# Ficha: 1959546 El proceso de vida del ser humano, sin lugar a dudas es el mismo para todos, nacer, crecer y morir; depende de cada persona la manera en cómo quiera aprovechar y arraigar a esa vida valores y personalidades, de allí la esencia que lo hace único e inigualable. Todos tenemos una vida y una crianza diferente, hay quienes nacen en medio de todo y hay quienes nacen en medio de nada; independientemente de cuál de las dos formas sea, el ser humano tiene ciertas ventajas y desventajas. Nacer en cuna de oro, como se dice comúnmente, sin ningún tipo de necesidades, con los mejores médicos, con una cantidad de prendas de vestir disponibles, la comida siempre en la mesa, la mejor educación académica y tantas comodidades que se tienen son una bendición, sin embargo, cuando hay falta de amor y cuando lo principios que se le inculcan no son los mejores, la felicidad no va a ser completa, porque los valores hacen al ser humano y los principios son los que marcan un camino de acciones adecuadas o no. Si bien, existen este tipo de personas que contrastan el tener todo con la falta de felicidad, hay otros que tienen todo y si son felices, porque sus principios han sido orientados adecuadamente y aprenden a ser generosos, a amar al otro, a compartir, a entregarse y a ayudar sin ningún tipo de interés propio. Por otro lado, tenemos a aquellas personas que nacen en un ambiente lleno de necesidades, de angustia, de tristeza y de frustración, en algunos casos más que en otros. Aquellos que tienen poco y sin embargo viven felices, son personas a quienes les han infundido el amor propio, el deseo de superación, valores y principios que hacen de su ser algo grande y una mente inspirada en crecer. Sin embargo, en otros casos la frustración se hace más grande y tal vez la educación y los valores que se han infundido no son los mejores, de ahí que tengamos en el mundo personas que roban, que lastiman, que abusan, que violentan y en definitiva que no saben amar. Nuestra personalidad viene de casa, somos lo que nos enseñan a ser desde que nacemos, pero no por eso debemos olvidar que cuando crecemos nos convertimos en seres autónomos y libres para tomar decisiones, de nosotros depende el 100% de nuestras acciones. Estamos inmersos en una cultura que día a día nos contamina, pero porque lo permitimos, no tenemos que ser lo que los demás quieren que seamos y aunque en todo momento y en todo lugar vemos el espejo de las malas acciones, también vemos la caridad; entonces mi pregunta es ¿queremos ser el espejo de quién? Lamentablemente, la realidad es que la mayor parte de personas se dejan llevar por una sociedad y una cultura que no le aportan cosas positivas a su vida, hacen lo que el mundo les dicta y empiezan a tener una mente tan programada que esto empieza a ser parte de su personalidad. Nos encontramos con una humanidad consumista y manipulada por el comercio, que lo único que quiere es vender una “felicidad” camuflada. La publicidad nos vende la imagen de una persona bella, del mejor look, del mejor cuerpo, de las mejores marcas, entre otras miles de cosas que, por cierto, si no hacemos parte de esto, no estamos siendo aprobados por la sociedad y lo peor es que nos dejamos llevar y somos partícipes. Pero y dónde queda la dignidad del ser humano, porque a mi parecer, esto empieza por nosotros mismos, somos nosotros los que tenemos que defender nuestros derechos como personas, nuestro derecho a ser respetados y a ser valorados, el amor propio es el principio de todo, porque cuando esto pasa, contagiamos al mundo y ahí parte el cambio. Tomar conciencia, empezar a ser dueños de nosotros mismos, no hacer parte de una vida llena de falsedad y de superficialidad, es saber elegir el camino a la felicidad, porque somos merecedores de una vida digna.