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Aspecto ambiental
El proyecto fue ideado para usar materiales con la menor energía incorporada
posible, es decir la energía utilizada durante su extracción, procesamiento y
fabricación, y que estuviesen libres de toxinas prohibidas por el Living Building
Challenge. En ese sentido era clave el diseño estructural del edificio, sobre todo
en su estructura superior. La decisión final en este caso fue utilizar un sistema
mixto de madera y acero, en el que la madera trabaja las cargas por gravedad
y el acero las fuerzas laterales. Además, se utilizó acero laminado para generar
en fábrica todos los conectores estructurales, acelerando el proceso constructivo
y reduciendo significativamente la generación de residuos. Respecto a las
toxinas, como éstas están presentes en su mayoría en los materiales de
terminaciones, se optó por utilizar los materiales estructurales interiores en su
estado natural.
Desde el principio y desde una perspectiva de su ciclo de vida, se entendió que
este edificio debía diseñarse para ser durable y flexible al mismo tiempo, siendo
concebido como capas de componentes y sistemas de fácil mantenimiento que
pueden ser desensamblados según se necesite en el tiempo, con una
interrupción mínima en otros sistemas. Por ejemplo: la madera estructural
utilizada es intrínsecamente ignífuga en virtud de su tamaño y su naturaleza de
combustión lenta y, al estar totalmente contenida dentro de la envolvente
térmica, se eliminaron los potenciales problemas de humedad a largo plazo; la
estructura de acero de la cubierta solar es ajustable; las placas de piso abierto
permiten acomodar las necesidades cambiantes del inquilino. Así, los materiales
estructurales utilizados proporcionan una vida útil de al menos 250 años, la
fachada unos 50 a 75 años, y finalmente las tecnologías activas y las piezas
móviles, concebidas como la última capa del edificio, permiten su fácil reemplazo
sin comprometer la estructura ni la fachada.
Aspecto social