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Capítulo 2.

La religión del futuro: Vanguardias y relatos ortodoxos

La conciencia de un papel histórico por jugar, en un rasgo característico de


la modernidad como retórica de la ruptura y mito del comienzo absoluto. Los
primeros modernos no buscaban lo nuevo en un presente tensado hacia el futuro y
que traía en sí la ley de su propia destrucción; Io buscaban en el presente en su
calidad de presente.

Los primeros modernos no se imaginaban representar una vanguardia. Muy


a menudo se confunde, no obstante, modernidad con Vanguardia. Ambas son, sin
duda, paradójicas, pero no tropiezan con los mismos dilemas. La vanguardia no
sólo es una modernidad más radical y dogmática. Si la modernidad se identifica
con una pasión por el presente, la vanguardia presupone una conciencia histórica
del futuro y la voluntad de estar adelantado a su tiempo.

La afirmación vanguardista a menudo no ha servido más que para legitimar


una voluntad de destrucción, y el futurismo teórico no ha sido otra cosa que un
pretexto para la polémica y la subversión. La vanguardia, al sustituir con, el pathos
del futuro la aquiescencia del presente, vuelve indudablemente activa una de las
paradojas latentes de la modernidad: hacer de su pretensión de autosuficiencia y
de su autoafirmación una necesaria autodestrucción y autonegación.

El término vanguardia a lo largo del siglo XIX ha sufrido varios cambios, en


sentido propio este término es militar y designa la parte de un ejército que marcha
adelante del cuerpo principal, delante del grueso de las tropas. Después se volvió
político y luego estético. el arte de vanguardia fue primero el arte al servicio del
progreso social, y que llegó a ser el arte que estaba estéticamente adelantado a
su tiempo. Hay que relacionar este desplazamiento con la autonomización del arte
invocada a propósito de Manet: si el arte de vanguardia lo fue por sus temas antes
de 1848, el posterior a 1870 lo será por sus formas.
La crítica y su objeto comparten, en primera instancia, el vanguardismo, ya
que se trata de un punto de vista crítico integrado a la práctica artística que da
sentido a la palabra vanguardia.

Deben distinguirse dos vanguardias, una política y otra estética o, más


exactamente, la de los artistas al servicio de la revolución política y la de los
artistas satisfechos con una revolución estética.

El arte se enlaza irremediablemente con un modelo evolutivo, el de la


filosofía hegeliana o el del transformismo darwinista, confundiendo los mejores con
aquellos que sobreviven y se adaptan.

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