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Hermenéutica y Teoría de Sistemas
Hermenéutica y Teoría de Sistemas
1 Invitado por Oliver Kozlarek, pude presentar una primera versión de este material como
Palabras clave: Habermas, Hermenéutica, Teo- Key words: Habermas, Hermeneutics, Sys-
ría de sistemas, Teoría social, Teoría crítica. tems Theory, Social Theory, Critical Theory.
en las siguientes obras colectivas: VV.AA., Habermas y la modernidad, Madrid, Cátedra, 1992
y A. Honneth/H. Joas (eds.), Kommunikatives Handeln. Beiträge zu Jürgen Habermas’.
«Theorie des kommunikativen Handelns», Frankfurt a. M., Suhrkamp, 20023.
4 Relevantes discusiones con este punto del pensamiento de Habermas son las siguientes:
Th. McCarthy, Ideales e ilusiones, Madrid, Tecnos, 1992, pp. 165-192, A. Honneth, Crítica del po-
der, Madrid, Antonio Machado Libros, 2009, caps. 7-9; R. Johannes, «Über die Welt, die Haber-
mas von der Einsicht ins System trentt», en G. Bolte (ed.), Unkritische Theorie. Gegen Habermas,
Lüneburg, Zu Klampen, 1989, pp. 39-66; L. Meyer, Absoluter Wert und allgemeiner Wille, Biele-
feld, Transcript Verlag, 2005, pp. 221-236; J. Sitton, Habermas y la sociedad contemporánea, Mé-
xico, FCE, 2003, pp. 239-276; M. Postone, Tiempo, trabajo y dominación social, Madrid/Barcelo-
na, Marcial Pons, 2006, pp. 321-341; M. Heler, Jürgen Habermas y el proyecto moderno, Buenos
Aires, Biblos, 2007 y J. A. Zamora, «J. Habermas: Teoría de la acción comunicativa y memoria de
las víctimas», 2007 (www.ifs.csic.es/holocaus/textos/zamora2.pdf).
5 Cf. J. M. Romero, Crítica e historicidad, Barcelona, Herder, 2010, pp. 125-175.
6 Francisco Vázquez me ha sugerido que se podría concebir la teoría de la modernidad de
Habermas según el modelo de las reconstrucciones racionales articulado por este autor. Las re-
construcciones racionales pretenden explicitar ese saber preteórico, ese know how, del que ha-
cen gala los sujetos en tanto que hablantes, en tanto que sujetos capaces de juicio moral, en
tanto que participantes en una interacción, etc. Su objetivo es reconstruir ese saber preteórico
que «expresa una capacidad universal, una competencia (...) cognitiva, lingüística o interactiva
de tipo universal», pretendiendo con ello efectuar «una reconstrucción de competencias de la
especie». (J. Habermas, La lógica de las ciencias sociales, Madrid, Tecnos, 1990, p. 503. Ver
también del mismo autor Conciencia moral y acción comunicativa, Barcelona, Península,
1996, cap. 2). Casos de ciencias reconstructivas serían la gramática generativa de Chomsky, la
teoría del desarrollo cognitivo de Piaget, la teoría del desarrollo moral de Kohlberg y la propia
pragmática formal de Habermas. La teoría de la acción comunicativa también tendría según
Habermas este estatuto: «La teoría de la acción comunicativa se entiende como reconstrucción
hipotética del saber preteórico que los sujetos capaces de lenguaje y de acción inevitablemente
aplican cuando, y en la medida en que, participan competentemente en interacciones mediadas
lingüísticamente» (La lógica de las ciencias sociales, op. cit., p. 494). Ella aportaría la base
para la teoría de la modernidad, en tanto que «teoría genética» (ibíd., p. 334) o teoría de la evo-
lución social, entendida como reconstrucción de la emergencia (en palabras de Habermas, del
«despliegue, adquisición o implantación», ibíd.) de las estructuras normativas que la teoría de
la acción comunicativa explicita en la acción orientada al entendimiento en el seno del hori-
zonte del mundo de vida racionalizado moderno. Esto podría valer para la teoría habermasiana
de la diferenciación de las tres esferas culturales de validez (ciencia, ética secularizada, estéti-
ca y autoexpresión subjetiva) inherente a la modernidad, diferenciación que posibilita poner de
manifiesto la estructura de pretensiones de validez propia de la acción comunicativa, que en el
mundo premoderno aparecía aún en estado de indiferenciación y confusión. Pero en relación a
la diferenciación entre mundo de vida y sistemas, supuestamente definitoria de la modernidad
social, la explicitación de la emergencia o diferenciación de los parámetros normativos de la
racionalidad moderna se topa con el surgimiento de dimensiones sociales cuya validez no es
articulable en términos racional-discursivos (pues están libres de contenido normativo), sino
sólo en términos funcionales. En la reconstrucción habermasiana del proceso de constitución
de la sociedad moderna se han introducido de manera espuria e incompatible con su teoría de
la acción comunicativa elementos objetivistas tanto en el plano metodológico-epistemológico
como ontológico-social. Vamos a mostrar esto a continuación.
1990. Ahora bien, en el caso de la antropología la adopción de estos enfoques sobre una cultu-
ra particular es realizada por un investigador procedente de otra cultura, mientras que en el
planteamiento de Habermas cada uno de nosotros podría adoptar frente a la propia realidad so-
cial esa actitud objetivante característica de un extraño.
planteamiento que estamos analizando, Habermas defiende «la primacía metódica del análisis
del mundo de la vida» (J. Habermas, «Entgegnung», en A. Honneth/H. Joas (eds.), Kommuni-
katives Handeln, ed. cit., pp. 382 y 390), tesis que ciertamente no cabe encontrar en Teoría de
la acción comunicativa. En mi discusión con Habermas me atengo a su planteamiento expues-
to en Teoría de la acción comunicativa, considerando que las aclaraciones, matizaciones y
autocorrecciones realizadas por él en otros textos en respuesta a sus críticos, como es el caso
de «Entgegnung», poseen un carácter más bien contextual, ligado a la coyuntura de la discu-
sión y un estatuto a veces ad hoc: tomar tales formulaciones en serio tendría que conducir a
una serie de modificaciones en el texto mismo de Teoría de la acción comunicativa. Como Ha-
bermas no ha realizado esto último (que yo sepa, las reediciones de esta obra no incluyen mo-
dificaciones significativas) asumo este texto como la plasmación del esfuerzo teórico sistemá-
tico más importante de Habermas, como el material que ha ejercido influencia y provocado
discrepancias y, por lo tanto, como el objeto legítimo de discusión.
14 J. Habermas, Facticidad y validez, Madrid, Taurus, 1998, pp. 433-434. Ver también del
nuestro tiempo, México, FCE, 2003, aporta relevantes argumentos para un cuestionamiento de
este tipo.
16 Ver el excelente trabajo de H. Joas, «Die unglückliche Ehe von Hermeneutik und
bermas se retracta luego de esta tesis. Cf. J. Habermas, «Entgegnung», en op. cit., pp. 384 y ss.
19 J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, ed. cit., vol. II, p. 212.
pp. 23-87.
24 Ver J. Habermas, Ciencia y técnica como «ideología», Madrid, Tecnos, 1990.
25 Y en contraste también con lo que sostiene en respuesta a sus críticos. Cf. Habermas,
eines Instituts für Sozialforschung», en Id., Gesammelte Schriften, vol. 3, Frankfurt a. M., Fis-
cher Verlag, 1988, pp. 29 y 35.
31 Ver Habermas, Teoría de la acción comunicativa, vol. I.
32 M. Horkheimer, Ocaso, Barcelona, Anthropos, 1986, p. 75. Para Horkheimer, toda pre-
sunta actitud objetiva implica ya efectivamente una toma de partido: «El dogmatismo (...) es la
afirmación del poder existente; pues el poder emergente necesita en sus luchas de la decisión
consciente, al ya existente le basta la limitación a la mera comprensión y contemplación. Que
la imparcialidad significa toma de partido y la objetividad indiferenciada significa toma de po-
sición subjetiva, es una afirmación dialéctica», M. Horkheimer, «Zum Problem der Wahrheit»,
en Id., Gesammelte Schriften, ed. cit., vol. 3, p. 291.
Habermas’. Theorie des kommunikativen Handelns», en op. cit., pp. 168 y ss.
34 Habermas, Teoría de la acción comunicativa, ed. cit., vol. II, p. 529. Habermas se des-
dice luego de esta afirmación, ver J. Habermas, «Entgegnung», en op. cit., p. 391.
Pero también hay que demostrar, como apuntábamos antes, que el rechazo
de tal actitud objetivante no conduce necesariamente a tener que asumir
como válido el idealismo hermenéutico. Para ello habría que transcender los
parámetros reduccionistas con los que Habermas piensa el mundo de la vida
en Teoría de la acción comunicativa. Pues los miembros de un mundo de la
vida no son sólo sujetos lingüístico-comunicativos que únicamente pueden
captar las interacciones sociales intencionadas mediadas lingüístico-comu-
nicativamente. Esto es en efecto un reduccionismo idealista. Necesitamos
en cambio una concepción del mundo de la vida que conciba a los integran-
tes del mismo como sujetos reales, socializados ya siempre en el seno de de-
terminadas relaciones de poder, dominio y explotación, las cuales forman
parte (aparecen como siendo parte ya desde siempre) del mundo cotidiano.
Las relaciones, estructuras e instituciones que pueden distorsionar las rela-
ciones de comunicación y convivencia son en consecuencia parte integrante
del mundo de la vida y por tanto perceptibles en su carácter de fuentes de ta-
les distorsiones por parte de unos sujetos que no son meros espíritus que ha-
bitan en un plano evanescente de pura comunicación. De manera que la
cuestión de si las relaciones de explotación y dominación se pueden percibir
o no, no es tanto epistemológica (a saber, la cuestión de cuál actitud episte-
mológica se requiere para acceder a tales relaciones), sino sobre todo ideo-
lógica: si el tipo de interpretación moral y política de los fenómenos socia-
les dominante en una sociedad o en determinados grupos sociales (que
favorece determinados intereses y es contrario a otros) promueve o no, sa-
botea o no, en los grupos sociales subalternos una experiencia de las situa-
ciones problemáticas que les toca vivir por su posición social como tenien-
do su raíz en la estructura social asimétrica vigente y en decisiones políticas
que podrían tener un contenido diferente (y no en algo así como en un desti-
no o un modo de ser natural de las cosas) y como afectando no sólo a éste o
a aquel individuo (y por lo cual podrían ser atribuibles a su responsabili-
dad), sino a todo un colectivo social por su específica ubicación en la es-
tructura social.
Los miembros del mundo de la vida no son pues meramente sujetos lin-
güísticos, sino sujetos íntegros, que pueden sufrir dolorosamente no sólo
cómo determinadas estructuras, instituciones y prácticas sociales distorsionan
sus interacciones comunicativas, sino, sobre todo, cómo hieren su dignidad,
cómo frustran su vida, cómo impiden su autorrealización, cómo lo humillan,
cómo provocan en otros sujetos situaciones de sufrimiento y humillación que
resultan indignantes. Necesitamos pues una concepción del mundo de la vida
que abarque las diversas dimensiones de la vida íntegra de los sujetos, no so-
lamente la comunicación: una concepción del mundo de la vida que se haga
degger en 1928, donde, respecto al concepto de Umwelt (mundo circundante) y Mitwelt (mun-
do común) de Heidegger, se pregunta: «Pero, ¿hasta dónde se extiende ese carácter común?
Éste tiene sus límites ante todo en la situación histórica. (...) No sólo el mundo de significado
de los distintos círculos culturales simultáneos es diferente, también en el interior de tales
círculos se abren abismos de sentido entre los mundos. Precisamente en los comportamientos
esenciales existenciales no hay, por ejemplo, ningún entendimiento entre el mundo de los bur-
gueses modernos del capitalismo desarrollado y el de los campesinos o el de los proletarios.
Aquí se encuentra necesariamente la investigación con la cuestión de la constitución material
de la historicidad», ver H. Marcuse, «Contribuciones a una fenomenología del materialismo
histórico», en J. M. Romero (ed.), H. Marcuse y los orígenes de la teoría crítica, Madrid, Plaza
y Valdés, 2010, p. 104.
ción de los opresores y la de los oprimidos, esta última marcada por la discontinuidad y el con-
tinuo peligro de ser instrumentalizada por la clase dominante; ver W. Benjamin, Abhandlun-
gen, Frankfurt a. M., Suhrkamp, 1991, vol. I.3, pp. 1236-1237 y, del mismo autor, «Tesis de
filosofía de la historia», en Id., Discursos interrumpidos I, ed. cit., pp. 180-181.
42 El hecho de que mi argumentación mantenga fuertes convergencias con lo expuesto
por A. Wellmer en su libro Teoría crítica de la sociedad y positivismo, Barcelona, Ariel, 1979
(sobre todo, en su primer capítulo, «Ciencia social empírico-analítica y ciencia social crítica»,
pp. 5-74), un libro que sigue a corta distancia la estela de La lógica de las ciencias sociales y
de Conocimiento e interés, muestra que mi discusión con el planteamiento de Teoría de la ac-
ción comunicativa se sostiene en argumentos que pueden ser explicitados a partir de una lectu-
ra crítica de aquellas obras de Habermas y que, en definitiva, la presente discusión podría en-
tenderse como un pensar con Habermas (con el Habermas embarcado en una confrontación
con la hermenéutica a la luz de la problemática del estatuto e interés constituyente de una for-
ma de conocimiento social crítico) contra Habermas (contra el Habermas finalmente seducido
por la teoría de sistemas).