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PROMOVIENDO LA ACTITUD FOCUSING CON PADRES/MADRES/CUIDADORES

Estos pequeños pasos que resumo a continuación son una forma breve de practicar con
cuidadores primarios todo lo expuesto anteriormente. El objetivo es promover la escucha,
la especularización y la simbolización en la relación con los niños y niñas y ayudar a mejorar
las competencias relacionales que favorecen vínculos seguros.

En la práctica, muchos padres se sienten impotentes ante situaciones de conflicto con sus
hijos. Los sentimientos de culpa son frecuentes cuando por saturación se acaba
recurriendo a viejas estrategias vividas durante su propia infancia. Racionalmente, quieren
resolver sus conflictos de otra forma, pero en su secuestro emocional, continúan repitiendo
patrones de forma automática disparados por sus hijos que se convierten en ese momento
es estímulos de los que es necesario defenderse.

Cuando los niños y niñas atraviesan situaciones emocionales intensas, es cuando tienden
a la desregulación emocional y conductual y sus heridas, enfados y tristezas disparan
nuestras reacciones más primarias. Así, no podemos ser de ninguna ayuda para ellos y
además es probable que acabemos sintiéndonos impotentes, enfadados, tristes o
asustados nosotros mismos

Para estos momentos de conflicto la propuesta de actitud Focusing descrita en ocho fases
es la siguiente:

1. Comprueba tus propias sensaciones primero

Tómate un par de segundos para darte cuenta de tu propio nivel de temor o


preocupación. Quizá puedas darte cuenta de la posibilidad de que te invadan
sentimientos de terror, pérdida de control o vulnerabilidad. Toma conciencia de dónde
estás respecto a ti mismo. Puede que te sientas momentáneamente a tu lado y necesitas
literalmente estar dentro de ti, conectado con tu propio cuerpo. Haz una respiración
profunda y, según exhalas despacio, date cuenta de las sensaciones que hay en tu
cuerpo. Si todavía te sientes agitado, repite hasta que te notes más centrado.

Nota cómo están tus pies, tobillos y piernas, dándote cuenta de cómo contactan con el
suelo. Nota tu propia reacción corporal, tu susto, tu enfado, tu impotencia, tu tristeza….
Nota como eso se instala en tu cuerpo y deja que las sensaciones tengan lugar sin juicio,
sin lucha. Recuerda que todo el exceso de energía que sientas en este momento te puede
a ayudar a mantenerte enfocado y sintonizado con la situación. Tomarse este tiempo en
invitar a la sensación de calma es un tiempo bien utilizado. Si lo usas bien, incrementará tu
capacidad de atender y escuchar profundamente a tu hijo/niño.

Si te tomas el tiempo de recomponerte y de invitar a tu Yo en Presencia, tu propia


aceptación de lo que sea que haya pasado aumentará tu capacidad de cubrir las
necesidades de tu hijo/niño. Toma conciencia de que tu compostura es importante para
reducir el miedo y la confusión de tu hijo/niño. Recuerda que los niños son muy sensibles a
los estados emocionales de los adultos, especialmente sus padres.

2. Evalúa la situación
Observa los signos corporales de tu hijo/niño (respiración, tono de piel, desorientación, tono
de voz, movimientos bruscos, desconexión, contacto acular, llantos, temblores, o
paralización) y no permitas que lo pase solo o lo ignores como si nada pasara. Quizá
puedas acercarte a una distancia apropiada a la situación, agacharte a su altura y
reflejarle el global de cómo le sientes tú en ese momento… ”Parece que estás muy
enfadado/asustado/triste y me voy a quedar aquí contigo un poco escuchando todo
eso”.

Recuerda que una voz calmada y segura comunica a tu hijo/niño que tú sabes lo que es
mejor es ese momento. Solo acompáñalo, empatiza y préstale tu seguridad en silencio.

3. Cuando la intensidad vaya bajando, guía su atención a sus sensaciones corporales

Para notar esta bajada es importante que te des cuenta de los cambios hacia una
respiración más profunda, en el tono de piel, en la intensidad y forma del

llanto o en el tono más pausado de la voz y los movimientos de sus extremidades. Cuando
notes alguno de estos signos, suavemente puedes preguntarle… ¿cómo te sientes?, ¿cómo
es todo eso en tu cuerpo, qué sensaciones tienes ahora?

Después, repite su respuesta como una pregunta… “¿te sientes mal en tu cuerpo?”… y
espera una respuesta o un gesto. Invítale a ser más específico cada vez…. ¿“Cómo se
siente tu estomago (garganta, brazo, pierna, etc.)?”. Si menciona alguna sensación (nudo,
dolor, presión), suavemente pregunta por su localización, forma, tamaño, color o peso.
Puedes sugerir contrastes tipo “¿es grande o pequeño?” o “¿pesado o ligero?”

Las preguntas son de alguna manera opcionales y no siempre necesarias. En ocasiones


son lo propios niños los que cuentan su experiencia y su sentir. Lo realmente necesario es
acompasar el ritmo con el niño y hacer las pausas necesarias para que la interacción sea
fluida y contenedora.

Si es preciso, continua guiando a tu hijo/niño para mantenerse en el momento presente


con preguntas como ..”¿Cómo de apretado/fuerte/incómodo sientes el nudo ahora?” Si
es demasiado pequeño para hablar, solo dile que señale dónde le molesta y que asienta
o no con la cabeza lo que tu puedas ir relatando. Recuerda que los niños tienden a
describir sus sensaciones con metáforas como “duro como una roca” o como “mariposas”.
Dile que estas sensaciones no van a durar para siempre, y que pasarán en la medida en
que podamos ser amables con ellas.

4. Baja el ritmo y sigue los pasos del niño observando detenidamente si hay algún
cambio

La secuencia del tiempo lo es todo!!

Esta puede ser la parte más difícil para el adulto pero es la más importante para el niño.
Cuando le concedes un minuto o dos de pausa acompañada en silencio y con tu
presencia entre una pregunta y otra permites que los ciclos de reparación fisiológica
tengan lugar. Si haces demasiadas preguntas o demasiado rápidas interrumpes el curso
natural que lleva al cuerpo a dar un paso hacia delante. Tu presencia calmada y paciente
es suficiente para facilitar ese movimiento y para dirigir el exceso de energía hacia un
movimiento de avance.

No se le puede meter prisa a este proceso. Mantente atento para darte cuenta de las
pistas que te indiquen que el ciclo se ha terminado. Si tienes dudas, espera y mira las
señales físicas que el niño te va dando. Como ejemplo, puedes observar si hay una
respiración espontanea más profunda, cese de las lágrimas, un estiramiento, un bostezo,
una sonrisa o contacto ocular.

Que termine este ciclo fisiológico no significa que el proceso se haya completado. Espera
y mira a ver si comienza otro ciclo o si es suficiente por el momento.

Intenta mantener al niño enfocado en sus sensaciones algún minuto más. Si el niño parece
cansado está bien parar aquí. Quizá haya otras oportunidades de completar el proceso y
retomar la simbolización que le de significado en otro momento.

5. Valida continuamente las respuestas físicas del niño

Te invito a que resistas el impulso de evitar que el niño llore, tiemble o mueva su cuerpo.
Solo recuérdale a modo de espejo como tú crees que se está sintiendo y que hacer todo
eso es normal cuando alguien se siente así.

Es importante que él sepa que entiendes por lo que está pasando y que todo eso está
fuera de su control. Si su conducta puede llevarle a hacerse daño o hacer daño a alguien
es importante protegerle con un límite calmado y firme … ”Sé que algo en ti está muy
enfadado y necesita dar golpes, y no puedo dejar que te hagas daño o pegues a tu
hermano…. Vamos a decirle a esa parte que es normal que quiera soltar su enfado y
vamos a dar golpes al colchón si quieres”. De esta forma validas su sentir y canalizas todo
el exceso de energía que no puede controlar de forma segura. Los niños que son capaces
y se les permite expresar corporalmente sus emociones tienen menos probabilidades de
presentar síntomas a medio y largo plazo. Tu tarea es transmitirle de la mejor forma que
puedas con palabras y cariño que llorar, temblar y moverse son reacciones normales y
saludables.

Quizá si el niño lo permite, puedas tocarle suavemente la espalda, el hombro o darle un


abrazo junto con palabras de calma diciéndole que está todo bien y que no hay de que
preocuparse “está bien, eso es… solo deja que salga todo ese enfado fuera”.

6. Confía en la capacidad innata que tiene tu hijo/niño de recuperarse

Será cada vez más fácil seguir y acompañar a tu hijo/niño y seguramente lo harás de forma
más relajada conforme vayas tú mismo sintiéndote más cómodo con tus propias
sensaciones. Esto es algo que necesita práctica y puede resultar más complicado de lo
que es al principio. Tu función principal, una vez que el proceso ha comenzado, es no
interrumpirlo. Confía en la capacidad innata de tu hijo/niño para regularse cuando se
siente acompañado de un vinculo seguro. Confía también en tu propia capacidad para
permitir que todo eso suceda. Tu tarea es “estar con” tu hijo/niño. Tu presencia equilibrada
es un contenedor seguro para que él deposite allí sus lágrimas, sus temores y todas sus
emociones insostenibles para él en ese momento. Utiliza tu voz y una mano tranquilizadora
y reconfortante para hacerle saber que expresar todo eso es el camino correcto para
sentirse mejor.

Para no interrumpir el proceso de forma involuntaria, evita cambiar al niño de posición,


distraer su atención con otra cosa, abrazarle demasiado fuerte o mantenerte demasiado
cerca o demasiado lejos para él. Date cuenta cuando comienza por él mismo a derivar
la atención hacia fuera o a comprobar lo que pasa alrededor con algún sentido de
curiosidad.
Este tipo de conducta de orientación es normal y nos indica que ya ha recuperado su
ventana de tolerancia emocional y que su cuerpo vuelve a estar regulado.

Cuando el niño retoma la orientación natural de interesarse por lo que le rodea es muy
posible que recupere también la conciencia sensorial, la frescura del momento presente e
incluso sensaciones de alegría.

7. Invita a tu hijo/niño a parar, incluso aunque le cueste

Para poder atender e interiorizar lo sucedido es necesaria una pausa. En esa pausa es
donde normalmente se procesa el material emocional que surge del evento. A veces esa
pausa puede durar minutos, otras puede que horas o días. Normalmente, si el evento ha
sido muy intenso necesitará incluso dormir y descansar antes de seguir el proceso. Durante
esta fase es recomendable no hablar ni hacer preguntas sobre el incidente. Más tarde, sin
embargo, es necesario contar la historia de lo sucedido, dibujarla o jugarla. En muchas
ocasiones es el propio niño el que pide a sus adultos que le cuenten qué pasó.

El siguiente ciclo puede ser muy sutil y difícil de notar, por eso esta fase de pausa ayuda a
que toda esa energía residual siga emanando hasta que el sistema nervioso recupere la
relajación y el equilibrio completamente. Además, la actividad de las ondas cerebrales
durante el sueño ayuda enormemente a que el cuerpo realice todos los cambios
fisiológicos necesarios. Si se le permite, el cuerpo realiza todos estos movimientos de forma
natural, todo lo que puedes hacer es ofrecer a tu hijo/niño el entorno tranquilo y seguro
que necesita.

(Excepción: Si tu hijo/niño se ha dado un golpe fuerte en la cabeza, consultar al médico.


En este caso dormir puede estar contraindicado)

8. Ayuda a tu hijo a dar sentido a lo que ha pasado

Para este paso es necesario que el niño este relajado y calmado, puede incluso ser al día
siguiente. Para que el niño de sentido a su experiencia y la incorpore de forma útil y
benévola hacia si mismo es importante que su Yo en presencia Auxiliar le refleje toda su
experiencia emocional con empatía y validación. Puedes comenzar por decirle que es
importante que te cuente/pinte/juegue lo que pasó. Los niños normalmente sienten
enfado, miedo, tristeza, preocupación, vergüenza o culpa. Ayúdale a saber que sentir
todo eso esta bien y que tú lo entiendes. Cuéntale como tú o alguien que el conoce tuvo
una experiencia pareceda y/o se sintió de forma similar. Esto le ayudará a normalizar la
situación y a salirse momentáneamente de su egocentrismo evolutivo natural y fomentará
probablemente la expresión de lo que sienta. Además le ayudará a no sentirse raro ni
defectuoso de alguna forma a raíz de cómo se sintió o se comportó con lo sucedido. Hazle
saber con tus acciones que aceptas cualquier cosa que sienta y que todo eso que le pasa
merece tu tiempo y tu atención. Reserva algún tiempo para poner una narrativa coherente
a lo sucedido con todos los detalles sensoriales y emocionales posibles.

Esto le ayudará a entender que debajo de las conductas residen elementos invisibles
susceptibles de simbolizarse y hacerse “visibles” tales como sensaciones, emociones,
expectativas, deseos, necesidades. Teniendo en cuenta todos estos elementos le
ayudamos a mentalizar y a tener en cuenta todo un mundo interior que puede ser
nombrado siempre en claves de escucha, respeto y aceptación.
Dibujar, colorear, trabajar con plastilina o arcilla o jugar con todo tipo de muñecos o
materiales puede ser de gran ayuda para que la narración se ajuste al nivel que necesita
el niño. Si te das cuenta que tu hijo/niño comienza a mostrarse demasiado estresado o
superado en algún punto, de nuevo invítale a focalizarse en sus sensaciones y a acogerlas
y nombrarlas y simbolizarlas de algún modo.

Con este acompañamiento, con esta actitud Focusing, el niño puede validar su
experiencia, cualquiera que sea y adquirir un sentido más fuerte de su yo mediante la
vivencia de si mismo, sus sensaciones, sus emociones, su cuerpo y sus pensamientos. Podrá
dar ese paso hacia delante necesario par seguir su plano maestro, gracias al apoyo de un
adulto en presencia, sostenedor y confiable.

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