Está en la página 1de 9

Son las cinco de la mañana

Y yo no he dormido nada
Pensando en tu belleza
En loco voy a parar
El insomnio es mi castigo
Tu amor será mi alivio y hasta que no seas mía
No viviré en paz
Bien conocí tu novio
Pequeño y no buen mozo
Y sé que no te quiere
Por su forma de hablar
Además tu no lo amas
Porque el no da la talla
No sabe complacerte
Como lo haría yo
Pero tendré paciencia
Por que el no es competencia
Por eso no hay motivos
Para yo respetar

No, no es amor
Lo que tu sientes
Se llama obsesión
Una ilusión
En tu pensamiento
Que te hace hacer cosas
Así funciona el corazón

Bien vestido en mi Lexus


Pase por tu colegio
Informan que te fuiste
Como un loco te fui llamar
Pero no tenia tu numero
Y tu amiga ya me lo negó
Ser bonito mucho me ayudo
Eso me trajo la solución
Yo sé que le gustaba
Y le di una mirada
Con par de palabritas
Tu numero me dio
Mi única esperanza
Es que oigas mis palabras
(No puedo tengo novio)
No me enganches por favor

No, no es amor
(Escúchame por favor)
Lo que tu sientes
Se llama obsesión
Una ilusión
(Estoy perdiendo el control)
En tu pensamiento
Que te hace hacer cosas
Así funciona el corazón

"Mi amor por Dios no me enganches


Espérate que hay mas"

Hice cita pa' el siquiatra


A ver si me ayudaba
Pues ya no tengo amigos
Por solo hablar de ti
Quizás pienses que soy tonto
Privón y también loco
Pero es que en el amor
Soy muy original

No es amor, no es amor
Es una obsesión
No es amor, no es amor
Es una obsesión
No es amor, no es amor
Es una obsesión...
¿Será posible que de una obsesión uno pueda morir?
Es la pregunta que me hago desde aquella noche de verano, la noche
del crimen que puso en alerta a una exclusiva y pacífica comunidad.
Ese, mi primer caso como agente del departamento de investigaciones
criminalísticas del ministerio público.
17 de mayo del año dos mil dieciséis, 5:00 a.m.
Alertados por los vecinos, quienes oyendo los gritos provenientes de
la casa de los Godínez irrumpimos en el inmueble, perturbando para
siempre la paz de esa pequeña comunidad. Adentro hallaron los
cadáveres de dos jóvenes, un hombre y una mujer de
aproximadamente veinte años…
Aparentemente se trataba de un crimen pasional, una pelea de
parejas que se salió de control o algún caso de violencia doméstica,
tristemente, comunes en nuestro medio. Pero los mensajes
intercambiados en las redes sociales de ambos jóvenes, narraban una
historia distinta:

Una típica madrugada de un miércoles cualquiera, en un barrio


cualquiera de una ciudad cualquiera…
Cinco de la mañana, la hora en que muere la noche. Donde la vida
renace y con ella la esperanza de un nuevo día.

“Anthony_5:00 a.m. Hola, guapa.


(Visto_5:00 a.m.)

Anthony_5:05 a.m. Vamos, sé que estás despierta, mi amor.


(Visto_5:05 a.m.)

Anthony_5:05 a.m. ¿Hola?


(Visto_5:06 a.m.)

Anthony_5:06 a.m. Marisa, mi amor, por el amor de Dios, ¡solo


escúchame, mujer!
(Visto_5:06 a.m.)

Anthony_5:06 a.m. Contesta, sé que estás allí.


(Visto_5:06 a.m.)
Anthony_5:06 a.m. Marisa, por el amor de Dios…

Marisa_5:15 a.m. ¿Qué acaso tú no duermes, Anthony?

Anthony_5:15 a.m. La verdad no, preciosa; son las cinco de la


mañana y no he dormido nada. Pensando en tu belleza, en loco voy a
parar.

Marisa_5:16 a.m. ¡Basta! ¿Qué no ves que no quiero nada contigo?


¡Estás loco!

Anthony_5:15 a.m. Sí, quizás me esté volviendo loco, pero no pararé


hasta que seas mía. Lo sabes… “

Según la madre del joven, Anthony Santiago, él y Marisa León se


conocieron el año pasado durante el primer año de la universidad en
la fiesta de bienvenida de la facultad de medicina. Su hijo quedó
prendado de inmediato con la joven mulata, pero ella tenía un novio,
Ernesto, con quien estaba comprometida desde la adolescencia.
Ernesto Cano. Nos narró cómo Anthony no dejaba de acosar a su
novia, de acecharla por las mañanas en la universidad, a tal grado que
la chica, cansada de la situación, resolvió dejar de estudiar este
semestre.
—¿Qué quieres, Anthony?
—Son las cinco de la mañana y no he dormido nada…
La hermosa joven, tratando de mantener la calma para no montar una
escena, respondió meneando la cabeza en señal de hastío.
—Adivino. —Se carcajeó, escrutando a Anthony con una sola mirada.
— pensando en mí belleza…
—Solo escúchame, princesa, yo, yo… —le rogaba el joven, con la voz
entrecortada.
Extendió el brazo derecho, oculto tras su espalda, depositando en
manos de la chica una cajita. Diana no aguantó la risa al ver el
contenido: era un anillo de fantasía, una baratija, infantil y patética
para una chica como ella, acostumbrada solo a lo mejor de lo mejor
por parte de sus múltiples admiradores.
¿En serio Anthony creía que iba ganarse su amor con baratijas y
frases cursis de cajón? Estaba muy equivocado.
—Buen intento, topo —se burló. Acto seguido, le azotó la puerta en la
cara a su infeliz admirador.
El joven, rechazado por enésima vez, caminó cabizbajo hacia su casa.
Daba pasos largos, no quería ser descubierto por su mamá, de nuevo.
Le habían advertido que dejase en paz a Diana, pero eso no iba a ser
posible.
Terco y obsesivo por naturaleza, Anthony Daniel Pérez, estaba
decidido a conquistar a la chica más popular de su escuela. Después
de todo, estaba muy cerca de conquistarla; las mujeres suelen
hacerse las difíciles cuando les gusta alguien, ¿cierto? Y siempre
había un mañana, uno en el cual habría perdido las suficientes guerra
como para ser digno del amor de ella.
Así que, como un buen soldado, regresó a su cuartel para tratar de
recobrar energías. Pero era en vano; la escuela iniciaba en menos de
una hora. Luego de una siesta relámpago de diez minutos, directo a la
ducha, bien vestido y con un par de huevos en el estómago, montó en
su Lexus —o más bien el de su papá—, con rumbo al colegio para
varones, hermano del colegio para señoritas al que asistía Diana. La
había conocido en una kermes hacia algunos meses, un amigo en
común los presentó; fue amor a primera vista.
Al menos para él. Sus amigos, incluso su madre, tenían otra opinión al
respecto: decían que no era amor, sino una obsesión, una ilusión en
su pensamiento, que le hacía hacer cosas. La respuesta del joven era
la misma frase repetida de forma espontánea:
El corazón actúa por razones que la razón no entiende.
Mi nombre es Anthony y, aunque mis amigos y mi familia piensen que
soy tonto, rogón, necio, incluso poco hombre, yo sé que no es así; soy
solo un hombre enamorado, con un modo de conquistar bastante
peculiar. Uno de tantos, persiguiendo un sueño, cueste lo que cueste.
Marisa Reyes, la mujer perfecta, toda una diosa: hermosa, sensual,
inteligente, pura, graciosa, divertida, maravillosa. Toda una mujer,
como las que ya no se ven en estos días. Cabello largo y negro, piel
de chocolate, labios carnosos, cuerpo de afrodita el cual, si es que
sueño, solo puedo pensar en devorar.
Ya son las cinco de la mañana, no he dormido nada, pensando en su
belleza. Tengo que hablarle o voy a volverme loco…

5:00 a.m. Viernes 20 de octubre…

—¿Hola? —contesta Linda bostezando, no sin cierta inquietud. Nada bueno ocurre después de
las 2:00 a.m., decía su abuela. Así que se espera lo peor.

—Hola, bebé… —murmura una encantadora voz masculina.

—¡Ay, no, Anthony! —resopla la joven, hastiada—. Tú no, de nuevo…

—Solo escúchame… por favor.

—¡Qué quieres ahora!

—Solo, necesitaba escuchar tu voz, muñeca.

—¡Anthony, son las cinco de la mañana, por amor de Dios!

—Lo sé y no he dormido nada por pensar en ti. Es que eres tan bella, tan perfecta, tan…

—¡Vete al diablo! —grita la mujer, desesperada y cuelga el teléfono.

Mira el número en la pantalla del celular y maldice por lo bajo. No hay forma de deshacerse de
Anthony; consiguió otro teléfono con el cual llamarla. Cubre su cara con una almohada para
ahogar un grito.

El hombre la tiene harta.

Al otro día, intenta seguir con su vida normal, tratando de ignorar el asunto de anoche.
Duchada y vestida con el uniforme del colegio, baja a la cocina en donde su madre le tiene listo
el desayuno. Intenta hacer frente con buena cara a los altibajos de su vida y no comentarle
nada a su mamá, ¿qué caso tiene, de todos modos? Ya han hecho lo más que podían, es decir
solicitar una orden de restricción en contra del lunático de su ex novio. Pero el tipo no conoce
límites, como todo niño rico acostumbrado a obtener siempre lo que quiere y cuándo lo
quiere. Ya ha hecho de todo para obligarla a volver con él, desde comprarla con regalos caros,
hasta utilizar sus influencias —las de su padre, más bien—, para que nadie le de trabajo, para
que los maestros la reprueben e incluso, para perjudicar a sus padres. Pero Linda no piensa
ceder, ella no lo ama.

En el colegio, informa acerca del nuevo incidente a su amiga Esperanza. La hace jurar que no le
dará pistas a Anthony acerca de su paradero. Sabe que Esperanza gusta en secreto de su ex
novio, así que debe tener cuidado con ella; el otro día no costó mucho que le diera su nuevo
número.

Anthony no está en la clase de Linda, ni siquiera en el mismo colegio, pero el miedo sigue allí,
constante, acechando en su mente, de tal modo que odia estar sola. Anthony ha alejado a
todos sus amigos varones con sus espectáculos de celos ridículos y escenas constantes, menos
a uno, a Carlos David, quien la acompaña a todas partes, según él con un gas pimienta y una
pistola de balines por si acaso. Linda sabe que es mentira, solo lo dice para hacerla sentir
mejor. Por desgracia hoy Carlos tiene un percance y debe retirarse temprano de clases debido
a una emergencia familiar.

A la salida recibe un mensaje:

+50240836020_12:00 a.m. Hola, Linda. Ya conocí a tu novio, es pequeño y no buen mozo.


Tendré paciencia, él no es competencia para alguien como yo.

Un sudor frío recorre su cuerpo al percatarse que debe caminar sola hasta la parada del
autobús. En su mente ve el Lexus negro de su ex novio estacionándose frente a ella,
siguiéndola todo el camino con el imperativo de que suba al vehículo. Decide echarse a correr,
pese a la forma en que la ve la gente en la calle —creen que se trata de otra pequeña ratera en
la fuga tras robar lápiz labial en el supermercado—, no se imaginan lo que se siente ser
acosada. Sin embargo, para su sorpresa, no encuentra el auto de Anthony en todo el camino.
Su corazón suspira aliviado, quizás al fin se aburrió de molestarla.

Se sube al autobús.

También podría gustarte