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La Santísima Trinidad
La Santísima Trinidad
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
INTRODUCCION
naturaleza. Por tanto, por esta vía se llega a la unidad de esencia y no a la distinción y
Trinidad de personas. (Cf. Summa Theol. I, 32,1).
Pero Dios se entiende a sí mismo, en sí mismo y comprehensivamente. Así conoce su
Trinidad de personas.
Y Dios puede revelarnos esta condición de su verdad. Y de facto lo hace. Así dice Cristo:
“id, pues, enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo (Mt 28, 19).
Y no hay otro modo de llegar al conocimiento de la Trinidad que excede el conocimiento
natural de toda creatura creada o creable. Y así es un misterio estrictamente dicho.
“Todo me ha sido entregado por mi Padre,
y nadie conoce al Hijo sino el Padre,
y nadie conoce al Padre sino el Hijo
y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo” (Mt 11,27; Cf. Lc 10,22).
III. La Deidad
Por la revelación divina se nos manifiesta un nuevo aspecto de la trascendencia divina.
En la Deidad se conjugan la unidad y la pluralidad, lo absoluto y lo relativo. Nosotros la
aprehendemos a la misma según cierta composición. Pero ella en sí es una sola razón
formal en el orden del ser y de la inteligibilidad que excede a nuestra razón. Y la excede no
sólo en el nivel elemental y ordinario, sino también en el nivel de nuestra captación
metafísica del ser.
Y así en comparación con el ente metafísico podemos decir que la Deidad es sobre el ente
y sobre el uno, como misterio fontal e íntimo de Dios; captada en la oscuridad de la fe,
hasta que su luz encienda en nosotros la luz eterna de la gloria.
2.- El Tratado sobre la Santísima Trinidad
I. Importancia de la consideración teológica sobre la Trinidad
En una obra famosa, “La fe cristiana”, del teólogo protestante Friedrich Schleiermacher
se estudia a la Trinidad en un apéndice del libro. Es decir, se relega totalmente su estudio.
No tiene mucha importancia el estudio de la Trinidad. (7)
La razón profunda de esta actitud, tan contraria a la Tradición cristiana, se encuentra en el
hecho de que para el autor, en Dios no puede haber diferencias o distinciones; y la Trinidad
es una añadidura innecesaria e injustificada a la fe (8)
Nuestra actitud tiene que ser opuesta a la del autor. Y la razón es muy simple. La
Santísima Trinidad es muy importante para la fe; y por tanto para la Sagrada Teología.
Algunos protestantes de fines del siglo XIX, dijeron que la revelación del misterio de la
Trinidad más que para ilustrar y fecundar la inteligencia del hombre, servía para humillarla;
porque es incomprensible. Consecuentemente disminuían mucho la importancia de su
estudio. (9)
Por nuestra parte y en relación a los mismos, afirmamos que aquí se trata de un misterio y
del misterio máximo. Se trata de un misterio de infinita luz, que ilumina al hombre en la fe
sobrenatural y elevante, de tal manera que no es solamente para la humildad, que por otra
parte es buena, sino también para una legítima exaltación. El misterio de la Trinidad
ilumina a la fe vivificada por la caridad, con el aporte luminoso de los dones del Espíritu
Santo y los carismas y la continuación de la Teología Sagrada, de manera que el cristiano
incluso en esta vida, puede llegar a una sobrenatural y rica intelección del misterio en la
espera de la consumación de la vida eterna.
Para otros protestantes y algunos católicos como Hirscher, también del siglo XIX (10), la
doctrina de la Trinidad ilustra a la mente pero sólo extrínsecamente. En sí misma, no tiene
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importancia para nosotros, sino en cuanto excluye la contradicción en los otros misterios,
señaladamente en la encarnación del Verbo y en la misión del Espíritu Santo. Piensan que el
dogma de la Trinidad en sí, abstracción hecha de los restantes, ni puede perfeccionar
nuestra vida interior de fe, o también de esperanza y caridad. Por su manera de hablar
pareciera como si nada cambiara en nosotros, si en lugar de creer en tres personas
creyéramos en cuatro o que no se da la distinción real entre ellas. Dios no revela este
misterio por su valor intrínseco sino en orden a los otros. Por tanto, si así es en el orden de
la fe, debe darse una actitud concorde en la Teología, y no hay por qué demorarse en este
Tratado. Hay que admitir la Trinidad, porque de lo contrario resultaría inexplicable
conciliar el dogma de la unidad de Dios, con el de la encarnación, que nos habla de un Hijo
divino distinto del Padre; y con la misión santificadora del E. Santo que es presentado como
Dios y como distinto del Padre y del Hijo.
Con respecto a esta posición, decimos que Dios en sí es la verdad suprema, el bien
infinito y la vida eterna, y es siempre importante para nosotros. Dios en sí mismo es Padre,
Hijo y Espíritu Santo. Cuando hablamos de la Trinidad y pensamos en ella, no nos
quedamos en las puras palabras o en conceptos sutiles, sino que tratamos de Dios mismo.
Así la Trinidad en sí, es siempre importante para nosotros. El Dios Trino no sólo es
trascendente, sino también es inmanente e íntimo. Realmente presente en la encarnación del
Hijo, en la misión del Espíritu Santo, y aún en todos y cada uno de nosotros, como
principio supremo de todo lo que somos y de nuestra salvación eterna. La Trinidad está
presente en las distintas páginas, por lo menos del Nuevo Testamento; es principio de la
creación, es principio y término connatural de la gracia y de la vida teologal, en su nombre
y con su presencia se administra el bautismo que es la llave de entrada en el cristianismo,
en su intimidad se realiza la Eucaristía en donde se acerca para nosotros el misterio de la
encarnación, y es clave para la intelección de los distintos misterios.
La Trinidad tiene una importancia extrínseca aclarando a los otros misterios; porque en sí
tiene una luz e importancia intrínseca.
A la importancia substancial que este misterio tiene en la revelación divina y en la fe,
debe corresponderle una consecuente importancia teológica.
La posición tradicional católica ha sostenido siempre la máxima importancia del estudio
teológico de la Trinidad.
Esta posición se funda objetivamente en el infinito ser, verdad y bondad de la Trinidad y
en la condición Trinitaria de la revelación divina. Y subjetivamente en la condición de
nuestro orden teologal virtuoso, al cual es consecuente la Teología Sagrada. Porque el
objeto formal y connatural de las virtudes teologales es Dios en su vida íntima, incluyendo
a la Trinidad divina; y allí se alimentan nuestra vida teologal y nuestra Sagrada Teología.
La revelación trinitaria es una muestra del amor divino: “Ya no os llamo siervos, porque
el siervo no sabe lo que hace su Señor. Pero os digo amigos porque todo lo que oí de mi
Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15)
Desde la Trinidad, por su presencia, se iluminan los otros misterios, como la encarnación,
la Eucaristía, la maternidad divina, la Iglesia, la misión del Espíritu Santo, etc.
Incluso la creación, que ya es captable por vía natural, se perfecciona en su conocimiento
par la revelación de este misterio. Especialmente porque por él queda mejor determinada la
libertad de la creación y la semejanza de lo divino impresa en las creaturas.
La libertad de la creación se determina mejor, porque el principio “Bonum est diffusivum
vel comunicativum sui” (el bien es difusivo o comunicativo de sí), que explica el querer
causativo de Dios en orden a las creaturas (Cf. Summa Theol. I, 19, 2-3) encuentra ya su
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satisfacción teológica en la vida trinitaria, en la comunicación del ser del Padre al Hijo, y
del Padre y del Hijo al E. Santo. Y así el espíritu humano no se siente constreñido a pensar
en una obligatoriedad de la creación.
Y las semejanzas de lo divino se entienden mejor cuando se reconoce la faz trinitaria de
las creaturas. Como acontece especialmente en el caso del hombre, hecho a imagen y
semejanza del Dios uno y trino.
Y todo esto debe ser atendido por la Sagrada Teología que requiere, evidentemente, una
consideración máxima de la Trinidad en sí misma.
Está lo que dice S. Tomás de Aquino en la Suma contra Gentiles I, 5:
“...Cierto Simónides, queriendo persuadir al hombre a abandonar el estudio de lo divino y
aplicarse al estudio de las cosas humanas, decía que “al hombre le estaba bien conocer lo
humano y al mortal lo mortal”. Y Aristóteles argumentaba contra él de esta manera. “El
hombre debe entregarse en la medida que le sea posible al estudio de las verdades
inmortales y divinas. Por eso en el XI de los animales dice que, aunque sea muy poco lo
que captamos de las substancias superiores, sin embargo aquello poco es más amado y
deseado que todo el conocimiento de las substancias inferiores. Dice también en el II “del
cielo y del mundo” que si al proponer, por ejemplo, cuestiones sobre los cuerpos celestes,
son éstas resueltas, aunque sea por una pequeña hipótesis, siente el discípulo un gozo
vehemente. Por lo cual aparece que aunque sea imperfecto el conocimiento de las
substancias superiores, sin embargo, confiere al alma una gran perfección, y, por tanto, la
razón humana, mucho se perfecciona, si a lo menos posee de alguna manera por la fe lo que
no puede comprender por estar fuera de sus posibilidades naturales”(11).
II. El Tratado sobre la Trinidad y su ubicación teológica.
La Teología Sagrada es la ciencia y sabiduría de Dios en cuanto Dios y de las cosas de
Dios a la luz de la revelación virtual.
Decimos que la Teología Sagrada es “ciencia”. La ciencia es un conocimiento cierto y por
las causas. La Teología Sagrada es un conocimiento cierto y por las causas.
La Teología Sagrada procede a partir de los principios revelados que son de una máxima
certeza. Utiliza los principios de la razón atendiendo a la certeza y evidencia de la misma y
siguiendo un orden correspondiente y debido. Por tanto, es ciencia.
“y sabiduría”. La sabiduría es un conocimiento de la causa o principio supremo en un
orden determinado de cosas o en todo orden de cosas. La S. Teología considera en un orden
sobrenatural a Dios, en sí mismo y en cuanto causa suprema de las cosas. Por tanto es
sabiduría.
“de Dios en cuanto Dios y de las cosas de Dios en cuanto caen bajo la luz de la revelación
virtual”. Por la expresión se entienden los distintos objetos de la Teología Sagrada.
Objeto de una ciencia o virtud cognoscitiva es todo aquello que se presenta proyecta y
opone a la ciencia o virtud cognoscitiva. La ciencia es ciencia de algo o sobre algo.
Se distingue el objeto en material y formal; y el formal en formal quod o terminativo y en
formal quo o motivo.
Objeto material de una ciencia o virtud cognoscitiva es todo aquello que cae bajo la
consideración de la ciencia o virtud cognoscitiva. Por ejemplo, en el caso de la vista: todas
las cosas coloreadas. En el caso de la ciencia moral: todas las cosas, en cuanto en nuestro
obrar moral podemos tener necesidad de referirnos a cualquiera de ellas. En el caso de la
Teología Sagrada: todas las cosas, tanto naturales como sobrenaturales. Así se trata en ella
de Dios, de la creación, del misterio de la encarnación de Cristo, etc.
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III De Cristo quien, según que es hombre es para nosotros, el camino para tender hacia
Dios.
Es decir, que S. Tomás de Aquino en la Summa Theol. estudia a la S. Trinidad en la I
parte, entre las cuestiones 27-43.
V. El método teológico del Tratado de la Trinidad
El método de una ciencia es el modo de proceder en la adquisición de la ciencia. Así, el
método teológico del Tratado de la Trinidad nos indica el modo de proceder teológico para
llegar a un perfecto conocimiento de la Trinidad.
El método se conforma a la ciencia. Y la ciencia se conforma al objeto y al sujeto
cognoscente. Por tanto, también el método.
La Sagrada Teología es específicamente una. Y el método teológico que se conforma a la
misma, también es específicamente uno.
El método teológico siendo específicamente uno, tiene distintas tonalidades y
particularidades, en relación a los distintos objetos que se consideran: Dios uno y trino, la
encarnación, la Virgen María, el bautismo, etc. También se consideran variantes en relación
a los distintos sujetos intelectuales que se atienden: niños o adultos, sabios o principiantes,
especialmente maestros y discípulos.
1. Consideraciones en cuanto al método desde el punto de vista del objeto
El objeto formal quo o motivo del tratado de la Trinidad es el mismo que el de toda la
Teología Sagrada: la luz de la revelación virtual.
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Desde el punto de vista del objeto formal quo o motivo de la Teología Sagrada, y por
tanto, del estudio de la Trinidad, se requiere, ante todo, el recurso a la verdad revelada,
contenida diversamente en la S. Escritura, la S. Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
Es necesario revisar los textos del Antiguo y especialmente del Nuevo Testamento
buscando las profundidades de Dios y su proyección en el mundo, y más que nada en los
hombres.
Para esto, es necesario consultar, de modo creyente y reverente los testimonios de la
Tradición litúrgica, especialmente sacramental, y otros monumentos cristianos. El
testimonio de la Tradición en los Padres de la Iglesia y grandes Doctores y Maestros.
Tienen particular importancia en este sentido, S. Atanasio, S. Basilio, S. Gregorio Niceno,
S. Gregorio Nacianceno, S. Agustín, S. Tomás de Aquino y sus Comentaristas, S.
Buenaventura, etc.
Entre los Documentos del Magisterio de la Iglesia destacamos particularmente: el
Símbolo Niceno (Conc. De Nicea a.325, Denz. 54); el símbolo Niceno-
Constantinopolitano (del I Conc. de Constantinopla, a 381, Denz. 86); el Símbolo del XI
Conc. de Toledo (a. 675, Denz. 275-287); las referencias trinitarias del IV Conc. de
Letrán (a. 1215, Denz. 428-433); el Decreto para los Jacobitas del Conc. de Florencia (a.
1442, Denz. 703-715), etc.
Últimamente conviene tener en cuenta los textos del Credo de Pablo VI, los del Con.
Vaticano II, las Catequesis del P. Juan Pablo II referentes al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo ( ).
Como se trata de Dios en sí mismo, el pensamiento natural asumido, básicamente, debe
ser de nivel metafísico. Porque entra las ciencias humanas sólo la Metafísica tiene luz
suficiente para llegar hasta Dios. Los elementos psicológicos, físicos y poéticos que se
asumen en la Teología Sagrada con respecto a Dios, se consideran a un nivel metafísico y
en una elevación y depuración sobrenatural.
Desde el punto de vista del objeto formal quod o terminativo de la Teología Sagrada y,
por tanto, de la consideración trinitaria, objetivamente, se nos impone la necesidad de un
profundo realismo, no solo natural sino también y señaladamente sobrenatural. No
podemos quedarnos en las puras fórmulas, o en los conceptos o verbos mentales, sino que
debemos llegar a la intimidad del misterio de Dios. Lo que impone el ejercicio de las
virtudes teologales, fe, esperanza y caridad; de los dones del Espíritu Santo; de la oración
pidiendo la iluminación divina; de la conciencia de lo que es verdaderamente el ejercicio
de la labor teológica; de la humildad etc.
Nota que la Teología Sagrada, legítimamente, ingresa en el terreno de los misterios
divinos. Y para ello necesita, no sólo de la provisión natural intelectual y racional, sino
también y especialmente de la iluminación de los principios revelados sobrenaturales, sin
los cuales, la Teología Sagrada, ni siquiera llegaría a constituirse. Esto se da
perfectamente en el cielo; pero ya tiene su comienzo aquí en la tierra.
Desde el punto de vista del objeto material, la Teología Sagrada, y particularmente la
consideración trinitaria, se extiende a todos los otros misterios y a todas las creaturas. De
facto, el conocimiento de la S. Trinidad, alumbra especialmente los misterios de la
encarnación redentora de Cristo y la maternidad divina de María; y perfecciona mucho el
conocimiento de la creación, comparativamente a lo que puede ser su conocimiento por
vía natural. De la Santísima Trinidad se toman las luces para iluminar la historia.
Inclusive para iluminar a la misma humanidad de Cristo; aunque desde otro punto de
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la criatura, sin que haya de afirmarse mayor desemejanza” (Conc. IV de Letrán, a. 215,
Denz. 432 in f.)
El discípulo requiere la posesión de la verdad natural, especialmente la filosófica y
metafísica.
Una gran castidad. Porque se trata de levantar muy alto el alma, la inteligencia y el
corazón, en la fe y la sabiduría hacia Dios. Y, la lujuria derrama intensamente el alma hacia
lo terreno, la ata, le impide el vuelo espiritual y engendra un desagrado hacia lo divino.
NOTAS
(1) Sagrada Biblia, Ed. Nacar-Colunga de la BAC, Madrid 1955.
(2) Cf. Enchiridion Patristicum M.J. Rouet de Journel S.J., Ed. 24, Herder, Barcinone-
Friburgi Brisg.-Romae- Neo Eboraci, 1969, Ind. Theol. 86-187.
(3) Cf. Heinrich Denzinger-Peter Hunermann, El Magisterio de la Iglesia, Ed. Herder,
Barcelona 1999, n. 30.
(4) Ib. n. 75.
(5) Ib. n. 800.
(6 ) Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, Ed. Marietti I, 12, 4.
(7) Cf. C. Welch. The Trinity in Contemporary Theology (London: SLM Pess. Ltd. 1953, p.
3-13. Cf. Ed. Fortman S.J, Teología de Dios. Comentario, Ed. Sal Terrae, Guevara, 20 –
Santander, p. 361 ss.
(8) Ib.
(9) Cf. Scheeben, Dogmática, n. 1086; Garrigou-Lagrange, De Deo Trino et Creatore, De
Trinitate, Introd. Ed. Marietti, Taurini (Italia), 1943, p.2
(10) Cf. Garrigou-Lagrange, ib.
(11) Suma contra los gentiles, Ed. Bac, bilingue, Madrid, 1952, t. 1.
(12) Juan Pablo II,
Se responde que acaso en Gn 3,22, Is 6,8 y aún en Gn 11,7 pudiera contenerse una
referencia a los ángeles. Pero que esta respuesta resulta del todo insuficiente para explicar
el texto del Gn 1,26. Porque el hombre no es creado a imagen de los ángeles, sino a imagen
de Dios; como expresamente lo remarca la Escritura; y no consta de ninguna manera que
los ángeles hubieran cooperado en la obra de la creación (2) Dice el texto del Gn 1,27: “Y
creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra;”
2. En tiempo de los Patriarcas
Dios se manifiesta con diversos nombres
Se manifiesta como El Saddaj. Cf. Gn 17,1; 28,3; 35,11; 43,14; 48,3; 49,25; Ex 6,3.
El Saddaj
El Saddaj es creador del cielo y de la tierra (Gn 14,19-22; 24,3-7); domina el universo
(Gn 19,24-25; 12,17); tiene un sentido personal y moral (Gn 20,3). Es decir, tiene las
condiciones o atributos del Dios verdadero. Y no es distinto del Elohim del tiempo
primitivo; sino el mismo aunque con distinto nombre. Consta, en efecto, que Yavé y El
Saddaj son el mismo Dios. Ex. 6,23: “Dios habló a Moisés y le dijo: Yo soy Yavé. Yo me
mostré a Abraham, a Isaac y a Jacob como El Saddai, pero no les manifesté mi nombre de
Yavé”.
Y también consta que Yavé es Elohim. Cf. Gn 1-3.
Es decir, consta la continuación de la afirmación monoteísta.
3. En el tiempo Mosaico
Se afirma plenamente el monoteísmo.
Está el precepto que dice "Yo soy Yavé, tu Dios, no tendrás otro Dios fuera de mí” Ex.
20,2.3; Deut 5,6.7.
La razón de este precepto repetido en Deut 6,10-15, se pone clara y explícitamente en
Deut 6,4: “Escucha Israel, Yavé nuestro Dios Yavé uno ehad
Ehad, en el caso, es adjetivo y predicado y designa la unidad numérica (Cf. Ge 41,25; Ex
26, 6.11) Es decir, “Escucha Israel, Yavé nuestro Dios es el solo Yavé o Dios”.
No se da otro Dios fuera de Yavé. Deut 4,35.39.
Yavé es Dios vivo y confiere la vida Ex 20, 11; 31,17. Los otros dioses no tienen la vida,
ni la confieren Deut 4, 19.28; 32, 17.21.37.39. Son elilim (diositos)Cf. Lev 19,4; 26,1
4. En los profetas
En favor de la unidad divina y en plena consonancia con Moisés consta.
1º. Solamente Yavé es Dios Os 13,4; Joel 2,27; Is 44,6; 45,5.6.14.20-22; Is 46,9.
2º. Yavé es Dios vivo y confiere la vida: Is 43,12; 44,24; Jer 10,10; 27,5.
3º. Otros dioses fuera de Yavé no hay; otros supuestos dioses son despreciables: Is
2,8.18.20; 10,10; 37,19; 41,29; Jer 10,11.14.15; 16,19.20; Hab 2,18.
II. Afirmación de la unidad de Dios en el Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento es plenamente monoteísta.
Mc 12,28-32: “Se le acercó uno de los escribas, que había escuchado la disputa; el cual,
viendo cuan bien había respondido le preguntó. ¿Cuál es el primero de todos los
mandamientos? Jesús contestó: El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el
único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. Mayor que estos no hay mandamiento alguno. Díjole el escriba: Muy bien,
Maestro: con razón has dicho que El es único y que no hay otro fuera de El. Cf. Jn 17,3;
Rom 3,29; Gal 3,20; I Tim 2,15; Jac 2,19.
NOTAS
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(1) Cf. Ed. Mayer, Ursprung und Arifang des Christentum 5,2, 1913,22.-H. Gunkel, Die
Gnesis, 1922, p. 102. Cf. En Ceuppens O.P., De Deo Uno, Marietti ed. III, Italy 1956, p. 84.
(2) In litteris El-Amarna de rege quodam Aegiptiorum ilani, plurale ab ilu (el) dicitur /J. A.
Knudtron, Die El-Amarna Trafeln., 1, 1915, 609/ In Phoenicarum inscriptionibus divinitas
quaedam forma plurali (elim) a singulari (el) nuncupatur J. Hehn, Die biblische
und de babylonische Gottesidee, 1913, p. 171-175.- W.W. Brandisun, kyrios als
Gotesnarme in Judentium uns seine stelle in der Religiongeschichte, 1929/ 3) In textibus
hittiticis Boghazkoi inventis exsistit etiam unis formae pluralis ad unam solam divinitatem
designandam /H. Winckler, Mitteilungen der deutich Orient. Gerellichaft, n. 35,p.54. In
litteris assyricis etiam forma pluralis ile-ia = dii mei, et bele-ia =domini mei, de una sola
divinitate praedicatur /E. Behrens, Assyrische babilonische Briefe, p.6 n.2- P Dhorme, La
langue de Chanaan, R.B. 23,1914, 356/ Cf. Ceuppens, De Deo Uno op. cit, p. 84-85
(3) W. Gesenius Kautzsch, Hebraische Grammatik, p. 124. P. Jouon Grammaire de l hebreu
biblique, 1923, p. 136.- P. Duncher, Compendium Grammaticae linguae hebraicae biblicae,
1936, p.30 n.1.
(4)G. F. Oehler, theologie des A.T. 1891, p. 134.- A. Dillmann, Handbuch dei altt
theologie, 1895 p. 211
(5) F. Knabenbauer In Gensim 1895, p. 108
(6) M.J. Lagrange, Hecaméron, R.B. 5, 1896, 387. J. Lebretón, Hist. Du dogme de la
Trinite 1, 1927, 556. A. Bea De Pentateucho 1933,p. 137. Cf. Ceuppens, De Deo uno,
op. cit. p. 87.
(7) Cf. Condamin, Le libre d Isaie, 1905, p.43.
Es una cuestión fontal para la intelección de la Santísima Trinidad. Porque las personas
divinas se constituyen y distinguen por las relaciones divinas. Y estas se entienden en razón
de las procesiones divinas.
Prólogo. Se trata la cuestión en cinco artículos. En el primero se trata de la existencia de
las procesiones divinas. En los restantes de su número y condición.
Si existe procesión en Dios (a. 1)
Se trata de la existencia real en Dios de procesiones. En número indefinido aún.
Noción de procesión (processio)
En primer lugar, por procesión se entiende el movimiento local, según el cual un cuerpo,
desde un lugar, ordenadamente y por los medios es trasladado hacia otro extremo. Por
ejemplo, procesión de Corpus Christi, procesión de S. Martín de Porres.
También se significa el orden dinámico de uno a partir de otro; o el orden de uno después
de otro. Así decimos que un cuerpo procede desde una pequeña cantidad hacia otra más
grande; o de non esse in esse; que un rayo procede del sol, la operación del operante, el
artefacto del artista, el engendrado del engendrante.
El sentido de procesión que más nos interesa es el que nos indica a la misma, como el
origen de uno a partir de otro que es su causa o principio. La emanación o resultancia de
uno a partir de otro. Así, una mesa procede del carpintero, un libro de un escritor, el
pensamiento de la inteligencia, etc.
Hay que tener en cuenta la distinción de procesión inmanente y transeúnte.
La procesión transeúnte es el origen de uno a partir de otro que es su causa o principio,
cuando el originado queda fuera de su causa o principio. Por ejemplo, la procesión u origen
de la escritura a partir de un escritor o de una mesa a partir de un carpintero.
La procesión inmanente es el origen de uno a partir de otro que es su causa o principio,
cuando el originado queda en su causa o principio. Por ejemplo el origen del verbo mental
y análogamente del amor que permanecen en la inteligencia y voluntad.
Con respecto a las procesiones divinas se establecen dos desviaciones heréticas
fundamentales. Una de Arrio y otra de Sabelio.
Arrio (253 o 256 o 280-336) presbítero de Alejandría pensó que a las procesiones u
orígenes del Hijo y del Espíritu Santo, habían que entenderlas como se entiende el origen o
procesión de un efecto a partir de su causa. Dios es uno. El Verbo o Logos es su primera
criatura sacada de la nada, y de la que se sirve para crear el mundo. Es un hijo adoptivo de
Dios. El Espíritu Santo es la primera criatura del Hijo, e inferior al mismo. El Verbo
reemplazó en Jesús al alma humana. El Verbo animó al cuerpo de Jesús, nacido de la
Virgen. (Cf. Summa Theol. III, 5,3)
Contra esto hay que decir que el Hijo es Dios. Dios no es efecto. Si el Hijo y el E. Santo
son efectos, no son Dios. Por tanto, la posición de Arrio es inaceptable.
Sabelio de Ptolemaida, nació en Libia, actuó en el siglo III. De él tomó el nombre la
herejía denominada sabelianismo.
Según esta herejía, hay un solo Dios que es una sola persona divina. Esta persona, en
cuanto eternamente decretó elevar a los hombres al fin sobrenatural de la bienaventuranza,
es Dios Padre. La misma, en cuanto se encarna para redimir a los hombres es Dios Hijo. Y
en cuanto santifica a los hombres por la gracia , y la mueve hacia la vida sobrenatural, se
dice Espíritu Santo. Las procesiones trinitarias se entienden en cuanto la causa procede en
el efecto; en cuanto la única persona divina mueve, altera o imprime su semejanza en las
obras de la encarnación y la santificación.
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“Cuando venga el Abogado, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad
que procede del Padre, él dará testimonio de mí”.
18
Dios; y haría contradicción a las doctrinas del ser subsistente divino, de perfección infinita
e inmutable.
Para entender el dinamismo trinitario, es preciso entender la existencia de un doble tipo
de dinamismo. Un dinamismo físico y un dinamismo metafísico y teológico.
El dinamismo físico expresa el paso de la potencia al acto; el actus entis in potentia
quatenus in potentia. Implica necesariamente a la potencia pasiva. Así, por ejemplo,
cuando se calienta el agua para tomar mate; cuando caminamos en la tarde que nos
acompaña y se aleja.
Por dinamismo metafísico o teológico se entiende una operación u orden operativo, en
donde ex se, no se incluye la potencialidad pasiva, sino que se trata de un acto del perfecto.
Por ejemplo, cuando estamos, en una noche de invierno, de visita en una casa, y nos dan
una copa de coñac, la recibimos en la mano y le damos calor, hay una procesión de calor en
la copa a partir de nosotros. Y el dinamismo calórico que se da en nosotros y en la copa –
nosotros calentamos a la copa- implica en el P y en el T, la actualización de una potencia
pasiva. La copa padece y nosotros sólo estamos en el nivel de motor segundo.
Pero supongamos que a la copa de coñac, -de la esencia del vino- la caliente Dios. En este
caso en el T (la copa de coñac), hay actualización de una potencia pasiva, el paso de la
potencia al acto, movimiento físico. Pero no en el P, porque Dios no tiene potencia pasiva.
En el entendimiento humano, uno entiende en cuanto está en acto. Cuando uno está más
en acto más entiende. El dinamismo de la operación intelectiva es por el acto; y si en
nosotros se da también el paso de la potencia al acto, es en razón del sujeto. Y no por razón
del entender en sí.
El ser divino es trascendente. Implica en sí, toda la riqueza de lo estático y lo dinámico.
Dios es su esse y esse quid. Y conoce, ama, crea, es decir opera, actúa, tiene un dinamismo.
Y es un dinamismo de acto puro de ser, de pura actualidad.
El dinamismo implicado en las procesiones trinitarias, no puede entenderse al modo del
dinamismo físico; porque haría contradicción a la fe y a la metafísica del Dios uno y
verdadero. Sino que debe ser entendido como dinamismo teológico, identificado con la
pura actualidad de Dios y cognoscible sólo por revelación.
La primera procesión de la Santísima Trinidad consiste en el origen del Verbo o Hijo, a
partir del Padre.
El Padre es el P. El Verbo o Hijo es el T. Existe un dinamismo entre ambos.
La acción del Padre, principio del Verbo o Hijo, es proferir o decir al Verbo; engendrar al
Hijo. La cuasi-pasión de la segunda persona, es el ser proferido o dicho como Verbo por el
que profiere o dice al Verbo, es el ser engendrado por el Padre.
La segunda procesión es el origen del Espíritu Santo a partir del Padre y del Hijo que
están como único principio del E. Santo (Cf. II Conc. De Lyon bajo Gregorio X, a. 1274,
Denz. 460). Término de la procesión es el mismo Espíritu Santo. Se da entre el principio y
el término de la procesión un dinamismo teológico eterno.
El Padre y el Hijo se tienen activamente, espiran, aman al E. Santo, en lo que es la acción
del Padre y del Hijo hacia el E. Santo. El Espíritu Santo se tiene cuasi-pasivamente: es
espirado, amado a partir del Padre y del Hijo, en lo que es la cuasi-pasión del Espíritu
Santo.
Intelección de la procesión del Verbo
En las criaturas espirituales se da una semejanza más perfecta de lo divino.
Particularmente, una semejanza más perfecta de las procesiones.
21
Jn 5,26: “Pues así como el Padre tiene la vida en sí mismo, así dio también al Hijo tener
vida en sí mismo”.
Rom 8,32: “El que no perdonó a su propio Hijo, antes le entregó por todos nosotros
¿Cómo no nos ha de dar con Él todas las cosas?
Hebr 1,5 “¿Pues a cuál de los ángeles dijo alguna vez: Tú eres mi Hijo, yo te he
engendrado hoy? Y luego: “Yo seré para Él Padre, y Él será Hijo para mi.”
En los Santos Padres y autores eclesiásticos
E. P. R. J. op. cit Ind. Theol. Deus Trinus, Personae Trinitatis, 113-156
En el Magisterio de la Iglesia
Denz. Índice Sistemático, Dios Trino, las divinas personas, el Hijo 2) Procesión del Hijo.
En particular. Denz. 13, 19 s., 48, 54, 69, 86, 275 s., 281, 325, 344 s, 432, 462, 703, 708,
994.
Sólo del Padre: Denz. 40, 428, 703.
Concilio de Nicea, bajo S. Silvestre I. Denz. 54: “Creemos en un solo Dios Padre
omnipotente, creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles. Y en un solo
Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir de la sustancia del
Padre. Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho,
consubstancial al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y
las que hay en la tierra, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y
se encarnó, se hizo hombre, padeció y resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir
a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo.
Más a los que afirman: Hubo un tiempo en que no fue y que antes de ser engendrado no
fue, y que fue hecho de la nada, o los que dicen que es de otra hipóstasis o de otra sustancia
o que el Hijo de Dios es cambiable o mudable, los anatematiza la Iglesia Católica”.
Concilio de Florencia. Decreto para los Jacobitas, Denz. 703: “Sólo el Padre engendró de
su sustancia al Hijo, el Hijo solo del Padre solo fue engendrado; el Espíritu Santo solo
procede juntamente del Padre y del Hijo”
Explicación teológica
Entendemos la generación eterna del Hijo, en la fe, con la analogía de un tipo de
generación de los vivientes. Y especialmente con la generación del hijo hombre.
Distinguimos dos tipos fundamentales de generación. Un9 común a todos los generables
y corruptibles. Y otro propio de los vivientes.
La generación en su modo más común significa la mutación de non esse in esse en un
sujeto. Por ejemplo, la generación del agua a partir del hidrógeno y del oxígeno; la
generación de las cenizas, a partir de un quebracho afectado por el fuego.
La generación, en cuanto propia de los vivientes es el “origo alicuius viventis a principio
vivente coniuncto”, el origen de un viviente a partir de un principio viviente conjunto. Esto
es, el origen de un viviente a partir de un principio viviente, que le proporciona el ser de su
propia entidad o sustancia, como por ejemplo, se proporciona el semen por el equino.
El término de esta generación es un ser viviente. Pero no cualquier generación de este
tipo se termina en un viviente que se llame propiamente hijo o “genitum”.
Para que la generación de un viviente sea generación de un hijo se requiere,
especialmente, que el viviente originado proceda según una razón de semejanza, esto es,
según una conveniencia en la forma o conformidad, y así dice S. Tomás: “y por esto el pelo
o el cabello no tienen razón de “geniti” y de hijos; sino sólo lo que procede según una
razón de semejanza.
25
Decimos en primer lugar, que la procesión del Verbo es el origen de un principio viviente
a partir de un principio viviente conjunto:
a) Quien origina el Verbo y el Verbo son personas, como consta por la revelación.
b) Quien origina el Verbo y el Verbo son vivientes. Porque son personas divinas. Y Dios
es viviente. Y así, el que origina el Verbo es viviente; y el Verbo es viviente.
c) El Verbo se origina de un principio viviente conjunto. Su principio le proporciona al
Verbo algo de sí. No una pura semejanza participada del orden de lo creado; sino su
propia sustancia o naturaleza. La comunica la naturaleza divina. Imposible encontrar
unión más perfecta.
d) El principio del Verbo y el Verbo se distinguen realmente. Consta por la revelación.
e) Para la procesión se requiere el ejercicio de una acción vital. La procesión es “per
modum intellectus”, e importa una suprema vitalidad. El principio del Verbo se tiene
activamente hacia el Verbo, comunicándole la naturaleza divina.
Decimos en segundo lugar, que el origen del Verbo es según una razón de semejanza en
la misma naturaleza de la especie.
La razón de semejanza en la procesión, consta porque se trata de un origen por modo de
intelecto que se termina en un Verbo. El Verbo, por su propia condición, dice razón de
semejanza.
Si existe en Dios otra procesión distinta de la procesión del Verbo (a. 3)
Existe realmente en Dios, además de la procesión del Verbo, la procesión del Espíritu
Santo. De fe.
En la Sagrada Escritura
Consta la existencia del Hijo como término de procesión. Consta la existencia del
Espíritu Santo como término de procesión. Y se trata de términos distintos. Por tanto, de
distintas procesiones.
A. El Verbo o Hijo y el Espíritu Santo aparecen como términos de procesiones.
Jn 8,42: “Díjoles Jesús: si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a mí, porque yo he
salido ex Deo processi y vengo de Dios, pues yo no he venido de mí mismo, antes es él
quien me ha enviado”
Jn 15,26: “Cuando venga el Abogado, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu
de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí”
B. El Verbo y el Espíritu Santo aparecen, no como un solo término de procesión, sino
como distintos términos. Lo que implica distintas procesiones realmente. ( )
Jn 14,16: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado, que estará con vosotros para
siempre”
Jn 15,26: “Cuando venga el Abogado que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu
de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí”.
Jn 16, 7: “Pero yo os digo la verdad, os conviene que yo me vaya. Porque si no me
fuese, el Abogado no vendrá a vosotros; pero si me fuese, os le enviaré”
Jn 16, 13-14: “pero cuando viniere Aquel, el Espíritu de Verdad, os guiará hacia la
verdad completa, porque no hablará de sí mismo, sino que hablará lo que oyere y os
comunicará las cosas venideras. Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo dará
a conocer.”
La procesión del Espíritu Santo, presupone la procesión del Hijo, como se percibe por
los textos.
27
Hay que notar que el concepto de misión de las divinas personas, implica el de
procesión. Si el Espíritu Santo es enviado por el Hijo, se origina en el Hijo y se
distingue del mismo.
La misión presupone la procesión, porque el enviado, por ejemplo, a la encarnación o
a Pentecostés, está bajo un cierto influjo del que lo envía. Este influjo, si se trata de las
personas divinas en cuanto tales, no puede ser por modo de imperio, o consejo, o
causalidad, porque se implicaría una minoridad en el enviado; por tanto, debe
entenderse el influjo por vía de origen o procedencia.
En los Santos Padres y escritores eclesiásticos
Existe la procesión del E. Santo a partir del Padre y del Hijo o por el Hijo
Cf. E. P. R. J. op. cit, Index Theol. Deus Trinus, Personae Trinitatis, n. 167, 170, 171.
En el Magisterio de la Iglesia
El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Cf. Denz. Índice Sistem. V. Dios Trino
B) b) c) El Espíritu Santo 2).
Cf. especialmente: Denz. 39, 86, 277, 460, 691.
Explicación teológica.
Conclusión. En Dios, además de la procesión del Verbo se pone otra procesión que es
la procesión del amor.
Arg. Dios es el ser de naturaleza intelectual en el cual existen procesiones según la
acción inmanente.
Es así que en el ser de naturaleza intelectual en el cual existen procesiones según la
acción inmanente, además de la procesión del Verbo se pone otra procesión que es la
procesión del amor.
Por tanto en Dios, además de la procesión del Verbo se pone otra procesión que es la
procesión del amor.
“Dios es el ser de naturaleza intelectual en el cual existen procesiones según la acción
inmanente”.
Consta. Especialmente por lo dicho en relación con el art. 1.
“Es así que en el ser de naturaleza intelectual en el cual existen procesiones según la
acción inmanente, además de la procesión del Verbo se pone otra procesión que es la
procesión de amor”.
Esto es lo que ocurre en los seres creados de naturaleza intelectual. Según la acción
inmanente intelectual acontece la procesión del verbo, según la cual la cosa dicha o
entendida es en el inteligente. Y según la acción inmanente volitiva acontece la
procesión del amor, en virtud de la cual el amado es en el amante. Y el amado es en el
amante según proporción, conveniencia, inclinación o impulso del amante hacia la cosa
amada o el ser amado. Y si el amante se ama a sí mismo, se posee a sí mismo, no sólo
en sí, sino en la proporción, inclinación o impulso de su amor.
Analógicamente, debe entenderse lo mismo en el ser de naturaleza intelectual divina,
supuesto que se den en el mismo las procesiones divinas, según la acción inmanente del
intelecto y de la voluntad.
Es decir, en tanto el ser de naturaleza intelectual divina se conoce a sí mismo, se
reposee a sí mismo, se comunica la naturaleza divina; y así se origina el Verbo a partir
de su Principio. Y, en tanto el ser de naturaleza intelectual divina se ama a sí mismo, se
reposee a sí mismo, en tanto el amado es en el amante, se comunica la naturaleza
divina, y así se origina el Amor, teniendo su principio en el Verbo y en el Principio del
Verbo.
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“Por tanto en Dios, además de la procesión del Verbo se pone otra procesión que es la
procesión del amor”.
La naturaleza divina está en el principio y en el término de la procesión del amor. En
el principio, como en quienes la comunican; y en el término, como en quien la tiene a
partir del principio. El Padre y el Hijo espiran o aman al Espíritu Santo. Y el Espíritu
Santo es espirado o amado por el Padre y el Hijo.
En Dios se distinguen la procesión del Verbo y la procesión del Amor
La razón de esta distinción no se encuentra en una pura consideración de la naturaleza
divina. Porque la naturaleza divina es común a la trinidad de personas; y lo común no
puede explicar lo propio y distintivo. Aunque las procesiones trinitarias son inmanentes a
Dios en identidad con la única naturaleza divina.
Entre las procesiones divinas se encuentra una distinción de orden. La primera procesión
es según la razón de intelecto y es la procesión del Verbo. La segunda procesión es según la
razón de voluntad y es la procesión del Espíritu Santo.
La procesión del Espíritu Santo es en orden a la procesión del Verbo. Y como hay orden y
distinción entre el principio del Verbo y el Verbo. Así también hay orden y distinción entre
la procesión del Verbo y del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no procede sino a partir del
principio del Verbo y del Verbo (cf. ad 3).
La razón profunda de esta distinción, se encuentra en la realidad de que una procesión es
según la razón de intelecto, y la otra según la razón de voluntad.
Nada puede ser amado, sino es conocido. Y así como en la procesión según la razón de
intelecto, entendemos un orden del verbo al principio del cual procede, no obstante la
identidad real del intelecto y de la sustancia en Dios. Así también, no obstante la identidad
real del intelecto y de la voluntad en Dios, entendemos un orden de la procesión de Amor a
la procesión del Verbo, en cuanto la procesión de Amor, no es sino a partir de la concepción
del Verbo.
Si la procesión de amor en Dios es generación. (a.4)
El Espíritu Santo no procede en Dios por generación. De fe.
En la Sagrada Escritura
Nunca se dice Hijo al Espíritu Santo, o generación a su procesión.
Al Hijo se le llama Unigénito. Cf. Jn 1,14; 3, 16; 1 Jn 4,9.
En los Santos Padres y autores eclesiásticos.
El Espíritu Santo no es Hijo. Cf. E.P. R. J., Index Theol., Deus Trinus n. 173.
La procesión del Espíritu Santo no es generación. Cf. E.P.R. J. op cit 174.
En el Magisterio de la Iglesia
El Hijo de Dios es único. Cf. Símbolo de los Apóstoles, Denz. 4.
Es unigénito. Cf. Símbolo Niceno-Constantinopolitano Denz. 86. Cf. Denz. 54
Incluso, se niega que el Espíritu Santo sea genitum (engendrado). Cf. Símbolo
Quicumque Denz. 39; Símbolo del XI Conc. De Toledo (a. 675), Denz. 277; Conc. De
Florencia: Decreto para los Jacobitas (a. 1442), Denz. 703.
¿Por qué una procesión se dice generación y la otra no?
La generación en su sentido más propio, en el que tiene como término un hijo se define
como el origen de un viviente a partir de un viviente conjunto, en semejanza de la
naturaleza de la especie.
Las distintas notas de la misma, convienen a la procesión del Verbo en Dios. Por lo cual,
con todo mérito, a la misma se la llama generación y generación del Hijo.
29
Pareciera que la procesión del Espíritu Santo, también cumple las condiciones de la
generación. Y que por tanto, a la misma, también habría que llamarla generación.
Entendiendo por generación el origen de un viviente a partir de un viviente conjunto en
semejanza de naturaleza de la especie; y considerando que la semejanza se atiende según la
conveniencia o comunicación en la forma. Así, una flor es semejante a otra por una misma
forma, un mellizo a otro mellizo, etc.
En el caso de la procesión del E. Santo, se da el origen de un viviente a partir del Padre y
del Hijo que tienen la vida divina. Y el E. Santo conviene con el Padre y el Hijo en la
misma naturaleza específica e incluso numérica (Cf. obj. 1).
Sin embargo, por la revelación divina, aparece que el nombre de generación, sólo
conviene a la persona del Verbo. ¿Por qué no le conviene este nombre a la procesión del E.
Santo?
Conclusión 1ª. La razón propia y distintiva de cada procesión en Dios no es por la
naturaleza divina, sino según el orden de las mismas que se considera según la razón de
intelecto y voluntad.
Explicamos a la conclusión por partes.
A) “La razón propia y distintiva de cada procesión en Dios no es por la naturaleza divina”
Arg. Aquello que es común a las personas y procesiones en Dios no es razón propia y
distintiva de las procesiones divinas.
Es así que la naturaleza divina es común a las personas y procesiones en Dios.
Por tanto, la naturaleza divina no es razón propia y distintiva de las procesiones divinas.
Decimos: “Aquello que es común a las personas y procesiones en Dios no es razón propia
y distintiva de las procesiones divinas”.
Consta. Porque lo común es común. Y en cuanto tal, no es propio y distintivo.
“Es así que la naturaleza divina es común a las personas y procesiones en Dios”.
Por la identidad con las mismas.
B) “…sino según el orden de las mismas que se considera según la razón de intelecto y
voluntad”
Razón. El intelecto y la voluntad, en Dios, se identifican entre sí y con la naturaleza
divina. Pero pertenece a la razón del intelecto y la voluntad que las procesiones que son
según la acción de uno y otro, sean según un orden y distinción; en cuanto la procesión del
amor es en orden a la procesión del verbo; porque algo no puede ser amado –no puede
darse el amor- si no es concebido por el intelecto.
Más brevemente. La volición supone la intelección; incluso en Dios, según nuestra razón.
Por tanto la procesión de amor es en orden a la del verbo, supone la procesión del verbo.
Conclusión 2ª. La procesión del Verbo en Dios, según su propia razón de procesión, tiene
razón de generación.
Arg. El origen de un viviente a partir de un viviente conjunto en semejanza de naturaleza
de la especie tiene razón de generación.
Es así que la procesión del Verbo en Dios, según su propia razón de procesión, es el
origen de un viviente a partir de un principio viviente conjunto en semejanza de naturaleza
de la especie.
Por tanto, la procesión del Verbo en Dios según su propia razón de procesión tiene razón
de generación.
“El origen de un viviente a partir de un viviente conjunto en semejanza de naturaleza de
la especie tiene razón de generación”.
Consta por lo antedicho.
30
“Es así que la procesión del Verbo en Dios, según su propia razón de procesión, es el
origen de un viviente a partir de un viviente conjunto en semejanza de naturaleza de la
especie”
Consta especialmente por lo que se dijo en la explicación del a. 2.Hay que atender
especialmente a la razón de semejanza. La procesión del Verbo en Dios, según su propia
razón de procesión, es por modo de intelecto. El intelecto es en acto, en cuanto la cosa
entendida es en el intelecto según su semejanza. Por tanto, una procesión que se considere
según la razón de intelecto, incluye a la semejanza en su propia razón. Por tanto, el origen
del Verbo viviente en Dios, a partir de su principio conjunto según su propia razón de
procesión, es según la razón de semejanza en la identidad de la naturaleza divina que se
comunica.
La procesión del Verbo en Dios, es el origen de un viviente a partir de un principio
viviente conjunto en semejanza de naturaleza de la especie. Y esto, según su condición
propia; y no simplemente por una razón o condición común, por ser una procesión divina.
Conclusión 3ª. La procesión del amor en Dios, según su propia razón de generación, no
tiene razón de generación.
Arg. El origen de un viviente a partir de un principio viviente conjunto en semejanza de
naturaleza de la especie tiene razón de generación.
Es así que la procesión del amor en Dios, según su propia razón de procesión, no es el
origen de un viviente a partir de un principio viviente conjunto en semejanza de naturaleza
de la especie.
Por tanto, la procesión del amor en Dios, según su propia razón de procesión, no tiene
razón de generación.
“El origen de un viviente a partir de un principio viviente conjunto en semejanza de
naturaleza de la especie tiene razón de generación”
Consta, por lo antedicho. (Cf. especialmente a. 2).
“Es así que la procesión de amor en Dios, según su propia razón de procesión, no es el
origen de un viviente a partir de un principio viviente conjunto en semejanza de naturaleza
de la especie”.
La procesión del amor en Dios es el origen de un viviente a partir de un principio viviente
conjunto, y en el amor originado se da, con su principio, una semejanza en la naturaleza de
la especie e inclusive una identidad numérica de naturaleza. Pero esta semejanza del amor
originado con respecto a su principio, no es por la propia razón de esta procesión, sino por
tratarse de una procesión divina.
Esta semejanza a su principio no es por la propia razón de la procesión; sino porque en
toda procesión divina se comunica la forma o naturaleza divina; y así se establece la
conveniencia o conformidad del término con el principio. La propia razón de la segunda
procesión, no se establece según la semejanza, sino según una inclinación. Porque la
voluntad no es en acto por una semejanza, sino por una inclinación hacia el objeto amado.
“Por tanto, la procesión del amor en Dios, según su propia razón de procesión, no es el
origen de un viviente a partir de un principio viviente conjunto en semejanza de naturaleza
de la especie”
Conclusión 4ª. Lo que procede en Dios por modo de amor, no procede como engendrado
o hijo, sino más bien como espíritu.
Lo que procede en Dios por modo de amor, procede por razón de voluntad. La voluntad
es en acto por cierta inclinación hacia la cosa querida. Por tanto, lo que procede por razón
de voluntad, procede según la razón de impulso y moción hacia algo. Por tanto, procede
31
como espíritu: por el cual nombre se designa cierta moción vital e impulso. Por el amor,
alguien se mueve o impele a hacer algo. Y el espíritu se entiende originariamente en la
respiración de los vivientes, y aún en el viento (como respiración de un ente gigantesco).
Más brevemente: porque lo propio del amor no es la semejanza, sino la inclinación, el
impulso, la moción hacia la cosa amada.
En síntesis: En Dios existen las procesiones del Verbo y del Amor. En las mismas, en
cuanto procesiones divinas se considera una semejanza del término al principio por la
comunicación de la misma forma o naturaleza divina. Pero en la procesión del Verbo se
considera también la razón de semejanza, por su razón propia, por ser procesión del Verbo.
En cambio, la procesión del Amor, en cuanto tal, no dice a la semejanza sino a la
inclinación o impulso en su razón propia.
Si en Dios existen más de dos procesiones (a. 4).
En Dios existen sólo dos procesiones. De fe.
Esto consta porque tanto en la S. Escritura, como en la S. Tradición y en el Magisterio de
la Iglesia se habla sólo de 3 personas divinas; de las cuales sólo dos son procedentes.
En la Sagrada Escritura
Procesión del Hijo: Jn 8,42: “Díjoles Jesús: Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a
mí, porque yo he salido y vengo de Dios, pues yo no he venido de mí mismo, antes es Él
quien me ha enviado”.
Procesión del Espíritu Santo: Jn 15,26: “Cuando venga el Abogado, que yo os enviaré de
parte del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí”.
En los Santos Padres y autores eclesiásticos
Cf. E.P.R.J.: Index theol., Deus trinus, nn. 151, 153, 167, 170, 171, 174.
En el Magisterio de la Iglesia.
Cf. Denz. Índice Sistemático, V, Dios Trino, B) Las divinas personas, a) El Padre, 1) En sí
mismo. Denz. 19, 39,275, 345.
Ib. b) El Hijo, 2) Procesión del Hijo
Ib. c) El Espíritu Santo, 2) Procesión del Espíritu Santo.
Cf. especialmente: C. Lateranense IV bajo Inocencio III, Denz. 432.
Explicación teológica.
Las procesiones divinas se entienden según acciones inmanentes en Dios. Las acciones
inmanentes en la naturaleza intelectual divina son sólo dos: el entender y el querer. Por
tanto, se entienden sólo dos procesiones divinas: una del Verbo y otra del Amor.
Nota que aunque el sentir diga una cierta inmanencia, según el sentir no se puede
entender una procesión en Dios. Porque el sentir no pertenece a la naturaleza puramente
intelectual, como es la divina. El sentir requiere un órgano corporal. Además el sentir no es
una acción totalmente alejada de la acción transeúnte, sino que dice una cierta proximidad
con la acción transeúnte, en cuanto dice un cierto acceso al orden extrínseco. En la acción
transeúnte, el originado está fuera de la causa o principio. La acción sensitiva procede por
la inmutación de un ser sensible en el sentido. Hay un principio extrínseco que perfecciona
al sujeto. La acción intelectual del hombre empieza ab extrínseco, pero es reflexiva. Y así
empieza ab intrínseco. La acción sensitiva no es reflexiva y siempre empieza ab extrínseco.
La acción intelectual divina cognoscitiva y volitiva es puramente inmanente.
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Notas
(1) Cf. Denz. Índice Sistemático, V. Dios Trino, el Hijo -2
(2) Denz. Ind. Sist. Ib. El Espíritu Santo 2)
(3) Ib. V. De Dios Trino, El Hijo, 1) Divinidad del Hijo
(4) Ib. el Espíritu Santo,1) Divinidad del Espíritu Santo.
(5) Ib. 2) Procesión del Espíritu Santo
(6) El movimiento, la operación y la procesión toman su distinción a partir del término.
relaciones reales. Así entre padre Pedro y Pedrito hijo, se tiene la equivalencia entre
generación activa y pasiva (fundamentos); y su paridad como personas humanas
(receptivos). Cuando se ve algo, en el que ve se da el fundamento real, en cuanto es
inmutado por la visión; pero en lo visto no se da el fundamento real, en tanto no
inmutado realmente por la visión.
Entre Cristo y la Virgen se dan relaciones de filiación y maternidad. La primera es de
razón, la segunda es real. La primera es de razón, porque la persona divina no es sujeto
de relaciones reales hacia la persona humana (no recibe accidentes); sin embargo, Cristo
es alcanzado por la generación pasiva (quasi-fundamento), originada en el principio del
Espíritu Santo y su madre, siendo el Cristo, en su persona divina, término de la misma,
según su naturaleza humana.
Sin embargo, el problema de cuándo los extremos son en un mismo orden,
comúnmente, se presenta más con respecto a los fundamentos.
¿Cuándo los extremos son en un mismo orden? Cuando son “en la misma naturaleza”.
Porque entonces se da la misma razón de referibilidad en uno y otro extremo.
Hay que considerar un doble tipo de relaciones: de orden estático y de orden
dinámico, según fundamentos de orden estático y de orden dinámico.
El fundamento estático es la cantidad o algo que se tiene por modo de cantidad, como
la unidad y la multitud, la cantidad de virtud o de perfección, las mismas formas o
naturalezas. Así se tienen relaciones de conveniencia y disconveniencia según la
sustancia (identidad y distinción o diversidad: un hombre y otro, identidad específica y
distinción numérica); según la cantidad (igualdad y desigualdad); y según la cualidad
(semejanza y desemejanza): una flor blanca es semejante a otra flor blanca.
El fundamento dinámico es la acción o pasión o algo que se tiene por modo de acción
y pasión: el movimiento, el dinamismo en toda su amplitud metafísica y teológica. Así,
por la generación o lo que resta de ella se establecen las relaciones de paternidad y
filiación.
Para que existan las relaciones reales mutuas, es necesario que los extremos reales y
distintos sean “eiusdem ordinis” de la misma naturaleza, y esto acontece cuando son
“in eadem natura” en la misma naturaleza. (cf. c.)
La parificación en los extremos, en cuanto a sus fundamentos o en cuanto a que
tengan en sí una parificada causa o razón para referirse realmente, hacia el otro, aparece
más fácilmente en las relaciones de fundamento estático. En este caso, las formas o
naturalezas son fundamentos; y si un extremo que es según una forma o naturaleza se
refiere a otro; parece del todo lógico e inteligible que el otro extremo que se tiene según
una misma forma o naturaleza, también se refiera al mismo. Así, entre dos flores
blancas: son semejantes, se parifican en la blancura. Así como una flor blanca es una
consigo misma, con su blancura, así se ordena hacia la otra, tiende a unificarse con la
otra, en la cual se encuentra algo suyo: la blancura también. Y viceversa.
En las relaciones de fundamento dinámico, el problema es más complicado. En uno y
otro extremo del dinamismo, tenemos la acción y la pasión; y también tenemos la forma
o naturaleza, dando sentido a la acción y pasión. La calefacción acción es un
movimiento que procede del calor; la calefacción pasión es un movimiento hacia el
calor. Más universalmente, la acción es un dinamismo que parte de una forma o
principio; la pasión es un dinamismo que se termina en una forma. Cuando las formas o
naturalezas se parifican, también la acción y la pasión. Por tanto, si por la pasión se
35
establece una relación real, también por la acción. Así en la generación de Pedrito a
partir de Pedro.
Si no e da la parificación de naturalezas, tampoco la de la causalidad o razón
dinámica de las relaciones. Así, entre Dios y las criaturas: la naturaleza divina es
trascendente, no se coloca a la par con la naturaleza de las criaturas, que se encuentran
en un orden genérico y específico. Dios causa el ser de la criatura, pero no causa su
mismo ser, sino una semejanza de su ser. La acción divina se identifica con la
naturaleza divina y la pasión de la criatura se termina en la misma. Como no hay
parificación de naturaleza, tampoco de fundamentos o de razones en orden a la
referencia. Por tanto, en la criatura se da una referencia real hacia Dios, porque la
criatura es perfeccionada realmente y depende de Dios. Y como busca a su perfección
busca a su perfectible y se ordena hacia el mismo realmente. En cambio, Dios en su
trascendencia, por su acción hacia la criatura, no se inmuta, no se perfecciona, no
encuentra su perfección o bien o naturaleza en la criatura, y por consiguiente no se
refiere realmente hacia la misma, sino sólo según nuestra razón.
Entre el principio físico del calor por la acción y el término que se calienta según su
pasión, se da un orden parificado de fundamentos y relaciones; por tanto, relaciones
reales mutuas.
Entre el vidente y la cosa vista hay relaciones mixtas. Relación real de parte del
vidente, y de razón de parte de la cosa visa. Hay fundamento real de parte del vidente
que se inmuta; pero no de parte de la cosa vista que no se inmuta.
Entre el arquitecto y la casa que se constituye hay relaciones reales mutuas. El
arquitecto, pensando y proyectando, operando, se inmuta. Por tanto, tiene relación real.
Y la casa que se construye se inmuta realmente por su influjo; y así tiene fundamento
real para una relación real.
Conclusión.
Las relaciones que se consideran según las procesiones divinas son reales.
Arg. Los términos de las procesiones que son reales, realmente distintos entre sí y de
un mismo orden se refieren realmente entre sí.
Es así que en Dios, los términos de las procesiones divinas son reales, realmente
distintos entre sí y de un mismo orden.
Por tanto, en Dios, los términos de las procesiones divinas se refieren realmente entre
sí. O, de otro modo, las relaciones que se consideran según las procesiones divinas son
reales. Existen las relaciones reales en Dios.
“Los términos de las procesiones que son reales, realmente distintos entre sí y de un
mismo orden se refieren realmente entre sí”.
Se trata de los elementos requeridos para la existencia de las relaciones reales mutuas.
“Es así que en Dios, los términos de las procesiones divinas son reales, realmente
distintos entre sí y de un mismo orden”.
Consta. Los términos de las procesiones divinas son las personas divinas y éstas
tienen existencia real según la fe.
El Padre y el Hijo se distinguen realmente, según la fe. El Padre y el Hijo, también se
distinguen realmente del Espíritu Santo, según la fe.
Los extremos de las procesiones divinas son en un mismo orden. Porque son “in
eadem natura” en la misma naturaleza divina. Las procesiones son de un orden divino.
La acción y la cuasi pasión que se entienden como dinamismo de las procesiones, se
entienden como reales y parificadas en razón de la misma naturaleza divina, con la cual
36
Pero mientras hablamos del esse subsistens o divino, aún no hablamos explícitamente
de la misericordia y la justicia.
Si las relaciones que existen en Dios se distinguen realmente entre sí (a. 3)
Algunas relaciones reales existentes en Dios se distinguen realmente entre sí (a. 3).
De Fe.
En la Sagrada Escritura
Consta que las personas divinas se distinguen realmente entre sí. Pero la distinción real
de las personas divinas –salva la simplicidad divina- es por las relaciones opuestas. Por
tanto, hay que entender que las relaciones divinas se distinguen realmente entre sí.
Cf. Mt 28,19.
En los Santos Padres y autores eclesiásticos
Cf. E.P.R.J. Index Theol., Deus Trinus, Relationes et appropiationes n. 178.
En el Magisterio de la Iglesia
Cf. C. Lateranense IV, in cap. Firmiter, Denz. 428; C. Florentino, Denz. 703.
Aclaraciones previas
Son distintos aquellos de los cuales uno no es otro. La distinción es aquello según lo
cual, uno no es otro.
La identidad es la conveniencia de varios en uno, o de varios reales o de uno
considerado como varios.
La distinción es doble: real y de razón.
La distinción real es aquella en virtud de la cual uno no es otro, en la naturaleza de las
cosas, de modo antecedente a nuestra consideración mental.
La distinción de razón es aquella en virtud de la cual aquello que realmente son
idénticos, en el intelecto y por el intelecto, se consideran como distintos.
La oposición en general como una cierta repugnancia e importa distinción. Como
entre ente y no ente, virtud y vicio, vidente y ciego, etc.
La oposición, en su modo propio, puede ser contradictoria, contraria, privativa y
relativa.
Oposición contradictoria: entre ente y no ente; hombre y no hombre. Es por modo de
pura negación del opuesto.
Oposición privativa: entre un ente y su privación. Privación es la carencia de
perfección en un sujeto capaz de tenerla. Hay oposición privativa entre vidente y ciego.
Oposición contraria: entre los contrarios: blanco y negro. Es entre aquellos que
convienen no sólo en el sujeto, sino también en un género, pero tienen, entre sí, una
disconveniencia y repugnancia formal de extremos. Así, entre blanco y negro: sujeto:
ser corpóreo. Género: color. Disconveniencia y repugnancia de extremos: entre blancura
y negrura.
Entre virtud y vicio: sujeto: ser racional. Género: hábito. Disconveniencia y
repugnancia de extremos: entre virtud y vicio.
Oposición relativa: es la que rige entre los relativos, como entre padre e hijo. No
remueve al opuesto sino que pone al mismo. El padre exige al hijo; el doble a la mitad.
Cf. De Potentia 8, 9, ad 12.
En las otras oposiciones, siempre en uno de los extremos supone una negación de
perfección. “…en las otras oposiciones, siempre uno es como imperfecto o no ente o
como teniendo algo de no ente: pues la negación es no ente y la privación es cierta
negación y de dos contrarios siempre alguno tiene algo de privación” De Potentia 8, 1,
ad 13; cf. ib. 7, ad 4. pero la razón de imperfección en uno de los extremos no se exige
39
en la oposición relativa; y puede considerarse una igual perfección: así, entre los
semejantes, entre los iguales.
Distinción real de las relaciones reales en Dios
La distinción real de las relaciones en Dios, se entiende como exigida por la distinción
real de las personas. Porque estas, se distinguen realmente, no por la esencia; por tanto,
por las relaciones.
Conclusión.
En Dios hay distinción real según las relaciones.
Arg. En Dios existen relaciones reales opuestas.
Es así que en aquel en el cual existen relaciones reales opuestas hay distinción real
según las relaciones
Por tanto, en Dios hay distinción real según las relaciones. O, de otro modo, en Dios
las relaciones reales realmente se distinguen.
“En Dios existen relaciones reales opuestas.”
Consta. Así existen la paternidad y la filiación.
“Es así que en aquel en el cual existen relaciones reales opuestas hay distinción real
según las relaciones.”
En cuanto en la relación se importa un orden hacia otro con oposición relativa hacia el
otro; en esa oposición se incluye a la distinción con el otro; así entre un padre y un hijo.
“Por tanto, en Dios hay distinción real según las relaciones. O, de otro modo, en Dios
las relaciones reales realmente se distinguen.”
Así se distinguen realmente en Dios por ejemplo, la paternidad y la filiación. No es
distinción según la cosa absoluta o esencia, sino según las relaciones.
Objeción: Aquellos que son idénticos a un tercero se identifican entre sí. Pero la
paternidad y la filiación, etc., se identifican con la esencia divina. Por tanto, la
paternidad, la filiación, etc., se identifican entre sí.
Respuesta: Aquellos que son idénticos a un tercero se identifican entre sí: distingo:
Aquellos que son idénticos a un tercero según realidad y razón, son idénticos entre sí:
concedo. Aquellos que son idénticos a un tercero, realmente pero con razones
relativamente opuestas entre sí: niego. Por ejemplo, la acción y la pasión se identifican
con el movimiento, y se distinguen entre sí. Los tres ángulos de un triángulo, se
identifican según diversos respectos con la superficie del triángulo y se distinguen ente
sí.
La paternidad y la filiación en Dios, se identifican con la divina esencia, como
opuestas relaciones y por tanto como distintas relaciones.
Respuesta de Suárez S.J.: De Misterio Sanctisimae Trinitatis, lib IV, cap. II:
Aquellos que son idénticos a un tercero son idénticos entre sí. En las criaturas, se
concede. En Dios, se niega.
Es decir, el axioma tomado en toda su posibilidad metafísica es falso. Porque aunque
verdadera en algunos particulares: las criaturas; no se infiere su aplicación en Dios.
Razón de Suárez S. J.: La negación de la distinción real de esencia y existencia en las
criaturas. Las personas divinas tienen tres existencias relativas. S. Tomás afirma sólo un
esse para las tres personas divinas (Summa Theol. III, 17, 2, ad 3). (2)
Si en Dios existen solamente cuatro relaciones reales (a. 4)
En Dios existen solamente cuatro relaciones reales, a saber, la paternidad, la
filiación, la espiración y la procesión. Cierta (3) o Común (4)
Explicación teológica
40
Las relaciones son de orden estático y de orden dinámico. Las primeras se fundan en
la cantidad o en algo que se tenga por modo de cantidad. Las segundas se fundan en el
dinamismo, en la acción y pasión.
Las relaciones divinas no son del primer tipo, sino del segundo.
No del primer tipo, porque Dios no tiene cantidad accidental. Ni tampoco la unidad y
multitud que se entienden en Dios, pueden entenderse como fundamento de relaciones
de orden estático. Porque la unidad de esencia es absoluta –es solamente una-. Y por
consiguiente, según ella no puede entenderse otra relación que la de sí mismo a sí
mismo, que es relación de razón. Y la multitud que se entiende en Dios, se establece por
las relaciones. Y así las relaciones se preentienden a la multitud. Por tanto, no puede
entenderse a la multitud como fundamento de las relaciones.
Por tanto, las relaciones reales en Dios se entienden fundadas en la acción.
No según las acciones según las cuales procede algo fuera de Dios. Porque estas
relaciones en Dios no son reales, ni los originados son Dios.
Sino que las relaciones se entienden según las acciones de las procesiones divinas
inmanentes.
Estas procesiones son 2 solamente. Una según la acción del intelecto: procesión del
Verbo. Otra según la acción de la voluntad: procesión del Amor.
Conclusión. Las relaciones existentes en Dios son cuatro.
Arg. En Dios existen dos procesiones inmanentes.
Es así que en aquel en quien existen dos procesiones inmanentes existen cuatro
relaciones reales.
Por tanto, en Dios existen cuatro relaciones.
“En Dios existen dos procesiones inmanentes”.
Consta según la fe.
“Es así que en aquel en quien existen dos procesiones inmanentes existen cuatro
relaciones reales”.
Porque según cada procesión hay que reconocer dos relaciones opuestas. De las
cuales, una es del procedente a partir del principio; y otra del mismo principio.
“Por tanto, en Dios existen cuatro relaciones”
La primera procesión o procesión del Verbo, tiene como nombre propio el de
generación. Y según ella se consideran las relaciones, de paternidad de parte del
principio; y de filiación de parte del término, como en los vivientes perfectos.
La segunda procesión es del amor, y no tiene nombre propio. De donde, tampoco
tienen nombre propio las relaciones que se entienden según las mismas. Pero pueden
designarse como espiración la relación del principio y procesión la relación del término,
“aunque estos dos nombres a las mismas procesiones de origen pertenezcan y no a las
relaciones”
Notas
(1) En P. Fr. H. Buonpensiere…O. Fr. P.: Comentaría in I. P. Summae Theologicae S.
Thomas Aquinatis O.P. A Q. XXVII ad Q. XLIII (De Deo Trino), Ed. Vergarae
(Guipúzcoa), España, 1930, p. 155.
(2) Cf. Garrigou Lagrange: De Deo Trino et Creatore, in I, 28,3, Ed. Marietti, Taurini-
Paris, 1944, p. 97
(3) Buonpensiere, op.cit. p. 168
41
ac si fidei nostrae pietas in nominibus, non rebus, consistat. Quid enim dicitur qui tres
hypostases affertis? An tres ousias intendentes hoc dicitur? Ego certus sum vos
reclamaturos esse contra eos qui ita sentiunt: unam enim et eandem (usiam) profitemini.
Quid nunc vos qui personas (prosopa) dicitis? Num unum velut compositum quoddam
fingitis, ac tres facies (triprosôpon) aut humanam omnino formam habens? Absit! Ipsi
quoque inclamabitis: Nec faciem Dei, quaecumque tandem illa est, unquam ille videat
qui ita sentit! Quid igitur significant vobis hypostases, aut vobis prosopa?...Nimirum
tria esse quae distinguantur, non naturas, sed proprietatibus. Optime! An fieri potest ut
quidam magíster inter se concordent atque ident dicant, quam cum ita sentient, tametsi
alioqui syllabis discrepent? (orat 42,16 MG 36 476 B- 478 AB) Cf. Orat. 21, 35: MG
35= MG 35 1124s.
La oratoria sabia y elocuente de Gregorio Nazianzeno, tuvo un gran influjo.
En el año 382, pronunciando los decretos del Conc. Romano, S. Dámaso habla
expresamente de tres personas verdaderas y de una sola divinidad, potencia, majestad y
sustancia. Denz. 79 y 82 in f.
21 Si alguno no dijere que el Padre y el Hijo y el E. Santo tienen una sola divinidad,
potestad, majestad y potencia, una sola gloria y dominación, un solo reino y una sola
voluntad y verdad, es hereje. Denz. 79
23…Esta es, pues, la salvación de los cristianos: que creyendo en la Trinidad, es decir,
en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y bautizados en ella, creamos sin duda
alguna que la misma posee una sola verdadera divinidad y potencia, majestad y
sustancia.
Aclaraciones
La Bachelet: “Arranisme”, DTC, t 1, 2º. p. col. 1846, Ed. Letouzey et rué, París 1923.
El emperador de Oriente, en el verano de 382, reúne de nuevo en la villa imperial a
los miembros del Conc. Precedente (1º. de Constantinopla) –salvo Gregorio Nacianceno
que se excusa-. Los miembros del sínodo envían una carta a los occidentales que tres
obispos debían llevar a Roma. Frase que hay que remarcar en esta carta:
“Se debe creer que la divinidad, la potencia, la substancia, ousía, es única en el Padre,
en el Hijo y en el Espíritu Santo: igual gloria y coeterna dominación en tres perfectas
hipóstasis, o bien tres perfectas personas”. (Theodoret. v, 9, PG t. LXXXII, col 1212
sq.)
S. Dámaso aprueba esta formula. Cf. Theodoretum HE, v, c 9: MG 82, 1212-1217.
El Concilio Romano se reunió el fin de este mismo año 382. Asistencia de S.
Ambrosio, S. Jerónimo, S. Epifanio, Ascol de Tesalónica, Paulino de Antioquia y los
tres representantes del Sínodo de Constantinopla.
Entre los cc. Del Tomus Damasi añadidos a este Concilio, cf. especialmente: Denz.
78 y 79.
La doctrina se perfecciona en las luchas posteriores cristológicas, especialmente hasta
los Conc. de Calcedonia a. 451, Denz. 148, y II de Constantinopla a. 553, Denz. 212-
228. (14)
a) Consta que la etimología de persona per se una, no es correcta. Por tanto, falla
la base de la explicación.
b) Además, en la definición clásica de Boecio, comúnmente aceptada sobre la
persona, la naturaleza aparece en oblicuo. Debe considerarse algo semejante
con respecto a la persona divina.
c) También, si se dice en recto y formalmente a la esencia (esencia en cuanto
esencia), cuando se dice: la persona del Padre es alia (distinta) de la persona
del Hijo, habría que pensar: la esencia del Padre es distinta de la esencia del
Hijo. Así se caería en el arrianismo (17).
C) “Pero otros dijeron por el contrario que significa a la relación en recto, y a la esencia
en oblicuo y estos se acercaron más a la verdad”
Razón. Porque en la definición clásica de persona, a la naturaleza se la pone en oblicuo.
Conclusión 3ª.
No es lo mismo preguntar qué es la persona y que es la persona divina.
Razón. Porque en el primero se pregunta por algo común y análogo a los hombres, los
ángeles y Dios. En lo segundo se pregunta por algo propio de Dios.
Conclusión 4ª.
La persona divina es el individuo subsistente en la naturaleza divina. Aquello que es
distinto en la naturaleza divina. El subsistente distinto en la naturaleza divina.
Razón. La persona es la sustancia individual de naturaleza racional. Es la definición
clásica, aceptada por siglos. Es la base de la concepción análoga de persona, que con la
ayuda de la luz divina, nos ayuda a entender a la persona divina.
La sustancia se dice en Dios, no en relación a los accidentes, sino en cuanto a la
subsistencia y el que subsiste y existe es el individuo.
Individuo es lo que es en sí indistinto y distinto de los otros. Lo distinto e irrepetible
antológicamente; lo incomunicable.
La naturaleza que se considera es la naturaleza divina, que es intelectual.
Así decimos que la persona es el individuo subsistente en la naturaleza divina. Aquello
que es distinto en la naturaleza divina. El subsistente distinto en la naturaleza divina.
Nota que el nombre de persona significa a la naturaleza o sustancia divina en Dios. Así
Jn 1, “Deus erat Verbum”. Conc. Lateranense IV, Denz. 432 “Nos credimus…quod…
qualibet trium personarum est…substantia, essentia seu natura divina”. Pero esto debe ser
aclarado.
Concl. 4ª. La persona divina no significa en recto o directamente a la esencia por modo
de esencia en Dios.
Arg. La persona divina en recto o directamente significa a aquello que es distinto e
incomunicable en Dios.
Es así que aquello que es distinto e incomunicable en Dios no es la esencia por modo de
esencia.
Por tanto, la persona divina no designa en recto o directamente a la esencia por modo
de esencia en Dios.
“La persona divina en recto o directamente significa a aquello que es distinto e
incomunicable en Dios”.
En la definición de persona se pone la sustancia individua en recto o directamente. Y
esto es lo distinto y subsistente. Nota que las personas son varias en Dios.
“Es así que aquello que es distinto e incomunicable en Dios no es la esencia por modo de
esencia”.
51
La esencia por modo de esencia es la esencia como pura esencia, en cuanto abstraída de
las hipóstasis y algo absoluta. La esencia en Dios es algo común a las divinas personas.
Por tanto, la persona divina no designa en recto o directamente a la esencia por modo de
esencia en Dios.
Conclusión 5ª.
La persona divina significa en Dios en recto o directamente a la relación en cuanto
subsistente.
La persona divina en recto o directamente significa a aquello que es distinto o
incomunicable y subsistente en Dios.
Es así que aquello que es distinto o incomunicable y subsistente en Dios es la relación
en cuanto subsistente.
Por tanto, la persona divina en recto o directamente significa a la relación en cuanto
subsistente.
“La persona divina en recto o directamente significa a aquello que es distinto o
incomunicable y subsistente en Dios”.
Consta por la definición de persona; especialmente de persona divina. Cf. ad 3.
“Es así que aquello que es distinto o incomunicable y subsistente en Dios es la relación
en cuanto subsistente”.
Algo es distinto o incomunicable en Dios, por las relaciones. Estas relaciones son
subsistentes, en cuanto identificadas con la naturaleza divina; y así pueden constituir a
las personas divinas. Las relaciones en Dios, según su razón ad, no dicen la subsistencia
sino la oposición. En todo caso, decimos que explicitan la distinción. Nota que las
personas se multiplican y también las relaciones en Dios.
“Por tanto, la persona divina en recto o directamente significa a la relación en cuanto
subsistente”.
Conclusión 6ª.
La persona divina significa a la relación en cuanto subsistente en recto y a la naturaleza
divina en oblicuo.
Razón. Consta por analogía con la definición de persona en Boecio.
Así la persona divina es relación subsistente en la naturaleza intelectual divina
Conclusión 7ª.
La persona divina significa a) a la esencia en recto b) y a la relación en oblicuo.
Explicación: a) no a la esencia en cuanto esencia, sino en cuanto la esencia en Dios se
identifica con la hipóstasis. Así la esencia en Dios dice a la subsistencia de la relación y
de la persona divina
b) en cuanto en Dios, la relación como relación es distintiva de la hipóstasis.
Nota que en la eminencia de la Deidad se distinguen “ratione”, las dos condiciones de la
relación subsistente: en cuanto subsistente, y en cuanto relación (en cuanto dice el orden
“ad”.
Notas
(1) Cf. Bourassa: op. cit. p. 157
(2) Ib. p. 127
52
cognitio Patris et Filii et Spiritus Sancti in perfecta et integra uniuscujusque eorum qui
nominantur hypostasi praedicetur
(13) Cf. Bourassa, op. cit. p. 163-164.
(14) Persona, susbsistencia, hipóstasis: Cf. Juan II, Denz. 201 (401).
(15)Cf. August: De Trinit. 7,4: ML 42, 943; Auctor Summae Sent. : Tr. 1 c.9: ML 176,
56; Pedro Lombardo: I Sent, dist. 25.
(16) Conc. Niceno. Cf. De Pot. 9,4 c.
(17) Cf. I Sent. Dist. XXIII, Q 1, art 3, sed c. Buonpensiere op. cit. in hoc art., p. 197.
Existe la idea. Y la idea es Dios. La idea tiene tres períodos: la idea en sí o tesis, la
idea para sí (pro se) como antítesis, y la idea hacia sí (ad se) como síntesis. Así se tiene
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, respectivamente.
La idea en sí es el Padre, es Dios que aún no se conoce, ni existe perfectamente, ni
pone la acción creadora; sino que está “in fieri”.
La idea pro se es el Hijo. Es Dios o la idea que se produce por acción evolutiva; y se
objetiva como naturaleza, hasta adquirir conciencia de sí en el hombre.
La idea ad se o síntesis, es Dios que después de conocerse a sí, se ama a sí; y de este
modo retorna a sí. Es el Espíritu Santo que conecta a Dios Padre con Dios Hijo. Es el
nexo lógico de la naturaleza con el Creador, de lo finito con lo infinito; etc.
En Dios existen tres personas divinas (De fe)
En la Sagrada Escritura
Cf. especialmente Jn 15, 26; Mt 28,19.
Mt 28, 19: “id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo”
Jn 15,26: “Cuando venga el Abogado, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu
de verdad, que procede del Padre, el dará testimonio de mí”.
En los Santos Padres y autores eclesiásticos
Cf. E.P.R.J.: Ind. Theol. Deus Trinus n, 141,148.
En el Magisterio de la Iglesia
Cf. Denz. Indice Sistemático, V, Dios Trino, A. Existencia del Misterio a) En Dios hay
tres personas, que no obstante son un solo Dios, B) las divinas personas, a) de las
divinas personas en general, a) se distinguen realmente entre sí.
Cf. especialmente: II Conc. De Constantinopla, Denz. 213; IV Conc. De Letrán (a.
1215), Denz. 428.
Explicación teológica
Concl.
Las personas divinas son varias
Arg. La persona divina es relación real y subsistente en la naturaleza divina.
Es así que las relaciones reales y subsistentes en la naturaleza divina son varias.
Por tanto, las personas divinas son varias.
Cf. ad 1.
¿Cuántas son las personas divinas?
Arrio ponía al Hijo y al Espíritu Santo como criaturas. Pero así como creó a dos
excelentísimas criaturas, pudo crear a muchas otras excelentísimas criaturas, en cuanto
la virtud divina es infinita y excede la condición incluso numérica de las criaturas (Cf.
de Pot. 9,9). Por tanto, no se podía poner un número cierto de personas en Dios.
Los gnósticos multiplican los eones procedentes de Dios, y los veneran como a
dioses.
Los politeístas, en general, varían el número de personas, según les parece.
Macedonio, obispo de Constantinopla (+ 362), negó la divinidad del Espíritu Santo.
Hay solamente tres personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. (De fe).
En la Sagrada Escritura
Cf. especialmente: Mt 28,19; Jn 15,26.
Cf. en general: las fórmulas trinitarias.
En los Santos Padres y autores eclesiásticos
Cf. E.P.R.J: Ind. Theol Deus Trinus, n 141,149.
55
Sobre el texto citado por S. Tomás en el Sed contra: “Tres son los que dan testimonio
en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo”. Según Cuervo:”Santo Tomás aduce
el testimonio de la Epístola primera de San Juan 5,7, introducido en la Vulgata hacia
fines del siglo IV, primeramente en España, contra los priscilianistas, el cual tiene
indudablemente un valor decisivo como exponente del pensamiento de la tradición” (2)
En el Magisterio de la Iglesia
Cf. Denz. Ind. Sist. V, Dios Trino, A) Existencia del misterio.
Cf. especialmente: Símbolo Quicumque, Denz. 39 in fine; IV Conc. De Letrán, Denz.
432: “Nosotros, empero, con aprobación del Sagrado Concilio, creemos y confesamos
con Pedro Lombardo que hay cierta realidad suprema, incomprensible ciertamente e
inefable, que es verdaderamente Padre e Hijo y Espíritu Santo; las tres personas
juntamente y particularmente cualquiera de ellas y por eso en Dios sólo hay Trinidad y
no cuaternidad” (3)
Conclusión.
Las personas divinas son tres.
Arg. Las personas divinas son relaciones reales, subsistentes, distintas entre sí según
oposición relativa, en la naturaleza divina.
Es así que las relaciones reales, subsistentes, distintas entre sí según oposición
relativa, en la naturaleza divina son tres.
Por tanto, las personas divinas son tres.
“Las personas divinas son relaciones reales, subsistentes, distintas entre sí según
oposición relativa, en la naturaleza divina”.
Las relaciones reales, subsistentes y distintas entre sí, en la naturaleza divina son las
personas divinas. (Cf. esp. Arriba, en la c. 29) Y en Dios, “omnia sunt unum et idem ubi
non obviat relationis oppositio” Cf. Conc. Florentino Denz. 703). Por tanto, las
relaciones reales, subsistentes y distintas entre sí según oposición relativa, en la
naturaleza divina, son las personas divinas.
Pero si las relaciones no son opuestas entre sí, tampoco se distinguen entre sí, ni
pertenecen a distintas personas, sino a una sola persona.
“Es así que las relaciones reales, subsistentes, distintas entre sí según oposición
relativa, en la naturaleza divina son tres”.
En Dios, en el orden trinitario, hay dos procesiones y cuatro relaciones, como vimos
(Cf. supra en las cuest. 27 y 28).Procesiones del Verbo y del amor. Relaciones de
paternidad, filiación, espiración y procesión.
Las relaciones de paternidad y filiación tienen entre sí oposición relativa; por tanto,
distinción relativa, por tanto pertenecen a distintas personas. Así, la paternidad
subsistente es la persona del Padre; y la filiación subsistente es la persona del Hijo.
Las relaciones de espiración y procesión no se oponen a las anteriores, sino que son
opuestas entre sí. Por tanto, se distinguen realmente entre sí. Por tanto, no pueden
convenir a una sola persona. Y además, en cuanto no se oponen a las relaciones
señaladas anteriormente, alguna conveniencia o identidad dicen con las mismas. Por
tanto, conviene que una de estas relaciones convenga al Padre y al Hijo y otra a una
tercera persona. O conviene que una de estas relaciones convenga al Padre y otra al
Hijo.
La relación de procesión no puede convenir al Padre y al Hijo, o al Padre o al Hijo;
porque la procesión de amor a partir de la cual se atiende a esta relación es en orden a la
procesión del Verbo –supone a la misma- por la cual se entienden las relaciones de
56
paternidad y filiación y las personas del Padre y del Hijo. De acontecer la hipótesis,
sería lo contrario.
Es decir, si la relación de procesión conviniera al Padre, como esta relación supone la
procesión de amor, también el Padre. Si la relación de procesión conviniera al Hijo,
como esta relación de procesión supone a la 2ª. Procesión, también el Hijo. Y la sin
razón se repite para el caso de que la relación de procesión conviniera a las dos
personas.
Por tanto, es la relación de espiración la que conviene al Padre y al Hijo, en cuanto no
dice ninguna oposición relativa hacia la paternidad y filiación. Y consecuentemente,
como se distinguen la espiración y la procesión, es necesario que esta última convenga
a una tercera persona.
“Por tanto, las personas divinas son tres”.
Qué signifiquen los términos numerales en Dios
Qué significamos con 2 o 3 o con varios, cuando decimos, por ejemplo, que el Padre y
el Hijo son 2 o que el Padre, el Hijo y el E. Santo son tres, o que las personas divinas
son varias.
La significación de estos términos numerales en Dios, ¿es positiva o negativa? ¿Es
análoga a la que se establece cuando se dice Dios es bueno, Dios es verdadero
(predicación positiva); o es análoga a la que se establece cuando se dice Dios es
incorpóreo? (predicación de negación).
Según algunos teólogos, como el Maestro de las Sentencias (4), los términos
numerales no ponen algo en Dios, sino que remueven solamente. Así, si se dice Dios es
uno, se remueve la pluralidad de Deidades; si se dice que las personas divinas son tres o
una pluralidad, se remueve el monaquismo de las personas.
Otros por el contrario, sostienen que se dice algo positivo. Como cuando decimos:
Dios tiene ciencia; decimos no la condición genérica o cualitativa de ciencia, sino la
razón propia de la misma. Así, cuando decimos la pluralidad o el número en Dios,
decimos no la condición genérica de la cantidad sino la pura razón del número.
En el fondo de estas posiciones a las cuales se refiere S. Tomás, se descubre una
confusión en el concepto de uno y de multitud.
Pues hay un “uno” que es principio del número, en el orden de la cantidad. Y hay un
“uno” que se convierte con el ente.
Y hay una multitud o número que pertenece al orden cuántico. Y hay una multitud que
trasciende los géneros y se establece en relación con el uno que se convierte con el ente.
Y por esta confusión, así como algunos filósofos (Pitágoras), pensaron simplemente
que el uno no añade nada a la sustancia, sino que significa a la sustancia. Y pensaron
que el número que se compone de los unos es la sustancia de todas las cosas –como
acentuando el aspecto trascendente del uno-. Así, otros pensaron, por el contrario, que
el uno siempre añade algo accidental a la sustancia. Y por tanto, que toda multitud es un
accidente que pertenece al orden de la cantidad –Avicenas-
Más bien esta última concepción, en la que el uno y la multitud estás reducidos al
orden cuántico, es la que está presente en las dos posiciones teológicas enunciadas.
Pero, para aclarar las cosas, conviene tener en cuenta que la pluralidad es consiguiente
a la división y distinción. Y hay una doble división y distinción: una formal y otra
material; y consecuentemente una doble multitud.
Hay una división material: es la división de la cantidad continua; y a esta división es
consiguiente al número que es una especie de cantidad. Esta división, no trasciende el
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El nombre de persona como nombre común de las divinas personas, señala lo que es
común según la razón a las distintas personas: el que cada una subsista en la naturaleza
divina como distinta de las otras.
Hay que recordar la unidad numérica de esse o existencia para las divinas personas.
Lo que no ocurre ni en las personas creadas, ni en los individuos vagos, ni en las
comunidades genéricas o específicas, que como tales son trascendidas por Dios que no
existe en los géneros.
Notas
(1) Cf. Buonpensiere, op. cit. pag. 9.
( 2) P. Fr. Manuel Cuervo O.P.: Suma Teológica de S. Tomás de Aquino, ed. Bilingüe de
la BAC, Madrid, Introducción in hoc art. p.
(3) Contra Joaquín de Fiore(1132?-1202): para él, la unidad del Padre, Hijo y Espíritu
Santo es sólo colectiva, como la del pueblo o la Iglesia.
(4) L. I a. 2 ML 16, 533 A.B.