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Ensayos sobre

metodología sociológica
Max Weber

Amorrortu editores
Buenos Aires
Director de la biblioteca de sociología, Luis A. Riga] Advertencia sobre ia edició n en
Gesammelte Aufsatze zur Wissenschaftslehre castellano
© Introducción , Giulio Einaudi Edit ore spa, 1958
Traducción , José Luis Etcheverry

© Amorrortu editores S. C A., Lú ea 2223, Buenos Aires.


Queda hecho el depósito que previene la ley o? 11.723.

La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica Los cuatro ensayos que presentamos a los lectores de lengua
o modificada, escrita a máquina por el sistema multigraph, espa ñ ola han sido tomados del volumen Gesammelte Aufsatze
mkoeógrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, vio- zur W issenschaftslehre ( Compilación de ensayos para una doc-
la derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previa - trina de la ciencia ) , Tubinga, J. C. B, Mohr ( Paul Siebeck ) ,
mente solicitada. 1968, al cuidado de Johannes Winckelmann. La primera edi-
ció n de esa obra de Weber ( 1922 ) estuvo a cargo de su es-
Industria argentina . Made in Argentina posa , Marianne , a quien se debe tambié n su t í tulo ( la asocia-
ción con Fichte que sugiere « doctrina de la ciencia » fue delibe-
rada ) . Hubo luego una segunda edici ó n , de 1951, y por fin la
que mencionamos al comienzo, cuidadosamente cotejada con la
primera.
Presentamos de manera cronológica los ensayos escogidos para
este volumen . Pero ese orden es también lógico, pues represen -
tan la marcha de un único pensamiento y remiten unos a otros
en cuanto al contenido . Son testimonios del proceso de forma-
ció n de la metodología weberiana . Su estructura interna es
particularmente esclarecedora respecto de la comprensión de
aquella : cada uno tiene un tema central ( definici ón metodo-
l ógica de los tipos ideales, concepci ón de la causalidad en ma -
teria hist órico-social , ensayo de una tipología de la acción so-
da! y tratamiento de los juicios de valor relativos a la realidad
y a la política ) , pero recapitula las cuestiones consideradas en
los otros trabajos desde puntos de vista diferentes. De tal mo -
do, la obra forma un todo coherente , y pone a disposición del
lector de habla espa ñola una herramienta insustituible para ia
comprensión de uno de los pensamientos m ás ricos del siglo
en materia de an á lisis econó mico-social y de conceptuadón
histórica.
Los artículos no incluidos en esta traducción , o bien se refieren
directamente a la problem á tica tratada en Economí a y socie -
dad * o bien constituyen discusiones muy prolijas de autores
poco conocidos hoy ( Roscher , Stammler , etc. ) . El ú ltimo de

* M . Weber , Econom í a y sociedad , México: Fondo de Cultura Econó-


mica . la , ed , 1944 ; 2a . ed , 1964, de la 4a . edició n alemana, 1956 ,
,

/
los trabajos de la edición alemana ya fue traducido al espa ñ ol
con el tí tulo « La ciencia como vocación » .* Introducció n
Estos ensayos de Weber son susceptibles de diferentes lectu -
ras . Los temas considerados contin ú an siendo, de uno u otro Pietro Rossi
modo, el centro de los debates metodológicos , no solo en so-
ciología , sino en las ciencias humanas en general. Una de esas
lecturas posibles sería el estudio del pensamiento de Weber
en relación con el materialismo histórico. Weber procura de -
limitar su m é todo respecto dei empleado por Marx, y parece
considerar científicamente correctos los an á lisis econ ómicos de Las formulaciones metodológicas de Max Weber encuentran
este ú ltimo en la medida en que aplican de manera implícita su presupuesto histórico y su término de referencia m ás ade-
el mé todo de los tipos ideales.** Por otra parte, Luk ács, en cuado en las discusiones y polé micas que, a partir de mediados
una de sus primeras obras, ha utilizado la categor ía weberiana del siglo xix, empeñ aron a la cultura alemana en una determi -
de « posibilidad objetiva » , y autores marxistas posteriores in - nación m ás precisa de la tarea de las ciencias histó rico-sociales
tentaron reivindicar para s í el m é todo de la « comprensión » . y de la validez de sus procedimientos de investigació n . En
Sin embargo, siguiendo el ejemplo de la tercera edición ale - esas discusiones y polé micas entraba en crisis , a través de un
mana , hemos preferido presentar el texto sin notas explicati - proceso gradual y solo en parte consciente , el programa que
vas. En cambio, nos pareció oportuno incluir la « Introducción » la escuela histórica había establecido en su esfuerzo por reali -
redactada por Pietro Rossi para la versión italiana de los en - zar , en el terreno de la investigación concreta , los presupuestos
sayos ( II método delle scienze storico-sociali , Turin, Einaudi, de la concepción rom ántica . Cuestionábase, de esta manera , el
1967 , traducida de la segunda edición alemana por Pietro
Rossi , :quien agregó también notas propias ) . Se trata de un
-
edificio de las ciencias hist órico sociales que la escuela hist órica
había construido de acuerdo con su proyecto de proporcionar
excelente trabajo, que permite encuadrar el pensamiento de un fundamento his toriográfico a las disciplinas relativas al
Weber en el ambiente cultural de la Alemania de comienzos mundo humano ; al mismo tiempo, sometíanse a la crí tica los
del siglo xx y dilucida exhaustivamente sus supuestos filosó - instrumentos elaborados por aquella escuela . Desde la econo -
ficos . m ía polí tica hasta la investigació n sociológica , desde las cien -
cias sociales hasta el derecho, la confrontación entre los he-
rederos directos de la escuela hist órica y aquellos que, en di
versa medida , procuraban desvincularse de sus posiciones pro-
gram á ticas , dio lugar a un prolongado debate metodológico
que caracterizó, durante casi medio siglo , el desarrollo de la
historiograf ía y de las disciplinas concernientes a la existencia
social del hombre. El origen de aquel se remonta a divergen -
cias de enfoque que se manifestaron dentro de cada disci -
plina , a propósito de problemas específicos y de orientaciones
concretas de la investigació n : solo más tarde se amplió hasta
abarcar la función de las ciencias histórico-sociales, transfor-
m á ndose en una discusi ó n acerca de su fundamento y su vali-
dez. La actitud polé mica frente a la metodolog ía positivista ,
respecto de la cual el desarrollo de las ciencias histórico-socia-
*
'
En M . Weber , El pol í tico y el cient í fico , Madrid : Alianza Editorial . les de Alemania permaneció en sustancia ajeno, no imped ía , sin
1961. embargo, que la exigencia de una investigación objetiva con -
« •k
Cí. a este respecto, I. Zeit ü n , Ideolog í a y teor í a sociol ó gica, Bue- tribuyese tambié n , de manera indirecta , a delinear tal discu -
nos Aires : Araorrortu editores, 1970 , cap , 1.1 . si ó n Por esta v ía , el planteo program á tico de la escuela his-
,

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1

íórica no era refutado en bloque ; antes bien, sufr ía un proceso La Methodenstreit ( disputa metodológica ) econ ómica ilumi-
de corrección y de transformaci ón mediante el cual el edificio naba tambié n , por reflejo, las cuestiones an álogas que subsis-
— —
de las ciencias hist órico-sociales y la fisonomía de cada dis-
ciplina perteneciente a él cobraba un nuevo aspecto.
tían en otras disciplinas sociales ; mientras tanto, el problema
de la relación entre estas disciplinas y la investigación histó ri-
Esta crisis encontró su primera manifestaci ó n en el campo de ca se configuraba gradualmente en términos m á s definidos:
la econom ía con la cr í tica planteada por Menger en 1883 en aquellos con que Weber se encontraría , y a los cuales aplicaría
contra del historicismo económico. Desde los ú ltimos a ños su esfuerzo de solución . En efecto, al mismo tiempo, la polé-
de la primera mitad del siglo, los herederos de la escuela
histórica — primero Roscher , luego Hildebrandt y Knies
hab ían entrado en polé mica con el modelo de análisis elabo- —
rado por la econom í a cl ásica , asignando a la investigación cien-
mica desencadenada en el terreno de la economía volvía a pre-
sentarse, en forma diversa , a propósito de una disciplina que
por aquellos a ños empezaba a adquirir autonomía y a definir
sus tareas : la sociolog ía. La escuela histórica , mientras cons-
t ífica la tarea de determinar las tendencias de desarrollo que
tru ía un edificio científico con fundamento histó rico , no había
rigen el funcionamiento y la sucesi ó n de las formas históricas abierto la posibilidad de una investigación sociológica aut óno-
de econom ía . A la abstracta econom ía clá sica , fundada en la ma ; antes bien, había procurado resolver toda ciencia social
ficci ón de un homo oeconomicus que tiende a la exclusiva sa- en la obra de sistematización de un material hist ó ricamente
tisfacció n de sus necesidades individuales , siempre id é ntico en individualizado, obra subordinada al fin de la comprensió n
su estructura intemporal , oponían una economía histórica di -
rigida a discernir las leves del desarrollo econ ómico, sobre la histórica. En cambio, el camino de la sociología había sido em -
prendido por el positivismo francés e inglés, frente al cual la
base del estudio de la conexió n orgá nica que liga los fen óme- cultura alemana se veía constre ñ ida ahora a tomar posición .
nos econ ómicos con los fen ó menos sociales de cualquier otro Al rechazo del método de investigaci ón sociológica empleado
tipo. Serv íanse, de tal modo, de instrumentos conceptuales de
origen rom á ntico , persiguiendo en el mundo econ ómico un es-
— —
por Comte o Spencer y por los estudiosos que segu ían sus
huellas debía sumarse, en consecuencia , o bien un rechazo
quema de desenvolvimiento necesario de las formas hist ó ricas de la sociología en cuanto tal , o bien un esfuerzo positivo por
de econom í a como parte integrante de la vida de un pueblo , definir sobre otra base el modo de consideración que la socio-
es decir , como manifestaciones de su « espíritu » peculiar en log í a puede adoptar , as í como sus relaciones con la historio-
sus diversas é pocas. Con las Untersuchungen über die Metho - graf ía y las otras ciencias sociales. La primera solución habría
ds der Sozialivissenschaften und der politischen Oekonomic sido la m ás coherente con los presupuestos de la escuela his-
( Investigaciones sobre el m é todo de las ciencias sociales y de
tó rica ; la segunda , en cambio , fue la elegida por la cultura ale-
la econom ía polí tica ) , en particular , Menger atacaba el planteo mana , con una cr í tica de las consecuencias filosóficas de la
de la escuela histórica de economía , ilustrando el alcance me- sociología positivista, crí tica a la que se sumaba, sin embargo,
todológico de los esquemas formulados por la economí a cl ásica el empe ñ o por asignar a la investigació n sociológica otra tarea
y refiriendo el an á lisis econ ó mico a la elaboraci ón de modelos y por construir para ella otro aparato conceptual . De tal mo-
hipoté tico-deductivos. Por un lado, en consecuencia , la heren - do, ya no era posible sostener la reducci ón de las ciencias so-
cia de la escuela histórica se transformaba , en Schmoller y sus
discí pulos , en la exigencia de una indagació n verdaderamente ciales a la filosof ía , como a ú n lo pretend ían , en ocasiones, los
histórica de los fen ómenos económicos; por el otro, la ciencia
herederos de la escuela histórica: se impon ía la necesidad de
económica , que cobraba conciencia de la función específica de
diferenciar la función de la sociología y de formular un sistema
de categor ías sociol ógicas que poseyesen un uso específico.
sus propios modelos anal íticos , pod í a reivindicar de nuevo su Aun cuando estuviese todav ía vinculado con los presupuestos
autonom ía frente a la consideración historiogr áfica . La síntesis ideológicos del Romanticismo , Tonnies se esforzaba , en Co-
entre investigación histórica e investigación cient ífica , que la
munidad y sociedad , por marchar precisamente en esa direc-
escuela hist órica había intentado remitiéndose a presupuestes ci ón , y echaba las bases de una distinción que habría de re-
de origen rom á ntico, se disociaba de tal modo para dejar sitio sultar fundamental para el posterior desarrollo de la sociología
a dos procedimientos , a dos direcciones del conocimiento in - alemana , hasta Weber y aun m á s all á. Una vez rechazado el
dependientes entre sí. presupuesto positivista de un orden necesario de leyes sociales

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que la sociología debe determinar , y que permitiría una pre-
visión infalible de los fenómenos de la sociedad , y rechazada , —
de ciencia social y de polí tica social ) puede comprobar en
seguida de qu é modo la labor de investigación concreta que
por lo tanto, la analog ía comteana entre f ísica y sociología ,, la
fe. cultura alemana desarrollaba en todos aquellos sectores se
cultura alemana asignaba a la investigación sociológica la ta - entrelazaba , a cada paso, con la controversia acerca de los mé-
rea de analizar las formas típicas de relació n social , tal como
pueden resultar de la consideración del modo en que la vida todos , hallando en esta su gu ía cotidiana .
del hombre en sociedad se ha configurado en las diversas é po- Dentro de este panorama de discusiones y polé micas, a las que
cas. Trazaba con ello, junto con una diferenciació n de la so- se agregaban otras cuya resonancia polí tico-ideológica era m ás
ciología frente a la historiograf ía , una conexión entre esas dos- directa , planteá base, por lo tanto, la exigencia de precisar la
orientaciones de la investigació n ; al mismo tiempo, la socio- fisonom í a de las ciencias histórico-sociales sobre bases distin -
tas de las establecidas por la escuela hist ó rica . El debate me-
logía pod ía abandonar la pretensió n de constituir la ciencia de
la sociedad como totalidad y reconocer su función específica todol ógico que se desarrollaba dentro de cada disciplina con-
dentro de un conjunto de otras ciencias sociales. Planteá banse flu í a en un problema de orden m ás general : la determinación
entonces, en forma diversa en cada uno de los grandes repre-
del procedimiento de ese grupo de disciplinas en cuanto dife -
r ía del propio de aquellas que constituyen la ciencia de la na -
sentantes de la investigación sociológica alemana, problemas
de este tipo : ¿ Có mo se configura la conexi ón entre sociolo- turaleza . Ya la M &thodenstreit econ ómica había puesto de re-
gía e investigación histó rfca ? ¿ Sobre qu é base se distingue la
lieve los caracteres peculiares de la investigación econ ómica
Sociología de las otras ciencias sociales ? frente al m é todo de investigación naturalista ; el propio Men -
ger lo hab ía reconocido. Adem á s , la polémica en contra de la
He ahí, precisamente, el tipo de problemas que aparecen
tratados en la Sociolog í a ( 1910 ) de Simmel, y después en sociología positivista insist ía a cada paso en el cará cter infun -
Von Wiese y en Vierkandt , dando lugar a la tentativa de ela - dado de la analogía comteana entre f ísica y sociología . En me-
borar una sociologí a formal como an á lisis de las formas de dio de su esfuerzo por liberarse progresivamente de la heren -
relación social , es decir , de formas que subsisten con indepen - cia de la escuela histó rica , la cultura alemana manten ía la co -
dencia de las variaciones del contenido histó rico ; por otra par- nexi ó n entre ciencias sociales y consideración histórica , cual-
te, esos mismos problemas aparecen en Oppenheimer o en
quiera que fuese el modo en que se definiera luego tal relación .
Alfred Weber, dando lugar a una tentativa opuesta : la subor- Con ello, su tarea se presentaba como heterogénea respecto
de la de la ciencia natural , por lo cual surgí a la necesidad de
dinació n funcional de la sociología a la consideración hist órica
de la cultura . El debate metodológico, iniciado con relación a establecer el alcance de esa heterogeneidad y las condiciones
bajo las cuales las ciencias hist ó rico-sociales pod ían ser reco -
k ciencia económica , se extendía de ese modo a todo el edi -
ficio de las ciencias sociales ; en efecto, para cada una de ellas nocidas como una forma de conocimiento objetivamente vá lida .
se trataba de definir el campo de investigació n que garantiza -
Conocidas son las soluciones divergentes que Dilthey , por un
se su autonom ía , y , m á s aú n, de determinar su relació n posi - lado , y Windelband y Rickert , por el otro , propusieron para
este problema metodológico y gnoseol ógico. Segú n Di!they ,
tiva con Ja historiograf ía o con otras disciplinas . Y aquel de-
bate alcanzaba también al derecho, planteando el problema d e. las ciencias histórico-sociales forman parte , junto con la psi -
la distinción entre la consideración jurídica , dirigida a estable- colog ía , de las ciencias del espí ritu ; y estas se contraponen a
cer el significado de las normas, y la consideració n empírica las ciencias de la naturaleza en virtud de una diferencia origi -
de las ciencias histórico-sodales , vuelta hacia el estudio de su naria en cuanto al campo de investigaci ón , que condiciona la
génesis y de su aplicación de hecho en determinado grupo, so - diversidad del mé todo empleado, pero que , a su vez , solo
cial. Quien hojee las revistas m á s importantes de ese período puede ser comprendida remontá ndose a la diversidad de la
relació n entre el sujeto que investiga y la realidad estudiada ,
— en primer lugar el Schmollers Jahrbuch ( Anuario de Selimo -
11er ) o bien el Archiv f ür soziale Gesetzgebung und SkUisttk la cual es , en un caso , el mundo de la naturaleza extraño al
( Archivo de legislación y de estadística sociales ) , que se con - hombre, y , en el otro, el mundo humano al cual pertenece
vertir á en 1903, siendo uno de los codirectores Max Webcr , el sujeto. El punto de partida de las ciencias del espí ritu ser á ,
en el Archiv f ür Sozidwissenschaft und Sozidpolitik ( Archivo en consecuencia , seg ú n afirma Dilthey en la Introducción a las
ciencias del espí ritu ( 1883 ) , la Erlebnis en su inmediatez , la

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experiencia vivida que el hombre tiene de su mundo ; y su ta , la contraposició n diltheyana entre naturaleza y espíritu
procedimiento fundamental , según precisará luego en los es
critos m á s maduros del período 1905-11 , ha de señ alarse en
- pierde su importancia. Cualquier fenómeno, en efecto, sea na-
tural o espiritual , extra ño o perteneciente al mundo del hom-
la relación entre el plano inmediato del É rleben , la expresió n bre, puede ser investigado con miras a insertarlo como caso
en la cual este se objetiva históricamente , y la « comprensió n» particular dentro de un conjunto de uniformidades ajustadas
que recoge tal objetivación remitiéndola a su origen . Por ello a ley , o bien con miras a dilucidar su car ácter individual e
estas disciplinas emplean categorías que constituyen la traduc
ción a términos abstractos de las formas estructurales de la
- irrepetible. Con ello desaparece la conexión entre ciencias so-
ciales y consideración hisfonográfica , desde el momento en

*

vida categor ías como las de valor, significado, fin ; ellas
crean m é todos particulares para remontarse desde cada mani -

que las primeras - en la medida en que procuran establecer

uniformidades expresables en forma de leyes son ciencias
festaci ón hist ó ricamente determinada hasta el espí ritu de los naturales lo mismo que la f ísica , y la segunda resulta aplicable,
hombres que la produjeron , en lo cual consiste el procedimienj en principio, tambi é n a sucesos carentes de relación con el
to de la comprensión , an álogo a! de la introspecció n . Las cienf hombre y sus condiciones de existencia . En Die Grenxen der
cí as de la naturaleza , en cambio, se valen de la categoría de naturwissenschaftilichen Begriffsbildung ( Los l ímites de la for -
causa, y , a través de la dilucidación de las relaciones causales , mació n de conceptos en las ciencias de la naturaleza ; 1896-
edifican un sistema de leyes: pero el mundo que indagan per
manece siempre extra ño al hombre, es un mundo con el cual
- 1902 ) , Rickert procuró, en cambio, recuperar una distinción
objetiva que permitiese mantener aquella conexión sobre nue-
el hombre se encuentra en constante relació n , pero al cual reí vas bases. La naturaleza es la realidad considerada con refe-
conoce como distinto de sí e inteligible sólo con otros instru
mentos. En su reivindicació n de la obra de investigació n po-
- rencia a lo general ; la historia , la realidad considerada con refe-
rencia a lo individual. Pero considerar un objeto como indivi-
sitiva de la escuela histórica , y en su esfuerzo por justificar dual significa determinarlo en forma de individuo, fundado
crí ticamente sus adquisiciones, Dilthey mantiene, por lo tanto) sobre una « relación de valor » con ciertos criterios que han
la conexión entre ciencias sociales y consideración historiogr á j permitido aislarlo y caracterizarlo. El mundo hist órico se pre-
f íca, señalando la comprensión como el procedimiento comú n senta , en consecuencia , como una multiplicidad organizada de
a ambas. Las ciencias del espí ritu desempeñ an su labor , sea individuos, pertenecientes a una totalidad e insertos en un
mediante el an á lisis de las regularidades y recurrencias de com - proceso de desarrollo ; su base est á constituida por la referen -
portamiento de los fen ómenos hist óricos, sea mediante la de- cia de la realidad empí rica al mundo de los valores, que lo
terminación de la individualidad que caracteriza a cada uno califica como el mundo de la «cultura ». El campo de investi-
de ellos ; orientación generalizante y orientación individuali - gació n del conocimiento histórico es la cultura ; los valores a
zante se presentan siempre como paralelas y conexas. Lo que los cuales ella refiere su objeto propio son los valores cultu-
distingue a las ciencias del espíritu de las ciencias de la natu - rales ; las disciplinas que la constituyen son las ciencias de la
raleza en el terreno metodológico es la antí tesis entre expli
caci ó n y comprensión, entre la causalidad y el « comprender » )
- cultura, y estas comprenden también disciplinas nomotéticas
subordinadas a la orientación fundamental del conocimiento
Muy distinta es, en cambio, la solución de Windelband y de histórico. El edificio de las ciencias histórico-sociales se cons-
Rickert , quienes abordan el problema en el plano lógico de- tituye de nuevo como el edificio de las ciencias de la cultura ,
finido por el neocriticismo alem á n . Con su cr ítica de la distin
ción diltheyana , porque esta se refiere a un fundamento meta-
- sobre la base de la « relaci ó n de valor » que representa el signi-
ficado del objeto histórico; por fin, en 1921, Rickert admitirá
f ísico , Windelband se propone, en Geschichto und Naturwi$\ la noción de «comprensión », para calificar con ella la compren -
senschaft ( Historia y ciencia natural ; 1894 ) , diferenciar ambos si ón del significado a que tienden las ciencias de la cultura.
t érminos seg ú n la diversidad abstracta de su fin cognoscitivo: •
Formulada inicialmente en el puro terreno lógico, la distin -
existen ciencias orientadas hacia la construcció n de un sistema ción entre ciencia natural y conocimiento histórico se transfor -
de leyes generales ( las ciencias nomoté ticas ) y ciencias orienta
das hacia la determinaci ó n de la individualidad de determinado
- maba , de este modo, en una distinció n de campos de investi-
gación , justificada por la ausencia o la presencia de una « re-
fen ómeno ( las ciencias kliográficas ) . Desde este punto de vis-f laci ón de valor » .

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1
'

§Sm:

Durante casi dos decenios, desde 1883 hasta los umbrales del nios del siglo xix y que proseguía a ú n . En efecto, Weber
nuevo siglo, la ant í tesis constituida por estas dos posiciones había tropezado con esos problemas en su propia labor de
estuvo en el centro de la controversia sobre el m é todo y sobre historiador y de sociólogo, en cuanto había debido precisar
las condiciones de validez de las ciencias histórico-sociales. las condiciones de uso de sus propios instrumentos de investi-
Las discusiones y polémicas que se desarrollaron en torno de gació n y la relació n de la investigación objetiva con sus pro-

ella y en las cuales se insertó la original labor de Simmel —-
tuvieron su constante término de referencia en tal alternativa ,
pios intereses polí ticos. Mientras estudiaba la historia del de -
recho comercial en el medioevo, y la historia del derecho
y, con frecuencia, se agotaron en el intento de probar o re- agrario romano, hab ía debido enfrentar el problema de la
futar una u otra tesis , o bien de conciliarias de algú n modo . relació n entre las instituciones económicas y la elaboración
Determinando como procedimiento propio de las ciencias del de Jos conceptos jurídicos correspondientes, y , por lo tanto ,
espíritu la comprensión, Dilthey señ alaba el fundamento de su la cuestión de la diferencia entre investigació n histórica y con -
validez en la relación circular entre Erleben , expresión y Vers- sideraci ón jurídica ; del mismo modo, el an á lisis de la decaden -
cia económico-social de la civilizaci ón antigua lo había enfren -

tehen: las ciencias del espíritu est á n validadas si bien de
tado con el problema del « peso » de los factores econ ómicos

manera limitada y condicionada por la identidad del sujeto
cognoscente con el mundo que constituye su campo de inves- en el curso histó rico. Por otra parte, su participaci ón en los
tigaci ón . El hombre puede comprender su mundo, el mundo trabajos del Verein f ü r Sozialpolitik ( Unió n para la pol í tica
histórico-sodal , porque forma parte de él y lo capta desde social ) y en la encuesta sobre las condiciones de vida de los
adentro. La justificación de la validez de las ciencias del es- campesinos de Alemania oriental lo había puesto frente a la
pí ritu se remite, en consecuencia , a una tesis fundamental del problem á tica de una investigación sociol ógica « sobre el te-

— —
historicismo diltheyano tambi é n Simmel la admite en forma
no muy disímil , y se inserta en la compleja relació n entre
rreno » , y frente al problema m ás vasto de la relación entre
esta investigación y la posibilidad de una toma de posició n
polí tica orientada hacia la transformación prá ctica de las con -
la crí tica de la razón hist órica y el esfuerzo por lograr la de-
terminación de la historicidad humana . Para Wí ndelband y diciones dilucidadas empí ricamente. Cuestiones an á logas plan -
Rickert , en cambio, una vez reconocida la « relación de valor » teá banle tambié n el an álisis de las condiciones humanas del
como esencial al objeto hist ó rico , las ciencias de la cultura trabajo industrial y su influencia sobre la vida de los obreros,
o bien el estudio de algunos aspectos característicos de la

obtienen su validez que en tal caso es una validez incondi-
cionada que se realiza en resultados incontrovertibles, adqui- econom ía moderna . En cada uno de estos casos, la labor de
investigación se mostraba ligada al planteo de problemas me-

ridos de una vez para siempre de la validez de los valores
que ellas asumen como criterios para la selecció n del dato todológicos, a la formulación lógica de instrumentos que per -
empí rico. La justificación de la validez de las ciencias de la mitiese lograr los resultados a que se aspiraba . La metodolo-
gí a weberiana constru íase, de este modo, en el curso de la in -
-
cultura se encuadra , por lo tanto, dentro de la filosof ía ricker
vestigació n concreta , d ía tras d ía , hallando su nú cleo genuino
tiana de los valores, y encuentra su base germina en la tesis
del car á cter absoluto que es preciso atribuir a tales valores. en la exigencia de definir la función respectiva del an á lisis
La contraposici ó n entre el punto de vista de Dilthey y el empí rico de las ciencias histórico-sociales y de la actividad
compartido, al menos en sus lí neas principales , por Windel - polí tica . Su primera manifestación expl ícita puede discernirse
band y Rickert , revé lase de este modo en su alcance gnoseo- en un ensayo dedicado a la discusión de un problema clave
l ógico, mostrando su relación con una diferencia m á s funda - del debate metodol ógico de los ú ltimos a ñ os del siglo xix :
mental de prospectiva filosófica . el ensayo Roscher und Knies und die logischen Probleme
der hisí orischen Nationcil ókonomie ( Roscher y Knies, y los
En este ambiente formóse la metodología de Max Weber , que problemas lógicos de la economía pol í tica histórica ; 1903-
representa , precisamente, el esfuerzo orgá nico por resolver los 1906 ) .
problemas planteados por el debate interno de las ciencias Es a través del an á lisis de los presupuestos de la escuela histó -
histórico-sociales y por el debate general acerca de su funci ón , rica de economía como Weber toma posición frente a la he -
desarrollado por la cultura alemana en los dos últimos dece- rencia metodol ógica rom á ntica y , al mismo tiempo , define su

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actitud con relació n a la ant í tesis entre el punto de vista de metodología weberiana a elegir entre la posición diltheyana
Dilthey y el compartido por Windelband y Rickert. y aquella que Rickert , por esos mismos a ñ os , acababa de de -
Retomando las críticas de Menger, Weber destaca de qué finir en los Grenzen. La elección de Weber es expl ícita a este
modo el procedimiento del historicismo económico no es, en respecto. A través del rechazo del objetivismo y del intuido
niscao histórico , descarta Weber en los hechos algunas tesis
-
realidad , un procedimiento historiogr áfico, sino que constituye
una investigación de tendencias evolutivas inficionada por el - -
del an á lisis de Dilthey: las ciencias histórico sociales no se dis
empleo de categorías rom á nticas. La contrapartida positiva de tinguen por tener como objeto el espíritu antes que la natu
raleza , o bien porque procedan mediante la comprensión in
-
-
esa cr í tica es , por un lado , la exigencia de investigaciones de
historia económica propiamente tales, orientadas a determinar terna del significado de cierto fenómeno antes que mediante
la estructura de las diversas formas de economía y el proceso su explicaci ó n causal . Lo que distingue al conocimiento his
t ó rico , y a las disciplinas que pertenecen a su á mbito , de la
-
que conduce de unas a otras, y , por otro lado, el reconocimien -
to de la validez del planteo de la economía cl á sica , dentro de ciencia natural es su particular estructura lógica , es decir , la
los l í mites ya señalados por Menger. Rechazando la noción orientació n hacia la individualidad . Precisamente , el recurso
de « espíritu del pueblo » como fundamento real de las mani- al punto de vista elaborado por Rickert ofrece a la metodolo -
festaciones de desarrollo de determinada sociedad , así como gía weberiana los instrumentos para llevar la polé mica en
la indebida trasposición de conceptos biológicos al estudio de contra de la herencia rom á ntica de la escuela histórica y para
los fenómenos económicos, trasposición implícita en la con- encontrar una primera definición positiva . No el objeto , sino
cepción «orgá nica », Weber amplía el alcance de su an á lisis el fin con miras al cual es indagado y el método de su elabora -
hasta convertirlo en una cr í tica rigurosa de los presupuestos ci ón conceptual ; no la comprensión como procedimiento psi -
que el historicismo económico de Roscher y de Knies había cológico , sino el modo en que ella encuentra verificación em -
heredado de la escuela histórica , y , en consecuencia , en una pí rica y se traduce en una forma específica de explicación cau -
crí tica de la herencia romá ntica sobreviviente dentro de las sal , he ahí lo que distingue a las ciencias histórico-sociales.
ciencias histórico-sociales. Aquel proceso de liberación gradual Sin embargo , esta elección en favor de las posiciones de Win-
respecto de tal herencia , que el debate metodológico de los delband y Rickert no constituye un rechazo integral de las
ú ltimos dos decenios del siglo xix había iniciado, se transforma —
tesis diltheyanas. Lo que Weber combate en estas y es sig-
nificativo que la toma de posición frente a Dilthey sea por
aqu í en una ruptura explícita , en un rechazo de principio. La
obra de la escuela hist órica se muestra inficionada por la lo ¡com ún solo implícita es su aspecto rom á ntico , no las
introducción de presupuestos metaf ísicos que, dado que adquisiciones positivas que ha logrado. Weber no niega , en
implican una pretensión valorativa , no permiten desarrollar -
efecto, que las ciencias histórico sociales tengan un campo de
una investigación objetiva . Sobre esta base adquiere signifi - investigación y un procedimiento particular propios: niega
cado la polé mica que, partiendo del an álisis de las formula - solamente que ambos basten para caracterizar su estructura
ciones de Knies , la metodología weberiana emprende en contra lógica . La posición diltheyana , en consecuencia , es sometida
tie Wundt y M ü nsterberg, de Simmel y Gotti, y, por ú ltimo, a un proceso de reinterpretación , por cuya vía sus tesis pue-
de Lipps y Croce. La autonom ía del conocimiento histórico, den entrar en relación con las de Rickert . Afirmar que las
en cuanto forma de conocimiento provista de validez propia, ciencias hist órico-sociales deben emplear un procedimiento de
no puede ser garantizada mediante un objeto específico ( la comprensión adecuado a su objeto es plenamente legítimo, si
realidad « psíquica » por contraposició n a la realidad « f ísica » ) tal procedimiento no es ya un Verstehen inmediato , un acto
ni mediante un procedimiento psicológico específico ( la com - de intuición , sino que se convierte en la formulación de hipó -
prensió n como intuici ó n inmediata ) ; en efecto, ni el objeto tesis interpretativas que esperan su verificación empírica , y ,
ni el procedimiento, tomados por sí o en su relació n , pueden por lo tanto, que se las asuma sobre la base de una explicación
caracterizar la estructura lógica de una disciplina, as í como causal. La comprensión ya no excluye la explicació n causal sino
tampoco fundar su validez objetiva . De este modo, la polémica que coincide ahora con una forma específica de esta : con la
antirrom á ntica , y el esfuerzo a ella ligado por justificar el determinación de relaciones de causa y efecto individuadas ,
carácter objetivo del conocimiento histórico, constri ñeron a la Las ciencias hist ó rico-sociales son , por lo tanto, aquellas cLs

18 19
ciplinas que, sirviéndose del proceso de interpretación , pro- ración respecto de sus consecuencias pol í ticas ; por otra parte ,
curan discernir relaciones causales entre fen ó menos indivi- el desarrollo de las ciencias histórico-sociales había constituido
duales, es decir , explicar cada fen ómeno de acuerdo con las una tentativa por ilustrar y enfrentar las cuestiones pr á cticas
relaciones, diversas en cada caso, que lo ligan con otros: la planteadas a cada momento por el cambio de la estructura
comprensió n del significado coincide con la determinación de econ ómico-social de Alemania y su nueva posición en el campo
las condiciones de un evento . internacional. No por casualidad muchos de los exponentes
Por la vía de este an á lisis, Weber determinaba algunas direc- m á s importantes de ese desarrollo — desde Schmoller hasta
ciones de investigación que habr ían de ser fundamentales para
el desarrollo de su metodolog ía ; al mismo tiempo , precisaba
A. Wagner y desde L . Brentano hasta muchos otros fueron—
tambié n los representantes de aquel « socialismo de cá tedra »
el planteo del problema central que esta enfrentaría : el pro- que aunaba el estudio científico de los problemas econ ó mico-
blema de la objetividad de las ciencias histórico-sociales. La sociales con la aspiración a una transformación en sentido
polémica en contra de la herencia romá ntica de la escuela moderno del ordenamiento social de Alemania . Y no por ca -
histórica ya ha puesto de relieve las dos condiciones que pue- sualidad , en las revistas de ese período, la discusión de las
den garantizar tal objetividad : 1 ) Las ciencias histórico-so- cuestiones de pol í tica social marchaba a la par del planteo
ciales no deben recurrir a presupuestos que impliquen una toma de los problemas teóricos y de la elaboraci ón de los instrumen -
de posición valorativa , y 2 ) las ciencias histórico-sociales de- tos de investigació n . Precisamente, estos eran los hombres con
ben verificar sus propios asertos mediante el recurso a la ex- quienes m á s ligado se sentía Weber , como estudioso y como
plicación causal . En el an álisis de estas dos condiciones y de polí tico : recu é rdese su participación en la encuesta promovida
su posibilidad de realización efectiva , la metodologí a webe
riana se constituye en sus l í neas directrices, primero en el
- por el Verein f ür Sozialpolitik . También eran esas las revis -
tas con las que colaboraba . Por eso , en el momento de asumir
ensayo « La “ objetividad” cognoscitiva de la ciencia social y la codirección del Archiv f ür Sozialwissenschaft und Sozialpo -
de la polí tica social » ( 1904 ) , y luego, a través del estudio del litik se vio obligado a tomar posició n con respecto a eso, y a
esquema explicativo historiogr áfico, en los sucesivos « Estudios deslindar su punto de vista metodológico del de Schmoller , y
crí ticos sobre la lógica de las ciencias de la cultura » ( 1906 ) ; en general de los exponentes del « socialismo de cá tedra » .
al mismo tiempo, encuentra el modo de afirmarse polémica - Las ciencias hist órico-sociales pueden , por cierto, tomar sus
mente mediante toda una serie de discusiones contenidas en temas de la vida pol í tico -social y contribuir a la orientación
diversos ensayos de menor relieve . ideológica con la solución de determinados problemas. Pero
El análisis de la primera condición es realizado con referencia su investigación debe ser objetiva . Esto significa que no pue-
a la distinción rickertiana entre juicio de valor y « relació n de den formular juicios de valor , y que sus resultados no pueden
valor » . Pero también aqu í, tras la abstracta f órmula enunciada convertirse en la base de una posició n pol í tica . El plano en
por Rickert , existen problemas de investigaci ón concreta y que se mueven no es el de la validez ideal de los valores , sino
divergencias metodológicas que Weber encontraba presentes solamente el de la existencia de hecho ; no pueden decirnos
en el ambiente de las ciencias histórico-sociales de Alemania , si estos valores valen o no , ni prescribir un comportamiento
a saber : Jos problemas que tambi én él había debido enfrentar en lugar de otro: pueden solamente indagar los valores en su
en su labor de historiador y de soci ólogo, y aquellas divergen
cias que había procurado resolver en la confrontació n cotidia -
- gé nesis histórica . La investigació n científica que las ciencias
histórico-sociales desarrollan es independiente de cualquier
na entre tal labor y sus intereses polí ticos no menos vigorosos . toma de posició n valorativa : discierne lo que es , no determina
Los presupuestos metaf ísicos en los que se hab í a basado la lo que debe ser . Entre ellas y el juicio de valor media una
escuela histórica ten ían muchas veces un alcance polí tico con - heterogeneidad radical , una solución de continuidad . Sobre
servador ; en efecto, la concepción «orgá nica » de la sociedad esta base Weber puede adoptar la distinció n rickertiana entre
designaba por lo com ú n , no solo un mé todo de estudio, sino juicio de valor y « relación de valor »: las ciencias hist ó rico -
tambié n un ideal pol í tico-ideológico que servía como criterio sociales no admiten en su á mbito ninguna valoración prá ctica ,
de valoración . La liberaci ón respecto de aquellos presupues-
tos había significado, por lo tanto , al mismo tiempo , una libe-

con los valores que delimitan su objeto dentro de la multipji -

sino que est á n en relaci ó n una relaci ó n puramente teó rica

21
cí dacl Je los datos emp í ricos. Y la « relación de valor » no es ,
por lo tanto, un principio de valoración , sino un principio de la conexió n interna de sus investigaciones y, m ás a ú n , su rela-
selección : sirve para determinar un campo de investigació n , ción con otras disciplinas tienen una base , no ya sistem á tica ,
dentro del cual la indagación procede de manera objetiva a fin sino problem á tica . De all í se sigue tambié n que la cultura ,
de lograr la explicación causal de los fenómenos. antes que constituir un campo de investigació n determinado
La metodología weberina encuentra el punto de partida de su de una vez para siempre mediante la referencia a valores uni-
elaboración sistemá tica, por lo tanto, en el análisis de] cono- versales y necesarios , pasa a ser un complejo de campos de
cimiento histórico realizado por Rickert , del cual extrae ai- investigación aut ónomos, coordinados entre sí de una manera
gunos de sus presupuestos m ás importantes. La « relación de que var ía con el desarrollo histó rico de las diversas disciplinas.
valor » vuelve posible la determinación del objeto hist ó rico, A través de este cambio el problema de la explicación causal
el cual se constituye como tal en virtud de su « significado en el dominio de las ciencias histórico-sociales adquiere , sin
embargo, nueva fisonom ía . Weber se aplica a su an á lisis en

cultural » ; este significado es siempre individual - es decir , el
de un cierto fenómeno condicionado por relaciones particulares la segunda parte de los « Estudios crí ticos sobre la lógica de
jas ciencias de la cultura » . Si la ciencia natural explica los fe-

con o t r o s el conocimiento hist órico, por lo tanto, es siem -
pre una « ciencia de realidad » . Pero , a través de esta exigencia,
n ó menos refirié ndolos a un sistema de leyes generales , y las
ciencias hist ó rico-sociales quieren explicarlos , en cambio , en
la doctrina del mé todo formulada por Rickert en los Grenzen
sufre una transformaci ón interna de importancia decisiva ; el su individualidad , y, por lo tanto, en el proceso espec ífico del
cual surgen , ¿ cómo es empero posible esta forma de explica-
punto crucial de esa transformación es el modo en que Weber
interpreta la relación del objeto hist ó rico con los valores.
Para Rickert , esta relación constitu ía , no solo un principio de
* /
ci ón — que al mismo tiempo es comprensió n — de un objeto
histórico, y mediante qu é procedimiento es posible llegar a
selecció n , sino también el fundamento de la validez incondi- ella ? Tambié n la explicació n de un objeto hist órico, en los
cionada del conocimiento histórico, en cuanto los valores que hechos, implica una selección dentro de la multiplicidad del
dato empí rico y de las infinitas relaciones que ligan a cada
presiden la selección son — segú n el postulado central de
uno de sus elementos con otros, infinitos. Puesto que la tota -

la teoría windelbandiana y rickertiana de los valores univer-
sales y necesarios . Para Weber , en cambio, la referencia del lidad de las relaciones de causa y efecto de las que depende
la ocurrencia de un fenómeno es conceptualmente inagotable ,
dato empírico a los valores no representa ya una garant ía el campo de investigación dentro del cual se mueve la investi-
absoluta, y la selección entre la multiplicidad de los datos est á gació n debe ser delimitado sobre la base de una selección ; y
dirigida por criterios que no son universales y necesarios , sino
esta se encuentra ligada al punto de vista específico desde el
que, a su vez, son el resultado de una selecci ón. Esta no recae
ya solo sobre el dato empírico , sino también sobre los valores
cual se realiza la investigación. La explicación se restringe,
a los cuales es referido ; y el procedimiento de las ciencias his-
por lo tanto, a una serie finita de elementos, determinada en
t ó rico -sociales aparece encuadrado dentro de una dimensió n se-
cada caso sobre la base de cierto punto de vista , y de este
lectiva fundamental . En consecuencia , el plano trascendental modo se desarrolla siguiendo una dirección particular de rela-
de la doctrina rickertiana del método deja sitio al plano meto- ciones entre los fenómenos , abstractamente aislada de las otras
dológico de un an á lisis dirigido a ilustrar la función de los direcciones posibles de investigación . Tal es el proceso de
« imputació n » de un acontecimiento a sus « causas » , seg ú n se
valores como criterios de selección , y el modo en que las cien - configura en las ciencias hist órico-sociales. En este punto se
cias histórico-sociales se organizan sobre esta base. La relación
presenta , sin embargo , el problema de la posibilidad de veri-
con los valores pasa a designar la particular direcció n del in - ficar empí ricamente la « imputación » , esto es, la determinació n
terés cognoscitivo que mueve la investigaci ó n , es decir , el espe -
cífico punto de vista que esta adopta , delimitando su campo .
de una relación de causa y efecto en forma individual: deter-
De aqu í se sigue que las disciplinas pertenecientes al edificio minada cierta serie de relaciones sobre la base de una selec-
ci ón , ¿ cómo es posible establecer que ellas y no otras han
del conocimiento histó rico no tienen un á mbito determinado conducido al acaecimiento del fenómeno a explicar ? La de-
a priori , sino que se lo constituyen sobre la base de un cierto
mostració n puede realizarse solamente , afirma Weber , me-
punto de vista o de un cierto conjunto de puntos de vista ;

diante la construcción de un proceso hipoté tico - diverso del

22
proceso real por la exclusió n preliminar Je uno o ele varios totalidad los factores determinantes de su ocurrencia, en el

elementos y la posterior comparación entre el proceso real
y el proceso hipotéticamente construido. Seg ún que la exclu -
á mbito del esquema explicativo condicional existe la posibi -
lidad de diversos órdenes de explicación , con relación a la
sión de tal elemento conduzca a la construcci ón de un proceso diversidad de los puntos de vista que indican la dirección de
posible m ás o menos diferente del proceso real , deberá infe- las relaciones indagadas.
rirse que su importancia causal en el proceso en cuestió n es De esta manera , la metodología weberiana lograba ilustrar el
mayor o menor . Por lo tanto, la « imputación » de un aconte- alcance de las dos condiciones fundamentales que garantizan
cimiento se produce de manera indirecta , a través de juicios la objetividad de las ciencias histórico-sociales. A través de la
de « posibilidad objetiva », los cuales se disponen siguiendo distinción entre investigación objetiva y juicio de valor , deter-
una serie de grados comprendidos entre dos casos límite: la min ó primero tal objetividad de modo negativo ; en cambio,
« causació n adecuada » y la « causación accidental » . En el caso a través del estudio del procedimiento de explicación causal ,
en que el proceso hipoté tico no conduce ya al objeto que se obtiene una determinación positiva . Las ciencias histó rico-so-
debe explicar, se deber á inferir que el elemento excluido est á ciales, en cuanto condicionadas en su punto de vista y en la
ligado a él por una relación de «causación adecuada » , es decir delimitación del campo de investigación por el interés del
que es imprescindible en el conjunto de sus condiciones ; en estudioso, y, por lo tanto, por la situación cultural dentro de
el caso en que el proceso hipoté tico tenga un desenlace an á - la cual este act ú a , parten de un t é rmino subjetivo ; pero en
logo al proceso real , se deberá inferir que el elemento excluido el á mbito del campo de investigación así delimitado, sus re-
est á ligado con el objeto mediante una relació n de « causación sultados son objetivamente vá lidos, y lo son en virtud de la
accidental », es decir que su presencia o ausencia resultan in - estructura lógica del procedimiento explicativo. La ú nica ga -
diferentes. La comparación entre el proceso construido hipo- rant ía de tal objetividad se encuentra, en consecuencia, en la
té ticamente y el proceso real permite establecer , en cada caso , recta aplicació n de los instrumentos que , en su conjunto, cons-
la importancia causal de cierto elemento, con relació n al fe- tituyen tal estructura l ógica , y no en la referencia a valores
n ómeno que debe ser explicado. Solo que, de esta manera , incondicionados sustra ídos a la selección. El deslinde respecto
las « causas» dilucidadas de este modo no son ya todas fas de Rickert se muestra , en este punto, ní tido e incontroverti -
"

causas del acontecimiento en cuestión, sino solamente las con- ble. Pero de ello se sigue tambi én una diversa interpretación
diciones individualizadas siguiendo cierta dirección de la in- del edificio de las ciencias hist órico-sociales. Para Rickert, el
vestigación , correlativa a la adopción de un punto de vista conocimiento histórico estaba constituido por un conjunto de
específico; en segundo lugar , el nexo de causalidad admite una
serie de grados que van desde la « causaci ó n adecuada » a la
— —
disciplinas las ciencias de la cultura ligadas por relaciones
inmutables y provistas, cada una , de un campo objetivo de
« causación accidental ». Con esta doble restricción del proce - indagación . Para Weber , la conexi ón entre tales disciplinas
dimiento explicativo de las ciencias histórico-sociales, Weber es problem á tica , y puede variar en relació n con el surgimiento
realiza el abandono del modelo cl ásico de explicación causa! de nuevos problemas propuestos por situaciones nuevas ; nue-
y el pasaje a un esquema de explicación que ya no es causal vas disciplinas pueden constituirse, transformarse otras, y los
sino, antes bien , condicional . Cuando ponen de manifiesto una límites entre ellas pueden variar y de continuo lo hacen .
——
serie finita de fen ómenos diversa de acuerdo con el punto
de vista de la investigació n , de la cual depende un cierto
Comú n a todas es, solamente, la orientaci ón en vista de la
explicación de los acontecimientos del mundo humano en su
fen ómeno considerado en su individualidad , las ciencias his- individualidad y, por lo tanto , el empleo de los instrumentos
tórico-sociales no establecen sus factores determinantes sino que permiten tal explicaci ó n . Las ciencias histó rico-sociales
que determinan un cierto grupo de condiciones que, junto con son por eso, en último análisis, disciplinas de conocimiento
otras , lo vuelven posible. La relació n de causa efecto , inter - histórico, ¿ Cu á l es, entonces , el lugar de los conceptos y de
pretada como relación necesaria , es sustituida por una rela - las reglas generales — en otros términos: del saber nomol ó -
ció n de condicionamiento. Si desde el punto de vista del mo-
delo cl ásico de explicación causal pod ía darse por explicado
cierto fen ómeno si , y solo si , habían sido descubiertos en s ú

gico en el á mbito del conocimiento histórico ? ¿ Forman
parte de ella sistemas de conceptos abstractos
— — por ejemplo ,
los de la ciencia econ ó mica y , en caso afirmativo , qu é fun -

24 25
don ejercitan ? De la respuesta a estos interrogantes surge la conexión sistem á tica de conceptos y de reglas que presentan
teoría weberiana del tipo ideal. La ciencia natural procura carácter t í pico-ideal. Todas las ciencias histórico-sociales, en
determinar un sistema de leyes generales a fin de explicar sobre su conjunto, tienden hacia lo individual . Pero el camino hacia
la base de ellas la multiplicidad de los fenómenos, progresan - lo individual pasa , en cada caso, a través de lo general, deí
do hacia un nivel creciente de generalización ; el conocimiento saber nomológico. De esta manera , la investigación historio-

hist órico se sirve , en cambio, de las uniformidades, formula-
das como reglas generales del devenir , con el propósito de
lograr Ja explicación de los fen ómenos en su individualidad .
No la presencia o ausencia del saber nomológico, sino su

gr áfica y las disciplinas sociales abstractas como la ciencia
econó mica o la sociología , etc. confluyen en el mismo pro
cedimiento de elaboración t ípico-ideal y en la misma orienta-
ció n hacia un fin fundamental com ú n.
-
diversa junción distingue entre sí la ciencia natural y las cien-
cias hist ó rico-sociales: lo que en la primera es el t é rmino de Reconduciendo la validez del conocimiento hist órico a la va-
la investigaci ón , en las segundas, en cambio , es un momento lidez incondicionada de los valores, Rickert había subordinado
provisional de ella . Hasta qu é punto ello es cierto lo demues- el análisis metodológico a la teorí a del conocimiento. Su doc-
tra la misma construcción de un proceso posible, que no puede trina de! m é todo se movía , de hecho, en un plano trascenden -
realizarse sin recurrir a reglas generales del devenir que per- tal, a saber , en el plano de discusi ón adoptado por el neocriti-
mitan trazar la sucesión de los fen ó menos, que deberí a haberse cismo alem án . Para Weber , en cambio, el problema de la ob-
producido sobre la base de fe exclusión de uno o varios ele- jetividad de las ciencias histórico-sociales encuentra su solu-
mentos: la explicación de la individualidad presupone el saber *
^ genuina a trav és del examen de las condiciones discerni-
cion
nomológico, es decir un conjunto de uniformidades t í picas de bles en la estructura lógica interna de tales disciplinas. La
comportamiento empíricamente comprobables. Y estas uni- teoría del conocimiento se resuelve con ello dentro de la me -
formidades, lo mismo que los conceptos generales, est á n cons- todología , y esta se configura como un an álisis que se atiene al
tituidas mediante un procedimiento abstractivo que , aislando modo de laborar efectivo de las ciencias histórico-sociales. Na -
dentro de la multiplicidad de lo empíricamente dado algunos cida como esfuerzo de solución de problemas planteados por
elementos , procede a coordinarlos en un cuadro coherente, sin el desarrollo de estas disciplinas, y con los que el propio We-
contradicciones. De este modo , el resultado de tal procedimien- ber había tropezado en su obra de investigador, la metodolo-
to abstractivo es siempre un tipo ideal , que por un lado se
diferencia de la realidad y no puede ser confundido con ella ,
gía weberiana toma de continuo su material
— — y obtiene su
vitalidad de la referencia a cuestiones de investigación con -
pero que , por el otro, debe servir instrumentalmente para la creta . Las pol é micas siempre renovadas que Weber entabló
explicación de los fenó menos en su individualidad ; es siempre
un criterio de comparación al cual debe ser referido el dato —
desde 1903 hasta su muerte con Stammler , con Brentano,
con Ostwald , adem á s de la que sostuvo con Eduard Meyer —
empí rico, es decir, es un concepto-lí mite ideal que debe pro
porcionar un esquema conceptual orientador para la investi-
- son el mejor testimonio de esa referencia y de la tentativa de
mostrar la validez de los resultados del an álisis metodológico
gación . Cada regla general del devenir y cada concepto general en el banco de prueba de la clarificación de problemas espe-
revisten un carácter tí pico- ideal en este sentido Las reglas ge- cíficos. Pero la relación entre la investigación de las ciencias
nerales del devenir son construcciones abstractas dotadas de histó rico-sociales y la metodología no se establece solo desde
una validez probable , que revisten un significado heurístico; fes primeras hacia la segunda : es, para Weber , una relaci ón
los conceptos generales son conceptos que ponen abstracta- bidirectional que implica , para la metodología , la posibilidad
mente de relieve los elementos esenciales de cierto fenó meno de orientar la labor de las diversas disciplinas medíante la for-
o cierto grupo de fenómenos , reunié ndolos en un cuadro libre mulació n abstracta y la sugerencia de instrumentos de investi -
de contradicciones, y que se organizan en diversos niveles de ct ó n . El esquema explicativo condicional , determinado en
generalidad ( desde los conceptos típico- ideales de especies teoría , encuentra de hecho su realizació n , primero , en la
hasta los de objetos histó ricos particulares ) . Una disciplina
como la ciencia económica , y de manera aná loga el aparato

« sociología de la religió n » desde los dos ensayos La ética
protestante y el espí ritu del capitalismo ( 1904 -1905 ) y Die
teó rico de cualquier ciencia social , no es otra cosa que una protestantische Sekten und der Geist des Kapitalistnus ( Las

26 27
los conceptos típico-ideales que se muestra en estos estudios
representa la contrapartida exacta de aquellas definiciones teó-
ricas. El examen de la relación entre desarrollo económico y

1910 se encargaba de mostrar el carácter inadecuado de
esta vía , y la exigencia de definir de manera rigurosa el signi-
ficado de los conceptos sociológicos conducía a Weber a la
desarrollo religioso, considerada desde el punto de mira de la tentativa de presentar una formulación sistem á tica de ellos.
diversidad de la é tica econ ómica propia de cada forma histó- Así la sociología se preparaba para ser reconocida como
rica de religi ó n , se realiza en Ja « sociolog ía de la religión » so - disciplina autónoma , en relativa antí tesis respecto de la histo-
bre la base del presupuesto de un nexo de condicionamiento riograf ía . Este paso se cumple en el ensayo «Sobre algunas
reciproco, al que se procura , en cada caso , discernir en cuanto categorías de la sociolog í a comprensiva » ( 1913 ) . Si se atri -
a su dirección y a sus límites. Y en Economí a y sociedad el buye autonomía a la sociología , ella debe poseer un campo de
an á lisis sistemá tico de las relaciones entre fen ómenos econ ó- investigación distinto del campo de la investigación hist ó rica ,
micos y otros tipos de fenómenos sociales se configura como y debe hacer de los conceptos t í pico-ideales un uso diverso
el aná lisis del condicionamiento de los primeros por parte de ( al menos dentro de ciertos l ímites ) del historiograf ía) . Des -
los segundos y , al mismo tiempo, de acuerdo con estos. Del de este punto de vista , el objeto de la sociología resulta cons-
mismo modo, el an álisis comparativo de las religiones univer- tituido por las uniformidades de la conducta humana en cuan -
sales, con la tipología elaborada con ese fin, sirve en la « so- to dotadas de sentido , es decir , por modos tí picos de compor-
ciología de Ja religión » con miras a ia determinación de su di- .
tamiento accesibles a la «comprensión » Tales uniformidades
versidad y de la diversidad de la é tica econ ómica correspon - no son por cierto « leyes » en el sentido en que lo había soste-
diente a aquella . En Economí a y sociedad , la obra de la socio- nido la sociolog ía positivista ; antes bien , son uniformidades
logía se presenta como la construcción de un sistema de con - emp íricamente comprobables y expresadas en forma de tipos
ceptos tí pico-ideales que deben permitir el estudio diferencia- ideales . Como conceptos típico-ideales , los conceptos socioló-
do de las diversas relaciones sociales y , en consecuencia , su em - gicos pueden ser empleados, en consecuencia , con miras a la
pleo, en ú ltimo an álisis , para la comprensión historiográfica explicación de los fen ómenos sociales tomados en su individua -
de los fen ómenos de la sociedad. lidad . Pero la conexión entre historiograf ía y sociologí a deja
Pero en el pasaje del planteo de la « sociología de la religió n » de constituir una conexión inmediata para encontrar su ter-
al an á lisis de Economí a y sociedad se pone de manifiesto , con mino medio en la organización sistem á tica , lo que posibilita
particular claridad , la importancia que la metodología webería- a ambos configurarse como orientaciones de investigación di -
na reviste para el desarrollo interno de la labor de investiga - versas y divergentes. El Verstehen, es decir la « comprensi ón »
ción concreta . En la teoría , Weber hab ía establecido la cone- sociol ógica , se sirve siempre de conceptos para determinar el
xió n entre investigación historiogr áfica y disciplinas sociales ; sentido de una conducta y poner de relieve sus uniformidades.
pero los lí mites de esa conexión permanecían todav ía impre- Sobre esta base pasa Weber a caracterizar m ás de cerca el
cisos . Y justamente la sociología segu ía constituyendo e! pun- campo de investigación de la sociología « comprensiva ». La
to crucial de la cuesti ó n , al que la contraposición entre la definición de «conducta » representa el punto de partida de tal
orientación sistem á tico-formal y la orientación histó rica volv ía procedimiento. Conducta es cualquier especie de acción del
siempre m á s urgente y de dif ícil solución . La elaboración de hombre que tome posición frente a cierto objeto, encontran-
conceptos sociológicos, ¿ es posible solamente en relació n di - do en él su t érmino de referencia : de tal modo, se identifica
recta con el estudio hist ó rico de determinados fen ó menos en con la acci ó n humana en cuanto condicionada por una situa -
su individualidad , o bien puede dar lugar a un sistema orga- ción objetiva . Pero la conducta pertinente sociológicamente no
nizado y coherente de conceptos, an á logo al de la ciencia eco- es la acci ó n humana como tal sino la acción social , vale decir ,
n ó mica ? En la « sociología de la religió n » Weber había em - una especie particular de acción que se refiere a la acció n de
prendido , en concreto, el primer camino , considerando la e!a - otros individuos'. Lo que caracteriza a la conducta estudiada

28 29
por la sociología es , por lo tanto, la orientación en vista de la nal con relación a fines » a la « racional con relació n a valores»
conducta de otros individuos , y la consiguiente posibilidad de ( tal como se la definirá m ás tarde ) ; de la conducta « afectiva »
comprensión sobre la base de esta orientación: ella posee, de a la tradicional . La tipología r á pidamente enunciada por We-
este modo , una dimensión de alteridad que la vuelve pertinen- ber en el ensayo « Sobre algunas categorías de la sociología
te para la investigació n sociológica. Resulta ahora claro qué —
comprensiva » y retomada m á s tarde en Economí a y socie-
entiende Weber por « sentido » de una conducta : trá tase del
sentido subjetivamente mentado por la conducta misma, y

dad constituye la elaboraci ó n de algunas formas fundamen -
tales de conducta , que van desde el « actuar en comunidad »
coincide, por lo tanto, con su orientació n en vista de la con- hasta el « actuar en sociedad » , pasando por las diversas espe-
ducta de otros individuos. La posibilidad de comprensión so- cificaciones de ambos. En el á mbito de tal tipología , por otra
ciol ógica de una conducta consiste en la posibilidad de deter- parte, puede Weber remitirse a an álisis característicos de la
minar su término de referencia y su orientación en vista de sociolog í a alemana anterior a él , y en particular retomar la
este: el sentido de la conducta puede ser , en consecuencia , distinción formulada por Tónnies entre «comunidad » y « so-
ciedad » .
discernido sobre bases empíricas. Pero establecer la orienta
ció n de una conducta significa establecer el modo en que es
- En efecto, los diversos tipos de acción social designan , al mis-
adoptada y mantenida dentro de ciertas condiciones ; su t é r- mo tiempo , tipos de relaciones correspondientes.
mino de referencia , en efecto, se encuentra en las condiciones Desde el momento en que el té rmino último al cual puede lle-
que la tornan posible , y su direcció n representa , precisamente , gar la sociología « comprensiva » es el individuo que asume
la toma de posición frente a tales condiciones. Desde el mo- cierta conducta en relaci ó n con otros individuos, la relació n
mento en que la acci ón social est á orientada en vista de la social no designa , en los hechos , una entidad superior al plano
acció n de otros individuos, de allí se sigue también que tal de la existencia individual , que poseyese una suerte de exis-
determinación solo puede realizarse dilucidando a qué con- tencia heterogé nea . No es otra cosa que una conducta de va -
ducta de otros individuos se vincula y có mo toma posición rios individuos, instaurada sobre la base de una conducta re-
frente a estos. La comprensi ón del sentido de la conducta se cí proca , es decir , un modo de acción inter-individual. Con ello
convierte, por lo tanto, en Ja explicación de su configurarse se rescata el an álisis de Simtnel de las formas de relació n so-
en relació n con las condiciones que la vuelven posible , vale cial , pero dejando de lado el presupuesto de una diferencia de
decir , en una determinada relación social. plano respecto del modo de vida de los individuos: el funda -
La tarea de la sociología « comprensiva » convi értese, por lo mento de cualquier relació n social es la posibilidad , determi -
tanto , en la de elaborar tipos ideales de conducta , es decir nable empíricamente y por ello previsible, de que ciertos in -
formas de acción social que pueden ser discernidas de manera dividuos adopten y mantengan determinada conducta . Tam -
recurrente en el modo de comportamiento de los individuos —
bién es cierto que una relación social como hab ía observa -
humanos. Y la clave para este aná lisis est á representada, pre- —
do Simmel puede permanecer a pesar del cambio de los
individuos que forman parte de ella , pero ella muere si cesa
cisamente , por la consideración de la orientació n de la con-
ducta , esto es, del té rmino al cual se refiere y la dirección que la conducta de aquellos individuos, o de otros , que la mante-
toma . El esquema interpretativo de inteligibilidad inmediata nían viva. Entre las formas de conducta y las formas de rela -
estar á constituido, entonces, por un tipo de conducta que se ción social existe, en consecuencia , una correspondencia inevi -
oriente en vista de determinados medios , considerados adecua - table: la « comunidad » y la « sociedad » , la « unión de fines » y
dos para la realizaci ón de cierto fin establecido de manera la « relació n por consenso », para mencionar solo algunas, son
precisa: la conducta « racional con relació n a fines » . Sobre la formas de relaci ó n social que se rigen seg ú n cierto tipo de
base de este tipo ideal la sociología procede a la formulación conducta . Cuando este desaparece o se transforma , la relació n
de otros tipos ideales derivados, que le permitan comprender social cesa o se transforma tambié n . A partir del estudio siste-
formas de conducta dotadas de un grado menor de racionali- m á tico de las relaciones entre estas formas de conducta y las
dad. La sociolog ía pasa, en consecuencia , a la determinación formas correspondientes de relación social , por un lado , y las
de otros tipos ideales que se distribuyen a lo largo de una formas de organización económica , por el otro , surgirá el com -
escala de inteligibilidad decreciente: de la conducta « racio- plejo edificio sociológico de Economía y sociedad que encon-
y

.30 31
]
trar á ya establecida , en esta determinaci ó n de las categor ías de los valores, a través de los intentos de aquel por realizar -
sociológicas fundamentales, su genuina trama conceptual . los: todo este proyecto a que aspiraba la especulación ricker-
nana no era ya posible. Pero a estas consecuencias negativas
En su labor de investigación concreta , primero mediante el debía sumarse una contrapartida constructiva . Era preciso de ó
-
an álisis comparativo de la « sociolog ía de la religió n » , y luego finir la nueva manera en que Weber interpretaba la relaci n
mediante la determinación de la tarea de la sociología « com - del hombre con los valores, con valores que habían perdido
prensiva » , Max Weber puso en práctica , por lo tanto, las tesis su carácter absoluto ; era preciso determinar el significado que
principales de su metodología . Pero la metodolog ía weberiana pudiera atribuirse a los valores en cuanto adoptados en virtud
— tal como se la formuló en el ensayo « La “ objetividad ” de una selección . Pero este discurso debía sobrepasar el á m -
cognoscitiva de la ciencia social y de la polí tica social » y luego bito de la metodolog ía de las ciencias histó rico-sociales, y re-
en los « Estudios cr í ticos sobre la lógica de las ciencias de la quería una ampliación de! campo de consideración que su

cultura » poseía también connotaciones filosóficas de orden an álisis había permitido abordar.
general que habían permanecido sobrentendidas. Ya el modo A ello llegar ía Weber reexaminando, a m ás de un decenio de
en que se hab ía deslindado de Rickert , mediante un proceso distancia , la distinci ón entre la investigación objetiva de las
de transformació n interna del cuadro elaborado en los Gren - ciencias histórico-sociales y el juicio de valor . Si bien a sus
, insistir en ella
zen, contribuyó a que no explicitase la diferencia radical que en ojos esa distinció n parecí a clara e indubitable
lo sucesivo lo separaba de la prospectiva rickertiana . En reali- era una necesidad suscitada por las degeneraciones polí ticas
dad , al abandonar el presupuesto db la validez incondicionada de la cultura alemana en el per íodo de la guerra y por el re-
de los valores y calificar de « selecció n » la adopció n de los va - novado debate que había sido su consecuencia . En el ensayo
lores como criterios rectores para la investigación de las cien- « El sentido de la “ neutralidad valorativa ” de las ciencias
so-
cias histó rico-sociales, rompía los puentes respecto de la tesis ciológicas y econ ó micas » ( 1917 ) , la severa condena a la in -
central , no solo de la doctrina del m é todo , sino de la propia troducci ó n de valoraciones pol í ticas en la enseñ anza acadé mica
filosof ía de los valores de Windelband y Rickert . Desde este vuelve a poner a Weber frente al problema de la diferencia
punto de vista perdía significado, en los hechos , el propósito que separa esas valoraciones de la dilucidació n empí rica de la
mismo de elaborar una doctrina del m é todo sobre el plano historiograf ía o de las disciplinas sociales. Y la solució n que
presenta retoma , en sus l í neas principales, la ofrecida ya
trascendental ; y la metodología weberiana pod ía elevarse a en
un plano por entero diverso , en el cual se volv ía posible el 1904. Pero un problema ulterior , solo insinuado entonces , se
an á lisis de la estructura lógica interna de las ciencias histó rico- perfila con toda su gravedad : es verdad que la investigaci ó n
sociales. Pero la distancia era todav ía mayor. En efecto, desde no puede formular juicios de valor ni procurar su justificaci ó n ,
este punto de vista perd ía también significado el esfuerzo de ¿ pero significa esto que las ciencias hist ó rico - sociales nada ten -
aunar la reflexión acerca del mé todo con una prospectiva filo- gan que decir con relación a los valores ? ¿Se declara con ello
sófica como la filosof ía de los valores; y la metodolog í a we- imposible una crí tica de los valores ? Las ciencias hist ó rico-
beriana , en cuanto se constitu ía como forma aut ó noma , ex - sociales no pueden pronunciarse acerca de la validez norma -
cluía también un discurso acerca de los valores y acerca de la tiva de los valores , pero pueden establecer su existencia em --
relación entre el hombre y los valores , del tipo desarrollado pí rica y elucidar las condiciones y las consecuencias de su rea
por Windelband y Rickert . Tomar del conocimiento hist ó rico lización. Puesto que poner en acto cierto valor como fin im -
el material para la determinació n de los valores ; remontarse plica cierto « costo » , es decir el empleo de determinados me -
desde los valores realizados en el desarrollo de la cultura a dios y la aparició n de ciertas consecuencias, una cr í tica t écnica
los valores trascendentes ; reconocer su validez incondicionada , de los valores podrá establecer la coherencia de los medios con
independiente del esfuerzo humano de realizació n ; determinar relación al fin , y la relació n de este con las otras consecuencias.
la conexi ón sistem á tica de los valores en el mundo que les es En el plano empí rico es posible, por consiguiente , una cr í tica
propio; indicar en tal conexión la base normativa estable de de los valores, atinente a los medios y , por lo tanto, a las con-
la actividad humana en cada campo ; definir la historicidad del diciones de realización del valor adoptado como fin . Ella no
hombre sobre la base de la relación necesaria con el mundo puede afirmar que un valor sea vá lido y otro no ; puede, sí ,

32 33
establecer que determinados medios son apropiados o inapro- nta ñ a ,es decir en el esfuerzo cotidiano que el hombre desa-
piados para realizar cierto valor , o que determinadas condicio trolla para tomar posición frente a los valores, realizarlos o
nes vuelven posible o imposible su realizació n. Ante todo, rechazarlos históricamente. Cambian de este modo, al mismo
puede poner de manifiesto có mo los medios que contribuyen tiempo, la determinaci ó n del status de los valores y la deter -
a realizar cierto valor vuelven precaria o impiden la existen - minación de la relación del hombre con ellos. El valor ya no
cia de otros : puede revelar la oposición entre los valores tal
como resulta de la oposici ó n entre las diversas condiciones
es, como para Rickcrt , un criterio normativo absoluto, indi -
ferente al esfuerzo humano de realización , que subsistiese en
ile realización que cada uno de ellos exige. una esfera trascendente: existe en su posibilidad de dirigir la
De esta manera llega Weber a afirmar la multiplicidad de los acción humana en virtud de la elección que le ha reconocido
valores, reconociendo la tensi ó n existente , sea entre las diver- su dignidad normativa , y por lo tanto en su posibilidad de
sas esferas de valores , o bien entre los valores pertenecientes realización en la acci ón humana. Desaparece la trascendencia
a cada una de estas esferas. Tal multiplicidad ya se hab í a on tológica de los valores ; réstales una trascendencia normati -
puesto de relieve en el curso del an á lisis de las ciencias histó- va, que designa su irrcductibilidad a la existencia de hecho. A
rico-sociales, que había discernido la diversidad de los puntos -
la vez , la relaci ón del hombre con los valores ya no es una re í a
de vista desde los cuales puede desarrollarse la investigaci ó n cion con un mundo aut ó nomo y provisto de validez incondi -
• /

y su vinculació n con determinadas orientaciones ideol ógicas cionada . Convi é rtese en una relación que adopta los valores
y culturales. Ahora <e insiste en ella a través del examen de como tales y comprueba su validez a través de la realización
las condiciones de la acció n humana. Así como las ciencias que experimentan en la acció n humana , es decir , a través de
hist órico-sociales pueden orientar su labor sobre la base de su capacidad de ser refirmados corno t érminos de referencia
este o de aquel valor , adoptado como criterio de selecci ón , del de la elección. La relació n necesaria entre el mundo de los
mismo modo la acció n práctica puede encontrar su criterio valores trascendentes, estructurado de manera sistem á tica , y
normativo en valores heterogéneos, pertenecientes a las m á s la acción humana que no puede sino reconocer su cará cter ab-
diversas esferas. Implica siempre una toma de posici ón fren -
te a los va orcs, la que implica , al mismo tiempo, la aceptaci ó n
'
de cierto valor y el rechazo de otros contrapuestos o competi -
— —
soluto tal como Rickert la había definido es reemplazada
por la relació n entre criterios normativos que valen por su po-
sibilidad de ser realizados y la acción humana que los consti-
dores. Al igual que en el campo metodol ógico, en el de la re- tuye en su validez mediante la elecció n que efect ú a.
flexión acerca de la acción humana la relación con los valcfies De este modo, mientras rebasa el á mbito de la metodología
se determina sobre la base de una elección . Lo que cambia o de las ciencias histórico-sociales, Weber se mantiene fiel al ti -
solamente el modo en que tal elección se configura : en un caso po de consideració n que hab í a elaborado en aquel campo. En
se trata de la adopción de cierto punto de vista, capaz de con - el análisis de las ciencias histórico-sociales el problema consis-
ducir a una delimitaci ó n del campo de investigació n , mientras t ía en demostrar la objetividad de su investigación a través
que en el otro se trata de una decisi ó n , hecha posible por una de la determinaci ó n de las condiciones que la vuelven posible:
valoración práctica . El mnndo de los valores, que para Rickert la metodolog ía weberiana se habí a aplicado, por ello, a dilu -
constitu ía una conexión sistem á tica provista de coherencia in - cidar las condiciones de la elección de los valores como crite-
terna , se convierte para Weber en un mundo caracterizado rios rectores de la investigación , y las condiciones de la po -
por la irreductible multiplicidad y la lucha recí proca entre los sibilidad de obtener sobre esa base una explicación causal vá -
valores: hay divergencia entre las esferas , pero también dentro lida . En el an á lisis de la acción humana , el problema consiste
tie cada una de ellas. Consecuencia de esto es que la referen- en reconocer las condiciones de la elección de los valores co -
cia al mundo de los valores va no ofrece a la acción humana mo criterios normativos de esta o aquella conducta. Tanto en
una garantía de validez incondicionndn ; tal referencia , en efec- uno como en otro caso, la relación entre el hombre y los va-
to. implica siempre una elecció n. El hombre debe decidir en lores pasa a constituir la l í nea siguiendo la cual avanza el
cada caso , en cada situación en que deba actuar , qué valor ad -
an álisis de Weber ; en ambos casos , esa relación se determina
mitirá v cu á les rechazará : la multiplicidad y la lucha entre los sobre la base de las mismas categor í as. Que se trate de dos
valores encuentra su terreno de explicitación en la acci ó n hu - formas de relaciones diferentes, ligadas a condiciones diversas

vi 35
y que expresan tipos distintos de elecció n , he ahí lo que We- una elección caracteriza , por ende, la .simat. ion del hom
ber se había propuesto ilustrar ya desde el momento en que bre en el mundo. O , m ás bien , la concatenación hist órica de
había aceptado, de Rickert , la distinció n entre juicio de valor sus diferentes situaciones, mudables de é poca en é poca y de
y « relación de valor » . Pero esta heterogeneidad de las dos civilización en civilización , constituye su estructura . En el caso
formas de relación presupone la analog ía del procedimiento tic las ciencias histérico-sociales , esta toma de posici ó n sobre-
anal í tico que logra reconocerlas corno tales. Es significativo viene mediante la adopci ó n de determinados valores como cri
que, sobre la base formulada en este ensayo, Weber haya in - i crios rectores de la investigación ; en el caso de la ciencia na -
tentado determinar paralelamente, en La ciencia como voca - tural , que excluye , no obstante, por su estructura lógica , una
ción ( 1919 ) y en La polí tica corno vocación ( 1919 ) , el sen
tido de la ciencia y el sentido de la política. ¿ Que significado
- « relación de valor » , se realiza medianamente a través de la
capacidad de volver al hombre consciente de relaciones entre
reviste la ciencia en relaci ón con el puesto del hombre en e! medios y fines que son intr í nsecos a su obra de elaboraci ón
mundo, definido sobre la base de su relaci ón con los valores ? t écnica ; en el caso de la acción práctica , y en particular en el
¿ Qu é significado reviste la pol í tica ? La respuesta es eviden - mundo de la polí tica , se convierte en la defensa tie ciertos va -
temente diversa , pero idé nticas son las categor ías mediante las lores en contra de otros , en la batalla en contra de estos y en
que se la formula . La ciencia , de hecho , en su desarrollo en favor de la instauración o conservaci ón de aquellos. Mediante
una serie de disciplinas específicas , tiende a elaborar instru - la enunciación de las consecuencias filosóficas de su metodolo-
mentos t écnicos susceptibles de uso prá ctico; pero nada puede g ía , Weber ha podido realizar as í un análisis de la situaci ó n
garantizarnos que el fin que cierta t écnica se propone sea de histórica del hombre con relación a los valores, an á lisis que
por s í v á lido, y que el objeto de una investigación sea digno obtiene su coherencia del empico desprejuiciado y riguroso de
de ser conocido. Acerca de esta validez y esta dignidad de ob- nuevas categorías interpretativas. Estas categorías , y la con -
jeto cognoscitivo deciden las valoraciones divergentes que los cepci ó n definida sobre la base de ellas , constituyen una adqui
hombres pueden formular. Pero , junto con esta función técni
ca , la ciencia cumple otra : vuelve al hombre consciente de su
- sLci ó n de gran importancia para la obra del historicismo ale-
m á n contemporá neo y se ñ alan , al mismo tiempo , un paso de -
actuar , de la relación entre los fines a que tiende y los medios cisivo en su proceso de desarrollo.
que emplea ; el producto cultural permanente de la ciencia es
la claridad , la toma de posición consciente del hombre frente
a sí mismo y a lo que hace. La filosof ía , precisamente, no es
otra cosa que este esfuerzo de clarificaci ón creciente, realizado
en un grado de generalización mayor. En el caso de la pol í tica ,
en cambio , nos encontramos con un espect á culo de violencia ,
de lucha , de mal : su dominio es el de lo é ticamente irracional .
El mundo de la pol í tica consiste siempre , pues , en una oposi -
ci ó n , al menos tendencial , a las normas de la é tica ; y esta con -
traposición, si bien puede atenuarse o ser puesta entre paré n -
tesis con relación a la é tica de la responsabilidad , se convierte
en antinomia insoluble respecto de la ética de la intención .
Peto la lucha que la política implica es inescindible, en cada
u n o de los bandos , del esfuerzo por defender determinados
valores. También en el mundo de la pol í tica se realiza cotidia -
namente la lucha entre un valor y otro ; el hombre que act ú a
pol í ticamente toma posición frente a los valores, aceptando
hacerse portador de algunos y rechazando otros. La lucha po-
l í tica es, en ú ltimo an á lisis, una lucha entre valores.
La posibilidad de tomar posición frente a los valores med í anle

Vi 37
1. La objetividad » cognoscitiva de la
«
ciencia social y de la polí tica social 1
(1904)

La primera pregunta que se suele dirigir a una revista de cien »

— —
cias sociales y , m á s todavía , de pol í tica social en el mo-
mento en que aparece o se hace cargo de ella una nueva re -
dacció n es la concerniente a su « tendencia » .2 Tampoco nosotros
podemos rehusar una respuesta , y en este lugar debemos dar -
1 Siempre que, en la primera parte de las consideraciones que siguen ,
se habla en nombre de los editores o se proponen las tareas del Ar
chil) f ür Sozialwissenschaft und Sozial politik no se trata, naturalmente,
-
de opiniones privadas del autor sino de formulaciones expresamente
autorizadas por los coeditores. La responsabilidad por la segunda parte
recae exclusivamente sobre el autor, tanto en cuanto a la forma como
al contenido.
El Archiv jam ás caerá en el sectarismo de una determinada opinió n dog -
má tica , pues ello est á garantizado por la diversidad de puntos de vista ,
no solo entre sus colaboradores, sino incluso entre sus editores, aun en
materia de metodología . Naturalmente, un acuerdo en cuanto a ciertas
concepciones fundamentales fue prerrequisito de la direcció n colectiva ,
Consiste, en particular, en la apreciació n del valor del conocimiento
teórico desde puntos de vista « unilaterales», as í como en la exigencia
de la formación de conceptos precisos y la estricta separación entre sa
ber emp í rico y juicios de valort tal como aqu í se la sostiene, aunque
-
sin que se pretenda decir con ello algo nuevo.
La amplitud de la discusió n ( en Ja segunda parte ) y la frecuente repo
tición de la misma idea sirven al exclusivo fin de alcanzar con tales
consideraciones el m á ximo posible de comprensibilidad. En aras de este
— —
Interés se ha sacrificado - esperamos que no excesivamente el rigor
de la expresión, y en virtud de ello también se ha dejado de lado el
intento de presentar , en lugar de la ejemplificació n de algunos puntos
de vista metodológicos, una investigación sistemática. Esta habr í a exi-
gido introducir una multitud de problemas de teoría del conocimiento
que en parte se encuentran situados en un nivel de profundidad toda -
v ía mayor .
No hemos de tratar aqu í cuestiones de lógica , sino ciertos notorios
resultados de la lógicai moderna , a fin de que los podamos aprovechar *
tampoco hemos de resolver problemas, sino ilustrar su significación pa-
ra los no especialistas. Quien conozca los trabajos de los lógicos mo-

dernos - mencionaré sólo a Wmdelband , Simmel y, para nuestros fines

en especial a H. Rickert- advertirá en seguida que aqu í lo esencial
se relaciona con ellos ,
,

2 Este ensayo se publicó en el momento del traspaso del Archiv f ür


la , cun relación a nuestra « Nota introductoria » ,* dentro de un 1
planteo m ás fundamental . Con ello se ofrece la oportunidad
de ilustrar, siguiendo varias direcciones, la especificidad de la Todos sabemos que , como cualquier otra ciencia cuyo objeto
labor de la « ciencia social » tal como la entendemos, lo cual sean las instituciones y los procesos de la cultura humana ( >
puede resultar ú til, si no para el especialista , s í para muchos exceptuada , quizá , la historia pol í tica ) , la nuestra parti ó hist ó
lectores alejados de la práctica cient í fica , a pesar de que se ricamente de perspectivas prácticas. Formular juicios de valor
trata de « nociones obvias » , o quizá s a causa de ello. sobre determinadas medidas del Estado en materia de econo
m ía pol í tica constituyó su fin más inmediato y , en un comien
Propósito expreso del Archiv fue, desde su nacimiento, junio zo , el tí nico. Fue una « t écnica », en el sentido en que tambié n
a la ampliación de nuestro saber acerca de las « condiciones so- lo son las disciplinas cl í nicas de las ciencias medicas. Ahora
ciales de todos los pa íses » , y , por lo tanto, de los hechos de bien , es sabido cómo esta posición se modificó de manera
la vida social , la formaci ón del juicio acerca de los problemas

prácticos mismos y , con ello en la medida limitada en que
semejante meta puede exigirse de estudiosos particulares , la

crí tica de la prá ctica polí tico-social , incluida la legislación . A
progresiva , pero sin que se trazase una división de principio
entre el conocimiento de « lo que es » y el de « lo que debe ser ** .
En contra de ello operó , ante todo, la opinión de que los pro-
cesos econ ómicos estaban presididos por leyes naturales in
pesar de ello, tambié n desde el comienzo el Archiv ha sosteni- mutables o por un principio de desarrollo un í voco, y que , en
do que pretendía ser una revista fcxclusivamente cient ífica y

consecuencia , el deber ser coincid í a, o bien en el primer ca -
que laborar ía con los solos medios de la investigación cienti -
jica Surge, de este modo, una pregunta : ¿ Cómo se concilia en
principio aquel fin con la limitaci ó n a estos medios ? ¿ Qu é
significa que el Archiv dé cabida en MIS columnas a juicios
— —
so con lo que inmutablemente es , o bien en el segundo
con lo que inevitablemente deviene. Con el despertar del sen
tido hist ó rico, pasó a predominar en nuestra ciencia una com

hi naci ó n de evolucionismo é tico y de relativismo histórico que
acerca de reglas legislativas o de administraci ón , o proyectos buscaba despojar a las normas é ticas de su cará cter formal ,
de tales ? ¿ Cu á les son las normas para estos juicios ? ¿ Cu á l es determinarlas en cuanto a su contenido , introduciendo la to -
la validez de los juicios de valor formulados o que determina - talidad de los valores culturales en el á mbito de lo «ético» , y .
do autor supone en los proyectos pr á cticos sugeridos por é l ? con ello , elevar la econom ía pol í tica a la dignidad de una « cien
¿ En qu é sentido se mantiene este , con ello, en el terreno de cia é tica » sobre bases empí ricas. En cuanto se aplicaba a la
la dilucidación cient í fica, ya que lo característico del conoci- totalidad de los ideales de cultura posibles el sello de lo « é ti -
miento cient ífico ha de hallarse en la validez « objetiva » de co » , se volatilizaba la dignidad especí fica del imperativo mo
'Us resultados en cuanto verdades? Ilustraremos primero nues- ral , sin que por ello se ganase nada en cuanto a la «objetivi
tro punto de vista sobre tales cuestiones , para pasar luego a dad » de la validez de aquellos ideales. Por el momento pode-
esta otra : ¿ En qué sentido existen « verdades objetivamente mos v debemos dejar de lado una confrontación de principi »
v álidas » en el terreno de las ciencias de la vida cultural en con esa posici ó n : nos atendremos sencillamente al hecho de
general? Pregunta esta que no puede ser esquivada en vista que , todav ía hoy , no ha desaparecido la opinión imprecisa
Je los continuos cambios y las enconadas pol é micas suscitados
en torno de los problemas aparentemente m ás elementales de
nuestras disciplinas , del m é todo de su trabajo, del modo de
que
-
antes al contrario, es muy com ú n entre los prácticos
la econom í a pol í tica deba producir juicios de valor

a par
de

tir de una « cosmovisión econ ómica » espec í fica .


formación tic sus conceptos y de su validez. No hemos de
ofrecer aquí soluciones sino indicar problemas, a saber, aque-
llos a los cuales nuestra revista , a fin de cumplir cabalmente
sus tareas actuales y futuras, debe prestar atención .

Sozialwisscnschalt und Social pul it ¡k a los editores Werner Soinbari ,


rica , debe queremos establecerlo de antemano rechazar
por principio ese punto de vista , pues opinamos que jam ás —
Nuestra revista , como representante de una disciplina emp í -

puede ser tarea de una ciencia emp í rica proporcionar normas
Max Weber y Edgar Jal te. ( N. de Marianne Weber.) e ideales obligatorios , de los cuales puedan derivarse prerep
Se refiere a la nota programá tica que iniciaba la nueva serie del tos para la prá ctica.
Archiv . ( N. del T. ) Pero, ¿ qu é se desprende de esa afirmació n ? En modo alguno

40 41
|ue los juicios de valor hayan de estar sustra í dos en general a personal . La ciencia puede proporcionarle la conciencia de que
¡ a discusi ón cient í fica por el hecho de que derivan , en ú ltima toda acción , y también , naturalmente, seg ú n las circunstancias,
instancia , de determinados ideales y , por ello, tienen origen la / / / -acci ó n , implica , en cuanto a sus consecuencias, una toma
« subjetivo ». Ya la pr á ctica y el fin mismos de nuestra revista de posició n en favor de determinados valores, y , de este mo-
desautorizar í an semejante afirmación . La cr í tica no se detiene
« nte los juicios de valor. Antes bien , la cuestió n es la siguiente: — —
do, por regla general en contra de otros cosa que se deseo
noce hoy con particular facilidad . Pero practicar la selecció n
¿ Qué significa y que se propone la cr í tica cient ífica de los idea - es asunto suyo.
les y juicios de valor ? Esto requiere una consideración más Respecto de esta decisión , podemos ofrecerle todav ía algo: el
atenta . conocimiento del significado de aquello a que se aspira . Po-
Cualquier reflexi ón conceptual acerca de los elementos ú lti - demos enseñarle a conocer los fines que é l procura , y entre los
mos de la acción humana provista de sentido se liga , ante todo, cuales elige , de acuerdo con su conexión y significado, ante
a las categor ías de « lin » y « medio ». Queremos algo en con- todo poniendo de relieve y desarrollando en su trabazón ló-
creto « en virtud de su valor propio » o como medio al servicio gica las « ideas » que est á n o pueden estar en la base del fin
de aquello a lo cual se aspira en definitiva. A la consideració n concreto. P.n efecto , una de las tareas esenciales de cualquier
cient í fica es asequible ante todo, incondicionalmente, la cues- ciencia de la vida cultural del hombre es, desde luego, poner
tión de si los medios son apropiados para los fines dados. En de manifiesto para la comprensió n espiritual estas « ideas » por
cuanto podemos ( dentro de los l ímites de nuestro saber en ca - las cuales se ha luchado y se lucha , en parte realmente y en
da caso ) establecer vá lidamente cu áles medios son apropiados parte solo en apariencia . Esto no sobrepasa los l í mites de una
o ineptos para un fin propuesto, podemos tambié n , siguiendo ciencia que aspire a un « ordenamiento conceptual de la realidad
este camino, ponderar las chances de alcanzar un fin determi - empírica » , ni los medios que sirven a esta interpretaci ón de
nado en general con determinados medios disponibles, y, a valores espirituales son « inducciones » en el sentido corriente
partir de ello , criticar indirectamente la propuesta de los fines del t é rmino, No obstante, esta tarea , al menos en parte, rebasa
mismos, sobre la base de la situación hist órica correspondien - los marcos de la econom ía polí tica como disciplina especiali -
te, corno prá cticamente provista de sentido, o, por lo contra - zada dentro de la división del trabajo habitual ; tr á tase de la -
rio, como sin sentido de acuerdo con las circunstancias dadas. bores propias de la filosof í a social . Pero la fuerza histórica de
Podemos, también , si la posibilidad de alcanzar un fin pro- las ideas ha sido y es tan predominante para el desarrollo de
puesto aparece como dada , comprobar las consecuencias que la vida social que nuestra revista no puede sustraerse a esta
tendría la aplicación del medio requerido, además del eventual labor ; antes bien , hará de su atenci ón uno de sus m á s impor
logro del fin que se busca , a causa de la interdependencia de tnntes deberes.
lodo acaecer. Ofrecemos de este modo a los actores la posibi- Pero el tratamiento cient í fico de los juicios de valor permite ,

lidad de ponderar estas consecuencias no queridas con las bus- además, no solo comprender y revivir los fines queridos y los
cadas, y con ello de responder a la pregunta : ¿ Cu á nto « cues- ideales que está n en su base, sino que tambi én , y ante todo ,
' a » el logro del fin deseado en los t é rminos de la pé rdida pre ense ñ a a « juzgarlos » crí ticamente. Esta cr í tica , por cierto ,
visible respecto de otros valores? Puesto que , en la gran ma
yoría de los casos , cualquier fin a que se aspire « cuesta » o
- solo puede tener car ácter dial éctico, es decir que solo puede
constituir un enjuiciamiento lógico-formal del material que se
puede costar algo en este sentido, la auto- reflexión de hom- presenta en los juicios de valor e ideas históricamente dados ,
bres que act ú en responsablemente no puede prescindir de so- v un examen de los ideales con respecto al postulado de la
pesar entre s í fines y consecuencias de la acci ó n ; justamente, ausencia de contradicción interna de lo querido. En cuanto se
ucer posible esto es una de las funciones m ás esenciales de propone este fin , ella puede proporcionar al hombre que quie -
la cr í tica t écnica, que hemos considerado hasta aqu í. Ahora re la conciencia de los axiomas ú ltimos que est á n en la base
bien , extraer una decisión de aquella ponderación no constitu - del contenido de su querer , de los criterios de valor ú ltimos
ye ya una tarea posible para la ciencia ; es propia del hombre de los cuales parte inconscientemente , o de los cuales, para
que quiere: este sopesa los valores en cuestión, y elige entre ser consecuente , debiera partir. Ahora bien , llevar a la con
ellos, de acuerdo con su propia conciencia y su cosmovisió n ciencia estos criterios ú ltimos que se manifiestan en el juich

42 43
de valor concreto es, por cierto, Jo máximo que ella puede fines ú ltimos varían y han sido cuestionados históricamente.
realizar sin adentrarse en el terreno de la especulació n. Que En efecto , también el conocimiento de las proposiciones m ás

— —
el sujeto que juzga deba profesar estos criterios ú ltimos es seguras de nuestro saber teó rico de las ciencias naturales
asunto suyo , personal , y ata ñe a su voluntad y a su conciencia , exactas o de la matem á tica es, lo mismo que el afinamien-
no al saber cient í fico. to y aguzamiento de la conciencia , ante todo un producto de
Una ciencia empí rica no puede enseñar a nadie qué debe hacer , .
la cultura Solo cuando reflexionamos en especial acerca de
sino ú nicamente qu é puede hacer y , en ciertas circunstancias , los problemas prá cticos de la pol í tica econ ó mica y social ( en
qu é quiere. Es verdad que, en el campo de nuestras ciencias , el sentido corriente del t é rmino ) , mu éstrase con claridad que
las cosmovisiones personales se introducen de continuo tam - existen numerosas, y hasta incontables cuestionen particulares
bién en la argumentación cientí fica ; la perturban siempre, y prácticas para cuya discusió n se parte , de com ú n acuerdo, de
dejan traslucir su gravitación de maneras distintas, aun en el
campo del establecimiento de simples conexiones causales en -

ciertos fines que aparecen como obvios piénsese, por ejem -
plo, en la ayuda previsional , en tareas concretas de la salud
tre los hechos , con el resultado, en cada caso, de aumentar o pública , el socorro a los pobres , o en disposiciones como las
disminuir las chances de los ideales personales , a saber: la inspecciones de f á brica , los tribunales industriales , las bolsas
posibilidad de querer algo determinado . Et \ este respecto, a de trabajo y gran parte de las normas legales de protección
los editores y colaboradores de nuestra revista « nada humano

para los trabajadores , y respecto de los cuales solo se cues-
tiona , al menos en apariencia, los medios para lograrlos. Pero

— —
'es es ajeno ». Pero hay mucho trecho entre este reconocimicn
to de las debilidades humanas y la creencia en una ciencia aun si confundiésemos cosa que la ciencia jam ás podr ía ha-
« é tica » de la econom í a pol í tica que pudiera extraer ideales de cer impunemente la apariencia de lo obvio con la verdad , y
s í misma , o bien producir normas concretas por aplicación , a quisi ésemos considerar los conflictos a que de inmediato con-
MI materia , de principios é ticos universales. Es verdad , ade- duce el intento de realización práctica como cuestiones técni -
m á s , que precisamente aquellos elementos m ás í ntimos de la
« personalidad » , los juicios de valor ú ltimos y supremos que

cas de oportunidad lo cual a menudo ser ía erró neo , nos

percatar íamos , sin embargo , de que tambi é n esta apariencia
del cará cter obvio de los criterios reguladores de valor desapa -
determinan nuestra acción y confieren sentido y significado a
nuestra vida , son percibidos por nosotros como algo « objeti
vamente » válido. Podemos sostenerlos solamente cuando se
- rece en cuanto , desde los problemas concretos de los servicios
del bienestar , nos elevamos hacia las cuestiones de la polí tica
presentan como v álidos, como derivados de los valores supre
mos de nuestra vida , y , por lo tanto, cuando se desarrollan en
- econ ómica y social. El signo del carácter politico socia1 de un
problema consiste, precisamente, en que no se lo puede resol-
lucha contra los obst á culos de esta. Sin duda , la dignidad de la ver sobre la base de meras consideraciones t écnicas a partir
« personalidad » reside en que para ella existen valores a los de fines establecidos , y en que los criterios reguladores de va -
cuales refiere su propia vida , y si estos , en el caso particular, lor pueden y deben ser puestos en cuestión , porque el proble-
residiesen exclusivamente dentro de la esfera de la propia in - ma pertenece a la regi ó n de las cuestiones culturales generales.
dividualidad , el « exteriorizarse » en aquellos de sus intereses Y tal disputa no se produce solo, como se cree hoy con tanta
para los cuales exige la validez en cuanto valores constituye facilidad , entre « intereses de clase », sino tambié n entre eos-
para ella , precisamente , la idea a la cual se refiere. De todos movisiones, aunque sigue siendo verdad que la elección , por
modos, solo en el supuesto de la fe en valores tiene sentido parte del individuo, de una cosmovisión determinada depen -
el intento de sostener desde fuera juicios de valor . No obs- de, entre otros factores v con seguridad en alta medida , del
tante, enjuiciar la validez de tales valores es asunto de la fe , y , grado de afinidad que ella presente con su « interés de clase»
junto n ella , quizá tarea de una consideración e interpretaci ó n
especulativas de la vida y del mundo con respecto a su sentido;
—— para aceptar aqu í este concepto , un ívoco solo en aparien -
cia . Pero una cosa es segura en cualquier circunstancia :
con seguridad, no es objeto de una ciencia empírica en el sen- cuanto m ás « universal » sea el problema en cuestió n , es decir ,
tido que se le debe atribuir aqu í. Respecto de esta diferencia - en nuestro caso, cuanto m ás amplio sea su significado cultural ,
ción no tiene —
n contra de lo que a menudo se cree peso
decisivo el hecho , empí ricamente demostrable , de que aquellos
tanto menos susceptible será de una respuesta extra ída del
material del saber emp í rico , y tanto mayor el papel de los

44 4 *>
axiomas personales ú ltimos de la fe y de las ideas valorat ívas. opiniones contrapuestas, o tomar partido por una de ellas.
Es sencillamente una ingenuidad , aunque también caigan en ella Pero esto nada tiene que ver con la « objetividad » cient í fica.
ciertos especialistas , considerar que sea preciso, para la cien- La « l í nea media » en modo alguno se acerca más a la verdad
cia social prá ctica , erigir ante todo « un principio » , demostrado cient í fica que los ideales partidistas m á s extremos , de derecha
cient í ficamente como v á lido , a partir del cual puedan dedu - o de izquierda . En definitiva, nada ha perjudicado m á s el in-
cirse luego , de manera uní voca , las normas para la solución de terés de la ciencia que el que no se quieran ver los hechos
los problemas singulares pr ácticos. Por m á s que en la ciencia incómodos y las realidades de la vida en su dureza. El Archiv
social sean necesarias las explicaciones « de principio » de pro- luchar á incondicionalmente en contra de la grave ilusión de
blemas prácticos, es decir , la referencia de los juicios de valor , que se pueda , a través de la síntesis entre opiniones partidis-
que se introducen de manera no reflexiva , a su contenido de tas, o siguiendo la diagonal entre muchas de ellas, obtener
ideas ; y por m ás que nuestra revista se proponga consagrarse normas prácticas de validez cient í fica ; en efecto , puesto que
de manera particular precisamente a tales explicaciones , la estas tentativas gustan de encubrir de manera relativista sus
determinación de un com ú n denominador pr á ctico para nues - propios criterios de valor , son m ás peligrosas para una inves-
tros problemas en la forma de ideales ú ltimos universal mente tigación imparcial que la antigua fe ingenua de los partidos en
vá lidos no puede , con seguridad , ser su tarea , ni , en general , la « demostrabilidad » científica de sus dogmas. La capacidad
la de una ciencia empí rica : como tal seria , no solo insoluble , de diferenciar entre conocer y juzgar , y el cumplimiento, tan-
sino tambié n carente de sentido. Y por m ás que sea posible to del deber cient ífico de ver la verdad de los hechos , como
señ alar el fundamento y el modo de obligatoriedad de los im- del pr á ctico de adherir a los propios ideales, he ahí aquello
perativos éticos, es seguro que a partir de ellos , en cuanto con lo cual queremos familiarizarnos cada vez más.
normas para la acción concretamente condicionada de los in-
dividuos , es imposible deducir de manera un í voca contenidos
de cultura que sean obligatorios, y por cierto tanto menos
— —
Es y seguir á siendo esto es lo que nos interesa , en cual-
quier é poca , una diferencia insalvable el que una argumenta-
ción se dirija a nuestro sentimiento y a nuestra capacidad de
cuanto m á s abarcadores sean los contenidos en cuesti ó n . Solo entusiasmarnos por fines pr á cticos concretos o por formas y

las religiones positivas expresado con mayor precisión : las contenidos de cultura, o bien a nuestra conciencia , en caso de
sectas ligadas por un dogma — pueden conferir al contenido
de valores cid turales la dignidad de un mandato ético incon -
que est é en cuestión la validez de ciertas normas é ticas; o
6

bien el que se dirija a nuestro poder y necesidad de ordenar


dicionalmente v á lido. Fuera de ellas , los ideales de cultura que conceptualmente la realidad emp í rica de un modo que preten-
el individuo quiere realizar y los deberes éticos que dehe cum - da validez como verdad empírica , Y esta proposición sigue
plir poseen una dignidad fundamentalmente distinta . El des- siendo correcta no obstante que, como mostraremos, aquellos
tino de una é poca de cultura que ha comido del á rbol de la « valores » supremos del interés práctico tienen importancia
ciencia consiste en tener que saber que podemos hallar el sen - decisiva , y la tendrá n siempre , respecto de la orientación que
tido del acaecer del mundo, no a partir del resultado de una la actividad ordenadora del pensamiento introduce , en cada
investigación , por acabada que sea , sino siendo capaces de caso, en el á mbito de las ciencias de la cultura . En efecto, es
crearlo ; que las « cosmovisiones » jam ás pueden ser producto y seguirá siendo cierto que una demostración científica metó-
de un avance en el saber empí rico, y que , por lo tanto, los dicamente correcta en el á mbito de las ciencias sociales , si pre-
ideales supremos que nos mueven con la m á xima fuerza se tende haber alcanzado su fin, tiene que ser reconocida también
abren camino, en todas las épocas , solo en la lucha con otros como correcta por un chino. Dicho con mayor precisión: debe
ideales , los cuales son tan sagrados para otras personas como aspirar en cualquier caso a tal meta , aun cuando esta , por de-
para nosotros los nuestros .
ficiencia de los materiales, no sea alcanzable . Esto significa,
Solo un sincretismo optimista , cual surge a veces del relativis- también , que el an á lisis lógico de un ideal en cuanto a su con-
mo histórico-evolutivo, puede enga ñ arse teóricamente acerca tenido y a sus axiomas últimos, y la indicación de las conse-
de la extrema seriedad de este estado de cosas o eludir en la cuencias que su persecución producir á en los terrenos lógico
práctica sus consecuencias . Como es obvio, en casos particula - y pr áctico , han de ser válidos también para un chino, si es
res puede ser obligatorio para el polí tico pr áctico conciliar que deben considerarse logrados. Y ello aunque este pueda

46 47

carecer de « sensibilidad » para nuestros imperativos é ticos , y
aunque rechace como seguramente lo hará muy a menudo
el ideal mismo y las valoraciones concretas que de él derivan,
pues nada de eso afecta el valor cient ífico de aquellos análisis
— ser realizada en todo su alcance, en forma intuitivamente
comprensible, si no es mediante la confrontación de los cri -
terios valorativos que está n en su base con otros, y por cierto
tambié n , ante todo , con los propios. Ninguna valoración pro-
conceptuales. Nuestra revista en modo alguno ignorará los vista de sentido de una voluntad ajena puede consistir en
intentos, que siempre y de manera inevitable se repiten , de otra cosa que en una cr í tica cumplida a partir de la propia
determinar un ívocamente el sentido de la vida cultural. Por « cosmovisi ó n » , en una lucha en contra del ideal ajeno condu -
lo contrario, ellos se cuentan , precisamente, entre los más im- cida sobre Ja líase del propio. Por lo tanto, si , en el caso par -
portantes productos de esa misma vida cultural y , en ciertas ticular , el axioma de valor ú ltimo que est á en la base de una
circunstancias, tambié n entre sus m á s poderosas fuerzas im - voluntad prá ctica debe ser , no solo comprobado y analizado
pulsoras. Por ello seguiremos siempre con cuidado el curso de cient íficamente, sino también presentado en sus relaciones
las discusiones de « filosof ía social » en este sentido. Má s to- con otros axiomas de valor , es inevitable una cr í tica « positiva »
davía: en nada compartimos el prejuicio de que las considera - realizada por medio de una exposición de la conexión recí-
ciones de la vida cultural que procuran interpretar metaf ísica- proca de estos ú ltimos.
mente el mundo, yendo m ás all á de la ordenació n conceptual Por ello, en las columnas de la revista se hablar á , en especial
de los datos empí ricos, no puedan, por causa de este car ácter en el tratamiento de las leyes, de ciencia social 1 ordena-

— —
miento conceptual de los hechos , pero inevitablemente tam -
suyo, contribuir de alg ú n modo al conocimiento. En qu é con -
sista esta contribuci ó n es un problema propio de la doctrina
del conocimiento , cuya respuesta debemos y tambié n podemos
dejar de lado aqu í para nuestros fines. Con respecto a nuestra

bié n Je polí tica social la exposición de ideales . Pero en
modo alguno nos proponemos hacer pasar tales pol é micas por
« ciencia» , y emplearemos nuestros mejores esfuerzos en pre
labor , en efecto, una cosa es segura: una revista de ciencias cavemos de que se mezclen y confundan con ella . En tal caso,
sociales en el sentido en que la entendemos debe , en la medida no ser í a ya la ciencia quien hablara. En consecuencia , el se-
en que tiende a ser ciencia, ser un lugar donde se busca la

verdad , y tal que para seguir con nuestro ejemplo exija

también de un chino el reconocimiento de la validez de cierto
ordenamiento conceptual de la realidad empí rica .
gundo imperativo fundamental de la imparcialidad cient í fica
consiste en lo siguiente: En tales casos, es preciso indicar

al lector ( y digá moslo nuevamente a nosotros mismos )
cuándo calla el investigador y comienza a hablar el hombre
como sujeto de voluntad , dónde los argumentos se dirigen al
Por cierto, los editores no pueden prohibir de una vez por intelecto y d ó nde al sentimiento. La confusi ón continua entre
todas, a s í mismos y a sus colaboradores , que expresen los elucidaci ón científica de los hechos y razonamiento valorativo
ideales que alientan , incluso en juicios de valor. Pero de ello es una de las caracter ísticas m ás difundidas en nuestras dis-
brotan dos importantes deberes. En primer lugar , el de que ciplinas, pero tambi é n la m ás perjudicial . En contra de esta
tanto el autor como los lectores tengan clara conciencia , en confusión, precisamente, se dirigen las anteriores considera-
cada instante, acerca de cuáles son los criterios empleados ciones , y no por cierto en contra de la intromisión de los
para medir la realidad y obtener
— partiendo de ellos
entre los ideales y de pretender « ofrendar un poco a cada
— el
juicio de valor ; ello en lugar de enga ñ arse acerca del conflicto
propios ideales. Descaracterizaáón y « objetividad » cientí fica
nada tienen en com ú n . Nuestro Arcbiv, al menos de acuerdo
con sus propósitos, jam ás ha sido ni deberá ser un lugar don -
uno » , como sucede con demasiada frecuencia mediante una de se polemice contra determinados partidos pol í ticos o de
confusi ón imprecisa de valores del m ás diverso tipo. Si este pol í tica social ; menos todavía un sitio donde se haga prose -
deber es observado estrictamente, la toma de posici ón prá ctica litismo en favor o en contra de ideales pol í ticos o de pol ítica
puede resultar , respecto del puro interés científico, no solo social ; para ello existen otros órganos. Antes bien , desde el
inocua , sino directamente ú til y hasta necesaria : en la crí tica comienzo, la característica de la revista ha sido, y deberá
científica de las propuestas legislativas y de otros proyectos ser en el futuro, en cuanto esté al alcance de los editores, la
prácticos , la elucidación de los motivos del legislador y de colaboración , en la labor científica, de los m á s encarnizados
los ideales del publicista criticado muy a menudo no puede enemigos pol í ticos. Hasta aqu í no ha sido un órgano « soaa -

48 49
lista », ni será en el futuro un órgano « burgués » . Nadie que determinados problemas prácticos relativos a la « cuestión
quiera permanecer en el terreno de la discusió n científica ser á obrera » en el sentido tradicional del t é rmino. Aquellas per-
excluido del círculo de sus colaboradores. No puede ser la sonalidades para quienes los problemas que la revista se pro-
arena en que se debaten « respuestas » , ré plicas y contrarré pli- pon ía tratar se ligaban con las ideas de valor supremas y de-
cas, pero tampoco protegerá a sus colaboradores , y menos to- cisivas, y que de este modo se convirtieron en sus colabora-
dav í a a sus editores , de quedar expuestos a la m ás aguda dores regulares, pasaron a ser , precisamente por eso, repre-
crí tica basada en hechos cient í ficamente comprobados. Quien sentantes de una concepción cultural caracterizada , de manera
no pueda soportar esto , o bien se encuentre en tal situación si no idéntica al menos semejante , por esas ideas de valor .
que no quiera colaborar con personas que est á n al servicio Todo el mundo sabe, pues , que si la revista rechazó de modo
de un ideal distinto del suyo , el ideal del conocimiento cien * expreso toda « tendencia » , no obstante poseyó con seguridad
t ífico , puede mantenerse alejado de nuestra revista . un « carácter » en el sentido ya expuesto, a pesar de su limita-

Por desgracia no queremos engañarnos acerca de esto ,
con esta ú ltima afirmación se ha dicho mucho m ás que lo que — ci ón a las discusiones cient íficas y a su invitació n a « los miem -
• /

bros de cualquier sector polí tico» . Ese car ácter fue creado por
a primera vista parece. Ante todo , como ya hemos se ñ alado, el cí rculo de sus colaboradores regulares. Se trataba de hom -
la posibilidad de colaborar imparcialmente con opositores po
- bres que , por m ás que sus opiniones difirieran en cualquier

l í ticos en un terreno neutral social o ideal

condiciones de Alemania. Digno de ser combatido en sí como
tiene sus
limitaciones psicológicas en todas partes ; m ás todav ía en las
otro campo , ten ían por meta la defensa de la salud f ísica de
las masas laboriosas y su creciente participación en los bienes
materiales y espirituales de nuestra cultura , para lo cual , sin
signo de estrechez fan á tica y de atraso en materia de cultura embargo , consideraban que el medio consistía en aunar la
polí tica , este rasgo cobra para una revista como la nuestra intervención del Estado en las esferas de intereses materiales
gravedad decisiva por la circunstancia de que , en el ámbito con el libre desarrollo ulterior del ordenamiento estatal y ju -
de las ciencias sociales , el impulso para el tratamiento de los rídico existente ; adem ás, cualquiera que fuese su opinión
problemas cient í ficos proviene , por regla general , de « cuestio- acerca de la forma del ordenamiento social para el futuro
nes » prácticasy de manera que el mero reconocimiento de la remoto, defend í an para el presente el desarrollo capitalista ,
existencia de un problema cient ífico se liga estrechamente , en no porque este les pareciera el mejor respecto de las formas
lo personal , con la voluntad de hombres vivientes , orientada m ás antiguas de articulación social, sino porque lo considera -
en un sentido preciso. Por ello, en las columnas de una revista ban inevitable en la práctica y pensaban que el intento de
que ha nacido bajo el influjo de un interés general acerca de un llevar una lucha fundamental en contra de él significaría, no
problema concreto , com ú nmente han de agruparse, en calidad el mejoramiento, sino un obst á culo al ascenso de la cla -
de colaboradores , hombres que prestan su interés personal a se obrera hacia las luces de la cultura . En las condiciones
esc problema en cuanto consideran que ciertas circunstancias existentes en Alemania —que no necesitan aqu í una exposi-
concretas est á n en contradicci ón con los ideales en que creen ,
los cuales est á n amenazados por ellas . Muy pronto la afinidad
ción detallada — esto era inevitable , y lo sería también hoy.
En realidad , redundó en beneficio de la m ás amplia participa -
de tales ideales acercar á ese cí rculo de colaboradores y permi
- ció n en las discusiones cient íficas , contribuyendo a prestar fuer -
tirá reclutar otros , nuevos, lo cual conferir á a la revista , al
menos en cuanto al tratamiento de problemas po/Z/ Zco-socinles
prácticos, un « car ácter » determinado, como inevitable secuela
— —
za a la revista y basta en las condiciones dadas constituyó
uno de los t ítulos que justificaron su existencia .
Ahora bien , no hay duda de que el desarrollo de un « carácter »
de la cooperaci ón de hombres sensibles , que ni aun en la la
bor puramente teó rica sofocan sus tomas de posición valora - en el sentido mencionado puede constituir , en el caso de una
tivas respecto de los problemas, y que se expresan con total - revista cient ífica , un peligro para la imparcialidad de la labor
legitimidad tambié n
— — dentro de los prerrequisitos que ya
hemos aclarado en la cr í tica de proyectos y medidas prác
ticos. Ahora bien , el Archiv apareció en una época en que -
cient ífica, y que, de hecho, debe constituirlo si la selección de
los colaboradores fuese deliberadamente parcial: en tal caso ,
admitir tal cará cter equivaldr í a a sostener una « tendencia » .
Los editores tienen plena conciencia de la responsabilidad que
ocupaban el primer plano de las discusiones de ciencia social les impone esta situación. No se proponen modificar delibera -

50 51
Já mente el Archiv , ni conservarlo de manera artificial median - v deslindamientos de ciencias; no obstante , debemos aclarar
te la restricció n premeditada del cí rculo de colaboradores a sucintamente qué significa ello.
los especialistas que sostengan determinadas opiniones. Lo Que nuestra existencia f ísica , as í como la satisfacción de nues -
aceptan como algo dado y conf ían en su ulterior « desarrollo » . tras necesidades inas espirituales, choquen en todas partes
Cómo se configurará en el futuro y cómo se transformará con la limitación cuantitativa y la insuficiencia cualitativa de
quizás , a consecuencia de la inevitable ampliació n del cí rculo los medios externos necesarios para tal fin , y que tal satisfac
de nuestros colaboradores, es algo que depender á , en primer ción requiera la previsión planificada y el trabajo, al par que
la lucha contra la naturaleza y la asociaci ón con los otros hom
lugar, del carácter de aquellas personalidades que, con el pro-
pósito de ponerse al servicio de la labor científica, ingresen
en ese cí rculo y tomen las pá ginas de la revista como algo pro-
bres, he ah í xpresudo del modo más impreciso el hecho
fundamental al que se ligan todos los fenó menos que carac -

pio, o bien permanezcan en ellas en esa condición . Dependerá , terizamos, en el sentido m ás lato, como económico-sociales
también , de la ampliación de los problemas cuya indagación El car ácter «económico-social » de un fenó meno no es algo que
se proponga. este posea objetivamente. Antes bien , est á condicionado por
Con esta observación llegamos al problema , no considerado la orientación de nuestro interés cognoscitivo, tal como resulta
hasta aqu í, de la delimitación objetiva de nuestro á mbito de de la significación cultural específica que en cada caso atribu í
labor. No es posible responder a é l , sin embargo, sin conside- mos ni proceso correspondiente. Cada vez que un proceso de
rar la índole del fin cognoscitivo de la ciencia social . Hasta la vida cultural est á anclado, de manera directa o mediata , en
ahora , en cuanto distinguimos por principio « juicio de valor » aquel hecho fundamental , en cuanto a aquellos aspectos de su
y « saber de experiencia » , hemos presupuesto que exist ía un especificidad en que para nosotros consiste su significación
tipo de conocimiento incondicionalmente v á lido, esto es, el particular , entonces contiene un problema de ciencia social ,
ordenamiento conceptual de la realidad empí rica en el campo o, en la medida en que ese sea el caso, puede al menos con te
tie las ciencias sociales. Ahora tal supuesto se convertirá en ncrlo ; representa , pues, una tarea para una disciplina que se
problema , pues hemos de averiguar qu é puede significar la proponga elucidar el alcance de aquel hecho fundamental.
« validez » objetiva de la verdad a que aspiramos en nuestro Dentro de los problemas económico-sociales podemos distin
guir , en primer lugar , procesos y complejos de estos normas
á mbito. Que este problema existe como tal , y que no lo , ,
creamos aqu í por gusto de ergotizar , es algo que no puede ,
instituciones etc ., cuya significaci ó n cultural reside para no
escapar a nadie que observe la lucha en torno de m é todos , sotros esencialmente en su aspecto econ ó mico, y que orno
« conceptos básicos » y presupuestos, as í como el continuo cam
bio de los « puntos de vista » y la constante reelaboración de
los procesos de la villa bursá til y bancaria
interesan solo desde este punto de vista .
— en
Esto
lo esencial
ocurrir á como
nos

los «conceptos » en uso, y que contemple cómo un abismo regla general ( aunque no exclusivamente ) cuando se trate de
al parecer insalvable separa los modos de consideración histó- instituciones que fueron creadas o que son utilizadas cons
rico y teórico, al punto de que existan « dos econom ías pol í ti - cien( emente con fines econó micos. A tales objetos de nuestro
cas » , segú n se quejó cierta vez en Viena un apesadumbrado conocer podemos denominarlos procesos o instituciones « eco-
examinando. ¿Que significa aqu í «objetividad »? Es esta la nómicos » . A estos se añaden orros — por ejemplo, los proce-
ú nica cuestión que queremos examinar en las consideraciones
que siguen .

sos de la vida religiosa que no nos interesan ( con seguridad
al menos no en primer lugar ) desde el punto de vista de en su
significació n econ mica
ó y en virtud de esta , j >ero que ,
ciertas circunstancias, cobran significación en ese sentido por
que producen efectos que sí nos interesan desde aquel punto
II de vista : los llamaremos fenómenos « económicamente pertió
nentes » . Por ú ltimo , entre los fen ó menos que no son « econ
Desde el comienzo, la revista concibi ó los objetos de que se micos » en nuestro sentido, existen algunos cuyos efectos eco-
ocupaba como objetos económico-sociales. Poco sentido ten- n ómicos carecen de interés o lo tienen muy escaso ( por ejem -
dr ía que emprendié ramos aqu í determinaciones de conceptos plo, la orientaci ó n del gusto art ístico Je una é poca ) , pero que

52 53
tivos económicos \ en ei ejcmpiu mcuuuuauu , iu

organizació n social del publico interesado en el arte ) . Los tica y los fenómenos colectivos y de masas, así como las ac -
llamaremos fen ómenos « económicamente condicionados» . El ciones «singulares » de los estadistas o las realizaciones litera -
complejo de relaciones humanas, de normas y de vinculaciones rias y artísticas individuales, est á n co-influidos por aquellos
determinadas normativamente, al que denominamos « Estado » intereses: est á n « econ ómicamente condicionados ». Por otra
es , por ejemplo, un fenó meno « econ ómico » con respecto a sus parte , la totalidad de los fenó menos y condiciones de vida
finanzas ; en la medida en que opera por la vía legislativa u de una cultura históricamente dada opera sobre la configura -
otra sobre la vida económica ( e incluso allí donde rige de ma - ción de las necesidades materiales, el modo de satisfacerlas ,
nera consciente su comportamiento seg ú n puntos de vista por la formación de grupos de interés material y los tipos de sus
entero distintos que el econó mico ) es « econó micamente perti- instrumentos de poder , y con ello sobre el curso del « desa -
nente » ; por último, en cuanto su comportamiento y sus carac- rrollo económico » . Tal totalidad se vuelve, pues, « económi-
ter ísticas , también respecto de relaciones no « econ ó micas » , es- camente pertinente » . En cuanto nuestra ciencia , en el regreso
t án codeterminados por motivos econ ómicos , est á « econó mi- causal, impute a los fen ómenos culturales económicos causas
camente condicionado». Compréndese de suyo, de acuerdo con
lo dicho, que por un lado las fronteras de los fen ómenos « eco-

individuales sean o no de car ácter econ ómico , procura
un conocimiento « hist órico » . En cuanto persiga un elemento
nómicos » son imprecisas y no susceptibles de ní tida delimi- específico de los fenómenos culturales, a saber , el econó mico ,
tación , y que, por el otro, los aspectos « económicos » de un en su significació n cultural , a través de las m á s diversas cone-
fen ómeno, como es natural , en modo alguno est á n solo « eco- xiones de la cultura , procura una interpretación histórica des-
n ómicamente condicionados » ni son solo « econó micamente de un punto de vista específico, y ofrece un cuadro parcial ,
operantes », y que, en general , un fen ó meno tiene la cualidad una contribución preliminar para el pleno conocimiento histó-
de « econ ómico » solo en la medida y por el tiempo en que rico de la cultura .
nuestro interés se dirija de manera exclusiva a la significación Si (bien no en todos los casos en que entran en juego momen -
que posee respecto de la lucha por la existencia material. tos económico-sociales, como consecuencias o causas , existe
Nuestra revista , como lo ha hecho la ciencia económico-social
a partir de Marx y Roscher , se ha ocupado no solo de los

un problema económico-social pues este se presenta sólo
cuando la significación de tales momentos es problemática y
fen ómenos económicos, sino también de los « económicamente el único modo de determinarla con precisión es el empleo de
pertinentes » y de los « econ ómicamente condicionados » . El

á mbito de tales objetos se extiende naturalmente de manera

los mé todos de la ciencia económico-social , con ello se es-
tablece el á mbito de labor , pr ácticamente inabarcable , del mo-
fluctuante, de acuerdo con la orientación de nuestro interés do de consideración económico-social.
en cada caso — a la totalidad de los procesos culturales. Mo- En virtud de una ponderada autolimitación , nuestra revista
tivos propiamente económicos — o sea aquellos que en su
especificidad para nosotros significativa tienen sus raíces en el
ha renunciado a considerar toda una serie de campos especia -
les muy importantes de nuestra disciplina , por ejemplo, la

hecho fundamental que hemos mencionado operan siempre
que la satisfacción de una necesidad , por m ás inmaterial que
econom ía descriptiva , la historia económica en sentido estricto
y la estadística . Del mismo modo , ha dejado en manos de
esta sea , se liga al empleo de medios externos escasos . El peso otras publicaciones el tratamiento de las cuestiones de t écnica
de estos, por lo tanto, no solo ha codeterminado y modificado financiera y de los problemas económico-técnicos de formación
en todas partes la forma de la satisfacció n , sino también el del mercado y de los prcoios en la moderna economía de in -
contenido de las necesidades culturales, aun las de naturaleza tercambio. Su á mbito de labor estuvo constituido por ciertas
m á s íntima. La influencia indirecta de las relaciones sociales , constelaciones y conflictos de intereses, considerados en su
instituciones y agrupamientos humanos sometidos a la presión significación actual y en su desarrollo histórico, que brotan del
de intereses « materiales » se extiende ( a menudo sin que se pape! dominante que en la econom ía de los modernos países
tenga conciencia de ello ) a todos los á mbitos de la cultura , sin civilizados desempeñ a el capital á vido de valorizarse. No se ha

54 55
limitado, en consecuencia , a aquellos problemas pr á cticos y de

por cierto, pero tal unilateralidad es deliberada . La creencia
desarrollo histó rico incluidos en la expresió n « cuestió n so- /

en que la ciencia , a medida que progrese en su labor, tendr ía


cial » en sentido estricto, esto es, las relaciones de las modernas por misión poner remedio a la « unilateralidad » del enfoque
clases trabajadoras con el orden social vigente. Es cierto que económico mediante su ampliación en una ciencia social ge-
la profundización científica del interés que por esta cuestión neral adolece ante todo de un defecto, a saber , que el punto
especial se difundió en Alemania a partir de la década de 1880 de vista de lo « social » ( esto es, de las relaciones entre los
tuvo que ser una de sus tareas esenciales. Sin embargo , en la hombres ) solo posee determinación suficiente para delimitar
medida en que el tratamiento práctico de las relaciones obre- problemas cient íficos cuando est á acompa ñ ado por un predi -
ras fue convirtiéndose en objeto permanente de la actividad .
cado especial en cuanto al contenido De otro modo, conce-
legislativa y del debate p ú blico, el centro de gravedad de la bido como objeto de una ciencia , comprendería naturalmente ,
labor científica debió desplazarse hacía la determinaci ó n de las por ejemplo , la filología , as í como la historia de la Iglesia y ,
conexiones m á s universales en que se insertaban tales proble - en especial, todas aquellas disciplinas que se ocupan del ele-
mas, y, por lo tanto , debió desembocar en el aná lisis de todos mento constitutivo m ás importante de cualquier cultura — es
los problemas culturales engendrados por el car á cter especí-
tico de las bases econ ó micas de nuestra cultura , problemas
que, en consecuencia , son específicamente modernos. Por ello
ci ó n normativa
——
decir , el Estado y de la forma m á s importante de su regula -

el derecho . Que la econom ía social se
ocupe de relaciones « sociales » es un fundamento tan endeble
Ja revista comenzó muy pronto a tratar* también desde los para considerarla precursora necesaria de una « ciencia social
puntos de vista histó rico, estad ístico y teó rico las m ás diversas general » , como lo es el que trate acerca de fen ómenos de la
condiciones de vida , en parte « económicamente pertinentes » vida o bien se refiera a procesos que acaecen en uno de los
y en parte « econ ó micamente condicionadas » , de las restantes planetas para considerar que forma parte de la biologí a o de
grandes clases de las naciones civilizadas modernas , así como una astronom ía futura , ampliada y perfeccionada . No las co -
sus relaciones recíprocas. No haremos ahora otra cosa que ex - nexiones « de hecho » entre « cosas » sino las conexiones con-
traer las consecuencias de este comportamiento si designamos ceptuales entre problemas est á n en la base de la labor de las
como á mbito propio de labor de nuestra revista la investiga - diversas ciencias. Una nueva « ciencia » surge cuando se abor-
ción científica de la significación cultural general de la estruc- dan nuevos problemas con mé todos nuevos, y , por esa v ía , se
tura económico-social de la vida de la comunidad humana y descubren verdades que inauguran nuevos puntos de vista
sus formas históricas de organización . Esto y nada m ás qui- significativos.
simos significar cuando llamamos a nuestra Revista Archiv
f ü r Sozialwissenschaft . La expresión debe abarcar aqu í el es- No es accidental que el concepto de lo « social » , poseedor
tudio tanto teórico como hist ó rico de los mismos problemas en apariencia de un sentido totalmente general , muestre, en
cuya solución práctica es objeto de la « polí tica social » en el cuanto se examina cuidadosamente su empleo , un significado
sentido más lato del vocablo. Con ello hacemos uso del de- por entero particular , coloreado de manera específica , aunque
recho de emplear la expresión « social » en su significado las m ás de las veces indefinido. Su « generalidad » , en efecto ,
determinado por los problemas concretos del presente. Si las consiste precisamente en su carácter indeterminado. Cuando
disciplinas que consideran los procesos de la vida humana des- se lo toma en su significación « general » , no proporciona nin -
de el punto de vista de su significación cultural han de deno- g ú n punto de vista especí fico desde el cual se pueda echar luz
minarse « ciencias culturales » , la ciencia social , en el sentido en .sobre la significación de determinados elementos de la cultura .
que la entendemos, pertenece a esta categoría . Pronto veremos Liberados como estamos de la fe anticuada en que todos los
qué consecuencias de principio tiene esto. fen ómenos culturales pueden ser deducidos , como producto
Sin duda , destacar los aspectos económico-sociales ele la vida o funci ón , de constelaciones de intereses « materiales », cree-
cultural implica una sensible limitación de nuestros temas . mos, sin embargo , que el análisis de los fenómenos sociales
Se dir á que el punto de vista económico o « materialista » , de los procesos de la cultura desde el especial punto de vista
como se lo ha denominado de manera imprecisa , desde el cual de su condicionamiento y alcance económicos ha constituido,
se considera aqu í la vida de la cultura , es « unilateral » . Lo es . y constituir á para el futuro previsible, un principio cient ífico
sumamente fecundo , en caso de que se lo aplique con circuns- de la « raza » documenta sólo nuestra ignorancia, lo mismo
pecció n e independencia de cualquier estrechez dogm á tica. La que en su momento la referencia al « medio » o, antes a ú n , a
denominada «concepción materialista de la historia », como las « circunstancias de la época ». Si algo ha perjudicado esta
cosmovision o como denominador com ú n para la explicació n
/
investigació n es la creencia de ciertos fervorosos diletantes en
causal de la realidad histórica , ha de rechazarse de la manera que ella pueda proporcionar para el conocimiento de la cultura
m ás decidida ; no obstante, uno de los fines m á s esenciales de algo específicamente diferente, y superior , que no la amplia -
nuestra revista es la interpretación econ ó mica de la historia. ción de la posibilidad de una segura imputaci ó n de procesos
Esto requiere elucidaci ón m ás precisa . culturales concretos de la realidad histórica a causas concretas,
La llamada « concepción materialista de la historia » en su vie - hist óricamente dadas, imputación efectuada mediante la ob-
jo sentido, genialmente primitivo, del Manifiesto Comunista , tención de un material de observación exacto, recogido sobre
por ejemplo, sólo sigue prevaleciendo hoy en las cabezas de la base de puntos de vista específicos. Solo en la medida en
legos y diletantes. Entre estos a ú n se encuentra difundido que pueda ofrecernos esto , sus resultados revestir á n interés
por cierto el curioso fen ómeno de que no quedan satisfechos para nosotros y calificará n la « biología racial » como algo
en su necesidad de hallar una explicación causal de cierto he- má s que un producto de la fiebre moderna de íundamentación
cho hist órico hasta que , de alg ún modo o en alguna parte , científica .
no se muestran causas económicas coactwantes ( o que parez- No otro es el significado de la interpretación económica de la
can serlo ) . Pero cuando este es el caso , en cambio, se confor - historia. Si despu és de un período de ilimitada sobrestimación
man con las hipótesis m ás socorridas y los lugares comunes hoy casi existe el peligro de que se la subestime en cuanto a
más generales , ya que entonces han satisfecho su necesidad su capacidad de logros científicos, ello es resultado del acriti -
dogm á tica de creer que las « fuerzas impulsoras » econ ómicas cismo sin precedentes con que la interpretación econ ó mica de
son las « aut énticas » , las ú nicas « verdaderas », las « decisivas en la realidad fue aplicada como mé todo « universal » , en el sen-
ú ltima instancia » . Este fenómeno en modo alguno es ú nico. tido de una deducció n de todos los fenómenos culturales
Casi todas las ciencias, desde la filología hasta la biología , han
pretendido en su momento producir , no solamente un saber
— esto es , de todo lo que en ellos es esencial para nosotros
en cuanto en ú ltima instancia económicamente condicionados .

especializado, sino tambi én « cosmovisiones » . Y bajo la impre- La forma lógica en que hoy se presenta no es del todo unitaria .
si ó n del profundo significado cultural de las transformaciones Cuando aparecen dificultades para una explicación económica
econó micas modernas y , en especial , de la importancia domi - pura, se dispone de diversos medios para mantener su validez
nante de la « cuesti ó n obrera » , espontá neamente se desliza general como factor causal decisivo. A veces, todo aquello que
por esta v í a la inevitable tendencia monista de cualquier tipo en la realidad hist ó rica no es deducidle de motivos econó mi -
de pensamiento carente de conciencia crí tica . Esta misma ten - cos es considerado por esa misma raz ón como un « accidente »
dencia se manifiesta en la antropología hoy , cuando la lucha que carece de significado científico. O bien se extiende el con -
polí tica y comercial de las naciones entre sí por el dominio cepto de lo « económico » hasta lo incognoscible , de modo que
del mundo se est á librando con encarnizamiento creciente: cualquier interés humano que de alguna manera est é vinculado
está difundida la creencia en que, « en ú ltima instancia » , todo a medios externos queda inserto en su á mbito. Si se comprue -
acaecer hist órico es resultado de la acció n recí proca de « cua - ba que en dos situaciones históricas, iguales respecto de lo eco-
lidades raciales » innatas. En lugar de la mera descripció n acrí- n ómico, se obtuvieron empero respuestas distintas en virtud
tica de « caracteres nacionales » sobrevino la erecci ó n , todav ía de diferencias de los determinantes polí ticos, religiosos, clim á-
m ás acrítica , de las propias « teorías sociales » sobre la base de ticos u otros innumerables de carácter no económico , entonces ,
las « ciencias naturales » . En nuestra revista hemos de seguir para mantener la supremacía de lo econ ómico , se reducen to -
atentamente el desarrollo de la investigación antropológica dos esos momentos a la categoría de « condiciones » histórica -
en la medida en que resulte pertinente para nuestro punto de mente accidentales , tras de las cuales los motivos econó micos
vista. Es de esperar que se supere gradualmente, mediante la actú an como causas . Es obvio, sin embargo, que todos esos
labor metodológicamente disciplinada , este estado de cosas en aspectos que , de acuerdo con la interpretación econ ó mica de
que la explicació n causal de los procesos culturales por medio la historia , serían « accidentales », siguen sus propias leyes en

58 .59
el mismo sentido que los aspectos económicos, y que, pata
un modo de consideración que atienda a la significació n espec í -

dicionamiento económico deriva , en el plano puramente me -
todol ógico, del hecho de que el adiestramiento de la v ísta para
fica de aquellos, las «condiciones » económicas son , a la in - observar la acción de categorías de causas cualitativamente ho -
versa , « históricamente accidentales » en cada caso y en el mis- mogéneas y la utilización repetida del mismo aparato concep -
mo sentido. Por último, un intento muy socorrido para salvar tual y metodológico ofrece todas las ventajas de la divisió n del
la supremacía de lo económico a pesar de todo, consiste en trabajo. En esa medida no es «arbitrario », como lo muestra
interpretar la correspondencia y sucesión constantes de los su resultado, es decir , en cuanto proporciona el conocimiento
elementos singulares de la vida cultural como dependencia de conexiones plenas de valor para la imputación causal de
causal o funcional de unos respecto de los otros, o, m á s bien , procesos hist ó ricos concretos. Sin embargo, la mnilateralidad »
de todos respecto de uno, a saber: el económico. Allí donde y el carácter irreal de la interpretaci ón puramente económica
cierta institución , no econ ómica , ha desempeñado tambié n de- de lo hist órico no es m ás que un caso especial de un principio
terminada « función » al servicio de intereses económicos de v á lido, en forma por entero general , para el conocimiento
clases ; all í donde, por ejemplo, ciertas instituciones religiosas científico de la realidad cultural. Ilustrar las bases lógicas y
admitieron ser utilizadas, y en efecto lo fueron , como « policí a las consecuencias metodol ógicas generales de este principio es
negra » , toda la institución es imaginada como si se la hubiese el propósito esencial de las discusiones que siguen .

creado para esa función o de manera por entero metaf ísi - Ningú n an álisis cient ífico «objetivo » de la vida cultural o

— como informada por una « tendencia de desarrollo » que lo que quizá s es algo m á s restringido, pero con seguridad
ca
parte de lo econ ómico.
Hoy ya no es preciso explicar a ningú n especialista que esta

no significa en esencia otra cosa para nuestros fines de los
« fen ó menos sociales » es independiente de puntos de vista espe-
interpretación del fin del an á lisis econ ómico es en parte ex-
presió n de determinada constelación histórica que centr ó el presa o tácitamente, de manera consciente o inconsciente-

ciales y « unilaterales » , de acuerdo con los cuales estos - ex-

interés cient ífico en ciertos problemas culturales econ ómica - son seleccionados , analizados y organizados como objeto de
mente condicionados, y , en parte, de un rabioso patriotismo investigación . La razón de ello reside en la especificidad de Ja
cient ífico; tampoco es preciso demostrar que esa interpreta - meta cognoscitiva de cualquier investigaci ó n de ciencias socia -
ción est á , por lo menos, envejecida. La reducción a las solas les que quiera ir m ás allá de una consideración puramente for -
causas econ ómicas en ningú n sentido es exhaustiva en ning ú n
campo de Ja vida cultural, ni siquiera en el de los procesos vencia social.
— —
mal de las normas - legales o convencionales • de la convi -

La ciencia social que queremos promover es una ciencia de


« económicos » . En principio , una historia bancaria de cualquier
pueblo que pretendiese aducir solo motivos econ ómicos con realidad . Queremos comprender la realidad ele la vida que nos
miras a la explicación , sería naturalmente tan imposible como circunda , y en la cual estamos inmersos, en su especificidad ;
una explicaci ón de la Madonna Sixtina basada en los funda - queremos comprender , por un lado, la conexión y significación
mentos econ ó mico-sociales de la cultura de la é poca en que fue cultural de sus manifestaciones individuales en su configura -
creada. Y ella no sería , por principio, m á s exhaustiva que, por ción actual , y , por el otro , las razones por las cuales ha llegado
ejemplo, el intento de derivar el capitalismo a partir de ciertas históricamente a ser así-y-no-de-otro-modo. Ahora bien , tan
transformaciones de los contenidos de la conciencia religiosa pronto como tratamos de reflexionar sobre la manera en que
que cooperaron en la génesis del esp í ritu capitalista , o bien se nos presenta inmediatamente, la vida nos ofrece una multi -
una formación polí tica cualquiera a partir de sus condiciones plicidad infinita de procesos que surgen y desaparecen , suce -
geográ ficas. En todos estos casos resulta decisiva, respecto del siva y simult á neamente, tanto «dentro» como « fuera » de no-
grado de significaci ón que hemos de asignar a las condiciones sotros mismos. Y la infinitud absoluta de esta multiplicidad
econ ómicas, la clase de causas a las que cabe imputar aquellos para nada disminuye, en su dimensión intensiva , cuando con -
elementos específicos del fen ómeno en cuestión , a los cuales , —
sideramos aisladamente un objeto singular por ejemplo, un
por nuestra parte, conferimos importancia en cada caso. La
justificaci ó n del an álisis unilateral de la realidad cultural desde

acto concreto de intercambio , tan pronto como procuramos
con seriedad describirlo de manera exhaustiva en todos sus

« puntos de vista » espec íficos - en nuestro caso , el de su con - componentes individuales ; tal infinitud subsiste todavía m ás ,

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como es obvio, si intentamos comprenderlo en su condiciona - bargo, se interesa por la cuestión de que resultado individual
miento causal. Cualquier conocimiento conceptual de la reali - produce la acción de estas leyes en una constelación individual-
dad infinita por la mente humana finita descansa en el supues- mente configurada , en cuanto tales constelaciones individuales
to t á cito de que solo una parte finita de esta realidad consti- revisten significación para nosotros. Cada constelación indivi-
tuye el objeto de la investigación científica , parte que debe dual que ella « explica » o predice es explicable causalmente
ser la ú nica « esencial » en el sentido de que « merece ser co- solo como consecuencia de otra , igualmente individual , que
nocida » . Pero, ¿ siguiendo qu é principios se seleccionará esa la preceda . No importa cuá nto podamos retroceder hacia la
parte ? Repetidas veces se ha creído que el criterio decisivo , gris nebulosa del pasado remoto: la realidad a la cual se apli-
también en las ciencias culturales , puede discernirse en defi - can las leyes sigue siendo individual , no deducible a partir de
nitiva en la recurrencia « con arreglo a leyes » de ligazones cau - leyes. Un « estado primordial » del cosmos que no poseyese ca -
sales determinadas . Aquello que contienen en sí las « leyes » r ácter individual , o lo tuviese en menor grado que la realidad
que podemos discernir en el curso infinitamente m últiple de cósmica del presente, sería naturalmente una representació n
los fenómenos debe constituir, de acuerdo con esta concepció n , sin sentido . Pero, ¿ acaso no queda un resto de tales represen-
lo ú nico científicamente « esencial » en ellas : apenas hemos taciones, dentro de nuestras disciplinas, en aquellas conjeturas,
demostrado la « legalidad » de una ligazón causal , como vá lida discernidas sobre la base del derecho natural o bien verifica -
sin excepción , con los medios de la inducción histórica com - das por la observación de los « primitivos » , que postulan un
prensiva , o bien la hemos vuelto intuitivamente evidente para « estado primitivo» econ ómico-social exento de « accidentali -
la experiencia interna , y cualquiera que sea la f órmula que ha - —
dad » histórica por ejemplo : el « comunismo agrario primiti -
yamos encontrado de este modo, una multitud de casos , por
elevado que pueda concebirse su nú mero, se subsume en ella .

vo » , la « promiscuidad sexual », etc . , a partir del cual el de-
sarrollo histórico individual surge mediante una especie de
Y los elementos de la realidad individual que, una vez esta - ca ída en lo concreto ?
blecida la « ley » , quedan fuera de ella , son considerados resi- El interés de las ciencias sociales parte , sin duda alguna , de la
duos no elaborados científicamente todav ía , que habrá n de ser configuración real y, por lo tanto, individual de la vida social
introducidos en el sistema « legal » a través del perfecciona-
. que nos circunda , considerada en sus conexiones universales,
miento de este, o bien permanecer á n como algo « contingente » mas no por ello, naturalmente , de í ndole menos individual ,
y se los dejará de lado por científicamente inesenciales , en así como en su ser-devenidas a partir de otras condiciones so-
cuanto no son « concebibles legalmente » y no encajan , por ello, ciales que a su vez , evidentemente, se presentan como indivi -
en el « tipo » del proceso ; en tal caso , solo pueden ser objeto duales . Es manifiesto que aqu í se presenta , con una intensidad
de una « curiosidad ociosa » . De este modo, aun entre los re- específicamente mayor , la misma situació n que dilucid á bamos
presentantes de la escuela histó rica reaparece de continuo la en la astronom ía como caso límite ( por regla general , tambié n
convicción de que el ideal al cual tienden todas las ciencias , aducido con el mismo propósito por los lógicos ) . Mientras
incluidas las ciencias culturales, y al cual deben tender aun que en la astronom ía los cuerpos celestes nos interesan solo en
en vista de un remoto futuro, es la obtenció n de un sistema sus relaciones cuantitativas , susceptibles de medició n exacta ,
de proposiciones del cual la realidad pueda ser « deducida » . en las ciencias sociales nos concierne la tonalidad cualitativa
Como es sabido, un eminente naturalista creyó que pod ía ca - de los procesos. A esto se agrega que en las ciencias sociales
racterizar el objetivo ideal ( inalcanzable en la pr áctica ) de tal trá tase de la acció n conjunta de procesos espirituales, cuya
elaboración de la realidad cultural como un conocimiento « as- « comprensión » por v ía de revivencia es , naturalmente , una
tron ó mico » de los procesos de la vida . Por nuestra parte, no tarea de índole específicamente distinta de aquella que pueden
omitiremos examinar estos asuntos m ás de cerca , sin que in - o pretenden resolver las f órmulas de las ciencias naturales
terese cu á n a menudo se los haya discutido ya . Salta a la v í sta , exactas en general . No obstante, estas diferencias no son tan
en primer lugar , que ese conocimiento « astron ómico » en que fundamentales como a primera vista parecen . Tampoco las
se piensa en modo alguno es un sistema de leyes. Antes bien ,
obtiene las leyes que constituyen los presupuestos de su labor

ciencias naturales exactas salvo la mecá nica pura —
den sin cualidades. Adem ás , en nuestro propio campo trope-
proce-

de otras disciplinas, como la mecá nica . La astronom ía , sin em - zamos con la opinión ( francamente errónea ) de que por lo me-

62 63
nos el fenómeno del intercambio monetario, fundamental para « entelequias » o de cualquier otro modo ( pues ello sería una
nuestra civilización , es cuantificable y , por esa razón, aprehen- cuestión aparte ) , sino, sencillamente, a que, con relación al
sible seg ún « leyes » . Por ú ltimo, depende de la mayor o menor conocimiento de la realidad , nos interesa la constelació n en
amplitud del concepto de « ley » el que este comprenda regu- que se agrupan esos « factores » ( hipoté ticos ) en un fenómeno
laridades que , no siendo cuantificables, tampoco son suscepti- cultural hist óricamente significativo para nosotros ; se debe
bles de expresi ón numé rica . En lo que respecta , en particular , también a que , si queremos «explicar causalmente » esta con -
a la acción conjunta de motivos « espirituales » , en ningú n caso figuración individual , debemos recurrir a otras configuracio-
excluye la formulación de reglas de la acción racional. Y , so- nes, igualmente individuales, sobre la base tie las cuales expli-
bre todo, todavía hoy persiste el punto de vista de que la psi- caremos aquella mediante el empleo, desde luego, de esos
cología tiene por misión desempeñar , con relación a cada una conceptos ( ¡ hipot é ticos ! ) de « leyes ». Comprobar esas « leyes »
de las ciencias del espíritu, un papel comparable con el de las y « factores » ( hipoté ticos ) , en todo caso, sería la primera de
matem á ticas , puesto que ha de descomponer los complicados las mú ltiples tareas que nos llevar ían al conocimiento a que
fenómenos de la vida social en sus condiciones y efectos ps í- aspiramos . El an álisis y la exposición ordenadora de la confi -
quicos , reconduciéndolos a los factores psíquicos m á s simples guraci ón individual , hist óricamente dada en cada caso, de
que se pueda, para clasificarlos luego en diversos gé neros e in - aquellos factores, y su acció n recíproca concreta , condiciona -
vestigarlos en sus conexiones funcionales. Con ello se crearí a da de ese modo y significativa en su especificidad , y ante
una especie de « qu ímica » , si no de « mecá nica » , de los funda - todo la dilucidación del fundamento y de la í ndole de este
mentos ps íquicos de la vida social. No hemos de decidir aqu í condicionamiento , ser í a la tarea siguiente por resolver, aunque
si tales investigaciones pueden proporcionar resultados parti- en sí misma por entero nueva y aut ónoma . Podr ía concebirse
— —
culares valiosos y lo que no es lo mismo utilizables para
las ciencias culturales. Pero ello carece de toda importancia
la tercera etapa como la indagación de las propiedades indivi -
duales, significativas para e! presente, de estos agrupamíentos
con respecto a la cuestión de si la finalidad del conocimiento en cuanto a su devenir , tan lejos en el pasado como se pueda ,
económico-social en el sentido en que lo entendemos, esto es, así como su explicación hist ó rica a partir de configuraciones
el conocimiento de la realidad en su significación cultural y su precedentes, individuales a su vez. Por último, la cuarta etapa
conexión causal , puede lograrse mediante la búsqueda de re- consistiría en la predicción de configuraciones futuras posibles .
currencias ajustadas a leyes . Supongamos que , por medio de Para todos esos fines, como es manifiesto, la existencia de con -
la psicología o de otra ciencia , se logre un d ía descomponer ceptos claros y el conocimiento de aquellas « leyes » ( hipot é ti -
todas las ligazones causales de fen ómenos sociales, observadas cas ) revisten considerable valor, y hasta son imprescindibles ,
o imaginables para el futuro, en algunos «factores » simples
ú ltimos, y que se pueda abarcarlas luego de manera exhaustiva
como medios cognoscitivos —
aun en esta función muestran pronto, en un punto decisivo ,

pero solo como tales . Pero

en una imponente casu ística de conceptos y de reglas que val- sus l ímites, establecidos los cuales alcanzamos la peculiaridad
gan estrictamente como leyes : ¿ Qu é importancia revestiría el decisiva del modo de consideración de las ciencias de la cul -
resultado de todo esto respecto de nuestro conocimiento de tura . Hemos designado « ciencias de la cultura » a las discipli -
Ja cultura hist óricamente dada , o de cualquier fen ómeno indi- ñ as que procuran conocer los fen ómenos de la vida en su
vidual de ella , como por ejemplo el capitalismo en su desarro- significación cultural. La significación de la configuración de
llo y significación cultural ? Como medio cognoscitivo , no re- un fenómeno cultural , y su fundamento, no pueden ser obte-
vestir ía utilidad mayor ni menor que la que tendr ía un cat á- nidos, fundados y vueltos inteligibles a partir de un sistema
logo de las combinaciones de la qu í mica orgá nica respecto de! de conceptos legales, por perfecto que fuere ; en efecto, presu-
conocimiento hiogenético del mundo animal y vegeta!. Tanto ponen la relación de los fenómenos culturales con ideas de va-
en uno como en otro caso, ciertamente, se habrí a dado un paso lor . El concepto de cultura es un concepto de valor. La realidad
preliminar importante y ú til ; pero en ninguno de los dos empí rica es para nosotros « cultura » en cuanto la relacionarnos
puede la realidad de la vida deducirse de « leyes » y « factores » . con ideas de valor ; abarca aquellos elementos de la realidad
Esto no se debe a que en los fen ó menos de la vida residan que mediante esa relaci ón se vuelven significativos para noso -
« fuerzas » superiores y misteriosas , ll á meselas « potencias » , tros , y solo esos. Unicamente una peque ñ a parte de la realidad

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individual considerada en cada caso est á coloreada por nues- de la significación cultural del hecho hist órico de que el inter-
tro interés condicionado por aquellas ideas de valor ; ella sola cambio sea hoy un fenómeno de masas. En cuanto él debe ser
tiene significación para nosotros, y la tiene porque exhibe re- explicado, en cuanto queramos comprender qu é es lo que dis-
laciones para nosotros importantes a causa de su ligazón con tingue nuestra civilización económico-social de la propia de la
ideas de valor. Solo en cuanto ello es así, esa parte ser á para Antigüedad , por ejemplo , en la cual el intercambio presentaba
nosotros digna de ser conocida en sus rasgos individuales . los mismos rasgos gené ricos que hoy , y , por lo tanto , quera-
Ahora bien , qué es lo significativo para nosotros es algo que mos comprender dónde radica la significación de la « econom ía
ninguna investigación « sin supuestos » de lo empíricamente monetaria » , se introducen en la investigación principios lógi-
dado puede discernir ; antes al contrario, su determinación es cos por entero heterogéneos en cuanto a su origen : como me-
prerequisite para que algo llegue a ser objeto de investigación. dios de exposición emplearemos, por cierto, los conceptos que
Lo significativo no coincide, naturalmente, en cuanto tal , con nos proporciona la investigación de los elementos genéricos
ninguna ley, y , por cierto, tanto menos cuanto m ás general de los fenómenos económicos de masas, en la medida en que
sea aquella . En efecto, la significación específica que un ele- ellos contengan elementos significativos de nuestra cultura ;
mento de la realidad tiene para nosotros no se encuentra en pero la meta de nuestra labor no se alcanza con la exposición
aquellas relaciones que comparte con muchos otros fen óme- de esas leyes y conceptos , por precisa que fuere. Más a ú n , la
nos. La relaci ó n de la realidad con ideas de valor, que le con - cuestión de qué debe pasar a ser objeto de la formación de
fieren significación , as í como el aislamiento y el ordenamiento conceptos genéricos no puede resolverse « sin presupuestos » ,
de los elementos de la realidad así destacados desde el punto sino solo por referencia a la significación que, respecto de la
de vista de su significación cultural, constituyen un modo de cultura , poseen determinados elementos de esa multiplicidad
consideración por entero heterogéneo y dispar respecto del infinita que llamamos «circulación » . Procuramos conocer un
análisis de la realidad basado en leyes , y de su ordenamiento fen ómeno histórico, esto es, pleno de significación en su espe-
en conceptos generales. Ambos tipos de ordenamiento con- cificidad , Ele aqu í lo decisivo: solo mediante el supuesto de
ceptual de la realidad en modo alguno presentan relaciones que ú nicamente una parte finita entre una multitud infinita de
l ógicas necesarias entre s í . Pueden coincidir en algú n caso par - fenómenos es significativa , cobra , en general , sentido lógico
ticular , pero tendría desastrosas consecuencias que esa conjun - la idea de un conocimiento de fenómenos individuales. Aun si
ció n accidental nos indujera erróneamente a creer que no di- poseyésemos el conocimiento m á s amplio que pudiera conce-
fieren en principio. La significación cultural de un fenómeno , birse acerca de las « leyes » del acaecer, nos encontraríamos per-
por ejemplo el intercambio monetario , puede consistir en que plejos frente a esta pregunta : ¿ Cómo es posible en general la
se presente en escala de masas, como componente fundamental explicación causal de un hecho individual ? En efecto, jam ás
de la cultura moderna . Pero el hecho hist órico de que desem - puede concebirse como exhaustiva aun la descripción del seg-
pe ñ e este papel , precisamente, debe ser vuelto comprensible mento m ás í nfimo de la realidad . El n ú mero y la índole de las
en su significación cultural y explicado causalmente en su ori- causas que determinaron cualquier evento individual son siem -
gen histó rico. La investigaci ó n de la esencia general del inter- pre infinitos , y nada hay en las cosas mismas que indique qué
cambio y de la t écnica del mercado es una labor previa impor- parte de ellas debe ser considerada. El ú nico resultado de
tant ísima e indispensable. Con ello , sin embargo , no solo que- cualquier intento serio de conocer la realidad «sin presupues-
da sin contestar la pregunta de cómo el intercambio alcanzó tos » sería un caos de « juicios de existencia » acerca de innu -
hist óricamente esta significación, hoy fundamental , sino que , merables percepciones particulares. Pero aun tal resultado sólo
ante todo, de ninguna de esas « leyes » se sigue lo que en defi- es posible en apariencia, ya que cada percepción aislada , en
nitiva nos interesa , a saber : la significación cultural de la eco- cuanto se la considera con mayor atenci ón , muestra infinitos
nom ía monetaria , ú nica en virtud de la cual nos interesa la elementos que jam ás pueden ser expresados de manera exhaus-
descripción de la t écnica del intercambio, y ú nica en virtud tiva en juicios de percepci ón . Lo ú nico que introduce orden en
de la cual existe hoy una ciencia que se ocupa de esa técnica . este caos es la circunstancia de que, en cada caso , solo una
Los rasgos genéricos del intercambio, la compraventa , etc. , in - parte de la realidad individual reviste para nosotros interés y
teresan a los juristas ; la tarea que nos concierne es el an á lisis significación, porque ú nicamente ella muestra relación con las

66 67
ideas de valor culturales con las cuales abordamos la realidad . individual , de una conexión se le haya de imputar en la reali
Solo determinados aspectos de los fenómenos individuales , dad, en concreto, significación causal respecto del resultado de
— —
siempre infinitamente m ú ltiples es decir , aquellos a los cua
les atribuimos significación cultural general , son por lo tanto ,
dignos de ser conocidos , y solo ellos son objeto de explicaci ón
cuya explicación causal se trata , es algo que, en caso de duda ,
talo puede ser determinado estimando los efectos que general
nenie esperamos de él y tic los otros componentes del mismo
causal. Esta , a su vez , denuncia el mismo fen ómeno: un re- complejo que consideramos a los fines tic la explicación: en
greso causal exhaustivo desde cualquier fen ó meno concreto en otras palabras, só lo puede ser determinado a partir de los efec-
su realidad plena , no solo es imposible en la prá ctica , sino tos « adecuados » de los elementos causales en cuesti ón. De-
sencillamente disparatado. Solo determinamos aquellas causas pende de los casos individuales la medida en que el historia -
a las cuales son imputables, en el caso individual, los compo- dor ( en el sentido lato del t érmino ) podrá llevar a cabo con
nentes « esenciales » del acontecimiento. En cuanto se trata de seguridad esa imputació n a partir de su imaginación , nutrida
la individualidad de un fen ó meno , la pregunta por la causa no por su experiencia de vida y met ódicamente disciplinada , o
inquiere por leyes sino por conexiones causales concretas ; no bien requerirá la ayuda de ciencias especiales que le permitan
pregunta bajo qu é f órmula ha de subsumirse el fenó meno co- realizarla . En todas partes , sin embargo , y por lo tanto tam -
mo espécimen , sino cu á l es la constelació n individual a la que' bié n en la esfera de los complicados procesos económicos ,
del>e imputarse en cuanto resultado: es una cuestión de impu - cuanto m á s seguro y abarcador sea nuestro conocimiento ge-
tación. Siempre que entra en consideración la explicación cau - neral , tanto mayor ser á la seguridad de la imputación. Que se

sal de un « fenómeno de la cultura » o de un « individuo
histórico » , para emplear esta expresión , ya usada en ocasiones
trate siempre, aun en el caso de las denominadas « leyes eco-
n ó micas » sin excepción , no de « leyes » en el sentido riguroso
de ¡as cencias naturales exactas, sino de conexiones causales
en la metodolog í a de nuestra disciplina y que ahora , en una

formulación m ás precisa , se vuelve habitual en l ógica , el
conocimiento de leyes de la causación no puede ser el fin l íe
la investigación sino solo un medio . Nos facilita y posibilita
-
adecuadas , expresadas en reglas , v, en consecuencia , de una
aplicaci ón de la categor ía de « posibilidad objetiva » que no he
mos de considerar en detalle aqu í, en nada menoscaba la afir -
la imputación causal de los componentes de los fenómenos, mación precedente. La determinación de tales regularidades,
culturalmente significativos en su individualidad , a sus causas sin embargo , no es la meta sino el medio del conocimiento ; y
concretas. En la medida en que cumpla eso , pero solo en esa en cada caso constituye una cuestión de oportunidad estable-
medida , es valioso para nuestro conocimiento de conexiones cer si tiene sentido expresar en una f ó rmula , como « ley » , una
individuales. Y cuanto m á s «generales », es decir, cuanto m á s regularidad de ligazón causal conocida a partir dr la vida coti -
abstractas sean las leyes, tanto menos pueden contribuir a la diana . Para las ciencias naturales exactas, las « leyes » son tanto
imputaci ó n causal de fen ó menos individuales y , por v ía indi - m ás importantes y valiosas cuanto m ás umversalmente váli -
recta , a la comprensi ó n de la significació n de los procesos das. Para el conocimiento de los fenó menos hist óricos en su
culturales. condició n concreta , las leyes m ás generales son por lo com ú n
¿Cuál es la consecuencia de rodo esto ? tambié n las menos valiosas, en cuanto las m á s vacías de con -
De lo dicho no se sigue , naturalmente, que el conocimiento de tenido. Mientras m á s amplio es el campo tie validez de un
lo general , la formaci ó n de conceptos de gé nero abstractos, el
conocimiento de regularidades y el intento de formular cone -
concepto genérico — —
su extensió n , tanto m ás nos desv ía
Je la riqueza de ia realidad , ya que para contener lo com ú n al
xiones « legales » carezcan de justificación científica en el á m - mayor n ú mero posible de fen ómenos debe ser lo m á s abstrac -
bito de las ciencias culturales. Todo lo contrario; si el conoci- to posible y , en consecuencia , m ás pobre en contenido. En las
miento causal de los historiadores consiste en la imputación ciencias de la cultura , el conocimiento tie lo general nunca es
de resultados concretos n causas concretas , ser ía totalmente valioso por sí mismo.
imposible , respecto de cualquier resultado individual , una im - De lo dicho hasta aqu í se infiere que carece de sentido un
putació n válida que no recurriese al conocimiento « nomológi
co », es decir , el conocimiento de las regularidades de las co-
- tratamiento « objetivo » de los procesos culturales , si por tal se
entiende que, como meta ideal de la labor científica , haya de
nexiones causales. Que a determinado componente particular . valer la reducción de lo emp í rico a « leves » . Esto no se debe .
68 69
contrariamente a lo que con frecuencia se sostiene, a que ios adoptan hist óricamente despiertan , de manera directa o indi-
procesos culturales o psíquicos, por ejemplo, se comporten recta , nuestros intereses culturales y nuestro af á n de conoci-
« objetivamente » de una manera menos « legal » , sino a las si - mientos desde pumos de vista derivados de aquellas ideas de
guientes razones: 1 ) a que el conocimiento de las leyes socia- valor que vuelven para nosotros significativo el fragmento de
les no implica conocimiento de la realidad social sino , antes realidad pensado en aquellos conceptos.
bien , uno de los diversos medios auxiliares que nuestro pen- Todo conocimiento de la realidad cultural es, como se infiere
samiento emplea con esc fin, y 2 ) a que el conocimiento de los de lo anterior, siempre un conocimiento que parte desde pun -
procesos culturales solo es concebible sobre la base Je la sig - ios de vista especí ficamente particulares . Cuando exigirnos al
nification que la realidad de la vida , configurada siempre en
forma individual , tiene para nosotros en determinadas cene-
historiador y al investigador social que, como presupuesto ele -
mental , puedan distinguir lo importante de lo accesorio, y
xiones singulares . En qué sentido y en qu é relaciones sucede que posean para ello los « puntos de vista» requeridos , esto
esto es algo que ninguna ley nos revela , ya que se decide de quiere decir solamente que deben saber c ó mo relacionar los
acuerdo con las ideas de valor desde las cuales consideramos la
« cultura » en cada caso individual. « Cultura » es una secció n
fenómenos de la realidad onscientemenre o no
— con « va -
lores culturales » universales, para elucidar luego, a partir de
limitada de la infinitud desprovista del sentido del acaeccr all í , las conexiones significativas para nosotros. Si de continuo
universal , a la cual los seres humanos otorgan sentido y sig
nificaci ón . Ella ser ía tal incluso para Ids hombres que se opu -
- se reitera la creencia de que esos puntos de vista podr ían
« extraerse de la materia misma » , ello se debe a la ilusión in -
sieran a una cultura concreta como a su mortal enemigo , v genua del especialista , quien no se percata de que, en virtud
exigieran un « retorno a la naturaleza » . En efecto, solo podrí an de las ideas de valor con las cuales inconscientemente ha abor -
llegar a esa toma de posición en cuanto refirieran esa cultura dado la materia , ha destacado, de una infinidad absoluta , un
concreta a sus ideas de valor y la encontrasen « demasiado trí- peque ñ o elemento en cuanto lo ú nico que interesa a su consi-
vola ». Es este hecho puramente lógico- formal el que menta - deraci ó n . En esa selección de « aspectos » singulares especiales
mos aqu í , cuando nos referimos a la vinculació n necesaria des- del acaecer , realizada siempre y en todas partes , conscicnte-
de el punto de vista lógico de todos los individuos históricos mente o no , opera tambié n ese elemento de la labor de las
con « ideas de valor » . La premisa trascendental de toda cien- ciencias culturales que est á en la base de la afirmación, fre-
cia de la cultura no consiste en que encontremos plena de va- cuentcmente oída , de que lo realmente valioso de un trabajo
lor una determinada « cultura » , o cualquier cultura en general , cient ífico es lo que hay en é l de « personal » , y que en toda
sino en que somos hombres de cultura , dorados de la capaci- obra , si es que su existencia ha de justificarse, debe expresar-
dad y la voluntad de tomar conscientemente posició n ante el se « una personalidad » . Y , por cierto, sin las ideas de valor del
mundo v de conferirle sentido. Y este , cualquiera que sea , investigador no existiría ning ú n principio de selección del ma -
conducirá a que en la vida juzguemos determinados fenóme - terial ni conocimiento provisto de sentido de lo real en cuanto
nos de la coexistencia humana a partir de é l , y a que tomemos individual; además, as í como sin la fe del investigador en la
posición frente a ellos como significativos ( positiva o negati - significación de cualquier contenido cultural toda labor de co-
vamente ) . Adem ás , sin que importe cu á l sea el contenido de nocimiento de la realidad individual carecer í a directamente de
esta toma de posició n , tales fen ómenos tienen para nosotros sentido, del mismo modo su labor estar á orientada por la di -
significación cultural y tí nicamente en ella estriba su interé s rección de su fe personal, por la refracción de los valores en
cient í fico. Por lo tanto, cuando aqu í nos referimos, siguiendo el prisma de su alma . Y los valores a los que el genio cien -
la terminología de los lógicos modernos , a que el conocLmien t í fico refiere el objeto de su investigació n podrá n determinar
to de la cultura est á condicionado por ideas de valor, lo hace la « concepción » de toda una é poca , es decir resultar decisivos,
mos en el entendimiento de que no se supondr á que para no- no solo respecto de lo que es « pleno de valor » , sino también
potros solo hay que atribuir significación cultural a fen ómeno
^ de lo significativo o insignificante , « importante » o « accesorio»
plenos de valor . La prostitució n es un fenómeno de la culture en el fenómeno.
al igual que la religi ón o el dinero . Los tres lo son solo en El conocimiento de las ciencias de la cultura , en el sentido en
cuanto, y en la medida en que, su existencia y la forma que que lo entendemos aqu í, est á vinculado a premisas « subjeti -

70 71
. f

vas » en cuanto se ocupa sólo de aquellos elementos de la rea - un resultado que pasa a ser causa de una acción . Tomarnos en
lidad que muestran alguna relación, por indirecta que sea , con cuenta esta , como cualquier otra causa que produzca o pueda
procesos a los que atribuimos significación cultural. A pesar producir un resultado pleno de significación. Y su significación
de ello es, naturalmente, un conocimiento puramente causal , específica consiste en que no solo comprobamos la acción hu -
en idéntico sentido que el de procesos naturales individuales mana sino que queremos y podemos comprenderla .
significativos que posean carácter cualitativo. Entre las muchas
confusiones que ha tra ído la invasión del pensamiento jur ídi - Sin duda , tales ideas de valor son «subjetivas ». Entre el inte-
co formal en la esfera de las ciencias culturales , se cuenta el rés « hist ó rico » por una crónica familiar y el interés por el de-
intento reciente de « refutar» la «concepción materialista de la sarrollo de los más vastos fenómenos culturales concebibles,
que eran y son comunes a una nación o a la humanidad du -
• /

historia » en sus principios, mediante una serie de sutiles so-


rante largas é pocas , hay una infinita escala de « significaciones
»,
fismas ; sostiénese que, desde el momento en que toda vida
económica debe desenvolverse dentro de formas reguladas ju - cuya serie difiere en cada uno de nosotros. Como es natural ,
r ídica o convencionalmente , todo « desarrollo » econ ó mico debe estas varían histó ricamente de acuerdo con el car á cter de la
cobrar la forma de un esfuerzo por crear nuevas formas jur í - cultura y de las ideas que gu ían a los hombres. Pero de esto
dicas. En consecuencia , se afirma que sólo se lo puede com - no se sigue, evidentemente, que la investigación en las cien-
prender sobre la base de m á ximas* é ticas, y que , por esta cau - cias de la cultura solo pueda tener resultados « subjetivos » ,
sa , difiere por esencia de cualquier desarrollo natural. El co- en el sentido de válidos para una persona y no para otras.
nocimiento del desarrollo econ ó mico sería , por lo tanto, de Antes bien , lo que varía es el grado en que interesan a diver-
carácter « ideológico». Sin pretender discutir aqu í el signifi - sas personas . En otras palabras , qué pase a ser objeto de la
cado que pueda tener para la ciencia social el ambiguo término investigación, y en qué medida se extienda esta en la infinitud
de « desarrollo » , o el concepto no menos difuso, desde el pun - de las conexiones causales, estar á determinado por las idea »
to de vista lógico, de « teleolog í a », podemos establecer que tal de valor que dominen al investigador y a su é poca . En cuanto
conocimiento no necesita ser « teleológico » en el sentido su - al « cómo», al método de investigación , el « punto de vista »
puesto. Aun permaneciendo formalmente id é nticas las normas
jurídicas vigentes, la significación cultural de las relaciones ju - construcci ón del esquema

orientador es determinante como hemos de ver para la
conceptual que se emplear á en
la

rídicas objeto de las normas, y con ello de las normas mismas , investigación . En el modo de su uso, sin embargo, el investi -
puede variar radicalmente. En efecto, para entregarnos por gador est á evidentemente ligado, en este caso como en todos ,
un momento a una fantasía anticipatoria , se podría concebir por las normas de nuestro pensamiento. Pues la verdad cien -
t ífica es lo que pretende valer para todos aquellos que
quieren
teóricamente una « socializació n de los medios de producció n » ,
cumplida sin que originase ning ú n « esfuerzo » consciente para la verdad .
obtener tal resultado, y sin la supresión o adición de ningú n No obstante, ello implica el cará cter absurdo de la idea , que
parágrafo de nuestra legislación : la frecuencia estad ística de prevalece en ocasiones incluso entre los historiadores de nues -
tra disciplina , de que la meta de las ciencias de la cultura , por
ciertas relaciones objeto de regulació n jurídica se alteraría fun -
damentalmente , y en muchos casos se reduciría a cero; gran lejana que esté , podría consistir en la formación de un sistema
parte de las normas se vaciar ían de significación práctica y cerrado de conceptos , en el cual la realidad quedaría abarcada
toda su significación cultural cambiaría hasta volverse irreco- en una suerte de articulación definitiva , y de la cual pudiera
nocible. La « concepción materialista de la historia » podr ía, ser deducida luego nuevamente. La corriente del acaecer in -
conmensurable fluye de manera incesante hacia la eternidad .
pues , con justicia, dejar de lado las discusiones de lege feren-
day puesto que su punto de vista central consistiría , precisa - Siempre de nuevo y de maneras distintas se configuran los pro -

mente, en la inevitabilidad del cambio de significación de las blemas culturales que mueven a los hombres, y con ello se
instituciones jurídicas. Quien considere subalterna la sencilla mantiene fluctuante el cí rculo de lo que, para nosotros, pre -
senta sentido y significació n entre el flujo permanente de
lo
labor de comprensión causal de la realidad hist ó rica puede elu -
dirla ; pero es imposible suplantarla por cualquier « teleología » . individual, y que se convierte en «individuo histó rico». Cam -
Desde nuestro punto de vista , «fin » es la representación de bian Jas conexiones conceptuales con las cuales aquello es con -

72 73
siderado y aprehendido científicamente . Los puntos de parti- pí rico en sus conexiones legales, un conocimiento monista
, pu -
da de las ciencias de la cultura se proyectan , por ello, cam - ramente « objetivo » ( libre de todo valor ) y racional en su in-
individual » ),
biantes, hacia el m á s remoto futuro, mientras un entumeci- tegridad ( independiente de toda «contingencia
miento de la vida intelectual al estilo chino no incapacite a la de la totalidad de la realidad , que cobrara la forma de un siste -
de validez metaf ísica y formulaci ó n
humanidad para plantear nuevos interrogantes a la corriente ma conceptual provisto
eternamente inagotable de la vida. Un sistema de ciencias de matemá tica . Las disciplinas naturales ligadas a puntos de vista
la cultura , aunque m ás no fuese en el sentido de una fijación valorativos, como la cl ínica médica y en mayor grado a ú n-
definitiva , objetivamente v á lida , que sistematizase las cuestio- lo que habitualmente se denomina « tecnología » , se convirtie
nes y los ámbitos que debe tratar , sería un sin sentido . Tal ron en « artes » puramente prácticas. Los valores que deb í an
tentativa solo podría producir una multitud de puntos de vis- servir salud del paciente , perfeccionamiento de un proceso

productivo concreto, etc. quedaron fijados en cada caso pay-

ta innumerables, específicamente particularizados , heterogé-
neos y dispares entre sí , desde los cuales la realidad es o ha
sido para nosotros « cultura », es decir, plena de significado en
ra todas ellas. Los medios que emplearon consistieron

solo pudieron consistir en la aplicación de las leyes ,descu
— -
su peculiaridad . biertas por las disciplinas te óricas . Para cada fin dado la re -
ducción progresiva de cuestiones pr ácticas singulares ( por
ejemplo, un caso de enfermedad o un problema técnico a
)
Despu és de esta prolongada discusión , podemos por fin abor- la
dar lo que nos interesa metodológicamente en una considera - casos especiales de leyes universalmente v á lidas , esto es ,

ció n de la « objetividad » del conocimiento de la cultura : ¿ Cu á l ampliación del conocimiento te ó rico , se ligaba directamente
es la funci ón lógica y la estructura de los conceptos con los con un aumento de las posibilidades t écnico- pr ácticas, y era
que nuestra ciencia, como cualquier otra , labora ? O, formu - idéntico a este. En cuanto la biología moderna hubo subsumi-
lada m á s específicamente en relación con el problema decisivo , do los aspectos de la realidad que nos interesan hist óricamen -
¿ cu á l es la significación de la teorí a y de la conceptualizaci ó n te , es decir en el modo de su ser -devenidos así- y- no-de-otra -
teó rica para el conocimiento de la realidad cultural ? manera, bajo el concepto de un principio de desarrollo univer -
La economía polí tica fue originariamente, como vimos, una salmente v á lido, que al menos en apariencia —aunque no en
« técnica » , por lo menos de acuerdo con el centro de gravedad la realidad permit ía subordinar todos los aspectos esencia-

de sus discusiones. Consideraba los fen ómenos de la realidad les de aquellos objetos bajo un esquema de leyes umversal -
desde un punto de vista valorativo que, al menos en aparien - mente válidas, pareció que se anunciaba el ocaso de todos los
puntos de vista valorativos en las ciencias. En efecto
, como
cia , era un ívoco, estable y práctico: el aumento de la « rique-
za » de la población . Por otro lado, no fue desde sus comien - el denominado acaecer hist ó rico era parte de la realidad total ;
zos solamente una « técnica » , pues estuvo articulada en la po- como el principio de causalidad , premisa de toda labor cient í-
tente unidad de la cosmovisi ó n propia de las doctrinas del de- fica , parecía requerir la resoluci ó n de todo el acaecer en « le -
recho natural y del racionalismo del siglo xvm . Pero la pecu - yes » de validez universal , y como, por último , era evidente el
liaridad de esa cosmovisió n , con su fe optimista en la posibi - abrumador éxito de las ciencias naturales, que habíandetomado la la -
lidad de racionalización teórica y práctica de lo real, operó en esta idea en serio, parecía inimaginable otro sentido
el sentido de impedir que se descubriera el carácter proble - bor científica que no consistiese en el descubrimie nto de leyes
mático de aquel punto de vista , presupuesto como obvio . Co- del acaecer. En los fen ómenos , solo lo « conforme a leyes » po-
mo la consideración racional de la realidad social surgió en
* y
día ser cient íficamente esencial , y los procesos « individuales »

estrecha relación con el desarrollo moderno de la ciencia na - solo entraban en consideración como « tipos » es , decir , en este
tural , permaneció af í n a esta en todo su m é todo de estudio. caso, como representantes ilustrativos de las leyes; interesarse
Ahora bien , en las disciplinas naturales el punto de vista va- por ellos en cuanto tales parecía « no científico » .
lorativo , pr áctico, dirigido a lo inmediata y técnicamente ú til , Es imposible seguir aqu í las fuertes influencias que ejerció
se asociaba í ntimamente, desde un comienzo, con la esperanza , esta actitud optimista del monismo naturalista sobre las disci -
ómicas. Cuando la cr í tica socialista y la labor de
heredada de la Antig ü edad y desarrollada luego , de lograr , por plinas econ
la v ía de la abstracción generalizante y del an álisis de lo em - los historiadores empezaban a transformar los puntos de vista

74 15
hegeliano, por el otro, impidieron a la economía pol í tica reco- dientes teor ías « exactas » respecto de todos los demá s factores
nocer de manera un í voca y en todo su alcance la relación en - susceptibles de ser considerados , el conjunto de esas teorías
tre concepto y realidad . El resultado de ello , en la medida en abstractas debiera contener la verdadera realidad de las cosas,
que nos interesa aqu í, fue que , a pesar del poderoso dique esto es , todo lo que en la realidad es digno de ser conocido.
opuesto a la intrusió n del dogma naturalista por parte de la La teoría econ ómica exacta verificaría la acción de tin motivo
filosof ía idealista alemana a partir de Fichte , por parte de los psíquico , mientras que las dem ás teor ías tendrían por misión
logros de la escuela histórica del derecho y de la labor de la desarrollar los restantes motivos de modo similar en proposi -
escuela alemana de econom ía polí tica , y también a causa de ciones de validez hipoté tica. De acuerdo con ello , respecto de
esa labor, el punto de vista naturalista no lia sido todav í a la labor teórica , es decir , de las teor ías abstractas de forma -
superado en ciertos puntos decisivos . Entre ellos se cuenta , ció n de los precios , de la renta , el interés , etc., se ha planteado
en particular, la relación entre labor « teórica » e « hist órica » , en ocasiones la fant ástica pretensión de que pudieran , de
todavía problemá tica en nuestra disciplina.
El m é todo teórico « abstracto» st; contrapone todav ía hoy ás -
— —
acuerdo con una pretendida analogí a con las proposicio-
nes de la ciencia f ísica , ser empleadas para deducir con vali-
peramente, de un modo en apariencia insuperable y sin me- dez, acerca de la realidad de la vida, resultados determinados
diación alguna , a la investigación empírico-histórica . Quienes —
cuantitativamente a partir de premisas reales dadas esto es ,
sostienen este método reconocen de una manera totalmente
correcta la imposibilidad metodológica de suplantar el conoci -

leyes en el sentido m ás estricto , ya que, seg ú n se afirma ,
dado cierto fin la econom ía humana estaría « determinada »
miento histórico de la realidad por la formulació n de « leyes » , de manera un ívoca respecto del medio. No se reparó en el
o, a la inversa , la imposibilidad de construir « leyes » en sentido hecho de que, para alcanzar este resultado, aun en el caso
riguroso mediante la mera yuxtaposició n de observaciones his- m á s simple , habría que suponer como « dada » y conocida la
tó ricas . Ahora bien , para llegar a esas leyes — pues está n con-
vencidos de que la ciencia debe tender a ellas como su meta
totalidad de la realidad hist órica respectiva, incluidas todas
sus conexiones causales; tampoco se reparó en que, si el es -

suprema , parte del hecho de que vivenciamos directamente ,
en toda su realidad , las conexiones de la acción humana , pol-
píritu finito pudiese alcanzar este conocimiento , serí a impen -
sable atribuir valor cognoscitivo a una teoría abstracta. El
— —
lo cual piensan podemos volver inteligible de manera in -
mediata , con evidencia axiom á tica, el curso de esa acci ón hu -
prejuicio naturalista segú n el cual esos conceptos debieran mos-
trar afinidad con los de las ciencias naturales exactas , hab ía
mana y discernir sus leyes. La ú nica forma exacta del cono- tra ído como consecuencia la incomprensió n del sentido de es-
cimiento , es decir , ¡a formulación de leyes evidentes, intuibles tas formaciones conceptuales teó ricas. Se creyó que se trataba
de manera inmediata, ser ía al mismo tiempo la ú nica que per- del aislamiento psicológico de un « impulso » específico del
mitir ía realizar inferencias acerca de procesos no observados hombre, el af á n de lucro, o de la observación aislada de una
de modo directo; por ello, al menos en lo que concierne a los m á xima específica de la acció n humana , el llamado principio
fenómenos fundamentales de la vida económica , la construc- econ ó mico . La teoría abstracta pretend ía poder apoyarse en
ción de un sistema de proposiciones abstractas , y en conse- axiomas psicológicos, con la consecuencia de que los historia -
cuencia puramente formales, an álogas a las de las ciencias na - dores clamaban por una psicolog ía empí rica a fin de compro -
turales exactas, sería el ú nico medio de dominar mentalmente bar Ja invalidez de aquellos axiomas y de poder deducir psi -
la complejidad de la vida social. No obstante la distinción cológicamente el curso de ios procesos económicos. En este
metodológica de principio entre conocimiento histórico y co- lugar no queremos criticar de manera exhaustiva la fe en la
nocimiento de « leyes » , que el creador de la teoría había esta - importancia de una ciencia sistem á tica de la « psicologí a so -
blecido como primera y única, él mismo pretende ahora , para cial » a la que primero habr ía que crear como base fo-
las proposiciones de la teoría abstracta , validez emp í rica en tura de las ciencias culturales, en especial de la economía so-
el sentido de deduábüidad de lo real a partir de las « leyes » . cial . Justamente los ensayos, en parte brillantes, que se han
V ello no por cierto en el sentido de la validez empí rica de hecho hasta ahora de interpretació n psicol ógica de los fenó -

77
menos econ ómicos muestran en todo caso que no se pasa del que aguardan tambié n otros problemas. También la « teoría
análisis de cualidades psicológicas de los hombres al an álisis de la utilidad marginal » est á sometida a la « ley de la utilidad
r de instituciones sociales, sino que , por lo contrario, la eluci- marginal ».
dación de las precondiciones psicológicas y de los efectos de
las instituciones presupone el conocimiento preciso de estas y Tenemos delante de nosotros, en la teoría econó mica abstracta ,
el an álisis científico de sus conexiones. El an álisis psicol ógico un ejemplo de aquellas sí ntesis que suelen ser caracterizadas
implica luego exclusivamente una profundización , muy valiosa como « ideas » de fenómenos históricos , Nos ofrece un modelo
en el caso concreto , del conocimiento de su condicionamiento ideal de los procesos del mercado de mercancías, propios de
y significación culturales, históricos. Lo que nos interesa res- una organización social basada en el intercambio, la libre
pecto del comportamiento ps íquico del hombre en sus rela- competencia y la acción estrictamente racional . Este cuadro
ciones sociales está específicamente recortado, en cada caso, conceptual reú ne determinados procesos y relaciones de la
de acuerdo con la significación cultural específica de la relación vida histórica en un cosmos , carente en sí de contradicciones,
respectiva . Trá tase, pues , de motivos e influencias psíquicas de conexiones conceptuales . En cuanto a su contenido, esta
muy heterogéneas entre s í y combinadas de manera muy con- construcción presenta el car á cter de una utopí a, obtenida me-
creta . La investigación psicológico-social implica el detenido diante el realce conceptual de ciertos elementos de la realidad.
examen de diversos géneros individuales, muy dispares entre Su relación con los hechos empíricamente dados de la vida
sí , de elementos culturales con referencia a su interpretabilidad consiste exclusivamente en esto : all í donde en la realidad se
mediante nuestra comprensión por ví a de revivencia . Con ella , comprueba o se supone que en algú n grado operan de hecho
partiendo del conocimiento de las instituciones individuales, conexiones del tipo abstractamente representado en aquella
aprenderemos a comprender espiritualmente en grado cada vez construcción , esto es, procesos dependientes del « mercado » ,
mayor su condicionamiento y significación culturales, mas no podemos ilustrar y volver comprensible pragm á ticamente la
pretendemos deducir las instituciones a partir de leyes psico
lógicas ni explicarlas a partir de fen ómenos psicológicos ele-
- especificación de tal conexión en un tipo ideal . Esa posibilidad
puede resultar conveniente, y hasta indispensable , sea con fi-
mentales . Poco fruct ífera ha sido, en consecuencia , la dilata - nes heurísticos o expositivos . Respecto de la investigación , el
da polé mica en torno de la legitimidad , en términos psico- concepto t ípico-ideal pretende guiar el juicio de imputaci ón :
lógicos , de las construcciones teóricas abstractas, así como del no es una « hipó tesis » , pero quiere se ñ alar una orientació n a
alcance del « af á n de ganancia » y del « principio económico ». la formación de hipótesis. No constituye una exposición de la
realidad , pero quiere proporcionar medios de expresión un í-
Solo en apariencia se trata, en el caso de las construcciones de vocos para representarla . Consiste, pues , en la « idea » de la
las teor í as abstractas, de « deducciones » a partir de motivos organización moderna de la sociedad , hist óricamente dada ,
psicológicos básicos; en verdad , ellas constituyen un caso es- fundada en el intercambio, idea elaborada por nosotros si -
pecial de un tipo de formación de conceptos propios de las guiendo los mismos principios lógicos con que se ha construi-
ciencias de la cultura humana , tipo que, dentro de ciertos do , por ejemplo, la idea de la « econom ía urbana » de la Edad
l í mites , es imprescindible . Es conveniente que lo caracterice- Media como concepto « genético» . En este caso, no se forma el
mos en este lugar de manera algo m ás profunda , pues por esa concepto de « economí a urbana » como un promedio de los
v í a nos acercamos a la cuestión de principio acerca del signi - principios econ ó micos existentes de hecho en la totalidad de
ficado de la teoría para el conocimiento de las ciencias socia
les . En ese empeño dejamos por completo de lado si las
- ,

las ciudades observadas , sino, antes bien , como un tipo ideal .


Se los obtiene mediante el realce unilateral de uno o ele varios
formaciones teoré ticas que tomamos como ejemplos o a las puntos de vista y la reunión de una multitud de fenómenos
que aludimos son adecuadas para el fin que pretenden cum - singulares , difusos y discretos, que se presentan en mayor me-
plir , esto es, si est á n convenientemente construidas . La cues- dida en unas partes que en otras o que aparecen de manera
tión de la medida en que las « teorías abstractas » ya existentes , esporádica , fenómenos que encajan en aquellos puntos de vis-
por ejemplo , deben ser todavía desarrolladas en sus detalles ta , escogidos unilateralmente, en un cuadro conceptual en s í
ata ñe exclusivamente a la econom í a de la labor científica , a la unitario. Este , en su pureza conceptual , es inhallable emp í ri -

78 79
I

camente en la realidad : es una utopí a que plantea a la labor


historiográ fica la tarea de comprobar , en cada caso singular ,
nuestro — —
su « significación cultural » en virtud de ideas de
valor muy diversas, a las cuales podemos referirlos. Por ello,
en qu é medida la realidad se acerca o se aleja de ese cuadro existiendo los « puntos de vista » m ás diversos desde los cuales
ideal , y , por lo tanto, en qu é medida el cará cter económico podemos considerar aquellos como significativos , es posible
de las relaciones imperantes en determinada ciudad puede aplicar los m ás diversos principios de selecci ó n de las conexio-
calificarse como « econom ía urbana » en el sentido conceptual. nes incluidas en un tipo ideal de una determinada cultura.
Pero ese concepto, empleado con precaución, presta un ser- Ahora bien , ¿ cu á l es el significado de esos conceptos t ípico
vicio específico a los fines de la investigació n y la ilustraci ón . ideales para una ciencia de experiencia tal como la que que-

De la misma manera para analizar todavía otro ejemplo-
se puede caracterizar la « idea » del « artesanado » en una uto-
— remos impulsar ? Destaquemos, ante todo , que la noció n de
« debe ser» , de « ejemplaridad » , debe ser cuidadosamente dis-
pía , en cuanto se acent ú an determinados rasgos que se presen - tinguida de estas formaciones conceptuales, « ideales » en un
tan de manera difusa entre los trabajadores de ramas indus- sentido puramente lógico, a que aludimos aquí. Trá tase de la
triales de los m ás diversos países y épocas, destacá ndolos uni- construcción de conexiones que aparecen como suficientemen -
lateralmente en sus consecuencias para acordarlos en un cuadro te motivadas para nuestra fantasí a , esto es , como « objetiva-
ideal, en sí carente de contradicciones , y referirlos a una ex - mente posibles » , adecuadas respecto de nuestro saber nomol ó-
presi ó n conceptual que se manifiesta en ellos. Cabe intentar , gico. Quien sostenga el punto de vista de que e! conocimiento
luego, delinear una sociedad en la que todas las ramas de la de la realidad histórica puede o debe ser una copia « sin su -
actividad económica, y basta de la espiritual , esté n regidas por puestos » de hechos « objetivos » , negará a estas construcciones
m á ximas que se nos aparecen como aplicació n del mismo prin- todo valor . Pero tambié n quien haya reconocido que en el
cipio , característico del « artesanado » erigido como tipo ideal . terreno de la realidad no existe una « falta ele supuestos » en
Es posible, corno paso ulterior , contraponer ese tipo ideal del sentido l ógico, y que el más sencillo extracto de actas o
artesanado , como antí tesis, a un tipo ideal correspondiente a reseña de documentos sólo puede adquirir sentido científico
una organización industrial capitalista , abstra ído de ciertos ras- por su referencia a « significaciones », y con ello a ideas de
gos de la moderna gran industria , e intentar , en conexión con valor como instancia ú ltima , considerar á la construcci ó n de
ello, delinear la utopía de una cultura « capitalista » , esto es, « utop í as » hist óricas como un medio de ilustració n peligroso
regida exclusivamente por el interés de valorizar los capitales para la imparcialidad de la labor historiogr áfica , y las m ás de
privados. Esa utopía destacaría rasgos singulares, que se pre- las veces como un mero juego. En efecto , es imposible de-
sentan de manera difusa , de la vida cultural moderna tanto cidir a priori si se trata de un puro juego conceptual o de una
material como espiritual , considerados en su especificidad , a formación de conceptos científicamente fructífera ; también
fin de reunirlos en un cuadro ideal carente para nosotros de aqu í existe solo un criterio : el de su éxito para el conocimiento
contradicciones . Se trataría , pues , de un ensayo de delinear de fenó menos culturales concretos en su conexión , su condi -
ana «idea» de la cultura capitalista; aquí hemos de dejar de cionamiento causal y su significación. De acuerdo con ello , la
lado la cuesti ón de si y có mo se la puede obtener . Ahora bien , formación de tipos ideales abstractos entra en consideraci ón,
es posible, y hasta debemos considerar seguro, que se esbocen no como meta , sino como medio. Cualquier observación aten-
varias utopías de este tipo , de las cuales ninguna sea idé ntica ta de los elementos conceptuales de la exposició n hist ó rica
a otra y, m á s todav ía , ninguna sea observable en la realidad muestra , sin embargo, que el historiador , en cuanto se propo-
emp í rica como ordenamiento social v á lido de hecho, pero que, ne ir m á s all á de la mera comprobación de conexiones concre-
sin embargo, todas ellas pretendan constituir una represen - tas para establecer la significaci ón cultural de un proceso indi -
taci ón de la « idea » de la cultura capitalista , pretensión posi- vidual , por sencillo que fuere , con el propósito de « caracteri-
ble porque todas ellas han extra ído de la realidad determina - zarlo » , labora y debe laborar con conceptos que por regla ge-
dos rasgos de hecho de nuestra cultura , en su especificidad neral solo son determinables de manera precisa y un í voca como
plena de significación, para incluirlos en un cuadro ideal uni- tipos ideales. ¿ O bien , acaso, conceptos como « individualis -
tario . En efecto, aquellos fen ó menos que nos interesan como mo » , « imperialismo » , « mercantilismo » , son « convencionales » ,
manifestaciones culturales reciben com ú nmente este interés y las innú meras formaciones conceptuales de í ndole semejante ,

80 81
por medio de las cuales procuramos dominar conceptual y aprehender , en conceptos genéticos, individuos históricos o
comprensivamente la realidad , pueden ser determinadas, de sus elementos singulares. Considé rese , por ejemplo, los con-
acuerdo con su contenido, por la descripci ón sin supuestos de ceptos de « iglesia » y « secta » . Estos admiten ser resueltos ,
un fenómeno concreto cualquiera o mediante la reunión abs- por la vía puramente clasificatoria , en complejos de rasgos ,
tractiva de aquello que es común a varios fenómenos concre
tos ? Centenares de términos del lenguaje usado por los histo -
- con lo cual no solo los lí mites entre ambos sino tambié n su
contenido conceptual ha de permanecer siempre fluctuante.
riadores contienen tales cuadros conceptuales indeterminados, Pero si quiero captar genéticamente el concepto de « secta »,
que brotan de una necesidad de expresión que se impone in - por ejemplo con relación a ciertas significaciones culturales
conscientemente , y cuya significación no es pensada con clari
dad sino que solo puede ser intuida . En numerosísimos casos ,
- importantes que el « espíritu de secta » ha tenido para la cul-
tura moderna , entonces determinados rasgos de ambos se vuel -
por cierto , ante todo en el campo de la historia polí tica des - ven esenciales porque se encuentran en una relación de causa-
criptiva , el car ácter indeterminado de su contenido en nada ción adecuada respecto de aquellos efectos. Pero esos concep-
perjudica la claridad del relato. Basta , en efecto, que en el caso tos se vuelven al punto típico-ideales , es decir que , en su ple-
particular se perciba lo que el historiador tiene in mente , o na pureza conceptual, no encuentran representante en la reali-
bien cabe contentarse con que upa precisi ón particular del dad , o lo encuentran solo parcialmente. Aqu í, como en todas
contenido conceptual se presente como pensada respecto de partes , cualquier concepto que no sea puramente clasificatorio,
una significación relativa. Sin embargo , con cuanta mayor cía? se aparta de la realidad . Pero la í ndole discursiva de nuestro
ridad se vuelva consciente la significa tividad de un fenó meno conocer, esto es, la circunstancia de que aprehendemos la rea -
cultural, tanto m ás apremiante ser á la necesidad de laborar con lidad solo a través de una cadena de transformaciones de re-
conceptos claros , determinados no solo de manera particular presentación , postula semejante estenograf ía de los conceptos.
sino en todos sus aspectos. Una « definición » de esas s í ntesis Con seguridad , nuestra fantasía puede prescindir a menudo de
del pensamiento histórico de acuerdo con el esquema de genus su formulación expresa como medio de la investigación; no
proximum y differentia specifica es , naturalmente , un absurdo: obstante , para la exposición, en la medida en que esta quiera
hágase, si no , la prueba . Tal forma de determinar la significa -
ci ó n de los términos existe solo en el terreno de las disciplinas
ser unívoca, su empleo es totalmente imprescindible en nu
merosísimos casos en el campo del an álisis de la cultura . Quien
-
dogmá ticas, que laboran con silogismos. Tampoco es posible la rechace por principio debe limitarse al aspecto formal de
una simple « resolución descriptiva » de aquellos conceptos en los fen ómenos de la cultura , por ejemplo, la historia del de-
sus componentes , o lo es solo en apariencia , pues lo que inte
resa , precisamente , es cuáles de esos elementos deben valer
- recho. El cosmos de las normas jurí dicas, naturalmente, es
susceptible de determinación conceptual clara y al mismo
como esenciales . Solo queda , pues , si es que se debe procurar tiempo válida ( en el sentido jurídico ) para la realidad hist ó-
una definición gen é tica del contenido conceptual , la forma de! rica. Pero lo que interesa a la labor de la ciencia social , en el
tipo ideal en el sentido antes establecido. Constituye este un sentido en que la entendemos, es su significación pr á ctica .
cuadro conceptual que no es la realidad histórica , al menos Muy a menudo , empero , solo refiriendo lo empíricamente dado
no la « verdadera » , y que mucho menos está destinado a servir a un caso límite ideal es posible volver consciente de manera
como esquema bajo el cual debiera subsumirse la realidad un ívoca esta significación . Si el historiador ( en el sentido más
como espécimen, sino que , en cambio , tiene el significado de lato del té rmino ) rechaza un intento de formular un tipo
un concepto lí mite puramente ideal , respecto del cual la rea - ; ideal semejante por considerarlo una « construcción teórica »,
Helad es medida y comparada a fin de esclarecer determinados es decir algo prescindible o in ú til para su fin cognoscitivo con -
elementos significativos de su contenido empírico. Tales con - creto, por regla general la consecuencia de ello es que , sea
ceptos son formaciones en las cuales , por aplicació n de la ca - consciente o inconscientemente, aplica otras semejantes sin
tegor ía de posibilidad objetiva , construimos conexiones a las formulación expresa ni elaboración lógica , o bien permanece
que nuestra fantasí a, disciplinada y orientada en vista de la en el á mbito de lo « experimentado » de manera indeter-
realidad , juzga adecuadas . minada .
El tipo ideal es, en particular en esta funci ó n , el intento de Nada m á s peligroso, sin embargo, que la confusión de teoría

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e historia , originada en prejuicios naturalistas , ya porque se a través de una formació n conceptual precisa , esto es , t í pico
crea haber fijado en aquellos cuadros conceptuales teó ricos el ’dea]; en todo caso , en ello debiera parar mientras quien se
contenido « auténtico y verdadero » , la «esencia » de la realidad burle de las « robinsonadas » de la teoría abstracta mientras no
hist órica , o bien porque se los emplee como un lecho de disponga de algo mejor , esto es , más claro , para reemplazarlas.
Procusto en el cual deba ser introducida por fuerza la his- La relación causal entre la idea históricamente verificable que
toria , o porque, en fin , las « ideas » sean hipostasiadas como gobierna a los hombres y aquellos elementos de la realidad
una realidad « verdadera » que permanece detrás del fluir de hist órica a partir de los cuales es posible abstraer el tipo ideal
los fenómenos, como « fuerzas » reales que se manifiestan en correspondiente puede, como es natural , configurarse de ma -
la historia. neras muy diversas . Solo cabe establecer , en principio, que
En especial , este ultimo peligro es mayor si estamos habitua - ambas cosas son fundamentalmente distintas . Ahora bien , en
dos a entender por « ideas » de una época , también y en pri- este punto se impone la segunda consideraci ó n : Aquellas
mera línea , pensamientos o ideales que han imperado sobre « ideas » mismas que gobiernan a los hombres de una é poca ,
¡as masas o una parte históricamente importante de los hom- esto es , que operan en ellos de manera difusa , solo pueden
bres de esa misma é poca , y que , por esa vía, han sido signifi - ser aprehendidas a su vez con precisi ó n conceptual en cuan -
cativos como componentes de su peculiaridad cultural. Res-
pecto de esto, es preciso todavía agregar dos consideraciones.
to se trate de formaciones conceptuales algo complicadas
bajo la forma de un tipo ideal , porque ellas alientan en las

En primer lugar , el hecho de que entre la « idea » en el sentido cabezas de una multitud indeterminada y cambiante de indi -
de una orientación prá ctica o teó rica de pensamiento y la viduos y experimentan en ellos las m á s variadas gradaciones
« idea » en el sentido de un tipo ideal de una é poca , construido de forma y contenido, claridad y sentido. Aquellos elementos
como instrumento conceptual, por lo regular existen determi - de la vida espiritual de los individuos tie una é poca determi -
nadas relaciones. Un tipo ideal de una determinada situación nada de la Edad Media , por ejemplo, que podemos caracteri -
social , que admite ser abstraído a partir de ciertos fenómenos zar como « el cristianismo » de esos individuos, si pudiésemos

— —
sociales característicos de una é poca , puede y con mucha
frecuencia es este el caso haber estado presente para los
exponerlos en toda su plenitud , se convertir ían , naturalmente
en un caos de conexiones de pensamientos y sentimientos de
propios contemporá neos como ideal por alcanzar pr á cticamen - toda í ndole , sumamente contradictorios y diferenciados hasta
te o como m á xima para la regulación de determinadas relacio- lo infinito, a pesar de que la Iglesia de la Edad Media pudo
nes sociales. Esto sucede con la « idea » del « socorro de ma - establecer, en un grado particularmente elevado , la unidad de
nutención » y de muchas teorías de los canonistas , en espe- la fe y de las costumbres. Ahora bien , si se pregunta en qu é
cial de Santo Tom ás, en relación con el concepto t í pico -idea!. consistió , dentro de ese caos , el « cristianismo » medieval con
empleado hoy con referencia a la «econom ía urbana » de h el cual es preciso operar de continuo como si se tratase de
Edad Media , al que antes aludimos. Ello vale m ás todav ía un concepto bien definido, y se inquiere dó nde reside lo
para el famoso «concepto fundamental » de la economía pol í - « cristiano » que encontramos en las instituciones de la Edad
tica : el « valor econ ómico » . Desde la escol ástica hasta la teoría Media, muéstrase al punto que tambié n aqu í , en cada caso sin
de Marx se combina aqu í la idea de algo que vale « objetiva - guiar, se aplica una formación conceptual nura construida pot
mente » , esto es de un deber ser , con una abstracció n extra ída nosotros. Consiste esta en una ligazón de art ículos de fe, tie
del curso empírico de formación de los precios. Y tal con - normas morales y del derecho can ónico, de m á ximas para la
cepció n , a saber , que el « valor » de las mercancías debe estar conducci ón de la vida y de innumerables conexiones singulares
regulado por determinados principios de « derecho natural» , a las que nosotros reunimos en una « idea » : una s í ntesis que ,

ha tenido y tiene todavía — inconmensurable importancia
para el desarrollo de la cultura , por cierto no solo de la Edad
sin el empleo de conceptos t ípico-ideales , jam ás podríamos al -
canzar.
Media. En especial , ha influido también fuertemente sobre la La estructura l ógica del sistema conceptual en el que expone-
formación empírica de los precios. Sin embargo, qué se en - rnos esas ideas y su relación con lo que nos es dado de ma -
tienda o se pueda entender por tal concepto teórico es algo nera directa en la realidad empí rica son , como es natural , co-
que solo puede volverse claro , de manera realmente un í voca , sas muy distintas . La situaci ó n es sencilla cuando se trata de

83
casos en los cuales un principio directivo teórico , o unos po- ser considerados como exposición hist ó rica de lo que existe

— —
cos, expresables con facilidad en f órmulas por ejemplo la empíricamente ; en cambio, revisten un elevado valor heurís -
fe en la predestinación , de Calvino , o bien un postulado tico para la investigación y un considerable valor sistem á tico
é tico claramente formulable, han dominado a los hombres y para la exposición cuando se los aplica exclusivamente como
han producido efectos históricos, de modo tal que podemos un medio conceptual para la comparación y medición de la
articular las « ideas» en una jerarquía que se desarrolla lógica- realidad respecto de ellos. En esta función , precisamente, son
mente a partir de aquellos principios rectores . Pero a ú n as í imprescindibles . Ahora bien , a estas exposiciones tí pico-idea -
con facilidad se pierde de vista que , por grande que sea el les suele atribuirse algo m ás, que complica considerablemente
poder constrictivo puramente lógico del pensamiento en la su significado. Pretenden ser , o lo son inconscientemente ,

— —
historia y el marxismo constituye un ejemplo sobresalien -
te , el proceso empírico-histórico que se desarrolla en la
tipos ideales , no solo en sentido lógico, sino también práctico :
— —
modelos que contienen en nuestro ejemplo lo que el cris-
cabeza de los hombres por regla general debe ser compren - tianismo , en opinión del expositor , debe ser , aquello que en
dido como psicológicoy no como lógicamente condicionado. él y para él es «esencial » porque está provisto de valor per-
Con mayor claridad todavía muéstrase el car ácter t í pico -ideal manente. Sin embargo, ocurra ello de manera consciente o
de tales sí ntesis de ideas históricamente operantes cuando
aquellos principios rectores y postulados fundamentales no
— —
con mayor frecuencia inconsciente, tales modelos contie -
nen ideales a los cuales el expositor refiere valorativamente
rigen , o no rigen má s , en Ja cabeza de los individuos que el cristianismo: tareas y fines segú n los cuales orienta su « idea »
est á n dominados por pensamientos que derivan de ellos lógi- del cristianismo y que, naturalmente, pueden diferir notable -
camente , o que se desprenden de ellos por asociació n , porque mente de los valores a que los contempor á neos, por ejemplo
las « ideas» que hist ó ricamente , en el origen , est á n en su base los primeros cristianos , refirieron el cristianismo; y no solo
han caducado o, en general, se han difundido solo en sus con - pueden diferir de ellos: sin duda diferirá n siempre. En esta
secuencias . Más n í tidamente resalta el car ácter de esa síntesis significación las « ideas » no son ya, por cierto, instrumentos
como una « idea » creada por nosotros cuando esos principios puramente l ógicos, conceptos respecto de los cuales la realidad
rectores básicos, desde el comienzo , solo de manera incom - es medida comparativamente y sino ideales a partir de los cua -
pleta han llegado a la conciencia, o no han llegado en modo les ella es juzgada valorativamente. Ya no se trata aquí del
alguno, o bien , al menos , no han cobrado la forma de cone- proceso puramente del relacionar lo empírico con valores , sino
xiones conceptuales claras . En cuanto adoptamos este proce- de juicios de valor admitidos en el « concepto » de cristianismo.
dimiento, como sucede y debe suceder en infinidad de casos, Puesto que el tipo ideal exige aqu í validez empírica , penetra

tales « ideas » por ejemplo: el « liberalismo » de cierto perío-
do, el « metodismo » o alguna variedad no desarrollada concep-
en la regió n de la interpretación valorativa del cristianismo :
se ha abandonado el terreno de la ciencia empí rica ; estamos

tualmente de « socialismo » son un tipo ideal puro de ca -
rácter idéntico a las s íntesis de « principios » de un per íodo
frente a un credo personal , no a una formación conceptual
t ípico ideal . Esta diferencia es fundamental ; no obstante , la
econ ómico de las que hemos partido. Cu á nto m ás abarcadoras confusión de esas dos significaciones de « idea » se cuela muy
son las conexiones de cuya exposición se trata , y cuanto m á s a menudo en la labor historiográ fica . Cabe presuponerla siem -
mu í tifacé tica ha sido su significación cultural , tanto m ás su pre que el historiador empieza a desarrollar su « concepció n »
exposición conjunta en un sistema conceptual se aproxima al de una personalidad o de una época . En contraposición a los
tipo ideal , y tanto menos es posible manejarse con un solo criterios é ticos constantes que aplicaba Schlosser siguiendo el
concepto de ese tipo , y , por lo tanto, m ás naturales e inevi- espí ritu del racionalismo, el historiador moderno, de forma - '
tables se vuelven los ensayos repetidos de continuo de llevar ción relativista , que desea « comprender » la é poca a que se
a la conciencia siempre nuevos aspectos significativos median- refiere « desde ella misma » y tambié n « juzgarla » , experimenta
te la formació n de nuevos conceptos t í pico -ideales . Todas las la necesidad de extraer los criterios de su juicio « de la mate-
exposiciones sobre una « esencia » del cristianismo, por ejem- ria » misma , esto es , de dejar que las « ideas » en el sentido del
plo , son tipos ideales cuya validez siempre y necesariamente ideal broten de las « ideas » en el sentido del « tipo ideal » . Y
sigue siendo muy relativa y problem á tica cuando pretenden el atractivo est é tico de semejante procedimiento los induce ca -

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da vez m ás a contundir Ja línea de separació n entre ambas , defi -
ciencia esta que por un lado no puede evitar los juicios de — por ejemplo: la metaf ísica alemana « orgá nica » del Estado
por contraposició n a la concepció n « comercial » norteameri -
valor , mientras que, por el otro, declina la responsabilidad
por ellos. No obstante, la n í tida distinció n entre la referencia

cana , reviste una eminente significación práctica ; con otras
palabras: tambié n aqu í las ideas prácticas en las cuales se tiene
lógica comparativa de la realidad a tipos ideales en sentido fe en cuanto valen o deben valer y el tipo ideal teórico , cons -
l ógico y el juicio vaiorativo acerca de la realidad a partir de truido con fines cognoscitivos, se confunden y muestran la ten
¡¿leales constituye un deber elemental del autocontrol cient í - dencia a traspasar las unas en el otro.
fico y el ú nico medio de evitar sorpresas. Un « tipo ideal » en
nuestro sentido es , insistimos en esto , algo por entero in- Hab íamos caracterizado antes de manera deliberada el « tipo
diferente a cualquier juicio vaiorativo, y nada tiene que ver
con una « perfección » que no sc& puramente lógica . Existen

ideal » en lo esencial , aunque no exclusivamente corno
construcción conceptual para la mediació n y caracterización

( ipos ideales tanto de burdeles como de religiones , y en cuan sistemá tica de conexiones individuales, es decir , significativas
-
to a los primeros hay algunos que, desde el punto de vista en su singularidad , como por ejemplo el cristianismo o el ca
de la é tica policial de hoy , parecerían «ajustados al fin » , mien - pitalismo. Lo hicimos con el propósito de desechar la ¡dea
tras que en otros sucede precisamente Jo contrario. corriente de que en el á mbito de los fenó menos culturales lo
Por fuerza liemos de dejar de lado aqu í la discusión más pro- abstractamente t í pico es idé ntico a lo abstractamente genérico
funda del caso con mucho m ás complicado e interesante: la Ello no es así. bin que podarnos analizar aqu í en sus principios
cuestión de la estructura l ógica del concepto de Estado. Re- el concepto de lo t í pico , tantas veces discutido y tan desa
paremos solo en lo siguiente: Si inquirimos a qu é correspon- creditado por su uso indebido, ya de las consideraciones hechas
de en la realidad empírica la idea de « Estado» , encontramos podemos inferir que la formación de conceptos t í picos en el
— —
una infinidad de acciones activas o pasivas difusas y dis-
cretas, de relaciones reguladas de hecho y jurídicamente , en
sentido de la exclusió n de lo «contingente » encuentra su lugar
propio tambi é n en el caso de individuos hist óricos. Ahora
parte ú nica y en parte de carácter regularmente recurrente , bien , tambié n aquellos conceptos de género que encontramos
que se mantienen reunidas mediante una idea: la fe en nor- a cada paso como elementos de exposiciones históricas y de
mas, que valen de hecho o que deben valer, y en relaciones conceptos hist óricos concretos, pueden ser configurados como
de poder de unos hombres sobre otros . Esta fe es en parte tipos ideales mediante ¡a abstracció n y el realce de algunos
un patrimonio espiritual conceptualmente desarrollado , en de sus elementos conceptuales esenciales. Tr á tase , incluso , de
parte sentido oscuramente, en parte aceptado de manera pa - un caso de aplicació n de los conceptos t ípico - ideales particu -
siva , proyectá ndose de las maneras m á s diversas en la cabeza larmente frecuente e importante desde el punto de vista prá c -
de los individuos, quienes, si realmente concibiesen con clari- tico, y cada tipo ideal individual se compone a partir de ele-
dad la idea como tal , no habrían menester , en primer lugar , mentos conceptuales que presentan carácter gené rico y se cons -
Je la «doctrina general del Estado», que pretende desarrollar tituyen como tipos ideales. También en este caso mu éstrase
aquella. El concepto científico de Estado, no importa cómo la especí fica funci ó n l ógica de los conceptos t í pico- ideales. Un
se lo formule , es naturalmente siempre una s í ntesis que no concepto gen é rico simple, en el sentido de un complejo de
sotros emprendemos con fines cognoscitivos determinados. rasgos comunes a muchos fen ómenos, es , por ejemplo , el con -
Por otro lado , sin embargo, se lo abstrae también de las sín- cepto de « intercambio » , en cuanto prescindo de la significa
tesis imprecisas halladas en la cabeza de los hombres histó- ción de los elementos conceptuales y , por !o tanto , analizo
ricos. Pero el contenido concreto que el Estado hist órico co- simplemente el uso lingüístico cotidiano . Si pongo en relación
bra en aquellas s íntesis de los contemporá neos puede ser in - este concepto , por ejemplo, con la « ley de la utilidad margi-
mido solamente mediante la orientació n en vista de conceptos nal » , y formo el concepto de « intercambio econ ómico» como
t í pico-ideales. Tampoco cabe la menor duda de que el modo un proceso económicamente racional , entonces es.te contiene ,
en que aquellas s í ntesis son cumplidas por los contemporá
neos, en forma siempre imperfecta desde el punto de vista
- corno cualquier concepto plenamente elaborado desde el punto
de vista lógico, un juicio acerca de las condiciones « t í picas »
lógico, esto es las « ideas » que ellos se forman del Estado del intercambio en s í . Cobra carácter genético y con ello se

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vuelve igualmente , en sentido lógico, típico-ideal, esto es, que capital podría ser la renta de la tierra . A partir de allí puede
se aparta de la realidad empírica , la cual solo puede ser com-

construirse quizá pues no podr í amos investigar en este lu -
parada con él, referida a él. Algo semejante vale para todos los
llamados «conceptos b ásicos » de la econom ía polí tica : se los
gar la correcció n de esto— un cuadro ideal de la transforma -
ció n de la forma de economía artesanal en la capitalista , cuadro
puede desarrollar en forma genética solo como tipos ideales . condicionado por determinados factores simples : tierra limi-
La contraposición entre simples conceptos de gé nero, que se tada , crecimiento demogr áfico , afluencia de metales preciosos,
limitan a la mera reuni ó n de lo comú n a los fen ómenos em- racionalización de la conducción de la vida . Si el curso emp í-

pí ricos , y tipos ideales de carácter genérico por ejemplo,

un concepto t ípico-ideal de la « esencia » del artesanado es ,
rico- histó rico del desarrollo ha sido de hecho el curso cons-
truido , es algo que habría que investigar solo con ayuda de
naturalmente, fluctuante en los casos particulares. Pero ning ún esta construcción , como medio heur ístico , por la v ía de la
concepto de género tiene, como tal, car á cter « típico » , y no comparación entre tipo ideal y « hechos». Si el tipo ideal es -
existe un tipo « medio » de carácter puramente genérico . Cuan - tuviese «correctamente » construido , y el curso de hecho no
do nos referimos , por ejemplo en la estadística , a magnitudes coincidiese con el típico-ideal, se probaría con ello que la so -
« t í picas » , trá tase de algo más que de un mero promedio. ciedad medieval no fue, en determinadas relaciones, de índole
Cuanto m ás estamos frente a una simple clasificación de pro- estrictamente « artesanal » . Y si el tipo ideal estuviese construi -
cesos , que en la realidad se presentan como fenómenos de ma- —
do de un modo «ideal » heurísticamente para nada conside -
sas , tanto m ás se tratará de conceptos de g énero ; por lo con -
trar í o, cuanto m ás se formen conceptualmente conexiones
ramos si y cómo podría hacerse esto en nuestro ejemplo -,
entonces encaminará la investigación por la ví a de una capta -

históricamente complicadas, en aquellos de sus elementos en ción m á s n í tida de aquellos elementos no artesanales de la
los que estriba su específica significación cultural, tanto m á s sociedad medieval en su especificidad y significación histó ri-
— —
el concepto o el sistema conceptual presentará el carácter
del tipo ideal . En efecto, fin de la formación de conceptos
ca . Si ha conducido a este resultado habr á cumplido su fin
lógico, precisamente en cuanto habr á manifestado su propia no
t ípico-ideales es en todas partes obtener ní tida conciencia , no realidad . En ese caso, constituyó la prueba de una hipó tesis .
de lo gen é rico , sino, a la inversa , de la especificidad de fen ó- El proceso no ofrece dificultades metodológicas en la medida
menos culturales. en que se tenga siempre presente que construcciones t í pico-
Que los tipos ideales , incluidos los de car á cter gen é rico , pue- ideales del desarrollo e historia son dos cosas a las que es
dan ser y sean aplicados, ofrece interés metodológico ante preciso distinguir n í tidamente, y que la construcción ha sido¿

todo en conexión con otro hecho. aqu í solamente el medio de cumplir la imputació n válida, sis-
Hasta aqu í hemos aprendido a discernir los tipos ideales, en temáticamente , de un proceso histó rico a sus causas reales ,
lo esencial, solo como conceptos abstractos de conexiones que, dentro del círculo de las posibles de acuerdo con el estado de
permaneciendo en el flujo del acaecer, son representadas por nuestros conocimientos.
nosotros como individuos hist ó ricos en los cuales se cumplen Como lo muestra la experiencia , hay una circunstancia que
ciertos desarrollos . Pero interviene en este punto una com- vuelve muy dif ícil mantener firmemente esta distinción . En
plicaci ó n , introducida siempre de nuevo con extraordinaria interés de la demostración intuitiva del tipo ideal o del desa -
facilidad por el prejuicio naturalista segú n el cual la meta de rrollo típico-ideal se procurará ilustrarlo mediante material de
las ciencias sociales debe consistir en la reducción de la reali - intuición extraído de la realidad empí rico- hist ó rica . El peligro
dad a «leyes» , con ayuda del concepto de lo « típico » . Tam - de este procedimiento en sí totalmente legítimo reside en que
bi é n los procesos de desarrollo admiten , por cierto , ser cons- el saber hist ó rico aparece aqu í como servidor de la teoría y
truidos como tipos ideales, y estas construcciones pueden no a la inversa . Hay la tentación , para el teó rico, de considerar
revestir altísimo valor heurístico. Pero en la misma medida esta relació n como normal o , lo que es peor , de trocar los
aparece con ello el peligro de que tipo ideal y realidad sean papeles de teoría e historia , confundié ndolas de este modo .
confundidos entre sí. Es posible , por ejemplo , alcanzar el re- Este peligro es todav ía mayor cuando la construcción ideal
sultado teórico de que en una sociedad organizada de manera de un desarrollo, consistente en la clasificación conceptual de
estrictamente « artesanal » la ú nica fuente de acumulació n de tipos ideales de ciertas formaciones culturales, es elaborada

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en Ja forma de una clasificación genética ( por ejemplo , par * tar seriamente las cuestiones metodológicas pr ácticas , a saber :
tiendo de la forma de empresa industrial de la « econom í a dilucidar en profundidad las relaciones del conocimiento t ípico
doméstica cerrada », o bien de los conceptos religiosos de los ideal con el « legal » , de los conceptos típieo- ideales con los
« dioses del instante » ) . La serie de los tipos , que resulta de conceptos colectivos, etcé tera .
las características conceptuales escogidas, aparece entonces co-
mo una secuencia hist ó rica legalmente necesaria. El ordena - El historiador persistir á , no obstante todas estas polé micas,
miento l ógico de los conceptos, por un lado, y la disposici ón en sostener que el predominio del modo t ípico -ideal de for-
empí rica de lo conceptuado enrel espacio , el tiempo y el en - maci ó n de conceptos y de construcció n constituye un sí ntoma
cadenamiento causal , por el otro, parecen ligados tan estre - específico de la juventud de una disciplina . Y en ello es pre-
chamente que la tentación de violentar la realidad para justifi - ciso en cierto sentido darle la razó n , pero con otras conse-
car la validez real de la construcción se vuelve casi irresistible . cuencias que las que él ha de extraer . Examinemos un par de
Deliberadamente hemos evitado demostrar esto con relación ejemplos tomados de otra disciplina . Es cierto que el estudian-
al caso m á s importante de construcciones t í pico ideales : el de te fastidiado , lo mismo que el filólogo primitivo , se represen -
Marx. Lo hemos hecho para no complicar la exposici ó n in - tan una lengua ante todo « orgánicamente » , esto es , como un
troducié ndonos en las interpretaciones de Marx , y para no todo supraempírico regido por normas ; la tarea de la ciencia
anticipar las discusiones que regularmente se llevará n a cabo ha de consistir , en cambio, en la comprobaci ó n de lo que
en nuestra revista respecto de la literatura que se desarrolla
acerca del gran pensador y en relació n con é l , hacié ndola ob-
— —
debe valer como regla lingüística . Elaborar l ógicamente
el « lenguaje escrito » , como lo ha hecho la Crusca fin de
jeto de an álisis crí tico. Limit é monos a establecer aqu í que , na - reducir su contenido a reglas , es normalmente la primera ta-
turalmente , todas las « leyes » específicamente marxistas , así rea que se plantea a una « filología » . Y si hoy, por lo con -
como las construcciones de procesos de desarrollo — en la trario , un destacado fil ólogo proclama como objeto de la fi-
medida en que no sean teóricamente erróneas poseen ca-—
rácter t ípico-í deal. La significación heurí stica eminente , y has-
lolog ía « el habla de cada individuo » , la formulación de seme-
jante programa solo es posible en cuanto en el lenguaje escrito
ta ú nica , de estos tipos ideales cuando se los emplea para la se nos presenta un tipo ideal relativamente estable , con el
comparación de la realidad respecto de ellos , y su peligrosidad cual puede operar ( al menos t á citamente ) la investigación de
en cuanto se los representa como « fuerzas operantes», « ten - la infinita multiplicidad del habla, de otro modo totalmen -
dencias » , etc., que valen empí ricamente o que son reales ( esto te ilimitada y carente de orientación . Por otro lado , no de
es, en verdad , metaf ísicas ) , he ahí cosas que conoce quien manera distinta funcionaron las construcciones de las teor ías
haya laborado con los conceptos marxistas.
Conceptos de género ; tipos ideales ; conceptos de gé nero tipl-
del Estado jusnaturalistas u orgá nicas, o, por ejemplo para
— —
recordar un tipo ideal en nuestro sentido- , la teor ía de Ben -
eo-ideales ; ideas en el sentido de combinaciones de pensa- jamin Constant acerca del Estado antiguo : como puerto de
miento que operan empí ricamente en los hombres históricos ; refugio hasta que se hubiese aprendido a orientarse en el in-
tipos ideales de tales ideas ; ideales que dominan a los hombres menso mar de los hechos emp í ricos. La maduració n de la cien-
históricos; tipos ideales de tales ideales ; ideales a los cuales cia implica , por lo tanto, la superación del tipo ideal , en cuan-
el historiador refiere la historia ; construcciones teóricas me- to se lo piensa como v álido empíricamente o como concepto
diante el empleo de conceptos teóricos como cosas-l í mite idea - de g é nero . No obstante, el empleo de las sutiles construccio-
les ; esto es , las distintas complicaciones posibles que aqu í nes de Benjamin Constant sigue siendo hoy legí timo con res-
sólo hemos podido indicar , son formaciones conceptuales cuya pecto a la demostraci ó n de ciertos aspectos de la especificidad
relación con la realidad empírica de lo inmediatamente dado histórica de la vida estatal antigua , en tanto se tenga cuida -
es, en cada caso , problem á tica : este muestrario basta para tes- dosamente presente su car á cter t í pico - ideal . Má s todavía:
timoniar el infinito entrelazamiento de los problemas meto- existen ciencias a las que les es propia una eterna juventud ;
dológico-conceptuales que permanecen siempre vivos en el á m- entre estas se cuentan todas las disciplinas hist óricas , esto es ,
bito de las ciencias de la cultura . Y debimos abstenernos rodas aquellas a las cuales el flujo en eterno progreso de la
aqu í, donde solo han de ser señalados los problemas, de tra- cultura plantea problemas siempre nuevos. Pertenece a la

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esencia de su tarea superar todas las construcciones t í pico- y que este varí a junto con el contenido de la cultura . La rela -
ideales, pero también construir , inevitablemente, otras nuevas . ción entre los conceptos y lo conceptuado lleva consigo, en las
De continuo se repiten los intentos de establecer el « aut énti- ciencias culturales, la transitoriedad de tales síntesis. Los gran-
co » , el « verdadero » sentido de los conceptos histó ricos , pero des intentos de construcción conceptual han obtenido por re-
nunca se consuman. Por ello las síntesis con las cuales la his- gla general su valor en el campo de nuestra ciencia en cuanto
toria labora siempre siguen siendo, por regla general, o bien han puesto de relieve el car ácter limitado de la importancia
conceptos determinados solo relativamente , o bien , en cuan - de los puntos de vista que estaban en su base . Los mayores
to se debe obtener una univocidad del contenido conceptual , progresos en el campo de las ciencias sociales se ligan de
el concepto se convierte en un tipoldeal abstracto y , con ello, hecho con el desplazamiento de los problemas culturales prác-
se revela un punto de vista teó rico , « unilateral » en conse- ticos y cobran la forma de una critica de la formación de con-
cuencia , desde el cual la realidad es ilustrada y al cual puede ceptos . Ser á una de las principales tareas de nuestra revista
ser referida , pero que se muestra sin duda como inapropia - servir los fines de esta crí tica y, con ello, la investigación de
.

do en cuanto esquema dentro del cual la realidad hubiera de los principios de la sí ntesis en el campo de la ciencia social .
subsumirse sin residuo. En efecto , ninguno de aquellos sis-
temas conceptuales, de los cuales no podemos prescindir para
Con las consecuencias que han de extraerse de lo expuesto,
la captación de los elementos significativos de la realidad en alcanzamos un punto en el cual nuestras opiniones se apartan ,
cada caso, puede agotar su infinita riqueza . Ninguno es otra quizá s , en algunos puntos , de las de muchos de los represen-
cosa que el intento de poner orden en el caos de aquellos he-
chos que hemos introducido en cada caso en el círculo de
tantes de la escuela histó rica
— — incluidos algunos muy eminen-
tes , entre cuyos continuadores empero nos contamos . En
nuestro inter és , y ello sobre la base del estado de nuestros efecto, ellos perseveran , de manera t á cita o expresa, en la opi-
conocimientos y de las formaciones conceptuales de que dis- nión de que la meta final , el fin de cualquier ciencia , es orde-
ponemos. El aparato conceptual que el pasado ha desarrollado nar su materia en un sistema de conceptos, cuyo contenido
a través de la elaboraci ón conceptual , esto es , en realidad , la se obtendría mediante la elaboración de regularidades empí-
transformación conceptual de la realidad inmediatamente dada , ricas, la formación de hipó tesis y la verificación de estas, hasta
y a través de la clasificación bajo los conceptos que correspon - el momento en que de ello surgiese una ciencia « completa »
dieron al estado de sus conocimientos y a la orientación de y , por lo tanto , deductiva . Respecto de esta meta , la tarea his-
t ó rico-inductiva del presente ser ía una labor preliminar, im-
su interés, est á en permanente contraposició n con aquello que
queremos y podemos obtener a partir de la realidad en un puesta por el car á cter incompleto de nuestra disciplina : nada
nuevo conocimiento . En esta lucha se consuma el progreso de m á s sospechoso, desde el punto de vista de este modo de con -
la labor de las ciencias de la cultura. Su resultado es un con- sideración , que la formación y el empleo de conceptos preci-
tinuo proceso de transformació n de aquellos conceptos en los sos, que pretendieran anticipar prematuramente esa meta , pro-
cuales procuramos captar la realidad . La historia de las cien - pia de un futuro remoto. Indiscutible por principio sería esta
cias de la vida social es y sigue siendo , por lo tanto , una alter - concepció n en el terreno de la doctrina del conocimiento de
nancia continua entre e í intento de ordenar conceptualmente la antigua escolástica , doctrina que la masa de los especialistas
los hechos a través de la formación de conceptos, la resolución de la escuela histórica llevan en la sangre: se supone que fin
de los cuadros conceptuales así obtenidos mediante la amplia - de los conceptos es constituir copias representativas de la rea -
ció n y el desplazamiento del horizonte de la ciencia , y la for - lidad «objetiva »; ello explica la recurrente observación acerca
maci ó n de nuevos conceptos sobre las bases as í transforma - de la irrealidad de todos los conceptos precisos. Pero quien
das. Esto no indica , por cierto , que el ensayo de construir sis- piense hasta el fin la idea básica de la teoría del conocimiento
temas conceptuales sea en general erró neo , pues cualquier moderna, iniciada por Kant, a saber, que los conceptos cons-
ciencia , aun la historia meramente descriptiva , labora con los tituyen , antes bien , medios conceptuales en vista del fin de
conceptos disponibles en su é poca ; expresa , as í , la circunstan - dominar espiritualmente lo empíricamente dado, y que solo
cia de que en las ciencias de la cultura humana la formación
de los conceptos depende de] planteamiento de los problemas,

pueden ser tal cosa ; quien piense esto hasta el fin decimos
no considerará el hecho de que los conceptos gené ticos preci-

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sos son necesariamente tipos ideales como obstáculo a la for- del dolor » de nuestra disciplina, que puede recibir un sentido
mació n de tales conceptos. Para él la relación entre concepto y
labor historiográfica se invertirá: aquella meta final le parece- —
un ívoco sólo por la v ía típico-ideal , o expresiones como
« productivo », « desde el punto de vista de la econom í a pol í-
rá lógicamente imposible ; en efecto, los conceptos no son ya tica » , etc., que en general no resisten un an álisis conceptual-
fin sino medio con miras al conocimiento de las conexiones mente claro, resulta increí ble para quien la observe desde
significativas desde puntos de vista individuales : precisamen - fuera . Y los que han provocado m ás da ño son , por cierto, los
te porque el contenido de los conceptos históricos es necesa - conceptos colectivos tomados del lenguaje cotidiano. Tome-
riamente mudable, deben ser formulados en cada caso de ma - mos , para escoger el ejemplo m ás transparente posible para un
nera necesariamente precisa. Quien tal piense exigirá sólo que lego, el concepto de «economía agraria » , tal como aparece en
en la aplicación de esos conceptos se recuerde cuidadosamente la frase « intereses de la econom í a agraria » . Consideremos en
su carácter de cuadros conceptuales ideales, y que no se con - primer lugar los « intereses agrarios » como las representacio-
fundan tipo ideal y realidad histó rica . Puesto que no puede nes subjetivas , m ás o menos claras , empí ricamente comproba -
pensarse realmente en conceptos históricos definitivos como bles, que los actores económicos se forman de sus intereses y
meta general , a causa del cambio inevitable de las ideas de va - prescindamos , lisa y llanamente , de los incontables conflictos
lor rectoras, aquel considerará que el hecho mismo de que se entre criadores e invernadores de ganado , cultivadores y con
formen conceptos precisos y un ívocos con relaci ón al punto sumidores de grano para forraje, destiladores de aguardiente ,
de vista singular , rector en cada caso, proporciona la posibili - etc.; en tal caso , no por cierto cualquier lego, pero sí cualquier
dad de volver conscientes, de manera clara , los lí mites de Sil especialista advertir á la inmensa mara ñ a de relaciones de va -
validez. lor , contrapuestas y contradictorias , que ese concepto repre -
Con respecto a esto se señalar á , y por nuestra parte lo hemos senta de manera confusa . Enumeremos solo algunas : intereses
admitido, que una conexión histórica concreta puede, en el de agricultores que quieren vender su haber y por lo tanto solo
caso particular, ser vuelta intuitiva en su curso sin que sea desean un rá pido aumento del precio de la tierra ; el inter és
puesta de continuo en relació n con conceptos definidos . Y , de contrapuesto de quienes aspiran a comprar , aumentar sus po-
acuerdo con esto, se exigirá al historiador de nuestra discipli- sesiones o arrendar ; el de quienes, por causa de ventajas so-
na lo mismo que se ha requerido del historiador político: que ciales, desean conservar determinado bien para sus descendien -
hable « el lenguaje de la vida ». Eso está muy bien . Hemos de tes y por ello est á n interesados en la estabilidad de la propie-
agregar solo que, con este procedimiento, depende en grado dad agraria ; el interés opuesto de quienes, para s í o para sus
excesivo del acaso si el punto de vista a partir del cual el pro- hijos, desean la movilidad del suelo en dirección al mejor due -
ceso considerado cobra significació n se vuelve consciente con
claridad. No estamos, en general , en la feliz situación del his-
ño o — —
lo que no es , sin m ás , lo mismo al adquirente pro-
visto de capitales ; el interés puramente econ ómico del « dueñ o
toriador polí tico , para quien los contenidos de cultura a los m ás apto » , en el sentido de la econom í a privada , por la libre

cuales se refiere su exposición por lo general son o pare- movilidad económica ; el interés, conflictivo con el anterior ,

cen unívocos . Toda pintura que sea solo intuitiva cobra el
carácter de la exposición art í stica: « Cada uno ve lo que lleva
de ciertas capas dominantes por el mantenimiento de la posi -
ci ó n social y polí tica heredada de su « estamento » y , con ello ,
en el corazón ». Juicios válidos presuponen siempre la elabo- de su descendencia ; el interés social de las capas de agricul -
raci ón lógica de lo intuido, esto es , el empleo de conceptos ; tores no dominantes por la abolició n de aquellas capas supe-
siempre es posible, y a menudo esté ticamente atrayente, guar -
darse estos en el pecho, pero ello amenaza siempre la segun -
riores , que los oprimen ; su interés , que en ciertas circunstan
cias se contrapone al anterior , de poseer en esas capas superio-
-
dad de la orientación del lector y, muchas veces, la del propio res un conductor que resguarde sus bienes. Y la lista podría
autor , con respecto al contenido y al alcance de sus juicios. multiplicarse interminablemente , aun cuando procediéramos
Peligrosa en extremo puede volverse la omisi ón de formar de manera sumaria e imprecisa . Dejamos de lado el hecho de
conceptos precisos para las discusiones prá cticas en materia que con los intereses m ás « egoístas » de este tipo se mezclan
de polí tica econ ómica y social. La confusión que han creado los m á s diversos valores puramente ideales , obstaculizá ndolos

aqu í , por ejemplo , el empleo del t é rmino « valor » - ese « hijo o desvi á ndolos, para recordar , ante todo , que cuando habla -

96 97
mos de « intereses de la econom í a agraria » por regla general ejemplo del concepto de « interés de clase de los obreros », para
no pensamos solo en aquellos valores materiales e ideales a los advertir qu é contradictoria maraña oculta , en parte de inte-
cuales los agricultores mismos refieren sus « intereses » , sino reses y de ideales de los obreros y en parte de ideales des-
también en ías ideas de valor, en parte totalmente heterogé- de los cuales nosotros consideramos a los obreros. Es imposi-
neas, a las cuales podemos referir la econom ía agraria . Por ble hacer a un lado el lugar com ú n de la lucha de intereses me-
ejemplo : intereses relativos a la producción , derivados del in- diante una insistencia meramente empirista en su « relativi-

terés de una alimentaci ón razonable y lo que no en todos los dad »: una comprobación conceptual clara , precisa , de los dis-
casos coincide con ello — cualitativamente mejor de la pobla -
ción ; en este respecto, los intereses de la ciudad y del campo
tintos puntos de vista posibles es la ú nica v í a que permite ir
m á s all á de la oscuridad de la frase. El « argumento de la liber-
pueden contraponerse de las m ás diversas maneras, y el inte- tad de comercio » como cosmovisión o norma válida es una
rés de la generación presente no tiene por qu é ser id éntico con ridiculez, pero ha traído consigo graves perjuicios para nues-
el interés probable de las generaciones futuras. Intereses rela -
tivos a la población , en particular a una poblaci ó n agraria más
tras discusiones de polí tica comercial
indiferente qu é ideales de pol í tica
— y es de todo punto
comercial quieran sostener
numerosa, derivados de intereses « del Estado », de polí tica in-
terna o externa , o de otros intereses ideales de diversos tipos,

los individuos el hecho de que hayamos subestimado, en su
valor heurístico, la antigua sabidur í a de la vida acu ñ ada en
por ejemplo , relativos a la esperada influencia que una pobla- tales f órmulas típico-ideales por los grandes mercaderes de la
ción agraria numerosa tiene sobre la originalidad cultural efe tierra . Solo mediante f órmulas conceptuales t í pico-ideales se
un pa ís . Estos intereses relativos a la població n pueden con - vuelven realmente n í tidos en su especificidad , por la vía de la
traponerse a los de todos los sectores de la población agraria , confrontación de lo empí rico con el tipo ideal , los puntos de
y hasta a los intereses actuales de la masa de esta . Mencione- vista que entran en consideración en cada caso . El empleo de
mos también el interés por un determinado modo de articu- los conceptos colectivos con los cuales labora el lenguaje coti-
lación social de la población agraria en virtud de su influen - diano es siempre la ocasión de confusiones del pensamien-
cia cultural o pol ítica : este puede contraponerse , de acuerdo to o de la voluntad , y con bastante frecuencia el instrumento
con su orientació n, a todos los intereses concebibles, hasta a de dudosos contrabandos, pero siempre un medio de obstacu -
los m á s urgentes , tanto presentes como futuros, de los agri- lizar el desarrollo de un planteo correcto.

— —
cultores individuales así como « del Estado » . Y lo que com-
plica m ás las cosas el « Estado» , al cual solemos referir es-
Hemos llegado al final de estas consideraciones, que perse-
gu í an exclusivamente el propósito de destacar la lí nea , a menu -
tos intereses e infinidad de otros semejantes , es para nosotros do difusa , que separa la ciencia de la fe , y de reconocer el
a menudo solo una etiqueta para una maraña intrincad ísima sentido de la aspiración al conocimiento económico y social .
de ideas de valor , con las cuales, a su vez , es puesto en rela- La validez objetiva de todo saber empí rico descansa en esto ,
ción en cada caso singular : la pura seguridad militar frente al y solo en esto : que la realidad dada se ordene seg ú n categor ías
exterior ; la seguridad del dominio de una dinast ía o de deter - que son subjetivas en un sentido espec í fico , en cuanto repre-
minadas clases en el interior; inter és en el mantenimiento y sentan el presupuesto de nuestro conocimiento y est á n ligadas
acrecimiento de la unidad estatal , formal , de la Nación , por al presupuesto del valor de aquella verdad que solo el saber
ella misma o en bien de ciertos valores culturales objetivos , a empírico puede proporcionarnos. Nada tenemos que ofrecer,
su vez muy diferentes entre sí , que creemos representar como con los medios de nuestra ciencia , a quien no juzgue valiosa
pueblo estatalmente organizado ; transformación del cará cter esta verdad ; y la fe en el valor de la verdad científica es un
social del Estado en el sentido de determinados ideales cultu - producto de determinadas culturas, no algo dado por natura -
rales, otra vez muy distintos entre sí. Y podríamos proseguir leza . En vano buscará alguna otra verdad que sustituya a la
indefinidamente, con solo indicar lo que cabe tras la etiqueta ciencia en aquello que solo ella puede cumplir : conceptos y
de « intereses estatales », a los cuales podemos referir « la eco- juicios que no son la realidad emp í rica , ni la copian, pero que
nom ía agraria ». El ejemplo escogido y, m ás todavía , el an á - permiten ordenarla conceptualmente de manera válida . En el
lisis sumario que hemos realizado son toscos y simples . El lego á mbito de las ciencias de la cultura , sociales , emp í ricas , como
podría intentar un an á lisis semejante ( y más profundo ) , por hemos visto, la posibilidad de un conocimiento pleno de sen-

98 99
tido de aquello que para nosotros es esencial en la multiplici - grandiosa , suele
dad infinita del acaecer est á ligada al constante empleo de pun - manifestarse en la sabiduría para crear algo
nuevo mediante la relación de hechos conocidos con puntos
tos de vista de car á cter específico, todos los cuales , en última de vista tambié n conocidos.
instancia , est á n orientados segú n ideas de valor que, por su Toda la labor de ciencia de la cultura, una época
parte , son comprobables y susceptibles de ser vividas empí ri - üzación, luego de haberse orientado aentrav de especia-
és de determinados
camente , por cierto, como elementos de cualquier acción hu - planteos de los problemas hacia una cierta
mana provista de sentido , pero que no son fundamentabas, de haber creado sus principios metodológicosmateria , y luego
como v á lidas, a partir de los materiales empí ricos. La « obje - , considerará la
elaboración de esa materia como fin en sí, sin
tividad » del conocimiento de las ciencias sociales depende continuo, de manera consciente, el valor cognoscitivocontrolar de
m á s bien de esto : que lo empí ricamente dado se oriente de hechos singulares respecto de las ideas de valor últimas de los
continuo con relación a aquellas ideas de valor , las ú nicas que sm tener en general conciencia de su dependencia , y
le prestan valor cognoscitivo; que, en su significación , sea esas ideas de valor . Y está bien así. Pero de
comprendido a partir de ellas, pero que jam ás sea convertido en cierto momento
la situación cambia : la significación de los
en pedestal para la prueba , imposible empí ricamente , de la pleados de manera irreflexiva se vuelve puntos de vista em -
validez de aquellas. Y la fe , presente en alguna forma en todos incierta, y la ruta se
pierde en el crepúsculo. La luz de los grandes
nosotros , en la validez supraempírica de ideas de valor ú ltimas turales despunta de nuevo. También la ciencia problemas cul-
y supremas, de las que tomamos el sentido de nuestra exis- tonces a cambiar su posició n y su aparato
se apresura en -
tencia , no excluye sino incluye la incesante mutabilidad de mirar la corriente del acaecer desde lo alto conceptual , y a
los puntos de vista concretos desde los cuales la realidad em- Ella sigue solamente a aquellos astros que puedendel pensamiento .
p í rica recibe un significado: la vida en su realidad irracional sentido y orientación a conferir
su tarea:
y en su contenido de significaciones posibles son inagotables;
por ello , la configuraci ó n concreta de la relació n de valor per- « . . . mas un joven anhelo en
mí despierta ,
manece fluctuante , sometida al cambio en el oscuro futuro de corro a beber su claridad eterna,
la cultura humana . La luz que brota de aquellas ideas de va- ante m í el d ía y tras de m í la noche,
lor supremas cae sobre una parte finita , siempre cambiante , sobre mí el cielo y a mis pies las olas».*
de la inmensa corriente ca ó tica de los acontecimientos, que
fluye a lo largo del tiempo.

Todo ello no significa que la tarea propia de la ciencia social


consista en una caza continua de nuevos puntos de vista y
construcciones conceptuales. Por lo contrario , nada debiera
destacarse m ás que la afirmación de que servir al conocimien -
to de la significación cultural de conexiones hist óricas concre-
tas es la meta ú nica y exclusiva , a la cual , junto con otros
medios, también contribuye la labor de formación y cr í tica de
conceptos. En nuestro á mbito existen , para emplear una ex-
presió n de F. T. Vischer, « buscadores de materiales » y « bus-
cadores de sentido ». El inextinguible apetito de hechos de los
primeros solo puede saciarse con documentos , con tablas esta -
d ísticas y encuestas, pero son insensibles al refinamiento del
nuevo pensamiento. La gula de los segundos echa a perder el
gusto por los hechos a través de siempre nuevos destilados
conceptuales. Aquella aut é ntica capacidad art ística , que entre
los historiadores , por ejemplo, pose ía Ranke en medida tan * Versión poé tica directa de N. Silvetti Paz. ( N. del )
T.

100 102
culares . Con ello se remontan por encima de estas, hasta el
2. Estudios críticos sobre la lógica de punto en que tales ciencias hallan en ocasiones dif ícil reco-
las ciencias de la cultura (1906) nocerse a simple vista en esas consideraciones. En consecuen -
cia , explicaciones metodológicas desarrolladas dentro de su
propio á mbito pueden resultarles m ás ú tiles para esclarecerse
a sí mismas, a pesar de su imperfecta formulació n desde el
punto de vista de la teor ía del conocimiento, o, en cierto sen-
1. En pol é mica con Eduard Meyer tido, precisamente a causa de ello. Y la exposición de Meyer ,
con su diáfana inteligibilidad , ofrece a los especialistas de
Ya el hecho de que uno de nuestros historia dores m ás cons- disciplinas afines la posibilidad de entrar en contacto con toda
de finalida des y mé-
picuos se vea precisado a rendir
cuentas una serie de puntos , a fin de resolver ciertos problemas lógi-
colegas , ha de desper-
todos de su quehacer , ante sí y ante sus
ello , cos que comparten con los « historiadores » en el estricto sen-
especial istas . Con
tar interés má s allá del círculo de
los tido de este término. Tal es el propósito de las disquisiciones
de su disciplin a espec ífica
en efecto , sobrepasa los l ímites iento . Es que siguen , que , refiriéndose ante todo a la obra de Meyer ,
para entrar en conside racione s de teor í a del conocim pasará n revista sucesivamente a cierto número de problemas
nega -
cierto que ello trae, por lo pronto , ciertas
consecuen cias lógicos particulares, para luego, desde el punto de mira así
seguro de las categor ías de la
tivas . El tratamiento realmente logrado , examinar cr í ticamente una serie de nuevos trabajos
a ser una disciplina
l ógica , que en su estado actual ha llegado , requiere también una
sobre la lógica de las ciencias de la cultura. Partimos de pro-
tan especializada como cualquier
otra blemas puramente hist óricos y solo m á s tarde , en el curso de
Eduard Meyer , a cu-
ejercitació n cotidiana . Y , como es obvio , estas disquisiciones, pasamos a considerar las disciplinas de la
yo libro Zur Theorie und Methodik der
Geschichte ( Para una vida social que buscan « reglas » o « leyes » . Ello es deliberado ,
teoría y metodología de la historia
) nos referimos , no puede luego de que con tanta frecuencia se ha intentado precisar la
semejan te frecuent aci ón de los pro-
ni quiere reclamar para s í autor de estos estu-
especificidad de las ciencias sociales delimit á ndolas respecto
blemas lógicos, como tampoco lo hace el í tica del conocimien -
de las «ciencias de la naturaleza » . Esas tentativas tuvieron
dios . Por lo tanto, las observaciones de crasí decir , un informe siempre un supuesto tá cito: que la « historia » era una disci-
to contenidas en aquella obra son
por plina limitada a la mera recolecció n de materiales , o puramen -
clínico a cargo del propio paciente y no. De del médico ; como ta - te descriptiva , que, en el mejor de los casos , recogía hechos
aqu í que muchas
les es preciso valorarlas y entenderlas lizar a los lógi-
que servirían como ladrillos para el trabajo « propiamente »
de las formulaciones de Meyer han de escanda cient ífico , el cual sólo entonces empezar ía . Y , por desgracia ,
, quienes , quiz á ,
eos y especialistas en teor ía del conocimiento nuevo para sus los propios historiadores profesionales , por el modo en que
no podr á n extraer de ellas nada propiamente intentaron fundar la especificidad de la « historia » en el senti -
fines . , su importancia
do especializado del té rmino, contribuyeron no poco a afirmar
Este hecho en nada disminuye, sin 1embargo ente , los logros el prejuicio de que la labor « histórica » se diferencia cualitati -
para las disciplinas especiales afines . Precisam
especializada vamente de la « cient ífica » porque « no interesan » a la historia
má s significativos de la teoría del conocimiento t í pico-ideal » , de
« conceptos » y « reglas » . Puesto que tambié n nuestra discipli -
laboran con im á genes , formad as de manera « na , bajo la persistente influencia de la «escuela histórica » , pro-
itivos de las ciencias parti-
las metas y procedimientos cognosc cura afanosamente hoy una fundamentació n « histó rica » , y
puesto que la relació n con la « teor ía », sin embargo, sigue sien -
busca las deficiencias de
autor eminente es m
guien nulo en ciencias
á s
.
sus formulac
del autor por aparecer como «sabihon
instructiv
Por ello
o
no
iones
que
nos
cr í tica , que deliberadamente
1 Cabe esperar por ello que la siguiente , no se atribuya a un af án
do». El error cometido por un
la apreciación correcta de al-
proponemos considerar aqu í
do tan problem á tica como hace veinticinco a ños, parece justo
preguntar , en primer t é rmino, qu é puede entenderse por tra -
bajo « histórico» en sentido lógico , y dirimir esta cuestión en
el terreno de la labor histórica reconocida como tal de manera
_
, queremos aprender a partir de sus
los logros de Meyer ; a la inversa
con resultado s diversos , tratar indubitable y general ; de aquella labor , precisamente, de que
errores, a fin de ver cómo ha intentado ó
,
gica de la historia. se ocupa la obra criticada aqu í en primer término .
ciertos grandes problema s de la l

103
102
Eduard Meyer comienza advirtiendo contra el peligro de so- curado transformar la ciencia histórica desde puntos
brevalorar la importancia de los estudios metodológicos para metodológicos. Formula del siguiente modo la posicide vista
la praxis de la historia: los conocimientos metodológicos m á s desea criticar de manera especial ( pág. 5 y sigs ón que
comprensivos no convierten a nadie en historiador , ni opinio- . ):
nes metodológicas erradas implican necesariamente una falsa 1 . No tienen importancia para la
historia y
praxis científica ; solo demuestran que el historiador formula son extra ñ os a una exposición científica: , por consiguiente,
— —
o interpreta erróneamente las reglas correctas que él mis-
ino emplea en su trabajo. Podemos coincidir en lo esencial con
Meyer: la metodología jamás puede ser otra cosa que la auto-
a . Lo « accidental ».
b. Las decisiones « libres» de personalidades
c. La influencia de las « ideas » sobre las concretas.
rreflexi ó n sobre los medios que han resultado confirmados en bres. acciones de los hom -
la prá ctica , y la conciencia expl ícita de estos no es prerrequi - 2. Por lo contrario, son objetos propios
sito de una labor fructífera más que el conocimiento de la ana- científico : del conocimiento
tom í a lo es de una marcha « correcta » . Quien quisiera controlar a. Los « fen ómenos de masas » por contrapos
ició n a las accio-
de continuo su manera de caminar mediante conocimientos nes « individuales ».
anat ó micos, correr ía el riesgo de tropezar , y algo semejante h. Lo « t í pico » por contraposició n a lo «
c. El desarrollo de «comunidades », en singular » .
ocurrir ía , por cierto, al especialista que intentase determinar especial de « clases » so-
extrínsecamente las metas de su labor sobre la base de consi- ciales o « naciones » , por contraposició n a la acci
los individuos. ón polí tica de
deraciones metodológicas .2 Todas las veces que la labor meto-

dológica y este, naturalmente, es también su propósito
resulta de utilidad directa en algú n punto de la praxis del his-
— 3. Y, por fin , puesto que desde el punto
desarrollo histórico sólo es inteligible de de vista científico el
manera causal , con-
toriador, ello sucede porque lo capacita, de una vez para siem- cebido como un proceso que se desenvuelve « legalmen
pre, para no dejarse amilanar por un diletantismo exornado fin propio de la labor histó rica es descubrir las « te», el
de filosof ía. desarrollo» de las comunidades humanas , etapas queetapas de
Solo delimitando y resolviendo problemas concretos se funda - den de manera « t ípica » , necesaria , e incluir en se suce-
sidad de lo hist ó rico. ellas la diver-
ron las ciencias, y solo as í desarrollan su mé todo ; las refle-
xiones puramente epistemológicas o metodológicas, por lo con-
trario, jam ás contribuyeron decisivamente a ello. Tales discu - En lo que sigue dejaremos expresamente de
siones suelen revestir importancia para el cultivo de la ciencia llos puntos de las consideraciones de Eduardlado todos aque-
Meyer que se
solo cuando, a consecuencia de desplazamientos notables de refieren de manera específica a la crí tica a Lamprecht
. Tam-
los « puntos de vista » a partir de los cuales cierta materia se bié n me tomaré la libertad de reordenar sus argumento
vuelve objeto de la exposició n, surge la idea de que esos servando algunos para discutirlos en secciones ulteriore s, re-
« puntos de vista » nuevos exigen también una revisión de las g ú n lo requieran estos estudios que, por s, se-
cierto, no tienen por
formas lógicas dentro de las cuales se desenvolv ía el modo de único fin criticar la obra de Eduard Meyer.
«cultivo » consagrado, lo que arroja incertidumbre sobre la La propia concepció n a la que combate lo
lleva a destacar,
« esencia » de la propia labor . Es indiscutible que tal estado de ante todo , el important ísimo papel que el « libre
albedr ío » y el
cosas se presenta hoy en la historia , y la opinión que sostiene « azar »— ambos , segú n Meyer, « conceptos perfectamente de-
Meyer acerca de la insignificancia de principio de la metodolo-
gía para la « praxis» no le ha impedido, con todo derecho, ocu- en la vida.

finidos y claros » desempeñ an , en general , en
la historia y
parse ahora él mismo de metodolog ía . Por lo que respecta , en primer lugar , a la dilucida
Comienza exponiendo aquellas teorías recientes que han pro « azar » ( pá g. 17 y sigs. ) , es ción del
evidente que no entiende este
concepto como « ausencia de causalidad » objetiva
— —
2 Esto como hemos de mostrar suceder í a también en el caso de
Meyer, si se pretendiese tomar demasiado al pie de la letra algunas for-
soluto » en sentido metaf ísico ) , ni como imposibilidad
( azar « ab-
nocer las condiciones causales, imposibilidad subjetiva de co-
mulaciones suyas. absoluta para cada uno de los casos que sobrevienen aunque
renován -

104 105
en cuestión , como, cesqs » y « cosas » ) y que, desde el punto de vista lógico, el
dose necesariamente dentro del géneroen el juego de dados problema no ha sido pensado del todo acabadamente en cuan-
por ejemplo , cada uno de los lances gico ) , sino como azar to a sus consecuencias , como se advertirá en la segunda sec-
( azar « absoluto » en sentido gnoseoló ció n de nuestro estudio, cuando consideremos la posició n de
« relativo » , en el sentido de una relaci
ón lógica entre complejos
. Entien de, pues , este con - Meyer en torno al concepto de desarrollo. De todos modos ,
de causas pensados separad amente lo que afirma satisface con creces las necesidades de la praxis
a siempre de manera
cepto , aunque naturalmente no lo formul por la lógica especia- historiográ fica. Aquí nos interesa, sin embargo, el modo como,
«correcta » , en el mismo sentido aceptad o
os habidos en materia pá ginas m á s adelante ( pá g . 28 ) retoma el concepto de azar.
lizada , la cual, pese a los muchos progres
de detalles, sigue remitiéndose "todavía
hoy , en lo esencial , al
en lo sustancial
« La ciencia natural — —
dice allí Meyer puede ( . . . ) afirmar
que cuando se pone fuego a la dinamita ha de seguirse una
primer escrito de Windelband . Deconcepto caused del « azar »
manera
explosi ón . Pero le resulta imposible predecir si , en un caso
correcta distingue luego entre este
concepto ideol ógico de lo particular, la explosión ha de producirse, y en qu é momento,
( el llamado « azar » relativo ) y el y si, en tal situación, cierta persona ha de resultar herida ,
que acaece « por azar »
« accidental » . En el primero , el resultado muerta o indemne, pues ello depende del azar y del libre al -
se contrapone al que cabía esperar
de acuerdo con aquellos bedrío, del cual la ciencia nada sabe, pero si la historia » . Ante
componentes causales de un evento
que tenemos reunidos^ en
causalmente segú n todo sorprende aqu í el estrecho acoplamiento de « azar » y
una unidad conceptual . No es deducibltla sola consideració n « libre albedr ío » . Esto se muestra en forma m á s clara todavía
reglas generales del acaecer a partir de cuando Meyer aduce, como segundo ejemplo, la posibilidad
es causado por el a ñ adido
de aquellas condiciones, sino que« exterior » a aquellas ( pá gs . de « calcular » con « seguridad » cierta constelación con los me-
de una condició n que permanece
17 -19 ) . Por otro lado , el concepto teleol
ógico de lo accidental —
dios de la astronomía a saber: bajo el supuesto de que no
existan « perturbaciones » como , por ejemplo, la intromisión de
se trate de la formació n
se contrapone a lo «esencial», sea que
de un concepto con fines cognos citivos mediante la exclusió n —
cuerpos celestes extraños en el sistema solar , a la vez que
declara « imposible » predecir si tal constelación , así calculada,
son « inesenciales » ( « ac-
de los ingredientes de la realidad que miento, sea que se ha de ser también «observada » . En primer lugar, de acuerdo
cidentales » , «individuales » ) para el conoci
os , « medios» para con el supuesto de Meyer , también la intromisión de un cuer-
juzgue ciertos objetos , reales o pensad
como
propied ades resultan per- po extra ñ o sería « incalculable » ; por lo tanto , la astronom ía
un « fin » , en cuyo caso solo ciertas
tinentes , desde el punto de vista pr
áctico , como « medios » , — y no solamente la historia — conoce el « azar » en este sen -
tido. En segundo lugar, normalmente puede «calcularse» con
, desde ese mismo punto de
mientras que las demás se vuelven ) .4 Es cierto que esta for- mucha facilidad que alg ú n astró nomo intentará « observar » la
vista , « indiferentes » pá
( gs. 20 - 21 constelación calculada, y que, si no sobrevienen perturbaciones
especial en la p á g . 20 ,
mulaci ó n deja mucho que desear ( en oposición entre « pro- « accidentales» , efectivamente la observará. Se tiene la impre-
donde la ant í tesis es presentada como sión de que Meyer , aun cuando interpreta el « azar » de una
ejemplo , de los llamados juegos de manera por completo determinista, concibe , sin formularla con
3 Este «azar » esta en la base , por a . La incognoscibilidad absoluta de claridad , una afinidad particularmente estrecha entre « azar » y
« azar » , como los dados o la
loter í
de las condiciones que determi - « libertad de la voluntad » , lo que supondrí a una específica irra -
la conexió n entre determinadas partes mismo es constitutiva respecto
nan el resultado concreto y el resultado cionalidad en el acaecer histórico. Veá moslo mejor .
de la posibilidad del «cá lculo de
probabilidades» en el sentido estricto Lo que Eduard Meyer caracteriza como «libre albedr ío » de
del término. pueden eliminarse de ninguna disci - mngun modo entra , a su juicio , en oposición con el « principio
4 Estos conceptos de «azar » no bio- de razón suficiente » , que es « axiomá tico » e incondicionalmen -
hist ó rica , aunque solo de manera relativa ( como la men
plina que sea
pragm á tico » de «azar», que - te v á lido también para la acción humana . Antes bien , la ant í-
logía ) . Solo a estos y
cionaremos en una nota posterio
las huellas de Meyer —
al concepto
r, se
«

refiere evidente
tambié n L. M. Hartmann { Die falsa
, a pesar de su
mente siguiend
gesckichtliche
formula-
o
tesis entre « libertad » y « necesidad » de la acción se resuelve
en una mera diferencia del modo de consideración : en el se-
Entwicklu ng , pá gs. 15 , 23 ) ; no obstante gundo caso consideramos lo devenido , que, para nosotros , e
lo carente de causa en cansa » , como opina
ci ó n , con ello no conviert e «
Eulenburg { Deutsche Literaturzeitung, n 24
? , 1905) . incluida la decisió n que efectivamente se adoptó a su tiempo,

107
106
vale como « necesario» , mientras que en el primer caso consilo- Para interpretar de tal modo el punto de vista ele Meyer, sin
deramos el proceso como de viniente , como algo que, por » , embargo, resulta extraño que encuentre necesario destacar, en
tanto , no est á todav ía frente a nosotros ni es « necesario este contexto , la « libertad de la voluntad » como « hecho de
la
sino que es una posibilidad entre infinitas. Sin embargo, desde experiencia interna » , en cuanto indispensable para la respon
el punto de vista de un desarrollo «deviniente » , nunca pode- sabilidad del individuo frente a su « actividad voluntaria ». Ello-
sido
mos afirmar que una decisión humana jamás podría haber sólo se justificarí a si se tratase de adjudicar a la historia la
distinta de la efectivamente adoptada más tarde . «Con res -
yo
tarea de « juez » de sus héroes. Plantéase, pues , la cuestió n del
pecto a ninguna acción humana podemos ir m ás allá del “ grado en que Meyer sostiene efectivamente este punto de
quiero” . » Se plantea ahora , ante todo , esta pregunta : ¿ Opina vista. Observa ( pág. 16 ) : « Procuramos ( . . . ) descubrir los
Eduard Meyer que esa ant í tesis entre modos de consideración,
( por un lado el desarrollo « deviniente » y , en consecuencia
pensado como «libre » , y por otra el « hecho devenido» que,

motivos que los han llevado » por ejemplo, a Bismarck en

1866 « a sus decisiones y juzgar, de acuerdo con ello, la
justeza de estas y el valor ( nota bene ) de su personalidad ».
por ello, ha de concebirse como « necesario » ) es aplicable solo Podr ía creerse, siguiendo tal formulación , que Meyer considera
a la esfera de la motivación humana y no a la de la naturaleza tarea suprema de la historia obtener juicios de valor sobre la
« inanimada » ? Cuando observa ( pág. 15 ) que quien « conozca personalidad «que actú a históricamente». No obstante, no solo
la personalidad y las circunstancias » puede prever « quizá $óonn su posició n frente a la « biograf ía » ( al final de la obra ) , que
probabilidad muy elevada » el resultado, esto es , la decisi , m á s adelante consideraremos, sino también sus observaciones,
« deviniente » , no parece aceptar tal contraposición . En
efecto muy pertinentes, acerca de la incongruencia entre el « valor
una « previsión » efectivamente exacta de un proceso individual intrínseco » de las personalidades históricas y su importancia
a partir de condiciones dadas se liga , también en el á mbito causal ( pá gs. 50-51 ) , muestran sin lugar a dudas que, en la
de la naturaleza « inanimada », a estos dos supuestos: 1 ) que
en lo dado se trate solamente de elementos « calculables», esto
es , susceptibles de expresión cuantitativa , y 2 ) que todas
condiciones pertinentes respecto del proceso sean
las
conocidas
——
frase antes mencionada , por « valor » de la personalidad se en -
tiende o al menos es lo ú nico que coherentemente puede
entenderse la significación causal de ciertas acciones o cier-
tas cualidades de esas personas concretas. ( Para un eventual
realmente y estén medidas con exactitud. En otro caso no po- juicio de valor , tales cualidades pueden ser positivas o, como
demos sino formular juicios probabilitarios de diversos grados se
en el caso de Federico Guillermo IV, negativas. ) Empero, el
de precisi ón , lo cual , por lo dem ás, es regla siempre que « juicio » acerca de la « justeza » de tales
decisiones puede en
trata de la individualidad concreta de un acontecimiento , por tenderse de diversos modos : o bien 1 ) como un juicio acerca-
ejemplo: el estado del tiempo en determinado d ía futuro. El « li -, del « valor » del objetivo que estuvo en la base de la decisión ,
bre » albedrío no adquiere entonces una posición excepcional , por ejemplo, el de excluir a Austria de Alemania desde el
y el « yo quiero » equivaldría al fiat formal de la conciencia punto de vista del patriota alem á n , o bien 2 ) como un an á
-
de que habla James, el cual, por ejemplo,5 es aceptado por los
criminalistas de orientación determinista sin mengua de sus,
teorías de la imputaci ó n . El « libre albedr ío » no quiere
que se atribuye significado causal
decir
a la
antes bien
— —
lisis de esa decisión que tomase por gu ía la pregunta de si , o,
ya que la historia la ha respondido por la afir
mativa , de por qué ir a la guerra era el medio apropiado-
para alcanzar aquel objetivo, a saber: la unificaci ón de Ale
mania . Podría soslayarse el dilucidar si Eduard Meyer distin--
pues , otra cosa sino
« decisión » , la cual , a su vez , es fruto de causas
que quizá
nunca se descubrirá n por completo en la práctica , pero que, guió subjetivamente de manera clara entre ambos planteamien
-
en todo caso, son « suficientes » . Ni el m ás estricto determinista tos de la cuestió n , pues, como es manifiesto , solo el segundo
objetar ía esto seriamente. Si solo se tratase de esto, no se sería pertinente para una argumentación acerca de la causalidad
discerniría por qu é debi é ramos declararnos insatisfechos con- histórica. En efecto, este, que tiene la forma de un juicio
el concepto de irracionalidad de lo histórico , discutido ocasio « teleol ógico » acerca de la situació n histó
rica según las catego-
nalmente en el examen del « azar ». rías de « medio y fin » , posee manifiestamente, dentro de una
exposición que no desempeña el papel de manual para diplo
). -
5 Por ejemplo, Von Liepmann , Emleitung in das Strafrecht 1900
( m á ticos sino el de « historia » , el exclusivo sentido de posibili
-
108 109
zón , decimos, sin que importe cu á n a menudo sea válida C Q
tar un juicio acerca del significado histórico causal de los he- casos individuales, dif ícilmente puede sostenerse como ca rae-
en aquel
chos , y , por lo tanto, de comprobar que, precisamenteón no se terística lógicamente distintiva frente a « explicaciones » , con
momento , una «oportunidad » de adoptar tal decisi
ó n que tambié n frecuencia igualmente problem á ticas, de procesos concretos
« perdió» porque el « actor » de esta —expresi
4

para mantenerla « externos ». Sin embargo, sea ello como fuere, esta intuición ,
utiliza Meyer — poseía la « fuerza de alma »
esta v í a se comprueb a el junto con la fuerte insistencia de Meyer en el significado que
frente a todos los obst á culos : por
de tal decisi ó n y de sus precon - reviste para la historia el momento puramente formal de la
grado de « importanc ia » causal « decisi ó n voluntaria » , y la observació n , ya citada , acerca de
diciones caracterologías y otras, así como la medida y el sen -
» cons- la « responsabilidad », inducen a suponer que, para él, la consi-
tido en que la existencia de esas « cualidades de carácter obstante , deració n é tica y la consideración causal del obrar humano
alcance hist ó rico . No
tituyeron un « momento » de «
como es obvio, tales problemas , relacionados
ó
»

rico a i as
con
acciones
la imputa
de hom
-
-
— «valoración » y « explicación » — muestran cierta tendencia
a confundirse. Ya sea que se considere o no suficiente , como
ción causal de cierto acaecer hist fundamentación positiva de la dignidad normativa de la con -
bres concretos , han de distinguirse n í tidamente de la » ética.
pregunta
responsab ilidad ciencia é tica , la formulació n de Windelband , a saber , que la
por el sentido y el significado de la «
da en el idea de responsabilidad prescinde por completo de la de cau-
Esta ú ltima expresió n de Meyer podr ía ser interpreta caus ál de salidad ,7 tal formulació n caracteriza de manera adecuada , en
sentido puramente « objetivo» de una imputación
caracterol og í as » dadas y a los todo caso , el modo en que el mundo de las « normas » y los
ciertos efectos a las cualidades « « valores », visto desde la perspectiva de la consideración causal
, motivos que es pre-
« motivos » de las personalidades actuantes
de las ciencias empí ricas , se delimita de esta . Cuando se juzga
ciso explicar sobre la base de aquellas y de las
diversas cir -
situaci ó n concreta . Si tal que determinada proposición matem á tica es «correcta » , para
cunstancias del « medio» y de la un poste- nada interesa có mo se presentó « psicológicamente » su conoci-
hiciésemos , sin embargo , extra ñ ar ía que Meyer , en
e precisame nte miento , ni si , en cierto modo , la « fantas ía matem á tica » en su
rior pasaje de su obra ( p ágs . 44 - 45 ) , caracteric potencia m á xima solo es posible como manifestación de deter -
la « investigación de los motivos » como secundari a para la his -
saber , que las m á s de las veces ella minadas anormalidades del « cerebro matemá tico » . Y, del mis-
toria / La razón aducida , a
5
mo modo, ante el foro de la « conciencia » nada significa la con -
traspasa los l ímites del conocimiento seguro
y no es otra cosa
acci ó n que no puede sideración de que el mismo « motivo», objeto de juicio é tico,
que una « formulación genética » de una de acuerdo con la ense ñ anza de la ciencia empírica haya estado
ser bien explicada con los materiale s disponibl es y que , por lo
simplemen te como « hecho» ; tal ra- condicionado causalmente por completo, o bien, en el caso de
tanto , ha de ser aceptada un juicio acerca del valor est é tico de un adefesio , nada inte-
é deba entenderse por resa el convencimiento de que su producción pueda concebirse
6 No se explica aqu í de manera un í voca qu que solo aceptamos como determinada del mismo modo que la de la Capilla Six -
«investigación de motivos » . Compr é ndese de suyo
la « decisión » de una personalida d concreta como un hecho « último » tina. El aná lisis causal no proporciona absolutamente ningú n
producida « pragm á ticamente » por juicio de valor ,8 y un juicio de valor no es , en absoluto , una
cuando aquella se nos aparece como interpretació n plena de sentido
azar , es decir , como inaccesible a una explicación causal. Y precisamente por eso la valoración de
decretos dictados por el
o indigna de esta : por ejemplo, los confusos lo dem ás, una de las
zar Pablo , inspirados por la locura . Pero , por
consistido siempre en com-

un proceso por ejemplo , de la « belleza » de un proceso na -
tareas más indubitables de la historia ha 7 Windelbancl ( Ueber Willenslreiheit , ú ltimo cap í tulo ) escoge esta
prender las « acciones» externas, emp í ricamente dadas , y sus resultados ,
» , « fines » y « medios del actuar, histó rica - formulación especialmente para excluir la cuestión de la «libertad de la
a partir de las « condiciones voluntad » de las consideraciones de la criminalística. Cabe preguntarse,
Tampoco Meyer procede de otro modo . Y la « investiga-
mente dados . sin embargo, si ella es suficiente para los criminólogos, puesto que,
ci ón de motivos » — es decir
de los «fundamentos» de este querer
, el aná

lisis de
es
lo
por
realmente
un lado
« querido » y
el medio de precisamente, la pregunta por el tipo de ligazón causal en modo alguno
es irrelevante para la aplicabilidad de las normas de derecho penal.
que aquel an á lisis degenere en una pragm á tica ahist órica, pero,
impedir 8 Lo cual no significa , por cierto, que la consideración causal de su
órico»: queremos por
por el otro, el punto de partida del «interés hist gé nesis no pueda resultar esencial para posibilitar « psicológicamente »
cierto ( entre otras cosas ) ver c ó mo el « querer » del hombre es trans-
de los « destinos » la «comprensi ón » de la significación de valor de un objeto ( por ejem -
formado en su «significación » por el encadenamiento plo, de una obra de arte ) . Volveremos sobre esto .
hist ó ricos.

111
110
de -« sentimiento de libertad » empírico aquellas acciones que

rural se mueve en una esfera distintareferenc
causal ; por consigui ente , tambi é n la
de la de su explicación
ia a la « respon -
su conciencia o ante cual -
cenemos conciencia de haber cumplido racionalmente , es decir,
en ausencia de «coacción » f ísica y psíquica , de « afectos » apa-
sabilidad » del actor histó rico antecomo toda otra intromisió n sionados y de perturbaciones « contingentes » de la claridad de
quier tribunal divino o humano ,
juicio, y en las cuales perseguimos un fin claramente consciente
del problema filosófico de la « libertad » en cter la metodolog í a de
su car á de ciencia de por los « medios » que, seg ú n nuestro conocimiento , resultan
la historia, eliminarían totalmente ación de milagros en sus m ás adecuados a él , esto es, según reglas de experiencia. Si la
experiencia , lo mismo que la interpol
Ranke, Meyer re- historia solo se refiriese a tal actuar, « libre » en este sentido,
series causales. Naturalmente, siguiendo alos « tajantes límites es decir , racional, su tarea resultaría enormemente facilitada :
chaza esto ( pá g. 20 ) , para lo cual invoca A partir de los medios empleados podr ían discernirse un í voca -
entre conocimiento histórico y cosmovisi
ón religiosa » . Pero,
no se dejara extraviar mente, en efecto, el fin , el « motivo » y la « m á xima » del actor ,
en mi opinió n, mejor habr ía sido que , de quien se ocupa ( pág . y quedarían excluidas todas las irracionalidades que, en el
por las consideraciones de Stammler l í mites igualmente sentido vegetativo de este multí voco t érmino, constituyen lo
16, nota 1 ) , en cuanto a confund ir los
puede llegar a ser « personal » de la acción . Puesto que toda acción que proceda
precisos respecto de la é tica . Cu á n funesta diferentes modos de manera estrictamente teleológica consiste en la aplicaci ón
en el plano metodológico esta confusi ó n de
en la misma página , de reglas de experiencia que prescriben el « medio » apropiado
Je consideración se demuestra enseguida,esto
cuando Eduard Meyer sostiene que « con empíricamente da -
abilidad
»— es decir , con para el fin , la historia , en ese caso , no ser ía m á s que la apli-
cación de tales reglas.11 Que el actuar del hombre no pueda
las ideas de libertad y de respons rico un « momento pura - interpretarse de modo tan puramente racional ; que su « liber-

das se presenta en el devenir hist ó deja reducir a una f ó r-
mente individual » , el que « jam á s se
tad » esté empa ñada , no solo por « prejuicios » irracionales, fa-
llas conceptuales o errores acerca de los hechos, sino también
y procura luego ilus-
mula » sin que se «destruya su esencia »,signific ació n histórica por el « temperamento » , las « disposiciones » y los « afectos » ,
trar esta afirmación con la eminent
( causal ) de decisiones de personalidades
e
individu
ente desde
ales. Este
el punto
v que, por lo tanto, también su actuar participe

muy diversos del « sinsentido » empí rico del acontecer natu -

en grados
antiguo error es tan perjudicial , precisam
0
l ógica de la his- ral, todo ello implica , precisamente , la imposibilidad de una
de vista de la preservación de la especif icidad
hist ó rica pro- historia puramente pragmá tica . Solo que el actuar comparte
toria , porque traslada al á mbito de la ciencia ajenos a ella y deja este tipo de «irracionalidad » justamente con los procesos natu -
blemas pertenecientes a campos totalmen ( te
rminista ) es
suponer que cierta convicci ó n filosófica antidete ó . concreta deba permanecer necesariamente oculta para nosotros en el —
prerrequisito de la validez del m é todo hist
rico caso del zar Pablo la patolog í a podr í a proporcionarnos quiz á la expli
Pero resulta entonces evidente cuán err
Je que una « libertad » de la volunta d ,
ónea es la suposición
como quiera que se la —
cación , sino porque ellos no nos interesan históricamente lo sufi-
ciente. Nos referiremos m ás adelante a esto.
alidad del actuar , o bien 11 Véanse, acerca de esto, mis consideraciones en Roscher und Knies
entienda , sea idé ntica a la « irracion por la
»
primera . Una especí- nnd die logischen Problerne der historischen Nationaldkonomie. Un
que la segunda esté condicionada no mayor , que actuar estrictamente racional — es posible formularlo as í — constituir í a
fica « í ncalculabilidad » , igualmente grande , pero una «adaptación » perfecta y sin residuos a la «situación» dada. Los
, es privileg io del . . .
la de las « fuerzas ciegas de la naturaleza » esquemas teóricos de Menger , por ejemplo, contienen como supuesto la
10 A la inversa , acompañamos con el máximo grado « adaptación » estrictamente racional a la «situación del mercado» e
demente. ilustran las consecuencias de ello en su pureza « t í pico-ideal ». La his-
«Roscher und Knies und die toria en tal caso no sería otra cosa que una pragmá tica de la «adap-
9 IA) he estudiado en detalle en mi ensayo
National okonomie». — —
taci ón » en ello quisiera convertirla L. M . Hartmann , si ¿lia fuera
logischen Problerne der historischen de Rusia , en el último exclusivamente un análisis del surgir y el encadenarse de acciones sin -
10 Consider amos las acciones del zar Pablo
gobierno , como no interpretables de manera gulares « libres » , esto es absolutamente racionales desde el punto de
período de su aberrante
» , lo mismo que la tor - vista teleológico, de individuos aislados. Si se despoja al concepto de
provista de sentido y, por ello, « incalculables pero en ninguno de ambos « adaptación » , como lo hace Hartmann , de este sentido teleológico- ra -
menta que destruyó la Armada Invencib le;
i ó n de motivos » porque interpretamos c íonal , entonces se vuelve totalmente insulso para la historia, como he-
casos renunciamos a la « investigac solo porque su causalidad mos de explicarlo en su momento.
estos procesos como «libres» , ni tampoco

113
112
dor se refiere
rales individuales , por lo cual, cuando el historia como momento per-
( pá g. 24 y sigs . ) con una polémica que, una vez m á s, suscita
a la « irracionalidad » del actuar humano serias dudas. Tiempo atr ás , en la introducción a Die Geschicbte
n de las conexio nes hist ó ricas , en des Altertums ( Historia de la Antigüedad ) , había identificado
turbador en la interpretació empí rica , no con
realidad esta comparando la acción histórico la relación entre lo « general » y lo « particular » con la que me-
-

acaece en la natural eza , sino con el ideal de un actuar dia entre « libertad » y « necesidad » , y ambas con la relació n
lo que ajustado a fines y ab -
puramente racional , es decir , totalme nte entre el individuo y la « totalidad » , arribando a la conclusión
solutamente orientado hacia los medios adecua
dos. de que la « libertad » y, por lo tanto, lo « individual » ( véase
sobre las categorías de
Si la exposición de Eduard Meyer propias de la concept ú a - m ás arriba ) rigen en el « detalle » , mientras que en los « grandes
« azar » y « libre albedrío » , que ser ían lincamientos » del devenir histórico domina la « ley » o « regla ».
ió n poco clara a in -
ción historiográfica , muestra una propens todo de la historia, En la pá gina 25, y bajo la influencia, en parte, de Rickert , y
el m
troducir problemas heterogéneos en ón de la causalidad his- é en parte de Von Below, se retracta Meyer de esta concepción ,
cabe observar tambié n que su concepci . En la página 40 se que prevalece de hecho entre muchos historiadores « moder-
t órica contiene notables contrad
icciones nos » si bien es fundamentalmente tergiversada con tal formu -
con fuerza en que la investig aci ón hist órica constante- lación . Von Below había rechazado especialmente la idea de
insiste series causales desde el
mente y en todos los casos rastrea las un « desarrollo regido por leyes » ,13 planteando , en contra del
ción de Eduard
efecto hacia la causa. Ya esto , en , la formula perfecta mente posible
ejemplo aducido por Eduard Meyer en el sentido de que el
Meyer, es discutible : en efecto
12 es desarrollo de Alemania hacia su unificación nacional se nos
de hip ó tesis los efectos que podría haber aparece como « necesidad histórica » , mientras que la oportu-
formular en calidad como hecho , o bien que
producido un evento histórico ya dadoluego tal hip ó tesis cote -
nidad y la forma de tal unificació n en un Estado federal de
acaba de ser reconocido , y verifica r veinticinco miembros depender ían , por el contrario, de la « in-
a algo distinto , como
j á ndola con los « hechos » . Pero se apunta « dependencia teleo- dividualidad de los factores histó ricamente operantes » , la si -
la
más adelante se revela : al principio deúltimamente , y que rige guiente objeción : « ¿ No podr ía haber sucedido ello de otra
lógica », como se lo ha denominado dem ás , es naturalmente manera ? » . Esta crítica se aplica incondicional men te a Eduard
el inter és causal de la historia . Pordel lo
efecto a la causa como
Meyer . No obstante, paréceme f ácil comprender cualquiera
que sea el juicio que se tenga sobre la formulación de Meyer

inexacto reclamar tal remonta rse
exclusivo de la historia. No de otro» concreto . Y mientras en
cació n » causal de un « hecho natural
modo procede la « expli-

objetada por Von Below que tal cr í tica en todo caso prueba
demasiado y, por lo mismo, no prueba nada . En efecto, la mis-
, que lo « devenido » ma objeción valdría respecto de todo aquello a lo cual nosotros
la página 14 Meyer sostenía , como vimos« necesario » y sólo lo
vale para nosotros como absolutamentemera « posibilidad », en todos, incluidos seguramente Von Below y E. Meyer, aplica-
pensado como « deviniente » vale como carácter particularmen- camos sin vacilar el concepto de « proceso regido por leyes ».
la página 40 , a la inversa , insiste enlaelcausa a partir del efecto , Por ejemplo, que a partir de un feto se haya desarrollado un
te problemá tico de la inferencia de hombre, o bien lo hará en el futuro, parécenos de hecho un
se eliminase del á mbito « desarrollo ajustado a leyes » , pero no hay duda de que tam -
hasta el punto de que él preferir ía yque hemos visto, la «in-
de la historia el término « causa » , , como édito ante sus ojos. bién en este caso las cosas pueden «suceder de otro modo »
vestigación de los motivos » cae en descr por « accidentes » externos o disposiciones « patológicas » . Es
Podr íase intentar resolver en el espproblem í ritu de Meyer esta última evidente que, en la polémica contra los teó ricos del « desarro-
á tico de aquella in- llo », solo se trata de captar y delimitar correctamente el sen -
contradicció n , sosteniendo que lo posibilidades de nuestro co-
ferencia reside solamente en las tido lógico del concepto de « desarrollo » , pero este no puede
que el determinismo
nocimiento , en principio limitadas , peroobstante, en la página ser simplemente desechado con argumentos como el que men -
se mantiene como postulado ideal . No , y prosigue
cionamos. El propio Meyer es el mejor ejemplo de esto. En
23 Meyer rechaza también esto decididamente efecto , ya dos páginas m ás adelante ( pág. 27 ) , en una nota
donde caracteriza como « definido » ( ? ) el concepto de Edad
te, afirma : « La investigación
12 En el mismo pasaje, menos felizmen a la causa » .
historiogr á fica procede pasando del efecto 13 Historische Zeitschrifi , vol. LXXXI , 1899, pág . 238.

114 115
res individuales de Ja vida histórica ». Con ello , manifiesta
Media , procede de acuerdo con el esquema de aquella « In -
troducción » , de que é l mismo se había retractado, mientras
que en el texto sostiene que la palabra « necesario » significa-
mente, lo « general »
—no el « ambiente general » , con el cual
erróneamente se lo confunde a veces, sino ( pág. 46 supra )
-

en la historia solamente que una « probabilidad » de un resul


tado hist órico a partir de condiciones dadas « alcanza un grado
« la regla », por lo tanto un concepto

abstracto es hiposta
siudo de nuevo en cuanto fuerza operante detrás de la historia , -
tan elevado que, en cierto modo, la totalidad
del desarrollo —
desconociéndose el hecho elemental que Meyer había des-
tacado de manera clara y n í tida en otros pasajes de que

tiende a un cierto acontecimiento ». Pero, justamente , nodeotra la solamente es real lo concreto, individual .
cosa había querido significar con su observación acerca Esa dudosa formulaci ón de las relaciones entre lo « general »
unificación alemana . Y cuando recalca que , a pesar de todo ,
, hemos
y lo « particular » en modo alguno es propia solamente de
tal acontecimiento eventualmente podr ía no producirse Eduard Meyer ni de los historiadores de su cu ño. Por lo con
de recordar que ya él mismo , en relaci ón con los cá lculos as- trario , tambi é n está , por ejemplo , en la base de la idea popu -
lar , aunque compartida por muchos historiadores « modernos »-
« pertur -
tron ó micos, había insistido en que podr í an resultar
bados » por la intromisió n de cuerpos celestes errantes. Es que
en realidad , en tal sentido ninguna diferencia existe con los
ó n de
,
— —
no por Meyer , de que para configurar racionalmente el
cultivo de la historia como « ciencia de lo individual » sería
hechos naturales individuales, y tampoco en la explicaci
la naturaleza el juicio14de necesidad
ría demasiado lejos — constituye , por—cuyo
lo que
an á lisis
se
*
nos
refiere
lleva -
a su
que
*
preciso establecer en primer término las « correspondencias »
del desarrollo humano, luego de lo cual « los elementos par -
ticulares e indivisibles » quedar í an como « residuo» o, como
cesos concretos , la ú nica forma
aparece la categoría de causalidad
no nos equivocaremos —
que
,
la
ni
.
la m á
Podemos
desconfianza
s importante
conjeturar
de Meyer
, en
— y
res-
alguna vez dijera Breysig , « como las m ás exquisitas flores » .
Naturalmente, respecto de la idea ingenua de que a la historia
le corresponde convertirse en « ciencia sistem á tica », esta con -
pecto del concepto de «desarrollo » se originó en sus discusio
-
aunque no cepci ón representa ya un « progreso », que la acerca a la praxis
nes con J. Wellhausen , que giraron en lo esencial (
historiográfica . De todas maneras, ella misma constituye una
exclusivamente ) en torno a esta disyuntiva : interpretar el- gran ingenuidad . La empresa de comprender a Bismarck en su
« desarrollo » del judaismo como si hubiese ocurrido
esencial
significación histórica restando de él todo lo que tenga en co-
mente « desde dentro hacia fuera » ( de manera evolutiva
),
hist ó rico m ú n con los otros hombres y quedá ndose , en conseaiencia ,
o bien como condicionado por un cierto destino con lo « particular » constituiría un experimento sumamente
concreto sobreviniendo desde « fuera » , en especial por la im
posición de « leyes » dictadas por los reyes de Persia en virtud
-
instructivo y entretenido para un principiante. Restaría na-

de su propia pol ítica y que, por lo tanto, no respond í»an
especificidad de los jud íos ( de manera
ello como fuere, en nada se perfecciona la formulación utili»-
«

zada en la « Introducción » cuando ( en la pág. 46 ) lo « general


epigen é tica
a la
) . Sea
turalmente , suponiendo , como es de prá ctica en las explicacio-
nes de lógica , que los materiales son idealmente completos ,
por ejemplo, como una de tales « flores , las m ás exquisitas » ,
su « impresión digital », que es la señ al de la « individualidad »
mas espec ífica descubierta por la t écnica policial , y cuya pé r -

aparece como el « presupuesto» que opera « en lo esencial ( ?
)
dida , por lo tanto, ser ía completamente irreparable para la his
toria. Y si se respondiese con indignación que « naturalmente»-
de manera negativa o, expresado con mayor precisi ó n , limi -
tativa » , que establece los « l í mites dentro de los cuales residen
solo las cualidades v los procesos « espirituales » o « psicológi -
las infinitas posibilidades de la configuración histórica », miense- cos » podrían entrar en consideració n como « históricos», la
tras que la pregunta acerca de ai á l de estas
posibilidades
vida cotidiana de Bismarck , si la conociésemos «exhaustiva
mente », nos ofrecería una infinidad de manifestaciones de vida-
15 depende de los « m á s elevados ( ? ) facto-
vuelve « realidad »
log!sebe» que , en tal combinaci ó n y constelaci ón , no se presentan en
14 Véanse mis consideraciones en Roscber und Ktties und die ning ún otro hombre, pero cuyo interés no es mayor que el de
Probleme der historiseben Nationalokonomie. comunes
15 Esta formulación recuerda ciertas líneas de pensamiento
Karjcjew y otros ) ,
dentro de la escuela sociológica rusa ( Michailowski, Soziolo-
tlichen Problematik » , en Nowgorodzew , ed ., Prublenren des ¡deatis
criticadas en un ensayo por T. Kistiakowski, « Die mssische Moscú. 1902. Volveremos sobre esto.
genschule und die Kategoric der Moglichkcit in der sozialwissenschal -

117
116
la cien- veces se ha acercado bastante a una formulación lógicamente
aquella « impresión digital » . Si se objetase además que acertada de lo que hay de justo en sus aseveraciones. Así, por
cia « naturalmente » solo considera los elementos replicar a la- hist ó ricamen
a ello í ejemplo, al comienzo de la página 27, donde, respecto de los
te «significativos » de la vida de Bismarck , « grados de desarrollo » se afirma que
lógica: Eso que se pretende « natural » es , precisamente , el pro- son «conceptos» que
cu á l es pueden « servir como hilos conductores para el
blema decisivo , pues restar í a por averiguar entonces
y agrupamiento de los hechos», y especialmente establecimiento
hist ó ricamente sig- en los nume-
la característica lógica de los elementos rosos pasajes donde opera con la categoría de « posibilidad
nificativos » . Este ejercicio de resta — supuesta la absoluta
No obstante , este es el punto preciso donde comienza el pro».

complejidad de los materiales nunca terminaría , ni en el más
remoto futuro, y luego de sustraer una infinidad de
«elemen- blema lógico : debiera plantearse la cuestión de cómo se rea -
liza la partición de lo histórico por medio del concepto de de-
infinidad de elementos ;
restando sarrollo y de cu ál es el sentido lógico de la « categoría de po-
tos comunes » seguir í a una
aun después de practicar con empeño tal substracci ó n durante
di- sibilidad » , así como la forma en que se la emplea en la con -
toda la eternidad no se habr ía avanzado un solo paso en figuración de los nexos históricos . Puesto que Meyer -
recci ó n a la pregunta de que es lo « esencial » desde el punto omiti ó
sería una hacerlo, puede decirse que « presintió» correctamente
de vista histórico entre estas particularidades. Esta manipulaci ón que las « reglas» del acaecer desempeñan en la labor el papel
enseñanza de tal experimento . La otra , que tal historio-
absolutamente com - gráfica , mas no pudo , en mi opinión , formular
de resta presupondr í a ya la intelecci ó n esto adecuada-
un sentido que ñ inguna mente . Es lo que debemos intentar en la segunda
pleta de la serie causal del acaecer en . estos estudios. Aqu í nos ocupamos primeramente
sección de
ciencia del mundo pretenderí a, ni siquiera como meta ideal rico estas observaciones por fuerza esencialmente negativas
, luego de
En realidad , toda « comparaci ó n » en el á mbito de lo hist ó respec-
to de las formulaciones metodológicas de
supone que ya , mediante referencia a «significaciones » cultu- Eduard
explicaciones que este consigna , en especial en
Meyer , de las
una
rales, se ha practicado una selección que , desechando toda ( pá gs. 35-54 ) y tercera ( págs. 54-56 ) partes
la segunda
dado , tanto « generales » cuanto de su
ca del problema del « objeto » de la historia, cuestiobra
infinidad de elementos de lo « » , acer-
y el sentido
« individuales» , determina positivamente la meta dida indirectamente en las consideraciones que acabamos
ón ya alu-
de la imputación de causas . Luego , la comparaci ó n con pro- de
como un medio de tal imputaci ón , hacer .
cesos « an á logos » interviene Esta pregunta puede formularse también , como lo hace
importantes ,
y, segú n mi parecer , como uno de los medios m á s
Eduard Meyer, del siguiente modo: « ¿ Cu á les
del que ni remotamente se echa mano lo suficiente . M á s ade - los p ro-
cesos de que tenemos noticia, son hist óricos? ». entre
A
lante nos ocuparemos de su sentido lógico. lo
ponde , en primer término , en forma totalmente general res-cual
nota suya
Eduard Meyer no comparte , como lo demuestra una de que lo hist ó rico lo que es o ha sido operante » . En consecuencia : « Es
( pág. 48 al final ) sobre la que volveremos , el error , lo
« histórico » es lo relevante
, indica - causalmente dentro de ll n nexo con -
individual como tal es ya objeto
ciones acerca del significado de lo general
saber , que las « reglas » y los conceptos son solo
de la historia y sus
para la historia a —
« medios » ,
creto , individual . Dejamos de lado todas las
cuestiones
xas para comprobar ante todo que Meyer, ya en la páginacone-
« presupuestos » de la labor
veremos, lógicamente correctas en lo
hist ó rica ( p ág .
esencial
dijimos ,
29
.
)

Solo
dudosa
son
la
, como
formu -
desde el
renuncia a este concepto formulado en la página anterior .
Para él es claro, segú n sus propias palabras, que « incluso si
nos limitamos a lo operante » todav ía sigue siendo «
37,

lación que ya criticamos es , como


multitud de procesos particulares». ¿ Qué es lo que infinita la
punto de vista l ógico y apunta en la misma
error mencionado en último término.
No obstante todas estas observaciones polémicas, el historia
direcci ó n que el
-
— pregunta Meyer con derecho
— preside
la « selección que todo his-
toriador practica entre ellos » ? Respuesta : « El interés históri -
co » . Mas para ello, seg ú n agrega tras algunas
dor profesional quedar á con la impresi ó n de que tambi é n en consideraciones
un que m ás adelante examinaremos , no existe una «
los puntos de vista de Meyer que hemos criticado existe bien soluta » ; y nos explica las razones de que esto sea norma ab-
incuestionable « n úcleo de verdad » . De hecho , ello es así de tal
modo que , como dijimos, abandona la « limitación » de lo histó
comprensible en un historiador de tal jerarquía , que discurre rico a lo «operante» , que él mismo había establecido. Refiri -
acerca de su propia manera de trabajar. Y , en verdad , muchas é n-

119
118
y estos, mientras que las consecuencias de ciertas decisiones
dose a una observación aducida por Rickert a manera de ejem - de Temístocles, por ejemplo, a ú n hoy se experimentan
plo, a saber, «que ( . . . ) el rechazo de la corona imperial ale- , por
enojoso que ello resulte para nuestro intento de escribir una
mana por parte de Federico Guillermo IV es un evento “ his- historia « evolutiva » de impresionante unidad . Por el contra
confec-
tó rico” , pero es por completo indiferente qu é sastre
. al final ) : « Para la histo rio, si es que Breysig está en lo cierto, sería enorme la signifi--
cion ó sus trajes » , dice Meyer ( p á g 37 cació n del conocimiento obtenido mediante su an álisis acerca
na polí tica el sastre en cuestión permanecerá sin duda
indife-
podemos imaginarnos que nos interes á- del proceso formativo de aquellos Estados con respecto a nues-
rente, pero muy bien tro saber en cuanto al modo en que los Estados generalmente
semos por él en conexi ó n , por ejemplo , con la historia de la
surgen. Estaríamos pues, si la concepción de Breysig vale co -
moda , de la industria del vestido o de los precios, etc.». Esto mo « tipo » y representa un saber « nuevo », en la situación de
es ciertamente atinado. Sin embargo, ante un examen más«de
-
forjar determinados conceptos que, aú n prescindiendo por en -
tenido dif ícilmente podría Meyer dejar de admitir que el in - tero de su valor cognoscitivo para la formación de
terés » que tomamos en uno y otro caso presenta
importantes conceptos
que quien no las en la doctrina del Estado, podrían ser aplicados como medio
diferencias en cuanto a estructura l ó gica , y
categorías heur ístico en la interpretación causal de otros procesos hist ó-
tomase en cuenta correr ía el riesgo de confundir dos ricos . Con otras palabras : aquellos procesos nada significan
que, siendo fundamentalmente diferentes , son a menudo iden
-
fundamento tognosciti - como fundamento real, pero como fundamento cognoscitivo el
tificadas: el « fundamento real » y el «
an á lisis de Breysig revestiría enorme significación. Por lo con
vo» . Como el ejemplo del sastre no deja de ser algo ambiguo -
,
caso en que tal mezcla trario, el conocimiento de aquellas decisiones de Tem ístocles ,
ilustraremos esa contraposici ó n en un
por ejemplo, nada significa para la « psicolog ía » u otra cual
se pone especialmente de manifiesto. quiera de las ciencias que forjan conceptos: en efecto, sin ayu --
K. Breysig, en un ensayo sobre «Entstehung des Staates ( . .los .)
da alguna de las « ciencias de leyes » comprendemos que un
bei Tlinkit und Irokesen » ( El origen del Estado entre
estadista en aquella situación « pudiese » decidir tal cosa , y el
tinglit y los iroqueses ) ,16 intentó probar que ciertos procesos que lo comprendamos es por cierto prerrequisito de la cone
xió n causal concreta , pero en nada enriquece nuestro saber-
« el
que se presentan en esas tribus y que él interpreta como
origen del Estado a partir de la organizaci ó n por linajes » son
decir por conceptos gené ricos.
« importantes como representativos de una especie » es
,
constituci ó n del Estado , Tomemos un ejemplo extra ído del á mbito de la « naturaleza » :
que representan la forma « t ípica » de aquellos rayos X concretos que Róntgen vio centellear en su
por lo cual adquieren , como él mismo expresa , una « validez »
óMr/co-u niversal ». pantalla dejaron determinados efectos concretos que , de acuer
por cierto «de significado casi f de do con la ley de la energía, todavía hoy producen consecuen --
Ahora bien , suponiendo naturalmente que las exposiciones de esos cias en alg ú n lugar del acontecer cósmico. Pero la « significa
Breysig sean correctas , es evidente que el surgimiento
ció n » de esos rayos concretos del laboratorio de Rontgen no
-
constituyeron,
« Estados » indios, as í como la forma en que se reside en esta propiedad suya, la de ser causas cósmicas reales .
importancia » respecto de la trama causal
tuvieron escasísima « Antes bien , tal proceso es tomado en cuenta, lo mismo que
del desarrollo de la historia mundial . Ning ú n hecho « impor-
cualquier «experimento», solamente en cuanto fundamento
ó pol í tica o cultural del
tante » de la posterior configuraci n
cognoscitivo de determinadas « leyes » del acaecer.17 Exacta-
aquel surgimiento , esto es , ninguno
mundo estuvo influido por
puede ser reducido a él en cuanto su causa. Respecto deEsla- 17 No se quiere decir con ello que aquellos concretos rayos de
Rontgen
configuración de las relaciones polí ticas y culturales de los no pudieran figurar como hecho « histórico»: en una
f ísica , por ejemplo. Esta podr ía interesarse también por elhistoria de la
tados Unidos de hoy fue « indiferente » el modo como , surgie es de
-
-
modo en que
circunstancias « accidentales» produjeron ese d ía en el laboratorio
ron aquellos otros Estados y hasta su existencia misma de
aquellos Róntgen aquella constelación , ocasionando tal radiación y , con ello
cir que no existe conexión causal demostrable entre

entro a considerar

como queremos suponer aqu í , provocaron causalmente el descu-
brimiento de la «ley » correspondiente. Pero es claro que de este
16 Schmollers Jahrbuch, 1904 , pág. 483 y sig. Nopresupone la correc- el estatuto lógico de aquellos rayos concretos resulta modo
el valor objetivo del trabajo; antes bien , aqu í se
Ello es posible porque aqu í desempeñan un papel dentrotransformado .
ción de todas las formulaciones de Breysig , lo mismo que en el
caso de una co-
nexió n que deriva de valores ( el « progreso de la ciencia » ) . Quiz
de cualquier otra ejemplificación . á se

121
120
mente lo mismo vale, como es natural, para los casos mencio- sis en el empleo lógico de determinados hechos de la realidad
nados por Eduard Meyer en una nota de pie de pá gina del pa - cultural : 18 por un lado, la formación de conceptos mediante
saje que aqu í criticamos ( nota 2 de la pág. 37 ) . Recuerda all
í
- aplicación paradigm á tica del « hecho particular » como repre
que «las personas m ás insignificantes , de las que tenemos no
sentante « típico » de un concepto abstracto, es decir , por lo
-
ticia por azar ( por inscripciones o documentos ) , adquieren
tanto, como un medio de conocimiento, y , por el otro, la in
interés histórico porque a través de ellas podemos llegar a - clusión del « hecho particular » como eslabón , es decir como-
co
. Y misma confusi ón
nacer las circunstancias del
se presenta de manera

todav
pasado
í a m ás
»
clara
engana la memoria Breysig, por su parte ( en un pasaje
esa
cuando si no
—me « fundamento real » en una conexión real y, por lo
creta , mediante aplicación
— entre otros
— tanto, con -
de los productos
de la formació n de conceptos, sea como medios heurísticos,
que no encuentro ahora ) , cree poder desestimar el hecho de sea como medios de exposici ón . Esta ant í tesis contiene
que la selecci ón de materiales por parte de la historia se orien - lla otra , entre el procedimiento caracterizado por Windel-
aque
ta a lo «significativo » , a lo « importante » individualmente
, ar-
mucho de sus resul - band como « nomot é tico » y por Rickert como propio de la-
guyendo que la investigación ha obtenido « ciencia natural » , por una parte , y los fines lógicos de
tados m ás importantes a partir de « restos de arcilla » y objetos
« ciencias culturales históricas » , por la otra .
las
semejantes. Parecidos argumentos son hoy harto « populares » , Contiene tambi
el ú nico sentido correcto en que es posible caracterizar a élan
y es obvio su parentesco con el « traje » de Federico Guillermo historia como ciencia de realidad. Pues los elementos indi
TV y las « personas insignificantes » de las inscripciones de íMe- viduales de la realidad entran en consideració n para ella no-
yer. Pero es obvia tambi é n aquella confusión, que aqu se otra cosa , en efecto, puede querer significar aquella expre —
presenta de nuevo . En efecto , como ya hemos dicho, los res
tos de arcilla » de Breysig y las « personas insignificantes
« -
» de —
sión , no como medio de conocimiento , sino precisamente
como objeto de conocimiento; y las relaciones causales con -
-


Meyer lo mismo que los rayos X

concretos
de Rontgen no se integran como eslabón causal en la trama
del laboratorio
cretas, no como fundamento cognoscitivo sino como funda-
mento real . Por lo dem ás, m ás adelante veremos cu á n poco
hist órica sino que algunas de sus características constituyen un, responde a la realidad la concepción ingenua , popular , que
medio de conocimiento para determinados hechos histó ricos entiende a la historia como « mera » descripción de realidades
los cuales a su vez , según los casos , pueden luego volverse preexistentes o como simple reproducción de « hechos » .19
importantes, ya sea para la «formación de conceptos» , y ,
en
Lo mismo que sucede en cuanto a los restos de arcilla y a las
consecuencia , también ellos como un medio de determinadas, conocimiento « personalidades insignificantes » conservadas en
por ejemplo , respecto del « cará cter » genérico de las inscripcio
nes , sucede también en cuanto a aquel « sastre » , objeto de crí -
de de-
« é pocas » artísticas, ya sea para la interpretación causal
pues antíte- tica por parte de Eduard Meyer. Presumiblemente , también-
terminadas conexiones históricas. Tenemos , , esta
respecto de la conexión causal histórico-cultural del desarrollo
sostenga que esta diferencia lógica es consecuencia del hecho de que de la « moda » y de la « industria del vestido» , el hecho de que
hemos saltado al á mbito objetivo de las ciencias dejados del espíritu: los efec- determinado sastre haya suministrado cierto traje al empera -
de lado. Ahora
tos cósmicos de aquellos rayos concretos han sido aquellos rayos
dor reviste una significació n causal m ínima . Lo contrario se
-
bien , el objeto concreto « valorizado», respecto del cual «f ísica » o
r ía cierto sólo si ese suministro concreto hubiese producido
eran causalmente « significativos » , puede ser de naturaleza efectos históricos; en consecuencia , si la personalidad
ello es irrelevante en la medida en que él cobra para no- de ese
« psíquica »:
sotros « significación » y « valor » . Presupuesta la posibilidad de hecho de
( teóricamente ) tam- 18 Aqu í el autor ha escrito al margen de la primera edición : « ¡
un conocimiento orientado en ese sentido, podrí an en el razonamiento! Intercalar que un hecho, cuando entra en consi
Salto
bién los efectos cósmicos concretos ( f ísicos, qu ímicos
rayos concretos volverse
muy dif ícil de construir
«

hechos
el
hist
progreso
ó ricos »
causal
: pero
a
solo
partir —
, etc. ) de aquellos
si lo cual es,
de ellos condu
que fuese un «individuo his-
-
deración como espécimen de un concepto de género, es medio de-
conocimiento. Pero no cualquier medio de conocimiento es espécimen
de género» . ( N. de Marianne Weber . )
jese en definitiva a un resultado concreto 19 En el sentido que le atribuimos aqu í , sin embargo, la expresión
«valor » para nosotros
tórico», es decir , que cobrase significativamente
,
«ciencia de realidad » es enteramente apropiada a
como universal , en su especificidad individual . Solo porque esto es ) la esencia lógica de
la historia. El malentendido impl ícito en la interpretación popular
inasequible, aquel intento, aun si pudi é ramos cumplirlo , carece de sen- de
esa expresión , como mera «descripción » sin supuestos , ha sido consig
tido. nado suficientemente por Rickert y Simmel . -

122 123
sastre y el destino de su negocio hubiesen sido, desde algú n historiador ha de practicar. Ello es innegable, por
punto de vista , causalmente « significativo » para la
transfor- embargo, para la historia es digno de consideraciócierto ; sin
n sólo en
mación de la moda o de la organizació n industrial , y si esta cuanto podamos aprehender a través de los
rasgos
situació n histórica hubiese estado condicionada causalmente ticos la especificidad de una cultura ( . . . ) ; por lo caracterís-
como tanto, des-
por el suministro de ese preciso traje. Por el contrario, de el punto de vista histórico, nunca es otra cosa que un me -
de la moda , .,
medio de conocimiento para la determinación IV etc t•

dio que vuelve para nosotros aprehensible ( . . . ) su eficacia


el estilo de los trajes de Federico Guillermo y el hecho de histórica » . Esto , como lo demuestran todas las consideracio-
ejem-
que estos proviniesen de ciertos talleres ( de Berlí n , por de
nes anteriores, es totalmente correcto , al igual
que las conse-
plo ) pueden revestir una « significación » semejante a lapara cuencias que implica , a saber: que la formulación popular de
cualquier otra cosa de que dispongamos como material en la cuestión relativa a la «significación » de lo
individual y de
averiguar la moda de aquel período. Sin
embargo , incluso las personalidades para la historia está mal planteada ; que la
ón como pa-
este caso, los trajes del rey entran en consideraci « personalidad » «entra » en la
trama histórica, tal como
radigma de un concepto gené rico por construir: como medios toriograf ía la construye, mas no en su totalidad sino la his-
de conocimiento. Por lo contrario, la renuncia a la corona
im- sus manifestaciones de importancia causal; que nada solo en
perial , con la cual se los comparó, lo hace como eslabódentro n con- que ver entre s í la significación histórica de
una
tienen
personalidad
creto de un nexo histórico, como efecto y causa reales concreta y su significación « humana », universal , de
la acuerdo
de una serie de transformaciones determinada, real. Para , lo
a su « valor intrínseco », y que hasta los «
defectos » de una
lógica estas diferencias son absolutamente fundamentalespuntos
y personalidad que ocupe una posición decisiva pueden
resultar
seguirá n siendo siempre . Y por mucho que estos dos ltiples ma-
causalmente significativos . Todo ello es plenamente acertado .
de vista toto coelo diferentes se entrecrucen de mú
neras en la praxis del investigador de la cultura
pre sucede y es fuente de los más interesantes problemas no-
—ello siem
me
-
No obstante, queda por responder la pregunta de si , o,
preferimos expresar esto, en qué sentido es
único fin del an álisis de contenidos culturales correcto

como
que el


todológicos , quien no los sepa distinguir cuidadosamente
comprenderá la esencia lógica de la « historia ».
'

ambas categor í as , ló -
punto de vista de la historia
— volver
sea
inteligibles
gico de esta pregunta se advierte en cuanto consideramos -
los
desde
vos procesos culturales en cuanto a su eficacia . El alcance ló-
respecti
el

Ahora bien , acerca de la relación entre , Eduard las


gicamente distintas, de la « importancia histó rica » consecuencias que Meyer extrae de su tesis . Infiere en primer
Meyer ha presentado dos posiciones incompatibles rico » por
entre s í . lugar ( pág. 47 ) que « las situaciones existentes nunca son por
ó
Por una parte , para él , como vimos, el « interés hist reales de sí mismas objeto de la historia ; solamente lo son en
cuanto
lo históricamente « operante » , es decir , los eslabonesimperial ) , revisten eficacia histórica ». Analizar una obra de arte, un pro-
nexos causales históricos ( el rechazo de la coronatraje de Federico
ducto literario, organizaciones del derecho estatal , costumbres,
se confunde con aquellos hechos ( como el etc., « en todos sus aspectos » , es, en una exposici ó
n hist órica
Guillermo IV , las inscripciones, etc. ) que pueden resultar per- ( aunque se trate de la historia de la
literatura y del arte ) ,
historiador . Por
tinentes como medio de conocimiento para el ocuparnos aho- totalmente imposible y est á fuera de lugar: en efecto, en tal
otra parte, sin embargo
— los
— y de esto hemos de
ra , para él la contraposición entre lo « históricamente
objetos de nuestro saber efectivo
ope-
o
caso siempre sería preciso incluir elementos que « carecerían
de toda eficacia histórica » , mientras que, por el otro lado, el
historiador deber ía incluir «en un sistema » ( por ejemplo, el
rante » y todos otros
l í mites al derecho pú blico ) muchos « detalles
posible se incrementa hasta el punto de que, impone él mismo los! dinados ». Infiere adem á s Meyer , en que aparecen como subor-
interés científico del historiador tales que si
acatase en su grande obra de investigación , todos
los admira- bién en aquel principio de selecció particular , basá ndose tam -
dores de esta habrían de lamentarlo vivamente . Afirma, enf la biograf ía es una disciplina filolón hist ó rica ( pág. 55 ) , que
efecto, ( pág. 48 ) : «Durante mucho tiemposingular he creído que| qu é? « Su objeto es la personalidad gica y no hist ó rica . ¿ Por
, median- talidad , no como factor eficaz respectiva en sí, en su to-
lo caracterí stico ( es decir, lo específicamente se distinguen que lo haya sido es
hist óricamente ; en efecto, el
te lo cual una institución o una individualidad solamente una precondición , la razón de
de todas las análogas ) era decisivo para la selecci ó n que el I que se le consagre una biograf ía » ( pág . 56 ) . Mientras
la bio-

124 125
graf ía sea tal y no una historia de la é poca de su héroeexpo , no tir del « contenido » de las cartas de Goethe, si se las interpreta
podría ella cumplir las tareas de la historia , a saber , la - rectamente. Pues bien, este « hecho », al que es preciso diluci
sici ó n de un proceso hist ó rico . Frente a esto cabe preguntar: dar mediante una « interpretación » del sentido de las cartas -,
¿ Por qu é atribuir a las « personalidades » esa posición
especial ? cventualmente ejecutada con recursos «científicos», y que es
¿ Acaso « procesos » como , por ejemplo , la batalla de Maratón el que verdaderamente tomamos en consideración, podr ía ser
o las guerras pérsicas « pertenecen » en su « totalidad » y , por j abordado de distintas maneras:
lo tanto, descriptos con todos sus specimina fortitudinis a la
manera de los relatos hom é ricos , a una exposici ón hist ó rica ? 1. Puede ser incluido directamente , como tal , en una
conexió
Es manifiesto que, también aqu í , a ella pertenecen ón his í solamente histórica causal. Por ejemplo, la ascesis de aquellos a ños , lin
- gada a una pasión de fuerza inaudita , dejó en el desarrollo de-
los procesos y las condiciones decisivos para la conexi .
tó rica , causal. Al menos ello es as í , en cuanto a su principio Goethe fuertes huellas que ni siquiera se borraron bajo la in
lógico , desde que epopeya e historia empezaron abiograf ser distin- fluencia de los cielos meridionales : Perseguir estos efectos en-
guidas. Ahora bien , ¿ qué sucede en el caso de la « ía » ? la « personalidad » literaria de Goethe, rastrear sus huellas en
Es manifiestamente falso ( o bien una mera hip é rbole verbal ) sus creaciones e « interpretarlos » causalmente mostrando
su
que a ella pertenezcan sencillamente « todas las particularida - conexión con las vivencias de aquellos a ños, siempre que ello
des ( . . . ) de la vida externa e interna de su h éroe » , como sea posible, sin duda forma parte de las tareas de
la historia
á de la literatura . De este modo , los hechos de que tenemos
pudiera hacerlo creer la « filología » goetheana , en la ócualdequiz
ticia a trav és de aquellas cartas son aqu í hechos « histó ricos »,-
no
piensa Meyer. Pero en ella tr á tase de una recolecci n ma -
teriales que se propone conservar todo
mente pudiera cobrar significación para la historia de Goethe
aquello que eventual -
,
es decir, como ya vimos , miembros reales de una
— cadena
sal . Pero supongamos ahora naturalmente , nada importacaula -
—— —
directo de una serie causal y , por verosimilitud de esta suposición ni de las que hagamos en lo
ya sea como componente
o bien
lo tanto, como « hecho » históricamente importante , impor- sucesivo que de algú n modo pueda probarse, de manera po
sitiva , que aquellas vivencias no ejercieron influencia alguna-
como medio de conocimiento de hechos hist ó ricamente
tantes , o sea como « fuente » . Sin embargo, es
manifiesto que sobre el desarrollo personal y literario de Goethe. Dicho de
en una biograf ía cient ífica de Goethe entrar í an como elemen- otro modo : que absolutamente ninguna de las manifestacio
tos de la exposici ó n solamente aquellos hechos que « poseen nes de su vida que a nosotros nos interesan estuvo en reali-
dad influida por ellas. -
significatividad ».
Pero tropezamos abiertamente aqu í con una duplicidad
del En tal caso :
l de este t é rmino , duplicidad que necesita ser 2. Aquellas vivencias, a pesar de todo, atraerían
sentido ó gico
apropiada para es-
sobre s í
analizada y que, como demostraremos , es nuestro inter és como medio de conocimiento, pues podr
í an
de Meyer , pero
clarecer el « núcleo de verdad » de
también , al mismo tiempo , el carácter defectuoso
la posici ó n
de la formu-
representar principalmente algo « característico »
— —
decirse para la individualidad histórica de Goethe. —como suele
significa quizá si efectivamente, no interesa aquí Pero ello
lación de su teoría de lo « históricamente
objeto de la historia .
Tomemos un ejemplo a fin de ilustrar los distintos puntos
operante » en cuanto j

de J ció n y de concepció n de la vida que caracterizó a



demos extraer de ellas la inteligencia de un modo de conduc
que po-
-
considerar cient ífica -j manera permanente o durante un largo per íodo, y que ha Goethe de
vista lógicos desde los cuales es posible in-
la I
mente « -
hechos » de la vida cultural :
señora Von Stein . En este caso , podemos anticiparlo no
las
aquel
cartas

«
de
hecho
Goethe
»
a
entra
perceptk í
fluido de manera determinante sobre aquellas expresiones
yas , personales y literarias , que nos interesan hist su
óricamente .
El hecho « hist órico » que como eslabón real se inserta
-
en consideración como « hist ó rico »
ma causal de su « vida » sería , pues, precisamente aquella la« tra-
un | en
, que , naturalmente , s ó lo constituye
ble, el papel escrito que cepción de la vida », esto es, un nexo conceptual colectivo de-
con
medio de conocimiento para el otro « hecho » , a saberse, ora « cualidades » personales heredadas y adquiridas
Goethe experimentó, puso por escrito y comunic ó a la ñ a és de la
Von Stein los sentimientos allí expresados , recibiendo de esta
; educación , el medio y las vicisitudes de la vida ,trav y también
respuestas cuyo sentido aproximado puede conjeturarse a par - 1 ( quizá ) de « m áximas »
conscientemente adoptadas de acuerdo

126 127
a las cuales vivió y que condicionaron su comportamiento y manera conceptualmente determinada. Si ello ocurriese, ser ía
sus creaciones . En tal caso, las experiencias vividas con la entonces tarea de una « psicología de la cultura
» o de una « psi-
señora Von Stein constituir ían sin duda — puesto que aquella
«concepción de la vida » es un conjunto colectivo, conceptual ,
cología social» establecer , respecto de estos elemento
diciones bajo las cuales suelen presentarse, y ello s, las con-
que se « exterioriza » en los procesos de vida particulares
componentes reales de una situación « histórica ». No obstante,
— análisis, la abstracción aislante y la generalizaci
« interpretar » la razón de la secuencia
mediante el
ón , así como
regular y formular la « re-
es manifiesto que ellas
— — bajo los supuestos que hemos esta -
blecido no entrarían en consideración de manera esencial
gla » así obtenida en tí n concepto de g énero gen
elementos enteramente gen éricos de aquellas experienci é tico. Estos
para nuestro interés como tales , sino como « s í ntoma » de aque- Goethe, que son por completo irrelevantes en cuanto as de
pecificidad como individuo, revestir ían interé s a su es-
lla « concepción de la vida » , es decir: como medio de conoci- entonces , en esa
miento; por lo tanto, su relació n lógica con el objeto de cono- medida , exclusivamente como un medio para obtener
este
cimiento se ha desplazado. Supongamos ahora que tampoco concepto de gé nero .
este sea el caso. Supongamos que bajo ningún respecto conten - 3. Finalmente, debe considerarse a priori posible que aquellas
gan algo que hubiese caracterizado precisamente a Goethe en « experiencias » para nada contengan algo
caracter í
contraposición a otros contemporáneos suyos, sino que exclusi- pas de población o épocas culturales. Pero aun en stico de ca -
vamente correspondan , de manera cabal , a un « tipo» *de con- tando todos aquellos motivos de inter é s para las «tal caso, fal -
ciencias de
ducción de la vida de ciertos círculos alemanes de aquella
é poca . rente — —
la cultura » , es concebible si real, es aqu í de nuevo indife
que un psiquiatra interesado, digamos , en la psicolo -
-
3. En tal caso, nada nuevo nos dirían esas vivencias en cuanto gía de lo eró tico las trate, bajo puntos de vista en
« provechosos » , como ejemplo « t í pico- todo sentido
al conocimiento histó rico de Goethe, pero s í podrían , en cier- ideal » de determinadas
tas circunstancias , despertar nuestro interés como un paradig- « aberraciones » ascéticas, del mismo
modo como las Confesio-
ma de aquel « tipo » , cómodamente empleable; por lo tanto, nes de Rousseau revisten indudable interés para el especialista
como medio de conocimiento de la originalidad « característica » en enfermedades nerviosas . Naturalmente , es preciso
examinar la probabilidad de que aquellas cartas entren en todav ía
del há bito espiritual de aquellos círculos. La originalidad de con -

acuerdo con nuestros supuestos , y , como su manifestación

este há bito « típico» , propio anta ño de aquellos círculos de sideración tanto respecto de todos aquellos fines
distintos, científicos que por supuesto en modocognoscit
—— alguno
ivos
ago -
exterior , aquella conducción de la vida en cuanto se contra- tan Jas « posibilidades » , a trav és de
distintos
su contenido, como a través de los mismos elemento elemento s de
pone a la de otras é pocas , naciones y sociedades, constituirían s respecto
entonces el hecho « histórico » subsumido en una conexió n cau- de distintos fines? 0

sal histó rico-cultural como causa y efecto reales, al que habría


que «interpretar » causalmente ahora en su diferencia, por Si echamos un vistazo retrospectivo, vemos que
aquellas cartas a la se ñora Von Stein , es decir , el hasta aqu í
ejemplo, respecto de la galanter ía italiana u otra , desde el contenido que
punto de vista histórico mediante una « historia de las costum- se puede extraer de ellas en cuanto a manifest
bres alemanas » o , si tales diversidades nacionales no debieran cia de Goethe , adquirieren « significació n » , aciones y viven-
subsistir, mediante una historia universal de las costumbres de casos desde el último hasta el primero: a ) en enumeran do los
los dos ú ltimos
aquella é poca . ( 4 y 5 ) como ejemplar de un gé
nero y , por lo , como
4. Pero supongamos ahora que tampoco para este fin sea uti- medio de conocimiento de su esencia general ; b tanto ) como ele-
lizable aquella correspondencia , y que, por lo contrario , se de- mento « característico » de un conjunto
colectivo y , por lo tan-

« esenciales »

mostrase que fenó menos del mismo tipo en ciertos puntos
sobrevienen bajo ciertas condiciones culturales
to, medio de conocimiento de su especificidad
20 Esto no probar ía , naturalmente , que
individual ( ca-
de manera regular ; que, por lo tanto , en estos puntos no se de separar estrictamente estos distintos la lógica no tenga el derecho
presenta una originalidad de la cultura alemana o del siglo
xvni sino un fenómeno . £om ú n a todas las culturas , que apa -
tualmente se encuentran dentro de una y
puntos de vista
fica , como se ha supuesto en numerosas laobjeciones

—que even-
misma exposición cient í-
-
rece en ciertas condiciones a las que es preciso formular de en contra de Rickert. err óneas hechas

128 129
de ellas podemos llegar a saber algo nuevo, de otro modo des
sos 2 y 3 ) ,21 y c ) como elemento causal de una( conexión conocido respecto del conocimiento de la concepción de la vida-
histórica ( caso 1 ) . En los casos incluidos bajo a casos 4 ely de Goethe, de la cultura del siglo xvm o del curso « t ípico » de
5 ) , hay para la historia una « significación » sólo en paradigma cuanto procesos culturales, y prescindiendo también de si han tenido
concepto de . género, obtenido con ayuda de este alguna influencia causal sobre su desarrollo , el contenido de
particular , puede volverse importante en determinadas circuns-
tancias sobre las que volveremos luego para Meyer
— —el
el control
res-
estas cartas, tal cual es y sin referencia alguna a « significacio
nes » no incluidas en él mismo, que residieran fuera de él, es-
de la demostración hist
trinja el á mbito de lo «
ó

tanto , al primer caso ( enumerado


rica
hist ó
. En
rico »
cambio
a lo
bajo c
«
,

) de
que
operante
la
»
tabla — por
que
lo
he-
para nosotros en su peculiaridad un objeto de valoración, y
lo ser ía aun si nada se supiese de su autor. Dos cosas nos in-
teresan aquí ante todo: en primer lugar , la circunstancia de
mos presentado en — modo alguno puede
la consideración de la segunda categor ía de casos de «
querer significar que
significa -
que esta « valoración » se liga a la especificidad, a lo incompara
ble, único, literalmente insustituible del objeto, y, en segundo-
tividad » ( enumerados bajo b ) cae fuera del cí rculo de la his- lugar , que esta valoración del objeto en su especificidad indi
toria . No puede querer significar , pues , que hechos que no dual pasa a ser el fundamento para que este pueda volverse -
constituyen ellos mismos elementos de series causales histó ri- tema de la reflexión y de la elaboración
— deliberadamente
cas sino que solamente sirven para dilucidar hechos
tran en tales series causales — por ejemplo , aquellos
que en-
elementos —
evitamos decir «científica » conceptual , a saber: la interpre
tación. Ahora bien , esta « interpretación » puede seguir dos di -
-
de la correspondencia de Goethe que « ilustran » , es decir , hacen- recciones casi siempre confundidas en los hechos , pero que han
conocer alguna « peculiaridad » decisiva en cuanto a su al produc de distinguirse nítidamente desde el punto de vista lógico
esenciales desa - :
ción literaria o bien los aspectos
rrollo de las costumbres de la cultura del siglo xix puedan
ser descartados de una vez para siempre de la historia, si de
de Goethe
en cuanto

» ,

al menos
no
Ella puede ser , y será en primer lugar, «interpretación de va
lor » , es decir que nos enseñará a « comprender » el contenido-
« espiritual » de aquella correspondencia y , por lo tanto , a des
-
( como en el caso 2 ) de una « historia plegar aquello que « sentimos » de manera oscura e indetermi
una « historia de las costumbres» del siglo xvm ( como en el- nada , elevá ndolo a la luz del « valorar » articulado. En modo -
caso 3 ) . Meyer en sus propios trabajos debe laborar continua alguno necesita, para este fin, emitir o «sugerir » un juicio de
mente con tales medios de conocimiento. Aqu í solamente -
po valor. Antes bien, lo que efectivamente « sugiere» en el pro-
demos señ alar que se trata justamente de « medios de conoci - ceso de an álisis son posibilidades de relaciones de valor del
miento» y no de « componentes de la trama histórica » . Pero objeto. Por otra parte , la « toma de posición » que el objeto
la « biograf ía » o la « ciencia de la antigüedad » no emplean en valorado suscita en nosotros en modo alguno precisa tener ,
otro sentido tales peculiaridades « caracter ísticas ». Es evidente
,
para
como es natural , un signo positivo: frente a la relación de
por lo tanto , que no es aqu í donde reside lo decisivo Goethe con la señora Von Stein , tanto el filisteísmo moderno
Meyer . corriente en materia sexual como, por ejemplo, un moralista
Ahora bien , sobre lodos los tipos de « significación » analizados católico, aun « comprendiéndola » , manifestar án un rechazo . Y
hasta ahora se eleva todav í a uno m ás alto. Aquellas vivencias

de Goethe para seguir con nuestro ejemplo no revisten
« significació n » para nosotros solamente como « causa » y « -
totalmente
— de si a
me
partir
si consideramos sucesivamente como objeto de la interpreta-
ción El capital de Karl Marx, el Fausto, la cúpula de la Capilla
Sixtina , las Confesiones de Rousseau , o bien las experiencias
dio de conocimiento» . Precindiendo de Santa Teresa , de Mme. Roland, de Tolstoi , de Rabelais , de
posterior. Aquí se
María Bashkirtseff , o bien el Sermón de la Monta ña , se nos
21 Estudiaremos este caso especial en una sección considerar un caso ofrece una multiplicidad infinita de tomas de posición « valo
lo incluye por separado, en cuanto se lo puede que, rativas » ; y la « interpretación » de estos objetos de tan diferen--
especial desde el punto de vista lógico. Asentemos aqu í solo ló-
modo alguno perturba la claridad de Ja ant í tesis te valor, si es que la emprendemos como « ventajosa » y la
naturalmente, en
gica entre empleo histórico y nomot ético de los «
en ese caso los hechos concretos no se emplean « histó
hechos ». En efecto
ricamente» en el
,
— —
consideramos tal cosa que aqu í suponemos para nuestros
fines , presenta como rasgo com ú n solamente el elemento
sentido aqu í establecido, a saber: como miembros de una serie causal formal de que su sentido consiste, precisamente, en
concreta . revelar

131
130
abordaje » posibles de la de la historia al presente ( . . . ) y por lo tanto los trata como
los « puntos de vista » y « puntos de
« valoración » . Ella solo puede
imponemos una determinada actuales » ; en consecuencia , en contraposició n a la historia ,

valoración como la ú nica « cientcapitalí fica » cuando , como en el caso considera el objeto, « desde todos los puntos de vista » , « no
del contenido conceptual de El de Marx , entran en con - como deviniente y operante históricamente sino como existen -
sideración normas ( en el ejemplo« valorac mencionado, normas del te » , y aspira a una « interpretació n exhaustiva de las creaciones
ó n » objetivamente particulares», ante todo de la literatura y del arte , pero, como
pensar ) . Pero tampoco aqu í una « correcición » lógica de las expresamente añ ade Meyer, también de las instituciones esta -
v á lida del objeto ( en este caso la
constituye necesariamente tales y religiosas , de las costumbres e intuiciones, « y finalmente
formas de pensamiento de Marx ) todavía cuando no se de la cultura total de una época concebida como unidad » . Na -
el fin de una « investigación » , menos cultura les », tarea que so - turalmente, este tipo de «interpretación » no es « filológico »
trata de « normas» sino de « valores puede, sin incu -
brepasa el á mbito del « interpretar » . Alguien
en el sentido de una disciplina ling üística especializada. La in -
rrir en contrasentido lógico o de hecho — y esto es lo único
él todos
terpretació n del « sentido » ling üístico de un objeto literario y

que interesa aqu í , rechazar como
los productos de la cultura poé tica o art
« no v á lidos
ística
»
de
para
la Antig ü e-
la « interpretación » de su « contenido espiritual » , esto es , de su
« sentido » de acuerdo con esta acepción del té rmino orientada
ó de la Monta ñ a , del a los valores , suelen en los hechos , y con buenos fundamentos ,
dad , o bien el temple religioso del Serm
n
mismo modo como aquella mezcla de
ardiente pasión , por un marchar con frecuencia una junto a la otra . No obstante , trá -
aquellas flores para tase de procesos por principio distintos desde el punto de vista
lado , y de ascesis, por el otro, junto con interior , tal como está n l ógico ; la « interpretació n » ling üí stica es el trabajo preparato-
nosotros las m á s delicadas de la vida
contenidas en las cartas a la se ñora Von Stein. Pero para quien
alguno carecer ía en -

rio elemental elemental no en cuanto al valor y a la inten -
sidad de la labor espiritual que requiere sino en cuanto a su
tal hiciese, esa « interpretación » en modo
teramente de valor , pues a pesar
sa de ello , puede ofrecerle también un
de ello , o precisamente a cau -
«conocimiento» en el

propio contenido l ógico de toda elaboració n y empleo cien -
tíficos del « material de las fuentes » ; desde el punto de vista

sentido de que , como solemos espiritu decir, ella ampl ía su propia de la historia es un medio técnico para verificar « hechos » ; es
« vida » interior, su « horizonte
al » , volvi é ndolo capaz una herramienta de la historia ( así como de muchas otras dis-
y matices del estilo de ciplinas ) . La « interpretación » en el sentido del « an á lisis de
de captar y de penetrar posibilidades yo diferenciá ndolo en
vida como tal , de desarrollar su propio —
valor » denominación ad hoc que hemos querido aplicar al
lo intelectual, lo esté tico y lo é tico ( en
y de volver a su propia « psique » ,
el sentido m ás amplio ) ,
por as í decirlo , «sensible a

segundo de los procesos descritos 22 en modo alguno man -
tiene esta relación con la historia . Y puesto que este tipo de
ios valores ». La « interpretacióaqu n » de la creación espiritual, es- « interpretación » tampoco est á dirigido a la averiguación de
té tica o ética , opera también
í del mismo modo que esta , hechos « causalmente » importantes para una conexión históri -
y la afirmació n de que la « historia » es
en cierto sentido « arte » ca ni a la abstracció n de elementos « t í picos » utilizables para
» , lo mismo que la la formación de un concepto de género , sino que, antes al con -
encuentra en ello su « n ú cleo de verdad » como «subjetivi-
caracterización de las «ciencias del esp í ritu trario, considera sus objetos , esto es , para atenernos al ejemplo
zantes » . Sin embargo, se alcanzan
tambié n aqu í los ú ltimos de Eduard Meyer , la « cultura total » , digamos del florecimien -
como « elaboració n con -
l í mites de lo que puede caracterizarse , en sentido lógico , de to helen ístico — concebido como una unidad , « en bien de
ceptual de lo empírico » , y ya no se trata ellos mismos » y permite comprenderlos en sus relaciones de
«labor histórica » .
valor , tal tipo de interpretación tampoco pertenece a ninguna
querido señalar , con lo de las otras categor ías del conocer cuyas relaciones con la his -
Está bien claro que Eduard Meyer hadel pasado » ( pá g. 54 ) ,
que llama « consideraci ó n filológica toria , directas o indirectas , han sido dilucidadas. Pero , en par -
de las relaciones, in- ticular, no se la puede caracterizar verdaderamente como
este tipo de interpretación , el cual parte « hist óricos » , esto es , de
temporales por su esencia, de objetos compre nder » estos. Es lo 22 Esencialmente, para distinguir este tipo de « interpretaci ón » de la
su validez axiol ó gica y ense ñ a a «
este tipo de actividad
)
meramente lingüística . Que esta separación no se establezca de hecho
que se desprende de su definición éde l « traslada los productos por regla general , en nada estorba la diferencia lógica.
científica ( pág. 55 ) , el cual , según
,

133
132
« ciencia auxiliar » de la historia — —tal como lo hace Meyer en
la página 54 respecto de su « filología » , puesto que trata
todo «está ticamente», esto es, para decirlo con formulación
m á s correcta, parte de la especificidad de estos como un « va
sus objetos desde puntos de vista enteramente distintosconside de los lor » independiente de todo significado puramente histórico--
de la historia . Si la ant í tesis entre ambos modos de - causal, valor que para nosotros se encuentra m ás allá de lo
ración hubiera de ser buscada en que uno ( el « an álisis de va - histórico. ¿ Pero se limita a ello ? Seguramente no, y ello es así
lor» ) considera los objetos « est á ticamente » y el otro ( la his- tanto respecto de una interpretación de aquellas cartas de
toria ) como « desarrollo » ; en que uno practica en el acaecer Goethe , como de una de El capital , del Fausto, de la Ores í a-
un corte transversal y el otro un corte longitudinal , tal ant í te- da o de las pinturas de la Capilla Sixtina . Antes bien , ttal
sis ser ía desechable: tambié n el historiador
, por ejemplo el « an álisis de valor » tendrá que recordar, hasta para
obra , debe , para urdir su trama , plenamente su propio fin, que aquel objeto ideal de valor
alcanzar
propio Eduard Meyer en su
tomar ciertos puntos de partida « dados » a los que considera estuvo condicionado históricamente, que multitud de matices
« está ticamente », y en el curso de su exposici ó n siempre apre- y de giros del pensamiento y del sentimiento permanecen « in -
hender á en forma de corte transversal , como « estados » , los comprensibles » cuando no se conocen las condiciones generales,
« resultados » del « desarrollo » . Un estudio monográ fico de
la por ejemplo el « medio » social y los procesos totalmente con -
composición social de la asamblea ateniense en un momento de - cretos del momento en que se escribieron aquellas cartas de
terminado , que se proponga ilustrar su condicionamiento his - Goethe, o cuando permanece sin explicar la « situación de los
tórico-causal, por un lado , y por el otro su efecto sobre la problemas» históricamente dada en la época en que Marx es-
« situació n » polí tica de Atenas , seguramente constituye tam
- cribió su libro, o su desarrollo como pensador. De este modo,
bién para Meyer un estudio « hist ó rico » . Sin embargo , la dife - la « interpretación » exige para su éxito una investigación his-
rencia reside, para él , en que respecto de esa labor « filológica » t órica de las condiciones dentro de las cuales se
escribieron
( de « an álisis de valor » ) entran en consideración probablemen
-
aquellas cartas, de todas las conexiones, las m ás pequeñas así
, y hasta por regla general , hechos pertinentes para la « histo- como las m ás amplias, de la vida meramente personal y « do-
te
ria » , pero tambié n eventualmente hechos distintos por entero m éstica » de Goethe y de la vida cultural , del « ambiente » to-
de los de la historia , tales que 1 ) ni son eslabones de una ca- tal de la época considerado en su sentido m á s lato, condicio-
dena causal histó rica , 2 ) ni pueden emplearse como medio de nes que revistieron significación causal para la singularidad de
conocimiento respecto de hechos de la primera categor ía ; y Goethe, esto es, que fueron «operantes » en el sentido de
por lo tanto no entran en ninguna de las relaciones con lo Eduard Meyer. El conocimiento, entonces, de todas estas con -
« histó rico » consideradas hasta aqu í. ¿ Pero qué otras
relacio- diciones causales nos prepara para « comprender » efectivamen -
nes mantendr á n ? ¿ O bien este tipo de consideración , el « aná - te las constelaciones anímicas a partir de las cuales se
origi-
lisis de valor » , es extra ño a todo conocimiento histórico ? Re- naron aquellas cartas y, de este modo, para comprenderlas a
tomemos , para seguir adelante, nuestro ejemplo de
las cartas ellas mismas ; 23 por otro lado , es naturalmente verdadero q ue ,
, como segundo ejemplo , El
a la se ñ ora Von Stein y a ñ adamos
capital de Karl Marx . Manifiestamente , ambos objetos pueden 23 También Vossler confirma involuntariamente esto en su an álisis de
convertirse en tema de la « interpretación » , no solo de la « lin - una f á bula de La Fontaine, incluido en el libro Die Sprache ah Schó p
fung und Entwicklung ( Heidelberg, 1905, pág. 84 y sigs . ) , tan -
güística » , de la cual para nada queremos ocuparnos aqu í sino brillante
mente escrito cu á n deliberadamente unilateral . La ú nica tarea «leg -
también del « an á lisis de valor » que nos ofrece la « compren- ma » de la interpretación «esté tica » es para él ( como para B. Croceí, tia -
si ó n » de sus relaciones de valor , que analiza e interpreta « psi - cuya posición se acerca ) la demostración de que la «creación »
literaria
cológicamente » las cartas a la señora von Stein de manera se- constituye una «expresión » adecuada , y en qué medida lo es . Sin em
mejante a como es posible « interpretar » , por ejemplo , el bargo , él mismo debe recurrir a caracter ísticas « ps í quicas» concretas de-
La Fontaine ( pág!. 93 ) y, m ás todavía, al « medio» y a la « raza» ( pág.
Fausto , o bien investiga El capital de Marx en cuanto a su
contenido conceptual , exponiendo su relación conceptualde los — no 94 ) ; no se advierte entonces por qué esta imputación causal , la indaga
ción del ser-devenido, que siempre labora con conceptos generalizantes-

histórica con otros sistemas de pensamiento
mismos problemas. Con este propósito, el « análisis de valor »
en torno
-
( a esto nos referiremos más adelante ), debiera interrumpirse
y perder
valor para el curso ulterior de la « investigación », precisamente en los
trata a sus objetos , siguiendo la terminología de Meyer , ante puntos en que resulta más atrayente e instrutiva. Cuando
Vossler

134 135
aquí como en todas partes, la «explicación » causal , tomada capital de Marx y, en general , para todos los objetos de la la -
por sí sola y ejecutada a la manera de Dü ntzer, tiene « en sus bor hist órica . El conocimiento de los materiales con los cuales
manos solamente las partes » . Y , como es obvio, es precisamen - Marx creó su obra y del modo como estuvo histó ricamente
te este tipo de « interpretació n » que aqu í caracterizamos como condicionada la génesis de sus pensamientos, lo mismo que
« an álisis de valor» el que constituye la gu ía para esta otra
in -
aquella todo conocimiento de la constelació n polí tica de poder del
terpretación : la histó rica, esto es , causal . El an á lisis de
presente o del desenvolvimiento del Estado alem á n en su es
muestra los elementos « valorizados » del objeto, cuya « expli - pecificidad, podrían parecerle a alguien una cosa por entero-
caci ón » causal es problema de esta ; aquella determina los pun - tediosa y est é ril, hasta muy subalterna, y, ciertamente, si eje-
tos nodales desde los cuales se urde el regreso causal , propor
-
cutada en bien de ella misma , una cosa sin sentido ; en tal caso ,
cionando a este los « puntos de vista » decisivos para encontrar ni la lógica ni la experiencia científica podrían « confutarlo » ,
su camino , sin los cuales estaría obligado a orientarse sin br ú
-
alguien como el propio Meyer ha admitido, aunque con cierta ret í -
jula en la vastedad infinita , por as í decir . Ahora bien , cencía.

podr ía y muchos lo harán efectivamente rechazar la nece-
sidad de echar mano a todo el aparato de la investigaci ón his
— - Para nuestro fin es provechoso que nos demoremos todaví a
un instante en la consideración de la esencia l ógica de este
toriogr á fica para obtener la « explicaci ó n » hist ó rica de una se -
« an á lisis de valor » . Seriamente se ha intentado entender la
rie de « cartas de amor », por m ás sublimes que ean . Ello es
justo, pero lo mismo vale, por irritante que parezca , para El
^ idea , muy claramente desarrollada por Rickert , de que la for -
mación del «individuo histórico» está condicionada por « rela -
- ciones de valor » , afirmando, y con esta afirmació n se intenta
desestima las concesiones que él mismo ha hecho, admitiendodeellacondi
cionamiento « temporal » y « espacial » ( pág . 95 ) solo respecto
« ma -
esencial , ser í a
al propio tiempo una « refutación » , que esta « relación de va -
lor » es id éntica a una subsunci ón bajo conceptos generales: 24
teria », mientras que la «forma », lo ú nico esté ticamente
«libre creación del espíritu » , es preciso recordar
que emplea aquí una « Estado », « religión », « arte », etc.; y que tales «
conceptos »
terminología semejante a la de Croce: « libertad » es « adecuación a la son justamente los « valores » de que se trata , no siendo el he-
norma » , y «forma » es expresión justa en el sentido de Croce, como
tal
cho de que la historia « relacione » con ellos sus objetos y ob-
idéntica al vator estético . Pero esa terminologí a tiene el éinconveniente tenga por ese medio « puntos de vista » específicos algo distin-
de que tiende a, confundir «ser » y «norma». El gran m rito , en con--
peante escrito de Vossler reside en
tra de los puros glotólogos y los investigadores
en que: 1 ) junto a la psicolog ía y
que

la
ha insistido
fisiolog í a
con fuerza
del chis
positivistas del lenguaje,
del lenguaje, junto a las
to
— —
tal se ha dicho que el tratamiento separado de los
« aspectos » « qu ímico » o « f ísico » de los procesos en
las cien
cias naturales.25 He aqu í una asombrosa incomprensión de lo -
í-
investigaciones «históricas» y de « leyes fon é ticas » , está la tarea cient que puede entenderse o, mejor, de lo ú nico que puede en -
fica , enteramente aut ónoma, de la interpretación de « valores
» y « nor
comprensión
- tenderse por « relación de valor » . Un « juicio de valor » actual
mas» de las creaciones literarias, y 2 ) que la verdadera prerrequisito sobre un objeto concreto , o el establecimiento teórico de rela
y « revivencia » de estos « valores » y normas es tambi
insoslayable para la interpretación causal del nacimiento y del condicio
é n
- ciones de valor « posibles » de este mismo objeto, en modo al- -
producto
namiento de la creació n espiritual, pues incluso el creador del observar , guno significa que yo lo subsuma bajo un concepto de gé nero
literario o de la expresión ling üística los « vive». Es preciso del co- determinado como « carta de amor » , « formación pol í tica » o
sin embargo, que en este último caso, en que ellos son medios desde « fenó meno económico ». Por lo contrario , el « juicio
nocimiento causal y no criterios de valor , entran en consideración, , en su
de valor »
significa que « tomo posición » de una manera concreta , deter -
el punto de vista l ógico , no como « normas » , sino , antes bien
pura facticidad, como contenidos empíricos posibles de un
acaecer psí- minada , frente al objeto en su especificidad concreta ; y las
para-
quico, «en principio» del mismo modo como las ilusiones de un fuentes subjetivas de esta mi toma de posición , de mis « puntos
. que la terminolog í a de Vossler y la de Croce , que tienden
l í tico Creo
i confundir el «valorar » y el «explicar » y a
negar la autonomía del se- 24 As í B. Schmeidler , en Ostwald, Annalen der Naturphilosophie , vol .
gundo, debilita la fuerza de convicción del argumento. Aquellas
tareas
caracterizadas III, pág. 24 y sig.
de una labor puramente empírica subsisten junto a las gicamente , de 25 Para mi sorpresa, también Franz Eulenburg ( Archí v jiir Sozialwis -
por Vossler como «estética » ; y, por cierto, de hecho y ló ón sensckaft und Sozialpolitik , vol . XXI , pág. 519 y sigs . , esp. pág . 525 )
manera aut ónoma : que este an á lisis causal reciba hoy la denominaci sostiene esto. Su polémica contra Rickert « y los suyos » ( ? ) es , en mi
pueblos o de « psicolog ía » es cuesti ó n de moda
de « psicolog ía de los » opinión , solo posible en cuanto deja de lado el objeto de cuyo aná lisis
terminológica , pero en nada modifica su justificación objetiva . lógico se trata : la « historia » .

136 137
table de su « contenido » respecto de puntos de referencia po-
de vista valorativos » decisivos con respecto a ella , en modo sibles de nuestro interés es lo característico en grado « m á-
alguno constituyen un « concepto », y menos a ú n un « concepto ximo » del individuo histórico. El hecho de que clasifiquemos
abstracto » , sino un « sentir » y « querer » enteramente concretos, ciertas orientaciones « importantes » de la relación de valor
compuestos y configurados en forma en extremo individual, o histórica , y de que esta clasificación sirva luego de basamento
también , en ciertas circunstancias, en la conciencia de un « de- para la división del trabajo de las ciencias de la cultura , no
ber ser » determinado y , aquí otra vez , configurado concreta - altera naturalmente en nada 26 el que la idea de que un « valor »
mente. Y cuando ahora paso del estadio del valorar actual del de « significación universal » equivalga a un « concepto general »
objeto al de la reflexión teoré tico-interpretativa de las relacio- sea tan extra ñ a como la opinión de que se podr ía expresar
nes de valor posibles y , por lo tanto, formo con el objeto un « la verdad » en una proposición , realizar « la moral » en una
« individuo histórico » , ello significa que vuelvo consciente pa - acció n o corporizar « lo bello » en una obra de arte.
ra mí y para otros , de manera interpretativa, la forma concre- Volvamos ahora a Eduard Meyer y a su intento de aproximarse
ta , individual y por lo tanto en última instancia singular en al problema de la « significació n » histórica. Las consideracio-
que se « corporizan » o se « traducen » ciertas « ideas »
recurrir por una vez a un giro metaf —
í sico en las
— para
formaciones
nes precedentes abandonan por cierto el terreno metodológico
para rozar el de la filosof ía de la historia . Para una considera -
polí ticas ( por ejemplo , el « Estado de Federico el Grande » ) , ci ón que se mantenga estrictamente en lo metodológico , la cir-
la personalidad ( por ejemplo, Goethe o Bismarck ) t> el pro- cunstancia de que ciertos elementos individuales de la realidad
ducto literario correspondiente ( El capital de Marx ) . O bien , son escogidos como objeto de tratamiento histó rico ha de fun -
para formular esto dejando de lado la expresión metaf ísica darse exclusivamente en la referencia a la existencia de hecho
siempre dudosa y enteramente prescindible : Desarrollo en for- de un interés correspondiente: en efecto , respecto de tal con-
ma articulada los puntos de abordaje de tomas de posició n sideració n , que no cuestiona el sentido de ese interés, la « rela-
« valorativas » posibles, que el correspondiente escorzo de rea - ción a valores » no puede en los hechos querer decir m ás que
lidad muestra y por ello reclama una « significación » m ás o eso , y a ello se atiene tambié n Meyer en cuanto señ ala con
menos universal , que ha de distinguirse n í tidamente de la « sig- justicia , desde este punto de vista ( pág. 38 ) , que para la his-
nificación » causal . El capital de Marx comparte la cualidad de toria basta el hecho de la existencia de tal interés , por ínfimo
« producto literario » con todas aquellas combinaciones de tinta que se lo considere. No obstante , las consideraciones de Me-
y papel que aparecen semanalmente en los cat álogos de Brock- yer muestran con bastante claridad , por ciertas oscuridades
haus, pero lo que para nosotros lo convierte en individuo y contradicciones, las consecuencias de aquella falla en cuanto
« histórico» no es en modo alguno esa pertenencia al género , a orientación en materia de filosof ía de la historia .
sino , a la inversa , el « contenido espiritual » totalmente singu- « La selecció n [ practicada por la historia ] se basa en el interés
lar que « nosotros » hallamos « alojado » en él . Del mismo mo- histórico que el presente tiene en un efecto cualquiera , en un
do, la cualidad del proceso polí tico incluye la politiquer ía de resultado del desarrollo, por lo cual experimenta la necesidad
un filisteo a la hora del aperitivo, junto con aquellos comple- de rastrear los motivos que lo han originado », afirma Eduard
jos de documentos impresos y escritos , resonancias, maniobras Meyer ( pág . 37 ) , interpretando esto , páginas m á s adelante
militares en las plazas de armas , ideas sensatas e insensatas ( pág . 45 ) , en el sentido de que el historiador extrae « de sí
engendradas en la cabeza de prí ncipes , diplom á ticos , etc., mismo los problemas con los cuales aborda el material », pro-
que « nosotros » reunimos bajo la imagen conceptual « Imperio
26 Cuando investigo los determinantes económico-sociales del origen de
Alem á n » al que atribuimos un « interés histórico » determinado , una «forma» concreta del «cristianismo» o , por ejemplo, de la poesía
enteramente singular para « nosotros » , anclado en innumera - caballeresca provenzal , no la convierto en un fenómeno que reciba su
bles « valores» ( no solamente « polí ticos » ) . Pensar esta « sig- « valor » en virtud de su significación económica . El modo en que, par-

nificación » el « contenido » del objeto , por ejemplo del Fans- J
to, respecto de relaciones de valor posibles, o , dicho de otro
>
tiendo de fundamentos puramente técnicos de división del trabajo, el
investigador o la «disciplina», tradicionalmente delimitada, separan su
modo, el «contenido » de nuestro interés por el individuo his- «campo de labor » carece también aqu í , naturalmente, de toda impor
tancia lógica.
-
t órico— como expresable mediante un concepto de género , es
un contrasentido manifiesto : Precisamente , el cará cter inago-
139
138
blemas que le proporcionan « el hilo conductor de acuerdo con
el cual ordena los acontecimientos ». Esto coincide enteramen- Empero, deja Meyer ( p ág . 37 ) abierta otra salida : « Pode
-
te con lo dicho, y es adem á s el ú nico sentido posible en que
es correcta la expresión de Meyer , ya criticada , acerca del
mos experimentarlo [ aquello que ha sido histó ricamente « efi
caz » ] también en el pasado en cuanto imaginamos como pre- -
« remontarse del efecto hasta la causa » ; Contrariamente a su sente un momento cualquiera de aquel » . Ahora bien, es evi -
opinión , ello no implica un modo propio de la historia de dente que de este modo todo elemento cultural arbitrariamente
tratar el concepto de causalidad ; implica que solamente son escogido puede ser « imaginado » como « operante » para una
« hist ó ricamente significativas » aquellas « causas » que el re- historia de la Antigü edad desde un punto de vista elegido
greso, que parte de un elemento de cultura « valorizado » , in- como se desee ; con ello, sin embargo, se derrumbaría aquella
cluye en sí como sus elementos indispensables, a saber, el « prin- delimitación a que aspiraba Meyer . Y de todas maneras sur-
cipio de la dependencia ideológica » , como se lo ha denomina - giría esta pregunta : ¿ Qu é « momento » toma , por ejemplo , una
do con expresión ciertamente descaminada. Cabe preguntar « Historia de la Antigüedad » como criterio de lo esencial para
ahora : ¿ Ha de ser siempre este punto de partida del regreso el historiador ? De acuerdo con el modo de consideración de
un elemento del presente, como podría creerse, de acuerdo con Meyer cabría suponer que es el « fin » de la historia antigua ,
la expresió n antes citada , que es opinió n de Meyer ? En ver- el corte que nos parezca « punto final » apropiado de ella: por
ejemplo, el reinado del emperador R ómulo, el de Justiniano o
dad , respecto de ello Meyer no tiene una posició n totalmente
firme. Como lo muestra lo dicho hasta aqu í, falta en él toda
indicación clara acerca de qué entiende propiamente por « histó-
— —
mejor a ú n el de Diocleciano. En tal caso pertenecer ía a
la exposición indudablemente, como su t é rmino, todo lo « ca-
racter ístico » de esta época final , de esta « vejez » de la Anti -

ricamente operante ». En efecto y esto le ha sido reprochado

desde otras partes , si solamente pertenece a la historia aque-
llo que es « eficaz » , entonces toda exposición histórica , por
g ü edad , porque precisamente esto caracter ístico constituiría el
objeto de la explicación histó rica ; adem á s , y ante todo, perte -
necerían a ella los hechos que fueron causalmente esenciales
ejemplo su propia Historia de la Antigüedad , se encuentra
frente a esta pregunta cardinal : ¿ Qu é situació n final y qu é ( « eficaces » ) precisamente para este proceso de « envejecimien -
elementos de ella deben ser tomados como base en cuanto to » . Por lo contrario , de la descripción de la cultura griega ,
« producto » del desarrollo histó rico expuesto, lo cual permi- por ejemplo , sería preciso excluir todo aquello que entonces
tiría decidir si un hecho ha de ser excluido como histó rica- ( en la época de los emperadores R ó mulo o Diocleciano ) ya
mente inesencial por carecer de una significació n causal de- no ejercía « efectos de cultura » , y esta exclusió n abarcaría , de
mostrable respecto de cualquier elemento de aquel resultado acuerdo con la situación entonces prevaleciente en la literatura ,
final ? Muchas expresiones de Meyer pueden engendrar inme- la filosof ía y la cultura general, una parte horriblemente gran -
diatamente la ilusió n de que , en los hechos , lo decisivo debe de de aquello que precisamente hace que para nosotros una
« Historia de la Antig üedad » se vuelva « plena de valor » , v
ser aqu í la « situació n cultural » objetiva— para expresarlo de

manera sucinta del presente: solo pertenecen entonces a una
« Historia de la Antig üedad » hechos cuyos efectos revistan sig-
que, felizmente, no tenemos que echar de menos en la obra
del propio Eduard Meyer.
nificació n causal todaví a hoy , en nuestra situació n presente en Una historia de la Antigü edad que solamente quisiera conte-
materia polí tica , económica, social, religiosa, é tica, científica ner aquello causalmente operante respecto de una época pos-
o relativa a cualquier otro elemento de nuestra vida cultural , terior cualquiera aparecería , sobre todo si las relaciones pol í -
esto es , cuyos « efectos » percibamos directamente en el presen - ticas son consideradas como la aut éntica espina dorsal de lo
te ( v éase pág. 37 ) ; en cambio , ser í a totalmente irrelevante hist órico, tan vacía como una « historia » de Goethe que rue-
el que un hecho revistiese significación , no interesa cu án fun- diatizase a este, segú n expresión de Ranke, en aras de sus epí-
damental , para la especificidad de la cultura antigua ( véase gonos, esto es que solo considerase aquellos elementos de su
pág. 48 ) . La obra de Meyer resultar ía seriamente mutilada originalidad y de sus manifestaciones de vida que han perma-
— piénsese , por ejemplo , en el volumen sobre Egipto si él— necido « operantes » en la literatura : La biograf ía científica ño
tomase esto en serio, y muchos no encontrarían precisamente se distingue por principio en cuanto a esto de objetos históri-
en ella aquello que esperan de una « Historia de la Antigüedad ». cos delimitados de otro modo . La tesis de Meyer , en la for -
mulación dada por él , no es viable. ¿ O bien existe también
140
141
aquí una salida a partir de la contradicción entre esta teor ía de la cultura actual , es un interés específicamente m í nimo. El
suya y su propia praxis ? Oí mos decir a Meyer que el historia- desarrollo cultural de los incas y los aztecas ha dejado huellas
dor extrae « de s í » sus problemas ; y a ñade esta observació n : hist óricamente relevantes en escala — ¡ proporcionalmente!—
« El presente del historiador es un momento que no puede ser ínfima , de manera que una historia universal de la génesis de
excluido de ninguna exposición histórica » . Esa « eficacia » de la cultura actual en el sentido de Eduard Meyer quizá pudiera,
un « hecho » , que da a este el sello de lo « histórico » , ¿ debiera sin perjuicio , prescindir de ellos lisa y llanamente. Si ello es
en cierto modo estar ya presente cuando un historiador rao- así — como queremos suponerlo por una vez—, lo que noso-
derno se interesa por este hecho en su especificidad individual tros sabemos acerca de su desarrollo cultural no entra en con-
y en su haber-devenido-así-y- no-de-otro- modo, y entiende inte - sideraci ó n , en primera linea, como « objeto histórico » ni como
resar con ello a sus lectores ? Manifiestamente en las explica - « causa histórica » , sino esencialmente como « medio de conoci-
ciones de Meyer ( véase pág. 36 , por una parte, y págs . 37 y miento » para la formación de conceptos de teoría de la cul-
45 por la otra ) coexisten en verdad dos conceptos distintos de tura : de manera positiva , por ejemplo, para la formación del
« hecho hist ó rico » : por un lado, aquellos componentes de la concepto de feudalismo , en cuanto ejemplar de este especifi-
realidad que son « valorados » en su especificidad concreta como cado de manera individual, o bien de manera negativa , para
objetos de nuestro interés, podr í a decirse , « en bien de ellos delimitar determinados conceptos con los cuales laboramos en
mismos » ; por el otro, aquellos componentes que son descu - la historia de la cultura europea respecto de aquellos conte-
biertos por nuestra necesidad de comprender aquellos elemen- nidos de cultura heterogéneos, y , con ello, para aprehende!
tos « puestos en valor » de la realidad en su condicionalidad con mayor precisión , gené ticamente , por la vía de la compara-
histórica , y ello, mediante regreso causal, en cuanto «causas », ció n , la especificidad histórica del desarrollo de la cultura eu -
en cuanto históricamente « operantes » en el sentido de Eduard ropea . Exactamente lo mismo vale, como es natural , para aque-
Meyer. Es posible llamar individuos hist ó ricos a los primeros llos elementos de la cultura antigua que Meyer, si fuera con-
y causas históricas ( reales ) a los segundos , y distinguirlos , con secuente , habr ía debido excluir de una « Historia de la Antig üe-
Rickert , como hechos hist ó ricos « primarios » y « secundarios» . dad » orientada segú n el estado de la cultura del presente ,
Una estricta delimitación de una exposición hist órica a las en cuanto se han vuelto históricamente « no operantes». De
« causas históricas » , esto es los hechos « secundarios » de
Ric- todos modos es evidente que , respecto de los incas y los az-
kert o los hechos « eficaces » de Meyer , es posible , naturalmen - tecas , en modo alguno cabe excluir , ya sea con fundamentos
te, solo si ya se ha establecido de manera un ívoca respecto
a lógicos o de hecho, que ciertos contenidos de su cultura pasen
qu é individuo histórico ha de aplicarse exclusivament e la ex - a constituir en su especificidad un « individuo » histó rico, el
plicaci ó n causal . Por m á s extenso que se escoja este objeto cual , en consecuencia , pueda ser primeramente analizado « de

primario supongamos que se tome como tal la totalidad de
la cultura « moderna » en su estadio presente , es decir , nuestra
manera interpretativa » en relación con su « valor » y luego
convertido en objeto de una investigación « histó rica » , de
cultura cristiano-capitalista-constitucionalísta irradiante desde modo tal que el regreso causal tome hechos de su desarrollo
Europa , por lo tanto una inextricable maraña de « valores cul- cultural que pasen a ser «causas históricas » con relación a aquel
turales » considerados como tales desde los m á s distintos « pun - objeto . Y si alguien compone una « Historia de la Antig ü e-
tos de vista » — , sin embargo el regreso causal , que lo «
expli- dad » , es una vana ilusión creer que esta contiene solamente
ca » históricamente, con que retroceda hasta la Edad Media hechos causalmente « operantes» respecto de nuestra cultura
o incluso hasta la Antigüedad , deber á dejar de lado una mul- actual , puesto que solo trata de hechos que se nos muestran
titud enorme de objetos como causalmente inesenciales , al me- como significativos , ya sea « primariamente » , como « individuos
nos en parte, objetos que despiertan en alto grado nuestro históricos » puestos en valor , o bien « secundariamente» como
interés « valorativo » , « en bien de ellos mismos » , y que , por «causas » ( con relación a estos o a otros « individuos » ) . Nues-
lo tanto, podr ían convertirse a su vez en « individuos histó ri- tro interés orientado a los « valores » , y no la relación causal
cos » en los que se anuda un regreso causal « explicativo » . Es de nuestra cultura con la cultura griega , determinará el á m -
preciso reconocer que este « interés histórico » , a consecuencia bito de los valores culturales decisivos para una historia de la
de su falta de significación causal para una historia universal cultura helénica . Aquella é poca que caracterizamos las m ás

142 143
¡í

de las veces
va » —
—valorándola de manera enteramente « subjeti-
como « apogeo » de la cultura helénica , esto es , aproxi-
sente hace mucho que ha cesado. Meyer , ciertamente, como
vimos, ha concedido esto, solo que sin extraer las consecuen -
madamente la é poca que transcurre entre Esquilo y Arist óte- cias , a través de la posibilidad admitida por él de que un ilí o-
les, entra en consideración como « valor intr í nseco » con sus
contenidos de cultura en toda « Historia de la Antigüedad » ,
memo del pasado sea « fingido » — es su expresión — como
presente ( pág. 37 ) , cosa que solo la « filolog ía » podría hacer
incluso en la de Eduard Meyer , y ello solamente podría variar propiamente , de acuerdo con sus observaciones de la página
en caso de que, en algú n futuro, respecto de aquellas creado- .55. En verdad , en ello est á igualmente impl ícito que tambi én
nes culturales se pudiese obtener una « relación de valor » tan son objetos histó ricos elementos culturales « pasados», sin re -
poco directa como respecto del «canto » y la « concepción del ferencia a la existencia de un «efecto» todavía perceptible; en
mundo » de un pueblo del interior de Africa , que despierta consecuencia , en una « Historia de la Antigüedad » , por ejem -
nuestro interés como representante de un tipo , como medio plo, tambi én pasan a ser decisivos para la selecció n de los he-
para la formación de conceptos o como « causa » . Que noso- chos y la orientación de la labor historiográ fica Jos valores
tros, hombres de hoy , poseemos relaciones de valor de alg ú n « caracter ísticos » de la Antig ü edad misma . Y por cierto hay
tipo respecto de las « configuraciones » individuales de los con- m ás todav ía .
tenidos de la cultura antigua , he ahí el ú nico sentido posible Cuando Eduard Meyer aduce como ú nico fundamento de que
que puede asignarse al concepto de Meyer de lo « eficaz » en el presente no pase a ser objeto de la « historia » el hecho de
cuanto histórico. Sin embargo , en cu á n grande medida el con - que no se sabe ni se podría saber cu áles de sus elementos
cepto de Meyer de lo « operante » est á compuesto a partir de resultarán « operantes » en el futuro , tal afirmación del car á c-
elementos heterogéneos lo muestra ya su motivación del in - ter ahistórico ( subjetivo ) del presente es acertada, al menos
terés específico que presenta la historia de los « pueblos civili- bajo ciertas condiciones. Sólo el futuro « decide » , en defini-

zados » . « Estriba este sostiene en la pá g. 47 — en que tales
pueblos y culturas han sido operantes en un grado infinita -
tiva , acerca de la significació n causal de los hechos del pre-
sente. Empero , no es este el ú nico aspecto del problema , ni
mente mayor , y lo son todavía en el presente » . Esto es sin siquiera prescindiendo , como aqu í desde luego se hace, de
duda correcto, pero en modo alguno es el ú nico fundamento momentos extr í nsecos como la carencia de archivos , etc. El
de nuestro « interés » , decisivo en cuanto a su significación co- presente inmediato no solo no ha pasado a ser « causa » histó-
mo objetos histó ricos ; y en especial de all í no puede infe- rica sino que tampoco es un « individuo » histórico , así como
rirse que, como afirma Meyer ( ibid . ) , aquel interés sea tanro no es objeto de « saber » empí rico una « vivencia » en el instan -
mayor « cuanto m á s elevados est én ellos ( los pueblos civiliza- te en que se cumple « en m í » y « en cuanto a m í » . Toda « va -
dos hist óricos ) ». Pues la cuestión del « valor intrí nseco » de una loración » histórica incluye, por así decirlo, un « momento con -
cultura , que aqu í est á implícita , nada tiene que ver con su templativo » ; no solo ni en primera línea contiene el juicio
« eficacia » histórica : Meyer confunde aquí , precisamente, « ple- de valor inmediato del « sujeto que toma posició n » sino que su
no de valor » con « causalmente importante » . Es incondicional- contenido esencial es, como vimos, un « saber » acerca de « re-
mente cierto que toda « historia » es escrita desde el punto de laciones de valor » posibles, lo que en consecuencia presupone
vista de los intereses de valor del presente y que, en conse- la capacidad de variar el « punto de vista » respecto del objeto ,
cuencia , todo presente plantea nuevas preguntas al material al menos teó ricamente. Suele expresarse esto diciendo que
histórico o al menos puede plantearlas, porque precisamente « tenemos que adoptar una actitud objetiva » respecto de una
su interés var ía orientado por ideas de valor ; pero igualmente vivencia antes de que ella « pertenezca a la historia » como ob-
seguro es que este interés « valora » y constituye como « indi-
viduos » histó ricos también elementos culturales ya completa-
jeto — lo que aqu í sin embargo no significa que sea causal-

mente « operante » . No tenemos que seguir dilucidando aqu í
mente « pasados » , esto es, tales que no pueden ser recondu - esta relaci ó n entre « vivencia » y « saber » ; basta con que todas
cidos, en un regreso causal, a un elemento cultural del pre- estas prolijas explicaciones hayan vuelto claro no solo el hecho
sente; en el detalle: objetos como las cartas a la se ñora Von sino también la razó n de la insuficiencia de concebir lo « his-
Stein ; en los grandes rasgos: también aquellos elementos de tórico » como lo « operante » , tal como lo hace Meyer. Falta
la cultura helé nica cuya influencia sobre la cultura del pre- a ese concepto , ante todo , la diferenciación l ógica entre el

144 -
14 5
objeto histó rico « primario » , aquel individuo de cultura « pues- cisamente reside la específica ant í tesis de lo histó rico respecto
to en valor » sobre el que recae el interé s por la « explicación »
de ellas .
causal de su ser-devenido, y los « hechos » históricos « secunda- Resumamos: En tanto la « interpretación » de un objeto es
rios » , las causas a las que es imputada la especificidad « puesta « filológica » en el sentido habitual del té rmino , por ejemplo en
en valor » de aquel « individuo » en un regreso causal. Esta im- el « sentido » textual, ella constituye una preparación técnica
para la « historia ». En tanto analiza « de manera interpretati
putació n se emprende por principio con el propósito de que,
en cuanto verdad de experiencia , sea « objetivamente » válida va » lo caracter í stico respecto de la especificidad de determina- -
con la misma incondicionalidad que cualquier otro conoci- das «épocas culturales » , personalidades , o de determinados ob-
miento empírico en general, y solo la suficiencia del material jetos singulares ( obras de arte, objetos literarios ) , está al
es decisiva con respecto a la cuestión , que no es lógica sino servicio de la formación de conceptos historiográfica. Y por
exclusivamente f á ctica , de si este propósito se logra , de manera cierto , lógicamente considerada, pasa a ser el presupuesto de
idéntica a lo que sucede en cuanto a la explicación de cualquier la historia , ya sea puesta a su servicio, en cuanto ayuda a
proceso natural. « Subjetiva » , en un sentido determinado que reconocer los elementos causalmente pertinentes de un nexo
aquí no hemos de seguir elucidando, no es la comprobació n histó rico concreto como tal , o bien , a la inversa , orient á ndola
de las « causas » históricas de un « objeto » de explicación dado, o mostrándole el camino , en cuanto « interpreta » el contenido
sino la delimitación del « objeto » histórico mismo, del « indivi- de un objeto —el Fausto, la Orest í ada, el cristianismo de
duo » , pues aquí deciden relaciones de valor cuya « concepción »
est á sometida a mudanza histó rica. En consecuencia, es inco-

una é poca determinada , etc. en relaciones de valor posibles,
y, con ello, plantea « tareas » a la labor causal de la historia. El
rrecto lo que afirma Meyer ( pág. 45 ) , a saber , que « jam á s » concepto de « cultura » de un pueblo y una é poca concretos, el
podemos alcanzar un conocimiento « absoluto e incondicional- concepto de « cristianismo » o del « Fausto » , pero también , por
mente v á lido » respecto de algo histórico ; en efecto, ello
no es acertado respecto de las « causas » . Pero igualmente
— —
ejemplo lo que es más f ácilmente olvidado , el concepto
de « Alemania », etc. , son , en cuanto objetos de la labor his-
incorrecto es lo que afirma a continuación , a saber , que en t órica, conceptos de valor individuales , es decir , formados a
cuanto a la validez el conocimiento de las ciencias naturales través de relaciones con ideas de valor.
« en nada difiere » del de las histó ricas ; ello es desacertado Si ahora , para tocar tambié n este punto , convertimos estas va -
respecto de los « individuos » históricos, esto es respecto del loraciones mismas , con las cuales nos dirigimos a los hechos ,
modo en que los « valores» desempeñan un papel en la histo- en objeto del an álisis, nuestro estudio será de acuerdo con
ria y de la modalidad de estos valores . ( Ello prescindiendo del
modo como se conciba la « validez » de aquellos « valores » como
la meta cognoscitiva — filosof í a de la historia o bien psicolo-
gía del «interés histórico » . Si , por lo contrario , tratamos un
tales, validez que es por principio heterogénea respecto de la objeto concreto « analizándolo valorativamente », esto es , si lo
validez de una relació n causal en cuanto verdad de experien - « interpretamos » en su especificidad de modo de poner de
cia , aunque ambas , en última instancia , hayan de ser concebi- relieve de manera « sugestiva » sus valoraciones posibles , y ,
das filosóficamente como ligadas a normas. ) En efecto, los como suele decirse con bastante incorrección, procuramos
« puntos de vista » orientados a los « valores » , bajo los cuales una « reviviscencia » de una creación cultural, ello no constituye
consideramos objetos de cultura y estos pasan a ser para no- todaví a —y en esto reside el « nú cleo de verdad » de la formu -
sotros , en general , « objetos » de la investigación histórica ; esos —
lació n de Meyer labor « historiográfica », pero por cierto cons
tituye la forma formans absolutamente indispensable para el-
puntos de vista —
y en la medida en que lo son

decimos son mudables, y porque lo son
— partiendo del supuesto , que « interés » histórico por un objeto , para la formación concep
tual primaria de este en cuanto « individuo » y para la labor
-
aqu í adoptamos de una vez para siempre, de que las «fuentes »
permanecen inmutables— se convierten en « hechos » siem- causal de la historia, que solo así se vuelve plena de sentido.
pre nuevos y pasan a ser histó ricamente « esenciales » de ma-
ñeras siempre renovadas. Empero, las ciencias naturales que

No importa cu á n a menudo como sucede al comienzo de
toda « historia », en el caso de las comunidades políticas y, ante
siguen el modelo de la mecá nica son totalmente extra ñ as a
este condicionamiento por « valores subjetivos » , y en ello pre-

todo, del propio Estado las valoraciones cotidianas , recibi
das por la educaci ó n , puedan haber formado el objeto y alia- -
146 147
histo- manera radical y por lo tanto puramente teórica , aquellos pun-
nado el camino de la labor historiográfica, y puedasuelá mbito tos de vista que son por principio posibles respecto de una cul-

— —
riador creer , en consecuencia , que se encuentra en
pero tura de la Antigüedad :
) n estos objetos sólidos que en apariencia
« propio » con
apariencia y para los usos cotidianos no han me-
solo en , 1 . Uno de estos puntos de vista sería representarse la cultura
nester de una particular interpretación de valor ; en efecto en
obtener perspectivas antigua como valor absoluto , cuyas huellas en el humanismo,
cuanto él quiera dejar el camino trillado y
luego en Winckelmann y por fin en todas las variantes del
nuevas , de vasto alcance , acerca de la «especificidad » polí é
tica
, deber á proceder tambi n llamado «clasicismo» no hemos de estudiar aquí. Los elemen-
de un Estado , o del genio político tos de la cultura antigua son , de acuerdo con esta
aqu í, y ello como cuesti ó n ló gica de principio , precisamente concepción
llevada hasta sus ú ltimas consecuencias, y en cuanto el « cris-
como un intérprete del Fausto. Pero es verdad que en esto est á tianismo» de nuestra cultura o los productos del racionalismo
Meyer en lo cierto : donde el an álisis permanece en el estadio , no hayan aportado « adiciones» o « transformaciones », elemen
de una tal « interpretación » del « valor propio » del objeto el tos, al menos virtuales, « de » la cultura pura y simple, no por-
-
donde la labor de imputación causal es dejada de lado y
que hayan operado « causalmente » en el sentido de Eduard
objeto no es sometido a cuestionamiento en cuanto a lo que Meyer, sino porque deben, en su valor absoluto, operar cau -
«significa » causalmente con relaci ó n a otros objetos
de cul-
labor historiogr á fica no salmente sobre nuestra educación. De acuerdo con ello , la cul-
tura , m ás inclusivos y actuales , allí la tura antigua es ante todo objeto de la interpretaci
ha comenzado a actuar y el historiador s ó lo puede hallar ma - ón in usum
hist ó ricos . Ahora bien , el modo en scholarum, para la educación de la propia nación como pueblo
teriales para problemas de cultura: La «filología », en su concepto más lato, en cuanto
de vista es , en mi opini ó n,
que Meyer fundamenta su punto « conocimiento de lo conocido », reconoce en la Antig ü
insostenible. Cuando Meyer discierne , en particular , la ant í- edad
en el tratamiento algo por principio suprahistórico, intemporalmente vá lido.
tesis de principio respecto de lo hist ó rico 2. El otro punto de vista , moderno, estaría en radical oposi
ción respecto del primero: la cultura de la Antig üedad en su-
« está tico » y « sistem á tico » de un material , y cuando
también

Rickert luego de haber visto
de las « ciencias naturales » ,
en
tambi é n
lo
en
«social » y « espiritual » , en contraposición a las
« sistem
el á
á tico
mbito
» lo
de
propio
la vida
« ciencias de
verdadera originalidad se encuentra tan inconmensurablemente
lejos de nosotros que carece por completo de sentido querer

las « ciencias de la

la cultura históricas» restablece nuevamente el concepto
cultura sistem áticas » , ello plantea como
de
ta -
proporcionar a « los m ás » una visión de su verdadera « esen
cia » ; ella constituye un objeto sublime de valoración para los-
menos, que se sumergen en una forma excelsa de humanidad ,
rea , que abordaremos m ás adelante en una secci ó n particular ,
ya desaparecida para siempre e irrepetible en sus aspectos esen
ciales, y quieren en cierto modo « gozar art ísticamente » de-
puede significar propiamente una « sistem á -
la cuestión de qu é
tica » y cu áles son las diferentes relaciones que mantienen sus ella. 28
diversos tipos respecto de la27consideración histórica y respecto 3. Por fin , el tratamiento de la ciencia de la Antig ü edad sale
de las «ciencias naturales» . El modo de consideración deMela- al encuentro de una orientación del interés cient ífico a la cual
cultura de la Antigüedad , en especial de la helénica, que del la riqueza de las fuentes antiguas ofrece ante todo un material
yer caracteriza como « m é todo filol ógico » , esto es , la forma etnográfico de extraordinaria variedad para la obtención de
« conocimiento de la Antigü edad » , est á determinado ante todo conceptos generales, de analogías y de reglas de desarrollo,
prá cticamente por los presupuestos ling üísticos del dominio aplicables no solo a nuestra cultura sino a « todas ». Piénsese,
de las fuentes. Pero no solo est á determinado por estos sino por ejemplo, en el desarrollo de la ciencia comparada de las
también por la originalidad de determinados investigadores religiones, cuyo auge actual habría sido imposible sin la uti-
eminentes y , sobre todo, por la «significación » que la cultura lizaci ón de la Antig ü edad con ayuda de una estricta disciplina
de la Antigüedad clásica ha tenido hasta ahora para nuestra filológica . La Antigü edad entra aqu í en consideraci ón en cuan
propia formación espiritual. Procuremos ahora formular ,
de -
27 Con esto entramos en una discusión de los diversos principios
posi - 28 Así podr ía formularse la doctrina «esotérica » de U. von Wilamowitz
en contra de la cual se dirige ante todo el ataque de Meyer. ,
bles de una « clasificació n » de las « ciencias » .

149
148
to su contenido de cultura es apropiado como medio de cono- de Bismarck . Todos ellos habrían podido decidir de otro
cimiento para la formació n de « tipos » generales, y, por lo modo , y otras personalidades ( . . . ) hubieran tomado otras
tanto, no como norma de cultura eternamente v álida , como en decisiones , con la consecuencia de que el curso de la historia
la primera «concepción » , ni como objeto absolutamente sin -
gular de una valoración contemplativa , individual , como en

habría sido otro». «Con ello agrega en una nota de pie de
p ágina — no se afirma ni se niega que en tal caso no se hu -
la segunda . biese llegado a las guerras respectivas ; es esta una cuestión que
no puede ser respondida y , por lo tanto , ociosa » . Prescindien-
Enseguida se advierte que las tres concepciones formuladas do de que esta segunda afirmación no es congruente con las
aqu í « teóricamente » , como se ha dicho , se interesan, en cuanto formulaciones de Meyer , ya consideradas, acerca de las rela -
a sus fines , por el tratamiento de la historia antigua en la ciones entre « libertad» y « necesidad » en la historia , cabe aqu í
forma de una « ciencia de la Antigüedad » ; y se advierte tam - ante todo objetar que cuestiones que no podemos responder ,
bi é n , sin comentarios, que el interés del historiador poco tie- o que no podemos responder con precisión , por eso solo sean
ne que ver en los hechos con cada una de esas concepciones , cuestiones «ociosas ». Mal andaría la ciencia empírica si jam ás
pues las tres tienen como fin primario algo distinto de la « his- hubiese podido plantear aquellos problemas últimos a los que
toria » . Solo si Eduard Meyer quisiese excluir seriamente de no puede dar respuesta . En modo alguno se trata aqu í de ta -
la Historia de la Antigüedad todo aquello que , desde el punto les problemas « últimos », sino de una cuestión a la que no es
de vista del presente, ha dejado de ser históricamente « ope- posible dar respuesta positiva , un ívoca , en parte porque ha
rante » , dar ía razó n a sus oponentes , a los ojos de todos aque- sido « superada » por los acontecimientos y en parte por la
llos que buscan en la Antig üedad algo más que una mera situación de nuestro saber real y posible ; adem ás , tr á tase de
« causa » histó rica . Y todos los amigos de su importante obra una cuestión que dilucida , desde un punto de vista estricta-
se alegrarán por el hecho de que él no pueda aplicar seriamen - mente « determinista » , las consecuencias de algo que era « im-
te aquellas ideas y esperar á n que ni siquiera intente hacerlo posible » seg ú n la situació n de los «elementos determinantes ».
en bien de una teor ía erróneamente formulada .
29 Y, a pesar de todo, en modo alguno es ocioso el cuestionamien -
to en torno de qu é habr ía podido suceder si Bismarck , por
ejemplo, no hubiese tomado la decisión de declarar la guerra.
Ata ñe , en efecto , a lo decisivo para la formación histórica de
2. Posibilidad objetiva y causación adecuada la realidad , a saber , qu é significación causal es preciso atribuir
a esta decisión individual dentro de la totalidad de los « mo-
en la consideraci ón causal de la historia mentos » , infinitos en n ú mero , todos los cuales debieron estar
dispuestos de este preciso modo y no de otro a fin de que se
« El estallido de la Segunda Guerra P ú nica —
afirma Eduard produjese este preciso resultado, y qu é lugar hay que asignar-

Meyer en la página 16 de su obra es la consecuencia de una le en la exposición hist órica . Si la historia quiere elevarse por
decisión de Aníbal ; el de la Guerra de los Siete Años, de una encima de una mera crónica de acontecimientos y de persona-
decisión de Federico el Grande, y el de la guerra de 1866 , lidades memorables, no le queda otro camino que el planteo
de tales cuestiones . Y es así , justamente, como ha procedido
29 La extensión de las discusiones precedentes no guarda , manifiesta - desde que es ciencia . En ello reside lo correcto de la formu-
mente , proporción con lo que de ella « resulta » para la « metodolog í a
»
en el aspecto directamente pr áctico . A quien por ese motivo la considere lació n de Meyer , ya discutida , seg ú n la cual la historia consi-
ociosa solo cabe recomendarle que deje de lado la
pregunta por el dera los acontecimientos desde el punto de vista del «deve-
«sentido » del conocer y se contente con obtener conocimientos « pro- nir » , por lo cual su objeto no está sometido a la « necesidad » ,
vistos de valor » mediante la labor pr áctica . No son los historiadores que es propia de lo « devenido » ; lo correcto es aquí que el
quienes han planteado tales cuestiones, sino aquellos que formularon la historiador, al apreciar la significación causal de un aconteci-
afirmación errónea , y todav í a hoy la repiten de continuo en diversas
formas, de que «conocimiento cient ífico» es id éntico a « descubrimiento miento concreto, se comporta de manera semejante a como lo
de leyes ». Ahora bien , esa es por cierto una cuestión relativa al « senti- hace el hombre hist ó rico que quiere y toma posición , quien
do» del conocer . jam á s « actuaría » si su propia acció n se le apareciese como « ne-

150 151
cesaria » y no como meramente « posible».30 La diferencia es- su insignificancia ) . Por lo contrario, es evidente que « las cosas
triba solamente en esto: el hombre que act ú a sopesa , en la estuvieron dispuestas » de manera distinta en el caso de las de-
medida en que lo hace de manera estrictamente racional lo — cisiones de An í bal , Federico o Bismarck , al menos en opinió n

que aqu í suponemos las condiciones , dadas de acuerdo con
el patrón de su conocimiento de la realidad y «externas» a
de Meyer ; mas no lo estuvieron , por cierto, en el sentido de
que el conflicto, ya sea en general o bajo las constelaciones
él , del desarrollo futuro que le interesa ; luego inserta ideal- polí ticas concretas de aquella é poca que determinaron su cur
mente en un nexo causal distintos « modos posibles » de su so y su desenlace, habrí a estallado si la decisión hubiese sido
propio comportamiento y resultados que cabe esperar en co- otra . En efecto, en tal caso esa decisi ó n habr ía sido tan carente
nexión con aquellas condiciones «externas » ; por fin , de acuer- de significación hist ó rica como aquellos disparos. El juicio de
do con los resultados « posibles » obtenidos de es ta manera que, si se piensa un hecho histó rico singular como inexistente
( idealmente ) , se decide , como adecuado a su « fin » , por uno
o como distinto dentro de un complejo de condiciones hist ó
u otro de los modos de comportamiento. Ahora bien , el his- ricas, esto habrí a determinado un curso de los acontecimientos
toriador es superior a su hé roe en esto: En todo caso sabe a
posteriori si la apreciación de las condiciones dadas, que se
históricos distinto en cuanto a relaciones determinadas, hist ó -
ricamente importantes, parece revestir por cierto considerable
presentaron como « externas » a este , se correspondieron , con - valor para el establecimiento de la « significación histórica » de
forme a los conocimiento* y expectativas alentados por el ac- aquel hecho, aunque el historiador en la pr áctica sólo exeep-
tor, con la situación real entonces existente ; y esto * es algo cionalmcnte , a saber en caso de que esa « significación histó
rica » sea cuestionada , se vea inducido a desarrollar y funda -
que la « consecuencia » l á ctica de la acci ó n ense ñ a . Y supuesto
aquel m á ximo ideal en cuanto a conocimiento de las condicio- mentar ese juicio de manera consciente y expl ícita . Es claro
nes , que aqu í , puesto que se trata exclusivamente de la eluci- que esta circunstancia habría debido exigir una consideración
dación de cuestiones lógicas , damos teóricamente por sen- de la esencia lógica de tales juicios y de su significación his-

tado aunque en la realidad se lo puede alcanzar tan raras

veces o quizá nunca , puede él cumplir el mismo examen
tó rica ; nos referimos a los juicios que expresan qu é resultado
« habría » podido esperarse en caso de falta o de cambio de un
ideal que su « hé roe » m á s o menos claramente emprendiera o componente causal singular en un complejo de condiciones.
« hubiera podido emprender » , pero ahora de manera retros- Procuraremos obtener mayor claridad sobre esto. Demostra
pectiva y, por lo tanto, puede plantear con posibilidades esen - ción de las deficiencias de que adolece la lógica de la histo-
cialmente mejores que las del propio Bismarck la cuesti ón de ria 31 es , entre otras cosas, el hecho de que las investigaciones
cu á les consecuencias habría cabido esperar en caso de que se decisivas sobre estas importantes cuestiones no han sido em -
adoptase una decisión distinta. Como es evidente , esta consi- prendidas por historiadores ni metod ólogos de la historia sino
deración est á muy lejos de ser ociosa. El propio Meyer aplica por representantes de disciplinas muy alejadas.
( pág . 43 ) precisamente este procedimiento a aquellos dos dis-
La teor ía de la llamada « posibilidad objetiva », a que nos
paros que provocaron inmediatamente el estallido de la lucha referimos aqu í , se funda en los trabajos del notable fisi ólogo
callejera en los d ías de Mayo en Berl í n. La cuesti ó n de su Von Kries *• y la aplicaci ón consagrada de este concepto en
proveniencia es , segú n él , « hist óricamente irrelevante ». Pero,
¿ por qué m ás irrelevante que la dilucidación de las decisiones
de An íbal , de Federico el Grande o de Bismarck ? « Las cosas

31 l .as categor í a* que discutiremos en lo que sigue queremos desta -

carlo de manera explícita no se aplican solo en el campo de la lla -
estaban dispuestas de tal modo que cualquier accidente de- mada disciplina especializada de la «historia», sino respecto de la impu -
bid ( ! ) provocar el estallido del conflicto » . Como se advierte , tació n «histórica » tic cualquier acontecimiento individual, incluso si
pertenece a la « naturaleza inanimada ». La categor ía de lo « histó rico*
aqu í el propio Mcyer responde a la cuesti ón presuntamente es aqu í un concepto lógico, y no técnico-especializado.
« ociosa » , a saber , qu é « habr í a » sucedido sin aquellos disparos , 32 Deber den Begri / f der objektiven M óglichckeit und einige Anteen
con lo cual decide su « significación » histórica ( en este caso ¿ungen d es sel ben , Leipzig, 1888. Importantes presupuestos de estas con -
sideraciones hab í an sido establecidos por Von Kries con anterioridad
30 Ello vale tambié n respecto de la cr í tica de Kistiakowski ( o p. cit . , en sus Primipien der Wahrscheinlicbkeitsrechnung . Consignemos desde
pág. 393 ) , que no se refiere n cite concepto de « probabilidad » . el comienzo que, de acuerdo con la naturaleza del « objeto » histórico,
solo los aspectos m ás elementales de la teor í a de Von Kries revisten

152 153
los trabajos de autores que siguen a Von Kries o lo critican ,
ante todo criminalistas , pero también juristas, en especial Mer- eventualmente sea susceptible de sanción penal o cuyos perjui-
kel , R ü melin , Liepmann y , recientemente , Radbruch .33 En la cios requieran indemnizació n civil, el problema de causalidad
metodolog ía de las ciencias sociales, las ideas de Kries han si- del historiador se orienta siempre a la imputación de resultados
do aplicadas hasta ahora ante todo solamente en la estad ística .'14 concretos a causas concretas y no al examen de « legalidades »
Es natural que precisamente los juristas y , en primer lugar , abstractas . Pero es evidente que la jurisprudencia , en especial
los criminalistas tratasen este tema , pues la cuestió n de la la relativa a cuestiones penales, se aparta del procedimiento
culpa penal , en cuanto contiene el problema de cuáles son las com ú n hacia un planteo de problemas que le es específico en
cuanto a ñade la pregunta de si y cuándo la imputació n objetiva,
circunstancias bajo las cuales se puede afirmar que alguien Ha puramente causal,
« causado » , mediante su acció n , un resultado externo determi- del resultado a la acción de un individuo
nado , es una pura cuestió n de causalidad , y por cierto de la basta para calificar tal resultado como su « culpa » subjetiva.
misma estructura lógica que la cuestió n de la causalidad histó-
En efecto, esta cuestión ya no es un problema puramente cau -
sal, que pueda resolverse mediante mera comprobació n « obje-
rica . En efecto , al igual que la historia , los problemas de las
relaciones sociales pr ácticas de los hombres entre sí, y especial- tiva » , por percepción e interpretación causal, de hechos que
haya que averiguar, sino un problema de polí tica criminalista ,
mente del sistema jurídico, están orientados « antropocéntrica-
mente » , esto es que preguntan por la significación causal de
orientada a valores é ticos y otros. Es posible a priori, frecuente
« acciones » humanas. Y al igual que en el caso de lar pregunta
de hecho y hoy regla que el sentido de las normas jurídicas, ya
por el condicionamiento causal de un resultado concreto , que
sea de manera expresa o dilucidable mediante interpretació n ,
incluya el que la existencia de una « culpa» , con referencia al
significación para la metodología de la historia . El traspaso de principios precepto correspondiente , deba depender ante todo de ciertas
del llamado «cálculo de probabilidades» en sentido estricto , no solo no
entra obviamente en consideració n para la labor causal , sino que ya el bien por Radbruch, op citpá g. 22 ) . Pero la idea de la «eficacia » o,
intento de un uso por analogía de sus puntos de vista requiere grandes como también se lo ha expresado de manera menos colorida pero idén-
prevenciones . tica en cuanto a su sentido, del « lazo causal » es inseparable de cualquier
33 La cr í tica m ás profunda a la aplicació n de la teor ía de Von Kries consideració n causal que reflexione sobre series de transformaciones cua
a los problemas jur ídicos ha sido hasta ahora la realizada por Radbruch litativas individuales. Que no pueda ( ni deba ) ser recargada con pre--
( «Die Lehre von der adáquaten Verursachung», en los Abhandlungen supuestos metaf ísicos, dudosos e innecesarios, es algo que considerare-
[ vol. I , cuaderno n - 3, 1902 ] del seminario de Liszt ; aqu í se cita tam- .
mos más adelante ( véase Tschuprow, op cit ., pág. 436. acerca de la
pluralidad de causas y las causas elementales ) . Aquí hemos de observar
bién la bibliograf ía m ás relevante ) . Solo se podrá rendir cuentas de su
análisis del concepto de «causación adecuada » despu és de que la teor í a solamente que la « posibilidad » es una categor ía «formativa », es decir
haya encontrado una formulación lo m ás simple posible ( y por ello , que entra en función en el modo en que determina la selección de los
como mostraremos, provisoria , no definitiva ) . miembros causales acogidos en la exposición histórica . La materia in-
34 Entre los teóricos de la estadística , mucho se acerca a las teorías de formada históricamente, por lo contrario, nada contiene en cuanto a la
Von Kries , L. von Bortkiewitsch, « Die erkenntnistheoretischen Grund - « posibilidad » , ni aun idealmente: la exposición histórica alcanza raras
lagen der Wahrscheinlichkeitsrechnung, en el Jahrbücber de Conrad , veces, en lo subjetivo, juicios de necesidad , pero objetivamente actú a en
vol. XVII , 3a . serie ( véase también vol. XVIII ) y « Die Theorie der base al presupuesto de que las «causas» , a las que es « imputado» el
Bevólkerungs-und Moraistatistik hach Lexis » ( ibid ., vol. XXVII ) . Tam -
bién en el terreno de la teor ía de Von Kries se mueve A . Tschuprow,

resultado por cierto, en unión con aquella infinidad de «condiciones »
quei son indicadas solo sumariamente en la exposició n , como «carentes
cuyo art ículo sobro la estad ística moral en el Brockhaus-Ephoronschen
Enzyklopádischen W órterbucb me resultó por desgracia inaccesible. Cf .
su art ículo sobre « Die Aufgaben der Theorie der Statistik» en el Jahr-

de í nteres » científico tienen que valer como «fundamentos suficien -
tes » de la aparición .de este. Por lo tanto, la aplicación de aquella ca-
tegor í a en modo alguno implica la concepción , superada hace tiempo
buch de Schmoller , 1905, pá g. 421 y sigs . No puedo compartir la crítica por la teor ía de la causalidad , de que miembros cualesquiera de cone
de T. Kistiakowski ( en el ensayo ya citado en Problemen des Idealis - xiones causales habr ían estado por as í decirlo « en suspenso» hasta su-
mus , op. cit ., pá g. 378 y sigs . ) , por lo dem ás solo esbozadas a la espera ingreso en la cadena causal . El propio Kries ha expuesto ( o p. cit ., pág.
de ulterior desarrollo. Reprocha a la teor ía ( pá g. 379 ) ante todo el em- 107 ) , en mi opinión de manera totalmente convincente, la oposición
pleo de un falso concepto de causa, basado en la lógica de Mili , en espe- de su teor ía respecto de la de J. Stuart Mill. Volveremos sobre esto.
cial el uso de las categor ías de «causas concomitantes» y «causas par- Es verdad, sin embargo, que también Mili ha discutido la categoría de
ciales » , las que a su vez suponen una interpretació n antropomórfica posibilidad objetiva y ha formulado ocasionalmente el concepto de «cau-
de la causalidad en el sentido de la «eficacia» ( esto es señalado tam- sación adecuada» ( véase Werke, edición alemana a cargo de T. Gom-
perz , vol. III , pág. 262 ) .

154
155
ón , «capaci - — prescindiendo por entero de la infinidad de particularidades
condiciones subjetivas de parte del actor ( intenci
dad de _previsió n » subjetivam
-
ente condicion ada1 del1 resultado
1 .
te
1
el
, « absolutamente»
tar

triviales nada de aquello que puede resul-
de interés para otros modos de consideraci ón , como el de
consider ablemen
f
*

etc.,) y que a través de estas se altere
X

de encadena- la ciencia natural, el histórico o el artístico: no le interesa que


significado de la diferencia categorial del modoetapas
j

35 Sin embargo , en las primeras del exa- la pu ñ alada mortal « produjese » la muerte acompa ñada de fe-
miento causal. ión nó menos concomitantes que pudieran revestir interés para el
de la investigac
men esta diferencia en cuanto a los fines , al igual que
fisiólogo, ni que la posición del muerto o del asesino eventual-
carece de importancia. Preguntamos primeramente , por principio, mente constituya un objeto apropiado para la representación
la teor ía jur ídica : ¿ Có mo es en general posible esa muerte ayud ó a un « segundón » infortunado
singular , y có- art ística , ni si
imputar un « resultado » concreto a una « causa »
a « ascender » en la jerarqu ía de empleos , volviéndose de ese
en vista de que , en verdad , siempre una
mo es realizable esto adveni - modo « plena de valor » causal desde este punto de vista , o
infinidad de momentos causales ha condicionado el
del advenimie n - bien se convirtió en motivo de determinadas ordenanzas po-
miento del « proceso » singular y que , respecto
liciales, o hasta originó quizás un conflicto internacional, con
en su configurac ió n concreta , puede decirse
to del resultado lo que pasó a ser « históricamente » significativa. Lo ú nico que
que todos aquellos momentos causales singulares
fueron im -
interesa al juez es si la cadena causal entre puñalada y muerte
prescindibles? de los ele- est á configurada de tal modo, y la actitud subjetiva del autor
La posibilidad de una selección entre la infinidad por el tipo y su relació n con el hecho es tal, que se vuelve aplicable una
mentos determinantes está condicionada ante todo
la historia determinada norma penal. Por otro lado , en la muerte de Cé-
de nuestro interés hist ó rico. Cuando se afirma que de un sar , por ejemplo, al historiador no interesan los problemas de
debe comprend er de manera causal la realidad concreta
te no se quie- criminal ística o m édicos que el « caso » pudiera haber presen -
« acontecimiento » en su individualidad , obviamen tado , como tampoco las singularidades del hecho, en cuanto
, que ella deba explicar cau-
re decir con ello , como ya vimos cua - estas no revisten importancia respecto de lo « característico »
salmente y « reproduci r » por completo la totalidad de sus
solo imposible de César o de la situación de los partidos en Roma —esto es ,
lidades individuales : ser ía esta una tarea , no como « medios de conocimiento »—, ni , finalmente , respecto
de hecho, sino absurda por principio. A la historia
interesa
causal de aquellos del « efecto polí tico » de su muerte sto es , como « causa
la explicaci ó n
exclusivamente , en cambio ,
« elementos » y « aspectos » del acontecimiento
respectivo que, —
real » . Solo ocupa al historiador, en cambio, ante todo la
circunstancia de que la muerte se produjo precisamente en
de vista , revisten « significac ió n ge-
bajo determinados puntos co- aquel momento, dentro de una situación pol í tica concreta, y
neral » y, por lo tanto , b í teres hist ó rico , del mismo modo
en considera ci ó n el dilucida la cuestió n , ligada con esta , de si tal circunstancia ha
mo en los exámenes del juez no entra tenido « consecuencias » determinadas, importantes, para el cur -
curso singular total del hecho sino solo los elementos esencia - so de la « historia mundial » .
para su subsunci ón bajo las normas . Ni siquiera le interesa
les Así , tambi é n el planteo de la imputaci ó n hist ó rica , lo mismo
, no hacia el hecho que el de la jur ídica , implica la exclusión de una infinidad de
35 El derecho moderno se orienta hacia el agente « culpa » subjetiva, elementos del hecho real en cuanto « causalmente insignifican-
( véase Radbruch, op. cit .t pá g. 62 ) y pregunta por la
, en la medida en que pretenda seguir siendo tes » ; en efecto , como ya vimos , una circunstancia singular es
mientras que la historia objetivos » de pro-
una ciencia empírica, inquiere por los fundamento s « irrelevante, no solo cuando carece de toda relación con el
» concretos, y no
cesos concretos y por las consecuencias de « hechos Radbruch en con- acontecimiento a dilucidar , de manera que , si la supusiéremos
pretende impartir Justicia al «agente» . La cr ítica de inexistente, ello en nada « alterarí a» el proceso real , sino por
tra de Von Kries se basa enteramente, con
justicia , en ese principio
básico del derecho moderno
admite la validez de la doctrina
no
de —de
Von
cualquiera
Kries en los

. Por ello él mismo
casos de los delitos
-
cierto también cuando los elementos esenciales in concreto y
los únicos que interesan de aquel proceso para nada aparecen
por v í a de consecuencia ( pág. 65 ) , de la compensaci
ón por una « abs como co-causados por ella .
) , de la compensación
tracta posibilidad de producir efectos» ( pá . 71
g
decir siempre que Ahora bien , lo que verdaderamente queremos saber es esto:
por lucro cesante y por incapacidad de imputació es
n,
objetiva » ( p á g. 80 ) . La historia presenta la mediante qu é operaciones lógicas obtenemos la comprensión ,
interviene una causalidad «
y su fundamentación demostrativa , de la existencia de tal re-
misma situación lógica que esos casos .

157
156
lación causal entre aquellos elementos « esenciales » del resul- rales que, para nuestra consideración retrospectiva , « depen-
tado y determinados elementos entre la infinidad de momen - den » de aquella decisión , ser ía imposible establecer su « signi-
tos determinantes. No , por cierto , mediante la simple « obser- ficación » y no se discerniría en tal caso por qué no habríamos
vación» del curso de los acontecimientos, al menos si por tal de equipararla a una riña entre dos tribus de cafres o de indios
se entiende una « fotograf ía » espiritual , « sin presupuestos » , americanos y aceptar real y verdaderamente las aburridas
de los procesos psíquicos y f í sicos acaecidos en la é poca y el « ideas fundamentales » de la Weltgeschichte de Helmolt ,
tal
lugar en cuestión , suponiendo que ello fuese posible. Por lo como se hace en esa « moderna » enciclopedia .36 Por lo tanto,
contrario , la imputación causal se cumple bajo la forma de un carece de toda base lógica el que los historiadores modernos,
proceso de pensamiento que contiene una serie de abstraccio- tan pronto como se ven obligados por el objeto mismo en es
-
nes . Ahora bien , de estas, la primera y decisiva consiste en tudio a delimitar la « significación » de un acontecimiento con-
que, entre los componentes causales reales del proceso , supo- creto mediante una reflexió n y una exposición expresas sobre
nemos uno o varios modificados en determinado sentido y nos las « posibilidades » del desarrollo, suelan disculparse por ha -
preguntamos si, en las condiciones del curso de los aconteci- ber empleado esta categor ía aparentemente antideterminista .
mientos transformadas de este modo , « cabr ía esperar » el mis- Por ejemplo, cuando K. Hampe, luego de realizar en su Kon-
rao resultado ( en cuanto a puntos « esenciales » ) o bien cuál radin una exposició n altamente ilustrativa de la « significació n »
otro . Tomemos un ejemplo extra ído de la práctica despropio histó rica de la batalla de Tagliacozzo mediante el examen de
Meyer. Nadie ha puesto en claro de manera tan plá stica y n í- las distintas « posibilidades » entre las cuales ella « decidió » su
tida como él la « relevancia » hist órica mundial de las guerras resultado, puramente « accidental », esto es, determinado por
persas para el desarrollo de la cultura occidental. ¿ Pero có mo procesos t á cticos enteramente individuales , agrega repentina -
sucede esto, l ógicamente considerado ? En lo esencial , expo- mente : « Pero la historia nada sabe de posibilidades » , a ello
niendo que exist ían dos posibilidades. Por un lado, el desarro- cabe responder que el « acaecer » , si se lo piensa en cuanto
llo de una cultura teocrá tico-religiosa , cuyos comienzos se en - « objetivado » bajo axiomas deterministas, nada « sabe » de ellas
contraban en los misterios y los or áculos , bajo la égida del porque, precisamente, nada « sabe » en general de « conceptos » ;
protectorado persa , el cual en todas partes, como en el caso la « historia» , en cambio, siempre sabe de ellas, supuesto que
de los jud íos, utilizaba en lo posible la religión nacional como quiera ser una ciencia . En cada una de las líneas de cualquier
instrumento de dominio ; por otro , el triunfo del mundo espi- exposici ó n histórica y , por cierto , en cada selección de mate-
ritual griego, libre, orientado hacia el m á s acá , mundo que nos rial de archivos y de documentos para su publicación se inclu -
brindó aquellos valores de que todav ía hoy nos sustentamos . yen « juicios de valor » o , mejor dicho, deben incluirse si es
La « decisi ó n » entre ambas posibilidades se produjo mediante que la publicació n ha de tener «valor cognoscitivo ».
un encuentro armado de dimensiones tan í nfimas como la « ba - ¿Ahora bien , ¿ qué implica el que nos refiramos a las distintas
talla » de Maratón , la cual represent ó, sin embargo , el « requi- « posibilidades» entre las cuales debieron « decidir » aquellas
sito » indispensable para el nacimiento de la flota á tica y , por luchas ? Implica, ante todo , la creación —digámoslo tranqui-
lo tanto, para el proceso ulterior de la guerra de liberació n y lamente— de modelos imaginarios mediante la eliminació n de
de la salvaguarda de la independencia de la cultura helénica, uno o varios de los elementos de la « realidad », que han exis-
as í como para el positivo est ímulo a la iniciaci ó n de la histo- tido de hecho , y la construcción conceptual de un curso de los
riograf ía específicamente occidental y para el pleno desarrollo acontecimientos modificado en relació n con una o vanas « con -
del drama y de toda aquella singular vida espiritual que se
desplegó en este escenario de la historia mundial , pequeñísimo 36 Se comprende que este juicio no se aplica a los ensayos particulares
si se lo mide con criterio puramente cuantitativo . contenidos en esta obra entre los cuales los hay excelentes , aunque « pa
sados de moda » en cnanto al « método». La idea de una suerte de justi--
Evidentemente , la ú nica razón para que nosotros , que no so- cia « polí tico-social », sin embargo, que pretenda considerar las tribus, tan
mos atenienses , fijemos nuestro interés histó rico en aquella desdeñosamente dejadas de lado, de los indios y los cafres como al me-
batalla consiste en que ella « decidió» entre aquellas « posibi-
lidades» , o al menos influyó esencialmente sobre ellas. Sin va-
nos tan importantes — —
jen definitiva ! para la historia como los ate-
nienses, y que, para establecer claramente esta justicia, eche mano de
un ordenamiento geogr á fico de la materia , es ciertamente pueril.
lorar tales « posibilidades » y los irreemplazables valores cultu-

1
. 58 159
tos del procoso f áctico ) o la pensamos
diciones». Por lo tanto, ya el primer paso del juicio histórico como habiendo trans-
— —
en esto queremos insistir aqu í es un proceso de abstrac-
ción , el que se cumple a través del análisis y del aislamiento
currido de otro modo, resultarían positivam
tes » ( para emplear por una vez un giro
ente « conducen-
corriente en la crimi-
nalística ) para producir tal desarrollo de acuerdo
conceptual de los componentes de lo inmediatamente dado con reglas
— concebido , precisamente , como un complejo de relaciones

causales posibles y debe desembocar en una síntesis de la
conexión causal « efectivamente real » . Ya este primer paso
universales de experiencia. El «saber » en que se basa
cio para fundamentar la «significación » de la
rat ón es , seg ún todo lo hasta aqu í expuesto , por
batalla
un lado
ese jui-
de Ma-
saber
transforma al mismo tiempo la « realidad » dada a fin de con- de determinados « hechos » pertenecientes
t ó rica » y demostrables con
a la «situación his-
vertirla en « hecho » histórico; para decirlo con Goethe , el referencia a las fuentes ( saber « on-
« hecho » incluye ya « teor ía » .
tológico» ) , y por otro, como ya vimos, saber de
reglas de experiencia reconocidas, en particula determinadas
Consideremos ahora , sin embargo, estos « juicios de posibili - modo en que los hombres suelen reaccionar frente r relativas al

dad » esto es , las afirmaciones acerca de aquello que « ha -
bría » sido en caso de eliminación o modificación de determi - nes dadas ( « saber nomológico » ) . Más a situacio-
adelante considerare-

nadas condiciones con m ás detenimiento y preguntemos de
qué modo llegamos propiamente a ellos. No pueden caber du -
mos el tipo de « validez » de estas « reglas de
ro desde ahora resulta evidente que Meyer , para
tesis decisiva respecto de la «significación »
experiencia ». Pe-
demostrar su
das de que en todos los casos se procede mediante aislamiento Marató n en caso de que le fuera cuestionada de la batalla de
y generalización , esto es que descomponemos lo « dado » en poner aquella « situació n » en sus element
, debería descom-
« elementos» hasta que cada uno de estos pueda ser incluido
«imaginación » pudiera aplicar a este
os hasta que nuestra
en una « regla de experiencia » y pueda establecerse qu é resul - saber «ontológico» nues-
tro saber de experiencia « nomológico » , extra
tado « cabría » esperar de cada uno tomado aisladamente, se- praxis de vida y del conocimiento del modo
ído de la propia
gún una regla de experiencia, dada la presencia de los otros en que se com-
portan los otros hombres, y juzgar positivamente
como « condiciones » . Por lo tanto, el juicio de « posibilidad » , la acció n recí proca de aquellos hechos bajo luego que
en el sentido en que aqu í empleamos esta expresión , implica —
concebidas como modificadas en determinado modo las condicio nes
siempre la referencia a reglas de experiencia . La categor ía de
« posibilidad » no se emplea , en consecuencia , en su forma
producir el resultado cuya « posibilidad objetiva
Esto significa sólo que, si « pensamos » este resultad
— « pudo
» se afirma.
»

negativa, esto es, en el sentido de que exprese nuestro no sa - acaecido de hecho , reconoceremos aquellos hechos , o como
ber o nuestro saber incompleto en contraposición al juicio como modificados de aquel modo, como « concebidos
asertórico o apod íctico; antes al contrario, ella implica aquí la causas
La exposició n de este simple estado de cosas , que suficien tes ».
referencia a un saber positivo acerca de « reglas del acaecer » , ser algo prolija en aras de la precisión , ha debido
a nuestro saber « nomol ógico » , como suele decirse . lación de la trama causal histó rica no semuestra que la formu -
Cuando a la pregunta de si un determinado tren ha pasado ya sirve solamente de la
abstracción en sus dos vertientes el aislamiento y
por una estació n se responde : « Es posible » , este enunciado im -
plica la comprobación de que la persona preguntada no conoce,
subjetivamente, ningú n hecho que excluya esta conjetura , pero

ralización sino que el juicio histórico m ás simple la gene-
la « significació n » histó rica de un « hecho concreto acerca de
» , lejos de
constituir un sencillo registro de lo « previamente
tambié n que no est á en condiciones de afirmar su correcció n ; presenta , antes bien , no solo una formaci
dado » , re-
ó
equivale, por lo tanto, a un «no saber». Pero cuando Eduard gorialmente constituida , sino que tambié n n conceptual cate-
Meyer juzga que en la Hélade , hacia la é poca de la batalla de de
validez solo en cuanto aportamos a la realidad hecho recibe su
Maratón , habría sido « posible» o bien , bajo ciertas eventua - repertorio de nuestro saber de experiencia
« dada » todo el
lidades, « probable » un desarrollo teocrá tico- religioso , esto im - El historiador argü irá, contra lo dicho,37 que « nomológico ».
plica en cambio la afirmación de que ciertos elementos de lo el curso f áctico
dado en la historia han estado objetivamente presentes , esto 37 Para un desarrollo más particularizado
es que son susceptibles de una comprobación objetivamente de lo que se afirma en lo que
sigue , v éanse mis consideraciones en Roscber
válida , elementos que , si eliminamos con la mente la batalla und Knies utid die logis
chen Vroblerne der historischen Nationalokonomi e. -
de Maratón ( y , por cierto, toda una serie de otros elemen -
161
160
de la labor hist órica y el contenido f á ctico de la exposició n pero de la que aqu í no nos ocupamos , de có mo surge una
hist ó rica difieren . El « tacto » o la « intuición » del historiador , hipó tesis hist órica en el espíritu del investigador , sino solo
v no las generalizaciones ni la reflexión acerca de « reglas » , acerca de cu á l es la categoría lógica dentro de la cual , en caso
son los que ponen en descubierto los nexos causales. La dife- de duda o de cuestionamiento, es preciso demostrar la validez
rencia respecto de la labor de las ciencias naturales reside pre- de tal hipó tesis , pues ello constituye su « estructura » lógica .
cisamente, siempre seg ú n aquella argumentació n , en que el Y cuando, de acuerdo con la forma de su exposición , el histo-
historiador se ocupa de la explicació n de procesos y personali- riador transmite al lector el resultado lógico de su juicio cau-
dades , los cuales serían « interpretados » y « comprendidos » in - sal histó rico sin explicitar los fundamentos cognoscitivos , « su-
mediatamente por analog ía con nuestro propio ser espiritual ; giriéndole » el curso de los hechos en lugar de « razonar » pe-
v , en definitiva , lo que interesa en la exposició n del historia - dantescamente , su exposición no ser ía m ás que una novela his-
dor es el « tacto», la intuitividad sugerente de su relato, que tó rica , y no una comprobació n científica , si faltase el firme es -
permite al lector « revivir » lo expuesto de manera semejante a queleto de la imputació n causal tras la presentación artística -
como la intuici ón del propio historiador lo ha revivido y re- mente modelada . A este esqueleto conviene solamente el á rido
presentado, y no, por cierto, recurriendo a las sutilezas del ra- modo de consideración de la lógica , pues también la exposi-
ciocinar . Adem ás de esto se sostendrá tambié n que aquel jui- ci ó n histórica exige « validez » como « verdad » , y ese importan-
cio de posibilidad objetiva acerca de aquello que « habr ía » t ísimo aspecto de su labor , el único que hasta aquí hemos con -
acaecido segú n las reglas universales de la experiencia si un siderado, a saber , el regreso causal , solamente puede alcanzar
componente causal singular se pensase como eliminado o mo- tal validez si , en caso de cuestionamiento , sale airoso de la
dificado, muy a menudo es altamente incierto o imposible de prueba de aquel aislamiento y de aquella generalización de los
alcanzar , por lo cual este basamento de la « imputació n » hist ó- componentes causales singulares , por aplicació n de la catego-
rica está expuesto en los hechos de manera permanente a fra - r í a de posibilidad objetiva y de la síntesis de imputació n po-
casar , y , en consecuencia , no podr ía ser constitutivo respecto sibilitada de este modo.
del valor lógico del conocimiento histórico. Ahora bien , en Ha quedado en claro, sin embargo, que el an álisis causal de
tales argumentaciones se confunden ante todo dos cosas , a sa - la acció n personal se realiza de la misma manera , desde el pun -
ber , por un lado el curso psicológico del origen de un cono- to de vista lógico, que el desarrollo causal de la « significació n »
cimiento cient í fico y la forma de presentación de lo conocido, histórica de la batalla de Marat ón , mediante aislamiento, ge-
forma «artística » escogida con miras a influir psicológicamen- neralización y construcción de juicios de posibilidad . Tomemos
te sobre el lector , y por otro la estructura l ó gica deí conoci- enseguida un caso límite: el análisis conceptual de la acción
miento. propia de nosotros mismos, acerca de la cual la mentalidad
Ranke « adivina » el pasado, pero aun respecto de un historia - carente de formación l ó gica ha tendido a pensar que con se-
dor de menor jerarqu ía magros ser í an los progresos del cono- guridad no presentaba problema « lógico» alguno, puesto que
cimiento si no contara con este don de la « intuición » : en tal
caso permanecería como una suerte de burócrata subalterno —
ella est á dada inmediatamente en la vivencia y supuesta la
«salud » mental— es « representable » en el recuerdo sin m ás
de la historia . Pero no otra cosa sucede con los conocimientos intento de « comprensió n » , y , en consecuencia , naturalmente.
realmente grandes de la matem á tica y de la ciencia natural : Consideraciones muy sumarias muestran que ello no es así y
todos ellos se presentan en la imaginación de manera sú bita , que la respuesta « vá lida » a la pregunta de por qué he obrado
« intuitiva » , como hipó tesis, y luego son « verificados » en los de ese modo representa una formación categorialmente cons-
hechos , esto es, se los investiga en cuanto a su « validez » apli- fruida , que puede elevarse a la esfera del juicio demostrable
cando el saber empí rico ya adquirido y se los «formula » de sólo mediante el empleo de abstracciones, aunque aqu í, por
una manera l ógicamente correcta . Exactamente lo mismo ocu- cierto, la « demostración » comparezca ante el foro í ntimo del
rre en la historia ; en efecto , cuando aquí se afirma que el co- « actor » .
nocimiento de lo « esencial » est á ligado al empleo del concepto Supongamos que una joven madre impulsiva se fastidie ante
de posibilidad objetiva , con ello nada se quiere aseverar acerca ciertas rebeld ías de su. hijo y que, como buena alemana que
de la cuestió n , interesante desde el punto de vista psicológico no acata la teor í a contenida en aquellas hermosas palabras de

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Busch « superficial es el golpe, pues solo la fuerza del espí -

ritu penetra en el alma » , le propine una buena bofetada.
uno mismo o relatado por otros. No será ciertamente necesaric
dilucidar la validez universal de esta proposición en complica -
Supongamos adem á s que afortunadamente esté « afectada por dos ejemplos 38 y comprobar expresamente, verbigracia , que
la palidez del pensamiento » lo suficiente para « pararse a me- en el an á lisis de una decisión de Napoleón o de Bismarck pro-
ditar » unos segundos, luego de propinada aquella, ya sea acer - cedemos exactamente del mismo modo que la madre alemana
ca de su « conveniencia pedagógica », de su « justicia » o, al me- de nuestro ejemplo. El hecho de que el « aspecto í ntimo » de
nos, del « despliegue de fuerza » desarrollado con ella ; o, me- ¡a acción bajo análisis est á para ellos dada en el recuerdo ,
jor aun , supongamos que el grito del ni ño despierte en el mientras que nosotros tenemos que « interpretar » desde el
pater familias que, como alem á n , está convencido de su supe- « exterior » la acción de un tercero, constituye solamente, en
rioridad en cuanto a comprensión de todas las cosas y , por lo contra de lo que cree el prejuicio ingenuo, una diferencia de
tanto , tambié n de la educació n de los niñ os, la necesidad de grado en cuanto a la asequibilidad y al carácter m ás o menos
dirigir a la madre reproches desde puntos de vista « ideológi - completo de los « materiales». No obstante, cuando encontra -
cos » ; ella aducirá entonces, a modo de descargo, que si en mos « complicada » la « personalidad » de un hombre y dif ícil
aquel instante no hubiese estado « alterada », digamos, por ejem - de analizar, tendemos en todos los casos a creer que él mismo,
plo, a causa de una disputa con su cocinera, aquel correctivo con que solo quisiera ser sincero , deberí a estar en condiciones
no habr í a sido aplicado o bien no lo habría sido de « < jse mo- de ofrecer acerca de ello una información decisiva . No anali -
do » ; y tenderá a conceder a su esposo que « é l sabe bien que
ella no suele mostrarse as í » . Con ello lo remite a su « saber de 38 Consideremos aquí brevemente otro ejemplo, analizado por K. Voss-
experiencia » acerca de sus « motivos constantes », los cuales, ler ( op. di., pág. 101 y sig. ) a fin de ilustrar la impotencia de la for -
mació n de « leyes » Menciona ciertas originalidades ling üísticas de si;
en la mayoría de las constelaciones que son en general posi - familia , «una í nsula itálica en un mar de habla alemana », acuñ adas por
bles , habrían producido otro efecto, menos irracional . Con sus hijos e imitadas por los mayores en el trato con estos , y cuyo origen
otras palabras , pretende que aquella bofetada fuera , en cuanto se remonta a motivos muy concretos, que se presentan con toda clari -
a ella , una reacción frente al comportamiento de su niño cau - dad en el recuerdo, y pregunta: « ¿ Qué pretende explicar todav ía en
estos casos de desarrollo lingüístico la psicolog ía de ios pueblos ? » ( y .
sada de manera « accidental », y no «adecuada », para emplear podríamos a ñ adir nosotros en el mismo sentido, cualquier ciencia «de
desde ahora una terminología que aclararemos en 3o que sigue. leyes » ) , El proceso, considerado por s í, está en los hechos prima facie
Ha bastado con esta plá tica hogareña para convertir en « ob- explicado de manera totalmente satisfactoria ; sin embargo, ello no im -

jeto » categorialmente construido aquella « vivencia ». Y por plica que no pueda ser objeto de una elaboración y un empleo ulterio
res . Ante todo, la circunstancia de que aqu í la relación causal puede ser
-
m ás que la joven , en caso de que un l ógico le explicase que ha
comprobada de manera determinada podr í a ( concebiblemente, pues es
ejecutado una « imputación causal » semejante a la del historia - lo ú nico que aqu í interesa ) emplearse como medio heurístico a fin de
dor; que , con este fin , ha formulado « juicios de posibilidad comprobar si la misma relación causal puede encontrarse con probabili -
objetiva » y hasta operado con la categoría de «causación ade- dad en otros procesos de desarrollo ling üístico: pero esto exigir ía , con-
cuada » , de la que pasaremos a tratar en seguida ; por más que siderado desde el punto de vista lógico, la subsunción del caso concreto
ella , decimos, se asombrara , con toda seguridad , lo mismo que en una regla general . El propio Vossler ha formulado más tarde esta
aquel filisteo de Moliere que, para grata sorpresa de su parte , regla : « Las formas que se usan con mayor frecuencia atraen a las más
raras ». Pero con ello no basta . La explicaci ó n causal del caso aducido
cayó en la cuenta que toda su vida había hablado en prosa sin es, como dijimos , prima facie suficiente. Pero no hay que olvidar que
saberlo, no otra cosa , sin embargo , es lo que sucede ante el cualquier conexión causal individual , aun la más simple en apariencia ,

foro de la l ógica . Nunca ni en parte alguna un conocimiento puede ser dividida y analizada hasta el infinito, y el punto en que ha
conceptual , aun de una vivencia propia , es un efectivo « revi - bremos de detenernos depende solo de los límites de nuestro interés
causal en cada caso. En el caso aducido no está en modo alguno dicho
vir » o una simple « fotograf í a » de lo vivido , pues la vivencia , que nuestra necesidad de explicación causal haya de contentarse con el
vuelta « objeto », adquiere siempre perspectivas y nexos que proceso « de hecho » indicado. Una observación precisa enseñar í a posi -
en la « vivencia » misma no son «conscientes ». En ese respecto , blemente , pongamos por ejemplo, que esa «atracció n » que condicionaba
el representar-se una accción pasada , propia , en la reflexión , las transformaciones lingüísticas de los niños y la imitación por parte
en modo alguno procede de distinto modo que el representar-se de los mayores de estas creaciones infantiles se producía en grados muv
un « proceso natural » concreto , pasado, ya sea « vivido » por -
distintos para diversas formas lexicales , y , en consecuencia , podr ía ptan

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za remos aqu í en detalle por qué esto no es as í sino que , mu - reglas universales de experiencia , aun cuando se cumpla aque
lla completitud « ideal » de los materiales proporcionados por
-
chas veces , sucede precisamente lo contrario. las fuentes;49 Sin embargo, ello no es imprescindible. El exa-
Antes bien , pasamos a considerar má s de cerca la categor í a men de la significaci ón causal de un hecho histó rico empezar á
de « posibilidad objetiva » , cuya función hemos caracterizado con este planteo : si, eliminando ese hecho del complejo de
hasta aquí de manera muy general , y por cierto de manera factores considerados como co-determinantes o modificándolo
espedal , la cuestió n relativa a la modalidad de la « validez » de
los « juicios de posibilidad » . ¿ Es v á lida la objeción de que la
en determinado sentido , el curso de los acontecimientos po -
introducción de «posibilidades » en la « consideración causal » drí a haber tomado , seg ú n reglas universales de experiencia ,
implica en general la renuncia al conocimiento causal , y que , una direcció n configurada de distinto modo , cualquiera que
fuese , en los puntos que son decisivos para nuestro inter és .

de hecho a pesar de todo lo que ya hemos dicho acerca del
basamento « objetivo » de los juicios de posibilidad — , puesto En consecuencia , solo nos importa cómo aquellos « aspectos »
que el establecimiento del curso « posible » debe ser confiado
del fen ómeno interesantes para nosotros son afectados por los
momentos singulares co-determinantes. Y , por cierto, si res-
siempre a la « imaginación », el reconocimiento de la significa-
pecto de este planteo esencialmente negativo no obtenemos
ci ó n de esta categor í a implica precisamente la confesió n de que
un « juicio de posibilidad objetiva » correspondiente; si , por
en la « escritura de la historia » las puertas est á n siempre abier-
tas al capricho subjetivo y que ella , por lo tanto , no es una
ciencia ? En los hechos , la siguiente pregunta : ¿ qu é « hatfria »
— —
io tanto lo que quiere decir lo mismo , de acuerdo con el
estado de nuestros conocimientos, el curso del acaecer en los
puntos « históricamente importantes » , es decir, aquellos que
ocurrido si se piensa como modificado en cierto sentido un nos interesan , supuesta la eliminaci ón o modificación de aquel
momento determinado, relacionado con las dem ás condiciones ? hecho , hubiese sido el mismo que result ó de hecho, segú n « ca -
a menudo no puede ser respondida positivamente , a partir de bría esperar » de acuerdo con reglas universales de experiencia ,
tearse la pregunta de si no cabría decir algo acerca de por qué deter-
entonces aquel hecho carece de significación causal y en modo
minada forma se presenta con mayor o menor frecuencia , o bien no apa - alguno pertenece a la cadena que el regreso causal de la his-
rece. En tal caso, nuestra necesidad de explicación causal solo se satis- toria quiere y debe reconstruir.
far í a cuando las condiciones de este presentarse se formulasen en la Los dos disparos que estallaron en Berl í n esa noche de marzo
forma de reglas y el caso concreto fuese «explicado» como una cons- pertenecen aproximadamente, segú n Meyer, a aquella catego-
telación particular, que brota de la «cooperación» de tales reglas bajo
condiciones concretas. Con ello el propio Vossler tendr í a instalados en r í a , aunque quizá no totalmente , puesto que , seg ú n su concep-
su propio dominio la aborrecida caza de las leyes, ei aislamiento y la ge- ció n , al menos el estallido revolucionario estuvo co-determ í-
neralización . Y esto, ante todo, por su propia culpa . Su concepción ge - nado por ellos en cuanto al momento en que se produjo, y un
neral , en efecto, segú n la cual «la analog ía es una cuestión de fuerza momento posterior podría haber implicado también otro cur-
psíquica», constri ñe irremisiblemente a plantear la pregunta de si no so de los acontecimientos .
es posible discernir y expresar algo puramente general acerca de las con-
diciones «ps íquicas» de tales « relaciones de poder psíquicas» ; y ya a Sin embargo , si , de acuerdo con nuestro saber de experiencia ,

primera vista introduce en estas cuestiones al menos en esta formu- cabe suponer que cierto aspecto , con relación a los puntos im-

lación la que parece ser la peor enemiga de Vossler : la « psicolog í a » .
Que nos contentemos en el caso concreto con la simple exposición del
origen concreto puede obedecer a un doble fundamento: o bien porque
portantes respecto de la consideración concreta , reviste rele-
vancia causal , el juicio de posibilidad objetiva que expresa esta
las « reglas » que un an álisis ulterior permitir ía discernir no ofrecer ían
relevancia admite toda una escala de grados de certeza. La

una nueva comprensión para la ciencia es decir que el acontecimien -
to concreto no posee significación como « medio de conocimiento » , o — opinió n de Eduard Meyer relativa a que la « decisió n » de Bis-
marck « provocó » la guerra de 1866 en otro sentido que aque-
bien porque el acontecimiento concreto mismo, por haber sido operan- llos dos disparos implica la afirmación de que, excluyendo esta
te sólo dentro de un estrecho á mbito , carece de alcance universal para
el desarrollo del lenguaje y, por lo tanto, est á desprovisto de significa -
decisión , los otros determinantes existentes tendrían que de
jarnos suponer , con « alto grado » de posibilidad objetiva , un
-
ció n también como «causa real » . En consecuencia , son los lí mites de
nuestro interés y no la falta de sentido lógico los que condicionan el
hecho de que, respecto del proceso acaecido en la familia de Vossler, 39 El intento de construir positivamente lo que « habría » ocurrido pue-
se ahorre presumiblemente la «formulación de conceptos». de llevar a resultados monstruosos.

166 167
desarrollo distinto ( jen los puntos «esenciales»! ). Por ejem- minada cantidad de puntos . Tal causalidad , en consecuencia ,
plo: conclusión del tratado entre Prusia e Italia , la entrega es absolutamente « accidental », lo que nos autoriza a afirmar
pacífica de Venecia , la coalición de Austria con Francia o hasta que la manera f ísica de arrojar los dados no influye « de ma -
un cambio de las circunstancias polí ticas y militares, que ha - nera general » sobre las posibilidades de obtener como suerte
bría llevado en los hechos a hacer de Napoleón el « amo de la un determinado n ú mero de puntos : para cada una de esas ma -
situació n ». El juicio de « posibilidad » objetiva admite, pues , neras, las probabilidades de que una cualquiera de las seis
por esencia , gradaciones, y , apoy á ndose en principios que son caras de los dados quede apuntando hacia arriba son , para
empleados en el análisis lógico del «cálculo de probabilidades» , nosotros , « iguales » . Por lo contrario, existe una proposición
es posible representarse la relación lógica concibiendo aquellos de experiencia general seg ú n la cual , si el centro cíe gravedad
componentes causales, a cuyo resultado « posible » se refiere el de los dados se encuentra desplazado, una de las caras de este
juicio , como aislados y contrapuestos respecto de todas
las dado « cargado » resultar á « favorecida » cualesquiera que sean
dem ás condiciones de las que pueda en general pensarse que los otros determinantes concretos, y hasta podemos expresar
mantienen con ellos una acció n recíproca , e inquiriendo de num éricamente el grado de « favorecimiento », de « posibilidad
qu é modo el cí rculo de todas aquellas condiciones , mediante objetiva » , mediante una repetició n suficientemente elevada
cuyo a ñ adido esos componentes causales pensados como aisla - de las suertes. A pesar de Ja advertencia que suele hacerse ,
dos resultaron « conducentes » para provocar el resultado « po- con todo derecho , en contra del traslado de los principios del
sible» , se relaciona con el cí rculo de todas las condiciones me- cá lculo de probabilidades a otros á mbitos, es claro que este
diante cuyo a ñ adido aquellos componentes no lo hubieran último caso presenta analogías en el á mbito de cualquier cau -
« previsiblemente » provocado. Naturalmente , en modo alguno salidad concreta , con la ú nica diferencia de que aquí falta por
se obtiene mediante esta operació n una relación entre ambas completo la determinabilidad numérica, que presupone, en
« posibilidades » que fuera calculable « num é ricamente » en al- primer lugar, el « azar absoluto », y , en segundo, determina -
gú n sentido. Ello solo se lograría en el campo del « acaso ab- dos « aspectos » o resultados num éricamente mensurables como

soluto » ( en sentido lógico ) , es decir allí donde como en el
juego de dados o en la extracció n de bolas de distintos colo-
objeto ú nico del interés. A pesar de esa falta podemos , sin
embargo , no solo formular juicios de validez general acerca
res de una urna que contuviera siempre la misma combinació n de que determinadas situaciones « favorecen » un tipo de reac -
de estas—, en una cantidad muy grande de casos, determina- ción , igual en cuanto a ciertas características, de parte de los
das condiciones, simples y unívocas, permaneciesen absoluta - hombres enfrentados con ellas , y ello en mayor o menor grado,
mente id énticas , mientras que todas las dem á s variasen de sino que estamos también en condiciones , cuando formulamos
manera que se sustrajera absolutamente a nuestro conocimien- una proposici ó n de este tipo , de señ alar una enorme masa de
to , y donde aquellos « aspectos » del resultado que interesan circunstancias , que posiblemente pudieran a ñadirse, y tales
en los dados , la cantidad de puntos ; en la extracció n de que no alterarían aquel « favorecimiento » general . Y, por fin ,


bolas , el color de éstas estuvieran determinados de tal mo-
do, en cuanto a su « posibilidad », por aquellas condiciones
podemos evaluar el grado de favorecimiento de cierto resul -
tado por parte de determinadas « condiciones », aunque no de
constantes y unívocas ( constitució n ele los dados, distribució n manera un í voca o siguiendo el tipo de un cá lculo de probabi-
de las bolas ) que todas las otras circunstancias concebibles lidades: podemos ponderar , por comparación con el modo
careciesen de toda relació n causal con aquellas « posibilidades » , en que otras condiciones, pensadas como modificadas, « ha -
expresable en una proposición general de experiencia. El mo- brían favorecido » tal resultado, el «grado » relativo de aquel
do en que tomo el cubilete y lo agito antes de arrojar los da - favorecimiento general , y , una vez realizada exhaustivamente,
dos constituye un componente absolutamente determinante del en la « imaginació n » , esa comparació n a trav és de modificacio-
nú mero de puntos que in concreto arrojo, pero, a pesar de nes concebibles de los elementos en n úmero suficiente, cabe
todas las supersticiones del « jugador » , no existe posibilidad pensar que se obtiene un grado de certeza cada vez mayor con
alguna de concebir siquiera una proposició n de experiencia respecto a un juicio acerca del « grado » de posibilidad objetiva ,
que exprese que una determinada manera de ejecutar ambos
actos « resulta conducente » para favorecer una suerte de deter - — —
al menos en principio y es esta la ú nica cuestió n que aqu í
nos ocupa .. No solo en la vida cotidiana , sino también y es-

168 169
pecialmente en la historia , aplicamos de continuo tales juicios
acerca del « grado » de «favorecimiento » , ya que sin ellos se- —
cillamente imposible , sino , antes bien , que tal desarrollo
diferente « habr ía » sido la consecuencia «adecuada » de aquel
r ía sencillamente imposible distinguir entre lo « importante » suceso. Expresemos ahora de manera lógicamente correcta el
y lo « insignificante » desde el punto de vista causal. Por cierto , veredicto de Meyer , objetado por Von Below , acerca de la uni-
también Meyer los ha empleado, sin sospecharlo, en la obra ficación de Alemania : ella es la consecuencia «adecuada» de
que comentamos aqu í . Si aquellos dos disparos, tantas veces ciertos sucesos del pasado ; del mismo modo, la Revolución de
mencionados ya , fueron causalmente « inesenciales» porque Marzo producida en Berl ín puede volverse comprensible si-
« cualquier accidente — segú n la opinión de Meyer que aqu í guiendo reglas generales de experiencia como la consecuencia
no criticamos en cuanto a los hechos — deb í a provocar el es-
tallido del conflicto » , ello significa que, en la constelación his-
adecuada de cierta « situación » general , polí tica y social . Por
lo contrario, si fuese creí ble que sin esos dos disparos hechos
tó rica dada , se pueden aislar conceptual men te determinadas a las puertas del palacio de Berlín « habría » podido ser evi-
« condiciones » que habr ían provocado aquel efecto aun cuando —
tada segú n reglas generales de experiencia y con un grado
se concibiese un nú mero enormemente grande de otras condi-
ciones que fuese posible añadir a las primeras, mientras que

de probabilidad decisivamente elevado una revolución , por-
que pudiera demostrarse que la combinación de las dem ás
el círculo de ios momentos causales concebibles cuyo a ñadido « condiciones » no habría « facilitado » —
en el sentido de este
volvería para nosotros probable otro resultado ( jen relaci ón
con los puntos « decisivos»! ) se nos aparece relativamente co-

giro que antes hemos explicitado , o no lo habría hecho en
medida considerable, seg ú n reglas generales de experiencia , el
mo muy limitado. Y queremos suponer , a pesar de la expre- estallido de una revolució n sin el a ñadido de aquellos dispa-
si ón « debí a » , que en opinión de Meyer ese cí rculo no era nulo ,
puesto que en otros lugares este autor insiste con tanta fuerza
— —
ros ; si de tal modo decimos pudiera ello volverse creíble ,
entonces hablar íamos de causación « accidental », y , en ese caso ,
en el carácter irracional de lo histórico. harto dif ícil de concebir por cierto, la Revolución de Marzo
Para atenernos al uso terminol ógico de los teóricos de la causa- debería ser « imputada » causalmente a aquellos dos disparos.
lidad en materia jurídica , uso establecido desde los trabajos En el ejemplo de la unificación de Alemania , por lo tanto , a
de Kries, llamaremos causaci ó n « adecuada » a los casos que lo « accidental » no hay que contraponer , como supuso Von
corresponden al tipo l ógico mencionado en ultimo término , Below , lo « necesario » , sino lo « adecuado» , en el sentido que
que ata ñen a la relació n de determinados complejos de « con- ya hemos desarrollado siguiendo a Von Kries.40 Hemos de
diciones» con un « resultado » sobreviniente, complejos conce- dejar bien establecido , adem á s , que con respecto a esta con -
bidos como aislados y reunidos por la consideración histórica traposició n en ningú n momento se trata de diferencias de la
en una unidad . ( La « causación adecuada » se refiere a la de causalidad « objetiva » del curso de los procesos históricos y
aquellos elementos del resultado a través de estas condiciones. ) sus relaciones causales mismas, sino , exclusivamente , de que
Adem ás, del mismo modo como lo hace Meyer quien sola ——
mente no formula de manera clara ese concepto , hablare
-
-
nosotros aislamos mediante abstracció n una parte de las « con -
diciones » previamente halladas en la « tela » del acaecer y la
mos de causación «accidental» allí donde, respecto de los ele- convertimos en objeto de « juicios de posibilidad » , a fin de
mentos del resultado que entran en la consideración histó rica , obtener de ese modo, mediante la ayuda de reglas de expe-
pasaron a ser eficaces ciertos hechos que provocaron un resul
tado no « adecuado » en este sentido con relación a un complejo
- riencia , una comprensión de la « significación » causal de los
elementos singulares del acaecer . A fin de penetrar acabada-
de condiciones concebido como reunido en una unidad . mente los nexos causales reales, construimos nexos irreales.
Para volver ahora sobre los ejemplos que utilizamos antes, la Ha sido particularmente frecuente el que se desconociera que
« significación » de la batalla de Maratón puede ser determina - se trata de abstracciones , y ello de una manera que encuentra
da lógicamente, siguiendo la opinión de Eduard Meyer , del
siguiente modo : No se ¿rafa de que un triunfo de los persas 40 Más adelante consideraremos qué medios poseemos para apreciar el
habr ía debido tener por consecuencia un desarrollo de la cul- « grado» de adecuación , y qué papel juegan en ello las llamadas «analo-
g ías», en especial con la descomposición de «complejos de causas » en
tura helénica , y por lo tanto universal , determinado de ma - —
nera por entero diferente — pues semejante juicio sería sen -
sus elementos para ío cual no poseemos por cierto una «clave de des-

membramiento » . La formulación es aqu í , por fuerza , provisional ,

170 171
su an álogo en determinadas teorías de especialistas en causa - eso, decirnos, sino que , ante todo, ha de quedar firmemente
lidad jurídica, teorías que se basan en los puntos de vista de establecido que un resultado concreto no puede ser considera-
J. Stuart Mill y que ya han sido criticadas41 de manera convin- do como fruto de una lucha entre algunas causas que lo pro-
cente en el citado trabajo de Von Kries . Siguiendo a Mili , mueven y otras que lo obstaculizan , sino que el conjunto de
quien creía que el cociente de probabilidad matem á tico im - todas las condiciones a que conduce el regreso causal a partir
plicaba la relación entre aquellas causas que « provocaban » un de un « resultado » debió «entrar en acción rec í proca » así y
resultado y aquellas que lo « obstaculizaban » , causas que exis - no de otro modo, a fin de que el resultado concreto adviniese
tí an ( « objetivamente » ) en un momento dado , también Bin - tal como fue y no de otro modo ; en efecto, para toda ciencia
ding supone que entre las condiciones que « promueven un empírica que labore causalmente, el advenimiento del resul -
resultado » y las que lo «obstaculizan » existe objetivamente tado no se establece en un momento determinado sino que
( en casos particulares ) una relació n susceptible de expresió n est á fijado « desde toda la eternidad » . Por lo tanto , cuando se
numérica o bien determinable de manera estimativa , la cual, habla de condiciones que « favorecen » u « obstaculizan » cierto
bajo ciertas circunstancias, se encuentra en « estado de equili - resultado , con ello no puede significarse que determinadas
brio » ; el desarrollo de la causación consiste , precisamente, en condiciones procuren estorbar en vano en el caso concreto el
que las primeras rompen a su favor ese equilibrio.4 Es evi -
dente que aqu í el fenómeno de la « lucha de motivos # , que se
- resultado en definitiva provocado, mientras que otras lo hayan
impuesto a pesar de aquellas ; esa expresió n , por lo contrario ,
presenta como « vivencia » inmediata en el caso del examen solo y exclusivamente puede significar que ciertos elementos
de las « acciones » humanas, ha sido erigido como base de la teo- de la realidad que preceden en el tiempo al resultado, conce-
ría de la causalidad. Sin que interese qué significación general bidos como aislados, generalmente « favorecen » segú n reglas
se quiera atribuir a ese fen ómeno ,43 es bien seguro que nin- universales de experiencia un resultado del tipo correspondien -
guna consideración causal rigurosa , y tampoco la hist ó rica , en te, lo cual significa , sin embargo , como sabemos , que en la ma -
consecuencia , puede aceptar este antropomorfismo.44 No solo yor ía de las combinaciones con otras condiciones , concebidas
la representación de dos « fuerzas » operantes «contrapuestas» como posibles , aquellos elementos suelen provocar este re -
es una imagen espacíal-corpórea , que ú nicamente puede ser sultado, mientras que, por lo contrario, ciertos otros general -
aplicada de manera no enga ñosa en aquellos procesos en

especial los de tipo mecá nico y f ísico 43 en los átales, entre — mente no provocan este sino otro . Trá tase de una abstracción
aislante y generalizante , y no de la descripción de un proceso
dos resultados « contrapuestos » en sentido f ísico, uno es pro- que ocurra efectivamente, en aquellos casos en que, por ejem -
vocado por una de las fuerzas y el otro por la otra ; no solo plo , leemos en Meyer ( pág. 27 ) que todo «empuja» hacia
determinado resultado; en efecto, con ello sólo se quiere
41 La medida en que aqu í, como en muchas consideraciones anteriores, decir , si se lo formula de modo lógicamente correcto, que po-
he « saqueado» las ideas de Von Kries me resulta harto embarazosa, m á- demos aislar conceptualmente y establecer « momentos » causa -
xime cuando mi formulación es por fuerza mucho menos precisa que la
suya. Pero ambas cosas eran inevitables para los fines de este estudio . les , respecto de los cuales el resultado esperado debe ser
42 Binding, Die Normen und ihre Uebertretung , vol. T , pág. 41 y stg. ; concebido como en relación de adecuación, puesto que son
Von Kries, op. cit ., pág. 107 relativamente escasas las combinaciones representables de esos
43 H. Gomperz ( Deber die Wahrscheinlichkeit cler Willensentscheidun- momentos causales tomados por separado con otros de los cua -
gent Viena , 1904, separata de los Sitzungsberichten cler Wiener Akade
mie, Phil .- hist ., KL, vol. 14 ) ha hecho lo mismo sobre la base de una
- les pudiera « esperarse » segú n reglas generales de experiencia
teor ía fenomenológica de la « decisión ». Reservo mi opinión acerca del un resultado distinto. Solemos hablar , en los casos en que de
valor de su exposición del proceso. De todos modos, me parece que la acuerdo con nuestra « concepci ón » las cosas son tales como las
describe Meyer con esas palabras, de la existencia de una « ten-
— —
identificación hecha por Windelband, puramente anal í tico-conceptua!
lo cual es deliberado para sus fines , del motivo « má s fuerte» con
aquel en cuyo favor en definitiva la decisión «se inclina» ( Deber Wi -
Uensfreiheity pág. 36 y sig. ) no constituye el ú nico modo posible de tra-
dencia de desarrollo» orientada al resultado correspondiente.46
Esto, al igual que el empleo de imágenes como « fuerzas im-
tar el problema.
44 Respecto de ello tiene plena razón Kistiakowski, op. cit . 46 La fealdad de la expresión en nada perjudica la existencia de la si-
45 Véase Von Kries, op. city pág 108. tuación lógica .

172 173
pulseras » o , a la inversa , « obstaculizantes » de un desarrollo
— —
por ejemplo, del « capitalismo » , pero de la misma manera 3 . Sobre algunas categor ías de la so-
el giro que expresa que en un caso concreto una « regla » de-
terminada de la trama causal es « cancelada » por medio de
ciolog ía comprensiva 1 (1913 )
determinadas concatenaciones causales , o ( con expresión a ú n
más imprecisa ) que una « ley » lo es por otra « ley » , todas esas
caracterizaciones son , pues, inobjetables, siempre que se tenga
continuamente conciencia de su car á cter conceptual , que se 1. Sentido de una sociolog í a « comprensiva »
tenga por lo tanto presente que ellas estriban en la abstracción
de ciertos elementos de la concatenación causal real , en la Al igual que todo acaecer , la conducta humana ( « externa » o
generalizació n conceptual de los dem ás bajo forma de juicios « interna » ) muestra nexos y regularidades. Sin embargo, hay
de posibilidad objetiva y en el empleo de estos para la cons- algo que es propio solamente de la conducta humana , al menos
trucción del acaecer como una trama causal articulada de de- en sentido pleno: el curso de regularidades y nexos es inter-
terminada manera . 47 Pero no nos basta en este caso con que pretable por v í a de comprensión. Una « comprensión » de la
se admita y se tenga conciencia de que todo nuestro « conoci
miento » se relaciona con una realidad categorialmente* cons-
- conducta humana obtenida por medio de interpretación con-
tiene ante todo una « evidencia » cualitativa específica , de di-
truida , y que, por lo tanto, la « causalidad » , por ejemplo , es mensi ó n singular ísima . El que una interpretación posea esta
una categor ía de « nuestro » pensamiento . En efecto , en este
respecto, el car á cter « adecuado » de la causación presenta una 1 Adem ás de las exposiciones de G . Simmel , en Die Pr óbleme der ge
schichtspbilosophie, Leipzig 1892, y de mis trabajos anteriores ( reunidos
-
problem á tica propia .48 Si bien no es nuestra intención rea- en el presente volumen ) se debe mencionar las observaciones de Rickert ,
lizar aqu í un an á lisis exhaustivo de esta categor ía , será em - en la segunda edición de la obra Die Grenzen der naturwissenschaftli -
pero necesario averiguar , al menos de manera sucinta , a fin de chen Begriffsbildung , Tubinga, 1913, y los diversos trabajos de K. Jas-
poner en claro y volver comprensible para lo sucesivo la na- pers , en especial Allgemeine Psycbopathologie , Berl í n , 1913. Diferen -
turaleza estrictametnte relativa , condicionada por el fin cog- cias de conceptu ación , tal como es posible encontrarlas entre estos auto-
res y también respecto de la obra , siempre importante , de F. Tonnies
noscitivo concreto en cada caso , de la oposici ón entre causa- ( Gemeinscbajt und Gcsellscbaft , Berl í n , 1887 ) y de los trabajos de A .
ci ón « adecuada » y « accidental » , có mo el contenido , en muchí- Vierkandt y otros, no tienen por qué representar siempre diferencias
simos casos sumamente indeterminado, de la proposición con - de opinión. En el aspecto metodológico, a los trabajos mencionados es
tenida en un juicio de posibilidad se compadece con su exi- posible agregar los de Gottl ( Herrschaft des Wor í es , Berl ín , 1913 ) y
gencia de « validez » y su aplicabilidad para la formació n de la ( para la categor ía de posibilidad objetiva ) de Radbruch ; también, aun-
que má s indirectamente, los de Husserl y Lask . Se advertirá f ácilmente
serie causal hist órica .49 que la elaboración conceptual muestra relaciones de semejanza externa ,
pero una aguda contraposició n interna , con las formulaciones de R.
Stammler ( Wirtschajt und Recht nach der materialistiseben Geschichts
auffassung , Leipzig , 1896 ) , quien es tan destacado como jurista cuanto
-
confuso como teórico de la sociedad . Ello es deliberado. El modo de
formación de los conceptos sociológicos es en gran medida cuestión de
oportunidad . En modo alguno estábamos obligados a formular todas las
categor ías que siguen ( desde la sección quinta hasta la séptima ) . Las
desarrollamos, en parte, a fin de mostrar lo que Stammler « habría de-
bido significar ». La segunda parte del ensayo es un fragmento de una
exposición escrita hace ya tiempo que debía servir para la fundamen -
47 Solo donde se olvida esto lo nial por cierto ocurre muy a menu
— -
do son fundadas las dudas de Kistiakowski ( o p. cit . ) acerca del ca- taci ón metódica de investigaciones positivas, y , sobre todo, de una con-
r ácter « metaf ísico» de esta consideración causal . tribución ( Wirtschajt und Gesellschaft ) para una obra general que de-
48 También respecto de esto los puntos de vista decisivos han sido en berá aparecer más tarde, y de la cual otras partes se publicará n ocasio-
parte expresados y en parte insinuados tanto por Von Kries como por nalmente en otros lugares. Eil carácter pedantesco de la formulación co-
Radbruch. rresponde al deseo de distinguir con nitidez el sentido subjetivamente
49 Otro ensayo deb í a seguir a este. ( Nota del editor alem án. ) mentado del objetivamente vá lido ( apart á ndonos con eso en algo del
método de Simmel ) .

174 175
evidencia en medida muy alta nada prueba en sí en cuanto a La evidencia específica del comportamiento racional con rela -
su validez empírica. En efecto, un comportamiento igual en su ción a fines no trae naturalmente por consecuencia que la
curso y su resultado externos puede descansar en constelacio- interpretació n racional haya de ser considerada , ele manera es-
nes de motivos de índole muy diversa , entre los cuales los pecial , meta de la explicación sociológica . A causa del papel
comprensibles de manera m ás evidente no siempre han sido que en la acción del hombre desempeñan « estados emociona -
los realmente en juego. Antes bien , el « comprender » determi- les » y afectos « irracionales con relació n a fines », y puesto
nado nexo ha de ser controlado , en la medida de lo posible, que toda consideración comprensiva racional con relació n a
con los mé todos usuales de la imputación causal antes de que fines tropieza de continuo con fines que , por su parte, ya no
una interpretación , no importa cuán evidente , pase a ser una pueden ser interpretados como « medios » racionales para otros
« explicación comprensible » v á lida . Ahora bien , la interpreta - fines sino que es preciso aceptarlos como o den raciones ideo-
ción racional con relación a fines ( Zioeckraliónales ) es la que
posee el grado m áximo de evidencia. Por comportamiento ra -

lógicas no susceptibles de ulterior interpretaci ón racional por
m ás que su origen pueda pasar a ser , como tal , objeto de una
cional con relación a fines ha de entenderse aquel que se orien -
ta exclusivamente hacia medios representados { subjetivamen-
te ) como adecuados para fines aprehendidos de manera ( sub-
explicación comprensiva que proceda « psicológicamente » ,
con igual derecho se podría afirmar precisamente lo contrario.
Es evidente, sin embargo, que muy a menudo el comporta-

jetivamente ) un í voca . En modo alguno es solamente com - miento interpretable racionalmente configura , respecto de!
prensible para nosotros la acción racional con relaciojn a fines: análisis sociológico de conexiones comprensibles, el « tipo
« comprendemos » también el curso t ípico de los afectos y de ideal » m ás apropiado. Tanto la sociología como la historia
sus consecuencias t ípicas para la conducta . Para las disciplinas realizan interpretaciones de í ndole ante todo « pragm á tica », a
empíricas, los límites de lo « comprensible » son fluctuantes. partir de nexos racionalmente comprensibles de la acció n . As í
El éxtasis y la experiencia m ística , al igual que ciertos tipos procede, por ejemplo, la econom ía social , con su construcción
de conexiones psicopá ticas o el comportamiento de niñ os pe- racional del « hombre econ ómico ». Y, por cierto, no de otro
queñ os { o bien de los animales , de que aquí no nos ocupa - modo opera la sociología comprensiva . En efecto, su objeto
mos ) , ante todo, no son asequibles en la misma medida que específico no lo constituye para nosotros un tipo cualquiera
otros procesos a nuestra comprensió n y a nuestra explicación de « estado interno» o de comportamiento externo sino la ac-
comprensiva. No se trata , por cierto, de que lo «anormal » ción. Pero « acción » ( incluidos el omitir y el admitir delibera -
como tal se sustraiga a la explicación comprensiva. Por lo con - dos ) significa siempre para nosotros un comportamiento com -
trario, lo absolutamente « comprensible » que es a la vez lo i prensí ble en relación con « objetos » , esto es un comportamien -
m ás « sencillo » de aprehender , en cuanto corresponde a un to especificado por un sentido [ subjetivo ] « poseído » o « men -
« tipo regular » ( en el sentido de esta expresión que enseguida tado », no interesa si de manera m ás o menos inadvertida . La
dilucidaremos ) , puede ser, precisamente , obra de quien se apar- contemplación budista y el ascetismo cristiano de la concien -
te en mucho del promedio. Como a menudo se ha dicho, « no cia íntima se relacionan , respecto del actor , de manera subje -
es preciso ser César para comprender a César » . De lo contra - tivamente plena de sentido , con objetos « internos » , mientras
rio, toda historia carecería de sentido. A la inversa , se da el que la disposición econ ómica racional de un hombre en cuanto
caso de que actividades de un hombre a las que consideramos a bienes materiales se relaciona con objetos « externos » . Aho-
totalmente cotidianas , « propias » de él y por cierto « psíquicas», ra bien , la acci ó n que específicamente reviste importancia para
carezcan por completo, en su conexió n , de aquella evidencia la sociología comprensiva es, en particular , una conducta que
cualitativa específica que lo comprensible marca . Por ejemplo , 1 ) est á referida , de acuerdo con el sentido subjetivamente men -
de la misma manera que muchos procesos psicopá ticos, los tado del actor , a la conducta de otros ; 2 ) est á co-determinada
procesos de la memoria y el intelecto solamente en parte son en su decurso por esta su referencia plena de sentido , y 3 )
« comprensibles » . Por ello , las ciencias comprensivas tratan las es explicable por v ía de comprensió n a partir de este sentido
regularidades comprobadas relativas a esos procesos psíquicos mentado ( subjetivamente ) . Con el mundo exterior y en espe-
del mismo modo que las uniformidades legales de la naturaleza cial con la acción de los otros relació nanse también, de manera
f ísica . subjetivamente provista de sentido , las acciones afectivas y los

176 177
« estados emotivos » que revisten importancia respecto del cur - hombre econ ómico aislado. Pero la pertinencia para la socio-
so de la acció n , es decir indirectamente , como el « sentimiento logía comprensiva de procesos que carecen de una « referencia
-
de dignidad » , el « orgullo », la « envidia » , los « celos » . La socio a sentido » subjetiva , como las series estadísticas de nacimien-
log í a comprensiva no se interesa , sin embargo, en los fenóme- tos y muertes, los procesos de selecció n de los tipos antropoló-
nos fisiológicos y en los antes llamados « psicof ísicos » , como gicos, pero también los hechos meramente psíquicos , consiste
por ejemplo esfigmogramas, cambios de los tiempos de reac- exclusivamente en su papel de « condiciones» y «consecuen-
ci ón y otros similares, ni en los datos psíquicos brutos , como cias » respecto de las cuales se orienta la acción provista de
por ejemplo la combinaci ón de sentimientos de tensión , de sentido, como es el caso, en la econom ía polí tica , de los estados
placer y displacer que pueden caracterizar a aquellos. Ella , en clim á ticos o fisiológico-vegeta ti vos .
cambio, establece diferenciaciones siguiendo referencias t í pi- Los procesos de la herencia , por ejemplo, no son comprensi-
cas , provistas de sentido , de la acción ( ante todo referencias bles a partir de un sentido subjetivamente mentado, y, como
a lo externo ) , por lo cual , como veremos , lo racional con re - es obvio , lo único que logran las comprobaciones de la ciencia
lació n a fines le sirve como tipo ideal , precisamente para po- natural, a medida que se vuelven m ás exactas , es disminuir
der estimar el alcance de lo irracional con relació n a fines .
Solo si se quisiese caracterizar el sentido ( subjetivamente men- — -
en algo esa incomprensibilidad. Supongamos qu e alguna vez
se logre a sabiendas nos expresamos de manera « no pro-
tado ) de su referencia como el « aspecto interno » de la con- —
fesional » poner en conexión, de algú n modo aproximada-

ducta humana giro este no carente de peligros sfe podr í a—
afirmar que la sociologí a comprensiva considera aquellas ma -
mente uní voco , el grado de subsistencia de cualidades e im-
pulsos determinados, pertinentes desde el punto de vista so-
nifestaciones exclusivamente « desde el interior » , es decir , sin ciológico , tales, por ejemplo, que favorezcan el nacimiento de
computar sus fenómenos f ísicos o psí quicos. Por lo tanto , di- la aspiración a ciertas formas de poder social o bien la posi-
ferencias en cuanto a cualidades psicológicas no revisten por —
bilidad de alcanzarlas como, en general, la capacidad de
s í solas importancia para nosotros. La identidad de la referen- orientar racionalmente la acción o, en particular, otras cuali-
cia provista de sentido no se liga a la identidad de las cons- —
dades intelectuales específicas , con un í ndice craneano o con
telaciones « ps íquicas » que eventualmente se presenten , aun - la pertenencia a determinados grupos humanos, caracterizables
que diferencias en un aspecto puedan estar condicionadas por a través de ciertos rasgos, cualesquiera que estos sean. En tal
diferencias en el otro. Una categoría como « af á n de lucro » , sin caso, la sociología comprensiva , como es obvio , tendría que
embargo, en modo alguno pertenece a una « psicología » . En tomar en cuenta en su labor estos hechos especiales del mismo
efecto , « idé ntico » af á n de « rentabilidad » por parte de una modo como, por ejemplo, lo haría con el sucederse típico de
« misma » empresa comercial puede , no solo ir unido en dos las edades del hombre o bien su carácter de ser mortal en ge-
propietarios sucesivos con « rasgos de car á cter » absolutamente neral ; Sin embargo, su tarea propia comenzaría precisamente
heterogéneos , sino estar condicionado de manera directa , en allí donde hubiera que explicar de manera interpretativa : 1 )
cuanto a su curso y a su resultado en todo idé ntico , por mediante qué acción provista de sentido, referida a objetos,
constelaciones « psíquicas » en definitiva contrapuestas ; tam- pertenezcan estos al mundo externo o al interno, procuraron
bién las «orientaciones teleológicas » últimas y por lo tanto los hombres dotados con aquellas cualidades heredadas espe-
( para la psicología ) decisivas suelen carecer de todo paren - cíficas realizar el contenido de su aspiración de tal modo co-
tesco. Procesos que no tienen un sentido subjetivamente refe- determinada o favorecida, y en qué medida y por qué esto se
rido al comportamiento de otros no por eso son indiferentes alcanza , y 2 ) qu é consecuencias comprensibles ha tenido esta
desde el punto de vista sociológico. Por lo contrario, pueden
encerrar en sí las condiciones decisivas de la acción y , por
aspiración ( condicionada hereditariamente ) respecto del com
portamiento de otros hombres , que también contenga una re-
-
lo tanto, sus fundamentos determinantes. Por ejemplo, al ferencia provista de sentido.
« mundo externo » carente de sentido, a las cosas y procesos de
la naturaleza se refiere exclusivamente la acción , de un modo
provisto de sentido, en una parte esencialísima de las ciencias
comprensivas , a saber, la acció n , teó ricamente construida , del

178 179
2. Relació n con la « psicolog í a» incomprensibles , o bien como comprensibles, mas no racionales
con relació n a fines. No existe otro medio para establecer qué
De acuerdo con todo lo dicho, la sociología comprensiva no ha revestido importancia , en cuanto al curso de la acción , en-
forma parte de una « psicología ». El « gé nero m á s compren - tre los elementos de la situación « psíquica », que suponemos
sible » directamente, propio de la estructura provista de sen - aqu í conocidos de manera completa. Esto vale sin excepción
tido de una acci ón , es por cierto la acci ó n orientada, en lo sub- alguna para cualquier imputación histórica y sociológica. Sin
jetivo , de manera estrictamente racional , siguiendo medios a embargo, las « orientaciones ideológicas » ú ltimas, aprehensi-
los que se considera ( subjetivamente ) como unívocamente bles con « evidencia » y « comprensibles » en este sentido ( « sus-
adecuados para el logro de fines aprehendidos1 como ( subjeti - ceptibles de revivencia simpaté tica » ) , con las que tropieza una
vamente ) un ívocos y claros . Y ello del mejor modo posible , psicologí a comprensiva ( por ejemplo, el « impulso sexual » ) ,
cuando tambié n al investigador le parecen aquellos medios constituyen solo datos que han de ser aceptados en principio
apropiados para estos fines. Cuando una acción tal es « expli - del mismo modo que otros datos cualesquiera , por ejemplo,
cada » , ello no significa , sin embargo , que se pretenda dedu - una constelación de facticidades que careciera por completo de
cirla a partir de estados de cosas « psíquicos » ; antes a la in - sentido.
versa: se pretende deducirla , como es manifiesto , solo a partir Entre la acción que est á orientada ( en lo subjetivo ) de mo
de las expectativas que en efecto se alimentaron , de manera do absolutamente racional con relaci ón fines y los datos
subjetiva , en torno del comportamiento de los objetos ( racio- psíquicos absolutamente incomprensibles se encuentran, ligadas
nalidad con relación a fines subjetiva ) , as í como de las que se en la realidad mediante m últiples transiciones, las conexiones
tuvo el derecho de alimentar seg ú n reglas válidas de experien - comprensibles ( irracionales con relación a fines ) com ú nmente

cia racionalidad con relación a lo regular ( Richtigkeitsra-

tionalitat ) , objetiva -. Mientras m ás un í vocamente esté orien -
llamadas « psicológicas » , cuya dif ícil casu ística no podemos
tratar aqu í , ni siquiera de manera indicativa. La acci•ó n orien-
/

tada en lo subjetivo de manera racional con relació n a fines


tada una acci ón de acuerdo con el tipo de la racionalidad con
relación a regular, tanto menos será posible comprender con y la acció n ( « racional con relaci ó n a lo regular » ) orientada
« de modo correcto » ( richti g ) hacia lo objetivamente v álido
sentido su curso mediante consideraciones psicol ógicas cuales-
quiera . A la inversa , toda explicación de procesos irracionales , difieren radicalmente. A juicio del investigador , una acción y

es decir aquellos en los que pasaron inadvertidas las condi - por explicar puede parecer racional con relación a fines en alto
ciones «objetivamente » regulares de la acci ó n racional con re - grado, pero orientada segú n suposiciones del actor que carecen
lació n a fines , o bien aquellos en que se desecharon en medida de toda validez. Por ejemplo, una acci ón orientada siguiendo
relativamente importante también las consideraciones raciona - representaciones mágicas muy a menudo presenta en lo subje-

les con relación a fines propios clel actor en un « pá nico bur- tivo un car á cter m á s racional con relaci ón a fines que ciertos

sá til » , p. ej. , necesita , ante todo, establecer cómo se
habría actuado en el caso l í mite, el del tipo ideal racional , de
una racionalidad absoluta con relació n a fines y a lo regular.
comportamientos « religiosos » no m ágicos, puesto que la reli -
giosidad , a medida que avanza el desencantamiento del mundo,
se ve forzada a aceptar cada vez m ás ( en lo subjetivo ) refe-
Solo entonces, es decir , solo establecido esto, puede cumplir - rencias de sentido irracionales con relación a fines ( por ejem-
se, como lo enseña la más elemental consideraci ón , la impu - plo , referencias « de conciencia » o m ísticas ) . Aun prescindien -
tació n causal respecto de componentes « irracionales » tanto do de la imputación , la historiograf ía y la sociología tienen
subjetivos cuanto objetivos , puesto que solo entonces se sabe que ver de continuo tambié n con las relaciones que el curso

— —
qué es explicable, respecto de la acción para emplear una de hecho de una acción comprensible, provista de sentido ,
expresión cuyo uso es caracter ístico , « de manera exclusiva - mantiene con aquel tipo que la acción « debió » adoptar en
mente psicológica », esto es, imputable a conexiones que de- caso de corresponder a lo « v álido » ( para el propio investiga-
penden de una orientación objetivamente errónea o bien de dor ) , queremos decir con ello al « tipo regular » ( Richtigkeitsty-
una irracionalidad con relaci ó n a fines subjetiva , y , por último, pus ) .
de motivos que pueden ser interpretados como aprehensibfes En efecto, el hecho de que un comportamiento orientado,
solo segú n reglas de experiencia , pero que son por completo subjetivamente provisto de sentido, corresponda a un tipo

180 181
regular , se contraponga a él o se le acerque en mayor o menor
medida , puede constituir , para determinados fines ( no para —haberobservada de manera
sido declarada
«
deficiente bien inadvertida
» a partir
o
de fundamentos
por no
-
comprensi
todos ) de la historiograf ía y de la sociología , un estado de bles— del comportamiento externo o interno . Y ello, por
cosas de suma importancia « en bien de s í mismo », es decir , a otra parte, del mismo modo como lo implicaba desde el pun-
(
consecuencia de las relaciones de valor rectoras. Adem ás , este to de vista metodológico ) la teoría del materialismo econó mi-
será , ante todo respecto del t é rmino externo de la acción co , que precedió a la de Nietzsche en algunas décadas . En
— —
del « resultado » , un momento causal decisivo. Trá tase,
por lo tanto, de un estado de cosas respecto del cual, en cada
tales casos, lo racional con relación a fines en lo subjetivo,
aunque no sea observado , y lo objetivamente racional con
caso , han de revelarse las precondiciones históricas concretas , relación a lo regular entran de manera harto f ácil en una rela -
o sociológicas t í picas , de modo tal que se vuelva comprensi- ción no siempre bien aclarada , que , sin embargo, no hemos
ble, y que por esa ví a quede explicada, a través de la categorí a de tratar con m ás detalle aqu í . Solo nos interesa indicar, en
de la «causación adecuada provista de sentido » , la proporción efecto , a grandes trazos ( y de manera necesariamente impre-
de identidad , apartamiento o contradicción del curso empírico cisa ) , aquello que lo « meramente psicológico » del «compren -
respecto del tipo regular . La coincidencia con el « tipo regular » der » presenta siempre de problem á tico y limitado. Por un lado,
constituye la conexión causal « m ás comprensible », en cuanto est á una racionalidad inadvertida ( « no declarada » ) , relativa -
la « m ás adecuada , provista de sentido». «Causado adecuada- mente abarcadora , de la conducta que aparece como por en -
mente de una manera provista de sentido » a partir #de la his - tero irracional con relació n a fines , y que se vuelve « compren-
toria de la lógica es el hecho de que , dentro de una trabazó n sible » a causa de esa racionalidad . Por el otro lado , el hecho,
de argumentos sobre cuestiones l ógicas , bien determinada y al que se puede documentar de cien maneras ( en la historia
subjetivamente provista de sentido ( esto es, dentro de un de la cultura ) , de que fen ómenos que en apariencia est á n con-
( « estado de problemas » ) , a un pensador se le « ocurra » una dicionados de manera directamente racional con relación a fi-
idea que se aproxime al tipo regular ( correcto ) de la « solu - nes estuvieron originados históricamente , en verdad , por mo-
ción » . Y ello del mismo modo como, en principio , la orienta - tivos enteramente irracionales, hasta que la mutación de las
ció n hacia lo real « segú n experiencia » de parte de cierto ac- condiciones de vida les otorgó un alto grado de « racionalidad
tuar nos parece « causada de manera adecuada , provista de con relación a lo regular » t écnica , con lo que sobrevivieron
sentido ». « adaptados » y hasta , en ocasiones , se difundieron universal-
Sin embargo, el que el decurso real de cierto actuar se aproxi- mente.
me grandemente al tipo regular , esto es la racionalidad con La sociología toma nota , naturalmente, no solo de la existen -
relación a lo regular f áctica, objetiva , muy lejos est á de coin - cia de « motivos presuntos » del obrar , de « satisfacciones sus-
cidir necesariamente con un actuar que sea en lo subjetivo ra- titutas» de orientaciones impulsivas , y similares, sino, m ás to-
cional con relación a fines y esté orientado siguiendo fines daví a , de que elementos cualitativos lisa y llanamente « incom-
un ívocos, plenamente conscientes, y medios escogidos de ma- prensibles » de un proceso de motivaciones lo co-determinan
nera consciente como « adecuados ». Una parte esencialísima del modo m á s estricto tambi én en cuanto a su referencia pro-
de la labor de la psicologí a comprensiva consiste, precisamen- vista de sentido y al tipo de su repercusió n . Una acció n « igual »,
te, en revelar conexiones observadas de modo insuficiente o en cuanto a su referencia provista de sentido , cobra en ocasio-
bien inadvertidas , que , por lo tanto , no est án en lo subjetivo nes ,: meramente a causa de los diferentes « tiempos de reacció n »
orientadas racionalmente en este sentido , las cuales , sin em - cuantitativos de los participantes, un curso radicalmente dis-
bargo, en buena medida apuntan hacia una conexión com - tinto en cuanto a su efecto final. Precisamente tales diferencias
prensible como objetivamente « racional » . Prescindimos por y disposiciones ante todo cualitativas conducen , siguiendo ca-
completo aqu í de ciertas partes de la labor del llamado psico- denas de motivación originariamente « id é nticas » , a que la re-
an álisis que presentan este car ácter ; pero tambié n una cons- ferencia de los participantes , « provista de sentido » , tome a
trucción como la teor ía del resentimiento, de Nietzsche , im - menudo caminos heterogéneos tambié n en cuanto al sentido.
plica una interpretaci ón , en cuanto deduce, a partir de una Para la sociología existen los siguientes tipos de acción , liga-
situación de intereses pragm á ticos , una racionalidad objetiva dos « en » y « respecto de » un hombre mediante continuas tran-

182 183
siciones: 1 ) el tipo de lo regular , alcanzado de manera m ás o para la sociología comprensiva, las relaciones con la « psicolo-
menos aproximada ; 2 ) el tipo orientado de manera ( subjeti- gía » son distintas en cada caso particular. La racionalidad re-
vamente ) racional con relación a fines ; 3 ) el tipo m ás o me- gular objetiva sirve a la sociolog ía como tipo ideal respecto
nos consciente o advertido y orientado de manera racional del actuar empí rico; la racionalidad con relació n a fines, res-
con relaciones a fines de modo más o menos un í voco ; 4 ) el pecto de lo comprensible psicol ógicamente con sentido , y lo
tipo no racional con relación a fines , pero que muestra una comprensible con sentido respecto del actuar motivado de ma -
conexi ó n comprensible provista de sentido; 5 ) el comporta - nera incomprensible ; mediante comparació n con el tipo ideal
miento motivado mediante conexió n m ás o menos compren - se establecen , con miras a la imputación causal, los elementos
sible provista de sentido, pero co-determinado o interrumpido irracionales ( en el sentido en cada caso diferente de este tér -
con mayor o menor intensidad por elementos incomprensi - mino ) pertinentes desde el punto de vista causal .
bles, ty , por fin , 6 ) los hechos psíquicos o f ísicos totalmente La sociología impugnaría la suposició n de que « comprensión »
incomprensibles. y « explicación » causal carecen de toda relació n recí proca por -
Con respecto a tales tipos de acción , la sociología sabe que que parten en su labor de polos totalmente contrapuestos del
no cualquier actuar que transcurra de manera « racional con acaecer, y en particular porque la frecuencia estad ística de
relación a lo regular » estuvo condicionado en lo subjetivo co- un comportamiento en modo alguno vuelve a este m á s « com -
mo racional con relación a fines. Es obvio tambié n para ella , prensible » ni provisto de sentido, as í como la « comprensibili -
en particular , que no son las conexiones discernibles de mane- dad » óptima nada dice como tal en favor de la frecuencia, sino
ra lógica , racional , las que determinan la acción real, sino , co- que , antes al contrario , las m ás de las veces una racionalidad
mo suele decirse, las « psicológicas ». Lógicamente, por ejem - con relació n a fines subjetiva , absoluta , implica lo contrario .
plo, es posible deducir como « consecuencia », a partir de una En efecto, no obstante ese argumento , las conexiones anímicas
religiosidad m ístico-contemplativa , la indiferencia por la sal- comprendidas con sentido y , en especial , los procesos de mo-
vació n de los otros , y , a partir de la creencia en la predestina - tivació n orientados de manera racional con relación a fines ,
ción, el fatalismo o también el anomismo é tico. De hecho , sin valen, para la sociología , como miembros de una cadena cau -
embargo, la primera puede conducir , en determinados casos sal , la que , por ejemplo , parte de circunstancias « externas » y ,
t í picos , a una especie de euforia , « poseída » subjetivamente a su término, conduce de nuevo a un comportamiento « exter -
como un sentimiento de amor, que, en verdad , carece de objeto no ». Las interpretaciones « provistas de sentido » de una con -
— y que en esa medida presenta una conexión « incomprensi-
ble » al menos parcialmente—, y que en la acción social es a
ducta concreta no son para ella , naturalmente, como tales , aun
si presentan la m á xima « evidencia » , otra cosa que meras hi -
menudo « retomado » como « acosmismo del amor » conexión—
« comprensible », naturalmente, no como « racional con relación
pótesis respecto de la imputació n. Necesitan , por lo tanto, de
una verificació n que emplear á llegado el caso los mismos me -

a fines », sino como psicológica . Por su parte, la creencia
en la predestinación puede, en caso de que se presenten cier-
dios que cualquier otra hipótesis. Valen para nosotros como
hipótesis utilizables , en cuanto podamos suponer una « posibi -
tas condiciones ( enteramente comprensibles ) , admitir, incluso lidad » , muy variable en casos particulares , de que presenten
como comprensible de manera específicamente racional, que cadenas de motivación « provistas de sentido » ( subjetivamen -
la capacidad de realizar una acción activamente é tica se vuelva , te ) . Cadenas causales en las que, mediante hipó tesis interpre-
para el creyente , fundamento cognoscitivo de su salvación per- tativas , se introducen motivaciones orientadas de manera ra -
sonal , y, con ello , desarrollar esta cualidad , en parte de manera cional con relació n a fines son directamente accesibles , como
racional con relación a fines y , en parte, enteramente compren- « explicaciones » , por cierto bajo determinadas circunstancias
sible y provista de sentido. Por otra parte, sin embargo , el
punto de vista de la creencia en la predestinación puede ser ,
— —
favorables y en relaci ó n tambié n con esa misma raciona -
lidad , a la comprobació n estad ística y , en tales casos , asimismo
de un modo « psicol ógicamente » comprensible, producto de vi- a una prueba óptima ( relativamente ) de su validez. A la in -
cisitudes de la vida y de cualidades de « car ácter » ( que han de versa , datos estadísticos ( y entre ellos se cuentan muchos da -
aceptarse como datos ) muy determinadas y comprensibles tam - tos de la « psicolog ía experimental » ) , todas las veces que deno -
bi é n , con sentido, en sus conexiones. Y bien , ya es suficiente: ten el decurso o las consecuencias de una conducta que encie -

184 185
rre en s í algo interpretable de manera comprensible , quedan del « tipo regular », lógicamente considerada , no es en principio
para nosotros « explicados » solo cuando reciben también una otra cosa que un caso de formación de tipos ideales , aun cuan-
efectiva interpretación provista de sentido en el caso concreto. do a menudo rev ísta la m á xima importancia . De acuerdo con
El grado de racionalidad con relación a lo regular de un actuar su principio lógico, precisamente , no desempeña este papel de
es , para una disciplina emp í rica , una cuestió n en definitiva tam- modo diferente de como, llegado el caso, lo haría un « tipo irre-
bi é n empí rica. En efecto, las disciplinas empíricas laboran , to- gular » convenientemente escogido, segú n el respectivo propó-
das las veces que se trata de las relaciones reales entre sus sito de la investigación . En cuanto a tal tipo, sin embargo , la
objetos ( y no de sus propios supuestos lógicos ) , inevitable- distancia respecto de lo « v á lido » es lo decisivo. Pero desde
mente sobre la base del « realismo ingenuo » ; lo hacen solo en el punto de vista lógico no media diferencia en cuanto a si un
diversas formas en cada caso , segú n la índole cualitativa del tipo ideal es formado a partir de conexiones comprensibles
objeto. Por ello , también las proposiciones y normas lógicas provistas de sentido , o bien de conexiones específicamente ca -
y matem á ticas, all í donde son objeto de investigación socio- rentes de sentido. As í como en el primer caso est á formado
lógica , por ejemplo cuando el grado de su « empleo » racional por la « norma » válida , en el segundo el tipo ideal lo está por-
con relació n a lo regular se convierte en tema de indagació n u ñ a facticidad sublimada desde lo empírico como tipo « puro » .
estad ística , no son para nosotros otra cosa , desde el punto de Pero tampoco en el primer caso el material empí rico es for -
vista « lógico » , que h á bitos convencionales de un comporta - mado mediante categorías de la « esfera de validez » . Solo el

miento práctico si bien , por otra parte, su validez es « pre- tipo ideal, construido, es extra ído de esta . Adem ás , en qué

supuesto » del trabajo del investigador . Nuestra labor con -
tiene también , por cierto, aquella importante problem á tica
medida un tipo regular se vuelve adecuado como tipo ideal
es algo que depende por entero de relaciones de valor .
que apunta a determinar en qu é grado la relaci ón de la con-
ducta empí rica con el tipo regular pasa a ser , en verdad , un
momento de desarrollo causal , real , de procesos empíricos .
Pero el indicar hacia esa situaci ón objetiva , como tal , en modo 3 . Relació n con la teor í a jur í dica
alguno es propio de una orientación de la labor investigadora
que prive al objeto de su car á cter empí rico , sino de una labor El propósito del « comprender » , como modo de consideración,
determinada por relaciones de valor , que condiciona la índole es también , en definitiva , el fundamento por el cual la socio-
de los tipos ideales aplicados , as í como su funció n . No es pre- logía comprensiva ( en nuestro sentido ) trata al individuo ais-
ciso considerar aquí de manera m ás acabada la importante pro- lado y a su obrar como la unidad ú ltima , como su « á tomo» ,
blem á tica universal , tan dif ícil de captar en su sentido propio, si es que se nos admite esta peligrosa comparación . Otros mo-
dé lo « racional » en la historia .2 Desde el punto de vista de los dos de consideración pueden tener por tarea considerar al in -
conceptos generales de la sociolog í a , en efecto, la aplicación dividuo , pongamos , como un complejo de « procesos » psíqui-
cos, químicos o de cualquier otro tipo. Para la sociología , sin
2 Me propongo dilucidar eventualmente con un ejemplo ( la historia de embargo, todo lo que sobrepasa el umbral de un comporta-
la m úsica ) el modo en que « act ú a » la relación entre el tipo regular de miento susceptible de interpretación con sentido, relacionado
una conducta y la conducta empírica, y en que este momento del desa- con objetos ( internos o externos ) , no entra en consideración
rrollo se relaciona con las influencias sociológicas . No solo para una
historia de ía lógica o de otras ciencias, sino tambi én en todos los otros de otro modo que los procesos de la naturaleza «carente de
campos revisten la m á xima importancia desde el punto de vista de la sentido » , a saber , como condició n u objeto de referencia sub-
diná mica del desarrollo estas relaciones, esto es, el punto de ensambla- jetiva para aquel . No obstante, por esa misma razón el indivi -
miento en que pueden irrumpir las tensiones de lo empí rico respecto duo constituye, para ese modo de consideración, el límite y el
del tipo regular . Y lo mismo vale para la situación que se presenta , de ú nico portador del comportamiento provisto de sentido. Nin -
modo individual y fundamentalmente diferente en cada á mbito parti-
cular de la cultura , a saber: en qu é sentido no es realizable un tipo gú n giro expresivo que parezca apartarse de él puede enmas-
regular un í voco, sino que solo es posible o inevitable un compromiso carar este hecho. Pertenece a la í ndole , no solo del lenguaje ,
o una selección entre diversos fundamentos de racionalización . No po- sino también de nuestro pensamiento el que los conceptos con
demos considerar aqu í tales problemas atinentes al contenido. que es aprehendido el actuar hagan aparecer a este con el as-

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pecto de un ser fijo, de una formación semejante a una cosa o
a una « persona » que lleva vida propia. Lo mismo sucede , y — —
palabra «Estado » en caso de que la emplee sólo hay un
proceso de acciones humanas de í ndole particular. Cuando se
hasta particularmente, en la sociología . Conceptos como « Es- ve obligada , pues , en este caso como en muchos otros , a em-
tado » , « feudalismo » , « corporación » y otros parecidos desig- plear los mismos t érminos que la ciencia jurídica , ella no mien -
nan , para la sociología , en general , categorías que se refieren ta el sentido jurídicamente « correcto » de estos . Es este , sin
a modos determinados de actuar humano en sociedad, y por embargo , el inevitable destino de toda sociología , a saber : que
lo tanto su tarea consiste en reducirlos a un actuar « compren- deba emplear muy a menudo, para la consideración de las con -
sible », lo cual significa , sin excepción , al actuar de los hom - tinuas y ubicuas transiciones entre los casos « t í picos » que el
bres participantes. Esto no necesariamente es así en el caso de
otros modos de consideració n . Ante todo , ello distingue el mo-
actuar real muestra , las precisas expresiones jurídicas
— pre-
cisas porque descansan en la interpretación silogística de nor -
do de consideració n sociológico del jurídico. El derecho , por
ejemplo, en ciertas circunstancias trata al « Estado » como si
mas — para luego atribuirles su propio sentido , radicalmente
diverso del jurídico. Añádase a esto todavía que , conforme a
fuese una « personalidad de derecho » al igual que un indivi- la naturaleza del objeto, debe proceder de continuo emplean -
duo, porque su labor orientada a la interpretación del sentido do conexiones «corrientes » , cuyo sentido se conoce a partir de
objetivo, esto es, al contenido normativo de preceptos jurí di- la vida cotidiana , con miras a la definici ón de otras, y volvien -
cos, hace que tal instrumento conceptual aparezca eomo ú til do luego a definir aquellas con ayuda de las segundas. Exa -
y hasta como imprescindible. Del mismo modo , un precepto minaremos algunas definiciones de este tipo.
jurídico considera los embriones como « personalidades de de-
recho » , mientras que para disciplinas comprensivas empí ricas
la transición de una facticidad pura de la conducta práctica-
mente pertinente a un « actuar » comprensible con sentido es , 4. El «actuar en comunidad »
también en el caso de los ni ños, por completo fluctuante. La
sociología, por lo contrario, en cuanto para ella el « derecho » Hablamos de « actuar en comunidad » allí donde la acción hu -
entra en consideración como objeto, no tiene que ver con la mana se refiere de manera subjetivamente provista de sentido
dilucidación del contenido de sentido « objetivo » , lógicamente a la conducta de otros hombres. Una colisión involuntaria en -
correcto , de « preceptos jurídicos » , sino con un actuar , respecto tre dos ciclistas , por ejemplo , no ha de ser considerada un
de cuyos determinantes y de cuyas resultantes, naturalmente , actuar en comunidad . Sí , en cambio , los eventuales intentos
revisten también importancia, entre otras, las representaciones de ambos por evitar el choque o , producido este , el que « ri -
de los hombres acerca del « sentido » y del « valor » de deter- ñan » o « discutan » un « arreglo » amigable. Para la imputación
minados preceptos jurídicos. Ella solo va más allá del cons- causal sociológica , el actuar en comunidad no es por cierto lo
tatar la existencia de hecho de tal representación de la validez ú nico importante. Empero, constituye el objeto primario de
en cuanto 1 ) toma en cuenta también la probabilidad de la di - una sociología « comprensiva » . Un elemento normal importan -
fusión de tales representaciones, y 2 ) reflexionando acerca de
si, en determinadas circunstancias que pueden ser precisadas,
te — —
aunque no indispensable del actuar en comunidad lo
constituye, en particular, su orientación , provista de sentido,
el hecho de que en la cabeza de determinados hombres domi- hacia las expectativas de una determinada conducta por parte
nen ciertas representaciones, empíricamente determinadas en de los otros y hacia las chances , calculadas ( subjetivamente )
cada caso , acerca del « sentido » de un « precepto jurídico » re- sobic esa base, que ofrece la consecuencia del propio actuar .
presentado como vá lido tiene por consecuencia que el actuar Un principio explicativo en extremo importante y comprensible
pueda estar orientado racionalmente hacia ciertas «expectati- del actuar es , de acuerdo con esto, la subsistencia objetiva
vas » y , por lo tanto , proporcione a individuos concretos « chan- de estas chances , es decir la probabilidad mayor o menor , ex-
ces » determinadas. Su conducta puede estar considerablemen- presable en un « juicio de posibilidad objetiva » , de que estas
te influida por esa v ía . Esta es la significació n sociológica , expectativas sean justas . En especial , cualquier actuar « racio-
conceptual , de la « validez » empí rica de un « precepto jurídico» . nal con relación a fines » , en el sentido antes definido , es un
Para la consideración sociol ógica , en consecuencia , tras de la actuar orientado hacia expectativas. Más adelante nos deten -

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tiremos en esto. Estudiamos primero el hecho de la expectativa 1 ) un comportamiento históricamente observado , o bien 2 )
alentada de manera subjetiva . En principio parece a primera un comportamiento construido teóricamente , como objetiva -
vista indiferente que las que señalen el camino al actuar pro- mente « posible » o « probable » , realizado por individuos en
pio de quien las alienta sean expectativas de determinados pro- relación con comportamientos reales, o representados como
cesos naturales, esperados ya sea sin intervención del actor o potenciales, de otros individuos. Es preciso mantener esto fir-
bien como reacciones frente a su actuar tendiente precisamente memente también en el caso de las categor ías que pasamos a
a que sobrevengan, o bien , de manera semejante , expectativas dilucidar ahora.
de una determinada conducta de parte de otros hombres. Pero
las expectativas de una determinada conducta de parte de otros
hombres pueden tambié n fundarse, en el caso de quien act ú a
de manera subjetivamente racional , en el hecho de que él sub- .
5 La «asociación» y el «actuar en sociedad»
jetivamente cree poder esperar de ellos una conducta provista
de sentido en lo subjetivo, y, por lo tanto, calcular de ante- Denominamos actuar asociado ( « actuar en sociedad » ) a un
mano, con un diverso grado de probabilidad , a partir de re- actuar en comunidad en la medida en que 1 ) se oriente, con
laciones determinadas, provistas de sentido , Jas chances de esa sentido, hacia expectativas alentadas sobre la base de ordena -
conducta . En particular, esta expectativa puede fundarse sub- mientos, cuando 2 ) el « estatuto » de estos se ha realizado de
jetivamente en el hecho de que el actor « se entiende » con el o manera puramente racional con relación a fines, con miras al
los otros, ha entrado en « acuerdos» con ellos , cuya « disposi- actuar de los asociados esperado como consecuencia , y cuando
ció n interna » cree tener motivos para esperar de acuerdo con 3 ) la orientación provista de sentido se produce , en lo subje-
el sentido mentado por él mismo . Esto proporciona ya una tivo , de manera racional con relación a fines. Un orden esta-
particularidad cualitativa específica del actuar en comunidad , tuido, en el sentido puramente empírico que estamos conside-
puesto que constituye una ampliación esencial de aquel cí rculo rando, es como lo definiremos aqu í de manera solo provi-
de expectativas segú n el cual el actor cree poder orientar su
propio actuar de manera racional con relació n a fines. El sen-

sional o bien 1 ) un requerimiento de unos hombres a otros ,
unilateral y, en el caso lí mite racional, expreso, o 2 ) una ex-
tido posible ( subjetivamente mentado ) del actuar en comuni- plicación recí proca bilateral entre hombres, expresa en el caso
dad en modo alguno se agota en la orientació n en vista de límite , con el contenido subjetivamente mentado de que se
« expectativas » del « actuar » de terceros en especial. En el caso prevea o espere un tipo determinado de actuar. Toda otra
límite puede prescindir por entero de estas, y el actuar refe- precisión acerca de esto queda por ahora en suspenso.
rido por su sentido a terceros puede estar orientado de manera El que un actuar esté « orientado » con sentido , en lo subjetivo,
exclusiva hacía el « valor », subjetivamente creído , de su con- hacia un orden estatuido sólo puede significar , ante todo, que
tenido de sentido en cuanto tal ( « deber » u otro ) , en cuyo al actuar subjetivamente previsto de los individuos asociados
caso no se orienta en vísta de expectativas sino de valores. corresponde objetivamente también su actuar de hecho. El
Del mismo modo , en el caso de las « expectativas » , su conte- sentido de un orden estatuido, y , por lo tanto, la acción pro-
nido no ha de constituirlo necesariamente un actuar , sino que
puede serlo también , por ejemplo, un mero comportamiento
— — — —
pia prevista o la de otros esperada puede ser capta-
do, sin embargo, por parte de los individuos asociados, o bien
í ntimo ( como una « alegría » ) del tercero. La transició n del interpretado m á s tarde por ellos , de maneras distintas , con lo
tipo ideal desde la conducta propia referida , con sentido, a la cual un actuar que esté orientado en lo subjetivo de acuerdo
conducta con sentido de un tercero, hasta el caso extremo en con un orden ( considerado idé ntico, subjetivamente, por los
que el tercero ( un niño de pecho, por ejemplo ) entra en con - participantes ) no necesariamente ha de ser tambié n en lo ob-
sideración sólo como « objeto» es , empí ricamente , en un todo jetivo de idé ntica í ndole en casos idé nticos. Y , adem ás , una
imprecisa . El actuar orientado en vista de expectativas de un « orientació n » del actuar hacia un orden estatuido puede con-
actuar con sentido es , para nosotros , solo el caso límite ra- sistir , también, en que su sentido subjetivamente aprehendido
cional . sea infringido de manera consciente por parte de un individuo
Pero siempre « actuar en comunidad » significa para nosotros: asociado . Alguien que de manera consciente y deliberada con-

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travenga el sentido, por él subjetivamente aprehendido, del orientado subjetivamente , en su contenido de sentido * en vista
orden de un juego de naipes , y que por lo tanto juegue con de aquellas expectativas de conducta promedio , es un actuar
« trampas » , sigue siendo tambié n , sin embargo , « jugador parti- « adecuadamente causado » . Por ello las chances calculables
cipante » , en contraposició n a quien se sustrajese de seguir ju - objetivamente de las expectativas posibles hacen también las
gando. Y ello del mismo modo como un « ladrón » o un «ase- veces de fundamento cognoscitivo, comprensible en medida su -
sino » orientan su conducta en vista de aquellos mismos orde- ficiente, de la existencia probable de aquellas expectativas en-
namientos que infringen de manera subjetivamente consciente tre los actores. Ambas cosas coinciden aqu í de hecho , en cuan -
y provista de sentido , en cuanto ocultan su hacer o su persona . to a su expresión , casi inevitablemente, sin que por ello, como
Por lo tanto, para la « validez » empí rica de un orden estatuido es natural , desaparezca el abismo lógico que las separa. Como
racional con relación a fines lo decisivo no consiste en que los es olwio , solo en el primero de los sentidos considerados
actores individuales orienten de continuo su propio actuar de
acuerdo con e! contenido de sentido interpretado subjetivamen -
— —
como juicio de posibilidad objetiva entiéndese que aque-
llas chances son , como promedio, apropiadas para servir de ba-
te por ellos. Antes bien , puede significar dos cosas : 1 ) que se a las expectativas subjetivas de los actores de manera pro-
de hecho ( subjetivamente ) los individuos, por regla general , vista de sentido, y que « por ello » sirvieron en efecto ( en me-
como el jugador tramposo y el ladr ón , alienten la expectativa dida considerable ) .
de que los otros individuos asociados han de configurar en Creemos que la exposición anterior ha de haber puesto en claro
promedio su conducta « como si » tomasen por modelo de su que, entre la alternativa de persistencia o cesación de una
actuar la disposició n interna del orden estatuido , y 2 ) que asociación , alternativa que parece excluyeme desde el punto
ellos , de acuerdo con la estimación , que se aplica como pro - de vísta lógico, en la realidad existe una escala continua de
medio, de las chances del comportamiento humano, puedan transiciones. En cuanto todos los jugadores de una partida de
alentar objetivamente tales expectativas ( lo cual constituye naipes saben , unos de otros, que las reglas de juego acordadas
una formulación particular de la categoría de «causalidad ade- ya no se respetan ; o bien en cuanto no subsiste ya ninguna
cuada » ) . Desde el punto de vista l ógico es preciso distinguir chance objetivamente calculable de manera normal y « por eso»
firmemente ambas cosas. La primera es un hecho que se pre- no se calcula subjetivamente ninguna , como, por ejemplo, la
senta de manera subjetiva entre los actores que forman el ob- chance de que quien destruye la vida de otro se preocupe to-
jeto de observación , es decir , un hecho supuesto como exis- davía normalmente por el orden al que de modo consciente
tente « en promedio » por parte del investigador. La segunda infringe, puesto que esa misma infracción no deja entrever nin-
constituye una chance que el sujeto cognoscente ( el investiga - guna consecuencia para él ; en tales casos , decimos , la existen -
dor ) ha de calcular objetivamente por referencia a los conoci - cia empí rica de ese orden ha desaparecido y la asociación co-
mientos y a los h á bitos de pensamiento probables del actor . rrespondiente no subsiste m á s . Ella subsiste solamente en la
En la formación de conceptos generales, sin embargo, la socio- medida en que todavía perdure , en un á mbito significativo
logía atribuye a los participantes en el actuar, como subjetiva - desde el punto de vista pr áctico, un actuar orientado segú n
mente existente, una cierta « capacidad » promedio de com - sus ordenamientos, cualesquiera que sean estos , de acuerdo
prensión , exigida para evaluar aquellas chances. Esto significa con el sentido mentado como promedio. Los l ímites de tal per -
que presupone de una vez para siempre, a modo de tipo ideal , duración , empero, son imprecisos.
que las chances objetivamente existentes como promedio son Síguese también de lo dicho , por ejemplo, que el actuar real
calculadas tambié n de manera aproximada, subjetivamente , de los individuos puede estar orientado, de manera subjetiva -
por los sujetos de la acció n racional con relació n a fines . Por mente provista de sentido , segú n múltiples ordenamientos
lo tanto, tambié n para nosotros la « validez » empírica de un que, de acuerdo con los h á bitos de pensamiento prevalecientes
orden debe consistir en el carácter objetivamente fundado de en cada caso , se « contradigan » de una manera provista de sen-
aquellas expectativas de conducta promedio ( categoría de la tido aunque « valgan » empíricamente uno al lado del otro. Las
« posibilidad objetiva » ) . En sentido especial, ha de consistir concepciones dominantes como promedio acerca del «sentido »
en que para nosotros , de acuerdo con la situació n del cálculo de nuestra legislació n , por ejemplo, proh í ben absolutamente el
de los hechos , probable seg ú n promedio en cada caso , un actuar dudo. Pero ciertas ideas muy difundidas acerca del « sentido »

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de convenciones sociales aceptadas como válidas 3 lo imponen . nosotros un actuar en sociedad « contrario a un orden » ( sub-
Cuando el individuo se bate a duelo, orienta su actuar según jetivamente ) ; un actuar que por su intención se oriente sub-
esos ordenamientos convencionales. Pero cuando oculta su, ac- jetivamente de acuerdo con un orden , pero que se aparte de la
to , lo orienta seg ú n las leyes. El efecto pr á ctico de la « validez » interpretación de este, imperante en promedio , será un actuar
empírica de los dos ordenamientos, o sea , la validez que ha de en sociedad objetivamente « anormal ». Más allá de estas cate -
esperarse como promedio respecto de la orientación subjetiva gorías está n los casos de actuar exclusivamente « condicionado
y provista de sentido del actuar , es distinto en este caso. Peto por la asociació n ». Por ejemplo , el que alguien se vea obliga-
a ambos atribuimos una « validez » empí rica , es decir el hecho do a tomar en cuenta , de manera racional con relación a fines,
de que el actuar se orienta seg ú n su sentido ( aprehendido junto con sus otras acciones , las necesidades que se ha im -
subjetivamente ) a través de una orientación provista de senti - puesto a través de la asociación ( por ejemplo, si debe dejar de
do , y es influido por aquel . Sin embargo, como expresión nor- lado , a causa de las tareas impuestas, otras tareas ) . O bien ,
mal de la « validez » empírica de un orden consideraremos la el que sea influido en su actuar ulterior ( en el desarrollo de
chance de que este « sea respetado ». Esto significa que los in - sus « amistades » o de su « estilo de vida » total ) , sin quererlo
dividuos asociados cuentan con que, probablemente , la con- de manera racional con relación a fines y sin advertirlo, por el
ducta de los otros ser á « adecuada al orden », de acuerdo con hecho de que ciertos sectores de su actuar esté n orientados
la concepció n vigente como promedio, en cuanto ellos mismos segú n ordenamientos acordados ( el caso , digamos , de una secta
rigen su actuar de acuerdo con las expectativas semejantes religiosa ) . Todas estas distinciones son imprecisas en la reali-
alentadas por los otros ( « actuar en sociedad conforme a un or- dad . No media diferencia alguna de principio entre que el
den » ) . Destaquemos enseguida que la « validez » empírica de un actuar en sociedad se desarrolle siguiendo relaciones provistas
ordenamiento no se agota en el hecho de que , como prome- de sentido entre los propios individuos asociados, o bien en
dio, las « expectativas » de los individuos asociados con res - relación con terceros; precisamente, esta segunda alternativa
pecto a su conducta f áctica sean fundadas . Esta es la signifi- puede constituir el sentido mentado dominante de la asocia -
cación m ás racional y por ello la aprehensible de manera m ás ció n . Por lo contrario , el actuar orientado seg ú n los ordena -
directa en sociología . Pero una conducta que, de parte de todos mientos de la asociación puede ser diferenciado en un actuar
y cada uno de los participantes , se orientase exclusivamente « referido socialmente » , que asume de manera directa los or-
segú n las « expectativas » de conducta de los otros ser ía solo denamientos ( interpretados, como siempre , de un modo sub -
el caso límite absoluto respecto del mero «actuar en comuni - jetivo provisto de sentido ) de la asociación, y que, por lo
dad » e implicar ía tambi én la absoluta falibilidad de estas ex- tanto, de acuerdo con el sentido mentado se dirige a la reali-
pectativas mismas. Antes bien , estas se encuentran tanto m ás zació n universal, sistemá tica, de su validez empírica o, a la
« fundadas » con probabilidad promedio cuanto m á s se pueda inversa , a su modificación y completamiento, y un actuar me-
contar con que, en promedio, los participantes no orientan su ramente « regido socialmente », es decir , orientado segú n estos
propio actuar meramente segú n las expectativas del actuar de ordenamientos, pero no « referido socialmente » en el sentido
los otros, y , en cambio, esté difundida entre ellos , en medida indicado. También esta diferencia es imprecisa .
importante, la convicción subjetiva de que la « legalidad » Tipo jdeal racional de la asociación es para nosotros, provisio-
( aprehendida subjetivamente de manera provista de sentido ) nalmente, la « unión de fines » , es decir un actuar en sociedad
respecto del orden es « obligatoria » para ellos. con un ordenamiento del contenido y de los medios de la acción
La conducta del « ladrón » y del « jugador tramposo » ser á para social convenido por todos los participantes de manera racional
con relación a fines . Cuando convinieron el ordenamiento
3 No liemos de discutir aquí en especial este concepto . Obsérvese so- ( o lo «estatuyeron » ) , los actores asociados , en el caso de la ra -
lamente que por «derecho » en sentido sociológico entendemos un or- cionalidad t í pico-ideal, estipularon también , de manera subjeti-
denamiento garantizado en su validez empí rica por un « aparato cons- vamente unívoca , qu é acción , cumplida de qu é modo, por parte
trictivo » ( en el sentido que se expondr á en seguida ) , y por convención,
un ordenamiento garantizado solamente por la «desaprobación social » de qué personas exactamente , o bien de qué personas a elegir
del grupo asociado en una comunidad « jur ídica » o «convencional ». de determinado modo ( los « órganos de la unión » ) , debe ser
Naturalmente, en la realidad los lí mites pueden ser muy fluctuantes. de « responsabilidad de la unión » y qu é « sentido » ha de tener

194 195
es to para los individuos asociados , es decir , qu é consecuencias institucional ( « derecho pú blico» en el caso del Estado ) , de los
tendrá para ellos. Estipularon adem ás qué bienes objetivos y que rigen las otras acciones de los individuos asociados. Tam -
qu é operaciones debían estar disponibles para el cumplimiento bié n dentro de la unión de fines, sin embargo, es válida idén-
de los fines convenidos del actuar en sociedad ( «fines de la tica distinción ( « derecho de la unión » por contraste con los
unió n » ) , es decir , cu á les debían ser los « poderes propios de ordenamientos creados a través de la unión ) . No hemos de
los fines ». Del mismo modo estipularon qu é órganos de la ocuparnos aqu í de estas ant í tesis ( imprecisas ) .
unión debían disponer de ellos y cómo, y qu é operaciones Si est á plenamente desarrollada, la uni ón de fines no consti-
deb ían ejecutar los participantes en vista de los fines de la tuye una « formación social » ef ímera sino duradera . Esto sig-
unión , qu é acciones les estaban « impuestas » , « prohibidas » o nifica que a pesar de la renovación de los participantes en el
« permitidas » , y qu é participación en los beneficios pod ían es - actuar en sociedad , por lo tanto, a pesar de que ciertas perso-
perar los miembros. Estipularon, por ú ltimo, qu é órganos de nas dejen de ser participantes y su lugar lo ocupen de continuo
la unión , bajo qu é condiciones y a través de qué medios de- otras nuevas, no se considera , naturalmente, que se trate de
bían aprontarse para el mantenimiento efectivo del ordena- asociaciones especiales , nuevas cada vez , sino de la misma que
miento convenido ( « aparato de coacción » ) . Cada participan - se mantiene id éntica . Esto sucede por tanto tiempo cuanto , a
te en el actuar en sociedad conf ía , dentro de cierto á mbito , pesar de la renovación de las personas, cabe esperar de hecho ,
que los otros participantes se comporten ( de manera aproxi- en una medida sociológicamente pertinente, un actuar orien -
mada y como promedio ) segú n la convención, y toma en cuen - tado segú n ordenamientos « idé nticos » del grupo. En sentido
ta esta expectativa en caso de orientació n racional de su pro- sociológico, sin embargo, es « idé ntico » el ordenamiento ( apre-
pio actuar . Para la existencia empírica de la unión son indife- hendido subjetivamente ) hasta tanto los h á bitos de pensa-
rentes los fundamentos que el individuo crea tener para esa miento promedio de los individuos asociados supongan esta
confianza , si él puede suponer objetivamente que , en cuanto identidad en relación con los puntos indicados com ú nmente
al resultado, intereses cualesquiera , configurados del modo como los importantes. Pueden suponerla de manera m ás o me -
que fuese, recomiendan a los otros, con suficiente eficacia y nos uní voca o aproximativa , pues sociol ógicamente tal « iden -
como promedio , el mantenimiento del orden convenido. Co- tidad » es un estado de cosas enteramente relativo y fluctuante.
mo es natural , sin embargo, la chance presupuesta por el indi - Los individuos asociados en la unión pueden transformar de
viduo , a saber , que en caso de no mantenimiento se impon - manera consciente los ordenamientos a través de un nuevo
actuar asociativo, o alterarlos mediante la transformació n del
drá n constricciones f ísicas o psíquicas ( aun tan suaves como,
p. ej., la « admonició n fraterna » del cristianismo ) , refuerza fuer- modo en que prevalentemente se concibe su « sentido» , o bien ,
temente la seguridad subjetiva de que aquella confianza no y en especial , mediante la transformació n de las circunstancias
será , como promedio , defraudada , así como la probabilidad pueden cambiar o eliminar por completo, sin un nuevo actuar
objetiva de que aquellas expectativas sean fundadas. El actuar asociativo, la índole de su significación práctica para el actuar
que , de acuerdo con su contenido de sentido subjetivamente ( « cambio de significació n » , llamado tambi é n , de manera im -
presupuesto como mentado en promedio , implica un « pacto » precisa , « cambio de fines » ) . En tales casos, que el soció logo
es, por contraposición al « actuar en sociedad » orientado se- considere el actuar en sociedad que transcurre modificado co-
gú n este pacto, un « actuar asociativo ». Dentro del actuar mo una formación social « nueva » o como una « prosecució n »
orientado segú n el pacto se encuentra el tipo m ás importante de la antigua respecto a los fines depende: 1 ) de la continui-
de actuar en sociedad « referido socialmente », por un lado el dad de las transformaciones ; 2 ) del alcance relativo de los
actuar en sociedad específico de los « órganos » , por el otro el ordenamientos antiguos que perduran emp í ricamente bajo la
actuar en sociedad de los asociados , el cual se refiere de mane- forma de un actuar que se orienta de acuerdo con ellos, y 3 )
ra provista de sentido a aquel actuar de los órganos. En espe- de la perduración de los órganos del grupo y del aparato de

cial , dentro de la categoría - perteneciente a la asociación
de las « instituciones » , que m ás adelante dilucidaremos ( en
— coacció n que subsisten con las mismas personas o con perso-
nas seleccionadas del mismo modo , o bien que actú an de id é n -
particular del « Estado » ) , se suelen distinguir los ordenamien - tico modo. Trá tase tambié n aqu í de una situaci ón que presen-
tos creados para la orientación de este actuar , como derecho ta transiciones continuas. De igual modo , depende de cada ca-

196 19?
so individual ( y por lo tanto est á determinado por los fines asociación ocasional hasta la unió n de fines es el de la « carteli-
concretos de la investigació n ) cu á ndo una asociación ha de zació n » industrial , que parte del simple acuerdo transitorio
ser considerada una formació n « independiente » y cu á ndo entre concurrentes individuales para fijar precios m ínimos ,
« parte » de una asociación m ás amplia . Empero, esto último hasta llegar al « sindicato » , provisto de poderes propios, de
puede ocurrir de dos maneras distintas. En primer lugar , por -
que los ordenamientos « válidos » empí ricamente de un actuar
-
centros de venta y de u n vasto aparato de ó rganos . Lo ú nico
com ú n a todos ellos es el ordenamiento pactado , cuyo conte-
en sociedad no deriven exclusivamente , en cuanto a su estatu- nido, de acuerdo con lo que aqu í hemos establecido expresa-
to , ele quienes participan en este actuar ( ordenamientos autó - mente de manera típico-ideal, contiene al menos el acuerdo
nomos ) , sino que el actuar en sociedad est é codeterminado acerca de qu é se impone a los participantes o, a la inversa ,
por el hecho de que los participantes orienten su actuar ( como qu é se les prohí be, o también qu é se les permite. En un acto
norma ) también seg ú n los ordenamientos de otra asociación de intercambio aislado ( abstrayendo de la existencia de un
en la cual participan ( ordenamientos heterónomos , como el « ordenamiento jurídico » ) , por ejemplo, se pactará n al menos
actuar en sociedad de la Iglesia respecto de los ordenamientos los siguientes puntos , en el caso típico-ideal de explicitación
del poder polí tico o a la inversa ) . En segundo lugar , porque plena : 1 ) como impuesto, el traspaso y eventualmente también
los órganos de una asociación est é n , por su parte , asociados la obligación de garantía por parte del poseedor de los bienes
de algú n modo en una formación m á s amplia de órganos de cambiados hacia terceros ; 2 ) como prohibido, la reapropia-
unión de otra asociación , como , por ejemplo, los órganos de un ción , y 3 ) como permitido, !a disposición a voluntad de cada
« regimiento » dentro del aparato global de la « administración parte sobre el bien intercambiado . Un « intercambio » racional
militar » ( unión de fines heterocéfala en contraposición a la aislado de este tipo es uno de los casos lí mite de la asociación
autocéfala , como por ejemplo una unión libre o un « Estado » « carente de ó rganos ». Excepto el ordenamiento pactado, íá l-
independiente ) . Heteronomía de los ordenamientos y hetero- tanle todas aquellas características propias de la unión de fines.
cefalía de los órganos coinciden a menudo , aunque no necesa - Puede estar dirigido de manera heterónoma ( por el ordena -
riamente. El actuar en sociedad en una unió n autocéfala est á miento jurídico o la convención ) o bien subsistir de modo
hoy por regla general codeterminado por la orientación del enteramente autónomo, condicionado en sus expectativas por
actuar de sus miembros segú n los estatutos del grupo polí tico la confianza mutua de que la otra parte se comportar á de acuer -
y es , por lo tanto , heterónomo. La « socialización » de los me- do con el pacto, no importa en base a qué intereses. Pero no
dios de producci ó n significaría que el actuar en sociedad de constituye un actuar en sociedad autocéfalo ni heterocéfalo,
cada « empresa » individual , que hoy es ya en buena parte he-
terónomo, esto es , orientado segú n los ordenamientos de otros
puesto que no se presenta como « formación » duradera. Natu
ralmente, tampoco la presencia de actos de intercambio como
-
grupos, ante todo polí ticos, pero que en principio es autocé- fenómenos de masas, aunque se entretejan causalmente ( el
falo, se volvería heterocéfalo respecto de los órganos de una « mercado » ) , representa una formació n de unión de fines ; an -
« totalidad » ( cualquiera que fuese ) . tes al contrario, se diferencia fundamentalmente de esta . El
caso del intercambio es apropiado también para ilustrar el he-
No toda asociación pactada conduce , empero, al nacimiento cho de que el actuar que lleva a la asociación ( actuar asocia -
de una unión de fines. Constitutivos de esta , en efecto , han tivo ) no necesariamente debe estar orientado segú n las solas
de ser, por definició n : 1 ) el pacto de reglas generales y 2 ) la expectativas del actuar de los individuos asociados. En nuestro
existencia de órganos propios del grupo. Una asociación ( « aso- ejemplo, debe estar orientado adem á s segú n las expectativas
ciaci ó n ocasional » ) puede tener tambié n un sentido mentado de que los terceros, no participantes, han de « respetar » el
enteramente ef í mero, como un asesinato por venganza que resultado del intercambio, a saber , «el traspaso de propiedad » .
haya de ser ejecutado en com ú n , y pueden por lo tanto faltarle En esa medida es un mero « actuar en comunidad » del tipo
todos los elementos mencionados como caracter ísticos de la que m ás adelante denominaremos « actuar por consenso » ( Ein-
unió n de fines, incluso el « ordenamiento » racionalmente pac- verstándnishandeln ) .
tado del actuar en sociedad , que debe ser rasgo constitutivo Históricamente encontramos con mucha frecuencia la escala
de la definición escogida . Un ejemplo f á cil del pasaje desde la de desarrollo que parte de la asociación ocasional para llegar

198 199
de manera progresiva a una « formación » duradera . El germen caracterizado de manera enteramente general y formal , como
típico de la asociación que hoy denominamos «Estado » se en- ya ha ocurrido muchas veces , en cuanto que los individuos
cuentra en asociaciones ocasionales libres formadas por indi- creen tener un interés en poder contar con un actuar pactado
viduos que procuran un bot ín , a fin de realizar una expedición a través de la asociación de parte del otro o de los otros y
guerrera bajo el mando de un jefe elegido por ellos mismos, orientar de acuerdo con él su propio actuar.
por un lado , y, por el otro, en la asociación ocasional de los
individuos amenazados, con fines de defensa . Falta en ellas
por completo todo poder de fines y toda duración. Logrados
( o malogrados ) el bot í n o la defensa, y repartido aquel, la 6. El «consenso»
asociación desaparece. Un largo trecho de transiciones conti-
nuas media desde aqu í hasta la asociación permanente del ejé r- Existen complejos de actuar en comunidad que , sin un orde -
cito con imposició n sistem á tica de tributos a mujeres , hombres namiento pactado de manera racional con relació n a fines ,
inermes y s ú bditos, y , m ás todav ía , a la usurpación del actuar 1 ) transcurren empero en cuanto a su efecto como si tal
en sociedad jurídico y administrativo. A la inversa , tambié n ordenamiento existiese , y en los cuales 2 ) este efecto espec í-

puede surgir y es este uno de los diversos procesos que co está determinado por el tipo de referencia de sentido del

confluyen en Ja aparición de la «econom ía polí tica » , a partir
de la disolución de las asociaciones duraderas que subsisten
actuar de los individuos. Por ejemplo, todo intercambio de
« dinero » , racional con relación a fines , contiene , adem á s del
con miras a la satisfacción de las necesidades , la formación acto individual de asociació n con la otra parte, la referencia
amorfa del « mercado », que representa un « actuar en comu- provista de sentido a la acción futura de un círculo, represen -
nidad ». tado y representable sólo de manera indeterminada , de posee-
La conducta « psíquica » de los participantes, es decir, la cues- dores, atesoradores y demandantes de dinero, efectivos o po -
tió n de cuáles « estados internos » ú ltimos los llevaron a aso- tenciales. En efecto , el actuar propio est á orientado seg ú n la
ciarse y a orientar entonces su acción seg ú n los ordenamientos expectativa de que tambié n otros « tomará n » dinero , lo cual
pactados; esto es, de si ellos se avienen a tales ordenamientos es lo ú nico que vuelve posible su empleo. Por ello, la orien -
por un frío cálculo de oportunidad , por un apego apasionado tació n provista de sentido es ciertamente , en general , una
a los fines pactados o presupuestos de la asociación , o a causa orientaci ó n segú n los intereses individuales propios e , indirec
de una aceptación a rega ñadientes de estos como mal inevita- lamente , también segú n los ajenos representados , por la sa
ble, o porque corresponden a lo que es habitual o por el mo- tisfacci ón de las necesidades propias o bien ajenas. Pero no
tivo que fuere , todo ello resulta indiferente para la existencia constituye una orientación seg ú n un ordenamiento estatuido
de la asociación por tanto tiempo cuanto subsista de hecho la acerca del tipo de satisfacción de necesidades de parte de los
chance de que, dentro de límites sociológicamente pertinen- participantes representados. Antes bien , el presupuesto del em -
tes , aquella orientación seg ú n el pacto se mantenga . Los miem- pleo del dinero lo constituye , al menos de manera relativa , la
bros que participan en el actuar en sociedad pueden perseguir falta de un tal ordenamiento ( «económico-comunitario » ) para
fines enteramente distintos , contrapuestos y dirigidos en sen - la satisfacción de las necesidades de quienes participan en su
tidos diferentes, lo cual ocurre muy a menudo. La unió n ju - empleo. Ahora bien , su resultado global est á configurado nor -
rídica de los pueblos guerreros, la asociació n jurídica para el malmente , en muchos respectos , « como si » hubiese de ser al -
actuar en comunidad en el mercado, con su lucha en torno de canzado mediante la orientación segú n un ordenamiento de la
los cambios y los precios, solo son ejemplos particularmente satisfacción de necesidades para todos los participantes. Y pe > r
ní tidos de este estado de cosas que en todas partes se repite . cierto este es el caso , a consecuencia de la referencia , provista
Todo actuar en sociedad es naturalmente expresión de una de sentido , de la acció n de quien emplea el dinero, cuya situa -
constelación de intereses de los participantes , dirigida a la ció n , como la de todo aquel que participe en un intercambio ,
orientació n del actuar , tanto del ajeno como del propio, seg ú n est á configurada , como promedio , dentro de ciertos l í mites , de
sus ordenamientos específicos y ning ún otro , y por lo tanto modo tal que su interés le impone cierto grado de considera -
configurada de muy diversas maneras. Su contenido admite ser ci ón por los intereses de los otros , puesto que estos constitu -

200 201
yen los fundamentos normales de aquellas « expectativas» que miembros de la raza « se deslindan » en alg ú n respecto del
él tiene el derecho de alentar con su acción . El « mercado » , « mundo circundante » extra ño a la raza con referencia al he-
como complejo t ípico-ideal de un actuar de tal tipo, muestra cho de que otros miembros de ella lo hacen también ( sin que
por lo tanto la característica que hemos introducido con la interese si del mismo modo y con el mismo alcance ) . Cuando
expresión « como si ». en una calle una masa de transe ú ntes reaccionan ante un agua-
Una comunidad ling üí stica, en el caso límite t í pico-ideal en cero abriendo sus paraguas, ello no constituye ningú n « actuar
que es « racional con relación a fines » , est á representada por en comunidad » ( sino un actuar « uniforme, de masas » ) . Lo
innumerables actos individuales de actuar en comunidad , los mismo para el caso del actuar suscitado por la mera « influen-
cuales se orientan segú n la expectativa de obtener de parte de cia » de la conducta de otros, no ligada con una referencia pro-
los dem ás una « comprensió n » de cierto sentido mentado. Que vista de sentido. Un p á nico, por ejemplo , o una masa de tran -
esto suceda en masa entre una multitud de hombres mediante seú ntes que cae presa de una « sugestión de masas ». Hablare-
un empleo semejante, provisto de sentido, de sí mbolos seme- mos de « comportamiento determinado por la masa » en estos
jantes en lo externo, de manera aproximada a « como si » los casos en que el comportamiento de los individuos es influido
hablantes orientasen su conducta siguiendo reglas gramaticales por el mero hecho de que tambi én otros individuos, que parti-
pactadas con miras al fin, representa por cierto un caso, pues- cipan de la situación, se comportan de un modo determinado.
to que est á determinado por aquella referencia de sentido de Es indudable , en efecto , que el mero hecho de que una « masa »
los actos de los hablantes individuales, que corresponde a la act úe simult á neamente, aunque est é separada en el espacio , pe-
característica ya señalada. ro puesta en recíproca relación ( p. ej., por la prensa ) , puede
Sin embargo, esa caracter ística es casi la ú nica com ú n a ambos influir sobre la índole de la conducta de todos los individuos
casos. En efecto, el modo como surge aquel efecto global ad- de un modo que no hemos de examinar aquí, cuyo an álisis
mite por cierto ser ilustrado mediante algunos paralelos ex- constituye el objeto de una « psicología de las masas ». Natu -
tr í nsecos , los cuales , no obstante, carecen de un valor cognos - ralmente, el pasaje desde la acción « determinada por la masa »
citivo considerable . En ese « como si » sólo es posible , por lo al actuar en comunidad es muy fluctuante en la realidad . Ya
tanto , un planteo de problemas que en ambos casos se presen - el pá nico contiene, junto a elementos determinados por la
tan para la sociologí a , pero que inmediatamente conducen a masa , otros propios del actuar en comunidad . La conducta de
series conceptuales totalmente diferentes en cuanto a su con - aquellos transe ú ntes pasa a ser tal cuando , por ejemplo, ante
tenido. Todas las analogías con el « organismo » y conceptos la amenaza de un beodo armado una multitud de ellos se aba -
semejantes tomados de la biología est á n condenados a resultar lanza sobre este y lo sujeta en com ún , eventualmente « divi -
infructuosos . Añá dase a ello que un efecto global que aparezca di éndose el trabajo» . O bien cuando sucede lo mismo a fin de
«como si » el actuar estuviese determinado por un ordenamien- prestar ayuda com ún a un herido grave. El hecho de que aquí
to pactado no solamente puede ser producido por un actuar se act úe mediante « división del trabajo » muestra a las claras
en comunidad , sino tambié n , y hasta de manera m ás dr á stica , que el actuar en comunidad nada tiene que ver con una acción
por las diversas formas de actuar « uniforme » y « de masas » « uniforme » como tal, sino que a menudo significa lo contra-
que no pertenecen al actuar en comunidad. rio. En esto reside tambié n la diferencia respecto del actuar
De acuerdo con la definici ó n , propio del « actuar en comuni- « imitativo » . La « imitación » puede ser un mero comportamien -
dad » debe ser la referencia provista de sentido del actuar de to « determinado por la masa » , o bien un actuar orientado se-
una persona « al » actuar de la otra . No basta , pues , la me - g ú n la conducta de la persona imitada en el sentido de la « re-
ra « uniformidad » de la conducta . Tampoco un tipo cualquie- producción » . Y esto puede suceder m á s a cansa de una apre-
ra de « acció n recíproca » ni la « imitación » como tal . Una « ra -
za » , si es que la conducta de quienes pertenecen a ella puede
elació n
* /
• racional con relación a fines u otra — del valor
de la acción imitada en sí , o solo por referencia provista de
ser uniforme en algunos puntos , pasará a ser para nosotros sentido a expectativas, p. ej., en razón de necesidades de « con-
una « comunidad de raza » solo cuando origine un actuar de sus currencia » . A través de una amplia escala de transiciones , ello
miembros que incluya una referencia recí proca provista de sen - conduce a un caso muy específico de actuar en comunidad :
tido. Por ejemplo, para tomar el caso m ínimo , cuando ciertos aquel en que un comportamiento es reproducido porque revis-

202 203
te el valor de signo de pertenencia a un cí rculo de hombres subjetivo, con que otros traten como v álidas y provistas de
que pretenden — —
no importa con qu é fundamento una « dig-
nidad social » específica y, dentro de ciertos lí mites, tambié n
sentido las expectativas por ellos alimentadas. Tampoco la va -
lidez empírica de un orden pactado ha de confundirse con la
gozan de ella. Sin embargo, este ú ltimo caso rebasa manifiesta - expectativa subjetiva de que se mantenga su sentido subjeti-
mente el ámbito del actuar meramente « imitativo » y no re- vamente mentado. En ambos casos, sin embargo, entre la va-
sulta caracterizado de manera exhaustiva mediante esta cate - lidez objetiva promedio de las chances ( aprehendidas lógica-
goría. mente bajo la categor ía de la « posibilidad objetiva » ) y las ex -
La subsistencia de una « comunidad ling üística » no significa pectativas subjetivas promedio, se presenta la relación de la
para nosotros que exista una uniformidad determinada por la causalidad comprensiblemente adecuada. La orientación sub-
masa en el proferir determinados complejos fon é ticos ( ello no jetiva de la acción seg ú n el consenso , lo mismo que en el caso
es requerido ) , ni tampoco sólo que un individuo « imite » lo del pacto , en casos particulares puede presentarse solo en apa-
que otro hace , sino , antes bien , significa una conducta que , riencia o solo aproximativamente, lo cual no dejar á de produ -
en sus « exteriorizaciones » , se orienta seg ú n determinadas chan
ces , subsistentes en promedio dentro de un cí rculo de hom -
- cir consecuencias sobre el grado y la univocidad de las chances
de la validez empí rica . Los individuos que entran en comuni-
bres, de hacerse « comprender », y que , por lo tanto , « permite » dad mediante consenso pueden infringirlo deliberadamente,
esperar este efecto provisto de sentido , como promedio , ©el del mismo modo como los individuos asociados pueden sus-
mismo modo, « dominaci ó n » no significa que una fuerza na - traerse del pacto. Lo mismo que el « ladrón » de nuestro ejem
tural poderosa se abra paso de algún modo, sino que la acción pío en el caso «Je la asociación , en el caso de un consenso de
de uno ( « mando » ) est á referida de manera provista de sentido dominació n el « desobediente » puede orientar su acci ó n segú n
a la de otro ( « obediencia » ) y a la inversa , de modo tal que , el contenido de sentido de aquel , aprehendido subjetivamen-
en promedio, se puede contar con que se cumplan las expec - te, mediante el disimulo. Por ello, el concepto de « consenso»
tativas seg ú n las cuales est á orientado el actuar por ambas no puede ser confundido , ni siquiera en su dimensión subjeti-
partes. va , con la « satisfacción » de los participantes en torno de su
Por lo tanto, aquel fenó meno que hemos caracterizado median - validez empírica. El temor ante consecuencias nocivas puede
te la expresión « como si » no proporciona una categor ía de determinar el « avenirse » de los individuos al contenido de
manifestaciones singularizada mediante notas utilizadles. En sentido promedio de una relació n de dominació n del mismo
lugar de ella , queremos introducir, con referencia a lo dicho modo que la conclusión de un pacto « libre » no deseado por
acerca de la « imitación » y la « dominación » , otro tipo de di- ellos. Una insatisfacción permanente amenaza por cierto las
ferenciació n en esta multiplicidad de estados de cosas. Por chances de subsistencia empírica de! consenso, pero no lo eli-
« consenso » entendemos el hecho de que un actuar orientado mina mientras el dominador tenga una chance considerable
seg ú n expectativas del comportamiento de otras personas ten - de poder contar objetivamente con el cumplimiento de sus
ga , « causa de ello , una chance emp í ricamente « v álida » de ver mandatos ( correspondiente al sentido aprehendido como pro-
cumplidas esas expectativas , precisamente porque subsiste ob -
jetivamente la probabilidad de que estos otros traten esas ex - — —
medio ) . Ello es importante, pues como en el caso de la
asociació n la mera orientació n segú n las « expectativas » de la
pectativas , a pesar de la inexistencia de un pacto , como « v á - conducta del otro o de los otros ( p. ej., el mero « temor » del
lidas » y provistas de sentido para su conducta. Los motivos « s ú bdito » a su « señor » ) constituye el caso l í mite e implica
por los cuales pueda esperarse esta conducta de parte de los un alto grado de labilidad ; en efecto, también aqu í las expec-
otros carecen conceptualmente de importancia . El conjunto de tativas est á n tanto m á s « fundadas » objetivamente cuanto m ás
acciones en comunidad que acaecen determinadas por la orien - pueda contarse con la probabilidad de que los individuos que
tación seg ú n tales chances « de consenso » debe denominarse entran en el « consenso » consideren, en promedio, « obligato-
« actuar por consenso ». rio» para ellos actuar ( subjetivamente ) de acuerdo con aquel

El consenso objetivamente « v á lido » en el sentido de las ( no importa por qu é motivos ) . Tambié n los pactos son « va
-

chances calculables no ha de ser confundido, naturalmente ,
con el hecho de que los actores individuales cuenten , en lo
lidos » , en definitiva, por obra de este consenso ( de legalidad ) .
Por ello , consenso válido no puede ser identificado con « pac-

204 205
to t ácito » . Naturalmente, desde el ordenamiento pactado de Los dos ejemplos mencionados caen dentro de una línea de
manera explícita hasta el consenso media una escala de tran- transiciones graduales: la acción de asistencia implica m ás la
siciones , entre las que se cuenta , también, una conducta que subsistencia de una chance de consenso, es decir , de un actuar
los participantes consideren pr á cticamente , en promedio , como por consenso, mientras que el otro tiende m á s a constituir un
un ordenamiento pactado de manera tá cita . Sin embargo , este ,
por principio, no ofrece particularidad alguna respecto de un
mero actuar en comunidad como cooperació n de hecho. Ade
-
m á s, como es natural, no toda conducta que se presente exte-
pacto expreso . Por lo dem á s , un pacto « impreciso » es un or- riormente como una « cooperación » de varias personas consti-
denamiento empíricamente muy expuesto a la chance de pro- tuye ya un actuar en comunidad o un actuar por consenso.
vocar consecuencias pr ácticas diversas de acuerdo con los h á - Por otra parte, tampoco un actuar en conjunto pertenece al
bitos de interpretación vigentes en cada caso. Un consenso concepto de actuar por consenso. Este falta , por ejemplo, en
« vigente » , en cambio, en su tipo puro ya no contiene estatuto todos los casos de referencia provista de sentido a la acción
ni , en especial , pacto alguno. Los individuos que entran en co- de terceros desconocidos. Y ello de manera semejante a como,
munidad mediante consenso pueden desconocerse entre sí, y, en los dos ejemplos antes mencionados , el actuar por consenso
al mismo tiempo , un consenso puede representar una « norma » de las clases exogá micas se distingue por una serie de transi-
válida empíricamente de manera casi inviolable: tal el caso ciones graduales del actuar en comunidad referido a la acción
de la conducta sexual entre miembros de un grupo exogá mico potencial de otros aspirantes al intercambio. En el último
que se encuentran por vez primera , grupo que muy a menudo caso , solo en cuanto las expectativas se basen en las chances
abarca comunidades polí ticas y hasta ling üísticas . Lo mismo de que la acción de los extra ños se oriente en promedio en
sucede en el caso del empleo del dinero, en que el consenso vista de conductas supuestas como válidas, es decir solo en
consiste en la chance de que el bien considerado como dinero, cuanto constituyan normalmente « expectativas de legalidad » ,
de acuerdo con el sentido mentado en el acto de cambio co- formará n ellas un consenso. Y solo en tal medida , por lo tan-
rrespondiente , sea tratado por una multitud de individuos que to, la acción será una acción por consenso. De lo contrario
se desconocen entre s í como medio « v á lido » para saldar deu - ser á sólo un actuar en comunidad condicionado por un con-
das, esto es , para el cumplimiento de una acción en comunidad senso. Por otra parte, el ejemplo del socorro muestra ya que
válida como « obligatoria » . el « consenso » puede tener por contenido una referencia a fi-
No todo actuar en comunidad pertenece a la categorí a del ac- nes totalmente concreta, carente de un carácter abstracto de
tuar por consenso , sino solo aquel que , en promedio , funda « regla » . Pero también en casos en que suponemos la « persis-
su orientació n precisamente en la chance del consenso. La se- tencia » de una y la misma comunidad por consenso — una
gregació n social de los miembros de una raza pertenece a ella , « amistad » , por ejemplo— , puede tratarse de un contenido
por ejemplo, cuando , en una medida importante , se puede sujeto a continuos cambios, determinable solo por referencia
contar con que los miembros la considerar á n prácticamente, a un sentido persistente, construible de manera t ípico-ideal y
en promedio, como una conducta obligatoria. De lo contrario , considerado como v álido de alg ú n modo por parte de los ac-
de acuerdo con las circunstancias, se tratará de un actuar de tores respectivos. Además, este contenido puede variar aun
los individuos condicionado por la masa , o bien de un simple permaneciendo idénticas las personas : en efecto, también aqu í
actuar en comunidad , sin consenso. Es manifiesta la falta de es una mera cuestión de oportunidad el que se quiera consi-
nitidez de las transiciones , particularmente en casos como la derar como « nueva » o bien como « perdurante », pero trans-
detención del borracho o la asistencia. En el caso de los in -
dividuos que actú an juntos existe m ás que una mera coopera- ví a mas —
formada, la relació n actual. Este ejemplo, así como y toda-
el de una relación erótica , demuestran que, obvia-
mente, las referencias de sentido y expectativas que constitu -
ción f á ctica a través de un simple actuar en comunidad sólo
cuando la acci ón está orientada seg ú n un consenso al que se yen el consenso en modo alguno necesitan tener el cará cter de
presupone como emp í ricamente « v álido » , de tal modo que un cálculo racional con relación a fines de una orientación en
cada individuo se considere obligado a seguir siendo part ícipe vista de « ordenamientos » racionalmente construibles. Antes
de aquel actuar efectivo en conjunto por tanto tiempo cuanto bien , la orientación « válida » en vista de « expectativas » signi-
este corresponda al « sentido » que él , en promedio, le asigna . fica exclusivamente, en el caso del consenso , que el individuo

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tiene la chance de poder ajustar en promedio su propia con- don es una de las tareas de toda sociolog í a de contenidos . No
ducta a un contenido de sentido determinado, supuesto con obstante, conceptos totalmente universales como los que aqu í
mayor o menor frecuencia como « válido » , pero quizá por ello hubieron de ser definidos han de ser, por necesidad , pobres de
altamente irracional , de la conducta ( interna o externa ) de contenido. Como es obvio , entre actuar por consenso y actuar
los otros. Por lo tanto , al igual que en el caso de la asocia - en sociedad — que representa simplemente el caso especial de
ció n , es algo que depende por entero de cada caso individual
la medida en que, a partir del contenido de sentido del consen -

aquel , regulado por v ía de estatuto media una serie continua
de transiciones . As í, el aciuar por consenso de Jos pasajeros
so , susceptible de ser determinado en promedio, por ejemplo , de un tranv í a , quienes , ante un conflicto entre otro pasajero
en « reglas » , se sigue la existencia de regularidades generales , y el guarda , « toman partido » por aquel , se trueca en un
en promedio , del comportamiento pr á ctico . Tampoco aqu í , actuar en sociedad en caso de que, posteriormente , se unan
en efecto, es idéntica la acción determinada por el consenso a en una « queja » com ú n . Por otra parte, existirá « asociació n »
la acci ó n por consenso. Una «convención profesional » , por sobre todo cuando se cree un ordenamiento racional en cuanto
ejemplo, es un actuar por consenso constituido por aquella al fin , no importa cu á nto pueda variar este en cuanto a alcan -
conducta que , en cada caso y como promedio, « vale » emp í - ce y sentido. Nace ya una asociación , por ejemplo , cuando di -
ricamente como obligatoria . La « convenci ó n » se distingue , por rigida a los miembros de una raza que se « segregan » por v ía
el consenso de « validez » , de la mera « costumbre » basada £n de consenso, pero sin que medie pacto , se funda una « revista » ,
algú n tipo de « repetició n » o de « h á bito » , as í como se dis- con « editor » , « director » , «colaboradores » y « suscriptores »
tingue del « derecho » por la falta de un aparato de coacció n . propios , de la cual ese actuar por consenso , hasta entonces
Las transiciones, no obstante, son imprecisas. Sin embargo, una amorfo, reciba « directivas » con diversas chances de validez .
convenció n profesional puede ser capaz de producir , respecto O cuando, respecto de una comunidad ling üistica , nacen una
de la conducta de sus miembros , consecuencias de hecho que « academia » en el sentido de la Crusca y « escuelas » en las
no valgan empíricamente como obligatorias con arreglo a con - cuales se enseñen las reglas de la gram á tica . O bien cuando,
senso . Las convenciones feudales , p e j p u e d e n determinar
,

que se conciba al comercio como una actividad vil y que , a


respecto de una relación de « dominación » , se crea un apa
rato de ordenamientos racionales y funcionales. Y a la inversa ,
-
consecuencia de ello , el grado de legalidad del trato con co- casi toda asociació n suele engendrar un actuar por consenso
merciantes resulte rebajado. entre los asociados ( « condicionado por la asociaci ó n » ) , que
Motivos , fines y «estados interiores » subjetivos , en un todo rebasa el cí rculo de sus fines racionales . Todo club de juga -
diferentes, comprensibles de manera racional con relación a dores de bolos tiene, respecto de la conducta recíproca de sus
fines o « solo psicológicamente » , pueden engendrar como resul- miembros , consecuencias «convencionales » , es decir que crea
tante un actuar en comunidad id é ntico de acuerdo con su re - un actuar en comunidad en vista de un « consenso » , fuera del
ferencia de sentido subjetiva , y del mismo modo un « consen - que reside en la asociació n.
so » id é ntico de acuerdo con su validez empí rica . Unica base El hombre individual participa de continuo , en su actuar , en
real del actuar por consenso es la validez un í voca , en cada mú ltiples y siempre diversas acciones en comunidad , acciones
caso distinta , del « consenso » , y no una constelación de inte- por consenso y acciones en sociedad . Su actuar en comunidad
reses « externos » o « internos » que provoque alguna otra cosa puede estar referido , con sentido, en cada acto individual , a
y cuya subsistencia pueda estar condicionada por estados in - un círculo diverso de acciones ajenas o a otros consensos o aso-
teriores y fines de los individuos , oor lo dem á s muy heterogé - ciaciones . Cuanto m á s numerosos y diversos, de acuerdo con
neos entre sí. Con ello no se niega , naturalmente, que res- las chances constitutivas respecto de ellos, sean los cí rculos
pecto de los tipos singulares de actuar en comunidad y , en en vista de los cuales el individuo orienta racionalmente su ac <

especial , de actuar por consenso , distinguibles de acuerdo con tuar , tanto m ás avanzada estar á la « diferenciación social ra -
la «orientación de sentido » subjetiva prevaleciente, no pue- cional », y cuanto m ás cobre su actuar el car ácter de Ja aso -
dan señalarse , en cuanto al contenido, motivos , intereses y ciación , tanto mayor ser á la « organización social racional ». De
« estados interiores » que funden , con la m á xima frecuencia en tal modo , como es natural, el individuo puede ser part ícipe ,
promedio , su origen y permanencia. Más aú n , tal comproba - en uno y el mismo acto de su actuar, de una multitud de tipos

208 209
de actuar en comunidad . Un acto de cambio que alguien cum- « consenso » es para nosotros algo por entero distinto de la
pla con X por cuenta de Y , que, por su parte , es, p. ej., « exclusividad »en contra de ios otros. Es cuestión del caso
« ó rgano » de una unión de fines, contiene: 1 ) una asociación concreto el que un actuar por consenso sea « abierto » , es decir
ling üística ; 2 ) una asociación escrita ; 3 ) una asociació n de in- que en todo momento la participación en él sea posible para
tercambio con X personalmente; 4 ) una asociación de inter-
cambio con Y personalmente ; 3 ) ese mismo tipo de asociació n
quien lo desee, o bien que sea « cerrado »
— — y en qué medi-
da , esto es que los participantes vuelvan imposible, por vía
con el actuar en comunidad de los miembros de aquella unión de consenso o de asociación , la admisión de terceras personas.
de fines , y 6 ) la orientación del acto de cambio , en sus con - Una concreta comunidad lingüística o de mercado tienen siem-
diciones, en vista de las expectativas de la acción potencial de pre, en todas partes, límites ( las más de las veces imprecisos ) .
otros aspirantes al intercambio ( concurrentes de ambos lados ) Es decir, que en las « expectativas » no es posible tomar en
y de los consensos de legalidad correspondientes, etc. Para
ser un actuar por consenso , una acció n ha de ser, por cierto,

cuenta como participante del consenso actual y potencial
a cualquier hombre, sino solo a una multitud , muy a menudo

un actuar en comunidad , mas no para ser una acció n orienta- delimitada de manera bastante imprecisa . Pero los miembros
da por un consenso. Toda disposición acerca de reservas y de una comunidad lingüística normalmente no tienen interés
bienes tomada por un hombre est á — prescindiendo por en - en excluir a terceros del consenso ( exceptuado el caso , na-
tero de que ella normalmente solo es posible mediante la turalmente, de una conversación concreta ) , así como los que
chance de protección que ofrece el aparato coactivo de la Co- participan en un mercado tienen muchas veces interés en la

munidad pol í tica orientada por un consenso en la medida
en que tiene consecuencias externas con referencia a la posi-
« ampliación » de este. Sin embargo, tanto una lengua ( sagra-
da, profesional o secreta ) como un mercado pueden ser « ce-
bilidad de alteración de las propias reservas por vía de inter- rrados», a la manera de un monopolio, por vía de consenso
cambio. Una «econom í a privada » fundada en la moneda abarca o asociación . Y, por otra parte, incluso la participación , nor-
un actuar en sociedad , un actuar por consenso y un actuar en malmente cerrada por vía de asociación , en un actuar en co-
comunidad . Solo el caso límite puramente teórico de la econo- munidad específico de concretas formaciones de poder polí-
mía de Robinson Crusoe est á por completo libre de todo ac- tico, es mantenida en buena parte abierta ( respecto de los
tuar en comunidad , y por lo tanto tambié n de todo actuar « inmigrantes » ) en interés del propio poder.
orientado por un consenso. En efecto, ella est á referida con Los miembros de un actuar por consenso pueden, seg ú n esto,
sentido solo a las expectativas de comportamiento de los obje- perseguir un interés orientado en contra de los extra ños . Pero
tos naturales. De este modo, su mera concebí bilidad basta para esto no es necesario. El actuar por consenso no equivale a « so-
ilustrar con claridad el hecho de que no toda acción « econó- lidaridad » , y tampoco el actuar en sociedad implica una con-
mica » incluye ya conceptualmente un actuar en comunidad . traposición excluyente respecto de aquel actuar en comunidad
Antes bien , y en lí neas generales, lo cierto es que precisamen- de los hombres a que llamamos « lucha » , que significa , en
te los tipos conceptualmente « m á s puros » de cada una de las lí neas generales , la aspiración a imponer la propia voluntad en
esferas de la acci ón se encuentran m ás allá del actuar en co- contra de la voluntad de otros, orient á ndose en vista de las
munidad y del consenso, así en el ámbito religioso como en expectativas de conducta de los otros. Antes al contrario , la
la economía , o en cuanto a las concepciones científicas y ar- lucha abarca potencialmente todos los tipos de actuar en co-
t ísticas . El camino de la « objetivación » conduce por regla ge- munidad . Depende del caso concreto en qu é medida , por
neral , aunque no necesariamente, al actuar en comunidad, y ejemplo, un acto de asociación implica prácticamente, de acuer-

riamente.

en especial al actuar por consenso aunque tampoco necesa- do con el fin subjetivamente mentado en promedio ( aunque
quizá varíe de un individuo a otro ) , la expresió n de la soli-
De acuerdo con lo ya expresado, en modo alguno es menester daridad en contra de terceros , un compromiso de intereses en
identificar acción en comunidad , consenso y asociació n con la contra de terceros o bien solo un desplazamiento de formas y
representación de un actuar « unos con otros y para otros » objetos de lucha , deseado, por motivos cualesquiera , por los
contrapuesto a un actuar « unos contra otros » . Como es obvio , participantes. Y muchas veces aquel acto contiene un poco de
no solo la comunidad enteramente amorfa , sino también el todo esto. No existe ninguna comunidad de consenso, ni aun

210 211
la acompa ñ ada por el sentimiento óde entrega más extremo 7. La « instituci ó n » y el « grupo»
, las relacion es er ticas o caritativas, que, a
como , por ejemplo en sí la opresión
pesar de tal sentimiento, no pueda contener mayor ía de las luchas,
En los ejemplos que hemos empleado de manera ocasional,
m á s inmisericorde sobre los otros . Y la muchas veces nos ha salido al encuentro una situación que aho-
ó n o de consen-
por otra parte, incluyen algú n grado de asociaci los conceptos socio-
ra queremos destacar especialmente: el hecho de que alguien ,
so. Preséntase aqu í el caso , frecuent e en « sin quererlo » , pase a ser part ícipe de una comunidad por
ente en los hechos y por , consenso y permanezca como tal. En el caso de un actuar por
lógicos , de que se recubran parcialm
cierto en cuanto a los mismos rasgos , que carezca de cual-
desde distintos puntos de vista . La lucha
solo que considerados consenso amorfo — como el « hablar » — esto no requiere
ulterior examen . En efecto, de él « participan » todas las per -
un caso l í mite.
quier tipo de asociación con el enemigo es solo actual de
sonas involucradas, y su actuar corresponde a lo que hemos
pasando por el modo
Desde un asalto de mongoles ,
onado , aunque sea
supuesto como característico ( del consenso ) . Pero en los de-
conducció n de la guerra , que est á condici más casos la situación no es tan simple. Ya hemos señalado,
» , y por la
de modo tan precario, por el « derecho de gentes de lucha per -
como tipo ideal de la « asociación », la « unión de fines » racio -
justa caballeresca , donde las armas y los medios nal , basada en un pacto expreso en cuanto a medios, fines y
mitidos estaban reglados ( « Messieu rs les Anglais , tirez les pre - ordenamientos. Con ello se estableció ya que, y en qu é sen-
llegar al duelo judicial sujeto a reglas y a la tido, una formación de ese tipo puede ser caracterizada como
miers» ) , hasta tes ) , que ya per-
« pelea de bautismo » amistosa ( entre estudian perdurable a pesar del cambio de los participantes. De todas
deportiv a , encontra mos , en grado cre- maneras se presupuso que la « participación » de los individuos,
tenece a la « contienda »
de los con-
ciente, fragmentos de una comunidad por consenso en « concu- a saber, la expectativa justificada en promedio de que todos
trueca
tendores; y allí donde la lucha violenta se orientar á n su actuar en vista del ordenamiento, descansa en
rrencia » , sea por una corona
olímpica , por un voto electoral un pacto racional particular con todos los individuos . Pero
o cualquier otro medio de poder, por
el prestigio social o la existen formas muy importantes de asociació n en las cuales el
el terreno de una asocia - actuar en sociedad est á en medida considerable ordenado ra -
ganancia , desarróllase por entero en sirven como « reglas de
ción racional , cuyos ordenam ientos cionalmente, como en el caso de la unión de fines , mediante
juego » que determinan las formas de la
lucha , pero al mismo estatutos de medios y fines, creados por los hombres, y, por
« pacificación » , en el
tiempo alteran sus chances. La gradual lo tanto, est á organizado como « asociación » ; dentro de esas
sentido del rechazo del ejercicio decompleto la violencia f ísica , solo ami- formas, sin embargo , vale, como supuesto básico de su sub-
nora esta sin eliminar jamás por la apelación a ella . sistencia , el que los individuos entren , sin quererlo , a formar
hist ó rico su aplicación
Ocurre que en el curso del desarrollo por el aparato coac- parte del actuar en sociedad y , por lo tanto , se encuentren
ha sido monopolizada de manera crecient e atrapados por aquellas expectativas de su propio actuar en
ó n o de comunidad
tivo de un tipo determinado de asociaci transfor mada en la ame-
vista de aquellos ordenamientos creados por los hombres. El
por consenso, a saber , la polí tica , y actuar en comunidad constitutivo de estas formas se caracte-
ó n de parte de los poderosos y , en riza precisamente por el hecho de que, a partir de la presencia
naza regulada de coacci ente se comporta
definitiva , de parte de un poder que formalm coacci ón » , de índole
de ciertas circunstancias objetivas en una persona , se espera
como neutral . La circunstancia de que la « de esta , y se lo espera por cierto en promedio con derecho,
é de alg ú n modo en la base de todas las que participe en el actuar en comunidad y, en particular , que
f ísica o ps íquica , est nte , pero solo
comunidades ha de ocuparnos todavía arbreveme los concepto s t í pico-
act úe en vista de los ordenamientos; y ello porque los indi -
en cuanto lo exija la tarea de complet viduos en cuestió n se encuentran empíricamente « obligados» a
ideales hasta ahora formulados . participar en ese actuar en comunidad constitutivo de la co -
munidad misma y porque subsiste la chance de que eventual -
men te sean forzados a ello mediante un « aparato coactivo » a
pesar de su resistencia ( aunque sea en forma muy suave ) . Las
circunstancias a las cuales se liga aquella expectativa en un
caso particularmente importante, la comunidad polí tica , son ,

212 213
ante todo : descendencia de determinadas personas o nacimien - nidad de un « profeta » con sus « discípulos » , en que el dueño
to , o , a veces , la mera permanencia o ciertas acciones cumpli- del poder es el primero, o una «comunión » religiosa que sub-
das dentro de determinado á mbito. El modo normal de ingre- sista solo por consenso y en la que el dueño del poder sea un
so del individuo en la comunidad es , entonces, que él ha « na - « jerarca » hereditario, son « grupos » de tipo bastante puro.
cido y crecido » como miembro de ella . Designaremos con el Este caso no reviste por principio particularidad alguna res-
t érmino « instituciones» aquellas comunidades en las que se pecto de otras « acciones por consenso », y toda la casuística de
presente el siguiente estado de cosas : 1 ) en contraposició n estas le es aplicable. En la civilización moderna casi toda ac-
con la « unión de fines » voluntaria , la imputación sobre la base ció n grupal est á ordenada , al menos parcialmente, mediante
de circunstancias puramente objetivas, independientes de las
explicaciones de los imputados, y 2 ) en contraposición con las

ordenamientos racionales la comunidad doméstica , por ejem-
plo, lo está de manera heterónoma mediante el « derecho fa-
comunidades por consenso, carentes de un ordenamiento ra -
cional deliberado y, por lo tanto, amorfas en este respecto, la

miliar » estatuido por el Estado . La transición a la « institu-
ci ó n » es, por lo tanto, fluida. Tanto m ás cuanto que existen
existencia de tales ordenamientos racionales, creados por los muy pocos tipos « puros » de instituciones. Pues cuanto más
hombres, y de un aparato coactivo en cuanto circunstancia multifacé tica es la acción institucional que las constituye , tanto
codeterminante del actuar. En consecuencia , no toda comuni- menos ordenada est á , por regla general, la totalidad de esta
dad en la que se haya nacido y crecido normalmente es uita manera racional con relación a fines, mediante estatutos. Por
« institució n » : no lo es , por ejemplo , la comunidad lingüística ejemplo , los estatutos creados para el actuar en sociedad de
ni la comunidad doméstica . Ambas carecen, en efecto, de aque-
llos estatutos racionales. S í lo son , en cambio , aquellas formas

instituciones pol íticas a los que suponernos, ad hoc, ente-

ramente racionales con relación a fines y que llevan el nom-
estructurales de la comunidad polí tica a las que suele denomi - bre de « leyes » destacan , al menos por regla general , solo he-
narse « Estado » , y , por ejemplo , aquellas de la comunidad re- chos fragmentarios, cuyo ordenamiento racional es ambiciona-
ligiosa a las que se da el nombre , en sentido rigurosamente do, en cada caso, por interesados cualesquiera . El actuar por
técnico, de « Iglesia ». consenso , que de hecho constituye la subsistencia de la forma-
Así como el actuar en sociedad orientado en vista de un pacto ci ón, no solo sobrepasa normalmente su actuar en sociedad , que
racional est á en relación con un actuar por consenso, la institu - puede orientarse en vista de estatutos racionales con relación
ció n , con sus estatutos racionales , lo est á con el « grupo » . Por a fines , como sucede ya en el caso de la mayoría de las unio-
actuar grupal significamos un actuar orientado, no seg ú n un nes de fin , sino que normalmente es m ás antiguo que este. La
estatuto, sino seg ú n un consenso , esto es: un actuar por con - « acción institucional » es la parte racionalmente ordenada de
senso en el cual : 1 ) la imputació n del individuo en su cará cter una « acció n grupal », y la institución, un grupo ordenado de
de miembro se produce de acuerdo a consenso sin que este lo —
manera parcialmente racional . O bien la transición resulta
quiera de manera racional con relación a fines; 2 ) a pesar de
la falta de un ordenamiento estatuido con miras al fin , deter-

sociológicamente imprecisa la institución es, sí, una « crea -
ció n nueva » por entero racional , pero que no sobreviene en
minadas personas ( los dueños del poder ) promulgan ordena - un ámbito de validez totalmente «falto de grupos ». Por lo
mientos eficaces para la acci ó n de los individuos que , de acuer -
do a consenso, participan del grupo, y 3 ) esas mismas perso-
^
contrario, ‘este est á subordinado de antemano a una acci ón
grupal existente o a un actuar regulado por el grupo, por ejem-
nas , u otras , est á n dispuestas a ejercer eventualmente coacci ón plo, med í ante « anexi ón » o unificación de los grupos anteriores
psíquica o f ísica , de cualquier tipo que fuere , contra los miem - para formar una institución global nueva , cumplidas a través
bros que se comporten de manera contraria al consenso . Trá- de una serie de estatutos orientados a ello , de ordenamientos
tase siempre , naturalmente, como en todo « consenso » , de un enteramente nuevos para el actuar referido al grupo , para el
contenido de sentido comprendido de manera precisa en pro- actuar regulado seg ú n el grupo o para ambos ; o bien se em-
medio y de chances promedio de validez empírica . La «comu - prende solamente un cambio del grupo social al cual la acción
nidad doméstica » primitiva , en que el « jefe de familia » es el ha de referirse ahora , o considerarse afectada por estos orde-
dueño del poder ; la formació n polí tica « patrimonial » carente namientos , o bien solo un cambio del personal de los órganos
de un estatuto racional , en que lo es el « pr í ncipe » ; la comu - institucionales y , en especial , del aparato coactivo.

214 215
El surgimiento de nuevos estatutos de instituciones de todo cativa de consenso ». Este poder efectivo de imposició n puede
tipo cú mplese, ya sea que esté ligado con un proceso que haya « valer » empí ricamente de acuerdo a consenso , recayendo en
de considerarse como « nueva creación » de una institució n , o ciertos hombres , ya sea personalmente, ya determinados con
bien acaezca en el transcurso normal de la acción institucional , ciertas características o bien elegidos de acuerdo con reglas ( p .
solo en casos excepcionales mediante « pacto » autónomo de ej., mediante voto ) . Estas pretensiones y representaciones de
todos quienes participarán en tal actuar futuro, respecto del una imposición « v á lida » , que valen de hecho , emp í ricamente,
cual se espera , de acuerdo con el sentido mentado en prome - porque en promedio determinan de manera suficiente la ac -
dio, lealtad hacia ese estatuto. Cú mplese, antes bien , casi ex - ci ón de los participantes , pueden denominarse la « constitu-
clusivamente mediante « imposición » . Esto significa que de- ción » de la institució n respectiva . Esta es consignada median -
terminados hombres proclaman un estatuto como v álido para te estatutos racionales expresos en formas muy variadas. A
la acción referida al grupo o regulada por el grupo, y los miem - menudo las cuestiones más importantes desde el punto de vista
bros de la institución ( o los s ú bditos de esta ) se adecúan a prá ctico no lo son , y a veces ello es así de manera deliberada ,
él aproximadamente en los hechos mediante la orientación de por razones que aquí no hemos de dilucidar. Los estatutos, en
su actuar, m ás o menos leal y provista de sentido preciso. Es- consecuencia, proporcionan un indicio inseguro sobre el poder
to quiere decir que el ordenamiento estatuido adquiere , en las de imposición que vale respecto de lo emp í rico y descansa , en
instituciones, validez emp í rica en forma de « consenso ». Esto definitiva , en un consenso conforme al grupo. En verdad ,
ha de distinguirse claramente del « estar de acuerdo» o de algo pues, el contenido decisivo de aquel « consenso » , que represen-
semejante a un « pacto implícito » . Más bien ha de entenderse , ta la « constitución » realmente v álida en lo empí rico , est á cons -
tambié n aqu í, como la chance promedio de que los individuos tituido , en cada caso , por la chance, que solo puede ser objeto
« mentados » , en cuanto son , de acuerdo con la comprensió n de de cálculo, de a cu á les hombres, en qué medida y con respec-
sentido ( promedio ) , los afectados por el estatuto impuesto , to a qu é se « someterí an » pr á cticamente en promedio, en defi -
nitiva , los individuos que participan en la coacci ó n mentada ,

la consideren tambié n de hecho conceptualmente no impor-
ta si por temor , fe religiosa , respeto hacia los amos , por una segú n la interpretaci ó n habitual. Los fundadores de consti -
consideración puramente racional con relación a fines o cual - tuciones pueden , mediante estas, ligar la imposición de estatu -

quier otro motivo como prácticamente « v álida » para su con -
ducta , y orienten en consecuencia su acción , en promedio, de
tos obligatorios también , por ejemplo, a la aceptació n de la
mayoría de los miembros , o bien de la mayoría de las perso-
acuerdo con el sentido del estatuto. La imposición puede set nas que presenten ciertas características o sean electas segú n
establecida por «órganos institucionales» mediante su acción reglas.
institucional específica, acorde con el estatuto, empíricamen - En cuanto a la minorí a , sin embargo, esto sigue siendo, natu -
te válida en virtud del consenso ( imposición autó noma ) , como
ralmente , una « imposición » ; la concepción difundida entre no-
en el caso de las leyes de una instituci ón autónoma respecto sotros en la Edad Media y que en el tnit ruso , por ejemplo ,
del exterior en todo o en parte ( p. ej., del « Estado » ) . O bien predominó casi hasta nuestros d ías , no había olvidado que un
puede resultar de manera « hetérónoma », establecida desde el estatuto verdaderamente « v álido » exigía ( a pesar de que ofi -
exterior , como en el caso del actuar en comunidad de los cialmente existiera ya el principio de la mayoría ) la aceptació n
miembros de una Iglesia o comunión , o de otro grupo que re- personal de todos aquellos a quienes obliga .
vista forma institucional , a través de su imposición de parte En realidad , empero, todo poder de imposici ón se basa en una
de otro grupo, polí tico por ejemplo , imposición a la cual se influencia específica , cambiante en cada caso en cuanto a su
adecú an , en su actuar en comunidad , los miembros de la co- alcance y a su índole , de « dominación » de hombres concretos
munidad heterónomamente ordenada . ( profetas, reyes , señores patrimoniales, padres de familia , an -
La inmensa mayor ía de todos los estatutos, tanto de institu - cianos u otras calificaciones honoríficas , funcionarios, jefes de
ciones corno de uniones , no ha sido, en su origen , pactada sino partido, cuya índole sociológica presenta enorme diversidad )
impuesta , es decir, establecida por hombres y grupos de hom - sobre la acció n grupal de los otros. Esta influencia descansa
bres que de hecho, por razones cualesquiera , pueden influir en motivos caracter ísticamente diversos , entre los cuales se
segú n su voluntad el actuar en comunidad basados en la « expec cuenta también la chance de que se aplique coacción f ísica o

216 21?
psíquica de cualquier tipo . Pero tambié n aqu í la acció n por pios racionales por medio de los cuales aquellas normas fue-
consenso orientada en vista de meras expectativas ( en parti- ron pensadas. Para que apliquemos « correctamente » las tablas
cular, el « temor » de quienes obedecen ) constituye solo el ca - de Pit ágoras no es necesario que poseamos intelecció n racional
so l í mite relativamente l á bil. Las chances de validez empírica de las proposiciones algebraicas que , por ejemplo, fundamen -
del consenso se vuelven también aquí permaneciendo iguales tan la m á xima de la sustracción : « No puedo restar 9 de 2 ;
las dem á s circunstancias, tanto mayores cuanto más pueda con - tomo entonces prestado 1» . La « validez » empí rica de las ta -
tarse con que los individuos que obedecen lo hagan , en pro- blas es un caso de « validez por consenso». Pero «consenso »
medio , porque consideran «obligatoria » para ellos, también ( Einverstandnis ) y «comprensión » ( Verstandnis ) no son idé n -
subjetivamente , la relació n de dominación . En cuanto ello su- ticos. Esas tablas nos fueron « impuestas » , cuando niños , del
ceda en promedio o aproximativamente, la « dominación » des- mismo modo que un decreto racional es impuesto por un d és-
cansa en el consenso de «legitimidad ». La dominación , como pota a su sú bdito. Y lo es en el sentido m ás profundo , como
basamento m á s importante de casi todo actuar grupal, cuya algo totalmente incomprendido por nosotros en sus fundamen-
problem á tica se nos presenta en este punto, es necesariamente tos y fines propios, pero que, sin embargo, es obligatoriamen -
un objeto especial que no nos proponemos examinar en de- te « v álido » . El « consenso » , por lo tanto , es ante todo la sim -
talle aqu í. ple «conformidad» a lo habitual porque es habitual. Ello per -
Para su análisis sociológico, en efecto, interesan W diversas manece m á s o menos así . No por la v í a de exá menes raciona -
bases posibles , subjetivamente provistas de sentido, de aquel les , sino de contrapruebas empíricas ensayadas ( impuestas )
consenso de « legitimidad » que determina en modo fundamen- se comprueba si se ha calculado « correctamente » , conforme
tal su car á cter específico allí donde no es el mero temor ante con el consenso. Esta situación se presenta en todos los cam-
una violencia que amenaza directamente lo que condiciona la pos : cuando nos servimos adecuadamente de un tranvía eléc-
conformidad de los individuos. Pero este problema no puede trico, de un ascensor hidrá ulico o de un fusil sin conocer nada
ser examinado de pasada , por lo cual debe desistirse del inten- de las reglas de ciencia natural en que descansa su construc-
to , que él sugiere, de pasar a considerar las cuestiones « auté n - ción ; y , por su parte, incluso el conductor de tranvías y el
ticas » , que aqu í se inician , de la teoría sociol ógica de los gru - armero pueden estar solo imperfectamente en el secreto. Nin-
pos y las instituciones. g ú n consumidor normal sabe hoy , ni siquiera aproximadamen -
La vía del desenvolvimiento conduce por cierto de continuo , te, cu á l es la técnica de producción de los bienes de uso coti-
en casos particulares —
omo ya hemos visto , desde orde-
namientos racionales concretos , conformes a un grupo en vista
diano, y la mayoría desconoce también los materiales de que
est án hechos y las industrias que los producen . Solo les inte-
de cierto fin, hacia la fundación de un actuar por consenso resan las expectativas, que para ellos revisten importancia
que los « desplaza » . Pero en el conjunto , en el transcurso del práctica , del comportamiento de esos artefactos . No otra es la
desarrollo hist ó rico que podemos abarcar panor á micamente , situación en el caso de las instituciones sociales, como, por
hemos de comprobar , no por cierto la existencia de una « sus- ejemplo, el dinero. Nada sabe quien usa el dinero acerca de la
titución » del actuar por consenso por la asociación , sino más verdadera naturaleza de sus extraordinarias cualidades, y hasta
bien , un ordenamiento racional con relación a fines, cada vez los especialistas disputan ásperamente en torno de ello. Y algo
m ás extendido , del actuar por consenso obtenido mediante semejante ocurre con los ordenamientos creados de manera
estatutos , y en particular una creciente transformación de racional en cuanto al fin . Mientras se discute la creación de
los grupos en instituciones ordenadas de manera racional con una nueva « ley » o de un nuevo parágrafo de los « estatutos de
relación a fines. Ahora bien , ¿qué significa pr ácticamente la la uni ó n » , al menos las personas interesadas prá cticamente en
racionalización de los ordenamientos de una comunidad ? Para él , a las que afecta con fuerza , suelen comprender de manera
que un oficinista , o incluso el jefe de una oficina , « conozcan » cabaNel « sentido » realmente mentado de ese nuevo ordena-
los preceptos de la teneduría de libros y orienten su acción en miento . Pero en cuanto est á n ya « establecidos » , el sentido
——
vista de ellos mediante una aplicación correcta o bien en
casos particulares, falsa a causa de error o enga ño , no es
preciso, como es manifiesto , que tengan presentes los princi -
mentado originariamente con mayor o menor unidad por sus
creadores puede ser olvidado u oscurecido tan completamente ,
a través de cambios de significado , que resulte ínfima la frac-

218 219
ción de aquellos jueces y abogados que comprendan acabada - en su estructura subjetiva , la conducta presenta a menudo, de
mente el « fin » para el cual las normas jurídicas , as í desarro- manera predominante, el tipo de un actuar en masa , m á s o
lladas, fueron acordadas e impuestas en su momento ; el « p ú - menos uniforme, carente de toda referencia de sentido. El
blico » , mientras tanto, conocerá el hecho de su dictado y la progreso de la diferenciación social y de la racionalizaci ó n sig-
« validez » empí rica de las normas jur ídicas, y, por lo tanto, las nifica , por lo tanto, si no absolutamente siempre, al menos sí
« chances » que de ellas se siguen , solo en la medida indispen - en cuanto a su resultado normal , una distancia cada vez ma -
sable para evitar Jas contrariedades m ás desagradables que pu - yor , en el conjunto, entre quienes est á n prácticamente inmer-
dieran sobrevenirle. Con la creciente complicación de los or- sos en las t écnicas y ordenamientos racionales y la base racio -
denamientos y la progresiva diferenciación de la vida social , nal de estos, que para ellos, en general, suele permanecer tan
este hecho se vuelve cada vez m ás universal . En el mejor de oculta como para los « salvajes » el sentido de los procedimien -
los casos, quienes conocen de manera indubitable el sentido tos m ágicos de . un hechicero . En consecuencia , en modo algu -
empíricamente válido de aquellos ordenamientos, esto es , las no provoca est á racionalizació n una universalización del cono -
« expectativas » que probablemente se seguirá n de ellos en cimiento de los condicionamientos y conexiones del actuar en
promedio por el hecho de que fueron creados una vez y de comunidad sino, las m á s de las veces , precisamente lo contra -
que son ahora interpretados por lo com ú n de cierto modo y rio. El « salvaje » conoce acerca de las condiciones econ ómicas
garantizados por el aparato de coacci ón , son , precisamente , y sociales de su propia existencia infinitamente m ás que el lla -
quienes act ú an de manera planificada en contra del con - mado « civilizado » . Y tampoco es cierto que la acci ón de los
senso , quienes con deliberación se proponen « infringirlo» o « civilizados » proceda , en lo subjetivo, de manera enteramente
« eludirlo » . Los ordenamientos racionales de una asociación , « racional con relació n a fines » . Antes bien , ello difiere entre
trá tese de instituciones o de uniones , son , por lo tanto , im - las distintas esferas de la acción y constituye un problema por
puestos o « sugeridos » de parte de un primer grupo de perso - s í mismo. Lo que confiere a la situació n del « civilizado » , en
nas con miras a determinados fines, concebidos quizá de ma- este respecto , su nota especí ficamente « racional » , por oposi -
neras muy diversas. De parte de un segundo grupo, es decir •
ció n a la del « salvaje », es m á s bien : !) la fe generalmente
/

de parte de los «ó rganos » de la asociación , ellos son inter-


pretados en lo subjetivo de manera m ás o menos homologa y
— —
admitida en que las condiciones de su vida cotidiana tranvía,
ascensor , dinero, tribunales, ejército o medicina son, por

ejecutados con diligencia aunque no necesariamente con co -

nocimiento de los fines de su creación . Un tercer grupo los
conoce subjetivamente con una aproximación diversa al tipo
principio, de naturaleza racional , es decir artefactos humanos
susceptibles de conocimiento, creació n y control racionales ,
lo cual tiene algunas importantes consecuencias en cuanto al .
de realización corriente, en la medida en que ello es absoluta - cará cter del « consenso», y 2 ) la confianza en que ellas fun -
mente necesario para sus fines privados, y los erige en medio cionan racionalmente, es decir de acuerdo con reglas conoci -
de orientación de su actuar ( legal o ilegal ) porque ellos susci- das, y no irracionalmente, como es el caso de las potencias
tan determinadas expectativas con respecto a la conducta de sobre las cuales quiere influir el salvaje por intermedio de su
otros ( tanto de los « ó rganos » como de los miembros de la hechicero, y en que, al menos en principio, es posible « contar
institución o del grupo ) . De parte de un cuarto grupo, en con » ellas, « calcular » la propia conducta , orientar la propia
cambio, que constituye la « masa » , es practicado « tradicíonal - acció n seg ú n expectativas ciertas , engendradas por ellas . Y
mente » — —
según nuestra expresión un actuar que correspon -
de, dentro de cierta aproximación, al sentido comprendido en
aqu í reside el interés espec ífico de la « empresa » capitalista
racional por los ordenamientos « racionales » , cuyo funciona -
promedio ; y las m á s de las veces ese actuar es mantenido con miento prá ctico puede calcular , en cuanto a sus chances , lo
total desconocimiento del fin , del sentido y hasta de la exis- mismo que el de una m á quina . Sobre esto trataremos en otro
tencia de aquellos ordenamientos. La « validez » emp írica de un lugar.
ordenamiento « racional », precisamente, descansa , en conse-
cuencia , de acuerdo con su centro de gravedad , de nuevo en
el consenso de la conformidad respecto de lo habitual , lo ad -
quirido, lo inculcado , lo que siempre se repite. Considerada

220 221
4. El sentido de la « neutralidad valo- Ei segundo punto de vista me parece inadmisible. En particu -
lar , considero sencillamente irrealizable la distinción , no pocas
rativa» de las ciencias sociológicas y veces postulada para nuestras disciplinas, entre valoraciones
econ ó micas 1 ( 1917 ) prácticas « polí tico-partidarias» y otras que no tendrían ese ca-
rácter. Ella solo es apta para ocultar el alcance práctico de
las tomas de posición sugeridas a los oyentes. Más a ú n : si se
admite la formulación de valoraciones desde la cá tedra , la opi -
nión de que se las debe expresar de manera totalmente « exenta
Si explícitamente no se afirma otra cosa , o no es evidente de de pasión » , evitando los temas que pudieran originar discu -
suyo, por « valoraciones » es preciso entender , en lo sucesivo, siones « acaloradas », refleja un punto de vista burocrá tico que
las evaluaciones prácticas del car ácter censurable o digno de todo profesor independiente debe rechazar. Entre los estudio-
aprobación de los fenómenos ínfluibles por nuestro actuar. El sos para quienes no era preciso renunciar a la formulación de
problema atinente a la « libertad » de una ciencia determinada valoraciones pr á cticas en las discusiones empíricas, precisa -
respecto de valoraciones de esta clase , es decir , la validez y
el sentido de ese principio lógico, es algo por entero distinto
mente los más apasionados
— — como Treitschke y , a su manera ,
Mommsen resultaban los m ás tolerables. En efecto, un fuer-
de la cuestión que hemos de examinar previamente de Ara - te acento emotivo permite al menos que el propio oyente apre-
nera sucinta , a saber , si en la enseñanza académica se debe cie la subjetividad de la valoración de su profesor en cuanto
o no « hacer profesión » de las propias valoraciones pr ácticas a una eventual distorsión de las comprobaciones de este, y ,
fundadas en la é tica , en los ideales culturales o bien en una por lo tanto, que cumpla por sí mismo aquello que al maestro
concepción del mundo. Tal cuestió n no puede ser dilucidada le est á vedado por razones temperamentales. De este modo,
científicamente, pues ella misma depende por entero de valo- la pasión auténtica obtiene sobre las mentes juveniles el efec-
raciones prácticas y , por lo tanto, es imposible resolverla de to que — —
supongo los partidarios de la formulación de jui-
cios de valor desde la cá tedra quisieran asegurar, sin que el
manera concluyente. Acerca de este punto se han sostenido
diversas opiniones, de las cuales solo citaremos las dos extre- oyente sea llevado a confundir diversas esferas , como necesa -
mas: a ) es correcta la distinción entre cuestiones puramente riamente sucede cada vez que la comprobación de hechos em -
lógicas o empíricas, por un lado, y valoraciones prácticas é ti-

cas o basadas en una concepció n del mundo , por el otro ;
— pí ricos y la exhortació n a tomar posiciones pr ácticas ante los
grandes problemas de la vida se hacen con el mismo fr ío
desapasionamiento.
no obstante , o quizá precisamente por ello , ambas categorías
de problemas competen a la cá tedra , y b ) aun cuando aquella El primer punto de vista ( a ) paréceme aceptable, y ello a
distinción no pudiera ser establecida de una manera l ógica - partir de la perspectiva subjetiva de sus propios, eventuales
mente consecuente, es recomendable que todas las cuestiones sostenedores, solo si el docente se impone como deber abso-
valorativas, prácticas , sean alejadas de la enseñanza en la me- luto, en cada caso singular , aun a riesgo de volver m ás insí-
dida de lo posible. pida su exposición, mantener inexorablemente en claro ante
sus oyentes y , lo que es esencial, ante sí mismo, cuáles de sus
1 Este ensayo es producto de una reelaboración de un informe manus- aseveraciones corresponden a hechos deducidos l ógicamente , o
crito destinado a una discusión interna para la reunión de 1913 del empíricamente observados , y cuáles a valoraciones prácticas.
Ver án f ür Sozidpolitik . Se eliminó en lo posible lo que interesaba so- Hacerlo es, en mi opinión, y reconocida la separación lógica
lamente a ese grupo de estudio, y fueron ampliadas las consideraciones de ambas esferas, un mandato de honestidad intelectual ; en
metodológicas generales. De los otros informes presentados para esa
disensión , ha sido publicado ei del profesor Schmolier, en el Schmollers este caso , es lo mí nimo que puede exigirse .
Jahrbuch f ür Gesetzgebung , Verwaltung und Volkswirtschaft , vol .
-
XXXVIII, 1914, págs , 33 57 . Confieso que encuentro asombrosamente
d é bil , por falto de claridad , este trabajo de un filósofo que yo también
Por lo contrar ío, la pregunta sobre si en general se deben for-
mular valoraciones prá cticas desde la cá tedra ( aun con esta
estimo; sin embargo , evito aqu í cualquier polémica con él , incluso por reserva ) ata ñe a la polí tica universitaria prá ctica , por lo cual ,
razones de espacio, y me limito a exponer mi punto de vista .
en última instancia , puede ser respondida solo con referencia

222 223
a la misión que el individuo, seg ún sus propias valoraciones , y en parte parecían estarlo , como ( relativamente ) simples
asigne a las universidades. Quien aú n hoy reclame para ellas y ante todo ( relativamente ) impersonales , aun cuando eran es -
y, por lo tanto, para s í mismo , en virtud de su cará cter de pro- pecíficamente suprapersonales de manera evidente. Antes bien ,
fesor universitario, el papel universal de forjar seres humanos, es pretendida ( en virtud de un desarrollo inevitable ) en nom -
de propagar una conciencia pol í tica , ética, esté tica , cultural o bre de un multicolor ramillete de valoraciones culturales , esto
de otro tipo, tendrá una posici ó n diferente de quien crea ne- es, en verdad , de pretensiones subjetivas sobre la cultura o
cesario afirmar el hecho ( y sus consecuencias ) de que el aula
acadé mica desarrolla hoy sus efectos realmente valiosos solo
— —
dicho más abiertamente del alegado « derecho a la perso
nalidad » del profesor. Cabe indignarse frente a este punto de
mediante la enseñanza especializada por parte de personas vista , pero es imposible refutarlo, ya que precisamente contie -
profesionalmente calificadas, y que , por lo tanto , « la hones- ne una « valoració n prá ctica » . Y de todos los tipos de profe-
tidad intelectual » es la ú nica virtud específica que se debe in - cía , esta profecí a profesoral que se disimula en el sentido in -
culcar. En apoyo del primer punto de vista pueden aducirse dicado como « personal » es el ú nico totalmente insoportable.
tantas argumentaciones últimas como en favor del segundo . Insólito estado de cosas es, por cierto, el que multitud de pro-
— —
Este que yo personalmente acepto , en particular, puede
derivar de una apreciaci ón m ás entusiasta, o bien de otra , muy
fetas, acreditados por el Estado , no prediquen en las calles, en
las iglesias u otros lugares pú blicos, ni tampoco en privado, en
modesta , acerca del significado de la formación « profesional» . capillas sectarias elegidas personalmente y que se reconozcan
Para defenderlo no es preciso desear que todos los hombres, como tales, sino que se sientan habilitados para pontificar
en su fuero í ntimo, se vuelvan en lo posible « especialistas » acerca de concepciones del mundo « en nombre de la ciencia » ,
puros. Por lo contrario , basta con que no se desee ver las de- en la calma de aulas que gozan del privilegio gubernativo, en
cisiones de vida ú ltimas, eminentemente personales , que un un clima de presunta objetividad , sin control , sin discusiones
hombre debe adoptar , confundidas con la formación especiali- y, ante todo , a salvo de cualquier contradicció n . Es un viejo
zada , por alto que pueda valorarse la significación de esta , no axioma , sostenido cierta vez con vigor por Schmoller , el que
solo para el cultivo intelectual general de los j óvenes , sino afirma que lo que sucede en las aulas debe estar sustraído a la
tambié n , indirectamente, para su autodisciplina y su actitud discusión p ú blica . Aunque se podr ía arg ü ir que ello quiz á pre -
é tica , basta , adem ás, con que tampoco se desee que su solu - sente desventajas, aun en el terreno de las ciencias empí ricas ,
ci ón basada en la propia conciencia del oyente sea sustituida
por una sugesti ón de la cá tedra .

cabe manifiestamente admitir y , por mi parte , lo hago —
que la « lecció n » debe ser algo distinto de una « conferencia » ,
La predisposici ó n del profesor Schmoller en favor de las va - pues el rigor imparcial, la objetividad y la sobriedad de la ex -
loraciones expuestas desde la cá tedra paréceme comprensible posici ó n acad émica se resienten , en detrimento de los fines
como eco de una gran época , que él y sus amigos contribuye- pedagógicos, cuando interviene la publicidad , periodística por
ron a crear . Pero pienso que no puede escapá rsele que , para ejemplo. Ahora bien, semejante privilegio de incontrolabilldad
la generación m á s joven , la situació n objetiva ha cambiado en parece en todo caso apropiado, con respecto al profesor , solo
un aspecto importante. Hace cuarenta a ñ os , entre los estudio- para la esfera de lo puramente profesional . Pero ral calificación
sos que cultivaban nuestra disciplina era creencia difundida no corresponde a la profecía personal ; en consecuencia , ha de
que, en el dominio de las valoraciones político- pr á cticas , solo estar excluida de aquel privilegio. Y , lo que es m ás importan -
una de las tomas de posición posibles tení a que ser éticamente te , no se debe explotar la circunstancia de que el estudiante ,
justa . ( El propio Schmoller , sin embargo , ha sostenido este para abrirse camino en la vida , est á obligado a recurrir a cier -
punto de vista siempre en forma muy restringida. ) Pero hoy , tas instituciones educativas y asistir a los cursos de sus profe -
como puede demostrarse con facilidad , ya no creen en ello los
defensores de la formulación de valoraciones desde la cá tedra .

sores , a fin de instilarle, adem á s de lo que é l necesita el es-
t í mulo y cultivo de su capacidad para observar y razonar , as í
La legitimidad de estas ya no es pretendida en nombre de una
exigencia é tica cuyos postulados de justicia ( relativamente )

como cierto c ú mulo de informaciones , sin posibilidad de
ré plica , la propia concepción del mundo que, si bien a veces
sencillos, tanto con respecto al tipo de su fundamentación ú l- puede revestir considerable interés , otras resulta indiferente .
tima como a sus consecuencias , estaban en parte configurados.

224 225
Como cualquier otra persona , el profesor dispone de otros me- do poca cosa y siempre perjudicar á la labor misma. Ahora
dios para propagar sus ideales prá cticos ; en caso contrario, bien, espero no tener la necesidad de afirmar de manera ex-
puede crearlos con facilidad en la forma apropiada , como lo presa que, precisamente, los adversarios a que se refieren estas
demuestra la experiencia con cada tentativa honesta. Pero el consideraciones poco o nada tienen que ver con este culto de
profesor, en su calidad de tal, no debe pretender llevar en su lo personal en cuanto tal. En parte ellos ven las tareas de la
mochila el bast ón de mariscal del estadista ( o del reformador cá tedra bajo otra luz, y en parte tienen otros ideales pedagó-
de la cultura ) , como lo hace cuando usa la tranquilidad de la gicos, que respeto pero no comparto. Por eso debemos consi -
cá tedra en beneficio de sus sentimientos polí ticos ( o polí tico- derar, no solo lo que ellos se proponen, sino tambié n cómo lo
culrurales ) . En el periodismo, en reuniones p ú blicas, en aso- que legitiman con su autoridad influye sobre una generación
ciaciones, en ensayos, en cualquier otra forma que est é a dis- que inevitablemente tiene ya una pronunciada predisposición
posición de los ciudadanos , puede ( y debe ) hacer lo que su a sobrestimar su propia importancia.
dios o su demonio le manden. Pero lo que hoy el estudiante Por ultimo, apenas es necesario señalar especialmente que mu »

debe aprender de su profesor en el aula es : i ) la capacidad chos presuntos enemigos de la formulación de valoraciones
de atenerse al cumplimiento de una tarea dada ; 2 ) la virtud desde la cá tedra en modo alguno está n en lo justo cuando , pa -
de reconocer en primer té rmino los hechos, incluidos pre-

cisamente los que puedan resultar incó modos desde un pun -
— ra desacreditar las discusiones sobre polí tica cultural y social
que se desarrollan en público, fuera de las aulas , invocan el
to de vista personal , distinguiendo la comprobació n de estos postulado de la exclusión de los « juicios de valor » , al que a
de la toma de posici ón valorativa , y 3 ) el h á bito de posponer menudo entienden tan mal. La indudable persistencia de estos
la propia persona frente a las cosas, y de reprimir el impulso elementos falsamente libres de valores , tendenciosos, introdu-
d é exhibir los gustos personales u otros sentimientos de ma - cidos en nuestra disciplina por el obstinado y consciente parti-
nera inoportuna . A mi parecer , esto es hoy incomparablemen - dismo de poderosos grupos de inter és , explica por qu é un sig-
te m ás urgente que hace cuarenta años, cuando el problema nificativo numero de sabios í ntimamente independientes se
ni siquiera se planteaba en esta forma . No es verdad como

han afirmado con insistencia muchos que « la personalidad »
— aterran a la formulación de valoraciones desde la cá tedra : son
demasiado orgullosos para participar de esa mascarada de una
es y debe ser un « todo » y que se la vulnera si no se se la ma- « neutralidad frente a los valores » solo aparente. Por mi parte
nifiesta en cada ocasión. En cualquier tarea profesional , la ma- creo que , a pesar de ello, es preciso hacer lo que corresponde,
teria misma impone sus reglas y exige que se respeten sus pro- y que el peso de las valoraciones pr ácticas de un estudioso que
pias leyes. Quien se dedique a ella debe refrenarse y excluir se limita a defenderlas en las ocasiones apropiadas , fuera de
todo lo que en rigor no le pertenezca , en particular sus pro- la clase , no es sino mayor cuando se sabe que posee la disci-
pios amores y odios . Tampoco es verdad que sea signo de una plina de cumplir solamente con su « oficio » dentro del aula.
personalidad fuerte el indagarlo todo, en cualquier ocasión , de Pero todas estas son , a su vez , cuestiones de valoraci ón prá c-
acuerdo con una « nota personal », exclusiva . Es deseable , en tica y , por lo tanto, indemostrables.
cambio, que la generación que ahora se educa llegue de nuevo En cualquier caso, el empleo por principio del derecho de for-
a convencerse de que « ser una personalidad » no es algo que mular valoraciones desde la cá tedra solo puede ser consecuen-
se conquiste con proponérselo , y que solo existe para ello te si , al mismo tiempo, se garantiza que todas las valoracio-
( ¡quiz ás! ) un camino : la consagración incesante a una « labor » , nes partidistas tengan oportunidad de expresarse.2 Pero , entre
cualquiera que sea , y a la « exigencia cotidiana » que de ella nosotros , junto con la insistencia en aquel derecho suele sos-
deriva . Es inconveniente mezclar las cuestiones personales con tenerse , precisamente , lo contrario del principio de represen -
las discusiones profesionales, objetivas. No observar esa auto- tación igualitaria de todas las orientaciones ( incluidas las « m á s
rrestricci ón específica , requerida, equivale a despojar la « pro-
fesi ón » del ú nico sentido que realmente conserva todavía . Si 2 Para tal fin no basta con el principio holand és de la emancipación
el « culto de la personalidad » de moda busca entronizarse, sea de la facultad teol ógica del control confesional , unida a la libertad de
en el cargo p ú blico o en la cá tedra , casi siempre obtendr á
fundar universidades en caso de que estén asegurados los medios finan
cieros, de que se observen las prescripciones para la calificación de los
-
grandes efectos exteriores, pero en lo m á s í ntimo seguir á sien-

226 227
.
extremas » que quepa imaginar ) Por ejemplo, era naturalmen - permitir una irrestricta libertad para discutir las cuestiones
te consecuente, a partir de su punto de vista personal , que m ás fundamentales desde todos los puntos de vista . ¿ Es esto
Schmoller explicase que « marxistas y manchestenanos» esta - posible ? Hoy las cuestiones más decisivas e importantes, re-
ban inhabilitados para ocupar cá tedras acad émicas, si bien lativas a valores pr ácticos y pol í ticos, est á n excluidas de las
nunca incurrió en la injusticia de desconocer los logros cientí - universidades alemanas por la situación polí tica misma. Para
ficos originados, precisamente, en esos cí rculos. Pero en este quien los intereses de la Nación está n, sin excepción alguna,
punto nunca he podido coincidir con nuestro venerado maes- por encima de cualquiera de sus instituciones concretas , cons-
tro. Es obvio que no se puede exigir al mismo tiempo que se tituye por ejemplo una cuestión de importancia capital saber
admita la formulación de valoraciones desde la cá tedra y si la concepci ó n hoy prevaleciente acerca de la posición del
— cuando se deben extraer las consecuencias de ello se ñalar—
que la Universidad es una institución estatal destinada a for -
emperador en Alemania es conciliable con los intereses inter-
nacionales de la Nación y con los instrumentos ( guerra y di-
mar funcionarios « leales al Estado » . De tal modo la Universi - plomada ) a través de los cuales aquellos se afirman. No son
dad se convertiría , no en una « escuela especializada » ( lo que siempre los peores patriotas, ni siquiera los antimon á rquicos ,
parece tan degradante a muchos profesores ) , sino, antes bien , quienes se inclinan a responder por la negativa esta cuestió n y
en un seminario sacerdotal, solo que sin poder conferir la a dudar de que se obtengan éxitos duraderos en ambos cam -
dignidad religiosa propia de este. Se ha pretendido tambi én pos mientras no se produzcan transformaciones muy profundas.
establecer límites con un procedimiento puramente « l ógico » . Todos saben , sin embargo, que estas cuestiones cruciales de
Uno de nuestros m á s destacados juristas explicaba cierta vez nuestra vida nacional no pueden ser discutidas con plena li -
por qu é se había manifestado en contra de la exclusión de los bertad en las universidades alemanas.3 En vista , pues , de que
socialistas de los cargos universitarios: ú nicamente rechazaría precisamente las cuestiones de valoración práctico- política de-
a un « anarquista » como profesor de derecho, ya que los anar - cisivas est á n sustraídas a su discusión en la cá tedra , paréceme
quistas niegan la validez del derecho en general ; era evidente que lo que corresponde a la dignidad de un representante de
que consideraba definitivo su argumento. Mi opinió n es exac - la ciencia es callar también acerca de aquellos problemas de
-
tamente la opuesta . Un anarquista pu ede sin duda ser un buen
conocedor del derecho. Y si lo es, precisamente aquel punto
valoración que complacientemente se le permite tratar.
En ningú n caso, sin embargo, debe confundirse la cuestión
de Arqu ímedes , situado fuera de las convenciones y presupues-
tos que nos son tan obvios, punto en que lo coloca su convic-
— irresoluble porque depende de una valoración de sí se —
puede o se debe sostener valoraciones prácticas en la enseñan -
— —
ción objetiva cuando esta es auté ntica- , puede permitirle
discernir , en los postulados fundamentales deja teoría jurídica ,
za con la discusión puramente lógica del papel que las valo-
raciones desempeñan en disciplinas empíricas como la sociolo-
una problem á tica que escapa a todos aquellos para quienes gía y la economía pol í tica . De otro modo resultará perjudica -
esos postulados son demasiado evidentes. La duda m ás radical , da la imparcialidad del tratamiento del problema puramente
en efecto, es progenitora del conocimiento. Es tan poco tarea lógico, cuya solución , sin embargo , no dará otra orientación
del jurista « probar » el valor de aquellos bienes culturales de para responder a la primera cuestión fuera de la exigencia , im -
cuya existencia depende el « derecho »« como del m édico de- puesta sobre una base puramente l ógica , de la claridad y la
mostrar que la prolongación de la vida merece ser procurada separación precisa de los diferentes tipos de problemas por
en cualquier circunstancia . Ninguno de ellos est á en situación parte de los docentes.
de hacerlo con los medios de que dispone. Sin embargo, s í se No quisiera discutir adem á s si la distinción entre comproba -
desea convertir la Universidad en un foro para la discusión de ción empí rica y valoración prá ctica es dif ícil de trazar. Por
valores prácticos , evidentemente se convierte en un deber el cierto que lo es . Todos nosotros, tanto yo , que planteo esta
exigencia , como otros , tropezamos de continuo con esa difi -
profesores y que se garantice el derecho privado de crear cá tedras con
el patrocinio de quienes las instituyen. En efecto , ese principio confiere 3 No es esto peculiar de Alemania . En casi todos los pa íses existen li-
ventajas solamente a quienes poseen dinero y a las organizaciones auto - mitaciones de hecho, explícitas o encubiertas. Solo var ía el tipo de
ricales han hecho uso de él .
-
ritarias que poseen ya la fuerza: es manifiesto que solo los c í rculos cle los problemas valorat ívos excluidos.

228 229
cuitad . Pero al menos los sostenedores de la llamada economía tenerse de formular valoraciones pr á cticas, tiene que explici-
polí tica ética debieran saber que, aunque la ley moral no pu- tarlas como tales ante los estudiantes y ante sí mismo.
diera ser plenamente cumplida, ella valdr ía , sin embargo, co- Por último , es preciso combatir con la mayor decisión la di-
mo « mandato ». Adem ás, un examen de conciencia podr í a qui- fundida creencia de que la « objetividad » cient ífica se alcanza
zá demostrar que el cumplimiento de ese postulado es dif ícil sopesando entre sí las diversas valoraciones y estableciendo
ante todo porque de mala gana nos abstenemos de entrar en
entre ellas un compromiso « de estadista ». Pero el « termino
el tan interesante campo de las valoraciones, menos a ú n resig- medio » es tan indemostrable científicamente, con los recur -
nando aquella « nota personal » tan excitante, lodo profesor sos de las disciplinas empíricas, como las valoraciones « m ás
ha observado que las caras de sus alumnos se iluminan y se extremas ». Adem ás, en la estera de las valoraciones tai proce -
vuelven m ás atentas cuando comienza a exponer su « profesión der en modo alguno ser ía normativamente uní voco . Ello no
de fe » personal, y que la concurrencia a sus clases resulta muy es propio de la Universidad sino , antes bien , de los programas
beneficiada con la expectativa de que lo haga . Todos sabemos, polí ticos y del Parlamento. Las ciencias, tanto las normativas
adem ás , que en su competencia por atraer estudiantes las uni -
versidades a menudo dan en los concursos preferencias a un
como las empí ricas, pueden prestar a los polí ticos y a los par
tidos en lucha un ú nico servicio inestimable. En efecto, pue
-
-
profeta , por ínfimo que sea, que pueda llenar la sala de con - den decirles : 1 ) cu áles son las diversas tomas de posición
ferencias , antes que a otro mucho m ás destacado y objetivo « ú ltimas » concebibles respecto de ese problema práctico, y 2 )
con el sobrentendido, claro est á, de que la profecía dejará ^ cu áles son los hechos que deben tomar en cuenta al optar entre
intactas las valoraciones consideradas normales en cada caso, esas posiciones. Y con ello llegamos a nuestro problema.
pol í tica o convencionalmente. El profeta sendo « neutral frente El término « juicio de valor » ha engendrado una desinteligen -
a los valores », que hable en representación de ciertos intereses c ía permanente y, ante todo , una disputa terminol ógica , por
materiales, tiene, adem ás, mejores chances que su oponente ello mismo est éril. Evidentemente, esto en nada contribuyó a
debido a la influencia de estos sobre el poder polí tico. Todo la solución del problema. Como ya indicamos, es indudable
esto me disgusta sobremanera, y no quisiera tener que consi-
que estas discusiones se refieren , en nuestras disciplinas , a
derar el aserto de que la exigencia de excluir las valoraciones valoraciones prácticas acerca de la deseabilidad o indeseabili -
prá cticas es « mezquina » y vuelve « aburridas » las lecciones.
Dejaré tambié n de lado si las lecciones sobre una disciplina dad de hechos sociales desde puntos de4 vista é ticos , culturales
o de otra í ndole. A pesar de lo dicho, se han planteado con
empírica deben procurar ser « interesantes» ante todo. Por mi
parte, temo que el est ímulo logrado mediante una nota perso-
toda seriedad las siguientes «objeciones »: la ciencia se esfuer
za por alcanzar resultados « provistos de valor » , es decir 1 )
-
nal demasiado atrayente debilite el gusto de los educandos por correctos desde el punto de vista l ógico y con referencia a los
la sobria investigación emp írica . hechos, y 2 ) importantes en el sentido del interés cient ífico;
Quisiera indicar expresamente , y sin entrar en detalles, que
adem á s , la selecci ó n del objeto ya implica una « valoraci ó n ».
es posible, con la apariencia de erradicar todas las valoracio-
nes pr á cticas, sugerirlas con particular fuerza mediante el co- Otra incomprensión casi inconcebible que se repite de con ti;
nocido recurso de «dejar que los hechos hablen por sí mis- nuo consiste en entender que las ciencias empíricas no pueden
mos » . Los mejores entre nuestros discursos parlamentarios y tomar las valoraciones « subjetivas » de los hombres como ob -
electorales obran de esa manera , lo cual es totalmente leg í ti - jeto ( aunque la sociología , y , en el campo de la econom ía
mo para sus fines. No vale la pena empeñarse en demostrar polí tica , toda la teoría de la utilidad marginal descansan en la
que el empleo de este procedimiento en la cá tedra constituye , ,
premisa opuesta ) . Pero no se trata m ás que de la trivialísima
precisamente desde el punto de vista de la distinció n que esta - 4 Debo remitir a lo que he dicho en ensayos anteriores ( los defectos
mos considerando, el m ás reprobable de los abusos. Pero el de ciertas formulaciones que puedan presentarse en ellos para nada
que una ilusión respecto del cumplimiento de un imperativo, afectan los puntos esenciales ) , y , respecto del «car ácter inconciliable»
creada de manera deshonesta , onecí a hacerse pasar por reali - de ciertas valoraciones ultimas en un imnortante á mbito de problemas,
dad no constituye una cr í tica del imperativo mismo . Ello im - quiero mencionar a G. Radbruch , EinUihrung in die Rechtswissenschaft
( Berl í n , ?a . ed ., 1913 ) . Disiento ron el en algunos puntos, pero estos no
plica , sin embargo, que si el profesor estima que no debe abs- revisten importancia para el problema aqu í dilucidado.

230
23.1
exigencia de que el investigador y el expositor mantengan ab - nielad normativa , es decir que revistan otro carácter que la
solutamente separadas la comprobació n de hechos empíricos cuestión , por ejemplo, de si lian de preferirse las mujeres ru -
( incluida la conducta « valorativa » de los hombres empíricos bias a las morenas u otros juicios de gusto similares. Estos
por él investigados ) y sus propias valoraciones prácticas, pol- problemas pertenecen a la filosof ía de los valores, y no a la
las que juzga estos hechos como satisfactorios o insatisfacto - metodología de las disciplinas empíricas . A estas solo interesa
rios ( comprendidas las « valoraciones » de los hombres emp í- que la validez de un imperativo práctico en cuanto norma, per-
ricos objeto de investigación ) . En efecto, ambos problemas u n lado, y el valor de verdad de una comprobació n empí rica
son heterogéneos. En cierto tratado, por lo dem á s valioso, un de hechos, por el otro, se encuentren en planos absolutamente
autor infiere que un investigador podr ía tomar su propia va - heterogé neos de la problem á tica ; les interesa tambié n el he -
loració n como un « hecho » y extraer luego de él conclusiones. cho de que se atenta contra la dignidad específica de cualquie -
Lo que aquí se quiere decir es tan incuestionablemente co - ra de ambos cuando se olvida esto y se procura unificar las
rrecto como equí voca la forma de expresarlo. Como es natural , dos esferas. Este error ha sido cometido en muchas ocasiones ,

se puede acordar, antes de entrar en una discusió n , que cierta en especial por el profesor SchmoilerPrecisamente el respeto

medida prá ctica por ejemplo, financiar un ejército mayor a que tengo a nuestro maestro me impide soslayar estos pun -

costa del bolsillo de los pudientes - sea « premisa » de esa
cusión y que solo está n a consideración los medios de llevarla
dis- tos en que no puedo estar de acuerdo con é l .
Empezaré cuestionando la opini ón de los partidarios de la
a cabo. Esto es con frecuencia conveniente. Pero tal propósito « neutralidad valorativa », para quienes la mera inestabilidad
práctico, supuesto de com ú n acuerdo, no debe ser denominado histórica e individual de las tomas de posición valorativas pre -
.
« hecho » sino « fin establecido a priori » Que ambas cosas son valecientes es prueba de la í ndole necesariamente « subjetiva »
distintas lo revelaría la discusión de « medios », aun cuando el de la é tica , por ejemplo. Aun las comprobaciones empí ricas de
« fin supuesto» como indiscutible fuera tan concreto como en- hechos suelen originar disputas, y quizá se obtuviese un acuerdo
cender un cigarro. En tales casos, naturalmente, la discusi ó n esencialmente mayor respecto de si alguien ha de ser conside-
de los medios raras veces es necesaria . Respecto de casi cual - rado un canalla que, por ejemplo ( precisamente entre los es-
quier propósito formulado en general , como en el ejemplo pecialistas ) , respecto de la interpretació n de un documento
escogido antes, se tendrá por lo contrario la experiencia , en la mutilado. La conjetura de Schmoller , a saber , que existe una
discusión de los medios, no solo de que los individuos han en - creciente unanimidad en cuanto a confesiones y personas res-
tendido algo por completo diferente por ese fin al que se su - pecto de los puntos capitales de las valoraciones prácticas , esta
ponía un í voco , sino que, en particular , el mismo fin es querido en franca ant í tesis con mi punto de vista . Pero considero que
sobre bases últimas muy disímiles, lo cual influye en la discu - esto est á fuera de la cuestió n . He aqu í, en efecto , lo que ser ía
sión de los medios. Dejemos esto de lado. En efecto, a nadie preciso impugnar : que en la ciencia sea posible contentarse
se le ha ocurrido negar que se pueda partir de un fin deter - con cualquiera de tales evidencias f á cticas , establecidas con -
minado, acordado en com ú n, y discutir solo los medios de al - vencionalmente, respecto de ciertas tomas de posició n , por m á s
canzarlo, ni que de aqu í pueda resultar una disensió n que se difundidas que est én estas. La función especí fica de la ciencia
desenvuelva en un plano estrictamente empírico. Pero, en rea - es , a mi parecer, justamente la inversa: convertir en problema
lidad , todo el debate gira en torno de la elecció n de fines ( y lo evidente por convención. Es lo que Schmoller y sus com -
no de medios para un fin dado ) ; en otras palabras , en torno pa ñ eros hicieron en su época . Que se investigue y , en ciertas
del sentido en que la valoració n supuesta por el individuo circunstancias , se valore en mucho la eficacia causal de la sub -
puede ser, no asumida como un « hecho », sino convertida en sistencia f áctica de ciertas convicciones sobre la vida econ ó mica
objeto de crí tica científica. Si no se tiene en cuenta esto , toda no implica que , por ello, se tenga que compartir , o considerar
discusión ulterior será infructuosa . « provistas de valor » , tales convicciones que , quiz á , tuvieron

No est á para nada en discusió n la medida en que valoraciones 5 En su art ículo sobre la Volkswirtschaftslehre ( teor í a de la econom í a
prá cticas , en particular las éticas , puedan pretender una dig- polí tica ) en el Handivórterbuch der Staatswissenschaften , Berlín , 3a .
ed ., 1911 , vol . VIH , pá gs . 426- 301 .

232 233
gran eficacia causal. A la inversa , con afirmar el elevado valor las valoraciones sean esté riles o carezcan de sentido, ya que el
de un fen ó meno é tico o religioso nada se dice acerca de si las reconocimiento de este , su sentido, es premisa de cualquier
inmensas consecuencias que tuvo o podrí a tener han de recibir consideraci ón tí til de ese tipo. Solo presupone la comprensión
el mismo predicado positivo de va,or. Las comprobaciones de de la posibilidad de que existan valoraciones ultimas, diver-
hecho en nada aclaran estas cuestiones , y el individuo ha de gentes por principio e irreconciliables. « Comprenderlo todo »
juzgarlas de manera muy diversa seg ú n sus propias valoracio- no significa « perdonarlo todo » , ni la mera comprensió n del
nes religiosas y de otra í ndole. Nada de esto ata ñe a la cues- punto de vista ajeno entra ña en cuanto tal , en principio, so
tión en disputa. Por lo contrario, me opongo con la mayor? aprobación. Antes bien, lleva, por lo menos con la misma fa-
energ í a a la opini ó n de que una ciencia « realista » de lo é tico , cilidad y a menudo con probabilidad mayor , a reconocer por
esto es , la demostraci ó n de las influencias que las convicciones qu é y en qu é no se puede coincidir . Precisamente ese conoci-
é ticas prevalecientes en cierto grupo de hombres han sufrido miento es un saber acerca de la verdad , y a él contribuyen las
de parte de sus dem á s condiciones de vida y ejercitado a su « discusiones acerca de valoraciones ». Por lo contrario, lo que
vez sobre estas , pueda dar por resultado una « é tica » capaz de —
por esta v ía no se puede por cierto alcanzar - porque se en -
decir algo acerca de lo que dehe valer. Del mismo modo, una —
cuentra en la direcció n opuesta es una é tica normativa o la
capacidad coaccionante de un « imperativo » . Antes bien , todo
exposición « realista » de las concepciones astronómicas de los
chinos que mostrase los motivos prácticos que los llevaron a el mundo sabe que el efecto « relativizador » de tales discusio-
cultivar la astronom ía , la manera en que lo hicieron , a qu é nes dificulta , al menos en apariencia , el logro de esa meta.
resultado llegaron y por qu é , tampoco podr ía tener como meta Ello no significa que se las deba evitar. Todo lo contrario. Una
demostrar su corrección . Del mismo modo, la comprobación convicción « é tica » pasible de ser destruida por la « compren -
de que los agrimensores romanos o los banqueros florentinos si ón » psicol ógica de valoraciones divergentes no tiene m ás va -
( estos , en la partició n de grandes patrimonios ) ¡legaron fre- lor que el de una creencia religiosa desplazada por el conoci-
cuentemente con sus m é todos a resultados inconciliables con
miento cient ífico, cosa que , por cierto , ocurre con frecuencia .
la trigonometría o la tabla pitagórica no cuestiona en absolu- Por ú ltimo, cuando Schmoller afirma que los partidarios de la
« neutralidad frente a los valores » en las disciplinas emp í ricas
to la validez de estas ú ltimas . Con la investigació n empí rica ,
psicol ógica e histórica de un punto de vista valorativo deter- no pueden reconocer m ás que verdades é ticas « formales » ( en
minado , en cuanto a su condicionamiento individual , social e el sentido de la Critica de la raz ón práctica ) , se requieren al -
hist órico, nunca se logra otra cosa que su explicación com- gunos comentarios, si bien el problema no pertenece por en -
.

tero al tema que nos ocupa.


prensiva. Y ello no es poco. No solo tal explicació n es deseable
a causa de su efecto accesorio , de cará cter personal ( y no En primer lugar , debemos rechazar la identificación , implícita
cient ífico ) , en cuanto permite « hacer justicia » m á s f á cilmente en la concepción de Schmoller , entre imperativos é ticos y
« valores culturales » , aun los m ás elevados. En efecto , puede
a quien real o aparentemente no piensa as í. Tambié n reviste
suma importancia cient ífica : 1 ) con miras a una consideración existir un punto de vista para el cual los « valores culturales»
causal empí rica de la acción humana , a fin de aprender a dis- sean « obligatorios » , aun cuando est é n en pugna inevitable e
cernir los motivos ú ltimos, reales, de esta , y 2 ) para la deter- irreconciliable con cualquier é tica . A la inversa , es posible sin
minaci ó n de puntos de vista valorat í vos contrapuestos, cuan - contradicció n interna una é tica que rechace todos los valores
do se discute con alguien que , de manera real o en apariencia , culturales. De cualquier manera , ambas esferas de valores no
son idé nticas . Considerar que proposiciones « formales » , por
sostiene valoraciones divergentes. En efecto, el verdadero sen - ejemplo las de la é tica kantiana , no incluyen indicaciones de
tido de una discusión de valores radica en aprehender lo que
el contrario ( o tambié n uno mismo ) entiende , es decir el valor contenido representa un grave ( aunque difundido ) error. La
posibilidad de una é tica normativa no es cuestionada , por
al cual cada una de ambas partes se refiere en realidad , y no cierto , porque haya problemas de car á cter práctico respecto
meramente en apariencia , lo cual posibilita en general una
toma de posici ó n respecto de ese valor . Muy lejos , por lo tan-
de los cuales no pueda dar, por sí misma , indicaciones un ívocas
( entre estos se cuentan , seg ú n creo , de modo particular , cier -
to, de que la exigencia de neutralidad frente a los valores en
el an á lisis empí rico implique que las discusiones en tomo de tos problemas institucionales, esto es , precisamente , « pol í tico*

234 235
sociales » ) ; tampoco es cuestionada porque la é tica no sea lo no conflicto, insoluble con los recursos de una é tica que des-
único « válido » en el mundo , sino que junto con ella subsistan canse puramente en sí misma .
otras esferas de valor que, en ciertas condiciones , solo puedan Ambas m á ximas é ticas revisten un carácter estrictamente «for -
ser realizadas por quien arrostre una « culpa » moral. Esto se mal », semejantes en esto a los conocidos axiomas de la Crí tica
aplica en especial a la acción polí tica . Sería una debilidad , de la razón práctica. Respecto de estos ha sido com ú n creer ,
en mi opinión querer negar las tensiones en contra de lo a causa de este formalismo , que no incluirían indicaciones de
é tico que ella contiene. Pero esto de ninguna manera le es contenido para la valoració n del comportamiento. Como hemos
exclusivo, como lo hace creer la contraposición habitual entre dicho , ello es inexacto. Tomemos deliberadamente un ejemplo
moral «privada » y « polí tica ». Investiguemos algunos de esos lo m á s alejado posible de la polí tica , que quizá pueda aclarar
« límites » de la é tica a que nos hemos referido. el verdadero sentido del cará cter « meramente formal » de que
Las consecuencias del postulado de la « justicia » no son cues- tanto se ha hablado con respecto a esa é tica . Si un hombre
tiones que puedan ser un í vocamente decididas por una é tica. afirma , acerca de sus relaciones er ó ticas con una mujer : « Pri -

Si , por ejemplo como estaría m ás de acuerdo con las opi- mero nuestra relación era solo una pasión , pero ahora consti -
niones expresadas en su tiempo por Schmoller , se debe—
mucho a quien mucho hace o, a la inversa , se exige mucho
tuye un valor » , la fría objetividad de la é tica kantiana expre -
sar í a la primera mitad de esa proposició n en la forma siguien -
de quien puede hacer mucho; si se debe, en nombre devla te: Primero , éramos solo medios el uno para el otro » , con
justicia ( pues es preciso desechar por ahora otras considera - lo cual se toma toda la proposición como caso particular de
ciones , como la de los « incentivos » necesarios ) , brindar tam - ese conocido principio al que curiosamente se supone expre -
bié n grandes oportunidades al gran talento, o si , por lo con - sión de un « individualismo » condicionado solo por la historia ,
trario ( como opinaba Babeuf ) , se ha de compensar la injusticia mientras que, en verdad , representa una genial formulació n de
de la desigual distribución de los dones espirituales cuidando infinidad de situaciones éticas a las que solo es preciso com-
con todo rigor que el talento, cuya sola posesi ón proporciona prender de manera adecuada. En su formulación negativa , y
un sentimiento de prestigio, gratificante para el individuo, no dejando de lado cualquier aserto acerca de qué ser ía lo opues -
pueda aprovechar para sí las mejores chances que tiene en el to a tratar a otra persona « como medio » , lo cual debiera re -
mundo; he ah í cuestiones insolubles basadas en premisas « é ti- chazarse por razones é ticas, evidentemente implica : 1 ) el re -
cas ». A este tipo pertenece , sin embargo , la problem á tica ética conocimiento de esferas autó nomas de valores, no é ticas ; 2 )
de la mayoría de las cuestiones de pol ítica social . el deslinde de la esfera ética respecto de esas otras esferas ,
y , por ú ltimo , 3 ) la comprobació n del sentido en el cual es
Pero tambi é n en el terreno de la acción personal hay pro- posible atribuir a la acción puesta al servicio de valores extra -
blemas fundamentales, específicamente é ticos, que la é tica no é ticos diferencias en cuanto a dignidad é tica . De hecho , esas
puede resolver con sus propias premisas. Entre ellos se cuen - esferas de valores que permiten o prescriben el tratamiento
ta , ante todo, la pregunta fundamental de si el solo valor del otro « solamente como medio » son muy heterogé neas res
intrínseco de la acción ética — la « voluntad pura » o « inten -

ción » , como se lo suele denominar- debe bastar para la jus-
pecto de la é tica . No podemos examinar esto aquí con mayoi
detenimiento: demu éstrase, de todos modos, que el caráctei
tificación de aquella , siguiendo la máxima « El cristiano actú a « formal » , aun de una proposición é tica tan abstracta como
justamente, y remite a Dios las consecuencias de su acción » , aquella , no es indiferente al contenido de la acción . Pero el
tal como la han formulado ciertos moralistas cristianos, o problema se vuelve ahora m ás complicado. Aquel predicado
bien si es preciso tomar en consideración la responsabilidad negativo, que se expresó con las palabras « solamente una
por las consecuencias de la acción, que pueden preverse como pasión », puede ser considerado como un ultraje a lo que de
posibles o probables, determinadas por la inserció n de esta en m á s genuino y puro hay en la vida , al ú nico , o bien al prtn
el mundo é ticamente irracional. Del primer postulado parte cipal camino que permite alejarse de los mecanismos « de
toda posición pol í tica revolucionaria , en especial el llamado valor » impersonales o suprapersonales y , por lo tanto , hosti -
« sindicalismo » ; del segundo , toda polí tica realista . Ambas se les a la vida , del encadenamiento a la piedra inerte de la exis-
apoyan en m á ximas é ticas. Pero estas se encuentran en un eter- tencia cotidiana , y de las pretensiones de una irrealidad « inv

236 237
puesta ». Es posible imaginar una concepció n de este punto zan los sostenedores de la colisión de los valores est á represen -

de vista que aunque desestimando el té rmino « valor » para

lo concreto de la vivencia a que se refiere constituyese una
tado por la interpretació n de este punto de vista como « rela -
tivismo », vale decir como una concepción de la vida que des -
esfera que, rechazando como cosa extra ñ a y hostil toda san- cansa en la visión , radicalmente contrapuesta , de la relación
tidad y todo bien , toda legalidad é tica o esté tica , toda signi- recí proca de las esferas de valores, y que solo es realizable
ficatividad cultural o valoración personal, reclamase para sí , ( en forma consecuente ) , con sentido , en el terreno de una me-
a pesar y hasta a causa de ello, una dignidad « inmanente » en taf ísica muy particular ( «orgá nica » ) .
el sentido m ás extremo de la palabra . Ahora bien , cualquiera
que sea nuestra posición frente a ese reclamo, en ningú n caso Volviendo a nuestro caso específico, paréceme, sin posibilidad
es comprobable o « refutable » con los medios de una « ciencia » . de duda , que en el á mbito de las valoraciones pr áctico-polí -
Toda consideración empí rica de esta situación conduciría , como
observó Stuart Mill , al reconocimiento del politeísmo absoluto
ticas ( en especial también de las de polí tica económica y so
cial ) , en cuanto deban extraerse de ellas directivas para una
-
como la ú nica metaf ísica apropiada a ella . Una consideraci ó n acción plena de sentido, lo ú nico que una disciplina empí rica,
no empí rica sino interpretativa ; por lo tanto , una verdadera con sus recursos , puede mostrar son : 1 ) los medios indispen-
filosof ía de los valores no podr ía , si pasase m á s adelante , sables ; 2 ) las repercusiones inevitables, y 3 ) la concurrencia
desconocer que un esquema conceptual de los « valores » , pqr
bien ordenado que estuviese , sería incapaz de rendir cuentas
recí proca , de este modo condicionada , de múltiples valora
ciones posibles, en cuanto a sus consecuencias prácticas . Las
-
del punto crucial de la cuestión . Respecto de los valores, en disciplinas filosó ficas pueden , con sus recursos conceptuales,
efecto, siempre y en todas partes tr á tase, en definitiva , no ir m á s lejos y determinar el « sentido » de las valoraciones,
solo de alternativas, sino de una lucha a muerte irreconcilia- esto es, su estructura ú ltima así como sus consecuencias pro -
ble, entre « dios » y el « demonio » , por así decirlo. Entre ellos vistas de sentido , es decir que pueden indicar su « lugar » den -
no es posible relativización ni transacció n algunas. Bien en- tro de la totalidad de los valores « ú ltimos » posibles en gene
ral , y deslindar sus esferas de validez significativa. Pero aun
-
tendido que no es posible segú n su sentido . Naturalmente que
existen , como cualquiera lo ha comprobado en el curso de su vi- cuestiones sencillas como la medida en que un fin justifica
da , de hecho y según las apariencias, y por cierto se presentan a
cada paso. En casi cualquier toma de posición importante de
tos medios indispensables para su logro, o en que repercusio
nes no deseadas deben ser tomadas en cuenta , o , también ,
-
los hombres concretos , las esferas de valores se entrecruzan y cómo han de ser zanjados los conflictos entre varios fines con-
enlazan . La superficialidad de la « existencia cotidiana » , en trapuestos en concreto, objeto de voluntad o de deber , depen
den por entero de la elecció n o el compromiso. No hay pro-
-
el sentido m ás propio de la palabra , consiste precisamente en

— —
que el hombre inmerso en ella no toma conciencia ni quiere
hacerlo de esta mezcla , condicionada en parte psicol ógica-
cedimiento cient ífico ( racional o empí rico ) de ninguna clase
que pueda brindarnos aqu í una decisión. Menos todav ía puede
mente y en parte pragm á ticamente , de valores irreconciliables ; nuestra ciencia , que es estrictamente empí rica , pretender aho -
consiste en que, antes bien , elude la opció n entre « dios » y rrar al individuo semejante elección , y , por lo tanto, tampoco
« demonio » y su propia decisi ó n ú ltima respecto de cu á l de los debe suscitar la impresión de que puede hacerlo.
valores en conflicto est á regido por uno y cu á l por el otro.
El fruto del á rbol de la ciencia , inevitable aunque molesto Por fin , cabe recalcar expresamente que el reconocimiento de
para la comodidad humana , no consiste en otra cosa que en la existencia de esta situaci ó n es , en lo que concierne a nuestras
tener que conocer aquellas oposiciones y , por lo tanto , adver- disciplinas , por entero independiente de la posición que se
tir que toda acci ó n singular importante , y hasta la vida como adopte frente a las sumar ísimas consideraciones de teor í a del
un todo , si no ha de transcurrir como un fen ómeno natural valor ya expuestas . No existe, en efecto , un punto de vista
sino ser conducida conscientemente , implica una cadena de lógicamente sostenible desde el cual pueda negarse esa situa
ción , salvo el de una jerarqu í a de valores inequ ívocamente
-
decisiones ú ltimas en virtud de las cuales el alma , como en
Plat ó n , escoge su propio destino: el sentido de su hacer y prescripta por dogmas eclesiásticos. ¿ Tendré que esperar , aca-
de su ser. Quizás el m ás burdo malentendido con que tropie- so, que haya realmente personas para quienes este grupo de

2 38 239
« If

problemas : ocurre un hecho concreto así o de otro modo ; a . La elaboración de los axiomas de valor úí timos , interna -
por que los estados de cosas concretos en cuestió n han adve- mente « coherentes » , de los que proceden las opiniones recí -
nido as í y no de otra manera ; a un estado de cosas dado , procamente contrapuestas . Con harta frecuencia nos enga ñ a -
suele suceder otro de acuerdo con cierta regla del acaecer mos, no solo acerca de las del adversario, sino también de las
f áctico, y con qu é grado de probabilidad , no difiere básica - propias . Este procedimiento constituye , por esencia , una ope -
mente, según su sentido, de este otro grupo : qu é es preciso ració n que parte de las valoraciones particulares y su análisis
hacer prácticamente en una situación concreta ; desde qué pun - provisto de sentido , tras lo cual se eleva hacia tomas de po-
tos de vista esa situació n puede aparecer como satisfactoria o sición cada vez má s fundamentales. No utiliza los medios de
insatisfactoria , o , por último , si existen proposiciones ( axio - una disciplina emp írica ni proporciona un conocimiento acerca
mas ) , no importa cu á les , susceptibles de formulació n univer - de hechos. Su « validez » es similar a la de la lógica .
sal , a los que puedan ser reducidos estos puntos de vista ? b . La deducción de las « consecuencias » respecto de la toma de
¿ Tendré que esperar , adem ás , que para alguien no exista dife- posició n val orat iva , consecuencias que se seguir ían de determi-
rencia lógica entre estos interrogantes : por un lado , en qu é nados axiomas de valor últimos si estos, y solo estos , estuvie -
dirección es probable que se desarrolle una situación de hecho sen en la base de las valoraciones pr ácticas de situaciones de
concretamente dada ( o , en general , una situación de cierto hecho. Esa deducció n est á ligada , de manera provista de
tipo , determinado de algú n modo ) y con qué grado de pro- sentido, por un lado a la argumentación lógica , y por el otro
babilidad se desarrollará en esa dirección ( es decir , suele ^ a comprobaciones empíricas, con miras a la casu ística m ás
desarrollarse t ípicamente ) , y, por otro lado, si se debe con - exhaustiva posible de las situaciones empíricas que pueden set-
tribuir a que cierta situación se desarrolle en una dirección consideradas para una valoración práctica en general.

dada sea esta de por sí probable, opuesta u otra ? ¿ O , —
por último , que no se considere diferencia el problema de sa -
c . La determinación de las consecuencias de hecho que ten -
dr ía el cumplimiento de una cierta toma de posició n valora -
ber qu é opinión se formarán con probabilidad ( o hasta con tiva en la pr áctica : 1 ) como resultado de su ligazó n con ciertos
seguridad ) , acerca de cierta cuestión , determinadas personas medios indispensables, y 2 ) de la inevitabilidad de ciertas
en circunstancias concretas, o una multitud no especificada repercusiones , no deseadas directamente . Estas comprobacio -
de personas en circunstancias similares , y el de saber si tal nes puramente empíricas pueden arrojar también como con -
opinión es correcta ? ¿ Tendré que esperar , pues , que se afirme clusión : 1 ) la completa imposibilidad de realizar el postulado
que las cuestiones propias de cada una de estas esferas recí- de valor , aun de una manera remotamente aproximada, pues
procamente contrapuestas de acuerdo con su sentido tienen no es posible determinar ninguna v ía para llevarlo a cabo ;
algo que ver entre sí , y que ellas realmente, como suele ase - 2 ) la mayor o menor improbabilidad de su realización plena
verarse , « no han de ser separadas » , y que , por fin, esta ú l - o incluso aproximada , sea por los mismos motivos o a causa
tima afirmación no infringe las exigencias del pensamiento de la probable intervenció n de repercusiones no queridas sus-
científico ? Si alguien que, por lo contrario, admite la hetero - ceptibles de volverla directa o indirectamente ilusoria , y 3 )
geneidad absoluta de ambos tipos de cuestiones se expresa la necesidad de tomar en cuenta medios o repercusiones no
acerca de cada uno de estos en el mismo libro , en idéntico considerados por el sostenedor del postulado práctico en cues-
pasaje, en la proposició n principal y subordinada de la misma tión , de modo que su decisión valora ti va entre fines , medios
unidad sintá ctica , eso es cosa suya . Todo lo que puede ped í r - y repercusiones se convierta en un nuevo problema para él
sele es que , ya sea sin quererlo o con deliberada iron ía , no y se imponga a los dem ás con fuerza constrictiva .
confunda a sus lectores acerca de la heterogeneidad absoluta d . Por ú ltimo , pueden presentarse nuevos axiomas de valor
de los problemas. y postulados que es posible extraer de ellos , ignorados por
Personalmente, creo que nada es demasiado « pedante » sí sirve el sostenedor de un postulado práctico, quien , en consecuen -
para evitar confusiones. cia , no los tomó en cuenta , aunque la ejecuci ó n de su propio
Por lo tanto, el sentido de las discusiones acerca de valora - postulado entre en conflicto con aquellos , ya sea 1 ) por prin -
ciones pr ácticas ( incluidas las de los participantes en aquellas ) cipio, o 2 ) por sus consecuencias, esto es , de acuerdo con su
solo puede consistir en lo siguiente: sentido o en la pr áctica. En el primer caso se trata , en cuanto

240 241
a su discusió n ulterior, de problemas del tipo a ; en el segundo, de la cultura ».6 Dichas observaciones, sin embargo , no han de
de problemas del tipo c. ser consideradas de ninguna manera como concluyentes .
En consecuencia , muy lejos de no tener « sentido » , las discu- En vez de referirme una vez m á s a esos problemas metodo-
siones de esta í ndole en torno de valoraciones pueden ser lógicos fundamentales, quisiera examinar con mayor detalle

preta correctamente en cuanto a sus finalidades .

muy importantes si ~ y en mi opinió n solo si - se las inter- algunos puntos de importancia prá ctica para nuestra disciplina
Todav ía est á difundida la creencia de que se debe , es nece -
Pero la utilidad de una discusión sobre valoraciones pr ácticas, sario o, al menos, se puede obtener indicaciones respecto de
en el lugar y el sentido apropiados, no se agota con los « re - las valoraciones prácticas a partir de las « tendencias de de -
sultados » directos que ella pueda obtener. Si se realiza co - sarrollo » . Pero a partir de « tendencias », por un í vocas que
rrectamente, resultará fruct ífera para la investigació n emp í rica
sean , se obtienen imperativos un í vocos de acción solo con
en un sentido m á s permanente, en cuanto le proporciona respecto a los medios previsiblemente m ás apropiados para
los marcos de problemas en que se desenvuelve su labor. tomas de posición dadas, y no con respecto a estas tomas de
Los problemas de las disciplinas empí ricas, ciertamente , han posición mismas. Las propias valoraciones no pueden ser de-
de resolverse de manera « neutral frente a los valores » . No son rivadas de esas « tendencias » . Aqu í, naturalmente , el concepto
« problemas de valor » . No obstante , en el. á mbito de nuestras
disciplinas sufren la influencia de la relaci ón de las realidades
de « medios » es el m ás amplio concebible. Quien considerase
los intereses de poder del Estado como un fin último, en
« con » los valores . Respecto de la expresión « relaci ó n de va - determinada situación tendr ía que ver en una constitución
lor » ( Wertbeziehung ) debo remitirme a anteriores formula - absolutista o bien en una democrá tico-radical el medio ( relati-
ciones m í as y sobre todo a las conocidas obras de H. Ricker E vamente ) m á s apropiado , y ser ía en extremo rid ículo tomar un
Sería imposible volver a considerar esto aqu í . Baste recordar cierto cambio en la valoración de este aparato estatal como
que la expresió n « relació n de valor » alude ú nicamente a la medio para un cambio en la toma de posición « ú ltima » misma .
interpretación filosófica de aquel « interés » específicamente Es evidente, sin embargo, que el individuo se enfrenta de
cient ífico que preside Ja selección y formación del objeto de continuo con el problema de si debe renunciar a sus esperan-
una investigació n empí rica . zas en la rea íizahilidad de sus valoraciones pr á cticas en vista
Dentro de la investigación empí rica , este estado de cosas de que conoce una tendencia un ívoca de desarrollo que con-
lógico en ningú n caso legitima «valoraciones pr á cticas ». Pero diciona el logro de aquello a lo cual él aspira , a la aplicación
demuestra , en consonancia con la experiencia hist órica , que de nuevos medios que le parecen dudosos desde el punto de
son los intereses culturales y , por lo tanto, los intereses de vista é tico u otro, o que requieren considerar repercusiones
valor los que indican la dirección tambié n a la labor de las que le repugnan , o que finalmente vuelven improbable aque-
ciencias puramente empíricas. Est á ahora claro que esos inte
reses de valor pueden desarrollarse en su casuí stica mediante
- lla esperanza de tal modo que sus esfuerzos, medidos por su
probabilidad de éxito, aparecen como una esté ril «quijotada » .
discusiones valorativas. Esto puede reducir considerablemen - Pero el conocimiento de tales « tendencias de desarrollo » , mo-
te , o al menos aliviar , la tarea de la « interpretació n de valor » dificables con mayor o menor dificultad , de ninguna manera
propia del científico y , en especial , del historiador , labor previa representa un caso único. Cada nuevo hecho singular puede
sumamente importante para este en cuanto a su investigación tener por consecuencia un reajuste entre fin y medios indis-
empírica . pensables, entre objetivos deseados y efectos subsidiarios ine-
Corno la distinción entre valoraci ón e interpretación de valor vitables. Pero la cuestió n de s í ese reajuste ha de suceder
( esto es : el desarrollo de las tomas de posició n provistas y cuáles ser á n sus conclusiones pr á cticas es ajena , no solo
de sentido posibles ante un fen ómeno dado ) con harta fre- a una ciencia empírica , sino a cualquier ciencia . Se puede,
cuencia no se traza con claridad y , por lo tanto, surgen ambi
güedades que impiden la apreciación de la naturaleza l ógica
- por ejemplo , demostrar patentemente al sindicalista conven-
cido que su obrar , no solo es « in ú til » desde el punto de vista
de la historia , tengo que remitir al lector a las observaciones
formuladas en « Estudios crí ticos sobre la l ógica de las ciencias 6 En el ensayo « Estudios cr í ticos sobre la l ógica de las ciencias de la
cultura », págs . 102-74 del presente volumen .

242
243
social, esto es, que no promete ningú n resultado para la mo- mienzo condenadas al fracaso absoluto, consiste en obtener , en
dificación de la situación de clase del proletariado , sino que su fuero í ntimo, la certidumbre de que su intención es germi -
la empeora de manera incontrastable al generar actitudes « reac- na, esto es , que tiene la fuerza de « probarse » en la acción y
cionarías » ; con ello, sin embargo , no se le demuestra nada, demostrar que no es mera fanfarronería . Respecto de ello , tales
si él es realmente fiel a sus convicciones . Y no porque sea acciones constituyen ( quizá ) solo el medio. Por lo dem ás, su
un insensato, sino porque, desde su punto de vista , puede
tener « razón », como luego analizaremos. En general , los hom -
— —
reino en caso de que sea consecuente , como el de cual -
quier é tica de la intención , no es de este mundo. Lo ú nico
bres se inclinan con fuerza a adaptarse interiormente al éxito demostrable « cient íficamente » es que esta concepción de su
o a quien lo prometa , no solo — —
como es obvio con res-
pecto a los medios o a la medida en que procuran realizar
ideal es la ú nica que posee coherencia interna y no puede ser
refutada por « hechos » externos. Pienso que con ello se presta
sus ideales últimos, sino incluso en cuanto a la renuncia a un servicio tanto a los defensores como a los detractores del
esos mismos ideales. En Alemania se cree poder glorificar sindicalismo, y en verdad aquel que con justicia pueden exigir
esto con el nombre de « realismo pol í tico » ( Realpolitik ) . De de la ciencia. Nada se gana en ninguna ciencia con el « por un
cualquier manera no se comprende por qué los representantes lado » y « por el otro » de siete razones « en favor » y seis «en
de una ciencia empírica deberían experimentar la necesidad contra » de un cierto fenómeno ( por ejemplo , la huelga gene-
de apoyar este tipo de comportamiento rindiendo pleitesía a ral ) , y su ulterior ponderación recí proca a la manera de ios
la « tendencia de desarrollo » respectiva, y convirtiendo la antiguos procedimientos judiciales o de los modernos memo-
« adecuación » a esta en un principio pretendidamente refren- randos chinos. Con esa reducción del punto de vista sindicalis-
dado por la autoridad de una « ciencia » , cuando constituye ta a su forma más racional y consecuente posible, y la compro-
un problema de valoración última que ha de ser resuelto en bación de las condiciones empí ricas de su nacimiento , de sus
cada caso en el fuero íntimo de los individuos. chances y consecuencias prá cticas demostradas por la expe-
— —
Es exacto si se lo entiende correctamente que la pol í tica
exitosa es siempre el « arte de lo posible » . Pero no es menos
riencia , queda agotada , por cierto , la tarea de una ciencia neu-
tral frente a los valores. Que se deba o no ser sindicalista es
cierto que muy a menudo lo posible solo se obtuvo porque se algo imposible de probar si no se recurre a premisas metaf ísi-
procuró lo imposible que est á m ás allá de él. No ha sido, cas muy definidas que nunca son demostrables , y que en este
por cierto, la ú nica é tica realmente consecuente de la « adap- caso no lo son por ninguna ciencia , cualquiera que sea . S í un

mo — —
tación » a lo posible - la moral burocrá tica del confucianis
la que ha configurado aquellas cualidades de nuestra
- oficial prefiere saltar por el aíre con su baluarte antes que ren -
dirse, su acci ón puede, desde cualquier punto de vista, ser ab-
cultura que, a pesar de las diferencias, todos apreciamos ( sub- solutamente in ú til en un caso dado , si se la confronta con sus
jetivamente ) como positivas en mayor o menor grado. En consecuencias ; pero no es Indiferente la existencia o no de la
cuanto a mí, por nada del mundo quisiera que la Naci ó n se intenci ó n que lo impele a tomar tal actitud sin preocuparse
apartase sistem á ticamente , y en nombre de la ciencia , de la por su utilidad . Esa intención es tan poco « carente de senti -
— —
idea antes expuesta de que junto al « valor de éxito »
de una acción est á su « valor de intención » . De todos modos ,
do » como la del sindicalista consecuente. No es muy apropia -
do para un profesor recomendar tal catonismo desde la cómo-
el desconocimiento de tal estado de cosas estorba la compren - da altura de la cá tedra universitaria. Pero tampoco se le pide
sión de la realidad. En efecto, y para volver al caso del que baga la apología de lo contrario o considere un deber la
sindicalista : ni aun en el plano lógico tiene sentido confrontar , adaptación de los ideales a las chances que ofrecen las « ten -
a los fines de la crí tica , un comportamiento que debe tomar dencias de desarrollo » y situaciones existentes.
como principio el « valor de intenció n » , de manera exclusiva Hemos empleado repetidamente el t é rmino « adaptación » con
con su « valor de éxito » . El sindicalista realmente consecuen - un sentido lo bastante claro en cada contexto. Pero en realidad
te sólo quiere sustentar una determinada intenció n , que le pa - su significado es doble: 1 ) la adaptació n de los medios de una
rece absolutamente valiosa y sagrada , as í como inducirla en los toma de posició n ú ltima a situaciones dadas ( Realpolitik en
otros cada vez que sea posible. El fin ú ltimo de sus acciones sentido estricto ) , y 2 ) adaptación de las propias tomas de po-
externas , y en particular de aquellas que est á n desde un co- sici ó n ú ltimas, que en general son posibles, en cuanto se se-

244 245
sin que ninguna ciencia , cualquiera que sea, pueda disuadirlo.
leecíona aquella que ofrece chances inmediatas , reales o apa - Aqu í ya nos enfrentamos con el problema del equilibrio irrea-
rentes ( ese es el tipo de Realpolitik con el que nuestro país
— —
ha conseguido, desde hace 27 a ños 1890 , tan notables
éxitos ) . Pero ello no agota el numero de sus significados po-
lizable de fines, medios y consecuencias.
Solo cuando, para un fin dado de manera absolutamente uní -
voca . se busca el medio m á s apropiado, tr á tase de una cuestión
sibles. Por esta razón creo que ser ía aconsejable , en el tra-
tamiento de nuestros problemas de « valoración » y otros, ex- decidible por v í a realmente empírica. La proposición « x es el
cluir por completo ese concepto que suscita tantos malenten- ú nico medio para y » no es , en realidad , otra cosa que lo in-
didos. No otra cosa que un malentendido , en efecto , constitu - .
verso de la proposición « de x se sigue y » El concepto de
ye su empleo corno expresió n de un argumento cient ífico, que « adaptación » ( y los emparentados con él ) no brinda , sin em -
se presenta siempre renovado con miras a la « explicaci ó n » —
bargo — y esto es lo principal , la menor información sobre
las valoraciones fundamentales últimas; antes bien, sencilla-
( por ejemplo de la subsistencia empí rica de ciertas concepcio-
nes é ticas en determinados grupos humanos durante algunas mente las oculta , del mismo modo como lo hace , por ejemplo,
é pocas ) o a la « valoración » ( por ejemplo, de esas concepcio- el concepto ú ltimamente tan en boga de « econom ía humana »
nes é ticas en cuanto objetivamente «adaptadas » y , por lo tanto, que, en mi opinión , es radicalmente confuso. Segú n qu é senti -
« correctas » y valiosas ) . En ninguno de estos sentidos sirve do se atribuya al concepto, « adaptado » estar á todo , o bien
para algo , pues siempre necesita interpretació n previa!" Tiene nada , en el campo de la «cultura ». El conflicto, en efecto, no
su patria en la biolog ía . Pero si se lo entendiese realmente en puede ser excluido de la vida cultural. Es posible alterar sus
sentido biológico, como la chance dada por las circunstancias, medios , su objeto, hasta su orientación fundamental y sus pro-
determinable de manera relativa , de que un grupo social con- tagonistas , pero no eliminarlo. Puede tratarse, en lugar de una
serve su propia herencia psicof ísica mediante la reproducción, lucha externa de antagonistas en torno de cosas externas, de
los estratos sociales mejor provistos econ ómicamente y que una lucha interna de personas que se aman referida a bienes
regulan su vida del modo m ás racional ser ían , de acuerdo í ntimos , y , en consecuencia, en lugar de compulsión externa
con las estad ísticas de nacimientos conocidas , los « peor adap- puede existir un control interno ( en forma de devoción eró-
tados » . Los pocos indios que viv ían en la zona de Salt Lake tica o caritativa ) ; o bien , por fin , puede tratarse de un con -
antes de la migración mormona , estaban en sentido biológico flicto í ntimo que se desarrolle en el alma del individuo: el
— pero tambié n en cualquiera de los otros significados pura-
mente empíricos imaginables — « adaptados » al ambiente tan
bien o tan mal como las populosas colonias mormonas poste-
conflicto est á siempre presente , y sus consecuencias son a me-
nudo tanto m ás importantes cuanto menos se lo advierte ,
cuanto más adopta la forma de una pasividad indiferente o
riores . Este concepto en nada contribuye a nuestra compren- cómoda , de un quimé rico autoenga ñ o , o , incluso, se cumple
sión emp í rica , aunque f ácilmente induce a imaginar lo contra
rio . Y solo en el caso de dos organizaciones absolutamente
- mediante « selección ». La « paz » no significa otra cosa que un
desplazamiento de las formas, los protagonistas o los objetos
idénticas en todos sus dem á s rasgos se puede aseverar cabe — de la lucha , o bien , finalmente , de las chances de selección.
sentar esto desde ahora — que una diferencia concreta parti-
cular es m ás « apta » para la subsistencia de la organizació n que
Si y cu á ndo tales desplazamientos resisten la prueba de un
juicio é tico o valorativo de otra í ndole , es algo no susceptible
tiene esa característica , la cual , por lo tanto , est á « mejor adap- de formulación general . Solo esto es indudable: sin excepció n
tada » a las condiciones dadas. Pero, en lo que se refiere a la alguna , respecto de cualquier ordenamiento de relaciones so-
valoración , es posible opinar que el mayor n ú mero de presta- ciales , si se quiere valorarlo , es preciso examinarlo con refe-
ciones y de propiedades materiales y de otro tipo que los mor- rencia al tipo humano al cual , a través de una selección in -
mones llevaron al lugar y desarrollaron all í constituyen una terna o externa ( de motivos ) , proporciona las chances ó ptimas
prueba de su superioridad sobre los indios, o bien , coincidien- para volverse predominante. De lo contrario, en efecto , la in -
do con el parecer de quien abomina incondicionalmente de vestigaci ó n emp írica no es realmente exhaustiva ni existe la
los medios y consecuencias de la é tica mormona , la cual , al base f á ctica necesaria para una valoración , sea esta conscien -
menos en parte , es corresponsable de aquellas acciones, alguien temente subjetiva o pretenda validez objetiva. Esto debe ser
^

puede preferir la estepa y la existencia romá ntica de los indios, tenido en cuenta al menos por aquellos numerosos colegas que

246 247
consideran posible operar, para la determinació n de los desa - res ». Sin embargo , a quien quisiese adoptar una posición va ío-
rrollos sociales, con conceptos un í vocos de « progreso ». Esto
nos lleva a una m á s detenida consideración de tan importante
rativa con respecto al hecho de la diferenciació n como tal lo
que por cierto ninguna disciplina empí rica puede prohibirle ,
—— ,

concepto. y buscase para ello el punto de vista adecuado , muchos fen ó-


Como es obvio, se puede emplear el concepto de « progreso » menos del presente le sugerirían tambié n la pregunta de cu á n -
de una manera por completo neutral frente a los valores si se to ha « costado » ese proceso, en la medida en que constituya
lo identifica con los « progresos » de un proceso concreto de algo m ás que una mera ilusi ón intelectualista . No podr á pasar
desarrollo , considerado aisladamente. Pero en la mayoría de por alto , por ejemplo, que la caza de la « vivencia » —
verda -
los casos la situación es m ás complicada . Examinaremos aqu í
unos pocos ejemplos procedentes de diferentes campos, en los

dera moda en la Alemania de hoy puede ser , en muy alto
grado, el producto de una disminución de las fuerzas para
cuales el entrelazamiento con cuestiones de valor es í ntimo en sobrellevar íntimamente la « vida cotidiana », y que aquella pu -
extremo . blicidad que el individuo otorga a su « vivencia » y de la que-
En el á mbito de los contenidos irracionales, afectivos, de nues- experimenta una necesidad cada vez mayor podría ser valo -
tra conducta aní mica , es posible caracterizar , de manera neu - rada tambi é n , quizá, como una pé rdida del sentimiento de las

tral frente a los valores, el acrecimiento cuantitativo y liga - distancias, y por lo tanto del estilo y la dignidad . De todos. ,


da con este en la mayoría de los casos la diversificación cua-
litativa de los modos de conducta posibles como un progreso
modos, en el á mbito de las valoraciones de las vivencias subje -
tivas, el « progreso de la diferenciación » se identifica con e í
de la « diferenciació n » an ímica . Pero ello se entrelaza al punto aumento del valor ante todo solamente en el sentido intelec-
con el concepto valorativo: incremento de la «envergadura » , tualista de un experimentar vivencias de modo cada vez m ás.
constituye una construcción no unívoca —
de la « capacidad » de un «espíritu » concreto o lo que ya
— de una «época »
( como en el caso de Schopenhauer und Nietzsche de Simmel ) .
consciente o de una capacidad de expresió n y una comunica
bilidad cada vez mayores.
Las cosas son algo m ás complicadas respecto de la aplicabilL
-
No hay duda , por cierto, de que existe de hecho tal « progreso dad del concepto de « progreso » ( en el sentido de la valora -
de la diferenciaci ón », pero con la reserva de que no siempre ción ) en el á mbito del arte. En ocasiones se la ha impugnado,
ha estado en realidad allí donde se cree. La atención creciente
que se presta en nuestros d ías a los matices del sentimiento,
con violencia. Y ello , segú n los casos , con derecho o injusta
mente. Ninguna consideració n valorativa del arte ha admitido
-
ya derive de la racionalizació n e intelectualizació n cada vez la antí tesis excluyeme de « arte » y « no arte » sin echar mano ,
mayores de todos los á mbitos de la vida , o bien de la mayor al mismo tiempo, de las diferencias entre intento y logro , en -
importancia subjetiva que los individuos atribuyen a sus pro- tre el valor de distintos logros , entre logros plenos o parciales ,.
pias manifestaciones de vida ( a menudo indiferentes en extre- en muchos puntos o hasta en puntos importantes, aunque no *

mo para los dem ás ) , con excesiva facilidad suscita la ilusión por ello sencillamente faltos de valor ; y todo eso con respecto ,
de una diferenciación creciente. Puede, por cierto, contenerla no solo a una concreta voluntad de creació n artística , sino a
o promoverla ; no obstante, f á cilmente llama a enga ño, y ten - la de toda una época . El concepto de « progreso», aplicado a
go que declarar, por mi parte, que atribuyo considerable al- rales hechos, opera de manera trivial, puesto que se lo emplea
cance a ese riesgo de ilusión. De todos modos el hecho existe . sólo con relación a problemas puramente técnicos. En s í no
Que esa diferenciaci ón cada vez mayor haya de ser caracteri- carece , sin embargo, de sentido . En té rminos muy distintos se
zada como « progreso» es en sí una cuestión de conveniencia plantea esto para la historia y la sociolog í a del arte puramente
terminol ógica . Pero que deba ser valorada como « progreso» empí ricas. Para la primera , como es natural, no existe « pro -
en el sentido de una « riqueza interior » creciente es algo que greso » del arte en el sentido de la valoración esté tica de las
ninguna disciplina empírica puede decidir. A ninguna compete , obras como realizaciones provistas de sentido : tal valoració n ,
en efecto, la cuestión de si las posibilidades de sentimiento en efecto , no puede efectuarse con los medios de la conside -
nuevas que se han desarrollado o se han elevado a la conciencia , ració n emp í rica y , en consecuencia , est á por completo fuera de
junto con las « tensiones » y « problemas » nuevos que implican su alcance . En cambio , sí puede emplear un concepto de « pro -
en ciertas circunstancias, han de ser reconocidos como « valo- greso » exclusivamente técnico, racional y por lo tanto un ívoco ,

248 249
— —
que habremos de examinar con m ás detalle , y cuya utíli-
zabilidad para la historia emp í rica del arte resulta del hecho
de que se limita a la comprobaci ón de los medios técnicos que
ción con el rom á nico o con el renacentista , también muy liga-
do con el problema técnico de la cú pula y orientado segú n las
transformaciones, sociológicamente condicionadas, del ámbito
una determinada voluntad artística emplea con miras a un de labor de la arquitectura ; tampoco « valoran » est é ticamente
propósito dado. Con facilidad se desestima el alcance que pa- la obra arquitectónica individual, en la medida en que perma-
ra la historia del arte reviste este tipo de examen que fija sus nezcan dentro de la historia empírica del arte. Antes bien , el
propios límites , o bien se lo desvirt ú a confundié ndolo con una inter és por las obras de arte y las propiedades individuales de
presunta « sabidur ía » , por entero subalterna e inaut é ntica , que importancia est é tica que ellas presentan , y , en consecuencia ,
pretende haber « comprendido» a un artista cuando ha desco- su objeto , son heterónomos para ellas , esto es , dados a priori
rrido la cortina de su estudio y ha pasado revista a sus medios mediante el valor esté tico que , con sus propios medios, en
extr ínsecos de expresió n , a su. « manera » . Solo el progreso modo alguno pueden establecer .
« t écnico », correctamente entendido , constituye el campo pro- Algo semejante ocurre en el á mbito de la historia de la m úsica.
pio de la historia del arte , porque él y su influencia sobre la Desde el punto de vista del interés del hombre europeo moder-
voluntad art ística representan, en el curso del desarrollo ar- no ( ¡ « referencia de valor »! ) su problema central es el siguien -
tístico , lo comprobable por v í a puramente emp í rica , esto es , te: ¿ Por qu é , a partir de la polifonía extendida por casi todos
sin valoraci ó n esté tica . Tomemos algunos ejemplos que ilus* los pueblos, la m úsica armónica se desarrolló solamente en
tren la verdadera significación que lo « técnico » , en el cabal Europa y en un determinado per íodo, mientras que en los de-
sentido del t é rmino, tiene para la historia del arte. m ás sitios la racionalización de la música siguió otro camino ,
El gó tico se origin ó , principalmente , como resultado de la so- las m ás de las veces opuesto, a saber , el desarrollo de los in-
luci ó n t écnica de un problema relativo al abovedamiento de tervalos merced a una división de las distancias ( casi siempre
espacios de cierto tipo: alcanzar el ó ptimo para proveer de ar- en cuartos ) y no a la divisi ó n arm ó nica ( el quinto ) ? Plan -
botantes a una bóveda en crucero , junto con algunos otros de- téase , pues, como central el problema del origen del tercio en
talles que no examinaremos aqu í. Se resolvieron problemas de su significaci ó n arm ónica , como miembro del acorde triple;
construcción totalmente concretos. El conocimiento de que también el de la crom á tica armónica y , adem á s , el de la mo-
con ello se volvía posible un determinado tipo de aboveda - derna r í tmica musical ( la cadencia lograda y la malograda )
miento de espacios no cuadrá ticos suscitó el apasionado entu- que sustituye al compá s meramente metronómico , r í tmica sin
siasmo de aquellos primeros arquitectos, quizá para siempre la cual es impensable la moderna mú sica instrumental . Pero
ignorados , a quienes se debe el desarrollo del nuevo estilo ar- trá tase , tambié n aqu í , de problemas relativos a un « progreso »
quitectó nico . Su racionalismo t écnico extrajo de manera exhaus- racional , puramente técnico. Que , por ejemplo, la crom á tica
tiva todas las consecuencias del nuevo principio. Su voluntad se conociese mucho antes que la m ú sica armónica , como me-
artística la utilizó para resolver tareas hasta entonces impen- dio de expresar la « pasió n » , lo muestra la m ú sica crom á tica
sadas e impulsó al mismo tiempo la pl á stica por la v ía de un antigua ( presumiblemente monoarm ónica ) para los apasiona-
nuevo « sentimiento de los cuerpos » , suscitado ante todo por dos dojmioi de los fragmentos de Eurí pides recientemente des-
las nov ísimas formulaciones arquitect ónicas del espacio y las cubiertos. Por lo tanto , no en la voluntad de expresión art ísti-
superficies. El hecho de que esta transformación , principalmen- ca , sino en los medios técnicos de expresi ó n reside la diferen-
te técnica , confluyese con determinados contenidos de senti- cia de esa m úsica antigua respecto de la m úsica crom á tica ,
miento , condicionados en buena medida sociol ógicamente y creada por los grandes innovadores musicales del Renacimien-
por la historia de la religió n , proporcionó los componentes to en medio de una búsqueda afiebrada de descubrimientos
esenciales de aquel material respecto de los problemas con los racionales , por cierto a fin de poder dar forma musical a la
cuales laboró la creació n artística de la é poca gó tica . La his- .
« pasi ó n » La novedad t écnica consistió , empero , en que ral
toria y la sociología del arte , en cuanto han puesto de relieve crom á tica se convirti ó en la nuestra , caracterizada por los in-
estas condiciones psicol ógicas , sociales , t écnicas y objetivas del tervalos armó nicos , y no era va la de los griegos , caracterizada
nuevo estilo , tienen cumplida su tarea puramente emp í rica . por las distancias mel ódicas de los semitonos y los cuartos de
Con ello, sin embargo, no « valoran » el estilo gó tico en rela- tono . Y la posibilidad de que esto acaeciera tuvo su fundamen -

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to, también aquí, en soluciones anteriores de problemas técni - que utilicen la técnica más « primitiva » ( por ejemplo un cua -
co-racionales. Tal , por ejemplo , la creación de la notación ra - dro que carezca de la noción de la perspectiva ) pueden resul -
cional ( sin la cual sería impensable la composición moderna ) , tar est é ticamente equivalentes a las creadas sobre la base de la
y , antes todavía , de determinados instrumentos que impusie- técnica racional m ás perfecta , siempre que la voluntad art ís -
ron la interpretació n arm ónica de intervalos musicales . Pero tica se haya limitado a las formulaciones adecuadas a esa téc-
tal, ante todo, el canto polif ónico racional . La principal con - nica « primitiva » . La creación de nuevos medios t écnicos no
tribución a este logro provino, sin embargo, en la temprana implica , ante todo, otra cosa que una diferenciación creciente ,
Edad Media , de las órdenes mon ásticas del á rea misional nór - y solo proporciona la posibilidad de una « riqueza » cada vez
dico-occidental, las cuales, sin vislumbrar las ulteriores conse - mayor del arte en el sentido de un aumento de valor. De
cuencias de lo que hacían , racionalizaron para sus fines las po - hecho, no pocas veces ha tenido el efecto inverso de un «em -
lifon ías populares, en vez de adaptar su m úsica , como lo hi - pobrecimiento » del sentimiento de la forma . Para la conside-
cieron las bizantinas, al meló potós de tradición helé nica . Carac- ración empírico-m/ j:¿z/, sin embargo , la transformació n de la
terísticas concretas, condicionadas sociológicamente y por la « técnica » ( en el pleno sentido del término ) constituye el m á s
historia de la religión , propias de la situación externa e interna importante momento de desarrollo del arte que es posible, en
de la Iglesia cristiana en occidente permitieron que all í , a par - general , comprobar.
tir de un racionalismo exclusivo de las órdenes monás ñcas Ahora bien , no solo los historiadores del arte, sino los histo-
occidentales , surgiese esta problemá tica musical , la cual , en su riadores en general suelen oponer a esto que no pueden dejar
esencia , era de índole « técnica » . Por otra parte, la adopción de arrogarse el derecho de formular valoraciones polí ticas, cul -
y racionalizació n del ritmo de la danza , fuente de las formas turales, é ticas y esté ticas , ni est á n en condiciones de desenvol -
musicales que desembocaron en la sonata , estuvo determinada verse sin ellas en su trabajo. La metodología no tiene la fuerza
por ciertas formas de la vida social de la sociedad renacentista .
El desarrollo del piano, por ú ltimo , uno de los m á s impor - -
ni el propósito de prescribir a nadie qué es lo qu e se propone
ofrecer en una obra literaria . Solo reclama el derecho de es-
tantes apoyos técnicos de la evolució n musical moderna y de tablecer que ciertos problemas son heterogéneos en cuanto a
su difusi ó n en la burguesía , tuvo sus ra íces en el específico su sentido , que su confusión trae por consecuencia un debate
carácter intradoméstico de la cultura de Europa del norte. To- ocioso, y que respecto de los unos tiene sentido una discusió n
dos los mencionados constituyen « progresos » de los medios que se desarrolle con los recursos de la lógica o de la ciencia
técnicos de la música , que han condicionado fuertemente su empírica , mientras que ello es imposible respecto de los otros .
historia. La historia empírica de la música podrá y deber á per- Quizá podamos agregar aquí una observación general , sin em -
seguir estos componentes del desarrollo histórico, pero sin prender por ahora su prueba: Un examen atento de los tra-
aventurar, por su parte, una valoración est ética de las obras de bajos hist ó ricos muestra con facilidad que el rastreo consecuen -
arte musicales. El « progreso » técnico se consum ó muy a menu - te de la cadena causal empírico- hist ó rica suele quebrarse casi
do sobre la base de logros que , valorados desde el punto de sin excepció n , con perjuicio de los resultados científicos, cuan-
vista esté tico , eran insuficientes en grado sumo. La dirección do el historiador comienza a « valorar » . Incurre entonces en el
del inter és, es decir, el objeto a explicar hist óricamente, es re- riesgo de « explicar » , por ejemplo, como consecuencia de una
cibida por la historia de la m úsica de manera heterónoma a «falla » o de una « ca ída » lo que quizás es efecto de ideales del
través de la significació n esté tica de esta . actor que le resultan heterogéneos , y , en tal caso, equivoca su
En cuanto al á mbito de desarrollo de la pintura , la elegante verdadera tarea : el « comprender » . Tal malentendido se acla -
discreción con que Wolfflin plantea los problemas en Klassis- ra por dos razones. En primer lugar , y para seguir con la ejam -
cher Kunst ( Arte clásico ) constituye un ejemplo sobresalien - plificación tomada de la esfera del arte , por el hecho de que
te de la capacidad de logros del trabajo empí rico . la realidad artística es accesible, no solo por la v ía de la con-
La separación plena entre la esfera de los valores y la empírica sideración valorativa puramente esté tica, por un lado, o pol-
surge de manera característica en cuanto el empleo de una de - la imputación causal y puramente empí rica , por el otro , sino
terminada t écnica, por « progresiva » que esta sea , nada dice también por una tercera : la interpretación valorativa ; no he-
con respecto al valor estético de la obra de arte. Obras de arte mos de repetir aqu í lo que ya dijimos en otro lugar acerca de

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su esencia. Ninguna duda subsiste en cuanto a su valor propio papel en nuestras disciplinas sociológicas y económicas. La vi-
y a su car á cter imprescindible para cualquier historiador. Tam
poco en cuanto a que el lector corriente de exposiciones sobre
- da económica y social europea y norteamericana est á, de un
modo y en un sentido específicos , « racionalizada ». Explicar
la historia del arte espera encontrar también, y sobre todo, este esta racionalización y construir los conceptos correspondientes
tipo de tratamiento . Pero de todos modos, desde el punto de constituye , por lo tanto, una de las principales tareas de nues-
vísta de su estructura lógica , ella no es idéntica con la conside- tras disciplinas. Preséntase, pues, de nuevo el problema , que
ració n empí rica. ya tocamos de pasada en el ejemplo de la historia del arte
Ha de admitirse, sin embargo, que quien desee obtener resul- pero dejamos allí abierto, a saber , qu é se quiere decir propia-
tados en materia de historia del arte, por m ás empírica que mente cuando se caracteriza un proceso como « progreso ra-
esta sea , necesita poder « comprender » la producció n art ística, cional ».
lo cual es impensable, por cierto, sin una capacidad de juzgar También aqu í se repite la combinación de los tres sentidos de
esté tica y , por lo tanto, sin la capacidad de valoración . Lo mis- « progreso » ! 1 ) el mero « progreso» de la diferenciación ; 2 )
mo vale , como es natural , para el historiador de la polí tica o la progresiva racionalidad t écnica de los medios, y , por ú ltimo,
de la literatura , de la religió n o de la filosof ía. Pero ello no 3 ) el incremento de valor. En primer lugar , un comportamien-
significa absolutamente nada para la esencia lógica de la labor to subjetivamente « racional » no es idé ntico a una acció n ra-
hist órica. v
cionalmente « correcta » o « regular », es decir que objetivamen-
Más adelante volveremos sobre este punto. Aquí debimos di - te emplee, de acuerdo con el conocimiento cient í fico , los me-
lucidar exclusivamente la cuestión del sentido en que pod ía dios correctos. Sólo significa , en cambio, que el propósito
hablarse de « progreso» en la historia del arte , fuera de la va - subjetivo se rige por una orientación planificada hacia los me-
loración esté tica . Llegamos a la conclusión de que este concepto dios considerados correctos para un fin dado. Un progreso en
cobra un sentido t écnico y racional , referido a los medios para la racionalizació n subjetiva de la acción no implica , por lo
la realizació n de un propósito artístico, y que como tal puede tanto , de manera necesaria , tambi én objetivamente un « pro-
resultar , de hecho , significativo para una historia del arte em- greso » en cuanto a la orientació n en el sentido de una acción
pírica . Debemos ahora investigar este concepto de progreso racionalmente « correcta ». La magia, por ejemplo, ha experi-
« racional » en su á mbito m ás propio y considerarlo en cuanto mentado una « racionalización » tan sistem á tica como la f ísica.
a su carácter empírico o no empí rico. Lo ya dicho, en efecto, La primera terapia , « racional » de acuerdo con su propósito,
es só lo un caso particular de una situación harto universal. casi en todas partes significó un desprecio de la cura de sínto-
El modo en que Windelband ( Geschichte der Philosophic mas empíricos mediante hierbas o brebajes, de eficacia empí-
[ Historia de la filosof í a ] , parágrafo 2 , pá g. 8 de la cuarta edi -
ricamente comprobada , en favor del exorcismo de las ( supues-
ció n ) delimita el tema de su « historia de la filosof ía » ( « el pro- tas ) « causas verdaderas » ( m ágicas, demon íacas ) de la enfer-
ceso a través del cual la humanidad europea [ . . . ] ha formu- medad . Formalmente, en consecuencia, ten ía la misma estruc-
lado su concepción del mundo mediante conceptos cient ífi-
cos » ) condiciona , respecto de su pragm á tica
— — brillant ísima ,
a mi juicio , el empleo de un específico concepto de « progre-
tura racional que presentaron muchos de los m ás importantes
progresos de la terapia moderna. Mas no podemos valorar estas
terapias mágicas de los sacerdotes como un « progreso » hacia
so » , que deriva de esta referencia de valor a la cultura ( cuyas una acción « correcta » con relaci ón a aquellas prácticas empí-
consecuencias extrae en. las págs . 15 y 16 ) , y que , por un lado, ricas. Y , por otro lado , no todo « progreso » en dirección al
en modo alguno es obvio para cualquier « historia » de la filo- empleo de los medios « correctos » se obtuvo mediante un « pro-
sof ía , pero , por el otro, en cuanto a su fundamentación en una gresar » en el primer sentido , subjetivamente racional . Que
similar referencia de valor a la cultura respectiva , resulta ade- una acción racional subjetivamente progresiva conduzca a una
cuado, no solo para una historia de la filosof í a o de cualquier acción objetivamente « adecuada al fin » es solo una entre mu -
otra ciencia , sino — a diferencia de lo que sostiene Windel - chas posibilidades y un proceso cuyo advenimiento cabe espe-

band ( pág. 7, numero 1, apartado 2 ) para cualquier « histo-
ria » en general . En lo sucesivo hemos de referirnos solo a
rar con diversos grados de probabilidad . Sin embargo, si en el
aquellos conceptos racionales de « progreso» que cumplen un
caso particular es correcta la proposición « la regla x es el ( su -
pongamos que el ú nico ) medio para obtener el resultado yt

254 255
— lo cual constituye una cuestión empí rica y, por cierto, la precio ha descendido por debajo de su costo de producción ,
simple inversión de la proposición causal « de x se sigue y » ,
y si esa proposición es empleada de manera consciente por los
— en aras de los intereses de rentabilidad de los productores.
Habría que valorar tal destrucción como objetivamente « co-
hombres con miras a la orientación de su acción dirigida ha - rrecta desde el punto de vista econó mico » . Pero tal ilustración

— —
cia el resultado y lo cual también es empíricamente compro -
bable , entonces su acción est á orientada de manera « t écni-
camente correcta » . Y en caso de que la conducta humana ( de

y en cuanto a lo que aquí nos interesa — cualquier otra se-
mejante admite como obiva una serie de supuestos que en rea -
lidad no lo son : ante todo, que el inter és de los individuos no
cualquier tipo que sea ) se oriente, en un aspecto cualquiera , solo sobreviva de hecho muchas veces a su muerte sino que
de manera m ás «correcta » que hasta entonces en este sentido dehe valer como tal , de una vez para siempre. Sin esta transpo-
técnico, preséntase un « progreso t écnico » . Si este es el caso , sición del « ser » al « deber ser » , la valoració n correspondiente,
se trata suponiendo, naturalmente, la absoluta univocidad a la que supone puramente económica , sería irrealizable de

del fin propuesto , de hecho, para una disciplina empí rica ,
de una comprobaci ón empí rica que ha de establecerse con los
recursos de la experiencia cient í fica ,
manera un ívoca . Sin ella , en efecto , es imposible referirse a
los intereses de productores y consumidores como si pertene-
ciesen a personas que no mueren . El hecho de que los indi -
*

Existen por lo tanto, en este sentido obsérvese bien: en el
caso de fines un í vocamente dados— , conceptos un í vocamente
viduos tomen en consideración los intereses de sus herederos
no constituye ya una circunstancia puramente económica. Los
comprobables de corrección « técnica » y de progreso « técnico » hombres vivientes son reemplazados aqu í m ás bien por inte-
en los medios ( entendemos aqu í « técnica » en el sentido más resados que valorizan « capital » en « empresas » y existen en
lato, como comportamiento racional en general , en todos los bien de estas . Trá tase de una ficción ú til con fines teóricos.
á mbitos, incluido el manejo y la dominación polí ticos , sociales , Pero incluso como tal no condice con la situació n de los tra -
educacionales y propagand ísticos de los hombres ) . Es posible , bajadores, en especial con los que carecen de hijos. En segun -
en particular ( para mencionar de pasada aspectos importantes do lugar , ignora el hecho de la « situació n de clase » , la cual
para nosotros ) , hablar de manera aproximativamente precisa bajo el dominio del principio del mercado , puede ( no « debe » )
de « progreso » en el á mbito especial habitualmente denomina - reducir en té rminos absolutos la provisión de bienes de ciertos
do « t écnica » , incluidas las técnicas del comercio y la jur ídica , estratos de consumidores, no solo a pesar de la distribución
si se toma para ello como punto de partida un estado un í voca -
mente determinado de una formaci ó n concreta . Y decimos
« ó ptima »— y posible en cada caso , desde el punto de vista de

la rentabilidad de capital y trabajo en las ramas productivas,
aproximativamente porque los principios particulares , técnica - sino precisamente a causa de ella . En efecto, aquella distribu -
mente racionales , entran , como lo sabe cualquier experto , en ció n « ó ptima » de la rentabilidad , que condiciona la constan -
conflicto recíproco, y es posible lograr un equilibrio entre cia de la inversión de capital, depende por su parte de las cons-
ellos desde el punto de vista de cada una de las personas in - telaciones de poder entre las clases, cuyas consecuencias pue -
teresadas, aunque nunca de manera « objetiva » . Por otra par - den ( no « deben » ) debilitar , en casos concretos , la posición
te, suponiendo necesidades dadas, y , adem ás, que todas ellas , de aquellos estratos en la lucha por los precios. En tercer lu -
así como su apreciació n subjetiva , deban estar sustraí das a la gar, ignora la posibilidad de insalvables y persistentes oposi-
crí tica ; suponiendo , por último, la existencia de un ordena - ciones de intereses entre los miembros de distintas unidades
miento económico de un tipo dado, existe tambié n un progre- polí ticas , con lo cual toma a priori partido en favor del « ar-
so « econ ómico » hacia un ó ptimo relativo de satisfacció n de gumento de la libertad de comercio » , el cual, en cuanto se lo
las necesidades para el caso de un conjunto dado de posibili - erige en postulado del deber ser , se transforma , de medio heu-
dades de disposición de los medios. Pero ello solamente bajo rístico sumamente ú til, en una « valoración » en modo alguno
estos supuestos y restricciones . obvia . Y si supone , a fin de eludir este conflicto , la unidad
Se ha intentado derivar de aqu í la posibilidad de valoraciones
unívocas y , en consecuencia , puramente económicas. Ejemplo — —
pol í tica de la econom ía mundial lo cual ha de concederse
totalmente en teoría , entonces sencillamente se desplaza el
caracter ístico es el caso teó rico aducido por el profesor Lief - á mbito sobre el que podrá recaer la cr í tica a la destrucció n de
mann: una destrucción deliberada de bienes de consumo euvo aquellos bienes, susceptibles de ser gozados , en interés tal —
256 257
corno aqu í se supone del ó ptimo de rentabilidad ( de pro cabe valorar determinado medio , un í vocamente , como « el m ás
ductores y consumidores ) permanente para las relaciones da- correcto desde el punto de v ísta técnico », y solo entonces tal
das. La cr í tica se dirige entonces al principio global del aprovi- valoraci ó n es un ívoca . En cualquier otro caso, esto es , no re
ferido a lo puramente técnico, la valoración deja de ser un í-
-
sionamiento del mercado mediante tales preceptos, tal como
resultan del ó ptimo de rentabilidad , expresable en dinero, de voca , y aparecen valoraciones no determinables con los solos
unidades económicas que intercambian entre sí ; y recae sobre medios económicos.
ese principio como tal. Una organización de aprovisionamiento Pero con haber establecido la univocidad de una valoración
de bienes no regida por el mercado no tendría ningú n motivo t écnica dentro de la esfera puramente econ ómica no se obtiene,
para tomar en cuenta la constelación de intereses de las uni - como es natural , una univocidad de la « valoración » definitiva.
dades económicas dada por el principio del mercado y, en con - Antes bien , m ás allá de estas elucidaciones empezaría la mara-
secuencia , tampoco se ver ía obligada a sustraer al consumo ñ a de la infinita multiplicidad de valoraciones posibles, a la
aquellos bienes ya existentes, susceptibles de goce. que solo se podría dominar mediante el recurso a axiomas ú l-
Solo si se presuponen las siguientes condiciones: 1 ) intereses timos. En efecto, para mencionar solo un punto, detr ás de la
« acció n » est á el hombre. Para este, el incremento de la racio-
de rentabilidad permanentes, exclusivos, de personas conside -

radas constantes, que tienen necesidades consideradas cons
tan tes- como fines rectores ; 2 ) el total predominio de la sa
-
-
nalidad subjetiva y de la « corrección » t écnico-objetiva de la
acción puede valer , como tal , m á s allá de cierto l ímite y —
tisfacció n de esas necesidades mediante un capitalismo priva- —
hasta , para ciertas concepciones, en general , como una ame-
naza contra bienes importantes ( por ejemplo, é ticos o religio-
do, a través de un intercambio de mercado enteramente libre,
y 3 ) un poder estatal desinteresado, como mero garante del sos ) . La é tica budista ( m áxima ) , verbigracia , para la cual cual-
quier acción dirigida a un fin ha de ser rechazada , como tal,
derecho ; solo entonces, decíamos , la opinión del profesor Lief - pues aparta de la salvación , dif ícilmente ser ía compartióle por
rnann es correcta teóricamente y evidente . En tal caso , en efec - nosotros. Pero es de todo punto de vista imposible « refutar-
to, la valoración ata ñe al medio racional para la solució n ó ptima
de un problema técnico particular de distribución de bienes. la » en el sentido en que se lo hace con un cálculo o un diagn ós-
Sin embargo, las ficciones de la econom ía pura , ú tiles con fi - tico m édico erróneos. Aun sin recurrir a ejemplos tan extre
mos , sin embargo, es f á cil advertir que las racionalizaciones
-
nes teóricos , no pueden ser convertidas en la base de valora - econ ó micas , por m ás indubitable que sea su « correcció n téc -
ciones prá cticas de hechos reales. Con ello queda absolutamen -
te establecido que la teoría econ ómica no puede expresar otra nica » , en modo alguno pueden ser legitimadas ante el foro de
cosa que esto : Para el fin técnico dado x, la regla y es el único la valoraci ón en virtud de esta cualidad sola. Esto vale para
medio apropiado, o lo es junto con y1, y2 ; en este último caso, cualquier racionalización , sin excepción alguna, incluidas las
entre y , y 1 , y 2 subsisten tales y cuales diferencias en cuanto que aparecen como propias de un á mbito tan completamente
t écnico como es el de la banca. Quienes se oponen a tales

al modo de operació n y en la hipó tesis la racionalidad ;
adem ás, su empleo y, por lo tanto, el logro del fin x impone racionalizaciones en modo alguno tienen que ser necesariamen -
tomar en cuenta los « resultados concomitantes : z , z1, z2.Todas te extraviados. Antes bien , siempre que se quiera valorar , es
ellas son simples inversiones de proposiciones causales, y, preciso tomar en cuenta la influencia de las racionalizaciones
en la medida en que es posible ligarlas con valoraciones , estas técnicas sobre los desplazamientos de las condiciones de vida
ata ñ en exclusivamente al grado de racionalidad de una acció n totales, externas e internas . Sin excepció n , el concepto de pro -
proyectada. Las valoraciones, en consecuencia , son un ívocas greso leg í timo en nuestras disciplinas debe referirse a lo « t éc-
si , y solo si , el fin econ ómico y las condiciones de estructura nico » , esto es , como hemos dicho, al « medio » para un fin un í
vocamente dado. Jam
-
á s se eleva a la esfera de las valoraciones
social est á n dados y únicamente es preciso escoger entre va - « ú ltimas » .
De acuerdo con todo lo dicho , considero muy
rios medios econ ómicos , y cuando, adem ás , estos se diferen - inoportuno el empleo de la expresión « progreso » , aun dentro
cian exclusivamente con relació n a la seguridad , rapidez y pro - del limitado á mbito de su uso empí rico indubitable. Sin em-
ductividad cuantitativa del resultado , pero funcionan de ma-
nera idéntica con relación a cualquier otro aspecto que pueda bargo , es imposible impedir el uso de ciertas expresiones y,
revestir importancia para los intereses humanos. Solo entonces en definitiva , es posible evitar los posibles malentendidos.

258 259
Antes de pasar otro tema , queda por dilucidar todavía un mismo vale para cualquier historia de la lógica respecto de la
grupo de problemas atinentes a la posición de lo racional den - existencia histórica de formulaciones contradictorias ( para no-
tro de las disciplinas empíricas. sotros ) , y es humanamente comprensible, aunque no pertene-
Cuando lo normativamente vá lido pasa a ser objeto de la in - ce ya a la actividad científica , que alguien acompañe semejan -
vestigación empí rica, pierde, en cuanto objeto , su cará cter de tes « absurdos » con explosiones de disgusto , como lo ha hecho
norma: se lo trata como algo que « es » y no como algo que un merí tisimo historiador de la lógica medieval
« vale » . Por ejemplo, si mediante una estadística se quisiese Esta metamorfosis de verdades normativamente válidas en opi -
establecer el n ú mero de « errores aritmé ticos » dentro de una niones que valen convencionalmente, metamorfosis sufrida por

— —
determinada esfera de cá lculo profesional lo que podría muy
bien tener sentido cient ífico , las proposiciones básicas de la
formaciones espirituales enteras, así como por ideas lógicas o
matem á ticas , en cuanto pasan a ser objeto de una considera -
tabla pitagórica serían « v á lidas » en dos sentidos por completo ción que reflexiona acerca de su ser empí rico , y no de su sen -
distintos. Por un lado, su validez normativa constituir í a , na- tido ( normativamente ) correcto, subsiste con total indepen-
turalmente, un presupuesto absoluto de su propia labor de dencia del hecho de que la validez normativa de las verda -
cá lculo. Pero, por otro lado , en cuanto el grado de aplicació n des lógicas y matem á ticas constituya , por otro lado, el a priori
« correcta » de la tabla pitagó rica pasa a ser considerado cocino de todas y cada una de las ciencias empíricas. Menos simple es
objeto de la investigación , la situación cambia por completo, su estructura lógica en el caso de una funció n , ya indicada an -
considerada desde el punto de vista puramente lógico. En tal tes , que les ata ñ e en la investigació n empírica de conexiones
caso , la aplicaci ó n de Sa tabla pitagó rica , de parte de las per- espirituales y que ha de ser cuidadosamente distinguida de es-
sonas cuyos cá lculos constituyen la materia de la investigación tas dos: su planteo como objeto de la investigación y su plan -
estad ística , es tratada como una m á xima de comportamiento teo como a priori de esta. Toda ciencia de conexiones espiri-
f áctico, que se ha vuelto habitual en ellas a través de la edu - tuales o sociales es una ciencia de comportamientos humanos
( en cuyo concepto se incluye, en este caso , cualquier acto de
cació n ; y su empleo de hecho debe ser comprobado en cuanto
a su frecuencia , del mismo modo como determinados fenó- pensamiento y cualquier h á bito psíquico ) . Tal ciencia quiere
« comprender » este comportamiento y , en virtud de esto , « in -
menos de error pueden convertirse en objeto de comprobació n
estadística . Que la tabla « valga » normativamente, es decir que terpretar explicativamente » su curso. No podemos tratar aqu í
sea « correcta » , es por completo indiferente en este caso, en el dif ícil concepto de « comprensión » . En este contexto solo
que ella misma no es tema de la dilucidación, sino en que el nos interesa un tipo particular de ella: la interpretaci ó n « ra-
« objeto » es su empleo. El. estad ígrafo debe naturalmente , en cional » . Es evidente que « comprendemos » sin m ás que un pen -
esta investigació n estadística de los cá lculos de las personas sador « resuelva » un determinado « problema » del modo que
nosotros mismos consideramos normativamente « correcto » , o
en estudio, adecuarse a esta convención , al cálculo « de acuerdo
con la tabla pitagórica » . Pero del mismo modo tendría que que un hombre calcule « correctamente » que emplea , para cier-
emplear un procedimiento de cá lculo que , normativamente con - to fin que se propone, el medio « correcto » ( en nuestra opi-
siderado , es « falso » , si , por ejemplo, este fuese tenido por ni ón ) . Y nuestra comprensió n de estos procesos reviste ese
« correcto » en un cierto grupo humano y él debiese investigar
particular grado de evidencia porque se trata , precisamente ,
estad ísticamente la frecuencia de su empleo de hecho, « correc- de la realización de algo objetivamente « v á lido ». No obstante ,
to » desde el punto de vista del grupo considerado. Respecto
no se debe creer que , considerado desde el punto de vista ló-
de cualquier consideración emp í rica , sociológica o hist ó rica , gico , lo normativamente correcto aparezca en este caso con la
nuestra tabla pitagórica , en cuanto interviene como objeto de misma estructura que en su planteo general como lo a priori
la investigación , no es otra cosa que una m á xima de conducta de toda investigaci ón cient ífica . Antes bien , su funci ón como
prá ctica , v á lida convencional- mente dentro de cierto cí rculo de medio del «comprender » es la misma que la « captación empá -
hombres y respetada con un grado mayor o menor de apro- tica » puramente psicol ógica desempeñ a respecto de conexiones
ximació n . Cualquier exposición de la doctrina musical pitagó- de afectos y sentimientos irracionales desde el punto de v í sta ló-
rica debe ante todo admitir el cálculo, « falso » seg ú n nuestros gico , en cuanto se trate de su conocimiento comprensivo. No
conocimientos, de que 12 quintos son iguales a 7 octavas. Lo la corrección normativa, sino , por una parte , el h ábito conven -

260 261
cional, de que participan el investigador y el lector, de pensar tes en el orden de lo regular , esto es , ya sea específicamente

es requerida— —
as í y no de otro modo, y, por otra parte, la capacidad si esta
de « penetrar empá ticamente » de manera com-
« característicos » a sus ojos, o bien , en su opinión , directamen-
te referidos a valores, o causalmente, respecto de otros estados
prensiva un pensamiento que se desv í a de aquel h á bito y que, de cosas referidos a valores. Este ser á el caso cuanto más el
por lo tanto, se le aparece como normativamente « falso » , valor de verdad de ciertas ideas constituya el valor rector de
constituyen aquí el medio de la explicación comprensiva . El una exposició n histórica, tal como, por ejemplo, en la historia
hecho de que el pensamiento «falso» , el « error » , sea por en - de una determinada «ciencia » ( la filosof ía o la economía po-
tero accesible, en principio, a la comprensión , lo mismo que lí tica teórica ) . Pero ese caso no es el ú nico : una situación al
el « correcto », demuestra ya que aquello que vale como nor- menos semejante sobrevendr á todas las veces que una acció n
mativamente « correcto » no entra aqu í en consideración como racional subjetivamente, de acuerdo con su propósito, pase a
tal sino solo como un tipo convencional cuya comprensión re- ser objeto de una exposición y ciertos « errores de pensamien-
sulta particularmente f ácil. Esto nos conduce a una última com- to » o de «cálculo » puedan constituir componentes causales del
probaci ó n acerca del papel de lo normativamente correcto den - curso de la acció n. Para « comprender » , por ejemplo, la con -
tro del conocimiento sociológico .
Ya para «comprender » un cálculo o una formulación lógica
ducció n de una guerra , es imprescindible representarse aun-
que no necesariamente de manera expresa o en forma acaba-

« falsos » , y para poder establecer y exponer su influencia so
bre las consecuencias lácticas que ha tenido, ser á evidentemen -
- —
da la presencia de un jefe ideal en ambos bandos, que conoz-
ca la situación total y el desplazamiento de las fuerzas milita-
te preciso, no solo comprobar aquel mediante un cálculo « co- res enfrentadas y tenga siempre presentes todas las posibili-
rrecto » , o bien aquella repens á ndola lógicamente , sino señalar dades que de ello resultan de alcanzar la meta , unívoca in con-
expresamente , con los medios del cálculo o de la l ógica « co- creto , que consiste en la destrucci ón de la fuerza militar del
rrectos » , el punto en que el cá lculo o la formulación l ógica enemigo, y que, tambi é n , sobre la base de este conocimiento,
investigados se apartan de aquello que el investigador conside - se condujese sin cometer errores y sin incurrir en fallas lógi-
ra normativamente «correcto». Y ello no necesariamente con cas. Solo entonces, en efecto, es posible establecer de manera
el fin prá ctico- pedagógico que Windelband , por ejemplo, en un ívoca la influencia causal que tuvo sobre la marcha de las
su Historia de la filosof í a pone en primer plano ( establecer cosas el hecho de que los comandantes reales no poseyeron tal
« tablas de advertencia » contra posibles « caminos errados » ) , lo conocimiento ni tal inmunidad frente al error , ni fuesen , en ge-
cual constituye , sin embargo, un deseable resultado lateral de neral , unas m á quinas racionales de pensar . La construcción ra-
la labor historiográfiea . Y tampoco porque cualquier proble - cional tiene aqu í el valor , en consecuencia, de medio de una
m á tica histórica , a cuyo objeto sean inherentes conocimientos « imputació n » causal correcta . Exactamente el mismo sentido
l ógicos, matem á ticos o científicos de otro tipo, solo pudiera poseen aquellas construcciones ut ó picas de un actuar racional
tener por fundamento , como única relació n de valor posible, estricto y libre de errores creadas por la teoría económica
definitiva, decisiva para la selecció n , el «valor de verdad » re- « pura ».
conocido por nosotros como v á lido, y, por lo tanto, el « pro- Con miras a la imputación causal de procesos empíricos nece-
greso » en dirección a este. ( No obstante, aun cuando este sitamos, precisamente , construcciones racionales, técnico- em-
fuera el caso, restaría observar el hecho, tan a menudo com - píricas o también lógicas , que respondan a la pregunta de cómo
probado por el propio Windelband , de que el « progreso» en se desarrollaría ( o se habría desarrollado ) cierto estado de
este sentido irrumpe muchas veces, no por el camino directo , cosas, ya consista este en una conexió n externa de la acci ón
— —
sino en té rminos econ ómicos por la « v í a de producción
m ás rendidora », a través de « errores», es decir , a través de
o en una formació n de pensamientos ( por ejemplo, un sistema
filosófico ) , en el caso de una « corrección » y una « ausencia de
la confusió n de los problemas. ) Antes bien , ser á preciso ha - contradicción » racionales absolutas, empíricas y lógicas. Aho-
cerlo porque ( y , tambié n , ú nicamente en la medida en que ) ra bien , lógicamente considerada , la construcción de una uto-
aquellos puntos en los cuales la formació n espiritual , investi - pía semejante , racionalmente « correcta » , constituye solo una
gada como objeto, se aparta de aquello que el propio investiga - de las distintas configuraciones posibles de un « tipo ideal »,
dor debe considerar « correcto » se vuelven para este importan- tal como he denominado tales formaciones conceptuales

262 263
( con una terminología que me parece m á s ajustada que cual - dogm á ticas, en modo alguno son disciplinas empí ricas , en el
quier otra expresión ) . En efecto, no solo son concebibles, como sentido aqu í dilucidado, m ás de lo que lo son la matem á tica ,
hemos dicho, casos en que un razonamiento falso en rapeta la l ógica , la é tica normativa , la est é tica , respecto de las cuales ,
característico o una conducta determinada , típicamente con- por 3 o dem ás , tan cabalmente diferentes son por otras razones ,
traria al fin , pueden prestar un mejor servicio como tipo ideaj,
,
tanto como estas son diversas entre sí.
sino que, ante todo, existen esferas enteras de conducta ( la La teor ía econó mica , por ú ltimo, es manifiestamente una dog-
esfera de lo « irracional » ) en que tal servicio es prestado del ,
m á tica en un sentido lógico muy distinto que, por ejemplo, la
mejor modo , no por el m á ximo de racionalidad . l ógica , , sino , dogmá tica jurídica . Sus conceptos se relacionan con la reali-
sencillamente, por la univocidad alcanzada mediante la abs - dad econ ómica de manera específicamente distinta del modo
tracción aislante. De hecho, el investigador emplea cop : par - en que los de la dogm á tica jurídica lo hacen con la historia
ticular frecuencia « tipos ideales » construidos de manera r nor - y la sociología del derecho. Pero así como, respecto de estas
mativamente « correcta » . Pero, considerada desde el punto de ú ltimas , los conceptos de la dogm á tica jurídica pueden y deben
vista lógico, la «corrección » normativa de estos tipos no es ser empleados como « tipos ideales » , este modo de empleo es
lo esencial. Un investigador puede , por ejemplo, fin de el único sentido que la teoría econ ómica puede tener respecto
caracterizar un tipo específico de conciencia t í pica de los hom del conocimiento de la realidad social presente y pasada . Tal
bres en cierta época , ya construir un tipo de conciencia a su teoría establece determinados supuestos, que en la realidad casi
juicio é ticamente normal y al que considera , en este sentido, nunca se verifican en su totalidad , pero a los cuales ella se
objetivamente « correcto », ya construir un tipo que le parezca acerca en diversos grados, e inquiere cómo se habría configu -
por entero contrario a lo é ticamente normal , con el propósito rado bajo esos supuestos la acción social de los hombres en
de comparar con él la conducta de los hombres objeto de la caso de que se desarrollase de manera estrictamente racional .
investigación ; por último, también puede construir un tipo de En particular, supone el imperio de intereses puramente eco-
conciencia al cual él , personalmente, no atribuya predicado al - nómicos , excluyendo , por lo tanto, la influencia de una orien -
guno , positivo o negativo . Por lo tanto , lo normativamente tación del actuar seg ú n gu ías pol í ticas o extraecon ómicas de
« correcto » no goza de ning ú n monopolio para este fin , En cualquier otro tipo.
efecto, cualquiera que sea el contenido del tipo ideal racional Ahora bien , respecto de esa teoría se ha cumplido la t í pica
— ya represente una norma de fe é tica , jurídico-dogm á tica,
est é tica o religiosa , o una m á xima t écnica , econ ómica , de po-
« confusión de problemas » . En efecto, esa teoría pura , « indi -
vidualista » en este sentido, « neutral frente a la moral y frente
l í tica jur ídica , social o cultural , o una « valoraci ón » de cual- ai Estado » , que fue y será siempre indispensable como instru -
quier tipo, expresada en la forma m ás racional posible , ; su
construcción tiene siempre , dentro de las investigaciones em -
— mento met ódico , fue concebida por la escuela radical partidaria
del libre comercio como una copia exhaustiva de la realidad
pí ricas , el ú nico fin de « comparar » con él la realidad empí ri - « natural » , es decir , no falseada por la estupidez de los hombres ;
ca , de establecer su contraste o su divergencia respecto de él, sobre esta base , pues, fue concebida como un « deber ser » :
o su aproximació n relativa , a fin de poder , de este moda, como un ideal válido en la esfera del valor y no como un
describirla , comprenderla y explicarla por la v ía de la imputa - tipo ideal utilizahle para la investigación empírica de lo que
ció n causal , con los conceptos comprensivos más uní vocos que es . Como consecuencia de cambios en la apreciación del Es-
sea posible. Estas funciones son las que cumple , por ejemplo , tado, en cuanto a la polí tica econ ómica y social , se produjo una
la formación de conceptos de la dogm á tica jurídica racional repercusión en la esfera de las valoraciones, la cual se propagó
respecto de la disciplina emp írica de la historia del derecho en seguida a la esfera del ser y rechazó la teoría econ ó mica
y la doctrina racional de los cálculos respecto del an á lisis del pura , no solo como expresió n de un ideal — dignidad a la
comportamiento real de las unidades econ ómicas en la econo-
mía de mercado. Abora bien , las dos disciplinas dogm á ticas —
que no podría haber aspirado , sino también como v ía me -
tódica para la investigació n de los hechos . Explicaciones « filo-
mencionadas tienen naturalmente también , fuera de esto , como sóficas » de la m ás diversa índole debían reemplazar a la prag -
« doctrinas de aplicación » , fines normativo-prácticos eminentes . m á tica racional , y la identificación de lo que es « psicológica -
Y ambas , en cuanto a este cará cter suyo, en cuanto ciencias mente » con lo que vale é ticamente volvió irrealizable una se-

264 265
paración ní tida entre la esfera de las valoraciones y la labor de la de proporcionar f ó rmulas puramente típico-í deales , por
empírica . Los extraordinarios logros de los sostenedores de
este desarrollo científico en los campos histórico, sociológico
un lado, y, por el otro, la de comprobar tales conexiones par -
y de la polí tica social son ampliamente reconocidos , pero un —
ticulares económico-causales - pues de estas se trata , sin ex-
cepció n , cuando «x » es lo bastante uní voca , y , por lo tanto,
juez imparcial tampoco puede ignorar la completa confusión, la imputación del resultado a la causa ( o del medio al fin )
que ha durado decenios, de la labor teórica y de ciencia eco-
n ómica estricta , y que es consecuencia de esa confusió n de —
debe ser lo bastante estricta . Tiene que investigar la totalidad
de los fen ó menos sociales en cuanto al modo de su co-condicio-
problemas. Una de las dos tesis bá sicas con que trabajaron los nam íento a través de causas económicas: he ahí la tarea de la in -
enemigos de la teoría pura fue que las construcciones raciona- terpretació n económica de la historia y la sociedad. Por otra
les de esta eran « meras ficciones », que nada expresaban acer- parte, tiene que proporcionar el condicionamiento de los pro-
ca de la realidad de los hechos. Correctamente entendida , esta cesos econó micos y formas de economía a través de los fenó-
afirmación es acertada. En efecto, las construcciones teóricas menos sociales de acuerdo con sus distintos tipos y estadios
est á n exclusivamente al servicio del conocimiento de las reali - Je desarrollo: es la tarea de la historia y de la sociología de la
dades , que ellas mismas no pueden proporcionar ; y las reali- econom ía . A estos fen ómenos sociales pertenecen , como es
dades , a consecuencia de su acción recí proca con otras circuns- natural, y por cierto en primerísima línea , las acciones y forma-
tancias y series de motivos, no contenidos en aquellas, aunven ciones polí ticas y , ante todo, el Estado y el derecho garanti-
el caso extremo solo muestran aproximaciones al proceso cons- zado por él. Pero no solo los fenómenos polí ticos forman
truido. Pero ello nada prueba , de acuerdo con todo lo dicho, parte de aquellos . Tambié n la totalidad de las formaciones
en contra de la utilidad y necesidad de la teor ía pura . La
segunda tesis era la siguiente: en ning ú n caso podrí a existir — —
que - en un grado suficientemente significativo para el inte-
rés científico - influyen sobre la econom ía. La expresión
una doctrina de la polí tica econ ómica como ciencia neutral « doctrina de la polí tica econ ó mica » sería , naturalmente , muy
frente a las valoraciones. Ello , por cierto, es falso en su prin- poco apropiada para la totalidad de estos problemas. La difu-
cipio , y tanto, que precisamente la « neutralidad frente a las sió n de su uso , a pesar de ello, se explica por el car ácter de

valoraciones » - en el sentido que hemos sostenido en estas

páginas constituye el presupuesto de cualquier tratamiento
las universidades , en cuanto institutos educativos para fun-
cionarios del Estado, y tambi én , interiormente , por los recur-
puramente científico de la pol í tica , en particular de la pol í tica sos que el Estado posee para influir sobre la econom ía , en vir-
social y econ ómica . En efecto , como es obvio, es posible , as í tud de lo cual su consideració n alcanza importancia práctica .
corno ú til y necesario para la ciencia , desarrollar proposicio- Y apenas es preciso comprobar de nuevo que, en todas estas
nes del siguiente tipo: Para obtener el resultado ( de polí tica investigaciones , es posible invertir proposiciones acerca de
econ ómica ) x , y es el ú nico o el m á s fruct ífero medio, o bien « causas y efectos » en proposiciones sobre « medio y fin » ,

lo son y i , yo y ys bajo las condiciones b\ t b > , bs ; no es
*

necesario repetir esto. Solo recordaremos, insistiendo en ello ,
siempre que el resultado en cuestió n pueda ser dado de manera
suficientemente unívoca . Con ello, naturalmente , tampoco aqu í
que el problema consiste en la posibilidad de una univocidad se modifica la relaci ón lógica entre esfera de la valoración y
'

absoluta en la caracterizació n de aquello a lo cual se aspira. esfera del conocimiento empí rico . En este contexto , como con-
Dada esta , trá tase de una simple inversión de proposiciones clusión , queda por señalar una sola cosa .
causales y , por lo tanto, de un problema puramente « t é cni- El desarrollo de los últimos decenios y , en particular , los acon-
co » . Precisamente por ello la ciencia , en todos estos casos ,
tecimientos sin precedentes de que hoy somos testigos han
no est á obligada a concebir estas proposiciones t écnicas ideo- elevado fuertemente el prestigio del Estado , Solo a él , entre
lógicas de otro modo que como simples proposiciones causales ; todas las comunidades sociales, se le atribuye hoy poder « le-
por lo tanto, en la siguiente forma : De y se sigue siempre el gí timo » sobre la vida , la muerte y la libertad ; y sus ó rganos
resultado x, o bien este se sigue, bajo las condiciones b\ y bs , utilizan tal poder contra los enemigos externos en la guerra ,
-
bsy de >> j , >’2, ys Ello significa , en efecto , lo mismo , y el « pr á c-
tico » puede extraer de allí con facilidad los « preceptos ». Pero
y, en la paz y en la guerra , contra los opositores internos. En
la paz, es el mayor empresario y recaudador de tributos sobre
la doctrina cient ífica de la econom ía tiene otras tareas , adem ás los ciudadanos, y en la guerra dispone ilimitadamente de

266 267
todos los bienes económicos a su alcance. Su forma empresaria tuosos , en el sentido de conservar la capacidad personal de
moderna, racionalizada , en numerosos ámbitos ha permitido « nadar contra la corriente » en caso necesario . Las «ideas ale -
logros que, sin duda , no hubieran podido ser alcanzados por manas de 1914 » fueron un producto de literatos. El « socia -
otra forma de acción asociada. No podía dejar de ocurrir, pues, lismo del futuro» es una frase referida a la racionalizació n de
que se extrajese de all í la conclusión de que el Estado debiera la econom ía a través de una combinación de mayor burocra -
—sobre todo en cuanto aconstituir
las valoraciones que se mueven en tización y administración en com ú n , ajustada a fines, de parte
el campo de la polí tica — el « valor » ltimo, respecto
ú
de cuyos intereses de existencia debieran medirse todas las
de los interesados. Cuando el fanatismo de los patriotas de
oficio en materia de pol í tica econ ómica invoca hoy , en favor
acciones sociales. No obstante, ello constituye una transposi- de estas medidas puramente técnicas , en lugar de la dilucida -
ción indebida de hechos pertenecientes a la esfera del ser en ció n objetiva de su conveniencia , que en buena parte est á
normas de la esfera de las valoraciones, razón por la cual de- condicionada por la polí tica financiera , la consagraci ón , no solo
bemos prescindir aqu í de la falta de univocidad de las conse-
cuencias extraídas de aquella valoració n, que se muestra de
de la filosof ía alemana, sino también de la religión como

sucede hoy en gran escala , ello no representa otra cosa que

inmediato en cualquier dilucidación de los « medios » ( para la una repugnante degradación del gusto de literatos que se creen
«conservación » o el « fomento » del Estado ) . Dentro de la importantes . Nadie puede decir hoy por anticipado cu ál podr á
esfera de los puros hechos cabe comprobar , ante todo, en^con- o deberá ser el aspecto de las « ideas alemanas de 1918 » rea -
tra de aquel prestigio , que el Estado no tiene poder sobre les, en cuya formación participarán también los guerreros que
determinadas cosas. Y, por cierto, hasta en el á mbito que se vuelven a sus hogares. Ello compete al futuro.
presenta como su dominio más propio: el militar. La observa-
ción de muchos fenómenos que la actual guerra ha puesto de
manifiesto con relación a los ejé rcitos de Estados compuestos
por diversas nacionalidades, enseña que la consagración de los
individuos a la causa , que el Estado no puede imponerles , en
modo alguno es indiferente para el resultado militar. Y con
respecto al á mbito econó mico se ñalemos solo que la transpo -
sición de formas y principios de la econom ía de guerra a la de
paz, como fen ómeno permanente, muy pronto tendría conse -
cuencias que echar ían por tierra los planes de los propios
sostenedores del ideal de un Estado expansivo. Por ahora no
nos extenderemos m ás sobre esto. En la esfera de las valora-
ciones, sin embargo, hay un punto de vista que muy bien pue-
de sostenerse con sentido, a saber : que el poder del Estado
se incremente hasta el m á ximo concebible en interés de su em -
pleo como medio constrictivo contra los opositores, pero que,
por otro lado, se le niegue todo valor propio y se lo caracte-
rice como mero instrumento técnico para la realización de va-
lores por entero distintos, de los cuales, ú nicamente , podr ía
obtener su dignidad y mantenerla mientras no procurase es-
capar de este papel auxiliar.
No corresponde desarrollar ni defender aquí, naturalmente ,
este o cualquier otro de los puntos de vista valorativos posi -
bles. Solo cabe recordar que , si hay alguna , la obligaci ón m á s
recomendable para un « pensador » de profesión es mantener la
cabeza fría frente a los ideales dominantes, aun los m ás majes-

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Indice general

7 Advertencia sobre la edición en castellano


9 Introducción
39 L La «objetividad» cognoscitiva de la ciencia social y
de la pol í tica social ( 1904 )
102 2. Estudios crí ticos sobre la l ógica de las ciencias de
la cultura ( 1906 )
175 5. Sobre algunas categor ías de la sociología compren -
siva ( 1913 )
222 4. Ei sentido de la « neutralidad valorativa» de las
ciencias sociológicas y económicas ( 1917 )

271
Biblioteca de sociolog ía
O

V ytantas Kavolis , La expresión art ística . Un estudio sociol ó-


/Azmi E. Apter Estudio de la modernización gico
Reinhard Bendix^ , Max Weber Samuel Klausner , comp , El estudio de las sociedades

Peter L Bergerplcomp.> Marxismo y sociolog ía . Perspectivas William Kornhauser , Aspectos pol í ticos de la sociedad de

desde Europa oriental í masas
Pe/c-r L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social Daniel Levinson y Eugene B . Gallagher , Sociología deí en -
de la realidad fermo mental
Norman Birnbaum , La crisis de la sociedad industrial Ronald Lippitt , Jeanne Watson y Bruce Westley , La diná mica
Hubert M . Blalock , Introducción a la investigaci ón social del cambio planificado
Severyn T . Bruyn, La perspectiva humana en sociología John McKinney, Tipología constructiva y teoría social
Walter Buckley, La sociología y la teoría moderna de los Robert Michels, Los partidos pol í ticos , 2 vols.
sistemas Robert ÍÑ isbet , La formación del pensamiento sociológico , 2
Donald T . Campbell y Julian C . Stanley , Diseñ os experimen - vols .
tales y cuasiexperimentales en la investigación social Talcott Parsons Robert F. ik /ex y Edward A. Shils , Apuntes
}

Morris R. Cohen y Ernest Nagel, Introducción a la lógica y sobre la teoría de la acción


al m étodo cient í fico, 2 vols. JoA » Rex, Problemas fundamentales de la teoría sociológica
Lewis A. Coser , Nuevos aportes a la teor ía del conflicto social Edward Tiryakian, Sociologismo y existencialismo
Michel Crozier , El fenómeno burocrá tico, 2 vols. Stanley H . Udy , El trabajo en las sociedades tradicional y
Michel Crozier , La sociedad bloqueada moderna
David Easton, Esquema para el an á lisis pol í tico Charles A . Valentine , La cultura de la pobreza . Crí tica y con -
David Easton, comp ., Enfoques sobre teor í a pol í tica trapropuestas
ó. A? . Eisenstadt , Modernizació n . Movimientos de protesta y Jean Viet , Los mé todos estructuralistas en las ciencias sací ales
cambio social Max Weber , Ensayos sobre metodología sociológica
Joseph Gabel , Sociología de la alienación ó/ Wilier , La sociología científica : teoría y mé todo
Dtft
Erving Goff man , Estigma . La identidad deteriorada Irving M . Zeitlin , Ideología y teor í a sociol ógica
Ervtng Goffman, Internados. Ensayos sobre la situaci ón so-
cial de los enfermos mentales
Erving Goffman, La presentación de la persona en la vida Serie América latina
cotidiana
A/ z/ó/ IF. Gouldner, La crisis de la sociolog ía occidental Frangois Bourricaud , Jorge Bravo Bresani y otros , La oligar -
Daniel Guérin y Ernest Mande!, La concentració n econó mica qu í a en el Perú
en Estados Unidos Theotorno Dos Santos , Helio Jaguari be y otros, La crisis del
Edwin P. Hollander , Principios y mé todos de psicología social desarrollismo y la nueva dependencia
Irving L. Horowitz , comp . , La nueva sociología , 2 vols . Celso Furtado, Osvaldo Sunkel y otros , La dominaci ón de
Herbert Hyman, Diseño y an álisis de las encuestas sociales América latina
GAf /tf lonescu y Ernest Cell ner, comps. , Populismo . Sus sig - James Petras , Polí tica y fuerzas sociales en el desarrollo chi -
nificados y caracter
ísticas nacionales leno
Otros títulos de esta editorial

James Petras y Robert LaPorte , Per ú : ¿ transformación revo-


lucionana o modernización ?
Ivan Vallier , Catolicismo, control social y modernización en Theodor W . Adorno, Consignas
América latina Roger Bastido , Antropología aplicada
Maurice Zeitlin , La política revolucionaria y la clase obrera Peter L. Berger , El dosel sagrado. Elementos para una socio
cubana logia de la religió n -
Bernard Bourgeois , El pensamiento pol í tico de Ilegel
Obras en preparación Jean Cazeneuve , Sociología del rito
Maurice Corvez , Los estructuralistas
Pierre Ansari , El nacimiento del anarquismo Rolf Denker , Elucidaciones sobre la agresión
J . D. Colfax y J. L. Roach, comps., Sociología radical John Eaton , Econom ía polí tica . Un análisis rnarxista
Antonio Garcí a , Sociología de la reforma agraria en Am é rica Theodor Geiger , Ideología y verdad
latina Keith Griffin , Subdesarrollo en Hispanoamérica
Llewellyn Gross, comp. , Ensayos sobre teoría sociológica Robert H . Lowie , La sociedad primitiva
Leo Kojler , Contribució n a la historia de la sociedad burguesa Henry W . Maier , Tres teorí as sobre el desarrollo del ni ñ o,:
Raymond Ledrut , El espacio social de la ciudad Erikson , Piaget y Sears
Alejandro B. Rofman y Luis A. Romero, Sistema socioecon ó- Mihailo Markovic , Dialéctica de la praxis
mico y estructura regional en la Argentina Pierre Masset , El pensamiento de Marcuse
Alfred Schulz, El problema de la realidad social Roland Mousnier , Las jerarqu ías sociales
Alfred Schulz , Estudios sobre teor ía social Jeanne Parain-Vial , Análisis estructurales e ideologías estruc-
Kurt Wtolff , Estudios sobre teor ía del conocimiento turalistas
Michel Zéraffa, Novela y sociedad Thomas J . Scheff , El rol de enfermo mental
Luden Séve , Marxismo y teoría de la personalidad
James D . Theherge , comp . , Economía del comercio y desa-
rrollo
Peter Winch , Ciencia social y filosof ía
Obras en preparaci ó n
Carlos F . Dí az Alejandro , Ensayos sobre la historia econ ó mi
ca argentina -
Max Horkheimer, Teoría cr í tica
Maximilien Rubel\ comp. , Páginas escogidas de Marx para una
é tica socialista

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