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LINCHAMIENTO EN BOLIVIA
1. INTRODUCCIÓN
Los actos considerados como linchamientos representan un problema social en Bolivia, que
proliferan por una ausencia de instituciones del Estado en zonas urbano populares, en donde las
propias familias establecen sus procedimientos de sanción en forma violenta, soslayando todo
proceso jurídico contra personas acusadas de un acto “delictivo”, lo que sucede con frecuencia en
las ciudades de El Alto-La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, y en menor proporción en el área rural.
Por tanto, los actos de linchamiento son acciones violentas que desembocan en el fallecimiento de
la persona acusada, con lesiones graves, lo que vulnera sus derechos y garantías constitucionales,
por obra de una colectividad que después del hecho se refugia en el silencio.
Este ensayo se refiere a los actos considerados como “linchamientos”, los cuales son hechos de
violencia premeditada , donde un grupo de vecinos decide aplicar castigos corporales a una o a
varias personas acusadas de cometer actos delictivos, lo que tiene como consecuencia final el
fallecimiento de los acusados, en un estado de agonía. Estos hechos suceden por una indignación
psicosocial colectiva de aquellos que se sienten víctimas de los actos delictivos y, como respuesta,
arremeten contra los supuestos culpables de un delito.
2. Consideraciones históricas
Desde una historia social y jurídica, el “linchamiento”, definido como una práctica de violencia, tiene
relación con la historia de la humanidad en diferentes periodos, desde la antigüedad, se identifican
castigos corporales violentos, cometidos por autoridades políticas o eclesiásticas, y que estuvieron
legalizadas y legitimadas por instituciones de poder, como la Iglesia y las Monarquías, las que
desarrollaron sistemas de tortura corporal, tales como latigazos y otros suplicios que provocaban la
muerte de la víctima juzgada por un tribunal o corte. Un ejemplo es la Santa Inquisición, en la edad
media, que fue el tribunal de la Iglesia Católica y que cometió una serie de atrocidades contra la
humanidad, utilizando la tortura como un modo de castigo. Provocando, de esta manera, por
ejemplo, la muerte de Juana de Arco. Juana fue sometida a toda clase de vejaciones y torturas
morales, encerrada en una lóbrega y húmeda mazmorra que puso en peligro su salud y su vida. A
pesar de todo, ella se mantenía firme en sus convicciones y el 24 de mayo de 1431, el Tribunal
preparado por el Obispo Cauchon, emitió un veredicto de culpabilidad por los delitos de “brujería,
herejía, idolatría e indecencia” (Cáceres, 2012: 4). La justicia medieval se auto-fundamenta en la
teología judeocristiana que concibe al cuerpo como lugar de origen del pecado ; se decía que, para
que el cuerpo se salve, debía pasar por un suplicio que permitiera la purificación del alma, es decir,
sólo así se disolvía el pecado. En dicho contexto, no existía la separación entre religión y justicia o
religión y Estado, lo que en la práctica se expresó en el ejercicio de una justicia dogmática, justificada
por la teología tomista, y que derivó en castigos corporales contra personas inocentes que, por ese
entonces, fueron acusadas de brujas y herejes por proferir afirmaciones “científicas”, que para la
iglesia significaban una ofensa, aunque con el transcurrir del tiempo fueron la base para comprender
la ciencia moderna. Esta realidad cambia, primero, con los avances de las ciencias naturales
(astronomía, física, química); segundo, porque la filosofía racionalista desestructura la teología
medieval, deslegitimando los poderes políticos monárquicos, que luego van a ser destruidos por la
revolución francesa de 1789, evento que
3. Reflexión teórica
Para una comprensión objetiva del tema, es importante reiterar definiciones sobre el
“linchamiento”, ya que actualmente las ciencias sociales estudian estos hechos como parte del
incremento de la inseguridad ciudadana y de acciones delictivas que suceden en América Latina; así
mismo, Bolivia no está exenta de esta realidad. El linchamiento se caracteriza por la ejecución de
acciones colectivas de violencia extrema en sectores urbano populares y semi-urbanos (Mollericona
Y., 2007; Cáceres R., 2012), los cuales se sienten desamparados por las instituciones encargadas de
prevenir la inseguridad ciudadana y actúan por cuenta propia. En términos de Durkheim, el
linchamiento es una patología social que está fuera de la moral social que reconoce determinados
hechos sociales como buenos o positivos. Un Estado se constituye en base a determinados valores
y normas que garantizan la convivencia entre personas, donde las relaciones interpersonales están
reguladas por el ordenamiento legal del Estado; debido a ello, los problemas sociales que
desembocan en una serie de actos delictivos transgreden una norma en concreto y es por eso que
los delitos de robo, crímenes y violencia física están tipificados como delitos en el código penal, y
tienen como sanción la privación de libertad del culpable, en proporción al grado de delito
cometido. Por otra parte, los problemas sociales relacionados con actos delictivos rompen los
valores convencionales de respeto por el prójimo, de solidaridad y unidad; en ese sentido, se
entiende el linchamiento como un hecho social anormal (Durkheim, 2002). Por tanto, desde el
enfoque funcional de Emilie Durkheim, los “linchamientos” se concebirían como una enfermedad
social que transgrede un orden social, moral y legal. Sin embargo, esta visión conservadora contrasta
con la realidad de sectores urbanos populares, que con el tiempo se organizan y conviven de
acuerdo a sus normas sociales constituidas. Es parte de una voluntad originaria que obliga a un
grupo humano a crear sus mecanismos de defensa, ante la amenaza de la inseguridad ciudadana;
por ejemplo, los vecinos construyen sus mecanismos de defensa y reglas de advertencia para evitar
ser víctimas de actos delictivos en sus viviendas o propiedades. Esto se puede entender como un
escenario dinámico de encuentros y desencuentros de un mismo estrato social; por ejemplo,
cuando suceden hechos de violencia, como el linchamiento, se diluye la noción de Estado de
derecho, negando de ese modo las garantías y derechos fundamentales, en cambio, impera el
criterio propio de justicia del grupo social, en un acto de indignación colectiva. En el caso de Bolivia,
según la Constitución Política del Estado (CPE), el art. 15 prohíbe la tortura o cualquier tipo de
maltrato físico.
Las ciudades mencionadas cuentan con un alto porcentaje de crecimiento demográfico, lo que
genera un conjunto de demandas sociales, siendo una de ellas, la falta de seguridad ciudadana
que, en los últimos años, es una tarea pendiente para la policía, la que tiene el deber de reducir
los índices delictivos que afectan la tranquilidad de las familias. Lo llamativo es que este tipo de
hechos ocurren más en áreas periurbanas y urbanas populares, en las ciudades del eje troncal,
donde las familias de los barrios u urbanizaciones nuevas asumen estrategias de defensa, por
ejemplo, las rondas nocturnas, en las que los propios vecinos vigilan sus calles mientras que sus
dirigentes son los interlocutores ante las autoridades municipales, etc. Al menos en la ciudad de
El Alto, el rol que desempeñan las juntas vecinales es importante para prevenir la inseguridad
ciudadana. En algunos casos, el linchamiento se asocia a formas tradicionales de auto-control
por parte de los vecinos de un área urbana, pero con procedencia rural; es decir, los propios
vecinos asumen la responsabilidad de aplicar justica sobre una persona acusada de un delito,
más aún cuando estos hechos suceden en domicilios o viviendas, en ese sentido, las juntas
vecinales asumen estrategias colectivas de carácter preventivo frente a cualquier hecho
delictivo protagonizado por personas de los mismos sectores urbano populares. Lo más trágico
de todo esto es que una forma usual de auto-control vecinal desemboca en violencia y
linchamiento. Al respecto, se recoge la siguiente nota que narra un caso: Vecinos de la zona
Bautista Saavedra de El Alto estuvieron a punto de linchar ayer a un presunto ladrón que
atraparon, después de que huyera tres días antes con un vehículo cargado de madera…Los
efectivos policiales llegaron al lugar y rescataron al supuesto delincuente (…) (Un presunto
ladrón se salva de ser linchado en El Alto, La Paz, La Razón, 28/11/09). Por tanto, lo que se
advierte en sectores urbano populares es una deslegitimación del rol que desempeñan las
instituciones como la policía, fiscalía, juzgados, defensorías y otras encargadas de precautelar
el respeto de los derechos humanos y el cumplimiento de las garantías constitucionales, ya que
en algunas de ellas los mismos responsables de resguardar la seguridad pública son cómplices
de un algún hecho delictivo, lo que agrava aún más la crisis de legitimidad de esas entidades
estatales.
7. Conclusiones
1. INTRODUCCIÓN
Pasaron 20 años desde que en Bolivia se impulsa la Ley 1674 “Ley contra la violencia en la familia
o doméstica”, y que en la actualidad contamos con una nueva Constitución Política del Estado
(CPE), que eleva a rango constitucional y con categoría de derechos fundamentales, los
derechos de las mujeres a una vida libre de violencia, y con un conjunto de normas para luchar
contra la violencia y la discriminación de género, en particular la Ley Nº 348, Ley Integral para
garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, promulgada en marzo del año 2013. Sin
embargo, podemos ver también que la violencia contra las mujeres no sólo persiste, sino que
empeora.
El problema de la violencia contra las mujeres en Bolivia fue colocado en la agenda pública a
partir de la acción articulada del movimiento amplio de mujeres, en el contexto del impulso
generado por consensos internacionales impulsados desde Naciones Unidas, en la década de
los 90, que favorecieron las reivindicaciones de derechos de las mujeres logrando un anclaje
estratégico de la demanda. En el decurso, Bolivia ratifica instrumentos internacionales, como la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
(Ley Nº 1599, 1994) y adscribe a la Declaración y Plataforma de Acción Mundial, PAM, o
Plataforma de Acción de Beijing, emergente de la IV Conferencia Mundial de la Mujer (Beijing
1995). Mientras en el plano interno se sanciona la Ley contra la violencia en la familia o
domestica (Ley Nº 1674, 1995), que si bien significó un avance en términos de respuesta estatal,
su alcance y aplicación no estuvo en correspondencia a las demandas, dada su finalidad de
atender únicamente el problema de la “violencia intrafamiliar”.
El logro fundamental se produce con la promulgación de una nueva Constitución Política del
Estado (CPE), emergente de la Asamblea Constituyente, aprobada por referéndum en enero de
2009. El texto constitucional reconoce de manera amplia derechos de las mujeres, reivindicados
desde un movimiento articulado, plural y diverso, elevando a rango constitucional y con
categoría de derechos fundamentales, los 20 derechos de las mujeres a una vida libre de
violencia. En el proceso de desarrollo legislativo consiguiente, se aprueba un conjunto de
normas para garantizar los derechos a la integridad, contra la violencia y la discriminación de
género. 1
Entre tanto hoy con la Ley 348, ya no sólo se considera un asunto de preocupación del Estado
sino un delito de orden público. Se aprecia, en tal sentido, un cambio de paradigma en el
abordaje, puesto que de una legislación concentrada en la violencia familiar se da paso a una
norma que aborda la violencia contra las mujeres de manera integral y abarcando, de forma
exhaustiva, diversas formas, modalidades y ámbitos.
Primero instantáneamente ya es violencia si hay alguna agresión física, pero creo que es violencia
cuando hay gritos, alguien te levanta la voz, te insulta con malas palabras, puede ser un insulto con
indirectas que te haga sentir mal, eso creo que ya es violencia.
La violencia contra las mujeres puede ser psicológica como también física. La psicológica es cuando,
pienso yo, que es cuando te agreden verbalmente, cuando cortan tus ideas o tus ambiciones
personales. Y la física es cuando te agreden a puño .
Es cuando nosotros le damos para su manazo a la mujer. También es violencia cuando le gritamos o
cuando la mandamos a buena parte .
1
Entre las más importantes: Ley Nº 045/2010 Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación; Ley Nº 243/2010 Contra el acoso y la
violencia Política hacia las mujeres: Ley Nº 263/2012 Ley Integral contra la trata y el tráfico de personas.
2 El Decreto Supremo Nº 2145, de octubre de 2014, reglamenta la Ley Nº 348 y establece la asignación de recursos para abordar la
problemática, determinando medidas para la construcción y equipamiento de casas de acogida y refugios temporales para mujeres en
situación de violencia, Además, dispone que los medios de comunicación deben difundir de forma gratuita contenidos para prevenir y
erradicar la VCM, entre otros temas.
Creo que la violencia es una acción que lastima de alguna manera a una persona puede ser
psicológicamente o físicamente y se puede expresar diciendo cosas hirientes insultos por ejemplo
en lo físico con los golpes, también con la discriminación .
Una cuestión relevante respecto a la identificación sobre las diversas manifestaciones, se tiene que
en Bolivia, se define, reconoce y visibiliza a la violencia contra las mujeres en un ámbito psicológico-
verbal y físico. Si bien se trata de una evidencia de alcance cualitativo, cabe señalar que coincide
con las modalidades de violencia que mayormente sufren las mujeres bolivianas. De acuerdo con
los resultados de la Encuesta nacional de discriminación y exclusión social (Coordinadora de la
Mujer, 2014:102), el 44% de mujeres encuestadas declara haber sido víctima de violencia
psicológica y el 36% violencia física.
En lo que respecta a la violencia psicológica, que muchas mujeres asocian con la noción “verbal”,
haciendo referencia a gritos e insultos, desde la literatura y los estudios feministas se advierte, en
realidad, sobre un amplio y diverso repertorio en torno a las expresiones y manifestaciones que
reviste, y que incluso puede acaecer sin agresión verbal alguna, mediante gestos, actitudes y
miradas. Es importante destacar que la violencia psicológica está recibiendo mayor atención desde
las investigaciones y las preocupaciones académicas así como en la formulación de políticas y
normativas específicas.
En el caso de la violencia física la gran mayoría, hombres y mujeres, hace mención principalmente a
los golpes, si bien en esa figura caben una serie de acciones y comportamientos. En ese marco, por
ejemplo, la definición que da la Ley 348 refiere a esas diversas expresiones “toda acción que
ocasiona lesiones y/o daño corporal, interno, externo o ambos, temporal o permanente, que se
manifiesta de forma inmediata o en el largo plazo, empleando o no fuerza física, armas o cualquier
otro medio”, pudiendo ser golpes, empujones, agresión con arma/cuchillo, quemaduras”.
Cabe puntualizar que la violencia física suele ser objeto de gran parte de análisis y estudios sobre el
tema, lo que es comprensible puesto que sus consecuencias suelen ser ostensibles, siendo la
modalidad más visible y la que ofrece mayores facilidades para su denuncia y su tratamiento
empírico. Además de poner en evidencia el poder y el dominio masculino, incluyendo un amplio
repertorio de actos y comportamientos.
3. CONCLUSIONES
- Cuando se confronta la ley y los derechos con la realidad hay desencantamiento a la valoración
positiva, en razón a factores como el costo de los trámites para acceder a las instancias judiciales
y el trato que brindan los/as operadores, con tratamiento diferenciado en razón de poder,
prestigio, recursos, identidades (étnicas, de género). - En el imaginario colectivo uno de los
mensajes más importantes de la ley es exhortar a que la víctima y/o su entorno denuncien el
hecho. Se sobreentiende la denuncia como un paso inicial y prácticamente de carácter
obligatorio, siendo que más bien debería ser la culminación de un proceso previo sin el cual la
víctima puede quedar sola y expuesta.
- Aunque en menor proporción respecto a las personas que consideran que la ley las protege,
hay quienes piensan que la norma no protege los derechos, existiendo un miedo a la denuncia
precisamente porque dadas las características del sistema judicial expone a las mujeres, y no las
protege debidamente.