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ENSAYO HECHO SOCIAL

LINCHAMIENTO EN BOLIVIA

1. INTRODUCCIÓN

Los actos considerados como linchamientos representan un problema social en Bolivia, que
proliferan por una ausencia de instituciones del Estado en zonas urbano populares, en donde las
propias familias establecen sus procedimientos de sanción en forma violenta, soslayando todo
proceso jurídico contra personas acusadas de un acto “delictivo”, lo que sucede con frecuencia en
las ciudades de El Alto-La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, y en menor proporción en el área rural.
Por tanto, los actos de linchamiento son acciones violentas que desembocan en el fallecimiento de
la persona acusada, con lesiones graves, lo que vulnera sus derechos y garantías constitucionales,
por obra de una colectividad que después del hecho se refugia en el silencio.

Este ensayo se refiere a los actos considerados como “linchamientos”, los cuales son hechos de
violencia premeditada , donde un grupo de vecinos decide aplicar castigos corporales a una o a
varias personas acusadas de cometer actos delictivos, lo que tiene como consecuencia final el
fallecimiento de los acusados, en un estado de agonía. Estos hechos suceden por una indignación
psicosocial colectiva de aquellos que se sienten víctimas de los actos delictivos y, como respuesta,
arremeten contra los supuestos culpables de un delito.

2. Consideraciones históricas

Desde una historia social y jurídica, el “linchamiento”, definido como una práctica de violencia, tiene
relación con la historia de la humanidad en diferentes periodos, desde la antigüedad, se identifican
castigos corporales violentos, cometidos por autoridades políticas o eclesiásticas, y que estuvieron
legalizadas y legitimadas por instituciones de poder, como la Iglesia y las Monarquías, las que
desarrollaron sistemas de tortura corporal, tales como latigazos y otros suplicios que provocaban la
muerte de la víctima juzgada por un tribunal o corte. Un ejemplo es la Santa Inquisición, en la edad
media, que fue el tribunal de la Iglesia Católica y que cometió una serie de atrocidades contra la
humanidad, utilizando la tortura como un modo de castigo. Provocando, de esta manera, por
ejemplo, la muerte de Juana de Arco. Juana fue sometida a toda clase de vejaciones y torturas
morales, encerrada en una lóbrega y húmeda mazmorra que puso en peligro su salud y su vida. A
pesar de todo, ella se mantenía firme en sus convicciones y el 24 de mayo de 1431, el Tribunal
preparado por el Obispo Cauchon, emitió un veredicto de culpabilidad por los delitos de “brujería,
herejía, idolatría e indecencia” (Cáceres, 2012: 4). La justicia medieval se auto-fundamenta en la
teología judeocristiana que concibe al cuerpo como lugar de origen del pecado ; se decía que, para
que el cuerpo se salve, debía pasar por un suplicio que permitiera la purificación del alma, es decir,
sólo así se disolvía el pecado. En dicho contexto, no existía la separación entre religión y justicia o
religión y Estado, lo que en la práctica se expresó en el ejercicio de una justicia dogmática, justificada
por la teología tomista, y que derivó en castigos corporales contra personas inocentes que, por ese
entonces, fueron acusadas de brujas y herejes por proferir afirmaciones “científicas”, que para la
iglesia significaban una ofensa, aunque con el transcurrir del tiempo fueron la base para comprender
la ciencia moderna. Esta realidad cambia, primero, con los avances de las ciencias naturales
(astronomía, física, química); segundo, porque la filosofía racionalista desestructura la teología
medieval, deslegitimando los poderes políticos monárquicos, que luego van a ser destruidos por la
revolución francesa de 1789, evento que

3. Reflexión teórica

Para una comprensión objetiva del tema, es importante reiterar definiciones sobre el
“linchamiento”, ya que actualmente las ciencias sociales estudian estos hechos como parte del
incremento de la inseguridad ciudadana y de acciones delictivas que suceden en América Latina; así
mismo, Bolivia no está exenta de esta realidad. El linchamiento se caracteriza por la ejecución de
acciones colectivas de violencia extrema en sectores urbano populares y semi-urbanos (Mollericona
Y., 2007; Cáceres R., 2012), los cuales se sienten desamparados por las instituciones encargadas de
prevenir la inseguridad ciudadana y actúan por cuenta propia. En términos de Durkheim, el
linchamiento es una patología social que está fuera de la moral social que reconoce determinados
hechos sociales como buenos o positivos. Un Estado se constituye en base a determinados valores
y normas que garantizan la convivencia entre personas, donde las relaciones interpersonales están
reguladas por el ordenamiento legal del Estado; debido a ello, los problemas sociales que
desembocan en una serie de actos delictivos transgreden una norma en concreto y es por eso que
los delitos de robo, crímenes y violencia física están tipificados como delitos en el código penal, y
tienen como sanción la privación de libertad del culpable, en proporción al grado de delito
cometido. Por otra parte, los problemas sociales relacionados con actos delictivos rompen los
valores convencionales de respeto por el prójimo, de solidaridad y unidad; en ese sentido, se
entiende el linchamiento como un hecho social anormal (Durkheim, 2002). Por tanto, desde el
enfoque funcional de Emilie Durkheim, los “linchamientos” se concebirían como una enfermedad
social que transgrede un orden social, moral y legal. Sin embargo, esta visión conservadora contrasta
con la realidad de sectores urbanos populares, que con el tiempo se organizan y conviven de
acuerdo a sus normas sociales constituidas. Es parte de una voluntad originaria que obliga a un
grupo humano a crear sus mecanismos de defensa, ante la amenaza de la inseguridad ciudadana;
por ejemplo, los vecinos construyen sus mecanismos de defensa y reglas de advertencia para evitar
ser víctimas de actos delictivos en sus viviendas o propiedades. Esto se puede entender como un
escenario dinámico de encuentros y desencuentros de un mismo estrato social; por ejemplo,
cuando suceden hechos de violencia, como el linchamiento, se diluye la noción de Estado de
derecho, negando de ese modo las garantías y derechos fundamentales, en cambio, impera el
criterio propio de justicia del grupo social, en un acto de indignación colectiva. En el caso de Bolivia,
según la Constitución Política del Estado (CPE), el art. 15 prohíbe la tortura o cualquier tipo de
maltrato físico.

4. Factores sociales del linchamiento

El linchamiento es parte de un problema macro social y consecuencia de la inseguridad ciudadana,


violencia, pobreza extrema, lo que genera en la sociedad civil poca credibilidad en autoridades
policiales, y a esto se suma la ineficiencia en la aplicación de políticas de seguridad ciudadana por
parte del Estado. En otros términos, la sociedad se encuentra en una situación de desigualdad,
económica, política y social, todos ellos son factores potenciales para que los sectores sociales
desfavorecidos por el Estado, o que están al margen de las políticas estatales, se encuentran hoy en
día propensos a sufrir hechos delictivos que ponen en riesgo sus derechos y garantías para
sobrellevar una vida digna. Esto se manifiesta en zonas de áreas urbanas y semi-urbanas de El Alto,
Cochabamba y Santa Cruz. En estas áreas, los hechos delictivos son pasibles a ser respondidos con
una violencia colectiva. Se trata de áreas urbanas de reciente poblamiento, donde existe
insuficiencia en la cobertura en los servicios básicos, agua, luz y, sobre todo, seguridad ciudadana;
por ejemplo, la falta de iluminación en algunas zonas de la ciudad de El Alto ofrece condiciones para
que los actos delictivos proliferen. Ante esto, la presencia de la policía y sus medios logísticos
resultan ser insuficientes. Pobreza Los intentos de linchamiento y/o linchamiento con muerte son
hechos que suceden en sectores sociales que territorialmente se encuentran ubicados en áreas
urbano populares y semi-urbanas, donde, según datos demográficos, viven sectores sociales que se
encuentran en niveles de pobreza extrema y moderada; es decir, las personas involucradas en un
hecho de linchamiento, en su generalidad, son jóvenes varones, que no cuentan con un empleo o
actividad ocupacional que asegure su medio de subsistencia o se trata de familias que poseen
condiciones socioeconómicas de subsistencia, por esto es que un hecho delictivo representa un
motivo de indignación o ira en estas personas de barrio y/o comunidad campesina. Algunas
investigaciones sociológicas identifican la pobreza y exclusión laboral como una causa de los
linchamientos, al respecto se dice lo siguiente: La exclusión laboral y educativa son factores de gran
relevancia para el crecimiento de la violencia en las ciudades latinoamericanas. Ciertamente, el
proceso educativo formal no logra apartar del todo a los jóvenes de la violencia. Pero la no-
educación, es decir, el proceso de expulsión de las escuelas que sufren los jóvenes, hace la situación
aún peor, pues éstos no logran insertarse en el mercado laboral y quedan sin vínculos sociales
formales que les puedan proporcionar un sentido de futuro. Este fenómeno no ocurre así en las
zonas rurales, pues allí al salir de la escuela pueden tener un trabajo, una ocupación y un sentido
del futuro que aunque modesto le permite al adolescente organizar la cotidianidad del presente.
Por ello la violencia prospera más entre quienes nacieron en la ciudad y alimentaron sus sueños con
el progreso urbano (Briceño-León, 2002:5, en Gamallo, 2012). En un contexto contemporáneo, los
actos de linchamiento aparecen como una consecuencia de múltiples factores, que derivan en
determinados problemas sociales, entre otros, la inseguridad ciudadana. Esto provoca que la
población viva en constante miedo de sufrir actos delictivos, como robos, atracos, ya sea en horario
nocturno o diurno, sobre todo en zonas donde las viviendas de los vecinos no cuentan con
iluminación, generando incertidumbre a sectores urbano populares de las ciudades de El Alto,
Cochabamba y Santa Cruz. Asimismo, de forma directa, la causa mayor de la inseguridad es la
ausencia de las instituciones del Estado para prevenir hechos delictivos, porque –como se indicó–
el número de efectivos policiales no son suficientes para garantizar una efectiva seguridad
ciudadana al conjunto de la población que habita en un determinado barrio urbano y/o semi-
urbano.
5. Escenario social de actos de linchamiento

Las condiciones sociales, económicas y culturales de la población urbana popular representan


un escenario dinámico donde las personas y familias crean sus medios de vida, a través de
múltiples actividades que configuran una realidad social dinámica y promovida por varias
necesidades de carácter socio-económico. Uno de los problemas latentes de esta población es
la inseguridad ciudadana, que pone en peligro la vida de los vecinos de un barrio, zona o distrito
urbano, y que no está siendo atendido de forma óptima por los municipios, gobernaciones y
gobierno central. Otro factor social son las políticas públicas que indirectamente promovieron
la migración del área rural al área urbana en la década de los ochenta y noventa (siglo XX), que
fue lo que aceleró la formación de las áreas urbano populares en las tres ciudades importantes
del país, El Alto-La Paz, Cochabamba y Santa Cruz (Rodríguez, et.al., 2009). Históricamente, la
formación de las urbes obedece a un proceso de migración que transita desde el área rural a
ciudades del eje-troncal del país, impulsadas por la búsqueda de mejores condiciones laborales,
de estudio, etc., por lo cual, miles de familias deciden abandonar sus comunidades, aunque
algunas retornan temporalmente, para cumplir obligaciones de trabajo con la comunidad, el
sindicato campesino o ayllu, y de esa forma mantener los derechos sobre la tierra. Otra
característica que se identifica es la tendencia migratoria de la población del occidente hacia el
oriente, en concreto a la ciudad de Santa Cruz. Según datos del Censo de Población y Vivienda
2012, la primera ciudad con mayor población es Santa Cruz de la Sierra, con 1.442.396
habitantes, en segundo lugar está la ciudad de El Alto, con 846.880 habitantes, la tercera ciudad
más importante es La Paz, con 758.845 habitantes (entre la ciudad de El Alto y La Paz hay una
continuidad territorial y urbana), después, en cuarto lugar, se encuentra la ciudad de
Cochabamba, con 632.013 habitantes (INE, 2015).

Las ciudades mencionadas cuentan con un alto porcentaje de crecimiento demográfico, lo que
genera un conjunto de demandas sociales, siendo una de ellas, la falta de seguridad ciudadana
que, en los últimos años, es una tarea pendiente para la policía, la que tiene el deber de reducir
los índices delictivos que afectan la tranquilidad de las familias. Lo llamativo es que este tipo de
hechos ocurren más en áreas periurbanas y urbanas populares, en las ciudades del eje troncal,
donde las familias de los barrios u urbanizaciones nuevas asumen estrategias de defensa, por
ejemplo, las rondas nocturnas, en las que los propios vecinos vigilan sus calles mientras que sus
dirigentes son los interlocutores ante las autoridades municipales, etc. Al menos en la ciudad de
El Alto, el rol que desempeñan las juntas vecinales es importante para prevenir la inseguridad
ciudadana. En algunos casos, el linchamiento se asocia a formas tradicionales de auto-control
por parte de los vecinos de un área urbana, pero con procedencia rural; es decir, los propios
vecinos asumen la responsabilidad de aplicar justica sobre una persona acusada de un delito,
más aún cuando estos hechos suceden en domicilios o viviendas, en ese sentido, las juntas
vecinales asumen estrategias colectivas de carácter preventivo frente a cualquier hecho
delictivo protagonizado por personas de los mismos sectores urbano populares. Lo más trágico
de todo esto es que una forma usual de auto-control vecinal desemboca en violencia y
linchamiento. Al respecto, se recoge la siguiente nota que narra un caso: Vecinos de la zona
Bautista Saavedra de El Alto estuvieron a punto de linchar ayer a un presunto ladrón que
atraparon, después de que huyera tres días antes con un vehículo cargado de madera…Los
efectivos policiales llegaron al lugar y rescataron al supuesto delincuente (…) (Un presunto
ladrón se salva de ser linchado en El Alto, La Paz, La Razón, 28/11/09). Por tanto, lo que se
advierte en sectores urbano populares es una deslegitimación del rol que desempeñan las
instituciones como la policía, fiscalía, juzgados, defensorías y otras encargadas de precautelar
el respeto de los derechos humanos y el cumplimiento de las garantías constitucionales, ya que
en algunas de ellas los mismos responsables de resguardar la seguridad pública son cómplices
de un algún hecho delictivo, lo que agrava aún más la crisis de legitimidad de esas entidades
estatales.

5. Rondas vecinales Los mecanismos de prevención que se auto-organizan en barrios urbanos


populares son las rondas vecinales. Algunos estudios que abordaron los resultados de estos
mecanismos de prevención determinaron que las rondas vecinales surgen a falta de la presencia
de policías en horario nocturno. Las rondas son una característica recurrente de la ciudad de El
Alto, donde los vecinos de los barrios urbanos populares toman acciones de prevención contra
hechos delictivos. El sociólogo J. Mollericona señala, al respecto: En ese sentido, los vecinos –
en los últimos años– empezaron por buscar otros mecanismos ‘preventivos’ contra la
inseguridad ciudadana, algunos empezaron por comprar servicios de seguridad privada con el
fin de precautelar sus bienes, su integridad física y la de sus familias. Otros optaron por
organizarse colectivamente para realizar sistemas de vigilancia vecinal en las calles –mediante
las “rondas de vigilancia”– con el propósito de disuadir los actos delictivos en sus espacios de
residencia (Mollericona, 2008: 3). Las rondas vecinales son estrategias de autodefensa
relacionadas con formas de deliberación de conflictos en comunidades campesinas, las cuales,
como praxis, se extienden a un contexto urbano. Por ejemplo, en la mayoría de intentos de
linchamiento, los vecinos se articulan de manera inmediata para ayudar a la familia o vecino
que están siendo amenazados por un hecho delictivo. Esta práctica, en el peor de los casos,
termina en un linchamiento, sin considerar algún grado de presunción de inocencia de la
víctima. El argumento que utilizan los vecinos cuando se organizan para asumir “estrategias de
autodefensa” es por la cantidad de atracos que ocurren en varias zonas de ciudades como El
Alto y Cochabamba, áreas donde ocurren con mayor frecuencia los distintos actos de
linchamiento. 6. Miedo y confusión social en zonas urbano-marginales Los vecinos que residen
en zonas urbanas viven en constante miedo, las familias se vuelven susceptibles cuando ven
transitar por sus calles o barrios a personas desconocidas. Esta situación se expresa en un
escenario social de miedo y desconfianza, cuando los vecinos u otros transitan por las calles; a
su vez, hay una ausencia de la policía y autoridades judiciales, motivo por el cual los mismos
vecinos, a veces, se resisten a entregar al supuesto delincuente que está siendo acusado de un
delito. Por ejemplo, el año 2008, en Cochabamba, un grupo de vecinos golpeó a cuatro jóvenes
y luego los entregó a la policía, pidiendo más seguridad en la zona. Al respecto, un medio de
prensa narró el hecho de la siguiente forma: Cuatro menores de edad fueron sindicados de
pandilleros y ladrones ayer por vecinos del populoso barrio 1ro Mayo de la zona Sur, que los
capturaron, los golpearon e intentaron lincharlos. Luego de más de ocho horas, accedieron a
liberarlos, pero exigieron garantías para el sector, cuyas viviendas son constantemente
saqueadas (Cuatro adolescentes se salvan de ser linchados por una turba, Opinión,
Cochabamba, 8/01/08). La violencia física puede comprenderse como el último recurso de la
acción colectiva vecinal, cuando ésta no encuentra solución ante las autoridades policiales, más
aún, las probabilidades de ejercer violencia contra los supuestos delincuentes obedece a una
tensión incontrolable; cuando un grupo de vecinos encuentran a personas sospechosas de un
robo o atraco, en ellos se gesta una impotencia colectiva. La siguiente cita textual es reveladora
sobre la manera en que castiga un grupo de vecinos al supuesto infractor del delito, el matutino
Los Tiempos lo señala así: Tres adolescentes estuvieron a punto de ser linchados por vecinos de
la zona de K’ara, al sur de la ciudad, ayer. Los muchachos fueron sorprendidos por una familia
que los denunció por el robo de herramientas de construcción, por lo que alertó al vecindario
para que les dé un escarmiento… Los pobladores se enfadaron con los adolescentes y les
propinaron una golpiza, hasta que llegó una patrulla al lugar junto con agentes de la Fuerza
Especial de Lucha Contra el Crimen, FELCC… Los tres muchachos fueron trasladados hasta la
División Menores de la FELCC, donde se estableció que uno de ellos era hijo de una de las
familias denunciantes (Intentan linchar a 3 adolescentes, Cochabamba, Los Tiempos, 20/01/08).
La confusión social puede determinar que la ira de un grupo de personas termine en
linchamiento. En otros términos, en los barrios semi-urbanos o de reciente urbanización
predomina el rumor, la voz de boca a boca, como una estrategia eficiente para avisar de un
hecho delictivo al entorno de vecinos, quienes de forma violenta tratan de ubicar al culpable o
supuesto culpable, sin considerar los derechos y garantías establecidas para el sospechoso. Al
respecto, en el barrio Puntiti de la ciudad de Cochabamba, un joven fue confundido con un
ladrón cuando pretendió encontrarse con su amiga e ingresó a su casa, pero sus padres, al
descubrirlo, lo consideraron un ladrón y le echaron de la casa; en relación a esto, el matutino
Opinión de Cochabamba dice lo siguiente: Un joven de 18 años ingresó ebrio a un domicilio de
la zona Puntiti y fue confundido con un ladrón por lo que los dueños de casa y varios vecinos lo
aprehendieron y estuvieron a punto de lincharlo… El muchacho, en los intervalos de la golpiza,
logró ver a una mujer que lo conocía, entonces gritó, “soy Rodrigo, soy Rodrigo”, atrayendo la
atención dela mujer quien efectivamente confirmó que se trataba de un vecino de la zona (…)
(Intentan linchar en Puntiti a joven ebrio, Cochabamba, Opinión, 25/06/2008). Sin duda, la
confusión es producto de un imaginario social que concibe implí- citamente a la ciudad como
un productor de hechos delictivos. Por otro lado, según la prensa, las víctimas de un
linchamiento casi siempre son jóvenes. Al respecto la siguiente cita dice lo siguiente: El
comunario les pidió 50 bolivianos por la tunas. Los jóvenes intentaron cubrir la demanda del
poblador a través de cuotas. De esa manera reunieron 40 Bs. y se los entregaron, pero para
entonces alrededor de ellos ya había unas 20 personas que los señalaban de ladrones por ser
forasteros y arrancar tantas tunas, contó una de las víctimas… después la policía rescató a los
jóvenes (Casi son linchados por unas tunas, El Alto, El Alteño, 25/01/11). Es decir, los peligros
están en la ciudad, ya que los mismos medios construyen un imaginario social de inseguridad
ciudadana, creando mayor susceptibilidad en el conjunto de la población.
6. Deslegitimación de la Policía

Una de las instituciones responsables de garantizar la seguridad pública de todo ciudadano es


la Policía, la que está siendo cuestionada por su labor. Pero es importante conocer su rol como
institución. Al respecto, el art. 251. I., de la CPE dice: La Policía Boliviana, como fuerza pública,
tiene la misión específica de la defensa de la sociedad y la conservación del orden público, y el
cumplimiento de las leyes en todo el territorio boliviano. Ejercerá la función policial de manera
integral, indivisible y bajo mando único, en conformidad con la Ley Orgánica de la Policía
Boliviana y las demás leyes del Estado. Asimismo, la CPE es enfática al señalar que la Policía,
según el mismo artí- culo, párrafo II.: “Como institución no delibera ni participa en acción política
partidaria, pero individualmente sus miembros gozan y ejercen sus derechos ciudadanos de
acuerdo a ley”; entonces, la policía es una institución de coerción que tiene el deber de
resguardar el orden público. Sin embargo, los mandatos constitucionales que tiene la policía, en
la práctica, develan varias limitaciones, porque carece de personal y medios logísticos para
llegar a los lugares donde sucede un acto de linchamiento, sobre todo, en zonas semi-urbanas,
o urbanas, en ciudades de El Alto, Cochabamba y Santa Cruz. Por otra parte, la misma sociedad
tiene poca certeza sobre el rol de la policía, ya que cuando atrapan a una persona cometiendo
un robo u otro delito, los vecinos, al considerarse víctimas de ese delito, pretenden imponer un
castigo ejemplarizador, además no están seguros de entregar al culpable a la policía. Este
comportamiento social colectivo es recurrente en poblaciones de origen rural que, en parte,
desconocen los derechos que protegen a las personas individuales, más aún, cuando los grados
de formación escolar son bajos en estos sectores donde las familias apenas han cursado hasta
la secundaria. Entonces, frente a los hechos delictivos que suceden, la población asume
comportamientos propios de su cultura de origen, para enfrentarse a los “delincuentes”, como
una forma de negación a las entidades estatales encargadas de resguardar la seguridad pública.
A pesar de los problemas de acceso a los lugares donde suceden actos de linchamiento, la policía
continúa en su función de precautelar la seguridad pública, en algunos casos, llega para rescatar
a las personas que están siendo linchadas por un grupo de vecinos y en medio de tensiones. Al
respecto un medio narra la intervención de la policía en el lugar de un acto de linchamiento:

7. Conclusiones

 Los actos considerados como linchamientos se caracterizan por la participación de un


grupo de vecinos o pobladores que imponen justicia de manera discrecional. En ese
orden, la población urbana popular asume por cuenta propia la decisión de castigar
físicamente a supuestos culpables de un hecho delictivo, lo cual tiene como desenlace
final, en algunos casos, el fallecimiento de una o varias personas acusadas de cometer
un delito.
 El problema de los actos de linchamiento expresa, por un lado, la deslegitimación de las
instituciones estatales, en concreto de la Policía y la Justicia. En relación a la Policía, de
un tiempo a esta parte, los efectivos del orden público están siendo cuestionados por
la sociedad civil rural y urbana, y, en algunos casos, acusadas de ser cómplices, por ser
benevolentes con las personas acusadas de un delito. En relación a la justicia, según los
medios de prensa, se identifica un problema de acceso a la justicia de parte de sectores
sociales rurales y urbanos populares, por un desconocimiento de los mecanismos
jurídicos legales que les permita sentar una denuncia ante una autoridad competente.
A esto se añaden otros factores que son recurrentes, como la excesiva burocracia, los
costos económicos y la desconfianza, que son variables que determinan las condiciones
precarias de un acceso real a la justicia.
 En los sectores urbano-popular y rural, también se identifican factores socio-culturales
que influyen en las formas de resolución de conflictos frente a hechos delictivos, aunque
esto no representa una justificación para actuar en forma violenta ante una persona
acusada de un delito. En los hechos, estos fenómenos sociales violentos, estarían siendo
motivados por la indignación colectiva de un grupo de vecinos y/o comunidades
campesinas, cuando éstos se sienten víctimas de un robo, o atraco, que les provoca una
reacción violenta e incontrolable y que termina en un desenlace fatal.
 La justicia estatal también aparece como una institución deslegitimada, sobre todo en
contextos urbanos, ya que los jueces son cuestionados por liberar a personas acusadas
de un delito. Esta situación agrava la desconfianza de la sociedad civil en el rol de los
jueces y fiscales, por no garantizar un proceso judicial que sancione a los culpables
conforme al ordenamiento legal del Estado.
 Finalmente los casos identificados en Bolivia entre enero del 2005 hasta noviembre del
2011, expresa que estos actos de “linchamiento” suceden en las áreas urbanas de las
ciudades de El Alto, Cochabamba y Santa Cruz. También en otros lugares se han
identificado casos, como en las zonas rurales de los mismos departamentos, y en otros
donde existe una enorme distancia geográfica entre las comunidades rurales respecto
de los asientos judiciales y de la policía.
ENSAYO CAMBIO SOCIAL

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

1. INTRODUCCIÓN

Pasaron 20 años desde que en Bolivia se impulsa la Ley 1674 “Ley contra la violencia en la familia
o doméstica”, y que en la actualidad contamos con una nueva Constitución Política del Estado
(CPE), que eleva a rango constitucional y con categoría de derechos fundamentales, los
derechos de las mujeres a una vida libre de violencia, y con un conjunto de normas para luchar
contra la violencia y la discriminación de género, en particular la Ley Nº 348, Ley Integral para
garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, promulgada en marzo del año 2013. Sin
embargo, podemos ver también que la violencia contra las mujeres no sólo persiste, sino que
empeora.

El problema de la violencia contra las mujeres en Bolivia fue colocado en la agenda pública a
partir de la acción articulada del movimiento amplio de mujeres, en el contexto del impulso
generado por consensos internacionales impulsados desde Naciones Unidas, en la década de
los 90, que favorecieron las reivindicaciones de derechos de las mujeres logrando un anclaje
estratégico de la demanda. En el decurso, Bolivia ratifica instrumentos internacionales, como la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
(Ley Nº 1599, 1994) y adscribe a la Declaración y Plataforma de Acción Mundial, PAM, o
Plataforma de Acción de Beijing, emergente de la IV Conferencia Mundial de la Mujer (Beijing
1995). Mientras en el plano interno se sanciona la Ley contra la violencia en la familia o
domestica (Ley Nº 1674, 1995), que si bien significó un avance en términos de respuesta estatal,
su alcance y aplicación no estuvo en correspondencia a las demandas, dada su finalidad de
atender únicamente el problema de la “violencia intrafamiliar”.

El logro fundamental se produce con la promulgación de una nueva Constitución Política del
Estado (CPE), emergente de la Asamblea Constituyente, aprobada por referéndum en enero de
2009. El texto constitucional reconoce de manera amplia derechos de las mujeres, reivindicados
desde un movimiento articulado, plural y diverso, elevando a rango constitucional y con
categoría de derechos fundamentales, los 20 derechos de las mujeres a una vida libre de
violencia. En el proceso de desarrollo legislativo consiguiente, se aprueba un conjunto de
normas para garantizar los derechos a la integridad, contra la violencia y la discriminación de
género. 1

En 2013 se promulga un instrumento específico en materia de violencia contra las mujeres, la


Ley Nº 348, Ley Integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia. Dicha
normativa define la erradicación como tema de prioridad nacional, estableciendo mecanismos
y políticas integrales de prevención, atención y protección a mujeres en situación de violencia y
persecución y sanción a los agresores2. Así, entonces, el recorrido expone avances, más aún,
tomando en cuenta que dos décadas atrás se cuestionaba la Ley 1674 porque daba lugar a la
intervención del Estado en un “tema privado y familiar”.

Entre tanto hoy con la Ley 348, ya no sólo se considera un asunto de preocupación del Estado
sino un delito de orden público. Se aprecia, en tal sentido, un cambio de paradigma en el
abordaje, puesto que de una legislación concentrada en la violencia familiar se da paso a una
norma que aborda la violencia contra las mujeres de manera integral y abarcando, de forma
exhaustiva, diversas formas, modalidades y ámbitos.

2. DEFINICIONES DE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

Primero instantáneamente ya es violencia si hay alguna agresión física, pero creo que es violencia
cuando hay gritos, alguien te levanta la voz, te insulta con malas palabras, puede ser un insulto con
indirectas que te haga sentir mal, eso creo que ya es violencia.

2.1. Manifestaciones de la violencia contra las mujeres

Violencia psicológica y física: las más comunes

La violencia contra las mujeres puede ser psicológica como también física. La psicológica es cuando,
pienso yo, que es cuando te agreden verbalmente, cuando cortan tus ideas o tus ambiciones
personales. Y la física es cuando te agreden a puño .

Es cuando nosotros le damos para su manazo a la mujer. También es violencia cuando le gritamos o
cuando la mandamos a buena parte .

1
Entre las más importantes: Ley Nº 045/2010 Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación; Ley Nº 243/2010 Contra el acoso y la
violencia Política hacia las mujeres: Ley Nº 263/2012 Ley Integral contra la trata y el tráfico de personas.
2 El Decreto Supremo Nº 2145, de octubre de 2014, reglamenta la Ley Nº 348 y establece la asignación de recursos para abordar la

problemática, determinando medidas para la construcción y equipamiento de casas de acogida y refugios temporales para mujeres en
situación de violencia, Además, dispone que los medios de comunicación deben difundir de forma gratuita contenidos para prevenir y
erradicar la VCM, entre otros temas.
Creo que la violencia es una acción que lastima de alguna manera a una persona puede ser
psicológicamente o físicamente y se puede expresar diciendo cosas hirientes insultos por ejemplo
en lo físico con los golpes, también con la discriminación .

Una cuestión relevante respecto a la identificación sobre las diversas manifestaciones, se tiene que
en Bolivia, se define, reconoce y visibiliza a la violencia contra las mujeres en un ámbito psicológico-
verbal y físico. Si bien se trata de una evidencia de alcance cualitativo, cabe señalar que coincide
con las modalidades de violencia que mayormente sufren las mujeres bolivianas. De acuerdo con
los resultados de la Encuesta nacional de discriminación y exclusión social (Coordinadora de la
Mujer, 2014:102), el 44% de mujeres encuestadas declara haber sido víctima de violencia
psicológica y el 36% violencia física.

En lo que respecta a la violencia psicológica, que muchas mujeres asocian con la noción “verbal”,
haciendo referencia a gritos e insultos, desde la literatura y los estudios feministas se advierte, en
realidad, sobre un amplio y diverso repertorio en torno a las expresiones y manifestaciones que
reviste, y que incluso puede acaecer sin agresión verbal alguna, mediante gestos, actitudes y
miradas. Es importante destacar que la violencia psicológica está recibiendo mayor atención desde
las investigaciones y las preocupaciones académicas así como en la formulación de políticas y
normativas específicas.

En particular la mayor parte de legislaciones la reconocen e incluyen dentro de sus disposiciones.


En ese marco, existe coincidencia sobre la importancia del reconocimiento social y legal puesto que
la violencia psicológica suele ser la más difícil de comprobar y tramitar judicialmente, coadyuvando
a esta situación el hecho que, en muchas ocasiones, las mujeres afectadas no la reconocen y tienen
dudas a la hora de discernir si efectivamente están involucradas en esas dinámicas.

En el caso de la violencia física la gran mayoría, hombres y mujeres, hace mención principalmente a
los golpes, si bien en esa figura caben una serie de acciones y comportamientos. En ese marco, por
ejemplo, la definición que da la Ley 348 refiere a esas diversas expresiones “toda acción que

ocasiona lesiones y/o daño corporal, interno, externo o ambos, temporal o permanente, que se
manifiesta de forma inmediata o en el largo plazo, empleando o no fuerza física, armas o cualquier
otro medio”, pudiendo ser golpes, empujones, agresión con arma/cuchillo, quemaduras”.

Cabe puntualizar que la violencia física suele ser objeto de gran parte de análisis y estudios sobre el
tema, lo que es comprensible puesto que sus consecuencias suelen ser ostensibles, siendo la
modalidad más visible y la que ofrece mayores facilidades para su denuncia y su tratamiento
empírico. Además de poner en evidencia el poder y el dominio masculino, incluyendo un amplio
repertorio de actos y comportamientos.

3. CONCLUSIONES

El análisis de la ley frente a la realidad, enfrenta a obstáculos y limitaciones para el ejercicio de


derechos reconocidos. Emergen así los temas de corrupción, las intervenciones del aparato
institucional, policial, judicial, y otros factores.

- Cuando se confronta la ley y los derechos con la realidad hay desencantamiento a la valoración
positiva, en razón a factores como el costo de los trámites para acceder a las instancias judiciales
y el trato que brindan los/as operadores, con tratamiento diferenciado en razón de poder,
prestigio, recursos, identidades (étnicas, de género). - En el imaginario colectivo uno de los
mensajes más importantes de la ley es exhortar a que la víctima y/o su entorno denuncien el
hecho. Se sobreentiende la denuncia como un paso inicial y prácticamente de carácter
obligatorio, siendo que más bien debería ser la culminación de un proceso previo sin el cual la
víctima puede quedar sola y expuesta.

- Aunque en menor proporción respecto a las personas que consideran que la ley las protege,
hay quienes piensan que la norma no protege los derechos, existiendo un miedo a la denuncia
precisamente porque dadas las características del sistema judicial expone a las mujeres, y no las
protege debidamente.

- A pesar de los cuestionamientos especialmente sobre la policía, hombres y mujeres entienden


que es una institución a la cual se puede recurrir de manera expedita al momento de sentar una
denuncia. Desde la perspectiva masculina también se reconoce ese papel, pero se agrega que
la denuncia policial puede ser instrumento de chantaje de las mujeres.

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