría ser amiga de Summer. Era ridículo. La chica no dejaba
sus pensamientos.
Sus pies se movieron, siguiendo a Brad y Justin hacia al frente, un mini tráfico
a causa de los huéspedes del hotel, esperando en el lobby, la cámara de sus
celulares puesta. Tragó. Ese lugar solo tenía treinta suites y cada huésped debía de
estar ahí, de puntillas, haciendo señas con las manos para llamar su atención.
Sonrió, una sonrisa grande y hermosa, sus ojos muertos detrás de sus sombras. En
el frente, a pasos de distancia, estaba su carro. Su refugio. Se metió en él,
esperando a Justin, viendo a Brad entrar a un Mercedes adyacente, su esposa
tomando uno igual.
—¿Sabes a dónde vamos? —le gruñó a Justin, pisando el acelerador antes
que la puerta del hombre se hubiera cerrado completamente.
—Fue un error. Despediré al gerente. No seas un idiota al respecto. —Justin
señaló hacia la calle de afuera—. Después de cuatro semáforos, a la derecha. Luego
una cuadra abajo.
Las llantas de Cole chirriaron al salir del hotel, y fue el único sonido hasta que
se detuvo en su destino.
237
Página
Sales con ella, eres su amigo o te alejas de ella. Esas habían sido las opciones
que le ofreció DeLuca.
Pero, ¿cómo podía elegir entre tres imposibilidades?
238
Página
78
Traducido por Raeleen P.
“En Hollywood, las novias se quedan con los ramos y tiran al novio”.
~ Groucho Marx.
C
ocky era jodidamente adorable. Erguido y adorable. Cole,
aparentemente no pensó que un pollo podía pasar la noche afuera.
Había preparado el baño debajo de las escaleras para él, y
básicamente podía garantizar que Cyndi Kirkland lo castraría cuando viera el estado
de éste. Me quedé en la puerta y miré el piso: cubierto en papel de periódico. Las
paredes, picoteadas en pedazos, y la mierda de pollo, había conseguido pintar el
inodoro, lavabo, el colgador de ropa y el alfeizar. El alborotador estaba en el asiento
del inodoro e inclinó la cabeza hacia mí.
Había recibido, de algún fanático organizacional de la naturaleza llamado
Justin, una lista detallada de los artículos relativos al cuidado de Cocky. La lista
incluía tal ridiculez como:
#8 Cocky se asusta por los ruidos fuertes (perros ladrando y la secadora). Por
favor siéntese con él en estos eventos y no cargué una carga de ropa en la secadora.
Al igual que:
#17 Cocky está acostumbrado a ser sacado una vez en la noche. Por favor llévelo
al patio trasero entre las horas de la medianoche y las 6 a.m. y permítale quince
minutos para vagar por el patio. ASEGÚRESE que la valla esté bloqueada y no le
permita saltar o volar sobre la cerca.
¿Cómo alguien mantiene un gallo dentro de una cerca? Había cerrado mis
ojos ante eso, imaginando a Cocky corriendo en los campos de algodón, y yo, de pie
en el borde de la cerca, gritando el nombre del gallo como una loca.
Cole tiene suerte de que sea yo la que esté cuidando al pollo. Cualquier otra
persona y su reputación en este pueblo quedaría arruinada. Los lugareños,
especialmente los hombres, lo crucificarían por esto. Cerré la puerta. Según las
recomendaciones de Justin, la hora de acostarse de Cocky es a las nueve. La noche
anterior, fui una niñera salvaje y genial y lo dejé correr por el patio hasta las diez.
Esta noche, Cole vuelve a casa, lo tenía en su baño temprano. No podía pensar con
claridad con su colgajo bebé sacudiéndose. Cerré la puerta a su graznido y apagué la
luz del pasillo, subiendo las escaleras y hacia la habitación de Cole.
Esto era tan estúpido. Sentada aquí, esperándolo a que regrese. No quería
estar a la entera disposición de Cole Masten. Había hecho ese comentario en el calor
242
Página
de la pasión del sexo telefónico. Probablemente no lo decía en serio.
Probablemente entraría por la puerta y se burlaría de mí para sacarme de su casa.
Entré en su habitación y alisé el borde de la colcha. Había hecho la cama; no lo pude
evitar. La hice y pensé, con cada pliegue, suave y tirón, sobre él jugando de nuevo
con mi cuerpo.
Mis dedos picaban por la actividad. Si hubiera estado en mi casa, habría
cocinado. Hecho algunas galletas de chocolate y embolsado las extras para el
equipo. A pesar de que Mary dijo que eso no se hace, sus cejas levantándose en
alarma cuando traje un pastel de zanahoria para el cumpleaños del jefe de utilería.
Al parecer, había una pequeña línea de mierda trazada entre “talento” y “equipo”, y
que estallaría en llamas si existía alguna cordialidad entre las dos. Se suponía que
debía tratarlos como personal contratado, y les tendría que gustar.
No quería cocinar en su casa. Ya me sentía como un ama de casa de los
cincuentas. Me acerqué a la ventana y miré hacia afuera sobre el campo oscuro y
hacia el aeropuerto. Debería salir. Sería capaz de ver su avión desde allí.
Cuando salí me di cuenta que olvidé mis zapatos. Creo que estaban por el
baño de Cocky, en donde me los había quitado. Consideré regresar, pero salí al
porche delantero y hacia los escalones. Me senté en el primer gran escalón, la
madera húmeda de la lluvia de la tarde, y envolví mis brazos alrededor de las
rodillas, mi cabeza levantada hacia el cielo. Estaba nublado, la luna iluminando las
nubes y sombras, los puntos brillantes de las estrellas salpicaban el lienzo negro
bajo ellas. Leí en una revista acerca de la contaminación lumínica. Es una cosa real,
nuestros millones de luces artificiales carcomiendo la oscuridad de nuestro mundo y
arruinando la capacidad de ver las galaxias más allá de nosotros. Como el esmog,
pero en vez de comer aire limpio, nuestras luces se comen una oscuridad
completamente negra y nos dejan en una bruma al atardecer. Puedo verla cuando
miraba al sur de Tallahassee. Todo el horizonte brillaba en esa dirección; las luces de
la ciudad diluyendo a los grandes residentes de la ciudad la oportunidad de observar
perfectamente las estrellas brillar
Nunca creí que tendríamos ese problema en Quincy. Incluso con el Pit
corriendo contantemente con el auge, los equipos trabajando hasta tarde
arreglando todo para el día siguiente, nuestro cielo era todavía perfecto, sus
estrellas claramente definidas.
Me pregunté, no por primera vez desde que cobré mi cheque por la película,
a dónde iría desde aquí. Con más dinero del que nunca he tenido, no tenía una
excusa para quedarme. Podía comprar una casa a mamá y seguir con mi vida. Podía
ir a cualquier parte, hacer cualquier cosa. Ir a la universidad, tomar clases de arte,
comprar un caballo.
Cualquier cosa.
Un concepto aterrador.
243
Página
Por encima de mí, un avión se acercaba.
244
Página
80
Traducido por Flochi
—A
cerveza y se la entregó.
migo, felicidades. —Justin caminó desde la parte trasera
del avión, su mano palmeando el hombro de Cole cuando
pasó. Tomando el asiento frente a él, sacó la tapa de una
246
Página
81
Traducido por Flochi
247
Página
82
Traducido por Flochi
S
ummer estaba actuando de manera extraña. Más extraña incluso para
ella. Nerviosa. Inquieta. Evitando contacto visual. Evitando
conversación a toda costa. Cole miró la pared en su tráiler e intentó
pensar en la última vez que habían tenido una conversación directa el uno con el
otro. ¿En la sala de prensa? Justo después de regresar de Los Ángeles a una casa
vacía. Eso había sido. Y no había sido una conversación en absoluto. Y había sido
hace una semana.
Había intentado molestarla, y no había picado. Había intentado ser amistoso
y le había cortado. Se estaba quedando sin opciones, más que arrastrarla a su tráiler
y obligarla a hablar.
—¿Estás ahí?
Se encogió por la voz y se giró hacia Justin, que estaba sentado frente a él,
con páginas de guion desparramadas entre ellos.
—¿Qué?
—Te has ido. ¿Has oído algo de lo que acabo de decir? ¿Sobre Tokio?
—No.
—El estreno de Rentho de Tokio es la semana que viene. Tenemos que
cambiar tu agenda de rodaje para acomodarlo, así que Don quiere saber cuántos
días estarás fuera. —Arqueó una ceja, con el bolígrafo en la mano, apuntando un
calendario—. ¿Cinco?
—¿Ya es el estreno en Japón? Pensé que íbamos a esperar.
—Lo han adelantado, en julio. —Probablemente durante el tiempo del
accidente de Justin.
Cole asintió.
—No voy a ir.
—¿Por qué?
—Estamos haciendo cosas aquí, esto es más importante. ¿Cuándo vamos a
grabar la 38? —Escena Treinta y ocho. La escena de sexo entre Royce e Ida.
250
Página
—Íbamos a esperar hasta después del estreno en Japón. Don quiere darle a
Summer más tiempo para…
—No —interrumpió Cole—. No podemos esperar. —No podía esperar. Ni un
minuto más, mucho menos una semana. La escena de sexo había sido otra cosa
añadida, una que había obligado a hacer a los guionistas. Una por la que Summer
había luchado con uñas y dientes—. Lo haremos la próxima semana, y me saltaré el
estreno. Manda a Charlize en mi lugar, le encantan esas cosas.
—¿Cuándo vas a admitir que te gusta? —Justin dejó el bolígrafo, y Cole miró
a otro lado.
—Me gusta. No es ningún problema. Tú también me gustas, aunque odio
admitir eso aún más. —Sonrió, pero Justin no le sonrió de vuelta.
—Deja de dar vueltas.
La sonrisa de Cole desapareció, y su mirada se endureció.
—No estoy dando vueltas. Está buena, yo estoy bueno. Hay un poco de
coqueteo. Si quiero follármela, la follaré. Si quiero que me guste, me gustará. Si
quiero odiarla, también lo haré. La película es más importante, y todo lo que he
estado haciendo con ella es para eso. The Fortune Bottle está quedando genial con
esas tomas. Lo sabes, lo has visto.
—¿Así que eso es lo que es? ¿Estás interpretando que tienes fibra sensible
para conseguir una estatuilla para tu película? —La mirada de Justin nunca se
separó de la de Cole, la fuerza nunca dejó su hombro, su voz no bajó, y Cole lo
respetó. Incluso cuando lo odiaba.
—Nadie está jugando con el corazón de esa chica. No me dará nada de
tiempo.
Justin rió, alejándose de la mesa, levantándose, con las manos descansando
en el cristal mientras se echaba hacia adelante.
—Se está protegiendo a sí misma, Cole. Lo mejor que puede. Demonios, si yo
tuviera un coño, colocaría un trapo antes de entrar en la misma habitación que tú.
—No se está protegiendo —dijo Cole, ladeando la cabeza para mirar a Justin,
con las manos apretadas en el borde de la silla. De ahí no venía la frialdad de
Summer. Es porque Cole no le gustaba, a pesar de la atracción entre ellos.
Pero mientras decía las palabras, y pensaba, ahí estaba, en el fondo de su
mente, la duda.
251
Página
84
Traducido por âmenoire
C
uando Mary golpeó mi puerta, la ignoré, mis brazos envueltos
alrededor de mis rodillas, mi pulgar presionando los botones en el
control remoto sin pensarlo. Solía preguntarme por qué pusieron una
televisión en mi tráiler; no era como si tuviera tiempo para pasar el rato y mirar el
cable. Pero ahora sabía. Era para los momentos de pánico, la última línea de defensa
contra actrices asustadizas cuyos dedos dolían por irse. Mary golpeó de nuevo, sus
delicados pequeños puños haciendo un impreciso número de golpes en mi puerta
cerrada. El teléfono en la cocineta sonó, la tercera vez que sucedía en los últimos
quince minutos.
Había entendido la escena, había sabido la necesidad de ella, finalmente
había dejado de quejarme y había sido una niña grande sobre ello, ahora el tiempo
se estaba terminando. Era momento de la escena. Y cada charla animosa que me
había dado se había quedado sin combustible. No podía hacerla. No la haría. No.
Una nueva voz se unió al coro fuera de mi puerta, y apreté mi agarre sobre
mis rodillas. Él. Subí el volumen. La Juez Judy dándole un sermón a algún pueblerino
que había prometido cuidar a un perro y no lo había hecho. Murmuré en apoyo y
casi no escuché el sonido de la manija de mi tráiler, la puerta abriéndose, el brillo de
la luz solar que entraba y delineaba una musculosa forma masculina. Mis ojos
cayeron hacia el llavero gigante ahora colgando de mi cerradura. Me lo esperaba.
Solo era cuestión de tiempo. Había esperado a Don. O Eileen. O cualquier menos él.
—No lo haré —repetí, mis ojos de vuelta a la televisión y todavía había
esperanza, en toda esta locura, que no llorara.
—Tienes que hacerlo. Firmaste un contrato —dijo desde la mitad de la
habitación, la puerta cerrándose tras él, sus piernas ligeramente separadas, sus
manos colgando en su costado. Era su primera vez en mi tráiler y era un espacio
demasiado pequeño para ambos.
—El contrato no decía nada sobre tener que estar desnuda ante la cámara.
—Corrección. El contrato no dice nada sobre que no estés desnuda ante la
cámara. Esa es una distinción muy importante y no es mi culpa que el imbécil de tu
ex, no notara eso.
252
Página
Hubo un horrible momento de debilidad cuando mi labio inferior tembló, los
nervios dentro de mí rompiéndose, uno por uno.
—Por favor, vete. —Mi voz se rompió en la primera palabra y por el rabillo
de mis ojos nublosos lo vi acercarse, sus rodillas golpeando el piso junto al sofá.
—Summer. —Su voz era tranquila, más suave, pero no miré, no le daría la
satisfacción de ver mi debilidad.
—No lo haré. No he… —Miré la parte superior de la Juez Judy y parpadeé
rápidamente—. No he estado desnuda frente a alguien en mucho tiempo. Además
de… ya sabes. —Además de ti. Una revelación estúpida que tuve que añadir. Corrí la
mi palma por mi mejilla, mi dedo meñique atrapando la humedad de un montón de
lágrimas sin derramar—. Y no lo haré ahora, no frente a toda esa gente… —Mis
palabras casi en un hipo, así que me detuve. Jalé mi camiseta, sobre mi barbilla y
presioné el material en mis ojos mojados. Esas luces. Dios, cuando él y yo estábamos
siendo filmados, podías pararte en Thomasville y ver los detalles en nuestros
rostros, eran iluminados tan fuertemente. ¿Cómo sería estar desnuda bajo esas
luces?
—Realmente no vas a estar desnuda… —comenzó Cole y resoplé contra mi
camiseta.
El atuendo que Guardarropa había dejado consistía en un juego de parches,
dos color carne para mis pechos y luego uno largo que lucía como una tanga, que se
suponía que metiera entre mis piernas. Lo había intentado, había desprendido la
parte trasera y gentilmente, luego más firmemente, presionado las frías estampas
contra mi piel, mi reflejo en el espejo fue demasiado para ver. Ahí es cuando sabes
que estás haciendo algo mal, cuando no puedes mirarte en el espejo para
enfrentarlo. Ahora, bajo mi camiseta, los parches jalaban un poco mi piel cuando me
movía, un constante recordatorio del desastre que se avecinaba ante mí.
—Summer… —Su voz era tranquilizadora y dulce, una súplica para algo y me
ponía más enojada que un toro provocado, mis manos cayeron de mi rostro, la
camiseta cayendo, mi cabeza girándose hacia él. Todavía estaba sobre sus rodillas y
lo atrapé a medio movimiento, su mano moviéndose de vuelta hacia sus muslos.
Había estado revisando su reloj. Cualquier debilidad en mí se desvaneció y me
agarré a mi enojo y lo sostuve como un escudo. Había estado revisando su reloj. Que
se joda su rostro preocupado, la posición amistosa y preocupada, Cole Masten,
arrodillándose junto a su herida coprotagonista, su voz jalando para que se
comporte. Que se joda mi contrato, si no quería hacerlo, no tenía que hacerlo.
Habíamos filmado demasiadas escenas, había sido demasiado costoso para que
empezaran de nuevo con una nueva Ida.
—Quítate de mi piso. —Mi tono era como un cuchillo, sólido y afilado, y Cole
levantó la mirada con sorpresa. Balanceé mis pies fuera del sofá y me puse de pie, la
253
Página
estampa entre mis piernas jalando dolorosamente mis pequeños vellos, todo el
conjunto cubierto por un pantalón deportivo.
Cole no se movió. Por supuesto. El hombre no podía, no haría lo que
cualquiera le dijera. Solo me miró y me detuve ante la ventana del frente del tráiler y
eché un vistazo a través de las persianas. Todavía había un grupo ahí afuera. Don
estaba ahí, así como Eileen, los asistentes personales y Mary, su pluma moviéndose
furiosamente sobre un nuevo Post-It y podía imaginarlo pegado en el espejo de su
baño en su hotel, su brillante mensaje desesperado y rojo sobre amarillo. Encuentra
un nuevo trabajo.
Dejé caer mi mano de las persianas, y cayeron en su lugar.
—La película no necesita una escena de sexo.
—Es el clímax del arco de la relación. Por supuesto que se necesita. —Cole
finalmente se puso de pie, enderezándose lentamente y encontró mis ojos cuando
habló, la autoridad de vuelta en su voz, habiéndose ido su tono consentidor de más
temprano.
—Un doble de cuerpo. —La idea fue repentina y brillante, y odié no haber
pensado en ello antes. Sucedía todo el tiempo, recuerdo mirar Pretty Woman
después de leer que Julia Roberts había utilizado uno. Había observado cada una de
sus escenas de amor y no pude ver nada que lo delatara—. Tiene que haber alguna
cláusula que pueda firmar y pueden utilizar un doble. ¡Fácil! —Mi mano tembló
contra la parte superior de mi unidad de aire acondicionado y la apreté en un puño
para detener el temblor. Esto estaría bien, podía ser arreglado. Me moví hacia la
puerta, Cole caminando hacia delante como para detenerme y la abrí—. Don —
llamé, el director girándose de su multitud, su cabeza inclinada hacia mí. Le hice
señas para que entrara y Cole gruñó, levantando sus manos, sus dedos
encontrándose entre ellos, enlazándose y acomodándose en la parte superior de su
cabeza. Don entró en el tráiler, la puerta se cerró y ahora estaba realmente lleno―.
Quiero un doble de cuerpo —gorgojé mi nueva idea, parándome cerca de Don, mis
brazos cruzados sobre mi pecho y observé con atención mientras Don miraba hacia
Cole.
Cole se encogió de hombros, su cara impasible y terca.
—No sucederá. No tenemos a una rubia de un metro setenta con tu tipo de
cuerpo por ahí en el set, esperando quitarse la ropa y ponerse frente a la cámara. Y
no tenemos tiempo para pasar a través de un casting. Eso podría llevar una semana,
o más, lo que no podemos costear.
Me concentré en Don.
—La Estatal de Florida está a cuarenta y cinco minutos. —Hice señas hacia la
dirección general de Tallahassee—. Tienen veinte mil universitarias ahí. Confía en
mí, encontrarán a alguien que estará más que feliz de desnudarse y entrar en la
254
Página
cama con él. —Sentí un extraño escozor de algo oscuro, la imagen demasiado clara
en mi mente, así que la hice a un lado.
—Es bueno saber que nuestra Reina del Maní conoce el casting tan bien.
Miré a Cole.
—Sé que si ponemos una tienda en Landis Green tendrán a doscientas chicas
desnudándose para una audición ante la cámara en dos horas. Si no pueden
encontrar a nadie que luzca como yo antes de la hora de la cena, yo…
—¿Qué? —interrumpió Cole—. ¿Harás la toma? —Camino hacia delante, sus
manos cayendo de su cabeza, una sonrisa curvándose sobre su rostro—. Hagamos
una apuesta, chica del campo. —Miró de vuelta hacia su reloj como si no pudiera
recordar la hora—. Son las ocho y media. En este momento, empaquemos algunas
cámaras y un equipo y hagámoslo. Tomemos tu ridícula sugerencia y veamos. Pero
si no podemos encontrar a una chica para las seis de la tarde, entonces tú filmarás
esto, mañana a primera hora y no quiero escuchar ninguna mierda sobre ello. Sin
lágrimas, ninguna tontería lastimera. Vas a ser valiente y ser una profesional sobre
ello.
Rodé mi labio inferior contra mis dientes y miré a Don quien miraba de ida y
vuelta entre Cole y yo como si estuviéramos locos.
—Está bien —asentí—. Pero yo iré, también Don y Eileen. Si tres de nosotros
cuatro están de acuerdo que una chica funcionará, entonces yo gano y no tengo
que hacer la escena en absoluto.
Don caminó hacia adelante, levantando una mano.
—Es la cosa más estúpida que haya escuchado alguna vez, pero tiene una
oportunidad de funcionar, necesito que hagas algunos acercamientos. Besarse,
jadear, etcétera.
—Pero puedes hacerlo con un sostén sin tirantes puesto —interrumpió
Cole—. Y pantaloncillos cortos. —Estiró su mano—. ¿Trato?
Sacudí su mano sin detenerme a pensar, sin detenerme a examinar los
detalles o pedir más estipulaciones. La sacudí y sentí una enorme ola de alivio.
El hombre, estaba segura, nunca había estado en la Estatal de Florida. Era
donde Dios vomitaba a todas sus bellezas. No necesitaríamos hasta las seis de la
tarde. Tendríamos una docena de opciones para la hora del almuerzo.
255
Página
85
Traducido por âmenoire
—S
i no estuvieras financiando esta película, te hubiera
despedido. ¿Una audición pública improvisada? ¿En un día
de filmación? —Don se paró en medio de la actividad, sus
brazos ondeando en el aire como un hombre de tubo inflable, su rostro un oscuro
tono de rojo, sudor bajando por sus sienes. Detrás de él uno de los tráileres del set
estaba siendo empacado, una docena de gente moviéndose en concierto, luces,
plataformas, cables y señalización flotando en un suave mar de movimiento.
—Estará bien —dijo Cole con una sonrisa, palmeando la espalda del director,
su mano enganchando la camiseta de un asistente personal que pasaba—. Tú. ¿Cuál
es tu nombre?
—Eh… —Los ojos del chico se lanzaron hacia Don, luego de vuelta hacia
Cole—. Tim Mayer.
—Tim, encuentra a Justin y tráelo aquí.
La boca de Don se tensó en una delgada línea y corrió una mano sobre la
parte superior de su calva cabeza.
—¿Sabes lo mucho que costará, esta estúpida apuesta entre ustedes?
—Necesitamos la escena y no la hará sin esto. —Sonrió Cole—. Relájate,
Don. No es tu dinero, es mío.
—Y es mi carrera si esta película se hunde. O se queda sin dinero. O si mis
coprotagonistas se matan entre ellos antes que la última escena esté lista.
Podríamos solo haberla cubierto con una sábana y filmado eso. Todo esto… —Don
observó al hombre correr, sus brazos llenos de portapapeles—, es ridículo.
—No quiero filmar una jodida escena de amor de Nicholas Sparks. Quiero
rodaje crudo y sexy. Te dije eso; lo sabes. No podemos construir algo y luego dejar
colgada a la audiencia.
—Seguro. —Don levantó la mirada hacia él—. Pretendamos que de eso se
trata esto. —Se aproximó a Cole y bajó su voz—. Pero ambos sabemos que no es
así.
Cole se encogió de hombros.
256
Página
—Solo consígueme la escena que quiero. Si necesito un terapeuta, lo
tendré… —Tronó sus dedos en dirección al asistente que se iba.
—Tim Myers —proveyó Don.
—Sí. Tim Myers consígueme uno. —Lanzó un brazo sobre el hombro del
director—. Ahora. Pongámonos en marcha.
257
Página
86
Traducido por AnnaTheBrave
260
Página
87
Traducido por AnnaTheBrave
264
Página
89
Traducido por BookLover;3
R
esultó que las escenas de sexo tienen ensayos igual que una escena
tradicional. Habría sido bueno saberlo cuando estaba en la tercera
etapa de un ataque de pánico. Podría haber calmado mis nervios para
entender que Cole y yo repasaríamos la escena completamente vestidos, solo para
entender qué sucedía, dónde estarían las cámaras, cuándo se dirán los diálogos.
Además, en vez del camarógrafo justo al lado de la cama, utilizarían cabezales3 para
cámaras operadas a control remoto. Lo que significa que hay una especie de ilusión
de privacidad. A diferencia de las escenas de besos y oficinas, no habría alguien justo
allí mirando entre mis piernas.
Estábamos en el cuarto set, que se suponía era el dormitorio de Royce. Era la
habitación más fea que había visto, pero supongo que, en la década de los años 30,
era lo que conseguías. La alfombra color verde oscuro, un horrible papel tapiz en las
paredes, y un cubrecama de cuadros: ése era la decoración que un soltero tenía. No
exactamente el elegante Mad Men que esperaba, pero eso era porqué estos chicos
tenían mucho dinero, y miré los videos de YouTube en el álbum de recuerdos.
También había estado equivocada sobre las luces. Me había imaginado bajo
los grandes reflectores brillantes con los que habíamos filmado. Pero aquí, en este
set, parecía casi tenue. Y en vez de cinco cámaras, solamente había dos. Mucho más
manejable. Tampoco había una multitud de gente. Los operadores de cámaras,
catering y asistentes de producción además de los ayudantes de producción se
habían ido, solo había seis de nosotros y, en el gran cuarto, se sentía casi vacío. Casi
se sentía, con las luces tenues, íntimo. Y eso, por alguna razón, me fastidió. No
debería haberlo hecho. No era el único en la cama. Carly ya estaba ahí. Era la que
había estado riendo tontamente como un hada maligna, aun cuando Don le había
pedido dos veces que estuviera seria. Y era la única acostada de espalda, desnuda
como el día que nació, no pastel para ella, su espalda arqueada contra la cama
mientras Cole pasaba sus labios por la línea central de su estómago, una de sus
manos levantando uno de sus muslos. Mi estómago retorciéndose de una manera
poco natural y me di vuelta lejos de la cama, mis manos temblando mientras
apartaba el cabello de mi cara.
3
Cabezales: El cabezal o rótula es el elemento sobre el cual descansa la cámara fotográfica cuando se
utiliza un trípode o un monopié.
265
Página
Sentí una tranquila mano en mi espalda y giré mi cabeza, con cuidado de no
mirar a la cama, deseando cubrir mis oídos y ahogar los sonidos de Carly.
—No es tan malo —susurró Eileen, su boca cerca de mi oído—. Lo prometo,
tu parte será fácil.
Cerré los ojos y asentí, fingiendo, tanto para su bien como el mío, que mi
actuación es por lo que había estado estresada.
266
Página
90
Traducido por BookLover;3
4
Cock sock: Ropa interior con forma pequeño calcetín de tela utilizado por los actores masculinos en
escenas de sexo que muestran mucha piel.
267
Página
minuciosamente sus pupilas, sus espasmos nerviosos mientras se encontraba con
los de él. Apoyó su peso en sus rodillas y una mano, levantando la otra hacia su cara.
Ella no parpadeó, no reaccionó, se limitó a mirarlo fijamente. Sus dedos suaves,
pasó las puntas de ellos por sus mejillas y hacia a sus labios, con un lápiz labial rojo
oscuro en ellos, típico de Ida y para nada como Summer. Y de repente quiso que se
fuera, y abrió su boca, metiendo su pulgar y cerrando los labios alrededor de él. Los
ojos de ella cayeron y observó a medida que él arrastraba su pulgar, sus dientes
raspando su yema. Cuando tomó su rostro, las yemas de sus dedos ásperas contra
su pómulo, el lóbulo de su oreja, y su mandíbula, ella se tensó debajo de él. Cuando
su dedo húmedo pasó a través de su boca, quitando la pintura roja con él, ella abrió
sus labios, y un fuerte suspiro escapó de ellos a medida que ella atrapaba su pulgar
con sus dientes, sus ojos sobre él, después lo succionó, profundizando y luego
lentamente alejándolo. Su pulgar sintió cientos de sensaciones que su polla deseaba
y, en ese momento, no hubo nadie más en la habitación, todo desapareció excepto
ellos dos.
Para cuando su pulgar dejó su boca, él se dejó caer sobre ella, su mano
agarrando la parte trasera de su cabeza, su boca estrellándose sobre la de ella, y la
besó como había querido desde el principio, duro y salvaje, su lengua luchando en
respuesta, sus besos añorando sus bocas tanto como se encontraban entre sí.
Cole la tomó, rodando sobre su espalda y poniéndola sobre él, su mano
empujando la sábana hacia abajo, tirando el broche de su sostén, de modo que la
pieza había desaparecido rápidamente, y sus pechos cayeron libremente sobre él, y
gimió, empujándola hacia abajo, el suave peso de ellos contra su pecho era tan
hermoso, tan increíble que perdió su jodida razón. Mordió su oreja, envolvió su
mano profundamente en su cabello, y tiró de ella firmemente, su boca moviéndose
a su garganta, y entonces regresó a su boca, y sus manos estaban cubriendo su
pecho hasta que recordó la escena, la jodida escena, y rodó hacia atrás,
protegiéndola de la cámara, su boca suavizándose mientras jalaba de nuevo la
sábana, su susurro en su oído casi silencioso.
—Lo siento. No pensé.
Ella tiró de su cabello y trajo su boca de nuevo a la suya, y no se disculpó otra
vez.
Lo que sucedía entre ellos cuando se tocaban… no era nada como Nadia,
nada como la rubia y nada como cualquier otra mujer que había tenido.
Y esa diferencia le asustaba hasta la muerte.
268
Página
91
Traducido por Dee
H abía sido una broma bastante simple. Y eso era realmente todo lo
que estaba destinado a ser: una broma. Algo para plasmar mi fiesta
de bodas en sus cabezas y castigarlos por su traición.
Debido a que todos habían sabido. Había dejado la casa de Scott ese día y
había conducido a la casa de Corrine. Entré en una casa llena de mis damas de
honor, sus manos ocupadas con la red, encaje y arroz, su charla burbujeante
deteniéndose cuando entré. Stacey, la secretaria de Scott, había sido la primera en
hablar.
—Hola —había dicho, y mis oídos sensibles escucharon la bandera roja en su
tono cauteloso—. Pensé que estabas en Tallahassee hoy.
—Eso fue esta mañana. —Había pasado despreocupadamente a las chicas y
entrado en la cocina, arrancando una toalla de papel del rollo y secado mis ojos,
agarrando una botella de vino, recién abierta en el mostrador, y tomando un
generoso trago. Había pegado una sonrisa en mi cara y atravesado de nuevo en la
puerta―. ¿Dónde está Bobbie Jo?
Cuatro chicas no mienten bien como un grupo. Hubo un incómodo
tartamudeo, alguien diciendo “Trabajando” al mismo tiempo que Bridget decía “Ella
no se siente bien”. Con otro trago de vino, había vuelto a la cocina.
—Me voy a casa —había gritado por encima de mi hombro—. No me siento
bien.
Las chicas habían armonizado un coro de lamentos, sus cuerdas vocales de
repente trabajando muy bien. Había metido su botella extra, sin abrir en mi bolso y
pegado una sonrisa en mi cara. Moví mis dedos hacia ellas y exageré mi
agradecimiento por sus incansables esfuerzos de dama de honor, mientras
caminaba de nuevo a través y fuera de la puerta.
Era lo que tenía merecido, hacerme amiga de la fresca multitud de mujeres
en Quincy. En realidad jamás habían sido mis amigas. Me habían ignorado en el
instituto y solo se hicieron mis amigas cuando empecé a salir con Scott. Los amigos
de Scott habían sido sus novios, esposos y hermanos, nuestra relación de tres años
el único motivo sobre los que nuestra amistad había sido construida.
271
Página
Había conducido a casa de mamá, las lágrimas goteando la estúpida máscara
de pestañas color púrpura que lucía bien en Avril Lavigne, y ante el que Bridget
había enarcado las cejas. Y esa noche, con un dedo del pie recortado jugando con
nuestro desagüe de la bañera, había ideado Mi Plan.
Mi plan era sencillo. Mi plan era infalible. Mi plan había sido, según la Revista
Variety en ese fatídico número que cambió mi vida, diabólico.
Pensé que diabólico había sido un adjetivo fuerte, utilizado por un editor de
la revista que claramente nunca había leído historias de Herodias o Jezebel. Quiero
decir, seamos sinceros. Nadie murió.
272
Página
93
Traducido por Dee y Adaly
279
Página
94
Traducido por Apolineah17
284
Página
95
Traducido por Flochi
293
Página
98
Traducido por Jo
295
Página
99
Traducido por Jo
—N
os vamos a ver como ladrones.
Summer miró las dos bolsas dispuestas
en la mesa del comedor, con una cara seria.
—Tienes razón. —Su frente se arrugó,
luego lo miró, con una mirada emocionada en su rostro—. Deberíamos decorarlos.
Él frunció el ceño en respuesta, con una sonrisa tirando de las esquinas de su
boca. Ella aplaudió con emoción, y era oficial: nunca sería capaz de decirle que no.
299
Página
100
Traducido por HeythereDelilah1007
301
Página
101
Traducido por HeythereDelilah1007
303
Página
102
Traducido por HeythereDelilah1007
Después de mi tercera copa, nuestros pies colgando del borde del porche, mi
cabeza en su hombro, decidí contarle sobre esa noche. La cena de ensayo.
Habíamos perdido a Cocky en la oscuridad, su craqueo ocasionalmente salía de
algún lugar lejano en el patio. De vez en cuando, Cole metía su mano en la bolsa de
guisantes y las lanzaba al pasto. En algún momento del próximo verano, Cyndi
Kirkland estaría sacando brotes de guisantes y maldiciendo su nombre. En algún
punto, cerca de la segunda copa, su mano derecha se había deslizado en la mía,
nuestros dedos entrelazándose, y quedándose ahí. Fue por la tercera copa que mi
cabeza descansó sobre su hombro y mi boca se abrió.
—Fue algo loco —dije de la nada—. Lo que hice esa noche. El artículo tiene
toda la razón con lo que pasó.
—Loco no es siempre algo malo. —Eso fue todo lo que él respondió, y me
alegré. Respiré pesadamente y luego le conté, por primera vez, la historia completa.
305
Página
103
Traducido por Adaly y HeythereDelilah1007
C
ole estaba acabado. Había seguido pensando que, después del sexo,
se desvanecería. Que llegaría a sus sentidos y encontraría el equilibrio.
Darse cuenta que ella era una chica normal y que habían tenido una
noche de diversión y que ahora filmar debería ser más suave, su vida en Quincy
menos antagónica. Pero aún estaba loco en medio de la noche, cuando peleó contra
el sueño solo para que pudiera disfrutar de sostenerla sólo un poco más. Y seguía
estando definitivamente loco cuando se despertó, una erección mañanera fuera de
control, y la ansiaba. Oler comida, encontrarla con su camisa puesta, en su cocina,
una espátula en la mano, lo había hecho aún peor. Se había sentido atraído por las
mujeres antes, le había encantado follar a Nadia, pero nunca había tenido a alguien
metiéndose debajo de su piel de esta manera. Miraba a esta mujer y la veía
rebotando a su hijo en su cadera, la veía corriendo a través del campo en su rancho
de Montana, la veía sentada en un asiento de terciopelo en los Premios de la
Academia, su mano apoyada ligeramente en su brazo, su boca caliente contra su
oreja. Y todas esas imágenes lo asustaban como el infierno.
Ahora, con el sexo en la cocina completo, desayuno comido, los platos
lavados, la observaba. Estaba de pie en la sala de estar, con las manos en caderas
adorables, frustración en su postura cuando él rodeó el sofá y la miró.
—¿Qué pasa?
—No puedo llevar todas estas cosas a casa. —Hizo un gesto a su botín de
ayer por la noche, una pila que incluía una máquina de palomitas (nunca había
tenido una), iPad (él había insistido en ello), y pijamas de los Minions, entre cuatro
bolsas de otras cosas. Ella había estado planeando usar los pijamas para la cama,
gracias a Dios que no lo había hecho.
—Puedo dejarte. —No quería dejarla. Quería llevarla a su casa, recoger toda
su mierda barata, y moverla. Quería sentarse y trabajar en su plan de rodaje, sus
próximos cincuenta años, descubrir cada sueño que había tenido y después hacerlos
realidad. Quería hacer que Brad DeLuca volara aquí y abrazar personalmente al
hombre por ponerlo en Quincy antes, por ponerlo en su puerta, por salvarle el resto
de su vida.
—Los periodistas —le recordó ella, masticándose la uña del pulgar a medida
que se agachaba y rebuscaba a través de la bolsa más cercana.
313
Página
—A la mierda los periodistas.
—Ja. —Sacó un paquete de chicles, Bubblicious, y lo abrió, sosteniéndolo
antes de sacar uno de una sacudida—. ¿Quieres uno?
—No. —La vio desenvolverlo y meterse el cubo de color rosa en la boca. Un
chicle para niños. Comía chicle para niños. Su mandíbula trabajó, y ella lo miró,
haciendo estallar una burbuja antes de hablar—. ¿Qué?
—¿Podemos hablar de esto? —Una pregunta estúpida. Tendría que haber
mantenido la boca cerrada. Llevarla a casa. Dejar que todo se desarrollara
correctamente. O no dejar que se desarrollara correctamente. Y en ese riesgo yacía
su preocupación.
—¿De nosotros? —Ella estalló el chicle de nuevo, y él luchó contra el impulso
de quitárselo de la boca besándola.
—Sí.
—¿Estás asustado por lo que dije anoche? —Tiró el chicle y se volvió hacia él
plenamente, sus brazos cruzados frente a su pecho. No desafiante, sus brazos
estaban apretados, como si se estuviera dando a sí misma un abrazo, con las manos
debajo de sus axilas. Summer nerviosa. Una nueva faceta. Nadia nunca habría
respondido de esta manera. Ella había jugado juegos, haría sido fría, bordeado una
conversación directa, mientras que él la perseguía con preguntas e insinuaciones.
Sus peleas eran agotadores, que es probablemente la razón por la que ambos las
evitaban, él librándose de su ira en el saco de boxeo de su gimnasio, ella en, al
parecer, otros hombres.
—No. —Era la verdad. Sus declaraciones débiles que podrían ser analizadas
de cien maneras diferentes dependiendo de cuánto tiempo un hombre quería
permanecer despierto... esas no lo asustaban. No cuando eran tan pálidas en
comparación con sus sentimientos, vivos y vívidos en mil tonalidades diferentes.
Bajó la mirada al montón de bolsas de compras, y deseó haber elegido un lugar
diferente para esto. Sería demasiado serio si la invitaba a sentarse, sin embargo,
estar de pie aquí, en este cuarto oscuro, el ventilador encima de ellos
balanceándose y marcando, no era exactamente como se imaginaba que esto iría.
No es que hubiera pensado en esto. Si lo hubiera hecho, estaría amordazado con
cinta adhesiva para mantenerse callado. Sacar a colación esto ahora sólo podía
conducir al desastre.
—Entonces habla. —Sus hombros se habían aflojado un poco, y su
masticación calmado.
Él respiró hondo y saltó por el acantilado.
—Quise decir lo que dije anoche. Un hombre estaría loco para engañarte. Un
hombre estaría loco por querer algo más, cuando podría tenerte. Te he tenido, al
verdadero tú, por estas últimas dieciocho horas, y no quiero nada más. No creo que
314
Página
alguna vez quiera nada más. —Se acercó y la miró—. Dime que no estamos muy
bien juntos.
Ella apartó la mirada, a un rincón de la sala, luego de nuevo a él.
—No lo estamos, Cole. Esto… —Hizo un gesto entre ambos, su mano una
ola flexible de angustia—, esto ni siquiera se compara con lo que tuve con Scott. —
Levantó uno de sus hombros en un pequeño gesto de indiferencia—. Lo siento.
—Pero… dijiste que me amabas. Pensé que… —Se apartó de ella y presionó
sus palmas en sus ojos, todo en su vida yendo en espiral hacia abajo en un desagüe
infernal de Qué Mierda.
—Pensabas que era una actriz terrible. —Había una sonrisa en su respuesta,
y él la miró, confundido. Sopló una burbuja gigante y la estalló.
—¿Así que estabas actuando? ¿Conmigo? —Su mente comenzó a dispararse
a través de su noche y ella puso los ojos en blanco, dando un paso hacia adelante y
envolviendo sus brazos alrededor de su cuello, su boca dulce cuando la presionó
contra sus labios.
—Dios, eres denso —susurró contra su boca—. Sí, estamos muy bien juntos.
Sí, tampoco quiero a nadie más. Sí, tú, gran hombre estúpido que no puede decir las
palabras que toda mujer quiere oír, yo también te amo. —Ella se echó hacia atrás
para decir más, pero no la dejó ir. La aplastó en sus brazos y en algún lugar, en el
curso de su beso, tomó su chicle y se lo tragó, luego lo tiró por encima de su
hombro y la llevó escaleras arriba.
315
Página
106
Traducido por martinafab
C
uando nos detuvimos en la entrada de los Holden, la puerta estaba
abierta, la cadena de autos desconocidos ahora en una línea ordenada
frente a mi casa. Cerca de nosotros, las cabezas se movían dentro de
los autos, las puertas se abrían, algunas plataformas eran llevadas y varios pies
salieron rápidamente, los flashes apareciendo en el sol más brillante que Dios podía
proporcionar.
—¿Estás seguro que no es necesario que llamemos a Casey? —pregunté con
nerviosismo, la mano de Cole apretada en la mía.
—Primera regla de Hollywood, nena. Los dioses no piden permiso. Sé dueño
de tu mierda y no te olvides de sonreír. —Estacionó la camioneta y se inclinó,
esperando un beso, su sonrisa haciéndose mayor cuando me incliné, y nuestra piel
se iluminó cuando los paparazzi se volvieron locos.
Me reí, y él sonrió, tomando un beso más antes de agarrar la manija.
—Hagamos de esto todo un infierno. —Agarré mi manija y entreabrí la
puerta, un extraño delante de mí llevando una gorra de los Lakers, su camisa negra
una mala elección con este calor, una cámara en la mano que probablemente
costaba más que mi camioneta. Sonreí cortésmente y él levantó la cámara en
respuesta. Nos encontramos en la parte delantera de la camioneta, la mano de Cole
extendiéndose hacia mí. Cuando la agarré, me tiró hacia él, sus brazos sujetándome
mientras me inclinaba hacia abajo, mi chillido en respuesta capturado por todas las
cámaras presentes. Él me sonrió, y yo fruncí el ceño. Entonces me besó el tiempo
suficiente como para sonrojarme.
—Basta —murmuré—. Creo que ya lo entendieron.
Cole me levantó con una sonrisa.
—Todavía no. —Él mantuvo su mano en mi espalda baja, y entramos a la
casa, la cortina moviéndose en la ventana del frente, y me pregunté qué en la Tierra
estaba pensando mamá con esto. En los escalones frontales, Cole se volvió,
abrazándome a su lado y enfrentando al grupo, siete u ocho cuerpos esparcidos por
el césped sin ninguna preocupación por mi plantación. Miré al más cercano, y se
alejó de mi jardín de mariposas, sus manos levantándose a modo de disculpa.
316
Página
—Estoy asumiendo que ya que están de cuclillas en esta propiedad personal,
conocen a esta hermosa mujer a mi lado. Pero lo que no saben es que ella es mía. Si
la joden a ella, joden a mi equipo, y lo más importante, me joden a mí. Si alguna vez
la convenzo de que se case conmigo, todos están invitados a nuestra boda.
Serviremos crème brulee, asegúrense de comerla. —Golpeé su estómago lo
suficientemente fuerte para hacerle hacer una mueca, y me atrajo hacia él, dejando
caer la cabeza para otro beso—. Era solo una broma, nena. A excepción de la parte
del matrimonio. ¿Demasiado pronto? —Se apartó, sus ojos en los míos, una sonrisa
cautelosa en sus rasgos.
—Demasiado pronto —dije con severidad—. Sobre todo porque, señor
Masten, sigues siendo un hombre casado.
—Ay. —Él hizo una mueca—. Y tú sabes mejor que llamarme así.
—¿Señor Masten? —le dije en broma y salí rodando de sus brazos, tratando
de alcanzar la manija de la puerta, su mano demasiado lenta cuando trató de
atraparme.
—Maldita mujer. —Él enganchó un dedo en el lazo de atrás de mi vestido de
verano, tirando de mí hacia atrás antes de que pudiera girar la perilla—. ¿Te he dicho
que te amo?
No le respondí, me limité a sonreír, y luego la puerta se abrió y mamá estaba
allí, y su sonrisa era mucho más grande de lo que había visto jamás.
317
Página
107
Traducido por Flochi
319
Página
108
Traducido por Flochi
327
Página
112
Traducido por Jo
O
ficialmente me he convertido en dueña de una casa. Bueno… no
solo yo. Un gran idiota hecho de carne masculina llamado Cole
Masten… oh, ¿has escuchado acerca de él? Sí, creo que hizo un
comercial de goma de mascar de menta doble o algo. De todos modos, Cole Masten
y yo ahora tenemos una casa de cuatro dormitorios en Newberry. Es de ochenta mil
metros cuadrados con un granero, potrero y suficiente espacio para que Cocky cace
guisantes hasta que se le caigan las patas. También es a dos horas de LA, de lo que a
Cole le gusta quejarse pero le compraré un helicóptero para su cumpleaños, así que
shhh puede encontrar algo más por lo que quejarse. También nos conseguiré
lecciones, así que con esperanza, alguno de los dos será capaz de usar la cosa. No
tengo duda que lo dominaré primero, a pesar de que Cole sea intimidantemente
talentoso en cualquier cosa que intente. Bien, lo confesaré. Ya sé cómo volar en él.
Justin me ha estado llevando a escondidas a Van Nuys mientras Cole está
trabajando. Pero juró mantener el secreto, y estoy segura como el azúcar que no
diré algo así que allí está. En vez de eso, me veré como una natural y finalmente
venceré a mi futuro marido en algo.
Oh, cierto. Nos vamos a casar. Ese es otro secreto. No el compromiso, eso
fue publicado en cada canal de noticias de la ciudad antes de que Cole siquiera se
levantara de su rodilla. Sino que la fecha de la boda y la locación es todavía un
secreto. Es en seis semanas, en el rancho de Montana. Lo juro, el Cielo está
escondido en ese rancho. Entiendo por qué Cole lo compró. Es la perfección,
envuelta en amaneceres cubiertos de rocío y resoplido de caballos y olor a flores
silvestres. Cielo. Hasta que el invierno llega, entonces es brutal. Miserable,
congelado… le di un beso de despedida a cualquier pensamiento de vivir allí todo el
año esa primera visita en diciembre. Resulta que me convierto en una principiante
cuando las temperaturas caen debajo de la congelación.
Pero eso no parece molestar a mamá. Reclamó una de las cabañas y se
estableció, tan feliz como puede estarlo. Quería un trabajo así que Cole la puso a
cargo de las tierras. Maneja un cuadriciclo y se asegura de que las plantaciones
estén como deben estar, y pasa los meses más calurosos de rodilla, en la tierra,
plantando. Creo, ahora puede que me equivoque, pero creo que ella y Robert, uno
de los trabajadores allí, tengan un coqueteo andando. Mamá y el coqueteo. Dos
cosas que nunca pensé que vería en la misma oración. Cole y yo estamos poniendo
328
Página
apuestas en su comportamiento en la boda. Ganaré, por supuesto. Nadie conoce a
esa mujer mejor que yo.
Así que mamá es feliz en Montana y nos hemos establecido en la casa de
Newberry todo el año. La propiedad estaba un poco afuera de mi rango de precios
original pero ya que el resto de mi plan de Partida De Quincy se fue al infierno,
también lo hizo mi presupuesto. Y aparentemente seré rica el resto de mi vida por el
dinero de The Fortune Bottle así que me puedo permitir derrochar un poco. ¿Sabías
que Cole estaba sorprendido cuando me dio la mitad de la película y yo acepté?
Sorprendido. Impactado es realmente una descripción mejor. Como que se encogió
un poco cuando entregó las noticias, su postura tensa, inclinándose lejos de mí,
como si esperara que lo fuera a golpear.
Acepté el regalo, por supuesto. Muy gentilmente, puedo agregar. ¿Quién no
lo haría? Claramente… no me di cuenta exactamente cuánto valía la mitad de una
película. Ahora que lo sé, fue un poco avaricioso, yo solo aceptando el regalo sin al
menos un intento poco entusiasta de rechazar la amabilidad. Pero el hombre tenía
razón; nuestra química es lo que hizo la película un éxito. Y había tenido éxito. Cien
millones de dólares el fin de semana de estreno. Quinientos millones de dólares
hasta ahora en todo el mundo. No sé exactamente lo que significa en resumidas
cuentas pero hizo que Cole gritara de alegría y me girara alrededor hasta que me
mareé y lo forcé a llevarme a la cama.
Antes de Cole, nunca había sido la mitad de un entero, un par de dos unidos
tan cerca que era difícil ver dónde terminaba una personalidad y empezaba la otra.
Con Scott, yo siempre estaba solo allí, ocasionalmente pegada a su lado, intentando
meterme en sus conversaciones, esperando por la boda que pondría todo en su
lugar. Ahora, soy la mitad de un nosotros, Cole y yo tan en sintonía, tan conectados,
que no sé cómo funcioné sola alguna vez.
América también nos ha unido, nuestros nombres demasiado engorrosos así
que somos simplemente Sole. Nos llaman Solemates5, y pongo mis ojos en blanco
cada vez que es mencionado pero secretamente, me encanta.
Dicen que amor es encontrar el complemento de tu alma en otro. Encontré
mi complemento. Lo encontré, lo dejé luchar conmigo en el suelo, y luego giré y lo
hice mío. Así que estoy feliz de no haberlo asustado, estoy tan feliz de que no dejó
de seguirme. Estoy tan feliz de que Bobbie Jo se acostó con Scott y me enteré de
ello. Estoy tan feliz de que Hollywood y calles de tierra se encontraran en la
singularidad de Quincy. Y estoy tan feliz de haber estado allí, en ese gastado traje de
baño, cuando ese dañado, hermoso hombre aterrizó en nuestro pueblo.
5
Solemates: Juego de palabras de Sole + Soulmates (almas gemelas).
329
Página
EPILOGO
Traducido por MaEx
C
ole la miró, sus largas piernas estiradas en el piso de su Maserati, sus
cortos shorts rojos que no podía esperar para arrancar. Ante ellos, en
toda su grandeza, Walmart, el estacionamiento lleno, ocupados
californianos corriendo hacia adelante con bolsas de la compra personalizadas,
teléfonos celulares en sus orejas, importante y gruesa niebla de la ciudad.
—¿Estás preparada para esto? —preguntó Cole, una amplia sonrisa en su
rostro.
Ella levantó la mano, tirando con ambas manos de los bordes de su bolsa de
papel marrón, las manos ajustándola hasta que sus ojos estaban sobre él, brillando
desde una cara con un tatuaje en forma de lágrima, un puchero rojo sangre, y un
anillo en la nariz.
—¿Tienes incluso que preguntar?
Cole se rió, bajando su propia bolsa, Summer trabajó en ella durante toda la
mañana, su dramático bigote retorcido y rizado, cejas pobladas en la parte superior
que harían que su estilista cayera muerto.
—¿Puede alguien por favor, por el amor de Dios, recordarme una vez más
por qué estamos haciendo esto? —Se giraron hacia la amortiguada voz, unas caras
gemelas mirándolos desde el asiento trasero. No había habido mucho tiempo de
deliberación la noche anterior, sus cerebros alimentados por pizza y margaritas
hechas por Summer, sobre la bolsa con personalidades idénticas de Ben y Justin.
Cole volvió la cabeza hacia el más bajo de los dos, la cara de Elvis de Justin echada
hacia atrás en su asiento, mientras que Ben, que había querido, por una vez en su
extravagante vida, ser una chica, aplaudió con entusiasmo. Se suponía que debía ser
Marilyn Monroe, había pasado más de cuatro horas en una obra maestra de papel
marrón que tendría una vida de menos de veinte minutos.
—Estamos haciendo esto —dijo Summer con paciencia—, porque Cocky
necesita una pelota de cuerda y necesitamos los suministros para construirlo.
—Van a pensar que estamos robando el lugar y nos dispararán —dijo Ben,
sus manos aplaudiendo con entusiasmo. Cole lo miró y se preguntó por qué, de
todas las cosas, diría eso en un tono alegre. Pero Marilyn Monroe tenía un punto. Lo
cual era el por qué, sin el conocimiento de Ben y Summer, Justin ya habría llamado a
la tienda. Hablado con el gerente. Habría utilizado el nombre de Cole y la tarjeta
negra AMEX y la fama para convencer al hombre para dejarles hacer compras en
330
Página
disfraces ridículos. Dentro de Walmart había diez de su seguridad, vestidos de civil,
dispuesto a mantener sin ningún tipo de locos en el área. Sin embargo, no había
ninguna duda de que esta excursión probablemente terminaría después de cinco
minutos de empezar.
—Esto es California —dijo Summer, en un tono que puso el buen estado de
Cole en algún lugar al nivel de un parque infantil—. Sin armas, ¿recuerdan? Todos
aman correr sin protección. Además, nadie va a disparar a una mujer embarazada,
así que empújenme delante si se sienten asustados. Todos allí atrás, dejen de ser
bebés y salgan del auto.
Abrieron las puertas y salieron del auto, y si pensaba que la amaba antes, no
era nada comparado con esto.
FIN
331
Página
NOTA DE LA AUTORA
Quincy es una ciudad real y sus 67 millonarios de Coca-Cola existen. Está
localizado al norte de Florida (no Georgia), pero aparte de ese pequeño detalle,
traté de mantenerme fiel a sus raíces. Un banquero local con el nombre de Pat
Munroe convenció a más de setenta residentes en Quincy a invertir en acciones de
la Coca-Cola original, incluso a escribir préstamos para su adquisición. Esas acciones
originales costaron tan poco como diecinueve dólares y cada uno se valora ahora en
más de diez millones de dólares. Lo que he dicho acerca de la lealtad a Coca-Cola es
cierto. Ordena una Pepsi en Quincy y puedes ser echado por la puerta.
El nombre de mi gallo era Knobby. A decir verdad Knobby Knees pero era
demasiado para un bocado, así que lo llamamos Knobby. Su graznido era horrible,
jamás dominó el arte, pero era esponjoso y blanco y entró a nuestra casa en
frecuentes ocasiones, a pesar de que mi madre cree lo contrario. Mi ciudad natal era
muy similar a Quincy, solamente que no teníamos millonarios, solo teníamos buenas
personas que velaban el uno por el otro y te darían su camisa de respaldo. Caminé
mucho por el carril de la memoria al escribir este libro, y fue una de mis cosas
favoritas al escribirlo. Honestamente, no sé si alguna vez me he divertido tanto al
escribir un libro como lo hice con éste. Me enamoré de la ciudad, la historia, con el
verano y la Cocoa-cola. Espero que tú también.
Si este libro te hizo disfrutar, hay un montón de formas en que puedes
apoyarlo:
En primer lugar, por favor llama o envía un correo electrónico a un amigo y
cuéntale sobre este libro. Si realmente quieres que lo lean, regálaselos. Si prefieres
amigos digitales, por favor utiliza la función “Recomendado” de Goodreads para
correr la voz, o en los mensajes pre-hechos de Facebook.
En segundo lugar, por favor dale a “me gusta” en Hollywood Dirt Facebook
page. Cuando dejes un estado, asegúrate de hacer clic en el botón de la cara
sonriente en la parte inferior de tu última entrada y selecciona Leyendo, a
continuación, escribe Hollywood Dirt como el libro. Eso ayudará a que tus amigos
encuentren fácilmente los enlaces de compra e información sobre el libro.
En tercer lugar, por favor considera dejar una reseña para este libro. ¡Las
investigaciones han demostrado que las reseñas y recomendaciones de amigos son
los catalizadores más fuertes para la decisión de compra por parte de los lectores!
Si deseas leer más de mis libros, solo sigue el listado de mis otros títulos.
También sugeriría suscribirse a Newsletter o a mi New Release eBlast para ser
notificado cuando mis próximos libros salgan.
332
Página
¡Muchas gracias por su apoyo! Y vengan a visitarme en línea, donde puedes
encontrar más información sobre mi proceso de escritura y vida personal.
Advertencia, mi cuenta de Twitter es extremadamente clasificación X.
Sinceramente tuya,
Alessandra
333
Página
ALESSANDRA TORRE
Página
335
Página
336