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TRABAJO INFANTIL

Más de 196 mil niños y adolescentes trabajan en


Chile. De ellos, 107 mil lo hace en condiciones
inaceptables, no cumplen la edad mínima de
admisión legal al empleo de 15 años, no asisten a la
escuela, trabajan en la calle, de noche o por más
tiempo que la jornada legalmente establecida para
todos los trabajadores.
Pequeñas manos esforzadas, cariñoso apoyo de los
que trabajan con sus padres, adolescentes en un
mundo laboral no siempre amable, cansancio y
peligro rondando a quienes ganan su sustento en las
calles. Son los niños y adolescentes que trabajan,
una realidad casi invisible donde se enfrentan los
derechos de la infancia y la necesidad de sobrevivir.
Estas son las imágenes y cifras de ese Chile.
Desde el año 2002, el Ministerio del Trabajo y Previsión Social y la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) han llevado adelante un ambicioso proyecto de cooperación destinado a develar la realidad del trabajo
infantil y adolescente en Chile.
El objetivo no implicaba simplemente conocer magnitudes y características de una problemática muchas
veces invisible y oculta, sino además proponer y construir políticas eficientes para erradicar el trabajo
inaceptable de los niños y asegurar condiciones laborales adecuadas a los adolescentes
Según las últimas estimaciones entregadas por la OIT, en el informe mundial "Un Futuro sin Trabajo
Infantil", en el mundo 246 millones de niños y adolescentes, de 5 a 17 años están incorporados al trabajo.
Tres cuartas partes de ellos están atrapados en sus peores formas, que incluyen, entre otros, los trabajos
peligrosos tanto por sus condiciones como por su naturaleza, la esclavitud, el tráfico de personas, la
servidumbre por deudas, la prostitución, la pornografía y otras actividades ilícitas. En América Latina y el
Caribe uno de cada cinco niños (20 millones) ente 5 y 14 años trabaja.
Aunque comparativamente a nivel internacional los datos obtenidos en esta investigación son menos
preocupantes que los de otras naciones en desarrollo, el panorama revelado tampoco es alentador: en Chile
hay más de 196 mil niños y adolescentes trabajadores, de los cuales poco más de 107 mil lo hace en
condiciones inaceptables. Ellos se ven afectados por dos o más de estas características: no han cumplido la
edad mínima de admisión legal al empleo de 15 años, no asisten a la escuela, trabajan en la calle, de noche o
por más tiempo que la jornada legalmente establecida para todos los trabajadores. Son niños y adolescentes
que se ven seriamente limitados en el ejercicio de sus derechos a la educación, recreación, salud física y
mental. Tampoco crecen en un ambiente de cariño ni de protección, lo que limita las oportunidades de
progreso y desarrollo.
En Chile, como en otras partes del mundo, el trabajo infantil y adolescente se explica por la necesidad que
tienen familias muy pobres de asegurar la subsistencia. Algunas de ellas presentan problemas de
desintegración de sus hogares, abandono por parte de alguno de los padres, violencia intrafamiliar,
alcoholismo e incluso drogadicción. En estos casos, el trabajo infantil y adolescente no es sino la expresión
más visible de una realidad social ligada a una miseria aún más profunda que la sola falta de ingresos.
También hay otra realidad, niños y adolescentes que apoyan a sus familias en sus actividades productivas, y
contribuyen así a mejorar los ingresos familiares. Habitualmente, ello ocurre en condiciones de mayor
armonía familiar y se asocia al aprendizaje de un oficio que puede ser desempeñado a futuro.
Sin embargo, en muchos de estos casos, el trabajo infantil y adolescente involucra largas y agotadoras
jornadas de trabajo, inadecuadas para niños y adolescentes, y se constituye en un obstáculo para una normal
inserción educacional y social. En otros, las labores se desarrollan en la calle, durante la noche o en
ambientes peligrosos.

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