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1.

Significación espiritual
de las abluciones
En árabe se llama wu∂û’ a la ablución ritual previa a la azalá (salât).
Con las abluciones el musulmán y la musulmana anuncian su deseo de entrar
en un ™arâm, en un espacio vedado
donde se está especialmente consciente
de la Presencia de Dios. Porque
la salât es en el islam una estrategia de
ir ganando terreno a lo profano, y toda
estrategia precisa de un minucioso encadenamiento
de gestos. Con las abluciones,
el cuerpo reacciona y cambia
su anterior situación, lo cual lleva a un
estado propicio para ir a la salât. El
wu∂û’ es una llamada a la sobriedad
contra la ebriedad que produce la
dunyâ ( mundo). El wu∂û’ es el modo
de distanciarse de ese mundo extraordinariamente
cercano –que eso significa
literalmente dunyâ– que no deja
espacio para lo más auténtico del ser
humano. En la salât el musulmán encuentra
ese espacio para sí mismo. Sólo
postrado ante Dios, por paradójico
que pueda resultar, sólo extinguido en
su Señor, el musulmán y la musulmana
es él mismo, ella misma. Se debe
entrar en la salât «limpio-libre-vacío»
de adherencias, literalmente «iluminado
»: la palabra wu∂û’ tiene su raíz en
la noción de ∂aw, «luz». El agua es luz
para «el que hace la azalá» (musallim).
2. La importancia del elemento «agua»
Cuenta un hadiz que un día comenzó
a llover, y el Profeta salió de su casa
y se expuso al agua. Entonces, al verlo
sus compañeros, lo llamaron para que
se guareciera junto a ellos. Mu™ammad
les dijo que le gustaba hacerlo porque
esa agua «recién había brotado de junto
a Allâh». Este hadiz tiene relación
con la necesidad del wu∂û’. El islam es
una cultura de desierto y por tanto una
cultura donde el agua es un milagro.
No sólo en el islam, pero desde luego
en él, el agua, símbolo del principio vital,
del origen de la vida, tradicionalmente
ha sido considerado un elemento
idóneo para el rito de paso hacia la
adoración de lo sagrado. El agua pura
cumple esa función simbólica que restituye
el ser humano a su origen. El Corán
insiste en la generosidad divina
manifiesta en la lluvia, que da vida a la
tierra muerta. La civilización musulmana
ha mostrado hasta qué punto tenía
el agua como una joya preciosa,
creando ingeniosos medios de irrigación,
haciendo de ella adornos de sus
jardines. Como origen de vida que es, el
agua renueva y da más intensidad a
nuestras percepciones, nos hace más
receptivos, más sensibles, y de eso se
trata a la hora de comenzar la salât. De
despertar la atención, de «despertar al
cuerpo», para crear ese vaciamiento
que abrirá al musulmán a la inmensidad
de Dios.
3. ¿Una preparación al rito o parte del mismo?
Dice un hadiz del Profeta que el
wu∂û’ es la mitad de la salât. Por eso la
eficacia de la salât se pierde sin las
abluciones previas. Un célebre shayj
naqshbandí solía decir de los que no
hacen bien las abluciones: «Quieren ir
a la otra orilla sin cruzar el puente».
De ahí que en los tratados de fiqh se especifique
todo lo relativo al modo y
tiempo de realizar las abluciones, qué
es el tayammum (el sustituto de las
abluciones cuando no hay agua), qué
hace perder el estado de «limpieza ri-diferencia entre el wu∂û’ (ablución
menor) y el gusl (ablución mayor), etc.
4. La limpieza no es obsesión
sino cortesía
Este estado de «limpieza ritual»
(†ahâra) es una obligación del musulmán,
pero no una práctica que le obsesione,
porque no está vinculada a la
pureza de la conciencia sino a la limpieza
física y al estado de atención plena
que requiere la salât. El profeta
Mu™ammad encontraba en las dos
grandes religiones que le precedían
dos defectos: del cristianismo, le desagradaban
sus disquisiciones teológicas;
y del judaísmo, el grado de neurosis
al que llegaban sus prescripciones.
Si desde el punto de vista de la ‘aqîda
(cosmovisión islámica) el islam va a
constituirse a partir de certezas elementales
y de consenso, desde el punto
de vista de las prescripciones rituales,
el islam podría definirse como un
«judaísmo desneurotizado». La †ahâra
es simplemente la belleza con que los
musulmanes se presentan ante su Señor,
el Señor de los Mundos. Tal vez en
Occidente no se comprenda la naturalidad
con que entre los pueblos del desierto
se trata la idea de la suciedad física.
Por eso es muy desaconsejable
usar la palabra «purificación» en este
contexto, al menos en lo concerniente
al islam. Si se dice que en las abluciones
previas a la salât los musulmanes
se «purifican», podremos concluir que
el islam considera que –por ejemplo–
una mujer con la menstruación es impura...
Es extraodinariamente peligroso
usar en castellano la palabra impureza
porque está cargada de ideología.
Si decimos que «la ablución limpia la
impureza», además de traicionar el
sentido literal de la expresión árabe,
caemos en un enredo sin siquiera ser
conscientes de ello. Dice el Corán: «El
™adaz sobreviene a la criatura y tiene
que hacer el wu∂û’». El ™adaz –que de
ahí viene la palabra ™adîz– es «algo especial,
un acontecimiento» en el que el
cuerpo se tensiona particularmente.
Sin más complicaciones. Un acontecimiento
es hacer las necesidades, un
acontecimiento es la menstruación,
pero también un acontecimiento es recibir
una noticia impactante, un acontecimiento
es morirse, enfadarse o tener
un orgasmo. El islam no considera
«impuro» a nadie con el sentido que le
da un occidental por haberse exaltado
en exceso, por haber hecho sexo, ni a
nadie se le considera sucio por haberse
muerto. La muerte no «ensucia» a
nadie y se hace necesario, sin embargo,
un wu∂û’ del cadáver. Sólo a los
que han muerto en la defensa del islam
no se les debe lavar como se hace con
el resto de los difuntos porque –según
se dice en el Corán– siguen vivos.

􀁁ISLAM
1. Cualquier acción puede ser un acto
de culto
En árabe se llama ‘ibâda a todo acto
de culto, entendiendo por «culto» cualquier
acción humana que muestre la
aceptación del señorío que Dios tiene
sobre la persona. ‘ibâda es un término
derivado de la raíz de ‘abd (siervo, esclavo).
En el lenguaje diario de los musulmanes,
se identifican las «‘ibâdas»
con los cinco pilares del islam (arkân alislâm),
siendo, tal vez la salât la forma
de ‘ibâda más evidente en la cotidianidad.
En realidad, el ámbito de lo que es
‘ibâda es mucho más amplio que esas
cinco veces al día que los musulmanes
se postran ante Dios orientados hacia
Meca. Toda la vida del ser humano, todos
sus actos, pensamientos y palabras
son ‘ibâda, en tanto que son un ejercicio
de atención absoluta en medio de lo cotidiano
que nos aproxima a Dios.
2. El trabajo es acto de culto
La palabra ‘ibâda (término que designa
la acción de la raíz de este verbo)
significa literalmente «trabajo», igual
que su correspondiente hebrea ‘abodá.
Y es precisamente para una comprensión
más profunda de lo que es la ‘ibâda
del musulmán por lo que ha llegado
hasta nosotros un hadiz del profeta
Mu™ammad que dice literalmente: «El
trabajo es ‘ibâda». Es nuestro trabajo lo
que damos a la sociedad para su bienestar
y progreso; es con él como construimos
civilización. En el trabajo demostramos
eficacia, fuerza, constancia,
ingenio, sensatez y generosidad, todo lo
cual nos va realizando a nosotros mismos
y, por tanto, acercándonos a Dios.
3. La shahâda
Testimonio.
4. La salât
Azalá.
5. La çakât
Azaque.
6. El Ramadán
Ayuno.
7. El ™aÿÿ
Peregrinación

- El islam es una religión monoteísta, por lo tanto cree solamente en un solo dios, al que lla-
man Alá. La religión musulmana tiene el credo musulmán y luego tiene las manifesta-
ciones litúrgicas.
El credo musulmán tiene seis artículos de fe que son: Dios, los ángeles, los libros, la resu-
rrección, los profetas y la predestinación final.
Por su parte, las manifestaciones litúrgicas del credo tiene cinco:
El testimonio de la fe musulmana, que tiene dos partes: la creencia en un dios único y en
Mahoma, que es el mensajero de Dios; después tenemos el culto o la oración ritual; el
ayuno durante el mes del ramadán; el pago del impuesto religioso para la comunidad y dife-
rentes fines; y por último la peregrinación a la Meca.
Por una parte tenemos lo que son los cimientos y fundamentos de la fe musulmana y por
otro lado lo que es la expresión de esa fe musulmana. Esto ocurre generalmente en la mez-
quita que tiene una triple función: una función de culto, una función social y una función
didáctica, donde el imán explica las cosas y transmite la enseñanza de los textos del Coran
o de otros textos de la tradición musulmana.

A parte del Corán tienen el texto de la revelación, que para los musulmanes es una revela-
ción divina ofrecida a Mahoma. Después tenemos la tradición profética de Mahoma, es
decir el ejemplo, las palabras y las actitudes. Estos dos elementos, divino y humano,
son las dos fuentes de la legislación. A lo largo de la historia del islam se han añadido
otras dos fuentes. Una que es el consenso de los juristas, cuando están de acuerdo en la
aplicación de la ley en un caso determinado y después la analogía de situaciones. Estas cua-
tro son las fuentes fundamentales de la ley islámica.
A parte de esto tenemos una dimensión local, una dimensión nacional y una dimensión glo-
bal del islam.
¿Es el islam una religión de paz?
Yo creo que no se puede decir que islam es igual a paz, algo que ahora oímos constante-
mente. Eso es un error lingüístico y un error gramatical, ya que el islam por definición sig-
nifica sometimiento a la voluntad de Dios. El musulmán es aquel que se somete a la volun-
tad de dios. Evidente que después tenemos todas las consecuencias a ese sometimiento y
tenemos esa parte bélica y guerrera que vemos en los yihadistas. Es verdad que ese término
yihad en sus diferentes acepciones y en su diferente composición verbal y gramatical lo en-
contramos en el Corán 164 veces. Podrán decir que los cristianos, en el Antiguo testamento
también tenemos historias de guerras. Pero tenemos el Nuevo Testamento que ha ido más
allá. Todo es parte de nuestra historia, nos guste o no nos guste. Por eso, uno de los
grandes retos que tienen los juristas musulmanes es hacer hincapié en todas las partes
positivas que tienen el Corán, y que son muchas. Los yihadistas y los islamistas, al coger
esa parte bélica y presentarla como la esencia del islam, están pisoteando su religión.
- ¿Cree que el islam puede convivir con otras religiones?
- Los cristianos han convivido con los creyentes de otras religiones toda su historia, pero lo
importante es ese testimonio y ese convencimiento que deben tener los cristianos. Eso irra-
dia. Ahora nos hemos anquilosado mucho y nuestra fe no tiene la energía, no tienen lo
que tienen que tener. La convivencia es un elemento esencial. Convivir con la humanidad
de cada uno, convivir en la libertad, en el respeto. Y el musulmán tiene tanta humanidad
como la que pueda tener yo. Todos tenemos denominadores comunes, tenemos las mismas
necesidades, etc. Lo que nos diferencia muchas veces es la cultura, la religión o la lengua,
pero podemos encontrar terrenos comunes para resolver los problemas que tenemos. El pro-
blema de la violencia no es solo un problema islámico, es un problema de todos. Tenemos
que ver todas las áreas en las que podemos colaborar, como por ejemplo la justicia social en
la defensa de los derechos de la mujer, de los niños, en la defensa de una buena educación,
en el respeto común, respeto de los espacios públicos, etc.
Justo Lacunza

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