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Ventajas
Si la galería cumple con los requisitos de un buen diseño, construcción, operación y
mantenimiento, entonces el agua captada no requerirá de un tratamiento complejo adicional
El agua que proviene de una galería filtrante solo requerirá de una desinfección previa a su
distribución a los usuarios, por lo que las cantidades de agua disponible son más seguras
La construcción de una galería filtrante en sí es sencilla, no requiere de mano de obra
calificada para su ejecución
La excavación para construir la galería puede hacerse con equipo mecánico o también
manualmente, si se va a ubicar cercana a una corriente o en un acuífero con escurrimiento
propio
El agua captada en estas galerías posee una mayor pureza que la de aguas superficiales. La
filtración lenta a la que se ven sometidas las aguas subterráneas remueve sólidos
suspendidos y microorganismos
Representa una solución práctica para captar o disponer de mayor cantidad de agua
subterránea de acuíferos de poca profundidad
Desventajas
El diseño requiere de un profesional que genere especificaciones claras y concisas, mientras
que la construcción debe estar supervisada por una persona capacitada. De no ser así, se
corre el riesgo de un bajo rendimiento de la estructura
La calidad del agua captada por estas estructuras podría verse afectada por fuentes
contaminantes presentes en zonas de recarga
La cantidad de agua (volumen) que se extrae del subálveo podría afectar las condiciones
ambientales de aguas abajo
Por ser aguas que provienen del subsuelo pueden tener presencia de sales minerales
Las formaciones no consolidadas son las que tienen más probabilidad de ser explotadas
para abastecer agua; sin embargo, normalmente son de origen marino, por lo que podrían
ser salobres y, por lo tanto, no aptas para ser consumidas
Las galerías suelen ser obras costosas, en términos de excavación, que dependen muchas
veces de las condiciones del terreno (consolidación o dureza), materiales presentes en la
zona, profundidad a la que se encuentran las aguas subterráneas, etc.
Consideraciones de diseño
Para poder diseñar una galería filtrante, se precisa de: plano cartográfico de la zona; plano
geológico y perfiles transversales, perfil estratigráfico; mapa de niveles de las aguas
subterráneas y de su variación en el año hidrológico; parámetros hidrogeológicos
determinados por ensayos de bombeo; y, análisis físico-químico y bacteriológico del agua.
De igual manera, es recomendable realizar un reconocimiento in-situ de la zona para
observar aspectos como el relieve, afloramiento de rocas, posibles fuentes de
contaminación, etc. y, también, definir la mejor ubicación de la galería y la profundidad con
el fin de poder garantizar el un aprovechamiento de agua continuo durante todo el año,
incluso en condiciones de sequía (CEPIS 2003a). El rendimiento de las galerías filtrantes va
a depender de parámetros como: el coeficiente de permeabilidad promedio del acuífero y el
espesor del mismo, siendo el primero el que influye directamente en todos los tipos de
galerías y cuyo valor variará de acuerdo a factores como: la forma, disposición y tamaño de
los granos del filtro; y, la viscosidad y densidad del fluido (MONTEMAYOR y
BARAHONA 1979). Una vez que recopilados estos datos, se procede a diseñar los
elementos básicos que componen a las galerías filtrantes, es decir:
La capacidad ha de ser suficiente para que escurra el caudal del diseño, por lo que el
diámetro mínimo del conducto debe estar entre los 20 y 25 cm. Si la galería es larga, se
pueden usar distintos diámetros, más que nada porque en los tramos iniciales no se necesita
una alta capacidad de conducción.
El material no ha de afectar a la calidad del agua y ha de causar mínimos valores de
pérdidas de carga por fricción. En tubos suelen usarse los de PVC, hierro fundido,
hormigón y asbesto cemento.
La pendiente ha de facilitar la autolimpieza, evitando así que se sedimenten materiales finos
que puedan entrar al conducto; para ello, la velocidad de escurrimiento del agua debe ser
aproximadamente de 0.60 m/s.
Área abierta o perforaciones en el conducto suficientes, con el fin de que el agua pase del
acuífero a su interior a una velocidad tal que evite el arrastre de partículas finas. Los
valores de velocidad recomendados van desde 2.5 cm/s hasta 10 cm/s, con un coeficiente de
contracción de entrada por orificio de 0.55 (coeficiente de contracción es la relación entre
el área de la sección recta contraída de una corriente y el área del orificio través del cual
fluye).
Distribuir de forma uniforme en el área perimetral del conducto las aberturas evitando la
creación de zonas débiles por donde podría fallar la galería; el máximo porcentaje de área
perimetral abierta dependerá del tipo del material del conducto, sabiéndose que, a mayor
resistencia del material, mayor será el área abierta, siendo aproximadamente 3.0% el valor
que se establece.
Forro filtrante o filtro: es el componente más importante de las galerías filtrantes debido a
que será el responsable del buen funcionamiento de todo el sistema. Su función es impedir
que el material fino que proviene del acuífero penetre al interior de la galería, lo que se
logra a través de un conjunto de capas (de mayor a menor tamaño) de grava de diferente
granulometría, producto de la excavación previa que se realizó en la apertura de la zanja
donde irá el conducto colector. El material recogido se clasifica, para luego ir formando
capas concéntricas del filtro con un espesor que no exceda los 15 cm cada una, aunque,
para evitar que durante la fase de construcción queden espacios sin recubrimiento, se
pueden emplear espesores mayores. Por la dificultad de construir capas circulares, es
factible hacerlas más o menos cuadradas
Capas concéntricas del forro filtrante.
Pozo colector: la función de este componente es recibir el agua que se escurre por la
galería filtrante y desde donde se puede extraer por medio de bombas, en el caso de un
pozo. En muchos otros casos, y con el fin de evitar costos por concepto de bombeo de agua,
la galería termina en una cámara o tanque como en el caso de captación de manantiales,
desde donde el agua puede aprovecharse directamente o ser conducida por gravedad hasta
un tanque de almacenamiento. Los pozos pueden ser circulares o rectangulares, con las
dimensiones suficientes como para permitir que una persona pueda realizar trabajos de
mantenimiento de la galería o conducto y del mismo pozo. Los acabados de las paredes, así
como del fondo, deben ser impermeables y el material utilizado en su construcción debe ser
de concreto reforzado. La parte superior ha de contar con una tapa de concreto o hierro, y
también una elevación por encima del nivel máximo que alcanzan las aguas en el caso de
que la galería filtrante se encuentre en una zona propensa a inundaciones, para evitar así la
entrada de agua o de posibles contaminantes al agua captada. Dependiendo de la
profundidad, puede ser necesario instalar unas escalinatas para facilitar el descenso al fondo
del pozo. Es recomendable que el fondo del pozo esté a unos 60 cm por debajo de la boca
de salida del conducto colector, para que se sedimente o acumule la arena que pudiese ser
arrastrada por las aguas captadas
Pozos de inspección: sólo es factible para casos donde la galería sea de gran longitud, por
lo que desde el pozo de visita (en el extremo donde se empieza el conducto colector) se
hacen otras cámaras que sirven no sólo para verificar el correcto funcionamiento de la
estructura, sino también para realizar más fácilmente el mantenimiento requerido. La
separación entre ellos varía según el diámetro de la galería: para diámetros de hasta 20 cm,
deben estar a 50 m; para diámetros mayores a 20 cm, la distancia debe ser de 100 m. Tanto
las paredes como el fondo de estos pozos deben estar impermeabilizados, como ocurre en el
pozo colector, y deben cumplir los mismos requerimientos respecto a la tapa superior.
Pozos de inspección de la galería filtrante. Fuente: adaptada de CEPIS 2002,
Idoneidad
La mayoría de las galerías filtrantes se construyen haciendo uso de los materiales locales
(piedra, arena, grava, etc.), al igual que con la mano de obra no cualificada. En algunos
casos, es necesaria la participación del Estado o de alguna entidad privada que asuma parte
o el total de los gastos que se generan (PRONAR s.f.). Por otra parte, estas obras se pueden
usar junto con otros sistemas de abastecimiento de agua, logrando así aumentar la cantidad
de agua que pueda requerir una zona con bajo rendimiento hídrico. También se pueden
construir una o más galerías filtrantes que conduzcan el agua captada hacia un punto
central, como por ejemplo un pozo excavado a mano o un tanque colector, del cual se
distribuirá el agua por gravedad (economizando gastos por bombeo) hasta donde se
encuentre el punto inicial del sistema de distribución comunitario (WHO 1996).
La calidad físico-química que tienen las aguas producidas por las galerías filtrantes va a
depender, en gran medida, de la calidad que la de las fuentes de agua superficiales y
subterráneas de las que dependan, en otras palabras, “la calidad del agua extraída depende
del porcentaje que aporta la recarga superficial, y del que aportan las corrientes
subterráneas”. Por este motivo, es necesario establecer unas zonas protegidas para tales
fuentes, así como procurar por un lado ubicar la galería cuesta arriba y lo más lejos que se
pueda (la OMS sugiere una distancia no menor de 15 m, incluso hasta de 30 m como pauta
general) de los posibles focos de contaminación como: letrinas, descargas industriales,
lagunas de oxidación, lechos percoladores, etc. y, por otro, que el lugar seleccionado no sea
propenso a la erosión por parte de una corriente de agua, es decir, que el espesor de la capa
del suelo que sirve como filtro no pueda verse disminuido por acción del agua, poniendo en
peligro la galería. (CEPIS 2002; MONTEMAYOR y BARAHONA 1979; WHO 1996).
La calidad bacteriológica del agua que produce una galería es difícil de predecir. Cuando
las galerías son poco profundas, depende de la contaminación bacteriológica por acción
humana (letrinas, lagunas de estabilización, lechos percoladores, entre otras). El problema
se agrava cuando el terreno que separa la galería de las fuentes contaminantes es fisurado,
cavernoso o arenoso (CEPIS 2002; MONTEMAYOR y BARAHONA 1979). En algunas
regiones, las investigaciones concluyen que la presencia de bacterias coliformes es rara
para galerías que estén cubiertas con más de 4 m de material saturado.
Operación y mantenimiento
Se debe realizar una revisión técnica de la estructura, ya sea galería o dren, cada dos años y
aprovechando el período de sequía, con el objetivo de mantener y garantizar el buen
funcionamiento de todo el sistema. Por ejemplo, en el caso de drenes, la limpieza del
interior de la tubería suele ser un proceso sencillo en el que se puede usar un cepillo radial
tirado con una soga desde la cámara de inspección (CEPIS 2002).
Otras actividades de mantenimiento rutinarias son la limpieza del tanque colector, del área
alrededor de la galería y de la cámara de inspección; la toma de valores de muestreo y el
chequeo de válvulas y tapas o puertas de seguridad de la estructura. Para ello, se debe
chequear cada dos semanas si existe alguna fuga, daño o deterioro de la estructura en
general, limpiar y extraer malezas y raíces presentes sobre y en las zonas aledañas a la
galería. Mensualmente se ha de medir el caudal y la turbiedad del agua. Por último, cada
tres meses se han de chequear las estructuras metálicas como puertas, bisagras, candados,
válvulas, etc., limpiarlas, pintarlas y lubricarlas con aceite.