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ANTONIO VODANOVIC Manual de Derecho Civil Tomo I
ANTONIO VODANOVIC Manual de Derecho Civil Tomo I
MANUAL DE DERECHO
CIVIL
TOMO I
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ANTONIO VODANOVIC H.
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MANUAL DE DERECHO CIVIL TOMOI PARTE GENERAL Y ESPECIAL
PARTE PRELIMINAR
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MANUAL DE DERECHO CIVIL TOMOI PARTE GENERAL Y ESPECIAL
SECCION PRIMERA
EL DERECHO Y SUS NORMAS
Capítulo I
NOCIONES FUNDAMENTALES
1. Significados de la palabra derecho.
En castellano, y también en otras lenguas, la palabra derecho es polisémica, o
sea, tiene múltiples significados. Por ahora sólo interesan dos: el objetivo, que
equivale al de norma, y el subjetivo, que corresponde al de poder o facultad.
Cuando en el habla no se especifica el sentido de la voz derecho, no surge la
ambigüedad ni el equívoco porque el sentido en que se emplea lo delata el contexto de
la frase en que aparece dicha voz. Si se dice que el derecho castiga el robo o que fija
la mayor edad de las personas a los dieciocho años, nadie puede dudar que la
referencia es al derecho objetivo, a las normas. Por otro lado, resulta obvia la alusión
al derecho subjetivo cuando se afirma que la propiedad es el derecho más amplio que
se puede tener sobre una cosa, o que el acreedor tiene el derecho de perseguir el
pago de su crédito sobre todos los bienes del deudor, salvo los no embargables.
Conforme a las reglas ortográficas, la palabra derecho, sea cual fuere su sentido, se
escribe con “d” minúscula, pero suele hacerse con letra mayúscula cuando se la
emplea sin calificativo alguno, sobreentendiéndose el significado objetivo, el de
norma. Y así los maestros de todos los tiempos enfatizan, en sus libros, que “la vida
del hombre está penetrada y gobernada por el Derecho, del nacimiento a la muerte”.
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para que el conocimiento del juicio pase a otro juez no amenazado por factores de
parcialidad. También se puede inhabilitar a un testigo amigo íntimo de la parte que lo
presenta en la causa como prueba favorable a sus aseveraciones.
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la hipótesis del no pago de la deuda por una persona determinada, se aplica la tesis, o
sea, el deber de indemnizar los perjuicios nacidos del no cumplimiento exacto u
oportuno de la obligación.
6) Generalidad.- Las normas jurídicas, además de abstractas, son generales. Esto
quiere decir que se dirigen a todos los coasociados que, durante el tiempo de su
vigencia, encajen en las hipótesis por ellas previstas. En tales hipótesis pueden
encontrarse todos los habitantes del territorio nacional, como cuando la Constitución
Política dispone que toda persona tiene derecho a defensa jurídica en la forma
señalada por la ley (artículo 19 N° 3); o sólo pueden encontrarse algunas personas,
como las que contemplan las leyes que otorgan ayuda estatal a los habitantes de una
zona afectada por un terremoto; e incluso puede encontrarse en la hipótesis prevista
una sola persona. Ejemplo típico de este último extremo son los preceptos que se
refieren al Presidente de la República, los cuales se aplican a cada ciudadano que,
sucesivamente, ocupe ese cargo. Basta, pues, para que el mandato tenga el carácter
de general el que sea susceptible de aplicarse a cualquiera que se halle en la hipótesis
señalada.
La generalidad de las normas jurídicas responde al principio de igualdad ante la
ley, pues la regla es la misma para todos, sin favorecer o perjudicar
determinadamente a nadie. La generalidad evita la discriminación arbitraria.
¿Cómo se explican las leyes que se refieren nominativamente a una persona, cosa
o relación? Ejemplos de esas leyes son las que reconocen a cierta persona años de
servicios prestados en una repartición estatal; las que otorgan o privan de la
nacionalidad a un sujeto; las que, por gracia, conceden a un individuo una pensión
vitalicia. La explicación que suele darse a estas leyes con nombre y apellido es que, en
verdad, no constituyen normas jurídicas, sino actos administrativos emitidos por el
poder legislativo que revisten forma de ley, limitándose a constatar que la persona a
que aluden se encuentra en la situación prevista por determinada norma general. Por
ejemplo, cuando a un extranjero se le otorga por gracia la nacionalidad chilena, no se
hace sino comprobar, por un acto administrativo dictado en forma de ley, que dicho
extranjero cumple con las condiciones que establece la norma general del citado
beneficio honorífico.
7) Coercibilidad.- Las normas jurídicas son coercibles en el sentido de que
admiten la posibilidad del cumplimiento forzoso cuando es necesario y factible. Tal
posibilidad no se da en las normas morales, cuyo cumplimiento depende sólo de la
conciencia o voluntad del sujeto. Si éste desprecia un principio o una norma
puramente moral nadie podrá forzarlo a respetarla y no tendrá otra sanción que el
remordimiento, si es capaz de sentirlo, o la reprobación ajena. Principio ético y
religioso es, por ejemplo, que el rico ayude al indigente, pero si no lo hace nadie
podrá obligarlo a prestar ese auxilio.
8) Carácter estatal.- La doctrina, con un neologismo áspero, habla de la
“estatalidad” de las normas jurídicas positivas. Da a esa expresión dos significados.
Con uno de ellos quiere decir que el Estado crea o reconoce las normas obligatorias
generales, esto es, iguales para todos a cuantos afecte, como quiera que aspira
mediante tales normas a realizar la justicia. El Estado, pues –se afirma–, es el que
“habla o dice” el derecho. El segundo significado de la “estatalidad” es el de que el
Estado garantiza el respeto o la observancia del ordenamiento jurídico. Y es
explicable: sólo él se halla en condiciones de cautelar el orden y de poner a su servicio
los medios coactivos para conservarlo.
Hay normas que emanan de otras fuentes, como la costumbre y las convenciones
de Derecho Internacional; pero su eficacia dentro del ordenamiento de un Estado sólo
surge cuando él les presta su conformidad o aprobación.
Es preciso considerar, en la época contemporánea, la tendencia internacional de
ciertos organismos formados por varios Estados que, después de una convención o
aprobación inicial de éstos, dirigen mandatos directos a las personas, empresas o
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entes que los componen, sin necesidad de que sean ratificados por los gobiernos de
los países miembros. Así sucede con la Comunidad Europea.
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que mata a otro y no esté comprendido en el artículo anterior será penado ...con
presidio... (artículo 391). Obvio es que si se castiga el homicidio es porque
tácitamente se prohibe.
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7. Derecho y moral.
La palabra moral se emplea en varias disciplinas y tiene múltiples significados. En
uno muy general puede definirse como el conjunto de normas que prescribe los
deberes que el hombre ha de cumplir con respecto a sí mismo, a sus semejantes y a
los animales, para que sus intenciones y actos se conformen al bien y no al mal, a lo
correcto y no a lo incorrecto, a la honradez y no a la deshonestidad, a la virtud y no al
vicio.
Numerosas coincidencias hay entre la moral y el Derecho. Así hay materias que
son comunes a la una y al otro: no matar a nuestros congéneres, no robar, no cometer
adulterio. Pero hay puntos fundamentales en que el Derecho y la moral difieren, como
en los que enseguida se exponen.
1° El dominio de la moral es más amplio que el del Derecho. En efecto, la primera
determina los deberes que tenemos respecto de nosotros mismos y, también, frente a
nuestros semejantes, e incluso, con relación a los animales. Por el contrario, el
segundo se limita a prescribir los deberes que tenemos frente a los demás.
2° La moral no sólo nos ordena no dañar al prójimo, sino que también nos impone
el deber de procurarle el bien; el Derecho exige únicamente no inferir daño a otro.
3° Los deberes que impone la moral no pueden hacerse cumplir coercitivamente,
y no tiene otra sanción su inobservancia que el remordimiento que pueda sufrir el
infractor o la mera desaprobación del grupo social cuando se trata de una
manifestación que contraríe la valoración de lo bueno que tiene ese grupo. En cambio,
el Derecho puede hacer cumplir el deber violado en forma coercitiva, sea por la
fuerza, cuando es posible y necesario, sea por medios sucedáneos.
Si una persona no cumple el deber moral de socorrer al menesteroso, no se la
puede obligar a hacerlo por la fuerza, ya que desnaturalizaría el deber moral que, por
esencia, supone la libertad o espontaneidad. Por el contrario, si un deudor no cumple
la obligación de pagar la deuda, sus bienes pueden serle embargados y sacados a
remate para que con el precio obtenido se efectúe el pago forzado de la obligación.
4° La moral no sólo considera los actos externos de los hombres, sino también sus
intenciones, aun cuando jamás las exterioricen. Condena, por ejemplo, al individuo
que odia a otro por el solo hecho de odiarlo. Al revés, el Derecho pondera únicamente
los actos externos y, si bien a veces, toma en cuenta la intencionalidad de los sujetos
es porque vislumbra en ella la posible fuente de actos externos. Así, por ejemplo, se
interesa por la intención antisocial del delincuente manifestada en su crimen,
exclusivamente porque ella le revela la posibilidad de que se produzcan ulteriores
delitos.
8. Derecho y justicia.
Al igual que la palabra moral, el vocablo justicia se toma en diversos sentidos. En
uno significa conforme a derecho, y así se dice que se ha hecho justicia cuando la
sentencia que pronuncia el juez se ajusta a las leyes. Pero en este lugar interesa el
significado que denota su contenido propio y autónomo. De este punto de vista se dice
que justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo. Pero surge
la dificultad de precisar qué es lo suyo, qué es lo que a cada individuo corresponde y
en qué medida. La determinación de esto depende del factor que se tome en cuenta:
los méritos, las necesidades y las funciones de las personas. Y así, si se atiende a las
necesidades, es justo dar más al que tiene mayores necesidades y dar menos al que
las tiene menores. Esta justicia, que es proporcional, se llama justicia distributiva. Se
habla de otra justicia, la conmutativa, cuyo campo de acción se limita a los
intercambios de productos y servicios, intercambios que están presididos por el
principio de la igualdad aritmética absoluta. Hay, por ejemplo, justicia conmutativa en
una compraventa si el precio que se paga por la cosa corresponde al exacto valor de
ella; hay justicia conmutativa en un salario si corresponde exactamente al valor del
trabajo desplegado.
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Misión del derecho es realizar la justicia; sin embargo, a veces debe subordinarla
a otros valores: la paz, el orden, la seguridad en las relaciones de los miembros de la
comunidad. Por ejemplo, en aras de la libertad, firmeza o estabilidad y la fluidez de los
negocios, salvo casos formalmente exceptuados, la ley tolera y valida contratos en que
la prestación de una de las partes es de mucho más valor que el de la otra, no
permitiendo ulteriores reclamos para restablecer una justa o aproximadamente justa
equivalencia.
Por último, aludamos al conflicto entre la justicia y la fuerza. Se afirma que la
justicia sin la fuerza es impotente, y que la fuerza sin la justicia es tiránica. Una y otra
deben conciliarse: la fuerza siempre debe ponerse al servicio de la justicia, y nunca
ésta debe ser cierva de aquélla.
9. La equidad.
En la esfera del Derecho, la equidad entra en juego sólo excepcionalmente, y
cuando la ley la llama en forma expresa a regir. Pero, ¿qué es la equidad?
Ha sido definida como “el sentimiento seguro y espontáneo de lo justo y de lo
injusto; sobre todo, en cuanto se manifiesta en la apreciación de un caso concreto y
particular”1.
También se llama equidad al conjunto de principios extraídos de ese sentimiento
seguro y espontáneo, que se considera universal porque deriva de la naturaleza
humana.
La justicia que consagran las normas jurídicas es de carácter general; es una vara
que sirve para medir la gran masa de los casos que puedan caber dentro de las
hipótesis abstractas de las normas; la equidad, por el contrario, establece la justicia
adecuada a cada caso concreto y particular. Por eso su papel fue comparado por
Aristóteles a lo que ocurría en la arquitectura de Lesbos con la regla de plomo; esta
regla, que no permanecía rígida, podía adoptar la forma de la piedra.
Entre nosotros, la equidad es fuente de derecho sólo cuando no existe ley
aplicable al caso (C. de Procedimiento Civil, art. 170, N° 5°), supuesto que no haya
principios o normas que se opongan a considerar la equidad. Por ejemplo, es sabido
que un hecho por dañoso que sea no constituye delito si no hay una ley que lo pene;
por el daño causado únicamente podrá demandarse indemnización de perjuicios, pero
no un castigo para el culpable. Así sucedía con los que intencionalmente destruyen o
inutilizan un sistema de tratamiento de información, como el de los computadores
electrónicos. La sanción penal en este caso sólo se hizo procedente a partir de la ley
N° 19.223, de 7 de junio de 1993, que tipifica figuras penales relativas a la
informática.
Cuando a falta de ley se aplican los principios de equidad, se dice que ésta cumple
una función integradora del derecho positivo, porque llena sus vacíos o lagunas.
Otras veces la ley llama a la equidad no para llenar sus vacíos sino porque la
complejidad o variedad de ciertas situaciones casuísticas son irreductibles a una
norma general abstracta y no hay otro camino que recurrir a la equidad para
solucionar cada caso concreto. Ejemplo: según el Código Civil, los socios pueden
encomendar la división de los beneficios y pérdidas a ajeno arbitrio, sin que se pueda
reclamar contra éste sino cuando fuere manifiestamente inicuo, o sea, contrario a la
equidad (artículo 2067).
También en algunos países, como sucedía en Roma, se da a la equidad la función
de corregir o rectificar las normas jurídicas cuando la justicia que éstas consagran, en
general y abstractamente, se torna injusta frente a un caso concreto que presenta
singularidades que claman por sustraerse a dicha regla. Por ejemplo, no se puede
discutir la justicia de la norma que obliga a indemnizar todo daño que se cause
deliberadamente o por descuido o imprudencia del que lo comete (C. Civil, artículo
1
Sociedad Francesa de Filosofía, Vocabulario técnico y crítico de la filosofía,
filosofía, traducción española de la
5ª edición francesa, tomo I, Buenos Aires, 1953, pág. 377.
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2314). Pero puede darse el caso de que ese daño lo cause por descuido un hombre
muy pobre y el daño lo reciba en uno de sus bienes materiales un multimillonario. Si
la indemnización traería la ruina del culpable y el no pago de ella ningún perjuicio
apreciable al rico, parece humano dejar de lado la norma jurídica que consagra la
regla de justicia general y abstracta y resolver el caso conforme a la equidad,
disminuyendo notablemente la indemnización y hasta suprimiéndola. En la legislación
chilena esto no puede hacerse, porque la ley en dicha circunstancia no llama a la
equidad, y deja el caso sometido a la norma general. Sin embargo, hay legislaciones
que permiten moderar la indemnización cuando el autor del daño por simple descuido
o imprudencia es un hombre de escasos recursos y el dañado no lo es: Códigos Civiles
suizo (artículo 44), etíope (artículo 2099), ruso de 1964 (artículo 458). Todavía más,
hay países, como Francia, en que a pesar de no existir una norma legal al respecto, los
jueces aprovechándose de los amplios poderes de que disponen para regular los
daños, reducen la indemnización lo más posible, en las hipótesis que comentamos.
¿Qué razón hay para que, por regla general, no se permita al juez corregir o
rectificar la ley cuando, en un caso dado, su aplicación resulta injusta? La explicación
está en que el legislador prefiere sacrificar estos casos y dar preponderancia a la
certeza del derecho, o sea, a la seguridad que deben tener todos de que lo que dice la
ley es lo que ha de tenerse en cuenta.
Si bien el ordenamiento jurídico chileno no permite al juez valerse de la equidad
para corregir o enmendar las leyes frente a un caso concreto y singular, lo autoriza
para recurrir a la equidad como último elemento de interpretación de las leyes. Según
el Código Civil, cuando no pudieren aplicarse las reglas de interpretación que señala
precedentemente, se interpretarán los pasajes oscuros o contradictorios del modo que
más conforme parezca al espíritu general de la legislación y a la equidad natural
(artículo 24).
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13. Código.
Llámase Código una colección de leyes que contiene toda o la mayor parte de las
normas jurídicas que disciplinan una amplia y determinada materia y que se hallan
sistemáticamente dispuestas en un todo orgánico para facilitar su búsqueda e
interpretación.
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Capítulo II
CLASIFICACIONES DE LAS NORMAS
JURIDICAS
15. Diversas clasificaciones.
Atendiendo a diversos puntos de vista, pueden hacerse numerosas clasificaciones
de las normas jurídicas. En este lugar formularemos algunas que desde luego importa
conocer; las demás tendremos ocasión de precisar su concepto al tratar la materia en
que inciden.
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17. Normas de Derecho Privado; característica fundamental.
No deben confundirse las normas de orden privado con las de derecho privado. La
noción de estas últimas se analiza más adelante al hablar del Derecho Público y del
Derecho Privado (títulos laterales N°s. 32, 33 y 34). Por ahora sólo diremos que
característica fundamental de las normas de derecho privado es que ellas contemplan
preponderantemente el interés particular de los sujetos de la relación jurídica.
Una segunda característica de las normas de derecho privado es que éstas miran
a las partes de la relación que gobiernan en un plano de igualdad o paridad, como
quiera que fijan límites a los intereses de cada una de ellas.
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La otra especie de normas transitorias son las que tienen por objeto facilitar el
paso de la antigua legislación a la nueva o superar los inconvenientes que puedan
surgir por el dicho paso. Ejemplo: la Ley de Matrimonio Civil dice en su primer
artículo transitorio: “Mientras se establezca el Registro Civil, subsistirá la vigencia de
las leyes actuales en lo concerniente a las formalidades para la celebración del
matrimonio”. Y agrega el artículo 2°: “En caso que la autoridad eclesiástica se negare
a la celebración del matrimonio, el Juez de Letras del respectivo departamento,
procederá a dicha celebración con arreglo a las disposiciones de esta ley”, la nueva.
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estos mismos tienen frente a los poderes públicos. También suelen incluirse en la
Constitución normas sobre otras materias consideradas indispensables de afianzar o
consolidar en la ley suprema, como por ejemplo, la atribución al Estado de la
propiedad de todas las minas del territorio nacional.
Las normas constitucionales gozan de mayor estabilidad que cualesquiera otras,
porque, para ser modificadas, exigen condiciones más estrictas y un quórum más
elevado (Constitución, arts. 116 y 117).
Después de las leyes constitucionales viene una serie de leyes de jerarquía
superior a las ordinarias y que exigen trámites más complicados y quórum más
elevados que estas últimas. Los peldaños de esta escala son los que a continuación se
indican:
a) Leyes interpretativas de la Constitución.
b) Leyes orgánicas constitucionales, o sea, las que fijan la organización y el
funcionamiento de los poderes públicos, de ciertos servicios e instituciones del mismo
carácter, y regulan otras materias consideradas de capital importancia. La propia
Constitución –que no da definición alguna– se encarga, en cada caso, de declarar que
se trata de una ley orgánica constitucional. Ejemplos de leyes orgánicas
constitucionales: las que versan sobre organización y atribuciones de los tribunales de
justicia; organización básica de la administración pública; cuestiones relativas al
Congreso Nacional; atribuciones de las municipalidades; concesiones mineras;
estados de excepción, etc.
c) Leyes de quórum calificado. Su aprobación requiere la mayoría absoluta de los
diputados y senadores en ejercicio. Ejemplos: las que se ocupan de las conductas
terroristas y su penalidad; las que tratan del establecimiento de la pena de muerte; las
relativas a los abusos de publicidad; pérdida de la nacionalidad; rehabilitación de la
calidad de ciudadano; actividades empresariales del Estado, etc.
d) Leyes ordinarias. Su aprobación, modificación y derogación representan lo
común en la materia.
e) Decretos con fuerza de ley. Más adelante se verá que los cuerpos legales
llamados decretos con fuerza de ley tienen, dentro de las materias que pueden
regular, la misma jerarquía de las leyes a que normalmente se sujetan esas materias.
f) Decretos generales o reglamentarios dictados por el poder ejecutivo. Hay dos
clases de reglamentos que puede dictar el Presidente de la República: los de ejecución
de una ley y los autónomos. Los primeros son los que fijan las normas de detalle para
la aplicación de las leyes a que se refieren. Los reglamentos autónomos son los que
puede dictar el Presidente de la República sobre cualquiera materia no entregada por
las normas constitucionales a las leyes. Son materia de las leyes las que taxativamente
señala la Constitución (artículo 60); todas las demás pueden ser reguladas por el
Presidente de la República haciendo uso de su potestad reglamentaria (Constitución,
art. 32).
30. Los tratados internacionales dentro del orden jerárquico de las normas.
De acuerdo con la Constitución Política del Estado (arts. 32 N° 17 y 50 N° 1), los
tratados internacionales se incorporan al derecho interno una vez promulgados y
publicados en el Diario Oficial. La Convención de Viena sobre Derecho de los
Tratados, vigente en Chile desde 1980, prescribe que éstos se aplican
preferentemente respecto de la ley interna, mientras que no sean denunciados por el
Estado de Chile o pierdan validez internacional 2. Pero las normas constitucionales
prevalecen sobre un tratado o convención internacional, pues ellos sólo tienen valor
de ley y, por lo tanto, de acuerdo con la jerarquía de nuestro ordenamiento jurídico, no
pueden sobrepasar a la Constitución, universalmente reconocida como ley suprema 3.
2
C. Suprema: 11 enero 1995, Gaceta Jurídica, N° 177, p. 169.
3
C. Suprema: 19 julio 1988, Fallos del Mes, N° 356, sen. 10, p. 390; 21 julio 1988, R., t. 85, sec. 5ª, p.
252, y 14 noviembre 1988, R. t. 85, sec. 5ª, p. 252.
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Capítulo III
LAS DIVISIONES DEL DERECHO
31. Fundamento de las divisiones.
El Derecho (objetivo) es uno solo, pero, al igual que un árbol, presenta varias
ramas. Estas divisiones o ramas se configuran por la diversidad que presentan ciertos
grupos de normas respecto de otros y es útil exponer tales divisiones y subdivisiones
por razones didácticas y de método.
Dos distinciones combinadas forman el cuadro más general del Derecho: por un
lado está la distinción entre el derecho internacional y el derecho nacional, y por otro,
la distinción entre derecho público y derecho privado.
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33. No coincidencia entre las distinciones de normas de derecho público y de
derecho privado y la distinción de normas de orden público y de orden
privado.
Estas dos distinciones no coinciden, porque atienden a factores diferentes. La
distinción entre normas de derecho público y de derecho privado se hace
considerando las personas que intervienen en la relación regulada y la calidad en que
obran; en cambio, la distinción entre normas de orden público y de orden privado está
fundada en la posibilidad o no de ser “derogadas” por las partes de la relación que se
regula: las de orden público, por implicar preponderantemente un interés colectivo,
no pueden ser descartadas o alteradas por dichas partes, y sí lo pueden ser tratándose
de normas de orden privado.
Ahora bien, los textos legales (Constitución Política, Código, leyes en general) se
califican de derecho público o de derecho privado, según tengan uno u otro carácter
la gran mayoría (no todas) de las normas que contienen. Por eso un texto legal de
derecho privado puede contar entre sus normas algunas de derecho público. Ejemplo:
el Código Civil es por excelencia un texto legal de derecho privado, lo cual no obsta a
que contenga normas de derecho público, como son las que exigen, para el
establecimiento de las corporaciones y de las fundaciones de beneficencia pública, la
dictación de una ley o la aprobación del Presidente de la República. Esta norma es
indudablemente de derecho público, a pesar de estar ubicada en un Código de
derecho privado, porque la intervención del poder legislativo y del Presidente de la
República significa la actuación del Es-tado como poder público. Por otro lado, en un
texto de derecho público puede haber normas de orden privado. Por ejemplo, la
Constitución Política consagra la institución de derecho público llamada expropiación
por causa de utilidad pública o de interés nacional, pero entre las normas que la
regulan hay una de orden privado, como es la que establece la obligación del Estado
de indemnizar al expropiado (artículo 19, N° 24 inciso tercero). Esta norma es de
orden privado porque no cabe poner en duda que el derecho a ser indemnizado puede
renunciarse por el expropiado. Asimismo, en un Código privado se encuentran a
menudo nor-mas de orden público que representan un interés prevalente-mente
colectivo; por ejemplo, es de orden público la norma que establece la nulidad absoluta
de un acto o contrato porque no puede sanearse por la ratificación de las partes (C.
Civil, artículo 1683).
Nótese por último que no siempre las normas de orden público proclaman su
carácter al establecer ellas mismas su inderogabilidad, por lo que cuando no sucede
así toca al intérprete determinar si la norma es de orden público o de orden privado
que, como advierten los autores, no siempre es asunto fácil.
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ámbito del imperio de la ley dentro de los confines del Estado, lo cual importa una
manifestación de soberanía del Estado y, por lo tanto, se está en la esfera del Derecho
Público. Tampoco puede hablarse de Derecho Internacional, porque no estamos en
presencia de normas establecidas por acuerdo de diversos sujetos de Derecho
Internacional, o sea, de diversos Estados, sino por un solo Estado, unilateralmente,
con vigor nada más que dentro de las fronteras del que las dicta. En consecuencia,
son normas de Derecho Interno.
Hay propiamente reglas de Derecho Internacional cuando derivan de acuerdos
entre dos o más Estados y tienen por contenido la determinación de la ley aplicable a
los singulares casos en que dos o más ordenamientos jurídicos estarían en pugna sin
esa determinación.
Entre nosotros, el Código Civil en los artículos 14 a 18 y otros contiene normas
del llamado Derecho Internacional Privado, y cuando ellas no resuelven el caso
conflictivo se aplican las normas contenidas en uno de esos tratados internacionales
llamado Código Bustamante, publicado en el Diario Oficial de 14 de mayo de 1934.
Nuestro país aprobó este Código Internacional con la reserva de que “ante el Derecho
Chileno, y con relación a los conflictos que se produzcan entre la ley chilena y alguna
extranjera, los preceptos de la legislación actual o futura de Chile, prevalecerán sobre
los de dicho Código en caso de desacuerdo entre unos y otros”.
Las normas del Código Bustamante se aplican como derecho positivo cuando
entran en conflicto leyes de los países contratantes, y se consideran como principios
doctrinarios cuando el conflicto es entre leyes de nuestro país y las de otro que no
haya suscrito la convención aprobatoria de ese Código.
1
Véase el libro de Víctor Manuel Avilés, titulado Derecho Obstétrico, Santiago, 1992 (225 págs.). Enfoca
la materia en los planos ético, médico y jurídico.
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Capítulo IV
EL DERECHO CIVIL
A. GENERALIDADES
41. Etimología.
Civil es palabra que deriva del latín civilis, de civis: ciudadano. En consecuencia,
etimológicamente, derecho civil quiere decir derecho concerniente al ciudadano;
traducido en el lenguaje jurídico más exacto de hoy significa el derecho propio de los
nacionales de un país o Estado.
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marco del viejo derecho y requirieron nuevas estructuras que constituyeron el
derecho laboral o del trabajo.
No obstante los desmembramientos ocurridos, el derecho civil sigue siendo la
disciplina fundamental con un enorme contenido residual, puesto que comprende
todas las relaciones jurídicas de derecho privado que no quedan incluidas en un
ordenamiento especial”1.
43. Definiciones.
Hoy el derecho civil puede definirse sintéticamente como el derecho privado
común y general; en forma descriptiva, como el conjunto de normas sobre la
personalidad y las relaciones patrimoniales y de familia.
44. Contenido.
El contenido del derecho civil moderno lo forman las normas sobre las
instituciones fundamentales del derecho privado que se refieren a todas las personas,
sin distinción de su condición social, profesión, etc. Estas instituciones son la
personalidad, la familia y el patrimonio.
1) Las normas sobre la personalidad miran a la persona en sí misma, con
prescindencia de sus relaciones familiares o patrimoniales con los demás. Disciplinan
la existencia, individualización y capacidad de las personas físicas y morales o
jurídicas.
2) Las normas sobre la familia rigen la organización de ésta y, dentro de ella
definen el estado de cada uno de sus miembros: cónyuge, hijo legítimo, etc.
3) Las normas sobre el patrimonio, es decir, sobre el conjunto de derechos y
obligaciones valuables en dinero, regulan los derechos siguientes:
a) Los derechos reales y los derechos sobre bienes inmateriales (obras literarias,
marcas de fábrica, etc.). Algunos autores comprenden ambas clases de derechos bajo
el nombre común de derechos de exclusión, porque ellos excluyen del goce de las
cosas corporales o incorporales a toda otra persona que no sea el titular de los
derechos que sobre ellas recaen.
b) Los derechos de obligación, en virtud de los cuales una persona (acreedor) está
facultada para exigir de otra (deudor) una prestación en interés de la primera.
Tradúcese la prestación en una acción positiva (dar, hacer) o en una abstención (no
ha-cer). Hay, pues, obligaciones de dar, de hacer y de no hacer. El estudio del derecho
de obligaciones comprende, por una parte, el de las obligaciones en sí mismas y en
general, y por otra, el de sus fuentes: contratos, cuasicontratos, delitos, cuasidelitos y
ley.
c) Los derechos de sucesión por causa de muerte, que regulan la transmisión de
los bienes o patrimonio de una persona por causa de la muerte de ella.
En las obras de derecho civil suelen incluirse, además, otras materias que
propiamente no corresponden a sus dominios. Así ocurre con la teoría de la ley y las
fuentes del derecho. La ampliación se justifica, según los casos, por razones
tradicionales o prácticas. Nuestro Código Civil ha seguido esta tendencia y trata de la
ley en sus primeros veinticuatro artículos. El moderno Código Civil italiano del año
1942 contiene un texto de treinta y un artículos sobre las fuentes del derecho y la
aplicación de la ley, pero lo hace con una numeración independiente del resto de su
contenido, como para indicar que no pertenece propiamente a ese Código y que sólo
por la amplitud de aplicación de éste se coloca antecediéndolo.
45. Ubicación del derecho civil dentro de las ramas del derecho.
Por todo lo hasta aquí explicado aparece claro que el derecho civil se ubica dentro
de las ramas del derecho privado. Es el derecho privado general y común.
1
José Alberto Garrone, Diccionario Jurídico Abeledo - Perrot, tomo I, Buenos Aires, 1986, pág. 668.
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Es general porque gobierna las relaciones jurídicas ordinarias más generales del
ser humano en cuanto tal, con prescindencia de cualquiera otra circunstancia
(nacionalidad, profesión).
Es también común el derecho civil, porque todas las relaciones jurídicas privadas
de los hombres que no están disciplinadas por otra rama especial o autónoma del
derecho, son regidas por el derecho civil, y es común, asimismo, porque sus principios
o normas generales suplen los vacíos o lagunas de las ramas especiales del derecho
privado. Estas últimas con respecto al derecho civil son especiales porque, en su
ámbito respectivo, derogan o modifican las normas civilistas. Pero cuando un derecho
especial carece de regulación propia sobre una materia o situación, mantiene su
imperio general el derecho civil. Así, por ejemplo, el Código especial llamado Código
de Comercio declara que cuando sus preceptos no resuelven especialmente un caso se
apliquen las disposiciones del Código Civil (artículo 2°).
En síntesis, anota un tratadista, el derecho civil no es sino el derecho privado
despojado de las normas que pertenecen a los llamados derechos privados especiales
y, con mayor razón, de las normas de los derechos excepcionales.
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49. Breve reseña histórica sobre la gestación del Código Civil chileno.
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59. Obras en que pueden consultarse los demás antecedentes legislativos del
Código Civil.
Todos los antecedentes legislativos del Código Civil, desde el Proyecto de
Constitución Política de 1811, que contemplaba el establecimiento de una Comisión de
Legislación, hasta la ley que concedió un premio a don Andrés Bello y un voto de
gracia a la Comisión Revisora, pueden consultarse en el libro del ex profesor de la
Universidad de Chile don Enrique Cood, llamado “Antecedentes legislativos y Trabajos
Preparatorios del Código Civil de Chile” (primera edición, 1883; segunda, 1958, y
tercera, 1965, todas dadas a la luz en Santiago).
El trabajo más completo que se ha hecho sobre la gigantesca labor legislativa de
Bello es el del profesor Alejandro Guzmán Brito. Consta de dos volúmenes y se titula
“Andrés Bello, codificador. Historia de la fijación y consolidación del derecho civil en
Chile” (Santiago, 1982).
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ANTONIO VODANOVIC H.
El libro II se titula “De los bienes y de su dominio, posesión, uso y goce”. Ocúpase
de las varias clases de bienes, del dominio o propiedad, de los diversos modos de
adquirir ésta, de la posesión de los bienes, de las limitaciones del dominio (propiedad
fiduciaria, derecho de usufructo, derechos de uso y habitación, las servidumbres
prediales), la reivindicación, y de las acciones posesorias.
El libro III se denomina “De la sucesión por causa de muerte y de las donaciones
entre vivos”. Trata de la sucesión intestada, o sea, señala quiénes heredan los bienes
del difunto cuando éste no ha hecho testamento, de los testamentos, de las
asignaciones testamentarias, de las asignaciones forzosas, de los ejecutores
testamentarios, de la partición o reparto de los bienes del difunto, del pago de las
deudas hereditarias y testamentarias, de las donaciones entre vivos.
El libro IV, titulado “De las obligaciones en general y de los contratos”, habla de
las diferentes clases de obligaciones; del efecto de ellas; de los modos de extinguirlas
(pago efectivo, novación, remisión, etc.); de su prueba; de las convenciones
matrimoniales y de la sociedad conyugal, que forman parte del régimen de la familia;
de las diversas clases de contratos (compraventa, arrendamiento, sociedad, etc.); de
los cuasicontratos; de los delitos y cuasidelitos civiles; de la fianza; de la prenda; de la
hipoteca; de la anticresis; de la transacción; de la prelación de créditos, y de la
prescripción.
El título final consta sólo del artículo último que se refiere a la observancia del
Código.
63. Características.
El Código Civil chileno o, como suele llamársele, el Código de Bello, tiene un
carácter eminentemente práctico, ajeno a la formulación de normas abstractas en
que, a menudo, cae el Código Civil alemán de 1900.
También se caracteriza por la claridad del lenguaje y por no usar términos
técnicos sin antes precisarlos o definirlos.
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consecuencias del acto en que se ha obrado con dicho conocimiento erróneo. Ejemplo
de esta buena fe es la del poseedor de una cosa determinada que cree haberla
adquirido del verdadero propietario, no siéndolo; otro ejemplo es el del matrimonio
nulo que produce los mismos efectos civiles del válido respecto del cónyuge que, de
buena fe y con justa causa de error, lo contrajo, supuesto, sí, que el acto se hubiere
celebrado ante oficial del Registro Civil.
7° El reconocimiento de la autonomía de la voluntad, principio según el cual los
particulares, respetando las normas de orden público y buenas costumbres, pueden
celebrar libremente los actos jurídicos y determinar, con arreglo a su voluntad, el
contenido y efecto de los mismos.
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2
J. A. Brussel y G. L. Gantzlaar, Diccionario de Psiquiatría, traducción del inglés, México, 1972, pág. 88.
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solidaridad que le lleva, por ejemplo, a prohibir los actos de emulación, es decir, actos
que si bien el titular de un derecho los ejecuta dentro de las facultades que éste le
otorga, los lleva a cabo sobre todo para dañar a otro, sin un real o apreciable
beneficio propio.
Se le reprocha el abuso de disposiciones abstractas y teóricas, el empleo de
muchas fórmulas complicadas y obscuras, y el uso de un lenguaje inaccesible a los
profanos.
Grande ha sido la influencia del Código Civil alemán en las legislaciones
posteriores. Siguen su derroteo, por ejemplo, el Código Civil japonés, el de Siam, el
suizo, el brasileño, el ruso de 1923, el chino de 1931.
El Código Civil alemán ha sufrido numerosas modificaciones, supresiones y
adiciones, notablemente a partir del año 1950.
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En resumen, las bondades del Código de 1942 superan largo los defectos, y por
eso ha tenido ese Código una marcada influencia, como se palpa en el Código
portugués de 1967 y en varios códigos civiles sudamericanos.
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SECCIÓN SEGUNDA
TEORIA DE LA LEY
Capítulo V
DE LA LEY EN GENERAL
76. Sentido en que se toma la palabra teoría.
Cuando se habla de la teoría de la ley, o de las obligaciones o de los con-tratos, la
palabra teoría no se toma en el sentido de conocimiento especulativo, al margen de
toda aplicación práctica, sino en el de concepción metódica y sistemáticamente
organizada de cierta materia. Por consiguiente, en los casos mencionados la teoría
comprende la exposición de los principios científicos a que éstos se sujetan o pueden
sujetarse y las normas que lo regulan.
En cualquiera esfera toda teoría es susceptible de cambios, impuestos por el
progreso científico y las nuevas realidades, que traen una abolición o modificación de
las antiguas normas, siendo reemplazadas o no, en el primer extremo por otras
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voluntad soberana, como si pudiera haber alguna declaración de la voluntad soberana
que no importara un mandato.
En segundo lugar, se afirma que la definición no es buena porque no da una idea
clara del objeto de la ley, como lo hace la fórmula de Santo Tomás de Aquino, según la
cual “ley es orden de la razón destinada al bien común, debidamente promulgada por
el que cuida de la comunidad”. No nos parece de fuerza esta impugnación. Creemos
que el objeto de la ley, el bien común, es obvio y si conviene hacerlo resaltar en una
obra doctrinaria, está de más en un Código de legislación positiva.
En tercer lugar, la definición de Bello –se arguye– no da una idea de lo que es la
ley en sí misma, como lo hace la de Santo Tomás de Aquino al expresar que es “la
orden de la razón”. Tampoco nos convence la censura, porque la definición del Código
establece que se trata de una orden al decir que la ley manda, prohíbe o permite, y
que esta orden emana de la razón es lógico, ya que no puede suponerse otra cosa en
la declaración de los legisladores. La mención de la razón en Santo Tomás se justifica
porque su definición es abstracta y general en tanto que Bello define la ley
concretamente en sentido formal y nadie puede suponer que los legisladores hagan
declaraciones irracionales.
Por último, se imputa a la definición del Código que sus términos dan cabida
incluso a actos que si bien constituyen declaraciones de la voluntad soberana no
entrañan normas jurídicas, porque se refieren a situaciones particulares y no a
generales y abstractas. Pero este reparo no procede, a nuestro juicio, en una
definición que, con criterio práctico, engloba dentro del campo de la ley todas las
situaciones que por su entidad exijan la aprobación de la soberanía. Al respecto, Bello
observó que la Constitución de 1833 (como las posteriores) entregaban a la ley “dar
pensiones, y decretar honores públicos a los grandes servicios” (artículo 28, N° 10).
De atenerse a ciertas definiciones técnicas habría tenido que establecer, primero, que
la ley regula situaciones generales y abstractas y, después, que determinadas
situaciones particulares importantes (enumerándolas) se someten a los mismos
trámites de una ley. Rodeo inútil en un Código positivo que es libre para adoptar las
fórmulas que le parezcan más prácticas.
En el derecho positivo chileno también puede decirse que ley es toda disposición
obligatoria aprobada por las Cámaras y el Presidente de la República y promulgada
por este último.
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substitutos, para el caso de faltar los anteriores antes de deferirse el primer usufructo
(art. 769).
Cuando la ley declara nulo algún acto, con el fin expreso o tácito de precaver un
fraude, o de proveer a algún objeto de conveniencia pública o privada, no ha de
dejarse de aplicar la ley, aunque se pruebe que el acto que ella anula no ha sido
fraudulento o contrario al fin de la ley (Código Civil, art. 11).
Por último, los actos o contratos que la ley declara inválidos, no dejan de serlo por
las cláusulas que en ellos se introduzcan y en que se renuncie la acción de nulidad
(Código Civil, art. 1469).
88-89. Clases de leyes que integran el derecho privado; principios que las
inspiran.
La mayor parte de las leyes de derecho privado son de carácter declarativo o
supletivo de la voluntad de las partes; otro grupo está integrado por leyes imperativas
o prohibitivas, y el último grupo lo componen leyes de carácter dispositivo.
Leyes supletivas o integradoras son las que suplen declaraciones que las partes
pudieron hacer libremente y no las hicieron a pesar de ser necesarias. La ley suple
este silencio u omisión de las partes a fin de que tengan la regla que no se cuidaron
de establecer. Para ello toma en consideración dos ideas directrices: o se dirige a
reproducir la voluntad presunta de las partes, reglamentando la relación jurídica
como probablemente lo habrían hecho ellas mismas si hubieran manifestado su
voluntad; o bien, consideran principalmente las tradiciones, las costumbres, los
hábitos, el interés general. La primera de las ideas la vemos reflejada, por ejemplo, en
los contratos más frecuentes de la vida, como la compraventa, en que el legislador se
inspira ante todo en la presunta intención de las partes. La segunda de las ideas
aparece, por ejemplo, en los artículos del Código que reglamentan el régimen de los
bienes de los cónyuges que se han casado sin hacer capitulaciones matrimoniales,
entendiéndose contraído el régimen de sociedad conyugal (C. Civil, art. 1718); otro
ejemplo es el de las reglas de la sucesión intestada, que señalan quiénes son
herederos cuando el difunto no los ha designado por testamento (artículo 980 y
siguientes).
Las normas del derecho privado son, en gran parte, puramente interpretativas o
supletivas, es decir, los autores de los actos jurídicos pueden desechar su aplicación
para reemplazarlas por otras que ellas mismas se den.
Pero no todas las normas de derecho privado son de carácter supletivo, ni siquiera
todas las que se refieren al patrimonio, a los bienes. Por el contrario, algunas de estas
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últimas, y cada día más, tienen un alcance imperativo, absoluto, o sea, se imponen a la
voluntad de los particulares, los cuales no pueden eludir su aplicación.
Las causas que determinan al legislador a dictar reglas de esta naturaleza son de
dos especies: primero, asegurar el orden público, es decir, el orden general necesario
para el mantenimiento de la paz y el equilibrio social, la moral pública y la armonía
económica; segundo, proteger a las personas que por su edad, sexo o condiciones
físicas o mentales son incapaces de defender por sí mismas sus derechos y que, a no
mediar esta protección, podrían ser víctimas de su debilidad o inexperiencia.
Esta segunda categoría de normas debe, necesariamente, ser imperativa, porque
las medidas que esas normas entrañan no llenarían su fin si pudieran ser alteradas
por la voluntad de los contratantes.
Entre las disposiciones de orden público no relacionadas con el patrimonio,
pueden citarse las que versan sobre el matrimonio y las relaciones de familia en
general. Y así, por ejemplo, la Ley de Matrimonio Civil, de 10 de enero de 1884,
declara: “El matrimonio que no se celebre con arreglo a las disposiciones de esta ley,
no produce efectos civiles” (art. 1°). Otro precepto de orden público es el que dice que
“hay un objeto ilícito en todo lo que contraviene al derecho público chileno. Así, la
promesa de someterse en Chile a una jurisdicción no reconocida por las leyes
chilenas, es nula por el vicio del objeto” (art. 1462).
Entre las reglas que constituyen medidas de protección están las que versan
sobre la administración de los bienes de los incapaces, verbigracia, el artículo según
el cual “están sujetos a tutela los impúberes” (C. Civil, art. 341).
Al contrario de las leyes de derecho privado que son en gran parte supletivas, las
leyes de derecho público son siempre imperativas.
Las leyes prohibitivas como sabemos se fundan en razones graves de moralidad,
de orden público o de conveniencia general; en materia de derecho privado, frente a
las imperativas y permisivas, constituyen la excepción.
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Ejecutivo. Por esto no podría una ley derogar, por ejemplo, el decreto que nombre
Ministro de Estado a un ciudadano; se vulneraría el precepto constitucional que
establece como atribución especial del Presidente nombrar a su voluntad dichos
Ministros. En estos casos, a través del decreto, la ley se inclina ante la Constitución.
Por la misma razón una ley no podría derogar un reglamento autónomo que no toca
materias reservadas al campo de la ley.
e) Por fin, el proceso de gestación hasta alcanzar la formación y el efecto de
obligatoriedad es distinto para la ley y el decreto. Todos los trámites de este último
son materia de derecho administrativo: firma del decreto por el Ministro respectivo y,
si cabe, por el Presidente de la República, anotación, toma de razón, refrendación,
registro, comunicación y publicación. Algunos de estos trámites son comunes a todos
los decretos y otros son propios de ciertas especies de ellos.
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fuerza de ley y los decretos leyes propiamente tales. Esta última denominación tiene,
pues, una acepción amplia y otra restringida.
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decirlo, todo el ordenamiento jurídico en forma tal que éste habría resultado con
vacíos o perturbaciones si se hubiera rechazado la vigencia de esas normas ilegales, y
en fin, porque el propio aspecto constitucional se complicó al reconocer diversas leyes
esas normas, sea modificándolas, derogando algunas y dejando subsistentes otras.
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Capítulo VI
LA SENTENCIA JUDICIAL Y LA COSA
JUZGADA
A. CONCEPTO DE SENTENCIA JUDICIAL Y PARALELO CON LAS LEYES
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1) La ley emana del Poder Legislativo; la sentencia, del Poder Judicial.
2) La ley es un medio de servir los intereses generales; la sentencia, los
particulares. De esta diferencia se desprenden otras consecuencias, que son las
indicadas en los números siguientes.
3) La ley obliga a todas las personas, es general y universal en sus efectos;
mientras que la sentencia del juez sólo obliga a las partes que litigan 1; por eso se dice
que la sentencia produce efectos relativos. Y es natural: sólo los individuos que
litigaron hicieron oír su voz; todos los demás han sido ajenos a la contienda, de
manera que, de acuerdo con el inmemorial adagio que nos viene desde la Biblia, es
lógico que no sean condenados antes de ser oídos. En este principio sencillo radica el
fundamento filosófico de la relatividad de efectos de la sentencia judicial.
El artículo 3°, inciso 2°, del Código Civil, consagra el principio expuesto, al decir:
“Las sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino respecto de las causas en
que actualmente se pronunciaren”.
Pero hay casos de excepción, que estudiaremos en su oportunidad, en que los
fallos de los tribunales producen efectos generales. Así, por ejemplo, la sentencia que
declara verdadera o falsa la legitimidad del hijo, no sólo vale respecto de las personas
que han intervenido en el juicio, sino respecto de todos, relativamente a los efectos
que dicha legitimidad acarrea. La misma regla se aplica al fallo que declara ser
verdadera o falsa una maternidad que se impugna (artículo 315). 2 Esto significa que
cuando una sentencia declara que una persona es hijo legítimo, o hijo de determinada
mujer, todo el mundo está obligado a reconocerle tal calidad.
Otro caso: según el artículo 1246, “el que a instancia de un acreedor hereditario o
testamentario ha sido judicialmente declarado heredero, o condenado como tal, se
entenderá serlo respecto de los demás acreedores, sin necesidad de nuevo juicio”. Si
Pedro demanda a Juan para que se le declare heredero de Diego y si el juez así lo
declara, quiere decir, en virtud de la citada disposición, que Juan será heredero con
respecto a todos los acreedores hereditarios y testamentarios, porque la calidad de
heredero no es divisible; no se puede ser heredero con respecto a una persona y no
serlo con respecto a las demás.
4) La ley nace por acto espontáneo de los legisladores; no así la sentencia, que es
producto del requerimiento de las partes que tienen intereses en conflicto.
Como la misión del legislador es velar por los intereses colectivos, tiene la
iniciativa de las leyes que la necesidad social reclama; en cambio, el juez no la tiene
con respecto a sus sentencias, pues él sólo puede ejercer su ministerio a petición de
parte salvo en los casos que la ley faculte para proceder de oficio (Código Orgánico de
Tribunales, artículo 10). ¿Qué significa proceder de oficio? Significa proceder por
iniciativa propia, sin que nadie requiera su intervención. El juez sólo puede proceder
en esta forma por excepción, cuando una ley especialmente lo autoriza, como en el
caso de los delitos que dan acción pública o, en materia civil, tratándose, por ejemplo,
de la nulidad absoluta, la cual puede y debe ser declarada por el juez, aun sin petición
de parte, cuando aparece de manifiesto en el acto o contrato (artículo 1683).
5) Reclamada la intervención del juez en forma legal y en negocios de su
competencia, dice el inciso 2° del artículo 10 del Código Orgánico de Tribunales, no
podrá excusarse de ejercer su autoridad ni aun por falta de ley que resuelva la
contienda sometida a su decisión. La sentencia, una vez requerido legítimamente el
juez, debe pronunciarse. La dictación de la ley, por el contrario, no puede ser exigida;
el legislador no está obligado a dictar las leyes que se le pidan.
Tres situaciones pueden presentarse cuando el juez debe fallar un pleito o asunto
cualquiera:
1
Luis Claro Solar; obra citada, tomo I, pág. 32.
2
Todo artículo que mencionemos sin otro agregado, corresponde al Código Civil.
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extraordinario que tiene por objeto invalidar las sentencias firmes ganadas
injustamente en los casos y formas taxativamente enumerados en el Código de
Procedimiento Civil.
B. COSA JUZGADA
110. Concepto.
Cosa juzgada es una cualidad de las resoluciones judiciales que, cumpliéndose
ciertas condiciones, se hacen inatacables, ora en sentido formal, ora en sentido
material.
Cosa juzgada formal es la inatacabilidad de una resolución judicial, dentro del
mismo juicio en que se pronunció, por haberse hecho valer ya todos los recursos
existentes para modificarla o dejarla sin efecto, o no haberse hecho valer ellos en el
momento oportuno señalado por la ley o por ejercitarse un acto incompatible con uno
antes verificado.
Cosa juzgada material es la imposibilidad de volver a discutir en un nuevo proceso
una cuestión fallada en uno anterior.
Fácil es comprender que puede haber cosa juzgada formal sin concurrencia de
cosa juzgada material, pero no cabe cosa juzgada material sin que haya al mismo
tiempo cosa juzgada formal, porque la imposibilidad de plantear determinado asunto
en un nuevo juicio supone que dicho asunto se ha decidido por sentencia firme en un
juicio anterior.
La regla general es que las sentencias judiciales produzcan cosa juzgada material;
sólo por excepción, cuando así la ley lo declara expresamente, generan únicamente
cosa juzgada formal, como sucede con las sentencias que fallan la denuncia de obra
nueva ordenando la suspensión de la obra y las que desechan la denuncia de obra
ruinosa.
112. Fundamento.
El fundamento, la razón de ser de la cosa juzgada es la necesidad social de
establecer la seguridad jurídica. Los pleitos deben tener un punto final para que las
cosas no estén constantemente inciertas. Si después de terminado un pleito, los
mismos litigantes pudieran frustrar la sentencia mediante la promoción de otro juicio
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sobre idéntica cuestión, las querellas humanas se eternizarían y los derechos nunca
estarían seguros con el consiguiente daño para la comunidad.
3
El efecto devolutivo consiste en dar al tribunal superior la jurisdicción necesaria para rever el fallo del
juez inferior y enmendarlo o confirmarlo. Es un efecto que nunca puede faltar en la apelación. El suspensivo
es un efecto que generalmente, pero no siempre, se agrega al devolutivo y se traduce en suspender la
jurisdicción del tribunal inferior para seguir conociendo de la causa hasta que se resuelva la apelación.
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4
Casación de fondo, 30 de abril 1934, R., t. 31, sec. 1ª, pág. 370.
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Las personas son jurídicamente las mismas cuando han figurado en el proceso
anterior por sí mismas o representadas y en el nuevo juicio intervienen en la misma
calidad. Si Primus es demandado por un millón de pesos debidos como tutor de
Secundus y más tarde es demandado en nombre e interés propio, es decir, en otra
calidad, no podrá oponer la excepción de cosa juzgada, porque faltaría la identidad
legal de personas. Ninguna duda hay que, a la inversa, si más tarde Secundus es
demandado por el mismo asunto que lo fue su tutor como tal, podrá oponer la
excepción de cosa juzgada, porque si bien no existe identidad física entre él y Primus,
su tutor, sí existe una jurídica, ya que se considera que en el primer juicio concurrió
Secundus, representado por Primus.
No presenta dificultades la determinación de la identidad legal de personas
cuando en el primer y segundo pleito concurren las mismas personas, física y
jurídicamente consideradas; pero sí en el caso de personas que no han figurado
físicamente en el primer juicio. No pormenorizaremos estas concurrencias, que se
hacen en Derecho Procesal. Sin embargo, diremos, en términos generales, que la cosa
juzgada existe respecto de una persona que no ha participado en el primer pleito, en
estos dos casos:
a) Cuando dicha persona ha sucedido, sea a título universal, sea a título singular,
a una de las partes del primer juicio, y
b) Cuando una de las partes que no ha participado físi-camente en la primera
controversia, ha sido representada por otra persona en virtud de un mandato legal,
convencional o ju-dicial.
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todo el mundo y debe ser reconocida de la misma manera que un contrato válido lo es
para todos y no sólo para los contratantes.
c) Localización de la cosa juzgada en la sentencia.
Se ha discutido si la cosa juzgada resulta de la parte resolutiva de la sentencia o
de todo el complejo de ésta, incluso los considerandos o razonamientos que hace el
juez para establecer su mandato. Hay opiniones en ambos sentidos. En todo caso, la
cosa juzgada sólo puede extenderse a aquellos considerandos que sustancialmente
guardan congruencia con la parte dispositiva y representan una premisa necesaria y
lógica de ésta.
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Capítulo VII
LA COSTUMBRE
121. Definición y Elementos.
La costumbre es una norma jurídica de generación espontánea. Se define como la
observancia constante y uniforme de una regla de conducta, realizada por la
generalidad o gran mayoría de los miembros de una comunidad social con la
convicción de que responde a una necesidad jurídica.
Los elementos de la costumbre son dos:
a) uno externo, material u objetivo, que estriba en la general, constante y
uniforme repetición de actos similares, y
b) el segundo elemento es interno, espiritual o subjetivo, y está fundado en la
convicción, por parte de los miembros de la comunidad, de la necesidad jurídica de
aquella regla y, por ende de su obligatoriedad.
122. Clasificaciones.
La costumbre, según sea el punto de vista que se considere, admite diversas
clasificaciones. Tomando como base el factor territorial en que impera, la costumbre
puede ser general (la que rige en todo el territorio de un Estado), y local (la que se
observa en una determinada parte del territorio del Estado). De acuerdo con el país
en que se practique, la costumbre es nacional o extranjera. Según sea su relación con
la ley, la costumbre es contra la ley, fuera de la ley o según la ley.
Costumbre contra la ley es la que introduce una norma destructora de la ley
antigua, ya sea proclamando su inobservancia, ya sea imponiendo una conducta
diferente de la establecida por la ley. En cualquiera de estas dos formas conduce al
desuso de la norma legislativa.
Costumbre fuera de la ley es la que rige una materia o asunto sobre el cual no hay
normas legislativas.
Costumbre según la ley es la que adquiere el carácter de norma jurídica en razón
de ser llamada por la ley a regir un asunto dado.
Nuestro Código Civil reconoce la costumbre según la ley al decir que “la
costumbre no constituye derecho sino en los casos en que la ley se remite a ella”
(artículo 2°).
Que la costumbre no constituye derecho significa que no tiene fuerza de ley,
porque en esta acepción está tomada la palabra derecho; pero, de acuerdo con la
última parte de la disposición transcrita, la costumbre adquiere fuerza de ley cuando
ésta se remite a aquélla.
La consideración de la norma consuetudinaria se explica porque la legislación por
más general o casuística que sea, no puede llegar a comprender todas las
modalidades que adoptan las relaciones de los hombres. Numerosos son los casos en
que la ley se refiere expresamente a la costumbre. Por ejemplo, el Código Civil declara
que sin nada se ha estipualdo sobre el tiempo del pago del arrendamiento de predios
rústicos, se observará la costumbre del departamento (artículo 1986). La referencia
debe entenderse a la comuna pues la ley N° 18.776, de 18 de enero de 1989, que
dispone la adecuación del Poder Judicial a la regionalización del país, en todas las
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disposiciones reemplazó el antiguo departamento por la comuna. A dicha ley se le
escapó, en el artículo 1986, la sustitución de la palabra departamento por la de
comuna, pero la división territorial comuna es la que hoy impera; la de departamento
se ha suprimido. Otro ejemplo en que la ley se remite a la costumbre es el artículo del
mismo Código según el cual la remuneración del mandatario se determina por la
convención de las partes, antes o después del contrato, por la ley, la costumbre o el
juez ( artículo 2117).
Nuestro Código de Comercio acepta la costumbre fuera de la ley, dice que las
costumbres mercantiles suplen el silencio de la ley, cuando concurren los requisitos
que señala (artículo 4°).
La costumbre tiene notable importancia en el Derecho Internacional Público, ya
que constituye su principal fuente. Por el contrario, en el Derecho Penal la costumbre
carece de toda fuerza; no hay delito ni pena sin previa ley que lo esta-blezca.
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los actos o convenciones mercantiles (artículo 6°). La doctrina nacional concluye que
estas llamadas costumbres mercantiles inter-pretativas no quedan sometidas a las
limitaciones de la prueba que establece el Código de Comercio para las costumbres
mercantiles normativas.
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Capítulo VIII
PROMULGACION Y PUBLICACION DE LA LEY
126. Generalidades.
Aprobado un proyecto de ley por ambas Cámaras, debe remitirse al Presidente de
la República quien, si también lo aprueba, debe disponer su promulgación como ley
(Constitución, art. 69). Para hacer obligatoria la ley no basta, pues, el voto conforme
de la Cámara de Diputados y del Senado, y tampoco la sanción del Presidente de la
República. La sanción es el acto por el cual el Jefe del Estado, en su calidad de poder
colegislador, presta su adhesión al proyecto de ley aprobado por las dos ramas del
Congreso Nacional. Para que la ley sea obligatoria se requiere, además de la
aprobación parlamentaria y del Presidente de la República, que sea promulgada y
publicada.
Con la sanción o aprobación presidencial termina la primera fase de la ley, en
cuya elaboración tiene exclusiva injerencia el Poder Legislativo, porque si bien existe
participación del Presidente de la República, éste la tiene a título de colegislador y no
como representante del Poder Ejecutivo.
En esta última calidad el Presidente actúa cuando promulga la ley.
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diario sólo el decreto supremo aprobatorio del correspondiente Código y mandándose
tener por oficial la edición así publicada.
También, conforme a la disposición legal transcrita, una ley puede establecer que
ella entrará a regir un tiempo después de publicada, quedando entonces suspendida la
aplicación hasta la fecha indicada. En este caso se habla de vacación de la ley. En fin,
la ley puede comenzar a regir antes de su publicación; en semejantes hipótesis,
bastantes excepcionales, se habla de leyes retroactivas, materia que ulteriormente
abordaremos.
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Capítulo IX
INTERPRETACIÓN E INTEGRACION DE LA
LEY
A. INTERPRETACIÓN DE LA LEY
131. Concepto.
La interpretación de la ley es el proceso encaminado a captar y determinar el
exacto sentido de ella.
Dicho sentido cabe determinarlo, por un lado, considerando la ley en general, en
sí misma y abstractamente y, por otro, procede determinarlo frente a situaciones
concretas a las cuales pretende aplicarse.
Ejemplo de la interpretación de la ley considerada en sí misma sería una
disposición legal que aludiera a la familia, sin que esta noción aparezca definida en el
ordenamiento jurídico; habría que indagar a qué personas se quiso comprender en la
mencionada expresión, si sólo a los cónyuges y sus hijos o, también a otros parientes
cercanos.
La aplicación de la ley supone siempre una interpretación previa para ver si el
caso concreto de que se trata queda comprendido en la hipótesis de la ley a cuya
regulación se pretende someterlo.
Hay leyes claras en su texto abstracto, pero que enfrentadas a situaciones
concretas de la vida real se tornan oscuras con relación a tales situaciones. Al
respecto suele darse un ejemplo clásico. Supóngase que tres amigos, Primus,
Secundus y Tertus, se pasean a orillas de un río. De repente Primus ve en la orilla
opuesta asomar un objeto desde el subsuelo; se lo comunica a sus amigos; Secundus
entonces llama al perro de Terius y lo envía a buscar el objeto; el animal desentierra
éste, lo trae entre los dientes y se lo presenta a su amo Tertius. La cosa resulta ser
una bolsa pequeña llena de monedas valiosas; se trata de un tesoro. Si la ley dice que
el tesoro corresponde al primero que lo descubre, el texto es claro; todos saben lo que
significa “primero” y “descubrir”. Pero, en la hipótesis, ¿Quién es el descubridor? ¿El
que primero vio asomar el objeto? ¿El que lo hizo desenterrar? ¿O el que, después de
tomar la cosa presentada por el perro, se percató de que realmente se estaba en
presencia de un tesoro y no de un objeto perdido?
Dislexia Virtual 71
133. Hermenéutica legal y sistemas de interpretación.
La hermenéutica es el arte de interpretar textos para fijar su verdadero sentido.
Primitivamente se contraía a la interpretación de la Biblia (hermenéutica sagrada);
más tarde la noción fue ampliada a cualquier texto que necesite explicación. Si el arte
de interpretar se refiere a los textos legales se habla de hermenéutica legal. Pero
dentro de esta esfera la hemenéutica puede no limitarse a los textos, es decir, a los
documentos escritos, pues la costumbre también es susceptible de interpretación.
La interpretación se realiza, no arbitrariamente, según el puro arbitrio o
sentimiento del que la hace, sino obedeciendo a ciertos criterios o principios
directrices. Cuando estos criterios o principios los señala el legislador, el sistema de
interpretación se llama reglado; de lo contrario, no reglado. El Código Civil chileno
consagra el primer sistema; los de Francia y Alemania, el segundo.
Ruggiero, Instituciones de Derecho Civil, traducción del italiano, t. I, Madrid 1929, pág. 136.
1
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4
Savigny, "Sistema del Derecho Romano actual", traducido al francés por Guenour y vertido al
castellano por Mesias y Poley en 1878.
5
D. de Buen, "Introducción al Estudio de Derecho Civil",
Civil", Madrid, 1932, págs. 430 y 431.
6
D. de Buen, obra citada, pág. 432.
73
ANTONIO VODANOVIC H.
7
D. de Buen, obra citada, pág, 430.
8
Crome, citado por D. de Buen en su obra, pág. 431.
9
D. de Buen, obra citada, pág. 432.
10
Ruggiero, Instituciones de Derecho Civil,
Civil, trad. del italiano, Madrid, 1929, tomo I, pág. 148.
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MANUAL DE DERECHO CIVIL TOMOI PARTE GENERAL Y ESPECIAL
11
Corte de Apelaciones de Santiago, 18 de noviembre de 1992, R., t. 90, secc. 5ª, pág. 39
(considerandos 10 a 13, pág. 43).
12
Heinecio, Recitaciones de Derecho Civil Romano,
Romano, traducción del latín al castellano por Luis de
Collantes, 8ª edic., tomo I, Valencia, 1888, pág. 75.
75
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MANUAL DE DERECHO CIVIL TOMOI PARTE GENERAL Y ESPECIAL
Otra pauta del elemento lógico que contribuye a precisar la voluntad de la ley es
la regla del contexto. Por contexto en general se entiende el conjunto del texto que
rodea una frase citada, y del que depende la verdadera significación de ésta 15. Al
respecto nuestro Código Civil dispone que “el contexto de la ley servirá para ilustrar
el sentido de cada una de sus partes, de manera que haya entre todas ellas la debida
correspondencia y armonía” (art. 22, inciso 1°). Esta norma se funda en que todas las
partes de una ley forman una unidad y responden a una misma intención o espíritu y
es natural entonces que guarden armonía y no contradicción. Por tanto, si en un
artículo de una determinada ley cierta expresión puede ser tomada en dos sentidos y
en todos los demás artículos se considera uno de dichos sentidos, a la expresión
ambigua habrá que atribuirle este sentido que demuestra ser el de la voluntad de la
ley.
El diccionario oficial dice que contexto es el entorno lingüístico del cual depende
el sentido y el valor de una palabra, frase o fragmento considerado.
El elemento histórico, la historia fidedigna de la ley, también sirve, en los casos en
análisis, para recurrir a la intención o espíritu de aquélla a fin de determinar su
sentido (C. Civil, art. 19, inciso 2°, parte final).
La historia fidedigna de la ley la constituyen las circunstancias existentes a la
época de elaborarse el proyecto de ella, el texto de ese proyecto enviado al Congreso
Nacional, el Mensaje del Ejecutivo que lo acompaña, las actas de las Comisiones
parlamentarias que examinan e informan el proyecto, las explicaciones y discusiones
habidas en ambas Cámaras hasta su aprobación. Cuando el proyecto antes de ser
presentado al Congreso ha sido elaborado por un hombre o por una Comisión de
especialistas, también, por cierto, forman parte de la historia fidedigna de la ley todas
las opiniones de sus autores de las cuales se deja constancia en actas oficiales.
15
Sociedad Francesa de Filosofía, Vocabulario técnico y crítico de la filosofía, traducción del francés, t.
I, Buenos Aires, 1953, pág. 237.
81
La equidad suele mirarse también como el cuerpo o conjunto de principios
extraídos de dicho sentimiento universal. Los anteriores conceptos de equidad natural
son los que cabe considerar al hablar de la interpretación de las normas jurídicas.
Pero en otra acepción se define como la justicia del caso singular o concreto, pues
busca para éste la justicia adecuada al caso, incluso desentendiéndose de la norma
general abstracta cuando su aplicación en la especie repugna a la justicia natural. En
este sentido se opone al derecho rígido y estricto.
160. Carácter de las normas del Código Civil sobre la interpretación de las
leyes y el recurso de casación.
Las normas de interpretación de la ley no son meros consejos dados al juez sino
criterios obligatorios que debe seguir para desentrañar la voluntad de la ley.
Toca relacionar esas normas de interpretación con el recurso de casación en el
fondo. Este recurso tiende a invalidar determinadas sentencias cuando se han
pronunciado con infracción de la ley que influye sustancialmente en lo dispositivo del
fallo. Ahora bien, para que pueda prosperar ese recurso extraordinario no basta por
dar transgredidas normas de interpretación de la ley, si al mismo tiempo no se
determinan los preceptos sustanciales que habrían sido objeto de la interpretación
viciosa y que haya influido en la decisión de la litis. Así si se acusa la infracción del
artículo 19 del Código Civil, debe precisarse la disposición sustancial que el fallo
recurrido aplicó desatendiendo su tenor literal.
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16
C, Suprema, 30 de enero de 1980, Fallos del Mes N° 254, sentencia 1, pág. 489. Hay muchas otras
sentencias en el mismo sentido.
17
C. Suprema, 1° de septiembre de 1981, R., t. 78, sec. 1ª. pág. 93 (cons. 13, pág. 95); C. Ap. Santiago,
1° de abril 1986, R., t. 83, sec. 2ª. pág. 7 (cons. 5°, pág. 8); C. Ap. Santiago, 17 de octubre 1989, R., t. 86,
sec. 5ª. pág. 206 (cons. 6°, pág. 210);
83
ANTONIO VODANOVIC H.
del contrato, parecía no estar entre las de comercio prohibido y una ley posterior,
interpretativa, declara que sí lo estaba, el contrato deberá estimarse nulo.
También puede suceder que un fallo judicial se pronuncie conforme a
determinado sentido de una ley, y más tarde una ley declara que el genuino sentido de
dicha ley era otro ¿deberá rectificarse el mencionado fallo? No; expresamente dispone
el Código Civil que las leyes interpretativas “no afectarán” en manera alguna los
efectos de las sentencias judiciales ejecutoriadas en el tiempo intermedio entre la
vigencia de la ley interpretada y la interpretativa (art. 9° inciso 2°, parte final).
Más adelante, al hablar de los efectos de la ley en el tiempo, volveremos sobre el
alcance retroactivo de las leyes interpretativas.
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pena, aun cuando la ley no hablase una palabra de las harinas. Porque siendo el objeto
del legislador que no se viese el reino afligido por la carestía del trigo, sufriría lo
mismo extraído éste que extraída la harina”.18
La diferencia entre la analogía y la interpretación extensiva radica en que la
primera busca la solución del caso concreto en otras normas, sea por que éste no las
tenga, sea por que la que tiene no presenta un sentido claro e indubitable a su
respecto; la interpretación extensiva, en cambio, halla la solución del caso en su
propia norma, que no se ve en el cuerpo de ésta pero sí en su espíritu.
La importancia práctica de la diferenciación toma relieve frente al llamado
derecho sigular o de excepción, que es aquel que está en contradicción con los
principios generales del ordenamiento jurídico, representando una excepción a los
mismos. No debe confundirse el derecho excepcional, llamado también singular,
anómalo o irregular, con el derecho especial (como el derecho comercial y otros), que
respetan los principios generales y comunes, aunque los aplican de otra manera que
el derecho común. Ahora bien, según una opinión, la tradicional, el derecho singular
repugna de la aplicación analógica y también de la interpretación extensiva, conforme
a otra doctrina, más moderna, esta última tiene cabida en las leyes excepcionales,
pero no la analogía. La interpretación extensiva, en cualquier hipótesis, se limita a
aplicar la voluntad del legislador, pues opera cuando es manifiesto que éste dijo
menos de lo que quiso, no pudiendo dejar de considerarse en su mente el caso que no
tradujo en palabras. La analogía, en cambio, no cabe por otra razón: porque los casos
no previstos por la letra ni el espíritu de las leyes excepcionales deben estimarse del
dominio del Derecho regular o común y no arrancados de éste por el derecho singular
o excepcional; siendo así, el fundamento de la analogía que colma las lagunas, la
carencia de una norma aplicable, no se da, como quiera que estaría en el derecho
común. Claro que cuando la analogía se emplea sólo para aclarar el sentido de una
ley, no habría inconveniente en aplicarla también en el reino de las normas
excepcionales, supuesto que la ley esclarecedora sea similar a la esclarecida o de la
misma especie.
Tipos de analogía. Algunos autores distinguen dos tipos de analogía:
a) la analogía legal (analogía legis), que busca la solución aplicable en otra
disposición legal o en un conjunto de disposiciones legales, y
b) la analogía jurídica o de derecho (analogía iuris), que deriva la solución de todo
el conjunto de la legislación vigente, o sea, del sistema legal todo. En verdad, este
último tipo no es sino el espíritu general de la legislación o los principios generales
del ordenamiento jurídico vigente en determinado momento histórico, principios que,
a pesar de no estar escritos, están implícitos como supuestos lógicos del derecho
positivo19,
b) Argumento de contradicción “a contrario sensu”. Parte de la voluntad
expresada en el caso previsto por el legislador para suponerle en todos los otros casos
una voluntad contraria. Ordinariamente, se formula en estas frases: “incluida una
cosa se entienden excluidas las demás”, “quien dice lo uno niega de los otros”. Este
argumento “es las más veces peligroso y falso. El silencio del legislador por sí solo
nada prueba. Si la ley es una declaración de voluntad, es necesario que el legislador
haya hablado para que pueda decir que quiere alguna cosa. Cuando la ley no dice ni sí
ni no, su silencio tan sólo puede hacer suponer que quiere lo contrario en un caso de
lo que ha dicho en otro; pero esta suposición puede ser absolutamente gratuita,
porque el silencio del legislador puede ser explicado de muchas otras maneras. Por lo
general, el argumento a contrario sólo es útil cuando, partiendo de una disposición
18
Heinecio, Recitaciones de Derecho Civil Romano,
Romano, traducidas al castellano por Luis de Collantes, 8ª
edición, t. I, Valencia, 1888, pág. 75.
19
Trabuchi, "Instituzioni di Dirito Civile", Padova, 1985, p. 46.
85
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excepcional, permite volver al derecho común que recupera su imperio y por esta
razón debe ser empleado con mucha cautela y discreción”. 20
c) Argumento “a fortiori”. En su virtud se extiende la disposición de la ley a un
caso no previsto por ella, pero en el cual concurren razones más poderosas para
aplicarla que en el mismo caso previsto. Se sintetiza en dos fórmulas:
1) “quien puede lo más, puede lo menos” (argumentum a maiori ad minus);
2) “al que le está prohibido lo menos, con mayor razón le está prohibido lo más”
(argumentum a minori ad maius).
d) Argumento de no distinción. Se expresa con el adagio: “Donde la ley no
distingue, tampoco nosotros debemos distinguir” (Ubi lex non distinguit, nec nos
distinguire debemus). Este principio es cierto si la ley no distingue ni en su letra ni en
su espíritu; pero puede suceder que no distinga en aquélla y sí en éste.
e) El absurdo. Debe rechazarse toda interpretación que conduzca al absurdo, esto
es, cualquiera conclusión contraria a las reglas de la lógica, del buen sentido o de la
razón.
B INTEGRACIÓN DE LA LEY
165. Concepto.
Por muy acucioso que sea el legislador no puede prever todos, absolutamente
todos, los casos que la realidad social actual presenta y menos los que pueden surgir
en el futuro a consecuencia de las transformaciones técnicas, sociales, económicas
que se suceden con mayor o menor rapidez en la vida de los pueblos. En estos casos
en que no hay ley aplicable, ni clara ni oscura, no se está frente a un problema
solucionable con la interpretación de la ley, sino con la integración de la misma que
tiende a llenar sus vacíos o lagunas.
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87
Capítulo X
EFECTOS DE LA LEY EN EL TIEMPO
A. CICLO DE EXISTENCIA DE LA LEY
B. DEROGACIÓN DE LA LEY
169. Concepto.
Derogación es la cesación de la existencia de la ley toda o de una parte de ella por
mandato expreso o tácito de otra posterior. La ley derogada puede ser o no
reemplazada por otra.
En nuestro idioma derogación y abrogación son sinónimos, pero en la doctrina de
algunos países extranjeros suelen establecerse ciertas diferencias, como la de que la
abrogación importa la pérdida de eficacia total de la ley y la derogación sólo de la
parcial.
A veces se emplea la palabra derogación para significar que una ley constituye
excepción de otra. Así, por ejemplo, se dice que en algunas materias el Código de
Comercio derogó al Código Civil, con lo que quiere hacerse entender no que el de
Comercio abolió las respectivas disposiciones del Código Civil, sino que estableció
normas que importan excepción de las de éste.
Dislexia Virtual 89
tácita, cuando la nueva ley contiene disposiciones que no pueden conciliarse con las
de la ley anterior” (artículo 52, incisos 1° al 3°). La otra forma de derogación tácita,
llamada orgánica, que se produce cuando la nueva ley regula completamente toda la
materia ya regulada por una ley anterior, no está mencionada por el Código Civil, pero
su procedencia es indiscutible, según más adelante se verá.
De acuerdo con su extensión, la derogación puede ser total o parcial (C. Civil, art.
52 inciso final): la primera hace cesar la vigencia de la ley antigua en todas sus
partes; la derogación parcial, sólo en algunas de sus partes, como ser un artículo, o
varios, un inciso, una frase, una palabra. Las normas derogadas pueden o no ser
reemplazadas por otras.
Lo característico de la derogación expresa es la especificación de la ley derogada
o de una parte de ella. Por tanto, no hay derogación expresa cuando se dice:
“Deróganse todas las leyes contrarias a la presente”. En este caso no hay derogación
expresa porque no se citan, individualizándolas, las leyes que se derogan. Sólo hay
una derogación tácita que la ley derogadora quiere recalcar.
La derogación tácita puede también ser total o parcial: si todas las disposiciones
de la ley nueva son inconciliables con las de la antigua, la derogación tácita es total,
absoluta; si sólo son inconciliables algunas, la derogación tácita es parcial: las normas
de la ley antigua que no pugnan con las de la nueva subsisten, continúan vigentes.
Entre las dificultades que suscita la derogación tácita está la que se relaciona con
las normas generales y especiales. En efecto, por disposición del Código Civil, las
normas especiales prevalecen sobre las generales (artículos 4° y 13), por lo que ha de
concluirse que si una ley general está en pugna con una ley especial anterior, ésta
subsiste, no queda derogada, a menos que la ley general nueva declare expresamente
que deroga a la especial o si no lo hace de modo expreso resulte con toda evidencia
que la ley general nueva quiere incorporar a su régimen la materia que antes era
dominio de la ley especial. Por ejemplo si la jubilación de determinada categoría de
funcionarios públicos estaba regida por una ley especial, y más tarde una ley general
dispone que “todos los funcionarios públicos, sin excepción, jubilarán de acuerdo con
las normas de la presente ley”, no hay duda alguna que aunque no hubo cita formal de
la ley especial, ella queda derogada.
90 Dislexia Virtual
MANUAL DE DERECHO CIVIL TOMOI PARTE GENERAL Y ESPECIAL
disposiciones de este Código”. En la última parte, desde las palabras “Sin embargo”
hay una derogación tácita de disposiciones relativas a materias singulares.
Aunque la llamada derogación orgánica no está consagrada en forma general en
ningún precepto de nuestro ordenamiento jurídico, la Corte Suprema ha reconocido
más de una vez su existencia, que nace de una lógica incontestable 1.
91
ANTONIO VODANOVIC H.
principios generales; o si ha dispuesto, significa que valen sus normas, aun cuando
sean idénticas a las suprimidas por la ley derogatoria, también abolida ahora 2.
Es necesario, pues, que una ley expresamente devuelva su vigor a una ley
derogada; la simple abolición de la ley derogatoria no puede por sí sola dar vida a lo
que ya no existe. Y es lógico que así sea. La ley es una declaración positiva y actual
del legislador, su existencia no puede desprenderse por meras conjeturas.
Entre nosotros tenemos un ejemplo de la necesidad de manifestación expresa
para atribuir de nuevo fuerza obligatoria a una ley derogada: varias leyes sobre
expropiación por causa de utilidad pública disponen que el procedimiento se sujetará
al establecido en las leyes de 1838 y 1857, en circunstancia que éstas fueron
derogadas por el artículo final del Código de Procedimiento Civil, el que dedicó un
título especial a la reglamentación de esta materia.
Las leyes que vuelven a poner en vigor una ley derogada reciben el nombre de
restauradoras o restablecedoras.
2
N. Cobiello, Doctrina General de Derecho Civil,
Civil, traducción castellana, México, 1938, pág. 105.
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D. EL DESUSO
93
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189. Normas sobre las leyes relativas al estado civil de las personas.
El Código Civil (artículo 304) da una definición demasiado amplia de estado civil
que no guarda congruencia con lo específicamente regulado. Por eso la doctrina
chilena prefiere decir que estado civil es la calidad o posición social más o menos
permanente de un individuo, en orden a sus relaciones de familia, en cuanto le
confiere o impone determinados derechos y obligaciones civiles. Hay estado civil de
soltero, de casado, de viudo, de padre o hijo legítimo, de padre o madre o hijo natural.
La Ley de Efecto Retroactivo dispone que el estado civil adquirido conforme a la
ley vigente a la fecha de su constitución, subsiste aunque ésta pierda después su
fuerza; pero los derechos y obligaciones anexos a él, se subordinan a la ley posterior,
sea que ésta otorgue nuevos derechos o imponga nuevas obligaciones, sea que
modifique o derogue los antiguos. En consecuencia, las reglas de subordinación y
dependencia entre cónyuges, entre padres e hijos, entre guardadores y pupilos,
establecida por una nueva ley, son obligatorias desde que ella empieza a regir, sin
perjuicio del pleno efecto de los actos válidamente ejecutados bajo el imperio de una
ley anterior (artículo 3°).
En cuanto a las expectativas, la nueva ley no está obligada a respetarlas: la
posibilidad que tenían las personas para adquirir un estado determinado, puede
truncarlas la ley al exigir otras condiciones o requisitos. En otras palabras –como
prescribe la Ley de Efecto Retroactivo– las leyes que establecieren para la adquisición
de un estado civil, condiciones diferentes que exigía una ley anterior, prevalecerán
desde la fecha en que comiencen a regir (artículo 2°).
3
Explicaciones de Derecho Civil, dadas por don Tomás A. Ramírez, Primer año, apuntes tomados por
Alfredo Avalos y Francisco de la Carrera, Santiago de Chile, imprenta y encuadernación Universitaria,
Merced N° 814, 1907, pág. 57.
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MANUAL DE DERECHO CIVIL TOMOI PARTE GENERAL Y ESPECIAL
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ANTONIO VODANOVIC H.
Ahora bien, la Ley de Efecto Retroactivo declara que “la existencia y los derechos
de las personas jurídicas deben sujetarse a las mismas reglas que respecto del estado
civil de las personas naturales prescribe el artículo 3° de la presente ley” (art. 10).
De acuerdo con la disposición transcrita, tenemos que la personalidad jurídica
una vez obtenida subsiste bajo el imperio de una nueva ley, aunque ésta exija
requisitos diferentes para constituirla; pero los derechos y obligaciones de las
personas jurídicas se subordinarán a la ley posterior, sea que modifique o derogue la
antigua.
Con anterioridad vimos que en este caso la ley antigua supervive a través de los
contratos que se pactaron bajo su vigencia, y a ellas, y no a la ley nueva, deberá
recurrir el juez para interpretar contratos.
Hay actos jurídicos unilaterales, como la renuncia de un derecho; también a ellos
debe extenderse la norma de los actos bilaterales llamados contratos, porque existe la
misma razón. Su no mención se explica por un error en la tramitación de la ley. Así lo
evidencia la disposición siguiente a la transcrita que habla de la prueba de los actos y
contratos.
La norma de que se entienden incorporadas a los contratos las leyes vigentes al
tiempo de su celebración tiene dos excepciones: primero las leyes concernientes al
modo de reclamar en juicio los derechos que resultaren de los contratos, y segundo
las que señalan penas para el caso de infracción de lo estipulado en ellos, pues tal
infracción debe castigarse con arreglo a la ley bajo la cual se haya cometido (Ley de
Efecto Retroactivo, art. 22).
101
ANTONIO VODANOVIC H.
Así, por ejemplo, si un testador deja todos sus bienes a un extraño y no respeta,
por lo tanto, las asignaciones forzosas, o sea, la que es obligado a hacer a ciertas
personas por mandato de la ley, y si antes de su fallecimiento se dicta otra ley que
suprime las asignaciones forzosas, sus disposiciones tendrán pleno efecto.
Obsérvase en la Ley de Efecto Retroactivo una omisión. No hay norma que señale
la ley a que debe sujetarse la capacidad para testar y la libre voluntad del testador.
Encontradas son al respecto las opiniones. Una primera estima que las condiciones
para la validez del testamento deben sujetarse a la ley vigente a la fecha de la
apertura de la sucesión; una segunda, afirma que no sólo a ésta sino también a la ley
imperante al otorgarse el testamento; y una tercera sostiene que la ley aplicable es
únicamente la del día del otorgamiento.
Esta última se apoya principalmente en el artículo 1006 del Código Civil que, a
continuación del 1005 que menciona las personas inhábiles para testar, declara: “El
testamento otorgado durante la existencia de cualquiera de las causas de inhabilidad
expresadas en el artículo precedente es nulo, aunque posteriormente deje de existir la
causa. Y, por el contrario, el testamento válido no deja de serlo por el hecho de
sobrevenir después alguna de estas causas de inhabilidad”. Este artículo determina
claramente que la capacidad del testador y su libre voluntad se rigen por la ley
vigente al tiempo de otorgarse el acto de última voluntad.
b) Sucesión intestada.
La misma regla que gobierna las disposiciones testamentarias se aplica a la
sucesión intestada o abintestato, es decir, a aquella en que por no haber testamento,
los herederos son los de antemano señalados por la ley. Esta regla, aunque no está
consignada por la Ley de Efecto Retroactivo, su procedencia es indudable. Y ahí está
para confirmarlo el Mensaje de la Ley de Efecto Retroactivo, que, a la letra, dice:
“Siendo constante que los derechos hereditarios no se transmiten sino a la muerte de
su autor, el Proyecto establece que en cada sucesión testamentaria o abintestato, el
derecho de los llamados a ella sea definido por la ley vigente a la época de su delación
o transmisión”.
De lo transcrito se desprende que el sujeto que era incapaz de heredar según la
ley antigua, puede recibir la asignación, si a la apertura de la sucesión lo considera
capaz la ley nueva. Por el contrario, el que era capaz de suceder conforme a la ley
antigua no podrá recoger la herencia si en el instante de su delación (actual
llamamiento de la ley a aceptar o repudiar la herencia o legado), que es el de la
muerte del causante, resulta incapaz con arreglo a la nueva ley.
103
Capítulo XI
EFECTOS DE LA LEY EN EL ESPACIO
199. Planteamiento del problema.
Conforme a los principios básicos del Derecho Internacional Público todo Estado
soberano e independiente ejerce dentro de su territorio, en forma absoluta y
exclusiva, la potestad legislativa (facultad de dictarse sus propias leyes) y
jurisdiccional (facultad de poder hacerlas cumplir). De aquí deriva el hecho de que
cada Estado sólo puede dictar leyes y hacerlas cumplir dentro de las fronteras de su
propio territorio; ninguno puede pretender que sus normas jurídicas sean respetadas
más allá de sus confines territoriales. Si este doble principio fuera reconocido y
aplicado con todo rigor no se producirían conflictos entre las legislaciones de los
diversos Estados; cada uno aplicaría sólo su propia legislación sin considerar la
nacionalidad de las personas, el país en que se encuentran las cosas o en que se
celebran los actos o contratos. Pero es fácil comprender que una aplicación estricta
del concepto de soberanía sería obstáculo a las relaciones internacionales, que son
parte muy importante de la existencia misma de los Estados por la interdependencia
en que viven, y entrabaría el comercio jurídico. Estos factores determinan el respeto
de las leyes extranjeras y su aplicación, en muchos casos, dentro del territorio
nacional.
Puede suceder que dos o más legislaciones pretendan, simultáneamente, regir
una misma situación jurídica. En esta hipótesis, ¿a cuál se le dará preferencia? Esta
materia, la colisión o conflicto de las leyes en el espacio, es propia del llamado
Derecho Internacional Privado.
Diversas causas hacen que una situación o relación jurídica pretenda ser regida
por dos o más legislaciones: la nacionalidad de los individuos, el cambio de domicilio,
la circunstancia de encontrarse un bien en otro país que en el que reside el dueño, el
hecho de celebrarse un contrato en un país para que produzca efectos en otro, etc.
El conflicto de legislaciones puede ser simple o múltiple: es de la primera especie
cuando se encuentran dos legislaciones al tratar de regir ambas un mismo caso
jurídico, y es de la segunda, cuando las legislaciones concurrentes son más de dos;
ejemplo: un ciudadano francés y otro inglés celebran un contrato en Croacia sobre
bienes situados en Italia y se origina un pleito en Chile, mientras uno de los
contratantes tiene su domicilio en Argentina y el otro en Bolivia.
Varias teorías se han preocupado de determinar, atendiendo a diversos factores y
puntos de vista, la legislación de qué país debe aplicarse cuando concurren dos o más
a regir una misma situación jurídica. Las que han ejercido mayor influencia son:
1) la teoría de los estatutos;
2) la teoría de la comunidad de derecho entre los diversos Estados, y
3) la teoría de la escuela italiana o de la nacionalidad.
Resumiendo, podemos decir:
a) Los factores que producen la colisión de las leyes en el espacio son la
diversidad legislativa y jurisdiccional entre los Estados y la existencia de las
relaciones sociales (y, por consecuencia, jurídicas) entre los individuos pertenecientes
a Estados diversos, y
107
ANTONIO VODANOVIC H.
Por último, la forma de los actos jurídicos celebrados en nuestro territorio deben
ajustarse a la ley chilena (C. Civil, artículo 17, inciso 19).
El sometimiento del extranjero que vive en nuestro país a la ley chilena tiene la
compensación de estar asimilado a los chilenos en cuanto a la adquisición y goce de
los derechos civiles (C. Civil, art. 57).
hipótesis no cabe averiguar si es capaz según la ley chilena, sino si lo es según la ley
del país en que ejecutó el acto.
4) A la inversa, el acto ejecutado por un chileno en el extranjero está sujeto a la
ley chilena, en cuanto al estado y la capacidad, si ese acto va a producir efectos en
Chile; si los produce, queda sujeto a las leyes chilenas; en caso contrario, se rige por
las leyes del país en que el acto se realiza.
A las leyes patrias que reglan las obligaciones y derechos civiles, también
permanecen sujetos los chilenos, no obstante su residencia o domicilio en país
extranjero, en las obligaciones y derechos que nacen de las relaciones de familia; pero
sólo respecto de sus cónyuges y parientes chilenos (C. Civil, art. 15 número 2°).
Nótese que en las relaciones de familia respecto de los parientes extranjeros, un
chileno fuera del país no queda sometido a la ley chilena.
109
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1) En primer lugar está el artículo 17 del Código Civil; dice: “La forma de los
instrumentos públicos se determina por la ley del país en que hayan sido otorgados.
Su autenticidad se probará según las reglas establecidas en el Código de
Enjuiciamiento. La forma se refiere a las solemnidades externas y la autenticidad al
hecho de haber sido realmente otorgado y autorizado por las personas y de la manera
que en los tales instrumentos se exprese”.
Según el Diccionario, instrumento, en la acepción pertinente, es la escritura o
documento con que se justifica o prueba alguna cosa. El Código Civil define el
instrumento público como el autorizado con las solemnidades legales por el
competente funcionario. Otorgado ante escribano (notario) e incorporado en un
protocolo o registro público, se llama escritura pública (art. 1699).
El instrumento público en sí no es un acto jurídico, es decir una manifestación o
declaración de voluntad, unilateral o bilateral, hecha con la intención de producir
efectos jurídicos; dicho instrumento es, en cambio, un acto instrumental que, en
general, se define como todo documento escrito o redactado con el fin de probar la
existencia de un acto jurídico o de un acto material que produzca o pueda producir
efectos jurídicos.
Se ha criticado este artículo 17 del Código Civil en cuanto dice que “la forma se
refiere a las solemnidades externas”, porque es redundante hablar de solemnidad
externa, ya que toda solemnidad es necesariamente externa. Pero esta redundancia
tiene su explicación. En los tiempos de Bello, muchos autores, principalmente
franceses, en lugar de requisitos hablaban de formalidades, por lo que los hoy
llamados requisitos internos o de fondo, esos autores los denominaban formalidades
intrínsecas y a los requisitos externos, formalidades extrínsecas o externas. De ahí
que Bello refiriéndose a una de las especies de formalidades extrínsecas, las
solemnidades, agregara la palabra externas. Seguramente, Bello quiso evitar
cualquier equívoco con relación a las entonces denominadas formalidades intrínsecas.
La autenticidad de los instrumentos públicos se prueba según las reglas
establecidas en el Código de Procedimiento Civil; el artículo 345 de éste señala
minuciosamente tales reglas. La autenticidad se refiere al hecho de haber sido el
instrumento público realmente otorgado y autorizado por las personas y de la manera
que en él se exprese (C. Civil, art. 17).
¿Los instrumentos privados, esto es, los que en su otorgamiento no cuentan con la
intervención de ningún ministro de fe pública, se rigen también por la ley del lugar en
que se otorgan? La respuesta es afirmativa, porque si bien la ley sólo menciona los
instrumentos públicos, con igual o mayor razón cabe la regla locus regit actum
respecto de los privados. Claro está que se presupone que el instrumento privado
tenga prescrito por la ley alguna solemnidad. Es el caso del testamento ológrafo que
algunas legislaciones extranjeras contemplan y que es el escrito, fechado y firmado de
puño y letra del testador. Se trata de un instrumento privado, porque no hay en él
injerencia de funcionario público alguno; pero es solemne, porque las legislaciones en
que dicho testamento existe (en Chile no está contemplado), imponen esas tres
solemnidades: escritura del propio testador, fecha y firma. Ahora bien, los
instrumentos privados otorgados en el extranjero valen en Chile si se prueba que
reúnen las solemnidades exigidas en el país en que se otorgan y si además se prueba
su autenticidad en la forma ordinaria. Es la doctrina que fluye del artículo 1027 del
Código Civil, que dice: “Valdrá en Chile el testamento escrito, otorgado en país
extranjero, si por lo tocante a las solemnidades se hiciere constar su conformidad a
las leyes del país en que se otorgó, y si además se probare la autenticidad del
instrumento respectivo en la forma ordinaria”. Esta disposición no distingue si el
instrumento testamentario es de carácter público o privado, por lo que se aplica a uno
y otro.
209. Caso en que no valen como prueba en Chile las escrituras privadas.
Cuando las leyes chilenas exigen instrumentos públicos para pruebas que han de
rendirse y producir efecto en Chile, no valen las escrituras privadas cualquiera que
sea la fuerza de ellas en el país en que hayan sido otorgadas (C. Civil, artículo 18).
Esta disposición no es una excepción a la regla locus regit actum porque no se refiere
a los instrumentos públicos y a las escrituras privadas como formas o solemnidades de
un acto jurídico, sino como prueba de éste. Por tal razón estimamos que no se puede,
como hacen algunos, concordar el citado artículo 18 con el artículo 1701 del mismo
Código Civil que dice que “la falta de instrumento público no puede suplirse por otra
prueba en los actos y contratos en que la ley requiere esa solemnidad; y se mirarán
como no ejecutados o celebrados...”. En este precepto el instrumento público está
considerado como solemnidad constitutiva de un acto jurídico y no sólo como una
simple prueba del mismo y por eso si falta dicho instrumento el acto se mira como no
ejecutado o celebrado.
111
ANTONIO VODANOVIC H.
Así se ha deducido de la norma del Código Civil que da valor en Chile a las
estipulaciones contenidas en los contratos otorgados válidamente en país extraño (art.
16 inciso 2°).
La excepción de la regla que aplica a los requisitos internos la ley del país en que
el acto se otorga se halla establecida en el precepto que somete a la ley patria la
capacidad y el estado de los chilenos que ejecutan ciertos actos en el extranjero que
han de tener efecto en nuestro país (C. Civil, art. 15 N° 1). Analizamos dicho precepto
en el N° 204 de esta obra (“Excepciones al principio de territorialidad”) al cual nos
remitimos.
211. Ley que rige los efectos de los contratos otorgados en el extranjero.
Los contratos válidamente otorgados en país extraño producen efectos en Chile,
es decir, los derechos y obligaciones que ellos engendran pueden hacerse valer en
nuestro país; pero para cumplirse en él deben arreglarse a la ley chilena (C. Civil, art.
16 incisos 2° y 3°).
Que esos efectos (los derechos y obligaciones derivados del contrato) deben
arreglarse a la ley chilena, quiere decir que han de conformarse a ésta. Si, por
ejemplo, en el país extranjero en que se celebró cierta compraventa de un bien raíz, el
dominio del mismo pasa por la sola virtud del contrato al comprador, en Chile no
ocurrirá de ese modo, sino que será necesario inscribir dicho contrato en el Registro
del Conservador de Bienes Raíces, por-que en nuestro país la transferencia del
dominio de los inmuebles situados en Chile se efectúa mediante tal inscripción.
PARTE GENERAL
113
SECCION TERCERA
RELACIONES JURIDICAS, SITUACIONES JURIDICAS
Y DERECHO SUBJETIVO
Capítulo XII
LA RELACION JURIDICA
212. Concepto.
Por relación jurídica se entiende toda relación entre personas regulada por el
derecho objetivo. Puntualizando más el concepto se dice que relación jurídica es la
relación entre el titular de un interés jurídicamente protegido (sujeto activo de la
relación) y la persona o personas obligadas a realizar o respetar aquel interés, (sujeto
pasivo de la la relación). Por ejemplo, es jurídica la relación entre el acreedor de una
suma de dinero y el obligado a pagarla. También es jurídica la relación entre el
propietario de una cosa y los demás miembros de la sociedad, todos los cuales tienen
el deber de no impedir u obstaculizar el libre ejercicio de ese derecho. Los ejemplos
podrían multiplicarse, pero basta con los dos citados para formarse clara idea del
asunto.
214. Clasificaciones.
Los autores han forjado múltiples clasificaciones de las relaciones jurídicas.
Algunas de escaso valor práctico y otras muy trabajosas o confusas. Nosotros nos
limitaremos a exponer solo tres útiles y claras.
a) Considerando el objeto de las relaciones jurídicas, éstas se distinguen en
personales y reales.
Las personales tienen por objeto una persona o un bien estrictamente personal
(vida, honor, integridad física).
Las relaciones jurídicas patrimoniales tienen por objeto un bien de valor
económico (derechos reales y derechos de crédito). Nótese que la persona ajena
cuando constituye el objeto de un derecho o de la relación jurídica no lo es como
objeto de rela-ciones patrimoniales, al estilo de los esclavos, sino que de una relación
que tiene una finalidad compatible con la naturaleza humana, como ocurre en las
relaciones personales entre cónyuges, las de patria potestad y las de tutela.
Los bienes personales pueden constituir objeto de las relaciones jurídicas, porque
aun cuando dichos bienes (la vida, la integridad física, el honor) no existen separada y
distintamente de la persona viva, íntegra y honrada, la verdad es que para los fines
prácticos del derecho se pueden considerar útilmente como objetos específicos de la
tutela o protección de la persona en lo que se relaciona con su vida, su integridad y su
honor. Como esos bienes participan de la misma personalidad no pueden adoptar la
figura de objeto sino en relaciones jurídicas cuyo fin sea la tutela de la personalidad
correspondiente.
b) Atendiendo a los entes a los cuales se dirige el poder que implica toda relación,
surge otra clasificación: si el poder puede dirigirse directa e inmediatamente sobre
una cosa, la relación es real; si el poder sólo puede dirigirse hacia una persona, la
relación es personal. Esto no significa que una relación real, cuando es desconocida o
violada, no dé poder para dirigirse hacia las personas que no la han respetado.
c) Según que el sujeto pasivo sea indeterminado o determinado, la relación
jurídica es absoluta o relativa.
La relación jurídica absoluta se establece entre el titular y todas las demás
personas en general; da lugar a un derecho absoluto el cual implica un poder del
titular frente a todo el mundo (erga omnes). Todos los sujetos que no constituyen el
titular del derecho tienen el deber general y negativo de no turbar el ejercicio del
derecho mismo. En abstracto o potencialmente la acción que corresponde puede
dirigirse contra todos; en concreto o actualmente y en la práctica se hace valer contra
el infractor del derecho. Son absolutos los derechos de la personalidad (el derecho al
nombre, por ejemplo), la mayor parte de los derechos de familia (parentesco, filiación)
y todos los derechos reales (propiedad, usufructo, servidumbre).
Relación jurídica relativa es aquella que se establece entre el titular y una o más
personas determinadas. Es la que da lugar al derecho relativo, que es el que permite
hacer valer el poder del titular únicamente contra las personas determinadas que han
contraído la relación. El deber de esas personas determinadas se traduce en la
necesidad de hacer o no hacer alguna cosa. Los derechos relativos se reducen a los
llamados derechos personales o de crédito.
Más adelante nos explayaremos sobre las nociones de derechos personales o de
crédito y derechos reales.
engendran exclusivamente relaciones jurídicas. Para que surja una relación jurídica es
necesario que el hecho de esta naturaleza ponga en correlación de poder y deber a
dos personas; de lo contrario, el hecho jurídico no dará nacimiento a una relación
jurídica, sino a cualquiera otra consecuencia jurídica. Por ejemplo, la muerte no crea
una de esas relaciones entre el causante y el heredero, porque no se establece entre
ellos una correlación de poder y deber. Sin embargo, surgen otras consecuencias de
derecho, como la situación jurídica del heredero del difunto, o la del estado civil de
viudo, si la persona fallecida era cónyuge del sobreviviente.
Los hechos jurídicos del hombre capaces de crear relaciones jurídicas pueden ser
actos lícitos o ilícitos. Los primeros son aquellos cuyo contenido se ajusta a las
prescripciones de las leyes. Por ejemplo, los contratos que tienen causa y objeto
lícitos. Actos ilícitos son “aquellos que tienen por contenido o evento la lesión injusta
de un interés ajeno”, como ocurre, entre otros, con los delitos y cuasidelitos. Todas
estas nociones serán desarrolladas oportunamente.
117
Capítulo XIII
LAS SITUACIONES JURIDICAS
216. Noción; el supuesto de hecho.
La relación jurídica no es sino una figura –la más importante– de una categoría
más amplia, la de las situaciones jurídicas.
Para aclarar este concepto es previo referirse al llamado supuesto de hecho. Bien
sabido es que la norma jurídica prevé hechos o situaciones-tipo que, al verificarse, se
les enlazan o conectan efectos jurídicos previstos en la misma norma. Esos hechos o
situaciones-tipo reciben el nombre de supuestos de hecho. Aclaremos el punto con un
ejemplo. El recibir una suma de dinero en préstamo (supuesto de hecho) origina el
deber de restituirla (consecuencia jurídica. El hecho de cumplir 18 años (supuesto de
hecho) trae consigo la capacidad de ejercicio, o sea, la aptitud de una persona para
poder obligarse por sí misma, sin el ministerio o la autorización de otra (tal capacidad
es la consecuencia jurídica del supuesto de hecho de cumplir los 18 años de edad).
Ahora bien, cuando el supuesto se realiza, un cambio se produce en el mundo de los
fenómenos jurídicos: al estado de cosas preexistentes se sustituye, según la valuación
hecha por el ordenamiento jurídico, un estado diverso, una situación jurídica nueva.
Esta situación puede consistir o en una relación jurídica o en la calidad de persona
(capacidad, incapacidad, calidad de cónyuge, etc.) o de cosas (inmuebles por
destinación, inalienabilidad de un bien, etc.1
219. b) La potestad.
La potestad es el poder atribuido a un sujeto, no en interés propio, sino para
realizar un interés ajeno.
El poder se asigna al titular en razón de la función que desempeña, conexa a un
cargo, a un oficio u otra situación determinada. El poder que tiene un Ministro de
Estado lo tiene en interés de la colectividad y no en el de su persona. De la misma
manera, en el campo del derecho privado, los poderes del padre respecto del hijo o
del guardador respecto del pupilo se conceden en interés de los que están bajo
potestad y no en el de los que ejercen ésta. Como las potestades son al mismo tiempo
deberes, suelen denominarse “poderes-deberes”.
1
Andrea Torrente e Piero Schlesinger, Manuale di Diritto Privato,
Privato, 1981, pág. 62.
220. c) La facultad.
Las facultades han sido definidas como manifestaciones del derecho subjetivo que
no tienen carácter autónomo, sino que están comprendidas en éste. Forman el
contenido del derecho subjetivo y representan manifestaciones concretas del mismo,
como el uso, el goce y la disposición que comprende la propiedad o derecho de
dominio. Son irradiaciones del poder sustancial que constituye un derecho subjetivo y
permiten al titular de éste realizar actos que lo actúan y hacen tangible en la práctica.
La posibilidad de impedir que extraños entren en su dominio, es una facultad del
propietario, como lo es la de cerrar por todas partes el sitio que le pertenece o
destruir una cosa que considera inútil, etc.
Resulta, pues, que para proteger el derecho subjetivo por nacer o adquirirse
(derecho definitivo) se otorga otro para proteger el advenimiento de este último. El
derecho protector es provisorio, porque dura hasta que nazca o se adquiera el
definitivo.
Las mismas ideas anteriores se contienen, según veremos más adelante, en la
teoría del derecho eventual (infra N° 242, “Derechos eventuales y derechos
condicionales”).
121
ANTONIO VODANOVIC H.
otra también determinada (el acreedor), como consecuencia de la relación jurídica (la
obligación) que la liga a ésta.
La deuda es, pues, una especie de deber jurídico. Este, en sentido amplio, se
define como la necesidad de conformar nuestra conducta al mandato de la regla de
derecho. Psicológicamente somos libres para observar el comportamiento requerido
por las normas jurídicas, pero si no lo hacemos nos exponemos a la sanción.
Por otro lado, según una tendencia el nombre de obligación sólo conviene cuando
el comportamiento exigido al deudor, la prestación, es valuable en dinero
(transferencia de la cosa vendida en la compraventa, servicios prestados por el
mandatario al mandante, etc.); pero no cuando falta el carácter pecuniario o no es
calificador, cual ocurre con los deberes de fidelidad y cuidado de los cónyuges, o los
de obediencia y respeto de los hijos a los padres, casos todos en que el
comportamiento de los obligados tiene carácter esencialmente personal. Incluso la
obligación de alimentos considerada en sí misma es un deber personal por sobre todo,
y los auxilios económicos en que se resuelve (pensiones alimenticias) no son sino una
forma de exteriorizar los cuidados que se deben prodigar a los alimentarios,
generalmente parientes cercanos o personas a las cuales se debe una incuestionable
gratitud.
En algunos países al deber del obligado que tiene contenido económico se le da
un nombre distinto del deber en que el contenido no es pecuniariamente valuable. Por
ejemplo, en Italia se reserva el nombre de obligación al primero y de obbligo al
segundo. En otros países se emplea a veces simplemente el nombre de deber para
referirse al último, y así se habla del deber de fidelidad de los cónyuges. Sin embargo,
en todas partes la terminología a menudo no es respetada y se usa la palabra
obligación para referirse a unos y otros deberes. El asunto, por lo demás, no tiene
importancia práctica; sólo sirve para precisar conceptos.
228. d) La carga.
En la lengua del derecho la palabra car-ga tiene numerosas acepciones: tributo,
imposición, modo que restringe las liberalidades de hacer algo para satisfacer un
interés propio. Este último sentido es el que ahora toca precisar, aunque ya lo
hayamos considerado en otro lugar.
Nadie ignora que la ley no impone directamente al actor o demandante de un
juicio probar los hechos constitutivos de la demanda, es decir, el hecho o el acto
jurídico sobre el cual funda su pretensión; ninguna sanción le impone si no
proporciona la prueba. Pero la ley condiciona el acogimiento de la demanda a la
demostración de los hechos que constituyen su fundamento. Del mismo modo, si se ha
celebrado pacto de retroventa, el vendedor puede o no reembolsar al comprador la
cantidad estipulada; pero si quiere recuperar la cosa necesariamente deberá hacer el
reembolso. La prueba, en el primer ejemplo, y el reembolso en el segundo no son
obligaciones, porque si se realizan no es para satisfacer el interés de otro, sino el
propio. Y en esto consiste la diferencia esencial entre una y otra figura: la obligación
es un sacrificio en interés ajeno (en el del acreedor); la carga, en uno propio. Por eso
esta última se ha definido como la necesidad de un comportamiento para realizar o
satisfacer un interés propio.
Nota común de la obligación y la carga es la necesidad, el imperativo de hacer
algo; pero mientras el imperativo de la primera es absoluto, que debe ser respetado
en todo caso (imperativo categórico), el de la segunda es sólo condicional, representa
una necesidad práctica que sirve como medio para alcanzar el fin que se pretende
(imperativo hipotético): “Prueba los hechos en que fundas tu demanda, si quieres que
ella sea acogida”.
229. e) La responsabilidad.
La responsabilidad no es sino un deber jurídico sucedáneo de un deber primario.
Es la sujeción a la sanción contenida en la norma violada o, como dicen otros, es la
sujeción a los efectos reactivos del ordenamiento jurídico dimanante del
incumplimiento de un deber anterior. Explícase que primero aparece el deber;
después, sucesiva y condicionalmente al incumplimiento, la responsabilidad por no
haber cumplido. Tal responsabilidad no es sino, a su vez, una obligación, un débito
ulterior, el de reparar la consecuencia del incumplimiento de un primer débito o de
una primera obligación3.
123
ANTONIO VODANOVIC H.
4
En este sentido: Rubino, "La responsabilitá patrimoniale", Torino, 1949, págs. 6 y siguientes.
127
ANTONIO VODANOVIC H.
concesión minera, distinto e independiente del dominio del predio superficial, aunque
tengan un mismo dueño (art. 2°). Otro ejemplo de derecho real es el derecho de
aprovechamiento de las aguas. Al respecto el Código de Aguas empieza por decir que
“las aguas son bienes nacionales de uso público y se otorga a los particulares el
derecho de aprovechamiento de ellas, en conformidad a las disposiciones del presente
Código”. Agrega en seguida que “el derecho de aprovechamiento es un derecho real
que recae sobre las aguas y consiste en el uso y goce de ellas, con los requisitos y en
conformidad a los reglas que prescribe este Código. El derecho de aprovechamiento
sobre las aguas es de dominio de su titular, quien podrá usar, gozar y disponer de él
en conformidad a la ley” (arts. 5° y 6°).
patrimonio mismo o una parte o cuota intelectual de él, y, como se sabe, el patrimonio
es una cosa incorporal o, mejor, una abstracción jurídica.
Otra característica del derecho de herencia es su duración limitada. Su misión
práctica es servir como enlace o vínculo de continuidad entre el derecho de dominio
ejercido por el difunto sobre sus bienes y el que ejercerá el heredero o los herederos
una vez que les sean adjudicados dichos bienes. La herencia tiene, pues, carácter
provisional y está condenada a ser reemplazada por el derecho de dominio, una vez
producida la singularización de los bienes en el patrimonio de los herederos
adjudicatarios.
3) Derechos de usufructo, uso y habitación. El derecho de usufructo es un derecho
real que consiste en la facultad de gozar de una cosa con cargo de conservar su forma
y sustancia, y de restituirla a su dueño, si la cosa no es fungible; o con cargo de volver
igual cantidad y calidad del mismo género, o de pagar su valor, si la cosa es fungible
(C. Civil, art. 764).
El uso y la habitación no son más que usufructos restringidos; son derechos reales
menos amplios que el usufructo. El derecho de uso es un derecho real que consiste,
generalmente, en la facultad de gozar de una parte limitada de las utilidades y
productos de una cosa. Si se refiere a una casa, y a la utilidad de morar en ella, se
llama derecho de habitación (C. Civil, art. 811).
El derecho de usufructo supone dos derechos coexistentes: el del nudo propietario
y el del usufructuario. Tiene, por consiguiente, una duración limitada, al cabo de la
cual pasa del usufructuario al nudo propietario, y se consolida con la propiedad (C.
Civil, art. 765).
4) Servidumbre activa. Servidumbre predial, o simplemente servidumbre, es un
gravamen impuesto sobre un predio en utilidad de otro predio de distinto dueño. Se
llama predio sirviente el que sufre el gravamen, y predio dominante el que reporta la
utilidad. Con respecto al predio dominante la servidumbre se llama activa, y con
respecto al predio sirviente, pasiva (C. Civil, arts. 820 y 821).
Las servidumbres o son naturales, que provienen de la natural situación de los
lugares, o legales, que son impuestas por la ley, o voluntarias, que son constituidas
por un hecho del hombre (C. Civil, art. 831).
Ejemplo de una servidumbre legal es la de tránsito; a ella se refiere el Código
Civil al preceptuar que “si un predio se halla destituido de toda comunicación con el
camino público por la interposición de otros predios, el dueño del primero tendrá
derecho para imponer a los otros la servidumbre de tránsito, en cuanto fuere
indispensable para el uso y beneficio de su predio, pagando el valor del terreno
necesario para la servidumbre y resarciendo todo otro perjuicio” (art. 847).
5) El censo. El Código Civil dice que “se constituye un censo cuando una persona
contrae la obligación de pagar a otra un rédito anual, reconociendo el capital
correspondiente, y gravando una finca suya con la responsabilidad del rédito y del
capital. Este rédito se llama censo o canon; la persona que le debe, censuario, y su
acreedor, censualista” (art. 2022).
En otras palabras, el censo es la obligación que una persona contrae por haber
recibido un capital o reconocer que lo adeuda, obligación que consiste en pagar un
rédito a otra persona, gravando en garantía del rédito y del capital una finca de su
propiedad. Ejemplo: Primus vende un fundo a Secundus en cincuenta millones de
pesos, conviniéndose que esta suma quede en poder del comprador Secundus, el cual
constituye un censo, es decir, se obliga a pagar un rédito anual al vendedor Primus,
gravando en garantía la finca. También puede Primus donar cincuenta millones de
pesos a Secundus para que éste constituya un censo a su favor.
El derecho de censo es personal en cuanto puede dirigirse contra el censuario,
aunque no esté en posesión de la finca acensuada, y real en cuanto se persiga ésta (C.
Civil, art. 579).
129
ANTONIO VODANOVIC H.
Por regla general todos los derechos pueden transferirse y transmitirse; hacen
excepción los derechos que se hallan íntimamente ligados a la persona del titular que
no pueden sufrir un cambio de sujeto o cuando menos no lo pueden sufrir sin
desnaturalizarse, y por eso se llaman derechos personalísimos. Entre estos se
cuentan: 1) los derechos que forman el contenido de la personalidad; 2) los derechos
inherentes al estado y capacidad de las personas; 3) los derechos de familia; 4) ciertos
derechos patrimoniales que van ligados estrechamente a la persona del titular, como
son los derechos de uso y habitación.
131
ANTONIO VODANOVIC H.
1
Torrente e Schlesinger, Manuale di Diritto Privato,
Privato, Milano, 1981, párrafo 27, pág. 70.
133
ANTONIO VODANOVIC H.
2
Ruggiero, obra citada, tomo I, pág. 236.
3
Ruggiero, obra citada, tomo I, pág. 236.
135
ANTONIO VODANOVIC H.
5
Paulino Alfonso,
Alfonso, Explicaciones de Código Civil,
Civil, Santiago, 1882, pág. 84.
6
Ruggiero, obra citada, tomo I, pág. 237
7
Idem.
presencia de una subrogación real, que es una figura jurídica que importa la
substitución de una cosa por otra, de una prestación por otra.
Las modificaciones cuantitativas son aquellas en que el objeto o elemento real de
un derecho se incrementa (por edificación en un terreno el dominio que me
corresponde aumenta; por consolidación del usufructo con la nuda propiedad ésta se
convierte en plena) o disminuye (el acreedor en una quiebra recibe menos de lo que
se le debe).
137
ANTONIO VODANOVIC H.
1
Josserand, obra citada, tomo I, pág. 118.
2
De la responsabilidad extracontractual en el Código Civil Chileno, 1ª1edición, Santiago, 1943, Nº 171,
p. 261. La 2ª edición fue publicada por la Editorial Ediar ConoSur Ltda.
3
C. Apelaciones de Santiago, 27 julio 1943, R. tomo 41, sec. 2ª, p. 1.
139
ANTONIO VODANOVIC H.
Capítulo XV
CONCEPTO Y CLASES DE SUJETOS DEL
DERECHO
260. Concepto de sujeto de derecho y clases.
Toda relación jurídica supone, a lo menos, dos sujetos, uno activo, titular de un
poder, y otro pasivo, titular de un deber u obligación.
En general, reciben el nombre de sujetos de derecho todos los seres que,
conforme al ordenamiento legal, están dotados de capacidad jurídica, llamada
también capacidad de goce, o sea, aptitud para tener derechos y obligaciones. Son de
dos clases: personas naturales o físicas y personas jurídicas o morales.
períodos enunciados es gratuita para los indigentes en todos los establecimientos del
Servicio Nacional de Salud (artículo 16 y 17). Por su lado el Código del Trabajo, en
uno de sus preceptos, da derecho a las trabajadoras a un descanso de maternidad de
seis semanas antes del parto y doce semanas después de él (artículo 195). Todo esto
va en pro de la mujer y de su hijo que está por nacer.
264-a. Protección de los derechos eventuales del que está por nacer.
El ordenamiento jurídico protege no sólo la vida del nasciturus, o sea, del que está
por nacer, sino también sus intereses, los derechos que le corresponderían si nace
vivo. Desde el Derecho Romano reina el principio de que el que ha de nacer se
considera nacido para todo lo que le favorece. Se habla de los derechos eventuales del
nasciturus, eventuales porque están sujetos al evento de que la criatura adquiera
existencia legal. No debe creerse por tanto que la palabra eventuales significa que
esos derechos son eventuales en el sentido que le da la doctrina francesa que antes se
analizó. Los derechos del que está por nacer son eventuales simplemente porque
están sujetos a un evento o contingencia, el que el concebido nazca vivo.
El Código Civil dice que “los derechos que se deferirían a la criatura que está en
el vientre materno si hubiese nacido y viviese, estarán suspensos hasta que el
nacimiento se efectúe. Y si el nacimiento constituye un principio de existencia, entrará
el recién nacido en el goce de dichos derechos, como si hubiese existido al tiempo en
que se defirieron”. En el caso de la criatura que muere en el vientre materno o perece
antes de estar completamente separada de su madre, o no sobrevive a la separación
un momento siquiera, pasarán estos derechos a otra persona como si la criatura no
hubiese jamás existido (art. 77).
De acuerdo con este artículo, si la criatura nace viva, se retrotrae su nacimiento
para el efecto de los derechos de que aquí se trata al instante en que pueda
presumírsele concebida; si nace muerta, se estima que la criatura jamás ha existido.
Nótese que la norma en comento tiene por supuesto que la criatura esté
concebida en el momento en que se le defieren ciertos derechos. Esto tiene
importancia sobre todo en materia de herencia. Para ser capaz de suceder por causa
de muerte es necesario existir al tiempo de abrirse la sucesión, o sea, a la muerte del
causante (artículo 962). Sin embargo, para suceder, no es necesaria la existencia
legal, basta la biológica o natural, según se desprende del citado artículo 77 del
Código Civil.
Aun hay casos excepcionales en que para suceder no es necesario siquiera estar
concebido; su disciplina distinta corresponde estudiarla dentro del Derecho Sucesorio.
266. ¿Qué clase de derecho es el que tiene la criatura que está por nacer?-
No puede ser, como algunos han creído, un derecho bajo condición suspensiva,
porque bajo esa condición tienen las personas el derecho que adquirirían en caso de
que el niño no naciera vivo; si el derecho es suspensivo para aquéllas no lo puede ser
también para el que está por nacer, porque es jurídicamente inconcebible que
derechos contrapuestos estén sujetos a una misma especie de condición.
Tampoco el derecho del que está por nacer existe bajo condición resolutoria,
porque esta condición implica un derecho actual y según el mismo legislador los
derechos del hijo póstumo se miran como futuros, pues habla de “los bienes que han
de corresponder” a ese hijo (C. Civil, art. 485). Además, de aceptarse que el derecho
de la criatura está subordinado a condición resolutoria querría decir que un ente que
no es persona puede adquirir bienes.
145
ANTONIO VODANOVIC H.
271. Calidad de hijo matrimonial del ser que nace como resultado de la
fecundación artificial.
Cuando los gametos fusionados en la fecundación artificial son del marido y la
mujer, no hay problema sobre la calidad matrimonial del hijo; la duda nace cuando
una de esas células o ambas son extrañas. Dentro de la legislación chilena, y supuesto
que ambos cónyuges hayan estado de acuerdo en la “operación”, debe aceptarse la
calidad matrimonial del hijo. En efecto, la Ley de Adopción de Menores concede al
adoptado el estado de hijo de los adoptantes, haciendo caducar los vínculos de la
filiación de origen del adoptado (ley N° 19.620, de 5 de agosto de 1999, artículos 1°
inciso segundo y 37). Ahora bien, si se puede tener como hijo de los cónyuges
adoptantes a un individuo en cuya gestación y nacimiento en nada contribuyeron sus
padres adoptivos desde el punto de vista orgánico o biológico, con mayor razón debe
aceptarse el carácter matrimonial del hijo cuando alguna de aquella contribución
hubo.
2
Véase Juan Cristóbal Gumucio S., Procreación Asistida. Un análisis a la luz de la legislación chilena.
Santiago, 1977
147
ANTONIO VODANOVIC H.
149
ANTONIO VODANOVIC H.
277. Comurientes.
El determinar con precisión el momento en que una persona muere, puede tener
gran importancia jurídica sobre todo en materia sucesoria. En efecto, puede acontecer
que dos personas llamadas a sucederse recíprocamente o una a la otra, mueran sin
que se sepa el deceso de cuál de ellas fue primero. Surge en este caso el problema de
los comurientes.
La situación de los herederos o de los bienes queda subordinada a la
demostración de la prioridad del fallecimiento de una persona u otra. Pero si no se
logra demostrar la premoriencia de ninguna, ¿qué persona deberá estimarse que
murió primero?
Al respecto nuestro Código Civil, siguiendo la pauta del Derecho Romano,
establece que “si por haber perecido dos o más personas en un mismo
acontecimiento, como en un naufragio, incendio, ruina o batalla, o por otra causa
cualquiera, no pudiere saberse el orden en que han ocurrido sus fallecimientos, se
procederá en todo caso como si dichas personas hubiesen perecido en un mismo
momento, y ninguna de ellas hubiese sobrevivido a las otras” (artículo 79).
El criterio del legislador chileno es el más sencillo y justo; en un accidente, o en
cualquier otra circunstancia, la muerte se acerca a las personas al azar y no
considerando el sexo o la edad de los individuos. De ahí que si no es posible probar la
anterioridad de la muerte de uno con respecto a otro, el sentido común y la equidad
abogan por el temperamento de nuestro Código.
C. MUERTE PRESUNTA
281. Concepto.
Muerte presunta es la declarada por el juez, en conformidad a las reglas legales,
respecto de un individuo que ha desaparecido y de quien se ignora si vive o no.
Su nombre se explica: el juez, partiendo de ciertos antecedentes, presume la
muerte de la persona. Por eso también puede llamarse presunción de muerte por
desaparecimiento. Dos circunstancias conocidas dan base a la presunción legal: la
ausencia o desaparecimiento de la persona por largo tiempo del lugar de su domicilio,
y la carencia de noticias de esa misma persona.
En realidad si un sujeto desaparece de su domicilio y transcurre un largo tiempo
sin que dé noticias de su paradero, lógico es pensar que el sujeto ha muerto, porque,
dentro de las relaciones de familia y amistad, apenas puede concebirse que no
mantenga comunicaciones con los suyos, sobre todo si tiene bienes en el lugar desde
el cual ha desaparecido.
151
ANTONIO VODANOVIC H.
Transcurridos cinco años desde la fecha de las últimas noticias, el juez debe
conceder la posesión provisoria de los bienes del desaparecido. Durante esos cinco
años se mira el desaparecimiento como mera ausencia y de los intereses del
desaparecido toca cuidar a sus apoderados o representantes legales (C. Civil, art. 81,
N° 6° segunda parte, y art. 83). Si no hay apoderados o representantes, procede
nombrar un curador de los bienes del ausente (C. Civil, arts. 473 y siguientes).
4
Paulino Alfonso, Explicaciones de Código Civil. Destinadas a los estudiantes del ramo en la Universidad
de Chile, Santiago, 1882, pág. 211.
153
ANTONIO VODANOVIC H.
287. Caso de la persona herida en una guerra o que le sobrevino otro peligro
semejante.
Si de dicha persona después no se ha sabido más y han transcurrido desde
entonces cinco años y practicadas la justificación y citaciones de que se habló al
tratarse el período de mera ausencia, el juez debe fijar como día presuntivo de la
muerte el de la acción de guerra o peligro, o, no siendo enteramente determinado ese
día, ha de adoptar un término medio entre el principio y el fin de la época en que pudo
ocurrir el suceso, y debe conceder inmediatamente la posesión definitiva de los bienes
del desaparecido (C. Civil, art. 81 N° 7°). En este caso se concede la posesión
definitiva sin posesión provisoria previa; la razón está en las circunstancias en que ha
ocurrido el desaparecimiento, que contribuyen a robustecer la convicción de la
muerte del ausente.
5
Ha de observarse que la ley que creó la Caja de Previsión de la Marina Mercante Nacional dice,
respecto a sus imponentes:
"La pensión de montepío se defiere el día del fallecimiento.
En caso de pérdida o naufragio de una nave, de muerte por sumersión o por otro accidente marítimo o
aéreo, si no ha sido posible recuperar los restos del imponente, podrá acreditarse el fallecimiento, para
todos los efectos de esta ley, con un certificado expedido por la Dirección del Litoral y de Marina Mercante
o la Dirección de Aeronáutica, según proceda, que establezca la efectividad del hecho, la circunstancia de
que el causante formaba parte de la tripulación o del pasaje y que determine la imposibilidad de recuperar
sus restos, que permita establecer que el fallecimiento se ha producido a consecuencia de dicha pérdida,
naufragio o accidente" (ley Nº 6.037, de 5 de marzo de 1937, art. 32, inciso 2º, conforme al texto que le dio
el artículo 92 de la ley Nº 16.744, de 1º de febrero de 1968).
290. Enumeración.
El decreto de posesión definitiva produce los efectos que a continuación se
indican.
1° Si no ha precedido posesión provisoria, por el decreto de posesión definitiva se
abre la sucesión del desaparecido según las reglas generales (C. Civil, art. 90, inciso
final).
2° El decreto de posesión definitiva autoriza la repartición de los bienes del
desaparecido entre los herederos, lo mismo que en el caso de verdadera muerte. Los
poseedores provisorios, que sólo administraban y usufructuaban los bienes, pasan a
ser verdaderos propietarios. Al mismo tiempo se cancelan las cauciones y cesan las
restricciones que antes tenían, que les impedía vender o gravar los bienes (C. Civil,
art. 90, incisos 1° y 2°).
3° Decretada la posesión definitiva, todos los que tienen derechos subordinados a
la muerte del desaparecido, pueden hacerlos valer como en el caso de verdadera
muerte (C. Civil, art. 91). Así, el legatario puede reclamar la cosa legada; el
fideicomisario, la cosa de la cual el desaparecido era propietario fiduciario; el nudo
propietario, la cosa de que era usufructuario el desaparecido, etc.
4° Se hace la partición de bienes en conformidad a las reglas generales que rigen
esta materia.
5° Finalmente, es efecto del decreto de posesión definitiva la disolución del
matrimonio del desaparecido. Al respecto, la Ley de Matrimonio Civil dice: “Se
disuelve también el matrimonio por la muerte presunta de uno de los cónyuges, si,
cumplidos cinco años desde las últimas noticias que se tuvieren de su existencia, se
probare que han transcurrido setenta desde el nacimiento del desaparecido. Se
disolverá, además, transcurridos que sean quince años desde la fecha de las últimas
noticias, cualquiera que fuere, a la expiración de dichos quince años, la edad del
desaparecido, si viviere” (art. 38).
En el caso de los desaparecidos en accidentes de navegación o aeronavegación (C.
Civil, art. 81 N° 8°), el matrimonio se disuelve transcurridos dos años desde el día
presuntivo de la muerte (Ley de Matrimonio Civil, art. 38, inciso 2°).
155
ANTONIO VODANOVIC H.
157
Capítulo XVII
ATRIBUTOS DE LAS PERSONAS NATURALES
A. IDEA GENERAL
B. CAPACIDAD DE GOCE
300. Concepto.
La capacidad de goce, llamada también capacidad jurídica, es la aptitud para ser
sujeto de derechos y obligaciones.
Se adquiere desde el nacimiento y, en el mundo de nuestros días, de ella están
dotados todos los seres humanos, sin excepción. No ocurría lo mismo en la antigüedad
en que había hombres que no eran personas, que no eran sujetos de derechos sino
objetos de los mismos, como una cosa: los esclavos.
La capacidad de goce se confunde con la personalidad. La personalidad no es sino
la aptitud para ser titular de derechos y obligaciones, o sea, estar dotado de
capacidad de goce.
Debe distinguirse la capacidad de goce de la capacidad de ejercicio, llamada
también capacidad de obrar. Consiste en la idoneidad del sujeto para ejercitar por sí
solo, con su propia voluntad, los derechos subjetivos y contraer obligaciones. Nuestro
Código Civil se refiere a esta capacidad cuando dice que “la capacidad legal de una
persona consiste en poderse obligar por sí misma, y sin el ministerio o la autorización
de otra” (art. 1445 inciso 2°).
Un recién nacido que hereda a su padre muerto con anterioridad tiene capacidad
de goce, adquiere los derechos y obligaciones que tenía su padre; pero,
evidentemente, no tiene capacidad de ejercicio, pues por sí solo, con su propia
voluntad, no puede ejercitar derechos y contraer obligaciones.
C. NACIONALIDAD
301. Generalidades.
Jurídicamente, la nacionalidad es el vínculo que liga a una persona a un Estado
determinado y que crea deberes y derechos recíprocos.
El Código Civil se limita a señalar que son chilenos los que la Constitución del
Estado declara tales. Los demás son extranjeros (art. 56).
La doctrina jurídica, considerando a los habitantes de un Estado, manifiesta que
extranjero es la persona que transitoria o permanentemente se encuentra en un país
distinto del suyo de origen o de adopción, o que es apátrida (sin patria o
nacionalidad). No se califican como extranjeros aquellos que se nacionalizan en el
Estado en que residen, es decir, que adoptan formalmente la nacionalidad de dicho
Estado o éste se las atribuye. El estudio de la adquisición y pérdida de la nacionalidad
chilena es resorte del Derecho Constitucional y del Derecho Internacional Privado.
Nosotros debemos estudiar sólo la influencia de la nacionalidad en la adquisición y
goce de los derechos civiles, o sea, los derechos que la ley concede para la realización
de un interés privado del sujeto. Los derechos civiles se hallan en contraposición a los
derechos públicos que, como los políticos, se otorgan para la realización de un interés
público.
Nuestras leyes no reconocen diferencia entre el chileno y el extranjero en cuanto
a la adquisición y goce de los derechos civiles reglados por el Código Civil (art. 57 de
éste). Se reafirma este principio en otra disposición del mismo Código, de acuerdo con
la cual “los extranjeros son llamados a las sucesiones abintestato (sin testamento)
abiertas en Chile de la misma manera y según las mismas reglas que los chilenos”
(art. 997).
La afirmación igualitaria del Código Civil si bien en principio es exacta, tiene
algunas excepciones. Por eso habría sido mejor decir que el extranjero goza de los
mismos derechos civiles que el nacional, salvo reservas de disposiciones legales
expresas.
Entre esas excepciones se cuentan las que, por vía de ejemplo, a continuación
citamos, advirtiendo previamente que la mayoría de ellas no excluye al extranjero por
su condición de tal sino por carecer de domicilio en Chile.
1) La ley chilena sigue al chileno en país extraño en cuanto a las obligaciones y
derechos que nacen de las relaciones de familia pero sólo con respecto de su cónyuge
y parientes chilenos (C. Civil, art. 15 N° 2°).
1
El texto refundido de la Ley General de Pesca ha sido modificado por las leyes Nº 19.323, de 18 de
agosto de 1994; Nº 19.348, de 16 de noviembre de 1994; Nº 19.364, de 6 de enero de 1995, y Nº 19.384, de
13 de mayo de 1995. Por cierto, ninguna de estas modificaciones altera los artículos citados por nosotros.
161
ANTONIO VODANOVIC H.
del mismo país o cuyo control efectivo se encuentre en manos de nacionales de esos
países.
El presidente de la República, mediante decreto supremo fundado en razones de
interés nacional, puede eximir, nominativa y expresamente, a nacionales de países
limítrofes, de la prohibición precedente y autorizarlos para adquirir o transferir el
dominio u otros derechos reales o posesión o tenencia de uno o más inmuebles
determinados, situados en zonas fronterizas.
Las autorizaciones en referencia no confieren privilegio de ninguna especie; no
pudiendo invocarse pretexto alguno para sustraerse de las leyes chilenas y de la
jurisdicción de los tribunales nacionales. (Decreto ley N° 1.939, citado anteriormente,
art. 7°, modificado por las leyes N°s. 18.255 y 19.256, incisos 1°, 2°, 3° y 5°). Este
artículo 7° tiene un Reglamento especial. Fue establecido por el decreto N° 232, de
Relaciones Exteriores, y aparece publicado en el Diario Oficial de 15 de abril de 1994.
D. EL NOMBRE
302. Definición.
Nombre civil es el conjunto de palabras que, en la vida social y jurídica, designa e
individualiza a las personas. Está compuesto por el nombre propio o de pila y el
nombre en sentido estricto, llamado patronímico, de familia o apellido.
2
Josserand, Cours de Droit Civil Positif Francais, tomo I, París, 1938, pág. 149, Nº 207.
3
Marcel Planiol, Traité Elémentaire de Droit Civil, Tomo I, 9ª edición, Nº 376, pág. 145.
163
ANTONIO VODANOVIC H.
los requisitos establecidos en la misma ley (ley N° 16.346, art. 1°, de 20 de octubre de
1965).
El adoptado legítimamente debe hacer suyo, en forma necesaria, el nombre civil
de los padres adoptivos; el cambio de apellido se realiza, según esa misma ley, en la
nueva inscripción de nacimiento que corresponde hacer (ley citada, artículo 8°).
Si bien es cierto que esta ley fue derogada por la ley N° 18.730, a que enseguida
se aludirá, no es menos cierto que las legitimaciones adoptivas efectuadas
válidamente bajo la vigencia de aquélla, subsisten. Por eso aludimos a ellas.
e) Filiación derivada de la adopción plena.- La ley N° 16.346, sobre legitimación
adoptiva, antes mencionada, fue derogada por la ley N° 18.730, de 10 de mayo de
1988, que contiene normas sobre adopción de menores.
Esta ley regula dos especies de adopción, la simple y la plena.
La adopción simple dura mientras el adoptado sea menor de edad, no constituye
estado civil y, por cierto, no trae ningún cambio de nombre, ya que no altera la
filiación original.
La adopción plena, que es irrevocable, concede al adoptado el estado civil de hijo
legítimo de los adoptantes que señala la misma ley. El adoptado pleno adquiere los
apellidos de los adoptantes conforme a las normas legales de los hijos legítimos
(matrimoniales). Sobre los nombres propios, nada dispone la ley N° 18.730; pero
relacionando diversas disposiciones se deduce que com-pete a los adoptantes
(requirentes de la inscripción) atribuir el o los nombres propios al adoptado (artículo
32 de la ley N° 18.730 en concordancia con el artículo 31 de la la ley N° 4.808, sobre
Registro Civil). Tal solución, por lo demás, es la más lógica. Aunque también la ley N°
18.703 fue derogada, nos hemos referido a sus disposiciones por la mima razón
aducida en el último párrafo del número anterior.
f) Filiación derivada de la adopción de menores establecida en la ley vigente..- La
Ley N° 19.620, sobre Adopción de Menores, publicada en el Diario Oficial de 5 de
agosto de 1999, es hoy la única vigente sobre la materia. Declara ella que la adopción
confiere al adoptado el estado civil de hijo respecto del o de los adoptantes en los
casos y con los requisitos que la presente ley establece (art. 1°). En consecuencia, el
adoptado debe llevar los apellidos de los adoptantes.
La sentencia que acoje la adopción debe ordenar que se remita el expediente a la
Oficina del Registro Civil e Identificación del domicilio de los adoptantes, a fin de que
se practique una nueva inscripción de nacimiento del adoptado como hijo de los
adoptantes. La nueva inscripción de nacimiento del adoptado ha de contener, entre
otras indicaciones, el nombre del nacido, que indique la persona que requiere la
inscripción (ley N° 19.620, art. 26 N° 2 en relación con el art. 31 N° 3 de la ly N°
4.808). Dicho apellido no podrá ser otro que el de los adoptantes y, en cuanto al
nombre propio, parece lógico que el requirente de la inscripción indique el señalado
por los adoptantes. Por lo demás, generalmente estos últimos son los requirentes.
g) Filiación oficialmente desconocida.- En cuanto al nombre de los recién nacidos
abandonados o expósitos (recién nacidos expuestos en un paraje público), no hay
ninguna disposición legal expresa que lo determine. Pero, en el hecho, elige el nombre
y el apellido del niño la persona que solicita su inscripción en el Registro Civil. Y esta
práctica tiene asidero legal, porque una disposición del Reglamento Orgánico del
Registro Civil dice que en la inscripción de un recién nacido abandonado o expósito se
estamparán las menciones que indica, además de las generales, requeridas por las
disposiciones vigentes (art. 128, parte final). Y entre dichas menciones se encuentra la
que dice que las partidas de nacimiento deben contener el nombre y el apellido del
nacido que indique la persona que requiere la inscripción (ley N° 4.808, artículo 31,
N° 3°). Y está obligada a requerir la inscripción la persona que haya recogido al
recién nacido abandonado (ley N° 4.808, art. 29, N° 6°).
165
ANTONIO VODANOVIC H.
E. ESTADO CIVIL
310. Concepto.
El Código Civil dice que “estado civil es la calidad de un individuo, en cuanto le
habilita para ejercer ciertos derechos o contraer ciertas obligaciones civiles” (artículo
304).
167
ANTONIO VODANOVIC H.
6) Los juicios sobre estado civil no pueden someterse a la decisión de árbitros (C.
Orgánico de Tribunales, art. 230 en relación con el artículo 357 N° 4° del mismo
Código); deben necesariamente ser resueltos por los tribunales de justicia.
7) El estado civil es permanente en el sentido de que no se pierde mientras no se
adquiera otro que lo sustituya. Así, por ejemplo, un individuo soltero no pierde esta
calidad mientras no contraiga matrimonio.
F. EL DOMICILIO
315. Etimología.
La palabra domicilio arranca del latín domicilium, de domus, que significa casa,
morada permanente.
El vocablo castellano domicilio, tal como hoy lo escribimos, empezó a usarse en el
siglo XV.
4
Victorio Pescio V., Manual de Derecho Civil, tomo III, Santiago, 1978, Nº 532, pág. 91.
169
ANTONIO VODANOVIC H.
ánimo no puede ser conocido sino por manifestaciones externas que lo revelen o
supongan. Es de dos clases: real y presunto.
Animo real es el que tiene una existencia cierta y efectiva, y lo hay cuando la
persona tiene la intención verdadera y positiva de permanecer en el lugar constitutivo
de su domicilio, sea que lo hubiere expresado o no de una manera inequívoca.
Animo presunto es el que se establece por presunciones, deducidas de hechos o
circunstancias señalados por la ley. Estas presunciones son negativas o positivas. Por
las primeras se concluye que no hay ánimo de permanecer en un lugar dado; lo
contrario sucede con las presunciones positivas, o sea, que hay ánimo de permanecer
en un lugar y, por ende, tener éste como domicilio.
Presunciones negativas. A estas presunciones se refiere el Código Civil cuando
dice: “No se presume el ánimo de permanecer ni se adquiere, consiguientemente,
domicilio civil en un lugar, por el solo hecho de habitar un individuo por algún tiempo
casa propia o ajena en él, si se tiene en otra parte su hogar doméstico o por otras
circunstancias aparece que la residencia es accidental, como la del viajero, o la del
que ejerce una comisión temporal, o la del que se ocupa en algún tráfico ambulante”
(art. 63). También alude a las presunciones negativas el Código cuando declara: “El
domicilio civil no se muda por el hecho de residir el individuo largo tiempo en otra
parte, voluntaria o forzadamente, conservando su familia y el asiento principal de sus
negocios en el domicilio anterior. Así, confinado por decreto judicial a un paraje
determinado, o desterrado de la misma manera fuera de la República, retendrá el
domicilio anterior, mientras conserve en él su familia y el principal asiento de sus
negocios (art. 65).
Presunciones positivas. El Código Civil considera presunciones positivas al
manifestar que “se presume desde luego el ánimo de permanecer y avecindarse en un
lugar, por el hecho de abrir en él tienda, botica, fábrica, taller, posada, escuela u otro
establecimiento durable, para administrarlo en persona; por el hecho de aceptar en
dicho lugar un cargo concejil, o un empleo fijo de los que regularmente se confieren
por largo tiempo; y por otras circunstancias análogas” (art. 64).
Según el Diccionario, cargo concejil “es el obligatorio para los vecinos”, como en
tiempos de la promulgación del Código lo era en muchos países el de concejal.
Las circunstancias que dan margen para las presunciones positivas y negativas
enunciadas por el Código Civil son sólo por vía de ejemplo, las más importantes y
características; en consecuencia, el juez puede basarse en otras diversas.
171
ANTONIO VODANOVIC H.
173
ANTONIO VODANOVIC H.
el lugar en que debía celebrarse el matrimonio; hoy la ha perdido porque ese lugar lo
establece la Ley de Registro Civil.
El domicilio municipal comprende el de la comuna respectiva y nada tiene que ver
con el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones civiles; sólo dice
relación con la administración de los intereses comunales y muy especialmente con el
pago de los impuestos y contribuciones locales.
El domicilio provincial abarca el territorio de la provincia. Es puramente teórico;
carece de aplicación.
2) El otro domicilio especial, llamado convencional o de elección, es el que
libremente establecen las partes de común acuerdo en un contrato para los actos
judiciales o extra-judiciales a que diere lugar el mismo contrato (C. Civil artículo 69).
El domicilio convencional, en razón de establecerse por acuerdo de las partes, no
puede cambiarse unilateralmente. Sólo se aplica respecto de los asuntos materia del
contrato y dura el tiempo en que rige éste.
6
Alfonso, obra citada, pág. 173.
7
C. Talca, 29 de julio 1925, Gaceta de los Tribunales, 1925, 2º sem., Nº 114, p. 543; Resolución de la
sala de los "requêtes" de la Corte de Casación francesa, 21 noviembre de 1905: Resolución de una sala civil
de la Corte de Casación francesa, 12 febrero de 1980. Ambas resoluciones francesas aparecen en Dalloz,
Code Civil, Paris 1991-1992, pág. 115.
175
ANTONIO VODANOVIC H.
Estado, y no a la morada en que ellos viven con mención de la calle y número en que
está situada en un pueblo o en una ciudad (art. 170 N° 1°)8.
Pero en otras disposiciones el Código de Procedimiento Civil (arts. 45, 48, 49,
320, etc.) usa la palabra domicilio en el sentido vulgar de morada o casa en que se
vive de modo fijo y permanente, como dice el Diccionario de la Real Academia
Española al explicar una de las tres acepciones que registra de la palabra domicilio 9.
Cuando, por ejemplo, el citado artículo 48 manda entregar las cédulas de notificación
“en el domicilio del notificado”, obviamente no las manda entregar en el territorio de
la comuna en que éste vive, sino justamente en la morada fija y permanente que tiene
en ella.
G. EL PATRIMONIO
333. Etimología.
Patrimonio es palabra que viene del vocablo latino patrimonium: “lo que se
hereda de los padres”. La voz castellana, tal como hoy se escribe, comenzó a usarse a
partir del siglo XIII.
8
C. Suprema: 20 agosto 1920, R. t. 20 sec. 1ª, p. 92; 12 noviembre 1923, R. t. 22, sec. 1ª, pág. 650; 30
noviembre 1923, R. t. 22, sec. 1ª, p. 685; C. Ap. Valdivia. 9 octubre 1924, R., t. 24, sec. 2ª, p. 33.
9
C. Tacna. 7 septiembre 1911, Gaceta de los Tribunales, 1911, 2º sem. Nº 856, p. 174; C. Suprema. 7
agosto 1920, R. t. 19, sec. 1ª, p. 209; C. Suprema, 12 noviembre 1923, R., t. 22, sec. 1ª, p. 650.
pasivo, la diferencia recibe el nombre de activo neto. Si una persona tiene bienes que
en total valen 10 millones de pesos y deudas que suman 4 millones, el activo neto es
igual a 6 millones de pesos.
Veremos más adelante que una minoría de autores identifica el patrimonio con el
activo bruto.
177
ANTONIO VODANOVIC H.
de uno y otro cuerpo legal se refieren a éste y te aplican principios que la doctrina ha
sistematizado. Nuestro Código Civil habla, por ejemplo, del patrimonio del
desaparecido (art. 85), de la fuerzas y obligaciones de los patrimonios (artículos 1066,
1170 y 1744), de la separación de patrimonios (artículos 1170 y 1382), etc.
El primero en exponer una teoría general del patrimonio fue el jurista alemán,
K.S. Zachariae, que, a mediados del siglo pasado, escribió una celebre obra titulada
“El Derecho Civil Francés”. Zachariae puso de relieve varios caracteres del
patrimonio (su naturaleza abstracta, la idea de que es una proyección de la persona
humana misma con relación a sus bienes) que la doctrina moderna, o parte de ella,
conserva; pero, lo mismo que los romanos, sólo concibió el patrimonio como una
unidad jurídica “de todos los objetos exteriores pertenecientes a una persona” 11.
Inspirándose en Zachariae los famosos autores franceses Aubry y Rau
construyeron la teoría del patrimonio que ha llegado a ser clásica. Lo hicieron en su
“Cours de Droit Civil”. En esas páginas se encuentra firmemente delineada la teoría
clásica del patrimonio que perdura hasta nuestros días, aunque, de parte de algunos,
con ciertos reparos.
179
ANTONIO VODANOVIC H.
que no ingresan todos los bienes de aquéllos, hay también tres patrimonios: el
patrimonio común o social, el patrimonio propio del marido y el patrimonio propio de
la mujer. Todavía, si la mujer tiene bienes reservados porque ejerce o ha ejercido un
empleo, oficio o profesión, industria o comercio separado del marido, habrá, además,
un cuarto patrimonio, el reservado, constituido por los bienes que obtenga o haya
obtenido con dicho ejercicio y por los que con ellos adquiera15.
Hay varios otros casos de patrimonios separados con régimen o tratamiento
jurídico particular. Por ejemplo, el hijo de familia menor adulto sometido a patria
potestad tiene un patrimonio general que se lo administra el padre y puede tener un
peculio profesional o industrial, masa de bienes que se forma con los adquiridos por el
hijo con su trabajo y cuyo goce y administración a él mismo corresponden (C. Civil,
arts. 243, N° 1° y 246).
Se menciona también como caso de patrimonio separado el que resulta de la
separación de los bienes del difunto respecto de los del heredero, beneficio que
pueden pedir los acreedores hereditarios y los acreedores testamentarios y en virtud
del cual ellos tienen derecho a que de los bienes del difunto se les cumplan las
obligaciones hereditarias o testamentarias con preferencia a las deudas propias del
heredero (C. Civil, art. 1378).
También se señala como un caso de separación patrimonial el que deriva del
beneficio de inventario. Este beneficio consiste en no hacer a los herederos que
aceptan la herencia responsables de las obligaciones hereditarias y testamentarias
sino hasta concurrencia del valor total de los bienes que han heredado (C. Civil, art.
1247).
La Corte de Casación italiana, en sentencia de 27 de junio de 1971, declara que la
aceptación de ta herencia con beneficio de inventario, “comporta la separazione de
patrimoni del defunto e dell' erede”16.
En contra se ha sostenido que el beneficio de inventario “no significa una
dualidad de patrimonios sino una limitación de responsabilidad; las obligaciones
hereditarias y testamentarias que pasan al heredero se reducen, en el caso de ser
mayores, al monto de los bienes heredados” 17. A nosotros no nos cabe duda que opera
esta reducción, pero ella supone previamente determinar el activo y el pasivo del
patrimonio del difunto, patrimonio que para los efectos indicados se mira como una
masa o núcleo separado del patrimonio general y personal del heredero.
Por supuesto que los llamados patrimonios separados sólo puede establecerlos la
ley. No podría un particular separar un grupo de sus bienes y declarar que sólo éstos
responderán de las deudas que contraiga en la actividad que con ellos despliegue y
que, por ende, sólo los acreedores relacionados con las deudas contraídas en dicha
actividad podrán ejecutar sus créditos en ese grupo de bienes, no pudiendo hacerlo
los demás acreedores.
18
Con todo, en la doctrina se advierte a veces un confusionismo o construcciones de poca uniformidad.
Compárese: Trabucchi "Istituzioni di Diritto Civile", Padova, 1985, párrafo 159, pág. 391; en la versión
española correspondiente a una edición italiana anterior, ya citada, t. I, pág. 401; Torrente e Schlesinger,
ob. cit. párrafo 69, p. 135; Santoro Passarelli que, con particular punto de vista, agrupa los patrimonios
separados y los autónomos bajo la denominación genérica de "patrimonios de destino", ob. cit. p. 88;
Candian, ob. cit., números 150 y 151, pp. 218, al final, a 223. Cabe advertir que algunas figuras jurídicas
que se engloban en otros derechos en ciertos tipos de patrimonio no siempre coinciden con las
concepciones del Derecho chileno.
181
Capítulo XVIII
DERECHOS DE LA PERSONALIDAD
345. Definiciones.
Llámanse derechos primordiales o de la personalidad los que tienen por fin
defender intereses humanos ligados a la esencia de la personalidad. También se dice
que son aquellos derechos que toda persona física, en la calidad de sujeto jurídico,
lleva inseparablemente desde su origen y que no tienen otro presupuesto que la
existencia de la persona.
351. Clasificaciones.
Los autores presentan variadas clasificaciones de los derechos de la personalidad,
pero ninguna agota éstos, que son numerosos. Por vía de ejemplo, citaremos una de
estas clasificaciones doctrinarias:
I. Derecho a la vida.
II. Derecho a la integridad física o corporal.
III. Derecho de disposición del propio cuerpo y del propio cadáver.
IV. Derecho al libre desarrollo de la propia actividad o derecho de libertad.
1. Derecho a la libertad de locomoción, de residencia o de domicilio.
2. Derecho a la libertad matrimonial.
3. Derecho a la libertad contractual y comercial.
4. Derecho a la libertad de trabajo.
V. Derecho al honor.
VI. Derecho a la imagen.
VII. Derecho moral de autor y de inventor.
VIII. Derecho al secreto epistolar, telegráfico y telefónico.
Otros autores, en una gran síntesis, agrupan, por un lado, los derechos que
protegen la inviolabilidad física de la persona, y, por otro, los que resguardan su
integridad moral.
Nosotros analizaremos someramente algunos derechos de la personalidad.
185
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1
Torrente - Schlesinger, Manuale di Diritto Privato,
Privato, Milano, 1981, pp. 301-302.
187
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189
ANTONIO VODANOVIC H.
Nótese que el Código Penal considera la usurpación del nombre dentro del título
que castiga las falsificaciones y falsedades (Título IV del Libro II) y no en el título que
castiga los delitos contra la propiedad (Título IX del mismo libro). De aquí se sigue
que nuestro legislador no ha estimado el derecho al nombre como un derecho de
propiedad, sino como un derecho del individuo digno de protección.
Es evidente que si la usurpación del nombre irroga perjuicios o daño a la persona
que legítimamente lo lleva, ella podrá, conforme a la regla general, reclamar la
indemnización de esos daños y perjuicios (C. Civil, art. 2314 y 2329).
Otra manifestación del amparo jurídico al nombre se halla en la ley N° 19.039,
sobre privilegios industriales y protección de los derechos de propiedad industrial,
según se expuso en el párrafo titulado Derecho a la imagen y al cual, en lo pertinente,
nos remitimos.
365. Apodo.
El apodo es el nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos
corporales o de alguna otra circunstancia. Carece de todo valor jurídico. No forma
parte de la designación legal de la persona. Sin embargo, en el mundo del hampa y de
los vagos, a menudo el individuo es más conocido por el apodo que por el verdadero
nombre. Puede entonces adquirir un papel útil para mejor asegurar la identidad. De
ahí que en ciertos documentos judiciales y de policía se considere el apodo,
mencionándolo precedido de las palabras “alias” o “apodado”.
Entre los pocos casos en que se menciona el apodo en las leyes, puede citarse una
disposición del Código de Procedimiento Penal, que ordena preguntar al inculpado, en
la primera declaración, entre otras cosas, su apodo, si lo tuviere (artículo 321).
6
Véase: José Seda N., El derecho moral de autor, Memoria de Licenciado, Santiago, 1956.
191
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366. El seudónimo.
El seudónimo es un nombre supuesto que, para ocultar el verdadero al público, se
da a sí misma una persona.
Escritores, periodistas, dramaturgos, artistas del cine y del teatro y hasta
deportistas suelen ser conocidos bajo un nombre de fantasía. En el campo de la
literatura son célebres los seudónimos Molière, Voltaire, Gabriela Mistral, Pablo
Neruda, etc.
También, antiguamente, los hombres de armas tenían la costumbre de colocarse
un seudónimo. Por eso éste es llamado a veces nombre de guerra.
El seudónimo no constituye, como el nombre, un derecho de la personalidad; pero
las leyes lo protegen en determinados casos.
La Ley sobre Propiedad Intelectual deja en claro que protege el seudónimo
inscrito en el Registro de esa Propiedad, como quiera que presume que es autor de
una obra escrita la persona que figure como tal en el ejemplar que se registra, o
aquella a quien, según la respectiva inscripción, pertenezca el seudónimo con que la
obra es dada a la publicidad (art. 8°, inciso 1°).
El Reglamento sobre concesión de personalidad jurídica dispone que no puede
otorgarse dicha personalidad a corporaciones que lleven el nombre de una persona
natural o su seudónimo sin su consentimiento expreso, o el de sus herederos, que se
manifieste en instrumento privado, autorizado por un notario, o hubiesen transcurrido
veinte años después de su muerte. Tampoco cabe otorgar el referido beneficio a
aquellas corporaciones cuyo nombre sea igual o tenga similitud con el de otra
existente en la misma provincia. Todo lo expresado no rige para los Cuerpos de
Bomberos, Clubes de Leones y Rotarios que se organicen en el país (art. 5°).
Si un individuo adopta el seudónimo de otro puede ser obligado no sólo a dejarlo,
sino también a pagar, conforme a las reglas generales, indemnización por daños y
perjuicios al verdadero titular del seudónimo.
Parece que no hay obstáculo para ceder el seudónimo; debe procederse en la
misma forma que para la transferencia de la propiedad intelectual, siempre, por
cierto, que con la cesión no se induzca a error que signifique fraude al público.
Por su lado, la Ley de Propiedad Industrial prohíbe, salvas las excepciones,
registrar como marca comercial el seudónimo de una persona natural cualquiera (art.
20, letra c).
195
ANTONIO VODANOVIC H.
B. CLASIFICACIONES
380. El Estado.
El Estado ha sido definido como aquella persona jurídica soberana que está
constituida por un pueblo organizado sobre un territorio bajo la autoridad de un poder
supremo para fines de defensa, de orden, de bienestar y progreso social.
Se han enunciado diversas teorías sobre la personalidad del Estado. Unos hasta la
han negado, estimándola innecesaria; otros atribuyen al Estado doble personalidad
jurídica, una de derecho público y otra de derecho privado; por último, hoy la
tendencia dominante reconoce al Estado una personalidad jurídica única, con
proyecciones en el campo del derecho público y en el del derecho privado: cuando el
Estado realiza actos de poder soberano queda regido por el derecho público y en tal
caso actúa en un plano de superioridad con respecto a los individuos, y cuando realiza
actos de derecho privado queda sometido a las norma de éste y actúa, al menos en
principio, en un pie de igual-dad con los particulares. La personalidad del Estado es
una sola, la de derecho público, lo cual no obsta a que cuando actúa en el campo del
derecho privado se le apliquen las normas de éste.
Es indudable que el Código Civil, en la enumeración ejemplar de personas
jurídicas de derecho público, al citar a la nación se refiere al Estado; don Andrés Bello
hacía sinónimas ambas expresiones, pero hoy la doctrina no las identifica. Así,
corrientemente, se afirma que nación es un grupo de individuos pertenecientes a una
misma raza, que hablan un mismo idioma y que tienen las mismas tradiciones y
aspiraciones históricas.
381. El Fisco.
Cuando el Estado actúa en el campo del derecho privado, en el de las relaciones
patrimoniales, recibe el nombre de Fisco y queda sujeto, salvo excepciones expresas,
a las reglas propias del derecho privado.
El Fisco, pues, no es sino el Estado mismo, considerado en el aspecto de sus
relaciones de derecho privado o patrimonial o, según el decir de otros, “mirado en su
capacidad patrimonial o rentística”.
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199
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3
Esta definición está basada en conceptos de Fritz Fleiner, Instituciones de Derecho Administrativo,
traducción del alemán, Barcelona, 1933, pág. 259.
4
C. Suprema 12 junio 1911, Gaceta de los Tribunales, año 1911, tomo II, sent. Nº 816, pág. 107
(considerando 5º pág. 109). Fallo acordado con tres votos en contra.
5
C. de Santiago, 29 de marzo de 1882, Gaceta de los Tribunales, 1882, tomo I, Nº 501, pág. 298; C.
Valdivia, 27 de abril de 1907, R. de D. y J. tomo VI, sec. 1ª, pág. 10.
201
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390. Clasificación.
Las personas jurídicas de derecho privado admiten una gran clasificación: a) las
que persiguen el lucro de los individuos que las forman, y b) las que no tienen por
objeto ese lucro.
Las primeras están constituidas por las sociedades industriales, y las segundas
por las corporaciones y fundaciones de beneficencia pública.
6
La casa del cura, por ejemplo, es dependencia de un templo; un convento, no. ("Actas de la
Constitución de 1925", pág. 317).
"Es manifiesto que quedan excluidos del beneficio (de exención de con-tribuciones), los seminarios,
colegios y otros establecimientos que, aunque estén destinados al servicio de una religión, no están
destinados di-rectamente al servicio del culto— conventos, monasterios y aun colegios y otros
establecimientos que estén anexos a un templo, que en realidad no tienen por destino el servicio del culto,
pero que se puede pretender considerarlos como dependencias de un templo" (José Guillermo Guerra, "La
Constitución de 1925", pág. 107).
7
Emilio Pfeffer, Manual de Derecho Constitucional, Santiago, 1985, pág. 389 al centro.
203
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patrimonio a erigir y mantener una casa de huérfanos, habrá una fundación de índole
caritativa; pero no si el patrimonio se destina a la creación y funcionamiento de un
centro de investigación científica o de una universidad.
Por otra parte, no debe creerse que el calificativo de pública que se da a una
fundación de beneficencia revela que ella pertenece al Estado; lo que ha de
entenderse es que la funda-ción, debida casi siempre a la iniciativa privada, es para
utilidad o provecho de todos, para el pueblo en general y no, como ocurre, por
ejemplo, en las fundaciones de familia, para un círculo más o menos restringido de
personas de antemano indi-vidualizadas.
La distinción que poco más arriba se subrayó entre los bienes de la corporación y
los de los miembros de ella, vale también respecto de los bienes de la fundación y los
del fundador (C. Civil, arts. 549 y 561 aplicables –mutatis mutandi– a la fundaciones
por disposición del art. 563).
Advierte el Código Civil que hay personas jurídicas que, al mismo tiempo,
participan del carácter de corporaciones y de fundaciones de beneficencia pública
(artículo 545, inciso 3°).
396. Personas jurídicas no regidas por el título del Código Civil que lleva esa
denominación.
El Código Civil advierte que las sociedades industriales no están comprendidas en
el título “De las personas jurídicas” y agrega que sus derechos y obligaciones son
reglados, según su naturaleza, por otros títulos de este Código y por el Código de
Comercio. Enseguida dice que tampoco se extienden las disposiciones de dicho título
a las corporaciones o fundaciones de derecho público, que se rigen por leyes y
reglamentos especiales (art. 547). Hay más todavía. También están sustraídas a las
disposiciones del referido título las personas jurídicas de derecho privado que si bien
no persiguen el lucro de sus asociados, se encuentran regidas por Códigos o leyes
especiales: sociedades cooperativas, sindicatos, colegios profesionales, asociaciones
gremiales. Todas estas entidades son del dominio de otros ramos y no del Derecho
Civil.
397. Personas jurídicas que se rigen por el título del Código Civil que lleva
ese nombre.
En atención a todas las exclusiones señaladas con anterioridad y al espíritu de las
disposiciones del Título XXXIII del Libro I, del Código Civil, ha de concluirse que las
personas jurídicas que se rigen por dicho título son las corporaciones y fundaciones
que no persiguen un fin de lucro directo ni indirecto, sino uno ideal o de beneficencia
pública y que han obtenido de las autoridades estatales la concesión o reconocimiento
de su personalidad jurídica.
398. Elementos.
Los elementos que intervienen en la constitución de las personas jurídicas son
dos:
1) El elemento personal en las corporaciones, y la voluntad del fundador en las
fundaciones; y
2) La autorización del poder público.
205
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401. Normas por las que se gobiernan las corporaciones y fundaciones; los
estatutos.
Dichas normas son las que establecen las leyes y los estatutos.
Estatutos es el conjunto de reglas que rigen la organización, funcionamiento y
disolución o extinción de la corporación o fundación, establecida por los miembros de
la primera y por el fundador de la segunda.
Los estatutos son la ley suprema, la Carta Fundamental de las personas jurídicas
y los de toda corporación deben contener: 1) la indicación precisa del nombre y
domicilio de la entidad; 2) los fines que se propone y los medios económicos de que
dispondrá para su realización; 3) las categorías de socios, sus derechos y obligaciones,
las condiciones de incorporación y la forma y motivos de exclusión, y 4) los órganos de
administración, ejecución y control, sus atribuciones y el número de miembros que los
componen (art. 4°).
Hay numerosos decretos que establecen estatutos tipos para diversas
corporaciones: Centros de Madres, Centros de Padres y Apoderados, Clubes
Deportivos, Comités Campesinos, Cuerpos de Bomberos, Juntas de Adelanto,
Sociedades Mutualistas, Asociaciones Regionales Mapuches, Corporaciones privadas
de desarrollo social.
Los estatutos de las fundaciones son elaborados por el fundador y, de acuerdo con
el Reglamento de Concesión de Personalidad Jurídica, deben ser aprobados por el
Presidente de la República (art. 1°), salvo el caso en que la personalidad jurídica sea
reconocida por ley, en que, naturalmente, la aprobación corresponderá al Poder
Legislativo.
El Reglamento de Concesión de Personalidad Jurídica prescribe que los estatutos
de toda fundación deben contener: 1) el nombre, domicilio y duración de la entidad; 2)
la indicación de los fines a que está destinada; 3) los bienes que forman su patrimonio;
4) las disposiciones que establezcan quiénes forman y cómo serán integrados sus
órganos de administración; 5) las atribuciones que correspondan a los mismos, y 6)
las disposiciones relativas a su reforma y extinción, indicándose la institución a la cual
pasarán sus bienes en este último evento (art. 31).
207
ANTONIO VODANOVIC H.
(art. 546). En el primer caso los estatutos son aprobados por el Poder Legislativo y, en
el segundo, por el Presidente de la República.
Refiriéndose a este último caso, el Código Civil preceptúa que las ordenanzas o
estatutos de las corporaciones que fueren formados por ellas mismas, han de
someterse a la aprobación del Presidente de la República, que debe concederla si no
tienen nada contrario al orden público, a las leyes o a las buenas costumbres (art. 548
inciso 1°).
Todos aquellos a quienes los estatutos de la corporación irrogaren perjuicio
pueden recurrir al Presidente para que en lo que perjudicaren a terceros se corrijan; y
aun después de aprobados les quedará expedito su recurso a la justicia contra toda
lesión o perjuicio que de la aplicación de dichos estatutos les haya resultado o pueda
resultarles (C. Civil, art. 548 inciso 2°).
La aprobación de los estatutos de las fundaciones, el reconocimiento de cuya
personalidad ha sido solicitado al Presidente de la República, corresponde a éste
(Reglamento sobre Concesión de la Personalidad Jurídica, arts. 1°, 31 y 32).
Las fundaciones de beneficencia que hayan de administrarse por una colección de
individuos se rigen por los estatutos que el fundador les hubiere dictado; y si el
fundador no hubiere manifestado su voluntad a este respecto, o sólo la hubiere
manifestado incompletamente se suple este defecto por el Presidente de la República
(C. Civil, art. 562).
Cuando se hace necesario completar los estatutos de una fundación, sus
administradores deben presentar al Presidente de la República un proyecto en el que
se contengan las modificaciones o nuevos preceptos que sea necesario introducir
(Reglamento citado, art. 32, inciso 1°). El Presidente de la Repúbli-ca puede pedir la
complementación de los estatutos de las fundaciones creadas en acto testamentario
para asegurar la continuidad de la administración y la efectiva separación de
patrimonios con la sucesión respectiva (Reglamento citado, art. 32, inciso 3°).
209
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410. Enunciación.
Los atributos de las personas jurídicas no difieren en el fondo de los
correspondientes a las personas físicas, salvo ciertas variaciones explicables por la
8
Claro Solar, obra citada, tomo V, pág. 571, Nº 2.859.
diversa naturaleza de unos y otros entes. Es obvio, además, que las personas jurídicas
carezcan de estado civil.
Los atributos de ellas se reducen a: la capacidad, el nombre, el domicilio, la
nacionalidad y el patrimonio.
Todos estos atributos los estudiaremos sólo en relación con las personas jurídicas
tratadas en el título del Código Civil que lleva esta denominación, es decir, las
corporaciones y fundaciones que persiguen fines ideales. No corresponde en este
lugar analizar los atributos de las personas jurídicas con fines de lucro, como las
sociedades industriales.
411. a) Capacidad.
Toda persona jurídica tiene capacidad de goce, es decir, aptitud para ser titular de
derechos y obligaciones. Pero esta capacidad no se extiende a todos los derechos; se
circunscribe a los derechos patrimoniales, a los que pueden valuarse
económicamente. Y aun hay algunos de éstos que, por ser personalísimos y como
tales, se estiman ligados a una persona natural; no pueden tener por sujeto a una
persona jurídica. Es el caso de los derechos de uso y de habitación. El derecho de uso
es un derecho real que consiste, generalmente, en la facultad de gozar de una parte
limitada de las utilidades y productos de una cosa. Si se refiere a una casa, y a la
utilidad de morar en ella, se llama derecho de habitación (C. Civil, art. 811). El
supuesto de personas naturales que entrañan estos derechos aparece, por ejemplo, de
la disposición que prescribe que “el uso y la habitación se limitan a las necesidades
personales del usuario o del habitador. En las necesidades personales del usuario o
del habitador se comprenden las de su familia” (art. 815, incisos 1° y 2°).
Dentro de su capacidad patrimonial, las corporaciones y fundaciones pueden
adquirir bienes de todas clases a cualquier título, incluso el de heredero o legatario
(C. Civil, arts. 556 y y 1056).
Por lo que toca a la capacidad de ejercicio, llamada también de obrar, está
expresamente reconocida a la persona jurídica, pues el Código Civil declara que es
capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles (art. 545).
211
ANTONIO VODANOVIC H.
413. b) El nombre.
El Código Civil no regula el nombre de las personas jurídicas, aunque da por
sentado que deben tener uno. En efecto, al hablar de la inscripción de la hipoteca dice
que, entre otras menciones, debe contener los nombres y apellidos del acreedor y del
deudor, y agrega que “las personas jurídicas serán designadas por su denominación
legal o popular...” (art. 2432 N° 1°).
El Reglamento de Concesión de Personalidad Jurídica vino a colmar el vacío. Dice
que los estatutos de toda corporación o fundación deben contener la indicación
precisa del nombre de la entidad (art. 4° N° 1 y art. 31 letra a).
Generalmente el nombre de la persona jurídica corresponde al objeto que
persigue la corporación o fundación. En cuanto al nombre o seudónimo de una
persona natural que se podría dar a una corporación o fundación, el Reglamento
citado dispone que “no se concederá personalidad jurídica a corporaciones o
fundaciones que lleven el nombre de una persona natural o su seudónimo, a menos
que ésta o sus herederos consientan en ello expresamente mediante instrumento
privado autorizado por un notario o hubieren transcurrido veinte años después de su
muerte. Tampoco se otorgará el referido beneficio a aquellas cuyo nombre sea igual o
tenga similitud al de otra existente en la misma provincia. Esta disposición no regirá
para los Cuerpos de Bomberos y Clubes de Leones y Rotarios que se organicen en el
país (Reglamento citado, arts. 5° y 30).
414. c) El domicilio.
Tampoco el Código Civil se ocupa del domicilio de las personas jurídicas; pero el
Reglamento de Concesión de la Personalidad Jurídica dice que los estatutos de las
corporaciones y fundaciones deben contener la indicación precisa del domicilio de
ellas (art. 4° N° 1 y art. 31 letra a).
Se ha estimado que la disposición del Código Civil (art. 67) sobre pluralidad de
domicilios es aplicable a las personas jurídicas, especialmente si tienen agencias o
sucursales. Por tanto, si concurren en varias secciones territoriales circunstancias
constitutivas de domicilio civil, se entenderá que en todas ellas lo tiene.
El mismo criterio sigue el Código Orgánico de Tribunales al declarar que cuando,
en un juicio, el demandado es una persona jurídica, se reputa por domicilio, para el
objeto de fijar la competencia del juez, el lugar donde tenga su asiento la respectiva
corporación o fundación, y si la persona jurídica demandada tiene establecimientos,
comisiones u oficinas que la representan en diversos lugares, como sucede con las
sociedades comerciales, debe ser demandada ante el juez del lugar donde existe el
establecimiento, comisión u oficina que celebró el contrato o que intervino en el hecho
que da origen al juicio (art. 142).
Nada obsta a que las personas jurídicas puedan elegir un domicilio especial, que
es el domicilio civil que en un contrato se establece de común acuerdo para los actos
judiciales o extrajudiciales a que diere lugar el mismo contrato (C. Civil, art. 69).
415. d) La nacionalidad.
Diversos sistemas se han propuesto para determinar la nacionalidad de una
corporación o fundación, y son los siguientes
1) Conforme a un sistema, la nacionalidad de esos entes sería la del país en que se
han constituido;
2) Según, otro la nacionalidad de la corporación sería la misma de la mayoría de
sus miembros;
3) Un tercer sistema da como nacionalidad de las corporaciones y fundaciones la
del país en que se encuentra el domicilio de ellas y,
4) El sistema dominante considera como nacionalidad de las corporaciones y
fundaciones la del país en que se crean y conforme a cuya legislación obtienen la
personalidad jurídica.
Las leyes chilenas internas ningún criterio establecen para determinar la
nacionalidad de las corporaciones y fundaciones. Pero la laguna al respecto se llena
con el Código de Derecho Internacional Privado, conocido como Código Bustamante
en honor del apellido materno de su autor. Este Código se aplica como ley nacional
con respecto a los países ratificantes de él y como un conjunto de principios
doctrinarios tocante a los demás. Pues bien dispone él que la nacionalidad de origen
de las corporaciones y fundaciones se determina por la ley del Estado que las autoriza
o aprueba (art. 16). Esta norma, según ese mismo Código, rige cuando, como en el
caso chileno, se trata de un estado contratante que carece de una regla propia para
determinar la nacionalidad de las personas jurídicas (art. 9°).
416. e) Patrimonio.
Las personas jurídicas, como sujetos de derecho, tienen un patrimonio, propio e
independiente del de sus miembros o administradores, que les permite sufragar la
actividad necesaria para alcanzar los fines que justifican su existencia.
Dicha separación e independencia patrimonial la consagra nuestro Código Civil.
De acuerdo con sus disposiciones, lo que pertenece a una corporación, no pertenece
ni en todo ni en parte a ninguno de los individuos que la componen; lo que pertenece
a la fundación no pertenece ni en todo ni en parte al fundador, beneficiarios o
administradores (arts. 549 y 563).
Por consiguiente, los bienes de la corporación son de su propiedad exclusiva, y no
de todos sus miembros en conjunto o de cada uno de ellos cuotativamente. De aquí
que, una vez disuelta la corporación, los asociados no tienen derecho a dividirse los
bienes de ella, según se verá más adelante.
Recíprocamente, las deudas de una corporación no dan a nadie derecho para
demandarlas, en todo o parte, a ninguno de los individuos que componen la
corporación, ni dan acción sobre los bienes propios de ellos, sino sobre los bienes de
la corporación (C. Civil, art. 549). Lo mismo rige, en cuanto a las fundaciones,
respecto a sus administradores (art. 563).
Los miembros de la corporación pueden, expresándolo, obligarse en particular, al
mismo tiempo que ella se obliga colectivamente; y la responsabilidad de los miembros
será entonces solidaria, si se estipula expresamente la solidaridad (C. Civil, art. 549,
inciso 2°). Luego, si tal estipulación expresa no existe, la obligación es simplemente
conjunta, o mancomunada simple o a prorrata, como la llama la doctrina, lo cual
significa que en este caso el acreedor no puede, como en la solidaridad, exigir el total
de la deuda a cualquiera de los obligados, sino sólo su parte o cuota (art. 1511). Lo
dicho respecto de los miembros de la corporación se aplica a los administradores de la
fundación (C. Civil, art. 563).
213
ANTONIO VODANOVIC H.
Por lo que atañe a la responsabilidad contractual, el Código Civil dispone que los
actos del representante de la corporación o fundación, en cuanto no excedan de los
límites del ministerio que se le ha confiado, son actos de la corporación o fundación;
en cuanto excedan de estos límites, solo obligan personalmente al representante (arts.
552 y 563). En el primer caso, pues, la responsabilidad es de la persona jurídica.
H. EXTINCIÓN
215
ANTONIO VODANOVIC H.
A juicio de don Luis Claro Solar9, la renovación importa una nueva corporación.
Nosotros, por el contrario, creemos que es la misma corporación que reanuda su vida.
Nos basamos en dos consideraciones: 1) La norma del citado artículo 560 aparece
inspirada directamente por Savigny, según el cual la corporación no muere por la
desaparición de todos sus miembros y 2) aquella misma norma admite la renovación
de los miembros por disposición de los estatutos, por esto no puede entenderse que
surge otra corporación y deba solicitarse nueva personalidad jurídica; la autoridad no
viene sino a suplir la omisión de los estatutos, lógicamente en las mismas condiciones.
433. Procedimiento que deben seguir las entidades religiosas para constituir
personas jurídicas que se organicen de conformidad con esta ley.
Tal procedimiento es el que se indica a continuación:
a) Inscripción en el registro público, que debe llevar el Ministerio de Justicia, de
la escritura pública en que consten el acta de constitución y sus estatutos; 1
b) Transcurso del plazo de noventa días desde la fecha de inscripción en el
registro, sin que el Ministerio de Justicia hubiere formulado objeción; o si, habiéndose
deducido objeción, ésta hubiere sido subsanada por la entidad religiosa o rechazada
por la justicia, y
c) Publicación en el Diario Oficial de un extracto del acta de constitución, que
incluya el número de registro o inscripción asignado. Desde que queda firme la
inscripción en el registro público, la respectiva entidad pasa a gozar de personalidad
jurídica de derecho público por el solo ministerio de la ley (art. 10).
1
El reglamento para el registro de entidades religiosas de derecho público fue publicado en el Diario
Oficial de 26 de mayo de 2000.
436. Contenido del acta constitutiva; personas que no pueden suscribir ésta.
El acta constitutiva debe contener, como mínimo, la individualización de los
constituyentes, el nombre de la persona jurídica, sus domicilios y la constancia de
haberse aprobado los estatutos (art. 12, inc. 2°).
Las personas condenadas por delito que merezca pena aflictiva no pueden
suscribir el acta de constitución de la persona jurídica (art. 12, inc. 3°).
219
ANTONIO VODANOVIC H.
443. Disolución de las personas jurídicas constituidas de acuerdo con esta ley.
La disolución de una persona jurídica constituida de acuerdo con esta ley puede
llevarse a cabo de conformidad con sus estatutos, o en cumplimiento de una sentencia
judicial, firme, recaída en juicio incoado a requerimiento del Consejo de Defensa del
Estado, el que puede accionar de oficio o a petición de parte, en los casos que así
corresponda. Disuelta la persona jurídica, debe procederse a eliminarla del registro a
que se refiere el artículo 10 (ley N° 19.638, art. 19).
1
Según el Diccionario de la Real Academia Española, cofradía es: a) congregación o hermandad que
forman algunos devotos, con autorización competente, para ejercitarse en obras de piedad; b) El gremio,
compañía o unión de gentes para un fin determinado. Sin duda la acepción de la letra b) es la más amplia y
la congruente con el texto del Código.
2
Gremio, según el mismo Diccionario anteriormente nombrado, es la unión de los fieles con sus
legítimos pastores, y especialmente con el Pontífice Romano; o, en las universidades el cuerpo de doctores y
catedráticos; o la corporación formada por los maestros, oficiales y aprendices de una misma profesión u
oficio, regida por ordenanza o estatutos especiales; o el conjunto de personas que tienen un mismo
ejercicio, profesión o estado social.
3
La palabra establecimientos, en una acepción amplia, comprende a las corporaciones y fundaciones.
En una acepción restringida denota sólo a estas últimas.
4
Ferrara, Teoría de las personas jurídicas,
jurídicas, traducción castellana de la segunda edición italiana, Madrid,
1929, pág. 957.
5
Obra citada, pág. 958.
6
Obra citada, pág. 939.
223
SECCION QUINTA
OBJETO Y CONTENIDO DE LOS DERECHOS
Capítulo XXII
NOCIONES GENERALES
452. Concepto de objeto de los derechos subjetivos.
Estudiados los sujetos de la relación jurídica que supone todo derecho subjetivo,
corresponde ahora explicar el objeto del mismo.
Objeto del derecho subjetivo es la entidad sobre la que recae el interés y el poder
del titular o sujeto activo de ese derecho. Tal entidad puede ser una cosa material o
inmaterial, el comportamiento o conducta del sujeto pasivo u otro valor relativo al
titular del derecho, según se verá más adelante. En los derechos reales, como el
dominio o propiedad, el objeto es una cosa material; en los derechos intelectuales,
como el del autor sobre su obra literaria o científica, el objeto es un bien inmaterial, la
creación intelectual o espiritual; en los derechos de crédito, llamados también
personales o de obligación, el objeto es la conducta del sujeto pasivo o deudor,
traducida en uno o más actos determinados, el de pago de la obligación, por ejemplo;
en las potestades, como las que tienen los padres de familia sobre sus hijos, el objeto
recae sobre la conducta general de éstos, que aquéllos pueden dirigir.
En torno al objeto de los llamados derechos potestativos se han presentado
cuestiones sobre su existencia y peculiaridad. Recordemos que por derecho
potestativo se entiende el derecho cuyo titular, por la sola declaración de voluntad
unilateral suya, puede cambiar la situación jurídica de otros, sin que éstos nada
puedan hacer para impedirlo. Ejemplo típico de derecho potestativo es el de los
coherederos de solicitar la partición de la herencia; si uno de ellos la solicita, a los
demás no les cabe sino resignarse a que la división y reparto de los bienes
hereditarios se lleven a cabo. Por la voluntad de uno solo de los coherederos se
operará el cambio de la situación jurídica de todos, pues dejarán de ser comuneros en
la herencia y pasarán a tener la situación o condición de propietarios individuales de
los bienes que les quepan en la partición. Ahora bien, algunos han considerado que el
derecho potestativo es un derecho sin objeto, fenómeno inconcebible. La verdad es
que sólo tiene una peculiaridad; consis-te en que el objeto es la conducta del titular
mismo en cuanto está destinada a producir un efecto en la esfera jurídica ajena. 1
Hay objetos de derecho que no recaen sobre cosas ni comportamientos del
hombre, sino sobre otros valores: vida, integridad física, integridad moral u honor,
valores todos que son objeto de los derechos de la personalidad.
1
Pasarelli, Doctrinas Generales del Derecho Civil, traducción del italiano, Madrid, 1964, pág. 47.
2
La doctrina del texto es la tradicional y clásica; otra más moderna entiende que el contenido del
derecho personal o de crédito es la prestación del deudor y el objeto sería el bien deducido en la relación, la
utilidad valorable como un bien que se promete al acreedor. La prestación sería el medio o instrumento
para conseguir el objeto.
Entre los partidarios de la doctrina clásica se cuentan, entre otros, Ruggiero, Maroi y Maiorca, Giorgio
di Semo, F. Santoro Pasarelli, Henri, León y Jean Mazeaud, Marty y Raynaud. Entre los sostenedores de la
doctrina moderna están Nicolo, Barbero, Trabucchi, Rotondi y Candian.
Los autores de ambas tendencias aparecen especificados en Vodanovic, Derecho de Obligaciones,
Santiago, 1970 (edición agotada), Nº 136, p. 122.
B. CLASIFICACIONES
Corporales o materiales son las cosas que constituyen una entidad concreta y
perceptible por los sentidos, sea en forma directa o a través de instrumentos
adecuados: bienes raíces o inmuebles, bienes muebles, animales, en general todas las
cosas sólidas, líquidas y gaseosas, las energías, como la electricidad.
Incorporales o inmateriales son las que no constituyen una entidad concreta ni
perceptible por los sentidos; son las que tienen una existencia puramente espiritual y
cognoscible sólo por el intelecto: obras científicas, artísticas y literarias, inventos
industriales, modelos de esta misma especie, modelos ornamentales, nombre
comercial de una empresa, nombre de un establecimiento de comercio, marcas
comerciales o de fábrica. Se entiende que todas estas cosas son las ideas forjadas por
las mentes y no los objetos materiales en que se vacían o plasman; por ejemplo, una
novela es una cosa incorporal constituida por la trama ideada por el autor y no los
pliegos de papel en que está escrita.
229
ANTONIO VODANOVIC H.
231
ANTONIO VODANOVIC H.
todas esas cosas son inmuebles por adherencia y adquieren esta condición
cualesquiera sean las personas que las incorporen: dueño, usufructuario,
arrendatario.
468. Razón que justifica la ficción que encierran los inmuebles por
destinación.
Esa razón es de orden práctico. Se trata de evitar que con la separación de esas
cosas se menoscabe la utilidad o productividad económica del inmueble principal. Por
eso, en principio, se entienden comprendidos los inmuebles por destinación en la
venta de una finca (art. 1830), en la hipoteca sobre bienes raíces (art. 2420), en la
especie que se lega (art. 1118), en el legado de una casa y de una hacienda de campo
(art. 1121).
469. Requisitos para que una cosa mueble pase a ser inmueble por
destinación.
Estos requisitos son los siguientes:
1) La cosa mueble debe colocarse en un inmueble, pues la naturaleza de éste es
comunicada a aquélla.
2) La cosa mueble debe colocarse en interés del inmueble mismo, esto es, para su
uso, cultivo o beneficio. A pesar de que el inciso 1° del artículo 570 emplea la
conjunción copulativa “y”, lógicamente debe entenderse que, para dar a las cosas
muebles la calidad de inmuebles por destinación, basta que estén destinadas a una
cualquiera de las finalidades señaladas (uso, o cultivo o beneficio del inmueble) y no
es necesario que concurran las tres copulativamente. Así lo ha declarado, con toda
razón, la Corte Suprema2 y lo ha corroborado el Código de Aguas en una especie de
interpretación auténtica, pues dice: “Atendida su naturaleza, las aguas son muebles,
pero destinadas al uso, cultivo o beneficio de un inmueble se reputan inmuebles” (art.
4°).
El agua, pues, considerada como inmueble por destinación, según el propio
legislador, basta que sirva a uno de esos fines y no a todos ellos.
Para que un mueble sea inmueble por destinación no es suficiente que el dueño de
un fundo coloque la cosa en éste y por su voluntad le atribuya la calidad de inmueble;
la ley exige la existencia de una relación efectiva entre el mueble y el inmueble,
traducida en la destinación del primero al uso, cultivo o beneficio del segundo. Del
mismo modo, para que la cosa pierda su carácter de inmueble por destino es preciso
que objetivamente desaparezca el lazo mencionado, sea por sustracción efectiva del
mueble a la explotación del inmueble (por ejemplo, un caballo destinado a las labores
agrícolas pasa a servir como bestia de tiro de un carruaje de paseo del dueño del
fundo agrícola), sea por enajenación separada del mueble y el inmueble.
3) La destinación debe tener carácter permanente, es decir, cierta estabilidad y
fijeza; no se requiere la perpetuidad. Prueba el espíritu de la ley la mención, entre los
inmuebles por destino, de los abonos existentes en la finca, que dejan de existir con su
empleo.
4) La cosa mueble y el inmueble deben pertenecer a una misma persona. Aunque
este requisito no lo establece en general nuestro Código, se deduce la necesidad de su
concurrencia porque “la ficción de inmovilización tiene lugar en interés del inmueble
y sólo su propietario representa ese interés. Los objetos muebles colocados en un
fundo por un arrendatario o usufructuario lo son solamente por el tiempo limitado del
arrendamiento o usufructo, y no en el interés del fundo sino en el del usufructuario o
arrendatario”.3
2
Sentencia de 2 de noviembre de 1945, “Revista de Derecho y Jurisprudencia”, tomo 43, sección
primera, pág. 227.
3
Alfredo Barros Errázuriz, Curso de Derecho Civil, Santiago, 1930, pág. 256.
470. Diferencias entre los inmuebles por adhesión y los por destinación.
En general, puede decirse que la diferencia consiste en que las cosas muebles
incorporadas pierden su propia individualidad y se convierten en parte constitutiva
del inmueble, no así las cosas destinadas, que simplemente se agregan o anexan al
inmueble y continúan conservando su propia individualidad.
Pero muchas veces la distinción será difícil, y habrá que decidir, según las
circunstancias especiales de cada caso concreto, si una cosa es inmueble por
incorporación o por destinación.
233
ANTONIO VODANOVIC H.
Dice el Código que “los derechos y acciones se reputan bienes muebles o inmuebles,
según lo sea la cosa en que han de ejercerse o que se debe” (art. 580). Cuando se
habla de la cosa en que los derechos han de ejercerse, la referencia es a los derechos
reales, y la alusión es a los derechos personales o de crédito cuando se habla de la
cosa que se debe.
Los derechos reales son, pues, muebles o inmuebles, según tengan uno u otro
carácter las cosas en que han de ejercerse. Así el derecho de propiedad, de usufructo
y el de uso serán muebles o inmuebles según sea la cosa corporal sobre que recaigan.
Hay derechos que siempre, necesariamente, serán inmuebles, porque siempre se
ejercen sobre cosas corporales de esta naturaleza: derecho de habitación,
servidumbres activas y la hipoteca regulada por el Código Civil (arts. 811, 820 y 2407)
y hay otros derechos reales como el de prenda que siempre serán muebles porque,
recaen sobre esta clase de bienes.
Nos falta por catalogar el derecho real de herencia. Recordemos que herencia es
el patrimonio de la persona difunta, una universalidad jurídica que comprende cosas
muebles e inmuebles, créditos y deudas, pero que es independiente de todos estos
elementos singulares que la componen. Es un continente diverso de su contenido, y
sobre este continente recae el derecho real, por lo que en realidad el derecho real de
herencia no es mueble ni inmueble. Sin embargo, ese derecho se considera cosa
mueble por aplicación del principio según el cual toda cosa que no es inmueble, bien
raíz, debe reputarse mueble. Notemos, de paso, que este principio algunos países lo
han incorporado como norma escrita en su ordenamiento jurídico. Así, por ejemplo, el
Código Civil italiano después de enumerar las cosas que son inmuebles, declara que
todas las demás son muebles: “Sono mobili tutti gli altri beni” (art. 812, inciso final).
En cuanto a los derechos personales, llamados también de obligación o de crédito,
se califican de muebles o inmuebles según sea la cosa que se debe. Así, el derecho y la
acción del comprador de una casa para exigir que ésta se le entregue son inmuebles, y
si la cosa comprada es un computador, tales derecho y acción son muebles.
Se atiende a la naturaleza de las cosas debida para calificar de mueble o inmueble
un derecho personal, pues en la cosa este derecho se realiza. Pero aquí surge una
dificultad. A juicio de algunos, sólo se debe la cosa misma o propiamente tal cuando el
objeto de la obligación del deudor, la prestación, consiste en “dar”, esto es transferir o
constituir un derecho real a favor del acreedor.
De acuerdo con este sentir, el derecho del acreedor será mueble o inmueble según
lo sea la cosa que se ha de dar.
A juicio de otros, se debe la cosa misma no sólo cuando hay que darla (transferir o
constituir un derecho real) sino también cuando hay que entregarla (traspasar
simplemente el uso o tenencia de la cosa al acreedor).
Para la primera opinión, cuando la prestación del deudor consiste en la simple
entrega de una cosa, el derecho del acreedor es siempre mueble, porque la entrega es
un hecho y los hechos que se deben se reputan muebles. En cambio, para los que
sustentan el segundo punto de vista, sea que el deudor deba dar la cosa o entregarla,
el derecho del acreedor será mueble o inmueble según lo sea la cosa que el deudor
debe entregar o dar. El problema se analizará más detalladamente al tratar las
obligaciones de dar y entregar en la Teoría General de las Obligaciones.
negocio del mismo ramo que el vendido dentro de cierto radio de la ciudad; la
obligación del dueño de un fundo de tolerar que determinados sujetos pasen a través
de su propiedad. Conforme al Código Civil, “los hechos que se deben se reputan
muebles” (art. 581). Así, por ejemplo, el derecho personal del que contrata con un
artífice la ejecución de una obra es siempre mueble, aunque la obra que debe efectuar
el artífice sea una catedral o un estadio.
¿Por qué el acreedor de una obligación de hacer o no hacer tiene un derecho
mueble? Porque el acreedor procura obtener utilidad, respecto del deudor, del hecho
mismo de éste o de su abstención.
En verdad, los hechos positivos y negativos o abstenciones no son muebles ni
inmuebles, porque no se trata de entidades que ocupan un lugar en el espacio y
puedan trasladarse o no de un lugar a otro. Pero como el legislador, por razones
prácticas, califica todos los derechos de muebles o inmuebles, según sea el objeto de
ellos, optó por reputar como cosas muebles los hechos positivos o negativos que
constituyen objeto de un derecho personal. Al proceder de esta manera siguió la
tendencia –señalada con anterioridad– de mirar como cosas muebles a las que no son
inmuebles.
Los que estiman que la obligación de entregar una cosa es algo que no envuelve
la de dar, califican a la primera siempre de mueble, porque representa un hecho, y
todos los hechos que se deben se reputan muebles. Lo contrario piensan los que
sostienen que en nuestro derecho la obligación de entregar va envuelta en la de dar y,
en consecuencia, el derecho correlativo del acreedor será mueble o inmueble según lo
sea la cosa objeto de la entrega.
E. LAS ACCIONES
235
ANTONIO VODANOVIC H.
Lo que la concepción civilista llama acción sólo sería la denominada por los
procesalistas pretensión o exigencia, esto es, la facultad o poder que nace del derecho
de crédito o del derecho real para reclamar a otra u otras personas la efectividad del
derecho.
La acción, en sentido procesal, es un derecho subjetivo (derecho de acción) o
poder –de naturaleza publicística– de provocar la actividad del órgano jurisdiccional
del Estado, o sea del juez, para que emita un pronunciamiento o resolución sobre la
pretensión que se hace valer.
4
De más está advertir que el concepto jurídico de consumibilidad no coincide con el físico o químico,
según el cual nada se destruye sino que todo se transforma; tampoco se confunde con el concepto vulgar, a
tenor del cual el dinero, si es representado por moneda metálica, es inconsumible por excelencia.
237
ANTONIO VODANOVIC H.
481. Etimología.
La palabra fungible proviene del latín fungi que además de consumirse, significa
ocuparse en algo, funcionar; en este sentido denota la susceptibilidad de una cosa
para reemplazar a otra, desempeñar sus mismas funciones en razón de la equivalencia
de ambas. En esta última acepción el término se extrajo de un texto romano en el cual
se dice que algunas cosas “in genere suo functionem recipiunt”. O sea, las cosas
genéricas se consideran como fungibles cuando pueden desempeñar la misma
función.
La fungibilidad objetiva supone, en primer lugar, que las cosas sean del mismo
género. Por género se entiende, en este caso, el conjunto de cosas que tienen uno o
varios caracteres comunes. Hay géneros más amplios y menos amplios. Los más
amplios engloban cosas con menor número de caracteres comunes. Por ejemplo, el
género vinos blancos comprende todos los vinos que reúnan el carácter de blanco,
cualquiera que fuere su marca o cosecha. En cambio, vino blanco de tal marca y de tal
cosecha comprende menos ejemplares. Precisamente el género a que se refiere la
fungibilidad es el más restringido, o sea, el que importa el máximo de caracteres
comunes y, por lo tanto, comprende menos miembros.
En segundo lugar, la fungibilidad natural u objetiva supone que las cosas sean de
la misma calidad, esto es, que tengan las mismas propiedades, vale decir, que ellas
sean iguales, y no unas mejores o peores que otras. La calidad no sólo se refiere a la
mayor o menor jerarquía de las propiedades de las cosas, sino también a su estado o
situación.
Los ejemplares nuevos de una determinada novela, verbigracia, son de la misma
calidad, pero no si uno de ellos es nuevo y el otro usado; los melones de una misma
raíz son de la misma calidad si todos han alcanzado el mismo estado de madurez, pero
no si algunos están verdes aún.
Usualmente las cosas fungibles se determinan o midiéndolas (diez metros de tal
tela, cinco hectólitros de vino) o pesándolas (cien quintales de arroz de tal marca y
grado) o contándolas (tres relojes de oro de tal marca y tipo).
239
ANTONIO VODANOVIC H.
5
Claro Solar. Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado.
Comparado. De los Bienes, Tomo I, Santiago,
1930, pág. 157.
241
ANTONIO VODANOVIC H.
admite la libre división de los predios rústicos señalados por la ley, los lotes
resultantes no pueden ser de una superficie inferior a 0,5 hectáreas físicas (decreto
ley N° 3.516, publicado en el Diario Oficial de 1° de diciembre de 1980, art. 1°).
243
ANTONIO VODANOVIC H.
una especie que no admita división, o cuya división la haga desmerecer, tendrá mejor
derecho a la especie el que más ofrezca por ella; cualquiera de los coasignatarios
tendrá derecho a pedir la admisión de licitadores extraños; y el precio se dividirá
entre todos los coasignatarios a prorrata” (art. 1337 regla 1ª). El mismo criterio
inspira a la norma según la cual “si se debe un terreno, o cualquiera otra cosa
indeterminada, cuya división ocasionare grave perjuicio al acreedor, cada uno de los
codeudores podrá ser obligado a entenderse con los otros para el pago de la cosa
entera, o a pagarla él mismo, salvo su acción para ser indemnizado por los otros”
(artículo 1526 N° 5).
498. Noción de ellas; derechos que pueden tener por objeto cosas futuras y
derechos que no pueden tenerlas.
Según existan actualmente o no, las cosas se dividen en presentes y futuras.
Sólo las cosas ya existentes en la naturaleza pueden constituir objeto de la
propiedad y de los demás derechos reales; la razón por la cual no pueden serlo las
cosas futuras estriba en que estos derechos implican un poder inmediato sobre una
cosa, y si ésta no existe mal se puede ejercer tal poder.
En cambio, tratándose de derechos personales, esto es, de relaciones obligatorias,
es perfectamente posible que ellas tengan por objeto una cosa futura, salvo los casos
en que la ley lo prohíba. Es fácilmente comprensible que uno pueda comprometerse
desde luego a transferir una cosa cuando ella tenga existencia; de más está señalar
que la propiedad o el derecho real sobre la cosa futura prometida transferir sólo
podrá adquirirse cuando ella cobre existencia.
Con relación a los actos jurídicos que recaen sobre bienes futuros, hay que
distinguir dos situaciones diversas entre sí. Cuando una parte no quiere asumir el
riesgo de que la cosa futura no llegue a existir, se conviene que el contrato no
producirá efecto alguno en tal evento y que, en consecuencia, la parte que se
comprometió a adquirir la cosa futura nada deberá pagar a la otra. Si una persona
compra la próxima cosecha, y si los frutos por cualquiera razón no llegan a
producirse, nada deberá pagar. La otra hipótesis es del todo distinta. Si las partes se
someten a la suerte estamos en presencia de los llamados contratos aleatorios, en que
las pérdidas y ganancias para cualquiera de las partes o para todas ellas dependen de
un acontecimiento incierto. El ejemplo clásico es el de la persona que compra a un
pescador todos los peces que aprisione en la red después de un determinado
lanzamiento de ella al mar: si se captan muchos peces el contrato resultará ventajoso
para el comprador; si se logran pocos o ninguno, sucederá lo contrario.
J. COSAS FRUCTÍFERAS
Los frutos se distinguen de los productos, que son las cosas que derivan de otra
sin periodicidad y con menoscabo de su sustancia: los metales de una mina, las
piedras de una cantera.
Hay disposiciones legales que confunden los frutos con los productos (C. Civil, art.
643 parte final); otros los asimilan, generalmente cuando la disminución de la cosa
madre es muy lenta, como ocurre con los productos de las minas y las canteras (C.
Civil, art. 784).
La distinción de frutos y productos en muchos casos es importante. Así, hay
disposiciones que sólo dan derecho a los frutos, como ocurre tratándose de las
remuneraciones de los tutores y los curadores (C. Civil, arts. 526 y 537).
503. Distinto momento en que se adquieren los frutos naturales y los civiles.
Los frutos naturales forman parte de la cosa madre hasta que se realice la
separación, y mientras tanto siguen la suerte jurídica de la cosa. Respecto del que
tenía derecho sobre los frutos sin ser el propietario de la cosa madre, la separación
marca el momento en que él adquiere la propiedad de esos frutos.
Los frutos civiles se adquieren día por día. Esto significa que el sujeto que tiene
derecho a ellos los adquiere a medida que cotidianamente se produzcan,
independientemente de haberlos o no percibido.
245
ANTONIO VODANOVIC H.
cuando es distinta. Así, las cosas muebles destinadas al uso, cultivo o beneficio de un
inmueble pasan a ser consideradas cosas inmuebles por destinación (C. Civil, art.
570).
En segundo lugar, la importancia de la distinción en estudio se muestra también
en la circunstancia de que el sujeto que tiene o adquiere derecho sobre la cosa
principal lo extiende a la accesoria. Por ejemplo, el dueño de una cosa lo es también
de lo que ella produce; el que adquiere el legado de un carruaje de cualquiera clase,
se entiende que también adquiere dentro del legado los arneses y las bestias de que el
testador solía servirse para usarlo y que al tiempo de su muerte existan con él (C.
Civil, art. 1122).
En tercer lugar, la distinción de que nos ocupamos manifiesta su importancia en la
extinción de los derechos: la extinción del derecho principal acarrea la extinción del
derecho accesorio; extinguido el crédito, se extingue también la fianza, prenda o
hipoteca que lo garantiza.
En resumen, la importancia de la distinción entre cosas principales o accesorias
radica en que estas últimas siguen la suerte de las primeras.
6
Torrente e Schlensinger, Manuale di Diritto Privato, Milano, 1981, pág. 127; Trabucchi, Istituzioni di
Diritto Civile, Padova, 1985, pág. 397.
247
ANTONIO VODANOVIC H.
una cosa compuesta comprenden sus partes integrantes, a menos que algunas de ellas
hayan sido formalmente exceptuadas.
Nuestro Código Civil no precisa el concepto de parte integrante, pero éste late en
algunas de sus disposiciones. Por ejemplo, una de ellas manifiesta que si los cuadros o
espejos están embutidos en las paredes, de manera que formen un mismo cuerpo con
ellas, se considerarán parte de ellas, aunque puedan separarse sin detrimento (art.
572). Otro precepto, después de señalar que son inmuebles las cosas que no pueden
transportarse de un lugar a otro, como las tierras, agrega que también son inmuebles
las que adhieren permanentemente a ellas, como los edificios y los árboles (art. 568);
éstos son, pues, partes integrantes del suelo. También otro ejemplo de parte
integrante encontramos en la disposición que establece que la adjunción es una
especie de accesión y se verifica cuando dos cosas muebles pertenecientes a
diferentes dueños se juntan una a otra, pero de modo que puedan separarse y
subsistir cada una después de separada; como cuando el diamante de una persona se
engasta en el oro de otra, o en un marco ajeno se pone un espejo propio (art. 657).
249
ANTONIO VODANOVIC H.
Resta decir que aunque nuestro Código Civil no define las universalidades de
hecho, menciona varias especies de ellas: ajuar de una casa, colecciones científicas y
artísticas (art. 574 inc. 2°), ganados o rebaños (art. 788).
Apropiables son las cosas que si bien actualmente a nadie pertenecen, pueden
llegar, mediante un acto de apropiación, a ser propiedad de un sujeto. Las cosas
actualmente de nadie se llaman res nullius. Algunas nunca tuvieron dueño como los
animales que viven en estado salvaje, y otras, si bien lo tuvieron anteriormente, el
dueño las abandonó con la intención de desprenderse de su dominio. Las últimas se
llaman específicamente cosas abandonadas o res derelictae. Ambas clases de res
nullius o bienes vacantes sólo pueden ser cosas muebles, porque en nuestro país son
bienes del Estado todas las tierras (incluidas las cosas adheridas permanentemente a
ellas) que, estando situadas dentro de los límites territoriales, carecen de otro dueño
(C. Civil, art. 590).
La propiedad de los bienes muebles que no pertenecen a nadie se obtiene por el
modo de adquirir el dominio llamado ocupación (C. Civil, arts. 606 a 642), cuyo
estudio corresponde al tratado de los derechos reales.
Inapropiables son las cosas que actualmente carecen de dueño y que en el futuro
tampoco lo pueden tener, porque según el ordenamiento jurídico no son susceptibles
de ser objeto de derechos. Tales la alta mar, el aire atmosférico, la luz solar.
Algunos Códigos, como el nuestro, siguiendo huellas romanas, llaman a las
inapropiables cosas comunes a todos los hombres (res communes omnium) y, por
serlo, nadie puede apropiarse de ellas.
Perentoriamente el Código Civil chileno dice que “las cosas que la naturaleza ha
hecho comunes a todos los hombres, como la alta mar, no son susceptibles de dominio,
y ninguna nación, corporación o individuo tienen derecho de apropiárselas. Su uso y
goce son determinados entre individuos de una nación por las leyes de ésta, y entre
distintas naciones por el derecho internacional” (art. 585).
Las cosas comunes son inapropiables consideradas en su totalidad, pero nada se
opone a que se aprovechen exclusivamente en forma parcial, inocua para el uso y
goce de todos. Así se explica, por ejemplo, que libremente se extraiga oxígeno del aire
y se venda aprisionado en tubos.
251
ANTONIO VODANOVIC H.
de ellas, en cierta medida, pueden ser objeto de relaciones de derecho público, como
sucede con los bienes nacionales de uso público que se dan en concesión a
determinados particulares o a los cuales se les otorga un permiso de uso exclusivo. En
este sentido son ejemplos los permisos que la autoridad otorga a determinados sujetos
para instalar quioscos (kioscos) destinados a vender periódicos, flores, etc. Las
concesiones y los permisos confieren un derecho de uso privativo limitado en el
tiempo y siempre revocable.
521. Distinción.
Nuestro Código Civil (artículo 589) define los bienes nacionales como aquellos
que pertenecen a la nación toda. Se dividen en dos categorías: a) Bienes nacionales de
uso público, llamados también bienes públicos: son los bienes que pertenecen a la
nación toda y su uso a todos los habitantes del territorio nacional (calles, plazas,
puentes, caminos, etc.); b) bienes del Estado, llamados también, bienes fiscales: son
aquellos que pertenecen en dominio a la nación toda pero cuyo uso no pertenece
generalmente a los habitantes. Los bienes nacionales son, pues, algunos de dominio
público y otros de dominio privado.
El criterio de la distinción reside en si los bienes nacionales pueden o no usarse
por todos los habitantes del territorio nacional: los primeros constituyen los bienes
nacionales de uso público; los segundos, los que no pueden usarse por todos los
habitantes, son los bienes del Estado o bienes fiscales.
522. Concepto.
La personalidad del Estado es una sola, y es de derecho público. Pero esto no
quiere decir que tal ente no pueda ser sujeto de derechos privados. Y precisamente
los bienes fiscales pertenecen al Estado en cuanto él es capaz de derechos privados;
constituyen su patrimonio privado.
La expresión bienes del Estado se encuentra tomada en un sentido amplio.
Observemos que el Código Civil expresa que “los bienes nacionales cuyo uso no
pertenece generalmente a los habitantes, se llaman bienes del Estado o bienes
fiscales” (art. 589 inciso 3°). Ahora bien, es evidente que la denominación de bienes
del Estado o bienes fiscales comprende no sólo los bienes nacionales que forman
propiamente el patrimonio fiscal, del Estado en sentido estricto, sino también los
bienes constitutivos del patrimonio municipal o comunal y el de los establecimientos
públicos. Verdad es que otras disposiciones (C. Civil, arts. 1797, 1798, 1923, 2481 y
2497) distinguen todos estos bienes pertenecientes a patrimonios especiales y
separados; pero también es cierto que el Código Civil al hacer la clasificación de los
bienes nacionales ha tomado en consideración únicamente la circunstancia de que
tales bienes pertenezcan en último término a la nación toda, aunque inmediatamente
253
ANTONIO VODANOVIC H.
En cuanto a las tierras que carecen de otro dueño, la disposición que atribuye al
Estado su dominio constituye una presunción de dominio a favor del fisco. De ahí que
si alguien disputa al fisco un inmueble debe probar su dominio aunque tenga la
posesión del bien raíz10. Esto importa calificada excepción a la norma según la cual se
presume dueño al poseedor (C. Civil, art. 600). Tal excepción es muy lógica, porque
sería difícil para el fisco probar el hecho negativo de que el inmueble carece de todo
dueño. Pero nótese bien que la presunción citada a favor del fisco es una presunción
de dominio y no una presunción de posesión; en consecuencia, si el fisco pretende
entablar una acción posesoria respecto de un inmueble, necesariamente ha de probar
que tiene la posesión tutelada por la acción hecha valer. Así se ha fallado. 11
Relativamente a las minas, la Constitución Política del Estado dice: “El Estado
tiene el dominio absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible de todas las minas,
comprendiéndose en éstas las covaderas, las arenas metalíferas, los salares, los
depósitos de carbón e hidrocarburos y las demás substancias fósiles, con excepción de
las arcillas superficiales, no obstante la propiedad de las personas naturales o
jurídicas sobre los terrenos en cuyas entrañas estuvieren situadas. Los predios
superficiales estarán sujetos a las obligaciones y limitaciones que la ley señale para
facilitar la exploración, la explotación y el beneficio de dichas minas.
“Corresponde a la ley determinar qué sustancias de aquéllas a que se refiere el
inciso precedente, exceptuados los hidrocarburos líquidos o gaseosos, pueden ser
objeto en concesiones de exploración o de explotación. Dichas concesiones se
constituirán siempre por resolución judicial y tendrán la duración, conferirán los
derechos e impondrán las obligaciones que la ley exprese, la que tendrá el carácter de
orgánica constitucional” (art. 19 N° 24 incisos 6° y 7°).
En resumen, el Estado tiene el dominio inalienable de los yacimientos mineros del
país. Los particulares que obtienen concesión de explotación sólo son titulares de un
derecho real administrativo que los autoriza para disfrutar de ésta cumpliendo con los
requisitos legales. Por tanto, si se nacionaliza o expropia una concesión la
indemnización que corresponda en ningún caso puede comprender el yacimiento
mismo, que era y sigue siendo de la nación toda.
Las ideas generales sobre la propiedad de las minas y su concesión expuestas
aquí en su esencia tienen un desarrollo pleno en las sobras de Derecho de Minas o
Minería.
BIENES PÚBLICOS
10
C. Suprema, 29 diciembre 1928, R. t. 27, sec. 1ª, pág. 117.
11
C. Suprema, 5 julio 1928, g. 1928, 2º sem., Nº 3, p. 10, R. t. 26, sec. 1ª, p. 302.
255
ANTONIO VODANOVIC H.
En la esfera de los bienes públicos o nacionales de uso público hay que distinguir
el dominio público marítimo, el dominio público terrestre, el dominio público fluvial y
dominio público aéreo.
257
ANTONIO VODANOVIC H.
Toca referirse ahora al mar patrimonial o zona económica exclusiva que se define
como aquella parte del mar adyacente donde el Estado riberano o costero goza del
derecho de conservar y explotar las riquezas del mar, de su suelo y subsuelo. Al
respecto nuestro Código Civil prescribe: “El mar adyacente que se extiende hasta las
doscientas millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se
mide la anchura del mar territorial, y más allá de este último, se denomina zona
económica exclusiva. En ella el Estado ejerce derechos de soberanía para explorar,
conservar y administrar los recursos naturales vivos y no vivos de las aguas
suprayacentes al lecho, del lecho y el subsuelo del mar, y para desarrollar
cualesquiera otras actividades con miras a la exploración y explotación económica de
esa zona. El Estado ejerce derechos de soberanía exclusivos sobre la plataforma
continental para los fines de conservación, exploración y explotación de sus recursos
naturales. Además, al Estado corresponde toda otra jurisdicción y derechos previstos
en el Derecho Internacional respecto de la zona económica exclusiva y de la
plataforma continental” (art. 596).
Por último, al igual que el mar territorial, el suelo que abarcan las playas es un
bien nacional de uso público. Se entiende por playa del mar la extensión de tierra que
las olas bañan y desocupan alternativamente hasta donde llegan en las más altas
mareas (C. Civil, art. 594). Este sentido legal no corresponde al vulgar, conforme al
cual son playas los arenales que están cerca del mar.
Dispone el Código Civil que “las naves nacionales o extranjeras no podrán
acercarse a ningún paraje de la playa, excepto a los puertos que para este objeto haya
designado la ley; a menos que un peligro, inminente de naufragio, o de apresamiento,
u otra necesidad semejante la fuerce a ello; y los capitanes o patrones de las naves
que de otro modo lo hicieren, estarán sujetos a las penas que las leyes y ordenanzas
respectivas les impongan. Los náufragos tendrán libre acceso a la playa y serán
socorridos por las autoridades locales (art. 604).
El uso de la playa y las tierras contiguas por los pescadores se estudia al analizar
el modo de adquirir llamado ocupación.
Corresponde al Derecho Marítimo Administrativo la exposición de las normas que
regulan la fiscalización, control, supervigilancia, y concesión de playas, terrenos
colindantes, rocas, etc.
caminos, texto único y refundido fijado por el decreto N° 294, de dicho Ministerio,
publicado en el Diario Oficial de 20 de mayo de 1985, art. 25).
Todo camino que esté o hubiere estado en uso público se presume público, sin
perjuicio del derecho del particular para reclamar su dominio (ley citada, art. 27).
b) Calles y plazas. Las calles, plazas, parques y jardines que son bienes nacionales
de uso público están al cuidado y vigilancia de las Municipalidades; a su unidad
encargada de la función de aseo y ornato corresponde velar por el aseo de las vías
públicas, parques, plazas, jardines y, en general, de los bienes nacionales de uso
público existentes en la comuna (Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades, art.
21).
Disposiciones reglamentarias relacionadas con calles, plazas y demás lugares de
propiedad nacional. Las columnas, pilastras, gradas, umbrales, y cualesquiera otras
construcciones que sirvan para la comodidad u ornato de los edificios, o hagan parte
de ellos, no pueden ocupar ningún espacio, por pequeño que sea, de la superficie de
las calles, plazas, puentes, caminos y demás lugares de propiedad nacional. Los
edificios en que se ha tolerado la práctica contraria, deben sujetarse a lo
anteriormente dispuesto si se reconstruyen (C. Civil, art. 600). Respecto de las obras
que, sin ocupar la superficie, salen del plano vertical del lindero, el Código Civil tolera
que en los edificios que se construyan a los costados de las calles o plazas puedan
existir ventanas, balcones, miradores u otras obras que salgan hasta medio decímetro
fuera del plano vertical del lindero hasta la altura de tres metros y, pasada esa altura,
permite que salgan hasta tres decímetros (art. 601).
En esta materia contienen normas reglamentarias muy pormenorizadas la Ley
General de Urbanismo y Construcciones y la Ordenanza General de Urbanismo y
Construcciones, cuyo estudio cae en la esfera del Derecho Administrativo.
259
ANTONIO VODANOVIC H.
536. Las obras de arte de la nación toda, ¿son bienes fiscales o nacionales de
uso público?.
Hace pocos años cierta organización internacional (UNCTAD) donó obras de arte
“al pueblo de Chile”. Un informe del Consejo de Defensa del Estado sostuvo que en
razón de que el uso de las obras de arte no está entregado a todos los habitantes, por
la naturaleza de las mismas, ellas deben considerarse bienes del Estado, fiscales. 13
No estamos de acuerdo con esta doctrina. Si se dona una escultura o una pintura
famosa “al pueblo de Chile” es para que puedan disfrutarlas todos los que forman
parte de ese pueblo; si se le da carácter fiscal a las obras de arte donadas a la nación
toda se priva a la generalidad de sus habitantes de la posibilidad de disfrutar de esas
cosas. Con este criterio puede llegarse al extremo de destinar una obra de arte al
adorno de la oficina de un funcionario público para su goce egoísta y el de sus
13
Memoria del Consejo de Defensa del Estado.
Estado. 1971-1990, Santiago, noviembre de 1995, Informe Nº
295 (18 agosto 1977), pág. 248.
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ANTONIO VODANOVIC H.
263
ANTONIO VODANOVIC H.
Sección Primera
Capítulo I
NOCIONES FUNDAMENTALES
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
EL DERECHO CIVIL
A. Generalidades
41. Etimología.............................................................................................................. 23
42. Evolución del concepto de derecho civil.................................................................23
43. Definiciones............................................................................................................ 23
44. Contenido............................................................................................................... 24
45. Ubicación del derecho civil dentro de las ramas del derecho................................24
46. Importancia del derecho civil.................................................................................24
Seccion Segunda
TEORÍA DE LA ELY
Capítulo V
DE LA LEY EN GENERAL
267
ANTONIO VODANOVIC H.
CAPÍTULO VI
B. Cosa juzgada
110. Concepto............................................................................................................... 45
111. Autoridad de la cosa juzgada................................................................................45
112. Fundamento.......................................................................................................... 46
113. Eficacia de la cosa juzgada. Acción y excepción...................................................46
114. A quiénes corresponde la acción y la excepción de cosa juzgada........................46
115. Condiciones de la excepción de cosa juzgada: las tres identidades.....................47
116. 1° Identidad de la cosa pedida.............................................................................47
117. 2° Identidad de la causa de pedir.........................................................................47
118. 3° Identidad legal de personas.............................................................................48
119. Relatividad de la cosa juzgada.............................................................................48
120. Límites de la autoridad de la cosa juzgada...........................................................49
Capítulo VII
LA COSTUMBRE
Capítulo VIII
126. Generalidades....................................................................................................... 53
127. Definición de promulgación..................................................................................53
128. Publicación de la ley............................................................................................. 53
129. Ficción del conocimiento de la ley........................................................................53
130. Numeración y recopilación oficial de las leyes.....................................................54
Capítulo IX
A. Interpretación de la ley
131. Concepto............................................................................................................... 55
132. Voluntad de la ley y voluntad del legislador..........................................................55
133. Hermenéutica legal y sistemas de interpretación................................................55
134. Diversidad de criterios interpretativos en las diferentes ramas del Derecho......56
135. Clases de interpretación según sus fuentes: Doctrinal y de Autoridad................56
B Integración de la ley
165. Concepto............................................................................................................... 66
166. Lagunas de la ley y lagunas del Derecho..............................................................66
167. Las lagunas de la ley en el Derecho chileno.........................................................66
Capítulo X
B. Derogación de la ley
169. Concepto............................................................................................................... 69
170. Clases de derogación: Expresa, tácita, orgánica, total y parcial..........................69
171. Derogación orgánica............................................................................................70
172. Jerarquía de las leyes y derogación......................................................................70
173. Derogación por retruque......................................................................................70
174. Efectos de la derogación de la ley derogatoria....................................................71
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ANTONIO VODANOVIC H.
D. El desuso
Capítulo XI
Parte General
Sección Tercera
Capítulo XII
LA RELACION JURIDICA
212. Concepto............................................................................................................... 89
213. Elementos de la relación jurídica.........................................................................89
214. Clasificaciones...................................................................................................... 89
215. Fuentes de las relaciones jurídicas......................................................................90
Capítulo XIII
Capítulo XIV
EL DERECHO SUBJETIVO
A. Noción y clasificaciones
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ANTONIO VODANOVIC H.
Sección Cuarta
Capítulo XV
Capítulo XVI
C. Muerte presunta
286. Edad de setenta años del desaparecido, habiendo transcurrido cinco años desde
la fecha de las últimas noticias...................................................................................121
287. Caso de la persona herida en una guerra o que le sobrevino otro peligro
semejante................................................................................................................... 121
288. Caso de los desaparecidos en accidentes de navegación o aeronavegación......121
289. Caso de los desaparecidos en un sismo o catástrofe..........................................122
273
ANTONIO VODANOVIC H.
296. Inscripción de las sentencias ejecutoriadas que declaran la muerte presunta.. 123
297. Inscripción del decreto de posesión definitiva en el registro conservatorio de
bienes raíces............................................................................................................... 123
Capítulo XVII
A. Idea general
B. Capacidad de goce
C. Nacionalidad
D. El nombre
E. Estado civil
F. El domicilio
G. El patrimonio
Capítulo XVIII
DERECHOS DE LA PERSONALIDAD
Capítulo XIX
275
ANTONIO VODANOVIC H.
A. Generalidades
B. Clasificaciones
H. Extinción
Capítulo XX
277
ANTONIO VODANOVIC H.
Capítulo XXI
Capítulo XXII
NOCIONES GENERALES
Capítulo XXIII
A. Cosas y bienes
B. Clasificaciones
E. Las acciones
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ANTONIO VODANOVIC H.
498. Noción de ellas; derechos que pueden tener por objeto cosas futuras y derechos
que no pueden tenerlas.............................................................................................. 194
J. Cosas fructíferas
Bienes Nacionales
Bienes públicos
281