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En 1874 asume como Presidente Nicolás Avellanada, el mismo designó a Adolfo Alsina como

Ministro de Guerra y Marina, que además de desempeñarse como gobernador de Buenos


Aires entre (1866-1868), había ocupado el cargo de vicepresidente durante el mandato de
Domingo Sarmiento (1868-1874). Siendo Ministro ideo un plan estratégico del cual esperaba
obtener buenos frutos aunque este causo numerosas polémicas: su idea consistía en un
avance de la frontera hacia el sudoeste en cuya delimitación se cavaría una zanja que
impediría el arreo de ganado en caso de una incursión o malón indígena.

El plan consistía en establecer fortines cada una legua (poco más de cinco kilómetros)
dependientes de una serie de comandancias militares (Italó, Trenque Lauquen, Carhué,
Guaminí y Puan) ubicadas estratégicamente y que estarían conectadas mediante el flamante
telégrafo. Alsina: “...hacer imposible las grandes invasiones y difíciles las pequeñas.” Con esas
palabras este mismo dejaba en claro cuál era el objetivo de su plan.

Para fines de 1874 Namuncurá hace su presencia nuevamente a través de fuertes reclamos
entre los cuales se encontraba el levantamiento de los fortines sosteniendo que “indios y
cristianos están destinados a vivir como hermanos”, pero esta actitud pacifista duro poco
tiempo ya que invade Junín y los malones llegan hasta Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza.
En 1875 Namuncurá vuelve a invadir Buenos Aires con un gran ejército de indios, en la que
provoca decenas de muertes, causa números incendios y se apropia de unas 50000 cabezas de
ganado. Alsina negocia con Namuncurá al año siguiente, volviendo a hacer éste exigencias
absurdas de sobornos y bienes materiales.

En Buenos Aires comienzan a ver con malos ojos las actitudes permisivas de Alsina, que
mostraban al gobierno como inferior ante los reclamos de los salvajes. Para ese año la zanja se
encontraba casi terminada. Un logro importante que obtuvo Alsina fue el servicio de fronteras.
Los fortines hasta ese momento presentaban la dificultad de las comunicaciones a lo largo de
toda la frontera, que hasta el momento se hacía a caballo, y requería días y noches de galope,
por lo general cuando el mensaje llegaba a quien debía llegar, los malones ya habían actuado
y huido. Ingeniosamente se ideó un sistema de cañones en cada fortín, los que en caso de un
ataque de algún malón hacían un disparo y el estruendo avisaba al fortín siguiente que pasaba
a ruido de cañonazos el alerta. El sistema resultaba poco efectivo puesto que durante la noche
la respuesta armada era prácticamente imposible y las guarniciones se encontraban mal
equipadas. Es así como Alsina solicita recursos al Congreso de la Nación para unir
telegráficamente el despacho ministerial con las comandancias diciendo que “no sea que
paguemos en sangre lo que pretendemos ahorrar en oro”. Adhiriendo al plan se instalan cinco
comandancias con fortines intermedios, todos unidos por la zanja. Las comandancias se
hicieron en Carhué (la de mayor importancia estratégica puesto que por allí convergían las
rastrilladas de los malones que sacaban hacienda robada). Las otras se establecieron en Puán,
Guaminí, Trenque Lauquén e Italó.

En 1877 se lanza la primera ofensiva desde la campaña de Rosas, frente a la inefectividad que
había presentado la zanja y la línea de fortines. Ante la constancia de los malones se hizo
necesario configurar una operación a gran escala para desarticular las tolderías de los malones
que robaban hacienda al norte de la frontera. La llevarían a cabo cinco columnas, una desde
cada comandancia:
1ª) Desde Carhué, al mando del Coronel Levalle.

2ª) Desde Puán, al mando del Teniente Coronel Maldonado.

3ª) Desde Guaminí, al mando del Teniente Coronel Freyre.

4ª) Desde Trenque Lauquén, al mando del Coronel Villegas.

5ª) Desde Italó, al mando del Coronel Nelson.

Esta ofensiva surtió sus efectos: desorganizó a los indios, desarticuló los malones que por unos
meses mermaron, y se pudo reorganizar la defensa de la frontera. Alsina muere en ese año y la
frontera se había asegurado desde Vutaló (Córdoba) hasta San Rafael.

Queda Julio A. Roca a cargo de esta guerra en la cual lanza una campaña ofensiva y dispone
suplir las falencias de la estrategia de Alsina.

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