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Los 13 años de Evo Morales en el poder:

aciertos y fracasos de sus gobiernos


Al exmandatario boliviano se le atribuyen los mayores avances sociales y económicos que
experimentó el país en toda su historia. Combatir la corrupción fue su materia pendiente.

Evo Morales recibió al candidato K en Santa Cruz de la Sierra. Foto: Twitter/Evo Morales
Noticias Relacionadas: Evo Morales, el líder sudamericano con más tiempo en el poder, va
por otro mandato La dimisión este domingo del presidente Evo Morales, tras tres semanas de
protestas contra su polémica reelección y después de perder el apoyo de las Fuerzas
Armadas, dio pie a festejos en las calles y a la detención de altos funcionarios electorales, sin
que se sepa todavía quién tomará las riendas del país. "Renuncio a mi cargo de presidente
para que (Carlos) Mesa y (Luis Fernando) Camacho no sigan persiguiendo a dirigentes
sociales", dijo Morales por la televisión desde Cochabamba (centro), mencionando a los
líderes opositores que convocaron las protestas acusándole de fraude electoral en los
comicios del 20 de octubre.
El que fue primer presidente indígena de Bolivia, forjado políticamente como sindicalista
cocalero, se fue defendiendo su legado que, según él, trajo progreso económico y social a
una de las tres naciones más pobres de América Latina. "Estamos dejando a Bolivia con
muchas conquistas sociales", dijo en su mensaje de renuncia el mandatario.
A continuación tres aciertos y tres fracasos de los casi 14 años de gobierno del primer
presidente indígena y de izquierda de Bolivia:

► Los aciertos
Estabilidad económica
A partir de la nacionalización de los hidrocarburos de 2006, que coincidió con un boom
petrolero de precios sin precedentes, Bolivia comenzó a crecer a un ritmo anual de 4,9%,
volviéndose la economía más estable de la región. "No se puede entender la historia actual
de Bolivia, sin la nacionalización de los hidrocarburos. Ahí cambió la historia económica del
país", ha explicado el ministro de Economía boliviano, Luis Arce. El llamado "milagro
boliviano" consistió en que "al redistribuir el ingreso se debe aumentar la producción para
tener acrecentada la riqueza y evaluar la posibilidad de que los recursos naturales estén en
manos del Estado", dice Arce. El país redujo la pobreza extrema de 38,2% en 2005 a 17,1%
en 2018, según cifras oficiales.
Inclusión social
El vicepresidente Álvaro García Linera cree cumplida la meta de la inclusión social, "la
participación de la gente, que las decisiones no sean tomadas por pequeñas roscas
oligarquizadas: hoy se tiene un parlamento muy plural, con campesinos, indígenas, mujeres,
jóvenes". "La clave ha sido sacar a la gente de la extrema pobreza, que era el 40% de la
población, porque actualmente consume un poco más y el mercado interno se dinamiza",
afirma García Linera, añadiendo que esperan "acabar" con la pobreza extrema para 2021.
Infraestructura
Durante los casi 14 años de gobierno se construyeron más de 7.000 km de carreteras, a un
costo de 6,6 millones de dólares, frente a los 1.038 kilómetros construidos hasta 2005, según
el Ministerio de Comunicación. Un 65% de las carreteras están pavimentadas o en
construcción, frente al 25% antes de la llegada del actual gobierno. El teleférico que conecta
La Paz y la ciudad de El Alto es un hito en transporte urbano para seguidores y críticos del
gobierno de Morales, que lo inauguró en 2014. Con sus 10 líneas y 36 estaciones sobrevuela
32 km por las laderas de estas ciudades andinas a más de 3.600 metros sobre el nivel del mar
y alivia el caos vehicular. Entre los próximos desafíos del gobierno está la construcción de
un corredor bioceánico que una el Atlántico con el Pacífico.
Elecciones en Bolivia: hubo más de 100 detenidos
► Fracasos
"Atornillarse en el poder"
A pesar de perder un referéndum en 2016 sobre si Morales estaba habilitado para un nuevo
mandato, el Tribunal Constitucional le dio luz verde a una postulación indefinida bajo el
polémico motivo de que se trataba de "su derecho humano". "Estamos viviendo el momento
más complejo desde que se ha recuperado la democracia porque tenemos un gobierno que no
practica ni respeta la democracia, la usa como un mecanismo de elección", denunció el
excandidato presidencial Samuel Doria Medina. El gobierno "pretende atornillarse en el
poder y utiliza todos los mecanismos", sostiene.
Despilfarro y daño ambiental
El economista y académico Gonzalo Chávez critica el manejo de la economía por la
"bonanza mal aprovechada, que ha servido para inflar una burbuja de consumo, para
confundir riqueza de consumo con desarrollo productivo". El rasgo más distintivo del
modelo es que es "populista, fuertemente distribucionista por encima de lo que debería ser la
productividad, el crecimiento y la diversificación". Además, los medioambientalistas
responsabilizan a Morales por la quema de bosques y pastizales -entre agosto y septiembre
de este año, en una superficie similar a Suiza- por haber autorizado la ampliación de la
frontera agrícola.
Corrupción
"Tal vez nos equivocamos cuando dijimos 'cero corrupción'", admitió Morales en marzo.
Para el senador opositor Edwin Rodríguez, en este gobierno "se ha desestructurado el país y
se han desmantelado las instituciones públicas, los poderes del Estado, se desnaturalizó la
democracia, se han corrompido los sectores sociales y los pueblos indígenas a partir de
dádivas, y se han acostumbrado a servir al gobierno en función a estos regalos". Bajo
Morales se denunciaron varios casos de corrupción: una malversación a la estatal petrolera
YPFB, un millonario desfalco a un fondo indígena y un escándalo por tráfico de influencias
que vinculaba a la expareja de Morales, Gabriela Zapata, directiva de una firma china.
Una investigación posterior exoneró al mandatario. D.S. (Fuente www.perfil.com).
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EL MUNDO - Bolivia

Evo Morales, el indígena que sucumbió a las


mieles del poder
El punto de inflexión de su largo mandato fue 2016, cuando perdió el referéndum para cambiar la
Constitución. Hoy, poco quedaba ya del humilde líder cocalero que alcanzó en su día la Presidencia.

Evo Morales, ex presidente de Bolivia. UESLEI MARCELINO REUTERS

Cuando el primer presidente indígena de América Latina nació, en octubre de 1959, estaba destinado a
llamarse Evaristo. Así lo establecía el "calendario pintoresco de Brístol", tan en boga en aquella época para
otorgar nombres de santos católicos a los recién nacidos. Pero a Dionisio Morales no le gustaba la idea,
aquel nombre era demasiado largo para su hijo varón. Como si algo le dijera que aquel bebé que luchaba por
sobrevivir desde antes de nacer, algo que no consiguieron los dos hermanos que le precedieron, necesitaba
un nombre sonoro e impactante para cambiar el destino de su nación.
Así que optó por Evo, la versión más corta del nombre inicial, una contracción de la que sólo quedaron las
dos primeras letras y la última. Todo aquello previa discusión con el sacerdote, que en aquellos tiempos
también mandaba mucho.

Evo Morales dimite como presidente de Bolivia

Las peripecias de su nacimiento y bautizo las describe el propio líder 'aymara' en su autobiografía, 'Mi vida,
de Orinoca al Palacio Quemado', un largo relato de cómo la vida se confabuló con la política para
empujarle hasta la Presidencia de su país, un puesto hasta entonces vedado para los indígenas. Hoy, 60 años
después de su nacimiento y transcurridos 14 de su primer triunfo electoral, el nombre de Evo, el que fuera
el mandatario actual más longevo del continente, ya forma parte del abanico de nombres, tan cortos e
impactantes como el suyo pero que tanto han cambiado la Historia de la región: Fidel, Lula, Raúl...

Lo más paradójico es que ya no queda mucho de aquel Evo, el que alcanzó al poder desde la dirigencia
'cocalera' de los Andes bolivianos, en dura pugna con los poderes de toda la vida de un país sumido en la
pobreza. Un giro inesperado para una Bolivia con presidentes que hablaban con un acento tan gringo
que ni se les entendía.

Un simple vistazo al hasta ahora todopoderoso presidente le acerca más a Evaristo, decidido a perpetuar su
nombre en el poder, alargarlo a la fuerza en la Historia de su país, incluso más allá de 2025, cuando vencía
la próxima legislatura. Si hay un punto de inflexión, sucedió en 2016, cuando perdió el referéndum para
cambiar la Constitución. "Los que dijeron 'sí' (48,7%) es para que siga Evo. Los que dijeron 'no' (51,3%) es
para que no se vaya Evo", señaló el presidente a los periodistas para confirmar que en la América de la
revolución no importa mucho lo que quiera el pueblo. Ya lo demostró su gran padrino político y aliado,
Hugo Chávez, quien tras perder una consulta parecida en 2007 definió el triunfo de los estudiantes que le
confrontaban como "una victoria de mierda".

Su "hermano", Nicolás Maduro


De Evo a Evaristo, aunque no sea oficial ni reconocido. Al propio líder indígena le gusta repetir su
nombre,"Evo" o "el Evo", como si se diera cuenta de que las mieles del poder le estaban engordando y
quisiera subsanarlo con las palabras. Lo mismo le ocurrió a su aliado Hugo.

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Nada queda en el aburguesado Evo de hoy de la humildad de entonces ("No conocí la ropa interior hasta
los 14 años"), olvidada por los dispendios que acompañan a los líderes populistas del continente, otra de las
cuestiones que parte del país no le perdona al ya ex presidente, cuya principal salvaguarda ha sido la
bonanza económica que disfruta el país andino. Una bonanza nacida en la nacionalización de los recursos
del gas (en su mayoría en manos brasileñas) y de una administración solvente y eficaz de las cuentas
públicas, siempre bajo la tutela de su inefable vicepresidente, García Linera, el cerebro gris de la
administración del Movimiento Al Socialismo (MAS), y del ex ministro Luis Arce.

Morales se ha gustado apoltronado en el poder, tan protegido que no dudaba en patear sin disimulo a
quien le presionaba, ya fuera en una de esas habituales pachangas de fútbol o en una partida del ajedrez
político. El indígena 'aymara' persiguió sin disimulo a su enemigos políticos, castigó a la prensa privada, se
aprovechó del poderoso aparato estatal para llenar las urnas y se alineó de forma irrestricta con su
"hermano" Nicolás Maduro, más allá de las torturas y las ejecuciones extrasumariales denunciadas por la
que fuera presidenta izquierdista de Chile, Michelle Bachelet, con la que Evo jamás hizo buenas amigas. El
histórico diferendo de la salida al mar de Bolivia lo impidió una y otra vez.

Como ya anunció durante la pasada campaña, una vida como la suya, rebosante de jornadas maratonianas de
casi 20 horas, necesitaba un segundo volumen de biografía. "Hasta ahora no nos equivocamos, juntos
cambiamos la Historia. ¡Vamos por un futuro seguro!", clamó el líder revolucionario en Oruro, cerca de su
su Orinoca natal, un pueblito tan pequeño que los mapas se olvidaron de él. Allí, donde la lucha por la
supervivencia y contra la exclusión le forjó hasta convertirle en un líder carismático empeñado en
convertir en su hogar el Palacio Quemado, la antigua sede presidencial. Pero ya no podrá ser. La calle, la
OEA, el ejército, la policía han doblegado a Evo Morales.

INTERNACIONAL / Comicios domingo 20 octubre, 2019


Elecciones en Bolivia: hubo más de 100 detenidos
Algunos sondeos apuntan a que el centroderechista Carlos Mesa podría
forzar un balotaje, inédito para la historia de ese país.

Evo Morales cuando fue a votar en el colegio Villa 14 de Septiembre. Foto: AFP
Noticias Relacionadas Evo Morales agita el fantasma del FMI y Argentina para lograr su
cuarto mandato "¿Quieres eso para Bolivia?" Evo Morales usa la crisis argentina en su
campaña electoral Un total de 7.315.364 bolivianos fueron convocados a las urnas -y otros
400 mil en el exterior- para elegir al próximo jefe de Estado. Los dos con más posibilidades
son el actual mandatario Evo Morales, que busca su tercera reelección, y el ex presidente
centrista Carlos Mesa (2003-2005). Según las encuestas, hay chances de que se produzca una
“inédita segunda vuelta”.
Morales llega a las elecciones con una ligera ventaja por encima del resto de los ocho
postulantes, todos defensores de una economía liberal. El actual jefe de Estado busca
gobernar hasta 2025. Su principal oponente es el hombre de centroderecha Carlos Mesa,
quien en el último año dio más fuerza e impulso a la oposición.
Un sondeo de una universidad estatal indicó que Morales obtendría el 32,3 por ciento de los
sufragios contra un 27 para Mesa. En caso de confirmarse estos resultados, Bolivia viviría
por primera vez una segunda vuelta. Según pudo reconstruir PERFIL, en barrios muy
pudientes de La Paz se impuso el postulante opositor, aunque habrá que esperar a conocerse
los primeros resultados para saber si el centroderechista puede ponerle un freno a la tercera
reelección del Presidente.

Evo Morales, el líder sudamericano con más tiempo en el poder, va por otro mandato
A las 18 hora local (19 en Argentina) comenzó el escrutinio después de que la jornada
electoral cerrara en calma y con una alta participación ciudadana en los centros de votación,
informó el Tribunal Supremo Electoral (TSE). A partir de las 20 (21 de Argentina)
comenzarán a difundirse los primeros resultados en conteo primario.
Una fuerza combinada de más de 40 mil policías y militares patrulló la ciudad de La Paz,
aunque no se reportaron episodios de violencia. No obstante, un centenar de jóvenes de un
partido opositor fueron detenidos en la región de Santa Cruz (este) en posesión de alcohol y
estupefacientes, informó un jefe policial.
La jornada electoral transcurrió en paz con excepción de un
incidente en Santa Cruz donde arrestaron a 106 jóvenes.
Los vecinos alertaron "sobre el consumo de bebidas alcohólicas en un inmueble del lugar y
se llega a sorprender a 106 personas al interior del inmueble a quienes se les encontró
elementos que establecen el consumo de sustancias controladas y bebidas alcohólicas",
indicó el jefe de la policía de esa región, Igor Echegaray. Los jóvenes son miembros del
partido Bolivia Dijo No (BDN), que postula a Óscar Ortiz, dijo el jefe policial, citado por la
agencia oficial ABI.
En reacción a la operación policial, el jefe de campaña de BDN, Vladimir Peña, calificó de
"arbitraria" la medida, porque "los jóvenes que estaban al interior del inmueble preparaban
las meriendas para los delegados de mesa" y "no estaban consumiendo bebidas
alcohólicas".Santa Cruz es la región más próspera de Bolivia y donde la oposición al
presidente izquierdista Evo Morales se hizo más fuerte. B.D.N.
(Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender
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por Maëlle Mariette, septiembre de 2019

Periódico mensual de información y análisis internacional


Las políticas de la izquierda boliviana han creado una floreciente clase media

Evo Morales, las políticas sociales y el consumismo


El presidente boliviano Evo Morales, que llegó al poder en 2006, aspirará a un cuarto
mandato en octubre. Las políticas de redistribución que ha implementado han posibilitado el
surgimiento de una clase media diversa y, a veces, muy próspera, como los “cholos”, los
indígenas urbanizados. Estos sectores de la población, menos militantes que antaño, no
comparten necesariamente los valores de los dirigentes a los que les deben su ascenso.

Detrás de la barra de su cocina estilo americano, Juan Pablo Reyes Aguilar y Diego Lionel
Rodas Zurita preparan el menú del día de su restaurante: lawa de chuño, una sopa de patatas
deshidratadas, y charque frito, carne de llama seca y salada. Dos platos inspirados en la
cocina tradicional del altiplano andino, a base de ingredientes que ya utilizaban los incas.
Con grandes cantidades de quinoa y finas hierbas, ambos cocineros se proponen “revivir”
estos sabores ancestrales haciendo de cada plato “una puesta en escena”.

Ubicado en la calle Murillo, una concurrida arteria que conduce a los mercados de La Paz
(Bolivia), el restaurante Popular ocupa la primera planta de una casa con un patio interior
que en otro tiempo albergaba viviendas modestas. Allí se encuentran actualmente un tostador
de cafés bolivianos y una tienda de artesanías textiles. Desde su inauguración, en 2018, el
restaurante tiene un éxito fulgurante gracias a su cocina “fusión”, ofrecida en un único menú
del día (incluyendo su variante vegetariana) servido por un personal con camiseta negra y
fular de aguayo, una tela tradicional andina. Cada día, la gente se amontona frente a las
puertas del establecimiento, donde, a menos que se haya reservado con mucha antelación,
solo unos pocos afortunados podrán entrar. Con un menú de 65 bolivianos (alrededor de 10
euros, mientras que el salario mensual medio equivale a 450 euros), la clientela resulta
menos popular de lo que sugiere el nombre del restaurante: ejecutivos encorbatados, jóvenes
abogados, empleados de oficinas públicas próximas, así como turistas, que llegan aquí
atraídos por las recomendaciones leídas en Internet.

El Popular encarna un fenómeno que se observa desde hace una quincena de años en toda la
región, incluso en Bolivia, el país más pobre de América del Sur: el surgimiento de una
nueva clase media, que hace tambalear las perspectivas electorales. Aunque sea producto de
las políticas de redistribución social de dirigentes progresistas, esta cautiva a los
comentaristas conservadores: “Después de un tiempo, la clase media emergente tiende a
preferir la economía de mercado a las políticas estatales y proteccionistas”, decía
entusiasmado en 2010 el responsable de la sección “América Latina” del semanario The
Economist (1).

El incremento del nivel de vida suele estar acompañado por un deseo de no modificar más el
orden de las cosas, una “pulsión social de conservadurismo”, resume casi diez años más
tarde Raúl García Linera, asesor de la vicepresidencia, cuyo titular es su hermano Álvaro.
Este admite que: “Si el proceso revolucionario no logra dar respuesta a ello, corre el riesgo
de ir a su ruina”. ¿Está la izquierda condenada a ser expulsada del poder por las poblaciones
a las cuales sus políticas han beneficiado, es decir, a engendrar a sus sepultureros? La
pregunta se vuelve más candente en Bolivia cuando su presidente, Evo Morales, en el cargo
desde 2006, aspira a un cuarto mandato en octubre.

“Lo más importante es producir –insiste el ministro de Economía, Luis Alberto Arce
Catacora, cuando le preguntamos sobre los potenciales efectos indeseables de sus políticas
económicas–. La palabra ‘productivo’ es tan importante que hemos incorporado en la nueva
ley educativa la idea de que la educación debe ser productiva; queremos poner esa idea en la
cabeza de los niños desde pequeños”. Según Arce Catacora y Álvaro García Linera, toda
redistribución debe estar precedida de una fase de producción, la cual requiere, por un lado,
un nivel mínimo de paz social y, por el otro, un mercado interno dinámico.

En lo que respecta a la paz social, las cosas no estaban resueltas. Dos años después de ser
elegido presidente, Morales sufría un intento de golpe de Estado fomentado por la oligarquía
terrateniente de la región de Santa Cruz (2). El Gobierno debía pues tratar con una oposición
poco preocupada por los principios democráticos, y encontrar el modo de alcanzar sus
objetivos sin ofender en exceso. Un ejemplo: en lugar de oponerse directamente al poderoso
sector de la agroindustria para ayudar a los pequeños productores, la Administración creó en
2007 la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA). Este organismo compra
a los pequeños agricultores su producción de arroz, trigo, soja o maíz a precios superiores a
los del mercado cuando estos son demasiado bajos. La agroindustria se ve entonces obligada
a igualar sus precios con los de EMAPA, incluso a mejorar su oferta. “El mercado no es más
que pura especulación –resume Jorge Guillén, responsable de EMAPA en la región de Santa
Cruz–. La función de EMAPA consiste en regularlo, incluso adquiriendo sólo el 15% de la
producción total”. “El papel de EMAPA es ayudar a impedir que la agroindustria fije por sí
sola los precios –añade el vicepresidente Álvaro García Linera–. En síntesis, a fortalecer la
posición de los pequeños productores. La intervención del Estado equilibra una lucha
desigual entre dos sectores muy desiguales económicamente”.

Una lógica “win-win” (o de beneficio mutuo) que se observa en las medidas tomadas para
estimular el mercado interno. En las calles de los centros urbanos, llaman la atención de los
paseantes unos pequeños carteles que dicen “Esfuerzo por Bolivia”. Señalan los comercios
que participan en un programa iniciado en 2018 (y basado en una ley de 2013) para favorecer
la producción local: cuando el crecimiento del producto interior bruto (PIB) supera el 4,5%,
los empresarios deben pagar un “doble aguinaldo” (una segunda paga extra) a aquellos
trabajadores cuyo ingreso es inferior a un umbral fijado por la ley (15.000 bolivianos por
mes en 2018, aproximadamente 2.000 euros, es decir, más de siete veces el salario mínimo).
Por primera vez este año, los empleados públicos perciben el 15% de la suma a través de una
aplicación móvil que limita su utilización a productos fabricados en Bolivia y al pago de
artesanos locales previamente registrados.

Si bien la medida había provocado inicialmente el rechazo de los pequeños comerciantes,


que debían pagar un mes más de salario a sus empleados, actualmente lo hacen convencidos:
“Vendedores de zapatos, ponchos, helados... Todo el mundo se ha registrado –nos explica
una clienta de un puesto de la calle Max Paredes, una de las principales arterias comerciales
de La Paz–. La aplicación está bien hecha: puedes ingresar el producto que buscas y Google
Maps te indica los sitios donde puedes encontrarlo. Luego, le das un código al vendedor para
pagar con su aplicación. La operación tiene tanto éxito que los pequeños comerciantes
cuentan que nunca habían ganado tanto”.

“Redistribuir forma parte de la justicia social, pero también sirve de combustible para la
dinámica interna”, justifica el vicepresidente García Linera. Redistribución, consumo,
producción, crecimiento: en el plano económico, el esquema boliviano se parece a un círculo
virtuoso. Pero estimular el consumo conduce a veces a alentar el consumismo, con
consecuencias políticas menos favorables.

Desde su apertura, en 2010, el centro comercial Megacenter –ubicado en el barrio residencial


y acomodado de Irpavi– ascendió rápidamente a la categoría de destino obligado de final del
día y fines de semana, con sus dieciocho salas de cine (algunas en 3D, que proyectan las
últimas grandes producciones hollywoodenses), sus numerosas franquicias internacionales
como Burger King o Hard Rock Café, su pub irlandés, sus tiendas, su bolera, su gimnasio,
sus salas VIP, su campo de paintball, su pista de patinaje y... sus tres plantas de
aparcamiento. Otros florecen en las grandes ciudades del país, sugiriendo que la cultura de
los malls al estilo estadounidense –que hasta hace algunos años aquí nadie conocía– se ha
instalado actualmente en Bolivia.

Pero los cambios no se llevaron a cabo sin roces. En 2014, con la inauguración de una línea
de teleférico que conecta el suburbio popular de El Alto con Irpavi, se facilitó la llegada de
familias de barrios populares, reconocibles por las polleras que llevan tradicionalmente las
mujeres indígenas. Poco acostumbradas a la etiqueta propia de este tipo de entorno, se
sentaban en el suelo para compartir una gaseosa o golosinas, o bien disfrutaban de los
jardines de los alrededores y se tumbaban sobre la hierba. Su presencia provocó a su vez la
llegada de vendedores ambulantes de comida barata... “Estos indios contaminan el
Megacenter –clamaban enojados algunos vecinos y clientes a través de las redes sociales–.
Desde que vienen, hay basura por todos lados”. Otros intentaron una torpe defensa: “Es
cultural. Se sientan en el suelo para estar en contacto con la Madre Tierra” (3). La instalación
de carteles “Prohibido hacer picnics” permitió que el templo del consumo volviera a ser un
lugar “agradable”, donde cada uno puede actualmente ver una película estadounidense
comiendo palomitas, hacer sus fotos de boda o aprovechar las “súper ofertas” y los “precios
locos”, como durante el Black Friday, ese acontecimiento de noviembre venido directamente
de Estados Unidos que marca el comienzo de las compras de fin de año.

“Las personas que frecuentan estos lugares difícilmente volverán a ser comunistas”, suspira
Manuel Canelas, ministro de Comunicación, encargado de trabajar por la reconquista de la
clase media antes de las elecciones de octubre. A sus ojos, el discurso del poder cometió el
pecado de elevar el consumo al rango de virtud en sí misma, con el riesgo de borrar la
dimensión política de su proyecto. “Estos últimos años se ha observado una explosión de los
gimnasios privados en Bolivia, particularmente en La Paz. Lo que dice mucho sobre la
transformación de la sociedad: con mejores condiciones de vida, uno dispone de más tiempo
para preocuparse por su cuerpo, su apariencia”.

Canelas esboza, al dialogar con nosotros, el recorrido típico de un “joven boliviano de 25


años”. No habiendo crecido en el barrio periférico popular del que provienen sus padres, se
“socializó en otros espacios”, construyéndose una identidad “en lugares donde los códigos
son un poco menos colectivos”. No más egoísta que su padre o su madre, este joven será sin
embargo menos proclive “a militar toda su vida en un sindicato”: “Su relación con el interés
general será diferente”. Al igual que sus preferencias políticas. ¿La solución? “Debemos
mejorar la oferta de servicios públicos y su calidad”, nos dice Canelas, para que “no se
asocie más el bienestar y la calidad de vida con lo individual y lo privado. Es el único modo
de desarrollar una forma de conciencia política compatible con las ideas de nuestra
revolución en el seno de esta población”. En esta perspectiva, Canelas recomienda construir
“parques, espacios públicos donde puedan hacer deporte, ir en familia, hablar con sus
vecinos, interactuar y vivir en comunidad. Se adquiere otra idea de la ciudadanía cuando se
puede acceder a este tipo de lugares, en vez de cultivar su apariencia en un centro privado”.

Funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores, Raquel Lara identifica otra dificultad:
“Mi hija, que tiene 24 años, desconoce las conquistas del pasado, de la ‘guerra del gas’, por
ejemplo (4). La juventud actual está despolitizada; no ha sido informada, ni formada. Ya no
hay dictadura contra la cual luchar, la lucha política interesa menos”. El argumento no
convence a Jazmín Valdivieso, que forma parte de esa juventud de menores de 30 años:
“Hay que vender otra cosa a los jóvenes. El discurso según el cual ‘las cosas están mejor que
en la época de la dictadura’ no les basta”. En su opinión, no están desmotivados, sino
comprometidos con otras cosas. Las luchas actuales son “las de la juventud urbana,
proveniente de la clase media”. Según Valdivieso, esto se explica por la evolución
demográfica: “Hay muchos menos jóvenes en las zonas rurales. Se quedan allí hasta los 14 o
15 años, luego se mudan para ir a estudiar o trabajar, y entonces se convierten en urbanitas”.
¿Cuáles son las luchas que los movilizan? “Las luchas por los derechos de los animales, las
mujeres, las personas LGTB [lesbianas, gays, trans y bisexuales], etc., que son impulsadas
fuera de los partidos, por jóvenes que no son militantes sino activistas. Para muchos de ellos,
la política está manchada por la corrupción; un sentimiento que se extiende en el seno de la
clase media”.

Pero ¿puede hablarse realmente de “una” clase media, sobre todo en Bolivia? En esta
categoría se encuentran los sectores cultos de los barrios acomodados, como San Miguel y
Sopocachi en La Paz, los empleados de un sector público fortalecido por las nuevas
empresas estatales y aquellos jóvenes cuyas expectativas de futuro crecieron con la
generalización del acceso a la educación sin que el mercado de trabajo haya sido capaz de
generar aún una demanda considerable de empleos cualificados. Se encuentran también los
comerciantes, artesanos y microemprendedores provenientes de las clases populares y de tez
a menudo más oscura, cuyas condiciones de existencia y nivel de vida mejoraron
sensiblemente: aquí se les conoce como “cholos”, poblaciones indígenas urbanizadas, menos
aferradas a los valores tradicionales aún preponderantes en las zonas rurales que a formas de
actividad económica y comercial a menudo poco cualificadas (5). Ahora bien, nada indica
que la estrategia de Canelas (y de todos aquellos que pretenden reforzar la conciencia
política de una clase cuya tendencia consumista habría sido demasiado elogiada por el
Gobierno) esté dando los frutos esperados en lo que respecta a los cholos.

Estos últimos apoyaron inicialmente a Morales. Primero, por identificación étnica: “Las
cosas cambiaron aquí, vivimos una revolución. Con la elección de nuestro presidente Evo
Morales, nuestra cultura está actualmente en un primer plano”, declaraba en 2014 un
residente de El Alto a un periodista de Financial Times (6). Su entusiasmo fue también
alimentado por el voluntarismo del Estado, que benefició en gran medida a una población
que controla actualmente la mayor parte del comercio de distribución a nivel nacional y se
convirtió en un actor económico central. En efecto, la “revolución” que mencionaba el
hombre entrevistado por Financial Times traía consigo un segundo componente: “Ahora
puedo decir: ‘Tengo dinero, hago lo que quiero’”. Como construirse un cholet, término
surgido de la combinación de cholo y chalet, en referencia a las casas suizas, que
simbolizarían el éxito. En las calles de El Alto, es imposible no ver esos extraños edificios.
Para la franja más rica de los cholos, exhibir su éxito económico implica tener un cholet
mucho más extravagante que el del vecino: de cinco, seis, a veces siete pisos; paredes
pintadas con colores brillantes; una arquitectura donde lo kitsch compite con lo ostentoso;
inmensos ventanales; una superficie que supera a veces los quinientos metros cuadrados...

Pero en la actualidad se ha consumado la ruptura entre los cholos y el Gobierno, según nos
explica Nico Tassi, antropólogo especialista en economía popular: “El primer conflicto con
el Gobierno se produjo en el momento en que el poder emprendió la lucha contra la
economía informal” –que representa el 60% del PIB y concierne al 70% de la población
activa (7)–, en los años 2010. Cuando el Estado reforzó los controles, los cholos lo
interpretaron “como una forma de desconfianza hacia ellos”. Más allá de la típica resistencia
a los impuestos, aparece entonces un fenómeno inesperado: la mejora de los servicios
públicos no representa una prioridad para una población que, habiéndolos descubierto con la
llegada al poder de Morales, se siente satisfecha con su nivel de funcionamiento actual.

Entre los cholos, la prioridad sigue siendo la comunidad local, que resulta tanto más
importante cuanto que vive un éxito colectivo asociado a una identidad cultural fuerte. Para
Tassi, las poblaciones cholas constituyen originalmente sectores populares que no dependen
de “entidades civilizadoras externas, como el Estado, el capital, la escuela, las ONG”. Con su
discurso sobre el respeto a las diferencias identitarias, la “revolución plurinacional” de
Morales les invita a “afirmarse de manera autónoma, reforzar sus propias instituciones y su
cultura, ayer denigrada”. En este caso concreto, el acceso a la clase media no se ve
acompañado de una ruptura con el modo de vida anterior, sino de su fortalecimiento. Se
observa su riqueza no a través de los modos de consumo y de vida europeos, sino a la moda
chola.

De esta manera, por ejemplo, los prestes, esas fiestas particularmente onerosas que organiza
la nueva burguesía chola de origen aimara, desempeñan un papel determinante en el seno de
ese sector de la población. Las ropas y joyas que lucen durante estas celebraciones (tan
costosas que a veces se contrata un servicio de seguridad) expresan un éxito económico y un
estatus social que el resto del tiempo no suele mostrarse. Este nuevo orgullo de “indios con
plata” suscita además un resurgimiento de odio racial por parte de la antigua elite y la clase
media blanca afectadas en sus privilegios.

Arraigo y funcionamiento comunitarios no significan aquí cerrarse al mundo, sino todo lo


contrario. Don Paulino Santos, un agricultor de unos sesenta años, con el rostro arrugado y la
sonrisa desdentada, nos declara con orgullo que gana “mucho dinero”. Además del campo
del cual se ocupa, administra, junto a su hija, un taller textil y está a punto de viajar a China
para encontrar allí nuevos mercados. Los lazos de los comerciantes cholos con China han
alcanzado un nivel tal que, cuando Morales designó a su primer embajador en el país
asiático, este se dirigió naturalmente a la comunidad chola para recabar información. Cuando
se trata de entablar negociaciones con multinacionales, los comerciantes de La Paz también
prescinden del Estado. Como en sus negociaciones con el gigante Samsung, al que lograron
imponerle la distribución de productos únicamente en negocios independientes. Si bien la
empresa surcoreana posee una tienda oficial en la calle Eloy Salmón, esta hace
exclusivamente las funciones de showroom y no puede vender allí sus productos.
Cuando nos explica cómo ve el futuro del proceso político en el cual trabaja desde 2006,
Álvaro García Linera afirma que “Bolivia tiene la suerte de tener esta clase media indígena
chola, con su funcionamiento comunitario y asociativo muy específico”. Esta permite
“pensar la continuidad del proceso de transformación social iniciado con la llegada al poder
de Evo Morales, aun cuando esta clase sea más consumista e individualista de lo que eran
antes los sectores de la población de la cual surgió”. Para el vicepresidente, la clase media
emergente chola constituiría la columna vertebral de la economía del país, como
consecuencia de su control del mercado interno: mezclando eficacia y ética comunitaria,
ofrecería “nuevas herramientas de reflexión para pensar y prolongar el proceso de cambio”.
Si resultan reelegidos, Morales y su equipo deberán sin embargo dar muestras de habilidad
táctica y flexibilidad estratégica para vincular el futuro de su “revolución democrática y
cultural” a un grupo social que, según todo indica, por el momento, se construye al margen
de este proceso.

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