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Docente:

• Lic. Gerardo Rosales

Alumno:

• Osman Castellanos

Asignatura:

• Procedimiento y Practica Procesal Administrativa

Asignación:

• Tarea #4

Fecha:

• 28 de Octubre, 2019
Introducción
El siguiente trabajo explica la perfección de loa actos administrativos, sus caracteres
y la revisión de oficio permitiendo un entendimiento de cada una de estas partes y
explique su importancia en el Derecho. Cada parte en el presente ensayo es de
importancia dentro de procedimientos en el Derecho Administrativo.
 Perfección y Eficacia de los actos administrativos
Un acto administrativo se perfecciona una vez que está constituido por el conjunto
de elementos que funcionan como requisitos de su validez. Ahora bien, el acto
administrativo no es, por la simple circunstancia de que reúna tales requisitos,
jurídicamente eficaz: pues, como señala la Ley de Procedimiento administrativo, «la
eficacia quedará demorada cuando así lo exija el contenido del acto o esté
supeditada a su notificación, publicación o aprobación superior. Resulta, por tanto,
que son varias las causas que determinan la pendencia de la eficacia de los actos
administrativos:
1. En primer lugar, cuando así se desprenda del contenido del acto. Esto ocurre
en los actos sometidos a condición o término, pues mientras éste no transcurra,
o aquélla no se cumpla, el acto administrativo, aunque perfecto, no produce
sus efectos.
2. Por no haberse notificado o publicado, a cuyos requisitos nos referiremos con
posterioridad.
3. Por exigirse aprobación superior. Esto ocurre en relación con los actos dictados
por Organismos o Entidades sometidas a la tutela administrativa, como es el
caso de- algunas de las competencias atribuidas a las Entidades locales.
Prescindiendo de las aludidas causas de pendencia de la eficacia de los actos
administrativos, la regla es que produzcan sus efectos desde la fecha en que
se dicten, salvo que en ellos se disponga otra cosa (art. 45, 1, de la Ley de
Procedimiento). Con esto último se apunta al problema de la irretroactividad de
los actos administrativos, al que nos referimos seguidamente. Por lo que se
refiere a los actos administrativos de carácter general, hay que partir
indudablemente de la apacibilidad del art. 3. ° del Código civil, según el cual
«las leyes no tendrán efecto retroactivo si no dispusieran lo contrario». Ahora
bien, ésta, que no es sino una regla de interpretación respecto de las leyes
formales. se ha querido elevar por algún sector doctrinal, tratándose de
disposiciones administrativas, a la categoría de prohibición absoluta, negando
a todo Reglamento la posibilidad de auto declararse retroactivo. Si bien es
cierto que es ésta una cuestión en la que pueden encontrarse argumentos en
pro y en contra, también, lo es que, entre nosotros, los Reglamentos suelen
dictarse con inclusión de una cláusula de respeto para los «derechos
adquiridos», que vienen así a convertirse en el auténtico límite de su
retroactividad. En relación con los actos administrativos de contenido concreto,
las opiniones suelen ser más categóricas: la cláusula de retroactividad es
inadmisible en los actos que restrinjan el ejercicio de facultades o derechos de
los particulares, que sacrifiquen derechos adquiridos o que impongan deberes
u obligaciones. Es ésta la misma idea que inspira nuestro Derecho positivo, al
declarar el art. 44, 3, de la Ley de Procedimiento: «Excepcionalmente podrá
otorgarse eficacia retroactiva a los actos cuando se dicten en sustitución de
actos anulados, y asimismo cuando produzcan efectos favorables al
interesado, siempre que los supuestos de hecho necesarios existieran ya en la
fecha a que se retrotraiga la eficacia del acto y ésta no lesione derechos o
intereses legítimos de otras personas.»

 Caracteres del Acto Administrativo


Generalmente se enuncian dos caracteres del acto administrativo: Presunción de
legitimidad y ejecutoriedad: Esta última, de acuerdo a un sector de la doctrina,
puede ser dividida en exigibilidad (obligatoriedad) y ejecutoriedad; por nuestra parte
estimamos que corresponde agregar dos caracteres más: Estabilidad e
impugnabilidad. Ambos surgen del derecho positivo. Una advertencia inicial se
impone en punto a los caracteres del acto administrativo: No se trata de indagar
apriorísticamente qué notas conceptuales creemos que deben darse al acto, sino
de investigar el derecho positivo a fin de averiguar cómo está regulado; en otras
palabras, los caracteres jurídicos del acto administrativo deben ser un reflejo del
derecho aplicable, y por ello no pueden resolverse a nivel puramente doctrinario
sino que se hace necesario apelar a fundamentos de orden jurídico. La advertencia
es particularmente importante porque casi todos los autores, especialmente
italianos y franceses, están conformes en afirmar la existencia de los dos caracteres
inicialmente mencionados (presunción de ilegitimidad y ejecutoriedad), pero lo
hacen en base a cierto sustento normativo y a una firme jurisprudencia en igual
sentido. Ello significa que cuando se trata de determinar cuáles son los caracteres
del acto administrativo en otros ordenamientos jurídicos, no puede primero
afirmarse que los caracteres son tales y después preguntarse “¿cuál es su
fundamento?,” pues primero hay que encontrar y demostrar que ese principio
verdaderamente existe y no se encuentra solamente en las obras de la materia.
Un problema metodológico difícil de solucionar adecuadamente, en otro sentido, es
el de la vinculación de los caracteres del acto administrativo con el sistema de
nulidades; en rigor, ambos deben ser analizados conjuntamente. De todas maneras,
debemos adelantar aquí que los caracteres del acto administrativo no son los
mismos según que el acto adolezca de una u otra clase de nulidad:
Específicamente, distinguimos tres categorías de nulidad del acto administrativo,
denominadas estipulativamente “anulabilidad” (o nulidad relativa), “nulidad” (o
nulidad absoluta, o actos nulos de nulidad absoluta) e “inexistencia.” (O actos
administrativos inexistentes, o vías de hecho administrativas, o inexistencia de acto
administrativo.) A diferencia del derecho civil, en que se distingue entre el acto nulo
y anulable, como dos categorías, y la nulidad absoluta y relativa, como otras dos
categorías distintas, en el derecho administrativo se hacen solamente dos o a lo
sumo tres (si se incluye la inexistencia) categorías, la utilización de los términos
“anulable” y “nulo” no tiene una necesaria correlación con los vocablos análogos del
derecho privado, pues el sistema de nulidades administrativas tiene sus propios
principios, derivados de la doctrina, la jurisprudencia y el decreto-ley.
Adelantando aquí provisionalmente las conclusiones que iremos desarrollando en
los capítulos que siguen, podríamos delinear como características generales del
sistema lo siguiente: El acto administrativo válido y el acto administrativo anulable,
que son los que tienen vicios intrascendentes o no demasiado graves, son
considerados actos “regulares;” el acto administrativo nulo, que es el que tiene vicios
graves o muy graves, es un acto “irregular.” En caso de vicios groseros, el acto se
denomina inexistente. En consecuencia, los caracteres principales del acto
administrativo se agrupan como muestra el cuadro de la página siguiente. El cuadro
que sigue refleja nuestra opinión sobre el estado actual del derecho argentino, con
posterioridad a las reformas del decreto-ley 19.549/72, y la explicación se hará en
los capítulos subsiguientes. Lo adelantamos aquí para un mejor ordenamiento
sistemático del total de la información y de la problemática a plantearse. Las normas
del decreto-ley 19.549/72, con todo que han significado un importante avance en la
materia y justifican intrínsecamente una presunción de legitimidad limitada, en
particular al acto administrativo anulable o no muy gravemente viciado, no son
suficientes para justificar una presunción de legitimidad amplia, que comprendiera
también el acto nulo, en tanto no produzcan efectivamente una mutación de los
comportamientos administrativos. Por ejemplo, no siempre la administración
respeta las garantías del procedimiento establecidas en defensa de los particulares
—audiencia previa, fácil acceso a las actuaciones, producción de la prueba
solicitada, etc., antes de la emisión de un acto que pueda afectar los derechos o
intereses de los administrados—; no siempre procede a la emisión del acto previo
un dictamen jurídico adecuado y suficiente; no siempre fundamenta de forma
suficientemente amplia, en los hechos y en el derecho aplicable al caso, la
resolución que adopta. Por ello, si bien se puede admitir en base al decreto-ley
19.549/72 una presunción de legitimidad limitada, no puede hacérselo a nuestro
juicio con el alcance de cubrir también el acto nulo. Por lo demás, en el acto nulo se
da casi por hipótesis una violación grave justamente de las normas que se han
dictado para garantizar al administrado, con lo cual sería contradictorio argumentar,
en base concretamente a la existencia de las normas violadas o transgredidas en el
caso, que el acto debe presumirse legítimo. La razón de ser de la presunción de
legitimidad habrá de estar, entonces, en el cumplimiento de tales garantías, pero no
precisamente en su incumplimiento.
 Presunción de legitimidad
La presunción de legitimidad. Crítica
El Código Civil establece para los actos privados una presunción de validez que
alcanza a los actos de vicios no manifiestos, o sea anulables, pero expresamente
excluye a los actos de vicios manifiestos, o sea, nulos. De los primeros dice el art.
1.046 lo siguiente: “Los actos anulables se reputan válidos mientras no sean
anulados, y sólo se tendrán por nulos desde el día de la sentencia que los anulase.”
Ninguna norma de derecho administrativo establecía antes de 1972 para los actos
administrativos una presunción semejante, pero tampoco una distinta; en
consecuencia, aplicando por analogía la norma civil, podría concluirse que los actos
administrativos anulables se presumen legítimos o válidos, no así los actos
administrativos nulos. (“Actos tales se reputan nulos, aunque su nulidad no haya
sido juzgada.”) A ese argumento normativo cabía agregar otro de índole lógica: Si
un acto tiene un vicio que no es manifiesto o aparente, es plausible que deba
considerárselo, en principio y provisoriamente (hasta que una autoridad competente
resuelva lo contrario), legítimo; si, en cambio, el vicio es claro y evidente, no podría
“presumirse” que el acto es —a pesar de ese vicio manifiesto— “válido;” ello
equivaldría tanto como cerrar los ojos ante la realidad, como decir “el sol brilla, pero
presumo que no brilla.” En otras palabras, es insalvablemente contradictorio afirmar
que un acto deba o pueda “presumirse legítimo” si la persona que se enfrenta con
él advierte inmediatamente que no es legítimo. Esa contradicción lógica sólo podría
ser superada por una norma legal expresa que así lo dijera, ya que en tal caso
tendríamos una presunción legal, impuesta por el legislador por razones de
supuesta conveniencia, y el principio se enunciaría de otra manera: “Aunque
encuentres un acto manifiestamente ilegítimo, debes comportarte como si fuera
legítimo, pues la ley así lo impone;” no podría de todos modos, ni siquiera en ese
caso, pedirse que “si encuentra un acto manifiestamente ilegítimo, presume a pesar
de ello que es legítimo,” pues ello es como ordenar que se piense en cierto modo,
lo que es una imposibilidad material y moral, y por ende una imposibilidad jurídica.
De lo expuesto surgía, a nuestro modo de ver, que la presunción de legitimidad del
acto administrativo podía existir, por vía analógica, respecto de los actos anulables
cuyo vicio no es evidente o manifiesto; que, en ausencia de norma expresa, no
podía en cambio jurídicamente hablarse de una supuesta “presunción de
legitimidad” aplicable a todos los actos administrativos sin distinción alguna. Es que,
como dice Imboden, la nulidad de un acto excluye necesariamente su exigibilidad,
por la lógica inmanente al ordenamiento jurídico. Por tales razones, ya en la primera
edición (1963) de El acto administrativo, sostuvimos que “el vicio manifiesto
destruye precisamente la presunción de legitimidad... El acto administrativo nulo no
debe tener presunción de legitimidad,” y agregábamos que el criterio contrario
“representa un pensamiento político estatista y autoritario;” tal criterio lo reiteramos
un año más tarde indicando que: “Ello, evidentemente, carece de toda
razonabilidad, ya que ninguna argumentación doctrinaria puede destruir el hecho de
que puedan existir actos manifiestamente viciados; y ello, a su vez, implicará
necesariamente que en tales casos el acto no podrá tener presunción de
legitimidad.” Este mismo criterio ha sido también adoptado por parte de la doctrina
argentina.
 La presunción de legitimidad en la jurisprudencia
La tesis de negar presunción de legitimidad a los actos administrativos nulos, que
se venía abriendo lentamente pasó en la jurisprudencia última, recibe un nuevo
elemento de sustentación en el decreto-ley 19.549/72, cuya interpretación
sistemática lleva a la misma conclusión. Sin embargo, más importante es destacar
que la propia discusión teórica ha sido correctamente reformulada, en términos
categóricos, por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso Pustelnik, de
1975. (CSJN, 293: 133.) Expresa ahora la Corte que “la invalidez manifiesta de los
actos cuya ilegitimidad o irregularidad aparece patente en los mismos sin que sea
necesario investigar vicio oculto alguno, constituye un concepto general del orden
jurídico” (considerando 3°); o sea, la Corte adopta el criterio de que es un principio
o concepto general del derecho, inevitablemente aplicable en cualquier disciplina,
el que un acto manifiestamente viciado no puede ser presumido legítimo; por ello
aclara el tribunal “Que dicha presunción de legitimidad de los actos administrativos
no puede siquiera constituirse frente a supuestos de actos que adolecen de una
invalidez evidente y manifiesta.” (Cons. 2°.) Este tipo de acto con invalidez
“evidente,” “patente” o “manifiesta,” es llamado por el decreto-ley 19.549/72 y por la
misma Corte, “irregular:” “Dicho acto irregular no ostenta apariencia de validez o
legitimidad en virtud de su título y ha de ser calificado como acto inválido por la
gravedad y evidencia del vicio que contiene.” (Cons. 5°.) Y reitera la Corte que
“regular” no es sinónimo de “válido,” por cuanto un acto inválido puede ser “regular”
si su vicio no es manifiesto, supuesto en el cual gozará de presunción de legitimidad
hasta que una autoridad administrativa o judicial lo anule. Precisamente en tal
sentido el tribunal critica el fallo apelado, al cual deja sin efecto, por haber hecho el
razonamiento viciado de que el acto en cuestión era “irregular” aun teniendo un vicio
no aparente; en efecto, expresa la Corte que “en cuanto la sentencia apelada afirma
simultáneamente que la autorización para edificar aparentó ser un acto regular
cuando en verdad constituía un acto irregular, resulta auto contradictoria en los
términos de la doctrina de derecho administrativo citada... y respaldada por la
jurisprudencia... según la cual no priva de su carácter regular al acto administrativo
una causa de invalidez no manifiesta” (cons. 15°); en efecto, continúa la Corte, “no
le es dable al poder jurisdiccional calificar retroactivamente como irregular un acto
que, aunque los jueces valoren inválido en sus sentencias era aparentemente válido
y regular al momento de dictarse.” (Cons. 16°.) Otros párrafos del fallo Pustelnik
insisten en que la presunción de legitimidad existe sólo en tanto y en cuanto “el acto
no fue manifiesta ni evidentemente inválido” (cons. 17°), y que aún para el supuesto
de una posible desviación de poder, “debería mediar evidente desviación de poder
para irregularizar el acto en su finalidad” (cons. 17°, in fine); que en el caso sub
examine “aquella autorización no estuvo viciada, en su origen, de ilegitimidad
evidente.” (Cons. 7°.) Pensamos que este fallo orienta definitivamente la
jurisprudencia en la buena doctrina; es particularmente interesante destacar que por
referirse a un caso de derecho municipal, en el cual no resulta de aplicación directa
el decreto-ley 19.549/72 (a cuyas normas no hace entonces referencia el fallo), la
doctrina de la Corte se ubica en los principios generales del derecho administrativo
y puede en consecuencia orientar la interpretación de las normas oscuras, y
perdurar por encima de eventuales cambios legislativos.
 Ejecutividad
El acto administrativo, como emanado de uno de los poderes jurídicos del Estado,
aparece, ante todo, como un acto obligatorio, cuyos efectos vinculan igualmente a
los administrados y a la propia Administración. Esto puede predicarse incluso del
acto administrativo defectuoso, en tanto no sea anulado. De aquí que haya podido
enunciarse el principio la presunción de legitimidad de los actos administrativos, que
determina que, como regla, los actos administrativos se tengan por válidos y
productores de su natural eficacia jurídica, en tanto un interesado no demuestre su
invalidez ante la jurisdicción u Organismo competente. Se trata, pues, de-una
presunción iuris taníum, que admite, por tanto, prueba en contrario; pero la prueba
corre a cargo del particular que la de utilizar en tiempo y forma los recursos
procedentes. Supuesta la legitimidad del acto administrativo, la eficacia jurídica de
éste se despliega plenamente, manifestándose en una serie de consecuencias
(alguna de las cuales ha venido a predicarse como nota esencial e insoslayable del
acto administrativo objetivamente considerado), cuales son: 1. °, la ejecutividad de
los actos administrativos; 2.°, la acción de oficio o posibilidad de ejecución forzosa
en manos de la Administración. El sistema de la prerrogativa administrativa se
manifiesta aquí con todo su vigor, marcándose netamente la diferente posición
jurídica en que el Derecho coloca a Ja Administración y a los administrados.
Mientras que un particular que quisiese hacer efectivo un derecho del que fuese
titular necesitaría, en primer lugar, obtener del Tribunal competente la declaración
judicial de reconocimiento del derecho controvertido, y en segundo lugar, acudir
igualmente al Tribunal competente para que inicie el correspondiente procedimiento
ejecutivo sobre el patrimonio del deudor; en cambio, la Administración pública
aparece investida de los poderes necesarios para realizar por sí misma la autotutela
de su derecho, y para ello:• primero, declara por sí misma cuál es su derecho, de
donde el carácter obligatorio del acto administrativo; segundo, procede a ejecutar
por sus propios medios —y, en su caso, contra la voluntad de los obligados— lo que
previamente ha declarado.
No obstante, la confusión terminológica que reina en esta materia, debe entenderse
por ejecutividad del acto administrativo) a cualidad jurídica que al mismo se
reconoce de habilitar a la Administración para proceder a realizar los actos y
operaciones necesarios que su ejecución comporta. En este sentido, decir que un
acto es ejecutivo es tanto como afirmar que tiene fuerza obligatoria, lo cual ocurre
desde el momento en que ((supuestos los demás requisitos que, de forma genérica,
condicionan la eficacia, esto es: notificación, publicación o aprobación superior, en
su caso) el acto es definitivo, incluso con independencia de que sea firme. Ahora
bien, dada la estructura jerárquica de la organización administrativa, la mayoría de
las disposiciones administrativas determinan, como regla, una puesta en
movimiento de los Organismos inferiores tendente a lograr la ejecución de lo
mandado. Así, la convocatoria de unas oposiciones prejuzga una serie de actos
(nombramiento del Tribunal calificador, admisión de opositores, realización de los
ejercicios de la oposición, etcétera) de ejecución de aquélla. Decir que el acto
administrativo es ejecutivo es, en este caso, tanto como afirmar que todos estos
actos deben de llevarse a la práctica (y para ello normalmente no se plantea ningún
problema de vencer resistencias físicas de los particulares interesados), con
independencia de los recursos que contra la convocatoria se hayan formulado (20).
Resulta de lo anterior que la ejecutividad, tal-como la hemos definido, constituye un
rasgo común y ordinario de los actos administrativos, consecuencia de su propia
fuerza de obligar y con abstracción de la materia que constituya su contenido.
Justamente de aquí se desprende la regla del carácter no suspensivo de Jos
recursos administrativos y jurisdiccionales que se puedan utilizar para impugnarlos
(21). Expresamente recogida por nuestro Derecho positivo.
 La Invalidez de los Actos Administrativos
«La teoría de la invalidez afronta -como indica R PARADA14 -la patología, los vicios
y enfermedades que pueden afectar al acto administrativo e incluye también el
estudio de los remedios sanatorios de los defectos y vicios de que adolecen los
actos administrativos o, en su caso, de los mecanismos para declarar su anulación».
Sólo a partir de la declaración formal de nulidad por la Administración o los
Tribunales el acto inválido deja de producir efectos, cediendo la presunción de
validez.
Planteamiento general
La invalidez se puede definir como una situación patológica del acto (administrativo,
en este caso), caracterizada porque faltan o están viciá. Los algunos de sus
elementos. La situación actual de la doctrina de los vicios jurídicos del acto es el
resultado de un largo proceso histórico que tiene sus orígenes en el Derecho
Romano Clásico y que recibe aportaciones posteriores dando lugar a un
conglomerado de ideas cuyo significado es más bien confuso. Sobre la base de que
existe una gran imprecisión terminológica en la construcción doctrinal de la teoría
de los vicios del acto, cabe decir que éstos se producen siempre como resultado de
la confrontación del acto con la norma. De esta confrontación existen dos
posibilidades: Que la estructura, contenido, forma y finalidad del acto se acomode
a las previsiones de la norma. El acto estará amparado por la legalidad que le otorga
el grupo normativo.
Que tales elementos no se ajusten a lo establecido en la norma. El acto se
encontrará viciado como consecuencia del desajuste con el bloque de legalidad
perdiendo la protección que éste le otorga en orden a su eficacia. Atendiendo a la
mayor o menor gravedad de este desajuste, podremos clasificar los vicios de los
actos en las siguientes categorías:
1. Nulidad absoluta o plena, aplicable en los casos de mayor gravedad en la
cobertura legal del acto.
2. Nulidad relativa o anulabilidad', como vicio de menor gravedad que el
anterior.
3. Vicios irrelevantes, donde habría que incluir aquellos supuestos en que por
la escasa trascendencia del desajuste, el Ordenamiento Jurídico no prevé
sanción alguna.
4. Actos inexistentes, que serían aquellos que adolecen de un requisito esencial
para su formación, de modo que el acto no llega a nacer y carece, por lo
tanto, de efectos jurídicos.

 Actos Nulos
No hay acuerdo en derecho público acerca de cuáles son las nulidades que pueden
afectar al acto administrativo: Inexistencia, anulabilidad, nulidad, etc. Para encarar
la cuestión debe aquí procederse en igual forma que para obtener la noción de acto
administrativo: Analizar la finalidad de la investigación, antes de empezar con ella
misma. ¿Qué queremos, pues, explicar con una teoría de las nulidades de los actos
administrativos? A nuestro juicio, lo que se trata de explicar es cuáles son las
consecuencias jurídicas que habrán de asignarse a un defecto o vicio concreto del
acto: Por ejemplo, si determinada violación de un requisito legal dará por resultado
que el acto deba ser dejado sin efecto y/o tratado de determinada manera, a eso lo
llamaremos, por ejemplo, “nulidad,” etc. Como se advierte, el concepto de “nulidad,”
“anulabilidad,” “inexistencia,” etc., no constituye sino una relación entre otros
conceptos: La relación en virtud de la cual el derecho asigna a un hecho una
determinada consecuencia jurídica; adviértase que la consecuencia jurídica no es
la “nulidad” o “anulabilidad,” sino la efectiva supresión del acto bajo tales o cuales
condiciones; la noción de “nulidad” o “anulabilidad” no hace sino reunir en un
concepto unitario todas esas condiciones y características que según los casos
deberá adoptar la efectiva supresión del acto.
 Actos Anulables
Tres causas básicas de anulabilidad: 1. Cualquier infracción del ordenamiento
jurídico no comprendida entre las causas de nulidad. 2. Las infracciones de
procedimiento que den lugar a la indefensión de los interesados. 3. Desviación de
poder, es decir, el apartamiento de los fines públicos que justifican la actividad
administrativa. Art. 70.2 in fine LJ: “se entiende por desviación de poder el ejercicio
de potestades administrativas para fines distintos de los fijados por el ordenamiento
jurídico”. El contenido de los actos debe ajustarse al Ordenamiento y ser adecuado
a los fines del mismo: la actuación administrativa se encuentra sometida a la
legalidad Y a los fines que la justifican legal y constitucionalmente, cuyo control
compete a los Tribunales. La desviación de poder no se produce sólo cuando una
potestad administrativa es empleada para el fin privado de una autoridad o
funcionario: hay desviación de poder “tanto si la Administración persigue con su
actuación un fin privado, ajeno por completo a los intereses generales, o un fin
público distinto del previsto en la norma habilitante”. El problema radica en la
dificultad de su prueba: la desviación de poder supone “la existencia de un acto
ajustado a la legalidad intrínseca, pero con vicio de nulidad por no responder en su
motivación interna al sentido teleológico de la actividad administrativa orientada a la
promoción del interés público y sujeta a imperativos de moralidad, debiendo
demostrar el que alegue que la Administración haya incurrido en este vicio la
intencionalidad torcida o desviada de aquélla, no siendo suficiente oponer meras
conjeturas o sospechas, sino que deberá proporcionar los datos necesarios para
crear en el Tribunal, al no serle exigible una prueba plena, la convicción moral de
su existencia”.
 Revisión de Oficio
Se entiende por revisión de oficio, la posibilidad de que, en ejercicio de su
prerrogativa de autotutela, la Administración proceda a declarar de oficio la extinción
de un acto dictado por ella, cuando dicho acto es inválido, o razones de interés
general aconsejen su revisión. La diferencia entre anulación y revocación es que la
primera obedece a razones de legalidad y la segunda a razones de oportunidad, por
ello se entiende por anulación la eliminación de un acto administrativo en virtud de
los vicios que le afectan y por revocación la eliminación de un acto administrativo
como consecuencia de la adopción de nuevos criterios de apreciación de interés
público.
Nulidad, anulabilidad e irregularidad no invalidante
Las diferencias entre nulidad de pleno derecho y anulabilidad:
 -- El carácter automático de la nulidad frente al carácter rogado de la
anulabilidad.
 -- La posibilidad de convalidación sólo prevista para los actos anulables en el
art. 67.1 de la Ley.
 -- La revisión de los actos nulos de pleno derecho puede hacerse en cualquier
tiempo frente a los actos anulables declarativos de derechos que deben ser
recurridos en lesividad en el plazo de cuatro años.
 -- La mayor facilidad para la suspensión de la ejecutividad de los actos nulos
de pleno derecho cuando son impugnados al margen de que ocasionen o no
perjuicios de difícil o imposible reparación.
No todas las infracciones del ordenamiento jurídico originan vicios que dan lugar a
la anulabilidad pues existen supuestos de irregularidad no invalidante de los actos
administrativos entre las que se pueden mencionar, las actuaciones administrativas
realizadas fuera del tiempo establecido que sólo conllevan la anulación del acto
administrativo cuando así lo imponga la naturaleza del término o plazo y la
responsabilidad del funcionario causante de la demora, además la jurisprudencia ha
restringido todavía más este supuesto exigiendo que la naturaleza del plazo venga
impuesta imperativamente por la norma y además de la notoriedad o prueba formal
de la influencia del tiempo en la actuación de que se trate.
Los defectos de forma sólo invalidan el acto administrativo cuando carecen de los
requisitos indispensables para alcanzar su fin o producen indefensión de los
interesados.
Con toda la invalidez de los actos administrativos tiene un efecto restrictivo toda vez
que la ley admite la convalidación de los actos anulables subsanando los vicios de
que éstos adolezcan. Los efectos de la convalidación se producen sólo desde la
fecha del acto convalida torio, a menos que se den los supuestos de hecho que
justifiquen con carácter general el otorgamiento de la eficacia retroactiva. Quedan
excluidos de la convalidación, la omisión de informes o propuestas preceptivas,
pues comoquiera que están previstas para apoyar la formación de la decisión final
no tiene sentido que se produzcan a posteriori. Además, el Tribunal Supremo ha
rechazado la convalidación en materia sancionadora respecto a la omisión del
trámite de formulación del pliego de cargo
La convalidación de la incompetencia jerárquica debe efectuarse por ratificación del
órgano superior, en la convalidación por falta de autorizaciones administrativas la
jurisprudencia exige que ésta se produzca a posteriori y que el otorgamiento por el
órgano competente se ajuste a la legalidad vigente.
Un concepto amplio de convalidación incluye los supuestos de reiteración sin vicios
del acto nulo o anulado: supuestos en que la autoridad administrativa procede a
dictar un nuevo acto sin incurrir en vicios de nulidad de pleno derecho o simple
anulabilidad que afectaban al acto anterior.
La incomunicación de la nulidad es un principio en virtud del cual la invalidez de un
acto administrativo no implicará la de los sucesivos en el procedimiento que sean
independientes del primero y a su vez la nulidad o anulabilidad de las partes de un
acto administrativo no incluirá la de las partes del mismo independientes de aquélla
salvo que la parte viciada sea de tal importancia que sin ella el acto no hubiera
podido ser dictado.
La conversión es la técnica administrativa mediante la cual un acto inválido puede
producir otros efectos válidos distintos de los previstos por su autor. Para que pueda
tener lugar la conversión es preciso que el acto converso esté dirigido al mismo fin
y cumpla los mismos requisitos de forma y fondo establecidos para su producción,
excluyendo la conversión cuando el acto administrativo en que debería convertirse
el acto viciado fuese contra el propósito evidente de la autoridad que lo dictó, cuando
sus efectos sean más desfavorables para el interesado que los del acto
administrativo viciado, o si los vicios son más graves o si implica el ejercicio de una
potestad reglada en forma discrecional.
 Declaración de nulidad
1. Nulidad de actos administrativos
En cualquier momento las Administraciones Públicas, por iniciativa propia o a
solicitud del interesado, declararán de oficio la nulidad de los actos administrativos
que hayan puesto fin a la vía administrativa y que no hayan sido recurridos en plazo,
en los supuestos previstos en el art. 62.1 LRJAP, para ello es preciso el dictamen
favorable del Consejo de Estado o del órgano consultivo equivalente de la
Comunidad Autónoma.
 a) Actos que lesionen derechos y libertades susceptibles de amparo
constitucional.
 b) Actos dictados por órgano incompetente por razón de materia o territorio.
Hay incompetencia por razón de la materia cuando se invaden otros poderes
del estado como el judicial o legislativo (SSTS 22 febrero 1966 y 20 mayo
1968) y cuando las competencias ejercidas por razón de la materia o del
territorio corresponden a otro órgano administrativo siempre y cuando la
incompetencia sea evidente de manera que salte a la vista sin necesidad de
interpretación laboriosa (SSTS 27 abril 1977, 13 febrero 1978, 14 mayo 1979
y 23 marzo 1984). También se incluye en este apartado la incompetencia
jerárquica si bien sólo en los casos graves patentes y claros (STS 24 mayo
1968, 30 marzo 1971 y 6 febrero 1985).
 c) Actos de contenido imposible. La jurisprudencia del Tribunal Supremo ha
equiparado unas veces la imposibilidad de contenido de los actos
administrativos con la mera ilegalidad, en otras ocasiones ha equiparado el
contenido imposible con acto ambiguo o ininteligible y por tanto inejecutable
(SSTS 3 junio 1978 y 6 noviembre 1981).
 d) Actos constitutivos de infracción penal o dictados como consecuencia de
ella. Debe admitirse la competencia de la Administración y los Tribunales de
lo contencioso-administrativo para una calificación prejudicial objetiva del
presunto delito a los solos efectos de la anulación del acto sin prejuzgar ni
condicionar el proceso en vía penal ni suponer imputación alguna.
 e) Actos dictados prescindiendo del procedimiento o de las normas
establecidas para tomar la decisión. El defecto de forma puede referirse al
procedimiento de producción del acto siendo nulo de pleno derecho si le falta
absolutamente el procedimiento establecido (por ejemplo, la adjudicación
directa de una plaza de funcionario cuando corresponda sacarla a concurso
u oposición STS 10 febrero 1968; selección de un contratista por concierto
directo cuando lo procedente era la subasta STS 5 enero 1968). En los actos
de gravamen sancionadores y arbitrales la simple falta de vista y audiencia
del interesado provoca la nulidad (SSTS 9 diciembre 1979, 20 abril 1983).
Además, la nulidad comprende los más graves defectos en la forma de
manifestación del acto administrativo entre ellas las que afecten a la
constancia escrita, la firma del titular de la competencia que dicta resolución
o del subordinado que recibe la orden.
 f) Actos dictados con infracción de las reglas esenciales para la formación de
la voluntad de los órganos colegiados. La jurisprudencia ha incluido casos
como cuestiones no incluidas en el orden del día STS 25 enero 1961,
irregularidades en la composición del órgano STS 14 febrero 1969, quórum
de asistencia y votación STS 18 febrero 1983.
 g) Actos contrarios al ordenamiento jurídico por los que se adquieran
facultades o derechos cuando se carezca de los requisitos esenciales para
su adquisición. La ley extiende esta invalidez, con la sanción de nulidad, a
los actos expresos con erarios al ordenamiento cuando de ellos se deduce
que adquieren facultades o derechos sin los requisitos esenciales para su
adquisición.
 h) Cualquier otro caso que se establezca por Ley. Estos supuestos pueden
ser ampliados no sólo por leyes estatales sino también por leyes autonómicas
con lo cual será el criterio variable de cada legislador el que marque la
frontera entre nulidad de pleno derecho y anulabilidad.
2. Nulidad de disposiciones administrativas
También las Administraciones Públicas podrán previos los mismos requisitos
declarar la nulidad de las disposiciones administrativas en los supuestos previstos
en el art. 62.2 de la ley citada.
 • Las causas o supuestos que determinan la nulidad de pleno derecho de una
disposición administrativa:
o a) La infracción de la constitución.
o b) La infracción de normas con rango de ley.
o c) La infracción de disposiciones de rango superior.
o d) Las disposiciones que regulen materias reservadas a ley.
o e) Las disposiciones que establezcan la retroactividad de
disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos
individuales.
El órgano competente para la revisión de oficio podrá acordar motivadamente la
inadmisión a trámite de las solicitudes formuladas por los interesados sin necesidad
de recabar dictamen del Consejo de Estado cuando las mismas no se basen en
algunas de las causas de nulidad del art. 62 o carezcan manifiestamente de
fundamento, así como en el supuesto de que se hubieran desestimado en cuanto al
fondo otras solicitudes sustancialmente iguales.
Las Administraciones Públicas, al declarar la nulidad de una disposición o acto,
podrán establecer, en la misma resolución, las indemnizaciones que proceda
reconocer a los interesados, si se dan las siguientes circunstancias y sin perjuicio
de que tratándose de una disposición, subsistan actos firmes dictados en aplicación
de la misma:
 -- Que el daño alegado sea efectivo, evaluable económicamente e
individualizado con relación a una persona o grupo de personas.
 -- Que las lesiones producidas al particular provengan de daños que éste no
tenga el deber jurídico de soportar de acuerdo con la ley.
Cuando el procedimiento se hubiera iniciado de oficio, el transcurso del plazo de
tres meses desde su inicio sin dictarse resolución producirá la caducidad del mismo.
Si el procedimiento se hubiera iniciado a solicitud del interesado, podrá entenderse
desestimada la petición por silencio administrativo.
En este sentido hay que tener en cuenta además las disposiciones de la normativa
autonómica allí donde exista sobre esta materia. Por ejemplo, la Ley 3/2001 del
gobierno y Administración de Castilla y León dispone que en los procedimientos de
revisión de oficio de disposiciones y actos nulos serán iniciados por el órgano autor
de la actuación nula, de oficio o a solicitud del interesado. La resolución corresponde
al órgano administrativo jerárquicamente superior si lo hubiere o al mismo órgano
autor de la disposición o acto nulo en caso contrario.
Tanto en caso de anulación de actos como de disposiciones el procedimiento debe
terminar con resolución expresa con pronunciación sobre la indemnización que
proceda reconocer a los interesados cuando se den los requisitos que determinan
la responsabilidad de las administraciones públicas.
Por lo que hace a los efectos de la declaración de nulidad de una disposición
general, la ley establece que no conlleva la ilegalidad sobrevenida de los actos
firmes dictados en aplicación de aquél, los cuales deberán reputarse válidos y
conservarán la fuerza de obligar en tanto no sean anulados en forma expresa.
Declaración de lesividad de los actos anulables
Son anulables los actos administrativos que incurran en cualquier infracción del
ordenamiento jurídico, incluso la desviación de poder. El defecto de forma hace
anulable el acto cuando haga que el acto carezca de los requisitos formales
indispensables para alcanzar su fin o dé lugar a indefensión de los interesados. La
realización de actuaciones administrativas fuera de plazo sólo hace anulable el acto
cuando así lo establezca la naturaleza del plazo.
La anulabilidad de los actos de gravamen no requiere declaración de lesividad,
pueden revocarse en cualquier momento salvo en lo que se refiere a los derechos
e intereses de terceros.
Cosa diferente en el caso de los actos favorables, las administraciones públicas
pueden declarar lesivos para el interés público estos actos favorables para los
interesados cuando sean anulables a fin de proceder a su posterior impugnación en
vía contencioso-administrativa. La declaración de lesividad no puede adoptarse si
han transcurrido cuatro años desde que se dictó el acto administrativo y exige previa
comparecencia de los interesados en el mismo. Transcurrido el plazo de seis meses
desde la iniciación del procedimiento sin que se hubiera declarado lesividad se
producirá la caducidad de la acción para declararla. Si el acto proviene de la
Administración General del Estado o de las Comunidades Autónomas la declaración
de lesividad se lleva a cabo por el órgano competente para emitir el acto. La
competencia para declarar la lesividad de los actos anulables corresponde al titular
de la consejería competente por razón de la materia. Si se trata de un acto
proveniente de una Administración local, la declaración se llevará a cabo por el
órgano plenario de la Corporación o en defecto de éste por el órgano colegiado
superior de la entidad.
Iniciado el procedimiento de revisión de oficio, el órgano competente para resolver
puede suspender la ejecución cuando estime que pueda causar perjuicios de
imposible o difícil reparación. Las facultades de revisión no pueden ser ejercidas
cuando, por prescripción de acciones o por transcurso del tiempo, su ejercicio
resulte contrario a la equidad, a la buena fe, al derecho de los particulares o a las
leyes.
 Revocación
Así como la anulación o invalidación implica la retirada del acto por motivos de
legalidad, la revocación equivale a su eliminación por motivos de oportunidad o de
conveniencia administrativa: el caso de un acto perfectamente legal pero que no se
acomoda a los intereses públicos y la Administración decide dejarlo sin efecto.
Las Administraciones públicas pueden revocar en cualquier momento sus actos
desfavorables o de gravamen, siempre que dicha revocación no constituya dispensa
o exención ilegal o sea contraria al principio de igualdad, al interés público o al
ordenamiento jurídico (art. 105.1 LRJAP).
La revocación corresponde al mismo órgano que dictó el acto.
La revocación encuentra un límite claro en el respeto a los derechos adquiridos, por
ello esta institución se admite en términos más amplios cuando incide sobre actos
que sólo afectan a la organización administrativa o que son perjudiciales o gravosos
para los particulares.
En la práctica los problemas más complejos de revocación se presentan cuando la
Administración pretende revocar actos declarativos de derechos como
autorizaciones, concesiones, nombramientos, etc., en que, aunque se admita con
carácter general la revocación, sin embargo, se cuestionan sus causas, motivos,
compensación o precio, es decir el derecho del titular del derecho revocado.
En este sentido la ley dispone que las facultades de revocación no podrán ser
ejercitadas cuando por prescripción de acciones, tiempos transcurridos u otras
circunstancias su ejercicio resulte contrario a la equidad o al derecho de los
particulares (art. 106 LRJAP). Sin embargo, es evidente que la revocación es
admisible siempre y cuando esté previsto en el propio acto o en la norma, como los
casos de rescate o caducidad de concesiones o la aparición de circunstancias
imprevistas como el cambio de normativa.
El titular del derecho revocado tendrá derecho a la indemnización en función de las
causas que determinan la revocación y de la naturaleza del derecho afectado. Por
una parte, no habrá lugar a indemnización por la revocación cuando se incumplan
las condiciones a que debe estar legalmente sujeto el acto administrativo revocado
sin embargo si es indemnizable la revocación de actos administrativos cuando la
causa legitimadora de la revocación sea la adopción de nuevos criterios de
apreciación sobre el interés público a los que responde el acto revocatorio, como es
el caso del rescate de las concesiones o las licencias urbanísticas. Una importante
jurisprudencia considera la indemnización como condición de eficacia y validez cuyo
incumplimiento que no reconoce al titular del derecho revocado hace nulo el acto
revocatorio (SSTS 17 abril 1978, 30 enero 1979 y 26 febrero 1982).
 Rectificación de errores materiales
Todo acto administrativo puede contener un error que puede ser de hecho o de
derecho que originan la anulabilidad del acto, pero al margen de ese tipo de errores
hay otras más simples que se producen en el momento que tienen lugar la
declaración o formalización del acto que se denomina error material y aritmético, al
que se refiere el art. 105 LRJAP: las administraciones Públicas pueden rectificar, en
cualquier momento, de oficio o a instancia de los interesados, los errores materiales,
de hecho o aritméticos existentes en sus actos administrativos.
El Tribunal Supremo ha declarado que para que la Administración pueda eliminar
expeditivamente los errores materiales deben ser ostensibles, manifiestos e
indiscutibles, es decir que se evidencien por sí solos sin necesidad de mayores
razonamientos manifestándose a primera vista teniendo en cuenta solamente los
datos del expediente administrativo. Por ello son susceptibles de rectificación sin
que quede afectada la subsistencia jurídica del acto que los contiene, pero si el
pretendido error no es manifiesto y notorio y la cuestión aparece como dudosa
siendo preciso recurrir a datos ajenos al expediente, no es posible la rectificación
mecánica e inmediata sin procedimiento anulatorio (SSTS 24 marzo 1977 y 30 mayo
1985). En cualquier caso, la rectificación de errores corresponde al órgano que dictó
el acto.
Respecto a las rectificaciones de la publicidad de disposiciones y actos
administrativos que suelen aparecer en el Boletín Oficial del Estado u otros Diarios
Oficiales bajo la denominación de corrección de errores hay que señalar que solo
son lícitas cuando el error en cuestión se haya producido en la imprenta durante el
proceso de impresión del acto o disposición en el periódico oficial constituyendo un
abuso el uso de la «técnica» de corrección de errores para alterar sustancialmente
disposiciones y actos anteriores no afectados de tales errores materiales o
aritméticos. Es práctica que a veces se utiliza de forma fraudulenta y que por tanto
resulta manifiestamente ilegal cuando la rectificación no haya sido elaborada en la
misma forma y con el mismo procedimiento garantías y autoridad que haya dictado
el acto que se rectifica lo cual puede ser objeto de impugnación por los interesados.
(En Francia se obliga en estos procesos de impugnación a que la Administración
muestre el expediente original del acto o disposición a fin de verificar si el que fue
publicado en el Diario oficial coincide con el original) lo cual es de suma utilidad en
el caso de actos en que se haya aceptado formalmente propuestas de un sector
afectado incluyéndolas en el expediente aprobado por la autoridad competente.
Conclusión
Al tener todos los presupuestos expuestos, es posible determinar que el acto
administrativo se entiende tanto valido como eficaz, luego de seguir todos los pasos
del proceso que implica reunir todos sus elementos, adquirir firmeza y luego
ejecutoria y posteriormente tomar su validez y hacerse eficaz. Es de esta forma que
el acto administrativo permea tales requisitos para su observancia y cumplimiento
por los administrados a quien va dirigido.
Bibliografía
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LaEficaciaDeLosActosAdministrativosEnLaNuevaLeyDeP-2112401.pdf
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