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© Gastón Carrasco
© Ajiaco Ediciones
Primera Edición Cuadernos de Poesía
Biblioteca de Santiago, dic2011
Segunda Edición Ajiaco ediciones, agosto de 2016
ISBN:
Colección Literatura chilena - Poesía
Contacto: ajiacoediciones@gmail.com
www.ajiacoediciones.cl
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EN TODA LA LUZ DEL MEDIODÍA
10 / Gastón Carrasco
SUBTERRÁNEO
Un pasamanos de metal
mojado
entre los dedos.
Alguien llora
despacito, como para no molestar
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AM
intermitente
12 / Gastón Carrasco
NEGATIVO A CONTRALUZ
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VERSIONES
decenas de genuinas
falsificaciones.
14 / Gastón Carrasco
(SI CONGELAS UNA MOSCA DURANTE
ALGUNOS SEGUNDOS, ESTA COMIENZA
A HIBERNAR Y PARECE HACERSE LA
MUERTA. LUEGO, SI LA FROTAS CON
ALGO LEVEMENTE TIBIO, COMIENZA A
MOVERSE, A DESPERTAR)
El poema:
Una mosca
muerta
sobre una hoja
en blanco.
La lectura:
El vuelo
la resurrección.
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TORRES DE ALTA TENSIÓN:
CRUCIFIJOS O LAS CUENTAS
DE UN ROSARIO
El cableado en la ciudad.
La fe en la luz y
la posibilidad de la lectura.
la cúpula de un templo.
El sol:
el suicidio y el resucitar
eterno del día
16 / Gastón Carrasco
ESTÁS CANSADA
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y no se detiene: está cansada de los juguetes que se
rompen
de las narraciones a medio contar, sin final.
La madre sueña una de las historias de su hija
como si fuese un verdadero recuerdo de su vida.
La niña le comienza a cantar una canción de cuna
a su madre sin poder recordar muy bien la letra.
La luz de la luna se cuela entre un pedazo de cartón
y vidrio trizado.
18 / Gastón Carrasco
ES CUESTIÓN DE USAR LAS MANOS
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Esconde lo que hizo como si fuese una maldad.
Afuera de la casa: cordillera blanca y cielo rojo, de
eso se trata.
Un pariente le dice que eso parece un poema.
El rostro del niño se enrojece.
Asocia la maldad a la escritura muy vagamente.
Sin tomar conciencia
trata de escribir desde la posición más incomoda
posible
–errar el tipeo– decir algo de una forma y que
suene a otra.
De eso se trata: cordillera blanca y cielo rojo.
El niño busca el cansancio en los ojos de su padre.
Lo escribe. De paso, ejercita la mano y la mirada.
Todo se vuelve una cuestión de resistencia.
20 / Gastón Carrasco
EL CAPÍTULO DE MEDUSA
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KINDER A CIEGAS
22 / Gastón Carrasco
VIEWMASTER: UNA IMAGEN TRAS LA OTRA
O UN RECUERDO ESTANCADO EN LA
MEMORIA
Se cambia la imagen.
La chica insiste en pasar el dedo índice
por encima de la fotografía.
Impresiones adquiridas en el tacto
en la huella digital, en la iris de la piel.
Memoria táctil:
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jugar con la ceniza del incienso
que se encuentra en los rincones de la casa
o con el azúcar derramada
sobre el mantel plástico floreado.
Se cambia la imagen.
Entramos a un departamento prestado
vacante por algunos días.
Escenificamos la vida de una pareja recién casada.
Vivimos de memoria. Como si siempre hubiésemos
estado juntos en aquel lugar. El fin de semana
fue una vida.
Antes de irnos dejamos todo como estaba.
Incluso tratamos de reparar un par de cosas.
Todo a modo de agradecimiento.
Nuestras sombras se fueron con nosotros.
Se cambia la imagen.
El dedo índice se dirige a la cavidad ocular.
Una mugre entra al ojo.
Acaso no es eso la mirada:
24 / Gastón Carrasco
algo interrumpe, nubla la vista y ya.
Todo se torna difuso. Comienza la fractura.
El juego entre la mano que ajusta el lente
y la imagen por captar. Si no te apuras se te va.
Esquiva: la buena fotografía siempre es la chica
más linda de la fiesta.
Última imagen.
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NERVIO ÓPTICO MECANIZADO
26 / Gastón Carrasco
TEMPLO
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TESTIMONIO
a Carla Horeau
de otra manera.
28 / Gastón Carrasco
fotografía.
Alguna vez quise sacar aquel retrato de aquel sitio
tal vez poner alguno mío y decir que el otro
se había quemado por combustión espontánea
o algo parecido. Mentir. Estar allí, en la pared
y en tu memoria.
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DE VISITA
La vista de entrada:
30 / Gastón Carrasco
REVELACIÓN
de un no vidente.
transeúntes
espectáculo de peces.
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AL PONER EL OJO EN EL LENTE
32 / Gastón Carrasco
DIARIO DE ESCRITURA: LOS POEMAS QUE
NACEN EN EL VIAJE
*
Soy testigo del nacimiento del sol. A veces solo veo
esas hebras de luz aparecer al otro lado del camino,
como espigas de trigo en la cordillera (que es una
suerte templo: blanco, con monjes, figuras y animales
sagrados). Son los últimos pelos de dios, ese anciano
con pelos dorados, me dijiste alguna vez, porque el sol
es siempre dios, durante mucho tiempo, para muchos.
Fuimos testigos del nacimiento de un dios, entonces. Y
solo entonces, pudimos seguir durmiendo.
*
Entro en los látigos de asfalto: piel seca de serpientes.
Confundo la palabra autopista por autopsia, evoco
entonces los cientos de muertos que vi en el camino
durante mis viajes, hileras de bolsas negras o sacos de
dormir (eterno), vestiduras para un viaje algo más ligero.
Los autos acordeones (hechos bolsa) rechinan, mientras
el ruido del neumático contra el asfalto marca algunas
notas en sordina. Ese sonido queda durante algunos
segundos dentro tuyo, como palabras incómodas, hasta
que das con la fórmula: fuerza más velocidad igual
potencia igual muerte.
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*
Con la insistencia de padres capaces de levantar castillos
de peluches en el lugar del incidente viajo día a día, rodeo
la ciudad en un abrazo incómodo. La veo a la distancia,
con la inseguridad de un animal herido, mientras miro
de reojo las fotos de niños (muertos y sonrientes), en las
animitas. Los remolinos de papel brillante se mueven
con el lenguaje del viento, mientras la tinta de los
mensajes (o favores) se corroe por la lluvia, el polvo, el
tiempo: la escritura un maquillaje que se corre.
*
Rodeo la ciudad como un navegante la esfera de agua,
trace rutas imaginarias, mapas que son manchas,
mientras pensaba, estoy a bordo de un bus que bien
pudiese ser un barco en la niebla.
*
Me pongo a escribir en un notebook viejo pero fiel
(carne de perro) y las teclas comienzan a saltar, ¡como
cabritas!
*
Un mochilero saluda a cada uno de los vehículos que
no lo llevan.
*
Vi entonces muchas cosas, y las sigo viendo, algo
borrosas. De algún modo siguen removiéndose
en el interior de mi cabeza (peces koi en el estanque).
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Hurgar en la memoria: dedos en el interior de un bolsillo
vacío o en un frasco con arroz, semillas, legumbres.
*
Empiezo a hurgar y aparecen las imágenes que busco:
juguetes, dioses y paisajes, excusas para activar o remover
el tiempo, esa medida que contemplo y completo en el
presente.
*
Un perro muerto en el camino (como cientos) tiene
expuesta su fractura, la columna vertebral ya no sostiene
ese costal de huesos, el sistema nervioso no transmite
estímulos ni sensaciones, no hay lenguaje hasta que otro
perro, se aproxima, huele y lame la sangre del caído.
*
Los cerros nos persiguen como ballenas que se hunden y
renacen. A veces creo que somos nosotros, incansables,
quienes persiguen a los cerros por venganza, ceguera,
costumbre.
*
La bruma baja de los cerros como niños que juegan,
corren y pasan entre nuestras piernas, inquietos, con el
corazón a mil por hora, como esta nave en la carretera.
*
Camiones con intención expresionista pintan el lienzo
de asfalto: salpicaduras de tomates, frutillas y duraznos
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*
Duermo como pez, con un ojo abierto y los brazos
serpiente enrollados en mi bolso cargado con tesoros
inservibles. La basura de unos es el tesoro de los otros
(cambie unos por ricos y otros por pobres). En la película
los otros también eran los muertos.
*
Nos preguntamos, qué hace la luna (un plato, una
hostia) acompañando al sol en su recorrido por el valle.
Una mancha del vidrio que podemos borrar con el dedo
índice y algo de saliva. De ese cráneo (la luna) vemos
el hueso parietal y fabulamos con la calavera que no
vemos.
*
Con generosidad el sol entibia los rostros.
*
La colisión, un sonido estridente, autos que frenan a
toda velocidad (giran como monedas en mi mente) y
se retuercen, acordeones. El sonido del neumático (risa
de hienas o arpías) y el golpe enmudecen los quejidos y
gritos de ayuda.
*
Una joven se sienta junto a mí con un pequeño gato (de
unos pocos días). Cuando noto que acaricia y lame al
animal, me mira y dice: soy su madre.
36 / Gastón Carrasco
*
El olor a descomposición, los cerdos como cabras
perdidos en los cerros y en jardines de vecinos, el camión
volcado aun. Un cementerio de cerdos en la autopista,
un campo de cerdos bordados, reventados como globos
o envases de paté. Un viejecito en carretilla se lleva un
par de ejemplares, fresquitos, para la once o la cena.
*
Despierto a veces, busco en mis bolsillos algún trozo de
hoja y algún lápiz con la punta gastada, suelto la mano
para continuar mis intentos, ejercicios fallidos, otras
veces salgo mejor parado y, con la agilidad de un chofer
que esquiva animales en la autopista (a 100 por hora, y
más), doy con la palabra: una piedra triza el vidrio y deja
un rayo, una red o telaraña. Una idea vibra al ritmo de
la ventana.
*
Quizá en este movimiento (de un punto A a un punto B)
permanecen las cosas intactas. Recuerdos en una repisa
que pocas veces limpio: libros, fotocopias, boletas.
*
Un auto arrastra a otro, unidos por la tensión de una
cuerda o soga lo suficientemente resistente. Un ave se
posa con tenacidad de equilibrista.
*
Un escolar abre su mochila y come algo escondido, el
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almuerzo que la madre le preparó para la tarde. Mueve la
mano rápidamente para sacar trozos de carne, de manera
prensil y elástica: la lengua de una iguana cazando a sus
presas. El insecto no ve venir la muerte.
*
De las cosas que encontré en los asientos: monedas,
siempre monedas; alguna billetera sin dinero con
fotografías de la virgen y algunas exuberantes mujeres
(recortes de revistas, seguramente), un mensaje escolar:
te espero a las 15:00 en la plaza x y santitos o crucecitas
de palo.
*
Tuve que despertar al chofer para no chocar.
*
Cuando todos estamos hasta el tope, a punto de explotar,
sudorosos, apestados por el viaje, y surgen gallinas en la
cabeza que completan el carácter provincial de nuestro
viaje, un joven descuidado sube con una guitarra (¡para
colmo de muchos!) y logra, incómodo, doblado, cantar
El derecho de vivir en paz.
*
La mujer con recelo aprieta la cartera en su regazo.
Desconfía un poco de su clase. Esconde con misterio
ese abismo de labiales, protectores y otros artilugios
que no comprendo ni pretendo comprender. Recuerdo
que cada vez que intenté desde niño sacar algo de esos
cofres del tesoro, salí manchado de rojo o apresado por
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algún artículo (como por pinzas de cangrejo). Supe
tomar distancia, aunque a veces aún salgo manchado y
apresado por curioso.
*
Me desplazo un poco a la deriva, atento a todo lo que
pasa o sucede, con la cámara imaginaria colgando del
cuello (como un albatros o un cisne negro de cuello
quebrado).
*
Los poemas son parte del ejercicio, son producto del
taller en movimiento, de la experiencia de la realidad,
un rostro que se afeita y corta durante la mañana.
*
Un camión colmado de cerdos nos pasa. Podría jurar
que uno de los cerdos sonreía y se burlaba de nosotros.
*
Un hombre mueve los labios, reza o blasfema con los
ojos cerrados. Mueve la pierna como queriendo taladrar
el piso. Un pensamiento flecha se cruza en su mente.
Saca su teléfono y busca el número. Hace las preguntas
pertinentes. Sigue su monólogo interno, con la pierna
un poco más tranquila.
*
Algunos rostros me hacen pensar en que nos dirigimos
hacia algún tipo de desastre, tipo zona cero, o
directamente hacia la guerra. Las preocupaciones,
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traducidas en ceños fruncidos, caras hoscas (talladas por
algún artesano triste), son las mismas de la muerte no
asumida. Solo la pregunta de una niña me hace salir de
ese pasaje: ma, ¿quién afirma la montaña?
*
Otra de la niña (refiriéndose a la cordillera): ¿por qué se
ven como caritas?
*
Medio dormido noté que una chica comenzaba a tocar
mi pelo, en un suerte de caricia inconsciente, primero
de manera lenta y pausada, luego, con más confianza,
haciendo una leve presión con la mano en posición
arácnida. Ante la posibilidad de interrumpir el acto de
cacería de la viuda, seguí haciéndome el dormido (o
directamente el muerto).
*
Desperté y me atreví a mirar el presente, con la
serenidad de un niño o una bestia que recoge del sol
el calor, tendido a sus anchas. Sentí entonces deseos de
abrazar algo o a alguien, deseos irrefrenables de salir al
encuentro fortuito con la muerte, en un accidente, o
con la vida, daba un poco lo mismo a esas horas de la
mañana.
*
Podría decir que hay un momento del amanecer, mientras
la mayoría duerme camino al cadalso o matadero, que
el brillo del sol hace rejuvenecer a algunos. La acción
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del calor sobre el rostro en vigilia elimina los surcos y
manchas, cierra cicatrices y relaja la tensión de los ojos
que se mueven inquietos como peces bajo los párpados
cansados.
*
A veces despierto con poca voz, o con la voz directamente
gastada. Las cuerdas vocales se tensan al punto de
impedirme la palabra. Algo más ronco, murmuro alguna
estupidez (que solo reconozco por la cara sonriente de
mi compañero anónimo de viaje).
*
Un hilillo de saliva cae de los labios de una mujer algo
mayor, leo interrumpidamente unos poemas sobre visitas
incómodas (cuervos, cni, prestamistas y ex amantes)
e intercalo la mirada a las comisuras de la mujer: un
manantial en la tersura de la piel. Un leve movimiento y
quejido coronan el paisaje edénico en su rostro.
*
Los emisarios de la lluvia se trasladan de un punto a otro
sobre nuestras cabezas. Alguno deja caer sus cobardías,
sin vergüenza sobre los techos de los vehículos y los
parabrisas con sentido expresionista. Es su forma de
decirnos que no importamos más que la lluvia, que
viene un ejército de nubes a inundarnos, que si bien
ellos y nosotros nos desplazamos en grupo, ellos saben
hacia dónde y con qué propósito, desde siempre, antes
que nosotros.
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*
Un niño hijo de madre exagerada y precavida lleva una
parca azul que lo envuelve: una nube.
*
Ventana, no pasillo.
*
Entonces entiendo, casi al final del trayecto: voy hacia
ti.
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