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José Miguel Carretero, profesor titular de Paleontología en la Universidad de Burgos y

galardonado en 1997 junto al resto del equipo del yacimiento de Atapuerca con el premio
Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, analiza en este artículo
publicado por la Fundación Juan March la evolución del tamaño y la forma del cuerpo de
los homínidos.

Evolución del tamaño y la forma del cuerpo de los homínidos

El tamaño de un animal cualquiera no es un capricho de la naturaleza, muy al contrario, el


tamaño corporal es un factor de importancia capital en la vida de cualquier especie, 1º)
porque esta relacionado con muchos de los llamados «factores vitales» de nuestra vida; y
2º) porque cada nicho ecológico esta asociado a un determinado tamaño corporal, que
solemos llamar tamaño óptimo, y que depende, en parte, de la habilidad para conseguir y
procesar alimentos.

En términos darwinistas ser pequeño es maravilloso ya que el potencial reproductivo es


mucho mayor, luego: ¿qué ventajas tiene entonces ser grande? Ser grande también tiene
algunas ventajas, ya que el tamaño afecta a un montón de factores esenciales de nuestra
ecología. Entre otros muchos podemos citar: 1º) Abre un amplio espectro de posibilidades
dietéticas. 2º) Mejora las posibilidades de defensa contra los predadores. 3º) Permite
subsistir con alimentos de baja calidad ([energía basal] = [peso corporal]0,75. Y 4º) Mejora
la eficacia termorreguladora. En general, en un individuo grande la relación superficie-
volumen es pequeña (poca superficie y mucho volumen) lo que ayuda a mantener el calor.

Bien, ¿y los homínidos somos grandes o pequeños? Los primates son mamíferos de tamaño
medio, pero considerando que la gran mayoría de los mamíferos son los llamados
micromamíferos, resulta que los homínidos, incluso los primeros homínidos, son a todos
los efectos mamíferos de gran tamaño y viven por tanto vidas lentas.

Los primeros homínidos, a los que llamaremos de forma general australopitecos, podemos
definirlos como auténticos «chimpancés bípedos». Quiza el esqueleto de australopiteco mas
famoso sea el de Lucy, de la especie Australopithecus afarensis. Las hembras de esta
especie medían alrededor de 1 m y pesaban 30 Kg., mientras que los machos medían 1,50
m y pesaban unos 50 Kg. (algo menos que un chimpancé). Su dimorfismo sexual era muy
elevado, casi tan grande como el del gorila, en el que un macho es 1,5 veces mas grande
que la hembra. El dimorfismo sexual es otra variable relacionada con el tamaño corporal y
ademas con la biología social de las especies. El gran dimorfismo sexual de A. afarensis se
puede interpretar como una adaptación para la lucha entre machos por el acceso a las
hembras. Lo mas aceptado hoy en día es que estos homínidos quiza vivían en pequeños
grupos familiares en los que un macho controlaría unas pocas hembras (quiza no mas de
dos o tres) y sus crías.
Otro factor en el que el tamaño del cuerpo influye decisivamente es la encefalización, o
relación entre el tamaño corporal y el cerebral, que da una medida de la inteligencia. Los
primeros homínidos eran algo mas pequeños que los chimpancés, sin embargo, sus cerebros
eran un poco mas grandes que los de éstos. El ligero aumento de cerebro junto con un
cuerpo ligeramente menor significa necesariamente una mayor encefalización. Es decir, que
los australopitecos habían conseguido de una sola tacada dos adaptaciones cruciales, la
bipedestación y un mayor grado de encefalización respecto a los primates anteriores en el
tiempo.

Australopithecus garhi, es una especie de homínido interesante para el tema que nos ocupa.
Sus restos han sido hallados en el este de Etiopía y estan datados en 2,5 millones de años.
Los huesos postcraneales presentan un cambio en las proporciones entre los miembros
superior e inferior. El fémur se ha alargado sensiblemente con relación al miembro superior
como ocurre en los humanos, aunque aún presenta antebrazos largos respecto a los brazos.

En 1964 y a partir de diversos fósiles encontrados en la Garganta de Olduvai se define la


especie Homo habilis, primer representante de nuestro género con una antigüedad entre 2,5
y 1,8 millones de años. El cerebro de H. habilis varia entre los 513 cc y los 650 cc. Del
cuerpo de estos primeros Homo sabemos poco, aunque parece que eran como los
australopitecos. Sin embargo, Homo habilis supone un gran cambio en el plano ecológico:
abandona el bosque, se hace consumidor de proteínas animales, fabrica las primeras
herramientas, aumenta su complejidad social y probablemente desarrolla un lenguaje,
aunque sorprendentemente su cuerpo sigue siendo el de un australopiteco.

Hace 1,8 millones de años aparece en escena (Africa oriental y Sudafrica) un nuevo tipo
humano al que llamamos H. ergaster. El cuerpo de éste es plenamente humano y este
homínido esta ya preparado para emprender la gran aventura que supone colonizar nuevos
mundos. Algunos individuos de esta especie habrían alcanzado el 1,80 m y un peso de 68
Kg., o sea, un gigante en comparación con los homínidos precedentes e incluso grande para
nuestra propia especie. Toda su anatomía es muy similar a la nuestra y la capacidad craneal
de la especie estaba entre 800 y 900 cc.

Entre el H. ergaster de 1,6 millones de años y los neandertales europeos clasicos (50.000
años B.P.) el vacío de fósiles postcraneales era absoluto hasta que aparecieron los
homínidos de la Sima de los Huesos y la Gran Dolina de Atapuerca. La Pelvis I de la Sima
de los Huesos, apodada Elvis, nos ha aportado información crucial sobre la eficacia
biomecanica de la pelvis, el dimorfismo sexual en los humanos de hace 400.000 años, la
edad de muerte, la forma del cuerpo, el peso corporal, la estatura, la encefalización, el
proceso del parto y la altricialidad de estos homínidos. Elvis tiene todos los rasgos
morfológicos masculinos muy marcados y pertenece a un varón sin lugar a dudas. Este
individuo superó los 35 años, su estatura estaría cercana al 1,80 m y su peso corporal
superaría los 100 Kg. La robustez de Elvis es exagerada y fuera de los rangos humanos
actuales y ademas es extraordinariamente ancha. Elvis, a pesar de ser un hombre, tiene unas
dimensiones del canal del parto enormes y podría haber dado a luz a un niño actual. Esto
significa que las mujeres de su especie con un canal del parto aún mas ancho habrían dado
a luz a un feto del tamaño de los nuestros de una manera ligeramente mas cómoda. A pesar
de ello, la forma del parto sería la misma que en nuestra especie, es decir, doble rotación,
salida anterior, gran flexión de la columna vertebral y cara hacia abajo.

El cuerpo de Elvis, alto, robusto y muy ancho, es el cuerpo primitivo presente en todos los
representantes del género Homo excepto uno, el H. sapiens, que se ha convertido en un
humano «light».

Fuente: Boletín Informativo nº 323. Fundación Juan March.


SER PERUANO

En el colegio John Locke de Los Olivos han pegado uno papelotes sobre una suerte de mural portatil en
el patio de honor. Los chicos de todos los grados han completado la frase “Ser peruano es…”. Pues bien, para
ellos es:
Ser perreador; lo mas grande de este mundo; estar orgullosos de nuestras riquezas; ser forajido; ser feliz;
sentir que el gobierno no es para uno; amar lo nuestro; comerse un cebiche después de una resaca; hacer lo
que uno quiere; luchar para ser mejor; ser valiente contra todo lo que nos da el mundo y no bajar la cabeza;
pensar que todas la leyes son una porquería; ser el hombre que va, el hombre que viene, ése que no esta
donde no le conviene; ser responsable; ser solidario; ser como alma que lleva el diablo; meterle la mano en el
bolsillo a mi pata; quererse a uno mismo; no desperdiciar nuestras riquezas, y ser salsero de corazón.
Ahora que estamos en periodo de elecciones, quienes queden como finalistas, para cortejar nuestras
experiencias, deberían leer con cuidado este collage de percepciones. Probablemente, si se hiciera el mismo
notable ejercicio de libertad de expresión mural en todos los colegios del Perú, los resultados serían
parecidos.
Una mezcla notable de sentimientos: encontrados; heterogéneos; que combinan el orgullo; el cinismo; la
conciencia de una riqueza material, de paisajes y culinaria; una desconexión entre agresiva y desentendida
con todo lo que huela a formal y oficial; una vocación algo anarquista y egocéntrica; unas ganas enormes de
felicidad y pocos reparos para lo indebido; espíritu inquieto y algo angustiado, como que uno esta, sin querer
necesariamente estar acllí, pero sin poderse ir a otro lado.
Es a las mentes que combinan todos o parte de esos estados de animo a las que deben dirigirse los
candidatos a la Presidencia de la República. Mal hacen quienes pretenden eliminar algunos de esos
sentimientos para decretar que uno debe ser el que caracterice a todos los compatriotas o señalar los que son
valiosos y los que no tienen derecho de ser la expresión de la peruanidad.
El mosaico de lo que es ser peruano para los alumnos del John Locke –un colegio como muchos de
nuestro país, donde estudian chicos como la mayoría de nuestra patria- es, justamente, lo que debería
ilusionarnos, y quienes pretenden liderarnos tienen como deber y misión sacar lo mejor de cada pieza,
canalizar lo que significa, respetar lo que subyace, valorar lo que dice y el mensaje que nos alcanza.
Los discursos excluyentes, moralistas, verticales, que buscan imponer un estado de animo en desmedro
de los demas, estan condenados al fracaso y no entienden nuestra realidad, esa que los alumnos del John
Locke han sabido expresar con tanta franqueza.
(ROBERTO LERNER – ‘ESPACIO DE CRIANZA’)

“Actualmente pocos son los que niegan en el Perú la existencia de una extremada
concentración de la propiedad y de cada vez mas creciente pobreza. Esto se refleja en la
precaria alimentación que nuestro pueblo consume diariamente, en las viviendas pobres y
tugurizadas que ocupa, en la ropa que viste, en los transportes que cotidianamente usa, en
los servicios educativos y de salud que recibe y que hace uso. Los trabajadores no aceptan
como un hecho natural esas precariedades, tampoco aceptan que las principales actividades
económicas de nuestro país estan en manos de un reducido número de grupos económicos
y, sobre todo, no aceptan que los beneficios del crecimiento se distribuya en forma
desigual”
PELIGROSA COMBINACIÓN: ENERGIZANTES Y ALCOHOL

¿Sabe usted cual es el “cóctel” mas popular entre los adolescentes y los jóvenes en la actualidad? Se
trata de una extraña mezcla, altamente tóxica, que es capaz de producir gran excitación, desorientación,
delirio, convulsiones, disminución de los reflejos y de la coordinación motora en quienes la beben.
No es muy difícil preparar. Basta con ir a una tienda y comprar cualquier “trago corto” y una de las
bebidas energizantes de su preferencia. Los combina y obtiene un elixir de gran demanda.
Quienes lo beben aseguran que el ‘energizante’ hace que las propiedades ‘alucinantes’ del licor
aumenten y que su depresión disminuya. Sin embargo, los especialistas del Centro de Información y
Educación para la Prevención del Abuso de las Drogas (Cedro) no estan de acuerdo con esta opinión y
advierten que se esta un problema de salud muy grande.
Los expertos de Cedro aseguran que, ademas de las consecuencias dañinas ya descritas, consumir el
brebaje incrementa drasticamente el ritmo cardiaco y podría desencadenar hipertensión arterial e infartos al
miocardio en personas que, por su edad, no deberían padecer estos males.
Cedro alerta que, según un estudio realizado por Roseli Boergen de Lacerda, farmacóloga de la
Universidad Federal de Parana (Brasil), aquellos que toman alcohol mezclado con algún energizante,
incrementan la posibilidad de padecer accidentes vehiculares en comparación con quienes solo han
consumido licor.
También aseguran que los mismos fabricantes recomiendan al público que no consuma mas de dos
latas al día, ya que posee grandes cantidades de cafeína cuyo exceso de consumo podría tener graves
efectos.
En el Perú, según una investigación realizada por Cedro, en marzo de 2006, en escolares de cuarto y
quinto grado de secundaria, el 21.8% de estudiantes varones entrevistados y el 10.6% de mujeres admitieron
haber tomado energizantes una vez por semana, mientras que el 9.3% de hombres y el 5% de mujeres
indicaron haber consumido estas bebidas de dos a cuatro veces por semana. En tanto, una encuesta
realizada a 600 universitarios, a inicios de 2006, por la misma institución, revela que el 13.3% de esos admite
haber consumido el energizante una vez por semana; el 8.3%, de 2 a 4, y un 0.3% confesó que lo realizaba
de 5 a 7 veces en el mismo periodo.

El asturiano Palacio Valdés maneja una prosa alegre y vivaz que le sirve para internarse en los mas hondos
sentimientos.

Fragmento de Chucho.

De Armando Palacio Valdés.

Fresnedo dormía profundamente su siesta acostumbrada. Reinaba el silencio. Escuchabase sólo afuera el suave
ronquido de las cigarras y el pío pío de algún pajaro que, protegido por los pampanos de la parra que ciñe el balcón, se
complacía en interrumpir la siesta de sus compañeros. Alguna vez, muy lejos, se oía el chirrido de un carro, lento,
monótono, convidando al sueño. Dentro de la casa habían cesado ya tiempo hacía los ruidos del fregado de los platos. La
fregatriz, la robusta, la colosal Mariona, como andaba descalza, sólo producía un leve gemido de las tablas, que se
quejaban al recibir tan enorme y maciza humanidad.

Cualquiera envidiaría aquella estancia fresca, aquel silencio dulce, aquel sueño placido.

Despertóle una voz bien conocida:

–Papa, papa.

Abrió los ojos y vio a su hijo a dos pasos, con su mandilito de dril color perla. Sus zapatitos blancos, y el negro y
enmarañado cabello caído en bucles graciosos sobre la frente. Era un chico mas robusto que hermoso. La tez, de suya
morena, teníala ahora requemada por los días que llevaba de aldea haciendo una vida libre y casi salvaje. Su padre le tenía
todo el día a la intemperie, siguiendo escrupulosamente las instrucciones de su médico.
–Papa... dijo tata que tú no querías... que tú no querías... que tú no querías... comprarme un carro... y que el carnero
no era mío... que era de Carmita (la hermana), y no me deja cogerlo por los cuernos y me pegó en la mano.

El chiquitín, al pronunciar este discurso con su graciosa media lengua, deteniéndose a cada momento, mostraba en
sus ojos negros y profundos indignación vivísima y mucha sed de justicia. Por un instante pareció que iba a romper en
llanto; pero su temperamento enérgico se sobrepuso, y después de hacer una pausa, cerró su perorata con una interjección
de carretero. El padre le había estado escuchando embelesado, animándole con sus gestos a proseguir, lo mismo que si una
música celeste le regalase los oídos. Al oír la interjección, estalló en una sonora y alegre carcajada. El niño le miró con
asombro, no pudiendo comprender que lo que a él le ponía tan fuera de sí causase el regocijo de su papa. Este hubiera
estado escuchándole horas y horas sin pestañear. Y eso que, según contaba su suegra a las visitas, cuando quería dar el
golpe de gracia a su yerno y perderle completamente ante la conciencia pública. ¡¡¡Se había dormido oyendo la Favorita a
Gayarre!!!

– ¿Sí, vida mía? ¿La Tata no quiere que cojas al carnero por los cuernos? ¡Deja que me levante, ya veras cómo
arreglo yo a la Tata!

Fresnedo atrajo a su hijo y le aplicó dos formidables besos en las mejillas, acariciándole al mismo tiempo la
cabecita con las manos.

El chico no había agotado el capítulo de los agravios que creía haber recibido de su niñera... Siguió gorjeando que
ésta no había querido darle pan.

–Hace poco tiempo que hemos comido.

–Hace mucho –respondió el niño con despecho.

–Bueno, ya te lo daré yo.

Además, la Tata no había querido contarle un cuento, ni hacer vaquitas de papel. Además, le había pinchado con
un alfiler aquí. Y señalaba una manecita.

– ¡Pues, es cierto! –exclamó Fresnedo viendo, en efecto, un ligero rasguño. – ¡Dolores, Dolores! –gritó después.

Presentóse la niñera. El amo la increpó duramente por llevar alfileres en la ropa, contra su prohibición expresa.
Jesús, viendo a la Tata triste y acobardada, fue a restregarse con sus sayas, como pidiéndole perdón de haber sido causa de
su disgusto.

–Bueno –dijo Fresnedo levantándose del diván y emperezándose.– Ahora nos iremos al establo y cogerás al
carnero por los cuernos. ¿Quiéres, Chucho?

Chucho quiso descoyuntarse la cabeza haciendo señales de afirmación que corroboraban vivamente al de su media
lengua. Pero echando al mismo tiempo una mirada tímida a su Tata y viéndola todavía seria y avergonzada, le dijo con
encantadora sonrisa:

–No te enfades, boba; tú vienes también con nosotros.


Fresnedo se metió su americana de dril, se cubrió con un sombrero de paja, y tomando de la mano a su niño, bajó
al jardín y de allí se trasladaron al establo. Al abrir la puerta, Chucho, que iba muy decidido, se detuvo y esperó a que su
padre penetrase. Estaba oscuro. Del fondo de la cuadra salía el vaho tibio y húmedo que despide siempre el ganado. Las
vacas mugieron débilmente, lo cual puso en gran sobresalto a Jesús, que se negó rotundamente a entrar bajo el pretexto
especioso de que se iba a manchar los zapatos. Su padre le tomó entonces en brazos y pasó y quiso acercarle a las vacas y
que les pusiese la mano en el testuz. Chucho, que no las llevaba todas consigo, confesó que a las vacas les tenía «un potito
de miedo». A los carneros ya era otra cosa. A éstos declaraba que no les temía poco ni mucho; que jamás había sentido por
ellos más que amor y veneración.

–Bueno, vamos a ver los carneros –dijo Fresnedo sonriendo.

Y se trasladaron al departamento de las ovejas. Allí pretendió dejarlo en el suelo; mas en cuanto puso los
piececitos en él, Jesús manifestó que estaba cansadísimo y hubo que auparlo de nuevo. Acercólo su padre a un carnero y le
invitó a que le tomase lo pensó con detenimiento. Avanzó un poco la mano, la retiró otra vez, volvió a avanzarla, volvió a
retirarla. Por último, se decidió a manifestar a su papa que a los carneros les tenía «un potito de miedo». Pero, en cambio,
dijo que a las gallinas las trataba con la mayor confianza; que en su vida le habían inspirado el más mínimo recelo, que se
sentía con fuerzas para cogerlas del rabo, de las patas y hasta del pico porque eran unos animales cobardes y
despreciables, al menos en su concepto. Fresnedo no tuvo inconveniente en llevarle al gallinero, que estaba en la parte
trasera de la casa, fabricado con una valla de tela metálica. Allí, Chucho, con una bravura de que hay pocos ejemplos en la
historia, se dirigió al gallo mayor, enorme animal de casta española, soberbio de postura y ardiente de ojo. Trató de
cogerle por el rabo como había formalmente prometido, pero el grave sultán del gallinero chilló de tal horrísona manera,
extendiendo las alas y dando feroces sacudidas, que el frío de la muerte penetró en el corazón de Chucho. Apresuróse a
soltarlo y se agarró aterrado al cuello de su padre.

– ¿Pero, hombre, no decías que no tenías miedo a las gallinas? –exclamó éste riendo.

–Tú, tú... cógelo tu, papa.

–Yo tengo miedo.

–No, tú no tienes miedo.

– ¿Y tú, lo tienes?

Calló avergonzado; pero al fin confesó que a las gallinas también les tenía «un potito de miedo».

Desde allí llevóle otra vez Fresnedo al establo, y después de varios sustos y vacilaciones, logró que pusiera su
manecita en el hocico de un borrego. Mas, ocurriéndole al animal sacar la lengua y paseársela por la mano, la aspereza de
ella le produjo tal impresión, que no quiso ya arrimarse a ningún otro individuo de la raza vacuna. Subióle después al
pajar. ¡Qué placer para Chucho! ¡Hundirse en la crujiente hierba, agarrarla y esparcirla en pequeños puñados; dejarse caer
hacia atrás con los brazos abiertos! Pero aún era mayor el gozo de su padre contemplándole. Jugaron a sepultarse vivos.
Fresnedo se dejaba enterrar por su hijo, que iba amontonando hierba sobre él con vigor y crueldad que nadie esperara en
él. Mas, a lo mejor de la operación, su papa daba una violenta sacudida y echaba a volar toda la hierba. Y con esto el chico
soltaba nuevas carcajadas, como si aquello fuese el caso más chistoso de la tierra. Sudaba una gota por todos los poros de
su tierno cuerpecito; tenía los cabellos pegados a la frente y el rostro encendido. Cuando su papa trató de tomar la
revancha y sepultarle a él, no pudo resistirlo. Así que se halló con hierba sobre los ojos, diose a gritar y concluyó por llorar
con verdadero sentimiento, cayéndole por las mejillas unas lágrimas que su padre se apresuró a beber con besos
apasionados.
GREGORILLO

-No quiero cerrar este capítulo sin narrar algo relacionado con el río Saposoa y yo. Mi padre que tenía veleidades de
sastre (y de peluquero también, pero solo en la cabeza de nosotros, sus hijos), con ocasión del undécimo de Casildo, mi
hermano y un año mayor que yo, nos cosió unos flamantes pantalones- los primeros que nos pusimos en nuestra vida (ya
sabemos antiguamente que los muchachos de la selva peruana usaban batas a la manera arabe, hasta los 10 ó 12 años
de edad). Eran unos pantalones de dril azul, largos y con tirantes.

Remedios –no se trata de específicos sino de la muchacha de la casa- una mañana nos llevó a mí y a Casildo a
tomar baño en el Saposoa, pese a la prohibición terminante de mi padre de bañarnos en ese río por el peligro que ofrecía
por su volumen y su tremenda fuerza. Pero así era Remedios, una muchacha quinceañera voluntariosa, temeraria y salvaje.

El río estaba bajo, verde claro como los helechos, pero como siempre torrentoso. Un par de bueyes pasó a la orilla,
luchando tenazmente con las aguas impetuosas, que en algunos sectores, sobre todo el medio, les llegaron a los animales
hasta el pescuezo. Mujeres metidas en el agua hasta la cintura y volteando las piedras del fondo con las manos y sufriendo
estoicamente en las espaldas desnudas la furia del sol, pescaban shitaris, negros pececillos que viven adheridos encima y
debajo de las piedras del río. El Saposoa recorría musical, rumoroso, aún se puede decir alegre, aguas arriba a lo ancho del
río teñido de ligerísima bruma, se insinuaban leves arco iris.

Cerca estaba la desembocadura del río Serrano, la “Boca”, como lo llamaban en el lugar; el encuentro de las aguas
del riachuelo y del Saposoa produce allí un embalse circular parduzco, espumoso, agitado, alrededor se levantaban
enormes arboles, cuyos ramajes caen a cierta altura de las aguas y aun algunas de sus raíces sobresalen por entre ellas
como garras de monstruos; es un paisaje impresionante, misterioso, de ahí como ya indiqué, el pueblo asegura que en esas
aguas se sumergen semanas enteras las brujas y lloran por las noches las almas de los ahogados. No sólo de brujas y
difuntos pueden ser morada esas aguas, sino de los propios demonios. Dentro de la euforia universal que animaba el
ambiente, al río, en aquella mañana pletórica de sol, Remedios, Casildo y yo chapoteabamos en las aguas con satisfacción
indescriptible, con olvido absoluto del resto del mundo, nos bañabamos en traje de Adan, menos por cierto la traviesa
Remedios. Esta nos enseñaba a nadar y a bucear como una pata a sus crías; nos llevaba en los brazos hasta un sitio mas
o menos hondo del río, donde nos soltaba, y de allí volvíamos nosotros a la orilla, nadando, el atento cuidado de la
simpatica muchacha.

De repente nos percatamos por un griterío endiablado de chanchos, que estos se estaban comiendo nuestros
pantalones en el retamal de la orilla, donde los dejamos colgados; corrimos hacia el retamal, pero ya era demasiado tarde,
pues de nuestros elegantes pantalones sólo quedaban tiritas… Los platanos asados que llevabamos en nuestros bolsillos,
para comerlos después del baño, había sido el motivo para que los chanchos destrozaran, tan sin consideración aquellas
obras maestra del afecto paterno.

Después de un breve y natural desconcierto, Remedios, ¡La sin par Remedios! dejandonos dentro del retamal, voló
a casa en pos de otros.

“LA VIDA DE DON QUIJOTE Y SANCHO”

Nada sabemos del nacimiento de Don Quijote, nada de su infancia y su juventud, de cómo se fraguara el animo del Caballero de
la fe, del que nos hace con su locura cuerdos, nada sabemos de sus padres, linaje y abolengo, ni de cómo hubiera ido asentandosele en el
espíritu las visiones de la asentada llanura manchega en que solía cazar, nada sabemos de la obra que hiciese en su alma la
contemplación de los trigales salpicados de amapolas y clavelinas, nada sabemos de sus mocedades.

Se ha perdido toda memoria de su linaje, nacimiento, niñez y mocedad, no nos la ha conservado ni la tradición oral ni testimonio
alguno escrito, y si alguno de éstos hubo, hase perdido o yace oculto en polvo secular. No sabemos si dio o no muestras de su animo
denodado y heroico ya desde tierno infante, al modo de esos santos de nacimiento, que ya desde mamoncillos no maman los viernes y
días de ayuno por mortificación y dar buen consejo.

Respecto a su linaje, declaró él mismo a Sancho, departiendo con éste después de la conquista del yelmo de Mambrino, que si
bien “hijodalgo de solar conocida, de posesión y propiedad, y de devengar quinientos sueldos” , no descendía de reyes, aunque, no
obstante ello, el sabio que escribiese su historia podría deslindar de tal modo su parentela y descendencia, que le hallase por quinto o
sexto nieto del rey. Y de hecho no hay quien, a la larga, no descienda de reyes, y de reyes destronados. Mas él era de los linajes que son y
no fueron. Su linaje empieza en él.

Es extraño, sin embargo, cómo los diligentes rebuscadores que se han dado con tanto ahínco a escudriñar la vida y milagros de
nuestro caballero no han llegado aún a pesquisar huellas de tal linaje, y mas ahora en que tanto peso se atribuye en el destino de un
hombre a eso de su herencia. Que Cervantes no lo hiciera, no nos ha de sorprender, pues al fin creía que es cada cual hijo de sus
inquisidores que para explicar el ingenio de un héroe husmean si fue su padre gotoso, catarroso o tuerto, me chocó mucho y sólo me lo
explico suponiendo que viven en tan esparcida cuanto nefanda creencia de Don Quijote no es sino ente ficticio y fantastico, como si fuera
hacedero a humana fantasía el parir tan estupenda figura.

Aparécenos el hidalgo cuando frisaba en los cincuenta años, en un lugar de la Mancha, pasandolo pobremente, con una “olla de
algo mas vaca que carnero, salpicón las mas noches, duelos y quebrantos los sabados, lentejas los viernes y algún palomino de añadidura
los domingos”. Lo cual todo consumía “las tres partes de su hacienda acabando de concluirla sayo de velarte, calzas de semana… vellón
de lo mas fino”. En su parco comer se le iban las tres partes de sus rentas; en su modesto vestir, la otra cuarta. Era, pues, un hidalgo
pobre, un hidalgo de gotera acaso, pero los de lanza en astillero.

Era hidalgo pobre; mas a pesar de ello, hijo de bienes, porque como decía su contemporaneo el doctor don Juan Huarte en el
capítulo XVI de su “Examen de ingenios para las creencias”, la ley de la partida dice que hijosdalgo quiere decir hijo de bienes; y si
entiende bienes temporales, no tiene razón porque hay infinitos hijosdalgos pobres e infinitos ricos que no son hijosdalgos; pero si quiere
decir hijo de bienes que llamamos virtud, tiene la misma significación que dijimos. Y Alonso Quijano era hijo de bondad.

En eso de la pobreza de nuestro hidalgo estriba la mas de su vida, como de la pobreza de su pueblo brota el manantial de sus
vicios y ala par de sus virtudes. La tierra que alimentaba a Don Quijote es una tierra pobre, tan desollada por seculares chaparrones, que
por donde quiera afloran a ras de ellas sus extrañas berroqueñas. Basta ver cómo van por los inviernos sus ríos, apretados a largos trechos
entre tajos, haces y congostos, y llevandose al mar en sus aguas fangosas el rico mantillo que habría de dar a la tierra su verdura. Y esta
pobreza del suelo hizo a sus moradores andariegos; pues o tenían que irse a buscar el pan a luengas tierras, o bien tenían que ir guiando a
las ovejas de que vivían, de pasto a pasto. Nuestro hidalgo hubo de ver, año tras año, pasar a los pastores pastoreando sus merinos, sin
hogar asentado, a la de Dios nos valga, y acaso viéndolos así soñó alguna vez con ver tierras nuestras y correr mundo”.

¡Ay canamas camandonga!


¿qué tiene mi cocotín?
mi negrito chiquitín,
acuricuricandonga…
Epéese que le ponga
Su chupón y su sonaja.
Neme, meme, buenalhaja,
pepita de tamarindo.
Duérmase mi nego lindo:
¡meme meme, ha-ha ha-ha!...

Su mare no vino ayé,


su mama se fue anteanoche;
dicen que subió en un coche…
¡pero tiene que volvé!
Sumaire é buena mujé,
-a veces medio marraja.
¡Yo no sé si nos ultraja
pero si resulta cieito…!
(Mejó no no etés despieito)
¡meme meme, ha-ha ha-ha!...

¡Mi cocotín, mi coquito,


si hay frío ¿po qué tu quemas?
Con tu ojo abieito no duemas,
¿Po qué ta quieto, neguito?
¿Míame, nego bonito!
¿Po qué tu cabeza baja?...
¿Quele su leche con miaja?
¿Quele juga con lo michi?
¿Qué le pasa? ¿quele pichi?
¿meme meme? ¿ha-ha ha-ha?...

¡Ay canamas camandonga!


¿qué tiene mi cocotín?
Mi neguito chiquitín,
Acuricuricandonga…
Epéese que le ponga
Que le ponga su motaja.
Meme meme ahí en su caja
Pepita de tamarindo.
Duérmase mi nego lindo:
¡Meme meme, ha-ha… ha… ha…

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