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La primera tensión que constituye la ideología política de Duque tiene que ver con el
papel de la razón en la política. De entrada, para el conservadurismo y para los
uribistas más furiosos, el poder político no tiene ningún fundamento racional sino que
debe buscarse en las capacidades individuales de un líder, en lo divino o en la
autoridad tradicional. Sin embargo, Duque, desde un lente neo-conservador, ha
intentado mezclar esta perspectiva con un noción aparentemente técnica sobre el
ejercicio y fundamento del poder político. En esta, el poder es ejercido solo por
aquellos que lo merecen, aquellos que tienen los méritos para hacerlo, es necesario
tener un saber específico para incidir en la vida política. Como es evidente, ambas
perspectivas son contradictorias y, sin embargo, actúan al mismo tiempo en la
ideología del actual gobierno. Las contradicciones no eliminan las ideas políticas y no
suprimen sus efectos.
La segunda tensión tiene que ver con el papel del mercado en la sociedad y la
compleja relación entre capital y trabajo. Para los conservadores más tradicionales,
el mercado no debe ser el regulador de las interacciones sociales porque se basa en
interacciones individuales, en teoría libres y espontáneas, que no necesariamente se
relacionan con la vida comunitaria. De hecho, el desarrollo del libre mercado produce
rupturas culturales que desafían los fundamentos y los vínculos originarios que
constituyen una comunidad política.1 Mientras los neo-conservadores aceptan el
papel predominante del mercado como mecanismo de coordinación social e intentan
extender el mercado a más y más esferas. Esto quiere decir, superar las fronteras
propias de los vínculos comunitarios para darle mayor libertad de movimiento al
capital. Como en el punto anterior, esta tensión no deja de ser ideológicamente
productiva para Duque y para el uribismo.
Esta mezcla entre libertad del capital e “intentos” de armonizar la vida social produce
que cualquier lucha social que no coincida con lo intereses del
capital sea fácilmente señalada como un intento por romper el equilibrio social y
estigmatizado como un ejercicio polarizante. En especial en el mundo
contemporáneo, donde la relación entre capital y trabajo (factores de producción) es
cada vez más tensa y a la vez menos regulada. Tal vez esto es lo que significa la
quimera de la economía naranja: disociar cada vez más capital y trabajo, proteger
exclusivamente los intereses del capital y hacer del trabajo un componente de la
unidad social pero no un campo que cree antagonismos y conflictos sociales. 2
2006.
2. Ver: Modernidad Liquida, Zigmunt Bauman, Fondo de Cultura Económica,
2000.
http://palabrasalmargen.com/edicion-135/algunas-precisiones-ideologicas-sobre-ivan-
duque/