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Apuntes libro Ortigosa

“De aquellos trabajos de síntesis se desprende, primeramente, que el origen de los cabildo
hispánicos en América respondió a un objetivo común que era, según Zorraquín Becú, “servir a
la vez de defensa contra el indígena, de centro político, social y económico y de escala en las
comunicaciones. La ciudad fue simultáneamente fortaleza y mercado, sede gubernativa,
centro cultural y núcleo de donde partía la expansión militar, religiosa y económica”. Por
tanto, la estructura y funcionamiento de los mismos debía dar respuesta a estas necesidades
del interesado sencillamente, afianzar la ocupación de la tierra y la instauración del modelo de
vida castellano” (Ortigosa: 16)

Elementos a comparar: el espacio jurisdiccional de cada cabildo, el reconocimiento del cabildo


y la ciudad como tal por el rey, la concesión de derechos particulares, la petición de las
ciudades que se consolidaron de una mayor inserción en el sistema imperial,

“la calidad ostentada por cada población y la configuración de sus cabildos, si es que disfrutaba
de él, también dependía de la importancia que, junto a su territorio, se le otorgaba dentro del
imperio” (Ortigosa, 20) No era lo mismo Lima que Salta.

“eran habituales los conflictos de intereses entre las autoridades locales y los representantes
de la Corona en cada lugar” (Ortigosa 22)

“en los cabildos indianos concurrían una serie de características que los hacían diferentes de
los castellanos y que, por tanto, obligaban a que la estructura capitular se adaptara y
modificara en función de su realidad. De tales características Yalí Román destaca la falta de
propios y arbitrios la escasez de vecindario español entre su población, la estrecha sujeción a
las autoridades superiores, las diferencias del medio racial y geográfico, la falta de estructuras
sociales, la diferente configuración de las relaciones ciudad-campo o las vacilantes estructuras
económicas y de mercado, entre otras.” (Ortigosa: 27)

“Desde el comienzo de la venta de oficios, hasta el siglo XVIII, coexistieron ambos y, en


ocasiones, en un mismo ayuntamiento.” (Ortigosa: 30)

“la venta de estos oficios se generalizaron a partir de la cédula de 1559 y, durante las dos
dé/cadas posteriores, dicha disposición se convirtii en el modelo de las nuevas órdenes que se
dictaron a tal efecto, como las de 1564, 1570 y 1581, redactadas para sacar a la venta más
oficios capitulares… también lo evidencia la real cédula de 21 de abril de 1554 que ordenaba la
exclusividad de los vecinos para la elección de cargos concejiles “donde no estuvieren
vendidos los oficios de regidores”” (Ortigosa: 30-31)

“aunque todo el proceso desembocara en la conocida real cédula de 1 de noviembre de 1591,


que estableció la venta de los oficios de Indias, extraña que sólidos autores como Andrés Lira,
Luis Muro o Martínez Ortega afirmen que la historia de la venta de oficios en Indias comenzó
con ella… esta disposición, en realidad, ordenaba que se vendieran todos los regimientos
vacantes, así como los oficios de alférez real y alguacil mayor para lograr fuertes sumas de
dinero de un modo rápido. Eso sí, abrió la posibilidad de comprar regidurías a gran escala y de
multiplicar los oficios existentes en los municipios indianos” (Ortigosa, 31)

Pero fue en 1606, mediante la real cédula de 14 de diciembre, cuando se estableció y


reglamentó más profundamente el sistema de ventas y renunciación perpetua de la mayor
parte de los puestos de la administración. Lo más destacado de esta real cédula y la dictada un
año más tarde, el 31 de diciembre de 1607, fue el establecimiento de la plena propiedad de los
oficios públicos, al enajenarse “in perpetuum” o “por juro de heredad”, lo que permitía
renunciarlos en quienes quisieran.” (Ortigosa, 32)

“en un ambiente sereno… se hacía mucho más difícil encontrar candidatos a ocupar las
regidurías. Ello podía ser debido a la incomodidad que suponían las periódicas reuniones y la
facilidad con la que podían granjearse nuevos. En esos casos, lo cierto es que los puestos
capitulares tardaban bastante en ser reocupados debido al desembolso que suponía su
obtención, con poca rentabilidad, y las nuevas composiciones y confirmaciones que debían
realizar para mantenerse en sus puestos si eran los mismos antiguos propietarios” (Ortigosa,
33)

“parece que fue debida a la pérdida de poder de los cabildos motivada por la venalidad de los
oficios, que llevaba a que sólo unos pocos individuos con recursos económicos, generalmente
criollos, tuvieran acceso a los cargos de poder.” (Ortigosa 35) RC de 1664, revocada en 1698,
“que prohibió las renunciaciones de este tipo de oficios, con lo cual los regidores perdían la
posibilidad de recuperar, en algún momento, parte de la inversión realizada” (Ortigosa 36)

“Se asistió a un interesante proceso de mutación en las salas capitulares, de forma que donde
antes se asentaban beneméritos ahora lo podían hacer mercaderes recién llegados o donde
antes había rancios encomenderos ahora se podía encontrar mineros enriquecidos.” (Ortigosa
36)

“también, las renunciaciones podían encubrir en algunas ocasiones auténticas ventas del
cargo” “ocurría lo mismo con la designación por parte de los titulares de las regidurías de sus
tenientes en barrios o pedanías. La elección del subalterno se reducía por regla general, a la
venta encubierta del tenientazgo a algún conocido o persona de confianza.” (Ortigosa, 37)

Las alcaldías ordinarias

“eran los alcaldes los que asumían el liderazgo de la institución municipal allí donde no hubiera
una autoridad superior, aparte de encargarse de resolver los asuntos judiciales, civiles y
criminales en primera instancia.” (Ortigosa: 41)

Hay que ver si los alcaldes tenían derecho a voto o solo la administración de justicia y las
capacidades de inmiscuirse en el gobernó de la vida municipal como los regidores. En algunos
lugares como Campeche disfrutaron del título de teniente de capitán general haciéndose cargo
de las cuestiones militares. En Yucatán los alcaldes ordinarios tenían facultad para sustituir al
gobernador cuando está ausente o muerto, por tanto también podían conceder encomiendas,
a pesar de estar prohibida por ley. (Ortigosa 44 y 45)

Sociedad Chilena de Historia y Geografía, Actas del cabildo de Santiago, Santiago, Academia
Chilena de la Historia, 1992.
“Extracto de las preeminencias con que fue fundada esta capital y las ordenanzas, autos de
buen gobierno y otras providencias que se hallan en los libros capitulares” Año 1784. Archivo y
Biblioteca Históricos de Salta, Actas capitulares de Salta, carpeta 9, pág.

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