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La súbita desaparición de Sumeria

shadow573272

11 de Agosto de 2017
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El sistema sexagesimal que hoy tenemos -mediante el cual se rigen nuestros relojes y se
miden los meridianos terrestres y la circunferencia- proviene de los sumerios, pueblo de la
remota antigüedad del que los historiadores desconocen su origen y creen que fue, unos
3.500 años a.C., la primera civilización del planeta. Sin embargo estos historiadores no se
ponen de acuerdo en qué pudo haber sucedido para que la civilización sumeria
desapareciera de la noche a la mañana, pocos lustros antes del año 2000 a.C. Donde
estaba Sumeria, entre los ríos Tigris y Eufrates, hasta la desembocadura de ambos en el
Golfo Pérsico, se instalaron los babilonios, que no se sabe de dónde salieron.

Los historiadores aseguran tímidamente que los amorreos destruyeron la ciudad de Ur y


que éstos y otros invasores hicieron lo mismo con las demás ciudades. Importantes
ciudades sumerias fueron, entre otras: Uruk, Ur, Eridú, Kish, Umma, Lagash, Girsu y Nipur.
Las crónicas sumerias, escritas en tablillas cuneiformes o en forma de cuña, dicen que la
realeza bajó del cielo a la ciudad de Eridú; pero que después del Diluvio bajó de nuevo del
cielo y se instaló en la ciudad de Kish.
Los libros de historia no aclaran cómo desapareció súbitamente la civilización sumeria.
Presuponen los historiadores que los sumerios fueron víctimas de una invasión a gran
escala. Sin embargo las tablillas sumerias nada relatan sobre una guerra de invasión
extranjera. Hablan en su lugar de un extraño fenómeno que causó de pronto una
mortandad sin precedentes en todas las ciudades al mismo tiempo. Los estudiosos
descartan que se tratara de una pandemia.

Es curioso cómo las tablillas sumerias describen que los dioses bajaron del cielo y que
libraron cruentas batallas entre ellos mismos, con terribles armas desconocidas para un
pueblo que utilizaba espadas. Los historiadores aseguran que todos estos relatos no son
más que mitología o leyendas de tipo religioso. Sin embargo, estas dadas en llamar
leyendas pudieran aclarar cómo y por qué desapareció repentinamente la civilización
sumeria. De otra manera no se encuentra explicación aceptable.
Los escritos sumerios conocidos como ‘lamentaciones’ -en tablillas descubiertas en las
excavaciones de Uruk, Ur, Eridú y Nipur- describen lo siguiente, según la traducción del
eminente profesor Samuel Kramer, a quien se considera el mayor experto en temas
sumerios:

‘En la tierra cayó una calamidad desconocida para el hombre; una que nunca se había visto antes; una
que no podría ser soportada. Una gran tormenta del cielo… Una tormenta aniquiladora de la tierra… Un
viento maligno, como un torrente… Una tormenta arrasadora unida por un calor abrasador… De día se
privó a la tierra del brillante sol; por la noche las estrellas no brillaban… La gente, aterrorizada, casi no
podía respirar; el viento maligno los agarró, no les concedió otro día… Las bocas estaban empapadas de
sangre; las cabezas se revolvían en sangre… El rostro se tornó pálido por el viento maligno. Esto causó
que las ciudades fueran desoladas, las casas se volvieron desoladas, los establos se volvieron
desolados… Hizo que los ríos de Sumer fluyeran con agua amarga; sus campos de cultivo crecieron con
malas hierbas, en sus pastos crecían plantas marchitas…’

Este que en el relato se concibe como terrible viento maligno, extremadamente calorífico y
mortal, ni siquiera podía ser soportado por los llamados ‘dioses’. Así, en la tablilla conocida
como ‘El lamento de Uruk’ se lee:

‘Todos los dioses evacuaron Uruk, se mantuvieron alejados de ella, se escondieron en las montañas,
escaparon a las distantes llanuras’.

Asimismo el texto conocido como ‘El lamento de Eridú’ relata:

‘Ninki, su gran dama, volando como un pájaro, dejó su ciudad… El padre Enki se quedó fuera de la
ciudad… Por el destino de su perjudicada ciudad lloró con amargas lágrimas’.

Enki y Ninki eran tenidos por dioses.

Todas las tablillas estudiadas sugieren que la devastación acaeció simultáneamente en


todas las ciudades. No se encuentra texto alguno en las tablillas que diga que las ciudades
fueran saqueadas al unísono por multitud de enemigos. No se habla de guerra. Tampoco
se habla de destrucción; solamente de ‘desolación’. Lo que describen las tablillas de
Sumeria acerca de que el agua se hacía amarga, las personas vomitaban sangre y hasta
los animales morían, aparte de que los llamados dioses huían de las ciudades ante lo que
veían venir, no obedece a ningún tipo de enfermedad; más bien se trata de un horrible
escenario semejante al que hoy día causaría la explosión de un potente artefacto nuclear.
En Hiroshima y en Nagasaki se dieron precisamente estas horribles consecuencias y otras
más.

Que en la remota antigüedad haya existido algún tipo de civilización tecnológica, no puede
descartarse. Por doquier encontramos construcciones y ruinas de construcciones varias
veces milenarias de las que no se sabe quiénes fueron sus autores ni cómo las realizaron
sin la ayuda de máquinas. La misma Biblia, así como innumerables textos sumerios e
hindúes, por ejemplo, refieren que bajaron de las alturas unos seres con apariencia
humana, conocidos como ángeles en la Biblia y como dioses en otros escritos. Los
Upanishads hinduistas, que son más de 200 libros, hablan de guerras que libraban entre sí
los dioses con armas cuya descripción coincide punto por punto con las nucleares de la
actualidad, y aún más sofisticadas. Bíblicamente habría que entender que esta hipotética
civilización avanzada fue destruída en tiempos del Diluvio.

Lo sucedido en tierras de Sumeria alcanzó también a la península del Sinaí y a otras


zonas, como la del Mar Muerto y probablemente a la tierra que ahora forma el desierto de
Gobi e incluso al vergel que hoy es el desierto del Sahara. Lo cierto es que en diferentes
lugares de estos desiertos se han encontrado arenas radiactivas.
En la península del Sinaí se detectan lechos de ríos secos, así como una enorme mancha
blanca y brillante de más de cien kilómetros de diámetro, semejante a la que dejan las
explosiones nucleares. También se observan en la península millones de piedras
ennegrecidas y esparcidas por decenas de kilómetros. Estas piedras no son volcánicas, ya
que no existen volcanes en la zona. Tampoco pueden proceder de un meteorito, ya que la
capa ennegrecida es superficial. Sea lo que sea lo que ocurriera en Sumeria y en aquellas
zonas hoy desérticas del Sinaí, la evidencia desconcierta a los historiadores, que se
niegan a creer que en la antigüedad pudiera haber existido una tecnología aún más
avanzada que la actual.

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