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Trabajo Historia de La Lengua El Cid
Trabajo Historia de La Lengua El Cid
-HUERTA(s): su primera aparición según el NTLLE consta en el diccionario de Palet, del año
1604, diccionario bilingüe. La primera acepción en cuanto a significado semántico la
encontramos en el Diccionario de la Academia de Autoridades del año 1734, donde figura
como “El sitio o lugar donde se plantan hortalizas o legumbres, y tal vez árboles frutales. Son
grandes, y suelen estar cercadas de zarzas y cambrones”, donde añade, además, referencias
del término que aparecen en otros manuales de agricultura y demás. Encontramos en este
diccionario también una segunda acepción, que dice así, “se llama en algunas partes toda la
tierra de regadío: como la huerta de Murcia, la de Valencia, [...]”. El siguiente diccionario, el de
Terreros y Pando de 1787, precisa y lo explicita como “huerto, espacio de tierra con hortaliza.
[…] También llaman huerta, o huerto, aunque haya árboles frutales”. Siguiendo con la línea
temporal, el siguiente Diccionario de la Academia usual (1791) expande las tierras de regadío y
nos dice que se llama huerta, además de a la primera acepción, a “toda la tierra de regadío”.
Continúa la academia acotando este significado, y en el Diccionario usual de 1803 elimina
parte del significado anterior y lo limita a “El sitio, o lugar donde se plantan y siembran
hortalizas, o legumbres y árboles frutales” Por primera vez, el Diccionario usual de la Academia
inserta un apéndice de locuciones y refranes en su edición de 1832. En 1852 la Academia
añade: “Se distingue del huerto en ser de mayor extensión, y en que suele haber menos
arbolado y más hortalizas”. Este significado se concreta dentro de la primera acepción en
ediciones posteriores.
-MAL: este término ya aparece en el diccionario compilado por Nebrija en 1495, aunque la
primera acepción la encontramos en Covarrubias (1611), que lo clasifica como “opuesto a
bien”. Rosal es más extenso en su definición, y nos dice de mal “y mala cosa de malo latino.
Pero mal a la enfermedad por ser el mayor mal y trabajo temporal, tirando el hombre de la
malicia o grandeza de la enfermedad; como enfermedad de la falta de fuerzas; y dolencia del
sympthoma o accidente. Si no es del Hebreo, que enfermedad se llama Mahalá, y también el
griego llama malacos al flojo cortado sin fuerzas o enfermo”. La Academia de Autoridades
escribe su primera acepción en 1734, “aquello que carece de la perfección debida a su género,
y es averso a la voluntad, que siempre apetece el bien, ya sea verdadero o aparente”. El
diccionario de la Academia usual del año 1783 añade otras dos acepciones, que son “daño,
perjuicio, injuria u ofensa que se hace a alguno” y “enfermedad, dolencia”. Después de esta
ampliación de significados posibles del término, Terreros y pando en 1787 aún lo amplían más,
incluyendo hasta nueve acepciones diferentes además de las mostradas: “se toma también por
pena, fatiga, disgusto, tedio, aflicción”, “en la moral, culpa, delito, y todo lo que es contrario a
la ley, a la razón”, “se dice de turbaciones y agitaciones causadas por el amor”, “se toma
asimismo por inconveniente, o riesgo”, “se dice también adverbialmente, malamente”, “lo
mismo que poco”. Dentro de este diccionario se incluyen las frases hechas mal por mal, se dice
cuando se hace, admite, alguna cosa, aunque debiera ser mejor; mal gálico, mal por bubas;
decir mal de algunos, hablar mal de él, murmurar; mal que bien, frase que dice que alguna
cosa se hace, o ha hecho, aunque imperfectamente; mal, y de mala manera, mal hecho, y con
mal modo, o solo mal hecho; y mal avenido, contencioso, rencilloso. El Diccionario de usual de
la Academia absorbe estas acepciones anteriores y, en su edición de 1791, amplía con respecto
a la anterior: se mantienen las tres primeras acepciones de la edición anterior, pero mejora
además algunas de su edición anterior que sí que las encontramos en Terreros y Pando:
“defecto contra ley, u obligación”, “lo mismo que malo, de cuya voz en síncopa, y se usa solo en
singular, y antepuesto siempre a voces del género masculino, sin que nunca pueda ir pospuesto
al substantivo; y así se dice mal humor, mal chocolate, mal día”; “malamente, o injustamente”;
“poco, o muy poco”. Añade además locuciones nominales como mal de corazón; mal francés;
mal hecho; mal por mal; mal que bien; mal sobre mal y piedra por cabezal; mal sonante; mal y
de mala manera; allá vayas mal adonde te pongan buen cabezal; bien vengas, mal, si vienes
solo; del mal el menos; el mal entra a brazadas y sale a pulgaradas; los males entran por
arrobas y salen por adarmes; poco mal y bien atado; poner mal (o en mal). La siguiente edición
de 1803 mejora la primera acepción señalada, fijándola en “lo que tiene imperfección positiva,
por la cual se aparte de lo lícito y honesto, y es contrario al bien”, por lo que hace desaparecer
la acepción anterior de “injustamente” o “defecto contra la ley, u obligación”; añade aún más
expresiones: mal ajeno de pelo cuelga; mal caduco; mal de madre; mal de (mi/tu/su) grado;
mal de ojo; mal de san Antón; mal de san Lázaro; mal haya; mal pecado; mal que le pese; allá
vaya el mal do comen el huevo sin sal; a mal hecho, ruego y pecho; al que mal vive el miedo le
sigue; de mal en peor; en mal de muerte no hay médico que acierte; no hace poco quien su mal
echa. La de 1817 constriñe un poco el significado, haciendo desaparecer acepciones como
“poco, o muy poco”, y añade las locuciones echar a mal; el mal del milano, las alas quebradas y
el pico sano; hacer mal a alguno, o a alguna cosa; hacer mal a un caballo; hacer mal barato;
hacérsele de mal; más mal hay en la aldehuela del que se suena; meter en mal; aproximan aún
más uno de los fraseologismos anteriores con no hace poco (o es un loco) quien su mal echa a
otro; no hacer mal a un gato; paga lo que debes sanarás del mal que tienes; para el mal que
hoy acaba no es remedio el de mañana; parar en mal; poco mal, y bien quejado; poner en mal;
quien canta sus males espanta; quien escucha su mal oye. En ediciones posteriores de la
Academia estas acepciones con sus usos fraseológicos se mantienen, y además algunos como
Domínguez (1853) añaden algunas más: “desgracia, infortunio, fatalidad, miseria, etc”. Esta
última acepción la incluye la Academia en su diccionario de 1869 como “desgracia,
calamidad”. El diccionario de la Academia añade en su edición de 1884 la primera alusión a
mal como adverbio, que categoriza como “contrariamente a lo que es debido; sin razón,
imperfecta o desacertadamente; de mala manera”. Este mismo diccionario decide encabezar la
acepción con la alusión a la forma mal como adjetivo, apócope de malo, y añade locuciones
como el mal de rosa; mal de tierra; mal de orina; mal de piedra; estar uno tocado del mal de la
rabia; haces mal, espera otro tal; mal ajeno de pelo cuelga; mal a mal; mal de muchos,
consuelo de tontos; mal haya el romero que dice mal de su bordón; mal largo, muerte al cabo;
no hay mal que por bien no venga; no hay mayor mal que el descontento de cada cual; paga lo
que debes, sanarás del mal que tienes; para el mal que hoy acaba, no es remedio el de
mañana; poco mal, y bien quejado; por su mal crio Dios, o le nacieron, alas de hormiga; quien
dice mal de la pera, ese la lleva; tomar uno a mal una cosa; tomarse uno el mal por su mano.
Como podemos apreciar hasta ahora, las locuciones o fraseologismos van variando conforme
van pasando las décadas acorde a la creación de formas nuevas y también a la desaparición de
otras, conforme a las modas del lenguaje. Algunas de estas nos llegan a nuestros días. El
diccionario de la Academia de 1914 añade dos acepciones más al uso de mal como adverbio:
“contrariamente a lo que se apetece o requiere; infelizmente; de manera impropia o
inadecuada para un fin”, y también “insuficientemente o poco”. De esta forma adverbial
derivan locuciones adverbiales también señaladas aquí, como de mal en peor o mal que bien,
esta última ya apareció anteriormente pero no localizada como derivada del adverbio. Las
ediciones posteriores de este mismo diccionario, y también las de otros diccionarios añadidos
en el NTLLE, mantienen estas acepciones y los fraseologismos anteriormente citados.
-AÑO: este término aparece también desde el inicial diccionario de Nebrija de 1495. La primera
acepción es de Covarrubias (1611) y consiste en “del noble Lat. annus es el tiempo, de
trescientos y sesenta y cinco días, y poco menos de seis horas, en el cual el sol acaba su curso, y
vuelve al mismo punto, desde el cual dio principio al año. […]”. También Rosal en 1611 nos da
una definición parecida “que quiere decir vuelta o cerco, cual es la figura del movimiento del
sol, cuya medida es el año”. La primera definición del diccionario de la Academia, el de
Autoridades, consta de 1726 y suscribe que año es “Medida del tiempo que el sol gasta en
volver al mismo punto del zodíaco de donde había salido, esto es un equinoccio al mismo
equinoccio, o de un solsticio a otro solsticio. Llámale comúnmente entre los astrónomos año
astronómico, trópico o natural.”. La edición de 1770 es más precisa: incluye cuatro acepciones,
que son “desde la Corrección Gregoriana en los Países Católicos y demás que la han admitido,
consta de 356 días, 5 horas, 49 minutos y 12 segundos. Empieza a correr el día primero de
Enero, y acaba el 31 de diciembre”; “espacio de tiempo que el sol, la luna, u otro cualquier
planeta tardan en volver al mismo punto de la Eclíptica, que sirve de medida para distinguir los
tiempos”; “se toma por expresión de tiempo largo, y más dilatado que el regular o necesario, y
así se dice: tardar un año, estar un año”; y como uso figurado, “nombre que se da a la persona
que cae con otra en el sorteo de damas, y galanes, que acostumbran hacer la víspera de año
nuevo”; presenta este diccionario, además, otras acepciones de año más específicas, como año
bisiesto, año astronómico, año nuevo… y toda una retahíla de fraseologismos y locuciones en
los que el término funciona como protagonista. En el mismo diccionario, en su versión de
1837, la RAE decide suprimir la primera de las acepciones anteriores, contando únicamente
con las tres siguientes. Algunos diccionarios de autor, como el de Domínguez (1853), prescinde
de las acepciones generales, parece que, dándolas por hechas, y decide incluir solamente el
término especificado en diversos ámbitos, como año escolar o año teatral. Vuelve a
simplificarse la Academia en su diccionario de 1884, en el cual prescinde, esta vez, de la
tercera de las anteriores acepciones. Cuatro años más tarde decide incluir estas dos: “periodo
de doce meses, a contar desde el día 1 de enero hasta el 32 de diciembre, ambos inclusive” y
“periodo de doce meses, a contar desde un día cualquiera”, esta última resulta interesante,
puesto que en nuestros días parece una acepción común y hasta este momento ningún
diccionario la ha recogido. En el diccionario de la Academia de 1950 estas últimas acepciones
se funden en una sola, aunque en las posteriores de 1956 y 1970 vuelven a aparecer como
acepciones diferentes, y así se mantendrá hasta el último diccionario consultado.
-PART (parte): El término “part”, resultado de apócope extrema de parte, aparece como tal
primeramente en el diccionario de Salvá de 1846, y también en los siguientes de ese mismo
siglo hasta 1895. En todos los casos la acepción aparece como “antiguamente, parte”, que es
el término del que nos ocupamos. Este aparece ya en Nebrija en 1495, y Covarrubias (1611) lo
desarrolla tal que así: “es una porción del todo; […] llámanse partes, en las que se divide el
todo”; “se suele tomar por lugar, como en cierta parte, en cierto lugar. No soy parte, no puedo
en ese negocio. No me ha dado parte de ello, no me lo han comunicado. Llamar a parte, llamar
en secreto. Parte por parte, distintamente. Las partes de los pleitos, o negocios, son los
interesados y opuestos en parte, idest, en cierta manera”. El diccionario de la Academia de
1737 recoge hasta 20 acepciones diferentes de esta palabra (no incluimos los plurales: no nos
interesan aquí) : 1) “Entidad o cantidad, que junta con otra o con otras, compone, o entra en la
constitución de un todo”; 2) Significa también cantidad especial o determinada de algún
agregado numeroso”; 3) “Se usa asimismo por la porción que se da a alguno, en repartimiento
o cosa semejante”; 4) “En la geometría se divide en alícuota y alicuanta”; 5) ”Significa también
sitio o lugar”; 6) “Se toma asimismo por lado o costado”; 7) “Se llama también la división que
se hace en los libros que constan de tomos, o tratados”; 8) “Significa también cada una de dos
o más cosas que están opuestas: como dos sentencias, opiniones, ejércitos…”; 9) “Se toma por
la persona o personas determinadas, a quien pertenece la disposición de ordenar, enviar,
determinar o ejecutar alguna cosa, o tienen interés en ella”; 10) “Se toma asimismo por el
sentido de laguna proposición: y así se dice, echar una cosa a buena o mala parte”; 11) “En los
pleitos se llama la persona que tiene derecho o interés en ellos”; 12) “Se usa también por nueva
razón o motivo, con que se funda o persuade alguna proposición”; 13) “Hablando del tiempo,
se toma por el que esta presente con relación al pasado”; 14) “Significa también la
dependencia o conexión de una cosa con otras, con quienes forma un todo o un conjunto; 15)
“Se llama en lo escrito o impreso, el hueco que queda entre palabra y palabra”; 16) “Se llama
también el Correo que despachan los Reyes o Príncipes a su Core, cuando están fuera de ella”;
17) “Se llama también la casa donde viene a parar el parte”; 18) “Entre los comediantes es
cualquiera de los papeles”; 19) “Metafóricamente se toma por el lado a que alguno se inclina o
contradice, en cuestión, riña o pendencia”; 20) “Usado como adverbio, sirve para distribuir en
la oración los extremos de ella”. Las ediciones posteriores no varían esta amplitud: las únicas
diferencias se aprecian, por ejemplo, en 1853 en el diccionario de Domínguez, que varía la
redacción de algunas de las acepciones. El diccionario de la Academia de 1869 recoge una
nueva acepción interesante por lo histórica: “Aviso, comunicación de una persona a otra por
medio del correo u otro análogo. Dícese especialmente de los partes telegráficos”. El mismo
diccionario, en su edición de 1899, añade también: “Cada una de las divisiones principales,
comprensivas de otras menores, que suele haber en una obra científica o literaria”; “En ciertos
géneros de literatura, como el poema dramático y la novela, suele darse también esta
denominación a la obra entera que por su argumento tiene algún enlace con otra”. También en
este año, a la acepción nueva del año anterior se le añade la posibilidad de transmisión por
teléfono. La compilación de diccionarios restantes no añade ni elimina nada significativo.
-PADRE: entendemos que este término va a aparecer desde los primeros diccionarios.
Covarrubias (1611) apunta: “Correlativo de hijo. Puede ser nombre honorífico que damos a los
ancianos, a los sacerdotes y a los religiosos; y a las cabezas de ellos llamamos paternidad”. En
el primer diccionario de la Academia a consulta, el de 1737, aparecen 10 acepciones: 1) “El que
engendra o procrea otro su semejante en su especie, que se llama hijo”; 2) “Teológicamente es
la primera persona de la Santísima Trinidad, que engendró y eternamente engendra a su
unigénito hijo. Dícese frecuentemente Dios padre y Padre eterno”; 3) “Se llama asimismo el
macho destinado en el ganado para la generación y procreación”; 4) “Por extensión se da
también este nombre a las aves, respecto de sus hijos; y más frecuentemente en plural, y
también se dice de las plantas y árboles”; 5) “Se le da este título al principal y cabeza de alguna
descendencia, familia o pueblo: y en este sentido se dice que Abraham fue padre de los
creyentes”; 6) “Por extensión se llama cualquier cosa de quien proviene o procede otra, como
principio suyo”; 7) “Por semejanza se llama el que favorece a otro, cuida de él, y hace oficio de
padre: y por extensión se dice aún de las cosas insensibles”; 8) “Metafóricamente se llama el
autor de cualquier obra de ingenio, o el inventor de cualquier cosa”; 9) “Se llama también a los
religiosos, sacerdotes y ancianos, en señal de veneración y respeto”; 10) “Se llama asimismo al
que en lo antiguo fue excelente en alguna ciencia o facultad, la enseñó o la perfeccionó y
adelantó: en este sentido se llama a Homero padre de la poesía, y a Cicerón padre de la
elocuencia”. En la edición de la Academia de 1852 se elimina la acepción 4ª, por redundancia
podemos entender. La edición de 1884 las acepciones son más escuetas y concretas, y así
perduran hasta la última edición de 1992, sin diferencias que apuntar.
-FIJO-FIJAS (hijo/hija): este término aparece también en el primer diccionario a consultar, y nos
dice Covarrubias: “El hijo es la atadura y lazada del amor de los casados, por concurrir ambos
en quererle, cuál de los dos le ame más”; hace distinción y por otro lado, encontramos hija:
“cual la madre tal la hija, porque las cría junto a sí, las hacen a sus costumbres”. En el
diccionario de la Academia de 1734 encontramos 5 acepciones: 1) “El engendrado del hombre
y de la mujer, u otro cualquier viviente, y que nace y procede de ellos”; 2) “Por extensión se
llama todo lo que procede o sale de otra cosa por procreación”; 3) “Por extensión se llama el
que es natural de algún pueblo, y el que ha tomado el hábito de religioso en alguna casa”; 4)
“Se usa también como expresión de cariño, para con las personas que se quieren bien, dándoles
este tratamiento”; 5) “Se llama lo interior del (h)asta de los animales, que ocupa lo hueco de
ella, lo que es duro y blanco”. El diccionario de la Academia de 1852 solo contempla una
acepción: “El engendrado de macho y hembra con respecto a sus padres”, e incluye
únicamente una relación de locuciones y frases hechas. El diccionario de 1884 las retoma, y
añade además el sentido figurado “cualquier obra o producción del ingenio”. El resto de
diccionarios sigue las mismas pautas.
-SEÑOR (es): este vocablo aparece desde Nebrija, y Covarrubias lo considera “esta palabra nos
declarará la ley […] es llamado propiamente aquel que, a mandamiento, es poderío sobre todos
aquellos que vienen en su tierra, y a este tal deben todos llamar señor: también sus naturales,
como los otros que vienen a él, o a su tierra. Otro si es dicho señor todo hombre, que, a poderío
de armar, y de criar por nobleza su linaje, y a este tal no le deben llamar señor, sino aquellos
que son sus vasallos, y reciben bien hecho de él. Este nombre de señor, absolutamente
pertenece a solo Dios; y así algunos Monarcas…”. El diccionario de la Academia de Autoridades
lo recoge en 1739 12 acepciones posibles: 1) “El dueño de alguna cosa, que tiene dominio, y
propiedad en ella”; 2) “Por antonomasia absolutamente se entiende de Dios, como dueño, que
es, de todas las cosas criadas, Rey de Reyes, y Señor de los Señores”; 3) “Se entiende también
por el Sacramento Eucarístico, en reconocimiento de estar en él el Señor del Mundo; y así se
dice el día del Señor el en que se celebra su fiesta”; 4) “Vale también el que posee Estados, y
lugares con dominio y jurisdicción en ellos. Por antonomasia se entiende de los Reyes, Príncipes
y grandes del reino”; 5) “Título que se le suele dar como especial a algún santo”; 6) “Se usa
también por término de cortesía, hablando con alguno, aunque sea igual o inferior”; 7)
“Llaman también los niños al maestro de la escuela, y a su mujer la llaman señora”; 8)
“Significa también lo mismo que Amo respecto de sus criados”; 9) “En estilo cortesano llaman
al suegro”; 10) “En lo Moral se entiende del que tiene dominio sobre sus acciones, y puede usar
de ellas a su arbitrio”; 11) “En la astronomía vale lo mismo que principal dominante: y así
dicen, el sol es el señor del año”; 12) “Se llama por respeto, y honor a cualquiera de los jueces,
o consejeros en los tribunales reales”. En el año 1884 la Academia añade la acepción: “Noble,
decoroso y propio de señor, especialmente hablando de modales, trajes y colores”. En el
diccionario de la Academia de 1932 la entrada de este término se abrevia, y además
desaparecen las acepciones 5ª, 10ª y 11ª. Esto se va a mantener hasta el último diccionario de
consulta disponible.
-DUELO: La primera señal que encontramos de duelo lo sitúa Casas en su diccionario de 1570.
La primera definición, el diccionario de Autoridades de la Academia en 1732, que aporta 3
acepciones: 1) “Combate entre dos personas, en que cuerpo a cuerpo se llega a las manos,
determinando lugar y tiempo para la pelea, a fin de purgar alguna sospecha infame, o
asegurar algún derecho dudoso, o por conseguir crédito de valiente, o por vengar algún odio”;
2) “Vale también dolor, lástima, aflicción o sentimiento”; 3) “Es asimismo la solemnidad funeral
y el concurso de los que asisten a la persona a quien se le ha muerto algún pariente
inmediato”. En 1791 este mismo diccionario añade el uso anticuado “lo mismo que pundonor,
o empeño de honor”. A partir de 1884 la Academia crea dos entradas diferentes, una para la 1ª
acepción y la última añadida, y otro para las restantes, por entender que tienen etimologías
diferentes.
-REY: el término rey aparece por primera vez en el diccionario de Alcalá, en 1505. La primera
definición que encontramos es de Covarrubias, y expone el campo semántico de este término
junto con una única acepción, reyes de armas, que no nos interesa en la tarea que nos ocupa.
En el diccionario de Autoridades de la Academia del año 1737 encontramos acepciones: 1)
“Título que con toda propiedad se da a Dios, como absoluto y despótico Señor de Cielo y Tierra,
y que con su poder y providencia manda, rige y gobierna todas las cosas”: 2) “Entre los
hombres se da este título al Soberano, que rige y gobierna solo, o por derecho, o por elección,
una monarquía o un reino”; 3) “En el juego del ajedrez es la pieza más principal de todas, la
cual tiene en la parte superior una corona que la distingue[…]”; 4) “Llaman también a la abeja
maestra de cada enjambre, a cuya obediencia están todas las demás, tiene la especialidad de
ser la más hermosa y no tener aguijón, según la opinión común”; 5) “Llaman asimismo al más
generoso en las especies de animales terrestres, acuátiles, volátiles u insectos: como el león,
delfín, águila y basilisco”; 6) “En las barajas de naipes, es una figura, la cual se pinta con ropa
talar y corona, y es la décima en las barajas comunes, y la principal del palo”; 7) “Llaman en los
lugares al que guarda el ganado de cerda”; 8) “Metafóricamente se llama al magnánimo y
liberal en sus acciones”; 9) “Llaman también al que en algún juego, u por fiestas, manda por
algún tiempo a los demás”; 10) “En la germanía significa el gallo”. A partir del diccionario de la
Academia de 1780 la acepción primera, referente a Dios, dejará de tener vigencia. En el mismo
diccionario, en 1832, se pierden las acepciones 4ª y 5ª, referentes a animales; solo se establece
una referencia a la abeja reina. Asimismo, aparece una nueva acepción, “uno de los bailes de la
danza española”. En la edición de 1884 se incluye la acepción “hombre, animal o cosa del
género masculino que, por su excelencia, sobresale entre los demás de su clase o espacio”. En
la edición posterior, de 1899, la recientemente incluida acepción sobre el baila español se
modifica, y permanece como “paso de la antigua danza española”. La entrada de este término
se mantiene en los restantes diccionarios.
-NOCH(e): el término noch no aparece en ninguno de los diccionarios, por lo que hemos de
buscar noche, ya que noch es el resultante de un proceso de apócope extrema. Esta palabra
aparecerá ya en el diccionario de Nebrija, y Covarrubias en su diccionario de 1611 nos la
menciona, pero solo destaca su procedencia latina y unos cuantos proverbios. Por lo tanto, la
primera definición la encontramos en el diccionario de Autoridades de la Academia, donde
encontramos 4 acepciones: 1) “La parte del día natural en que esta el sol debajo del horizonte,
y por ello es el tiempo de las tinieblas y oscuridad”; 2) “Metafóricamente se toma por
confusión, oscuridad o tristeza en cualquier línea, por tener estos los efectos de la noche”; 3)
“Significa también metafóricamente la muerte, especialmente en la poesía”; 4) “En la germanía
significa la sentencia de muerte”. En 1884 se eliminó la 3ª acepción. En el mismo diccionario de
1899 se altera la primera acepción, y se cambia por “tiempo que media desde que el sol se
pone hasta que sale”; se añade también la siguiente: “tiempo que hace durante la noche o
gran parte de ella”.
-TRASNOCHADA: también es un término que podemos encontrar desde 1495 con Nebrija. La
Academia de Autoridades en 1739 la define como “la noche, que precede al día presente” y
“significa también vela, o vigilancia por alguna noche”. En el mismo diccionario en la edición
del año 1803 se añade la acepción “Sorpresa o embestida hecha de noche”. El significado no
varía después.
-TIERRA(S): Tierra aparece en Nebrija en 1495, Covarrubias ofrece una acepción sobre la Tierra
como planeta que no nos interesa en este punto. El diccionario de la Academia de Autoridades
establece 6 acepciones: 1) “Uno de los cuatro elementos, que por su natural gravedad ocupa el
ínfimo lugar entre los demás”; 2) “Vale también la patria propia de cada uno”; 3) “Se llama
asimismo cualquiera región o provincia, o el distrito de algún dominio, o estado”; 4) “Significa
también el espacio de ella a propósito para el cultivo, labor y siembra”; 5) “En sentido moral se
llaman todos los mortales, por haber sido criados de ella”; 6) “Se toma por la parte enjuta del
globo terráqueo, y por extensión se toma por todo el globo”. El diccionario de la Academia
usual de 1817 varía la primera acepción y establece “sustancia inorgánica o fósil, árida,
pesada, fija al fuego y desmenuzable, de que se compone por la mayor parte la superficie del
globo que pisamos. Los filósofos antiguos consideraron esta sustancia como uno de los cuatro
elementos o principios indescomponibles de que se componían los demás cuerpos naturales.
Los mieralogistas distinguen varias especies, como la arcilla, la greda, la calcárea, la
vitrificable, la magnesia, etc.”. En 1869 se le añaden las acepciones “el planeta que habitamos”
y “la superficie de este mismo globo que no está ocupada por el mar”. En 1899 se incorporan
dos más: “materia inorgánica desmenuzable de que principalmente se compone el suelo
natural” y “suelo o piso”.
-NO- NON: En este texto podemos encontrar tanto el adverbio no como su otra forma, non,
pues ambas convivieron durante el medievo. Ambas acepciones podemos encontrarlas en los
diccionarios, pero las acepciones de non nos llevarán irremediablemente a buscar no, y es lo
que vamos a hacer. Covarrubias encasilla el término simplemente como “adverbio negativo”.
La Academia de Autoridades es más completa, y en su diccionario de 1734 nos muestra las
siguientes acepciones: “partícula que sirve para negar absolutamente todas las cosas. Úsase
ella sola para responder, y junta con proposición o enunciación, para contradecir o negar lo que
se dice”; “se usa también preguntando, y significa el deseo de que se apruebe, se confirme o se
conceda lo que se propone o se trata, como haciendo cargo al otro de la verdad de lo que se
dice, y dando a entender que no lo puede o no lo debe negar”; “junto con romance de algún
verbo, y la voz nada pospuesta, se usa para dar más eficacia y energía a la negación. Es modo
particular de nuestra lengua: como no vale nada, no importa nada”. La edición de 1869 altera
un poco la forma de la primera acepción: “adverbio que es la más terminante expresión del
verbo negar […]”. La edición de 1884 enmarca otros usos posibles, y finalmente en la edición
de 1992 añade las dos últimas acepciones: “En una frase, se aplica al verbo para indicar la falta
de lo significado por él” y “precediendo a nombres abstractos, indica la inexistencia de lo
designado por esos nombres”.
-TAJAR (tajávales): dice de este término Rosal (1611), que junto con tallar o talar todas son
cortar. Covarrubias lo suscribe. El diccionario de Autoridades de 1739 aporta dos acepciones:
1) “Cortar, partir o dividir una cosa en dos o más partes o pedazos”; 2) “Vale también disponer
las plumas, para que se pueda escribir con ellas, cortándolas y abriéndolas los puntos a
proporción de la letra, que se quiere formar”. En 1899 la Academia, en su diccionario,
especifica la primera acepción y resulta la siguiente: “dividir una cosa en dos o más partes con
instrumento cortante”. El significado se mantiene así hasta la última referencia.
-FAZER- HAZER- HACER (facíales-far): si buscamos en este tesoro lexicográfico el término fazer
las acepciones que encontramos nos remiten a la forma hazer. Esta es la forma que desarrollan
Nebrija y también Covarrubias, pero para encontrar la primera entrada debemos tomar en
cuenta la definitiva forma hacer. Más de treinta acepciones encontramos para este verbo en el
diccionario de Autoridades de la Academia de 1734. Con el tiempo estas acepciones se han ido
limitando, o mejor dicho, especificando, dando lugar a acepciones más compiladas y no tan
extensas, y a términos más precisos, puesto que un verbo como hacer abarca múltiples
posibilidades.
-TOLLIR-TULLIR (tollió): la búsqueda del término tollir remite a tullir, cuya definición
encontramos en primer lugar en el diccionario de Autoridades de la Academia: “arrojar el ave
el excremento”, y “vale quitar, o impedir algún accidente, o enfermedad el uso libre, y
movimiento natural del cuerpo. Úsase regularmente en este sentido como verbo recíproco”. En
la edición del mismo diccionario de 1803 se añade la acepción “herir o maltratar a alguno”.
Por último, la edición de 1992 une las dos últimas acepciones en “hacer que alguien pierda le
movimiento de su cuerpo o de alguno de sus miembros”.
-AQUEXAR- AQUEJAR (aquexan): no aparece ninguna entrada respecto a aquexar, por lo que
partimos de aquejar, que según el diccionario de Autoridades de la Academia es “ocasionar
sentimiento, molesta y aflicción, dar motivo de queja. Es voz compuesta de la partícula A y del
nombre queja”. El mismo diccionario de Autoridades unos años posterior, 1770, define aquejar
como “acongojar, afligir, fatigar”. En el diccionario usual la Academia amplía esta entrada con
las acepciones “estimular, impeler”, “poner en estrecho o aprieto”, “apresurarse, darse prisa”.
En 1984 se añadirá “hablando de enfermedades, vicios, defectos, etc. Afectar a una persona o
cosa, hacerles daño”.
-SABER (sabent): un término que también aparece desde los inicios, en el diccionario de
Autoridades acumula más de 10 acepciones distintas, que el siguiente diccionario, el Usual de
1780, nos resume bastante bien: 1) “Lo mismo que sabiduría, o comprensión de las ciencias, o
de otras cosas”; 2) “Conocer, o tener noticia de alguna cosa”; 3) “Lo mismo que experimentar”;
4) “Ser docto, o noticioso”; 5) “Tener habilidad para alguna cosa, o estar instruido y diestro en
algún arte, o facultad”; 6) “Sujetarse o acomodarse a alguna cosa”; 7) “Se aplica también a las
cosas inanimadas que tienen proporción, aptitud, o eficacia para lograr algún fin”; 8) “Tener
sabor, que lo pueda percibir el sentido del gusto”; 9) “Ser muy sagaz y advertido, y así se dice:
sabe más que Merlín, más que la zorra”; 10) “Se dice de las cosas que dan gusto y
complacencia al alma”; 11) “Se suele tomar por practicar, o acostumbrar”. Añade la edición de
1817 “ciencia o facultad”. Sin demasiadas variaciones en cuanto a su semanticidad, el término
sí que varía en la edición de 1939, en la que se deriva en dos acepciones distintas, marcadas
una por definir al infinitivo sustantivado y la otra al verbo.
-VENIR (vinié): dice Covarrubias que venir es “acercarse a un lugar, saliendo de otro”. El
diccionario de autoridades extiende mucho más este significado: 1) “Caminar alguno desde la
parte de allá acercándose a la de acá”; 2) “Que significa también suceder, acontecer, o
sobrevenir”; 3) “Vale también seguirse, o suceder una cosa después de otra”; 4) “ Se toma
también por inferirse, deducirse, o seguirse una cosa a otra”; 5) “ Vale asimismo seguirse,
nacer, ocasionarse, o causarse una cosa de otra”; 6) “Vale también pasar el dominio, o uso de
alguna cosa de unos a otros”; 7) “Vale asimismo acudir a algún juez […]”; 8) “Vale también
comparecer ante el juez”; 9) “Significa también ir o caminar a sitio o paraje determinado con
algún fin o intento”; 10) “Metafóricamente vale asentir, reducirse o sujetarse a dictamen […];
11) “ Vale asimismo ajustarse o acomodarse, o conformarse una cosa a otra, o una cosa con
otra”; 12) “ Vale también ser a propósito, o al caso, una cosa para otra”; 13) “Significa también
acudir a alguna parte determinada”; 14) “ Vale también acercarse o inclinarse una cosa a otra
por su propio movimiento con impulso extraño”; 15) “ Significa asimismo llegar una cosa, que
no tiene movimiento, cuando alguno la trae”; 16) “Vale asimismo darle o producirle alguna osa
en algún terreno”; 17) “Significa también acudir a alguno a valerle de él, pedirle, o persuadirle
algo […]; 18) “ Se toma también por caer en lo físico, u moral”; 19) “Vale también seguirse en
orden, especialmente en el curso de las cosas naturales”; 20) “Vale asimismo traer origen,
proceder o tener dependencia una cosa de otra en lo físico o en lo moral”; 21) “Vale también
excitarse u empezarse a mover algún afecto o pasión”. Las acepciones de venir no se han
limitado, sino que, por el contrario, han ido engordando la variedad semántica del término.
-DAR (da): este es otro de esos verbos con múltiples posibilidades. El diccionario de
Autoridades fijó una retahíla de significados donde encontramos “donar, ceder graciosamente
alguna cosa”, “cascar, golpear, apalear, castigar, herir”, hasta “sacrificar” o “declarar, tener y
tratar”. Con el paso de los años los diccionarios nos muestran que, como algunos de los verbos
anteriores, su significado se ha ido hinchando tomando referencias del mundo de todo tipo,
incluidas en el significante, ayudadas por partículas, etc.
-PODER (pueden): este verbo, que profesa capacidad, significó para Covarrubias “la facultad
que uno da a otro para que en lugar de su persona haga alguna cosa”. Para el diccionario de
Autoridades, como ya sabemos, múltiples y variadas acepciones: “el dominio, imperio, facultad
y jurisdicción que uno tiene para mandar o ejecutar alguna cosa”; “el instrumento que da uno a
otro para que en lugar de su persona y representándola pueda ejecutar alguna cosa”. Otro
caso de verbo cuyas acepciones han crecido exponencialmente, dando lugar a diferentes tipos
de poder, y a referentes políticos y militares.
-CONSOLAR: “aliviar la pena y el dolor”, para Covarrubias. La academia lo refuerza: “Aliviar,
esforzar, animar o divertir a alguna persona con palabras u obras, en la enfermedad, pena,
desconsuelo u otra aflicción que padece”; “vale también confortar, animar y dar aliento”. Este
significado se ha mantenido con el paso de los años.
-HABER (aver-ovieron-avié): el verbo haber tuvo como acepciones principales “poseer, tener
alguna cosa en su dominio”; “verbo auxiliar que une a todos los tiempos de activa para
conjugar los verbos”; “percibir, cobrar y pasar a tu poder alguna cosa”; “vale también suceder,
intervenir o acaecer, y en este sentido es verbo impersonal”; “significa también existir, o estar
realmente una cosa en alguna parte”; “usado como sustantivo se toma por haciendoa, bienes
y rentas que se poseen o deben poseer”; todas estas tomadas del diccionario de Autoridades
de la Academia. Probablemente la característica evolutiva más importante de este verbo sea la
caída en desuso de su forma como verbo de posesión, y el auge de su uso como auxiliar o
verbo impersonal.
-VER (verlos): para Covarrubias “es mirar y advertir con los ojos”. El diccionario de Autoridades
amplía a “ejercitar el sentido de la vista, percibir, y distinguir por ella los objetos mediante la
luz”; “usado como sustantivo, se toma por el parecer o apariencia”; “se toma también por el
sentido de la vista”; “vale también registrar, observar las cosas especiales de la naturaleza”;
“significa asimismo visitar a algún sujeto, a estar con él para alguna dependencia”; “significa
también reconocer con cuidado y atención alguna cosa, leyéndola o examinándola”,etc. El
término ha ido sumando significados con el tiempo, pero manteniendo los iniciales, que no
han cambiado.
-MORIR (murir): “Fenecer, acabar la vida”; “Por traslación vale fenecer o acabar del todo
cualquier cosa, aunque no sea viviente”; “Desear con tal ansia alguna cosa que parece que se
ha de acabar la vida”; “Padecer violentamente algún afecto, pasión u otra cosa”; “Hablando
del fuego, vale apagarse o dejar de arder y lucir”; “En el juego de la Oca es […] volver a
empezar el juego aquel que muere”; “Vale también cesar alguna cosa en el curso”. Estas
acepciones incluidas por el diccionario de Autoridades se mantienen hasta los últimos
diccionarios.
-ENVIAR (enbiar-embiar): la forma enviar en los diccionarios que aparece se reformula como
embiar, de la cual encontramos acepciones que empiezan por Covarrubias, como suele: “Poner
una cosa en camino para que vaya a cierto lugar o persona”. Añade la Academia en el
diccionario de Autoridades: “Vale también dar, donar”. Se añade posteriormente la persona en
“hacer que una persona vaya a alguna parte”.
-PLACER (plaz): el término plaz era con el cual se conocía en ese momento al verbo placer.
Este verbo lo califica el diccionario de Autoridades como “lo mismo que agradar o dar gusto. Es
defectivo por hallarse usado en muy pocos tiempos, y en infinitivo apenas tiene uso […]”. El
significado no ha variado con el tiempo.
-SALIR (salió): es este otro de esos verbos con significado aumentado exponencialmente en el
tiempo. Lo calificó Covarrubias como “moverse de un lugar a otro alguna cosa, y
manifestarse”. La academia extiende este uso a otros como “pasar de la parte de adentro a la
parte de afuera”, “desembarazarse, vencer algún estrecho o apertura”, “nacer”, “liberarse o
escapar de algún riesgo, peligro, prisión”, “ocurrir, sobrevenir”, “sobresalir”, entre otros. Estos
significados se mantienen y se han unido a otros tantos más que han ido surgiendo con el paso
de los años.
-AMANECER (amaneció): “esclarecer el día”, dice Covarrubias. Como suele, la Academia incluye
más acepciones: “llegar al rayar del día, estar o hallarse al tiempo de apuntar el alba en algún
paraje, ponerle al amanecer en tal parte, etc.”, “metafóricamente se toma por empezar a
manifestarse la luz de la razón en alguna joven persona […]”. El significado no ha variado, salvo
alguna inclusión como la acepción “pasar la noche en vela”, propia de países sudamericanos.