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Heroes Civiles Militares
Heroes Civiles Militares
Andrés Avelino Cáceres estudiaba en un colegio de su tierra natal cuando en mayo de 1854 lo
visitó Ramón Castilla, caudillo que se había sublevado contra el gobierno de José Rufino
Echenique, liderando a la facción liberal. El joven Cáceres se vio atraído por la figura del caudillo
tarapaqueño y por los principios liberales, por lo que dejó de estudiar para convertirse en cadete
del batallón Ayacucho, que estaba formando el general Fermín del Castillo.
Bajo las órdenes de Fermín del Castillo, Cáceres libró en Lima la batalla de La Palma, en la fue
derrotado. Por su participación fue ascendido a subteniente y muy pronto a teniente graduado
y efectivo. Intervino nuevamente apoyando la causa de Castilla contra la revolución de Manuel
Ignacio de Vivanco en Arequipa. Combatió en Yumina y Bellavista, y participó en el asalto de
Arequipa, por lo cual fue ascendido a capitán. En la toma de la ciudad recibió una herida bajo el
ojo izquierdo que, felizmente, no le comprometió la vista.
Cuando se dio el conflicto con el Ecuador entre 1859 y 1860, Cáceres, que estaba aún
convaleciente por las heridas recibidas en su última campaña, acudió a la defensa de la frontera.
Luego fue enviado por el presidente Castilla a Francia, como adjunto militar a la Legación
peruana en París, para curarse viejas y nuevas heridas, volviendo al país en 1862. Se integró
entonces al batallón Pichincha en Huancayo.
FRANCISCO BOLOGNESI CERVANTES
En 1853, con el grado de teniente coronel, fue designado ayudante del Estado Mayor General
de la división de Arequipa, y posteriormente, el 28 de junio de 1854, fue nombrado comisario
de guerra. Participó en varias batallas libradas en Ayacucho, Arequipa, Cusco y otros lugares. El
18 de abril de 1856 pasó a servir en la Inspección General del Ejército en Lima.
El 14 de noviembre de ese año fue nombrado edecán de campo del presidente de la República,
el mariscal Ramón Castilla. En abril de 1857 empezó a ejercer el mando como artillero y el 7 de
marzo del año siguiente fue ascendido al grado de coronel efectivo, por acción distinguida. En
la campaña contra el Ecuador de 1860 participó como jefe de artillería.
Enviado a Europa para comprar piezas de artillería, regresó de Londres el 18 de enero de 1862
con el armamento adquirido. En 1872 pasó al retiro, dejando una brillante estela por su recia
personalidad de militar a carta cabal en su calidad de excelente comandante de un regimiento
de artillería.
TUPAC AMARU II
Su prestigio entre los indios y mestizos le permitió encabezar una rebelión contra las autoridades
españolas del Perú en 1780; dicha rebelión (precedida por otras similares) estalló por el
descontento de la población contra los abusos de los corregidores y contra los tributos, el
reparto de mercaderías y las prestaciones obligatorias de trabajo que imponían los españoles
(mitas y obrajes).
José Gabriel Condorcanqui adoptó el nombre de su ancestro Túpac Amaru (razón por la que
sería conocido como Túpac Amaru II) como símbolo de rebeldía contra los colonizadores. Se
presentó como restaurador y legítimo heredero de la dinastía inca y envió emisarios para
extender la rebelión por todo el Perú. El levantamiento se dirigía contra las autoridades
españolas locales, manteniendo al principio la ficción de lealtad al rey Carlos III. Sin embargo, no
solamente los insistentes abusos de los corregidores, sino también la dureza de algunas de las
recientes medidas impulsadas por la misma monarquía española (y las cargas económicas que
implicaron para la población indígena) fueron el motor de la sublevación de Túpac Amaru II.
MARÍA PARADO DE BELLIDO
En 1822 el virrey José de la Serna ordenó a las tropas del general José Canterac, acantonadas en
Jauja, que se combatiera la insurrección popular organizada en Huamanga. Canterac
encomendó a la compañía al mando del general Carratalá la tarea de reprimir el movimiento
ayacuchano. Fue en esa coyuntura que uno de los hijos de María Parado, Tomás Bellido, fue
hecho prisionero y fusilado por los realistas ya acantonados en Cangallo. Este hecho motivó que
María Parado de Bellido se integrara al movimiento patriota y colaborara con su esposo en las
tareas de espionaje.
Debido a su condición de analfabeta, dictaba las cartas dirigidas a Mariano Bellido a un amigo
de confianza que, a su vez, se encargaba de trasladar la información al cuartel del guerrillero
patriota Cayetano Quiroz. Gracias a ello, los patriotas fueron avisados a tiempo de la planeada
incursión del ejército realista al pueblo de Quilcamachay el 29 de marzo de 1822, y la localidad
pudo ser evacuada a tiempo.
Poco después ingresó en la Universidad de San Marcos de Lima, donde cursó estudios
de literatura. Desempeñó múltiples trabajos para poder vivir sin abandonar sus
estudios: desde redactor de noticias en una emisora de radio hasta registrador en el
Cementerio General de Lima. En 1955, el escándalo que provocó al casarse
clandestinamente con su tía política Julia Urquidi (episodio que inspira la novela La tía
Julia y el escribidor) agravó aún más su situación, y hubo de recurrir a algunos amigos
para aliviar su penosa situación doméstica.