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"Intentional attunement: Mirror neurons and the neural underpinnings of interpersonal relations" fue publicado
originariamente en Journal of the American Psychoanalytic Association, vol. 55, No. 1, p. 131-176, 2006. Copyright
2007, American Psychoanalytic Association. Traducido y publicado con autorización de la revista
Traducción: Marta González Baz
Revisión: Raquel Morató
Los circuitos neuronales activados en una persona que realiza acciones, expresa
emociones y tiene sensaciones, se activan también, automáticamente mediante un
sistema de neuronas espejo, en el observador de dichas acciones, emociones y
sensaciones. Se propone que este hallazgo de activación compartida sugiere un
mecanismo funcional de “simulación encarnada(*)” que consiste en la simulación
automática, inconsciente y sin inferencias en el observador de las acciones,
emociones y sensaciones llevadas a cabo y vividas por el observado. Se propone
también que el patrón compartido de activación neuronal y la simulación encarnada
que lo acompaña constituyen una base biológica fundamental para comprender la
mente del otro. Se discuten las implicaciones que esta perspectiva tiene para el
psicoanálisis, especialmente en lo relativo a la comunicación inconsciente,
identificación proyectiva, entonamiento, empatía, autismo, acción terapéutica, e
interacciones transferenciales-contratransferenciales.
Desde el Proyecto, Freud (1895) tuvo un interés constante por comprender los
fundamentos biológicos de los procesos y fenómenos psicológicos de los que
se ocupa el psicoanálisis. Dado el estado limitado del conocimiento y las
tecnologías de la época, el Proyecto no podía llegar muy lejos. Los avances en
el conocimiento y la tecnología en los últimos años, sin embargo, han dado
lugar a una reanudación de los objetivos del Proyecto y han tenido como
resultado un diálogo activo entre la neurociencia y el psicoanálisis. Esperamos
contribuir a ese diálogo relacionando los avances recientes en neurociencia, en
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(Gallese y col., 1996; Rizzolatti y col., 1996; ver también Gallese, 2000, 2001,
2003a, c, 2005ª, b, 2006; Gallese y col., 2004; Rizzolatti, Fogassi y Gallese,
2001, 2004; Rizzolattiy Craighero, 2004). Debe señalarse que la activación de
las neuronas espejo no es una duplicación del objetivo de la acción,
supuestamente detectada en algún lugar de la parte superior de la corteza
premotora. Cuando las neuronas espejo se disparan, tanto durante la ejecución
de la acción como durante su observación, especifican directamente el objetivo.
De hecho, la evidencia reciente muestra que las neuronas F5 relacionadas con
el agarrar (entre las cuales se encuentran las neuronas espejo) codifican el
objetivo de un acto motor determinado, como agarrar un objeto,
independientemente de los movimientos requeridos para lograrlo (Escola y col.,
2004; Umiltà y col., 2006).
Otros estudios desarrollados por el mismo grupo de investigadores en el
Departamento de Neurociencia de la Universidad de Parma corroboraron y
ampliaron la hipótesis original. Se mostró que las neuronas F5 se activan
también cuando la parte crítica final de la acción observada, es decir la
interacción mano-objeto, se oculta (Umiltá y col., 2001). Un segundo estudio
mostró que una clase concreta de neuronas espejo F5, las neuronas espejo
audiovisuales, pueden activarse no sólo mediante la ejecución y la observación
de una acción, sino también por el sonido producido por la acción (Kohler y col.,
2002).
En otro estudio, se exploraba la parte F5 más lateral en la que se describía una
población de neuronas espejo relacionadas con la ejecución/observación de
acciones con la boca (Ferrari y col., 2003). La mayoría de esas neuronas
producen descargas cuando el mono ejecuta y observa acciones transitivas,
acciones de ingesta relacionadas con el objeto, como agarrar, morder o chupar.
Sin embargo, un pequeño porcentaje de neuronas espejo relacionadas con la
boca producen descargas durante la observación de acciones intransitivas,
faciales comunicativas, llevadas a cabo frente al mono por el experimentador
(neuronas espejo comunicativas; Ferrari y col., 2003). Así, las neuronas espejo
parecen apuntalar la comunicación social facial de los monos y éstos pueden
explorar el sistema de las neuronas espejo para optimizar sus interacciones
sociales; a esto contribuye el hecho de que las neuronas espejo audiovisuales
puedan dispararse no sólo por la ejecución y observación de la acción sino
también por el sonido producido por la acción (Kohler y col., 2002).
Recientemente se ha mostrado que observar y escuchar acciones alimenticias
sonoras facilita la conducta de comer en los monos macacos cola de cerdo
(Macaca nemestrina; Ferrari y col., 2005). Este estudio muestra que los monos
macacos tienen la capacidad de discriminar entre acciones similares
encaminadas a un objetivo sobre la base de su grado de semejanza con
acciones encaminadas a un objetivo que los monos hayan ejecutado. Esta
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Intención de la acción
Cuando un individuo comienza un movimiento encaminado a lograr un objetivo,
como por ejemplo coger un bolígrafo, tiene claramente en mente lo que va a
hacer (p. ej. escribir una nota en un papel). En esta secuencia simple de actos
motores el objetivo final de la acción total está presente en la mente del sujeto
agente y de algún modo se refleja en cada acto motor de la secuencia. La
intención de la acción, por tanto, está establecida antes del comienzo de los
movimientos. Esto significa que cuando vamos a ejecutar una acción
determinada podemos predecir sus consecuencias. Pero una acción
determinada puede estar originada por intenciones muy diferentes entre sí.
Supongamos que alguien ve a otra persona cogiendo una taza. Es muy
probable que las neuronas espejo del agarrar se activen en el cerebro del
observador. La coincidencia directa entre la acción observada y su
representación motora en la mente del observador, sin embargo, sólo puede
decirlos lo que es la acción (coger algo) y no por qué se produjo la acción. Esto
ha llevado a varios autores a manifestarse en contra de la relevancia de las
neuronas espejo para la cognición social y, en concreto, para determinar las
intenciones sociales y comunicativas de los otros (ver p. ej. Jacob y Jeannerod,
2004; Csibra, 2004).
Pero, ¿qué es la intención de una acción? Determinar por qué se ejecutó la
acción A (coger la taza) es decir, determinar su intención, puede ser equivalente
a detectar el objetivo de la acción posterior e inminente aún no ejecutada
(digamos beber de la taza). En un estudio recientemente publicado (Iacoboni y
col., 2005) sobre la Imagenfuncional de la Resonancia Magnética (fMRI, siglas
en inglés), seabordaron experimentalmente estas cuestiones. Los sujetos
observaban tres tipos de estímulos: acciones de coger con la mano sin un
contexto; sólo contextos (una escena que contiene objetos); y acciones de
coger con la mano encarnadas en un contexto. En esta última condición, el
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reconocer el objetivo del acto motor observado, discriminan entre actos motores
idénticos según la acción en la que estén incorporados. Así, estas neuronas no
sólo codifican el acto motor observado, sino que también parece permitir al
mono que observa predecir la siguiente acción del sujeto agente, y a partir de
ahí la intención general. Es posible interpretar este mecanismo como el
correlato neuronal del albor de algunas de las sofisticadas capacidades de
mentalización que caracterizan a nuestra especie.
El mecanismo de comprender la intención que hemos descrito parece ser
bastante simple: dependiendo de qué cadena motora se active, el observador
va a activar los esquemas motores de lo que más probablemente vaya a hacer
el sujeto agente. ¿Cómo puede formarse ese mecanismo? Actualmente sólo
podemos hacer especulaciones. Puede hacerse la hipótesis de que la detección
estadística de qué acciones siguen más frecuentemente a otras acciones, tal
como son realizadas u observadas habitualmente en el entorno social, puede
forzar las vías preferentes que encadenan a diferentes esquemas motores. A
nivel neuronal esto puede lograrse mediante el encadenamiento de diferentes
poblaciones de neuronas espejo que codifican no sólo el acto motor observado
sino también aquellos que lo seguirían normalmente en un contexto
determinado.
Atribuir intenciones simples consistiría, por tanto, en predecir un próximo
objetivo. Según esta perspectiva, la predicción de la acción y la atribución de
intenciones son fenómenos relacionados, apuntalados por el mismo mecanismo
funcional, la simulación encarnada. En contraste con lo que afirmaría la
corriente principal de la ciencia cognitiva, la predicción de la acción y la
atribución de intenciones –al menos de intenciones simples- no parecen
pertenecer a campos cognitivos diferentes; más bien, ambas pertenecen a los
mecanismos de simulación encarnada apuntalados por la activación de cadenas
de neuronas espejo lógicamente relacionadas.
Simulación encarnada
Primero queremos distinguir entre la teoría de la “simulación estándar” (Gordon,
1986, 1995, 1996, 2005; Harris, 1989; Goldman, 1989, 1992ª, b, 113, a, b, 2000,
2005) y la “simulación encarnada”. Según la primera, el observador adopta la
perspectiva del otro, genera imaginativamente estados mentales “pretendidos”
(deseos, preferencias, creencias) y luego infiere los estados mentales del otro.
Como afirman Gordon y Cruz (2004) en su descripción de la teoría de la
simulación, “Uno representa las actividades y procesos mentales de los otros
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Identificación proyectiva
Como es bien sabido, el concepto de identificación proyectiva se ha usado
ampliamente en el psicoanálisis contemporáneo, aunque a menudo ha sido
definido y utilizado con poco rigor de diferentes modos. La cuestión que
abordamos aquí se refiere a las implicaciones que el descubrimiento de las
neuronas espejo, los hallazgos relacionados y la teoría de la simulación
encarnada tienen para el concepto de identificación proyectiva. Antes de
abordar esa cuestión, sin embargo, dado el frecuente uso vago del término,
intentaremos aclarar cómo entendemos nosotros el concepto (ver Migone,
1995a, pp. 324.329; 1995b).
Seguimos la formulación de Ogden (1982) de conceptualizar la identificación
proyectiva en tres pasos. El paso 1 consiste en que la persona A (por ejemplo,
el paciente) proyecta un aspecto indeseado de sí mismo sobre la persona B (p.
ej. el analista). Según la teoría psicoanalítica tradicional, esto significa que es
probable que A sienta a B de acuerdo con esa proyección. Por ejemplo, si A
proyecta un deseo hostil o un aspecto crítico de sí mismo sobre B, es probable
que A le atribuya hostilidad o crítica a B y lo sienta según esa atribución. Hasta
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más plausible y mesurado concluir que es probable que los sentimientos ajenos
e inusuales del analista, aunque desencadenados en cierto sentido por el
paciente, se originen principalmente en su propia historia y dinámica y no sean
una fuente fiable para comprender la mente del paciente. Estos sentimientos
pueden entenderse mejor como reacciones contratransferenciales en el sentido
clásico del término, es decir, como impedimentos para una comprensión
adecuada del paciente.
puede constituir una duplicación exacta, en tanto que hay dos personas
distintas o dos cerebros distintos implicados. La simulación de A de la conducta
de B está filtrada por sus experiencias pasadas, sus capacidades y actitudes
mentales. En el contexto de la comprensión empática, lo importante es que la
simulación de A necesita ser lo suficientemente fiel como para generar
respuestas congruentes con la conducta y los estados experienciales de B, o
estar entonada con ellos. Por ejemplo, la simulación de una madre de la
conducta de su infante y las respuestas que ésta genera necesitan estar
entonadas pero ser lo suficientemente diferentes de la experiencia y la conducta
del infante como para serle útiles para desarrollar un sentimiento de su propia
mente y para regular sus estados afectivos (ver también el importante concepto
de “marcaje” [Fonagy y col., 2002]; ver también el concepto de Vygotsky de
“zona de desarrollo próximo” [1934]). Estos procesos no serían favorecidos por
la especularización literal de la conducta del infante. Aquí recordamos el
hallazgo de Beebe, Lachmann y Jaffe (1997) de que en contraste con
entonamientos altos o bajos, el nivel moderado de entonamiento de la madre
con su infante durante los primeros meses de vida está asociado con el apego
seguro del infante al año de edad.
Una madre que responda a un infante angustiado que llora con, pongamos “Oh,
pobre bebé” y una expresión facial y tono de voz adecuados no está imitando la
angustia del bebé, sino respondiendo de una manera congruente o entonada
con la misma. Dicha respuesta no refleja simplemente el estado del bebé;
modula y regula ese estado de un modo que la imitación directa obviamente no
conseguiría. La especularización literal llevaría a la mera “repetición”, una falta
de crecimiento o progreso tanto en el niño como en el paciente (así como en la
vida adulta).
Por estas razones, creemos que el término especularización, tal como se usa
en la literatura psicoanalítica es confuso en tanto implica que la respuesta del
observador (p. ej. el cuidador) es una réplica o imitación de la conducta del
observado (p. ej. el infante). Sugerimos que ese término sea reemplazado con
expresiones como entonamiento orespuesta congruente. O al menos debería
resaltarse que la especularización no debería ser (y posiblemente por su
naturaleza no pueda serlo) una reproducción perfecta de los estados mentales
del otro[4].
La respuesta entonada o congruente de la madre permite al infante encontrarse
en los ojos de la misma. Según Fonagy y sus colaboradores (p. ej. Fonagy y
Target, 1996z, b, 2000), la capacidad de la madre para acoplarse a los estados
mentales del infante contribuye a la capacidad de éste para desarrollar un
concepto de su propia mente y de las mentes de los otros (un precedente de la
formulación de Fonagy puede hallarse en la idea de Bion [1952] de que la
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Además, los déficits en la imitación son obvios no sólo en comparación con los
logros de sujetos sanos, sino también con aquellos de los sujetos no autistas
con retraso mental. Según nuestra hipótesis, los déficits de imitación en el
autismo están determinados por la incapacidad de establecer una equivalencia
motora entre el que hace la demostración y el imitador, probablemente a causa
de un sistema de neuronas espejo disfuncional, o de una regulación perturbada
emocional-afectiva del sistema. Los déficits de imitación, por tanto, pueden
caracterizarse como ejemplos de una simulación encarnada defectuosa
(Gallese, 2006).
Fijémonos ahora brevemente en los déficits emocional-afectivos. Varios
estudios han informado de los graves problemas que los niños autistas tienen
con la expresión facial de las emociones y con la comprensión de éstas en otras
personas (Snow, Hertzio y Shapiro, 1988; Yirmiya y col., 1989; Hobson, 1989,
1993a, b; Hobson, Houston y Lee, 1988, 1989). En un estudio reciente con
fMRI, Dapretto y col. (2006) investigaron específicamente los correlatos
neuronales de la capacidad para imitar las expresiones faciales de emociones
básicas en individuos con ASD altamente funcionales. Los resultados de este
estudio mostraron que durante la observación y la imitación los niños no
mostraban activación del sistema de neuronas espejo en el pars opercularis de
la circunvolución frontal inferior, parte del sistema frontal de neuronas espejo.
Debería enfatizarse que la actividad en esta área estaba inversamente
relacionada con la gravedad del síntoma en el campo social. Los autores de
este estudio concluyeron que un sistema disfuncional de neuronas espejo
puede subyacer a los déficits observados en el autismo. McIntosh y col. (2006)
mostraron recientemente que individuos con ASD, en contraste con controles
sanos, no muestran una mímica automática de las expresiones faciales de las
emociones básicas, como revelaba la lectura de los EMG. Es más, Hobson y
Lee (1999) informaron que los niños autistas puntuaron mucho peor que los
controles sanos en la reproducción de las cualidades afectivas de acciones
observadas. Todos estos déficits pueden explicarse como ejemplificaciones de
déficits en el entonamiento emocional producidos por un mal funcionamiento del
sistema de neuronas espejo. Esta hipótesis ha sido corroborada por el hallazgo
reciente (Hadjikhani y col., 2005) de que los cerebros de los individuos con ASD
muestran un afinamiento anormal de la materia gris en áreas corticales que
sabemos que forman parte del sistema de neuronas espejo, incluyendo los
córtices sulcus ventral promotor, parietal posterior y temporal superior.
Curiosamente, el afinamiento cortical del sistema de neuronas espejo se
relacionaba con la gravedad del síntoma de ASD.
Nuestra propuesta de interpretar el síndrome autista como un déficit de
entonamiento emocional es divergente, en ciertos aspectos, de muchas ideas
de la corriente principal sobre el origen de este trastorno evolutivo. Una de las
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Esto plantea la cuestión de lo que significa ser empático con, digamos, los
deseos y anhelos inconscientes del otro. ¿Qué significa tomar la perspectiva del
otro en relación con los estados mentales inconscientes del paciente,
especialmente con sus aspectos ajenos al yo? Schlesinger (1981) sostiene que
las interpretaciones psicoanalíticas que pertenecen al inconsciente, los
aspectos ajenos al yo del paciente son, por definición, no empáticos, en tanto
no resuenan con la experiencia consciente del paciente y, en realidad, son
hostiles a ella. ¿Puede uno “rescatar” el papel de la empatía en relación con los
estados mentales inconscientes considerándola como ponerse en el lugar de
otro que está abordando ciertos deseos y anhelos pero también protegiéndose
de ellos? (ver Eagle y Wolitzky, 1997). Esta no es sino una de las cuestiones
que surgen cuando se eleva la empatía o la “introspección indirecta” a
herramienta principal para entender el paciente.
Es interesante observar que el foco casi exclusivo en la empatía como
herramienta primaria para la comprensión en psicoanálisis se ha acompañado
por un énfasis notablemente disminuido en los estados mentales inconscientes
y, en general, por lo que parece ser un “giro fenomenológico” en el psicoanálisis
contemporáneo (Migone, 2004). De hecho, la empatía en cierto sentido
pertenece a la tradición fenomenológica, mientras que en los círculos
psicoanalíticos se ha convertido en el centro de una atención considerable sólo
en las últimas décadas, principalmente tras la introducción de la psicología del
self de Kohut. Así, en todo el libro de Kohut de 1984 no hay sino seis ejemplos
de la palabra inconsciente. De los cuales, tres son referencias de una sola
palabra al uso del término por parte de Freud, mientras que las otras tres se dan
en el contexto de la evaluación crítica que Kohut hace de las opiniones de
Freud, por ejemplo de su visión del inconsciente como un absceso que necesita
ser drenado, su énfasis en conocer y su experiencia de no conocer como una
heridanarcisista. En otras palabras, no hay un solo ejemplo en el libro en que el
concepto de procesos inconscientes sea relevante para la psicología del self, un
hecho llamativo para una disciplina que tradicionalmente ha identificado los
procesos inconscientes como foco central. Esto no es sorprendente, sin
embargo, cuando considera el énfasis de Kohut, no sólo en la empatía, sino en
conceptos “cercanos a la experiencia”[5].
En un sentido importante, el concepto de contenidos mentales inconscientes,
especialmente de aquellos inconscientes que se evitan, ajenos al yo, es un
concepto distante de la experiencia. Puesto que no son fácil ni directamente
accesibles a la experiencia consciente y puesto que uno no tiene, de una
manera simple, un “acceso privilegiado” en primera persona a ellos, los
contenidos y procesos mentales inconscientes son explícitamente inferidos por
el observador (y a veces incluso por el propio sujeto agente). Las inferencias
explícitas son el tipo de cosas que están más estrechamente vinculadas con las
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Por supuesto, este no es un tema de todo o nada o uno u otro, sino que se trata
más bien del énfasis relativo. La mayoría de analistas contemporáneos
combinan inferencias teóricas con la sensibilidad a sus intuiciones y reacciones
contratransferenciales en su esfuerzo por comprender al paciente. Sin embargo,
el creciente énfasis en estas últimas, junto con la concepción interactiva de la
situación analítica representa tal vez la expresión más clara de una teoría de la
simulación implícita operando en el psicoanálisis contemporáneo. Es decir, hay
un reconocimiento implícito cada vez mayor en el psicoanálisis contemporáneo
de que incluso el acto aparentemente pasivo de observar a otro conlleva
procesos interactivos automáticos. Dicho reconocimiento es congruente con una
teoría de simulación encarnada que formula la hipótesis de que cuando A
observa, digamos, la expresión emocional de B, existe una simulación
automática de los procesos neuronales que están al servicio de la conducta de
B (y, por supuesto, en tanto A y B están interactuando, también es cierto a la
inversa, es decir, que B simula los procesos neuronales de A). es el proceso
intersubjetivo de la simulación encarnada, proponemos nosotros, lo que permite
el tipo de comprensión directa, no inferencial, que constituye la base para el uso
terapéutico de las reacciones contratransferenciales del analista. En resumen,
estamos ante un aspecto crucial del cambio en el psicoanálisis contemporáneo
de una explicación primariamente teoría-teoría a otra que otorga cada vez
mayor énfasis a una explicación dela teoría de la simulación en la comprensión
de la mente del otro.
Pero queremos resaltar, a este respecto, que el psicoanálisis, como cualquier
otra forma de terapia o tarea científica, debe basarse, por supuesto, en último
lugar en un esfuerzo consciente por construir una explicación teórica de la
interacción terapéutica. De otro modo ésta última no podría ser reproducida ni
pensada. Existiría, pero no podríamos hablar de ella y el analista sólo podría
basarse en su intuición idiosincrásica para dirigir el tratamiento. Esta es una
opción legítima, pero no haría del psicoanálisis una ciencia. Más aún, como
hemos señalado, el modelo psicoanalítico actual podría conllevar el peligro de
restar énfasis al papel del insight (un término que, por cierto, ve un descenso
progresivo de su uso), reduciendo el psicoanálisis a una mera experiencia
correctiva (Alexander y French, 1946) sin reflexión ni comprensión conscientes.
Dada la evidencia de la relación entre el procesamiento del lenguaje y la
simulación motora y ciertos resultados recientes de imagencerebral[7], es
probable que la reflexión y comprensión conscientes se basen tanto en la
teorización como en los esfuerzos simuladores conscientes, según el
mecanismo estándar previsto por la teoría de la simulación (Goldman, 2006).
BIBLIOGRAFÍA
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Nota de redacción: Gallese utiliza en italiano el término “incarnata” y en inglés "embodied", para
hacer referencia a la simulación como un proceso posibilitado en la biología del cerebro, no
adquirido.
www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000447 41/43
26/3/2019 www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000447
Ver, a este respecto, las interesantes observaciones de Lichtenstein (1964) sobre el papel
de la especularización para favorecer el crecimiento y la diferenciación: “El espejo
introduce un tercer elemento… ¿Qué o quién está simbólicamente representado por el
espejo? En último lugar, quien se mira en un espejo no se ve sólo a sí mismo. Un espejo
refleja muchas más cosas que la persona que se mira en él” (p. 212).[4]
Es interesante observar que Kohut (1984) distingue entre explicación y comprensión, una
distinción que tiene una larga historia filosófica. Por ejemplo, para el
movimiento Verstende era crucial la afirmación de que en contraste con las ciencias
físicas (Naturwissenschaften), que se basan en la explicación teórica, las ciencias
humanas (Geisteswissenschaften) usan una verstehen o comprensión. Está claro que la
distinción de Kohut pertenece a esta tradición europea.[5]
www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000447 43/43