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Catolicismo
Existen varias denominaciones cristianas que se declaran católicas. La más numerosa es la
Iglesia Católica Romana, que abarca el conjunto de iglesias que se declaran en comunión con
la autoridad del obispo de Roma, el Papa. Existen, además, denominaciones católicas
independientes de Roma. Para ampliar esta información, véase Denominaciones cristianas. Una
denominación cristiana se declara católica cuando su credo coincide en lo esencial con la
doctrina católica. Esta coincidencia puede ser menor o incluso muy diferente en otros ámbitos
como la Liturgia o la Eclesiología.
Tabla de contenidos
1 Iglesia Católica Romana
2 Dogmas católicos
o 2.1 El credo
o 2.2 Dogmas marianos
o 2.3 Otros dogmas y creencias católicos
3 Sacramentos
4 Los mandamientos
5 Los siete pecados capitales
o 5.1 Virtudes teologales
o 5.2 Virtudes cardinales
o 5.3 Pecados veniales y mortales
o 5.4 Actos buenos y actos malos
6 Dones del Espíritu Santo
7 Catolicismo liberal
o 7.1 El neocatolicismo
o 7.2 La coyuntura de la Revolución de 1848
o 7.3 Bastiones del catolicismo liberal
8 Catolicismo en el mundo actual
9 Véase también
10 Enlaces externos
Dogmas católicos
El credo
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Todos y cada uno de los artículos del Credo de los Apóstoles son dogma de fe para los
católicos, esto es:
Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor. Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y
nació de la Virgen Maria. Padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado,
muerto y sepultado. Descendió a los infiernos. Al tercer día resucitó de entre los
muertos.Subió a los cielos, y está sentado a la diestra de Dios Padre. Desde allí ha de
venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la
comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos, y la
vida eterna. Amén.
Creencia monoteísta en un solo Dios en tres personas distintas: Padre Creador del
Universo (Yavé), Hijo Redentor del mundo (Cristo) y Espíritu Santo. Esta doctrina es
conocida como trinitaria (creencia en la Santísima Trinidad: un Dios único y «trino»).
Los Padres de la Iglesia consideraron herejía toda creencia que negara el carácter trinitario de
la Divinidad (el gnosticismo, el arrianismo, el pelagianismo, entre otros). En el Credo de
Nicea se expresó explícitamente esta doctrina, que fue preservada en credos posteriores del
cristianismo, incluso los de la Reforma. Las Iglesias Ortodoxas son también profundamente
trinitarias.
que concebido por obra y gracia del Espíritu Santo nació de María Virgen
Creencia en la divinidad y humanidad de Jesucristo, basada en el evangelio de
San Juan. Según esta doctrina, Jesucristo es Dios y hombre a la vez y, al ser
Dios, vivió su vida terrenal sin pecado.
Es indispensable comprender que la Iglesia Católica contempla la gracia del Bautismo, o sea
el perdón de los pecados, más como un bien surgido de la realeza de Jesucristo, Rey de Reyes,
que como un proceso jurídico o ritual.
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
la vida eterna después y por medio de la muerte
o Cielo
o Purgatorio, proceso de purificación por el que pasan ciertas almas que
han recibido la salvación.
o o Infierno.
:Amén
Dogmas marianos
Virginidad perpetua de María (Antes, durante y después del parto). Según la teología
católica más tradicional (Cc Letrán, año 649), María fue siempre virgen, interpretando
las citas bíblicas sobre los hermanos de Jesucristo como "primos" o familiares, ya que
en el idioma judío no existe el significado cerrado de la palabra "hermano" que sí tiene
en otras lenguas.
Asunción de María. María fue llevada al cielo ("asumida, asunta") después de su paso
por la tierra. Esta doctrina pertenece a la más antigua Tradición de las Iglesias Católica
y Ortodoxa (que hablan de la "dormición de la virgen" o del "Tránsito de María") y fue
declarado dogma de fe por el papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 mediante la
constitución apostólica Munificentissimus Deus.
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Otros dogmas y creencias católicos
Sacramentos
Sacramentos de iniciación cristiana:
Bautismo
La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la
dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con
Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la
comunidad en el sacrificio mismo del Señor. [1]
Confirmación
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Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación constituye el
conjunto de los "sacramentos de la iniciación cristiana", cuya unidad debe ser
salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los fieles que la recepción de este
sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal (cf OCf, Praenotanda
1). En efecto, a los bautizados "el sacramento de la confirmación los une más
íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo.
De esta forma se comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a
extender y defender la fe con sus palabras y sus obras" (LG 11; cf OCf, Praenotanda 2)
[2]
Sacramentos de curación:
Confesión o reconciliación.
Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros , toda la
Iglesia entera encomienda a os enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los
alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo;
y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios" (LG 11). [4]
Matrimonio
El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles
sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento
del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el
diaconado. [6]
Los mandamientos
Los diez mandamientos: Los 10 mandamientos según el catecismo de la iglesia católica,
adaptados de los libros de Éxodo (20, 2-17) y Deuteronomio (5, 6-21), son los siguientes:
Todos éstos se resumen en uno solo: Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como
a ti mismo.
Soberbia u orgullo
Gula
Avaricia
Lujuria
Pereza
Envidia
Ira
Virtudes teologales
Fe
Esperanza
Caridad
Virtudes cardinales
Templanza
Fortaleza
Justicia
Prudencia
Según el catecismo de la Iglesia católica, existen actos buenos y actos malos (cf. 1755-1756),
donde un acto moralmente bueno supone al mismo tiempo la bondad del objeto, del fin y de
las circunstancias. Una finalidad mala corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo
bueno (como orar y ayunar "para ser visto por otros").
En cambio un acto malo puede ser malo ya sea porque el objeto de la elección sea malo
(como blasfemar) o porque la finalidad de ese acto sea ilícita. Independientemente de las
circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto;
por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio. No está permitido hacer el
mal para obtener un bien.
Don de sabiduría
Don de entendimiento
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Don de consejo
Don de fortaleza
Don de ciencia
Don de piedad
Don de Temor de Dios.
Catolicismo liberal
La corriente que durante el siglo XIX se denominó catolicismo liberal, tiene raíces que se
remontan varios siglos atrás. En este caso, a la época del Renacimiento, ligadas al llamado
humanismo cristiano, cuyo principal exponente fue Desiderius Erasmus de Rotterdam, y para
el caso español, el grupo de intelectuales reunidos en torno a la Universidad de Alcalá de
Henares, fundada por el cardenal Jiménez de Cisneros.
El neocatolicismo
Luego de la Revolución Francesa, y a raíz del avance del liberalismo en Europa, además de la
reacción de gran parte del clero católico, guiado por el papa, se dio asimismo una nueva etapa
del intento de conciliación entre los principios cristianos y las ideas surgidas de la Ilustración.
Este intento fue liderado en su mayoría por laicos y el bajo clero. Sus propuestas, con mayor o
menor éxito, influyeron sobre la Iglesia en la manera de ver las nuevas condiciones político-
sociales. De acuerdo con algunos especialistas, este intento se inscribe dentro de una
tendencia intelectual denominada neocatolicismo y es definida por el primero como una
propuesta de «escritores de la fe católica que modificaron la expresión de esta fe para
justificarla a los ojos de un público moderno separado de la Iglesia».
El neocatolicismo tuvo mucha influencia del catolicismo ilustrado del siglo XVIII. Por otra
parte, las propuestas neocatólicas durante el siglo XIX, época caracterizada por un dominio de
las corrientes tradicionalistas en la institución eclesiástica, tuvieron que soportar resistencias
externas e internas, teniendo que adoptar entonces posiciones defensivas.
La oportunidad para estas corrientes se dio gracias a que si bien la ciencia moderna había
quitado a la religión la posibilidad de explicar el mundo y el destino del ser humano, no había
podido aportar por sí misma nada que pudiera reemplazar los valores morales
tradicionalmente unidos a la representación religiosa del universo. De esta forma la religión
logró mantenerse en escena con credibilidad; por otra parte ella tenía la ventaja de que la
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verdad que enseñaba incluía el destino del hombre, algo que la filosofía de las luces no podía
ofrecer.
Sin embargo, aceptar como parte del "plan de Dios" aquellos valores modernos que gran parte
de la institución eclesiástica rechazaba suscitó resistencias internas. Las corrientes
neocatólicas -que tuvieron su gran centro de difusión en Francia y Bélgica- al tener la
característica de ser un cálculo conservador conjugado con una apertura al futuro, causaron
controversia tanto en sectores del catolicismo como en el público profano, quien nunca les
aseguró un buen porvenir.
Ballanche (1776 - 1847), escritor francés, mostró el camino. El primer paso lo dio en 1801
cuando publicó Du Sentiment (Del Sentimiento). Veinte años después ya había expresado la
idea de un cristianismo adaptado al presente, sujeto a la ley del progreso público. El mérito de
Ballanche estuvo en hacer del cambio una ley de Dios: en la marcha irresistible del género
humano Dios estaba sobreentendido. Para Ballanche, además, la filosofía de las luces se
convertía en una emancipación tardía del evangelio. Apoderándose del pensamiento de los
filósofos iluministas y tras dejar a un lado los aspectos considerados exagerados encontró los
elementos que podían ser recuperados en beneficio del cristianismo: la filantropía filosófica y
el deseo de igualdad que la constituye. En síntesis, el gran aporte de Ballanche fue la
justificación teológica del cambio, si bien no se atrevió a avanzar al terreno de lo político,
labor que sí efectuaron Chateaubriand y Lamennais.
Una vez admitida la unión entre la religión y la filosofía, no comprendía entonces por qué los
católicos y protestantes permanecían separados; era necesario lograr la reunificación, con
algunas concesiones de una parte y de otra, y de este modo hallar un nuevo esplendor para el
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cristianismo. Para que este nuevo esplendor fuera completo, Chateaubriand creía que el
cristianismo debía separarse del poder temporal:
Cuando las naciones perdieron sus derechos, la religión que entonces era la única
ilustrada y poderosa, se convirtió en su depositaria [...] pero esto ya no es necesario,
pues los pueblos recobraron este derecho...
Así, propuso al papado la abdicación de sus funciones temporales. Separar poder espiritual y
poder temporal era indispensable si se quería impedir que la religión «languideciera
degenerada». Pero sus propuestas -como las de todo el movimiento neocatólico- no sólo
fueron desatendidas por la mayor parte de la jerarquía católica, sino que recibieron fuertes
recriminaciones, ante las cuales Chateaubriand cedió; y es que en la Europa de la época para
mantenerse católico era preciso resignarse, como él y Ballanche lo hicieron, a que sus ideas
no fueran escuchadas.
Félicité Robert de Lamennais, fue otro de los grandes pensadores neocatólicos. Su caso es
particular, porque comenzó como un entusiasta ultramontano, y terminó fuera de la Iglesia
Católica exponiendo una particular versión del socialismo cristiano. En este caminar, aportó
también a la formación del catolicismo liberal. Comentemos, a continuación, lo referente a su
etapa liberal, hasta su ruptura con el catolicismo romano.
Hacia 1829 este sacerdote llegó a pensar que la misión de los católicos, constituidos en una
especie de tercer partido independiente del poder, era la de conquistar a los liberales,
aliándose para lograr reivindicaciones comunes. Así, fundó en 1830 el periódico L'Avenir en
el cual hizo su propuesta político religiosa, la cual resumía en: libertad de conciencia y de
culto, de tal modo que el poder no se inmiscuyera en la enseñanza y el culto; libertad de
prensa, libertad de educación, libertad de asociación intelectual, moral e industrial.
Así, para buscar apoyo, Lamennais marchó en 1831 hacia Roma, siendo mal recibido; para
completar, a su regreso tuvo conocimiento de la encíclica Mirari Vos en la cual el papa
Gregorio XVI condenaba ciertas tesis defendidas en L’Avenir, especialmente la libertad de
prensa y la separación entre la Iglesia y el Estado.
Pese a los golpes y oposiciones, las ideas propiciadas por estos demás pioneros excedieron sus
personas y se tradujo en un movimiento más general que la jerarquía eclesiástica no pudo
proscribir por completo y que siguió desarrollando la idea de conciliar el dogma con el mundo
moderno. Este movimiento no fue homogéneo, existiendo en su interior una diversidad de
posiciones. Una de ellas fue el catolicismo liberal, que existió, como corriente de pensamiento
y como movimiento político-religioso tanto en Europa como en América Latina.
Los católicos seguidores de esta corriente, sensibles a los valores auténticos del liberalismo,
estaban dispuestos a abrirse a una concepción más moderna del hombre, más respetuosa de
los derechos de la persona y más individualista; sin embargo eran temerosos de sus excesos.
Consideraban al «mundo moderno» como una nueva época, aceptando sus instituciones y sus
valores. Por lo tanto, creían necesario ir por delante y mostrarle a una Iglesia dispuesta a
encarnarse en él.
La idea era cristianizar las instituciones liberales como lo había hecho en tiempos pasados con
la civilización grecorromana, con el movimiento de autonomía de los municipios en el siglo
XII, o con las aspiraciones humanistas del Renacimiento. No obstante, tuvieron que
enfrentarse al creciente poderío del catolicismo tradicionalista y sobre todo, a una facción de
éste, el catolicismo intransigente, que atacaba cualquier intento de conciliación con el mundo
moderno.
Esta revolución, que sacudió por efecto dominó la mayor parte de los países de Europa, afectó
suficientemente las distintas corrientes del catolicismo, al punto que decidió el declive de una
de ellas: el catolicismo utópico, y provocó el debate candente —y a veces inmisericorde—
entre las opciones liberal y tradicionalista.
Esta revolución agudizó la crisis de los católicos del continente europeo, respecto a la actitud
a tomar frente al mundo moderno. ¿Podía admitirse, o debía rechazarse como intrínsecamente
malo? ¿Era una situación irreversible o un mal que debía combatirse?
Ese movimiento fue productivo en los países donde los católicos esperaban obtener libertad
de acción (como en Alemania y Holanda). En ellos, la redacción de constituciones liberales y
la declaración de libertad de cultos y libertad de asociación permitió a las minorías católicas,
que hasta entonces permanecían incomunicadas con Roma, iniciar una nueva etapa de
organización y crecimiento. En países como Italia, esta revolución favoreció los intereses que
buscaban la alianza con el Trono.
En Francia y Bélgica, la Revolución favoreció los intereses de los católicos liberales, quienes,
por primera vez, tuvieron una oportunidad para ser escuchados por la jerarquía eclesiástica; y
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es que la mayor parte de los obispos de estos países, o aceptaron los nuevos regímenes, o al
menos, no se opusieron abiertamente.
Los paladines de esta conciliación en Europa fueron siempre los laicos, quienes de acuerdo a
las épocas y lugares, fueron recibiendo la «protección» de sus obispos, los cuales ayudaron a
defender su causa frente a la institución eclesiástica y el papado. Los principales bastiones del
catolicismo Liberal en las décadas de 1840 a 1870, fueron Francia y Bélgica. Las discusiones
suscitadas en estos países fueron más recalcitrantes, consecuencia de la personalidad e
influencia de sus protagonistas. Sin embargo, el problema subyacente, -relaciones Iglesia y
mundo moderno- era demasiado fundamental como para no tener discusiones análogas en
toda Europa occidental y los países latinoamericanos, obviamente, con los matices propios de
cada lugar.
El más representativo exponente del catolicismo liberal fue Charles Montalembert (1810-
1870). Antiguo discípulo de Lamennais, quiso contrarrestar la influencia de los intransigentes
en los organismos de opinión, y buscar un mayor público para su propuesta. Por ello se hizo
cargo, en 1855, de Le Correspondant, revista mensual que desde hacía más de 25 años
predicaba la alianza entre la Iglesia Católica y la libertad. Bajo su dirección llegó a tener más
de 3000 abonados, gracias a nuevos y antiguos aliados: Falloux, Foisset (piadoso magistrado
de Dijon), Alberto de Broglie, Agustín Cochin, Lacordaire y Federico Le Play, entre otros.
El catolicismo liberal francés tuvo asimismo, adherentes en las grandes ordenes religiosas: en
los dominicos, gracias a Fr. Enrique Lacordaire; en el Oratorio, alrededor del Padre Gratry; e
incluso entre los jesuitas, con el Padre Ravignan. No obstante, siempre fue un grupo
minoritario dentro del catolicismo francés. El catolicismo liberal fuera de Francia tuvo focos
importantes en Bélgica, Suiza, Italia, Inglaterra y España.
En Bélgica, los núcleos católico-liberales fueron apoyados por los obispos y los canonistas de
la Universidad de Lovaina, quienes, si bien no tenían mayores simpatías por la ideología
liberal, eran muy conscientes de las ventajas concretas que ofrecían los regímenes
democráticos, y la libertad de la Iglesia frente al Estado.
En Italia el catolicismo liberal tuvo que librar batallas menos polémicas hasta 1848, debido a
que el país era más cristiano que Francia y la incredulidad apenas había entrado. Allí, el padre
Antonio Rosmini fue un abanderado de la causa católica liberal a través del periódico Il
Resorgimento. El núcleo de esta corriente se situaba en el norte de Italia, y pregonaban
reformas del catolicismo en sus instituciones e incluso en sus dogmas. Después de 1848,
cuando el papa decepcionó a los liberales interesados en la unidad italiana bajo su figura, los
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católicos liberales se convirtieron en propagadores de la independencia de los Estados
Pontificios.
En Inglaterra, la meca del liberalismo económico, un grupo de católicos conversos (entre los
cuales estaba Henry Newman) fundó The Rambler con la intención de reaccionar ante la
manifiesta inferioridad intelectual del catolicismo inglés frente a las demás confesiones de
Inglaterra, abordando problemas de la cuestión moderna.
Se fueron lanza en ristre contra la pésima educación del clero católico, cuestionaban la actitud
de los obispos, hasta que chocaron con el clero. Los prelados intervinieron para cerrar el
periódico, haciendo ver que allí, como en todo el mundo católico, la institución eclesiástica no
estaba preparada para admitir iniciativas por parte del laicado.
Al lado de estos grupos minoritarios, pero muy activos e influyentes, se encontraban los
numerosos «católicos moderados», es decir, los liberales-católicos y los «inconscientemente
liberales» en palabras de Mourain. Ellos abundaron después de 1860 en Europa, y estaban
dispuestos a tomar y dejar la enseñanza oficial de la Iglesia en caso de que esta hiriera
demasiado sus concepciones intelectuales o políticas. Este tipo de personas fue el que
generalmente expuso el ideario católico liberal en los países latinoamericanos, muchas veces a
nombre de un partido político.
Además, afirman que la dignidad humana exige que un niño nazca de un acto de amor sexual
de dos personas de distinto sexo.
A partir del Concilio Vaticano II, la iglesia católica ha mostrado una actitud mucho más
ecuménica frente a las otras iglesias cristianas.
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Véase también
Lista de denominaciones cristianas del Catolicismo
Iglesia Católica Romana
Anglicanismo
Iglesia Católica Apostólica Brasileña
Iglesia Católica Antigua
Iglesia Filipina Independiente
Cristianismo
Secta
Enlaces externos
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Vatican.va Santa Sede (en español).
Catecismo de la Iglesia Católica (en español)
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (en español)
[7]-Respuestas para las preguntas sobre la doctrina católica que se hacen los
protestantes
Modelo de carta para apostatar (exclusión de la Iglesia católica).
Encuentra.com (portal católico).
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Evangeliza.com (sitio de la Nueva Evangelización, con información eficaz sobre la
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